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JERRY W. COONEY

  EL FIN DE LA COLONIA: PARAGUAY 1810 – 1811 - Obra de JERRY W. COONEY - Año 2010


EL FIN DE LA COLONIA: PARAGUAY 1810 – 1811 - Obra de JERRY W. COONEY - Año 2010

EL FIN DE LA COLONIA: PARAGUAY 1810 – 1811

Obra de JERRY W. COONEY

Colección: INDEPENDENCIA NACIONAL

INTERCONTINENTAL EDITORA

Asunción – Paraguay

2010 (155 páginas)

2010

© JERRY W. COONEY

© INTERCONTINENTAL EDITORA S. A.

Caballero 270; teléfs.: 496 991 - 449 738

Fax: (595-21) 448 721

Pág. web: www.libreriaintercontinental.com.py

E-mail: agatti@libreriaintercontinental.com.py

Diagramación: Gilberto Riveros Arce

Hecho el depósito que marca la Ley N° 1328/98.

ISBN: 978-99953-73-53-8

 

 

CONSEJO DIRECTIVO DE LA FUNDACIÓN CABILDO

PRESIDENTA - MARGARITA AYALA DE MICHELAGNOLI

VICE PRESIDENTA - DRA. TERESA MARÍA GROSS BROWN DE ROMERO PEREIRA

MIEMBROS TITULARES

FÁTIMA DE INSFRÁN// GABRIEL INSFRÁN// MARGARITA MORSELLI//

YOLANDA BOGARÍN// MARÍA LUISA SACARELLO DE COSCIA//

GILDA MARTÍNEZ YARYES DE BURT// MIGUEL ALEJANDRO MICHELAGNOLI

MIEMBROS SUPLENTES

EDGAR INSFRÁN// PAZ BENZA

 

 

ÍNDICE

PRESENTACIÓN 

PRÓLOGO 

RECONOCIMIENTOS 

INTRODUCCIÓN

Capítulo Uno:PARAGUAY CONTRA BUENOS AIRES

Capítulo Dos: "¡ALBOROTO EN LA PLAZA!"

Capítulo Tres:EL PARAGUAY AUTÓNOMO

CONCLUSIÓN

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

 

PRÓLOGO

La historia abunda en extrañas conjunciones de hechos, cuya relación escapa a los contemporáneos. Sólo el examen de un historiador extraordinario, yendo más allá de las apariencias, puede ha llar las conexiones ocultas de los acontecimientos, revelarlas y explicarlas. En el caso que nos concierne, tal historiador es Jerry W Cooney.

La especialidad de Cooney, los finales de la era borbónica, está llena de significados complejos para el pueblo paraguayo. La provincia -una de las más aisladas de la América del Sur española conoció en aquellos años innumerables cambios en lo político y lo económico. El crecimiento de la producción de la yerba y la creación del monopolio estatal del tabaco llevaron al Paraguay la moneda por primera vez; la rapidez con que surgió una economía monetaria creó posibilidades completamente diferentes para muchos paraguayos. Hasta el campesino más humilde conoció aquella nueva situación, en que los hijos de un labriego podían llevar una vida muy distinta de la del padre. Dicho de otra manera, la era borbónica ofreció al Paraguay la posibilidad de alcanzar una prosperidad anteriormente reservada a las áreas más modernas del imperio español. Sin embargo, la historiografía tiende a presentar aquel periodo como un simple preludio de los gobiernos de Francia y López.

Cooney ve las cosas de otra manera. Considera que la era borbónica o, más precisamente, la lucha del Paraguay por su autonomía en 1810 y 1811, merece un estudio histórico específico. En cierto sentido, su postura coincide con la de Efraím Cardozo y Rafael Eladio Velázquez, los dos historiadores paraguayos que dedicaron una particular atención al periodo. Pero quizás Cooney vaya más allá que sus predecesores en lo relativo a las conexiones del periodo con un contexto más amplio. En nuestros días, es frecuente hablar de fenómenos globales, como si los debates de la política económica en Pekín incidieran inevitablemente en la economía de Dinamarca o Madagascar. En el Paraguay, sin embargo, la mayoría de los historiadores aún centran sus investigaciones en la dimensión nacional -donde dominan el escenario las figuras del doctor Francia y los López-.

Pero Cooney no limita su análisis a la consideración de los tradicionales círculos de poder de Asunción, pues se ocupa también de las cortes de Madrid y Lisboa, los gabinetes de Buenos Aires y Londres, y los ranchos de paja de San Pedro y Caacupé. Es un enfoque ambicioso y que, al realizar su propósito de ofrecer una visión de conjunto, termina por demostrar el carácter único del Paraguay de una manera que la mayoría de los historiadores locales no ha tomado en debida cuenta. Simplificando, la mayoría de esos historiadores ha afirmado que el cambio político del Paraguay fue mayormente una consecuencia de acontecimientos europeos -como si el cautiverio de Fernando VII hubiese provocado una transformación inexorable para los pueblos del Nuevo Mundo-. El estudio de Cooney revela, sin embargo, que los paraguayos fueron los actores principales en la definición de su propio destino, y que los habitantes de la provincia tuvieron dirigentes comparables a Bolívar y San Martín; tenían también intereses a los que no estaban dispuestos a renunciar. Su lucha -para usar una expresión de Roa Bastos- fue un trueno entre las hojas, y no el mero eco de una tempestad originada en París o Buenos Aires. Por este motivo, el gobernador Bernardo de Velasco tuvo tan pocas dificultades para organizar un ejército a fin de enfrentar las pretensiones de los porteños; por el mismo motivo, quienes sucedieron a Velasco en el poder pudieron crear un Estado paraguayo autónomo en tan poco tiempo.

Esta manera de encarar la historia pide algo más que meras especulaciones apriorísticas, pues exige una atenta consideración de los hechos consignados en los documentos de los archivos. Por eso Cooney dedica una especial atención al examen de los acontecimientos del 14 y 15 de mayo de 1811; sobre todo al modo en que una generación de jóvenes oficiales de milicias dirigidos por Pedro Juan Caballero se apoderó de la revuelta para hacerla suya. Cooney también muestra que la dirigencia paraguaya no se vio enfrentada a una sola opción sino a varias -algunas de ellas no surgidas en Asunción sino en Buenos Aires y Río de Janeiro-. La lucha paraguaya de 1810 y 1811 fue un fenómeno particularmente ambiguo en que la libertad llegó, primeramente, del rechazo de las tesis liberales de los intrusos porteños; luego, de la adopción de tesis similares y, finalmente, del rechazo de las mismas. De acuerdo con esta interpretación, la larga dictadura de Francia fue un resultado posible -más no el único- en la lucha por el cambio del Paraguay. Para los paraguayos de hoy, que tratan de comprender de qué manera se encuadra la administración de Fernando Lugo en la tradición histórica de caudillismo y gobierno de un solo partido, puede ser muy provechoso el énfasis puesto por este estudio en recalcar la presencia de la ambigüedad.

THOMAS WHIGHAM

 

CAPÍTULO UNO

PARAGUAY CONTRA BUENOS AIRES

Las derrotas militares en la Península Ibérica, sumadas al antagonismo de los criollos contra sus superiores, los españoles nacidos en España, y a las dudas sobre la legitimidad del nuevo gobierno formado en España hicieron que el Cabildo y los vecinos de Buenos Aires se rebelaran contra su virrey en los últimos días de mayo de 1810. Paradójicamente, el último virrey español en Buenos Aires, Baltasar Hidalgo de Cisneros, inadvertidamente dio pábulo a la subversión publicando, el 18 de mayo de 1810, un manifiesto al pueblo de Buenos Aires, donde le informaba sobre las derrotas del ejército español por el francés. Además, el virrey mostró debilidad al manifestarse dispuesto a aceptar colaboración en la tarea del gobierno. Los reveses militares en España y la aparente debilidad de Cisneros llevaron a su punto de ebullición el viejo resentimiento y desconfianza hacia los gachupines (españoles peninsulares) y, por resolución de un cabildo abierto, (1) se formó una Junta de criollos para gobernar Buenos Aires en nombre de Fernando VII. (2) El 25 de mayo de 1810 los criollos de Buenos Aires se hicieron con todo el poder en la ciudad y, aunque Cisneros aún desempeñó por breve tiempo una cierta función pública -por lo demás inefectiva y ambigua-, para dar legitimidad a la nueva Junta, ella gobernó Buenos Aires con el propósito declarado de servir fielmente los intereses de La ciudad portuaria y los derechos de la Corona en el Río de la Plata. (3)

La nueva Junta desconoció la autoridad del recién creado Consejo de Regencia de España, nacido de la disolución de la Junta Central de Sevilla, formada a su vez a causa del cautiverio de Fernando VII. Invocando una antigua idea española, según la cual la soberanía revertía al pueblo en ausencia del rey legítimo, la Junta porteña decidió gobernar el Virreinato del Río de la Plata, alegando que sus integrantes eran los únicos capaces de representar cabalmente los derechos de la Corona. Con ese argumento, la Junta de Buenos Aires desechaba el viejo principio de que los gachupines debían ocupar la mayoría de los cargos públicos superiores en el Nuevo Mundo.

De hecho, la Junta adoptó prontas medidas para humillar a los peninsulares y reprimir cualquier posible reacción de aquellos. (4) En virtud de la posición privilegiada de Buenos Aires como capital del Virreinato, la Junta porteña se arrogó el derecho de gobernar todo el Río de la Plata después de consumado el golpe político del 25 de mayo. El 27 de mayo de 1810 la Junta envió una circular a todas las provincias o distritos administrativos del interior del disuelto virreinato. La circular informaba que se había creado la Junta; que la misma obraba de pleno acuerdo con Cisneros y que asumía todas las facultades gubernativas en nombre de Fernando VII, a causa de la falta de legitimidad del Consejo de Regencia en España. La Junta seguiría ejerciendo la dirección del gobierno hasta que las provincias del Río de la Plata enviaran sus delegados a Buenos Aires para incorporarse a ella. (5) El interior debía mantener el orden y cooperar con Buenos Aires lo cual implicaba que debía someterse a los intereses de la ciudad portuaria-. Para dar sanción a las resoluciones del nuevo gobierno, se preparaba el envío de una expedición al interior, con el propósito de conservar el orden y desbaratar cualquier posible oposición. (6)

El partido español de Buenos Aires no permanecía ocioso. Cisneros y sus partidarios instaron a los leales a España a que resistieran la autoridad de la nueva Junta. En forma solapada, desde Bue nos Aires se enviaron notas en que el propio Cisneros censuraba a la nueva Junta. En el Alto Perú, un fuerte sentimiento realista mantuvo aquella región leal a España hasta la década de 1820. En Córdoba, la presencia de Santiago Liniers, dispuesto a enfrentar a la Junta, mantuvo sosegados a los criollos. Al otro lado del estuario, en Montevideo, los criollos se mantuvieron fieles a España; no por amor a la Madre Patria ni por respeto al Consejo de Regencia, como por una vieja oposición a someterse a las directivas de Buenos Aires. Al norte y sobre el río estaba el Paraguay, donde la noticia del golpe de Buenos Aires llegó a mediados de junio de 1810, llevada por varios mensajeros. El más importante de ellos fue el coronel José de Espínola y Peña, enviado oficial de Buenos Aires al Paraguay. Este oficial se encontraba en Buenos Aires, gestionando su reposición en el cargo de Comandante Militar y Político de Villa Real de la Concepción, cuando tuvieron lugar los sucesos de mayo. Evaluando rápidamente las fuerzas de los españoles y los criollos, Espínola optó por los segundos y ofreció su pleno apoyo al nuevo gobierno. Como recompensa, fue elegido para llevar el primer comunicado oficial de la Junta a las ciudades ribereñas de la ruta a Asunción. Es muy probable que la Junta le hubiera prometido reponerlo en el puesto de Comandante Militar y Político de Concepción, tan pronto como el Paraguay aceptase a las nuevas autoridades bonaerenses. (7)

Uno tiene la impresión de que los miembros de la Junta desconocían por completo la situación del Paraguay y de los paraguayos. Espínola, según el juicio de un contemporáneo, era "un hombre ordinario, violento, arrogante, ambicioso e ignorante". (8) Era odiado por la mayoría de los paraguayos de todas las clases sociales y su llegada como representante de la Junta porteña creó malestar en toda la provincia. Para mediados de junio, el emisario estaba en Pilar, (9) donde obligó al Cabildo a reconocer la autoridad de la Junta de Buenos Aires. De Pilar pasó a Asunción, donde entregó al gobernador Velasco el manifiesto en que la Junta porteña justificaba el haberse atribuido el gobierno de los dominios españoles del Río de la Plata. Jactanciosamente, Espínola mencionó la posibilidad de que él mismo dirigiese otra expedición militar de paraguayos hacia el sur, para ayudar a la Junta de Buenos Aires. Muchos llegaron a creer aquella baladronada, como también el falso rumor de que Espínola iba a reemplazar a Velasco como gobernador del Paraguay. (10)

El gobernador Velasco quedó furioso con la inquietud provocada por Espínola, a quien arrestó y envió a Concepción para aislarlo, mientras se analizaba la nueva situación. El coronel Espínola, temeroso quizás de la reacción de los pobladores de Concepción, a quienes había oprimido cuando tuvo un puesto público en la zona, comprendió que no le convenía estar en el Paraguay: en una canoa y luego en un buque, huyó río abajo, perseguido de muy de cerca por paraguayos. (11)

La misión de Espínola prestó un gran favor a los gachupines de la provincia. ¿Podía el paraguayo común apoyar a la Junta que le había enviado como representante al hombre que lo había oprimido? Además, el rumor de que Espínola iba a dirigir una expedición de paraguayos al sur del Río de la Plata provocó el mismo tipo de resquemor experimentado en la provincia en 1806 y 1807. A las dos semanas de la llegada de Espínola al Paraguay, el gobernador Velasco trató de calmar el temor de quienes se habían escondido en los montes, lanzando un bando en que les instaba a volver a sus hogares. (12)

El temor de los paraguayos aumentó al difundirse la voz de que Espínola llevaba órdenes secretas de la Junta porteña para suplantar a Velasco. Se trataba de un mero rumor, pues la Junta de Buenos Aires no comenzó a relevar funcionarios antes de septiembre de 1810; de cualquier manera, se le dio crédito en el Paraguay y más allá de sus fronteras. (13)

Y así la misión de Espínola tuvo como resultado consolidar el poder de Velasco y de los realistas durante aquel momento crítico y el resto del año 1810. Los paraguayos mostraran muy poca simpatía por Buenos Aires, cuyo proceder irreflexivo había obrado en contra de la causa de la ciudad revolucionaria. El porteño Pedro Somellera, asistente de Velasco en el gobierno, (14)  mantuvo comunicaciones secretas con Buenos Aires a partir de junio de 1810. En opinión de Somellera, el Paraguay hubiera aceptado de buen grado el manifiesto de la Junta bonaerense si se lo hubiese enviado por el servicio de correo ordinario. 18 Puede dudarse de la opinión de Somellera, pero no de que la misión de Espínola llevase a todas las clases del Paraguay a la lucha contra Buenos Aires -no precisamente por amor al viejo sistema imperial ni por defender al distante e incomprendido Consejo de Regencia-.

El gobernador Velasco debió decidir qué actitud tomar frente a Buenos Aires. Una de sus primeras medidas fue observar de cerca a todos los paraguayos de algún modo asociados con el coronel Espínola. 19 Seguidamente el gobernador y el Cabildo, en una reunión conjunta, decidieron que la grave situación exigía la convocatoria de un cabildo abierto o Junta General de la provincia para e1 4 de julio en Asunción. Debían asistir al mismo las personas más destacadas, Los funcionarios superiores y los religiosos de mayor rango. 20 A causa de la inclemencia del tiempo y las grandes distancias que debían recorrer algunos delegados, se pospuso la reunión para el 24 de julio de 1810. 21 Buenos Aires, actuando como si su autoridad se hubiese aceptado, mandó una circular de fecha 18 de julio de 1810 al Cabildo asunceno, para explicarle cuáles debían ser las cualidades de los representantes del interior en Buenos Aires, y cuáles los procedimientos para elegirlos. 22

 

1.-Un cabildo abierto era una asamblea en que participaban, además de los miembros del Cabildo, las personas más destacadas de la circunscripción: "la parte mejor y más principal del vecindario", según la expresión tradicional. Se convocaba un cabildo abierto en casos excepcionales. (N. del T)

2.Para un buen recuento de la Revolución de Mayo de Buenos Aires y sus antecedentes, ver Enrique O. Corbellini, La revolución de mayo y sus antecedentes desde las invasiones inglesas al Río de la Plata (Buenos Aires, 1950), dos volúmenes. "Manifiesto del Virrey Cisneros" (Buenos Aires, 18 de mayo de 1810), en Registro oficial de la República Argentina que comprende los documentos expedidos desde 1810 hasta 1873 (Buenos Aires, 1879), I, 1-2. Acuerdos del Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires, 24 y 25 de mayo de 1810, en Archivo General de la Nación, Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires (Buenos Aires, 1927), IV, 153-175.

3.-Como las demás Juntas revolucionarias formadas en América en 1810, cuando se pensó que Napoleón triunfaba definitivamente en España, la Junta de Buenos Aires se declaró fiel a Fernando VII, por razones de conveniencia política. (N. del T.)

4.- Circular de la Junta de Buenos Aires, Buenos Aires, 27 de mayo de 1810, Registro Oficial de la República Argentina que comprende los documentos expedidos desde 1810 hasta 1873. (Buenos Aires, 1879), I, 25-26.

5.- Con la incorporación de los representantes de las provincias del interior, en diciembre de 1810, la Junta de mayo pasó a llamarse Junta Grande, porque tenía veintidós miembros. A causa del exceso de miembros, ella no pudo sostenerse, y fue reemplazada por un Triunvirato en septiembre de 1811... (N, del T.)

6.- De Marcelo Calles Sanz al gobernador y Cabildo de Buenos Aires, 28 de mayo de 1810, Archivo Nacional de Asunción, Colección Rin Branco I-29, 22, 1.-2. Esta colección de documentos paraguayos se encuentra hoy en el Archivo Nacional de Asunción, pero yo la consulté cuando ella estaba en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro; en adelante, será citada como ANA, CRB.

7.- Julio César Chaves, "Primeras relaciones entre la junta de mayo y el Paraguay", en Academia Nacional de la Historia, IIº Congreso Internacional de Historia de América (Buenos Aires, 1938), IV, 166-170.

8.- Mariano Antonio Molas, Descripción histórica de la antigua provincia del Paraguay. 3ª edición (Buenos Aires, 1957), p. 97.

9.- Entonces llamada Villa del Pilar de Ñeembucú o simplemente Ñeembucú, una de las cuatro ciudades paraguayas con Cabildo (las otras eran Asunción, Villarrica y Curuguaty). (N. del T.)

10.- Varios historiadores han repetido el falso rumor de que Espínola debía reemplazar a Velasco; entre ellos Molas, pp. 97-98, y Blas Garay, La revolución de la independencia del Paraguay (Madrid, 1897), p. 23.

11.- Expediente de la captura del coronel José de Espínola, Asunción, l4 de julio de 1810, Archivo Nacional de Asunción, Sección Historia, volumen 211, en adelante citada como ANA, SH 211.

12.- Bando de Velasco, Asunción, 2 de julio de 1810, ANA, SH 211.

13.- Molas, p. 97. De José María Salazar al secretario de Estado .y Departamento de la Marina, Montevideo, 10 de agosto de 1810 en Manuel E. Gondra Manuscript Collection, University of Texas, Austin, Texas, USA; en adelante citada como GMC.

14.- Somellera tenía el carga de teniente asesor letrado, o asesor jurídico de Velasco, y conspiraba activamente contra el superior. (N. del T.)

18.- Pedro Somellera, "Notas del doctor don Pedro Somellera a la introducción que ha puesto el doctor Rengger a su ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay, Montevideo, 14 de septiembre de 1841," en Museo Mitre. Documentos del, Archivo de Belgrano. III, 316-317; en adelante citados como DAB.

19.- Bando de Velasco, Asunción, 2 de julio de 1810, ANA, SH 211.

20.- Acuerdo del Cabildo de Asunción, Asunción, 26 de junio de 1810, CRB I-29, 22, 1-2. Manifiesto del Gobernador Velasco, Asunción, 28 de, junio de 1810, ANA, SH 211.

21.- Bando del Gobernador Velasco, Asunción, 2 de julio de 1810, ANA, SH 211.

22.- Circular de la Junta de Buenos Aires al Cabildo de Asunción, Buenos Aires, 18 de julio de 1810, CRB I-29, 23, 16.

 

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Pero tampoco se estaban quietos los realistas ni quienes -aunque no siendo realistas- se oponían a los porteños y a la hegemonía de Buenos Aires en el Río de la Plata. En Montevideo, el comandante de plaza se ponía en contacto con Velasco, para condenar a la Junta y proclamar su lealtad al Consejo de la Regencia española. 23

En Córdoba, Santiago Liniers se valía de su prestigio de ex virrey para detener la influencia de Buenos Aires y los criollos. En el Paraguay, los adversarios de los criollos porteños consolidaban su influencia. Velasco no esperó hasta el 24 de julio, día del inicio del cabildo abierto de Asunción, para emplear todo su poder para ganar adherentes a la Regencia -obviamente, él y demás gachupines temían la orientación antiespañola del movimiento porteño-. Los efectos de la misión de Espínola se sentían en toda la provincia, incluso entre los paraguayos que abrigaban resentimientos contra los gachupines. Para mediados de julio, llegaron al Paraguay noticias frescas sobre la Regencia y la situación de España a través de una carta personal remitida al obispo; para entonces, ya resultaba evidente que la provincia no se dejaría llevar al partido porteño debido a las amenazas de Buenos Aires. 24

En el congreso de julio de 1810 ochenta y siete por ciento de los participantes eran vecinos de Asunción, así que los intereses de los comerciantes españoles de la ciudad estaban fuertemente representados. El congreso proclamó su lealtad a la Regencia de España, por considerarla representante legítima de Fernando VII. Pero también decidió mantener "armoniosa correspondencia y fraternal amistad" con la Junta de Buenos Aires, cuya autoridad no reconocía. A causa de la información proveniente de Buenos Aires, de que los portugueses podían aprovechar el estado de cosas incierto del Río de la Plata para iniciar acciones agresivas, se formó una Junta de Guerra y se tomaron todas las medidas necesarias para enfrentar una agresión lusitana; 25 aunque no se lo dijera, también para prever una agresión porteña, que no podía descartarse debido a la ambigua relación del Paraguay con Buenos Aires.

Después de aprobarse esas resoluciones, todos los participantes juraron lealtad a la Regencia y se ordenó que los funcionarios del interior hicieran lo mismo. 26 El temor de los paraguayos a participar en conflictos militares fuera de la provincia y el recelo de los gachupines contra las ambiciones criollas demostradas por Buenos Aires unieron en el Paraguay a dos grupos muy distintos. Además, el gobernador Velasco demostró dotes de liderazgo capaces de sobreponerse a cualquier conato de división en el Paraguay. Hechos posteriores demostrarían que aquella comunidad de intereses no podría sobrevivir al rechazo de una invasión extranjera, que permitiría a los paraguayos alcanzar su propósito y dejaría a los españoles en una situación desventajosa -como la inmediatamente posterior a la revuelta de Buenos Aires-.

El congreso declaró su lealtad a España a causa de la intensa presión del gobernador, el Cabildo de Asunción y los altos dignatarios de la Iglesia. Los paraguayos aceptaron mayoritariamente la declaración como muestra de su desconfianza de Buenos Aires. Desde el punto de vista político, los provincianos aún no habían llegado al punto de declararse formalmente leales a Fernando VII pero de hecho independiente de España y del dominio español. En 1810 hubo pocos casos de agitación porteñista; los partidarios de Buenos Aires eran mayormente porteños residentes en el Paraguay. En Asunción se ofició un Tedeum en celebración del desarrollo del congreso .y Velasco, a través de la Junta de Guerra autorizada por el congreso, comenzó al punto los preparativos para la defensa de la intendencia. En una proclama dirigida a todos los paraguayos, trató de despertar el sentimiento patriótico en toda la provincia; reclutó doscientos hombres para integrar la guarnición de Asunción; ordenó la formación de un ejército de cinco a seis mil hombres; aseguró a todos los hombres enrolados en el ejército que no serían tratados con rigor excesivo; negó la veracidad de los rumores difundidos a causa de Espínola; afirmó que ningún paraguayo prestaría servicio militar fuera de la provincia y manifestó que en caso de guerra él, Velasco, dirigiría personalmente las tropas en defensa del Paraguay y los derechos del rey. También se ordenó a todos los funcionarios civiles y eclesiásticos del Paraguay que predispusiesen a la gente del campo para la defensa de la tierra. Sólo después de tomarse todas esas disposiciones previas se informó a Buenos Aires sobre el resultado del congreso. 27

23.    Del comandante de la Plaza de Montevideo Joaquín de Soria al gobernador Velasco, Montevideo, 7 de julio de 1810, ANA, SH 211.

24.    Del Cabildo de Asunción a la Junta de Buenos Aires, Asunción, 17 de julio de 1810, en Registro Oficial de la República Argentina que comprende los documentos expedidos desde 1810 hasta 1873. I (BuenosAires,1879), 56. Del Cabildo de Asunción al obispo del Paraguay Fray Pedro García de Panés, Asunción, 17 de julio de 1810, en Archivo de la Curia Metropolitana de Asunción, Asunción, Paraguay; en adelante citado como ACMA.

25    El congreso había favorecido abiertamente a los gachupines; la Junta de Guerra era todavía más parcial. Su presidente era el propio gobernador; sus miembros, el coronel Pedro Gracia, los tenientes coroneles José Antonio Zavala y Delgadillo y Gregorio Tadeo de la Cerca, el sargento mayor Juan de la Cuesta, los capitulares del Cabildo y el ministro de Hacienda. En ausencia de Velasco, la presidencia de la Junta recaía en Pedro Gracia. Una de las funciones más importantes de la Junta era reunir armas para el ejército en formación, que pese a todo sólo podía estar muy pobremente equipado, pues había una tremenda escasez de armas largas (p. e., mosquetes). "Inventario General de Artillería, Montas, Municiones, Pertrechos y demás útiles para el servicio [...]". Pedro Fernández y Joaquín Rey, Asunción, 16 de marzo de 1810, en Fulgencio R. Moreno, Estudio sobre la Independencia del Paraguay. I (Asunción, H. Kraus, 1911): 233-237. Sobre las graves deficiencias de las fuerzas armadas del Paraguay, ver nota del Gobernador Velasco al Virrey Cisneros, Asunción, 16 de marzo de 1810 en Revista del Instituto Paraguayo, año II, tomo III, N° 15 (Asunción, 1899): 234-237.

26.Rafael Oddone, Esquema político del Paraguay (Buenos Aires, 1948), p. 69. Resolución del Congreso del Paraguay, Asunción, 24 de julio de 1810, ANA, SH 211. Con relación al congreso del 24 de julio de 1810, resulta interesante la opinión de Pedro Somellera, escrita unos cuarenta años después. Según Somellera, el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, el futuro dictador del Paraguay, había participado en el congreso, donde dijo que el poder español en América había caducado. Aunque sin duda era aquel el sentir de Francia, no tenemos otra prueba del hecho que los recuerdos de Somellera. O el doctor Francia no fue nombrado representante en el congreso, o no firmó sus diversas resoluciones, porque no existe ninguna prueba documental de aquella supuesta manifestación. Somellera, DAB, III, 325.

27.Bando del gobernador Velasco, Asunción, 24 de julio de 1810, ANA, SH 211. Del gobernador Velasco al obispo Panés, Asunción, 27 de julio de 1810 ALMA. Circular del gobernador Velasco, Asunción, 24 de julio de 1810, ANA, SH 212. Del Cabildo de Asunción a la Junta de Buenos Aires, Asunción, 27 de julio de 1810, en Registro oficial, l, 56.

 

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El fracaso de Espínola y la decisión del congreso paraguayo obligaron a Buenos Aires a evaluar de una manera más realista sus relaciones con el Paraguay. La euforia emergente de la deposición del virrey ya había desaparecido en la ciudad a causa de la amenaza de la reacción realista de Montevideo, dueña de una flota de guerra, (La flota realista con base en Montevideo dominaría los ríos hasta febrero de 1813, cuando fue vencida por José de San Martín en San Lorenzo. (N. del T)) y por la oposición realista de Córdoba y Alto Perú.

Las órdenes enviadas por la Junta a las autoridades del interior sólo se habían acatado a medias; su cumplimiento efectivo exigía el uso de las armas. Enfrentados a la reacción, algunos destacados dirigentes porteños asumieron una posición jacobina y exigieron la aplicación de medidas drásticas contra los enemigos de la revolución. Entre los exponentes de esta línea se encontraba Mariano Moreno, secretario de la Junta de Buenos Aires y uno de los primeros en proponer el empleo del terror para aplastar a la oposición. 28 La influencia de los intransigentes pronto se puso en evidencia: el ejército porteño enviado a Córdoba para controlar la ciudad capturó y ejecutó en forma sumaria a Santiago Liniers. El rápido despliegue de fuerzas sobre Córdoba fue una hábil maniobra de Buenos Aires, porque los funcionarios españoles del Río de la Plata, apenas informados de la rebelión de Buenos Aires, comenzaron a trazar el plan de aislar a Buenos Aires mediante la unión de todas las provincias opositoras, desde la Banda Oriental hasta el Paraguay, y desde Córdoba hasta el Alto Perú. Pero con la muerte de Liniers y la adhesión de Córdoba a Buenos Aires, los enemigos de los porteños perdieron la posibilidad de desarrollar operaciones conjuntas contra la ciudad portuaria. La oposición realista a Buenos Aires quedó aislada, y por lo tanto destinada a fracasar en el Río de la Plata.

Con Córdoba integrada al sistema revolucionario, Buenos Aires dirigió su atención hacia la Banda Oriental y el Paraguay. Considerando que Montevideo era una plaza demasiado fortificada para ser tomada por asalto, (Cartagena y Montevideo eran las ciudades hispánicas mejor defendidas de América del Sur. Además de estar amurallada (Buenos Aires no lo estaba), Montevideo contaba con una poderosa artillería, que le permitió resistir a los patriotas hasta mediados de 1814. (N. del T)) la Junta decidió enviar río arriba a uno de sus miembros, Manuel Belgrano, con un pequeño ejército para aplastar la resistencia paraguaya. Belgrano llegaría a convertirse en uno de los mayores dirigentes de la lucha por la independencia del Nuevo Mundo pero, durante su campaña paraguaya, aún no tenía experiencia en el manejo de las tropas y para colmo había recibido recursos insuficientes de Buenos Aires. 29 Tanto Belgrano como la Junta fueron engañados por el coronel Espínola; éste, al regresar de Asunción, les aseguró que un ejército reducido bastaría para vencer toda resistencia paraguaya al liderazgo porteño. Por eso se dejó sin efecto una decisión anterior de enviar a Belgrano con un ejército a la Banda Oriental y, el 22 de septiembre de 1810 se le ordenó asumir el comando de las tropas para marchar al Paraguay. 30 Era evidente la animadversión contra los españoles de la Junta, y en especial la de Mariano Moreno, quien redactó las primeras órdenes para Belgrano. El terror debía ser el recurso principal para la supresión efectiva de la resistencia realista en el Paraguay. En la primera redacción de las órdenes para Belgrano, se le autorizó a ejecutar al gobernador y al obispo, como a todos los que se le opusieran en el Paraguay. Pero Belgrano no cometió aquellas atrocidades, en parte porque se cambiaron las órdenes antes de entregárselas. 31 Sin embargo, el tenor de las mismas es significativo del sentimiento prevaleciente entre los criollos del Río de la Plata durante el movimiento de la Independencia. De todos modos, Belgrano no era un hombre predispuesto a cometer asesinatos militares de aquel género; este y otros aspectos de su personalidad le fueron de gran valor, pues le permitieron ganar simpatías políticas para sí mismo y para su causa en medio de la derrota militar.

La creación de un ejército de liberación no fue la única medida adoptada por la Junta porteña al enterarse de la oposición paraguaya: antes de designar a Belgrano, la Junta ordenó a los funcionarios de la zona ribereña que cortasen toda comunicación con el Paraguay. Los puertos de Santa Fe y Corrientes recibieron órdenes de no permitir ninguna comunicación con la provincia recalcitrante, y además se detuvieron todas las embarcaciones, mercaderías y pasajeros que pretendían entrar o salir del Paraguay. 32 Para septiembre de 1810, el teniente gobernador (Teniente gobernador se llamaba al funcionario superior de una ciudad que era cabeza de distrito. (N. del T)) de Corrientes había cumplido esas órdenes estrictamente: en los muelles de aquel puerto estaban detenidas numerosas embarcaciones de procedencia paraguaya. Al mismo tiempo, la Junta trató de cortar también la comunicación por tierra ordenando a un subordinado de Velasco en Misiones que reconociera la autoridad porteña; el subordinado, coronel Tomás de Rocamora, lo hizo prontamente y con eso se convirtió en una seria molesta para Velasco.33 Rocamora también suministró a Buenos Aires gran parte de la información militar disponible sobre los planes del Paraguay.

29.Hay varios libros buenos sobre Manuel Belgrano, pero el mejor sigue siendo el del Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia argentina (Buenos Aires, 1947). En cuanto a la relación de Mitre con el Paraguay en los años 1810 y 1811, una buena fuente es Museo Mitre, Documentos del Archivo de Belgrano (Buenos Aires: 1914), III.

30. De la Junta de Buenos Aires a Manuel Belgrano, Buenos Aires, 22 de septiembre de 1810, en DAB, III, 94.

31. Instrucciones secretas a Manuel Belgrano dadas por la Junta de Buenos Aires y redactadas por Mariano Moreno, 22 de septiembre de 1810 en Enrique Ruiz Guiñazú, Epifanía de la libertad: Documentos secretos de la revolución de mayo (Buenos Aires: 1952), pp. 373-374.

32. De la Junta de Buenos Aires a los tenientes gobernadores de Santa Fe y Corrientes, el capitán de Puerto de las Conchas, el administrador de Aduana y el comandante del Resguardo, Buenos Aires, 11 de agosto de 1810, en Registro oficial, I, 63.

33.    De la Junta de Buenos Aires al coronel Rocamora de Misiones, Buenos Aires, 13 de agosto de 1810, en Registro oficial, I, 67. Al mes de haberse asegurado la cooperación de Rocamora, la Junta de Buenos Aires decretó la separación de las Misiones de la jurisdicción del Paraguay. De la Junta de Buenos Aires al coronel Rocamora, 16 de septiembre de 1810, en Registro oficial, I, 75.

 

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La política porteña de aislamiento hizo que el Paraguay aumentara sus actividades defensivas. El obispo Pedro García de Panés, llegado de España al Paraguay en 1809, colaboró plenamente con el gobernador y el Cabildo asunceno. Panés exhortó a todos los sacerdotes y curas doctrinarios de su diócesis (Por entonces, todo el Paraguay constituía una sola diócesis, por eso Panés era llamado el obispo del Paraguay. (N. del T.)) a apoyar al Consejo de Regencia de España y mantener a sus parroquianos leales a la Corona, llegando a comparar la lucha contra Buenos Aires con la defensa de la cristiandad. 34 El gobernador, ocupado de la defensa material de la provincia, ordenó que se reparasen gratuitamente todas las armas pertenecientes a las personas particulares y al Ejército; prohibió la venta de pólvora y concentró la artillería dispersa por el interior. Los urbanos, que conformaban un tipo de milicia irregular establecida por el Reglamento de 1801, (Curiosamente, fueron los urbanos de Curuguaty, mandados por Mauricio José Troche, quienes jugaron un rol decisivo en la noche asuncena del l.4 de mayo de 1811. (N. del T.)) fueron llamados a las armas y sé encomendaron responsabilidades importantes a los vecinos destacados pertenecientes a ese cuerpo. 35 Por oposición a lo sucedido en la provincia en emergencias anteriores, a nadie se exoneró del servicio militar. Los bastimentos se concentraron en Asunción, en una tentativa de equipar las crecidas fuerzas militares de la provincia, pero la escasez de armas de fuego era crítica, y los urbanos que se ejercitaban en el interior fueron alentados a armarse con lanzas y cuchillos. 36

Mientras preparaba la defensa de la provincia, el gobernador Velasco trató de asegurar la frontera del sur. Bien sabía él que su subordinado de las Misiones, Tomás de Rocamora, era partidario de Buenos Aires, pero durante julio y agosto de 1870 nada hizo para inquietar al subordinado que, en forma insistente, pedía a Buenos Aires ayuda para defenderse de los paraguayos y de los portugueses, quienes efectuaban reconocimientos a lo largo de la costa del río Uruguay. Velasco quiso apoderarse de las armas y artillería de las Misiones tratando de convencer a Rocamora del peligro que corría el mismo Paraguay. (*Es decir, el territorio situado al norte del río Paraná. Rocamora estaba en territorio de las actuales Misiones argentinas. (N. del T)) Rocamora no se dejó engañar; redobló sus pedidos de ayuda a Buenos Aires, porque Velasco podía vencer fácilmente cualquier resistencia en las desmoralizadas Misiones indígenas y demoró a Velasco diciéndole que la artillería y armamento de las Misiones estaban en tal mal estado, que no podían enviarse a Asunción. 37

Para fines de agosto, Velasco se cansó de aquellas mentiras corteses y, acompañado de un reducido contingente de caballería, fue a las Misiones para confiscar todas las armas que pudo encontrar. En la ocasión recibió esta promesa de los administradores de las Misiones situadas al norte del Paraná: ellos se mantendrían leales al Paraguay y no a Buenos Aires. Una promesa por lo general cumplida, por oposición a las de las Misiones situadas entre el Paraná y el Uruguay, donde las lealtades cambiaban con frecuencia. Rocamora quedo indignado con el proceder de Velasco pero, como carecía de medios para enfrentarse a los paraguayos, se trasladó a Yapeyú (sobre el río Uruguay), donde se dedicó a hacer llegar sus quejas a Buenos Aires y a tratar de impedir las comunicaciones entre Asunción y Montevideo. 38

Durante la ausencia de Velasco, el coronel Pedro Gracia asumió el mando militar en Asunción. Era Gracia un oficial competente, pero mucho menos querido que Velasco, a causa del trato duro que daba a sus subordinados. Gracia siguió exigiendo el envío de bastimentos desde el campo; aumentó el enrolamiento en la milicia; dictó severos castigos para los desertores (que no eran muchos), e hizo saber que no toleraría ninguna oposición a la defensa del Paraguay. El comandante interino creía que en la provincia existían ciertos individuos "que intentan ayudar a aquellos con el depravado designio de hostilizar esta provincia y que perturbarán la paz de sus habitantes". 39

Pocos de aquellos individuos fueron arrestadas entonces (en los meses de septiembre y octubre), pero más tarde algunos partidarios de Buenos Aires o derrotistas declarados fueron arrestados  y confinados al alejado puesto norteño de Fuerte Borbón. (Hoy Fuerte Olimpo) 40 Sin embargo, las medidas de rigor de Velasco y Gracia fueron aceptadas por la gran mayoría porque, para septiembre de 1810, todos los paraguayos advertían que debían defender su tierra. Informadas de las medidas que Buenos Aires había tomado contra su provincia y seguras de que ningún paisano iba a prestar servicio militar fuera de sus fronteras, las masas paraguayas mostraron el patriotismo colectivo y resignado tan propio de la historia nacional. En agosto, una circular de Buenos Aires hizo llegar el ultimátum: por última vez, se ordenaba al Paraguay enviar sus representantes a Buenos Aires; caso contrario, los funcionarios de la provincia correrían la suerte de Santiago Liniers (Córdoba era un ejemplo para quienes desafiaban la autoridad de Buenos Aires). 41 El ultimátum fue rechazado. En una declaración conjunta, el gobernador y el Cabildo de Asunción proclamaron que el Paraguay lucharía por los derechos de la Corona representados por la Regencia de España y "si es necesario morir, moriremos en nuestro país, en su defensa y en defensa de los derechos de nuestro amado Rey, y no por la Junta de Buenos Aires, quien nos desprecia ignorando la fidelidad y el valor paraguayos". 42

Poco después de lanzarse la proclama, y a instancia de los vecinos, Velasco autorizó a Gracia a censurar y confiscar toda correspondencia enviada o recibida de Buenos Aires. 43

Mientras se efectuaban los aprestos paraguayos, Buenos Aires efectuaba los suyos. Hubo varias tentativas porteñas de dividir y soliviantar a los paraguayos. Un miembro de la Junta bonaerense, que tenía amigos en el Paraguay, se comunicaba con ellos en secreto; así llegaron a formarse, en la provincia del norte, algunos reducidos grupos de desafectos al régimen de Asunción. 44

También Belgrano intentó sublevar a los paraguayos contra Velasco; las actividades subversivas del emisario porteño comenzaron en septiembre de 1810, cuando marchaba con dirección al Paraguay. Sin embargo, ni Belgrano ni sus colegas de la Junta lograron provocar ninguna forma significativa de oposición contra el gobernador en el transcurso de aquel año. Creyendo quizás que una segunda misión del tipo de la de Espínola pudiera tener éxito, la Junta envió al Paraguay a otro emisario, Juan Francisco Arias. Arias era conocido en el Paraguay, y se creyó que pudiera suscitar oposición contra Velasco. El emisario se dirigió a las Misiones y, viendo cerrada la frontera paraguaya, siguió viaje a Corrientes. Después de cruzar el. Paraná en el territorio de Curupayty, entonces controlado por Corrientes, Arias encontró una persona dispuesta a entregar cartas al coronel José Antonio de Zavala y Delgadillo y a Fulgencio Yegros, (José Antonio de Zavala y Delgadillo fundó Fuerte Borbón. Era padre de Petrona Zavala (pretendida del doctor Francia) y marido de Josefa Rodríguez Peña, hermana de los políticos argentinos Saturnino y Nicolás Rodríguez Peña. Fulgencio Yegros, futuro presidente de la Junta revolucionaria del Paraguay, tenía entonces treinta años y gozaba de la confianza de Velasco. (N. del T.)) oficiales de la milicia local. Aquellas cartas explicaban el propósito de la misión Arias y proponían la unidad de los americanos contra los españoles. Al regresar a Corrientes, Arias vio que la ciudad estaba bajo el ataque de una flotilla naval comandada por el propio Zavala y Delgadillo, y consideró prudente regresar a Buenos Aires, donde informó del fracaso de su misión. 45

 

34.Del cura doctrinario de San Ignacio Guazú Roque Antonio Céspedes a los parroquianos, San Ignacio Guazú, 27 de agosto de 1810, GMC. Pastoral del obispo Panés, Asunción. 13 de octubre de 1810, GMC.

35.Bando de Velasco, Asunción, 30 de julio de 1810, ANA, SH 211.

36.Bando del gobernador Velasco, Asunción, 30 de julio de 1810, ANA, SH 211. Del gobernador Velasco a los comisionados de Costa Arriba, Asunción, 28 de julio de 1810, ANA, SH 212. Circular del gobernador Velasco, Asunción, 1 de agosto de 1810, ANA, SH 212. Del coronel Pedro Gracia a Díaz Moreno, Asunción, agosto de 1810, ANA, SH 212.

37.Del gobernador Velasco al coronel Rocamora de las Misiones, Asunción, 7 de agosto de 1810, en DAB, III, 86. De Rocamora al gobernador Velasco, Yapeyú, 15 de agosto de 1810, en DAB, III, 86-87.

38.Del coronel Rocamora a la Junta de Buenos Aires, Yapeyú, dos cartas del 15 de septiembre de 1810, en DAB, III, 81-85 y 87-90 respectivamente.

39.Del coronel Pedro Gracia al comandante de Ñeembucú, Asunción, 2<5 de agosto de 1810, ANA, SH 212.

40. Ver "Proceso a porteñistas," Velasco, Asunción, 20 de diciembre de 1810 en "Documentos de la Independencia", Historia Paraguaya. Anuario del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, 3 (1958), pp. 151-152.

41. Circular de la Junta de Buenos Aires al gobernador, obispo y Cabildo de Asunción, Buenos Aires, 19 de agosto de 1810, GMC.

42. Proclama del Gobierno y Cabildo de Asunción sobre la Junta de Buenos Aires, Asunción, 11 de septiembre de 1810, ANA, SH 211.

43. Del gobernador Velasco al coronel Gracia, Cuartel General de Candelaria, 15 de septiembre de 1.810, ANA, SH 212.

44. Julio César Chaves, Castelli: El adalid de mayo (2ª ed., Buenos Aires: 1957), pp. 165-166.

45.    Julio César Chaves, "Dos misiones de la Junta en los primeros días de la revolución (misiones Arias y Agüero al Paraguay)", en Academia Nacional de la Historia, 77 Congreso Internacional de la Historia de América (Buenos Aires: 1938),iV 151-154.

 

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A fines de 1810, la Junta de Buenos Aires decidió mandan un último emisario al Paraguay, aunque Belgrano ya había sido nombrado comandante del ejército libertador. Francisco Agüero, nacido en el Paraguay pero entonces residente en Buenos Aires, recibió el encargo de regresar a Asunción para allí emprender una campaña de agitación contra el Velasco y el obispo, a quienes Buenos Aires consideraba sus enemigos más peligrosos. Agüero pasó por el campamento de Belgrano en Santa Fe y llegó a Asunción, llevando car-  tas para el coronel Pedro Gracia y el teniente coronel Tadeo de la Cerda. La misión terminó en el más completo fracaso, con el arresto y apresamiento de Agüero. 46

La posibilidad de que la Junta de Buenos Aires contara con aliados en la provincia y pudiera enviar representantes conocidos por los vecinos importantes de Asunción no debe sorprender. Muchos paraguayos de nota tenían estrechas relaciones comerciales con los porteños; los porteños residentes en la provincia tenían a menudo influencia en el comercio ribereño entre Asunción y Buenos Aires; los oficiales de la milicia habían prestado servicio juntamente con sus colegas bonaerenses durante las invasiones inglesas y entre los religiosos de la provincia había hombres que, sin ser paraguayos, eran americanos de orientación liberal y predispuestos a la lucha contra España. Sin embargo, nunca llegó a manifestarse ninguna simpatía por la causa porteña entre los campesinos paraguayos. Las personas arrestadas a causa de su porteñismo real o supuesto fueron por lo general individuos cultos, de buena posición social y porteños asentados en el Paraguay, cuyo número era inferior al de los gachupines y, probablemente, de influencia mucho menor. Unos pocos paraguayos fueron arrestados por su orientación porteñista por el gobernador, pero se trataba de personas de relevancia menor en la provincia y ninguno de ellos pertenecía a la clase campesina.

Sólo posteriormente, cuando los paraguayos ya tenían el control de su provincia a causa de la revolución de mayo de 1811, se dio un debate significativo sobre las ventajas de la asociación con Buenos Aires. Se sabe poco de la influencia que tuvieron los porteños residentes en el Paraguay sobre las ideas locales. Sin duda, aquellos eran enemigos de los gachupines, se sentían orgullosos de ser americanos y preconizaban el comercio libre, pero para entonces ya un número considerable de paraguayos había tenido suficiente contacto con las ideas de los pensadores liberales del siglo XVIII y no necesitaban recibir lecciones de los porteños. De cualquier manera, las tentativas de los agentes porteños fueron infructuosas y ninguna subversión fomentada por Buenos Aires obtuvo resultados de peso. Las armas sellarían el destino del Paraguay pero, antes de que el ejército de Manuel Belgrano pudiera marchar al Paraguay, el Paraguay tomó la iniciativa.

Desde la era de los comuneros, los paraguayos resentían la ocupación de la zona de Curupayty por los correntinos. 47 Debido a las posibles hostilidades entre Buenos Aires y Asunción, la ocupación correntina de aquel posible punto de desembarco amenazaba la seguridad paraguaya, puesto que Corrientes se había adherido a Buenos Aires después de la revolución de mayo. El teniente gobernador de Corrientes había cumplido fielmente las órdenes porteñas de detener todo cargamento destinado al Paraguay o procedente de aquel punto. La amenaza planteada por aquella avanzada correntina y la detención de embarcaciones de importancia vital para el comercio de la provincia alarmaban a las autoridades de Asunción, quienes para fines de agosto ordenaron el oficial de milicia Fulgencio Yegros que efectuara reconocimientos en la región de Curupayty, prestando atención al Paso de Itatí sobre el Paraná. 48 A Yegros se le encomendó un contingente reducido porque, en un primer momento, Asunción no consideró la posibilidad de emprender hostilidades. A mediados de septiembre de 1810, Velasco autorizó el envío de una flotilla naval para garantizar la seguridad de las embarcaciones paraguayas retenidas en Corrientes, dando además órdenes de ocupar el área de Curupayty, en vez de limitarse a observar las actividades de los correntinos. La autorización aceleró los preparativos de una expedición fluvial, cuyo comandante sería el coronel José Antonio de Zavala y Delgadillo. Zavala recibió órdenes de seguir hasta Corrientes después de detenerse en Ñeembucú para conferenciar con las autoridades locales sobre las defensas de Corrientes. Se le advirtió de que debía utilizar la fuerza sólo en el caso de que las autoridades correntinos se negaran a devolver las embarcaciones paraguayas detenidas. Además, se le concedieron facultades discrecionales para decidir si debía proseguir su navegación en caso de que las embarcaciones de carga se hubiesen llevado río abajo. 49

Mientras se preparaba la expedición de Zavala, Fulgencio Yegros salió de Ñeembucú para incursionar en la zona de Curupayty. Desde allí informó, a fines de septiembre y erradamente, que la guarnición de Curupayty era por entonces demasiado fuerte para poder tomarla con los hombres bajo su mando, aconsejando al mismo tiempo que se expulsara a los correntinos del área.50 Antes de que el informe de Yegros llegara a Asunción, Pedro Gracia autorizó a Zavala y Delgadillo a decir a Yegros que ya podía comenzar la ofensiva contra los correntinos del norte del Paraná, para luego establecer guarniciones en la zona y quedar como jefe de las mismas. Antes de que la flota de Zavala llegara frente a Corrientes, un pequeño destacamento desprendido de las fuerzas de Yegros y de Ñeembucú asaltó Curupayty, capturó a sus ocupantes, se apoderó de sus bastimentos y posteriormente operó en forma conjunta con Yegros, quien operaba en la frontera del Paraná. Como enfrentó muy poca o ninguna resistencia, Yegros pudo consolidar en poco tiempo la autoridad paraguaya sobre aquella zona. 51 Ya todo el territorio situado al norte del Paraná era paraguayo y destinado a permanecer bajo el mismo dominio.

Mientras tanto, la expedición paraguaya llegaba frente al puerto de Corrientes el 1º de octubre de 1810. No se trataba de una flota considerable ni llevaba a bordo muchos soldados; sin embargo, Corrientes no podía resistirla, porque se encontraba falta de armas y de soldados. El nuevo teniente gobernador, Elías Galván, advirtió que no tenía medios para enfrentar a los paraguayos. En una nota enviada al Cabildo de Corrientes, Zavala exigió la inmediata libertad de todos los paraguayos, con sus bienes y sus embarcaciones. El Cabildo pasó la nota a Galván, a quien Zavala concedió tres horas de plazo para responderla. Huelga decir que, enfrentado a la posibilidad del bombardeo y ocupación de la ciudad, el teniente gobernador se plegó a todas las exigencias, manifestando que no abrigaba intenciones hostiles contra el Paraguay y que sólo había cumplido las órdenes recibidas de Buenos Aires. 52

Corrientes sufrió muy poco y la mayoría de los soldados paraguayos no llegaron a poner los pies en la ciudad. Sin embargo, aquel fue un duro golpe al orgullo de los correntinos y una de las razones de que, en el futuro inmediato, ellos apoyaran plenamente a Belgrano. Por su parte, los paraguayos regresaron prontamente a Asunción con las embarcaciones recuperadas, después de dejar algunos hombres para defender los pasos del Paraná. Mientras tanto, a despecho de las protestas del teniente gobernador Galván, Fulgencio Yegros siguió consolidando la autoridad paraguaya sobre Curupayty. 53

Yegros recibió plenos poderes como jefe militar de la zona y aparentemente los usó con moderación. Los superiores quedaron complacidos con Yegros, joven oficial de milicia llamado a ocupar importantes posiciones después de haber demostrado su capacidad militar de nuevo.

Mientras preparaba la expedición a Corrientes, el gobernador Velasco tomaba todas las medidas necesarias para agrupar a sus fuerzas en previsión a una invasión porteña. Para octubre ya estaba informado de la marcha de la expedición de Belgrano, pero incluso anteriormente trató de cubrirse las espaldas estableciendo mejores relaciones con los portugueses.

 

46.Chaves, "Dos misiones de la Junta", pp. 154-156. De la Junta de Buenos Aires a Juan Francisco Agüero, Buenos Aires, 27 de septiembre de 1810, en Registro oficial I, 75-76.

47.La provincia del Paraguay fue despojada de Curupayty como castigo por la Revolución de los Comuneros. Así Curupayty pasó a formar parte de Corrientes.

48.Del coronel Gracia al capitán Fulgencio Yegros, Asunción, 29 de agosto de 1810, ANA, SH 212.

49.Del coronel Gracia al coronel José Antonio Zavala y Delgadillo, Asunción, 29 de agosto de 1810, ANA, SH 211.

50. Del capitán Fulgencio Yegros al gobernador Velasco, Arroyo Hondo, 22 de septiembre de 1810, ANA, SH 360.

51. Del coronel Gracia al coronel Zavala y Delgadillo, Asunción, 22 de septiembre de 1810, en Ánjel Justiano Carranza, Campañas navales de la República Argentina (Buenos Aires: 1914), I, 216. Del comandante Jayme Ferrer de Ñeembucú al coronel Gracia, Ñeembucú, 29 de septiembre de 1810, en Fulgencio R. Moreno, Estudio sobre la independencia del Paraguay. I (Asunción, 1911), pp. 242-243. Del capitán Fulgencio Yegros al coronel Gracia, Curupayty, 6 de octubre de 1810, ANA, SH 371.

52.Del coronel Zavala y Delgadillo al Cabildo de Corrientes; de Zavala al teniente gobernador Elías Galván de Corrientes, y de Galván a Zavala, Corrientes, todas con fecha 1 de octubre de 1810, y en orden consecutivo, ANA, SH 211.

53.Del coronel Gracia al coronel Zavala y Delgadillo. Asunción, 2 de octubre de 1810, ANA, SH 212. Del capitán Fulgencio Yegros al coronel Gracia, Curupayty, 9 de octubre de 1810, incluyendo la carta del teniente gobernador Elías Galván a Fulgencio Yegros, Corrientes, 3 de octubre de 181.0, ANA, SH 371.

 

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Diego de Souza, capitán general de Río Grande del Sur, informó a Velasco en octubre que las maniobras de los subordinados de Souza se debían exclusivamente a la actitud poco amistosa de Tomás de Rocamora, el hombre de Buenos Aires, y no se dirigían en modo alguno contra el Paraguay. 54

Aunque los portugueses entonces sólo pensaran en fomentar sus propios intereses, no puede dudarse de la sinceridad de la nota de De Souza en respuesta a las inquietudes de Velasco porque -al menos en 1810- Río de Janeiro estuvo más interesado en la Banda Oriental que en las Misiones del Paraguay. En el intercambio de notas entre Souza y Velasco, el segundo llegó a pedir al primero, en 1811, que lo ayudara a rechazar las fuerzas de Belgrano. Aquella ayuda nunca se concretó, a causa de la confusión imperante en Río de Janeiro y de la prudencia de Souza. Sin embargo, la búsqueda de un acercamiento entre el Paraguay y los portugueses afectó decisivamente a la provincia y, como se verá, fue un factor importante en la destrucción de la autoridad española en el Paraguay. Es posible que Montevideo estuviera dispuesto a ayudar al Paraguay, ya que se habían establecido ciertas relaciones, aunque no muy estrechas, entre las dos ciudades para julio de 1810. 55

Aun así, resulta evidente que el peso mayor de la defensa habría de recaer sobre los paraguayos. No se escatimaron gastos, y las arcas de la Real Hacienda de Asunción, que se encontraban sorprendentemente llenas, fueron vaciadas liberalmente para que Velasco aprestara a la provincia; los gastos efectuados por el Gobierno en la defensa contra Belgrano se estimaron posteriormente en 100.000 pesos. 56

 

Para mediados de octubre los preparativos se encontraban muy avanzados. En todo el territorio paraguayo los sacerdotes exhortaban a los fieles a obedecer a los superiores en la defensa patriótica de la tierra. El Colegio de San Carlos fue convertido en cuartel perentoriamente; los hombres y los bastimentos corrían en dirección a Asunción.57 Otro estímulo a la moral paraguaya se dio en noviembre cuando el gobernador informó al Cabildo de Asunción que los oficiales reales de Montevideo le habían asegurado que un fuerte contingente realista de aquella ciudad se había enviado a la zona del río Uruguay para defender la frontera, y que las embarcaciones armadas de la marina española podían forzar el río Paraná en poco tiempo, llevando municiones a Asunción y obteniendo el control del sistema fluvial. 58 A causa de la buena noticia, el gobernador y el Cabildo decidieron enviar a Montevideo buques cargados de yerba y de tabaco, fortaleciendo así las economías de esas dos zonas de oposición a Buenos Aires. 59 Más adelante, en el mismo mes, Velasco anunció a la provincia que el destacamento de Montevideo había derrotado a las fuerzas de Belgrano en una dura batalla; que cuatro mil soldados realistas bajaban del Alto Perú para atacar a los rebeldes del Río de la Plata; que se habían recibido buenas noticias de España; que Chile había jurado fidelidad a la Regencia de España, y que una pronta llegada de la flota de Montevideo "nos haría dueños del río". 60 Una reducida fuerza defensiva se estacionó sobre la frontera del sur, con órdenes de demorar y confundir al invasor en el cruce del Paraná. Por entonces se detuvo a un emisario de Belgrano, quien fue llevado a Ñeembucú, y luego a Asunción, donde se lo puso en prisión; sus cartas dirigidas al gobernador, el obispo y el Cabildo se confiscaron. 61 Finalmente, en diciembre de 1810, Belgrano forzó sin dificultades el pasó del Paraná en las inmediaciones de Itapúa, sorprendiendo grandemente a Asunción. Las tropas se reunieron y, a fines de diciembre, Velasco dejó la capital con el plan de hacerse fuerte en el Paso del Tebicuary para enfrentar en ese punto a los porteños, plan similar al desarrollado unos ochenta y cinco años atrás por los Comuneros para enfrentar a los soldados realistas de los indios de las Misiones jesuíticas.

E1 29 de diciembre de 1810, antes de salir de la capital provincial, Velasco encomendó al Cabildo de Asunción la tarea de administrar la provincia durante su ausencia. 62 Aun constituyendo una medida extraordinaria en vista del modo del gobernar de Velasco, aquella transferencia de poder al Cabildo y no a un gobernador interino tenía sentido, porque el Cabildo se había revelado como el más ferviente partidario del realismo en el Paraguay. Desde la reunión de la primera Junta de Guerra, el Cabildo había cooperado con Velasco en la determinación de la estrategia a emplearse contra los porteños y la preparación de la defensa del Paraguay. La alianza de Velasco con el Cabildo debe explicarse por el deseo de lograr la unidad de los hombres importantes de la provincia para poder contar con su apoyo, pero produjo el efecto de hacer aparecer la lucha contra Buenos Aires como la lucha de los intereses mezquinos de los comerciantes y el Cabildo de Asunción, antes que como una sincera defensa de la Regencia española. Si uno quisiera determinar el momento en que Velasco perdió el control efectivo del gobierno de su intendencia, debe situarlo en el momento de aquella transferencia de poder provisoria. De cualquier manera, el ejército paraguayo salió de Asunción en los últimos días de 1810. El plan de Velasco de organizar la defensa sobre el Paso del Tebicuary se vio frustrado por lo inadecuado de sus medios de transporte, la inexperiencia de sus soldados y la rapidez de los desplazamientos de Belgrano. Por eso el Gobernador decidió tomar posición en Paraguay, un pueblo situado a unos noventa kilómetros al sudeste de Asunción, a la entrada de las Cordilleras. Allí estableció su cuartel general, estacionó su ejército y esperó a los porteños. 63

 

55. Del comandante de la plaza de Montevideo Joaquín de Soria al gobernador Velasco, Montevideo, 27 de julio de 1810, en Archivo Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuadernación, volumen 1794; en adelante citada como ANA, NE. Posteriormente, las autoridades de Montevideo iban a calcular que habían gastado como mínimo 30.000 pesos de los fondos de la ciudad para defender al Paraguay. Del virrey Javier de Elío al ministro del Despacho de Estado, Montevideo, 13 de mayo de 1811, en Hugo D. Barbagelata, Amigas y la revolución americana (París: 1914), 292-296.

56. Del capitán Pedro Juan Caballero al juez diputado de comercio Francisco de Haedo, Asunción, 12 de junio de 1811, CRB I-30, 24, 48.

57.Circular del obispo Panés de Asunción a todas las parroquias, Asunción, 13 de octubre de 1810, GMC. Del gobernador Velasco al rector del Real Colegio de San Carlos, Asunción, 16 de octubre de 1810, ANA, SH 212.

58.Circular del gobernador Velasco, Asunción, 30 de noviembre de 1810, CRB I29, 22., 3.

59.Del gobernador Velasco al Cabildo de Asunción, Asunción, 2 de noviembre de 1810, ANA, SH 212.

60.Circular del gobernador Velasco, Asunción, 30 de noviembre de 1810, CRB I29, 22, 3

61.Del capitán Fulgencio Yegros al gobernador Velasco, Curupayty, 17 de diciembre de 1810, ANA, SH 371. Manuel Belgrano, "Expedición al Paraguay", DAB, III, 277-279.

*El viejo camino jesuítico seguía siendo una vía forzada de acceso a Asunción desde el sur, y seguiría siéndolo por mucho tiempo más. (N. del T)

62. Del gobernador Velasco al Cabildo de Asunción, Asunción, 24 de diciembre de 1810, CRB I-29, 21, 34.

63.Del gobernador Velasco al gobernador de la plaza de Montevideo Gaspar Vigodet, Yaguarón, 28 de enero de 1811, GMC.

 

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Mientras el Paraguay tomaba sus disposiciones, el general Belgrano tomaba las suyas. La mayor parte de su pequeño contingente se había reunido en la Bajada del Paraná, (Hoy llamada Paraná, capital de la provincia argentina de Entre Ríos. (N. del T.)) frente a Santa Fe. Eran unos mil hombres, distribuidos proporcionadamente entre caballería e infantería, con seis piezas de artillería ligeras. Ninguno de ellos tenía suficiente entrenamiento militar, ni tampoco el general Belgrano tenía gran experiencia militar. Sin embargo, aquel general advirtió que su campaña debía ser de naturaleza mayormente política, porque el coronel Espínola había asegurado a la Junta porteña que doscientos soldados bastarían para superar las defensas del Paraguay. Bajo las órdenes de Belgrano había varios paraguayos, entre los cuales se contaban el hijo de Espínola y José Ildefonso Machaín, el lugarteniente de Belgrano que había combatido en España. El comandante esperaba utilizar los conocimientos que aquellos paraguayos tenían de su tierra y sus compatriotas para ahorrar el uso de la fuerza durante su estadía en el Paraguay. En su marcha hacia el norte, aquel contingente se vio engrosado con pequeños destacamentos desprendidos de la milicia de Entre Ríos y Corrientes. 64

En la Bajada, Belgrano cruzó el Paraná para proseguir la marcha al norte por la margen oriental del río, hostigado por el tiempo lluvioso y la deficiencia de los caminos. En los primeros trechos de la marcha destacó un pequeño contingente para prevenir cualquier ataque de Montevideo en la costa del río Uruguay, pero pronto advirtió que no debía dividirse y ordenó el regreso del destacamento al grueso del ejército, y luego siguió camino por el territorio de Corrientes. La marcha al norte puso en evidencia las deficiencias del ejército, que pronto sintió la falta de provisiones, pero la energía de Belgrano se sobrepuso a las penurias, y logró que sus hombres bordearan la laguna Ibera y marchase hacia Candelaria. Al pasar por el sur de Corrientes, Belgrano ordenó al teniente gobernador de la zona que cubriera los pasos situados cerca de la confluencia de los ríos Paraguay y Paraná, para engañar a los paraguayos acerca de su rumbo verdadero. La orden se cumplió y los correntinos colaboraron con Belgrano aprovisionando el ejército, dándole guías y sirviendo como tropas auxiliares. Belgrano luego giró para el nordeste, para establecerse en Candelaria y dominar las Misiones situadas al sur del Paraná. 65

Prosiguiendo para el norte, el comandante porteño lanzó varias proclamas para ganar adherentes a la causa criolla en la campaña. Belgrano hacía hincapié en la naturaleza americana de la lucha contra la reacción gachupina y -mediante sus proclamas- se propuso reorganizar el campo en una forma más justa y eficiente de gobierno. 66

Formó apresuradamente un sistema de inteligencia y envió espías como avanzada del ejército, porque entonces conocía muy poco del Paraguay. Luego, en una tentativa de evitar el derramamiento de sangre y ganarse la provincia pacíficamente, envió por el camino de Ñeembucú a su secretario personal, Ignacio Warnes, a tratar con las autoridades del Paraguay. Warnes llevaba cartas para el gobernador, el obispo y el Cabildo de Asunción; en ellas se explicaba la postura porteña, se hacía un llamamiento a la unidad frente a la crisis de España, se reiteraba la lealtad a Fernando VII (con el propósito solapado de crear división entre los paraguayos) y se amenazaba a la provincia con el poder del ejército de Buenos Aires en caso de iniciarse las actividades. Como se mencionó anteriormente, Warnes fue arrestado en Ñeembucú por Fulgencio Yegros y Belgrano no recibió respuestas. 67 Al enterarse del arresto, el comandante porteño quedó indignado por la violación de las leyes de la guerra y consideró necesario cruzar el Paraná sin demora.

Después de tratar infructuosamente de hacer llegar aun más cartas a los oficiales paraguayos por intermedio del comandante paraguayo de Itapúa (situada frente a Candelaria, en la orilla opuesta del Paraná), y de advertirle sobre las consecuencias de cualquier acción hostil contra las tropas porteñas, Belgrano lanzó otra proclama dirigida a sus propios soldados el 19 de diciembre de 1810. La moral de sus soldados se vio fortalecida con el cruce del Paraná, efectuado en esa misma noche, y casi sin encontrar ninguna resistencia; Itapúa fue ocupada prontamente. Los pocos soldados paraguayos de la guarnición de Itapúa huyeron para el norte, perseguidos por la caballería de Belgrano.68 Sin embargo, las dificultades del terreno y el mal tiempo impidieron que la persecución fuese efectiva, y Belgrano decidió permanecer por algún tiempo en Itapúa, esperando refuerzos del coronel Rocamora de las Misiones. En aquel momento, los indios misioneros tenían por entonces poco o ningún espíritu militar, así que Rocamora no pudo enviar grandes refuerzos a Belgrano. Sin perder tiempo, Belgrano reorganizó sus fuerzas y se preparó para marchar hacia Asunción. Por última vez trató de persuadir a los paraguayos con su proclama del 30 de diciembre de 1810, en la que les manifestaba:

Vengo como representante de la excelentísima Junta provisional gubernativa, que en nombre de Su Majestad don Fernando VII gobierna las Provincias del Río de la Plata, y como General en Jefe del ejército que, oídos vuestros clamores, ha sido encomendada de liberaros de la opresión que experimentáis y reponeros en vuestros derechos, con el fin de asegurar la tranquilidad, la pacificación y goce de vuestra propiedad y todas las libertades que os habían sido dadas en el pasado, remover todos los obstáculos que hasta ahora os han impedido adquirir el grado de prosperidad otorgadas por la naturaleza y nuestras sabias leyes. Pero aquellos que os han gobernado no han querido que alcanzarais este grado de prosperidad -a despecho de la buena voluntad de los reyes-, porque han disfrutado de su comercio y monopolios a costa de vuestro sudor, y a causa de las intrigas con que se han valido hasta de sus parientes, amigos y comensales. Confiad ahora y pedid todo lo que pueda ser de utilidad y de provecho para asistir a vuestra provincia, y proponédmelo, porque cuento con facultades para ayudaron, puesto que la misma excelentísima Junta me las ha otorgado para que pueda proceder con la justicia que caracteriza dicha Junta y castigar a aquellos villanos -los hombres que no son de este país y han querido llevarnos a los desastres de una guerra civil-. 69

Luego, con la mayor audacia, Belgrano lanzó su caballería para capturar el paso del Tebicuary; como el grueso del ejército marchaba detrás de la caballería, se dieron algunas escaramuzas, pero nada sucedió que pudiera minar la confianza de los porteños. Sin embargo, a medida que avanzaban hacia el norte, aquellos soldados sólo encontraban pueblos desiertos, que ponían a saco inmediatamente; entonces Belgrano advirtió que se encontraba en territorio enemigo. A mediados de enero de 1811, al acercarse a las inmediaciones de Paraguay, Belgrano comprendió que, hasta aquel momento, la resistencia que había enfrentado había sido la de simples partidas de observación; también le llegaron informes de que le aguardaba una concentración de tropas cinco o seis veces superiores a las suyas. Con estrategia o sin ella, el gobernador Velasco había hecho que Belgrano se internara demasiado en un territorio hostil, para esperarlo en la estratégica llanura de Paraguay, (* En la llanura de Paraguarí la caballería paraguaya podía desplazarse libremente y emplear su superioridad numérica para rodear a las tropas porteñas; precisamente lo que sucedió en la batalla del 19 de enero de 1811. (N. del T)) donde el porteño debería enfrentar un ejército muy superior en número y cuyos planes desconocía. La posición de Belgrano era muy desventajosa y, para colmo, no le permitía recibir refuerzos. En esas condiciones, los porteños debieron dar la batalla que había de decidir la historia paraguaya de los próximos cincuenta años.

El 15 de enero de 1811 las tropas de Belgrano se encontraban acampadas en una colina de las cercanías de Paraguay llamada Cerro Mbaé (hoy Cerro Porteño) y al día siguiente todo el ejército paraguayo tomó posición en Paraguay y las inmediaciones del pueblo. El cuartel general de Velasco se encontraba en ese pueblo, defendido por urbanos y la infantería de la milicia. En el terreno elevado de los dos flancos del ejército paraguayo se encontraban los dos regimientos de caballería (las fuerzas mejor entrenadas y armadas de la provincia), bajo el mando del sargento mayor Juan Manuel Gamarra y el teniente coronel Manuel Atanasio Cabañas.

Los soldados porteños, inferiores en número pero mucho mejor armados, se encontraban a unas seis millas de los paraguayos; el 18 de enero, después de varios días de escaramuzas inefectivas, Belgrano conferenció con sus oficiales y resolvió atacar en la madrugada del día  siguiente. Sin que los porteños lo supieran, también Velasco decidió atacar el mismo día, irritado por los enfrentamientos estériles. 70

Al alba del 19 de enero de 1811, los paraguayos y porteños chocaron en el terreno abierto situado entre los dos campamentos. Después de un breve e intenso intercambio de fuego los porteños, mejor armados, avanzaron decididamente contra el centro del ejército de Velasco. Los mal armados urbanos paraguayos y la infantería se desmoralizaron en poco tiempo y huyeron desordenadamente, permitiendo que la caballería (y alguna infantería) de Belgrano explotara la victoria para destruir el centro del ejército enemigos. Los porteños irrumpieron en el pueblo de Paraguay, donde el gobernador Velasco y oficiales de su Estado Mayor, que estuvieron a punto de ser capturados, huyeron dejando en manos del enemigo su bagaje, saqueado por los aparentemente vencedores porteños. Velasco y muchos de los oficiales de su Estado Mayor no dejaron de correr hasta llegar a la Cordillera de los Naranjos, a considerable distancia de la retaguardia paraguaya. Otros fugitivos llegaron a Asunción, y sembraron el pánico en la ciudad al informarle sobre el revés militar. El Cabildo perdió toda autoridad, y los comerciantes ricos abordaron las embarcaciones del puerto con el propósito de huir río abajo. Los asuncenos pobres huyeron al campo. Se dio por seguro, por algún tiempo, que los porteños habían conquistado el Paraguay. 71

Sin embargo, la caballería paraguaya apostada en los flancos del ejército no se había desbandado y, tomando la iniciativa, cargó enérgicamente contra los flancos del enemigo, aprovechando que muchos porteños se dedicaban a saquear Paraguay. Los porteños, grandemente superados en número en los puntos de choque de los Flancos, se vieron en una situación muy apretada: a las ocho de la mañana, Belgrano decidió avanzar, desde su campamento, con las reservas para apoyar a las fuerzas más adelantadas. La situación del atacante empeoró cuando varios escuadrones de caballería, bajo el mando de Fulgencio Yegros, detuvieron el avance de las reservas de Belgrano, quien se vio obligado a ordenar la retirada. Reagrupando todos los soldados escapados de Paraguay, Belgrano regresó a su campamento y se retiró hacia el sur en forma ordenada, dejando ciento veintiséis prisioneros en poder de los paraguayos. Los muertos y heridos de ambos ejércitos fueron muy pocos, teniéndose en cuenta la duración de la batalla. 72

Sin duda, la batalla de Paraguay fue un hecho de gran importancia en el proceso de la Independencia paraguaya. Sin embargo, sería incorrecto atribuirle mucha relevancia desde el punto de vista estrictamente militar. Sin negar el gran valor personal demostrado por los combatientes, la batalla fue más bien la refriega confusa y desorganizada propia de las milicias poco ejercitadas y equipadas. Con todo, en aquel conflicto los soldados se mostraron por lo general superiores a sus respectivos comandantes. La caballería e infantería porteñas cargaron con admirable arrojo y, aun viéndose luego superadas en número, lucharon valerosamente en el pueblo de Paraguarí y sus alrededores. La caballería paraguaya conquistó la victoria para la provincia cuando sus jefes criollos no se dejaron amedrentar por la dispersión del centro. Luchando con los recursos propios del arma, y creyendo que el coronel Espínola se encontraba en las filas porteñas, los jinetes paraguayos presionaron con tenacidad los flancos del enemigo hasta dejar su vanguardia cortada de la retaguardia. En cuanto a los comandantes, uno puede compadecerlos. La fuga precipitada de Velasco convirtió al gobernador en sujeto de burla en toda la provincia y lo privó de todo el respeto hasta entonces disfrutado por él como general español de una manera brusca y definitiva. En realidad, resulta difícil comprender por qué huyó del campo de batalla del modo en que lo hizo, porque había demostrado dotes de buen soldado en guerras de España y luego en la defensa de Buenos Aires. Podemos suponer que su conducta en Paraguay se debió al pobre concepto que tenía del soldado paraguayo (tal como se lo había manifestado al virrey Cisneros) y que, al ver desbaratado el centro de su ejército, no pudo imaginar que sus tropas reaccionarían como reaccionaron. Por eso resulta sorprendente que la milicia paraguaya siguiera obedeciendo las órdenes de Velasco, pese a que el prestigio del comandante se hubiera perdido en la batalla de Paraguay. Quizás por hábito militar se conservó la obediencia, aún después de haberse perdido el respeto al superior. Por otra parte, mientras el enemigo siguiera en suelo paraguayo, hubiera sido inconducente reflexionar sobre el prestigio del gobernador; alguien debía ejercer él mando superior del ejército paraguayo. El peligro porteño, el hábito militar de la obediencia y quizás algún resto del antiguo afecto sentido por Velasco en la mayoría de los paraguayos hicieron que él pudiera conservar el poder después de enero de 1811. Sin embargo, la posición del gobernador debía cambiar drásticamente una vez que el Paraguay se encontrara a salvo de una agresión externa.

Por otro lado, el general Belgrano puede ser visto como un jugador audaz que se arriesgó y perdió la partida. En vísperas de la batalla se encontraba superado por el enemigo en una proporción de al menos cinco contra uno y no hubiera podido retirarse de la llanura de Paraguay sin dañar la moral de las tropas y quedar expuesto a un ataque por la retaguardia. También es cierto que él subestimó la capacidad de los paraguayos para luchar en su propia tierra (como la subestimaron argentinos de dos generaciones posteriores). Belgrano decidió confiar su suerte al éxito de un ataque. Aunque el ataque fracasó, estuvo suficientemente próximo a la victoria que se puede perdonar al comandante porteño por haber asumido el riesgo. Pero el error no se limitaba a la impericia militar del jefe porteño. Mucha de la culpa corresponde a la Junta de Buenos Aires (y por extensión al mismo Belgrano) por su apreciación errada de la resistencia paraguaya y el número de tropas necesitado para someter al Paraguay. Sin embargo, Belgrano fue derrotado, pero no destruido, en Paraguay. Con la tenacidad y fuerza de carácter que habían de convertirlo en un de los próceres de la Independencia argentina, fue capaz de reagrupar a sus tropas, abandonar el campo de batalla y retirarse ordenadamente con dirección al río Tebicuary y el sur. 73 Aun derrotados como estaban, los porteños seguían siendo peligrosos.

En el curso de su retirada, Belgrano recibió intimaciones de rendición; las rechazó y debió enfrentar algunos ataques menores de la caballería paraguaya. 74 Aquellos hostigamientos cesaron después del cruce del Tebicuary, y Belgrano decidió hacerse fuerte en un campo situado en la margen sureste de un pequeño afluente del Paraná, el Tacuarí. Allí esperó con impaciencia los refuerzos pedidos anteriormente al jefe de Misiones, Rocamora. Al mismo tiempo, Belgrano se afanó para levantar la moral de sus tropas y se puso en comunicación con Buenos Aires acerca de los posibles pasos a seguir.

Desde el pueblo de Yaguarón, donde estableció su cuartel general después de huir de Paraguay, Velasco ordenó a sus subordinados perseguir a Belgrano con tenacidad. Pero la infantería paragua ya debía reorganizarse después del desbande de Paraguay, y la caballería necesitaba caballos frescos. Después de reorganizar las tropas y reunir de nuevo al Estado Mayor (algunos huyeron a Asunción desde Paraguay), el gobernador ordenó a Cabañas que mar chara inmediatamente en persecución de Belgrano, llevando como avanzada dos escuadrones de caballería mandados por Fulgencio Yegros. Velasco estaba convencido de que, si no se lo expulsaba a la margen opuesta del Paraná, Belgrano regresaría para tratar de reconquistar la provincia. 75

La fuerza manada por Cabañas llegó a la margen noroeste del Tacuarí el 7 de marzo de 1811, colocándose frente al campamento de Belgrano situado al otro lado del río. Para entonces, Belgrano había levantado fortificaciones que consideraba suficientes, y recibido refuerzos: indios enviados por Rocamora y algunas compañías de caballería. Con fuerzas que se acercaban al millar de hombres, Belgrano reflexionaba sobre las medidas a tomar. Sintiéndose suficientemente preparado para cualquier emergencia, envió partidas a ocupar aldeas de las proximidades -una medida sumamente imprudente, pues debilitaba el ejército en vísperas de otra batalla-. 76

Desde la orilla opuesta del Tacuarí, los paraguayos se dedicaron a efectuar disparos de artillería contra las fortificaciones mientras Cabañas llevaba a cabo su excelente plan de ataque. En vez de cruzarse el río para atacar de frente el campamento de Belgrano, se construyó un puente más al norte, fuera de la vista de los porteños, con el propósito de cruzar el puente durante la noche y caer a la madrugada sobre el flanco derecho del adversario. Para encubrir la maniobra envolvente, la artillería situada al otro lado del río justo frente al campamento de Belgrano- debía hacer un nutrido fuego, mientras que, desde el sur, pequeñas embarcaciones paraguayas anilladas hostigaban la izquierda y el centro enemigos. El plan se puso en ejecución y, mientras se construía el puente sobre el Tacuarí, llegó otro destacamento paraguayo de aproximadamente 400 hombres bajo las órdenes de Juan Manuel Gamarra, aumentando así las fuerzas de Cabañas hasta un total de cerca de mil cuatrocientos hombres.

En la tarde de1 8 de marzo, las fuerzas paraguayas cruzaron el puente sobre el Tacuarí. Esa misma noche, después de abrirse paso por en medio de una tupida vegetación, tomaron posición frente a la derecha y la vanguardia de Belgrano, alistándose para atacar. Al alba del 9 de marzo, la columna de Cabañas asaltó el campo de Belgrano, en forma coordinada con el fuego de artillería divergente por tierra y por agua. Para proteger su propia retaguardia, Cabañas envió patrullas en dirección a Itapúa, en prevención de la posibilidad de verse sorprendido si Rocamora acudía con refuerzos en ayuda de Belgrano. Tomado por sorpresa mediante una maniobra de estrategia superior, Belgrano no pudo resistir el rápido y exitoso ataque paraguayo. Viendo su flanco derecho en grave peligro, el general porteño envió al mayor general José Machaín para reforzarlo y detener el avance paraguayo. Machaín se colocó en una situación ventajosa y bombardeó al enemigo, pero después de un fuerte intercambio de fuego se vio rodeado y cayó prisionero junto con unos ciento treinta soldados porteños. Aunque el desánimo comenzó a cundir en su campo, Belgrano formó sus tropas en semicírculo, detrás de su anterior posición, y enfrentó a las columnas de Cabañas que avanzaban. 77

En aquel punto, los atacantes enviaron un emisario para intimar rendición a Belgrano. Éste, aunque sintiéndose al borde de la derrota, replicó altivamente que las armas del rey Fernando VII nunca se rendían. 78 Al recibir aquella contestación, Cabañas dirigió sus columnas contra todos los puntos del campamento de Belgrano, dejándolo cercado por completo. Entonces Belgrano comenzó a quemar su correspondencia oficial y personal, para que no cayera en poder del enemigo, porque muchas de esas cartas eran de sus agentes en el Paraguay. Su situación era desesperada, pues se encontraba envuelto por la superior estrategia de Cabañas, y no podía revertirse la situación ni siquiera rechazando el inminente ataque enemigo, lo cual sólo hubiera podido postergar la inevitable derrota; por eso terminó izando la bandera blanca. Cabañas ordenó el cese del fuego y esperó al oficial enviado por Belgrano, quien llegó para pedir un armisticio, con la promesa de que el ejército porteño "abandonaría inmediatamente el territorio de la provincia y [...] nunca regresaría para empuñar las armas contra ellos [los paraguayos]". 79 Cabañas al punto ordenó una reunión de los oficiales paraguayos para considerar la propuesta y comprobó que la mayoría de sus subordinados eran partidarios de exigir términos más estrictos, como la entrega de todas las armas, municiones y bagaje. Sin embargo, por razones desconocidas -quizás mera magnanimidad y la alegría de ver la retirada de los invasores- Cabañas decidió permitir que el ejército de Buenos Aires se retirase con plenos honores militares, sin imponerle ninguna de las condiciones drásticas propuestas por los oficiales inferiores. Hacia el mediodía de 9 de marzo de 1811, el comandante paraguayo envió a Belgrano una nota de aceptación de la propuesta porteña, terminándose así la amenaza porteña contra el Paraguay. 80 En apariencia, el Paraguay permanecía fiel a España y la causa porteña sufrió un severo golpe. Paradójicamente, el final de la autoridad de España en el Paraguay fue una consecuencia directa de la derrota de Belgrano.

 

64. Existen numerosas investigaciones sobre la invasión del Paraguay por Belgrano. Entre las obras útiles sobre el punto se cuentan las de Bartolomé Mitre, la colección de documentos del Museo Mitre y el libro del coronel Luis Vittone; El Paraguay en la lucha por su independencia (Asunción: 1960).

65. El mejor análisis de la ruta tomada por Belgrano y las dificultades militares que debió afrontar su marcha al Paraná es el del mayor Leopoldo R. Ornstein, "La primera operación argentina de pasaje de río a viva fuerza", en Academia Nacional de la Historia, II congreso internacional de la historia de América (Buenos Aires: 1938), IV, 626-639, pássim.

66.Reglamento para la reforma de las Misiones, por Manuel Belgrano, Tacuarí, 30 de diciembre de 1810, GMC. De Belgrano al Cabildo de Asunción, costa sur del Paraná, 6 de diciembre de 1810, DAB, III, 133-135.

67.De Belgrano al Cabildo de Asunción, costa sur del Paraná, 6 de diciembre de 1810, DAB, 133-135. Del capitán Fulgencio Yegros al gobernador Velasco, Ñeembucú, 21 de diciembre de 1810, ANA, SH 396. De Manuel Belgrano a la Junta de Buenos Aires, Curuzú Cuatiá, 4 de enero de 1811, en Archivo General de la Nación (Buenos Aires, Argentina), X-3-2-#4; en adelante citado como AGN.

68.Del general Belgrano a su ejército, cerca de Itapúa, 19 de diciembre de 1810, DAB, III, 146-147. De Belgrano a la Junta de Buenos Aires, cerca de Itapúa, 19 de diciembre de 1810, DAB, III, 143-146.

69.De Belgrano a los habitantes del Paraguay, norte del Paraná, 30 de diciembre de 1810, DAB, III, 129.

70.    Vittone, pp. 53-66. Del gobernador Velasco al Cabildo de Asunción, Yaguarón, 27 de enero de 1811, ANA, SH 214. Del gobernador Velasco al gobernador de la plaza de Montevideo Gaspar Vigodet, Yaguarón, 28 de enero de 1811, GMC.

71.Del gobernador Velasco a Gaspar Vigodet, Yaguarón, 28 de enero de 1811, GMC. En su carta, Velasco trató de explicar la confusión de Asunción como una prueba de la lealtad de los paraguayos y quiso presentarla de una manera favorable. Sin embargo, como se verá más adelante, la conducta vergonzosa de muchos asuncenos prominentes indignó a los paraguayos, y en particular a los oficiales de la milicia. El mejor comentario sobre la sorprendente fuga del gobernador Velasco es el de Mary Monte de López Moreira, Ocaso del colonialismo español: el gobierno de Bernardo de Velasco y Huidobro, .su influencia en la formación del Estado paraguayo (1803-181 D)(Asunción, 2006): 254-255.

72.Vittone, pp. 54-61. Del gobernador Velasco al Cabildo de Asunción, Yaguarón, 27 de enero de 1811, ANA, SH 214.

73.Del general Velasco a la Junta de Buenos Aires, Ybycuí, 20 de enero de 1811, AGN X-3-2#4. Belgrano mostró su amargura al escribir en aquella carta que los paraguayos "serán eternamente esclavos y disfrutarán con ello".

74.Intimación paraguaya de rendición de Belgrano llevada al comandante porteño por Antonio Tomás Yegros, cerca del Tebicuary, 24 de enero de 1811, AGN X23-2#6. De Belgrano a Antonio Tomás Yegros, sur del Tebicuary, 25 de enero de 1811, AGN X-23-2-#6.

75.Del gobernador Velasco al sargento mayor Manuel Atanasio Cabañas, Yaguarón, 29 de enero de 1811, CRB I-30, 24, 55. Del gobernador Velasco al capitán Fulgencio Yegros, Yaguarón, 29 de enero de 1811, en El Orden, Asunción, 12 de marzo de 1931, y del gobernador Velasco a Cabañas, Yaguarón, 30 de enero de 1811, en El Orden, Asunción, 13 de marzo de 1931.

76.Vittone, pp. 67-72.

77.Vittone, pp. 74-86. Del general Manuel Belgrano a la Junta de Buenos Aires, Candelaria, 14 de marzo de 1811, en DAB, III, 190-194. De Belgrano a la Junta de Buenos Aires, Itapúa, 11 de marzo de 1811, DAB, III, 186-189. También es interesante un relato anónimo de la batalla, "Relación acerca de la batalla de Tacuarí", en Moreno, Estudio, pp. 245-252.

78.Del general Manuel Belgrano a la Junta de Buenos Aires, Itapúa, 11 de marzo de 1811, DAB, III, 186-189

79.Del sargento mayor Cabañas al general Belgrano, Tacuarí, 9 de marzo de 1811, DAB, III, 198.

80.Del sargento mayor Cabañas al general Belgrano, Tacuarí, 9 de marzo de 1811, DAB, III, 198. "Relación acerca de la batalla de Tacuarí", 252.

 

 

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

ARCHIVOS Y COLECCIONES DE DOCUMENTOS

Este estudio de los años de 1810 y 1811 se llevó a cabo recurriendo a la documentación primaria de diversos archivos y colecciones de documentos. Los archivos consultados fueron el Archivo Nacional de Asunción (Paraguay), el Archivo General de la Nación (Buenos Aires), la Coleçao Rio Branco (Rio de Janeiro) y la Colección de Manuscritos Manuel E. Gondra (Universidad de Texas, Austin). Una colección de documentos muy útil es Museo Mitre, Documentos del Archivo de Belgrano (Buenos Aires: Coni Hermanos, 1914), III. También se deben señalar el Registro oficial de la República Argentina, que comprende los documentos espedidos desde 1810 hasta 1873 (Buenos Aires: La República-Imp. Especial de obras, 1879), I; y Francia. Volumen I, 1762-1817. Edición comentada, aumentada y corregida de la Colección. Doroteo Bareiro del Archivo Nacional de Asunción (Asunción: Editorial Tiempo de Historia, 2009).

 

FUENTES SECUNDARIAS SUGERIDAS

Si el lector quiere profundizar el conocimiento de los diversos tópicos de este estudio, le resultarán útiles las siguientes fuentes secundarias.

 

LA INTENDENCIA DEL PARAGUAY Y LOS ÚLTIMOS AÑOS DE LA COLONIA

Edberto Oscar Acevedo, La Intendencia del Paraguay en el Virreinato del Río de la Plata (Buenos Aires: Ediciones Ciudad Argentina, 1996); Hérib Caballero Campos, De moneda a mercancía del Rey: Efectos y funcionamiento de la Real Renta de Tabaco y Naipes en la Provincia del Paraguay (1779-1811) (Asunción: Arandurã Editorial, 2006); Jerry W Cooney, Economía y sociedad en la Intendencia del Paraguay (Asunción: CPES, 1990); Rafael Eladio Velázquez, El Paraguay en 1811: estado político, social, económico y cultural en las postrimerías del período colonial (Asunción: autor, 1966); Renée Ferrer de Arréllaga, Un siglo de expansión colonizadora: los orígenes de Concepción (Asunción: Editorial Histórica, 1985); John Lynch, Administración colonial española 1782-1810. El sistema de intendencias en el Virreinato del Río de la Plata (Buenos Aires: Eudeba, 1962); Mary Monte de López Moreira, Ocaso del, colonialismo español: el gobierno de Bernardo de Velasco y Huidobro, su influencia en la formación del Estado paraguayo (1803-1811) (Asunción: Fondee, 2006); Mariano Antonio Molas, Descripción histórica de la antigua Provincia del Paraguay, 3º edición (Buenos Aires: Nizza, 1957); Blanca Rosa Romero de Viola, Paraguay siglo dieciocho: período de transición (Asunción: Ediciones "Comuneros", 1987); Thomas L. Whigham y Jerry W. Cooney (editores), Campo y frontera: el Paraguay al fin de la era colonial (Asunción: Servilibro, 2006).

 

LA LUCHA CONTRA BUENOS AIRES

Efraím Cardozo, "Una conferencia inédita en Tacuarí", Historia Paraguaya. Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia (1956), 1, pp. 57-65; Julio César Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay, 1810-1813 (Buenos Aires: Nizza, 1959); Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia argentina (Buenos Aires: Ediciones Estrada, 1947), I; Luis Vittone, El Paraguay en la lucha por su independencia (Asunción: Imprenta Militar, 1960).

 

LA REVOLUCIÓN DEL 14 Y 15 DE MAYO DE 1811

José de Abreu, "Informe de José de Abreu sobre los acontecimientos del 14 de mayo, incluidos en Francisco das Chagas Santos a Diego de Souza, comandante del ejército portugués de Río Grande del Sur, San Borja , 7 de junio de 1811 en Vittone, pp. 181-193; Mary Monte de López Moreira, Ocaso del colonialismo español: el gobierno de Bernardo de Velasco y Huidobro, su influencia en, la, formación del Estado paraguayo (1803-1811) (Asunción: Fondee, 2006); Pedro de Somellera, "Notas del Doctor Don Pedro Somellera a la introducción que ha puesto el Doctor Rengger a su ensayo histórico sobre la Revolución del Paraguay", en Documentos del Archivo de Belgrano, III, pp. 313-340; John Hoyt Williams. "Governor Velasco, the Portuguese, and the Paraguayan Revolution of 1811; A New Look", The Americas, 28:4 (abril de 1972), pp.441-449.

 

EL PARAGUAY AUTÓNOMO

Julio César Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay, 1810-1813 (Buenos Aires: Nizza, 1959); Julio César Chaves. El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia. 4º edición (Madrid: Atlas, 1964); Bartolomé Mitre. Historia ele Belgrano y de la independencia argentina (Buenos Aires: Ediciones Estrada, 1947), 11.

 

PERSONALIDADES DESTACADAS

Julio César Chaves, El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia. 4a edición (Madrid: Atlas, 1964); Julio César Chaves, La Revolución del 14 y 15 de Mayo: Relato. Biografías de los Próceres (Asunción: Editorial Asunción, 1961); Jerry W. Cooney, "El rival del Dr. Francia: Fernando de la Mora y la revolución paragua-ya", en Thomas Whigham y Jerry W Cooney. El Paraguay bajo el Dr. Francia: ensayos sobre la sociedad patrimonial (1814-1840) (Asunción: El Lector, 1996); Mary Monte de López Moreira, Ocaso del colonialismo español: el gobierno de Bernardo de Velasco y Huidobro, su influencia en la formación del Estado paraguayo (1803-1811) (Asunción: Fondee, 2006); Francisco Wisner, El dictador del Paraguay; José Gaspar de Francia. 2a edición (Buenos Aires: Editorial Ayacucho, 1957), Publicación oficial del Instituto de Estudios Históricos de Itapúa. Fulgencio Yegros: bicentenario de nacimiento (Asunción: IEHI, 1980).

 

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Obra de JULIO CÉSAR CHAVES

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Asunción – Paraguay

2010 (155 páginas)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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