Portal Guaraní - MIKE WALLACE VERSUS ALFREDO STROESSNER - Parte II - Por RICARDO CABALLERO AQUINO

Mike Wallace se codeó con los grandes y era un ícono del periodismo investigativo que según él mismo “bordeaba lo sádico”. Wallace acompañaba al legendario Walter Cronkite en las coberturas de las elecciones norteamericanas. Se sabe de la credibilidad de la cadena CBS porque cuando las elecciones eran reñidas, los candidatos nunca daban su discurso victorioso hasta que la CBS proyectara el resultado final. Eso ocurrió con John Kennedy a las 5 A.M. del día siguiente de las elecciones en 1960 y con Jimmy Carter a las 03:30 en 1976.

Wallace era aguerrido y temible con el micrófono. Todo comenzaba con un “perdone Ud., pero...” en el caso de Khomeini siguió con “...Anwar Sadat dice que Ud. es un lunático”. El traductor casi sufrió un síncope; sin pestañear, el Ayatolah respondió, “pero él es un hereje”.

Durante su estada en Asunción de una semana en agosto de 1984 para poder entrevistar a Stroessner tuvo que hacer una concesión que no le gustó para nada. Mientras él le filmaba a Stroessner, Rodolfo Schaerer Peralta de Canal 13 y creo que Miguel A. Rodríguez de Canal 9, le iban a filmar a él. Esas cintas deben andar por algún lado.

Son históricas porque prueban la tozudez del general, pero también la flexibilidad del periodista.

En las escuelas de periodismo no se recuerda mejor muestra de la desconfianza hacia la prensa.

El Gobierno hizo su parte para el segmento “Paraguay” de unos 15 de los 60 Minutos. Cuando Wallace trató de hablar con los líderes del Mopoco, la escolta de las motos policiales era groseramente visible y pronto otras dos comenzaron a seguirnos a nosotros. Frente a la Facultad de Ingeniería tuvo lugar una de las frecuentes escaramuzas con la Policía al compás de cachiporras y gases lacrimógenos. El régimen de Stroessner se estaba presentando como exactamente lo que negaba que era, una férrea tiranía represiva.

Al preguntarle a Stroessner cómo hacían sus generales para ostentar residencias tan lujosas cuando el salario oficial de un general no llegaba a los mil dólares, la respuesta fue antológica, “tienen algunos negocios”. O sea, la agresión comunista que justificaba el eterno Estado de Sitio ni siquiera requería la contrapartida de militares a tiempo completo, sobraba tiempo para ganar algo de plata.

Anteriormente, Wallace, periodista al fin, visitó la silenciosa Redacción de ABC Color y filma la fila de máquinas de escribir en pabellón. El Director del diario, paso seguido, le explica las bondades del contrabando y usa de ejemplo una botella de whisky escocés a más de anotar otras perlas del stroessnerato.

Wallace, algo exasperado del constante plagueo, le dice, “en otros lugares donde había tanta opresión como la que Ud. describe, eventualmente, (subraya) eventualmente, vino una revolución. Acá no hay ninguna revolución”. A ello, el Director contesta para el magnífico cierre de la nota, “no hay revolución... todavía”. Menos de cinco años después, Stroessner fue historia.

La grabación del programa que se metió al país clandestinamente era vista en sesiones reducidas y casi constituía un acto de rebeldía. Finalmente, hice la transcripción del mismo para el semanario febrerista “El Pueblo” y esa edición se agotó.
Mike Wallace, a su manera, cooperó en la resistencia y mostró el camino a la liberación.

Con él, desaparece de este mundo un arquetipo de periodista comprometido con la tarea de informar, revelar, investigar y también martirizar y flagelar a quienes se apartan del bien.

Luego de verle informar sobre Vietnam, Richard Nixon le había ofrecido a Wallace el cargo de portavoz presidencial. Casi lo acepta, pero al final declina, diciendo “no tengo la capacidad de acaramelar una mala noticia”. El Cuarto Poder no podía pasar a depender de ninguno de los otros tres y seguir siendo poder.

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