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RICARDO CABALLERO AQUINO

  GANANDO EXPERIENCIA Y VICTORIAS MORALES - Por RICARDO CABALLERO AQUINO - Miércoles, 15 de Agosto de 2012


GANANDO EXPERIENCIA Y VICTORIAS MORALES - Por RICARDO CABALLERO AQUINO - Miércoles, 15 de Agosto de 2012

 

GANANDO EXPERIENCIA Y VICTORIAS MORALES

 

Por RICARDO CABALLERO AQUINO

 

rcaballeroa@gmail.com

Había una época en que el Paraguay se regodeaba al convertir sus derrotas en victorias morales. Se acumulaba experiencia, inútil, pues para perder no se requiere aprobar cursos de capacitación ni poseer talento distintivo.

Pero en algún momento surgió otro Paraguay, el que sabía que vencer era preferible y de la Triple Alianza nos graduamos al Chaco. En el fútbol nos ocurrió algo similar, cuando aprendimos a ganar, la alternativa dejó de tener todo atractivo.

El Tribunal Internacional de La Haya es un campo fértil para las victorias morales sin ninguna trascendencia duradera. Litigar en La Haya es siempre caro para unas finanzas exiguas y lo que ella ofrece a cambio es escuálido pues nos cuenta lo que ya sabíamos, que el derecho estaba de nuestro lado, mas igual resultamos perdedores. Tuvimos ocasión de enterarnos de ello de la manera más dolorosa.

Por incumplimiento de la Convención de Viena de Relaciones Consulares de 1963, el Paraguay recurrió al Tribunal de La Haya y lo hizo querellando nada menos que a la gran potencia del mundo unipolar de 1996, los Estados Unidos de América. Hasta el síndrome de Cerro Corá empalideció.

Recibimos todo tipo de amenazas de revelaciones destructivas y sanciones paralizantes, pero el Paraguay no se arredró. Como consejero encargado del “Caso Breard” en nuestra Embajada en Washington, recibí la visita, un tanto avergonzados de sí mismos y muy admirativos del suicida coraje paraguayo, de colegas diplomáticos de otros países que tenían escozor con los Estados Unidos por tener en la “Fila de la Muerte” de las cárceles americanas a sus compatriotas, también en violación de la Convención de Viena sobre “comunicación consular al momento de la detención de nacional de país extranjero”.

La lista de quienes venían a consultarme y a pedirme consejos sobre cómo llegar tan lejos contra el poderoso Tío Sam no estaba compuesta de países fallidos, bolivarianos o bananeros. Se trataba de Alemania Occidental, Polonia y México, entre otros. Todos tenían ciudadanos esperando ser ejecutados, sobre todo en el “macho” Texas, a quienes hubieran querido ayudar cuando todavía se estaba a tiempo.

Con el solo voto en contrario del delegado de los Estados Unidos, el Tribunal Internacional de La Haya se pronunció a principios de abril de 1998 con una fuerte medida cautelar a favor del Paraguay en la que se ordenaba a los Estados Unidos suspender la ejecución inminente del ciudadano argentino de madre paraguaya Angel Breard Giubi, hasta sustanciarse si sus derechos consulares fueron efectivamente violados por el estado de Virginia.

El Paraguay fue el centro de todas las noticias mundiales. Tuvimos apoyos sorprendentes. Toda la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia envió un escrito “Amicus Curiae” favorable a la causa paraguaya. La propia secretaria de Estado, Madeleine Albright, rogó a la Corte Suprema federal suspender la ejecución de Breard “para no dar argumentos a gobiernos extranjeros y someter a vejámenes a ciudadanos norteamericanos”.

No podíamos estar mejor, teníamos una decisión favorable de La Haya y el apoyo rotundo de la principal ministra del Gobierno de Clinton. Habíamos, una vez más, alcanzado la indudable y gratificante victoria moral.

En el campo de lo práctico, no obstante, todo fue al garete. El estado de Virginia procedió a administrarle la dosis letal intravenosa a Breard en la noche del 14 de abril de 1998, aunque, por caritativos, ella fue precedida de un cóctel de sedantes.

Estados Unidos, como corresponde a toda potencia, cuyo ejemplo siguen Argentina y Brasil, se reserva el derecho de observar o ignorar las decisiones de La Haya. Prestamente, EE.UU. se había presentado como querellante ante ella, muy indignada, cuando en Teherán secuestraron a sus diplomáticos y ocuparon su embajada, pero eran solo amagues. El conflicto con Irán se resolvió no por La Haya sino la noche en que Ronald Reagan se hizo cargo de la presidencia con la amenaza implícita de bombardear a los ayatollahs de vuelta al Medioevo que tanto parecían apreciar.

O sea, la realpolitik indica que litigar en La Haya es una pérdida de tiempo y de dinero para el Paraguay en el caso que nos concierne, a menos que solo se esté en persecución de otra victoria moral, de esas que tan solo son catárticas en lo personal cuan fútiles en lo práctico al ser, de lograrse trabajosamente sentencias favorables, su cumplimiento voluntario por parte del Estado afectado. Como panacea, La Haya no es el aceite de serpiente del derecho internacional.

El Paraguay desistió de su demanda contra los Estados Unidos en La Haya a escasos días del derrocamiento del presidente Raúl Cubas en 1999, pero México asumió nuestra querella. Cientos de miles de dólares de abogados y años más tarde, ya con Estados Unidos menos urgido por acontecimientos, La Haya le dio la razón a México -a Paraguay- en otro inconsecuente campeonato moral para nuestra sufrida patria.

 

Fuente:  ABC COLOR (ONLINE)

www.abc.com.py

Sección OPINIÓN

Miércoles, 15 de Agosto de 2012

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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