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HUGO MENDOZA

  JOSE FÉLIX ESTIGARRIBIA, 2011 - Estudios de HUGO MENDOZA


JOSE FÉLIX ESTIGARRIBIA, 2011 - Estudios de HUGO MENDOZA

JOSE FÉLIX ESTIGARRIBIA

HUGO MENDOZA

COLECCIÓN PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA Nº 12

 © Editorial El Lector

Director General: PABLO LEÓN BURIÁN

Coordinador Editorial: BERNARDO NERI FARINA

Director de la Colección: HERIB CABALLERO CAMPOS

Diseño de Tapa: DENIS CONDORETTY

Corrección: RODOLFO INSAURRALDE

Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98

ISBN: 978-99953-1-163-6

El Lector I: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966 - 493 908

El Lector II: San Martín c/ Austria. Tel. 610 639 - 614 258/9

www.ellector.com.py

comercial@ellector.com.py

Esta edición consta de 15.000 ejemplares

Asunción – Paraguay,

2011 (151 páginas)

 

 

 

CONTENIDO

 

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

 

I. ESTIRPE Y ESCENARIO LESEFERISTA

1. ENTORNO Y ESTIRPE FAMILIAR

2. FORMACIÓN CASTRENSE

3. LA REVOLUCIÓN DE 1922-23

 

II. VIDA CUARTELERA Y RETORNO NACIONALISTA

1. ESTADÍA EN FRANCIA

2. REGRESO A LA PATRIA EN LA ANTESALA DE LA GUERRA

3. COMPLOT EN SU CONTRA Y COMPONENDA ANTIGUBERNAMENTAL

 

III. ENCUMBRAMIENTO Y ÚLTIMO VUELO

1. CONDUCTOR EN EL CHACO

2. TRAICIÓN E INGRATITUD

3. PRIMERA MAGISTRATURA Y OCASO

CONCLUSIÓN

FUENTES CONSULTADAS

EL AUTOR

 

 

 

PRÓLOGO

 

         Esta obra sobre el general José Félix Estigarribia que nos presenta el profesor Hugo Mendoza, enriquece la Colección Protagonistas de la Historia.

         José Félix Estigarribia, ha logrado ser reconocido como uno de los militares más brillantes de la historia paraguaya.

         Estigarribia ha demostrado la capacidad de quien se formó profesionalmente con un fin determinado en el caso de él, la defensa del Chaco, frente a la invasión boliviana que se había iniciado a fines del siglo XIX.

         El libro escrito por un experto en historia militar, está dividido en tres capítulos. El primero de ellos abarca desde sus orígenes en Caraguatay hasta su actuación durante la guerra civil de 1922-1923, en el sector gubernista.

         El segundo capítulo se refiere a su estancia en Francia hasta que estalla el conflicto con Bolivia en 1932.

         Y por último el tercer capítulo analiza su papel de conductor del ejército paraguayo en la Campaña del Chaco, su exilio, su faceta diplomática en los Estados Unidos y su retorno al país para ser electo como Presidente de la República del Paraguay.

         Su actuación como jefe de estado hasta la fecha genera todo tipo de pasiones y posiciones encontradas, quienes defienden su Carta Política promulgada de una forma arbitraria. Muchos consideran que la misma fue el origen del autoritarismo militar en el Paraguay durante la segunda mitad del siglo XX.

         Agradecemos al autor esta contribución, que se constituye en un relevante aporte a la historiografía paraguaya.

 

Asunción, mayo de 2011.

Herib Caballero Campos

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         El género biográfico es un tipo de historia harto difícil de realizar porque hay que captar al ser humano en todas sus dimensiones, defectos y virtudes, desde sus orígenes, su formación, experiencia de vida y desempeño en el ambiente en que le toca vivir, aspectos que, debemos ser sinceros, no los podremos realizar en su totalidad debido a la corta extensión de la obra. Esta tarea nos confronta también con una antigua discusión, el determinismo histórico, donde las estructuras sociales aprisionan al hombre o si éste es un haz de posibilidades, que de acuerdo a su libre albedrio, puede elegir o modelar su propio destino.

         Los llamados "biógrafos" o más exactamente hagiógrafos del mariscal José Félix Estigarribia, por una parte, lo han tratado por mucho tiempo como si fuese un ser inmaculado y mitológico de nuestra Historia cuya memoria no puede ser objeto de crítica u ofensa alguna pasando por alto verdades incomodas e inconfesables y, por otra parte, sus furiosos detractores que han buscado por todos los medios de sacar a flote su faceta más oscura por cuestiones meramente ideológicas.

         Sobre su figura se tejen muchas cuestiones alrededor de las cuales se entrecruzan los celos y mezquindades, propios de un ambiente pequeño, donde la politiquería y los politiqueros hacían su juego, golpeando las puertas de los cuarteles. Alrededor suyo existía una sociedad y un país arrasado, que intentaba salir lentamente de las secuelas de la hecatombe de la Triple Alianza y que tenía una amenaza regional en ciernes, la disputa por el Chaco Boreal con Bolivia.

         Existía también, en su tiempo, un contexto internacional donde se libraba una especie de guerra subterránea o de influencia entre las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial, Francia y Estados Unidos, contra la potencia derrotada, pero que trataba de conseguir la revancha, Alemania.

         Apuntaremos a enfocar el abordaje hacia los hechos pero también a comprenderlos, dentro de las coordenadas universales como son el tiempo, el espacio y las mentalidades.

         Nuestro propósito es penetrar en el interior del personaje desgajando la corteza que recubre y protege a la persona, analizando la problemática que plantea el ambiente que los rodea, la cultura y las redes sociales en que se halla inmerso, sus ambiciones y la coherencia entre los actos y la meta que se había trazado.

         En esta publicación buscamos responder a la pregunta que consiste en ¿cómo Estigarribia consigue modelar los acontecimientos o éstos hasta que punto lo modelan a él?

         Partimos de la hipótesis que Estigarribia vivió un momento político de transición de nuestra historia de un régimen liberal hacia un régimen nacionalista, o populista, como se lo quiera llamar. Este derrotero histórico que pretendemos trazar debe permitir a los lectores a extraer sus propias conclusiones y para construirlo hemos recurrido a las fuentes bibliográficas y documentales disponibles.

         Como es costumbre la lectura e interpretación de los hechos son de exclusiva responsabilidad del autor, así como los errores u omisiones que se pudieran haber cometido.

         Nos es muy placentero volver a manifestar el agradecimiento a la editorial El Lector por la confianza depositada en nuestro trabajo.

 

 

 III. ENCUMBRAMIENTO Y ÚLTIMO VUELO

 

1. CONDUCTOR EN EL CHACO

 

         El 15 de junio de 1932 Bolivia ataco y conquisto el Fortín Pitiantuta o Carlos A. López, guarnecido por un cabo y cinco soldados paraguayos, resultando muerto el primero de ellos. Por ese entonces se reunían en Washington los cancilleres de las diecinueve naciones americanas, así como la "Comisión de Neutrales" (EE.UU., Colombia, Cuba, México y Uruguay). Esta última con intención de tratar de detener la guerra que Bolivia había iniciado con la conquista del fortín Pitiantuta. A este acto de agresión se contesto con la reconquista del mismo fortín el 15 de julio del mismo año; los bolivianos reaccionaron con los actos subsiguientes de represalia capturando los fortines Corrales, Toledo y Boquerón.

         El peligro no tardo en verse bien pronto en los informes del comandante Estigarribia. Desde Casanillo, con fecha 17 de agosto de 1932, enviaba una comunicación secreta (N° 168) al Comandante en jefe de las Fuerzas Nacionales, general Manuel Rojas A., en la que, informándole de la situación, resumía las necesidades que avizoraba como Comandante en jefe de la 1ª. División, entre ellas la de "enviar, sin más demora, los medios mecánicos de transporte, los cuales se deben sacar de donde hubieren". Cinco días después, remitía Estigarribia al mismo destino otra carta conteniendo, entre otras, estas líneas:

         "Es, pues, impostergable que hagamos todo el sacrificio necesario para obtener sin más tardanza lo medios mecánicos de transporte anunciados por ese Comando en Jefe, e iniciar enseguida las operaciones, sobre cuyas modalidades desearía insinuar mis puntos de vista por intermedio de un oficial de enlace, si así lo creyere admisible ese Comando en Jefe."

         Con la requisa de los medios de transporte en todo el país, mejoro la situación en el frente. Lo confiesa el propio Estigarribia cuando escribe al Dr. Eusebio Ayala desde el Camino a Saavedra, el 8 de diciembre de 1932:

         "Transportes: Con la estación lluviosa en que estamos, las dificultades de nuestros transportes han aumentado considerablemente, pero gracias al aumento paulatino de nuestros camiones y los esfuerzos de mejoramiento de nuestros caminos que hacemos, hasta hoy no le ha faltado mayormente nada a nuestras tropas. Habría que estimular al señor Ministro de Guerra en su previsora actitud de enviarnos más camiones."

         El teniente coronel Juan Bautista Ayala, Jefe del Estado Mayor General, compartía plenamente tal modo de pensar.

         "En la defensa sobre el río -decía Estigarribia- los paraguayos estaríamos obligados a diseminar nuestras pocas tropas a lo largo de más de mil kilómetros, desde

el fortín Galpón hasta el río Pilcomayo, como ya se había intentado hacer en 1928 con motivo del incidente de Vanguardia; es decir, nos declararíamos vencidos de antemano en todas partes. Mientras nos encontrásemos esparcidos en débiles fracciones, el enemigo, con todas sus tropas reunidas, accionaria libremente sobre cualquier punto elegido por él. Lo esencial, pues, para la defensa paraguaya, era precisamente lo contrario: no permitir la reunión de las columnas enemigas que en amplio despliegue marcharían hacia su objetivo, y tratar de romper los dientes de cada tenaza antes de que se cerraren. Esto solo podría hacerse lejos del río Paraguay."

         El ejército funda su estrategia sobre principios defensivos, en la costa del río Paraguay, después de una débil defensa elástica con la retirada de sus fortines, en esta tesis predomina el armamento para caballería y los cañoneros que se quieren como artillería flotante, con tres grupos, fundamentalmente de caballería, ubicados en Villa Hayes, Concepción y Fuerte Olimpo. El objetivo, alejar a los bolivianos de sus bases y luego iniciar una ofensiva por líneas exteriores contra las columnas invasoras más penetrantes.

         El general Escobar, uno de los presuntos defensores de aquella tesis, afirma:

         "... de la lectura atenta de las disposiciones adoptadas para la organización de la defensa (que transcribe) se deduce, con claridad meridiana que, en momento alguno se resolvió abandonar la línea de fortines y sí: 1 °) tomar contacto con el enemigo y apoyar los fortines avanzados; 2 °) reconquistar las posiciones tomadas por los bolivianos y 3 °) hacernos fuertes en nuestras primeras posiciones, y, más allá, siempre que fuese posible, sin descuidar en absoluto nuestra organización para afrontar de inmediato cualquier eventualidad, acumulando, desde luego, fuerzas en los distintos sectores establecidos. El apoyo, en una base -en este caso el río Paraguay- no implica en modo alguno, el abandonar las posiciones avanzadas".

         La llamada "defensa sobre el río" contaba con el apoyo los coroneles Coulet y Abraham Schweitzer, jefes de las misiones militares francesa y Argentina respetivamente, que pensaban de modo similar. Parece ser que por la época las opiniones no solamente estaban divididas, sino que existía una notable confusión en cuanto a los propósitos. Es un error presuponer que la defensa sobre el río, entendida ella como punto de apoyo, hubiera sido equivocada antes de hacerla. Rusia perdió Rusia dos veces en dos siglos y la volvió a recuperar tras el desgaste enemigo. Pero en nuestro caso era diferente, porque aparentemente Bolivia no tenia serio apuro por llegar al Paraguay; por el contrario, todavía hoy los estudiosos bolivianos en cuestiones del Chaco afirman que su más grave error fue alejarse de sus bases dilatando las distancias, en lugar de limitar sus pretensiones máximas a los tratados suscritos anteriormente con el Paraguay y enfrentar al enemigo, con mayores probabilidades, lejos de sus puntos de abastecimiento. La debacle moral que siguió a la derrota boliviana de Boquerón se hizo pronto evidente. Otro hubiera sido el resultado -estiman destacados militares bolivianos- de haberse producido el enfrentamiento en distinto terreno, más favorable a ellos por el acortamiento de las enormes distancias que hubo que salvar en precariedad de medios, naturaleza hostil y carencia casi absoluta de caminos camionables.

         El Paraguay, en verdad, nunca tuvo un plan de operaciones, por lo menos hasta 1931, para enfrentar a Bolivia. Al entonces mayor Higinio Morínigo se le atribuye incluso la autoría de un chiste que refleja el momento militar de la época. Solía decir Morínigo que "los bolís habían ofrecido muchos dólares, por diversos medios, para tener una copia del plan de operaciones paraguayo, pero que se trataba del secreto mejor guardado por nuestro país, al punto que ningún paraguayo lo conocía".

         El plan minucioso, detallado y concebido de antemano seguramente nunca fue formulado por escrito, pero Estigarribia tenía en mente los grandes lineamientos de la campaña ofensiva que llevaría al Paraguay a la victoria final. El mentado plan, pues, no existía. Véase, como ejemplo, lo que el mayor Sindulfo Barreto califica de cambio de orientación: conferencias telegráficas con instrucciones militares, dictadas en enero de 1929, precisamente como Jefe del Estado Mayor General, etc.

         "Ahora Estigarribia había resuelto defender el Chaco con obstinado empeño -diría Barreto como comentario final a tales conferencias- desde los puestos avanzados, desde el comienzo, palmo a palmo, pulgada por pulgada, sin señalar meta próxima o lejana donde hacer la resistencia final al enemigo. En esta forma anularía el espíritu defensivo de su tropa, y en cambio, esta lucha sin pausa, le permitirá mantener a sus fuerzas en condiciones para emprender la ofensiva en cualquier momento con toda resolución".

         Las concepciones estratégicas, tácticas y logísticas del general Estigarribia, asentadas sobre los más puros principios de guerra, llegaron a adquirir su sello característico e inconfundible.

         El Mcal. José Félix Estigarribia aprecia acertadamente nuestra debilidad logística para las grandes maniobras por líneas exteriores, que sin este requisito se quedan solo en el papel y fórmula una estrategia absolutamente diferente. En lo que él denomina la "guerra de las vías de comunicaciones", opta por una guerra de movimiento, que a nivel de la estrategia militar presupone concentrar una masa de tropas en el Sector Casado. A nivel operacional busca romper por partes los "dientes de las tenazas enemigas" a través de la maniobra por líneas interiores y a nivel táctico la destrucción de las fuerzas enemigas por medio de maniobras cortas de envolvimiento de los flancos y la intercepción de las líneas de comunicaciones del enemigo envolventes o "corralitos".

         Comprendió la importancia de operar por líneas interiores, tener una logística adecuada y un apropiado centro de gravedad, seleccionar el punto decisivo, unificar los éxitos locales en grandes triunfos, obtener y retener la iniciativa, concentrar la potencia de combate y conservar los recursos. Su única flaqueza significativa era su inhabilidad para efectuar persecuciones fructuosas, la extensión del Chaco, realmente lo convirtió en un comandante de teatro de operaciones de gran capacidad.

         En la aplicación de su tesis de que la Guerra del Chaco iba a cimentarse en una lucha por las comunicaciones y quien lograra obtener el dominio sobre las mismas ganaría la guerra, orientó su esfuerzo principal sobre el eje Isla Po'í-Boquerón-Yucra-Arce apuntando directamente hacia el Pilcomayo. Sin embargo nuestra ala sur ya se encontraba entonces protegida por un obstáculo natural, el Estero Patiño, que en la primera etapa de la guerra sirvió como pivote de la mencionada ala sur.

         Con repulsión instintiva por la defensiva, Estigarribia no recurrió a ella sino como un medio para preparar sus movimientos ofensivos. Este es el caso de Nanawa donde después de la batalla del Km 7 de Saavedra pierde la iniciativa estratégica ante la aplastante superioridad de las tropas de Kundt, debe desgastarlas por medio de la defensa para después recuperar la iniciativa y darles el golpe de gracia en Campo Vía.

         Con la perdida de la transversal (que permitía el juego de reservas) Villa Montes-Ñaicoranza-Parapití, el ejército boliviano no cumpliría en el futuro una acción positiva y oportuna. La última transversal, el llamado "Camino Internacional", enlazaba las penetrantes Villa Montes-Ballivián; Villa Montes-Capirenda; y Campo Jurado, Ñaicoranza-Carandayty, Camacho y Charagua; 27 de Noviembre e Ingavi.

         El llamado Camino Internacional era imperativo defender, para Estigarribia llegar a esta transversal implicaba dividir en dos grupos al ejército boliviano y la conquista del Alto Pilcomayo y colocarse en condiciones de invadir Bolivia. Sobre los ejes Villamontes, Ballivián y Carandayty, Picuiba, Camacho tendrían lugar acciones que definirían la guerra, ambas líneas de operaciones se encuentran separadas por un espacio de 170 km, cubriendo en extensión y profundidad por una selva tupida y enmarañada, Ballivián y Camacho estaban separadas de la transversal 200 y 300 km, respectivamente. Distancia muy considerable para reglar la combinación del esfuerzo en tiempo y espacio. El plan paraguayo consistía en la conquista del Alto Pilcomayo, una vez logradas la destrucción de las antenas de Ballivián y Cañada Lóbrego.

         En entrevista entre Estigarribia y el Gral. Freindenberg, quien había llegado al teatro de guerra, con otros delegados de la Sociedad de Naciones, aquél le aseguró destruiría al ejército boliviano en la hora exacta, y ante el asombro de su colega francés, afirmó: "c'est mathematic" (es matemático). Nos preguntamos si esto es una forma presuntuosa de manifestar su confianza del conductor del Chaco o tiene algún fundamento sólido. Pensamos que es lo segundo y que se basa en lo que en estrategia se llama el "tablero estratégico" de Jomini, donde las fuerzas que se enfrentan ocupan un determinado lugar en el teatro de operaciones, donde la ventaja la tiene una fuerza que sea dueña de dos lados del tablero y tengan facilidad para establecer una doble base de donde puedan cortar más fácilmente las línea de operaciones del enemigo.

         Estigarribia que había dicho que Ballivian caería por su propio peso (el único lado del tablero donde se apoyaban los bolivianos), en abril del 34 retoma la maniobra de desbordamiento del ala izquierda de la nueva posición adversaria; el primer lado que ocupaba el ejército paraguayo era la posición frontal con el III y I Cuerpos de Ejército. Peñaranda afronta la amenaza ordenando un nuevo repliegue de su línea de defensa y el reforzamiento de su ala izquierda (el otro lado del tablero con el II Cuerpo de Ejército).

         Adaptando su plan a la nueva situación creada por el repliegue boliviano, Estigarribia no renuncia a atacar, pero el alargamiento de sus líneas de comunicaciones acrecienta la dificultad de la maniobra. Sin insistir frontalmente, Estigarribia en espera una nueva oportunidad de maniobrar buscando el desbordamiento del ala izquierda boliviana, fija su puesto de comando en Camacho, pone la masa de maniobra bajo las órdenes del coronel Franco.

         El 14 de agosto Franco de apodera de Picuiba, el 19 de "27 de noviembre", el 20 de Huirapitindy, el 22 de Algodonal. El 27 de agosto alcanza la Cordillera de los Chiriguanos, límite natural del Chaco y cobertura de la cuenca de Camiri. El raid de Franco fue una sorpresa total para el general Peñaranda.

         La dirección general más sensible del ejército boliviano apuntaba a los pozos petrolíferos de Ñancorainza y a la refinería de Camiri. Al II Cuerpo de Ejército se le ordeno avanzar hacia el noroeste, para interceptar el camino de abastecimiento de las fuerzas al mando del general Lanza el 27 de Noviembre; iniciando su ofensiva el 14 de agosto, partiendo de La Faye y capturando Picuiba y Loma Vistosa al día siguiente. El 17 de agosto ocupa Yrendague, el 22 del mismo mes ocupa Algodonal y el 27 de agosto llegaron a una cadena de colinas a 5 km al este de Carandayty, suspendiéndose el avance por falta de provisión de agua de Garrapatal (270 km al sureste).

         La virtud principal de todas sus concepciones fue la sencillez de sus planteamientos de guerra, supo siempre y en todo momento encontrar la fórmula simple que tenía que darle la victoria. En la batalla de "El Carmen" el general Estigarribia se jugó el todo por el todo. Montó una maniobra por el centro, sobre el Cuerpo de Reserva boliviano, maniobra de doble envolvimiento para luego cortar la línea de abastecimiento y comunicaciones de dicho Cuerpo de Reserva enemigo. Todo salió como había previsto Estigarribia y, sobre todo, su atrevida concepción tuvo un resultado extraordinario en el campo táctico, una repercusión estratégica de gran envergadura y consecuencias políticas desastrosas para Bolivia. Más de 4.000 prisioneros con todo su material fueron perdidos por el Cuerpo de Reserva, a lo que siguieron el aniquilamiento del Cuerpo de Caballería de Toro, con la captura de Yrendagué; nuestra progresión acelerada hasta llegar frente a Villa Montes para penetrar, cruzando el Parapití, en territorio boliviano de la provincia de Santa Cruz, y la estrepitosa caída del presidente Daniel Salamanca.

         Pero estas magníficas maniobras se veían entorpecidas y detenidas por falta de camiones. Pero el hombre no cejaba; marcharía al contrafuerte andino para conservar la iniciativa y separar Villa Montes de Santa Cruz; introducir una cuña y batir al enemigo en fracciones. En lugar de esperar el golpe se adelanta a maniobrar; se defiende atacando, característica de su personalidad militar que se diseña ya en Boquerón.

         Pero el juicio histórico responde a un balance de aciertos y errores, virtudes y defectos; victorias y derrotas. Bajo la dirección de Estigarribia se ganó la guerra. A ese saldo, que constituía su objetivo, su deber, su responsabilidad, no dañan ni sus errores ni sus derrotas parciales. Sirve de pedestal a su figura; refulge gloria. Ese capítulo de la historia no se borrará con el rencor, la envidia ni las triquiñuelas.

         Isla Po'í, o Villa Militar, era un pintoresco fortín edificado sobre una pequeña colina de arena que hace de almohada a un lecho de agua tranquila, abundante y riquísima. La laguna de Isla Po'í permanecerá imborrable en el recuerdo de todos los que han contemplado su verde y rugosa superficie vegetal, moteada de manchas luminosas de agua cristalina, que semejan a espejillos blancos dispersos en el césped.

         Villa Militar fundada el 1 de enero de 1927 por el capitán Tranquilino Ortiz Cabral, anteriormente se lo conocía como Cacique Ramón o Isla Po'í. En los primeros días de enero de 1933, el Gran Cuartel General del Comando del Ejército del Chaco (Comanchaco) se hallaba en Villa Militar y el puesto de comando instalado a un kilómetro y medio al Norte del citado fortín, a corta distancia del camino a Campo Esperanza, como oculto bajo un pequeño bosque de árboles de poca altura, ubicado al costado de un improvisado campo de aviación, posteriormente convertido en base principal de la Fuerza Aérea Militar.

         En el despacho del puesto de comando instalado en un galpón de techo de paja, sin paredes, con piso de tierra, que cubría una superficie aproximada de tres por cuatro metros. Una mesa de caballetes y un par de sillas construidas con restos de madera de cajón de nafta complementaban el mobiliario de la oficina de Estigarribia. A un lado del galpón, prendido a una tabla sostenida por caballetes, un mapa del Chaco.

         El puesto de comando de Estigarribia instalado en Villa Militar, a fines de diciembre de 1932, fue prontamente trasladado a un kilómetro y medio más al Norte sobre el mismo camino a Campo Esperanza, a la mano derecha, a orillas de un bosque.

         Las incursiones de la aviación boliviana, que al parecer había detectado desde el primer momento de su instalación la presencia en ese lugar del puesto de comando de Comanchaco, obligo a su traslado a un sitio más apartado de la Villa Militar y alejado del campo de aviación. Ante las repetidas incursiones de la aviación enemiga, se ordeno la construcción de un abrigo contra los bombardeos; pero como en la siguiente acción, pocos días después de la anterior, una bomba de profundidad de relativo gran poder acertó a caer a pocos metros de la entrada al abrigo, se apresuro el traslado del puesto de comando a un nuevo lugar, á tres kilómetros al Norte de Villa Militar.

         El arquitecto Tomas Romero Pereira, de reciente incorporación como jefe del II Departamento del Estado Mayor del Comanchaco, el de Informaciones, fue designado director de la instalación del puesto de comando en el nuevo lugar; de su urbanización, ubicación de las oficinas y de la construcción de los ranchos respectivos, ocultos bajo los árboles, unidos por sendas apenas perceptibles. El trabajo fue digno del director y su funcionalidad resistió a la prueba de la experiencia de la labor diaria.

         Villa Militar, fue atacada el 29 de enero de 1933 a las ocho horas treinta minutos, por cinco aviones bolivianos que lanzaron más de veinte bombas y ametrallaron pabellones. El Parque Sanitario sufrió destrozos, siendo la Sala Rayos X menos dañada con aparatos indemnes, gracias a defensas especiales, el techo de varias salas agujereado por proyectiles ametralladoras, aun cuando el hospital tiene muy bien visible en los techos la insignia de la Cruz Roja.

         Al iniciarse la segunda ofensiva, el puesto de comando se trasladó al Cruce; más tarde, el 2 de agosto de 1934 se instaló en Camacho, donde pudo contar con más comodidades. En la última etapa de la ofensiva el Comando se estableció en Oruro, y luego en Capi'irendá.

         En todo el curso de la guerra, Estigarribia observó las mismas costumbres sencillas y austeras. Se consagró a los deberes de su cargo y sólo regresó a

la Capital después de tres años y medio de ausencia. En raras oportunidades se alejó del comando para ir a visitar a la esposa que vivía en Puerto Casado.

         El General se levanta temprano; a pesar de ser un paraguayo cien por cien, no toma mate; fuma uno o dos cigarrillos rubios en el día. A las 7 acude al casino para el desayuno; a las 12 para el almuerzo. En el intermedio trabaja; concede audiencia de diez a once y media. Después del almuerzo hace un paseo de una hora. De tarde vuelve al trabajo; a las 17 monta a caballo o recorre el Cuartel General. A las 20 acude a la mesa y toma un vaso de leche. A las 21 recibe el último parte. Se acuesta temprano. Nada puede hacerle variar el ritmo de su vida.

         En los instantes más críticos conserva la serenidad. Cuando le anunciaron el repliegue y cerco del II Cuerpo en Carandayty, al atardecer, se redujo a decir: “Vamos a consultar con la almohada”. A la mañana siguiente se levantó a la misma hora, se afeitó, desayunó y se puso frente al mapa para pensar en el golpe decisivo de Cañada El Carmen.

         En todo el curso de la guerra no se enfermó. Se informa, escucha y ordena con tranquilidad. Nunca grita. No se le ha visto airado ni deprimido. Tiene horror al teléfono y a los fraguadores de planes bélicos y de proyectos de "reconstrucción nacional". Es reservado pero no grave; le gustan las anécdotas, los chistes, las ocurrencias chispeantes. Es que el paraguayo es un soldado de buen humor; tiene la bayoneta como la lengua bien afilada; hace una mueca risueña a la muerte; al salir del peligro tiene siempre un comentario alegre; pone apodos precisos, sabe encontrar el lado flaco de sus superiores.

         La mesa del general es cordial. Además de los jefes toman asiento en torno de ella algunos jóvenes universitarios que colaboran en los trabajos de clave, redacción, secretaría y comunicados. Allí se comenta con picante espiritualidad todas las cosas divinas y humanas, menos las operaciones de guerra. La estrategia se reserva para los clubs y cafés de Asunción. Son permitidos los chistes de "cuerpo presente", vale decir, las alusiones personales, pero con exclusión de los parientes de primer grado. El general escucha el torneo con buen humor. A un oficial grandote pero de escaso valor se le llama "plata paraguaya"; de otro refugiado en las etapas se dice que "para emboscarse se ha disfrazado de guerrero"; a un oficial especialista en la preparación de cocktail se le alejó por "agitador"; un "vivo" consiguió ser evacuado por padecer de "traumatismo psicológico", certificado que revela la punzante ironía de un médico. Los apodos cruzan el Chaco como picantes avispas.

         Comanchaco era un lugar de trabajo silencioso pero alegre; un rincón de cultura, de labor intensa; digno marco de su autoridad sencilla pero respetada en el fondo. En esos ranchos Estigarribia vivió más de tres años y medio; sometiéndose a las mismas privaciones de sus soldados, sin exigir nada desgobierno, usando las armas y las posibilidades que se le pudieron dar; reclamaba sin quejarse; pedía sin amenaza. Cuenta con una orquesta típica dirigida por Herminio Giménez, músico y poeta, cantor de las hazañas del Chaco. Estigarribia, músico en su juventud, ama el arte; descansa al escuchar las notas de la polca. El alma paraguaya, un poco concentrada, desconfiada y tímida, se abre plenamente al conjuro de esas vibraciones. Al terminar el CAMPAMENTO CERRO LEÓN tiene que desahogarse, descargar el alma, y entonces grita "Piipu... " manifestación panteísta del hombre de la selva tropical.

         Nada puede hacer cambiar los hábitos a Estigarribia, porque dentro de la apariencia de mansedumbre se encuentra el terco empecinamiento de un guaraní. Hay en su gesto el resplandor del fondo bueno; a pesar de que es duro en ocasiones, inflexible en sus determinaciones; se aferra a una idea y la empuja fríamente. Su autoridad se ha ido afirmando, porque sabe hacerla valer y sabe conciliar las rivalidades y pugnas que reinan entre varios jefes. No hace aspavientos; su coraje es de ley; saborea el peligro como un manjar. Un mapa colgado en la pared ha sido durante tres años el único paisaje de su espíritu introvertido.

         Es reservado y prolijo, medita sus planes, los traza con parsimonia; luego concurre a las grandes unidades para sugerirlos y hacerlos adoptar. Deja un amplio margen a sus colaboradores en la ejecución; no tiene preferencias personales. No está allí para enjuiciar el pasado sino para aprovechar capacidades actuales; hace la guerra, quiere ganarla, tiene que ganarla. Elige los jefes con elevado criterio. Eso no quiere decir que haya sido siempre certero, infalible, lo cual equivaldría a sacarlo del área humana; y él era todo un hombre, con virtudes y pasiones. Algunas de sus equivocaciones costaron caro, pero no se debieron a complacencias culpables sino a la alta idea que tenía de la dignidad del hombre, al cual suponía capaz de enmendarse; siempre supo perdonar, aunque no premiar oportunamente; era más recto que grato.

         Sus órdenes verbales eran formuladas con aplomo y tranquilidad, sin jamás elevar el tono de voz, ya sus órdenes y directivas escritas eran de gran precisión, sin buscar complicaciones; eran cortas y concisas pero de mucha claridad. No se las podía interpretar sino en la medida exacta en que estaban redactadas. Como resultado, puede decirse que sus órdenes eran suaves pero terminantes; breves pero claras.

         Su conciencia de la responsabilidad que pesaba sobre su persona era tan completa que en ningún momento se alejó del teatro de operaciones.

         Su valor personal era natural y sin ostentaciones. Lo he visto recorrer las líneas de fuego más adelantadas con la seguridad que le daba su coraje, y transitar los caminos que estaban constantemente incursionados por patrullas enemigas con el aplomo del que ésta seguro de repeler con ventaja cualquier agresión.

         A todas estas virtudes, exclusivamente militares, se sumaban las condiciones puramente humanas, que también supo emplear en los actos de servicio en el Ejército. Su natural sencillez, su modestia y su bondad cautivaban a quienes se le aproximaban. Su conversación era sobria, como sobrio era en la mesa y en todos sus hábitos.

         Estigarribia era muy severo y estricto, tal como correspondía a un Comandante en Jefe de un ejército en guerra. No obstante, pese a su intransigencia con los jefes en todo lo referente al servicio, jamás fusilo a nadie. A los soldaditos que desertaban los compadecía profundamente. Una vez que quisieron hacerle firmar la sentencia de muerte de uno de estos, se negó diciendo: "pobres muchachos, que pasan tantas miserias y penurias sin tener un día de descanso (...) A su edad y en sus condiciones, quizás yo hubiese sido desertor...".

         En cuanto a su manejo estricto del personal a su cargo podemos citar dos ejemplos uno es el caso del mayor Juan Manuel Garay que en vísperas de la batalla de Boquerón llegó a Casanillo el entonces, trayendo un oficio del presidente Eusebio Ayala que nombraba a Garay Comandante de la I División, por cuanto esta orden, Estigarribia era nombrado Comandante del I Cuerpo de Ejército. La situación era, pues, confusa. Una vez en Isla Po'í, Estigarribia informó de los nombramientos, pero que él iba a resolver sobre éstos después de conversar con Garay, debido a un asunto suscitado entre ambos a raíz de conceptos vertidos por Garay sobre su persona en Buenos Aires.

         Estigarribia preguntó a Garay: "¿Es cierto que Ud. escribió una carta dirigida a su compañero Andrada, diciéndole que yo había ido (a Buenos Aires) a proponer mi candidatura para el Ministerio de Guerra al presidente electo Eusebio Ayala y que me lleve la bochadura del siglo?" "Si, mi Comandante, respondió Garay, pero yo no hice sino hacerme eco de lo que se decía en la Embajada del Paraguay (en Buenos Aires), porque yo de Ud. tengo el más alto concepto" respondió Garay. Volvió a preguntar Estigarribia: "¿Y quienes hacían esos comentarios, Mayor?". "Pues el Dr. Díaz Escobar y otros", respondió Garay. "Esto lo arreglaremos cuando haya oportunidad, porque yo jamás me he propuesto para semejante cargo, ni tengo intenciones de hacerlo", replico ofuscado Estigarribia, etc. Aclarado este punto, prosiguió Estigarribia con los nombramientos resueltos en la orden presidencial, pero aclarando que no estaba de acuerdo con el del mayor Garay.

         Existe al respecto alguna confusión ya que Garay, que había comandado brevemente los regimientos Corrales y Curupayty antes de la guerra, había sido designado el 24 de agosto de 1932 por el Comandante en Jefe General Rojas como Jefe del Estado Mayor del Comando en Jefe de las I y II Divisiones de Infantería, entonces al mando de Estigarribia. Tres días después, por Orden General No. 9 es nombrado Comandante de la I División. Con ese nombramiento Garay llega al Chaco, pero al crearse el Primer Cuerpo de Ejército con ambas divisiones y el Regimiento de Caballería "Valois Rivarola ', Garay quedo definitivamente como Jefe de Estado Mayor de tal gran unidad.

         A continuación el general Ayala deja entender con toda claridad que Garay no fue impuesto cuando afirma:

         "Es necesario, por consiguiente, que el Comandante en Jefe pueda designar a su Jefe de Estado Mayor. Es preciso que tenga la certeza de no encontrarse unido, en el momento más importante de su vida, a un hombre antipático o de mal carácter. La elección del Comandante en Jefe paraguayo para su Jefe de Estado Mayor, fue excepcional. No podía ser más acertada, con el nombramiento del entonces mayor Juan Manuel Garay, militar preparado, y de fina cultura. Su actuación conciliadora y ecuánime en las horas de crisis ha contribuido en mucho al éxito de las operaciones."

         En cuanto a que "nunca existió reciproca confianza entre Estigarribia y Garay durante la guerra", acaso la hipótesis pueda estar abonada por el entredicho de preguerra y el distanciamiento de posguerra. En realidad, no hubo durante la guerra tal desconfianza, pese a que más de uno, como Bray, tenia tal convencimiento.

         "Siempre se tuvo al Cnel. Juan Manuel Garay -dice Amancio Pampliega- en una posición antagónica con el Conductor, decían que era el 'tábano' del Presidente Ayala en el Comanchaco. De ninguna manera se ajusta esto a la verdad, pues son bien conocidos los reiterados pedidos del coronel Garay a su jefe para ir al frente de una División durante la contienda. Si Estigarribia lo conservo a su lado es porque lo consideraba un amigo eficaz en sus labores de Jefe de Estado Mayor, pero de ninguna manera por disposición presidencial. Si la confianza partía del primer magistrado, de seguro fue bien correspondida por el Comando, tras ganar el mencionado jefe el favor de ambos por ser simplemente capaz en sus labores (...) La relación de Estigarribia y Garay fue muy cordial, este incluso se permitía alguna confianza con aquel."

         Cuando el 12 de mayo de 1935 se confirió al Coronel Juan Manuel Garay la "Cruz del Chaco", Estigarribia suscribió la siguiente citación, impropia de él, que no era persona proclive a los elogios:

         "Coronel Juan Manuel Garay, organizador eminente. Realizo la inmensa labor de organización que le ha correspondido durante la guerra en su carácter de Jefe de Estado Mayor del Comando en Jefe. Inteligencia luminosa. Energía reflexiva de gran valor. Consagración abnegada y completa a sus obligaciones."

         Garay, tras la guerra, fue designado Jefe del Estado Mayor del Comando en jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación hasta finales de 1935 en que es becado para realizar estudios castrenses en Francia.

         Con respecto al caso del Cnel. Luis Irrazabal, por extraño que parezca, fue él mismo quien proporciono la cuerda para que lo ahorcaran. Con motivo de otra acción victoriosa, que le valió a Estigarribia su ascenso a General de División (rendición boliviana de Campo Vía en diciembre de 1933), el comandante del III Cuerpo (Irrazábal) le remitió un telegrama concebido, más o menos, en los siguientes términos:   "Siga usted conquistando grados y nosotros continuaremos cumpliendo con nuestro deber".

         En de verdad, el despacho de Irrazábal, fechado en su puesto de comando el 19 de diciembre de 1933, decía:

         "General Estigarribia - Comandante en Jefe del Ejército en el Chaco - En su P. C. - Por mi intermedio, el III Cuerpo de Ejército hace llegar a su General en Jefe sus felicitaciones con motivo de su promoción a la más alta jerarquía del escalafón militar. Esta promoción es para nosotros doblemente grata, por cuanto que ella significa la consagración y el reconocimiento del brillante hecho de armas en que la Gran Unidad a mi cargo ha tenido la más activa y decisiva participación. No debe olvidarse que la maniobra estratégica del núcleo principal de nuestro Ejército, a sus inmediatas ordenes sobre Alihuata, donde el Tercer Cuerpo tenía también, como representante, a uno de sus mejores Regimientos, se había concretado a la toma de dicho punto y que 5.000 hombres del Ejército enemigo huían hacia Saavedra por senderos abiertos en el bosque; pero gracias a un plan de maniobra elaborado por este Comando y encomendada su ejecución a la inteligente y enérgica dirección del Tte. Coronel Franco, Comandante de la Primera División y unidades que le fueron afectadas como refuerzo, la IV y IX Divisiones del Ejército boliviano fueron detenidas y luego de una encarnizada lucha para abrirse paso, obligadas a rendirse incondicionalmente a nuestras armas. Esta acción, la más brillante y de positivos resultados de cuantas se han librado hasta la fecha en nuestro Chaco, el Tercer Cuerpo a mis órdenes ha coronado con sus propios y únicos elementos. Puede tener la seguridad el señor General de que la Gran Unidad a mi cargo, no obstante todas las dificultades y todos los egoísmos, seguirá, como hasta hoy y siempre más, cumpliendo con lealtad y abnegación sus obligaciones, respondiendo así a la confianza de la Nación y preparando a su General en Jefe nuevas victorias. Fdo. Coronel Luis Irrazábal. "

         Estigarribia, que tenía certeza del origen del mensaje recibido, solicitó, sin embargo, con toda corrección, las aclaraciones del caso, en esta respuesta:

         "P. C. de Combate, 20 de diciembre de 1933. Al Comando del Tercer Cuerpo de Ejército. En su P. C. Ayer 19, a la tarde, he recibido un despacho que se atribuye a ese Comando, cuyos términos desusados no me permiten contestarlo hasta tener confirmación y la aclaración del alcance de dichos términos. Si es auténtico el mencionado despacho fechado en Nanawa y que se refiere entre otras cosas al último ascenso del suscrito, se servirá confirmar por Nota y aclarar los siguientes puntos, para que el Comando pueda tomar medidas inmediatas: ¿Cuáles son las dificultades y en qué consisten los egoísmos a los cuales hace igualmente referencia? Una vez recibida la contestación que pido, me ocupare de otras inexactitudes que contiene el despacho a que me refiero. El General Comandante en Jefe Estigarribia."

         Extensa fue la respuesta de Irrazábal, aclarando que "al usar la expresión 'egoísmos' me he referido a la circunstancia de que al distribuirse las recompensas a raíz de las acciones últimas, no se ha tenido en cuenta ni a este Comando ni a su Estado Mayor". En cuanto a las dificultades, apuntaba:

         "Ese Comando en Jefe no ignora las dificultades hasta ahora insalvables con que el III Cuerpo tropieza para su normal reaprovisionamiento y evacuación de sus heridos y enfermos. Por nota N° 110 del 10 de agosto de 1933 se deja constancia de esta circunstancia y por notas números 47 y 106, a la Intendencia General del Ejército en Campana se insistió en el mismo punto".

         Si bien al final de la nota Irrazábal ensayo una disculpa, aquella era tardía y los comentarios habían provocado una difícil situación de distanciamiento. Su espíritu estaba totalmente predispuesto contra Estigarribia, como lo confirma una carta que reproduce parcialmente Bray y que con la misma fecha del primer mensaje a Estigarribia, enviaba Irrazábal a su esposa, tratando al Conductor de "General de cartón", "miserable e incapaz" y señalando que "ya se dice que me va a reemplazar y aquí quedare esperando que lo haga; sería su muerte moral irremisible, porque a su falta de hombría para levantar los cargos uniría un acto de venganza, propio solamente de los miserables y cobardes como él, para más, ruin".

         Supieron, sin embargo, años después, dar Estigarribia e Irrazábal muestras de sincera y definitiva cancelación de diferencias, las que perduraron hasta la muerte del primero, siendo el Cnel. Irrazábal Ministro del Paraguay en Chile en tiempos del gobierno de Estigarribia. Dio así, Irrazábal, uno de los más claros conductores de nuestro Ejército en el Chaco, ejemplo de acatamiento al superior y muestra de actitud conciliadora cuando, aquietados los ánimos, la paz se apropio de los espíritus. Aquella conjunción de voluntades, animadas por servir a la Patria, no podía ser cuestionada por la inclinación política de sus miembros; ello hubiera puesto en tela de juicio el andamiaje de cohesión que entre el partido de gobierno y oposición permitió llevar adelante la tarea de defender el Chaco, con el concurso de todos sus hijos y no discriminándolos sin más razón que una afinidad política no compatible con el liberalismo en gobierno.

         Señala el Cnel. Arturo Bray que en plena guerra Estigarribia era ya rodeado y halagado por los futuros "cuarentistas" en Isla Po’í y que, por su parte, "halagaba a Franco por todos los medios a su alcance, pasando por alto sus fracasos y desplantes, pues en su ingenuidad sonaba con utilizarlo como instrumento de sus futuros designios, sin percatarse de que el propio Franco tramaba también los suyos".

         El Dr. Emilio Gardel, ex ministro de justicia, Culto e Instrucción Pública, y de Hacienda en el gabinete del coronel Franco (1936-1937), y por tanto sin afinidad ideológica con Estigarribia afirmaba que éste, amén de ser un hombre de gran equilibrio, "manejo el comando con gran moderación, utilizando los hombres sin experiencia ahí donde correspondía (...) evitó así gracias a ese tacto y conocimiento, que muchos jefes y oficiales estuvieran maltratándose entre sí y hablando de insignificancias en el curso de la guerra; esa fue, para mí, su gran labor". Herminio Giménez, gran músico y compositor compatriota, afirmaba: "Estigarribia tenía (durante la guerra) la habilidad de saber estimular las inquietudes de sus subordinados, canalizaba las vocaciones, las aptitudes de sus hombres, de modo que todos daban de si lo mejor y lo más que podían". Bien conocidas son las innumerables veces en que el presidente Ayala se traslado al Chaco, muchas veces a pedido de Estigarribia, para discutir aspectos vitales de la guerra. El intercambio de correspondencia entre ambos habla, a su vez, de las reiteradas ocasiones en que Estigarribia requirió consejo de aquél. En cuanto a las deficiencias en sus "aptitudes de mando", volvemos a lo mismo: la guerra del Chaco se habría ganado en ese caso sola, con machetes y sargentos.

         Con respecto de la relación entre Estigarribia y Eusebio Ayala, ambos eran hombres de espíritu pacifista, pero no utópico. El Presidente, como hombre de derecho, confiaba en el derecho y en sus soluciones.

         A su retorno de Europa, ya candidato a la Presidencia de la República en 1932, Ayala declaraba en Buenos Aires que "en el Paraguay domina el sentimiento de librar el litigio a arbitraje o a la decisión de un tribunal internacional". "Bolivia, tiene otro modo de pensar", agregaba Ayala.

         "Pero sería fácil desvanecer esa aprehensión mediante la aceptación amplia de soluciones jurídicas. Bolivia declaro más de una vez ser partidaria del arbitraje. También manifestó su repulsa por los procedimientos de fuerza. Pero hay un punto sobre el cual se escollan los propósitos concordes de arbitrar el pleito: Bolivia pretende que el compromiso sea convenido por un acuerdo directo, el cual, a mi modo de ver, es impracticable. El Paraguay expresó su conformidad a la determinación de la 'litis contestatio', por árbitros o amigables componedores, método que es infalible a mi juicio. Todos los aspectos de las incidencias en la cuestión paraguayo-boliviana son de naturaleza judicial, según la misma concepción del derecho de gentes. Por consiguiente, no se ve motivo de aceptar la jurisdicción arbitral en unos casos y rechazarla en otros (...) En el curso de las diversas negociaciones, nuestra Cancillería afirmo su adhesión amplia al procedimiento del arbitraje sin reserva de ninguna clase. Al asumir tal actitud, descarta de si toda responsabilidad eventual y en el caso de un conflicto, nadie puede imputar intenciones ofensivas a un Estado dispuesto a someter su causa a un juez internacional."

         El 30 de marzo de 1932, ya en Asunción, Ayala pronunció su primera conferencia en el TEATRO GRANADOS, abordando el tema de los problemas de la defensa nacional y proclamando que "no hay ni puede haber Paraguayos cesionistas". Comenta EL DIARIO sobre el particular, que "abundó (Ayala) en consideraciones patrióticas que ubicaron su miraje internacional por encima de todas las mezquinas habladurías que lo colocaron, ante la opinión, en un terreno frágil y dudoso". Ésta última conclusión nos da la pauta del pensamiento que muchos tenían en cuanto a la postura de Eusebio Ayala frente al diferendo con Bolivia.

         Decía Estigarribia en audición radiotelefónica del 5 de junio de 1935, días antes del cese el fuego:

         "Sabíamos que la guerra, su tragedia y heroísmo, termina siempre en el campo de batalla cubierto de cadáveres, pero sabíamos también que se debe hacer el sacrificio de toda una nacionalidad cuando zozobran todas las fuerzas morales, ella es inevitable y hay que salvar el patrimonio territorial, la vida, el honor y el porvenir de una nación. El Paraguay, en bello ejemplo de solidaridad nacional, sacrificó en esta guerra la sangre de los obreros de su poderío económico y su brillante juventud intelectual, arrojo al turbión desatado todo el patrimonio material y exigió a su pueblo la suma del sacrificio individual y colectivo.

         Al hacer en esta hora la exaltación de la paz como la suprema aspiración de mi pueblo -concluía Estigarribia, no deseo restar abnegación ni belleza al heroísmo de mi raza, ni disimular la grandeza humana del sacrificio de millares de héroes de esta guerra. La guerra fue pródiga en males para mi patria. El Paraguay no pudo haber puesto en juego su destino histórico después de sacrificar a todo un pueblo y dejar como reserva fatal para el futuro la amenaza de su repetición. La paz deberá ser más que la consagración de nuestras victorias, el reconocimiento de nuestros derechos. La paz, dijimos siempre, es mejor que todas las victorias, la paz del presente y del futuro, la que

permita al Paraguay vivir la vida del progreso y de la cultura, a que tienen derecho los pueblos por su pasado y su presente, su unidad racial y la capacidad espiritual de realizar plenamente los grandes ideales humanos."

         La Guerra del Chaco de 1932-1935 drenó aún más los magros recursos del país, y a pesar que la guerra finalizó en una victoria sobre Bolivia, el costo en seres humanos y bienes (36.000 muertos, 125 millones de pesos en gastos) dejó al Paraguay totalmente exhausto.

 

2. TRAICIÓN E INGRATITUD

 

         Durante tres años, alrededor del fuego de los campamentos del Chaco, intercambiaron sus ideas y resentimientos, su frustración por el atraso del Paraguay, su alienación del orden establecido. El resultado fue la consolidación de una ancha corriente política nueva, consagrada a una "revolución nacionalista paraguaya" y la construcción de un "nuevo Paraguay" después de la guerra.

         Menos un movimiento organizado que un impulso para el cambio, incluía entre su adherentes heterogéneos -conocidos colectivamente como revolucionarios- a representantes de todos los grupos políticos y clases sociales en el Paraguay. Ideológicamente mal definidos, su principales temas unificantes eran de desagrado con el comportamiento de los últimos regímenes del Partido Liberal y de las estructuras institucionales liberales post 1870 en general. Combinado con la convicción que se necesitaba un nuevo Estado intervencionista fuerte para restaurar el poder nacional, la prosperidad y el prestigio que el Paraguay había gozado antes de 1870.

         La Guerra del Chaco fue el gran laboratorio de la "revolución" de ella venia madura la conciencia del "Paraguay nuevo", proclamado y pregonado durante todo el periodo encendido de la preguerra por los heraldos del "pensamiento nuevo".

         Ese sentimiento grande, noble y amplio, fundado en la hermandad solidaria de todos los hijos del país, en la colaboración de todas las energías de la nación, en los sacrificios de la lucha y en los ensueños del porvenir, fueron y son los factores de una mentalidad y de un espíritu nuevos que, coordinándose cada vez con mayor cohesión, constituyeron la levadura vigorosa de la Revolución de Febrero de 1936.

         La revolución de febrero no puede considerarse como una fecha aislada en el calendario político local, sino como la válvula de escape que emplearon importantes sectores descontentos; cada uno de ellos por razones diferentes y no precisamente correspondientes. Los argumentos sobre los motivos desencadenantes de este acontecimiento revolucionario son de variada índole, pero pueden resumirse en éstos:

 

 A) DESCONTENTO

 

         Sobre todo de los oficiales del cuadro activo y de reserva, por la falta de ascensos. Después de febrero vino todo lo contrario; se ascendió a individuos que ni siquiera habían participado en la guerra. Estos jóvenes oficiales que venían del Chaco esperaban ese ascenso, ese estímulo. Si Estigarribia y el Dr. Ayala hubieran sido un poquito más "letrados", ascendían a 500 o 600 oficiales y ni remotamente se hubiera pensado en una conspiración.

        

B) PENSIÓN Y ASCENSO DEL GENERAL ESTIGARRIBIA

 

         Lo segundo lo tenemos ya referido en sus partes destacadas. En cuanto a la pensión de 1.500 pesos oro sellado -y en contrario con la opinión de Eusebio Ayala- se trataba entonces de mucho dinero, más aún en un momento en que muchos oficiales del servicio activo -con los de la reserva el caso tenía justificación- recibían su tarjeta azul que indicaba debían ser desmovilizados por falta de fondos. Fue un notable error de Estigarribia el aceptar aquel monto, como de Eusebio Ayala el proponerlo.

         Es así que terminada la guerra algunos diputados formularon un proyecto de ley por el que se otorgaba al general Estigarribia el grado de Mariscal. En los fundamentos se expresaba que nadie más digno que el general Estigarribia para recibir de manos del pueblo el bastón del mariscal López.

         Avisado de este proyecto, el Presidente de la República envió al Congreso un mensaje acompañado de otro por el que se creaba el grado de General de Ejército y se otorgaba ese grado, y una pensión vitalicia de mil quinientos pesos oro, al General de División, Estigarribia. El mensaje suscitó encontradas opiniones en la Cámara de Diputados. Los autores del primitivo proyecto de ideación del mariscalato -que tampoco existía en el escalafón del ejército- insistían en su propósito.

         El presidente Ayala creyó que el proyecto presentado por algunos diputados significaba indirectamente una crítica al Poder Ejecutivo a quien corresponde la iniciativa de proponer el reconocimiento de los méritos del general Estigarribia. Además, involucrar en este asunto el lopismo - que es hablar de la transmisión del bastón del mariscal López- es dar lugar a nuevas efervescencias político-históricas y, por tanto, a nuevos motivos de desacuerdo, que quería evitar. Por eso, en vez de proponer el grado de Mariscal, juzgó mejor el de General de Ejército como en la Francia republicana. También el mariscal López busco para sí dicho grado en el escalafón del ejército francés de la época del imperio, ya que no existía en el escalafón paraguayo.

         Casi en vísperas del "Desfile de la Victoria", como si se pretendiera que Estigarribia lo encabezara ya con su nuevo grado, el Senado sancionó, el 20 de agosto de 1935, por unanimidad de votos, la creación del grado de General de Ejército en el escalafón militar, para cuyo ascenso, se requeriría: "haber comandado en Jefe, en el grado de General de División, el Ejército Nacional en campaña durante una guerra internacional" (Art. 1°). Otros dos artículos asignaban una pensión extraordinaria y vitalicia a fijarse por ley de presupuesto general para el nombrado, y se autorizaba al Poder Ejecutivo "a promover al Grado de General de Ejército al ciudadano General de División don José Félix Estigarribia".

        

C) LAS DISIDENCIAS DENTRO DEL PARTIDO GOBERNANTE

 

         La proclamación de la reelección de Eusebio Ayala contrariando la Constitución, y el ambiente de subversión socialista y totalitaria, encontraron coincidencia de polarización y produjeron el mal cambio del 17 de febrero de 1936.

         La actitud terminante de Ayala desubicó a los partidarios de su reelección, quienes, pese a estar dicha la última palabra, no se avinieron a considerarla como definitiva. El 15 de febrero todavía daban a conocer un MANIFIESTO AL PUEBLO DE LA REPÚBLICA donde explicaban las razones del movimiento y afirmaban que la campaña pro reelección habría de continuar. Dos días después estallaba el movimiento que ponía fin a más de treinta años de gobierno liberal.

         Otro foco de tensión fue que tras la guerra, Estigarribia había propuesto al Cnel. Rafael Franco como Director de la Escuela Militar, contra la oposición del entonces Ministro del Interior, Narciso Méndez Benítez, el general Estigarribia hubo de realizar trajines y más trajines para convencer sobre la conveniencia de tal designación, arguyendo muchísimas razones tendientes hacia la obtención de su objetivo. Cuando el Presidente de la República accedió a los insistentes y reiterados pedidos de su Comandante en jefe, el Ministro del Interior se negó a suscribir el decreto respectivo alegando: "Jamás pondré mi firma en un documento que signifique la pena de muerte de la paz conquistada con sangre y fuego e ipso facto presento su renuncia indeclinable al cargo". El reemplazante no resistió al candidato y el coronel Rafael Franco fue nombrado Director de la Escuela Militar.

         Estigarribia tenía del Cnel. Franco una opinión muy favorable. Lo demostró en tiempos de guerra cuando le impuso la Cruz del Chaco en momentos muy difíciles, así como cuando contra viento y marea impuso su designación como Director de la Escuela Militar. Jefe de quilates en la guerra, Franco en momento alguno había abandonado sus reuniones conspiraticias, circunstancia que Estigarribia no podía desconocer.

         Debía Estigarribia a Franco una muestra de solidaridad poco común: cuando aquel fue dejado cesante de su cargo de Jefe de Estado Mayor, renuncia de por medio, en diciembre de 1930, fue Franco uno de los pocos altos jefes en manifestarle su solidaridad, gesto que Estigarribia no olvidaría en los años siguientes.

         Terminada la guerra, a oídos de Estigarribia llegaban frecuentes quejas sobre los movimientos políticos de Franco. A principios de febrero de 1936 y luego de parecidas advertencias, Estigarribia se vio en la situación de proceder personalmente contra el Rafael Franco, actitud que había venido postergando pese a insistentes reclamos gubernativos. La medida, poco frecuente en nuestro Ejército no fue, de modo alguno, el procedimiento adecuado. "El apresamiento y deportación del coronel Franco bajo la imputación de estar en contacto o en connivencia con elementos subversivos instigados y apoyados por organizaciones soviéticas, según rezaba el comunicado expedido por el Ministerio de Guerra y Marina, dado a publicidad en los periódicos el día 4 de febrero", fue el elemento detonante de la revolución, al decir del capitán Juan Speratti.

         Simultáneamente se procedía a deportar al mayor Basiliano Caballero Irala que, sin relación directa con la conspiración, había sido llamado por el general Estigarribia en razón de denuncias gubernativas y enviado a Buenos Aires junto a Franco.

         El comunicado oficial del Ministerio de Guerra y Marina, fechado 4 de febrero de 1936 y dado a conocer ese día, decía:

         "En presencia de rumores persistentes y de actividades manifiestas de algunos grupos, el gobierno resolvió tomar medidas en defensa de la tranquilidad pública. En consecuencia, el Comando en Jefe del Ejército requirió del Coronel Rafael Franco, Director de la Escuela Militar, y del Mayor Basíliano Caballero Irala, Comandante del Regimiento de Zapadores No. 1, la presentación de sus solicitudes de retiro del Ejército."

         Después de estas disposiciones poco gratas para el Ejército, ahora se le pedía a Estigarribia nuevas sanciones para otros jefes militares, a las que éste ya no accedió. No podía el Comandante en Jefe desarticular el Ejército del Chaco -como sin embargo se hizo después- ni tampoco proceder a tomar decisiones extensivas. Cuanto más eran los sancionados, más se hacía causa común con ellos.

         Exceso de confianza y escasa visión de la realidad, tales las dos conclusiones que surgen de la postura del Partido Liberal en cuanto a sus dirigentes de la época. Muchas otras explicaciones se han ensayado, de por parte de representantes del partido de gobierno, alejado del poder el 17 de febrero. Ellas coinciden en que las autoridades estaban al tanto de la conspiración y de que no se tomaron las medidas oportunas.

         Esto podría explicar la actitud impasible de Estigarribia. El domingo 16 de febrero se proponía trasladarse al Chaco para condecorar a militares que se hallaban en las guarniciones. En la noche del sábado, el doctor Horacio Fernández, por indicación del doctor Gerónimo Riart, le llevo la lista completa de los militares de los regimientos de Campo Grande que se hallaban comprometidos para el levantamiento. Tampoco admitió la realidad. Al día siguiente, temprano, fue a Campo Grande para tomar el avión y trasladarse al Chaco.

         El estado anímico de Estigarribia no debió haber sido el óptimo en aquellos momentos de tanto inconformismo en el Ejército; inconformismo que solamente él podía apaciguar, aunque no se sabía hasta cuándo.

         No había aún terminado la guerra cuando comenzaron los problemas. Altos jefes militares reincorporados, caso del mismo teniente coronel Bray, guardaban un no disimulado rencor al Conductor por las medidas disciplinarias tomadas en el curso de la guerra contra ellos. Las desmovilizaciones en masa, con magro sustento para retornar al valle, no habían sido bien recibidas. Miles de compatriotas, después de un largo sacrificio en el Chaco, entendían que la recompensa no era satisfactoria; y lo entendían así con honestidad, pero sin mucho horizonte de mira.

         El lunes 17 de febrero de 1936, tropas de la División de Campo Grande, movilizadas desde la madrugada, al mando del Tcnel. Smith llegaron por tren a la estación del ferrocarril de Asunción y ocuparon posiciones en la Plaza Uruguaya y alrededores. La sublevación militar se había materializado. La policía se convierte en la única fuerza con que cuenta el Gobierno para su defensa y se establecen contactos con el general Estigarribia en Capirendá. Éste parte rumbo a Casado y para el día 21, a la mañana, vuela a Asunción donde es detenido. Pasa unos meses en prisión y, dejado en libertad, al igual que Eusebio Ayala según comunicación policial de fecha 7 de julio de 1936, llega a Buenos Aires, juntamente con éste, una tarde de agosto del mismo año.

         Después de seis meses, el General abandonó la prisión y el país. En un año y medio de exilio vivió largas temporadas en la Argentina y en el Uruguay, e hizo una detenida visita al Brasil.

         En Montevideo vivió la mayor parte de su exilio, desde abril de 1937 a febrero de 1938. Tenía poco interés hacia los bienes materiales, contradicción flagrante con aquella otra acusación de los 100.000 pesos, pero que para nada empaña la verdad: la de una vida austera, totalmente volcada hacia el deber, donde dio clases de Táctica y Estrategia en la Escuela Superior de Guerra del Uruguay, donde el estudio de la Guerra del Chaco atraía a jefes y oficiales.

         Tampoco se avino a participar de los planes subversivos que el Partido Liberal, con el apoyo de algunos militares en exilio, estructuraba fuera de las fronteras. Su condición de militar, y más aun, de ex comandante en Jefe, no le permitía dar ese paso que sería abjurar de una serie de principios profesionales sobre cuya vigencia debía dar ejemplo. Había sido la víctima señalada del gobierno que en Asunción regía al país, pero no guardaba rencor ni amarguras.

         Sin haber Estigarribia participado, su nombre estuvo en el pensamiento de muchos de los militares que actuaron en el levantamiento del 13 de agosto de 1937. De ello es prueba un telegrama que al día siguiente de la renuncia de Franco se remite a Estigarribia, donde se le anuncia que "el Ejército y comandos nacionales triunfantes en gesta libertadora por la restauración y vuelta a la normalidad de las instituciones nacionales, saludan a su General, don José Félix Estigarribia, conductor victorioso de las tropas durante Campaña del Chaco" y cumplen en hacerle llegar expresiones de la total reivindicación de su nombre para honra del país. En aquellos momentos de negociación, entre el 13 y el 14 de agosto de 1937, la figura del comandante Ramón L. Paredes emerge nítidamente como la cabeza de la sublevación.

         Fuera del Tcnel. Paredes, los firmantes del acta juramentada del 2 de agosto de 1937 desconocían que, simultáneamente, un largo y estudiado plan conspiraticio propiciado por el Partido Liberal en la Argentina vendría a culminar también en Asunción.

         Esa misma noche, sin embargo, los principales autores del movimiento golpean en la casa del Dr. Félix Paiva, por entonces Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y le ofrecen la Presidencia de la República. Había ocupado Paiva altas funciones públicas, inclusive la Vicepresidencia en la administración de Manuel Gondra, situación en que hubo de corresponderle la Presidencia cuando la dimisión de este en octubre de 1921, que no aceptó por solidaridad con el mandatario renunciante. Figura respetada del Partido Liberal, se hallaba, sin embargo, retirado de la política. El Dr. Paiva acepta, pero imponiendo a su turno una serie de condiciones.

         Tuvo el gobierno de Paiva que hacer frente, todavía el año 1937, a otro movimiento militar, con un penoso balance de vidas humanas tronchadas. Ocurrió cuando el Regimiento Corrales se sublevo en Concepción el 1 de noviembre. Un mes después se produjo el doloroso episodio de la muerte de Joel Estigarribia y Rogelio Fiore, dos distinguidos oficiales de nuestro Ejército.

         Con motivo del regreso de Estigarribia al país, debió, pues, formarse una "Comisión Nacional de Homenaje", presidida por el Arzobispo de Asunción, monseñor Juan Sinforiano Bogarín, e integrada por selectos representantes de diversas corrientes políticas, algunos de los cuales llegarían inclusive a tener hondas diferencias ideológicas con el General una vez este en la presidencia.

         El retorno de Estigarribia en la mañana del miércoles 9 de febrero de 1938 al puerto de Asunción fue una explosión popular no vista con anterioridad en nuestra capital en honor a una persona. Todos los testimonios orales y documentales que hemos recogido coinciden en afirmar cuan grandes fueron esas horas de inmenso jubilo vividas en la capital aquel día. Fue así, en efecto. Unas cincuenta mil personas venidas de todo el país, recibieron a Estigarribia con un afecto pocas veces visto en nuestro país. Breves palabras, constantemente interrumpidas por aplausos, demostraron que este retornaba "sin resentimientos ni amarguras".

 

2. PRIMERA MAGISTRATURA Y OCASO

 

         El Partido Liberal pensó en la candidatura de Estigarribia porque ocurre que las figuras más importantes, que podían candidatarse, no llegaban a satisfacer los anhelos del Ejército, que era un elemento sumamente importante en ese momento y al que no se podía soslayar. Se habían hecho consultas y encuestas con la conclusión de que la única figura que podía afrontar las condiciones sociales y políticas del país era el Gral. Estigarribia que, triunfador en la guerra, también podía ser triunfador en la paz. Era ese el punto de vista.

         Estigarribia no ofrecía resistencia ni en los sectores políticos contrarios al Partido Liberal como el Partido Colorado o el movimiento de carácter nacionalista creado en esa época con civiles y militares retirados. Juan Francisco Recalde escribía en julio de 1941:

         "El general Estigarribia no fue atraído a la órbita del Partido Liberal. Es una parte del Partido Liberal la que fue atraída en la órbita del general Estigarribia. El Partido Liberal sigue en el llano, desde antes del 17 de febrero (...) Estigarribia fue una gran esperanza de reacción democrática, para llegar a ser, por el contrario, el ariete demoledor de la democracia, que franqueó el camino al gobierno totalitario que padecemos actualmente."

         El general Estigarribia, que se hallaba nuevamente en Washington ocupando sus funciones de Ministro Plenipotenciario -tras el paréntesis impuesto por las discusiones y firma del Tratado de Paz- debía retornar al país a finales de febrero de 1939. Su candidatura, ínterin, era un hecho tanto a nivel militar como dentro del seno del Partido Liberal, donde la opinión joven habría de prevalecer. "Un importante grupo de liberales, casi todos jóvenes e intelectuales ha resuelto en una asamblea celebrada últimamente, constituir una comisión encargada de los trabajos preparatorios para lanzar un manifiesto en favor de la candidatura del General Estigarribia", publicaba EL DIARIO en su edición de 21 de febrero de 1939.

         Simultáneamente, el Ejército veía con desagrado la posibilidad de que el general Estigarribia, sobre cuya candidatura se venía también discutiendo en su seno con criterio favorable casi unánime, fuera captado exclusivamente por el Partido Liberal, perdiéndose así la ocasión de buscar un gobierno de unión nacional, como era anhelo mayoritario. Estigarribia, en Washington, amén de las gestiones comerciales que llevaba a cabo a fin de obtener créditos comerciales para el Paraguay, seguía con atención la evolución política del país y no veía con desagrado los beneficios políticos que pudiera traerle un buen nombre en aquella ciudad a los fines de una candidatura, que si él personalmente se negaba a admitir en público, era obvio que la buscaba, por los medios que él entendía correctos.

         Con el retorno temporal al Paraguay de Estigarribia, a fines de febrero de       1939, ya Estigarribia en Asunción, fue nuevamente visitado por algunos representantes del Ejército. El Dr. Carlos Pastore reproduce las palabras del General en una conversación mantenida entre ambos en casa de éste: "Ayer y hoy me visitaron los coroneles Paulino Ántola y Ramón L. Paredes, acompañados del Dr. Luis Argaña, para decirme que los mandos del ejército pensaban que yo debía hacerme cargo de la presidencia de la república en el periodo constitucional próximo".

         Los trabajos por hacer coincidir la candidatura de Estigarribia con la que propugnaba el Partido Liberal de parte de buen número de afiliados, dio finalmente sus frutos. Recuerda del Tcnel. Sosa Valdez:

         "Retornamos a Asunción (de Río de Janeiro) y a los pocos días también llegó Estigarribia y nos convocó a unos veinte Oficiales a la casa del viejo Tombeur, sobre la calle Oliva, señalando haber consultado sobre su candidatura con los partidos políticos. El Colorado, nos dijo, está completamente desorganizado. El único partido organizado es el Partido Liberal y pienso ir a la presidencia por intermedio de ese partido. Yo fui el que tomó la palabra diciéndole que ese no había sido nuestro ofrecimiento. Pero nadie me apoyó, ni siquiera mi comandante de regimiento ni los que participamos de la misión a Río; se callaron todos."

         Coincidente con el regreso de éste, en sentido estrictamente cronológico, hizo su aparición a finales de febrero de 1939 el diario EL TIEMPO, que nucleaba a un selecto grupo de intelectuales católicos que, por el nombre de su publicación, fueron luego conocidos como "tiempistas", y cuyas principales cabezas eran los doctores Carlos Andrada, Luis A. Argaña y Carlos A. Pedretti.

         El 15 de marzo de ese año, días antes de la Convención del Partido liberal que proclamó sus candidatos para las próximas elecciones presidenciales del 30 de abril al general José Félix Estigarribia para Presidente y al Dr. Luis A. Riart para Vicepresidente, y cuando ya era pública y notoria la aceptación por parte del General, de dicha candidatura, EL TIEMPO lanzó una de sus primeras advertencias:

         "¿Por qué habría de oponerse (el Partido Liberal) a la formación del Gobierno Nacional que el país reclama? ¿Qué inconvenientes de orden constitucional o estatutario podría invocar para impedir la realización de ese anhelo colectivo, el único capaz de apaciguar todos los espíritus, de suprimir de raíz el menor pretexto para nuevos disturbios y de posibilitar esa revolución pacífica que tanto necesitamos? ¿Acaso constituiría un menoscabo para el honor, la independencia y vitalidad del Partido Liberal el hecho de concurrir con los otros sectores del pueblo paraguayo a la creación de ese instrumento indispensable para reconstruir la nación? ¿No resultaría moralmente superior dicha solución del problema presidencial a la de proclamar, como propio y a regañadientes, a un candidato impuesto por fuerzas extrañas al mismo partido? No es menester consignar las respuestas de tales preguntas, pues nadie titubeará un solo instante en contestarlas adecuadamente."

         Estigarribia se inició "exponiendo sus glorias a las contingencias de la política" en la misma convención liberal realizada en el Teatro Municipal el 19 de marzo de 1939, a la que concurrió en respuesta a una carta que ella le hiciera llegar, comunicándole haber sido designado por aclamación candidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberal por el ejercicio 1939-1943. La nota firmada por Gerónimo Riart como Presidente y M. Segismundo Saguier y R. Antonio Ramos como Secretarios, enfatizaba en su párrafo final: "No dudo, Señor General, que Ud. aceptará esta proclamación que interpreta los sentimientos y la voluntad del pueblo de la República".

         En su respuesta, el general Estigarribia asumía todo un compromiso con el Partido Liberal cuando afirmaba en discurso pronunciado en la convención política:

         "Concurro complacido a la magna Convención del Partido Liberal. Y asisto para cumplir un mandato de patriotismo y un deber de paraguayo, ante esta asamblea de hombres representativos de la ciudad y de la campaña, integrantes de un partido poderoso y grande que se halla afanosamente empeñado en resolver los destinos de nuestra patria en estas horas dramáticamente difíciles.

         Creo interpretar en estos momentos vuestras más legítimas aspiraciones de paz, de tranquilidad y de felicidad del pueblo paraguayo; conozco el ideario y el programa del Partido Liberal inspirados en elevados sentimientos de grandeza nacional, y sé también, que en su seno militan hombres capaces, generosos y patriotas, una juventud brillante, y un pueblo de decenas de miles de ciudadanos, que constituyen la reserva moral y material más preciosa y grande quizás, de este país.

         Por todo ello, Señores Convencionales, acepto honrado el voto de la Convención que acabáis de comunicarme, y espero de todos vosotros y del Partido liberal, abnegada y patriótica colaboración para labrar juntos la grandeza patria del porvenir."

         A principios de abril de 1939 el General Estigarribia debe retornar a los Estados Unidos en prosecución de sus gestiones diplomáticas, circunstancia que explica por carta de fecha 31 de marzo al Dr. Gerónimo Riart, presidente del Partido Liberal, señalándole la imposibilidad de estar presente en el acto público que organizaba el partido para proclamar su candidatura. En el país del Norte reasumiría sus funciones de Ministro Plenipotenciario, y allí recibiría la noticia de su designación como nuevo Presidente Constitucional de la República, tanto en las elecciones del 30 de abril de 1939 como en la sesión del Colegio Electoral del 11 de junio.

         La situación interna en el país comenzaba a mostrar los primeros síntomas de deterioro. La elección de electores del 30 de abril no contó con la presencia de la Asociación Nacional Republicana, partido que, como queda expresado, por resolución de su junta de Gobierno y Manifiesto Público, se decidió por la abstención; como tampoco contaría con ella en la elección del Presidente y Vicepresidente del 11 de junio del mismo año.

         El Partido Liberal asumía otra postura. El matutino EL DIARIO aclaraba la postura de su partido diciendo que no creía "que la personalidad del General Estigarribia aparezca disminuida por ser 'el elegido exclusivo de un partido político'. La culpa no es del partido que lo eligió sino del que dejó de elegirlo".

         Desde un comienzo, y fuera del Partido Liberal, el otro sector que se mostró favorable a la candidatura de Estigarribia fue el obrerismo. La Confederación de Trabajadores del Paraguay, disminuida en marzo de 1939, pero representante de un importante sector, visitó el día 3 al candidato para manifestarle su adhesión. El 8 de julio de 1939 el Partido Comunista Paraguayo fundamentó su adhesión a la futura presidencia, señalando entre otras cosas:

         "Nuestro partido ha fijado su posición frente a la candidatura de Estigarribia a la Presidencia de la Nación. Ha analizado en un documento anterior sus errores pasados, su posición actual frente a la oligarquía y con respecto a la política democrática del Presidente Roosevelt. Hemos significado lo que su ascensión al poder significa para la normalización de nuestras instituciones, si cumple los preceptos democráticos establecidos en la Constitución, apoyándose en las fuerzas populares. Paralelamente hemos señalado el deber presente de todos los sectores populares de unirse para la satisfacción de los intereses inmediatos de las masas que reclaman amnistía, paz y libertad, y así, a través de un gran movimiento de Unidad Nacional, hacer que Estigarribia se ponga al servicio de los intereses nacionales."

         En los Estados Unidos suscribiría, entre otros, un acuerdo de cooperación económica entre ambos países, el 13 de junio de 1939. La presencia de Estigarribia en aquel país abrió amplias perspectivas económicas que habrían de ser usufructuadas por su sucesor, el general Morínigo. A la vez, volcó al Paraguay como amigo de las futuras potencias aliadas frente al totalitarismo alemán e italiano. Su presencia en Washington, como Presidente electo, lo colocaba en inmejorable posición de negociación, fruto de cuya habilidad abrió al Paraguay una amplia ventana de posibilidades con los condicionamientos habituales del capitalismo en materia de recursos económicos. El precio de la solidaridad internacional no le fue difícil de pagar, pese a los obstáculos serios que las simpatías por la agresividad alemana, sobre todo en parte del Ejército nacional, significaban para ello.

         Ya como Presidente electo, el General Estigarribia retornaba al país concluida su misión en Washington. Fue tocando sucesivamente Río de Janeiro el 23 de junio de 1939, Montevideo, Buenos Aires donde llegó el día 27 -ocasión en que la Asamblea Legislativa Argentina realizó una sesión en honor del mismo el día 30-, Rosario, Corrientes, Resistencia y Formosa.

         Desde finales de junio de 1939, y aún antes, cobró fuerza la idea de que el gabinete de Estigarribia sería exclusivamente integrado por liberales, o por lo menos, sobre la base del partido que había propuesto su nombre. Era la salida natural para el Partido liberal, pero no para el país. Los colorados, a través de PATRIA, advertían el 26 de junio:

         "... buscar liberalizar el futuro gobierno del General Estigarribia es perseguir deliberada y conscientemente -con toda mala intención y premeditación- el desprestigio de dicho gobierno desde su iniciación misma. Nada puede, en efecto, disminuir más, perjudicar más, el futuro gobierno, que su sectarización al funesto régimen universalmente repudiado por el pueblo."

         La segunda mitad de julio y parte de la primera de agosto, Estigarribia recorre la campiña paraguaya. El "agricultor-soldado", convertido nuevamente en agricultor, saluda su presencia. Estigarribia dialoga y escucha. Las perspectivas económicas son halagüeñas y el campesino paraguayo identifica en Estigarribia tanto al que fuera su Comandante en jefe en la guerra terminada cinco años atrás, como a aquel joven cuyas primeras inquietudes fueron hacia la agronomía. Campesino él a su vez, estaba en inmejorable posición de comprenderlo y ser comprendido. Era una esperanza que nacía. Empero, los vaivenes de la política y el destino no habrían de consentir tan nobles propósitos.

         Mucha gente sugirió entonces la formación de un gabinete nacional, pero muy pocos señalaron la forma de hacerlo. El Dr. Pedro R. Espínola, político de larga trayectoria en la legislatura liberal e integrante de la comisión parlamentaria que recibió a Estigarribia en Buenos Aires a finales de junio de 1939, recuerda haber conversado en esa ciudad con el Dr. José P. Guggiari sobre el futuro gobierno del General. Le habría dicho el ex mandatario: "Para salvarlo al General Estigarribia de esta encrucijada en la que se lo ha colocado, no hagan un gabinete exclusivamente liberal, hagan un gabinete amplio, sin exclusiones". Y añade el propio Espínola este comentario: "Pero no fue así, porque el mismo Estigarribia fue autor de su gabinete".

         Aun cuando Estigarribia hubiera sido, en realidad, autor de su gabinete, como lo confiesa Espínola, no hubieran surgido pocas dificultades de instalar, de buenas a primeras, un gabinete sin mayoría de participación del partido que había propiciado su candidatura y llevádola adelante venciendo una serie de obstáculos inter partidarios.

         Parecida manera de pensar habían asumido los "tiempistas". Jorge H. Escobar, si bien joven entonces y no muy compenetrado con la postura de los líderes de su grupo, coincide con que, a su modo de ver:

         "...en un primer momento íbamos a apoyar al General Estigarribia, siempre y cuando él asumiera la jefatura a nivel nacional. Pero cuando el General aceptó ser candidato del Partido Liberal, tuvimos que variar nuestra postura. Nosotros queríamos que él fuera el Presidente de todos los paraguayos, porque desde luego estaba en condiciones de serlo, dado que era el militar triunfante de la guerra y concentraba todas las simpatías, todo el orgullo y toda la admiración de los paraguayos.... "

         Estigarribia entendía de vital importancia un acercamiento con el Partido Colorado, instruyó al Ministro general Delgado a iniciar conversaciones. Invitado en su despacho don Federico Chaves, Vicepresidente de la Junta de Gobierno, concurrió el 27 de setiembre, ocasión en la que el Ministro del Interior le manifestó el deseo del gobierno de que la A.N.R. se apeara de su postura abstencionista y concurriera a las próximas elecciones legislativas de marzo de 1940. Chaves, informaba PATRIA, reproduciendo un comunicado de la Junta de Gobierno del Partido, "le aseguró que el Partido siempre estuvo dispuesto a colaborar para devolver a la nación su tranquilidad espiritual y la normalidad de sus instituciones, a base de someter la crisis política a su único juez: la decisión libre e imparcial del voto popular".

         Prosigue el artículo:

         "El señor Chaves, prosigue diciendo el comunicado, expresó al señor Ministro del Interior, que a su juicio, el coloradismo estaría dispuesto a concurrir a los comicios, bajo la garantía de las siguientes condiciones:

         l°) Cancelación del estado de sitio;

         2º) Libertad de prensa;

         3°) Sanción de autoridades políticas y judiciales de la campaña, contra las que pesan cargos fundados;

         4°) Depuración de los padrones electorales;

         5°) Renovación total de las Cámaras Legislativas;

         6°) Respeto efectivo de las garantías que la Constitución y las leyes consagran a favor de los habitantes del país y de los sectores políticos.

         La junta de Gobierno del Coloradismo, resolvió en su última sesión, por unanimidad de votos, aprobar las manifestaciones hechas por su Vicepresidente al señor Ministro del Interior."

         El general Estigarribia aceptó las condiciones dependientes de su gobierno, y en lo referente a los puntos ya citados, pasó traslado al Directorio del Partido Liberal con ruego de ocuparse de la cuestión. El Directorio liberal encomendó el estudio del planteo a su comisión de Orientación Política, que se hallaba integrada con los señores Belisario Rivarola, Dr. Gerónimo Zubizarreta, Dr. Gerónimo Riart y Alejandro Marín Iglesias. Esta comisión aceptó todas las exigencias coloradas. Sugirió, además, pedir la prórroga de la fecha de elecciones a fin de que el Partido Colorado pudiera disponer de suficiente tiempo para organizar su masa electoral, y solicitó de los parlamentarios liberales sus respectivas renuncias para dar satisfacción al pedido de su tradicional adversario. Estas renuncias son las que fueron aprovechadas en febrero de 1940 cuando Estigarribia asumió la plenitud del poder público.

         Hacia mediados de setiembre de 1939 se advirtieron los primeros síntomas de "intranquilidad estudiantil", cuyo portavoz más autorizado era el Centro de Estudiantes de Derecho. Esta nucleación da a conocer el día 20 una nota dirigida al Presidente de la Federación Universitaria del Paraguay, con las firmas de César Garay, Presidente -más tarde uno de los magistrados más probos con que ha contado la administración de la justicia en nuestro país- y Luis Ramírez Boettner, Secretario, en la que se señala que "la comisión directiva de mi presidencia ha resuelto en su última sesión insistir acerca de la necesidad de que la central universitaria, entidad de sólidos prestigios ante la masa estudiantil y popular, auspicie en la brevedad posible la iniciación de un gran movimiento nacional de opinión contra la prórroga arbitraria de los efectos de la ley de Estado de Sitio, y por la amnistía amplia".

         En octubre, el mismo centro da a conocer otro violento manifiesto contra el ex presidente de la República, Dr. Félix Paiva, con relación a la posibilidad de que éste pudiera volver a ocupar su cátedra de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. La condena señalaba a la anterior época como de "vergonzosa tiranía", "funesto gobierno dictatorial en el que fueron villanamente escarnecidas las instituciones democráticas de la nación y estranguladas despiadada e impunemente todas las normas de convivencia social''.

         A todo ello vino a añadirse una polémica en torno al Dr. Luis Alberto de Herrera, uruguayo cuyo nombre veneraba el Paraguay. EL DIARIO en su edición del 29 de noviembre de 1939, publicó una nota que sindicaba al Dr. Herrera de dirigir una especie de complot en connivencia con los directores de EL TIEMPO, para entregar la soberanía nacional a una potencia exterior. Poco después, y como consecuencia de un artículo en la revista argentina AHORA, fechado el 15 de diciembre de 1939, que acusara al "tiempismo" de haber recibido, en Buenos Aires, ayuda de unas firmas vinculadas al nazismo para una editorial y una radioemisora, se desató una fuerte polémica entre el Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Justo Prieto y los doctores Andrada y Argaña, a través de EL DIARIO, que defendía al canciller, y EL TIEMPO, a sus directores.

         El Centro Estudiantil "23 de Octubre" del Colegio Nacional de la Capital había hecho conocer un mensaje de desagravio al citado Dr. Herrera, en tanto que la F.U.P. (Federación Universitaria del Paraguay) optó por realizar un acto de homenaje para el día 28 de diciembre de 1939.

         Resulta evidente que el gobierno manejó con escaso tacto el problema estudiantil, manifestando una susceptibilidad propia de los recién iniciados en la política. Sus consecuencias no se harían demorar.

         De conformidad con lo establecido por el estatuto de la Ley 1.048, del 26 de enero de 1940 el Poder Ejecutivo solicitó, con la firma del Presidente y sus ministros, el acuerdo del Senado para intervenir la Universidad Nacional de Asunción. El Senado consideró sobre tablas el respectivo pedido, evacuándolo favorablemente en él día.

         El 29 de enero el Ejecutivo materializaba su decisión de intervenir la Universidad.

         "El Gobierno Nacional -decían los considerandos del decreto- en afán de pacificar espiritualmente a la República no puede observar con indiferencia que los centros culturales de primera magnitud se conviertan en focos de anarquía social y sean campos propicios para la propagación de ideas que riñen con los postulados democráticos, ampliamente establecidos en la Constitución Nacional."

         Un comunicado del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública fue dado a conocer al día siguiente, señalando los fines perseguidos por la intervención. El 31 de enero se tomaban las primeras medidas: "Vista la nota de la fecha, del Ministerio del Interior en que se transcribe un informe de la Policía acerca de una reunión efectuada en el local del Hospital de Clínicas por varios estudiantes, cuyos nombres se citan, los cuales, según manifestación hecha a la Sección Orden Social habían resuelto, entre otras cosas, reconocer el cesante Consejo Superior Universitario como la única autoridad legítima de la Universidad Nacional" y considerando que ello constituía un alzamiento contra la autoridad legítima de la U.N.A., es decir la intervención, eran expulsados "por tiempo indeterminado de sus respectivas facultades o establecimientos secundarios y comerciales" nueve alumnos. La Resolución llevaba la firma del Dr. Efraím Cardozo.    

         La drástica medida trajo sus inmediatas consecuencias. Los universitarios dieron a conocer varios comunicados de subido tono, sobreviniendo una huelga estudiantil generalizada. La detención de varios líderes se sumó al ambiente de hostilidad.

         En esta situación, el Partido Liberal hace pública una nota fechada el 13 enero de 1940 y dirigida a Don Federico Chaves, Presidente del Partido Nacional Republicano, donde se pone en su conocimiento que el directorio "ha resuelto aceptar el procedimiento sugerido por esa Junta de Gobierno, a fin de que el Partido Nacional Republicano concurra a las próximas elecciones de constitución de las Cámaras Legislativas."

         El Partido Colorado en cuyo seno tampoco había coincidencia total con las iniciativas de su presidente Federico Chaves -que había conversado nuevamente con Estigarribia en la mañana del 10 de enero en Palacio- prestó oídos sordos al reclamo liberal, el que a la luz de una superficial lectura, advierte implícitamente contenidos los síntomas de los serios problemas por que atravesaba el partido. En efecto, se notaba en él una desmedida insistencia por subrayar que la resolución no había sido tomada "bajo el signo de otras influencias", cuando era notorio que el ambiente forzaba a dar tal paso, máxime todavía con tanta demora.

         El gobierno tomó simultáneamente la decisión de detener al Dr. Carlos Andrada, director de EL TIEMPO. El 8 de febrero, la prensa de la oposición -y en ella EL TIEMPO-, publica una carta del mismo, desde su prisión, dirigida el General Estigarribia, cuyos términos provocaron encendidas polémicas. Decíale el Dr. Andrada:

         "General: no puedo perdonar vuestra claudicación sin paralelo, pues con esta prisión que ahora sufro me honráis infinitamente más que cuando visitasteis mi pobre morada y porque la lógica de las cosas exige que cuando los delincuentes gobiernan, (vos tenéis en vuestro gabinete) las personas honradas vayan a la cárcel (...) No, General, no es por esto por lo que no os puedo perdonar. Es por vos mismo; es por vuestra gloria, que así mancilláis; es por vuestro magnífico destino, que así torcéis; es por ese purísimo ideal nacionalista, que así defraudáis; es por la Patria, triste y lacerada, que así habéis olvidado para defender las conveniencias mezquinas de una banda tenebrosa y voraz, única responsable de su infortunio inmerecido, de su miseria sin nombre, de su servidumbre infinita. "

         La situación política a que se había arribado requería, largamente, una solución. En el seno del Partido Liberal, el planteamiento del gobierno fuerte habría de encontrar la adhesión casi unánime del grupo joven, que ocupaba los cargos en mayoría. El Ejército, donde las influencias del selecto grupo de EL TIEMPO no eran nada desdeñables, desde los años en que trabaron amistad en el gabinete del Dr. Paiva, no estaba dispuesto a perder su sitio de preeminencia y de injerencia permanente en la vida política del país. El Partido Liberal estaba conforme, cuando menos muchos de sus dirigentes, de acompañar a Estigarribia en las medidas de excepción que se proponía tomar, aun sin la existencia de consenso general.

         La decisión del Presidente de modificar sustancialmente su gabinete, según se lo había adelantado al Dr. Riart, fue materializada en la mañana del 16 de febrero, tal como lo señala un "Comunicado al pueblo de la República" firmado ese día por Adolfo Casco Miranda, Secretario Privado y Director del Departamento de Informaciones de la Presidencia y redactado en estos términos:

         "Esta mañana, a las 9 horas, se reunió un Consejo de Ministros, en cuya oportunidad el señor Presidente de la República hizo una extensa exposición sobre la situación política o Institucional del país. Después de ser conocidos los puntos de vista del primer magistrado y a objeto de darle entera libertad de acción, los Ministros Secretarios de Estado resolvieron presentar colectivamente sus renuncias. El señor Presidente de la República procederá de inmediato a la designación de los nuevos Ministros. Por intermedio de este departamento se dará a conocer al pueblo de la República la constitución del nuevo gabinete."

         En la tarde de ese día, el Directorio del Partido Liberal sesionó en forma reservada en el domicilio particular del Dr. Gerónimo Riart, para tratar la postura del partido con respecto a la intención del Presidente de asumir la totalidad de los poderes, inclusive sin participación del Legislativo, y dejando subsistente únicamente el judicial de acuerdo con los preceptos constitucionales de 1870. Una amplia mayoría de votos decidió que se tomaran, ese día, las siguientes resoluciones:

         1°) El Partido Liberal declara que ha llegado la oportunidad de convocar una Convención Nacional que tenga por objeto dictar una nueva Constitución para la República, la que se inspirará en los principios de la democracia representativa.

         2°) Que el Directorio del Partido Liberal cree que ha llegado la oportunidad de que los representantes al Congreso hagan efectivas sus renuncias, puestas anteriormente a disposición del Directorio.

         3°) Que el Partido Liberal declara que deja en libertad de acción a los correligionarios que deseen colaborar con el gobierno, sin responsabilidades para el Partido.

         Apoyó la toma de estas resoluciones la mayoría de los miembros presentes, con la oposición de Gerónimo Riart, quien no votó en su carácter de Presidente, Juan Francisco Recalce, Francisco Sapena Pastor y Francisco Orué Saguier.

         Como consecuencia de las medidas tomadas, renunciaron Gerónimo Riart a su condición de Presidente del Partido Liberal y Juan Francisco Recalde, Francisco Sapena Pastor y Francisco Orué Saguier, como miembros del partido.

         La mañana del 17 de febrero -coincidencia paradójica con los sucesos de cuatro años atrás- el Senado y la Cámara de Diputados, en sesión plenaria, resuelven la necesidad de la reforma constitucional.

         Encontradas son las opiniones respecto de quién había propugnado, en última instancia, la disolución parlamentaria, si bien resulta evidente que las renuncias utilizadas fueron aquéllas que los parlamentarios liberales habían firmado tiempo atrás a los fines de las negociaciones que se habían entablado con el Partido Colorado buscando el levantamiento de la abstención electoral decretada por esta nucleación política.

         La falta del "estímulo de la presencia del adversario", como había dicho en otros tiempos en el Parlamento el Dr. Enrique Bordenave -figura honorable de la política paraguaya, fallecido en esos álgidos días de enero de 1940- gravitaba con su ausencia, restándole al Parlamento de entonces, el peso natural de la representatividad popular, situación frecuente en aquéllos donde no hay opositores o, si los hay, no demuestran ser tales.

         El Congreso de aquel año, convertido en mero apéndice político del partido de gobierno, revelaba los síntomas del unipartidismo, consecuencia directa de la falta de visión con que se estructuró el gobierno en agosto de 1939.

         La realidad desnuda de los hechos, que siempre supera con su simplicidad y crudeza a cualquier intento de predecir lo que "hubiera podido ser", indica un saldo desfavorable para ese gobierno de poco más de seis meses que Estigarribia integró como consecuencia de la renuncia solicitada a su primer equipo de colaboradores. Si fue o no la muerte la responsable de aquel signo menos, es tópico para un análisis más profundo, donde deben conjugarse una serie de elementos. Peso decisivo en esta consideración tendrá la promulgación de una nueva Carta Magna, no tanto por el hecho de haberse acudido a una nueva -que era anhelo colectivo- sino por el procedimiento empleado para ello.

         El 18 de febrero de 1940 amanece el país bajo el signo de una nueva situación política. La primera disposición gubernativa tomada en consecuencia, aquel día, bajo Decreto N° 1, donde asume la plenitud de los poderes, establece una tregua en las actividades políticas de los partidos se compromete a convocar elecciones para una convención constituyente.

         Con la asunción por Estigarribia de la plenitud de los poderes, en la mañana del lunes 19 de febrero de 1940 prestaron juramento los nuevos secretarios de Estado designados para acompañarlo. Por decreto No. 2 fue establecido que el despacho de los negocios del Estado estaría a cargo de nueve Ministerios, es decir, dos más que los preexistentes.

         Las nuevas carteras creadas fueron las de: Gobierno y Trabajo; de Agricultura, Comercio e Industria; y la de Obras Públicas y Colonización; desapareciendo la de Economía que había sido establecida en tiempos de la guerra con Bolivia.

         Fueron designados para ocupar los nuevos ministerios las siguientes personas: Alejandro Marín Iglesias en Gobierno y Trabajo; Nicolás Delgado en Interior (único Ministro superviviente del primer gabinete); Tomás A. Salomoni en Relaciones Exteriores; Justo Pastor Benítez en Hacienda; Salvador Villagra Maffiodo en Justicia, Culto e Instrucción Pública; Francisco Esculies en Agricultura, Comercio e Industria; Pablo Max Ynsfrán en Obras Públicas y Colonización; Eduardo Torreani Viera en Guerra y Marina; y Ricardo Odriozola en Salud Pública.

         Sentaban pues plaza en el gabinete, personas provenientes de varios partidos del espectro político local, si bien sin representatividad de los mismos. El Ejército, a través de sus integrantes, controlaba de nuevo dos carteras. Surgidos del Partido Liberal, actuaban cuatro secretarios de Estado; dos eran de raigambre colorada y uno de ellos, Francisco Esculies, del grupo de EL TIEMPO.

         Exactamente un mes después de establecerse la tregua política, el Ejecutivo reglamentaba la misma por Decreto N° 447 del 18 de Marzo de 1940 se completaba el proceso hacia la dictadura liberal.

         El 18 de febrero de 1940, al asumir la plenitud de los poderes para evitar la anarquía que amagaba de nuevo, frente al micrófono, en el despacho de la Presidencia, tomó el legajo de papeles de su proclama y se redujo a decir: "Vamos a contramaniobrar rápidamente, como en Cañada El Carmen; estos bárbaros podrán ser más fuertes que nosotros, pero no más hábiles".

         La misma emoción profunda sintió el 10 de julio al promulgar la Constitución; el 4 de agosto, día del plebiscito consagrador. "Doy este paso -dijo a uno de sus ministros-, con la misma devoción con que estreché la mano de Peñaranda, en junio de 1935; en busca de una paz que sirva de base para el progreso de nuestro país".

         En los momentos duros conservaba la misma impasibilidad; una derrota constituía para él un simple mal cuarto de hora provisorio; durante los seis meses de prisión no profirió una queja; no protestó; compareció humildemente ante el Tribunal; se levantaba temprano y exclamaba: "Euforia... la libertad es la herencia de los bravos", repitiendo la frase favorita de un antiguo condiscípulo del Colegio Nacional, allá por 1909.

         El general Estigarribia en ejercicio de la Presidencia de la República, recibía en el saloncito contiguo a su amplio despacho del Palacio de Gobierno, a las personas que habían pedido audiencia y a los jefes de administración. Anotaba cuidadosamente cada una de las cuestiones planteadas a los ministros y las peticiones de los particulares a quienes recibía. Cuidaba el detalle sin perderle en minucias. El día de su muerte, la hoja de la libreta contenía 109 anotaciones. Las cuestiones eran numeradas y señaladas con fecha.

         Llegaba un ministro; el presidente se ponía de pie, saludaba con cordial corrección y en seguida apelaba a su libreta de anotaciones para averiguar el estado de las cuestiones encomendadas al colaborador. Agotaba rápidamente cada tema y al finalizar recalcaba, con aquella su autoridad casi no sentida: "No olvide usted, ministro, tal asunto".

         Igual ocurría con los jefes militares o de departamentos que eran llamados al despacho. Era amable y correcto; subrayaba las palabras con amplios y finos ademanes, con sus manos siempre abiertas, amplias. Vestía con corrección esmerada; su elegancia tenía tres adornos: la pasión de las corbatas, el calzado fino y las manos cuidadas. Era sencillo, pero cuidadoso de su persona. Esa misma sencillez distinguida gastó en la Presidencia de la República, en el Cuartel General durante la guerra. Concurría al despacho a las 6 de la mañana y se retiraba a las 12, para regresar a la tarde.

         Dejaba poco margen al azar; estudiaba con cuidado; reflexionaba constantemente; trazaba su plan, hacía su propia crítica y cuando se sentía seguro se lanzaba a la acción; el triunfo era para él una voluptuosidad. En la realización de sus planes olvidó muchas veces los vínculos de la amistad y hasta la gratitud. En los últimos días no hablaba sino de la proyectada movilización de 200.000 trabajadores paraguayos que quería realizar el 25 de noviembre. Sonreía al pensar de ese ejército de labradores que iba a pasar revista bajo el lábaro del trabajo.

         El presidente aprovechaba algunas tardes durante las cuales se aislaba para ir concertando con algunos ministros los proyectos relativos a las profundas reformas sociales concebidas, a las cuestiones institucionales y políticas, a la conversión del papel moneda a un tipo de cambio más bajo; al dragado del río; adquisición del Puerto Nuevo; Marina Mercante; ferrocarril al Brasil, oleoducto a través del Chaco. Se preparaba a inaugurar el camino a Coronel Oviedo el 5 de octubre, y en la semana del 7 al 14 de setiembre serían promulgados los decretos-leyes sobre sindicatos, régimen para la regulación de conflictos del trabajo, creación de la Magistratura del Trabajo, comisión de estudio para fijación del salario mínimo, sábado inglés y otros más.

         No cabía rutina en el trabajo diario; mantenía un ritmo agobiante. Cabalgaba o practicaba esgrima muy temprano, partía al Comando en Jefe dictando antes un memorándum para la correspondencia, las entrevistas por la tarde y detalles minuciosos sobre los documentos.

         Vivía en una casona del centro de la Plaza Uruguaya, tenía patio, piezas inmensas, los balcones, rejas de hierro, el zaguán, pesada puerta y también portón de hierro, abierta hacia Oriente -así se llamaba la calle- había árboles corpulentos que tapizan el suelo con frutas doradas, el Ybapovó.

         En los momentos culminantes conservaba la forma, sin entregarse nunca a la expansión vehemente o al abatimiento; sabía controlar su emoción. Así por ejemplo, al llegar a San Juan de Puerto Rico un avión de la PANAIR, en julio de 1939, se precipitó al mar. Los pasajeros presos de pánico procuraron salvarse como pudieron. Uno de ellos, en vez de apresurarse a ganar la costa nadando o cuidar su equipaje ayudó a una señora americana que estaba a punto de ahogarse. Después se cuidó él. Socorridos todos, una vez en el aeropuerto, los viajeros estrecharon la mano de aquel abnegado compañero, cordial y sencillo. Ese hombre era el general Estigarribia, presidente electo del Paraguay.

         El sábado 7 de setiembre de 1940 levantó vuelo en el aeropuerto de Ñu Guazú, Campo Grande un Potez 25 francés, veterano de la guerra del Chaco con rumbo a San Bernardino a cuarenta kilómetros al Este de Asunción. Pilotaba la maquina el capitán Carmelo Peralta, as de la aviación de combate, y eran sus pasajeros el Presiente de la República general Estigarribia y su esposa Julia Miranda.

         Usualmente Estigarribia solía utilizar para su desplazamiento al interior del país un bimotor "Breda", pero en esa oportunidad fue enviado imprevistamente al Chaco, para traer de urgencia a un soldado herido. Estigarribia siempre aguardaba cuando el avión demoraba para estar listo. En aquella mañana, sin embargo, su impaciencia hizo que reclamara al Director de la Aeronáutica capitán Víctor Urbieta Rojas que aprontaran cualquier maquina. La destinada a servirle de mortaja resultó ser un Potez, que cumplía labores como avión fotográfico y que en la víspera había sido verificado satisfactoriamente.

         En las primeras horas de la tarde, la impaciencia de quienes en San Bernardino aguardaban la maquina presidencial, comenzó a transformarse en temor. El comisario del vecino pueblo de Altos informó al Ministro del Interior, general Eduardo Torreani, que por informes de un vecino, un avión había caído poco antes del mediodía en el lugar llamado Aguaí y entre Altos, Atyrá y Tobatí. Poco demoró en confirmarse la triste noticia: no había sobrevivientes en la maquina. El piloto Peralta resultó destrozado; el presidente mostraba una profunda medida en el pecho y cortes en la cara, su esposa tenia hundido el cráneo.

         El Centro Paraguayo de Ingenieros, por orden del Estado Mayor General, realizó un minucioso estudio de las causas de la tragedia. El mismo capitán José Bozzano, uno de los participantes, señaló que las pruebas determinaron una cristalización del acero de 1926, histéresis, cansancio o fatiga del material por sincronización de vibraciones y la clásica y fatal rotura del cigüeñal en la base del cono de la hélice. Tales conclusiones descartaron los actos de sabotaje imaginarios, elucubrados con motivo del accidente.

         Por disposición de su sucesor general Higinio Morínigo, Estigarribia fue ascendido al grado de Mariscal. El 8 de setiembre unas cincuenta mil personas desfilaron ante su féretro en el palacio de gobierno. Al día siguiente las puertas del Panteón Nacional de los Héroes se abrieron para albergar al guerrero por toda la eternidad.

 

 

CONCLUSIÓN

 

         Estigarribia provenía de una condición humilde tenía todo en contra para llegar a sus grandes metas, aun así logró forjarse un camino ayudado algunas veces por la fortuna cuando estuvo dos veces por ser expulsado del Ejército, en primer término por los antijaristas y luego por el general Schenoni, en esta última ocasión lo salvaron su contactos políticos.

         Aunque se formó en la Escuela agrícola de Moisés Bertoni, y en Chile, su verdadera formación como soldado, se dio en las sangrientas e inútiles guerras civiles en que le toco participar, en Francia empezó a sentir las secuelas de su falta de formación intelectual que ya no pudo recuperar en el corto tiempo que duro su estadía en ese país y lo llevo a ocupar el penúltimo sitio de su promoción.

         Cayó en la trampa que le tendió Arturo Bray, en convivencia con la camarilla de mentalidades retrogradas, los "chilenistas", para impedir que pudiese aplicar las nuevas ideas que traía de Europa en la organización y alistamiento de las Fuerzas Armadas y casi le cuesta la carrera.

         Se repuso y tuvo la oportunidad de conducir al pueblo en armas como Comandante en jefe del Ejército del Chaco donde se manifiestan más claramente los rasgos de su personalidad, tomaba decisiones firmes pero antes escuchaba la opinión de sus subordinados, era capaz de aceptar altos riesgos, tenía un perfecto autodominio de si mismo pero su espíritu introvertido le impedía tener empatía con sus subordinados. Aunque trató de rodearse de una aureola de grandeza no supo premiar el mérito de sus subalternos, lo que se nota claramente en el caso de los ascensos y condecoraciones. Tampoco pudo superar las rencillas y enemistades que se había ganado antes de la guerra. Tuvo concepciones estratégicas geniales de las cuales, por limitaciones logísticas, muchas veces no pudo sacarle todo el provecho posible.

         Estigarribia vivió un momento político de transición de nuestra historia de un régimen liberal hacia un régimen nacionalista, en un contexto internacional donde los regímenes totalitarios estaban en alza. La Revolución de 1936 fue su primera manifestación concreta, sufrió las consecuencias de sus errores y de su ceguera política. Luego, le cupo negociar un tratado de paz, encuadrado dentro de los intereses norteamericanos, lo que no trajo ningún beneficio, ni satisfacción para el país.

         Por falta de tino político, no lo pudo comprender a tiempo la caducidad del régimen liberal, recién casi al final de su existencia toma conciencia del imperativo de la unidad nacional para concentrar todas las energías en la reconstrucción y redención del país después de la guerra, y esto se hace patente cuando se decide a formar un gabinete pluripartidista en su segundo mandato de gobierno, pero cayó en la contradicción de suspender la actividad partidaria y abrogarse todos los poderes.

         No caben dudas José Félix Estigarribia le tocó vivir una época agitada de nuestra historia donde se cruzaban el antiguo régimen caduco impuesto por la "triple infamia" y las pretensiones de emancipación y cambio de la sociedad.

         Al final, no pudo dominar los acontecimientos, las antiguas estructuras políticas pesaban demasiado sobre él y le impidieron realizar el proyecto de soberanía y redención nacional, por todos anhelados, su voluntad y autoconfianza no fueron suficientes, no supo como movilizar a favor de este proyecto a todas las energías nacionales y la fatalidad se llevó consigo sus buenas intenciones.

         El Mariscal de los Ejércitos de la República José Félix Estigarribia, con todas sus virtudes y sus defectos, fue un hombre extraordinario y el más brillante soldado que produjo el Paraguay.

 

 

FUENTES CONSULTADAS

 

BENÍTEZ, Justo Pastor. Estigarribia: el soldado del Chaco, 2º edic. Asunción. Carlos Schauman Editor. 1985.

CABALLERO IRALA, Basiliano. Nuestros Zapadores en la Guerra del Chaco. Montevideo. Editorial Libertad. 1939.

CARÍSIMO, Atilano. En la 1ra División de Infantería. Asunción. Ediciones Comuneros. 1971.

DIAZ LEON, Dr. Carlos. La Sanidad Militar Paraguaya en la Guerra del Chaco. Asunción. Imprenta La Humanidad. 1956.

ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA. Bases del pensamiento estratégico. Buenos Aires. ESG Tte. Gral. L.M.Campos. Sd.

ESTIGARRIBIA, Mcal. José Félix. La epopeya del Chaco: memorias de la Guerra del Chaco. Asunción, Ministerio de Hacienda. 1972.

FERNÁNDEZ, Cnel. Carlos José. La Guerra del Chaco. Buenos Aires, Lumen. 1955.

FERNÁNDEZ de ESTIGARRIBIA, Graciela. Estigarribia: el gran desconocido. Asunción. Carlos Schauman Editor. 1988.

FLORENTIN, Heriberto. Lo que he visto en Boquerón: Apuntes para la historia de la Guerra del Chaco. Asunción. El Foro. 1984.

GROW, Michael. Los Estados Unidos y el Paraguay durante la segunda guerra mundial: Política del buen vecino y autoritarismo en el Paraguay. Asunción. Editorial Histórica. 1988.

KALLSEN, Osvaldo. Historia del Paraguay Contemporáneo 1869-1983. Asunción. Osvaldo Kallsen. 1963.

NAVARRO MEZA, Miguel. Política exterior y política de defensa: una cercanía esquiva. REVISTA POLÍTICA Y ESTRATEGIA. Santiago de Chile. N° 114 (Jul-Dic) pp. 54 - 116. 2009.

OLMEDO ALVARENGA, Cnel. Agustín. Evolución Histórica y Orgánica de las FF AA de la Nación. REVISTA MILITAR, Asunción, Vol. 76, N° 418 (May, Jun, Jul., Ago, 1991) pp 53 - 73 y Vol. 77, N° 419 (Set, Dic., 1991 - Ene, 1992) pp 49 - 58.

PASTORE, Carlos. Relación histórica y sociológica de episodios de la Guerra del Chaco. Asunción. Criterio Ediciones. 1987.

PUYO, Michel. Les grands hommes du Paraguay á l'Ecole Supérieure de Guerre de Paris. C.M.H.L.B. Caravelle. Toulouse, N° 72 pp 73-81. 1999.

RAMOS, Cnel. DEM S.R. Alfredo. Semblanzas militares. Asunción. Criterio Ediciones, tomo I. 1987

RIART, Gustavo. El Partido Liberal y el Ejército. Asunción. CUADERNOS HISTORICOS DEL ARCHIVO DEL LIBERALISMO, Año III, N° 16 (julio - agosto). 1990.

SAMANIEGO, Marcial. Las FF AA de la Nación en el Decenio de la Pre - Guerra del Chaco hasta la Victoria de Boquerón. Asunción, Imprenta Militar. 1979.

SEIFERHELD, Alfredo. Estigarribia: veinte años de política paraguaya. Asunción. Editorial Laurel. 1982.

SEIFERHELD, Alfredo M. Nazismo y fascismo en el Paraguay: Los años de la guerra 1939-1945. Asunción. Editorial Histórica. 1986.

 

ARCHIVOS CONSULTADOS

 

SERVICE HISTORIQUE DE L'ARMEE DE TERRE. 7N3409, Paraguay.

 

 

ARTÍCULOS EN ABC COLOR SOBRE EL LIBRO:

 

 

 

VIDA DE ESTIGARRIBIA ES LA PROPUESTA DE LA COLECCIÓN

Esta obra sobre el general José Félix Estigarribia que nos presenta el profesor Hugo Mendoza enriquece la Colección Protagonistas de la Historia.   

José Félix Estigarribia ha logrado ser reconocido como uno de los militares más brillantes de la historia paraguaya. Estigarribia ha demostrado la capacidad de quien se formó profesionalmente con un fin determinado; en el caso de él, la defensa del Chaco, frente a la invasión boliviana que se había iniciado a fines del siglo XIX.   

El libro escrito por un experto en historia militar está dividido en tres capítulos. El primero de ellos abarca desde sus orígenes, en Caraguatay, hasta su actuación durante la guerra civil de 1922-1923, en el sector gubernista.   

El segundo capítulo se refiere a su estancia en Francia hasta que estalla el conflicto con Bolivia, en 1932.   

Y, por último, el tercer capítulo analiza su papel de conductor del ejército paraguayo en la campaña del Chaco, su exilio, su faceta diplomática en los Estados Unidos y su retorno al país para ser elegido presidente de la República del Paraguay.   

Su actuación como jefe de Estado hasta la fecha genera todo tipo de pasiones y posiciones encontradas.

Hay quienes defienden su Carta Política promulgada de una forma arbitraria. Muchos consideran que la misma fue el origen del autoritarismo militar en el Paraguay durante la segunda mitad del siglo XX.   

El autor de la obra, Hugo Mendoza, egresó en 1979 de la Academia Militar “Mariscal Francisco Solano López” como subteniente de Infantería de la promoción “Cnel. Luis Caminos”, con premio al mejor egresado en Táctica General. Realizó el Curso de Estado Mayor Conjunto en la Escuela Superior de Guerra París (Francia), de Gerente Júnior en Administración de Recursos Humanos (CAES-UNA), Congreso Internacional de Historia Militar y Museos de Armas (Madrid, España),  

Es licenciado en Historia de la UNA, licenciado en Ciencias Militares por la Academia Militar “Mariscal Francisco Solano López”; tiene aprobadas todas las materias de las carreras de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Católica; de posgrado de Formación Docente Universitaria, de Reforma del Estado, de Política.

17 de Mayo de 2011 - www.abc.com.py

 

 

 

NUEVA BIOGRAFÍA MUESTRA A ESTIGARRIBIA EN VARIAS FASES

 

Esta obra presenta al victorioso conductor del Ejército paraguayo en la Guerra del Chaco, en todas las facetas de su rica personalidad y dentro de su contexto histórico tanto nacional como internacional.

En la introducción del libro, Mendoza afirma que el género biográfico es un tipo de historia harto difícil de realizar porque hay que captar al ser humano en todas sus dimensiones, defectos y virtudes, desde sus orígenes, su formación, experiencia de vida y desempeño en el ambiente en que le toca vivir.   

Afirma que “esta tarea nos confronta también con una antigua discusión, el determinismo histórico, donde las estructuras sociales aprisionan al hombre o si este es un haz de posibilidades, que de acuerdo a su libre albedrío, puede elegir o modelar su propio destino”.

Los llamados “biógrafos” o más exactamente hagiógrafos del mariscal José Félix Estigarribia, por una parte, lo han tratado por mucho tiempo como si fuese un ser inmaculado y mitológico de nuestra historia, cuya memoria no puede ser objeto de crítica u ofensa alguna “pasando por alto verdades incómodas e inconfesables” y, por otra parte, sus furiosos detractores que han buscado por todos los medios sacar a flote “su faceta más oscura por cuestiones meramente ideológicas”.

El historiador Hugo Mendoza, profundo conocedor del tema que enfoca en esta oportunidad y para esta Colección, señala que sobre la figura del mariscal póstumo se tejen muchas cuestiones alrededor de las cuales se entrecruzan los celos y mezquindades, propios de un ambiente pequeño, donde la politiquería y los politiqueros hacían su juego, golpeando las puertas de los cuarteles.

Alrededor de Estigarribia existían una sociedad y un país arrasado, que intentaba salir lentamente de las secuelas de la hecatombe de la Triple Alianza y que tenía una amenaza regional en ciernes: la disputa por el Chaco Boreal con Bolivia.

Existía también, en su tiempo, un contexto internacional en el que se libraba una especie de guerra subterránea o de influencia entre las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial, Francia y Estados Unidos, contra la potencia derrotada, pero que trataba de conseguir la revancha: Alemania.   

Al respecto de su intención en este libro, “José Félix Estigarribia”, el historiador señala que “apuntaremos a enfocar el abordaje hacia los hechos, pero también a comprenderlos, dentro de las coordenadas universales como son el tiempo, el espacio y las mentalidades”.  

“Nuestro propósito –prosigue– es penetrar en el interior del personaje desgajando la corteza que recubre y protege a la persona, analizando la problemática que plantea el ambiente que los rodea, la cultura y las redes sociales en que se halla inmerso, sus ambiciones”.

18 de Mayo de 2011 - www.abc.com.py

 

 

ESTIGARRIBIA Y SU ESTADÍA EN FRANCIA

 

En 1924, el Gobierno le otorgó a Estigarribia y a otros altos jefes becas para la Escuela de Guerra de París. Al llegar a Francia y siguiendo la tradición impuesta en ese país a los oficiales candidatos al brevet de Estado Mayor debía prestar servicio en unidades, en especial las que no eran de su arma o especialidad, como preparación previa para los estudios de la Escuela.   

Se incorporó sucesivamente a regimientos de diferentes armas que cubrían las fronteras con Alemania, donde permaneció seis meses.

CAMBIO DE AMBIENTE

Estando en Francia, Estigarribia luchó con las dificultades inherentes al brusco cambio de ambiente que experimentó. Así, no pudo entrar a la Academia Militar por no conocer suficientemente matemáticas. Tuvo que tomar un profesor particular durante tres meses para conseguir su ingreso. El 3 de noviembre de 1925 ingresó al primer curso de la Escuela Superior de Guerra, como alumno extranjero regular.   

El libro de Hugo Mendoza describe minuciosamente el paso de Estigarribia por dicha escuela de París, donde su desempeño, de acuerdo con las calificaciones que obtuvo quien sería luego comandante del Ejército en campaña en el Chaco, no fue precisamente brillante, aunque logró egresar.   

Sin embargo, Estigarribia llegaría a aplicar durante la contienda con Bolivia tácticas y movimientos que había aprendido en Francia, con los resultados finales ya conocidos.   

El historiador Hugo Mendoza narra luego lo realizado por el futuro mariscal a su retorno al Paraguay.   

Estigarribia regresó al país el 22 de setiembre de 1927, tras algo más de dos años de permanencia en Francia, y el día 26 del mismo mes y año fue designado subjefe del Estado Mayor General del Ejército. Tenía la intención de emprender, desde ese cargo, la tarea de recopilación de datos para una organización militar más firme del país. Para el 20 de octubre ya se encontraba realizando su primer viaje al interior del Chaco para conocerlo en toda su extensión y profundidad.   

DECISIÓN PRIMORDIAL

En sus memorias, Estigarribia escribió que la decisión de visitar todos los sectores del Chaco era primordial, ya que había que familiarizarse con el terreno, mostrándose así consecuente con sus ideas.   

Entró al sector Concepción, llegando hasta Nanawa y Falcón. En el sector Casado llegó hasta Corrales, usando todos los medios de transporte, desde el automotor, el caballo, el buey kavaju y a pie. Llegó a Toledo después de una marcha de 20 kilómetros porque se descompuso el camión. En el sector Bahía Negra visitó Galpón y Patria, los fortines más adelantados del norte. Por último, visitó el sector Pilcomayo y Confuso. En toda esa larga gira demostró voluntad y espíritu de sacrificio.

NUNCA DESCANSABA

Hugo Mendoza recuerda que uno de los jefes que formó parte de su comitiva cuenta que nunca descansaba y que alentaba a sus camaradas a seguir su ejemplo. Fue el primer jefe paraguayo que vislumbró la buena doctrina que capta la esencia de una realidad en el terreno mismo donde más tarde se desenvolverían las operaciones militares. “Por eso vio clara la defensa de nuestro Chaco, no en su litoral, sino en la profundidad de su territorio. A él se debe primordialmente esa concepción afortunada”.

20 de Mayo de 2011 - www.abc.com.py

 

 

 

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