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ALFREDO RAMOS (+)

  CONCEPCIÓN 1947 - LA REVOLUCIÓN DERROTADA - Por CORONEL ALFREDO RAMOS


CONCEPCIÓN 1947 - LA REVOLUCIÓN DERROTADA - Por CORONEL ALFREDO RAMOS

CONCEPCIÓN 1947

LA REVOLUCIÓN DERROTADA

Por CORONEL ALFREDO RAMOS

Editorial HISTÓRICA

Asunción – Paraguay

1985 (202 páginas)

 

 

PRÓLOGO

 

         La revolución de 1947 dividió al Paraguay en vencedores y vencidos, tal como había acontecido en España poco menos de una década atrás. Un enorme abismo se abrió entre quienes estuvieron a favor del gobierno del general Higinio Morínigo y quienes buscaron vanamente su derrocamiento armado. El Ejército Nacional, que en su mayor parte adhirió al pronunciamiento cívico-militar de marzo de 1947, quedó deshecho a su término y sus integrantes tornaron el camino del exilio.

         El coronel Alfredo Ramos fue uno de ellos. Si bien retirado de sus filas al momento de producirse la sublevación de Concepción -a la vez que afiliado al Partido Liberal- él entendió que no podía negar su concurso a la revolución. Sus razones eran personales e institucionales. El gobierno lo había marginado de las Fuerzas Armadas en febrero de 1941, vejándolo con una prolongada prisión en la isla de Peña Hermosa. Al mismo tiempo, Ramos había sido testigo del desmembramiento del Ejército que diez años antes combatiera en el Chaco. Razones de orden político se imponían al profesionalismo que algunos pretendían sostener a todo trance.

         Las filas revolucionarias de Concepción incorporaron a Alfredo Ramos como militar, no como liberal. Luego de cumplir funciones de asesoramiento, fue designado en mayo de 1947 Comandante de la I División de Caballería, que era apenas un Regimiento reforzado. Así comenzó su actuación en la lucha fratricida que se prolongó hasta agosto de 1947, con el conocido epílogo de la defección revolucionaria a las puertas de Asunción.

         El relato que nos ofrece este protagonista de primera línea fue escrito durante su exilio en la ciudad argentina de Corrientes, entre los años 1950 a 1954. Con la memoria todavía próxima a los acontecimientos, la razón y la pasión se confunden para convertir este libro en uno de los mejores aportes al conocimiento de un doloroso periodo de la historia política paraguaya.Los escasos testimonios hasta hoy publicados en forma de libros sobre la revolución de 1947 han sido escritos por los vencedores. Los vencidos apenas han aportado relatos inconexos. Esta es la primera excepción, que acaso pueda multiplicarse dado que sus principales protagonistas -del sector derrotado- siguen con vida.

         La obra de Ramos es, aparte de descriptiva en cuanto a lo que a él le tocó actuar, una seria crítica a otros Comandantes de su sector. Ramos acusa a algunos de sus propios compañeros de ruta de haber desvirtuado los fines de la revolución. Apunta lo que él cree fueron errores de organización y conducción revolucionarios; subraya la postura dubitativa y politizada de ciertos jefes y recuerda el abandono que otros hicieron de las tropas cuando la lucha llegaba a su término.

         La presencia del Partido Comunista Paraguayo en las filas sublevadas también es motivo de censura por parte del autor, por cuanto que esta situación fue bien aprovechada por el gobierno de Asunción para denunciar el supuesto tinte rojo del movimiento de Concepción. El comunismo, sin embargo, escasa o ninguna gravitación tuvo en aquellos acontecimientos. Legalizado a mediados de 1946 por el mismo gobierno de Higinio Morínigo al influjo de la presencia de la Unión Soviética en el bloque aliado durante la guerra mundial, el partido pasó nuevamente a la ilegalidad en enero de 1947 cuando el presidente constituyó su gabinete con dirigentes colorados y militares adeptos, poniendo fin a la coalición colorado-febrerista. Dos meses después, el pronunciamiento de marzo recogió la posición de admisión de los cuatro partidos, propugnada ya en tiempos de Morínigo -colorado, liberal, febrerista y comunista- para abrir camino a la democracia. Pero, hábilmente utilizada por la propaganda oficial de Asunción, la actuación comunista produjo sus réditos antes que en Concepción, en el mismo gobierno de la Capital.

         Las memorias del coronel Alfredo Ramos epilogan con el conocido desprendimiento de Concepción y el frustrado intento de alcanzar la capital, bravamente defendida por los "pynandíes" colorados y por las escasas unidades que no quedaron aisladas en el Norte. Se incluye además una parte de los recuerdos del coronel Carlos J. Fernández sobre acontecimientos ocurridos en la Marina de Asunción en abril de 1947, así como el único testimonio hasta hoy conocido del coronel Federico W. Smith, Comandante en Jefe del Ejército paraguayo de entonces, sobre su fugaz participación en aquellos eventos.

         El libro del coronel Ramos es pues útil para el conocimiento de un suceso fundamental de nuestra historia política inmediata. Escrito con sencillez, para ser comprendido por entendidos y neófitos, un aspecto oscuro de nuestro ayer se ilumina parcialmente, poniendo en presente sus alternativas. Si admitimos que el pasado de los pueblos debe ser aceptado tal cual fue, con la esperanza de reiterar aciertos y no repetir errores, enfrentamientos como el de 1947 ya no se deben repetir, como tampoco los errores que a él condujeron. La violencia, como se demostró entonces, no pone fin a los problemas: solamente los posterga.

         Casi cuatro décadas después, la división entre vencedores y vencidos ya no tiene razón de ser, Paraguayos todos al fin, es tiempo de vivir de frente al futuro, no de espaldas al pasado. Es también tiempo de extraer de la historia sus conclusiones positivas. La anhelada unión nacional, tantas veces pregonada pero nunca materializada, será la única barrera que podrá impedir, definitivamente, que los paraguayos vuelvan a enfrentarse agotando estérilmente su potencial creador y su derecho a días de mayor bonanza.

 

         Alfredo M. Seiferheld

 

 

PREFACIO

EL EJÉRCITO NACIONAL DE 1936 A 1947

 

         El golpe militar del 17 de febrero de 1936, producido a sólo ocho meses de la cesación de las hostilidades y antes de firmarse el protocolo de paz con Bolivia, fue de funestas consecuencias para la institución militar, sobre todo en lo atinente al ordenamiento jerárquico de los comandos en las unidades del Ejército Nacional.

         El cuerpo de Jefes y Oficiales de las F.F.A.A. desconoció de ahí en más la consideración que se debía guardar a los demás organismos del Estado y, como consecuencia de la anarquía producida en sus filas, sobrevino el inmediato rompimiento de uno de los factores fundamentales de la disciplina: el respeto a las jerarquías en el escalafón militar. Perdió entonces el Ejército su cohesión como institución nacional y se convirtió en un instrumento que respondía sólo a intereses partidarios, obedeciendo instrucciones personales de los directores políticos.

         Los Oficiales del cuadro permanente, llegados a los grados de capitán y de mayor, se consideraban con la capacidad y los méritos suficientes para desempeñar comandos de regimientos y divisiones respectivamente, desplazando de esta manera a los jefes de mayor jerarquía por "viejos" o por incompetentes, según las expresiones corrientes de entonces.

         Simultáneamente con esta grave anormalidad dentro de las filas del cuerpo de Jefes y Oficiales del cuadro permanente, se produjo un fenómeno por demás serio en el seno de los oficiales de la reserva, ascendidos en el Chaco por méritos de guerra. Halagados por la situación de privilegio social que confiere el uso del uniforme militar, éstos muy honorables y dignos ciudadanos que durante su vida civil anterior a la guerra habían desempeñado funciones las más de las veces modestas, aunque respetables, encontraron agradable esta vida, nueva y distinta para ellos, y se resistían a abandonar esta posición que les proporcionaba la permanencia en las filas del Ejército.

         Además, como premio al celo desplegado en esos días de euforia revolucionaria, se acordaron muchos ascensos, contrariando las disposiciones de nuestras leyes y ordenanzas militares.

         Al respecto, ya durante el curso de la guerra me había opuesto en forma sistemática a estos ascensos, concedidos generalmente por acciones extraordinarias de guerra, tanto en lo que respecta a los Jefes y Oficiales del cuadro permanente como en lo concerniente a los de reserva. Consideraba yo que el ascenso de un grado a otro implicaba primordialmente idoneidad para el grado inmediato superior, es decir una capacidad técnica conforme con el grado que se va a obtener.

         En cambio combatí, también permanentemente, la extrema parquedad con que nuestros jefes distribuían las condecoraciones instituidas para estimular los actos de heroísmo y de abnegación de que hicieron gala en todo momento y lugar, y en repetidas oportunidades, nuestros bravos combatientes.

         Entendía yo que para cualquiera de ellos hubiera constituido motivo de intima satisfacción, y hasta de legítimo orgullo, ostentar sobre su pecho una medalla de bronce que acreditase su arrojo, halago superior al que podía experimentar al sentir sobre sus hombros una estrellita más, que como íntimamente lo reconocían muchos, les pesaba más de la cuenta, pues se sabían sin la suficiente capacidad para honrarla en su justa y cabal medida. De modo que un ascenso, antes que halagarlos, los disminuía ante sus propias conciencias y ante la opinión de la ciudadanía.

         Durante mi permanencia en el viejo mundo, en misión de estudios, tuve oportunidad de observar en el Ejército francés a simples soldados de la Legión Extranjera, con el ancho pecho literalmente cubierto de condecoraciones ganadas en temerarias hazañas, que miraban con respeto sí, pero con suficiencia, a generales que apenas ostentaban una línea de medallas recordatorias de sus acciones heroicas. Allá se premiaba el valor con condecoraciones y la capacidad con grados. Se hacía un claro distingo entre el coraje y la idoneidad profesional que, si bien no son incompatibles, no siempre se encuentran reunidos en una misma persona.

         La contrarrevolución efectuada por el mismo Ejército el 13 de agosto de 1937 contra el gobierno del coronel Rafael Franco, que había defraudado las esperanzas del pueblo y del Ejército que lo elevó a la primera magistratura de la Nación, fundando su sistema de gobierno en el más puro totalitarismo, pudo cambiar el camino seguido hasta ese momento por las F.FA.A.

         El movimiento restaurador del 13 de agosto logró, en un primer momento, restituir el Ejército Nacional a sus funciones específicas, tanto así que el gobierno provisional surgido de él con la presidencia del Dr. Félix Paiva, para realizar ese esperado objetivo reincorporó al cuadro permanente a gran número de Jefes y Ofíciales que habían sido puestos en situación de retiro por el régimen anterior.

         Pero esas esperanzas de reivindicación institucional se vieron inmediatamente defraudadas. Los Jefes y Oficiales que habían intervenido en favor del movimiento, en su mayoría mayores y capitanes jóvenes, se sintieron muy cómodos con el nuevo estado de cosas y prefirieron seguir el sistema de desplazamiento de los altos jefes que habían hecho la guerra del Chaco, resistiéndose a implantar la jerarquización en las filas del Ejército.

         De modo que el problema se presentaba con los mismos aspectos insolubles que había tenido en la época del coronel Franco, con la única diferencia de que se respetó la permanencia de los Jefes y Oficiales en las filas del ejército. No se tocaron los cuadros inferiores de la institución militar, adoptándose el principio de que no habría ni "vencedores ni vencidos", pues se estimaba que de esta forma se aplacarían las pasiones políticas que alentaban sus componentes, pasiones que, enraizadas en la mayoría de ellos, comenzaron a minar el espíritu y la conducta de la oficialidad, desviándola de sus funciones nacionales para ponerla al servicio de determinadas agrupaciones políticas.

         Esto trajo como consecuencia inmediata una sucesión de golpes de cuartel que, ésta vez sí, forzado por las circunstancias, obligó a realizar una limpieza en las filas del Ejército y la Armada en perjuicio de los "militares políticos", pero con el consiguiente desprestigio para la institución y un doloroso drenaje en los cuadros, ya que en cada intentona se iban eliminando a muchos valores auténticamente profesionales, que la contaminación política perdía para la profesión de las armas.

         Este penoso proceso de descomposición se aplacó al aparecer en el escenario político militar el general don José Félix Estigarribia. La asunción de la presidencia de la República por el general Estigarribia en agosto de 1939 produjo un inmediato alivio en el estado espiritual y moral del personal castrense.

         Su incontrastable autoridad, a la que se sumó su manera paternal y bondadosa de tratar a los Oficiales, facilitó el reencausamiento de las Fuerzas Armadas a la Nación, donde volvieron a surgir los principios fundamentales de la unidad; se logró así en pocos meses que el cuerpo de Jefes y Oficiales del Ejército y la Armada rigiera su conducta privada y pública por los conceptos de austeridad, disciplina, respeto y constricción al trabajo profesional.

         La mesurada conducta observada en los cuadros del Ejército trajo como consecuencia una gran tranquilidad espiritual en las esferas civiles, que comenzaron desde ese momento a encarar los problemas económicos, financieros y políticos en forma seria y con resultados efectivos.

         Pero, desgraciadamente, el trágico accidente del 7 de setiembre de 1940 truncó de golpe tan hermosas perspectivas. Con la muerte del general Estigarribia apareció en escena el más funesto de los militares paraguayos: el general Higinio Morínigo M.

         Un grupo de jefes, pensando tal vez que podían manejar los asuntos del Estado con comodidad estando el general Morínigo en la presidencia, decidió en un conciliábulo de medianoche, su encumbramiento.

         El arte de mandar de este militar, deformado no sólo por su obtusa mentalidad sino también por el tortuoso camino que siguió en su conducta y procedimientos, no tardó en manifestarse con toda la artera sagacidad de su ascendencia vernácula. Morínigo, que durante la era de paz había tenido una actuación por demás opaca, tampoco pudo distinguirse durante la guerra del Chaco; antes bien, se caracterizó por su incapacidad profesional. Bien pronto demostró, en cambio, poseer una gran pericia en el empleo de un conocido procedimiento, denominado el "pocaré" en nuestra expresiva lengua. La palabra no tiene traducción literal apropiada en ningún idioma, pero ese arte puede definirse poca más o menos como una felonía en el trato con los demás.

         Utilizó Morínigo este procedimiento para desplazar de inmediato a todos los ministros civiles que formaban el gabinete del general Estigarribia, maniobra que fue seguida por el alejamiento de los jefes militares que lo habían llevado a ocupar la presidencia provisional.

         Su primer cuidado consistió en destrozar los cuadros del Ejército y la Armada, anulando de este modo a los jefes de mayor gravitación y manteniendo sólo a aquéllos que, a su en tender, no podían hacerle sombra, tanto en lo referente al prestigio guerrero como en materia de capacidad intelectual y profesional.

         No podía tolerar el talento ni el prestigio, este hombre que carecía de ambos atributos.

         En noviembre de 1940, puso fuera de las filas activas a la primera tanda de altos jefes, entre los que se encontraban los siguientes: general Nicolás Delgado, Comandante en Jefe de las F.F.A.A.; general Eduardo Torreani Viera, ministro del Interior; general Paulino Antola, ministro de Guerra, coronel Gaudioso Núñez, director del Instituto Geográfico Militar; coronel Ramón L. Paredes, director de la Escuela Militar; capitán de Fragata Víctor Urbieta Rojas, jefe de la Aviación Militar; capitán de Navío José Bozzano, director general de los Arsenales de Guerra y otros veinte jefes de alta jerarquía que ocupaban cargos en distintas unidades y reparticiones militares.

         Esta actitud inconsulta del presidente Morínigo motivó hacia finales de 1940 el levantamiento de la Primera Región Militar y de la Segunda División de Infantería, cuyos comandos estaban a mi cargo en Concepción, de acuerdo con la Región Militar del Chaco, cuya jefatura ejercía el coronel Abdón Palacios. Pero Morínigo, poniendo en juego sus dotes de intrigante político, envió como emisarios ante nosotros a los mayores Carlos Bóveda y Leopoldo Ramos, éste último hermano mío, que en esos momentos era comandante del R. C. 3 Coronel Mongelós, al tiempo que interinaba la jefatura del Estado Mayor de la Primera División de Caballería, con asiento en Campo Grande.

         Ambos jefes trajeron la palabra formal de Morínigo, de que repondría inmediatamente a todos los jefes desplazados en sus respectivos cargos, haciendo de este modo desaparecer el motivo del levantamiento, que efectivamente no tuvo otro móvil que el de defender en la persona de estos camaradas a la institución militar la que, según veíamos, iba en camino de ser deformada por Morínigo.

         El coronel Palacios accedió muy de mal grado a deponer la actitud asumida, pues desconfiaba de la buena fe de Morínigo. No así yo que, confiado en sus representantes, el uno Oficial a mis órdenes en el R. C. 1 Valois Rivarola durante la guerra del Chaco, y el otro hermano mío, no podía dudar de la sinceridad de las promesas que nos traían en nombre de Morínigo y del coronel Raimundo Rolón, jefe del Estado Mayor General.

         Pero Morínigo no solamente no repuso a los jefes como lo había prometido, sino que procedió a eliminar a los críticos de sus filas. Fuimos ignominiosamente engañados. El coronel Palacios fue inmediatamente relevado de su cargo y sustituido por el coronel Francisco Andino. También lo hubiera sido yo, si la oficialidad de la División no hubiese enviado de vuelta al coronel Isaías Báez Allende, designado para reemplazarme en mi comando.

         El general Morínigo aceptó este nuevo acto de alzamiento contra su autoridad porque consideró, seguramente, que obrar en contrario podía acarrearle complicaciones peores. Ya sabría él cómo arreglar esto más adelante.

         Efectivamente, en la noche del 10 de febrero del año 1941, algunos Oficiales de mi unidad, bajo las órdenes de mi ayudante, el capitán Víctor Manuel Brizuela, sublevaron las unidades de la División, apresando a todos los jefes que estaban conmigo de guarnición en Concepción.

         Pero la rebelión del 10 de febrero no se realizó sin sangre. El jefe del Estado Mayor de la Región Militar, mayor Lindolfo González, asumiendo una viril actitud, concurrió a la sede de los revoltosos y se tomó a balazos con el jefe de la revuelta. Ambos cayeron muertos en esa acción.

         Más tarde me enteré que el capitán Brizuela y sus camaradas habían obrado obedeciendo órdenes de Morínigo y del coronel Luis Santiviago, a la sazón jefe de la Policía de la Capital. De esta manera perdí el mando de la I Región Militar.

         Al poco tiempo, en abril de 1941, Morínigo apresaba en su casi totalidad a los alumnos de la Escuela Superior de Guerra. En esa forma, nos encontramos presos en la guarnición de Villa Hayes alrededor de 45 jefes que no éramos de la predilección ni de la confianza de Morínigo.

         Pero era indudable que no todo estaba perdido en las filas de las F.F.A.A. Un grupo ponderable de Jefes y Oficiales del servicio activo, preocupado por el cariz que iba tomando la conducta de Morínigo con respecto a la Institución, reaccionó al cabo de cinco años. El 9 de junio de 1946 se produjo una insurrección que obligó a aquél a transar, y sus concesiones llegaron a tal punto que no pudo, obligado por la fuerza de los acontecimientos, sino dar a su gobierno un matiz ligeramente democrático.

         Por imposición de los jefes militares, se levantó la interdicción que pesaba sobre los partidos políticos para actuar sin trabas; se decretó la libertad de prensa y de reunión y, al mismo tiempo, se derogó el decreto de abril de 1942 que disolvía la agrupación política de mayor gravitación popular en el país: el Partido Liberal.

         Con este motivo, se procedió a un reajuste en el gobierno. Morínigo llamó a colaborar en el gobierno a los Partidos Colorado y Febrerista, que se repartieron los ministerios y la dirección de los puestos de mayor responsabilidad en la conducción del Estado, hasta el momento en que se convocaría a la ciudadanía a elecciones generales.

         A esta olla de grillos se llamó "gobierno de coalición". Seis meses duró la tregua de la tiranía. Sólo de tregua se puede calificar este lapso de relativa libertad política, que fue fruto exclusivo del alzamiento del 9 de junio de 1946.

         Pero las cosas de corte democrático no podían durar con Morínigo. No convenía a sus propósitos de eternizarse en el poder, ni al cariz totalitario de su sistema de gobierno, pues lo que él quería era seguir haciendo un uso indiscrecional del poder.

         La fiscalización ejercida sobre su conducta por los partidos políticos, no podía de ninguna manera ser grata a sus designios. Pensó entonces que, apoyándose en uno de los partidos de arraigo popular, podía aún salvar su posición. Fue así como, desde fines de diciembre de 1946 comenzó a hostilizar al Partido Febrerista, que estaba colaborando con él en el gobierno; el Ejército se percató de esta nueva maniobra y para neutralizarlo se presentaron ante él los jefes de mayor jerarquía y gravitación que restaban del Ejército, pidiendo que de una vez por todas se tomaran medidas tendientes a llevar al país a una completa normalización institucional y política. Se le propuso la creación de un gobierno militar, mientras se preparaba al pueblo para las elecciones generales.

         Nuevamente el arte de Morínigo triunfó, capeando el temporal que esta vez parecía que le sería inevitablemente fatal. Una nueva tanda de jefes y Oficiales desplazados y detenidos fue el saldo de su triunfo cuando en enero de 1947 decidió seguir sólo con el apoyo de los colorados.

         Tal la labor desarrollada por este funesto militar que fue desgarrando y sembrando el caos y la confusión en el ambiente político y en los cuadros del Ejército y la Armada, hasta 1947. Este año se produjeron los acontecimientos que culminaron, el 8 de marzo, con el levantamiento de la guarnición de Concepción y luego la del Chaco, sucesos que, por su importancia y repercusión nacional, gravitarían decididamente en el devenir político y militar del país.

         Es mi intención, en esta obra, referirme al desarrollo del movimiento del 8 de marzo de 1947, en aquello que se relaciona con su conducción militar, pues mi participación en él fue de carácter exclusivamente militar. Creo útil también hacer una breve reseña introductoria de los hechos ocurridos a partir de fines de 1946, y que precedieron al estallido militar de Concepción.

 

         Cnel. (SR) Alfredo Ramos

 

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo     

Prefacio: El Ejército Nacional de 1936 a 1947

 

I- Sublevación de Concepción y el Chaco

Llega la noticia de la sublevación

Proclama a las Fuerzas Armadas y pueblo de la República

Primera reunión con el nuevo Comandante y llegada de Rafael Franco

Anexo documental: Acta de Constitución de nuevo gobierno de la República

 

II- La campaña del Piripucú

Se inician las hostilidades: los revolucionarios ocupan Ybapobó

Desconcierto en filas revolucionarias en Ocampos-cué

Se reorganizan loa mandos revolucionarios

Nombramiento de Comandante de la D. C. 1 en formación

El Escuadrón Riquelme es diezmado por fuerzas gubernistas       

R. I. 3 Corrales se retira precipitadamente        

 

III- Campaña del Ypané y victoria en Tacuatí

Se demora la autorización de atacar en Tacuatí

Victoria revolucionaria en Tacuatí

Se plantea infructuosamente la explotación del éxito

Los revolucionarios abandonan Tacuatí

 

IV- Maniobra del ejército moriniguista sobre Concepción

Tropas gubernistas capturan Pedro Juan Caballero

Radio "El Espectador" de Montevideo ayuda a los revolucionarios

Tropas moriniguistas cruzan el Ypané

La vía férrea Concepción-Horqueta es cortada por fuerzas de Morínigo

El "Valois Rivarola" llega a Capitán Sosa

Fuerzas gubernistas atacan vigorosamente sobre la vía férrea

Se urge actitud más firme de Concepción

El Comandante Galeano llega en avión a Horqueta

Es rechazado un violento ataque gubernista

La D. C. 1 abandona Horqueta

Tropas moriniguistas capturan Belén

 

V- Desprendimiento de Concepción y ataque a la capital

Una "solución heroica"

El Comandante de la D. C. 1 revolucionaria defiende su plan de maniobra

Se modifica parcialmente el plan de la D. C. 1

Se inicia el desprendimiento de Concepción

Los revolucionarios fuerzan el paso en Puerto Milagro

La flota de Concepción llega a Puerto Ybapobó

Ybapobó cae en poder de la revolución

Primeras fricciones en los mandos revolucionarios

Caen Antequera, San Pedro y Rosario

Muerte del Mayor Quintana Franco y desembarco revolucionario

La D. C. 1 ocupa Emboscada - La D. 2 se apodera de Piquete-cué

Incertidumbre y desconcierto reinan en Asunción

 

VI- Derrota en las puertas de Asunción

Ayuda argentina y desastre revolucionario

Desazón en las filas revolucionarias

El principio del fin       

Asesinato del Mayor Luis Quinonez        

Cunden el pánico y el desorden

Masacre en Villeta

Muerte del Teniente Coronel Juan Martincich

 

APENDICE:

El levantamiento de la marina        

Extracto de las memorias del coronel Carlos J. Fernández

Relato del coronel Federico W. Smith

 

EPILOGO

 

 

 

 

I

 

SUBLEVACIÓN DE CONCEPCIÓN Y EL CHACO

 

         En los últimos días de diciembre de 1946 bajé a la Capital, con permiso del señor Olof Gustaffson, cuyo establecimiento ganadero, sito en el Chaco a más o menos treinta leguas en el interior y a la altura de Concepción, estaba administrando desde hacía un año.

         Mi intención era descansar un mes, pasando Navidad y Año Nuevo con mis familiares para regresar después a mi retiro, con el fin de sustraerme en lo posible de las persecuciones de que me hacia objeto el gobierno de Morínigo.

         Estando de paseo por las Misiones, región de mi nacimiento, se produjo el golpe de Estado del 13 de enero de 1947: Artera maniobra de puro corte moriniguista, provocada quizás también por la falta de tino político del sector febrerista en el gobierno, hábilmente aprovechada por el otro partido político que compartía con éste el gobierno, impropiamente llamado de coalición.

         En esta oportunidad, el Ejército -al que en esa fecha todavía podía dársele ese nombre- recibió la más ruda y brutal afrenta que hasta entonces le había asestado Morínigo. El sábado 11 de enero, como consecuencia del grave malestar político que aquejaba al país y con el deseo de dar término al estado de zozobras por el que atravesaba, en una reunión de jefes del Ejército realizada en la propia casa del presidente Higinio Morínigo, se decidió, con su conformidad constituir un gobierno militar, con el fin de poner término al malestar político excesivamente acentuado. Para lograrlo se decidió colocar en un mismo plano de igualdad, por un tiempo prudencial, a los tres partidos políticos existentes en el Paraguay, para luego convocar al país a elecciones generales y entregar el gobierno al partido político, que en elecciones garantizadas por las Fuerzas Armadas de la Nación, obtuviera la mayoría de los votos.

         Como esto se produjo el sábado por la noche, Morínigo pidió a los camaradas dejar para el lunes la Constitución e integración del gobierno militar.

         Pero el domingo, fuertemente respaldado por la División de Caballería de Campo Grande, cuyo jefe era el Teniente Coronel Enrique Jiménez (colorado), destituyó a los ministros del sector febrerista, apresó a los militares y formó el gobierno ya exclusivamente con hombres pertenecientes al Partido Colorado.

         Entendí que este procedimiento tendría consecuencias graves a muy corto plazo. No creía que las Fuerzas Armadas pudieran permanecer indiferentes ante este nuevo golpe que les asestaba Morínigo.

         El 15 de enero de 1947 me trasladé de Carapeguá a la Capital. Insinué al señor Gustaffson la necesidad de regresar sin demora, al Chaco, ante la posibilidad de acontecimientos que tendrían que producirse como consecuencia de los manejos poco limpios de Morínigo, los que lógicamente no podrían ser tolerados por el Ejército, pues un movimiento armado en Asunción, podría obstaculizar mi regreso al Chaco por tiempo indefinido. El señor Gustaffson aceptó la sugestión y el 20 de enero nos embarcamos con destino a Concepción.

         Por coincidencia, viajamos con el coronel Raimundo Rolón, que hacía el mismo itinerario, pero con fines totalmente distintos. Rolón realizaba una gira política (su partido acababa de apoderarse del poder) en tanto que yo regresaba a mi trabajo. Ya en Concepción, y en la misma noche de mí llegada a esa ciudad, encontrándome en el comedor del hotel con mi esposa, se acercó a saludarme el Mayor de Ingenieros César Aguirre, comandante del Regimiento de Zapadores de guarnición en Concepción. Me comunicó Aguirre que tenía urgente necesidad de conversar conmigo sobre asuntos de capital importancia y con la mayor reserva.

         Como en el hotel en el que me alojaba también hospedaban el nuevo comandante de la Primera Región Militar, coronel Miguel Ángel Yegros, y el coronel Raimundo Rolón, convinimos en encontrarnos afuera.

         Más o menos a las 23 horas acudí a la cita. Grande fue mi sorpresa al verme conducido a las afueras de la ciudad a un lugar de campo abierto, donde se encontraban reunidos, esperándome, los Capitanes Bartolomé Araújo y Anselmo Torres Pérez, ambos comandantes de Batallón de los regimientos 1 y 3 de infantería con asiento en Concepción.

         Sin mayores rodeos y con la sinceridad y sencillez que es norma entre militares, me informaron que esa noche debía estallar un movimiento militar con la participación de todas las unidades de guarnición en la Capital (Caballería, Aviación, y Marina), la Artillería con asiento en Paraguarí y la guarnición de Concepción.

         Me pidieron que me hiciese cargo de la Primera Región Militar. Y acepté, porque encontré que las intenciones de que estaban animados y la finalidad que se proponían estos miembros de las Fuerzas Armadas eran sanas, desinteresadas y altamente patrióticas, condicionando mi participación en el movimiento a dos puntos para mí fundamentales: la perentoria necesidad de volver por los fueros de nuestro Ejército, alejándolo de la política, y de la no menos perentoria obligación de restituir al pueblo sus derechos, conculcados por casi siete años de tiranía moriniguista.

         Como puede observarse, mis presunciones con respecto a la actitud que asumiría el Ejército se realizaban con matemática precisión. La reacción de las Fuerzas Armadas, vejadas en exceso por Morínigo, se manifestaba a los ocho días del nefasto 13 de enero.

         El movimiento no estalló. Hasta hoy desconozco los motivos de su fracaso, pero supongo que se produjeron delaciones de parte de algunos Oficiales de la aviación, pues poco después era apresada en Asunción casi la mayoría de los Jefes y Oficiales comprometidos en el movimiento de esta arma.

         En vista de esto, conversé de nuevo con el Mayor Aguirre, poniéndole en antecedente de mis trabajos y obligaciones con el señor Gustaffson y de la necesidad de seguir mi viaje al Chaco. Me pidió este jefe demorara mi partida, porque se esperaba que de un momento a otro se produciría el pronunciamiento general del Ejército. Esto no me era posible, sobre todo porque mi permanencia, aparentemente inmotivada en esa ciudad y existiendo en el ambiente político un gran malestar, tenía forzosamente que despertar sospechas que podrían comprometer la causa que defendían estos jóvenes jefes de las Fuerzas Armadas. Así, tuve que dejar Concepción.

         Desde ese momento nada supe de lo que ocurría en Asunción ni en Concepción, lugar éste último que me quedaba relativamente próximo.

         Pero de lo que estaba seguro era que tarde o temprano un movimiento revolucionario dirigido por el Ejército había de producirse con el fin de restituir al país la normalidad institucional tan esperada y deseada.

 

         LLEGA LA NOTICIA DE LA SUBLEVACIÓN

 

         No fue pues para mí motivo de sorpresa la llegada del Sub-teniente Andrés Silva Britos al establecimiento en que me encontraba, en la tarde del lunes 10 de marzo de 1947.

         Era portador del llamado de Araujo y Aguirre, y de la novedad del levantamiento de toda la Primera Región Militar y la probable sublevación de la guarnición del Chaco, con la que, me dijo, se estaba en constante enlace radiográfico.

         El tiempo urgía. Pedí unas horas para reflexionar. Mi responsabilidad como administrador del establecimiento del señor Gustaffson era grande, pero pensé que mi deber para con la Patria y mis obligaciones para con el Ejército, del que siempre era miembro a pesar de mi situación de jefe retirado (retiro obligado por Morínigo) y mi espíritu de solidaridad para con mis camaradas, eran mucho mayores.

         En la mañana del martes 11 de marzo partimos rumbo a Concepción a donde llegamos esa misma tarde al oscurecer. Inmediatamente de mi llegada a la comandancia de la Primera Región Militar, me informé del movimiento en sus menores detalles a fin de hacer una apreciación real y completa de la situación. El Mayor César Aguirre, en nombre del cuerpo de Jefes y Oficiales de la Gran Unidad, me ofreció el comando del movimiento.

         Atendiendo razones de orden político y militar no acepté tan honrosa distinción, pero en cambio le ofrecí mi colaboración decidida en forma desinteresada y amplia.

         Poco después se pronunciaba la guarnición del Chaco en favor de la revolución y el 13 de marzo de 1947 llegaba a Concepción el Teniente Coronel Alfredo Galeano, que había estado preso en Peña Hermosa y quien de inmediato se hizo cargo de la situación y del comando, dando a conocer la siguiente proclama:

        

A las Fuerzas Armadas y pueblo de la República

PARAGUAYOS:

 

         Cumplo en poner a conocimiento de las Fuerzas Armadas y de todo el pueblo, que me he hecho cargo del Comando de la 1º Región Militar y II División de Infantería, accediendo al espontáneo ofrecimiento que me ha hecho el Mayor César Aguirre y demás camaradas de esta Gran Unidad.

         Considero de mi deber expresar que el Mayor César Aguirre, quien con el Capitán Bartolomé Araujo encabezaron el movimiento de restauración institucional, y que hasta hoy comandaba la 2º División de Infantería, es un dignísimo Jefe de nuestro Ejército, conocido por sus altas virtudes de militar íntegro, por su relevante capacidad profesional y por su incorruptible honestidad. La entrega que me ha hecho del mando prueba su desinterés y demuestra que no lo mueven bastardas ambiciones, sino patriótica inspiración militar y ciudadana. El Mayor Aguirre no es miembro de ningún partido político, ni estuvo ni está influenciado por ningún sector político, como pretende la mentirosa propaganda enemiga. En esta misma situación se encuentra el que en este momento os habla.

         El Mayor Aguirre es ahora Jefe del Estado Mayor, es decir, actúa desde un puesto de la más elevada responsabilidad.

         Compatriotas: Con verdadera satisfacción me cabe anunciaros que las Fuerzas del Territorio Militar del Chaco se han plegado al movimiento armado iniciado el 8 de marzo. Saludamos con fervoroso entusiasmo la trascendental decisión de nuestros camaradas del Chaco, cuya incorporación asegura el triunfo de nuestra justa causa.

         Esta decisión la esperábamos, desde luego, con plena confianza, porque la inmensa mayoría de los Jefes y Oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales han estado en todo momento dispuestos a lavar las ofensas que el régimen actual ha inferido        , a las instituciones armadas, burlando y traicionando sus acuerdos, introduciendo en el Ejército un régimen de baja politiquería, de favoritismo y de desprecio a la jerarquía, y porque estamos decididos a restituir al pueblo sus derechos y libertades conculcados.

         Por los mismos motivos, estamos seguros de que solo es cuestión de horas para que también se alcen en armas las otras fuerzas militares, tan dignas como las grandes Unidades de Concepción y Chaco.

         Reafirmamos categóricamente los propósitos iníciales de este movimiento, por la salvación del honor y la dignidad de las instituciones armadas, por proseguir los anhelos que inspiraron la gesta patriótica y gloriosa del 9 de Junio, ambos movimientos sin finalidades partidarias, y sí, de amplitud nacional.

         Bregamos por la formación de un Gobierno Militar de transición a la normalidad constitucional democrática, a través de elecciones libres y limpias para una Asamblea Nacional Constituyente, soberana, que dé a la República su Carta Fundamental, elaborada por auténticos representantes del pueblo.

         La tarea del Gobierno Militar será la de poner en inmediata ejecución los siguientes puntos, enunciados ya en la primera proclama de esta Unidad:

         1° - Libertades amplias y legalidad para todos los partidos políticos, organizaciones obreras, estudiantiles, etc., libertades de prensa y de palabra, etc.

         2° - Constitución de la Junta Electoral Central con los cuatro partidos políticos.

         3° - Elecciones libres, a breve plazo, para la Asamblea Nacional Constituyente, que deberá inaugurar sus deliberaciones el 15 de Agosto del año en curso.

         He aquí, en líneas generales, un programa de reivindicación nacional, que expresa y sintetiza los verdaderos anhelos del pueblo. Es el único camino que permitirá a las Fuerzas Armadas reintegrarse a sus patrióticas funciones específicas, a asegurar la paz interna, la concordia de la familia paraguaya, la democracia y el progreso del país en todos los órdenes, forjando la gran Patria soñada por los próceres de Mayo, por Rodríguez de Francia y por los López.

         Por lo expuesto, nuestros camaradas de armas pueden ver que nos mueven elevados y patrióticos designios; que no hay en nuestra actitud mezquina ambición de mando, ni cualquier otro bastardo interés personal o de grupo, como pretende imputarnos la inescrupulosa propaganda pagada por el General Morínigo.

         Todo el pueblo y la inmensa mayoría de los Jefes y Oficiales de las Fuerzas Armadas están, sin ninguna duda, con nuestra sagrada causa, que es la causa de toda la Nación. El régimen tambalea bajo el peso de nuestras armas y la presión del pueblo y se ahoga en medio de su corrupción y de sus crímenes. Nuestras fuerzas materiales y morales son poderosas. Tenemos plena confianza en la victoria total. Y estamos seguros de que pronto impondremos nuestras condiciones a la dictadura en Asunción.

         Pero, para ahorrar mayores sacrificios a nuestro pueblo, os invitamos, camaradas de las otras Unidades, a levantaros sin pérdida de tiempo, volviendo las armas que el pueblo puso en nuestras manos para defender la Patria y sus libertades, contra el régimen dictatorial encabezado por el General Morínigo.

         Obreros, campesinos, estudiantes, sin distinción de banderías políticas: Levantaos en armas; realizad sabotajes en todas las formas; organizad grupos de lucha en las ciudades y guerrillas en los campos; hostilizad sin descanso, de día y de noche, a las desmoralizadas huestes de la dictadura.

         Obreros, industriales; disminuid o cesad la producción en las zonas todavía dominadas por la dictadura.

         Campesinos: No entreguéis ningún producto a las fuerzas que se encuentran al servicio del régimen que se derrumba, y, en cambio, producid y dad todo para los Ejércitos libertadores. Como un solo hombre, Ejército y pueblo unidos empuñemos las armas para hacer triunfar nuestra causa, hoy definitivamente asegurada con la incorporación de las gloriosas fuerzas del territorio militar del Chaco.

         ¡Adelante, hasta el triunfo total!

 

         Teniente Coronel D.E.M. Alfredo Galeano

         Concepción, Marzo 13 de 1947.

 

 

 

PRIMERA REUNIÓN CON EL NUEVO COMANDANTE Y LLEGADA DE RAFAEL FRANCO

 

         Esa misma noche conferencié con el Teniente Coronel Galeano. Con la certeza de la colaboración de la guarnición del Chaco, que significaba para la Primera Región Militar tener sólidamente resguardada la retaguardia, aconsejé a dicho jefe la inmediata ocupación de Rosario, con la totalidad de las fuerzas que constituían la División de Concepción. Del mismo parecer fue el Mayor Hermes Saguier, quien también había acudido a Concepción a ofrecer sus servicios a la causa revolucionaria. Vivía en Ybapobó retirado del servicio activo, dedicado al trabajo agrario. Rosario, con relación al Norte, constituía un punto estratégico que al comando revolucionario interesaba fundamentalmente ocupar. Me consta que el Teniente Coronel Galeano tomó en consideración la casi presión que en este sentido hicimos sobre él Saguier y yo.

         Al Comandante Galeano, jefe de clara visión militar, no podía escapársele que la ocupación de Rosario, a más de ampliar considerablemente el territorio que quedaba bajo el control de la revolución, abría cuatro caminos de fácil acceso, todos ellos convergentes sobre la capital de la República y de los cuales dos, los de Rosario a Villarrica y Rosario a la Cordillera eran de extraordinaria importancia, porque atravesaban zonas densamente pobladas y completamente adictas a la causa revolucionaria.

         Adelantaríamos así nuestra base de partida para iniciar las operaciones ofensivas que nos permitirían caer sobre Asunción desde cuatro direcciones: Villarrica, las Cordilleras, el río Paraguay y el Chaco.

         Tengo entendido que el estado de instrucción de las tropas, que en su totalidad eran reclutas de poco más de un mes de incorporación a las filas, hizo que no se efectuase esta operación que hubiese sido de decisiva repercusión en el curso posterior de la revolución. Pero a pesar de cualquier causa o pretexto, esto constituyó una grave falta que finalmente nos costó muy caro.

         El 18 de marzo llegó a Concepción el coronel Rafael Franco. Desde ese momento ambos fuimos designados asesores técnicos del comando revolucionario. Pero mi colega dedicó más atención a la parte política del movimiento que a la militar. Este hecho se comprende sin embargo fácilmente, por cuanto el coronel Franco era fundador y cabeza de un partido político, la Concentración Revolucionaria Febrerista.

         Ciertos elementos civiles, militantes activos de esta entidad política, trataron por todos los medios de imprimir un rumbo partidario al movimiento revolucionario, aprovechándose de la presencia del jefe de su partido en el mismo asiento de la revolución, lo cual lógicamente despertó suspicacias y recelos muy fundados por cierto, pues lo que el Ejército buscaba con el levantamiento no era un mero cambio de hombres en el gobierno de la Nación, sino un vuelco total de orientación doctrinaria en la conducción política del país.

         Fue pues realmente lamentable que se haya pretendido sectarizar el movimiento militar de Concepción.

         Los jefes y oficiales del servicio activo y muchos de los que se encontraban en situación de retiro se plegaron al movimiento con la única intención de crear una situación exclusivamente militar e institucional. En esa forma se ponía en un pie de igualdad a todos los partidos políticos para de esta manera lograr la espiritual calma necesaria para la convocatoria a elecciones de la ciudadanía.

         Me consta que no fueron los liberales, ni los jefes militares tildados de tales, los que así procedieron. En ningún momento se hicieron tan siquiera tentativas para dar al movimiento un cariz partidario de parte de este grupo. Antes bien, se trató por los medios a nuestro alcance, de armonizar la corriente militar de la revolución con miras exclusivas a una solución nacional de los problemas políticos que aquejaban al país desde hacía tantos años.

         El Partido Liberal no buscaba adueñarse de la revolución para llegar al poder. Lo que deseaba era concurrir a las urnas, en elecciones libres y limpias, junto con sus adversarios políticos, para conquistar legal y honradamente el gobierno, si el resultado de las elecciones le resultaba favorable.

         Consciente de su enorme fuerza cívica y de su condición de partido mayoritario, no quería ni necesitaba de un golpe cuartelero para conseguir esta finalidad. Sus dirigentes decidieron en mayoría que el partido apoyara el movimiento militar porque consideraron que toda conciencia sana y honesta así debía hacerlo, por tratarse de un acto tendiente a devolver la normalidad institucional completa a la Nación, y, sobre todo, porque respetaba y aplaudía la conducta asumida por el Ejército frente al rumbo que Morínigo imprimió desde un comienzo a su gobierno. Además, una larga experiencia nos decía que el poder adquirido por la fuerza y por la violencia volvía a caer, a lo que se agregaba el convencimiento de que las desventuras de nuestro país terminarían únicamente cuando imperasen de nuevo en él la justicia y el derecho.

         Alegando motivos sin consistencia, los dos partidos políticos, el febrerista y el liberal, y los dirigentes comunistas Obdulio Barthe y Marcos Zeida, que se encontraban en Concepción, consiguieron del Comando en Jefe Revolucionario autorización para efectuar unas horas de propaganda radial partidaria, a lo que varias personas nos opusimos con toda energía, por considerar que con esas audiciones no prestigiaríamos la revolución, sino que más bien lo perjudicaríamos, especialmente con la hora comunista. Y así sucedió efectivamente.

         El tiempo y la marcha posterior de los acontecimientos nos dieron la razón. Tanto en el interior del país como en el exterior resultó de funestas consecuencias hacer hablar a los líderes comunistas. El gobierno de Morínigo, con Enrique Volta Gaona de vocero oficial, explotó hábilmente esta circunstancia que ingenua y gratuitamente le proporcionábamos, desacreditando en forma tenaz y malévola los fines y propósitos del movimiento revolucionario. Con el cinismo que caracterizaba a este hombre, llegó a convencer a propios y extraños que el movimiento, que fue exclusivamente militar, era una revolución de carácter comunista.

         Es así como un pronunciamiento que contaba con el calor popular del país y podría haber despertado las simpatías de las fuerzas vivas en el extranjero se convirtió en un supuesto peligro internacional de proporciones insospechadas, negándosele con este motivo todo apoyo, tanto en el sentido moral como material.

         Con la llegada del R. I. 4 Curupayty y con la de los jefes de mayor jerarquía que estaban de guarnición en el Chaco, se constituyó una junta de gobierno revolucionaria en la siguiente forma:

         - Presidente de la Junta Tte. Coronel Fabián Saldívar Villagra;

         - Miembros los Ttes. Coroneles Aureliano Mendoza y Alfredo Galeano;

         - Ministro del Interior: Tte. Coronel Eliodoro Estigarribia;

         - Ministro de Relaciones: Tte. Coronel César Bueno de los Ríos;

         - Ministro de Economía: Tte. Coronel Basilio Martínez Yegros.

         - Ministro de Hacienda: Coronel de Administración Juan Lisboa.

         El Teniente Coronel Saldívar Villagra, al mismo tiempo, por ser el de mayor antigüedad, fue reconocido como el Comandante en Jefe del Ejército revolucionario, siendo nombrado Jefe de Estado Mayor General el Tte. Coronel Alfredo Galeano.

 

 

ANEXO DOCUMENTAL

 

Acta de constitución del nuevo Gobierno de la República

 

         Los Jefes y Oficiales de la Primera Región Militar, del territorio Militar del Chaco, de la Aviación Nacional, de la Base Naval de Bahía Negra y de la Prisión Militar de Peña Hermosa, luego de una serena reflexión y deliberación sobre la situación a que han sido llevados el pueblo paraguayo y sus Fuerzas Armadas por el régimen dictatorial; el desquiciamiento y la subalternización del Ejército y la administración pública; la negación de los derechos ciudadanos; el caos económico y financiero; la degradación del buen nombre de nuestro país en el concepto de los pueblos hermanos, e interpretando el sentimiento y anhelo del pueblo paraguayo de devolverle al Paraguay su condición de país libre y soberano para que todos sus hijos puedan vivir una vida nacional decorosa, nos comprometemos, al igual que los camaradas levantados en armas el 9 de Junio del año pasado, a luchar por reencauzar al país hacia la normalidad institucional y defender la dignidad del Ejército, tantas veces burlada y traicionada por el Gobierno del General Morínigo, en tantos años de abuso del poder, con un saldo pavoroso de desquicio nacional.

         Como fieles intérpretes del sentimiento y anhelos colectivos y como un soplo vivificante recibido de ejemplares episodios de nuestra Historia Patria, nos hemos alzado en armas con un programa y propósitos definidos de reivindicar el honor de las Fuerzas Armadas, que han pretendido mancillar algunos jefes adictos por intereses partidarios y sectarios a la dictadura, y hacerles cumplir su misión, única y específica, de guardianes de la soberanía nacional y de defensa de la legalidad constitucional; ofrecer efectivamente al pueblo todas las garantías y libertades, sin distinción de banderías políticas ni credos religiosos, dentro de las normas democráticas, tal como reza la proclama del 8 de Marzo del año en curso, a fin de poner término para siempre a las dictaduras, y en especial a la del Gral. Morínigo.

         En tal sentido, la zona ocupada por las Fuerzas Revolucionarias Libertadoras, que constituye la mayor parte del territorio nacional, la más rica y de más recursos económicos, limitada por tres naciones vecinas, no puede continuar bajo el régimen dictatorial del Gral. Morínigo, sino bajo un régimen democrático para que sus habitantes gozen de las libertades políticas y sociales dentro de la legalidad, y construir así, un Paraguay libre y soberano, para felicidad de todos sus hijos.

         Además, aparte de que el movimiento revolucionario tiene jurisdicción y ejerce soberanía sobre la mayor porción del territorio nacional, su influencia y sus efectos se extienden también a toda la conciencia honrada y democrática del país, y su apoyo y simpatía por parte de las naciones libres de América es casi unánime, conforme a las adhesiones recibidas de diversos organismos responsables.

         En razón de las consideraciones expuestas y hallándose reunidas todas las condiciones necesarias para la constitución de un Gobierno propio, de carácter provisorio, de transición a la normalidad institucional,

 

Resolvemos:

         1) Constituir una Junta de Gobierno Militar, compuesta por los siguientes señores Jefes: TCnel. de Inf. don Fabián Saldívar Villagra, TCnel. DEM don Aureliano Mendoza, y TCnel. de Cab. don Alfredo Galeano.

         2) Declarar nula la administración pública del gobierno del General Morínigo en la zona de influencia de la Junta de Gobierno Militar; así como la disponibilidad de todo el personal que la compone.

         3) El Gobierno Militar constituido de acuerdo al Art. 1° de la presente resolución, deberá durar en el poder hasta que el pueblo elija su propio Gobierno, en comicios libres y limpios, sin exclusivismos de los partidos políticos, y en un mismo pie de igualdad.

         4) La Junta de Gobierno Militar queda facultada a suscribir decretos y Decretos-Leyes, a fin de resolver problemas propios y vitales de urgencia.

         5) Declárase Capital Provisional de la República, la ciudad de Concepción, y asiento central de su Gobierno y de su administración pública.

         6) La presente Resolución de las Fuerzas Revolucionarias Libertadoras podrá ser igualmente firmada por todos los compañeros de armas solidarios con la causa y ausentes a la fecha de esta Capital, con efecto retroactivo al día de hoy.

         7) Fajase el día de mañana, a las 10 horas, para que los integrantes de la Junta de Gobierno Militar presten juramento de desempeñar fielmente su mandato, ante las Fuerzas Revolucionarias Libertadoras y el pueblo, para proceder luego a la constitución de su Gobierno.

         8) Comuníquese a la Nación por todos los medios de difusión, cúmplase y archívese.

         Dada en Concepción, capital provisional de la República, a los tres días del mes de Abril del año mil novecientos cuarenta y siete.

         TCnel. de Inf. Fabián Saldívar Villagra, TCnel. D.E.M. Alfredo Galeano, TCnel. D.E.M. Espiridión Chamorro, TCnel, D.E.M. Antonio Granada, TCnel. D.E.M. Aureliano Mendoza; TCnel. de Adm. Ricardo Larán, TCnel. de Inf. Francisco García Ricardi, TCnel. de Cáb. Darío P. Cantero, TCnel. de Inf. Basilio Martínez Yegros. Mayores de Inf. Arnaldo Núñez González, Dionisio Balbuena, Sergio Nardi, Hermes Saguier, Alfredo Amarilla, Mayores de Ing. César A, Aguirre, Alcibíades Varela, Mayor de Cab. Eliodoro Estigarribia, Mayor M.A.M. Basilio Acosta, Mayores de Inf. Pascual J. Fernández, César Bueno de los Ríos, Capitanes de Inf. Bartolomé Araujo, Modesto Amarilla, Alvar Núñez Acevedo, Anselmo Torres Pérez, Luis Franco Goiburú, Dionisio Bareiro, Juan G. Vargas, Anastacio Villasboa, Ramón L. Pedrozo, Ovidio Delmás, Pedro Román, Julio W. Smith, Adolfo Escobar, Patricio Chamorro, César Berino, Albino Samudio, Juan Moreno Sartorio, Francisco Miranda, Eliseo Duarte Britos, Carlos Z. Torres, Cap. de Cab. Alejandrino Irala, Nicasio Torres, Capitanes de Ing. César R. Vera, Samuel Fernández, Cap. de Art. Wenceslado Denis Roa, Capitanes de M.A.M. Ignacio Bauzá, Olimpio Ortiz, Capitanes Armeros Luis Napoleón Ortiz, E. Rosso, Isidro González, Cap. Maq. A. Muñoz, Capitanes de Inf. Elías Ruíz, Alfredo Vargas, Rogelio Silvero Vega, Ángel Armas, Rogelio Silvero C. Domingo Rodríguez Bordas, Cap. de Adm. José M. Acevedo, Cap. Vet. Arsenio González, Cap. Vet. Gutiérrez Brower, Cap. Farm. César Ismael Servín, Cap. Músico Darío Gómez Serrato, Capitanes de San. Dr. Luis Ortega, Dr. Eduardo Sapena Pastor, Dr. Aníbal Mojoli, Cap. de San. (S.R.) Dr. Joaquín Miranda, Dr. Marcial Roig Bernal, Tenientes 1º de Inf. José A. Núñez Acevedo, José M. Cabriza, José Avalos Sánchez, Ubaldo Martínez, Tomás A. Galeano, Arsenio Acosta, Julio C. Cuevas, Juan M. Arce, Victoriano Gamarra, Oscar Escurra, Manuel Frutos, Silvio Arévalos Peralta, Juan F. González, Dr. Agustín Loncharich, Juan Vicente Páez, Andrés Avelino Coronel, Silvano Alegre, Carlos Ferreira, Julián González Ocáriz, Juan Marciano Báez, Emeterio Cuenca, José D. Fleitas Araujo, Florencio Gómez, Mario Arce, Néstor Raúl Caballero, Rafael Martínez Fretes, Julio César Ayala, Ángel Irigoyen, José Jacquet Galeano, Basilio Peralta, Alejandro J Riquelme, Cecilio Ocáriz, Julio Atalivia Miranda, Merardo Estigarribia, Rufino Cantero, Miguel Ángel Herrera, Tte. 1º. Cab. Alejandrino Larrosa Ruiz, Ttes. 1º P.A.M. Pedro Cataldo, Luis Azzarini, José G. González.

         Tte. González Raina (Armero), Ramón I. Cardozo, (Mec. A.M.) Carlos E. Schulz, Ttes. 1º de Adm. Alipio Arriola, Napoleón Morínigo, Aníbal Ayala, Flavio Galeano, Eusebio R, Caballero, Emilio Gutman, Ttes. 1º. San. Isidro López, Virgilio Céspedes, Taracio Almada, Juan P. Amarilla, Antonio Rolón, Lorenzo Meza, Milciades Ayala, E. Domínguez (Músico), Ramón Ratti, Tenientes de Inf. José A Vázquez, Bartolomé Doldán, José G. Sanabria, Leopoldo Ortiz, Fortunato Ramírez, Julio Fernández, Arsenio Molinas, Alejandro González, Ramón Alvarenga, José Ángel Ramírez, Avelino Borges, Eusebio Jara, Cleto Prieto, José Luis Chilavert, Desiderio Báez Ferreira, Zenón Candia, Ramón Pérez, Raúl P. Escauriza, Guillermo Quintana F., José Romañach Ocáriz, Fabián Solano González, Ramón González, Bonifacio Núñez Torres, Desiderio Velázquez, Eusebio Monges, Quintín Esperanza Ibáñez, Rolando Martínez, Ramón Torres, Artemio Diarte, Reinerio Mazacote, Ttes. P.A.M Miguel Ángel Casco Miranda, Carlos Gracia, Nicolás Aparicio Gómez, Atilio Campos, Ángel Doldán, Ttes. de Adm. Albino von Lucken, J. Álvarez, Fernando A. Duarte, Manuel Candia Andreu, Ttes. de San. Dr. Mario Levera; Dr. Domingo Basualdo, Dr. Ramón Gorostiaga, Dr. Arístides Raúl Laterza, Silvio Arce, Raúl Martínez Larriera, Jorge Caniza, Gilberto Spineda, Dr. Milciades Martínez, Sub Ttes. de Inf. Germán T. Fretes, Aníbal Mendoza, Benito Menoret, Ángel Couchonal, Leopoldo Velázquez, Pastor Mieres, Constantino Colombo, Julio César Espínola, Juan Carlos Gómez, Simón Vargas Fernández, Marcos G. Gamarra, José Ramón Moreno; Miguel González Vierci, Blás Zavalla Cazal, Raúl Orlando Cáceres; Andrés Silva Britos, Guillermo Alonso Rodríguez, Apolonio Giménez, José B. Ibarrola, Jorge Napoleón Cazal, Arturo Ibáñez, Wilfrido Parra, Julián Benítez, Sigfrido Maluf Rosa, Sub Ttes. Ing. Luis A. Cino, Miguel Ángel Corvalán, Sub Ttes. P.A.M. Alcibíades Olmedo, Percio Amarilla Bécker, (M.A.M.) Heriberto Rosso Meza, Justo Cabrera Mendoza, Roque Escobar, Joel Bogado, Idóneo 1º de Farm. Arnulfo Rojas, Idón. Veter. Ángel Crosa, Radio Oper. Ciro Martínez Fretes, Sub Tte. Agrón. Virgilio Olmedo y Sub Of. 1º Arm. Zacarías Meza.

        

 

 

 

 

IV

MANIOBRA DEL EJÉRCITO MORINIGUISTA

SOBRE CONCEPCIÓN

 

         Desde los últimos días de junio de 1947 el enemigo comenzó a descongestionar el frente de la D. C. 1, cargando sus efectivos sobre los sectores de más a la derecha (Oeste), defendidos por la D. 1 y la D. 2.

         El comando de la D. C. 1 avisó diariamente de estas novedades al Comando superior revolucionario. Era, pues, lógico suponer que en vista de los desplazamientos efectuados en forma constante, bien sugestivos por cierto, hubiese el Comando revolucionario extremado las medidas de precaución y seguridad en los lugares amenazados por una concentración intensiva de medios enemigos. Correspondía en este caso proceder a un estudio minucioso del terreno y a hacer un análisis de las probables intenciones que animaban al adversario para, en consecuencia, adoptar las medidas tendientes a contrarrestarlas.

         Hacia la misma fecha comenzaron a reunirse en Quitandinhas (Brasil), los cancilleres americanos. Se suponía que tendrían en carpeta, como uno de los tantos puntos importantes a tratar, el problema paraguayo, que agitaba en esos momentos la opinión pública.

         Era entonces de capital interés para nosotros afianzar nuestras posiciones sobre el río Ypané a fin de dilatar las operaciones y dar en esta forma tiempo para que la conferencia propiciara una mediación más enérgica que conciliara las pretensiones de ambos bandos.

         Después del rudo contraste sufrido en Tacuatí, el enemigo obraría en adelante con mucha cautela. Y con el río Ypané bien fortificado y celosamente atendido en todo su curso, era fácil impedir el pasaje de tropas numerosas. El Ypané es un río que por su caudal y por las características especiales de sus costas, constituye un obstáculo considerable para el pasaje de grandes masas de tropa. Bien vigilado es poco menos que infranqueable.

         El sector de la D.C. 1 se raleaba a ojos vista. Con este motivo se envió el siguiente radiograma cifrado al Comando de Concepción: 28-6-47- 16:15 horas. Cif. N° 70. Comanrre. Tengo impresión que enemigo comienza retirarse mi frente. Espero noticias. Cdo. D.C. 1.

         Este parte fue enviado porque se observó y se escuchó durante la noche del 27 al 28 de Junio un movimiento intenso de vehículos del otro lado del Ypané, encaminado hacia el Oeste (sector ocupado por las DA. 1 y D.I. 2).

         Corroborando esta impresión, en toda la noche del 28 de Junio el enemigo realizó un fuerte hostigamiento por el fuego, usando el conocido sistema que empleaban los bolivianos durante la guerra del Chaco para ocultar los desplazamientos de sus tropas.  

         Confirmando este hecho se avisó al Comando de esta manera: 29-6-47- 8 horas. Cif. N° 71. Comanrre. - Anoche fuerte hostigamiento en todo el sector - Composición fuerza enemiga al parecer ha disminuido, especialmente en armas automáticas- Anoche se escuchó intenso movimiento de camiones de Tacuatí hacia Caraguatay. Ruego informe novedades ese frente. Cdo. D. C. 1.

         La cañada de Caraguatay quedaba al Oeste de Tacuatí, a una distancia aproximada de 20 kilómetros de Capitán Sosa.

         Como puede verse, las novedades que se producían en el frente de la gran Unidad eran comunicadas constantemente a medida que se anotaban. Por todos los indicios teníamos la impresión que en el sector de la D. C. 1 el enemigo no iba a intentar ya una maniobra como la anterior a la batalla de Tacuatí. No obstante esta seguridad, teníamos rigurosamente vigilado y controlado todo el curso del Ypané confiado a nuestra custodia.

         Suponíamos también que en los sectores vecinos no pasaba lo mismo, lo que era el motivo principal de nuestras preocupaciones, por el desplazamiento de las tropas de nuestro frente hacia el sector Oeste.

         Después de los intentos realizados en jurisdicción de la D. 2, las tropas que habían sido sustraídas de la línea del Ypané permanecieron reunidas en las proximidades de Belén, sin volver a ocupar sus emplazamientos sobre la ribera Norte del río, quedando de esta manera el Ypané prácticamente sin vigilancia en los sectores de la D. 1 y la D. 2.

        

         TROPAS GUBERNISTAS CAPTURAN PEDRO JUAN CABALLERO

 

         Coincidiendo con estos desplazamientos en el sector de la D. C.1, una columna enemiga atacó y se apoderó de la localidad de Pedro Juan Caballero, importante población fronteriza con el Brasil por donde conseguíamos algunas remesas de víveres. De este lugar, además, se desprendían dos caminos de gran importancia operativa: uno que unía Pedro Juan Caballero con Bella Vista, al Norte; el otro que lo hacía con la ciudad de Horqueta. Con ello, la columna enemiga podía caer directamente sobre la retaguardia de la D. C. 1 y el flanco Este de la D. 1.

         El Capitán Belisario Doria, que al mando de un pequeño destacamento guardaba la población de Pedro Juan Caballero, atacado por fuerzas muy superiores comandadas por el Teniente Coronel Gregorio Morínigo, se vio obligado a retirarse hacia la boca Oeste de la picada del Chirigüelo, en dirección a Horqueta.

         En el Comando de la D. C 1 se pensaba que con dos escuadrones reforzados se podía copar el Destacamento en caso que éste se aventurase a progresar más allá de la boca Oeste de la picada del Chirigüelo. En vista de esta probabilidad se envió al Capitán Doria el siguiente radiograma: 30.6.47-15 horas-Cif.N°.73-Destacamento Doria- Diga si Mayor Pampliega llegó ésa.- Deben cubrir Ipir, Laguna Porá, Ñú Porá, Esperanza para facilitar futura maniobra. Cdo. D. C. 1.

         Pero la Unidad enemiga que se había apoderado de Pedro Juan Caballero se concretó a ocupar la población en donde se dedicó al pillaje y al tráfico de mercaderías y hacienda. A los Jefes y Oficiales del Destacamento Morínigo les interesaba más el comercio que las operaciones militares.

         El Comando en Jefe, Tte. Coronel Aureliano Mendoza, a fin de evitar trastornos que pudiera ocasionar este enemigo que nos creaba un nuevo frente, y obrando con muy buen criterio, nombró Jefe del sector al Mayor Rufino Pampliega, oriundo de la zona, verdadero "vaqueano" de esas regiones y oficial que en la contienda con Bolivia había dado sus pruebas de suficiencia como conductor de tropas comandando el R.I 1 "2 de Mayo", de brillante actuación.

         Llevaba Pampliega la misión de crear un fuerte destacamento y guardar el flanco. Este de nuestro dispositivo general sobre el Ypané, y, además, defender Bella Vista, que era ya la única población importante que nos restaba como medio de comunicación con el Brasil en nuestra frontera Nordeste.

         Por más que el Destacamento Morínigo no se mostrase muy agresivo, la D. C. 1 se encontraba de nuevo amenazada en su flanco Este. Hasta ese momento tampoco teníamos informaciones concretas sobre la dirección que tomaban las tropas enemigas que eran sacadas del frente de nuestra Unidad.

         El 7 de julio de 1947 se envió el siguiente radiograma al Comando: 7-7-47- 8 Horas. Cif. N°. 85- Comanrre- Estimo inconveniente postergación continua trabajos proyectados. Es motivo preocupación este comando tropas enemigas que operan Pedro Juan Caballero - Cerro Corá. No tenemos noticias R. C. 2 enemigo. Conviene despejar cuanto antes esta situación que puede constituir nueva amenaza nuestro flanco y retaguardia. Cdo. D. C. 1.

         La postergación a que hacía referencia en el cifrado eran los trabajos proyectados por el Comando en Jefe en el sector de la D.2, más o menos similares a los ya anotados anteriormente.

         Al día siguiente, de acuerdo a informaciones recogidas en la línea -en donde con frecuencia nuestras tropas "confraternizaban" con las enemigas a pesar de la absoluta prohibición de estos actos- se envió el radiograma que se transcribe: 8-7-47. 8:20 horas. Cif. N° 87 Comanrre. Desde Paso Itá a Cororó enemigo cubre Ypané con RZ 4-R.C. 5. Parece encontrarse hacia Capitán Bado. Cdo. D. C. 1.

         En realidad, el R.C.5 y R.C.2 se habían desplazado hacia el Oeste en dirección a los sectores de la D. 1 y la D.2.

         El 10 de julio se envió este radiograma: 10-7-47. 13:30 horas. Cif. N° 92. Comanrre. De paso Toro a Curupay enemigo retiró todos los retenes. Este sector cubre con patrullas. En Paso Toro apareció tropa R. I. 8 Piribebuy. De Cororó al Este completamente libre enemigos margen Sur Ypané. Tengo impresión que enemigo retiró tropas en vista algún trabajo. Cdo. D. C. 1.

         Como puede apreciarse, en el Comando de la D. C.1 había semi-certeza que el enemigo tenía en vista alguna nueva maniobra en algún lugar que no era el frente de la propia unidad.

 

         RADIO "EL ESPECTADOR" DE MONTEVIDEO AYUDA A LOS  REVOLUCIONARIOS

 

         Coincidiendo con estas novedades en el sector de la D.C. 1, a partir del 10 de julio de 1947 Radio "El Espectador" de Montevideo comenzó a avisar en sus audiciones diarias de la hora paraguaya, que el enemigo tenía en preparación un pasaje en fuerza del río Ypané en los pasos de Caída, Belén y Ybycuí rasé. Sumadas estas informaciones a la concentración de medios que el enemigo estaba efectuando justamente en esos sectores, ello hubiese sido suficiente motivo de preocupación y cuidado para el Comando en Jefe y los Comandos de sectores.

         Como la zona defendida por la D. C.1 a mi cargo para esta fecha se encontraba casi sin enemigos, y en previsión de acontecimientos que se intuían muy próximos en el Comando, se procedió a sustraer de la línea del Ypané el R. I 2 Ytororó, manteniéndolo reunido y alerta en Paso Itá, extrema derecha del dispositivo de la División, quedando el cuidado y vigilancia del Ypané exclusivamente a cargo del R. C. 1 Valois Rivarola.

 

         TROPAS MORINIGUISTAS CRUZAN EL YPANÉ

 

         El 14 de julio, a las 9 horas, el Mayor Francisco Miranda, Jefe de la sección personal del Comando en Jefe, habló por teléfono comunicando en forma extraoficial y muy reservada al Comando de la D. C. 1 que el enemigo había franqueado el Ypané, en los Pasos Ybycuí rasé y Caída. Según la impresión personal de este Jefe, las fuerzas enemigas que habían pasado en Caída no sobrepasaban el efectivo de un batallón de infantería.

         En cambio, las que habían irrumpido en Paso Ybycuí rasé eran estimadas en tres regimientos. Agregó que se estaban tomando apresuradamente medidas que pudieran contrarrestar esta nueva maniobra enemiga.

         Este pasaje de numerosas tropas al Norte del Ypané constituía un grave e inminente peligro para la revolución. Caída se halla situada sobre el río Paraguay a sólo 11 kilómetros al Sur de Concepción. Por otro lado, las fuerzas enemigas que se encontraban al Norte del río en Paso Ybycuí rasé amenazaban peligrosamente la situación de la D. C. 1, pues, marchando con rapidez sobre la ciudad de Horqueta dejaban cortada la Unidad de mi Comandó del grueso, e interrumpían totalmente sus vías de abastecimiento y sus comunicaciones terrestres.

         Ocupada Horqueta, la D. C. 1 tendría que retirarse apresuradamente hacia el Norte en dirección al Aquidabán, única vía por la que podríamos buscar nuevo enlace con el resto de las tropas que quedaban del lado de Concepción.

         Examinada esta situación y como el Comando revolucionario no comunicaba nada a la D. C. 1, se envió el radiograma siguiente: 14-7-47. 9:30 horas. Cif. N° 100. Comanrre. Tengo conocimiento extraoficial novedades otros sectores. Sírvanse ponerme en conocimiento veracidad tales versiones. Cdo. D.C.1.

         El TCnel. Alfredo Galeano, Jefe de Estado Mayor, confirmó por teléfono la noticia anticipada por el Mayor Miranda.

         Suponiendo que Horqueta cayera en poder del enemigo, lo que presumíamos por tener informes de que la columna principal se dirigía en dirección a esta localidad, y ante la posibilidad de quedar cortados en cualquier momento del grueso, se envío al Comando este radiograma: 14-7-47. 18 horas. Cif. Nº 101. Comanrre. En previsión posibles emergencias urge envío doscientos cajones proyectiles fusil y A.P. esta misma noche. También granadas de mano y de mortero. Cdo. D. C. 1.

         Esa tarde del 14 de julio el Comando en Jefe comunicó a la D. C. 1 haber enviado a la localidad de Horqueta un destacamento de 150 hombres al mando del Mayor Eusebio Quintana Franco para detener la progresión enemiga hacia esta ciudad y con la misión especial de mantener expedita la vía férrea Concepción-Horqueta.

         Viendo que la maniobra enemiga iba adquiriendo serias proporciones, ordené inmediatamente al Mayor Sergio Nardi trasladarse con su unidad, el R.1.2 Ytororó, a marcha forzada, a defender las alturas al Oeste de Capitán Sosa, apoyando su flanco Sur en el Ypané y tratando de tomar enlace hasta el Norte con el destacamento Quintana Franco, que tenía la misión de defender la vía férrea hacia el Sur, a fin de mantenerme expedito el camino Tacuatí-Horqueta ante la posibilidad de un repliegue de la D. C. 1 sobre esta última localidad.

         El Mayor Nardi cumplió con prontitud la orden recibida, tarea que se le facilitó por tener su unidad reunida y bien descansada en Paso Itá. Para las primeras horas del 15 de julio tomaba contacto con el enemigo que se dirigía a apoderarse de Capitán Sosa a cuatro kilómetros al Oeste de esta última localidad. Momentos después tenía desplegada su unidad y tomaba contacto con tropas del Destacamento Quintana Franco, que a su vez estaba ya también fuertemente empeñado con el enemigo que se dirigía sobre Horqueta.

         Esta oportuna intervención del R.1.2 en la acción del Destacamento Quintana Franco detuvo la progresión enemiga sobre Capitán Sosa y Horqueta, y alivió la situación de las escasas fuerzas del Mayor Quintana.

         Los acontecimientos iban precipitándose con celeridad. Las tropas enemigas que habían transpuesto el río Ypané en Paso Ybycuí rasé podían calcularse en tres mil hombres, con todos sus bagajes. A estas fuerzas oponían tenaz resistencia solamente trescientos cincuenta hombres comandados por los Mayores Nardi y Quintana Franco.

         Después de la batalla de Tacuatí se habían otorgado algunos permisos al personal de tropa y oficiales de las unidades que habían intervenido en ellas, como estimulo al buen comportamiento observado en la acción, encontrándose por este motivo bastante raleadas las filas de las unidades de la D.C. 1. Para recuperarlas cuanto antes, se pidió al Comando su envío por este radiograma: 15-7-47. 5 Horas. Cif. N° 102. Comanrre. Ruego ordenar donde corresponda regreso inmediato por primer medio a esta gran Unidad todos S.S.O.O. y tropa que se hallan con permiso. Cdo. D. C.1.

         Como hasta ese momento la situación no se había despejado en ninguno de los dos puntos de infiltración, la D.C.1 envió además la siguiente sugestión al Comando en Jefe: 15-7-47. 7 horas. Cif. N°.103. Comanrre. Creo necesario atacar con un Regimiento para detener columna enemiga en Caída y caer con todo grueso sobre infiltración Capitán Sosa para destrozarlo. Sírvase informar situación real e intenciones ese Comando. Cdo. D. C.1.

         Durante todo el día 15 se mantuvo constante comunicación telefónica con Concepción para enterarnos de las novedades ocurridas en los distintos sectores de combate. El Mayor Nardi, instalado en Capitán Sosa, también tenía al tanto al Comando de la D. C. 1; todavía en Curupay, de la situación de su Unidad, que se encontraba fuertemente empeñada con un enemigo muy superior en número y en armamentos. Pero gracias a las características especiales del terreno que ocupaba su tropa, se defendía perfectamente bien.

         A fin de estar más cerca del nuevo teatro de las acciones, el P. C. de la D. C.1 se trasladó al mediodía del 15 de julio a Capitán Sosa.

         Esa misma tarde se ordenó al R.C. 1 Valois Rivarola reunir sus tropas y replegarse sobre Capitán Sosa, dejando solamente un escuadrón montado para cubrir el río Ypané en los pasos de Tacuatí y Paso Itá,  a fin de proteger en esa forma su retirada.

 

         LA VÍA FÉRREA CONCEPCIÓN-HORQUETA ES CORTADA POR FUERZAS DE MORÍNIGO

 

         En las primeras horas del día 16, las comunicaciones telefónicas con Concepción fueron bruscamente interrumpidas, lo cual significaba que la línea férrea Concepción-Horqueta estaba interceptada por el enemigo. Automáticamente, con esta novedad, me hice cargo del Destacamento Quintana-Franco y en consecuencia ordené al mismo enviar un pelotón sobre la vía para constatar la novedad.

         El pelotón destacado hacia Concepción, siguiendo la vía férrea, chocó con el enemigo a la altura del kilómetro 34 y constató que éste se hallaba instalado ya a caballo de la vía.

         Con ese motivo, se dio aviso al Comando en Jefe del incidente: 16-7-47. 7 horas. Cif. N°. 104. Comanrre. Enemigo cortó vía férrea en km. 34 y se desplaza al Norte. Tengo impresión tienen intenciones de caer sobre Concepción. Yo he resuelto dejar sector Tacuatí-Paso Itá para concentrar toda unidad y cortar enemigo sobre vía férrea fin despejar ésta para facilitar transportes y comunicaciones. Es urgente sincronizar ataque ambos lados para cortar enemigo ese punto. Otros sectores no hay presión fuerte. Tengo pocos proyectiles. Informe situación otro lado a fin tomar decisiones definitivas. Insisto atacar con masa principal este enemigo para lograr libertad de acción. Cdo. D. C. 1.

         Con esta maniobra enemiga, nuestra D. C. 1 se encontraba cortada de sus bases de Concepción. Pero, afortunadamente, el enemigo, con toda la inmensa superioridad que le daban su enorme efectivo de tropa combatiente, su poderoso material bélico y el poseer la iniciativa en sus manos, no supo sacar provecho de estas ventajas. El mismo se limitó a organizarse defensivamente a caballo de la vía férrea sin intentar progresar ni hacia Concepción ni hacia Horqueta. Tampoco hizo ningún esfuerzo por cortar, aunque más no fuera con alguna pequeña unidad, el camino Horqueta-Loreto, para aislar en esta forma definitivamente la D. C.1 del grueso. Los movimientos iníciales efectuados por las tropas adversarias hacían presumir que caerían con toda su poderosa masa sobre nuestra capital, efectuando solamente una diversión sobre Horqueta para aferrar la D. C. 1.

         El Destacamento Quintana Franco fue puesto con este motivo, como ya lo señalara, a órdenes directas del Comando de la D. C. 1. Se ordenó a esa unidad despejar la situación en el kilómetro 34. En un brillante asalto, una sección del Destacamento desalojó al enemigo de las posiciones que ocupaba a caballo de la vía férrea, lo que se comunicó al Comando con este radiograma: 16-7-47. 17 horas. Cif. N° 105. Comanrre. Situación vía férrea despejada. Según informe Quintana Franco enemigo cambia dirección ataque. Conviene cortar enemigo en su base dirección Laurel. Necesito saber situación R. I. 3 y combinar ataque esa dirección en día y hora. Ya llegaron aquí 210 hombres R. C. 1 muy cansados largo trayecto recorrido. Escuadrón Mayor Quiñónez se desplazó ayer desde Cororó. Necesita descanso. Puede prepararse ataque general para 18 de mañana. Dejo suspendido momentáneamente desprendimiento Tacuatí-Paso Itá. Conviene restablecer comunicaciones telefónicas. Cdo. D. C.1.

         La D. C. 1 proponía al Comandante en Jefe Aureliano Mendoza, un ataque combinado en el lugar de pasaje enemigo sobre la misma ribera del río Ypané, para aislar las tropas enemigas del Sur de aquéllas que se habían situado al Norte del río. Cortadas éstas, era indudable que combatiríamos con gran ventaja contra ellas, pues a más de conseguir la reunión de nuestra masa, retomaríamos la iniciativa que en esos momentos estaba en manos del enemigo. Cortado de su base de sustentación en municiones y víveres, éste combatiría en condiciones sumamente desfavorables a pesar de su superioridad numérica.

         Para la realización del proyecto, la D. C. 1 contaba con las siguientes unidades: R. C. 1 Valois Rivarola, R. I. 2 Ytororó y Destacamento Quintana Franco. Estas tres unidades daban un total aproximado de mil hombres con una excelente moral, un gran espíritu combativo y perfectamente armados, pues la batalla de Tacuatí había contribuido a reforzar y renovar las armas que tenían anteriormente.

         Poseíamos informes concretos de que la infiltración enemiga producida en Caída había sido eliminada. El R. I. 1 2 de Mayo, bajo las órdenes del Capitán Bartolomé Araujo, en un sorpresivo asalto había desalojado al enemigo que estaba organizado defensivamente en la ribera Norte en un poderoso reducto fortificado. Despejada esa situación que peligraba nuestra capital, no restaba sino la masa principal enemiga que operaba frente a Horqueta y sobre la cual podíamos descargar todo nuestro esfuerzo, concentrando para el efecto nuestras fuerzas combatientes.

         Con este motivo el Comando de la D. C. 1 propuso al Comando en Jefe atacarla simultáneamente sobre el Ypané de ambos lados, para cortarla de su base. La D. 1, en cuyo sector estábamos operando, contaba para la ejecución del trabajo propuesto con los Regimientos 4 Curupayty, 3 Corrales y el R. Z. 2, todos también con un efectivo aproximado de mil hombres. El ataque sería, pues, desencadenado con dos mil hombres en un frente reducido y de fácil acceso.

         El Comando en Jefe revolucionario aceptó el plan, pero no llegó a concretar su realización inmediata. La operación no debía ni podía dilatarse. El tiempo era nuestro peor enemigo porque a medida que transcurría, el enemigo podía hacerse fuerte, ya que su superioridad numérica era aplastante. Luego, era una operación a la que se debía dar una rápida solución.

 

         EL "VALOIS RIVAROLA" LLEGA A CAPITÁN SOSA

 

         El 17 de julio de 1947 el R. C. 1 Valois Rivarola, menos un Escuadrón que guardaba Paso Itá cubriendo la retaguardia de la D. C. 1, estaba reunido en Capitán Sosa. En treinta y seis horas esta unidad había recorrido 80 kilómetros en perfecto orden, transportando todos sus bagajes; una marcha admirable teniendo en cuenta el estado de los caminos en la región y la falta absoluta de medios de transporte.

         Ese mismo día se recibió una comunicación del Comando en Jefe avisando que tropas enemigas procedentes de Pedro Juan Caballero habían aparecido en Paso Mbutú, 40 kilómetros al Noreste de Horqueta. Este acontecimiento venía a complicar más aún la situación por la que atravesaba la D. C. 1, que estaba siendo acosada ya por el lado Sur y el Oeste. Pero, felizmente, la situación se despejó a pocas horas de la recepción del informe, constatando que las noticias carecían de fundamento. Se procedió, por tanto, a comunicar al Comando con el radiograma siguiente: 17-7-47. 19 horas. Cif. N° 109 Comanrre. Informes sobre aparición enemigo N. E. Horqueta falsos. Despaché patrulla montada esa dirección para despejar totalmente situación. Cdo. D. C. 1.

         En las primeras horas del 18 de julio el enemigo presionó fuertemente sobre nuestro escuadrón de retaguardia en Paso Itá, el que con este motivo se vio forzado a retirarse sobre Caraguatay, donde de nuevo se organizó en posiciones defensivas para contener la progresión del R. Z 4, que era la unidad enemiga que operaba sobre la retaguardia de la D. C. 1

         En vista que la sugestión para el ataque sobre el Ypané no prosperaba, y siendo ya peligrosa la situación del R. C. 1 y el R. I. 2, se tomaron en el Comando de la D. C. 1 las disposiciones para una posible retirada sobre Horqueta con el fin de defender esta importante población.

         Coincidiendo con esta medida., el enemigo había conseguido irrumpir de nuevo sobre la vía férrea de Concepción-Horqueta, lo que se comunicó de inmediato al Comando en Jefe: 18-7-47. 13 horas. Cif N° 113. Comanrre. A la altura km. 30-31 enemigo infiltróse vía tomando dirección Norte. Ordené 3 Corrales despejar vía. De este lado un Escuadrón sale con misma misión. Cdo. D. C. 1.

         Momentos después de despachado el radiograma, se recibió un parte del Escuadrón Parra, que era la unidad encargada de despejar la vía del lado de Horqueta, dando cuenta que el enemigo era numeroso y estaba fuertemente organizado en el terreno. El Escuadrón Parra había chocado violentamente con el enemigo a la altura del kilómetro 33, y al parecer sus intenciones eran las de abrirse paso hacia el Norte, probablemente para cortar el camino Horqueta-Loreto e impedir el repliegue de la unidad de mi Comando sobre Concepción por la única vía que nos restaba.

         Se dio aviso al Comando de Concepción de la novedad con el radiograma siguiente: 18-7-47.15 horas. Cif. 114, Comanrre. Altura km. 33 enemigo cortó vía férrea pasando hacia Norte con efectivo calculado en un Regimiento. Esta columna no se dirige hacia Horqueta. Cdo. D. C. 1.

         Momentos después se envió otro cifrado al mismo destino, concebido en estos términos: 18-7-47. 17 horas. Cif. N° 115. Comanrre. Enemigo calculado efectivo mayor un Regimiento pasó vía km. 33. Su dirección aún no puede precisarse. Conviene atacarlo inmediatamente a fin cortarlo su base. Un escuadrón R. C. 1 progresa camino Horqueta km. 27. Lleva distintivo blanco en brazo. En Paso Itá esta mañana pasó un Regimiento enemigo. Tengo cubierto con un Escuadrón salida Sur Caraguatay. Conviene liquidar enemigo que pasó vía férrea. Conteste y esté contacto constante conmigo. Cdo. D. C. 1.

         La preocupación del Comando de la D. C. 1 era que el enemigo que había pasado al Norte de la vía férrea interceptara el camino Horqueta-Loreto, lo que pondría a la gran Unidad en una situación muy delicada. A esto debía sumarse el peligro del Noreste, que permanecía siempre latente para mi unidad. Por este motivo se pidió al Comando en Jefe, Tte. Coronel Mendoza, hiciera atender esta dirección, sobre la que no podía la D. C. 1 distraer efectivos por tener todo su cuidado empeñado en el Sur, el Oeste y el Noroeste. Para ello despaché este mensaje: 18-7-47. 17:30 horas. Cif. N° 116. Comanrre. Conviene que Destacamento Pampliega cuide enemigo, que puede aparecer lado Paso Mbutú fin amenazar retaguardia Horqueta. Cdo. D. C. 1.

 

         FUERZAS GUBERNISTAS ATACAN VIGOROSAMENTE SOBRE LA VÍA FÉRREA

 

         A las 18 horas de ese día el enemigo atacó con energía al escuadrón Parra sobre la vía férrea desde la dirección Oeste-Este. Simultáneamente, el Destacamento Quintana Franco, que defendía Horqueta a dos kilómetros al Sur de la vía, era también atacado en todo su frente por un enemigo numeroso y bien armado. Con esto definía ya su verdadera intención, que consistía en apresurar la captura de Horqueta.

         En ambos frentes la ofensiva fue contenida. Se dio conocimiento al Comando en Jefe de la novedad con el parte siguiente: 18-7-47. 18:50 horas. Cif. N° 117. Comanrre. Enemigo que pasó vía presiona fuertemente sobre mis tropas tratando empujar hacia Horqueta. También sobre todas las tropas que cubren vía frente Sur. Urge ataque inmediatamente con fuerza no inferior un Regimiento espalda esas tropas para despejar situación. Tropas enemigas numerosas. Cdo. D. C. 1.

         Momentos después se recibió también un parte de que el enemigo que había traspuesto el Ypané por Paso Itá atacaba al Escuadrón Escobar que guardaba la retaguardia de Capitán Sosa en Caraguatay.

         La situación de la unidad de mi Comando se complicaba de momento en momento, sobre lo que informé al Comando en esta forma.: 18-7-47. 18:30 horas. Cif. N° 118. Comanrre. Situación grave. Enemigo número 400 pasó Paso Itá presiona mi retaguardia. Trato detenerlo. Enemigo ataca fuertemente frente Horqueta. Informe urgente su decisión. Cdo. D. C. 1.

         El escuadrón Parra, que combatía en condiciones sumamente desventajosas sobre la vía férrea en el kilómetro 34, comunicó que le era difícil sostener las posiciones que ocupaba por ser el terreno muy boscoso y estar por este motivo expuesto a ser rebasado y envuelto por sus dos flancos, que los tenía descubiertos, por un enemigo que le era muy superior en número. Se le ordenó con este motivo se replegara a nuevas posiciones sobre el kilómetro 39.

         Al mismo tiempo se comunicó esta novedad al Comanda:18-7-47. 19:30 horas. Cif. N° 119. Comanrre. Enemigo atacó fuertemente nuestras tropas km. 34. Este momento rectificamos línea sobre km. 39. Continúa presión enemiga. Tome medidas rápidas e indique cuáles son. Cdo. D. C. 1.

         Pero el enemigo se había anticipado a la orden de repliegue que recibiera el Capitán Parra para ocupar nuevas posiciones a la altura del kilómetro 39. Atacándola violentamente, logró irrumpir en su línea cortándolo en dos y quedando aislados en los montes los pelotones de los Tenientes Sosa y Queirolo hacia el Norte de la vía férrea. El Capitán Parra, que había quedado con los otros dos pelotones, se retiró en orden sobre el kilómetro 39, donde se organizó con sus pocas tropas a la espera de un nuevo ataque, el que felizmente no se produjo. Los dos pelotones que quedaron aislados se reintegraron hacia la medianoche a su unidad sin haber experimentado pérdidas, con lo que quedó restablecido el orden en ese sector.

 

         SE URGE ACTITUD MÁS FIRME DE CONCEPCIÓN

 

         El Comando en Jefe, entretanto, no tomaba una determinación firme ante estos acontecimientos que agravaban sin cesar la situación de mi unidad. Teníamos la sensación que el enemigo descargaba todo su esfuerzo sobre el frente defendido tan tenazmente por la D. C. 1 con la intención, a todas luces muy clara, de aislarnos del grueso y proceder a nuestra destrucción.

         En vista de esta impasibilidad se envió a Concepción el siguiente radiograma: 18-7-47. 21 horas. Cif. N° 121. Comanrre. A pesar reiterados pedidos, ese Comando no me ha dado su intención maniobra. Pregunto si unidad mi cargo queda librada a lo que pueda ocurrir. Necesito saber idea Comando para efectuar defensa a toda costa mi posición actual. Deseo saber dirección ataque principal aquel lado para tomar disposiciones cooperar con mi unidad. Cdo. D. C. 1.

         Estaba claro que la situación de la D. C. 1 se tornaba cada vez más crítica, y si no se tenía la intención o los medios para aliviarla de la amenaza que pesaba sobre ella, de quedar cortada definitivamente, era una pérdida inútil de tiempo, material y personal el aferrarnos a las posiciones que defendíamos. Aún teníamos despejado el camino Horqueta-Loreto para unirnos con el grueso de nuestras tropas hacia Concepción.

         El R. C. 1 Valois Rivarola se encontraba además debilitado en su efectivo combatiente, pues ese día 18 se había destacado al Escuadrón Quiñónez a guardar Jhuguá Jhoby sobre el camino Horqueta-Loreto; con la orden de mantenerlo expedito y buscar enlace con tropas del R. I. 3 Corrales que estaban desplegadas a caballo de la vía férrea a la altura del kilómetro 27, cubriendo así Concepción de una probable embestida enemiga del lado Este.

         Acosado por el Sur y el Oeste, y con un peligro -aún cuando éste era más remoto- por el Noreste, decidí replegar todas mis tropas sobre Horqueta. Cuando se estaban tomando las disposiciones para efectuar el repliegue, el Comando en Jefe comunicó que había decidido atacar al enemigo a la altura del kilómetro 27 con los Regimientos R. Z. 2 General Genes y R. I. 3 Corrales. Pedía a la D. C. 1 accionar simultáneamente con el ataque de estas dos unidades de la D. 1, empleando para ello todos los medios de que pudiese disponer la unidad.

         Conforme con estas directivas, se envió al Comando el radiograma siguiente: 18-7-47. 22 horas. Cif. N° 122. Comanrre. A su cifrado N° 263, de acuerdo. Indique hora comienzo operación. Esta noche mi unidad estará en apresto. Conteste. Cdo. D.C.1.

         Graves inconvenientes ocurridos en el sector de la D. 1 impidieron la realización de esta maniobra en las primeras horas del 19 de julio, por lo que se la dejó postergada para efectuarla a las seis de la mañana del día siguiente.

         Desde las nueve horas del 19 de julio se hizo sentir de nuevo una fuerte presión sobre el Escuadrón que defendía Capitán Sosa en la cañada de Caraguatay. El enemigo que atacaba podía desbordar el flanco Este de esta pequeña unidad y dirigirse directamente sobre Horqueta, punto este último prácticamente sin defensa.

         Vista la imposibilidad de retener Capitán Sosa y considerando el peligro de ser cortado también en Horqueta por un enemigo que se insinuaba amenazadoramente por el Sur y el Este, a las 14 horas del día 19 ordené el repliegue de todo el resto de la D. C. 1 sobre la localidad de Horqueta, procediendo a la defensa de la ciudad con el dispositivo siguiente: de Este a Oeste: R. I. 2 Ytororó con frente Este y Sur; Destacamento Quintana Franco con frente Sur y Escuadrón Parra con frente Oeste a caballo sobre la vía férrea. Como puede observarse, las tropas de la D. C. 1 defendían la ciudad formando un semicírculo, quedando abierto solamente del lado Norte, hacia el camino Horqueta-Loreto. Dos Escuadrones del R. C. 1 y la Plana Mayor Divisionaria, fuerte esta última de 60 hombres, eran la reserva acantonada en la ciudad.

 

         EL COMANDANTE GALEANO LLEGA EN AVIÓN A HORQUETA.

 

         A las 16 horas de ese día 19, el Jefe de Estado Mayor, Tte. Coronel Alfredo Galeano, se trasladó a Horqueta en avión, aterrizando en una de las calles de la ciudad. En una reunión de Comandantes de Unidades nos enteró de la situación general en todos los sectores del frente, sin ocultarnos la gravedad extrema de la misma. El enemigo atacaba con violencia en todos los puntos con una fuerza aproximada de ocho mil hombres, poderosamente armados. A estas fuerzas oponíamos solamente dos mil trescientos combatientes. Lo que agravaba la situación era el hecho que en algunas unidades de Infantería la moral era sumamente baja, corriéndose por consiguiente el peligro de ver reproducido el caso de la defección del R. I. 2 en Agüerito. Hasta ese momento solamente la energía, la decisión y el valor, de los Jefes y Oficiales de los cuerpos de tropa estaban salvando la grave emergencia por la que atravesaba la revolución.

         Después de coordinar algunas operaciones a ejecutar al día siguiente, el Tte. Coronel Galeano regresó a Concepción a las 20 horas.

         El enemigo, que atacaba a la D. C. 1 de la dirección Sur, tomó contacto con los puestos adelantados de R. I. 2 en las primeras horas del 20 de julio de 1947, pero su progresión fue fácilmente contenida en razón de que las posiciones ocupadas por esta unidad eran excepcionalmente buenas para la defensa.

         En el deseo de aliviar la situación de la D. C. 1 a mi mando, el Comando en Jefe propuso realizar un ataque a la altura del kilómetro 27 con el R. I. 3 Corrales en colaboración con la D. C. 1. Como la presión enemiga frente al R. I. 2 había disminuido notablemente, se contestó al Comando en esta forma: 20-7-47. 10 horas. Cif. N° 131. Comanrre. A su cifrado N° 221: mañana de mañana. Cdo. D. C. 1.

         El mismo día se recibió del Comandante Mendoza otro cifrado en el que se contemplaba esta alternativa: o el ataque combinado con el R.1. 3 sobre el kilómetro 27 a fin de despejar la vía férrea, o efectuar con las tropas disponibles de la D. C. 1 una maniobra de desbordamiento sobre las tropas enemigas que atacaban nuestras posiciones de la dirección de Capitán Sosa. Esta operación se había planteado al Tte. Coronel Galeano en ocasión de su visita del día anterior a Horqueta y como resultado de patrullajes efectuados sobre el flanco Este del enemigo que teníamos al Sur de la ciudad de Horqueta, el que encontramos sin vigilancia.

         Se contestó al Comando en estos términos: 20-7-47. 15 horas. Cif. N° 132. Comanrre. Su cifrado N° 227 conforme. Si trabajo frente R. I. 3 no se realiza avise con tiempo suspender el mío y realizar rápidamente segunda parte su cifrado. Cdo. D. C. 1.

         Durante la noche del 20 al 21 de julio se constató un intenso movimiento en el frente del R. I. 2, en especial sobre el flanco Este de esta unidad que cubría la ciudad por el lado Sur y Este. El enemigo daba la impresión de estar montando un ataque con todos sus medios en el subsector de esta unidad, con el objeto de apoderarse de Horqueta.

         Con este motivo se adoptaron medidas tendientes a contener el posible ataque. El personal de Jefes, Oficiales y tropa esperaba confiado la embestida enemiga. Las posiciones ocupadas por el R. I. 2, si bien no habían sido mejoradas con trabajos de zapa por falta de tiempo -y sobre todo por carecer de suficiente cantidad de herramientas para realizarlos- eran tan favorables que no se podía temer una irrupción enemiga por ese lado.

        

         ES RECHAZADO UN VIOLENTO ATAQUE GUBERNISTA

 

         Nuestras presunciones resultaron acertadas. Exactamente en el lugar en el que esperábamos que el enemigo efectuara su ataque, lo desencadenó hacia las 6 horas del día 21 de julio.

         Previa una intensa preparación de morteros y A. P., lanzó al asalto sus tropas con una furia tal que daba la impresión de que eran enviadas al ataque como ebrias, no solamente de coraje.

         La embestida fue tan sangrientamente rechazada que el enemigo no intentó ya otros asaltos en el curso de todo ese día. El campo de nadie quedó sembrado de cadáveres.

         Al iniciarse el ataque, se comunicó al Comando en Jefe la novedad para prevenirlo de que nuestra unidad no podría participar en la acción proyectada sobre el kilómetro 27 en combinación con el ataque de la D. 1. Para ello se despachó este telegrama: 21-7-47. 6:15 horas. Cif. N°. 133. Comanrre. Por fuerte ataque enemigo lado Capitán Sosa suspéndese trabajo e iniciase segunda parte su cifrado N° 227. Diga R. I. 3 defienda su flanco Norte. Mis tropas tomaron contacto con él para formar línea segura defensa. Cdo. D. C. 1.

         Rechazado el ataque, que se prolongó por espacio de una hora, se comunicó al Comando el resultado con el radiograma siguiente: 21-7-47. 7:50 horas. Cif. N° 134. Comanrre. Hemos detenido ataque enemigo Sur y Este orilla pueblo. Operación combinada con Z. 2 no se efectuó este lado motivo ataque enemigo. Según resultado trabajo Z. 2 veré apoyarlo desde Norte. Tengo previsto repliegue sobre Naranjaty esta noche para formar línea defensa en contacto R. I. 3. Informe constantemente curso trabajo ese lado. Cdo. D. C. 1.

         El trabajo del R. Z. 2 a que se hacía referencia en el cifrado que antecede no prosperó. Por tanto, la permanencia de la D. C. 1 en la localidad de Horqueta no era ya posible sin correr el serio riesgo de que el único camino de retirada todavía abierto para la gran Unidad fuera interceptado. La población se encontraba ya, además, bajo el fuego de las armas livianas enemigas.

 

         LA D. C. 1 ABANDONA HORQUETA

 

         Decidí entonces abandonar la ciudad en la noche del 21-22, no sin antes proceder a la evacuación de todo el bagaje de la Unidad. Tomada esta decisión, se dio aviso a la población civil de Horqueta de nuestro posible repliegue sobre posiciones elegidas a la altura de Naranjaty. Debimos dejar Horqueta a pesar de constituir esta región la más rica en agricultura y la más densamente poblada de toda la zona Norte, siendo por este motivo el centro más importante de abastecimiento en cereales para la revolución.

         La ciudad estaba repleta de refugiados que venían acompañando a nuestras tropas desde Colonia Nueva Germanía. Se reeditaba así el episodio de las célebres "Residentas" de la guerra del 70, es decir, el éxodo de la población civil que abandonaba sus hogares ante el temor de quedar bajo el dominio del enemigo. Estas hunos de la mitad del siglo XX no perdonaban, para satisfacer su odio y sus apetitos, ni ancianos, ni niños; ni sanos, ni enfermos.

         No bien se anunció la posibilidad del abandono de Horqueta, comenzó la salida de la población civil y de las "Residentas" en dirección a Loreto y Concepción. La evacuación se inició al cerrar la noche con todo orden y sin ninguna premura.

         Durante todo el día 21 el frente de la D. C. 1 permaneció en calma. La lección de la mañana había sido, por demás, dura.

         A las 23:30 horas del 21 de julio se ordenó el repliegue de las tropas que defendían Horqueta, comunicado al Comando en Jefe de este modo: 21-7-47. 23:30 horas. Cif. N° 137. Comanrre. Me desprendo para buscar ala Norte R. I. 3. Cdo. D.C.I.      El movimiento de retirada se efectuó con toda tranquilidad y sigilo, dejando nosotros escalonados pequeños núcleos para cubrir la retirada del grueso. Se marchó durante toda la noche, llegando al amanecer del día 22 al lugar denominado Zanja-cué las siguientes unidades: R. C. 1 Valois Rivarola, Destacamento Quintana Franco y Plana Mayor de la División. El R. I. 2 Ytororó quedó encargado de cubrir la retirada en la forma descripta. Se comunicó al Comando en Jefe: 22-7-47. 7 horas. Cif. N° 138. Comanrre. Llegamos a Zanja-cué donde encontramos retén R.I. 3. Terreno muy favorable para establecer fuerte línea defensiva. Facilita defensa Loreto. Diga dónde desea establecer línea general defensa. Todo caso envíe oficial enlace con instrucciones precisas. Cdo. D. C. 1

         Atento a esta solicitud de la D. C. 1, por vía Loreto llegó a las 10 horas el Mayor Dionisio Balbuena, Jefe de la Sección Operaciones del Estado Mayor General, trayendo la situación exacta de nuestras unidades en todos los sectores del extenso frente de combate y con instrucciones para la organización de un nuevo dispositivo defensivo.

         La D. C. 1 volvía así a reunirse con el grueso después de ocho días de constante movimiento y de recio accionar contra un enemigo mordaz y muy superior en número. Las circunstancias excepcionales por las que había atravesado la unidad fortalecieron la cohesión de las tropas y elevaron la moral y el espíritu de cuerpo reinante en ellas, de una manera satisfactoria. La confianza en sus Comandos y en el cuerpo de Jefes y Oficiales hizo que esta tropa aumentara en buen grado su capacidad combativa, de suyo excelente.

         El Mayor Balbuena informó que la D. 1 tenía proyectado un trabajo al Sur de la vía férrea, a la altura del kilómetro 27, y pedía la colaboración de la D. C. 1 en el sentido de que esta unidad accionara desde el Norte con el fin de rechazar las unidades enemigas que se encontraban al Norte de la vía.

         A pesar del desgaste físico de las tropas de mi unidad, que habían sido sometidas en forma ininterrumpida a duras e intensas pruebas desde el 14 de julio, se ordenó de inmediato ocupar las posiciones de apresto para entrar a intervenir en el trabajo de la D. 1 en cuanto se diera la señal de ataque. El Mayor Balbuena comunicó al Comando en Jefe la determinación tomada en los siguientes términos: 22-7-47. 15 horas. Cif. N° 140 Comando D. C. 1 está conforme plan maniobra. Mayor Balbuena.

         A fin de asegurar la cooperación prometida al Comando de la D. 1 en el plan proyectado, se averiguó el curso de las operaciones del Sur de la vía con este radiograma: 22-7-47. 17 horas. Cif. N° 142. Comanrre. Diga si continúa acción R.Z. 2 para accionar con dos escuadrones lado Norte dirección Km. 31. Conteste enseguida. Cdo. D. C. 1.

         El ataque montado por el R. Z. 2 no prosperó. El enemigo, con una gran superioridad en personal y materiales y fuertemente fortificado en un terreno muy desfavorable para el ataque, rechazó nuestra primera intentona, con sensibles pérdidas para el R. Z. 2. Por este motivo, el comandante de la D. 1 decidió muy acertadamente suspender la operación. No contar con los medios necesarios en hombres y materiales era exponer sus cansadas tropas a un estéril sacrificio.

         Con el fin de sustraer de las líneas algunas tropas (las teníamos totalmente empeñadas) y reunir alguna reserva, el Comando en Jefe ordenó rectificar nuestras líneas defensivas a la altura del kilómetro 21 de la vía férrea Concepción-Horqueta. Los trabajos de rectificación fueron ejecutados de inmediato y sin inconvenientes en todos los sectores.

 

         TROPAS MORINIGUISTAS CAPTURAN BELÉN

 

         Desde ese momento el sector defendido por la D. C. 1 permaneció tranquilo. La tropa enemiga que se apoderó de Horqueta no se mostró agresiva. Nuestros puestos adelantados destacados sobre el camino Horqueta-Loreto no fueron molestados ni por patrullas de exploración.

         No ocurría lo mismo en el sector de la D. 2.

         En la madrugada del 24 de julio de 1947 el enemigo vadeó el Ypané y se apoderó de la localidad de Belén, importante población situada sobre la margen Norte del río. Una sorpresa que por poco produce un descalabro en nuestro dispositivo en el sector afectado por la irrupción.

         Gracias a la calma observada por el Comandante de la D. 2 Tte. Coronel Antonio Granada, que con rancheros, ordenanzas y personal de su plana mayor organizó la defensa dentro del mismo pueblo, pudo salvarse parte de la impedimenta que la Unidad tenía ahí acumulada.

         Siendo más o menos el mediodía del 24 de julio se recibió en el Comando de la D. C. 1 una comunicación telefónica en la que el Jefe de Estado Mayor Tte. Coronel Galeano informaba de esta novedad tan poco grata. La situación planteada a las fuerzas revolucionarias se tornaba de nuevo exageradamente grave.

         Belén, situada solamente a 20 kilómetros de Concepción, se hallaba unida a esta ciudad por una excelente ruta que podía facilitar la rápida progresión de las tropas enemigas sobre la capital revolucionaria, asiento de todas nuestras reservas humanas, materiales y morales.

         El Tte. Coronel Galeano pidió que la D. C. 1 colaborara con la defensa del sector de la D. 2, tan gravemente amenazado con el envío de algunas unidades para detener la avalancha enemiga frente a Belén.

         Felizmente la unidad disponía en ese momento del escuadrón de A. P. del R. C. 1 que, reunido en las proximidades del P. C. divisionario, constituía la reserva de la gran Unidad. Se ordenó su inmediato traslado hacia el frente de la D. 2. Momentos después se despachó también la Plana Mayor de la División, compuesta de 80 soldados de élite, muy bien armados y de una elevada moral.

         Con este refuerzo proporcionado por la D. C. 1 más algunas pequeñas unidades sustraídas de otros sectores en donde la presión era menos intensa, se estabilizó sólidamente el frente de la D. 2 hacia Belén.

         Perdido el primer impulso, el enemigo se detuvo. Pero esta detención momentánea no hizo desaparecer el peligro. Era sólo una pausa para proceder a su reordenamiento y tentar el golpe final que, sin duda, tendría que ser el definitivo, dada su superioridad incontrastable.

         La desmoralización que produjo en nuestras filas esta nueva irrupción fue de consecuencias desastrosas. Se reflejaba ya hasta en el cuerpo de Oficiales, sobre todo en el de la Unidad más directamente afectada por la maniobra enemiga. La detención de su progresión no podía durar. Más de ocho mil hombres perfectamente armados y equipados, con suficiente Artillería, accionaban sobre el Ejército revolucionario. A estas fuerzas no podíamos oponer sino dos mil trescientos combatientes, de los cuales una gran parte estaba con la moral bastante quebrantada. Tampoco el estado físico de nuestras tropas era muy bueno, pues por la misma escasez de personal y por el constante ataque enemigo tuvimos que someterlas a trabajos muy duros sin que hubiéramos encontrado la oportunidad de proporcionarles un descanso adecuado para reponer sus menguadas fuerzas.

         Teníamos conocimiento que una fuerte columna enemiga desprendida de Horqueta se dirigía a Paso Barreto con la probable intención de pasar al Norte del río Aquidabán y, por este lado, llegar al río Paraguay para aislar la región de Concepción propiamente dicha de sus bases de Pinasco, Casado, Fonciere, etc. Tomadas todas las disposiciones para asegurar el frente de la D. C. 1, y dejándola bajo el comando del mayor Eustacio Rojas, me trasladé a Concepción, vía Loreto, esa misma tarde del 24 de julio, aproximadamente a las 15 horas.

 

 

VI

DERROTA EN LAS PUERTAS DE ASUNCIÓN

 

         Como consecuencia de la fácil ruptura de las posiciones de la calle Luna, ocupadas débilmente por el enemigo, nuestras tropas, que se encontraban en Zavala-cué, se aproximaron sobre las nuevas líneas organizadas un poco más atrás. Se ordenó para el día 15 de agosto un nuevo asalto, el que debía efectuarse actuando en primer escalón dos Escuadrones del R. C. 1 Valois Rivarola, para entrar luego el R. I. 3 Corrales accionando en profundidad, con la misión de penetrar hasta el centro de la ciudad. Pero, en último momento, los dos Comandantes de Escuadrón, los Capitanes Parra y Riquelme, se negaron a ejecutar la orden impartida por el Coronel Franco.

         Se ordenó entonces al Comandante del R.I. 3, que estaba en segundo escalón, reemplazar a estas unidades para la ejecución del asalto de las posiciones. Pero he aquí que también el Mayor Américo Villagra se niega a cumplir la orden, por cuyo motivo el Coronel Franco procedió a relevarlo de su Comando, reemplazándolo por el Tte. Coronel Juan Martincich.

         He conversado con muchos Jefes y Oficiales que actuaron en esta etapa de la batalla de Asunción, extrañado por los sucesos ocurridos casi en plena ciudad y durante la ejecución de una delicada maniobra. Todos me manifestaron que estos actos de indisciplina se produjeron como consecuencia de la falta de precisión y la indecisión observada en el Comando revolucionario en los planteamientos y ejecución de los planes para apoderarse de la capital.

         Pero sea como fuere, ninguna razón puede justificar una conducta así, máxime tratándose de Jefes y Oficiales que habían hecho la guerra del Chaco y que conocían lo que significaba una orden en esas circunstancias. Se suponía que podrían tener un poco de sentido de responsabilidad ante la situación por la que atravesaba el país y estando, sobre todo, ya parte de la ciudad en nuestro poder.

         Esta insólita actitud no fue sancionada por el Comando sino en forma tibia, lo que causó una gran desazón en el espíritu de los combatientes. Cundió la desconfianza hacia los Jefes en el cuerpo de los Oficiales subalternos, la que repercutió inmediatamente en la tropa como era lógico.

 

         AYUDA ARGENTINA Y DESASTRE REVOLUCIONARIO

 

         Mientras se estaba en los ajetreos de cambios de Comandos en las Unidades, y se planeaba la forma de montar un nuevo ataque sobre las posiciones enemigas, se produjo el desastre en las filas del Ejército revolucionario.

         El gobierno de Morínigo recibió una gran cantidad de armas automáticas, según se afirma, proporcionádales por el gobierno argentino del General Juan Domingo Perón. En la mañana del 15 de agosto las defensas enemigas desencadenaron un violento ataque por el fuego con cientos de ametralladoras pesadas y livianas, de morteros, etc. Instantes después de la apertura del fuego, una fuerte patrulla oficialista se infiltró entre nuestras líneas, apareciendo en forma sorpresiva en las proximidades del puesto de comando del Cnel. Franco, establecido en la farmacia del señor Díaz Escobar, en Zavala-cué.

         La repentina presencia de esta patrulla, desde luego muy agresiva, hizo que los Jefes, Oficiales y tropa que se encontraban en la casa y sus alrededores, abandonaran precipitadamente el P. C. dirigiéndose hacia San Lorenzo, por la ruta Mariscal Estigarribia.

         El peligro fue, sin embargo, conjurado inmediatamente por el Mayor Hermes Saguier, quien con su ayudante, el Aspirante Zavala y algunos soldados de su plana mayor, se plantaron frente a la patrulla, aferrándola al terreno en ese lugar.

         Pero el desconcierto había hecho presa de los Comandos de nuestras tropas, lo que hizo que desde ese momento no se pensara sino en la retirada de ese sector. Las tropas del R. I. 3 Corrales y las del R. C. 1 Valois Rivarola recibieron orden de desplazarse hacia Villeta por San Lorenzo, Ñemby y Guarambaré, la que ejecutaron, pero ya sin orden ni coordinación. Cada unidad efectuó su retirada de acuerdo al criterio particular de los comandos subalternos (de Compañía, Escuadrón, etc.) porque toda acción de Comando había desaparecido.

         Simultáneamente con este grave acontecimiento ocurrido en el sector de Zavala-cué, se producían también novedades de bulto en el de la Segunda División de Infantería. El río Salado, mal defendido por el R. I. 4 Curupayty, había sido franqueado por un Escuadrón de Caballería enemigo desprendido del Norte, en la noche del 14 de agosto.

         También aquí ocurrió algo sintomático. Las tropas enemigas que habían traspuesto el Salado desfilaron en columna cerrada y en forma desorganizada frente a una línea de tiradores revolucionaria, sin apercibirse que esta unidad las tenía a su entera merced.

         Y ocurrió lo inverosímil: Nuestras tropas recibieron orden terminante de no hacer fuego sobre las enemigas, que, desaprensivamente, marchaban cargadas con todos sus bagajes, cajones de proyectiles, etc., a hombro de los soldados cansados, casi agotados después de una larga y penosa marcha forzada de Concepción hasta el Salado, mal alimentados y peor dormidos.

         Por más esfuerzos que haga, no puedo atinar, a qué atribuir esta orden. La destrucción de esta tropa, o en el peor de los casos su total dispersión -cosa segura dadas las condiciones excepcionales en que iban a ser sorprendidas esa noche- hubiera dado a las fuerzas revolucionarias, a más de los materiales que se hubiesen capturado, una fuerza moral y espiritual que habría impreso un nuevo impulso al movimiento ofensivo sobre la capital. Paralelamente, el conocimiento de un nuevo desastre de sus tropas en las puertas de la capital, hubiese acentuado el aplastamiento moral de las fuerzas de Morínigo, máxime cuando ya no tenían ninguna posibilidad de recibir nuevos refuerzos del grueso que se encontraba en el Norte, sin medios de transportes para acudir en la defensa de Asunción. La confusión reinante en esos momentos en las filas del gobierno y en las esferas oficialistas, sumada a sus tropas, se hubiera convertido en verdadero descalabro.

 

         DESAZÓN EN LAS FILAS REVOLUCIONARIAS

 

         En Villa Hayes, donde se encontraba el Tte. Coronel Aureliano Mendoza, Comandante en Jefe de las Fuerzas Revolucionarias, se vivía en un clima de total incertidumbre. Y afirmo esto en razón de que las veces que me acerqué al P. C. para inquirir noticias sobre la marcha de las operaciones, tanto el Tte. Coronel Mendoza como sus colaboradores del Estado Mayor me respondían con evasivas, dándome la impresión de que ellos mismos ignoraban lo que acontecía en los distintos frentes de combate o que estaban mal informados; o que conociéndolo, eludían informarse para evitar de esa manera mis críticas sobre la manera en que eran conducidas las operaciones. Estos reproches yo los hacía las veces que consideraba que no se obraba como correspondía a la finalidad perseguida, no por mero espíritu de contradicción sino por el deseo vehemente de conseguir que las operaciones se orientaran por el camino más expeditivo para conseguir una victoria inmediata con la captura de la capital.

         En todo momento consideré que el tiempo era nuestro peor enemigo, y que a medida que transcurrían los días, dábamos al gobierno de Morínigo oportunidad para rehacerse de la sorpresa obtenida con nuestro desprendimiento de Concepción y nuestro rápido ataque a la capital, reacción traducida en una mejor organización del terreno, adquisición de armas y materiales, movilización de nuevos contingentes, etc.

         Con este motivo, y ya previendo que las acciones pudieran prolongarse más allá de los cálculos hechos para la captura de Asunción, el día 10 de agosto, estando aún en Piquete-cué toda nuestra flota, insinué al Tte. Coronel Mendoza y al Mayor Alcibíades Varela del Cuartel Maestre General del Ejército revolucionario, la conveniencia del traslado de nuestro parque de municiones y de todos los materiales de que disponíamos, que estaban almacenados a bordo de los barcos, a San Lorenzo o Luque, para el caso de que no cayendo Asunción en nuestro poder, pudiéramos continuar la lucha en el interior de la República, donde íbamos a contar con recursos de toda laya, que podían fortalecer nuestra posición en muchos aspectos.

         Pero con gran sorpresa para mí, el Tte. Coronel Mendoza: me contestó: "¿Y qué hacemos de nuestros barcos? ¿Los entregamos al enemigo?. A lo que respondí: "No señor, la flota la hundimos o la inutilizamos de tal manera que a más de obstaculizar la navegación del río, los barcos que quedan aquí no puedan servir a las fuerzas de Morínigo en muchos meses". Ante este argumento lógico, el Comando en Jefe encaró la cuestión como un recurso extremo ante la responsabilidad que cargábamos sobre nuestras espaldas con tal procedimiento. A esto respondí nuevamente que estábamos en guerra, y que ese solo hecho justificaba nuestra conducta privando al enemigo de medios para combatirnos.

         Tampoco esta vez se tomó en cuenta la advertencia, hecha como consecuencia de la lentitud que observaba en la conducción general de las operaciones, y en el deseo de evitar el fracaso de nuestro objetivo general.

         El 14 de agosto observé un movimiento inusitado en el barco del Comando. Haciendo un gran esfuerzo llegué hasta el Cuartel General, encontrándome allí con el Tte. Coronel Mendoza, con quien averigüé el motivo de ese ajetreo desacostumbrado. Me respondió que nada anormal ocurría. Aún cuando no tenía informes de si había sido tomada la capital, sabía yo que para el día 15 se preparaba un asalto general que iba a dar por resultado la captura de la ciudad. Como no lo vi al Tte. Coronel Galeano, Jefe de su Estado Mayor, pregunté dónde se encontraba y me contestó que se había trasladado a Puerto Casado en busca de armamentos que todavía teníamos allá. La reticencia con que me dijo estas cosas, así como la desazón que observé en los Oficiales de la Plana Mayor, me dieron la impresión de que las cosas del frente no marchaban bien.

 

         EL PRINCIPIO DEL FIN

 

         Al darme cuenta que en el Cuartel General no obtendría los informes que pudieran orientarme sobre la situación real de nuestras operaciones, hice llamar al Teniente 1° Miguel Ángel Casco Miranda, Jefe de la base aérea de Villa Hayes, a quien manifesté que mi impresión era que la capital no iba a ser tomada y que los Jefes responsables de la conducción de las operaciones comenzaban a abandonar el frente. Este Oficial confirmó mis presunciones, y atendiendo a mi precario estado de salud me recomendó abandonara yo también Villa Hayes, pues consideraba que el lugar no ofrecía ya ninguna seguridad para mi persona. Ante estas noticias poco alentadoras, le pedí hiciera venir un avión que me transportara a Puerto Pinasco, pues en ese momento yo no podía utilizar ningún otro medio para ser evacuado de Villa Hayes. Además, en Pinasco teníamos un hospital regularmente montado y podía ser atendido con relativa comodidad, ya que hacía 15 días que me encontraba prácticamente sin atención médica.

         El Teniente Casco Miranda ordenó inmediatamente la venida de un avión biplaza para satisfacer mi pedido y es así como el 15 de agosto de 1947, a las 8 horas, abandoné Villa Hayes, llegando a Pinasco a las 10:45 de esa misma mañana.

         Antes de salir de nuestro alojamiento, recomendé al Mayor Eustacio Rojas, también herido y que se encontraba alojado en la misma casa que ocupaba yo, dejara esa mañana la localidad y pasara a Clorinda, ante el convencimiento absoluto del fracaso de la revolución, impresión que tenía como consecuencia de lo que me había dicho Casco Miranda, y de la casi certeza de que los Jefes estaban ya abandonando la empresa. Rojas también así lo hizo.

         Si no hubiésemos tomado esta determinación, quizá habríamos sido abandonados a nuestra suerte en Villa Hayes sin ningún aviso, como se hizo con todo el resto de nuestros heridos que quedaron en esa localidad y fueron pasto de la furia desatada de las tropas enemigas pocos días después. Varios de ellos fueron inmolados brutal y despiadadamente como el Mayor Román y el Teniente Etcheverry. Y si algunos salvaron, lo fue gracias a la valerosa y enérgica intervención del padre Juan, un misionero alemán, cura de Villa Hayes, quien con la ayuda de algunas señoras los trasladaron a la capilla del pueblo, para de esa manera protegerlos.

         El viernes 15 de agosto comenzó pues la retirada general de las tropas revolucionarias que atacaban Asunción. En realidad fue una huída, pues las Unidades de nuestro Ejército no tenían ya una directiva superior que obedecer. Algunos Jefes y Oficiales se reunieron y por propia iniciativa organizaron el repliegue de sus respectivas Unidades, unos hacia Villeta, otros hacia Villa Hayes.

         Hacia Villeta se dirigieron todas las fuerzas que estaban al mando del Coronel Rafael Franco. Hacia Villa Hayes y Puerto Pablo las que estaban al mando del Tte. Coronel Antonio Granada.

         Mi impresión era de que la retirada de nuestras tropas fue más vale un desbande, un "sálvese quien pueda". Y la ratifico al consignar que un Escuadrón del R. C. 1 Valois Rivarola, el comandado por el Capitán Luis Parra, fuerte de 200 hombres, se dirigió de Guarambaré hacia el Norte, atravesando toda la Región Oriental de Sur a Norte, sin ser mayormente molestado por el enemigo. Esta unidad se dio hasta el gusto de capturar al General José Atilio Migone con un avión de guerra, en su propia estancia, dejándolo luego en libertad al continuar su marcha, previa destrucción del aparato.

 

         ASESINATO DEL MAYOR LUIS QUIÑÓNEZ

 

         Otro Escuadrón del mismo regimiento, con más de 100 hombres al mando del Mayor Luis Quiñónez, se dirigió hacia las Misiones, donde llegó sin ser inquietado en momento alguno por fuerzas enemigas. Pero este valiente Jefe fue luego asesinado alevosamente por un sargento de su propio Escuadrón, cerca ya del río Paraná. Hasta hoy desconozco los motivos que provocaron su muerte, pero deseo recordar su brillante actuación en las filas de las fuerzas revolucionarias, a las que se incorporó como voluntario después de efectuar una penosa travesía por el Chaco, vía Formosa-Las Lomitas, ratificando de esta manera su foja de servicios de la guerra del Chaco. Quiñónez actuó en la revolución como comandante del Escuadrón de A. P. en el R. C. 1, destacándose por su valor en todas las acciones en las que interviniera, especialmente en las batallas de Tacuatí, Belén e Ybapobó. Desde este último lugar, como consecuencia de la herida del Mayor Rojas, jefe del Regimiento Valois, quedó como Comandante de esta unidad, actuando como tal hasta la terminación de la contienda civil frente a Asunción. Su memoria ha de ser motivo de respeto y de cariño para los que fueron sus Jefes y camaradas, por la nobleza de su conducta y la corrección de sus procedimientos.

         El resto de las tropas que estaban en Luque y Zavala-cué, vale decir los Regimientos 2 y 3 de Infantería, el R. Z. 2 y parte del R. C. 1 Valois Rivarola, se dirigieron hacia Villeta, siguiendo diversas rutas. Unas por San Lorenzo-Guarambaré, otras por San Antonio-Puerto Pabla.

         Concentrados en Villeta ya no se pensó sino en abandonar la lucha, dándose los Jefes y Oficiales a la tarea de pasar hacia la costa argentina. Pero para efectuar esta operación nadie atinó a organizar una defensa del lugar, que por sus características topográficas se prestaba muy bien para ello. Para realizar una evacuación metódica y ordenada, aún cuando acelerada, era imprescindible establecer una línea de defensa que permitiera el transporte hacia la orilla opuesta del contingente revolucionario que en esta forma era desmovilizado, con mayor razón aún cuando los medios de transporte con que se contaba para efectuar el pasaje eran exiguos.

 

         CUNDEN EL PÁNICO Y EL DESORDEN

 

         Prácticamente la tropa quedó abandonada a su suerte, ya que los Jefes y Oficiales se ganaban por ser los primeros en escapar hacia costa argentina, con excepción del Teniente Coronel Juan Martincich, que quedó con la intención de organizar la defensa. Pero visto el desorden que reinaba entre la tropa, originado justamente por el hecho de haber quedado sin Oficiales, nada pudo hacer este valeroso Jefe para imponer orden y salvar a la tropa. Esta ya no obedecía ni respondía a las órdenes; cada soldado obraba por propia cuenta. Era el pánico.

         Es así como el 18 de agosto, las fuerzas enemigas irrumpieron en Villeta sin hallar resistencia alguna en las que se encontraban hacinadas en el puerto, esperando el regreso de las escasas canoas y botes que efectuaban lentamente el pasaje de costa paraguaya a costa argentina.

 

         MASACRE EN VILLETA

 

         Ahí se produjo el triste y bárbaro atentado perpetrado por las tropas oficialistas contra los ya indefensos soldados agrupados en el puerto. Ante la aparición de las huestes de Morínigo, los soldados revolucionarios arrojaron sus armas al suelo y levantando los brazos en alto se rindieron a discreción.

         Se ordenó fuego y estos soldados inermes fueron masacrados a mansalva, ante la vista de sus consternados camaradas que observaban el espantoso drama desde la orilla opuesta.

         La indignación de los marinos y gendarmes argentinos que miraban este cuadro de horror y salvajismo inaudito, sin precedentes en nuestra historia, se acentuó ante la imposibilidad de intervenir para evitar esta carnicería innecesaria.

         Para el jefe que ordenó tan ignominiosa masacre queda la execración de sus conciudadanos y la condenación de los marinos y gendarmes argentinos que vieron este cuadro de salvajismo primitivo, que no condice con nuestra tradición de hidalguía y generosidad, conocida por todos los adversarios y de la que hemos hecho gala y derroche en todas las épocas en los campos de batalla.

         Hasta hoy me resisto a creer que se pudiese haber dado esta fatídica orden de "fuego" para tronchar fríamente la vida de tantos indefensos prisioneros, no sólo ya prisioneros, sino hermanos y conciudadanos.

         Nada puede justificar esa actitud. Ni el rencor, ni el enardecimiento que ocasiona el acre olor a pólvora, ni la vista de los compañeros caídos al lado de uno en la acción o el mismo calor del combate. Nada puede hacer que un combatiente pierda el dominio de su voluntad y sus nervios ante un prisionero. Todo lo contrario. Ante su sola presencia el individuo se suaviza, se humaniza. Desaparece el guerrero para dar paso al hombre, al sentimiento de sensibilidad que busca mitigar el infortunio del ser que sabe que desde ese momento ha perdido su libertad; de esa persona que bastante tiene ya con la vergüenza que representa ante su propia persona el haber sido hecho prisionero.

 

         MUERTE DEL TTE. CORONEL JUAN MARTINCICH

 

         Pero continuemos narrando. Los que sabían nadar se lanzaron a las aguas del río Paraguay, tratando de esta manera de escapar de la matanza. El Teniente Coronel Martincich fue uno de los últimos en hacerlo. Pero el enemigo, no satisfecho con matar a los que estaban en el puerto, se desplegó sobre la ribera del Paraguay y continuó persiguiendo con sus tiros a los que pretendían escapar.

         Aquello se convirtió en una verdadera cacería de hombres. Así murió el Tte. Cnel. Juan Martincich. Alcanzado por un tiro aleve, se hundió para siempre en las aguas del río Paraguay, perdiendo así el Ejército paraguayo un distinguido Jefe, uno de los de más brillante actuación en la guerra con Bolivia.

         La Segunda División de Infantería con el Coronel Antonio Granada al frente se retiró por la Región Occidental, pasando a territorio argentino de Formosa después de una penosa marcha por regiones inundadas en donde llevaban el agua a la altura del pecho.

         Así terminó el movimiento de liberación del pueblo el año 1947. Una maniobra hábilmente preparada y magníficamente comenzada, se diluyó en diversiones sin importancia en los alrededores de Asunción, perdiendo de esta manera la oportunidad de terminar con la tiranía de siete años.

         La derrota puede atribuirse a una absoluta falta de conducción militar, ya que no puede objetarse en su descargo que haya habido tan siquiera una mala defensa, y menos aún un violento y poderoso ataque enemigo frente a Asunción. Es difícil mantener la disciplina en una guerra fratricida.

         No hubo conducción ante una ciudad débilmente defendida.

         La batalla la perdimos nosotros, sin presión ni combate serio alguno. Una patrulla salida oportunamente en las proximidades de un Puesto de Comando fue el comienzo de un fin trágico y macabro.

         Repito y sostengo con firmeza: la revolución la perdimos nosotros, no la ganó Morínigo.

         Victorias mal aprovechadas, movimientos y maniobras desafortunadas y un epílogo sangriento fue el fin del deseo de retorno a la normalidad institucional. A pesar de la aplastante superioridad de las fuerzas de Morínigo sobre las nuestras, tuvimos también oportunidades de llegar por lo menos a un arreglo decoroso, si las hubiéramos sabido explotar sabia y oportunamente. Por desgracia no fue así y todo el Paraguay pagó las consecuencias de aquellos infortunados meses de estéril lucha.

 

 





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