Portal Guaraní - LA EDUCACIÓN ES LA ANTIFATALIDAD - Por SERGIO CÁCERES MERCADO

Si la educación debe apuntar prioritariamente a la universalización de la cultura democrática, esto significa que se debe tratar a todos con los mismos derechos que están proclamados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Toda posición que discrimina a los humanos entre si partiendo de diferencias de origen o clase social es antieducativa por ser también antidemocrática.

Fernando Savater rechaza la idea de que existan humanos de primera, segunda o más categorías diferenciados de eso modo por un a priori determinista. En todo caso, si tal fatalidad existe, es deber de toda crítica filosófica y educativa el mostrar que en realidad tal cosa es una construcción ideológica ideada para justificar las desigualdades sociales. "En este sentido, el esfuerzo educativo es siempre rebelión contra el destino, sublevación contra el fatum: la educación es la antifatalidad, no el acomodo programado a ella... para comerte mejor, según dijo el lobo pedagógicamente disfrazado de abuelita".

En efecto, debemos "elegir la educación cívica" nos aconseja Savater. Esto es, nuestra educación debe tener por premisa formar ciudadanos, y para eso motivarlos a cultivar y universalizar la democracia, que es el régimen natural donde podrán ser tales.

Ahora bien, ese ciudadano que debemos formar, ¿de qué tipo será? Al menos el que la democracia precisa es aquel que reclama sus derechos pero también es consciente de sus obligaciones para con la polis y sus conciudadanos. Aquel de juicio crítico y que no se deja manipular por la baja política ni por los dictados del mercado, el márketing o la publicidad difundida por los medios masivos de comunicación y las redes sociales. Aquel individuo que no se queda en la mera queja sino que acciona respetando y utilizando los dispositivos institucionales para buscar los cambios que cree que le urgen a su comunidad.

Pues bien, la democracia no tiene un umbral del que pueda afirmarse que una vez alcanzado ya tiene asegurada el camino para adelante. Al contrario, siempre existe la posibilidad del retroceso, de ser atraída nuevamente hacia abajo no importa que tan lejos haya sido el viaje. ¿Por qué? Pues porque por su esencia la democracia debe dormir con su enemigo, o sea, los antidemócratas.

Una sociedad que se precie de democrática no puede ser tal si expulsa a los que no están de acuerdo con ella, incluyendo a los que son autoritarios. Al contrario, la democracia debe poner a disposición de todos dispositivos a través de los cuales todas las expresiones puedan ser escuchadas y puedan canalizar sus proyectos e inquietudes. Esa es la diferencia fundamental con un régimen que no es democrático: en este todas las voces son una sola, no se permite el disenso.

De este modo, uno de los trabajos que debe emplear toda democracia es el de instruir en la ciudadanía. Y no debe darse respiro al respecto pues el retroceso siempre es inminente.

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