Portal Guaraní - EL GIMNASIO DE LA CALLE 5 - Por BEA BOSIO

El teléfono sonó temprano en el gimnasio esa mañana. El timbre sobresaltó a su dueño, que acababa de abrir el local.

- Habla la policía. ¿Tiene usted un luchador llamado Clay? Dice que entrena en su gimnasio, pero por la forma en que corría más bien parece que está huyendo de algún crimen.

Angelo Dundee, el legendario entrenador de box se apresuró a aclarar el malentendido y cortó disgustado, pensando en el deportista de apenas 18 años que acababa de llegar de Kentucky para entrenar con él. Lo habían detenido de nuevo. No era la primera vez.

Cassius Clay acababa de ganar en Roma la medalla olímpica en boxeo, y el grupo de empresarios que lo patrocinaba lo envió a Miami en diciembre de 1960 para avanzar en su carrera profesional. Dundee tenía una pequeña legión de luchadores que entrenaban en su gimnasio de la calle cinco en Miami Beach. El muchacho afroamericano se instaló en un motel “de color” ubicado de Overtown. En aquél entonces Overtown era un barrio predominantemente negro y segregado, ubicado en una de las zonas más desfavorecidas de la ciudad. De allí salía el atleta todas las mañanas y corría los ocho kilómetros que separaban el motel del gimnasio como parte del calentamiento para entrenar. Ida y vuelta Clay iba corriendo, cruzando el Mac Arthur Causeway, una extensa vía que hasta hoy une la playa con el resto de la ciudad. Por ese hábito varias veces había sido detenido, porque la policía al ver a un hombre negro corriendo asumía directamente que huía del algún crimen que acababa de perpetrar.

El odio y la intolerancia racial no conocían excepciones en los tiempos de segregación. Ni con los más grandes talentos que los blancos decían admirar. El barrio donde vivía Clay por las noches se poblaba de artistas de la talla de Ella Fitzgerald, Aretha Franklin y BB King, que al terminar de actuar no podían pernoctar en los hoteles de blancos en Miami Beach y tenían que cruzar el puente para dormir en Overtown. Entre ellos se reunían y tocaban en clubes que Clay solía frecuentar. Aunque nunca trasnochaba tanto, porque como él mismo decía, tenía todo un mundo que conquistar.

El rumor de su talento deportivo pronto se instaló en Miami, y el gimnasio de la calle cinco empezó a ser frecuentado por admiradores que venían a verlo entrenar. Hasta ahí llegaron los mismísimos Beatles en 1964. Pero a pesar de toda la fama, Clay no lograba vencer al contrincante más feroz: al del prejuicio racial. Una vez, que ya siendo campeón olímpico fue con un fotógrafo a una tienda de ropas no le dejaron probarse una camisa, porque al hacerlo la tela entraría en contacto con su piel. Esta serie de humillaciones hicieron que el deportista empezara a sentirse atraído por un grupo religioso “Nación del Islam”, que tenía un ministro joven llamado Malcolm X. La secta hablaba de la superioridad de la raza negra y Malcolm X instaba a oponerse a la opresión de los blancos por cualquier método que fuera necesario. El concepto era revolucionario para la tradición de resistencia pacífica practicada por muchos de los movimientos negros, y esa retórica del empoderamiento le resultó más atractiva al joven luchador. Es que si algo tenía bien en alto aquel atleta era el orgullo y el convencimiento de sentirse un triunfador. Su seguridad era contagiosa. Como la vez que en su barrio de Miami se instaló la moda de usar una cierta crema para aclarar la piel. Cuenta la leyenda que Clay convenció a sus vecinos a que desistan con una simple frase:

Poco tiempo después, con esa misma certeza enfrentaría el gran momento de su vida: la oportunidad de pelear con Sonny Liston, que entonces era el Campeón Mundial. En ningún momento pensó que podría perder. Más bien compró un autobús y lo pintó en grandes letras llamativas: “Cassius Clay. El luchador mas colorido del mundo. Liston caerá en el octavo round.” Así recorría Miami, tocando bocina para que todo el mundo lo supiera. En su barrio hizo carteles para los niños y salía con ellos a las calles, cantando sus slogans para promocionarse mejor.

El 25 de Febrero del 64 llegó la noche esperada: “¡Flota como una mariposa y pica como una avispa!” Declaró resuelto al entrar al Centro de Convenciones de Miami Beach. Miró a Sonny Liston, y en una suerte de trance, entre rap y rima le aseguró que en el round ocho lo iba a derrotar.

Nadie sabía que pensar del atleta extravagante que soltaba en verso los improperios a su contrincante. ¿Desvariaba de nervios? ¿De miedo? Tampoco podían imaginar que estaban en la pelea que al acabar el milenio sería considerada por la revista Sport Illustrated como el cuarto evento deportivo más importante del siglo XX.

Esa noche Liston no cayó en el round octavo, sino que escupió su protector bucal y se rehusó a incorporarse cuando la campana llamó al séptimo round. Clay había vencido al campeón mundial.

Cuatro años después de llegar al gimnasio de la calle cinco, se encumbraba el nuevo héroe de la contra cultura, boxeador inolvidable y eximio luchador social, que por motivos religiosos cambiaría de nombre una semana más tarde y dejaría de ser Clay para convertirse en el mítico e inigualable Mohammad Ali.

*La violencia y vulnerabilidad de Overtown aún demuestran que el racismo no ha terminado del todo. El gimnasio de la calle 5th sigue estando en Miami, a la vuelta de la esquina de su lugar original, en un pequeño pasadizo que aún conserva la magia de los tiempos del gran campeón.

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