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GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

  PRESUNTAS PRESUNCIONES - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 29 de Junio de 2014


PRESUNTAS PRESUNCIONES - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 29 de Junio de 2014

PRESUNTAS PRESUNCIONES


 Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Desde que en el Derecho moderno se estableció el principio de presunción de inocencia, la gente tuvo que familiarizarse con una palabreja: presunto. “El presunto autor del hecho” es la fórmula ritual para cumplir con Art. 11 de la Declaración Universal de los DD.HH. y el inciso primero del Art. 17 de nuestra Constitución.

A partir de aquí, no solo gente del foro sino periodistas y hasta personas comunes creen estar frente a una regla de hierro a la que hay que ceñirse hasta en los casos donde la flagrancia o la evidencia de los hechos convierte en ridícula toda duda. Una víctima describió así lo que le tocó vivir: “el presunto asaltante me atacó con un puñal, me hizo un corte en el brazo, me clavó en una pierna, me robó todo lo que tenía. Después subió a una moto y escapó en compañía de un presunto cómplice”. En resumen, todo presunto, excepto la herida, las cosas robadas, la moto y el daño.

Una joven mujer y su aun más joven pareja murieron en un trágico suceso pasional. La joven fue acuchillada y recibió varios balazos de parte del amante; luego, este se suicidó. La escena era un mar de sangre, de armas, de desorden, según se relataba. La fiscal interviniente declaró, ante las diez grabadoras que los reporteros le introducían en la boca, que aún no se podía precisar la causa de la muerte de ambas personas. Supongo que no descartaba que los amantes hayan fallecido por causa de la diabetes, por ejemplo. O sea, la cautela convirtiéndose en estupidez.

Como en tiempos primitivos, continuamos creyendo en la cualidad prodigiosa de crear o hacer desaparecer algo por medio de la mera palabra, en el poder del conjuro. Presunto pertenece a esta clase de palabras mágicas; si se la anticipa a cualquier calificación, la vacía de contenido. Hay más de ese tipo, como declaración, con la cualidad extraordinaria de convertir un decir cualquiera en algo digno de atención. Excluidas las de amor, las testificales, las de bienes y las de quiebra, las más atendidas son las llamadas declaraciones públicas, provenientes de la forma intransitiva del verbo declarar y que, para adquirir la cualidad mágica, deben ser reproducidas ante todos. “El señor fulano efectuó declaraciones”. Esto simplemente puede indicar que una pavada dicha en voz alta trascendió al público por medio de la prensa.

Del simple afirmar no hay que preocuparse, sin embargo, de las declaraciones a menudo debe uno ratificarse o retractarse; salvo en el ámbito de lo político, donde este sistema funciona a su modo. Allí es posible decir una barbaridad y luego, ante la reacción, manifestar que “fueron solamente expresiones coloquiales”, con lo cual nada queda aclarado sino todo más confuso, que es precisamente el objetivo perseguido, de tal suerte que, al final, nadie discierna cabalmente si lo afirmado fue en serio o en broma, si premeditado o no, si hay que responder u olvidar, en fin, si realmente se dijo lo que se dice que se dijo o fue otra tergiversación más de medios comprometidos en una campaña malintencionada de desinformación y desprestigio. En la atmósfera política, el exabrupto posee la cualidad de ciertos gases, la de evaporarse inmediatamente después de haber sido expelido.

Los hechos cotidianos son siempre mucho más simples que lo que un escrito forense o una crónica periodística, o una declaración ante los micrófonos, son capaces de reflejar con esto de las presunciones y las declaraciones. Los periodistas deberían desligarse de estos corset y cumplir su primer deber, cual es hacer más fácil la compresión de los hechos. Hacer como aquel torero famoso al que pidieron ilustre al público, con palabras sencillas, acerca de la tauromaquia. “Se coloca osté delante del toro –dijo–, y luego, pues, cuando él arranca, o se quita osté de su camino o le quita a osté el bicho”.

En estos días en que la violencia azota nuestras calles con más fuerza y más daño que las lluvias, que la criminalidad actúa con enorme impunidad, referirse a las tragedias del crimen cotidiano con trivialidades y formalismos jurídicos suena muy mal. De otro modo, si en verdad todo debe ser tratado como presunto, es posible que sea verídica la declaración de aquel exministro del Interior, acerca de que la agudización de la inseguridad en nuestro país no es más que mera percepción. Aunque debió decir presunta presunción de percepción.

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección: OPINIÓN

Domingo, 29 de Junio de 2014

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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