UNA MIRADA POR NUESTRAS COSTUMBRES

Por DELFINA ACOSTA

Paraguay es un país que aún tiene mucha gente que guarda los buenos modales y el trato cordial. Y eso es digno de apreciar, pues mirando nada más a algunos países donde la violencia toma forma de cotidianidad, de hábito de vida casi, se valora el sentido afortunado de lo que significan en las relaciones la solidaridad, la fraternidad y el amor al prójimo.   

Hay sociedades que están siendo devoradas literalmente por el estrés.   

España, que posee un hermoso pasado humanista, ahora cuenta con un porcentaje elevado de empresarios que son víctimas del agobio laboral. ¿Y qué decir de sus seres comunes y corrientes, que viven en el límite de las condiciones económicas, y se ven forzados a trabajar más allá de lo que sus fuerzas y sus condiciones anímicas lo permiten?  

Otro pueblo que está en la franja roja es México. De hecho, es el segundo país más estresado del mundo. ¿Quién quiere semejante galardón?  

La violencia, las insatisfacciones en sus sitios laborales, ese hecho de andar tocando diariamente una realidad enojosa, puede más, lastimosamente, con los mexicanos. Y qué decir sobre los lamentables efectos de una vida tan acelerada en la salud.   

China es un mundo aparte, con su gente corriendo de aquí para allá, estirándose para poner el lomo a las faenas. La tranquilidad parece ser cosa no permitida en este punto del planeta que "lidera" la lista de países estresados.   

Desde siempre, la tranquilidad, la paz del espíritu, el sosiego, son el pan del ser humano.   

Es cierto que nuestro país está edificado sobre la pobreza y la falta de una educación sólida en los colegios, que muchos, demasiados políticos rayan la intolerabilidad pública pues los grandes negociados y el saqueo a las arcas del Estado son los hijos de sus promesas. Es cierto, y a eso, así como a la injusticia, no debemos acostumbrarnos, ni mucho menos, quienes buscamos una patria digna.   

Pero mirando el conjunto, la esencia del ser paraguayo caracterizado por su calidez, encuentro todavía sana la convivencia en nuestro ambiente, y considero que esa convivencia es un gran punto de apoyo para el fortalecimiento moral de la familia y de la sociedad.   

Hace poco tiempo estuve escuchando por televisión las declaraciones de un paraguayo residente en la Argentina.   

Decía que tenía que levantarse a las tres de la madrugada para ir a su empleo y que llegaba muy tarde a su hogar. "El tiempo para la familia ya no existe", comentaba, y se acordaba con amarga nostalgia de nuestro país.   

Aquí los tiempos son otros.   

Es otro el trato.   

Son parte aún de nuestra cotidianidad la ronda del tereré o del mate entre una faena y otra, las celebraciones de los chistes que se lanzan para "espantar" los momentos ociosos, la conversación matizada por el ingenio muy particular del paraguayo.   

Tenemos momentos para la charla relajada.   

Existe todavía un sentido de familia que prevalece como un derecho básico del individuo.   

Contamos con un nivel de tolerancia y de respeto por el prójimo que ponen un acento positivo en la comunidad. Y esa tolerancia y ese respeto, que marcan la conducta colectiva, forman parte de un precioso capital humano que en otras sociedades desapareció.

Fuente: ABC Color

Sección: OPINIÓN

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Lunes, 30 de Mayo de 2011

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