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Angel Yegros

  INFRAMUNDO, 2004 - Instalación de ÁNGEL YEGROS - Texto de ADRIANA ALMADA


INFRAMUNDO, 2004 - Instalación de ÁNGEL YEGROS - Texto de ADRIANA ALMADA

 INFRAMUNDO, 2004

Instalación de ÁNGEL YEGROS

Texto de ADRIANA ALMADA

 

ÁNGEL YEGROS/ inframundo y una estancia en los bordes

LA VINCULACIÓN personal de Ángel Yegros con el universo maya data de hace más de una década. El descubrimiento del Tzolkin y las profundidades presentidas del Hunab Ku (el Dios Uno) ya aparecen en su exposición Time is art, en 1995, donde las figuras de Pakal Votán y Bolon Ik se integran al corpus filosófico-místico de su obra, constituido por condensaciones conceptuales tales como el Tac, o la Cábala, o bien por narraciones mitológicas que trascienden los sitios y las edades.

Lo he visto cortar, uno a uno, los bambúes con los que ha realizado esta obra: Inframundo. Cortar, no la caña, ya hueca, sino la planta, plena de savia vital. Este conjunto móvil de delgadas piezas escultóricas guarda, así, el espíritu del pequeño bosque de bambúes, plantado, regado y cuidado por él; el rumor de los brotes nuevos después de cada lluvia, tiernos pero imponentes. Este Inframundo sui géneris, que reinterpreta ese estadio sin nombre y sin color donde deambulan los muertos, está hecho de pura sustancia viviente. Viejo chamán, humilde jardinero, Ángel Yegros sabía que para esta obra, de tono ceremonial, ritual, sobrenatural, debía proceder al sacrificio. Un sacrificio ritual. Hacen parte de él todas las horas, todos los días, los meses, los años previos en ese espacio florido y misericordioso (su casa) hecho de trino de pájaros, aleteos de agua y zumbidos infantiles. Cada una de estas 52 piezas tiene una historia. No una historia narrada, sino una historia vivida: la del artista mago, mágico, hechicero, compenetrado de las fuerzas del cielo y de la tierra, en un mundo donde los circuitos del arte y el poder corren por otras vías.

 

 

Tras una relación personal, íntima y prolongada con cada una de estas piezas, Ángel Yegros fue siguiendo -consciente o no-el arquetipo del creador que da forma a sus criaturas, dando nacimiento, no a los "hombres de maíz" sino a estas "almas de bambú". Las ungió de esencias perfumadas, les dio nombre y las invistió de identidad.

Personajes de la cultura occidental que nutrieron el imaginario del artista, sus propios ancestros, los mitos cosmogónicos mayas, los protagonistas de un relato interestelar y los desventurados hacedores del mal se reúnen -según su naturaleza- en este espacio trascendental, umbral de tiempo y materia, donde la condición humana queda expuesta, desnuda en su sutil apariencia.

La transparencia del nombre, la fragilidad y la fortaleza de la conexión con el infinito, la cubierta traslúcida del cielo madre y el vaivén cadencioso, apenas perceptible, de los "kines" ante el más mínimo movimiento de vida, hacen de este Inframundo con-temporáneo "una meditación personal sobre el curso del alma humana y su relacionamiento con los demás seres que pueblan este vasto mundo, más allá de su experiencia terrenal". Cada nuevo montaje implica un gesto ritual que pone en marcha la rueda de la existencia, de la vida y de la muerte, activando los delgados filamentos que nos unen al Todo.

Texto de ADIANA ALMADA

Catálogo Museo de la Cultura Maya, Chetumal, México, Zoos.

 

 

 


EL OMBLIGO DEL MUNDO. Como quien escucha un haiku de Basho o lee las disquisiciones de Theilard de Chardin sobre la configuración de la materia, quien se detiene frente a estas obras bien podría dar testimonio de una 'estancia en los bordes'. Como un rumor advenedizo, como un susurro quebrado, estas piezas de Ángel Yegros ingresan a nuestra percepción desde la silente y engañosa serenidad de los márgenes.

Estamos ante una obra que no se impone. En su serena discreción, nos habla bajo, nos desconcierta en algún sentido, nos descentra. Con el valor propio de la orfebrería, con la energía del trabajo solitario y esa aura especial de lo que permanece al margen de las turbulencias cotidianas (aunque se nutra de ellas), hay en este 'ombligo del mundo' (flexible e inestable) cierta poética combativa. Lejos del manifiesto, es claro, articula una enunciación muy personal inscripta con renovada perseverancia en el escenario contemporáneo de las artes visuales.

Volcado a la escultura a partir de los 80 (tras una significativa incursión en experiencias pop de tono local: los sixties del trópico), el trabajo escultórico de Ángel Yegros estuvo, en principio, marcado por el espíritu de Tinguely y sus máquinas prodigiosas, más fabuladoras que contestatarias. Si bien ya en los 60, cuando integraba el grupo LOS NOVÍSIMOS, Yegros incorporaba a sus obras materiales cotidianos de diversa procedencia (chapas de publicidad callejera hasta detritos corporales tales como uñas y cabellos humanos), es a partir de su encuentro con la narrativa tingueliana que su lenguaje plástico se asienta en el uso sostenido del desecho de origen industrial.

Esta búsqueda personal, encarada al margen de un statement, fue trazando, con los años, la espiral del retorno (en otro estadio, claro) a los materiales orgánicos primigenios, en una trama de saberes antiguos y señales tecnológicas actuales que, teniendo al metal como hilo conductor, operan como verdaderos "zurcidores" del sentido, al tiempo que remiten a construcciones míticas localizables en esta parte del mundo.

Como 'una costa tardía, inalcanzable, de bultos vagos y gestos inciertos', estas formas condensadas del deseo suscitan emociones encontradas, dejan en suspenso interrogantes sin respuesta. Una lectura rápida hasta podría aventurar un argumento, una lógica, hasta regodearse en lo aparentemente bello. Sin embargo, hay algo elusivo en este relato, algo que queda fuera de toda posible prescripción armónica, algo que -desde la mudez de la materia, siempre cambiante- induce a caminos no previstos.

Esta poética de los bordes (bordes gráciles, bordes pérfidos, bordes peligrosos) está signada por lo inconcluso, por lo deliberadamente inacabado, por la promesa de un final abierto. Como un sueño que no terminamos de reconstruir en la memoria.

Catálogo. Espacio Cultural Pedro Páramo, Asunción, octubre 2005.

Fuente: COLECCIÓN PRIVADA, escritos sobre artes visuales (en Paraguay).Por ADRIANA ALMADA. © ADRIANA ALMADA. Editado con el apoyo del FONDEC, Asunción-Paraguay 2005. (325 páginas)






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