PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
RICARDO CABALLERO AQUINO

  MANUEL GONDRA - LOS MEJORES AL PODER - RICARDO CABALLERO AQUINO - Año 2011


MANUEL GONDRA - LOS MEJORES AL PODER - RICARDO CABALLERO AQUINO - Año 2011

 MANUEL GONDRA - LOS MEJORES AL PODER

RICARDO CABALLERO AQUINO

COLECCIÓN PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA Nº 8

© Editorial EL LECTOR

Director General: PABLO LEÓN BURIÁN

Coordinador Editorial: BERNARDO NERI FARINA

Director de la Colección: HERIB CABALLERO CAMPOS

Diseño de Tapa: DENIS CONDORETTY

Corrección: RODOLFO INSAURRALDE

Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98

ISBN: 978-99953-1-152-0

El Lector I: 25 de Mayo y Antequera.

Tel.  595 21 491 966 - 493 908

El Lector II: San Martín c/ Austria.

Tel. 610 639 - 614 258/9

www.ellector.com.py

comercial@ellector.com.py

Esta edición consta de 15.000 ejemplares

Asunción – Paraguay 2011

 

 

CONTENIDO

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

I. EL HOMBRE

El bonaerense// Educación formal// El aula// La única que faltaba

II. EL POLÍTICO

Diplomático y caballero// Gondra político// El "2 de jara'// Ara pa, têra pa Jara// Gondra presidente

III. EL ORADOR

Gondra combativo// Gondra el orador// Se va la segunda// El liberalismo caníbal// El 29 de octubre// Gondra afuera// Mujeres en la Guerra Civil 

IV. LA LEYENDA

La década de oro// Gondra leyenda hemisférica.// La Convención 

V. SU FINAL

El último servicio a la patria.// De Villeta vienes

CONCLUSIÓN

ANEXOS

FUENTES CONSULTADAS

EL AUTOR

 

 

PRÓLOGO

El doctor Ricardo Caballero Aquino ha escrito una acabada biografía de uno de los hombres más brillantes del Paraguay, y que ha hecho importantes aportes no sólo a la política sino también a la Diplomacia del Paraguay y de toda América.

Manuel Gondra, ese hombre que nació en otras tierras pero que optó por la nacionalidad de su madre llegó a ocupar la primera magistratura de la república, en dos ocasiones.

El autor revela a los lectores los diversos enigmas que rodearon la vida de Manuel Gondra quien no sólo fue político y diplomático sino un destacado intelectual que a pesar de todos sus conocimientos, como muy bien lo señala el Doctor Caballero Aquino "No escribió todo lo que pudo, pero lo que quedó en el papel confirma todas las sospechas aunque no devela el nebuloso camino a la consagración. Nos escamoteó sus memorias. Es que un caballero nunca habla de si más allá de lo estrictamente imprescindible".

El libro nos lleva primero a conocer la formación del joven Gondra, quien a pesar de sus amplios conocimientos de idiomas y de citar sin inconvenientes a los clásicos no pudo obtener ningún diploma académico, pues sus labores como periodista o como político le insumieron mucho tiempo. De pluma exquisita, Gondra era capaz de producir las más bellas piezas de oratoria de su época.

Posteriormente el autor va mostrando las diversas facetas de un hombre que así como podía defender sus ideas con brillantez a través de la convicción de sus discursos no dudo en empuñar las armas y comandar columnas revolucionarias en 1904.

La obra hace hincapié finalmente en la faceta de Gondra y su rol como diplomático al formular la célebre Doctrina Gondra que fue aclamada y respetada por la Convención Panamericana.

Cabe señalar que este libro es la primera biografía que se escribe sobre un hombre que a pesar de contar con el apoyo de las fuerzas de su partido no pudo sostenerse en el poder en las dos ocasiones que ocupó la Primera Magistratura de la Nación.

Este libro no sólo muestra la vida de un hombre, sino que explica cómo funcionaba la república liberal en el Paraguay. Esa república pretendía que los mejores ocupen los cargos, los mejores no por su dinero o por su obsecuencia, sino aquellos que se destacaban por sus méritos propios.

Estoy seguro que el público valorará en su justa medida esta excelente contribución del Dr. Ricardo Caballero Aquino, quien proporciona algo más de luz sobre nuestro pasado y sobre las personas que pretendieron que nuestro país sea mejor.

Asunción, Abril de 2011

HERIB CABALLERO CAMPOS

 

 

INTRODUCCIÓN

La vida de don Manuel Gondra (1871-1927) es una sucesión de enigmas, preguntas sin respuestas; de interrogantes abiertos a las especulaciones más arriesgadas. Único mandatario en ser electo dos veces a la Presidencia de la República por el voto democrático de sus compatriotas en el escaso período de una década1 para gobernar por dos períodos de cuatro años, aunque no pudo mantenerse en el poder por siquiera un cuarto de ese lapso constitucional. Derrocado en ambas oportunidades por audaces golpes militares de "caudillejos" huérfanos de todo calor popular, Gondra demostró carecer del instinto de pervivencia en el poder que es condición necesaria y suficiente para transformar a la sociedad a su imagen y semejanza, el imperativo que gradúa al simple político ambicioso de postulante a cargos excelsos a estadista transformador.

El aspecto más misterioso de la corta y fructífera vida de Gondra será siempre el camino recorrido para constituirse en esa enorme figura intelectual, capaz de citar en sus idiomas de origen a los literatos y pensadores más destacados del canon de la civilización occidental, sin haber jamás completado un título universitario ni matricularse en instituciones de renombre. Su biografía prueba que en materia de conocimiento e inteligencia, ningún logro es inasequible, y que Paraguay, de tanto en tanto, sorprende con la aparición por cuasi generación espontánea de verdaderos genios del pensamiento crítico como José Segundo Decoud, Eusebio Ayala, Eligio Ayala o Agustín Pío Barrios, en épocas pasadas; o Lorenzo Livieres Banks, hoy.

Hombre de su tiempo, a Gondra no le amilanó la responsabilidad de la lucha armada como Jefe de Columna en 1904, al convencerse de que él logró de la circulación de élites políticas, hoy conocida como alternancia, era la revolución armada popular con su secuela de pólvora, sables, sangre y víctimas. Los dos militares que lo derrocaron luego cayeron abatidos por el fuego enemigo que ellos mismos se granjearon. El coronel Albino Jara, ante sus ojos en Paraguarí en 1912 y, el de igual rango, Adolfo Chirife en Caí Puente (hoy Coronel Bogado) en 1923, fueron perfectos aprendices de brujo desatando fuerzas que luego se desbocaron.

Otro aspecto llamativo que sigue vigente desde de aquella era tumultuosa es la actitud básicamente "caníbal" de los liberales entre sí, que ven en el adversario intrapartidario un enemigo mucho más feroz y porfiado que cualquier ocasional rival de la ANR. A Gondra, radical, lo destituyo en 1911, Albino Jara, aliado al liberalismo radical disidente, y en 1921, Eduardo Schaerer, quien no vio contradicción alguna entre pertenecer a un partido que se hacía llamar liberal pero del cual quería ser patriarca bíblico y, en persecución del liderato mesiánico carismático, llevó al país a una sangrienta guerra civil que tuvo como resultado la hostilidad del Ejército hacia el liberalismo, que dura hasta el presente.

Por fortuna, otro de los aspectos distintivos de esa época ha caído víctima de la modernidad, y esto era que todas las asonadas, golpes, cuartelazos, revoluciones y putschs (golpes de estado) tenían origen en la vecina Argentina ante la mirada complaciente de sus gobernantes. Cualquier político paraguayo insatisfecho con el statu quo podía cruzar a Corrientes y comenzar a reclutar adherentes, adquirir armas y preparar el embarque de los sediciosos con total impunidad. No pocas veces, era el propio gobierno argentino el responsable y financista de este tipo poco bienvenido de intercambio transfronterizo entre vecinos en épocas de paz.

Finalmente, pasadas las tormentas y temporales políticos, Gondra, el esquivo y recluso académico habitante de las torres de marfil del conocimiento, experimentó una popularidad incomparable al retornar de Santiago de Chile, donde una Convención Interamericana fue bautizada con su nombre y pasó a constituirse en un monumento en jurisprudencia del Derecho Internacional. Una multitud de casi veinte mil personas lo recibió en el puerto, de las cuales muy pocas pudieron escuchar el elogioso discurso del diputado Manuel Peña.

Gondra había ingresado en vida al panteón de los inmortales, quedando atrás sus dudas y modales exquisitos para pasar a ser leyenda en vida.

La erudita biblioteca del presidente Gondra fue luego adquirida por la Universidad de Texas, en Austin, donde una colección de manuscritos inmortalizó su nombre, haciendo honor a su reputación de amigo del saber. Sus escritos y transcripciones de discursos son el valioso testimonio de una mente superior. No escribió todo lo que pudo, pero lo que quedó en el papel confirma todas las sospechas aunque no devela el nebuloso camino a la consagración. Nos escamoteó sus memorias. Es que un caballero nunca habla de sí más allá de lo estrictamente imprescindible. El resto del vacío que lo llenen quienes se sientan llamados a desatar el "nudo gordiano" o, por lo menos, a ensayar inferencias y explicaciones, posiblemente baldías, aunque no por eso superfluas y execrables.

 

 

  1. EL HOMBRE

 

EL BONAERENSE

Manuel Gondra ostenta también la distinción de ser el único presidente paraguayo nacido en el exterior, en Buenos Aires, Argentina. El nacionalismo a ultranza del tipo nazi fascista todavía no había llegado al poder en Europa, y las purezas de sangre se referían más bien a lo que entonces pasaba por "raza" sin importar el lugar de nacimiento. Gondra, sin embargo, siempre fue paraguayo, porque en el Paraguay los hijos son culturalmente provincia de las madres. Doña Natividad Pereira era y se sentía paraguaya aunque se casara con un argentino, Manuel Gondra (padre), en plena Guerra contra la Triple Alianza. Superado por escasas horas el año fatídico de 1870, nació Manuel (h), el 1 de enero de 1871. Nieto del destacado comerciante don Adeodato de Gondra, quien en la preguerra realizó frecuentes viajes de negocios al Paraguay; muchos de ellos en el paílebot nacional YPANÉ propiedad de los hermanos Pastor y Antonio Pereira que desplegaba sus velas para cubrir la ruta Asunción-Buenos Aires.

Don Adeodato fue toda una celebridad en su nativa Tucumán. Titulado con un doctorado, fue ministro en su provincia así como en la vecina Santiago del Estero y signatario del acuerdo con el legendario montonero riojano Facundo Quiroga y el gobernador santiagueño Felipe Ibarra en 1835, que inspirara a Sarmiento en su diatriba contra la salvaje cultura local. Federalista, al triunfar los unitarios en Caseros en 1852, don Adeodato sufrió persecuciones crueles que le obligaron a refugiarse en el comercio internacional. Quienes los conocieron no dudaron en afirmar el parecido físico entre abuelo y nieto.

Ni bien se regularizó la vida en el Paraguay, doña Natividad volvió a residir en la casa solariega de los Pereira, ubicada en los límites de Villeta e Ypané, y se trajo consigo al hijo. Así, Manuel pasó su primera infancia en ese ambiente pastoral antes de mudarse a Asunción para la parvularia inicial en la Escuela Municipal de La Encarnación -otros autores apuntan que las primeras letras las cultivó en Villeta-.

Manuel era porteño de nacimiento, pero era en realidad paraguayo porque la Constitución de 1870 -lo único parecido a tal cosa en nuestra historia-, en su capítulo III "De la ciudadanía", artículo 35, mandaba claramente que: "Son ciudadanos paraguayos (...) los hijos de madre o padre paraguayos por el solo hecho de avecindarse en el Paraguay". La ciudad natal de Gondra nunca le pesó en su carrera ni tuvo que dar explicación alguna. Era paraguayo, de los mejores, y toda su producción lo caracterizó como uno.

 

EDUCACIÓN FORMAL

De alguna manera, Gondra se antepuso a su capacitación académica y demostró desde apenas superada la adolescencia que estaba hecho de un material superior. Ingresado al Colegio Nacional de la Capital, muy pronto demostró ser un superdotado igual o superior a sus maestros en conocimientos y capacidad. Se podía decir que se alejaba de las aulas para completar su educación y volvía a ellas solo para llenar un requisito. A juzgar por su certificado de estudios, se hubiera pensado que se trataba de un infradotado. Terminó la secundaria como egresado número 139 de la historia de dicho colegio, en el año de 1900, a la madura edad de 29 años.

Paso seguido, ingresó a la Facultad de Derecho cuya carrera quedó trunca posiblemente porque la Revolución de 1904 lo convirtió en "jefe rebelde combatiente" y la victoria lo catapultó a vocaciones más excelsas para las cuales el diploma no era imprescindible, como no lo había sido para acceder a  una cátedra universitaria siendo todavía alumno de la secundaria. Las mezquindades provincianas no podían estar ausentes y el incumplimiento de los requerimientos formales para el cargo de profesor nunca vino aparejado con la menor suspicacia de incapacidad para la docencia o alusiones a presunto desconocimiento de la materia. De todos modos, se reflejó este incidente en las publicaciones universitarias de la época pero no hizo mella en su reputación de supremo docto sin doctorado.

La verdad de la educación formal discontinua era otra. Gondra tenía la obligación de ganarse la vida y para ello eligió, o se vio obligado a hacerlo, tareas de tiempo y dedicación completa. En esa selección una vez más recibimos destellos de su condición de altamente preparado para tareas complejas. Así, en 1889 es designado Secretario General del Rectorado de la flamante Universidad Nacional, trabajando directamente con el célebre jurista hispano Dr. Ramón Zubizarreta, responsable último junto con José Segundo Decoud de la fundación de la primera casa de estudios terciarios de nuestro país. Así, tuvieron los novísimos alumnos la sorpresa de que la Universidad básicamente estaba manejada en sus aspectos organizativos y burocráticos por un "bicho" recién iniciado de la secundaria.

La siguiente responsabilidad de Gondra fue la Inspectoría de Colegios Nacionales del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, uno de los cargos más revolucionarios de la nueva era constitucional; era responsable de asegurar la educación transformadora a niños de la capital y del interior quienes, a pesar de su evidente talento, carecían de los medios económicos para acceder a una educación media como trampolín a la superior. El sistema educativo había sido diseñado tan solo unos años antes por Domingo Faustino Sarmiento quien legó así al Paraguay una rica herencia. Esta tarea le requería dedicación completa y frecuentes viajes al interior, a caballo o en cansinas carretas, donde no llegara el ferrocarril.

El ejemplo más rutilante de esta sana costumbre de becar a los alumnos destacados sin medios suficientes -tristemente desaparecida llegados los gobiernos militares y "nacionalistas" que nos retrotrajeran a la Edad Media donde cada paraguayo tenía la garantía de morir exactamente en el estrato social donde se originó- fue Eusebio Ayala, hijo natural de una adolescente analfabeta. Este, seguramente, sin la mediación del Inspector de Escuelas y Colegios que visitaba escuelitas rurales, hubiera engrosado lo que en aquel entonces todavía no se denominaba "campesinos sin tierra" en una escualidez perfectamente evitable por acción de un gobierno que, aunque reconocidamente pobre, sabía dónde se encontraban las prioridades de una política social efectiva y pragmática. Ya en la posguerra de 1870, se sabía que la educación era el camino al progreso.

Tanta familiaridad con escuelas, colegios, educadores, supervisores y alumnos llevó a Gondra a tentar suerte en su siguiente tarea, la docencia, donde logró las mayores distinciones y el reconocimiento universal de sus conciudadanos que lo erigieron en el personaje más brillante, erudito y mejor preparado de toda su generación, verdadero "padre espiritual" de quienes apenas tenían unos años menos de edad. Fue un testimonio elogioso del tipo de país que se estaba construyendo entonces en base a la Constitución de 1870 y que el progreso de la sociedad pudiera lograrse a través del conocimiento y la sabiduría, y no solo por acumulaciones económicas. Se sabe que todos los gobiernos de verdad constitucionales -aquellos post 1870- tomaron en serio la educación. La nave insignia de esa ciclópea tarea de sustraer a los paraguayos del oscurantismo de la ignorancia y sus compañeras, la pobreza, la indigencia y la desventura, fue el Colegio Nacional de la Capital cuyo director tenía en el Presupuesto de Gastos de la Nación el segundo sueldo más elevado del Estado, por detrás nada más

que del Presidente de la República. No extraña entonces que la nómina de directores de la época era un "quién es quién" de, la sociedad intelectual de entonces: Manuel Domínguez, José Segundo Decoud, Benjamín Aceval; por citar unos pocos.

Así, desde 1894, Gondra, aún siendo un alumno inconstante de la secundaria, accedió por concurso a las cátedras de Literatura, Retórica y Poética, no por accidente alguno, materias desgajadas de un manejo elegante y apropiado del idioma español, el más difícil de todos los idiomas extranjeros que hablan los paraguayos.

Solo faltaba que también se dedicase ad honorem al periodismo. No tardó en hacerlo como comentarista crítico de nuestra historia en el ensayo CONSIDERACIONES HISTÓRICAS SOBRE LA REVOLUCIÓN DE LA INDEPENDENCIA Y EL DR. FRANCIA, en el diario LA PATRIA. Como todo lo que hacía Gondra, se involucró en la lectura crítica, como describe su biógrafo panegirista Benigno Riquelme García: "ya [entonces] se advierten en ellas ese característico alarde de exactitud llevado hasta la minucia; esa peculiar manera de razonar (...) el encanto de una prosa clara, amena, jugosa, que acá y allá decora su gracia natural con una metáfora feliz".

Para ser un novato publicista, como se llamaba a los periodistas de entonces, Gondra no careció de intrepidez y coraje pues el jovencito que ni había terminado la secundaria se atrevió a criticar de manera elegante y sutil, aunque cáustica, a nada menos que los grandes maestros de la palabra escrita y la cátedra de la época: José Segundo Decoud, Alejandro Audivert y Manuel Domínguez. La leyenda del Gondra avasallador con el arma del pensamiento se acrecentaba sin pausa.

Los que lo escucharon hablar mencionan la cualidad cuasi hipnótica de su fácil dicción, de la cadencia de su sintaxis y de la gran capacidad semántica de elegir siempre el vocablo más apropiado, elegante y aleccionador. Estar en sus clases era caer prisionero del encanto del estilo de desarrollo de las diversas materias. Todos querían ser como Gondra, hablar como Gondra y a medida que pasaba el tiempo, vestir como Gondra, y quizás luego de muchos desvelos y estudios, escribir como Gondra. El Paraguay había encontrado al ciudadano paradigmático, y esta vez no era un general entorchado de colorido uniforme sino un afable profesor, vestido siempre de negro o azul como correspondía a la cultura republicana. El colorinche de las monarquías decadentes había sido superado en la "post Ilustración".

 

EL AULA

Dado que es impensable siquiera sugerir que Gondra ya había nacido con ese caudal enciclopédico de conocimientos, debemos necesariamente concluir que su verdadera afición y profesión era la lectura metódica y sistemática en esa magnífica biblioteca que se fue construyendo de a poco, y que sus contemporáneos definían como su monasterio en reclusión donde se refugiaba para sus frecuentes viajes intelectuales alrededor de toda la creación; ya que al decir de la poetisa norteamericana Emily Dickinson: "No hay mejor fragata que un libro/ para explorar territorios remotos".

El intelectual de verdadero espíritu crítico, persiguiendo la verdad puede ser identificado por la manera como escribe y los temas que encara, aparte de la biblioteca que deja como legado. La de Manuel Gondra reflejó sus gustos eclécticos y su condición de políglota; pero lo que era menos conocido de él fue su afición por coleccionar manuscritos y documentos hológrafos originales a que le condicionara su pasión por la historia de nuestro país. Hasta hoy, el Paraguay carece de una biblioteca pública de mediano porte para apoyar la investigación histórica, condición necesaria para siquiera tentar otorgar títulos de pos graduación.

La célebre biblioteca de Gondra fue, luego de su muerte, adquirida por la reconocida Universidad de Texas -de la capital de aquel estado norteamericano, Austin-, que posee una de las mejores colecciones latinoamericanas bajo el nombre genérico de NETTIE LEE BENSON; a ésta se sumaron los nueve mil libros impresos del presidente Gondra, además de 270 mapas.

Sin embargo, el verdadero tributo a la condición de bibliófilo de don Manuel son los más de veinte mil manuscritos y documentos sueltos disponibles en Austin, que apropiadamente constituye un acervo justicieramente denominado THE GONDRA MANUSCRIPT COLLECTION y que diariamente es visitado por investigadores de todos los continentes como lo anotara en una amable comunicación el señor Christian Kelleher, jefe de archivos de la NETTIE LEE BENSON LATIN AMERICAN COLLECTION, de todo el sistema de bibliotecas de la Universidad de Texas. La palabra Gondra en dicha institución es pronunciada con respeto y su memoria está inmortalizada exactamente donde al mismo Gondra le hubiera gustado de haber podido elegir, en una casa de altos estudios de renombre mundial, dedicada por entero al conocimiento ya existente y, sobre todo, a generar los nuevos, que es la esencia misma inagotable de toda educación de posgraduación, la constante creación de nuevos postulados científicos.

Para aquellos que en un arranque nacionalista miope deploren que la "Biblioteca Gondra" haya terminado en una universidad extranjera, quizás valga la pena recordar que en nuestro país importantes bibliotecas no recibieron la atención merecida y se fueron perdiendo para siempre y para todos. Fue el caso de la colección de don Juan E. O'Leary, que terminó donada al Colegio Nacional de la Capital y mantenida por mucho tiempo en un altillo bajo llave, sin sistematización ni exhibición para los usuarios hasta que, hartos del espacio que ocupaban los libros en esa "casa de estudios", los directivos del colegio terminaron cargando los libros en un camión y tirándolos en un cuarto de la Biblioteca Nacional, donde siguieron juntando moho y alimentando cucarachas. Obviamente, en el Paraguay "nacionalista y patriótico" de la posguerra del Chaco, los rubros de presupuesto para libros y bibliotecas debían de sacrificarse en aras de emplear el máximo número de correligionarios. El CNC de hoy tiene casi nada del CNC de antaño, excepto el nombre.

 

LA ÚNICA QUE FALTABA

La febril actividad de Gondra lo lleva a dejar el periodismo, es decir, se alejaba de la escritura en el año de 1900. Decide entonces concluir la secundaria. Es un desafío imaginar el ambiente en el que tomaría sus exámenes orales, intimidando a sus profesores y examinadores y subyugando a todos.

La Facultad de Derecho era el próximo peldaño con un fin ya anunciado, el activismo político. En principio formó parte del ala radical del liberalismo aunque en cierto momento, en la efervescencia revolucionaria de 1904, contemplara con Eligio Ayala y José Patricio Guggiari la fundación de un partido juvenil en el Paraguay. En su visión muy provinciana, estos neófitos en la política criolla pensarían que si todo el mundo quiere ser joven, entonces todo el mundo votaría a los jóvenes. La idea del partido generacional siguió la misma trayectoria de todos los terceros partidos, la diáspora o su absorción por uno de los dos partidos tradicionales. De cualquier manera, una de las pocas cosas que se sabe con certeza respecto de Gondra es que nació a la política con el nuevo siglo XX.

El siglo XIX se había despedido de la manera más trágica posible. El 18 de diciembre de 1899 falleció el Dr. Blas Garay, a la edad de 26 años, en un sórdido episodio donde se mezclaron los bríos juveniles con las ansias de venganza en vendetta por unas publicaciones periodísticas históricas críticas en su diario LA PRENSA contra los personajes de los primeros gobiernos de la posguerra. El hijo de uno de ellos, Mateo Collar, persigue y amenaza a Garay con un arma. Este lo abofetea demostrando temeridad y la tragedia se consuma. Una de las oraciones fúnebres más sentidas fue precisamente la de Manuel Gondra, contemporáneo y amigo de Garay, con quien mantuvo una polémica interesante de ideas sobre el contenido de los libros de éste sin que las publicaciones del año 1897 en el diario LA DEMOCRACIA amenguaran el afecto personal que se tenían.

Las palabras de Gondra en el sepelio de Garay ya forman parte de lo mejor de la oratoria nacional:

"Hay espíritus que son como los llanos. Aún no alto el sol de la existencia y ya los muestra la mirada perspicaz hasta en sus más lejanas proyecciones, pero otros como gigantes cordilleras no rinden todos sus tributos sino a la claridad meridional. El Dr. Garay fue de estos últimos, su alma tenía culminaciones de montaña. La elevación de ésta le dio su talento, pero no hemos conocido sino una de sus vertientes; la otra ha quedado en las sombras porque el sol se ha detenido cuando se iba acercando al meridiano. Más, aún admirando las magnificencias que nos ha ofrecido la falda del empinado monte que el sol iluminó, pienso con mayor dolor en las bellezas invisibles de la montaña que han quedado del lado de la sombra."

La inoportuna desaparición de Blas Garay obligó a reflexionar a toda la sociedad y Gondra no pudo estar exento de ello, y no es especulativo sugerir que pudo influir en su decisión de intentar cambiar a esa misma sociedad desde la política y el derecho, precisamente a la llegada del nuevo siglo. La cátedra también podría lograr el cambio y la transformación, pero a un ritmo mucho más lento.

Las clases en la Facultad de Derecho y el estudio memorista y soporífero de códigos y leyes con sus artículos, incisos y notas al pie necesariamente habrán constituido un enorme sacrificio para alguien cerebralmente muy por encima de condiscípulos y profesores. Por ello, en algún momento toma la otra decisión de impacto, abandona la carrera sin concluirla, consciente tal vez de que el título de doctor poco agregaría a sus laureles y escaso beneficio acumularía a su novel ocupación política.

Además, estaba latente y germinal el estado revolucionario para lograr la alternancia partidaria en la presidencia de la República, de la que creían era la única manera posible entonces, la violenta. Los "radicales" de Cecilio Báez y los más "conservadores cívicos" de Benigno Ferreira, acrecentados por la adhesión de los colorados "egusquicistas", Guillermo de los Ríos, Emilio Aceval y Francisco Campos. Estos últimos se desencantaron del "caballerismo" de los generales colorados, Bernardino Caballero y Patricio Escobar, que habían derrocado a Aceval para imponer la candidatura del coronel Juan Antonio Escurra; hombre bondadoso pero de escasas luces y sin la capacidad suficiente para reprimir los arrebatos de la prensa libre cuyos escritos rayaban la insolencia, como fue el caso de este "poema" publicado en EL TRIUNFO:

 

"El Coronel Presidente

don Antonio Escurra Juan

es un ente depravado,

grandísimo charlatán.

 

Es un tonto declarado

y cretino singular

individuo sin conciencia,

analfabeto de atar.

 

Los señores bayonetas

le sostienen hasta hoy,

cuando el pueblo se levante

Escurrita, allá voy.

 

Desconoce el castellano,

es claro! Nunca lo oyó,

y no sé cómo este hombre

de Presidente subió."

 

Iniciada en Buenos Aires la Revolución de 1904, bajo la jefatura del general y doctor Benigno Ferreira, a Gondra se le otorgó la comandancia del campamento militar de Villeta, su patria chica, y fue precisamente hasta este punto donde apareció de súbito el Vicepresidente de la República, Dr. Manuel Domínguez, a incorporarse a la Revolución, prácticamente sellando la suerte del Gobierno aislado por el río e incapaz ya de generar auxilio alguno del exterior.

Previamente, Gondra, se había enrolado en la Guardia Nacional, institución armada para estudiantes y profesionales con la que el presidente Egusquiza había intentado neutralizar el papel del Ejército en la política preparando un competidor castrense. No tuvo éxito, naturalmente, pero muchos de los que recibieron adiestramiento militar pronto pudieron ponerlo en práctica en la Revolución de 1904.

Gondra estuvo entre los primeros voluntarios para tripular el buque "fantasma" SAJONIA ni bien iniciada la revolución en agosto. Más tarde, participó como combatiente en el célebre encuentro naval entre el vapor rebelde y el carguero artillado VILLARRICA en las costas de Pilar, donde fuera herido de muerte el capitán Eugenio A. Garay, aunque después salvara milagrosamente la vida.

Aún de combatiente, Gondra aparece en las fotos impecablemente vestido aunque con el pañuelo azul al cuello, más al estilo de bandana escocesa chic que de correligionario alzado en armas contra el gobierno.

El olor a pólvora y las noticias del sacrificio de los combatientes lo acercaron a Gondra a un "jacobinismo extremista" desconocido en él. Refiriéndose a los hombres

del tambaleante gobierno, Gondra no encuentra entre ellos "a ninguno que pueda ser digno de nuestra amistad (...), me felicito de no contar entre estos hombres con la amistad de ninguno a quien tender la mano", mientras solicita justicia revolucionaria para castigar a los derrotados. Ante la afirmación del Dr. Adolfo Soler de que ello "sería convertirnos en acusadores, jueces y verdugos de nuestros adversarios", la respuesta fulminante de Gondra tendría la anuencia de un Lenin o un Ernesto Guevara:

"En el orden de las instituciones, nadie es juez y parte; en el orden de las revoluciones pasa precisamente lo contrario, los ciudadanos de un país levantado en armas son jueces y partes. Son partes como agraviados y son jueces porque son ellos los que se levantan para hacer justicia. No tienen necesidad de pruebas escritas. Si había necesidad de ellas, y no las tenemos a mano, ¿por qué nos hemos levantado en armas?".

 

II. EL POLÍTICO

 

DIPLOMÁTICO CABALLERO

El "Pacto del Pilcomayo" del 12 de diciembre ratifica el cambio de la situación y los liberales por primera vez acariciaron el poder y los victoriosos sublevados ocuparían los cargos más elevados. A Gondra le toca ser nombrado Ministro Residente Plenipotenciario ante el Brasil en Río de Janeiro. Ello lo lleva a su primera gran responsabilidad foránea donde se desempeña con la idoneidad acostumbrada y deslumbra a sus pares con su elocuencia de siempre y el saber enciclopédico, ahora ya puesto a destacarse en un ambiente más exigente.

En Brasil desarrolla una cercana amistad con el gestor y fundador de la política exterior republicana brasileña, el varón de Río Branco, José María da Silva Paranhos, cuya residencia personal, en el Palacio de Itamaraty, se convierte en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. La afición de ambos por la historia y el conocimiento cercano del Barón de las cosas paraguayas desde la misma época de Carlos Antonio López, cuando su padre -el vizconde de Río Branco, de igual nombre- daba lustre y astucia a la política exterior imperial, facilitó la amistad y las conversaciones eruditas de ambos.

Ni bien llegado a Río de Janeiro, a Gondra le toca presidir la delegación paraguaya en la Tercera Conferencia Panamericana donde trabó amistad con los prohombres de la época que representaban a sus países en persecución de la esquiva idea de hacer de las Américas un continente de paz, armonía y bienestar para todos, expresada magníficamente por el poeta argentino Belisario Roldán, al acuñar estos proféticos versos: "Europa para aquel que la conquiste; América, la libre, para el mundo".

A Gondra de todos modos la tarea diplomática no le era extraña. Si bien opositor al gobierno de Escurra -en 1903-, los grandes intereses nacionales se vieron exigidos y comprometidos cuando el 17 de noviembre de ese año se firmó entre el Brasil y Bolivia el Tratado de Paz y Amistad de Petrópolis. Fue la última gran adquisición de extenso territorio para el Brasil por la vía diplomática. A cambio de dos millones de libras esterlinas y la construcción de un ferrocarril, Bolivia cedió al Brasil 164.242 kilómetros cuadrados del territorio del Acre. El Paraguay se sintió afectado cuando el Tratado reconocía como boliviano territorio todavía en disputa en el Chaco Boreal, alrededor de la Bahía Negra.

El gobierno de Escurra, consciente de lo crítico del tema, encomienda a Gondra la preparación de la "Resalva Paraguaya" a dicho tratado. El resultado fue uno de los documentos diplomáticos más enjundiosos, pertinentes y persuasivos de nuestra historia. La totalidad del texto se halla citado en la biografía de autoría de Benigno Riquelme García, CUMBRE EN SOLEDAD: VIDA DE MANUEL GONDRA. Extractamos estos párrafos para dar una idea de la perfección de la prosa del improvisado estudiante de Derecho y aprendiz de diplomático:

 

"Ahora bien, ocurre que en el artículo 1 ° del Tratado de Petrópolis se establece que la frontera entre Brasil y Bolivia comienza al norte de Bahía Negra, esto es, en la región litigiosa donde aún no se ha llevado a cabo la demarcación entre el Paraguay y aquella república. Claro es, que los derechos que esa nación amiga pueda tener a ese territorio son inciertos y eventuales, y sólo después de un tratado en que se examinen los títulos respectivos que acrediten el dominio o aprueben la posesión, podría ser ella tenida por limítrofe con el Brasil en esa parte, sí las conclusiones del litigio le son favorables. En caso contrario, sería el Paraguay quien tendría que convenir el límite interior con el Brasil (...) Y aquí he de anticipar a V. E. que el Gobierno del Paraguay envía esta nota para precautelar sus derechos y no asentir con su silencio a la presunción de que considera legítimos los títulos con los que los plenipotenciarios bolivianos, al firmar la convención de noviembre, dieron a su patria por única soberana en aquellos territorios."

 

Bonita manera de iniciarse en la diplomacia, nada menos que redactando la nota con que el Canciller del Paraguay, don Cayetano Carreras, ponía de sobre aviso al varón de Río Branco sobre la nulidad de partes de un tratado que éste acaba de firmar con otro Estado soberano.

Si bien sus obras parcialmente completas fueron publicadas en 1942 bajo el título de HOMBRES Y LETRADOS DE AMÉRICA por la Editorial Guarania -con prólogo del propietario de ésta, Natalicio González-, en algún momento, Gondra abandona el periodismo como había dejado atrás la cátedra y la carrera de Derecho. Sus contemporáneos mucho le atacaron de avaro y mezquino al no compartir con la sociedad un talento tan singular. Decía de esto, Arsenio López Decoud:

 

"Pero a Gondra no se lo sondea, hay que adivinarle. No se descuida. Como el avaro que oculta sus tesoros, así él oculta lo que sabe, lo que piensa y la inmensa lectura que atesora. Es infecundo a la manera de los campos salitreros, peor aún, porque de éste se saca abonos para tierras estériles y de Gondra, rica salitrera, no se saca nada... Literatura, historia, filosofía, sabidas a conciencia, ¿seguirá con ellas, Manuel, barriendo para adentro? No lo creemos."

 

Rafael Barrett, el español anarquista de fogosa pluma escribió de Gondra en 1910:

 

"Siento por Gondra una verdadera simpatía. Es, aunque a medias, un compañero. Es un intelectual puro. Por su desgracia, todo lo comprende sin esfuerzo, y lee, lee con continuidad de lo irremediable. No puede escribir, sólo puede leer. Sólo puede comprender, no puede producir. Su hermosa inteligencia, intacta en su mitad receptiva, ha muerto en su mitad creadora."

 

Agregaba Barrett que el propio Gondra le había confesado que no escribía por temor a no pergeñar algo perfecto: "es fama que no contestó a ninguna de las notas que le enviaba su Gobierno a Río de Janeiro". Concluye el escritor español que para Gondra esta "conducta magnífica se debe a que la pluma es más pesada para Gondra que la palanca de Arquímedes".

La verdad, sin embargo, no puede ser tan simplista. Escribió sin esfuerzo alguno las veces que tuvo que hacerlo, pero aún tenía reservada su veta creativa para, por lo menos, tres obras maestras inmortales y universales como mucho de lo que él generó en papel: el gran discurso leído ante la Pan Amerícan Society el 31 de enero de 1919, donde describe la gran relación de amistad y afinidad entre el Paraguay y los Estados Unidos de América a pesar de haber estado al borde de un conflicto armado en 1859; y el texto leído en la V Conferencia Interamericana de Santiago de Chile y su contribución a la defensa del Chaco -aunque no de Bolivia- en 1925, denominada LA CUESTIÓN DEL PILCOMAYO, a escasos dos años de su tempranera muerte.

Todo indica que Gondra en un momento puso punto final a sus publicaciones periodísticas; pero la noticia de que había dejado de escribir en 1900 había resultado un tanto prematura, por no decir exagerada, aunque la suscribieran y ratificaran todos quienes lo trataban con alguna cercanía. En 1907, a medida que se acrecentaba el tono del conflicto con Bolivia por el territorio chaqueño y posible costa de ésta sobre el Río Paraguay, Gondra sacó estudios bien documentados defendiendo la tesis paraguaya.

Respecto de su agrafía diplomática, de todos modos, una revisión rápida del archivo de la Cancillería paraguaya ubicó dos notas manuscritas firmadas por Gondra, fechadas en Río de Janeiro en 1905, que echan por tierra la afirmación de Barrett. El diplomático escribía siempre que había necesidad. No sería uno destacado ni útil si no lo hiciera y sobre todo en aquella época en que las estrecheces presupuestarias convertían al jefe de Misión en hombres múltiples cuyas diversas tareas también incluían redactar la correspondencia siempre.

 

GONDRA POLÍTICO

Una vez ubicados trabajosamente en el poder, los adherentes del original Centro Democrático, contrapartida de la Asociación Nacional Republicana 2, originaron la tradición azul de que el más encarnizado enemigo de un liberal, es otro liberal de una facción opuesta.

Benigno Ferreira; del ala Cívica, había conducido el aspecto bélico de la Revolución de 1904 con pericia y puntilloso respeto a los acuerdos arribados con el ala Radical capitaneada por el Dr. Cecilio Báez. La unión de los liberales había posibilitado la exitosa rebelión y el plan contemplaba la elección del Gral. Ferreira en 1906 cuando fenecía el mandato de Escurra. Los nombramientos y cargos eran distribuidos con total equidad. El joven radical Eligio Ayala se convirtió en Diputado al igual que José Patricio Guggiari; Gondra terminó siendo nombrado como enviado diplomático al exterior. Báez fue el primer Canciller del Gobierno provisorio surgido de la Revolución, secundando al empresario Juan Bautista Gaona, ungido a la primera magistratura y consciente de que el jefe en las sombras era Ferreira.

Antes del primer aniversario surgió un conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo por la concesión de un préstamo por ley de cuatrocientos mil pesos fuertes al club social "El Círculo", compuesto en su mayoría por los propios parlamentarios. Vetada la ley por Gaona, quien entendía que un gobierno revolucionario debería resolver los muchos problemas heredados de más de treinta años de caballerismo y no gastar escasos recursos en proyectos frívolos imposibles de justificar ante una opinión pública escéptica de los políticos, el enfrentamiento pasó a mayores y Ferreira se vio en la necesidad de remover a Gaona y reemplazarlo por Cecilio Báez, quien a pesar de sus escasos 43 años de edad, era considerado el mentor de toda la juventud estudiosa y profesional.

 

Como estaba planeado, las elecciones indirectas de junio de 1906 culminaron en una votación unánime del Colegio Electoral a favor del general y doctor Benigno Ferreira. Éste había sido un hombre fuerte de los gobiernos de la primera posguerra. Partió al exilio bonaerense en 1874 donde se matriculó y terminó la carrera de derecho. Retornó al país en la era egusquicista para aceptar ser Miembro del Superior Tribunal de Justicia como culminación de la apertura política a la oposición que capitaneara el vencedor de la fallida revuelta militar del 18 de octubre de 1891, Gral. Juan Bautista Egusquiza (presidente constitucional entre 1894 y 1898). Quienes secundaron a Egusquiza, luego del golpe de Escurra en 1902, se convirtieron en tránsfugas al pasar con armas y bagajes al sector Cívico del liberalismo. Muchos de ellos acompañaron al Gral. Ferreira en el gabinete.

Sin sorpresas para nadie, Ferreira es inaugurado como presidente constitucional en la fecha tradicional de la jura original de la Constitución, el 25 de noviembre de 1906. El gabinete estuvo compuesto por: De los Ríos en el Ministerio de Guerra y Marina; y Manuel Benítez, en el del Interior. Pero, al cargo clave de Jefe de Policía, Ferreira llevó al comisario Elías García, de amplia experiencia en las fuerzas del orden bonaerenses. Tantos años argentinos dejaron su secuela en Ferreira y éste nunca hizo secreto de que su modelo a armar en Paraguay era la sociedad argentina.

De este modo, Ferreira nunca desarrolló el carisma necesario para gobernar con suceso. Lo que le sobraba a su rival Bernardino Caballero, no abundaba en él. Además, algunas de sus primeras disposiciones fueron francamente odiosas, como la prohibición de escupir en la vía pública, algo poco práctico en una sociedad de extendida afición al "naco", o tabaco mascado.

Otro evento políticamente desastroso para los cívicos fue el haber enviado una delegación militar nacional para rendir homenaje a Bartolomé Mitre en ocasión de sus exequias. Era el colmo de los "legionarios", honrar al verdugo del Paraguay en la última Gran Guerra. La prédica lopista; que se iniciaría con el siglo de la mano de Juan E. O'Leary y la financiación de Enrique Solano López, iba ganando adherentes, pues se sabe que los paraguayos que se habían batido con heroísmo contra los invasores no podían condenar al Mariscal sin condenarse a sí mismos.

La gran polémica periodística de O'Leary y Cecilio Báez sobre el papel del Mariscal en nuestra historia había culminado en una misa de responso por las víctimas civiles y militares paraguayos de López en la misma Catedral Metropolitana a la que invitaba lo más distinguido de las damas de la sociedad paraguaya. Las emociones se iban cargando de a poco pero sostenidamente. Ferreira era considerado un miembro de la deprecada Legión Paraguaya; mientras su defensa argüía que él había luchado contra López como capitán del Ejército Argentino y no bajo una bandera tricolor paraguaya. Pocos veían claramente la diferencia. Para él mismo, había combatido al tirano; para los nacionalistas, había combatido contra su patria. El dilema era claro.

Precisamente, al verse perdidos los generales Caballero y Escobar en 1904 ante el empuje de la Revolución, éstos ensayaron una defensa inicialmente tímida de su papel en la Guerra de la Triple Alianza, al recordar a la población en una de las proclamas del Gobierno Constitucional que "quienes se levantaron en armas contra la legitimidad no habían defendido a la patria ante el invasor extranjero en la última Guerra Grande".

Inexorablemente, ante la opinión pública, la administración de Ferreira iba dilapidando capital político sin pausa. Ni siquiera los intentos propagandísticos del Gobierno habían frenado el desgaste del distante presidente como lo fue el lanzamiento del libro panegírico, pro Ferreira, PARAGUAY EN MARCHA, del publicista argentino José Rodríguez Alcalá. Este había sido reclutado por el periódico colorado LA DEMOCRACIA para hacer exactamente lo mismo pero encomiando la tarea del entonces presidente Cnel. Juan Antonio Escurra, en 1903. La Revolución de 1904 mandó a Escurra al olvido pero no hizo otro tanto con Rodríguez Alcalá, quien ofreció a Ferreira el mismo producto con algunos nombres cambiados, logrando la aprobación presidencial.

El gobierno de Ferreira puso manos a la obra y procedió a organizar las finanzas y a pensar a plazo intermedio. Convencido de que la guerra fronteriza con Bolivia era

solo una cuestión de tiempo. Intentó organizar el Ejército con los oficiales y jefes que habían estudiado en el extranjero. Inmediatamente se encontró con una interna castrense, entre los que estudiaron en la Argentina, como el general Patricio Alejandrino Escobar y el capitán de navío Manuel J. Duarte, y los "chilenistas" antiguos becarios de Egusquiza. La adquisición de piezas de artillería Krupp de Alemania fue concebida para fortalecer la posición bélica del país pero ni bien arribados al país los cañones tuvieron otro objetivo, el derrumbe de la administración de Ferreira a resultas de una sublevación de esa institución armada, objeto de la atención prioritaria del presupuesto gubernamental.

 

EL "2 DE JARA"

La rebelión del 2 de julio de 1908 derrocó a Ferreira luego de un día entero de cruentos combates. El presidente fue defendido solamente por el Cuartel de Policía y por el Cuerpo de Bomberos. El 4 de julio, previa concesión de los revolucionarios de respetar la vida y la propiedad del Ferreira y sus allegados, éstos se asilan en la Legación Argentina y al poco tiempo parten para el exilio en Buenos Aires. En venganza de la actuación de los bomberos en defensa del Gobierno, el Paraguay pasó los siguientes sesenta años sin unidades de bomberos para combatirlos infrecuentes pero letales incendios.

El vicepresidente Emiliano González Navero tomo el mando del país y prontamente decretó la disolución del Congreso y del Estado Mayor del Ejército. Debido a la fragilidad del nuevo Gobierno, muchos cívicos y colorados fueron apresados o tuvieron que exiliarse en la Argentina, donde pronto, con la complacencia de las autoridades, se pusieron a preparar un golpe militar liderado por el célebre montonero José Gill. Este movimiento invadió el Paraguay desde Corrientes y fue derrotado por las guarniciones de frontera sobre el Paraná. Los vencidos fueron enviados a una remota zona en el Chaco, conocida como Fortín Galpón, donde el trato de los carceleros se hizo leyenda colorada para demostrar la crueldad de los liberales radicales en el poder.

También ese 2 de julio de 1908, en adelante llamado jocosamente el "2 de jara," tomó protagonismo un dañino personaje de escasos 30 años de edad, el coronel Albino Jara, ambicioso caudillo militar que ensangrentaría la vida paraguaya por escasos pero cruentos cuatro años, hasta morir en su ley en un enfrentamiento fratricida.

Jara había sido becado por Egusquiza en la Academia Militar de Buin en Chile junto con otros destacados cadetes paraguayos como Eugenio Alejandrino Garay, Pedro Mendoza, Manlio Schenone y Adolfo Chirife. Fue nombrado Ministro de Guerra y Marina por el vicepresidente en ejercicio Emiliano González Navero. Ese cargo lo puso de hecho al comando de todas las unidades militares del país y desde el mismo, Jara se convirtió en árbitro último de la política paraguaya por menos de un lustro. Su codicia por el poder y sus métodos maquiavélicos lograron la hazaña de que en 1909 los generales Caballero y Ferreira acordaran en Buenos Aires unir fuerzas para alejar a Jara del poder y restituir el sistema constitucional.

De todos modos, aparte de Jara, el 2 de julio también tiene su bautismo político Manuel Gondra desde la junta revolucionaria victoriosa que lo catapultó al Ministerio del Interior. Surge de la revuelta la transformación del otrora pacífico catedrático en fogoso árbitro civil liberal radical de una era álgida que iría durar poco más que una década. Acepta simultáneamente la cartera de Relaciones Exteriores, al renunciar de ella Eusebio Ayala, desde donde Gondra deplora y protesta por la facilidad con que revolucionarios paraguayos obtienen armas en la Argentina y hasta hacen adiestramiento militar a plena luz del día en la vecina Corrientes en un gesto argentino que era incomprensible hacia un vecino con el que se mantenían relaciones cordiales y mucho intercambio comercial.

A partir de entonces, Gondra se pone a buscar afanosamente llegar a la presidencia de la República, para lo cual debe justificar lo andado. En una conferencia en el Teatro Nacional profirió la frase descriptiva del coronel Albino Jara que lo atormentaría por el resto de su existencia, lo llamó "un militar pundonoroso" en la excitación del momento, buscando elogiar a un amigo y valioso aliado, gestor de la caída de Ferreira para posicionarse como líder indiscutido a futuro. O eso creía.

El emergente pensamiento nacionalista patriotero, que luego se convertiría en populista, no se le escapó a Gondra y prontamente eligió la columna del medio en la germinal división maniquea el lopismo contra el antilopismo. Ni bien tuvo la oportunidad sentenció esta frase, frecuentemente citada por quienes aborrecen tomar partido, relativa al mariscal Francisco Solano López redimiendo sus anteriores condenas críticas: "Aceptemos el pasado íntegro de la patria, con sus errores, con sus glorias, con sus sufrimientos y sus martirios. Respetemos todo el pasado, respetemos hasta nuestra tiranía, ya que nuestro tirano es el único de América que supo morir teniendo en los labios el nombre de la patria". Gondra no había evolucionado en su visión de López o cambiado su óptica, el que hablaba ahora era el futuro candidato presidencial. De todos modos, aún así, Gondra se pegó el lujo de referirse a López dos veces como "tirano" en menos de un párrafo.

 

ARA PA, TÊRA PA JARA

Esta expresión en idioma guaraní es la que mejor describió al rebelde militar. Dada su afición a las revueltas y cuartelazos, frecuentemente sangrientos, al escuchar estruendos indefinidos, a la población solo le quedaba preguntarse si el ruido se origina en truenos celestes o en la artillería jarista. Desde el 2 de julio, dos formidables candidatos, amigos entre si y colegas del gabinete, se lanzan a la búsqueda insistente e incesante de la banda presidencial. Gondra lo hace abiertamente, movilizando las huestes partidarias y las estructuras liberales. Su posición está fortificada.

Nadie discute que se trata del paraguayo más brillante, el más destacado en conocimientos y sabiduría, curriculum vitae, experiencia, respeto social y roce internacional.

En aquel entonces, la sociedad otorgaba respeto y preeminencia a quienes exhibían bagaje intelectual. La importancia acordada por la Constitución al aspecto educativo comenzaba a reflejarse en la vida política. El liberalismo ofrecía la redención, el progreso y la felicidad por la vía de la preparación personal y el estudio. Así, Gondra venía a ser la personificación de las promesas de la Ilustración. Para estos fines se había hecho la Revolución Francesa. Era también la coronación del "darvinismo social spenceriano", la distinción era provincia natural de los más aptos y los más aptos eran los más educados. Eso creyeron todos por un fugaz momento en el Paraguay de la reconstrucción post Triple Alianza.

Hasta los representantes extranjeros caían ante la seducción de Gondra. Así lo describió el Encargado de Negocios argentino, Amadeo Artaza a su Canciller José Figueroa Alcorta:

"Sus opiniones son de una influencia decisiva en los consejos de gobierno. De trato afable y modales distinguidos se descubre, sin embargo, en el nuevo ministro cierta pose que si bien aleja la confianza, no por eso hace pedantesca su conversación. Contribuye no poco a esta actitud la fama que goza y las simpatías que inspira a la juventud paraguaya, cuyo ascendiente es hoy indisputado. Se le considera talentoso, de raras condiciones de carácter."

Pero el Paraguay tradicional se negaba a reposar y morir. La Primera República autoritaria de Francia y los López basaba su accionar y longevidad en el consumado control del Ejército. A pesar de las estrictas limitaciones constitucionales y los resguardos legales, el "caballerismo" fundado por el jefe original de pensamiento conservador tradicionalista, Cándido Bareiro, que luego se formalizaría como la Asociación Nacional Republicana, tomó el camino a la hegemonía política de toda una generación no ya eternizando a una sola persona en la Presidencia de la República sino asegurando a través del control del menguado pero políticamente formidable Ejército, siempre desplegado en los días de las elecciones para evitar sorpresas desagradables como ser una victoria opositora.

Precisamente en la estela de una de esas elecciones "típicamente caballeristas" en junio de 1887, donde Bernardino Caballero se presenta y gana el conteo del voto popular en un bastión opositor como Villarrica, los contestatarios deciden formalizarse en partido político para buscar el poder con mayor organización en julio de ese año. Dos meses más tarde, el Gobierno los emula fundando en setiembre de 1887 lo que en esencia es hoy el Partido Colorado, cuya mayor parte de su historia se pasó en el poder descansando en las bayonetas de los cuarteles hasta 1989.

Contra ese manejo arbitrario de la política desde las guarniciones militares se había gestado la Revolución de 1904. Albino Jara, si bien sentó filas entre los sediciosos, llegado el momento se convirtió en la continuidad del caballerismo donde el "gran elector" para la presidencia de la República era quien tenía el comando efectivo de las tropas y su armamento. Jara era un milico simplote, bravucón y audaz, pero tenía de su lado los votos marciales de los fusileros que pronto acallaban al voto ciudadano. Sumido en sus rencillas intestinas y en su profunda división facciosa, el liberalismo fue incapaz en esta primera etapa de erradicar el militarismo retrógrado que hasta 1904 había reinado en el país con la breve excepción de ocho años de egusquicismo. Sin dudas, incluso después de 1904, el ruido de sables podía ser todavía ensordecedor.

El coronel Albino Jara no tenía por qué reunirse con comités partidarios ni visitar a los líderes y jefes políticos del interior. Sus bases eran los verticales cuarteles. A él solo le restaba esperar y preparar la emboscada oportuna. Su única preocupación debía ser permanecer en el cargo de Ministro de Guerra y Marina a cualquier costo, si fuera necesario, parapetándose en su despacho.

A Jara le hubiera gustado salir ya candidato presidencial indiscutido para el período 1910-1914. Pero Gondra era un escollo imposible de salvar. A su popularidad personal, se sumaba el apoyo partidario y la buena prensa. Su vida privada era impecable, mientras Jara era conocido galán depredador de los bajos fondos, con modales algo cuestionables, como citando miembro de la Delegación Oficial a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en Buenos Aires, se puso a bailar el Santa Fe sobre una mesa con manteles.

 

GONDRA PRESIDENTE

En Asunción, a mediados del año de 1910, se estaba gestando una batalla preparatoria del Armagedón. Las fuerzas del bien, las civiles, se iban a enfrentar en una lucha parcial contra las fuerzas del mal, las militares.

Triunfaron los civiles por el peso de la opinión pública, por la tradición de respeto a la Constitución y así, Manuel Gondra con Juan Bautista Gaona, el fugaz ex presidente provisional de la Revolución de 1904, recibieron la unanimidad del Colegio Electoral y Gondra se preparo para asumir el mando el 25 de noviembre de 1910. El caudillo militar se apartó a lamerse las heridas, dispuesto a continuar en el cargo, incluso en la nueva administración. Quizás Jara no pudiera imponer su candidatura pero, si de algo servían todavía los cuarteles, tendría que ser capaz del mínimo de imponer al nuevo Presidente electo el Ministro de Guerra y Marina de su elección, o sea, a sí mismo.

En realidad la lucha frontal era entre los modales patricios y civilizados de Gondra y el codicioso oportunismo desembozado de Jara. Pero lo que caracterizaba a uno, escaseaba dramáticamente en el otro. Gondra, el lobo estepario de la política paraguaya, que imponía su liderato en base a su bruto talento y calificación personal, carecía de la audacia del otro. Pronto encuentra que, a pesar de saber que mantener a Jara en el Gabinete, sería su perdición.

Incapaz, o ignorante, de la necesidad de armar un equipo ejecutivo que le pavimentara la llegada al poder con un Jefe de Gabinete o Secretario Privado que tuviese justamente las virtudes ausentes en el principal, Gondra necesitaba de un asistente con firmeza, de su total confianza, que le trasmitiera a Jara lo inevitable de su partida. Tenía que hacerlo antes de siquiera jurar, que es cuando un presidente electo tiene el máximo de poder para imponer su voluntad.

Pensando en retrospectiva, cuán útil le hubiera sido a Gondra un Jefe de Gabinete como Eligio Ayala para persuadir a Jara de la inutilidad de ilusionarse con seguir en la Cartera de Guerra y Marina. Ayala, naturalmente, estaba en las inmediaciones, pertenecía al ala radical del liberalismo y hubiera hecho lo que el Presidente electo le pidiera. Pero al no tomarlo en cuenta, Gondra cometió un grave error, negoció personalmente con Jara ofreciéndole un dorado exilio como agregado militar o ministro en la embajada de su elección en Europa.

Ante tal alternativa, Jara, consumado fingidor e histriónico simulador en sus frecuentes lances amorosos, destapa ante Gondra toda su vena teatral, llora, salta, simula un ataque de nervios, suplica, vuelve a llorar, se arroja al piso y antes de seguir desenfundando sus recursos rogatorios ya lo tenía al presidente apenado por él y conmiserado de su causa. Ratifica a Jara en Guerra y Marina y comienza uno de los más fugaces mandatos presidenciales de la accidentada vida política paraguaya. Como en una tragedia griega, Gondra sabía -así como Jara- que el milico bruto se impondría sobre el urbano catedrático en la primera crisis.     

Manuel Gondra duró en el cargo la escuálida cantidad de cincuenta y un días calendarios, entre su asunción y su salida del poder el 17 de enero de 1911.

Al demostrar incapacidad de deshacerse de Jara, vio su autoridad menguada en forma inexorable. La mayor parte de sus días de presidente se pasó pensando y planeando como apartar al militar de su Gabinete. Un decreto hubiera bastado, pero esa practicidad le estaba negada a Gondra.

Jara, mientras tanto, había decidido ir por el premio mayor, derrocando al presidente con la ayuda de dos destacados civiles que así ensombrecieron sus destacadas carreras anteriores, Cecilio Báez y Manuel Domínguez. Estos se comprometieron a secundarlo luego del golpe. El caso de Báez era el peor, pues una vez más demostraba que para un liberal no hay enemigo más implacable que otro liberal, y, para agregar sal a la herida, Gondra y Báez, eran de la misma ala política, la radical.

Báez no había aceptado la oferta de Gondra de formar parte de su gabinete, pero no tuvo reparos en ser ministro del golpista Jara. Justo Pastor Benítez asegura que Báez nunca pudo digerir el hecho de que su discípulo, que ni siquiera había egresado en Derecho, llegara antes que él a la presidencia constitucional.

Esta saga de mezquindad y miopía en Báez le hizo mucho daño a la evolución política nacional.

El desarrollo de los acontecimientos fue patético. El día 15, el presidente Gondra decidió, definitivamente, firmar a la postre el decreto para enviar a Jara en una misión diplomática a Europa, pero antes de hacerlo, pidió al Ministro del Interior, Adolfo Riquelme, que arreste a Jara para evitar otra insubordinación. Riquelme requirió la cooperación de la Policía cuyo jefe, Mario Usher, era discípulo de Jara y contra quien nada haría. Jara se acuarteló entre las tropas y exigió al Presidente la destitución de Riquelme "si quiere seguir en el cargo." El día 16, amotinó a las tropas y para el 17 se puso al frente de un cuartelazo. La Policía, como por mera formalidad, preguntó al presidente saber si se iba a combatir o no a la sublevación. Gondra, ofendido por el atrevimiento del jefe militar, sin disparar un tiro entrega su renuncia indeclinable a la Presidencia al Congreso y se retira como majestad herida. Esa misma tarde, la Cámara de Diputados, con la oposición de escasos votos, nombró a Jara Presidente Provisional consumándose así lo que todo el mundo sabía iría a ocurrir.

Aparentemente, el Vicepresidente Gaona también había renunciado en solidaridad con Gondra allanado así el camino de Jara. Los cuarteles de nuevo prevalecieron sobre la civilidad y las leyes. La anarquía estableció su sede en Asunción. Jara duró lo suficiente para intentar transferir el Centenario de la Independencia a 1813, con el asesoramiento de los historiadores Cecilio Báez y Manuel Domínguez, pero la idea no se enraizó y en definitiva, el Paraguay no tuvo festejos de su centenario de vida independiente. Hasta el "álbum gráfico" de homenaje a la fecha, editado y compilado por Arsenio López Decoud, se publicó en 1912. En definitiva, Jara duró poco más que Gondra en la presidencia, pero no mucho. Para el 5 de julio de 1911, sus propios aliados lo derrocaron. Sus excesos sobrepasaron incluso la laxa tolerancia de los hombres de armas.

Del paso de Jara por la presidencia queda el recuerdo de un vil asesinato a sangre fría de su amigo y anterior mecenas, Adolfo Riquelme. Este no había esperado mucho para alzarse en armas contra el gobierno provisional -naturalmente, desde la Argentina- y poner en jaque y zozobra al engendro creado en enero.

Tomado prisionero luego de unos combates en la zona de Puerto Rosario (San Pedro), Riquelme es encerrado en el campanario de la iglesia local desde donde es sacado por sus captores a plena luz del día para ser llevado y ejecutado por la espalda por orden del Ministro de Guerra, Carlos Goiburú, y con la segura aquiescencia del Presidente Provisional. Enterado de su suerte, Riquelme, admirado joven de la sociedad asuncena, intenta negociar por su vida diciendo que mucho todavía podía hacer por su país. Pero la orden estaba dada y los soldados se limitaron a cumplirla ante el estupor de la opinión pública. Ahí comienza a caer el gobierno de Jara a quien no se perdona la alevosía y saña con que dispusieron de la vida de Riquelme, cuyo cuerpo mal enterrado finalmente fue exhumado y lanzado al Río Cuarepotí para desaparecer. En sus memorias ARMAS Y LETRAS, el coronel Arturo Bray relata su experiencia de adolescente para ir a intentar recuperar y traer a Asunción el cuerpo de su tío asesinado. Volvieron con las manos vacías. Para la opinión pública, Jara fue el asesino de Adolfo Riquelme.

Por su parte, Gondra, asilado en la Legación argentina y partido al exilio en la capital porteña, encontró de improviso toda la energía y decisión que le habían faltado mientras ceñía la banda presidencial. De inmediato organizó un levantamiento militar, acompañado del joven y voluntarioso radical Eduardo Schaerer, ex Intendente de Asunción y hombre destacado de negocios múltiples y posición económica acomodada. La muerte de Riquelme en marzo había sido ya uno de los resultados de la insistencia de don Manuel para retornar a la presidencia a la cual había renunciado sin dar combate. Esta sería una de las grandes contradicciones de Gondra, siempre listo a abdicar cuando tenía el poder pero afanoso por recuperarlo una vez fuera de él. La voluntad que no exhibía para mantenerse en el cargo, como corresponde a todo político decidido, la recuperaba ni bien salía de él por volición propia.

Jara habiendo saboreado las mieles del poder, no se resignaba a que se lo sustrajeran y para recuperarlo recurrió a lo único que sabía hacer, armas, rebeliones y montoneras. Pero no es lo mismo comandar el Ejército desde un ministerio que intentar armar uno desde el llano. Su estrella de había eclipsado pero él jamás lo aceptaría. Así, se pasó intentando una guerra de guerrillas hasta que finalmente en un encuentro cae malherido en las cercanías de Paraguarí y es llevado agonizante hasta la estación del tren donde aparece comandando las fuerzas gubernamentales el mismísimo Gondra en su disfraz de Ministro de Guerra y Marina del gobierno radical provisional de Emiliano González Navero, producto de una extendida revolución gondrista que duró entre noviembre de 1911 y mayo de 1912 donde fueron derrotados primero los colorados, que no siendo mayoría, aprovecharon bien la anarquía para apoderarse de Asunción y la Presidencia, pero no por mucho tiempo.

Jara, malherido y prisionero cuando intentaba escapar en una carreta hacia Quiindy había sido traído a Paraguarí donde Gondra se hizo cargo del jefe preso. Tembloroso ruega a su antiguo amigo que no lo abandone. Este, mantiene el ceño fruncido y le recuerda la inmolación del amigo común Adolfo Riquelme. Con esa mención deja de existir Jara antes de cumplir 34 años y con él se va el último militar inescrupuloso y autocrático en el sentido original del término. Muchos otros habrán de ceñirse la banda presidencial, pero ya a nombre de un Ejército más profesional deseoso  de restablecer el orden en conflictos productos de rencillas civiles, o luego de elecciones que aunque amañadas eran en sí una concesión a la formalidad constitucional.

 

IV. LA LEYENDA

 

LA DÉCADA DE ORO

El ala juvenil del Partido Radical, los saco pukú, finalmente tomó en serio la administración del país e inició el período más fructífero y democrático de la era constitucional paraguaya que encumbró a la presidencia a los mejores estadistas compatriotas responsables de una tarea gubernativa excelente, reflejada en los INFORMES DEL ESTADO DE LA NACIÓN AL CONGRESO cada 1° de abril. Ahí, los presidentes paraguayos, entre 1921 y 1935, en lugar de atacar a la oposición y jactarse vanidosamente de sus logros, utilizaron la solemne sesión de apertura de las sesiones de las Cámaras del Congreso como púlpito para evaluar críticamente sus políticas, sus aciertos y sus errores. Aparte de una exquisita redacción de los informes, se tenía también un análisis descarnado de las realidades, las perspectivas y los obstáculos a superarse. La fundación liberal-alemana FRIEDRICH NAUMANN publicó una colección de todos los discursos presidenciales liberales bajo el título de EL ESTADO GENERAL DE LA NACIÓN EN LOS GOBIERNOS LIBERALES. Totalmente agotada la edición original, se impone una reedición y su estudio en la universidad para descubrir un desconocido Paraguay, donde el liderazgo moral y ético de la República los ostentaban los propios mandatarios en compañía de sus respectivos gabinetes. Nunca más los mejores y los más aptos volvieron a adueñarse del poder en nuestro país.

Antes de concluir la guerra civil pero avizorándose el desenlace, el Dr. Eusebio Ayala es reemplazado amigablemente por acto del Congreso del 11 de abril de 1923 por su colega y amigo y competidor político Eligio Ayala -no eran parientes-.

Eligio, el "mago" de las finanzas paraguayas, demostró sus uñas de administrador prudente y liderato firme por lo que pronto se convirtió en el candidato radical a las elecciones de término de 1924. Renunció al cargo provisional para candidatarse y fue suplantado por otro genuino estadista, el Dr. Luís A. Riart en la presidencia provisional. Nunca antes ni después de esta maravillosa década tantos excelentes funcionarios y autoridades electas se juntaron para llevar adelante un gobierno excepcionalmente útil y provechoso para las masas. La educación tuvo su verdadero apóstol en Ramón Indalecio Cardozo; la diplomacia brilló como nunca con Vicente Rivarola, en Santiago y Buenos Aires, Rogelio Ibarra enfrentando al pérfido esfuerzo brasileño de apropiarse de los Saltos del Guairá mientras el Paraguay enfrentaba una guerra total y sin cuartel a Bolivia en 1933, y Enrique Bordenave en Washington asegurando la verdadera neutralidad amistosa de los Estados Unidos. En política, aquella fue una década de oro, lastimosamente cercenada por el conflicto bélico del Chaco. Las guerras producen héroes combatientes y éstos pronto ambicionan cargos políticos. Ese fue el comienzo del fin del Paraguay constitucional que tuvo que dar paso al deplorable Paraguay autoritario con su secuela de populismo, orgulloso de su mediocridad.

La rebelión concluyó luego de un desesperado ataque a la capital por fuerzas raleadas. El Gobierno no persiguió a ninguno de los sublevados quienes prontamente regresaron a la vida civil y otros lograron rescatar su carrera militar, especialmente teniendo en cuenta la cercanía creciente de un conflicto con Bolivia sobre el Chaco Boreal lo que hacía costoso desprenderse de jefes combatientes. Schaerer perdió toda preeminencia, se refugió en sus negocios y fundó en 1925 el prestigioso diario LA TRIBUNA por mucho tiempo el decano de toda la prensa paraguaya y el diario de mayor longevidad en la historia paraguaya, antes de desaparecer en 1985.

Schaerer todavía pudo ser factor de escozor el 23 de octubre de 1931, cuando ocho estudiantes fueron masacrados mientras intentaban llegar en manifestación hasta el propio despacho presidencial, pero definitivamente su cuarto de hora había pasado. Quedó en los anales políticos como el primer civil en completar su mandato presidencial de cuatro años y como el pacificador que nos libró de Albino Jara aunque el aspecto negativo de su larga carrera también recibió atención.

Como las cosas buenas no parecen durar mucho entre nosotros, la gran experiencia política organizadora y de desarrollo intelectual y político del liberalismo radical post guerra civil de 1922 llegó a su abrupto fin con la victoria en la guerra chaqueña. El premio a la eximia conducción bélica del Dr. Eusebio Ayala fue un golpe de estado de algunos jefes del Ejército de la hazaña del Chaco en febrero de 1936. Pudiendo defenderse, Ayala optó por hacer como "Gondra" y renunció sin otorgar camorra ni condiciones. Otra guerra civil fratricida y sangrienta no lo subyugaba mucho después de la experiencia de poco más de una década atrás. Lamentablemente, al hacerlo, dejaba que los militares insurrectos inauguraran el Paraguay nacionalista que tanto daño hizo a la patria encumbrando la corrupción, la represión desalmada y las grandes oportunidades perdidas en un mundo exterior en extremo amigable para el desarrollo nacional.

 

GONDRA LEYENDA HEMISFÉRICA

Nuestro dos veces ex presidente se refugió en su biblioteca esperando una ancianidad que nunca vino. Encontró nuevamente en la lectura y la investigación el regocijo que la política nunca le dio. Parecía destinado a una existencia respetada de anciano estadista con la admiración de todos cuando el viejo soldado del intelecto y el Derecho recibe una designación más, la que a la postre le otorgó a su fama un lustre continental si no mundial entrando su nombre para siempre en los anales del Derecho Internacional.

El gobierno provisional de Eusebio Ayala, en las postrimerías de su mandato, lo designó Jefe de la Delegación paraguaya a la Quinta Conferencia Panamericana a reunirse luego de muchos desacuerdos de calendario en Santiago de Chile entre el 25 de marzo y el 5 de mayo de 1923. Gondra se encontró en la misma a sus anchas. Era su ámbito natural, se discutían ideas y se diseñaba el futuro en el exquisito y refinado mundo de la diplomacia continental donde su porte, sus modales, su lenguaje rebuscado sin ser pedante subyugaba a sus interlocutores.

Relata Justo Pastor Benítez en EL SOLAR GUARANÍ que, en medio de un debate que por momentos tuvo ribetes de intensidad, por la dificultad de encontrar consenso sobre los temas a tratar de modo a hacer progresos en el panamericanismo que ya anteriormente había incluido el acuerdo de someter todos los casos conflictivos a arbitraje, Gondra propuso la "Convención para evitar y prevenir conflictos entre Estados americanos", bautizada con su nombre nada menos que por moción del estadista brasileño Afranio de Mello Franco. Para no ser menos la proposición final fue votada de pie y por aclamación de los presentes.

Así, la "Convención Gondra", aún vigente, entró a formar parte de la jurisprudencia continental y fue ejemplo para la más tardía hazaña franco-norteamericana, el Pacto Kellogg-Briand, que pretendió dejar fuera de la ley y las costumbres humanas la guerra como método de resolución de conflictos entre Estados.

A su retorno al Paraguay es recibido en el puerto por una multitud que lo consagra como un mito viviente. El Diputado Manuel Peña pontifica con autoridad en una era en que a falta de altoparlantes los discursos eran solamente comprendidos en los diarios del día siguiente: "Hasta ayer fuisteis solamente el primer ciudadano de la República; desde la Conferencia de Santiago, sois un ciudadano de América."

Las sesiones habían sido casi tumultuosas, tuvo que intervenir el propio Presidente de Chile, Arturo Alessandri, para calmar los ánimos en recepciones y reuniones, pero al final de la jornada, con paciencia de Job y consciente de la supremacía que le brindaran su experiencia y sabiduría, Gondra presenta el texto final con un discurso inolvidable. Cita al célebre internacionalista León Bourgeois en su memorable descripción de la guerra:

"Instituciones internacionales como ésta serán la protección del débil y contralor del poderoso. En los conflictos de la fuerza bruta, en que los combatientes de carne, con el acero en la mano, están en línea, se puede hablar de grandes y pequeñas potencias, de débiles y de fuertes. Cuando se arrojan las espadas en la balanza, un platillo puede fácilmente arrastrar al otro; pero cuando lo que se pesa son derechos e ideas, aquella disparidad cesa y los derechos de los más pequeños y desarmados cuentan tanto en la escala como los de los poderosos."

La cita es oportuna y muy valiente intelectualmente pues se notó que de ahí sacó Gondra su inspiración.

El liderato del Paraguay en Santiago fue indiscutible y Gondra lo aclara en su exposición final:

"La delegación del Paraguay puso todo su empeño en la iniciativa y en la negociación de este Tratado general, porque el Paraguay sabe, por observación propia, la eficacia del instrumento instituido para evitar querellas graves entre las Naciones hermanas, lo conoce por una experiencia que constituye una página de la historia diplomática y que quiero recordar."

Relata el caso del arbitraje para resolver los desacuerdos de Estados Unidos y Paraguay de 1859 que fuera adjudicado por el juez Cave Johnson a favor del Paraguay. Johnson había presentado su decisión con unas memorables palabras de verdadero estadista de decencia y ética: "Ha sido siempre orgullo y gloria del Gobierno y los ciudadanos de los Estados Unidos no soportar agravio alguno de ningún pueblo ni Gobierno, como tampoco, al mismo tiempo, exigir de ellos nada que no sea su derecho". Entre pueblos civilizados, los conflictos deben resolverse civilizadamente.

Gondra sigue con su electrizante alocución:

"Aún hace poco, según dice un tratadista, era considerado hasta inamistoso, si no ofensivo, un ofrecimiento de buenos oficios y este procedimiento se frustraba con la sola reticencia del Gobierno que se sentía más fuerte. Ahora, convencionado en un tratado general, será un método que procederá de derecho y a pedido de una parte directamente interesada en la querella y que tenga temor de un desenlace por las armas."

Para dar más relevancia y afianzar la investigación que precedió a su propuesta, Gondra, paso seguido, cita al gran jurista norteamericano, Presidente de la Corte Suprema de justicia de su país, Charles E. Hughes, en una conferencia de Long Beach, (California) en medio de la guerra europea, titulada EL PORVENIR DEL DERECHO INTERNACIONAL. Decía Hughes: "Y, ¿cuál es la perspectiva? Vamos a tener una paz romana, una paz impuesta por un Estado prepotente que se levante sobre todos, un nuevo Imperio cuya única ley será su voluntad? ¿O hay la posibilidad de un mundo en el que cada Estado, grandes y pequeños, estén seguros en su igualdad, su independencia y su integridad, en el que los Pactos entre las Naciones no sean ilusorios, en el que se desarrollen y sustenten las reglas para la convivencia internacional y las instrumentalidades para el arreglo pacífico de las controversias en Naciones, en el que la fuerza se torne sierva del derecho, no su ama? Esta es la cuestión vital".

Y sigue Gondra con su oración:

 "Han transcurrido seis años de estas severas palabras, la guerra ha terminado ya hace un lustro y Europa sigue aún inquieta sin hallar todavía el camino de sus destinos irrevocables; entre tanto, los pueblos de América, el hemisferio de la paz, se han reunido en su primer Congreso después de la contienda y pueden dar una respuesta a la pregunta del estadista americano, diciéndole de su parte: Hemos discutido con espíritu exento de toda preocupación de predominio, los problemas que atañen a la paz del Continente: no hemos sido todo lo afortunados que deseáramos para resolver íntegramente las cuestiones que constituirán nuestro programa de trabajos, pero no desesperamos de serlo pronto, a fin de evitar las más leves aprensiones recíprocas que no tendrán razón de ser en comunidades de Naciones pacíficas como las nuestras; para ello nos hemos esforzado por crear instrumentalidades útiles que ayuden al desarme moral entre los pueblos que se amenacen por mutuos agravios."

 Y como remate, broche de oro de la arenga pacifista e internacionalista, Gondra recurre nuevamente a una autoridad de renombre como Bourgeois sin citarla esta vez y profiere el párrafo más memorable de su intervención en Chile y que muchos la confunden como si fuera el texto de la misma Convención Gondra:

 "Hemos tenido siempre presente la antinomia eterna que señaló el filósofo francés y hecho insistentes tentativas por resolverla en un conflicto entre dos Estados de distinta potencialidad: puede el débil ser el justo, puede serlo el fuerte, pero la injusticia del uno limitada por su propia impotencia, al paso que la del otro puede pretender llegar hasta donde llegue su fuerza; por eso, no pudiendo hacer que el justo sea siempre fuerte, nos hemos empeñado porque el fuerte sea siempre justo."

 La sala prorrumpe en un prolongado aplauso con "bises", como si fuese el concierto de un virtuoso solista. La clamorosa recepción movió al brasileño a denominar al proyecto Convención Gondra y al norteamericano a mocionar la aprobación de pie y con aplausos.

El triunfo era de Gondra y de Paraguay, verdadero protagonista de Santiago en 1923.

 

LA CONVENCIÓN

El texto del Tratado Multilateral es apenas un decálogo pero cuidadoso y puntilloso como todo lo que Gondra escribe. El preámbulo es magistral y universal al punto de que podría fácilmente aplicarse al presente en cualquier continente:

"Los Gobiernos representados en la Quinta Conferencia Internacional de los Estados Americanos, deseando fortalecer cada vez más los principios de justicia y de respeto mutuo en que se inspira la política que observan en sus relaciones recíprocas y avivar en sus pueblos los sentimientos de concordia y leal amistad que contribuyan a consolidar dichas relaciones, confirman su más sincero anhelo de mantenerse en paz inmutable, no sólo entre sí, sino también con todas las naciones de la tierra.

Condenan la paz armada, que exagera las fuerzas militares y navales más allá de las necesidades de seguridad interior y de soberanía e independencia de los Estados y con el propósito decidido de promover, por todos los medios, que se eviten o se prevengan los conflictos que eventualmente puedan ocurrir entre ellos, convienen el presente tratado, ajustado y celebrado por los delegados plenipotenciarios, cuyos plenos poderes fueron hallados en buena y debida forma por la Conferencia."

 Ya en el primer artículo, Gondra pone manos a la obra al trabajo de construir la paz por medio de acciones y omisiones concretas, fáciles de monitorear por la comunidad internacional:

 "Art. 1°: Toda cuestión que por cualquier causa se suscitare entre dos o más de las altas partes contratantes y que no hubiera podido ser resuelta por la vía diplomática, ni lleva a arbitraje en virtud de tratados existentes, será sometida a la investigación e informe de una comisión constituida del modo que establece el Art. 4º.

Las altas partes contratantes se obligan, en caso de conflicto, a no iniciar movilizaciones o concentraciones de tropas hacia la frontera de la otra parte, ni ejecutar ningún acto hostil ni preparatorio de hostilidades, desde que se promueva la convocatoria de la comisión investigadora, hasta después de producido el plazo a que se refiere el artículo 6º.

Esta estipulación no abroga ni restringe los compromisos establecidos en los convenios de arbitraje que existan entre dos o más altas partes contratantes, ni las obligaciones que de ellos deriven."

El tratado tiene una visión estratégica definida y su primer artículo tiene por objetivo neutralizar a los inevitables "halcones" patrioteros que cada país tiene, quienes ante la menor amenaza de conflicto ya desean concentrar tropa e invadir al adversario. Esa es la mejor manera de enfriar enfrentamientos y hacer que la cordura se imponga por encima de las urgencias de los más exaltados, que nunca faltan.

Gondra prácticamente se adelanta en dos décadas al concepto del Consejo de Seguridad de la ONU al establecer sedes permanentes para la recepción de solicitudes de las altas partes contratantes. El artículo tercero es un verdadero precursor:

"Se constituirán dos comisiones, con sede en Washington y en Montevideo y que serán llamadas permanentes. Estas estarán formadas por tres agentes diplomáticos americanos, de los de mayor antigüedad entre los acreditados en dichas capitales, y al llamamiento de las Cancillerías de aquellos Estados, se organizarán designando sus respectivos presidentes. Sus funciones se limitarán a recibir de parte de las interesadas, el pedido de convocatoria de la comisión investigadora y a notificarlo inmediatamente a la otra parte (...) Recibido el pedido de convocatoria y hechas las notificaciones, quedará 'ipso facto' suspendida la cuestión o controversia grave que las partes venían sustentando sin llegar a un avenimiento."

La selección de sede en Montevideo toma en consideración la velocidad de las comunicaciones de la época así como el costo de movilización para las economías más endebles del sur del continente.

Con rango de Embajador, Gondra presidió una auténtica comisión compuesta por destacados miembros de la sociedad paraguaya como el Dr. Higinio Arbo y don Roberto Araya como consejeros, el luego célebre historiador y político Pablo Max Ynsfrán junto al teniente Juan Manuel Garay como secretarios de embajada, respectivamente. Garay, hijo del malogrado Blas Garay, ofrecía la doble perspectiva de militar de carrera y excelente redactor en idioma castellano, como lo probaría más tarde en sus impecables informes desde la Embajada paraguaya en Buenos Aires a nuestra Cancillería en su condición de Agregado Militar ante el ese gobierno.

A pesar del aplauso universal con que la convención Gondra fue recibida, la misma no tuvo la transcendencia originalmente aguardada. Las guerras siguieron siendo la forma de resolver los pocos conflictos remanentes; entre ellos, los del mismo Paraguay con Bolivia. En todos los casos donde la conflagración se anticipó a la negociación y echó por tierra lo logrado por la diplomacia, se cumplieron los peores temores de Gondra y las movilizaciones acallaron los pedidos de paz y arreglo amistoso.

Aún así, la Convención Gondra tiene aspectos valiosos que se aplican regularmente en casos fronterizos aún sin citar la fuente. Pero la idea central sigue muy vigente, evitar las guerras algo que casi universalmente se acepta sin discusiones. En este continente, Gondra fue una de las poderosas razones detrás de esa toma de conciencia.

 

V. SU FINAL

 

EL ÚLTIMO SERVICIO A LA PATRIA

El Paraguay siempre necesitó de una hábil diplomacia profesional porque arribó a todos sus límites de manera trabajosa y agotadora. Hasta el presente, los límites patrios no están totalmente señalados y se siguen discutiendo "altas cumbres" con Brasil, uso de las aguas del Pilcomayo y la solidez de los hitos chaqueños con Bolivia así como el destino y la soberanía de una que otra isla en los grandes Ríos Paraná y Paraguay donde pareciera que la cuestión de los límites fronterizos que tanto atrajera al pensamiento estratégico de Carlos Antonio López había sido secularmente resuelta, pero no es así.

Si bien en la época, 1925, los desvelos nacionales apuntaban a una posible guerra con Bolivia, los otros temas no desaparecían y requerían de tanto en tanto la atención de una muy frugal Cancillería compuesta nada más que por un Ministro y muy pocos secretarios y escribientes que sin embargo se las arreglaban de maravillas para revisar toda la correspondencia diplomática, clasificarla y contestarla. Nuestros diplomáticos en el exterior recibían instrucciones claras y seguimiento sobre si se actuó o no en base a ellas. Se puede afirmar sin dudas que a pesar del enjambre de funcionarios y empleados que tendría el Ministerio de Relaciones Exteriores del futuro, nunca más el mismo se manejó con la eficiencia de aquella década heroica por lo cual debe deducirse que la diferencia no estaba en los recursos abundantes o limitados sino en la capacidad mental y profesional del factor humano a la cabeza del servicio.

Las MEMORIAS de Vicente Rivarola revelan esos aspectos casi desconocidos y narran con circunspección y modestia las peripecias y los esforzados logros. El propio Rivarola logró el apoyo resoluto de Chile para obligar a Bolivia a seguir negociando en la década de 1920, cuando nuestra situación de preparación bélica era aún insuficiente para contener el avance boliviano. Igualmente, ya Ministro Residente en Buenos Aires durante la guerra, Rivarola recibe una comunicación inquietante del propio Presidente Eusebio Ayala donde le ordena se sirva obtener apoyo logístico y financiero argentino pues de lo contrario, la resonante victoria de Boquerón habría caído en saco roto por la extrema escasez de alimentos, agua y transporte para el esfuerzo chaqueño. Rivarola moviliza tanto al gobierno argentino como a un paraguayo patriota, Juan B. Gano (h) para dotar al país de los medios con los que se proseguiría la sacrificada guerra.

Precisamente en ese malabarismo casi mágico de escasos recursos para ingentes necesidades es que el Gobierno decide recorrer nuevamente a las luces de Manuel Gondra, a quien le piden conteste la nota EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL CANCILLER DR. HONORIO PUEYRREDÓN DE 1921 SOBRE LA CUESTIÓN DEL PILCOMAYO. La comunicación argentina sobre el territorio en conflicto tuvo que esperar la pacificación del país para ser retrucada. Así, como en una época todo lo referente a la Argentina era enviado para la atención minuciosa del Dr. José Gaspar de Francia, en 1925 toda lucubración cerebral diplomática crítica debía solicitarse de Manuel Gondra. La respuesta es minuciosa, impecablemente concebida y redactada y no deja piedra sobre piedra de la argumentación anterior argentina, defendiendo los intereses nacionales con erudición y astucia aparte de las reconocidas habilidades de semántica y sintaxis. El documento final fue una obra maestra de redacción diplomática y debería estudiarse con esmero en las Academias Diplomáticas por constituir un modelo útil para cualquier controversia.

Nuevamente recordamos a quienes suscriben la leyenda urbana de que Gondra no dejó nada escrito, es recomendable recurrir al legado de este postrer servicio a la causa nacional.

Como siempre, la capacidad de investigación, argumentación y raciocinio de Gondra es inigualable. La perfección de la presentación con engañosa sencillez revela un profundo estudio del tema en materiales primarios y secundarios y una capacidad de lectura crítica comprensiva sencillamente descomunal.

El documento, enviado al entonces Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, don Ángel Gallardo, estuvo fechado en Buenos Aires, al 28 de marzo de 1925. Y le dijo:

"Tengo el honor de presentar a Vuestra Excelencia, resumida en esta nota, la 'Memoria' con que el Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay contesta la 'Exposición de Motivos' que el Doctor Don Honorio Pueyrredón, Jefe entonces de la Cancillería Argentina, le hizo llegar en 1921, sobre el límite de la República Argentina y el Paraguay por el Pilcomayo, cuestión regida por el Tratado de 1876, por el fallo del Presidente Hayes, y por el Convenio del 11 de setiembre de 1905, celebrado entre los gobiernos del Doctor don Manuel Quintana y del Señor Don Juan Bautista Gaona, por medio de sus plenipotenciarios, Dres. Carlos Rodríguez Larreta y José Zacarías Caminos."

Aunque redactado en forma impersonal, aquel documento no observaba en todos sus pasajes estricta objetividad y en varios de ellos, acaso inadvertidamente, se deslizan expresiones que particularizan el origen de su tesis. "Me he preocupado de estudiar a fondo, entre otras, la vieja cuestión", dice en sus comienzos, y el informe técnico de la División de Límites subraya haber sido elaborado "de acuerdo a las indicaciones que el Señor Ministro ha tenido a bien hacer en su despacho".

Suave pero firmemente, Gondra va introduciendo la tesis paraguaya asegurando que no busca polémicas huecas para pérdidas de tiempo y hace un esfuerzo para afirmar que el escrito trata los temas alejado de todo elemento de controversia deseosa de rebatir nada:

"Hay, además, en los capítulos sobre antecedentes diplomáticos del Tratado de Límites de 1876 afirmaciones que, por su carácter, y dada la materia a que se refieren, podrían motivar no una simple controversia de estudio si no discusiones inconducentes, que no habría interés en promover, pues no ayudarían a dilucidar el asunto en examen.

La Memoria Paraguaya, a que han servido de base los materiales allegados por la Sección de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores, en su estudio geográfico e histórico sobre el río Pilcomayo, mantiene la mayor objetividad y, si bien escrita en confutación de aquella, guarda una estructura de composición que la despoja de de todo carácter de contratésis polémica."

Luego, Gondra procede a hacer un recuento de todos los viajes exploratorios del Pilcomayo desde la era colonial hasta el presente con una calidad investigativa propia de una tesis doctoral o del libro de un académico de renombre buscando publicar el estudio definitivo de un tema histórico. Finalmente, el estudio saca conclusiones y las mismas, hay que concederle son persuasivas:

"Queda así terminada esta Memoria resuntiva. Ella demuestra: Que carece de todo fundamento la aserción de que el Convenio de 11 de setiembre de 1905 haya quedado de hecho sin efecto pues ambos gobiernos lo han corroborado y cumplido en todas sus partes, faltando sólo finiquitarlo. Que todas las exploraciones argentinas, oficiales o puramente científicas y privadas, ya antes de aquel Convenio, habían sido unánimes en reconocer con verdadera lealtad, que el Brazo Sur es no sólo el brazo principal del Pilcomayo, sino también el de mayor antigüedad, conclusión confirmada ampliamente por el Informe de la Comisión Mixta. El Presidente Dr. Quintana afirmaba en 1905 por el órgano de su Cancillería, que el Convenio se proponía establecer 'de un modo claro y preciso el fallo arbitral de 1878' y que 'la Comisión Mixta se encargaría de dar una solución definitiva al asunto'. Ocho años después, ultimados sobre el terreno los estudios de la Comisión, el Presidente Dr. Roque Sáenz Peña declaraba a su vez ante el Congreso que 'era en presencia de ese trabajo que los dos Gobiernos deberán determinar el límite divisorio sobre el río Pilcomayo'."

Finalmente, el Canciller de Paraguay, firmante de la nota, le ruega a su par argentino que reciba de su Presidente "la autorización y poderes necesarios para finiquitar las negociaciones, habiendo por mi parte obtenido ya de mi Gobierno los que a ello me habilitan". Esta nota debe estudiarse y analizarse como una madura respuesta diplomática de una Cancillería profesional. De modo que, a Gondra se lo analice siempre como un advertido estudioso de la historia, un pragmático redactor persuasivo de escritos diplomáticos y un patriota y estadista que no ponía reparos en hacer uso de su preclara inteligencia para avanzar los intereses nacionales y con la suficiente modestia de carácter para acceder a trabajar redactándola aunque otro estampe la firma debido al cargo oficial que ocasionalmente ostenta.

Este escrito fue su "canto de cisne", la última y extraordinaria actuación de Gondra. Luego de eso se lo veía retraído en su biblioteca o realizando caminatas, en compañía de sus hijas, por el arbolado Parque Caballero, que había sido adquirido recientemente por la comuna asuncena a los descendientes del "Centauro de Ybycuí".

Las sobrias reflexiones sobre su actuación, su legado, sus virtudes y también sus debilidades ocupaban su tiempo aunque fiel a la costumbre civil de la época, no escribió sus memorias, éstas eran casi siempre patrimonio exclusivo de los militares.

Afortunadamente, Gondra tocó las fibras más sensibles de mucha gente en la sociedad y no pocos de los artículos sobre su persona eran casi una hagiografía describiendo hasta casi en exceso las cualidades del brillante maestro de juventudes y ejemplo cumbre de moral y ética. Unos pocos como el Cnel. Bray se atrevieron a juzgarlo críticamente sin por eso no dejar de admirar al paraguayo más sabio de todos los tiempos como también se lo caracterizó

 

DE VILLETA VIENES...

La vuelta a la privacidad y al hogar no le duró mucho a don Manuel. Falleció el 8 de marzo de 1927 a la mediana edad de 56 años sin haber siquiera completado lo que estadísticamente era la esperanza de vida al nacer en Asunción. Sabiendo que la fragilidad de su salud podía tener desenlace sorpresivo, organizado como siempre fue, había dejado como última voluntad que sus restos fueran velados en su domicilio particular de la calle SEBASTIÁN GABOTO y que de ahí fueran llevados a la propiedad de los Pereira, su verdadera casa materna para ser enterrados al aire libre en un túmulo abierto al cielo cerca de una isla de naranjos.

Apropiadamente, este hombre afable pero celoso de su privacidad fue acompañado a la última morada por sus parientes y unos pocos íntimos hasta el puerto de la Capital para embarcarse en el buque de guerra ADOLFO RIQUELME, así nombrado por el fogoso amigo y Ministro del Interior de su primer gobierno trunco, hombre dispuesto a dar su vida, como en realidad lo hizo, combatiendo para reponer a Gondra en el poder que el Cnel. Jara le había escamoteado.

Los que encuentran simbología en todo lo actuado en este mundo estaban de parabienes. Riquelme, el juvenil e inmortal líder político cuya muerte preanunciara el fin del aventurero militar en 1911 ahora estaba surto en el puerto para transportar a Gondra a la inmortalidad. Éste, sencillo en su complejidad, solicitó ninguna honra fúnebre ni sentidas oraciones cívicas en el sepelio. En esto por lo menos no dejó de tener razón, en el caso de Gondra, todo lo bueno que se suele anunciar de una persona una vez muerta en el caso de muchos, ya se había dicho de don Manuel Gondra en vida, variadas veces, de las más variadas formas. Repetirlo en la tristeza del deceso hubiera sido una redundancia.

Insondable es el alma humana. Gondra a pesar de haber pasado la mayor parte de su existencia en ámbitos urbanos, ejerciendo oficios intelectuales y académicos, deslumbrando audiencias plenas de urbanidad, eligió para la inmortalidad el ambiente de campo, del que lo habían arrancado para educarlo y lanzarlo a la vida. Sí, nunca se apartó demasiado de la campiña, ya como Inspector de Colegios o líder revolucionario, pero lo que lo llevó a la fama imperecedera tenía ambiente citadino. Y si bien la tentación puede ser grande de trasladar sus restos hasta donde más compatriotas que lo irán redescubriendo a medida que pasa el tiempo puedan rendirle silenciosos honores y serenas reflexiones, es también imperativo respetar su última voluntad. Es como si repitiera en coro con Eusebio Ayala, "conozco mis orígenes y no me pesa". Gondra descansa en paz en las mismas praderas donde corriera de niño y donde finalmente juzgó su verdadera morada. El paraguayo más brillante de todos contribuyó también con sus restos a poblar esos inmensos y heroicos cementerios de la Guerra Grande y no podía estar en mejor compañía. En ese terreno, el Paraguay luchó por su vida y Gondra se aferró a su muerte.

 

CONCLUSIÓN

Relatar la existencia de un grande como Don Manuel Gondra es un desafío imponente. Sobre él corren las versiones más improbables en el sentido original de la palabra. Y solo una investigación serena y exhaustiva puede arrojar alguna luz. Está el grupo del que formó parte como la primera promoción de bachilleres del Colegio Nacional en 1883, que lo hubiera tenido completando la secundaria a los doce años de edad. También está extendida la leyenda de que no escribió cosa alguna a partir de 1900 por un presunto temor de que el producto no estuviera a la altura de la perfección que él siempre se afanó por lograr. Esta es una de las peores aserciones porque lo presentan como inseguro y maniático, cuando las evidencias aseveran precisamente lo contrario.

En realidad, Gondra siempre escribió y bien. No eran artículos periodísticos, eran discursos onotas diplomáticos, pero eran escritos y eran perfectos. En verdad, una reedición actualizada y aumentada de sus obras completas deberían incluir sus discursos y en los anexos, la nota sobre "LA CUESTIÓN DEL PILCOMAYO". De que aprendiera de memoria sus discursos y los leyera sin ayuda de papel alguno no los convierten en improvisaciones efectistas logradas. Tanta elaboración de ideas exigió la redacción cuidadosa de los mismos, seguramente con varias correcciones. Tal vez los manuscritos en la "Colección Gondra" en la "Nettie Lee Benson" de la Universidad de Texas guarde esos borradores o textos definitivos, lo que inmediatamente los volverá tema atractivo y novedoso para alguna disertación doctoral.

De lo que no quedan dudas posibles, revisando el testimonio de sus contemporáneos, pero sobre todo de sus escritos, es de su enciclopédico saber. Este tenía profundidad y método. Gondra no era el típico memorista ecléctico capaz de regar de nombres distinguidos una que otra alusión semi informada, típica de los aficionados en la materia, de los que nuestras letras y universidades tuvieron multitud. Sus estudios históricos críticos, delatan conocimiento profundo, comprensión meridiana tanto de la bibliografía sobre el tema como del asunto en cuestión.

Al reseñar las obras de escritores consagrados como Blas Garay, Juan Crisóstomo Centurión, Cecilio Báez y Manuel Domínguez, Gondra demostró tener un sentido crítico superior a éstos y un conocimiento amplio y extendido del asunto en cuestión, independiente de cuál fuera la materia. A Garay le cuestiona su visión de la historia, a Rubén Darío lo fulmina y casi lo trata de charlatán al incursionar éste fuera de la creación de logrados versos. A Centurión le cuestiona sus propias memorias y sus conclusiones de episodios donde Centurión fue protagonista como ser la educación en tiempos de Carlos Antonio López.

Tal aserción lleva a Gondra en una erudita serie de artículos a cuestionar la ingenua conclusión de que el famoso CATECISMO DE SAN ALBERTO O MANUAL DEL CIUDADANO, impuesto por los López para la educación en su Paraguay, fuese el instrumento apropiado para llevar a la población del oscurantismo a una democracia extrema. Luego pasa a citar al mismo catecismo del antiguo Obispo San Alberto de Tucumán que no era otra cosa que un instrumento para el lavado de cerebro de la población al insistir en que los soberanos -llámese rey, emperador o Presidente Constitucional- tenían su autoridad derivada directamente por fíat divino.

Gondra luego enfoca su artillería intelectual a la demolición de un escrito del celebrado José Segundo Decoud, experimentado diplomático y brillante intelectual que acompañara a Bernardino Caballero en la fundación de la Asociación Nacional Republicana. Le critica con severidad el haber repetido sin analizarla a pleno una ridícula creencia que ya circulaba entre publicistas de la época, en el sentido de que Domingo Martínez de Irala y Hernando Arias de Saavedra fueran los verdaderos fundadores del Paraguay. Decoud incluso llama a Hernandarias igualmente "americano, natural de Asunción", ignorando que en aquella época el lugar de nacimiento no era todavía ilustrativo de nacionalidad. Irala y Hernandarias eran españoles, súbditos de su majestad ibérica y jamás pasó por sus mentes considerarse otra cosa. Lo del lugar de nacimiento fue una invención borbona tardía para diferenciarse de los criollos y justificar los privilegios que la monarquía afrancesada de los Borbones otorgaba a los españoles o nacidos en la metrópolis. Hasta la Roma Imperial ya tuvo un pensamiento más avanzado y gracias a eso Julio César era un ciudadano romano y no un natural de la Hispania.

Gondra asume la actitud de un sazonado profesor de posgrado que pacientemente corrige a sus estudiantes desde la expresión hasta las conclusiones pasando por el estilo. Como verdadero catedrático de elevado nivel, busca contradicciones y cuando las encuentra es fulminante. Al criticar las contradicciones del COMPENDIO DE HISTORIA DEL PARAGUAY de Blas Garay, revela profundos conocimientos lingüísticos pues se enfrasca en una deconstrucción de las conclusiones sobre el idioma guaraní en base a lo más avanzado de la ciencia lingüística de la época.

En el caso de Garay, eran contemporáneos y amigos que se respetaban intelectualmente por lo que su crítica fue bien aceptada por éste y en una célebre frase citada por Natalicio González en el prólogo a la obra HOMBRES Y LETRADOS DE AMÉRICA, no sin antes ensayar una defensa del correligionario acusando suavemente a Gondra de "sofista," categoría nada más alejada del sujeto en cuestión, Garay se defiende con altura pero no entra en polémica:

"Leo con gran delectación los artículos de Gondra. Nadie lo creerá, pero tan cierto es como que habré de morir, que a mí me gusta que se me critique como hoy se entiende la crítica. Muchos de los reparos por aquel puestos a mi obra son justos; algunos pudo excusarse, que se fundaban en evidentísimo error de imprenta; y los hay también que son erróneos (...) Ya ves cuán enorme diferencia existe entre uno y otro Catecismo y cuán extraviado anda nuestro querido e ilustradísimo amigo en ciertas cosas. Por esta guisa van también otras, a la misma materia o a la misma época relativas, y que he de puntualizar en cuanto pueda, no por vanidoso empeño de probar que estuve en muchas afirmaciones más en lo cierto, sino que así conviene a todos, y sé que a Gondra, más que a nadie, ha de agradar."

La defensa de Garay se extrajo de una carta privada a Manuel Franco. Garay para defenderse hablaba de otra versión del Catecismo de San Alberto, "que pareciera yo poseo la única copia que queda" por tener el mismo un texto diferente al citado por Gondra; el crítico que no se frenaba ante nada ni nadie a la hora de defender lo que consideraba la pureza intelectual y en ese lance trabó combate con hombres mucho más renombrados que él.

El natural descubrimiento de la política por parte de Gondra no fue sorpresa alguna. En aquel entonces, la sociedad penosamente reconstruida a partir de la hecatombe, se vanagloriaba de atraer a los mejores a esa actividad. Igualmente, en la efervescencia juvenil de combatir por ideales y detestar el mal, tarde o temprano lo volvía al ciudadano un activista político.

La Revolución de 1904 hizo el resto. Sumarse a ella era decir presente en la tarea de desterrar del Paraguay las pesadas cargas de la era despótica que sobrevivían mejoradas pero aún así ominosas en el sistema caudillista de política regida desde cuarteles que era el caballerismo tradicional. Para alguien tan afín a la tarea intelectual de gabinete, el vestir de paisano y convertirse en combatiente era un rito de pasaje, de hombría que no se podía eludir. Lo interesante en Gondra es que él también se destacó en la lucha armada y llegó a comandar una nave artillada. No dejó de llamar la atención a sus contemporáneos que toda la decisión y la voluntad de supremacía aparecía en Gondra mientras estaba en combate, pero una vez en el poder se transformaba en un caballero lo que le costó dejar dos veces la presidencia constitucional.

Ese será uno de los interrogantes más agudos sobre su personalidad. La facilidad con que ofrecía la renuncia desde la presidencia lo asemeja a un lord inglés que ante la primera afrenta responde con su dimisión. Pero las realidades de la política son diferentes. El verdadero político lucha por la supervivencia con tesón y pasión y no siempre con los escrúpulos en la proa. La gran contradicción de Gondra consistía en el hecho de que ni bien se aceptaba su dimisión indeclinable, especialmente en 1911, él inmediatamente pasaba a la lucha armada para poder volver al poder. En 1921, el Congreso le dio el apoyo supremo al rechazar su renuncia pero él la ratifica indicando que la combatividad de antes ya lo había abandonado. Ambas renuncias costaron mucha sangre al país y él tuvo que ser consciente de ello, pero tampoco estaba dispuesto a sacrificar gente por su sola ambición y aunque la carne de cañón igual iba al patíbulo, quizás lo consolaba el hecho de no ser él la razón primordial detrás de los inevitables sacrificios en casos de rebelión armada.

Resulta también claro en este estudio el pernicioso papel que jugaba la Argentina para mantener al Paraguay en casi un eterno estado de insurrección de grupúsculo cualquiera. Un ejemplo elocuente de ello nos lo dan Liliana Brezzo y Beatríz Figallo en su tratado sobre las relaciones paraguayo-argentinas respecto de la facilidad con que el montonero José Gill acumulaba parque de guerra en territorio correntino, contiguo al Paraguay:

"De igual manera, (Pedro) Saguier reveló en Buenos Aires que el vapor Berlín de matrícula argentina perteneciente a la compañía Mihanovich había conducido armas para los revolucionarios establecidos en Corrientes: 350 carabinas Witterlo y 34.000 municiones; en tanto para el grupo de Posadas fueron consignadas 30 carabinas Winchester con 10.000 municiones, mientras a Mato Grosso se remitieron 161 kilos de dinamita, fusiles y Municiones conducidos por el hijo del ex Presidente Juan Escurra que a su vez gestionó la compra de 20 carabinas Mauser, 87 Remington y 565 carabinas de otros tipos.

La asistencia que las autoridades de las provincias argentinas del litoral prestaban a estos grupos se hizo cada vez más ostensible a pesar de sus protestas en sentido contrario."

Mucho de la "anarquía" de la era liberal debe buscarse en esta fácil alternativa para la lucha armada desde el vecino país. Y eso que los liberales supuestamente eran "argentinistas", al contrario de los más "brasileñistas" colorados.

En defensa de la neutralidad argentina debe anotarse que otras revoluciones armadas del futuro recibirían también ingente apoyo argentino, ora para los colorados y ora para los liberales. El general presidente Perón había armado por la vía del ferrocarril internacional a la contrarrevolución victoriosa en 1947 mientras el presidente radical Arturo Frondizi no se opuso a que los antiperonistas militares "gorilas" de la Argentina armaran y apoyaran varios intentos de derrocamiento al longevo dictador paraguayo general Alfredo Stroessner, quien, con su anticomunismo supo reclutar el decidido apoyo a su gobierno de la inteligencia norteamericana en la Guerra Fría. Si bien es cierto que no todas las asonadas y revoluciones armadas se originaron en la Argentina, con la complaciente neutralidad de sus autoridades federales y provinciales, la gran mayoría de las que crónicamente asolaban el territorio paraguayo se armaban y financiaban desde aquel país muchas veces en desmedro de sus propios intereses políticos y comerciales.

La otra inexplicable condición que rodeó a Gondra durante toda su existencia fue la manera en que logró cautivar a sus compatriotas. No se sabe con certeza si fueron sus modales distinguidos, su saber enciclopédico, su afabilidad legendaria. Lo cierto es que siempre lo rodeó un aura de celebridad. Su llegada o salida eran noticias en la prensa. Sus sucesivos cargos políticos eran aplaudidos por la opinión pública con aprobación. Sus actitudes pronto se contagiaban. Su pronto apoyo al ingreso de los Estados Unidos a la guerra europea en 1917 facilitó un cambio de posición del Paraguay cuyas autoridades seguían a las argentinas en el pensamiento de que una posición neutral en la contienda significaba mayores mercados y ganancias multiplicadas.

No era secreto en 1910 que el hombre fuerte Albino Jara deseaba la nominación liberal radical a la presidencia y no le faltó apoyo entre muchos de los siempre amigables civiles y hacia quienes vestían galones. Pero una vez que el nombre de Gondra bajó al ruedo, su nominación se hizo inevitable. El prestigio y el peso de su personalidad no admitieron discusión. Lo mismo ocurrió en 1920 y eso que en ese entonces nominalmente, el partido estaba acaudillado por sus adversarios internos saco mbyky. Si Gondra era candidato a cualquier cargo, lo mejor que podían hacer quienes lo enfrentaban era abstenerse pues la derrota para éstos era segura. Gondra jamás perdió una elección interna ni nacional.

Y al hablar de Gondra, menester es referirse a ese partido disfuncional que se apropió del vocablo liberal sin haber casi nunca actuado como tal. La creencia vulgar en el Paraguay es que ambos partidos tradicionales, la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado) y el Centro Democrático (Partido Liberal) fueron fundados bajo principios liberales. En realidad, ambos partidos abrazaron ostensiblemente ciertas ideas liberales por estar en boga en la época de la fundación en 1887 y por representar el deseo de modernidad.

Pero los colorados, fundados en el poder para asegurarse continua hegemonía a cualquier precio bajo el justificativo del "orden" clarín de batalla de toda política conservadora, jamás fueron liberales. De hecho, en los manifiestos gubernistas de 1904, el general Caballero y los suyos por primera vez se presentaron como abanderados de las fuerzas "conservadoras" un término que fue sufriendo descomposiciones peyorativas progresivas, al punto de que hoy lo repudian todos en doctrina aunque lo practiquen cotidianamente. El Paraguay no es otra cosa sino profundamente conservador, aterrado por el cambio y temeroso de lo nuevo.

Tampoco los liberales nunca fueron liberales, propiamente hablando, excepto durante aquella década de oro entre el final de la Revolución de 1922 y el final de Guerra del Chaco. No puede explicarse de otro modo que un partido el cual se precie de liberal haya consentido y tolerado la presencia continua de un patriarca de estilo bíblico como Eduardo Schaerer, que siendo sabio y paternalista velaba por todos, pero sobre todo por él mismo y sus intereses. Liberalismo implica racionalidad y la creencia firme de que todo ser humano es intrínsecamente igual a sus semejantes. Quien más se acercó a ese ideal fue José Patricio Guggiari, quien desde la presidencia del liberalismo en 1928 persuadió a los colorados a presentarse a unas elecciones libres bajo un marco de plenas libertades y con el condimento de haber enmendado los propios colorados el Código Electoral para moderar sus temores del poderío gubernamental. El resultado estuvo a la vista, Eduardo Fleytas, el colorado perdió resonantemente en el voto popular ante el propio Guggiari. Recelosos, los colorados se refugiaron en el abstencionismo en 1932 porque les resultaba imposible batirse en igualdad de condiciones con los más numerosos y organizados liberales.

Terminada la guerra, la declinación del liberalismo fue imparable al punto de que para 1940, el Partido Liberal en un acto suicida apoya la dictadura de un militar en actividad y hace aprobar una constitución autoritaria que sus adversarios militares, primero, y colorados después, utilizaron para terminar de volverlos intrascendentes por medio de una feroz represión de la que terminaron saliendo "progresistas" y "nacionalistas" en una instancia rara del Síndrome de Estocolmo.

Gondra era un liberal convencido y su actuación así lo delata, aunque también en 1908 por un oportunismo coyuntural apoyara lo más opuesto al liberalismo, que es un golpe de estado, para derribar a un gobierno del mismo signo político. La violencia política solo se justifica en casos de opresión y abuso de poder insostenible y ese no era el caso con el gobierno de Benigno Ferreira lo que sacó toda justificación al golpe del 2 de julio. Pero, a partir de ahí, el liberalismo de Gondra se fue afirmando y podría haber sido el arquetípico liberal una vez en el poder. Solo le traicionó la faltó de ambición para permanecer en el cargo y cumplir el compromiso contraído con el pueblo que según la Constitución era el de gobernar por cuatro años.

Ni la democracia ni el liberalismo son intrínsecamente débiles; al contrario, algunos de los gobiernos más afianzados y firmes fueron liberales como los de Eusebio y Eligio Ayala. Pero, en el caso paraguayo, siempre primo aquel inexplicable canibalismo en las propias filas del Partido Liberal. Los ejemplos históricos son repetitivos y meridianamente explicativos. A Ferreira lo derrocaron Gondra y Báez; a Gondra, Jara y Báez; a Gondra nuevamente el que lo derroca es Schaerer; a José P Guggiari en las protestas estudiantiles del 23 de octubre de 1931 su gran adversario era Modesto Guggiari, de quien no solo colega de partido sino primo hermano. Obviamente que en materia política en el Paraguay, para un liberal, no hay nada peor ni más letal que otro liberal. Eso significa que para este partido se puede traducir fácilmente el celebrado chiste del comediante Will Rogers en la década de 1940 cuando dijo "yo no pertenezco a partido político organizado alguno porque estoy afiliado al partido demócrata".

Manuel Gondra en efecto fue uno de esos destacados individuos diferentes que dejan detrás de sí una estela de logros y legados excelsos. Su selección como uno de los más distinguidos paraguayos en el Bicentenario de la Independencia está plenamente justificada porque lo monumental de su intelecto de por sí solo ya lo hubiera puesto entre los excepcionales y mejores. Aparte de ello, su carrera política y diplomática también le trajo lustre y brillo, aunque para muchos el Gondra que quedó indeleble en la historia es el gran catedrático, maestro de generaciones, de saber universal y formación exquisita. De todos modos, para un país como el nuestro buscando todavía a tientas su posición en el mundo, tener de referente nacional a un excelso maestro no es del todo incongruente.

Así como en la generación de Gondra las grandes instituciones transformadoras eran el Colegio Nacional y la Facultad de Derecho, no sería poco pedir que ahora una vez más redescubramos a la educación y el saber como pasaportes al progreso y la prosperidad. Y si eso fuera a ocurrir, ubicar a Gondra como el más grande intelecto paraguayo de todos los tiempos sería una gran concesión al futuro deseado y adrede anhelado.

Gondra nos enseñó que nada es imposible para quien se empeña en ascender a las alturas con voluntad y dedicación. Eso podría fácilmente convertirse en la parábola del Paraguay. Antes que milagros, trabajo podría ser la fórmula. Él personificó cada una de esas virtudes y el resultado fue una vida fructífera y ejemplar nada exenta de peripecias.

Como afirman los escritores existencialistas como el ideal de la existencia, Gondra salió victorioso en unas pocas veces y derrotado en otras pero en uno y otro caso nunca sacrificó su dignidad. Por eso, nadie puede controvertir su justiciero lugar en el Panteón de Ilustres de este frugal y parco Paraguay.

 

 

NOTAS

1Carlos Antonio López no cuenta porque sus reelecciones se concibieron dentro del marco de la Primera República autoritaria donde la opinión de la ciudadanía sobre su continuismo estaba cuidadosamente regimentada.

2En una clara prueba de que el modelo constitucional y organizativo de la política paraguaya había sido los Estados Unidos de América cuyos dos grandes partidos tradicionales son los republicanos de Lincoln y los demócratas de Woodrow Wilson.

 

 

FUENTES CONSULTADAS

Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Asunción.

Benítez, Justo Pastor EL SOLAR GUARANÍ. Asunción: Nizza. 1959.

Bray, Arturo: ARMAS Y LETRAS. MEMORIAS. VOL. I. Asunción: NAPA. 1981.

Bray, Arturo: HOMBRES Y ÉPOCAS DEL PARAGUAY. Buenos Aires: Nizza. 1957.

Brezzo, Liliana M. y Beatriz Figallo: LA ARGENTINA Y EL PARAGUAY, DE LA GUERRA A LA INTEGRACIÓN. Rosario: PUCA. 1999.

Brezzo, Liliana M.: EL PARAGUAY A COMIENZOS DEL SIGLO XX, 1900-1932. Asunción: Colección La Gran Historia. 2010.

Caballero Aquino, Ricardo: LA SEGUNDA REPÚBLICA PARAGUAYA: POLÍTICA, ECONOMÍA Y SOCIEDAD. Asunción: Arte Nuevo. 1985.

Caballero Aquino, Ricardo: AUTORITARISMO, POPULISMO Y DEMOCRACIA EN LAS CONSTITUCIONES DEL PARAGUAY. Asunción: RP Ediciones. 1992.

Caballero Aquino, Ricardo y Lorenzo Livieres Banks: EL SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS DE AMÉRICA LATINA: EL CASO PARAGUAYO. Buenos Aires: CIEDLA. 1993.

Centurión, Carlos R: HISTORIA DE LA CULTURA PARAGUAYA. VOL I. Asunción: Biblioteca "Ortíz Guerrero". 1961.

De los Santos, Tomás: LA REVOLUCIÓN DE 1922. Tomo I. Asunción: El Lector. 1984.

Freire Estéves, Gómes: HISTORIA CONTEMPORÁNEA DEL PARAGUAY (1869-1920). Asunción: NAPA. n/a.

Gondra, Manuel: HOMBRES Y LETRADOS DE AMÉRICA. Buenos Aires: Guarania. 1942.

López Decoud, Arsenio: ALBUM GRÁFICO DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY, 1811-1911. Asunción: Cromos. 1983.

Pampliega, Amancio: FUSIL AL HOMBRO. Asunción: NAPA. 1982.

Prieto Yegros, Leandro (Comp.): LA REVOLUCIÓN DE 1904. Asunción: Cuadernos Republicanos. 1990.

Riquelme García, Benigno: CUMBRE EN SOLEDAD: VIDA DE MANUEL GONDRA. Buenos Aires: Editorial Ayacucho. 1951.

Rivarola, Vicente: MEMORIAS DIPLOMÁTICAS: EL PARAGUAY EN EL LITIGIO DE LÍMITES CON BOLIVIA. VOL. I. Asunción: Servilibro. 2007.

 

 

ENLACE INTERNO DE VISITA RECOMENDADA AL ESPACIO DE

MANUEL GONDRA en PORTALGUARANI.COM

 

 

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO:

 

 

MANUEL GONDRA SERÁ LA PRÓXIMA PERSONALIDAD

Manuel Gondra. Los mejores al poder es el título del próximo libro que saldrá en circulación el domingo 24 de abril, con el ejemplar de ABC Color. Esta obra del historiador compatriota Ricardo Caballero Aquino es el volumen número 8 de la Colección Protagonistas de la Historia, publicada por la Editorial El Lector.

El doctor Ricardo Caballero Aquino ha escrito una acabada biografía de uno de los hombres más brillantes del Paraguay, y que ha hecho importantes aportes no solo a la política, sino también a la diplomacia del Paraguay y de toda América. Así expresa en el prólogo del libro el doctor Herib Caballero Campos, quien es también director de esta colección  

Manuel Gondra, quien nació en la Argentina y optó por la nacionalidad de su madre, llegó a ocupar la primera magistratura de la república, en dos ocasiones. Caballero Aquino señala en su obra que Gondra es el único presidente de la República del Paraguay que nació fuera de nuestro país.   

De acuerdo con Caballero Campos, el autor revela a los lectores los diversos enigmas que rodearon la vida Gondra, quien no solo fue político y diplomático, sino un destacado intelectual que a pesar de todos sus conocimientos, como muy bien lo señala el doctor Caballero Aquino, “no escribió todo lo que pudo, pero lo que quedó en el papel confirma todas las sospechas aunque no devela el nebuloso camino a la consagración. Nos escamoteó sus memorias. Es que un caballero nunca habla de sí más allá de lo estrictamente imprescindible”.   

Sin haber escrito un solo libro, Gondra es, sin lugar a dudas, uno de los mejores prosistas que dio el Paraguay. Un breve texto, de una sola carilla, que Gondra escribió a la muerte de Blas Garay es, posiblemente, una de las piezas literarias más valiosas de la literatura latinoamericana. Es, realmente, un texto soberbio que demuestra el talento inconmensurable de Gondra.   

El libro –dice Caballero Campos– nos lleva primero a conocer la formación del joven Gondra, quien a pesar de sus amplios conocimientos de idiomas y de citar sin inconvenientes a los clásicos, no pudo obtener ningún diploma académico, pues sus labores como periodista o como político le insumieron mucho tiempo. “De pluma exquisita, Gondra era capaz de producir las más bellas piezas de oratoria de su época”.   

Posteriormente el autor va mostrando las diversas facetas de un hombre que así como podía defender sus ideas con brillantez a través de la convicción de sus discursos, no dudó en empuñar las armas y comandar columnas revolucionarias en 1904.   

La obra hace hincapié finalmente en la faceta de Gondra en su rol como diplomático al formular la célebre Doctrina Gondra que fue aclamada y respetada por la Convención Panamericana.   

El prologuista sostiene que este libro no solo muestra la vida de un hombre, sino que explica cómo funcionaba la república liberal en el Paraguay. “Esa república pretendía que los mejores ocupen los cargos, los mejores no por su dinero o por su obsecuencia, sino aquellos que se destacaban por sus méritos propios”.

EL AUTOR

Ricardo Caballero Aquino es egresado en Lingüística de la Universidad Nacional de Asunción. Cuenta con una maestría en Estudios Americanos y un doctorado en Historia por la Universidad Meridional de Illinois. Realizó estudios posdoctorales en la Universidad de Texas, en Austin. Tiene varios libros publicados, entre los que se destaca la agotada La Segunda República Paraguaya.

19 de Abril de 2011

http://www.abc.com.py/nota/manuel-gondra-sera-la-proxima-personalidad/

 

 

UN APASIONANTE MANUEL GONDRA

El doctor Ricardo Caballero Aquino, uno de los historiadores paraguayos más importantes de las últimas décadas, vuelve a publicar un libro. Esta vez se trata de la biografía de Manuel Gondra, que lleva el subtítulo de “Los mejores al poder”. El texto narra la apasionante vida de un político connotado pero, sobre todo, una de las cumbres intelectuales que dio nuestro país.

El libro aparecerá con el ejemplar de ABC Color el próximo domingo, en el marco de la colección Protagonistas de la Historia, publicada por la editorial El Lector en forma semanal. Este será el volumen número 8 de esta extraordinaria serie bibliográfica de textos inéditos sobre personalidades de nuestra historia, en el marco de la memoria nacional y en homenaje a los 200 años de vida independiente del Paraguay.   

En la introducción de su libro, Caballero Aquino señala que la vida de don Manuel Gondra (1871-1927) “es una sucesión de enigmas, preguntas sin respuestas; de interrogantes abiertos a las especulaciones más arriesgadas”.   

Apunta además el historiador que “el aspecto más misterioso de la corta y fructífera vida de Gondra será siempre el camino recorrido para constituirse en esa enorme figura intelectual, capaz de citar en sus idiomas de origen a los literatos y pensadores más destacados del canon de la civilización occidental, sin haber jamás completado un título universitario ni matricularse en instituciones de renombre”.   

Agrega que “su biografía prueba que en materia de conocimiento e inteligencia, ningún logro es inasequible, y que Paraguay, de tanto en tanto, sorprende con la aparición por cuasi generación espontánea de verdaderos genios del pensamiento crítico como José Segundo Decoud, Eusebio Ayala, Eligio Ayala o Agustín Pío Barrios, en épocas pasadas; o Lorenzo Livieres Banks, hoy”.   

En su libro “Hombres y épocas del Paraguay”, Arturo Bray –hombre que no acostumbraba regalar adjetivos a nadie– decía de Gondra: “Fue, sin duda, el paraguayo más ilustrado de su tiempo, y de todos los tiempos”.   

Bray lo describe, además: “De sólida y múltiple cultura, su erudición era vastísima: leía y recitaba a los clásicos griegos y latinos en sus propias lenguas. Y era su pasión dominante hurgar en archivos y bibliotecas, en busca de la verdad y de la belleza, no para servirse de ellas como ornamento y artificio, sino por el recóndito placer del saber por el saber”.   

DOS VECES PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

Gondra fue dos veces presidente de la República por el voto popular (en 1910 y en 1920) y en ambas ocasiones renunció al cargo en medio del caos político. Para unos, fue un intelectual que fracasó como gobernante. Para otros, un hombre íntegro que no se dejó dominar por la sensualidad del poder.   

Al respecto, el citado Bray, en un lúcido análisis político, expresaba, refiriéndose a las renuncias de Gondra a la presidencia de la República, que “un hombre forjado con tan precioso metal no podía gobernar al Paraguay, donde en todos los tiempos, las pasiones chocan con tal estrépito, que solo los audaces de rebenque y trenza logran hacer que su voz domine el tumulto”. 

20 de Abril de 2011

http://www.abc.com.py/nota/un-apasionante-manuel-gondra/

 

EL DOMINGO APARECERÁ LA GRAN BIOGRAFÍA DE MANUEL GONDRA

En muchos sentidos, Manuel Gondra fue un hombre asombroso que emergió con una estatura intelectual superior en el escenario de un Paraguay pobre de toda pobreza a finales del siglo XIX. Su biografía, escrita por el doctor Ricardo Caballero Aquino, aparecerá el domingo de Pascuas con el ejemplar de ABC Color, en el marco de la Colección Protagonistas de la Historia, la serie publicada por la Editorial El Lector. Caballero Aquino, en la primera parte de la entrevista que mantuvimos con él respecto a este nuevo libro suyo, se refiere a Gondra y su gran capacidad intelectual.

–¿Cuál es la relevancia de Manuel Gondra en la historia cultural y política del Paraguay?   

–Considerado por sus contemporáneos como el paraguayo más ilustrado de toda nuestra historia, el juicio no es exagerado si se analiza su obra crítica publicada en periódicos locales entre 1894 y 1900. Sus discursos como su defensa de los intereses paraguayos son antológicos en nuestra historia diplomática. En 1904, a la firma del Tratado de Petrópolis por el que Bolivia donó al Brasil todo el territorio del acre (165.000 km²) a cambio de dos millones de libras esterlinas, vetó al Brasil el reconocimiento de soberanía boliviana sobre territorio en litigio con el Paraguay. Y luego está su obra postrera, “Defensa del Pilcomayo”. En ambos casos, los escritos fueron firmados por los cancilleres, pero provenían de la pluma de Gondra.   

–Manuel Gondra nació en Buenos Aires. ¿Cómo  llegó a ser presidente de la República?  

–Vivió en Buenos Aires solo sus primeros dos años de vida. El Art. 131 de la Constitución de 1870 otorgaba la ciudadanía paraguaya natural a los hijos de madre o padre paraguayos con “solo avecindarse en el país”. Nadie cuestionó su patriotismo ni su nacionalidad hasta más tarde cuando en la era nacionalista fascista, el lugar de nacimiento comenzó a ser considerado clave. Era parte del discurso patriotero, “antilegionario” de Stroessner y su claque.   

–¿Cómo fue su formación para que llegara a ser tan brillante intelectualmente?  

–Consulté sobre el particular con alguien que realmente también transcendió las limitaciones del medio para erigirse en un monumental intelecto, el Prof. Lorenzo Livieres Banks, y ambos llegamos a la conclusión de que Gondra dedicó inmensas horas a la lectura comprensiva, repetida y cognoscitiva de cuanto libro caía en sus manos. Así fue un descomunal crítico de artículos históricos y en sus obras despanzurró los escritos de Manuel Domínguez y lo reveló como lo que era, un simple charlatán de feria que afirmaba cosas temerarias y muy erradas. De chiquilín, Gondra hizo análisis críticos de los nombres más sonados de su época: Blas Garay, Alejandro Audivert y José Segundo Decoud. Había que tener coraje y bagaje intelectual para enfrentarse a los monstruos. Ninguno de ellos lo refutó.   

–¿Por qué  no concluyó ningún estudio?  

–Era pobre en el sentido de que necesitó trabajar para vivir. A los 18 años y aún estudiando erráticamente en la secundaria ya fue nombrado Secretario General de la novel Universidad Nacional a su fundación en 1889, trabajando directamente con el Dr. Ramón Zubizarreta, héroe civil intelectual que nos legó la universidad con la que los paraguayos soñaban desde la era colonial. Después de graduarse de la secundaria en 1900 para iniciar la carrera de Derecho, creo que encontró al profesorado inusualmente chato, caprichoso y de pocas luces. El profesor Livieres Banks me confesó que por la misma razón él nunca concluyó la carrera de Derecho, aunque hoy es el más afilado hermeneuta de leyes en nuestro país. Después vinieron otras ocupaciones y preocupaciones para Gondra como ser la revolución para destronar a los colorados con más de treinta años en el poder.   

–¿Fue Gondra tan buen orador como escritor?  

–Es que lo uno precedía a lo otro. Un buen orador prepara minuciosa y cuidadosamente sus palabras. Churchill parecía improvisar, pero su “improvisación” era un producto final con muchos borradores escritos.

21 de Abril de 2011

http://www.abc.com.py/nota/el-domingo-aparecera-la-gran-biografia-de-manuel-gondra/

 

 

 

 

 

Para comprar este libro deberá contactar con:

 CENTRO CULTURAL “EL LECTOR”

Avda. San Martín c/ Austria

Telefax: (595-21) 610 639 - 614 259

E-mail: comercial@ellector.com.py

 

EL LECTOR 1 – PLAZA URUGUAYA

25 de Mayo esq./ Antequera

Telefax: (595-21) 491 966 – 493 908

E-mail: comercial@ellector.com.py

Asunción - Paraguay.

 

 

 

Enlace al espacio de la EDITORIAL EL LECTOR

 

en PORTALGUARANI.COM

 (Hacer click sobre la imagen)

 

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
EDITORIAL
EDITORIAL EL LECTOR
REPÚBLICA
REPÚBLICA DEL PARAGUAY
HISTORIA
HISTORIA DEL PARAGUAY (LIBROS, COMPILACIONES,...



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA