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MARTIN ALMADA

  PARAGUAY: LA CARCEL OLVIDADA - EL PAÍS EXILIADO… - Por MARTÍN ALMADA)


PARAGUAY: LA CARCEL OLVIDADA - EL PAÍS EXILIADO… - Por MARTÍN ALMADA)

PARAGUAY: LA CARCEL OLVIDADA

EL PAÍS EXILIADO…

Obra de MARTÍN ALMADA

 

El libro completo figura en la web:

http://www.martinalmada.org/libro.html

 

1° Edición, 1978 - EDICIONES DE SOLIDARIDAD LATINOAMERICANA UNIVERSIDAD LIBRE DE PANAMA

2° Edición, 1988 - EDICIONES ANTEQUERA BUENOS AIRES, ARGENTINA

3° Edición, 1989 – Mayo - ÑANDUTI VIVE/INTECONTINENTAL EDITORA – 1000 Ej.

4° Edición, 1989 – Mayo - ÑANDUTI VIVE/INTECONTINENTAL EDITORA – 1000 Ej.

5° Edición, 1989 – Junio - ÑANDUTI VIVE/INTECONTINENTAL EDITORA – 1000 Ej.

6° Edición, 1989 – Agosto - ÑANDUT1 VIVE/INTECONTINENTAL EDITORA – 1000 Ej.

7° Edición, 1990 – Abril - ÑANDUTI VIVE/INTECONTINENTAL EDITORA – 1000 Ej.

8° Edición, 1993 – Abril - ÑANDUTI VIVE/INTECONTINENTAL EDITORA – 1000 Ej.

9° Edición, 1993 – Julio - ÑANDUTI VIVE/INTECONTINENT AL EDITORA – 1000 Ej.

©1978, EDICIONES DE SOLIDARIDAD LATINOAMERICANA. UNIVERSIDAD LIBRE DE PANAMA.

©1988, EDICIONES ANTEQUERA BUENOS AIRES, ARGENTINA

©1989, MARTIN ALMADA/ ÑANDUTI VIVE/ INTERCONTINENTAL EDITORA

Tel. 496-991 - 449-738

Fax: (595-21) 448-721

Hecho el depósito que marca la ley 94/51

Diseño de tapa: ANY UGHELLI

Ilustraciones: CARLOS MEYER SALDÍVAR

Asunción –Paraguay




A Celestina,

la educadora mártir,

madre de mis hijos

y compañera de mis ideales.

La que murió como consecuencia de la tortura psicológica.

La que murió de dolor.

 

A

Amnistía Internacional,

en especial al grupo Padrino N° 46

de Basel, Suiza,

en reconocimiento a su humanitaria

labor en defensa de los derechos humanos,

en especial a Rita y Gilbert Gervais,

Pia y Urs Brogle, Margarita y Peter

Saladin y Albert von Brunn.

 

Al

General Omar Torrijos Herrera,

heredero del caudillo de la revolución

paraguaya,

el panameño José de Antequera y Castro;

al pueblo y gobierno de Panamá,

que me acogieron con cariño.

 

La libertad Sancho, es uno de los más preciados dones que

a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse

los tesoros que la tierra encierra ni el mar encubre.

Por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA


"Enseñar a cada uno a respetar y hacer respetar los propios derechos y de los demás y tener cuando fuerenecesario el valor de afirmarlos en cualesquiera circunstancia, incluso en las más dificiles: TAL ES EL PRINCIPAL IMPERATIVO DE NUESTRO TIEMPO".

AmadoU-Mahtar M’Bow - Director general de la UNESCO - París. noviembre de 1980.


PROLOGO A LA 8ª EDICION


MARTIN ALMADA es un profeta y es un testimonio: anunció el cambio y concibió un nuevo modelo de país: UN PROYECTO NACIONAL. Su vida es un ejemplo de no sometimiento a la dictadura. Su resistencia a la tortura, su plena confianza en la vida, en la libertad de su pueblo le dieron la fuerza y el coraje para llevar a cabo una excepcional batalla por la democracia en Paraguay. Su lucha fue inclaudicable por el amor a su pueblo, y el pueblo tenía razón porque el dictador Alfredo Stroessner huyó y está conociendo el sabor amargo del exilio mientras el país respira el aire de la libertad! Stroessner se fue sin comprender que no es la represión la,que detiene al comunismo que tanto odiaba sino la alegria de vivir de un pueblo. Siento por Martín Almada, educador y político latinoamericano una profunda admiración por su valioso trabajo en favor de los Derechos Humanos. - Jean ZIEGLER - Director del Departamento de Sociología -Laboratorio de Sociología del Tercer Mundo - UNIVERSIDAD DE GINEBRA - Suiza - Ginebra. diciembre de 1992.



PRÓLOGO A LA 3ª EDICIÓN

Esta es una historia más. Algunas ya se publicaron y otras están en imprenta. Muchas no se publicarán nunca. Se escribe según el autor lo recuerda, si es experiencia personal, o se relata de acuerdo a vivencias ajenas. Pero entre escribiente y lector se establece una suerte de historia paralela. Y no ocurre siempre. Con Martín Almada es notorio, porque lo conocernos, o porque nunca supimos de él. Porque .nos es familiar su lenguaje o porque emplea términos no muy comunes.

En este libro, prohibido como tantos, acerca la bajeza humana y la humillación hasta límites increíbles. Martín relata todos los momentos con absoluta dignidad. Y cuando el techo de la indignación nos ahoga, unas palabras bastan, y nos convertimos en una cosa que se llama "lectura" y, casi con rutinaria atención, pasamos al capítulo siguiente. No es mucho más que otros libros. Todos sabemos que hay grandes protagonistas de la tragedia de ayer. Pero Martín Almada, enseña, como es su profesión, el camino de posturas auténticas. Porque aprendió primero y enseño después., Porque sufrió angustias y apretó esperanzas que sabía las desparramaría tarde o temprano.

Hoy es casi un volcán de intenciones. Entre su primer libro de tesis y éste, hay un largo tiempo. O ninguno. No se puede medir el gesto de un hombre, ni ponerle calendario a la meta prometida. Por eso los hombres somos distintos. Por eso a veces parece igual una escena, pero ni el teatro ni el público es el mismo.

Las espectativas de las primeras ediciones se colmaron en ventas. La gente gusta de este tema. Pero mucho más allá de un negocio librero, cada página es una lección que repasamos. Cada capítulo, un pizarrón de crueles símbolos. Este colegiado editorial tiene un alto honor al publicarlo; salvemos el examen. Paraguay saldrá ganando.

HUMBERTO RUBIN


PROLOGO A LA 2ª EDICIÓN

No es frecuente en el Paraguay, que un liberal prefacie la obra de un colorado, o viceversa. Existen, sin embargo, lealtades superiores a la afiliación partidaria, tales como la sed de justicia y el amor a la libertad.

Martín ALMADA, colorado, y yo, liberal, compartimos esas lealtades. Compartimos también el culto a la amistad. Martín y yo somos amigos  y nos tenemos confianza mutuamente. Por eso, creo que todo lo que Martín narra en este libro es auténtico y verdadero; porque mi amigo es así y si no lo fuera, yo no sería su amigo.

El sufrimiento le ha dado a Martín, una sabiduría y un coraje de los cuales carecemos muchos de los que no hemos pasado por lo que él pasó. Podremos no concordar con todas sus ideas, pero no podemos dejar de admirar su integridad y su coherencia, en las circunstancias más extremas que un ser humano pueda enfrentar.

Su capacidad de enfrentar y retener detalles, su manera sencilla, al mismo tiempo profunda, de interpretar los acontecimientos, el valor que le da a los sentimientos humanos, son particularmente admirables en las situaciones extraordinarias que le tocó vivir.

De sus dramáticas narraciones, los paraguayos podemos adoptar una decisión definitiva: (nunca más permitiremos que una dictadura cobarde, corrupta y mentirosa como la del General Stroessner, se adueñe de nuestras vidas. Nunca más aceptaremos que se torturen hombres y mujeres en nombre de leyes fabricadas más para la opresión, que para la verdadera seguridad de la nación.]

Nunca más dejaremos que la avidez materialista de unos cuantos mediocres, coloque las cargas de la explotación, el hambre y la persecución sobre los sufridos hombros de nuestro pueblo.

Para que esta determinación sea posible, colorados, liberales, febreristas, demócrata-cristianos, socialistas y comunistas, debemos unirnos en un solo esfuerzo de reconstrucción nacional, que primero derribe la dictadura y después asegure en su lugar, una democracia auténtica y solidaria en la Patria de todos los paraguayos.

JUAN ENRIQUE DIAZ BORDENAVE

Rio de Janeiro (Brasil) Junio de 1988.


"¡CELDA 12, CONTROL!"


Es el grito con que me despertaron en el campo de concentración de Emboscada, una madrugada de 1977.

Eran las cinco de la mañana y hacía frío.

Un sargento nos ordenó ponernos de pie, pasó lista y nos conminó a volver a nuestros lugares.

Sentado en una esquina de la celda 12, que compartía con 45 compañeros, envuelto en una vieja frazada, traté de comprender la situación. Miraba los barrotes de la ventanilla y no me resignaba a aceptar la realidad. Estaba rodeado de caras extrañas y doloridas de hombres que se acurrucaban para defenderse de la baja temperatura. Durante el control hubo un intenso barullo al que sucedió un silencio inquietante. El silencio de las cárceles es más silencioso que los otros.

El asedio de la angustia, sumado al ronquido de mi vecino, no me dejaba dormir.

Como a las seis, tomamos el desayuno. Varios de mis compañeros se volvieron a dormir. Yo intenté hacer lo mismo, pero en mis oídos resonaba todavía el grito: "¡Celda 12, control!". Era un grito que me resultaba familiar, que había oído antes. ¿Cuándo? ¿Dónde? Me puse a pensar. Hasta que me di cuenta de que lo familiar no eran los términos, sino el volumen de la voz, la expresión de la prepotencia.

La historia de esta pesadilla había comenzado tres años antes, cuando en mi pueblo, San Lorenzo, me detuvo la policía política.


 INTRODUCCIÓN


Mi nombre es Martín Almada. Soy paraguayo, abogado y maestro. Poco tiempo después de obtener el título de Doctor en Educación en la Argentina, pasé tres años preso en diversas cárceles paraguayas, y jamás fui encuadrado en proceso legal alguno. Corno efecto de las intensas torturas soportadas perdí gran parte de mi capacidad visual y  mi salud quedó resentida. Estando en la prisión me enteré de la muerte de mi esposa causada por las torturas psicológicas de que fue objeto. No me permitieron asistir a su sepelio.

Estuve al borde de la muerte en una huelga de hambre de 30 días. Fui libertado gracias a la intervención de organismos humanitarios como el Comité de Iglesias del Paraguay y de Amnistía Internacional. El Gobierno de Panamá me concedió asilo político y el Presidente, el General Omar Torrijos, me brindó su hospitalidad.

Como sobreviviente de las cárceles de Stroessner, creo que es mi deber contar a mis compatriotas y a todos los hombres del mundo lo que está pasando realmente en el Paraguay, detrás de la cortina de silencio que lo envuelve, por obra deliberada del dictador y sus aliados.

En efecto, ha pasado casi un cuarto de siglo desde que Stroessner ascendió al poder y son pocos los testimonios publicados de lo que han sido estos 24 años de violación sistemática de los derechos humanos. Además, controladas por el gran capital, las agencias informativas no hablan de mi país sino para anunciar la misma fraguada elección presidencial, informar sobre un congreso anticomunista y, de vez en cuando, advertir que un antiguo criminal nazi se pasea libremente por nuestras tierras. Los torturados del Paraguay, en cambio, no son noticia.

Es triste contarlo, pero en el terreno mismo de la solidaridad hay países más o menos privilegiados. La lucha de nuestros hermanos chilenos y argentinos, es conocida, apoyada y seguida con interés por todos los países democráticos; el drama del pueblo paraguayo apenas si suscita algunos comentarios en los círculos progresistas latinoamericanos y europeos.

¡Cuántos paraguayos sacrificados! ¡Cuántos campesinos que nunca relataron sus dolores por la simple razón de que no había quiénes los escucharan o bien porque tenían miedo o porque no sabían escribir!

Al salir de la cárcel, dos perspectivas se presentan ante mí: extirpar de mi memoria la experiencia recién vivida, o asimilarla y utilizarla en beneficio de mi pueblo. Opté por este último camino. En ello no hay ningún mérito particular. Los años de prisión no fueron del todo inútiles. Entre los muros y los barrotes aprendí el sentido exacto de la palabra "solidaridad".

Este libro, es una modesta tentativa destinada a agitar la conciencia de mis compatriotas primero, y, después, la de la comunidad internacional, en torno al drama del pueblo paraguayo.

Unos versos de Pablo Neruda, en "Alturas de Macchu Pichu", traducen los sentimientos que me inspiraron a escribir esta obra:

"Sube a nacer conmigo, hermano.

Yo vengo a hablar por nuestra boca muerta...

A través de la tierra juntad todos...

Los silenciosos labios derramados...

Hablad por mis palabras y mi sangre".

No me mueve el odio ni el deseo de venganza en la narración de mi calvario. Sólo me impulsa la esperanza de que la noche pase y amanezca un nuevo día de justicia y libertad en el Paraguay.

MARTÍN ALMADA

PANAMA, septiembre de 1978



CAPITULO I

EL ALTO PRECIO DEL COMPROMISO


- "¿Quién a usted, le afilió?

    ¿Qué libros, usted, leyó?

¿Marx, Engels, puede ser?

¿Mao Trotski o Fidel?


- "No me puede comprender

     que soy fruto del dolor..."


INVESTIGACIONES, ABLANDAMIENTO E INFIERNO...

"En nombre del Jefe de Investigaciones, tenemos instrucciones de proceder a la revisión del edificio del Instituto "Juan Bautista Alberdi", Así me lo manifestó un oficial vestido de civil, acompañado de otros funcionarios policiales. Después supe los nombres de algunos de ellos, como el de Alberto Buenaventura Cantero, Nicolás Lucilo Benítez, alias "cururú piré» (Piel de sapo, en lengua guaraní) Alberto Báez Raymundi y Flecha. Todos ellos torturadores profesionales.

A mi pregunta, si portaban o no una orden judicial para el allanamiento del Instituto; respondieron: "Deje de preguntar pavadas, bajo un estado de sitio, eso no funciona". Considero importante señalar que el pueblo paraguayo vive bajo un régimen de terror y en estado de sitio a partir del 4 de mayo de 1954, es decir hace ¡24 años!

Me acompañaban en mi oficina de director, mi esposa - Celestina Pérez- , quien desempeñaba el cargo de secretaria de la institución, mi hija Celeste Judith, mi sobrino Lorenzo Jara y la licenciada Zulema de Da Cunha, profesora del instituto. Eso fue en la noche del 26 de noviembre de 1974.

Durante la febril actividad policíaca de revisión de todo el edificio, llegó el capitán Cecilio Giménez, militar retirado del Ejército, pero con prestigio político en la comunidad. A partir de ese momento, el capitán Giménez demostró una constante y decidida solidaridad que puso en evidencia en los momentos más difíciles de mi calvario. Con esa actitud honró al Ejército Paraguayo.

Los policías no encontraron las armas que parecían buscar. Entonces me pidieron que les acompañara, a fin de mantener una breve entrevista con el Jefe de investigaciones, Pastor Coronel. Este era un hombre alto, gordo y de tez pálida. Se encontraba sentado a su escritorio, rodeado de unas veinte personas, civiles y militares, entre quienes pude distinguir al Jefe de Policía de la Capital, General Francisco Britez B.; al General Benito Guanes, Jefe del Servicio de la Inteligencia del Ejército y a varios otros persona] es de rostros no nativos. Posteriormente, conocería el nombre de uno de ellos; me refiero al Comisario Héctor García Rey, jefe de la Policía de Córdoba (Argentina).

Un mozo impecablemente vestido de blanco y con un moñito negro al cuello, servía café y gaseosas a los presentes.

Rompió el silencio Pastor Coronel, indagando sobre mis relaciones con el PORA (Partido Obrero Revolucionario Argentino), supuestamente vinculado con el ERP argentino (Ejército Revolucionario del Pueblo) y con Leandro Velázquez, comandante del PORA.

Respondí que no conocía tal organización y que el Dr. Leandro Velázquez había sido mi compañero en la Universidad de Asunción. Ulteriormente, me había visitado en la Universidad de La Plata (Argentina), donde cursé estudios de post-grado y obtuve el título de Doctor en Ciencias de la Educación.

Pastor Coronel insistió sobre algunos puntos, corno por ejemplo, mi participación en el "complot subversivo" contra el Presidente de la República y mi militancia en el "movimiento revolucionario armado". Me preguntó qué instrucciones había recibido de Leandro Velázquez y qué papel debía yo desempeñar en la conjura. Agregó que si delataba el plan, sería premiado. Me manifestó que ellos estaban bien informados del "caso" por intermedio del propio Velázquez quien, según él, ya se encontraba detenido en ese lugar" (Julian Ruiz Paredes, domiciliado en la calle Lillo  N° 2648, Asunción). Mis respuestas no convencieron a Pastor Coronel, quien realizó un último intento de persuasión. Me habló de mi juventud, de mi capacidad y de mi futuro dentro del gobierno del General Stroessner; me aconsejó que "cantara" a las buenas y que, en caso contrario, me haría "cantar" a las malas.

Insistí en mi plena inocencia. Enfurecido, Pastor Coronel expresó: (*)    Julián Ruiz Paredes, domiciliado en la calle Lillo N°- 2.648, Asunción.

- El diálogo se ha acabado, estamos frente a frente dos en irreconciliables. Ustedes, los idiotas útiles, los comunistas ateos sanguinarios y nosotros, los defensores del orden.

Dispuso que comenzaran la tortura.

El Comisario Julián Ruiz Paredes, estudiante de Derecho de la Universidad Nacional, 6° Curso, y el Oficial Ramírez "tatá" (significa fuego, en guaraní.), me acompañaron hasta la sala de torturas que funcionaba en el local del Departamento de Delitos y Vigilancia a cargo del Comisario Ramón Saldívar.

Mientras Ramírez "tatá", se preparaba para iniciar "el trabajo", me aconsejaba que "cantara" para no ser golpeado "sin qué, ni para que Sentí una terrible emoción ante los preliminares. Me encontraba desnudo, con los pies y las manos atados con cables eléctricos. Mis verdugos vestían pantaloncitos negros y la mayoría eran panzones, Camilo Sapriza era el único impecablemente vestido; tenía anteojos oscuros que se ponía y sacaba sin parar.

Tuve miedo al mirarles. Me pareció que sus ojos lanzaban fuego, que dejaban de ser hombres para convertirse en bestias...

A través de las denuncias internacionales sabía que en Chile y en Argentina, los verdugos se presentan ante sus víctimas con el rostro disimulado detrás de una máscara. Allí comprobé que en el Paraguay de Stroessner los verdugos no necesitan ocultarse. La larga vigencia de la dictadura, los ampara de cualquier castigo justiciero.

El trabajo estaba perfectamente dividido:

- Ramírez "tatá" se encargaba de la "pileta" que no era sino una bañera, llena de agua fétida, excrementos y orina.

-Nicolás Lucilo Benítez manejaba el látigo.

- Camilo Almada Sapriza, principal inquisidor, propinaba las patadas y oficiaba de secretario.

-Juan Bogado asestaba los golpes de karate.

- Domingo Laspina, con una botella de caña "Aristócrata" (aguardiente paraguayo) en una mano y en la otra un alambre trenzado, se encarnizaba contra mi espalda.

-El Comisario Argüello, me golpeaba la cabeza con el famoso "teyúruguai" (Variedad de látigo. Su nombre significa "cola de lagarto".). .

- Un gordo, petiso, sordo, de unos 55 años, me sujetaba en lá pileta, y me pisaba el pecho para mantenerme en el fondo de la bañera.       - Un sargento armero, extremadamente pálido y enjuto, de unos 30 años, incitaba a los verdugos para que hicieran "cantar al subversivo". Supe luego que se trataba de un compadre de Pastor Coronel.

El teléfono sonaba incesantemente. Después de cada llamada crecía

El salvajismo. Hasta la pequeña sala de tortura llegaban los relámpagos de la tormenta que se desataba. Lluvia y fuertes vientos afuera, llantos y dolor dentro de aquélla.

Los latigazos de Nicolás Lucilo Benítez me arrancaban la carne; las bolitas metálicas que remataban los extremos de los cables trenzados partían la piel de mi cuerpo. Los verdugos no escuchaban mis gritos, pero yo sí escuchaba los de ellos y en particular los de Camilo Almada Sapriza cuando me decía: "Habla carajo, habla, hijo de puta, criminal, bandido".

Sentí que mi cuerpo estaba a punto de estallar.

No contentos con despedazarme la espalda, Nicolás Lucilo Benítez, me golpeaba la planta de los pies y Aletada Sapriza, con unos zapatos puntiagudos, me pateaba las piernas.

La sangre, que saltaba a borbotones, manchó la ropa de Sapriza, lo que aumentó su ira. Para complacerlo, Laspina me partió a cachiporrazos la cabeza.

Yo no veía a personas, sino a perros rabiosos.

Estaban exasperados con mi silencio. Me zambulleron varias veces en la pileta, instándome a que hablara. Perdí el conocimiento.

Al día siguiente, me despertó un oficial de guardia, Sosa. Me sorprendí con las esposas puestas y sujeto a una silla, con los brazos atrás. A un metro de distancia, un foco de luz de más o menos 500 kw, me quemaba los ojos.

En horas de la noche, llegó Domingo Laspina y a fuerza de patadas y gritos, me ordenó que le acompañara: el Jefe quería conversar conmigo.

Pastor Coronel, otra vez rodeado del mismo equipo, me mostró un libro y me preguntó si lo reconocía. Se trataba de mi tesis de doctorado defendida en la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), en 1974. El trabajo se titula Paraguay: Educación y dependencia. Me expresó que era mi última oportunidad y que si no "cantaba", me arrancarían el cuero cabelludo a garrotazos.

Querían saber quién me había encargado esa tesis: Moscú, La Habana, Pekín o el General Torrijos, de Panamá. En realidad, mi obra se había inspirado en el modelo panameño de Reforma Educativa de 1971.

De las amenazas pasaron rápidamente a los actos. Esta vez, el Blanco eran los testículos. Una fuerza descarga eléctrica me provocó la pérdida de conocimiento.

Me desperté en la madrugada, en un pasadizo y tendido en un camarote mis manos estaban sujetas a la cama superior y un pedazo de riel me servía de almohada.

Había ingerido tanta materia fecal y orina en la "pileta", que me encontraba con una intensa diarrea. Junto a mí, gimiendo, yacían en el suelo Roberto Ramírez Blanco (supuestamente el Comandante Tato), oriundo de Pilar, el Dr. Roberto Grau Vera (odontólogo) y José Olmedo Montanía (ex Primer Secretario de nuestra representación diplomática en la Argentina y Brasil). Legiones de cucarachas enormes se paseaban por nuestros cuerpos. Ratones hambrientos que parecían gatos, nos observaban tranquilamente.

Las horas pasaban con lentitud y el día iba muriéndose, llevando consigo los alaridos desesperados de los demócratas paraguayos interrogados en la cámara de torturas.

Aproximadamente a las 22 horas, se me acercó Domingo Laspina; me saludó con una patada en el estómago y me condujo violentamente a la cámara de torturas. Allí me enfrentó con una anciana a quien nunca había visto antes. Se trataba, lo supe luego, de Gilberta Verdum, viuda de Talavera. Su esposo había sido asesinado en 1961 por Juan A. Helman, José Ignacio Irrazábal y Antonio Campos Alum, bajo la dirección del General Patricio Colmán, cuando éste comandaba la tristemente célebre "Operación antisubversiva". Había permanecido en prisión durante nueve años, liberada y nuevamente capturada.

Domingo Laspina me acosó con preguntas acerca de mi vinculación con el movimiento en que militaba doña Gilberta y, decepcionado por mi respuesta, se alejó, diciéndome que esa noche sí me haría "cantar".

Al rato, la anciana fue salvajemente torturada por Laspina, Lucilo Benítez y por un oficial de apellido Teísa u Oteíza, quien decía ser médico psiquiatra.

La conducta de doña Gilberta me llenó de asombro y admiración. Firme, sin titubeos, rechazaba los cargos y se abstenía de suministrar nombres. Pensaba que yo sería la próxima víctima, pero no fue así.

Repentinamente, se abrió la puerta. Dos policías arrastraban un hombre alto, fornido, con rostro de Jesús Nazareno. Se trataba, no lo sabía, de un colega, el profesor Julián Cubas. Lo torturaron pero sólo lograron arrancarle gritos de rabia:

"Asesinos, criminales, fascistas, testaferros de la dictadura... agentes del imperialismo norteamericano... agentes de la CIA... cobardes, cobardes...".

La conducta altiva de doña Gilberta y Julián Cubas me ayudó a mantenerme firme en mi posición contra los verdugos.

Resolví morir y no hablar; es decir, no inventar, ya que era plenamente inocente.

Me tocó el turno. El nuevo cargo imputado era mi vinculación con la "cárcel del pueblo" instalada en San Lorenzo. Querían conocer, además, la fuente de financiamiento de los talleres artesanales (baldosería, carpintería, electricidad, etc.), que se estaban construyendo como anexo al Instituto "Juan Bautista Alberdi". Declaré haber logrado un crédito del Banco Nacional de Fomento (banca estatal), para promover los talleres artesanales. En cuanto a la "cárcel del pueblo", dije no estar informado de su existencia. La violencia que siguió, me condujo a la pérdida de conocimiento.

La tortura era masiva y los verdugos tenían que reclutar presos comunes, en su mayoría rateros, para adelantar el trabajo. Calculo que éramos torturados de 7 a 10 personas durante el día y más de 50 en la noche. Las preguntas formuladas por los torturadores hacían suponer que se había hecho abortar un gran complot político-militar.

Fui despertado por los gemidos del Comandante Tato. Seguían en estado grave Olmedo Montanía, doña Gilberta, el Dr. Grau Vera y otras nueve víctimas: Bernardo Rojas, a quien atribuían vinculación con el MOPALI (Movimiento Paraguayo de Liberación), de orientación marxista-leninista, según la Policía.

Cada día éramos testigos de hechos kafkianos. Un día, se ordenó al Comisario Ramón Said Luque, oriundo de la Colonia Nueva Italia, la búsqueda de las personas cuyo apellido terminaban en "eiro". Así se hizo y aparecieron Carlos A. Bareiro y otros inocentes sanlorenzanos.

A raíz de la confesión de uno de los tantos torturados, que describió a un supuesto revolucionario, se procedió a la detención masiva de todos los jóvenes con barba, pelo largo y camisa colorada que se encontraban en los alrededores de un barrio capitalino llamado Sajonia. Recuerdo, entre ellos, al hijo de un diplomático europeo que, si bien no vestía camisa colorada, llevaba barba, signo por lo tanto, de "subversión".

Poco a poco el edificio de Delitos y Vigilancia, fue llenándose de presos políticos y comunes, de prostitutas, homosexuales, contrabandistas de droga de menor cuantía, drogadictos, gente de distintas nacionalidades: argentinos, brasileños, uruguayos, españoles, chilenos, bolivianos, chinos, japoneses, coreanos y numerosos turistas. El ambiente era insoportable, pero teníamos conocimiento de que en la Jefatura de Investigaciones la situación aun era peor.

La barbarie se enseñoreaba en la capital paraguaya. Los oficiales jóvenes hacían galas de sadismo. Se diría que la Escuela de Policía tenía como función, no la de salvaguardar la seguridad de los ciudadanos, sino la de cultivar sistemáticamente la represión, la arbitrariedad y el libertinaje. Tuvimos la impresión que un gran número de oficiales del Departamento de Investigaciones sufría de blenorragia, ya que gran parte de sus conversaciones giraban en torno a esta enfermedad.

Entre las mujeres detenidas se encontraban prostitutas que habían negado a las autoridades policiales participación en sus ganancias. Había también, campesinas que oficiaban de personal doméstico en la casa de los detentadores del poder y a las que sus patrones acusaban de hurto. Bajo la tortura se las obligaba a firmar un documento en el que declaraban haber percibido su salario y no tener nada que reclamar.

Cinco o seis días después de mi detención, fueron conducidos a la cámara de torturas cuatro jóvenes. Escuchábamos sus gritos de dolor....

Pileta, látigos, patadas, cachiporras, karates y los azotes que retumbaban. Otra vez los perros rabiosos entraban en acción.

Los verdugos abandonaron la cámara, visiblemente nerviosos, por que no habían logrado sus objetivos. "Son duros - decían- , no hablan, Si siguen así, somos nosotros los que vamos a pagar el pato con Pastor Coronel". Posteriormente, supe que los cuatro jóvenes mencionados eran el abogado Fernando Robles; Arnaldo Llorens, estudiante de Derecho; Roberto Martínez Cantero, maestro de escuela primaria y Sebastián Romero, fotógrafo en la Plaza Uruguaya. Inocentes que nada tenían que ver con los cargos imputados.

Gritos de socorro, gemidos, llantos y música brasileña a todo volumen, gritos de verdugos y el teléfono, sonando en forma constante, Era Pastor Coronel que indagaba sobre la evolución de los interrogados,

El Departamento de Investigaciones se encuentra en pleno centro de Asunción, a poca distancia del Parlamento, del Arzobispado, del Correo, de la Universidad Católica, de la Catedral, del Oratorio Nacional, de la Federación de Educadores del Paraguay y del Palacio de Gobierno. Sin embargo, los gritos no traspasaban los muros de ese siniestro lugar.

Por cuarta vez, fui arrastrado a la cámara de torturas. El pileteo fue desesperante, las cachiporras y los látigos profundizaron las heridas ya abiertas. Mi carne estaba al rojo vivo.

La indagatoria giraba siempre en torno a los comunistas, sobre quienes me habrían utilizado para que escribiera la tesis mencionada. Alegaban que tanto el enfoque utilizado, como el contenido eran de inspiración comunista. Añadían que yo me había permitido el lujo de dar una patada en la misma boca del General Bernardino Caballero, fundador del Partido Colorado del cual Stroessner se considera heredero. Mi delito era tipificado como de alta traición a la Patria. "Tú dices ser colorado - manifestaban- pero estás conspirando contra la granítica unidad del Partido".

Me decían, además, que tenían la cinta grabada de la conferencia que sobre la educación paraguaya de en la Universidad Nacional de Córdoba. Querían saber los nombres y apellidos de las personas que la habían organizado. No dije nada y pronto perdí el conocimiento.

Al día siguiente, tuve un amanecer más llevadero, pero con un fuerte zumbido en los oídos. Resonaban en mi cabeza los aullidos de mis verdugos; como una cinta grabada, se habían fijado las palabras, dichas a gritos de Pastor Coronel: "Esta porquería de libro lo haré leer a mi hijo para que conozca el modelo de educador traidor, traidor, traidor...",  hombre fornido y rubio con apariencia de oficial nazi, estaba a mi lado. Me aseguró que ya había pasado el temporal y que mi organismo era similar al quebracho.

Me controló el pulso, la respiración, el corazón, por lo que deduje que se trataba de un médico. Me expresó que había estado al borde de la muerte. Conocía mis antecedentes, según él, a través de un amigo en común, veterinario. Sus medicamentos o la consecuencia de la tortura me transportaban a un mundo irreal.

Pasaron dos o tres días de terribles sufrimientos. Me sentía morir. En mis momentos lúcidos, el médico me hablaba de nuestro amigo veterinario. Luego me enteré que mi interlocutor era el director general del Policlínico Policial, Dr. Oscar Gómez.

Diariamente recibía de mi familia un termo de leche. Los verdugos ponían gran cuidado para que no se dañase el recipiente, pero esa misma atención no la tenían hacia nosotros. Descontrolados, nos entregaban el alimento a patadas.

El Comandante Tato y el Dr. Roberto Grau, seguían graves. No tuve más noticias de doña Gilberto ni del profesor Cubas, pensé que habían muerto. En cuanto a mí, estaba seguro que no soportaría una nueva sesión de torturas.

Constantemente me amenazaban con el "Mariscalito", un oficial muy sanguinario. "En sus manos no hay quien se resista", decían. Luego supe que dicho personaje no era otro que Juan Martínez, un ex alumno mío del ciclo básico en el Instituto Juan Bautista Alberdi, adolescente conflictivo y desequilibrado, que sólo terminó el ciclo de estudios gracias a la ayuda que recibió de mi esposa. La Escuela de Policía agravó sus tendencias psicopáticas. Al graduarse, obtuvo un cargo de torturador en la Jefatura de Investigaciones. También, me amedrentaron invocando a los "ángeles de la muerte¨ un tal Listrón, ex-seminarista, y Luis Di Stéfano, oriundo de Caacupé, sede de un célebre santuario.

Mi tranquilidad duró poco tiempo. Una madrugada apareció el sargento armero, personaje extraordinariamente sádico. Interrumpió mi sueño y me arrastró nuevamente a la "pileta".

Latigazos, golpes de karate, bofetadas, gritos y patadas fueron los primeros tratamientos para terminar con mi cuerpo en el fondo de la bañera. Cuando las aguas fétidas ocupaban todos los intersticios de mi organismo, me sacaban a la superficie para respirar. Esta vez el cargo era mi vinculación con el MOPOCO (*).

Decían que yo estaba vinculado con los exiliados en la Argentina y Brasil. Mencionaban al Dr. Agustín Goiburú, Dimos Da Motta, Aníbal Abbate, Alejandro Stump, Guillermo Correa Martínez, Rodolfo Monge los, Waldino Lovera, General Carlos Montanaro, Coronel Enrique (*) MOPOCO, Movimiento Popular Colorado, desprendimiento del Partido Colorado, surgido en 1957 a causa de la traición urdida por Stroessner contra los miembros de la Junta Directiva del Partido Colorado. Su acción se desarrolló fundamentalmente en el exilio. Desde el 29-12-83 actúa en el Paraguay.

Giménez, Florentín Peña, González Casabianca, Osvaldo Chaves, Epifanio Méndez y Sandino Gill Oporto.

No tuve conciencia de cuánto tiempo había durado la "sesión de trabajo". Me despertó un tal "Coco", chofer del inspector Ramón Saldívar. En forma irónica, me presentó sus "sinceras disculpas", diciéndome que esa noche se había cometido una equivocación, ya que el candidato al interrogatorio no era yo, sino otro Almada, y que siendo yo del mismo apellido, y más conocido, había pagado las consecuencias.

Coco y los otros oficiales me observaban y se burlaban de mí, diciendo que yo había batido el récord en la ingestión de excrementos, Me pasé el día en el suelo, desnudo, vomitando materia fecal.

Un domingo en que llovió durante todo el día, un oficial permitió que los presos comunes - alrededor de 50, en una pieza de cinco respiraran aire en la pequeña galería donde nos encontrábamos los prisioneros políticos. Uno de ellos, argentino, de apellido Del Tiempo, escuchó que alguien me decía doctor Almada y se me acercó para plantearme un problema: sufría de asma y presumía que esa noche sería nuevamente torturado.

Después de aclararle que yo era abogado y no médico, me habló del motivo de su detención. Me expresó que, francamente, era ladrón y contrabandista de vehículos y que su última operación había sido la entrega de cincuenta vehículos a los presidentes de las seccionales stronistas. Señaló que el precio de los autos y camionetas era ínfimo, pero que sólo había recibido e130% de lo pactado. Tras mucho discutir, le habían prometido que al cabo de 30 días se le pagaría una nueva cuota. Sin embargo, al intentar cobrarla fue interceptado por la policía bajo la acusación de terrorismo internacional.

El Dr. Ángel Mario Alí, Asesor Jurídico de Investigaciones, Se entendía con los traficantes de drogas de menor cuantía y con contrabandistas de vehículos sin respaldo oficial. Unos y otros debían depositar fuertes sumas de dinero para lograr su libertad. El Dr. Alí hacía todo lo posible para aparecer como benefactor de los detenidos.

El argentino Del Tiempo recuperó su libertad gracias a la intervención del Dr. Alí, quien le hizo firmar un documento en el que constaba que había recibido el importe total de los vehículos.

TORTURAS, REFINAMIENTOS Y VARIEDADES

Los verdugos recurrían a métodos científicos de tortura. Conocían las partes más sensibles de nuestro organismo y las atacaban sin piedad. Electrodos, focos enceguecedores, alambres trenzados, leznas, cachiporras, bañera repleta de orina y excrementos y decenas de otros instrumentos eran puestos al servicio de nuestra destrucción física y psíquica.

El uso del pentotal constituía un procedimiento habitual y en algunas comisarías utilizaban, además, el cepo y los perros amaestrados. El objetivo perseguido era no sólo hacernos hablar sino, fundamentalmente, quebrar nuestra moral, marcarnos para toda la vida, reducirnos a la condición de guiñapos humanos.

Cada instrumento de tortura tenía su nombre. Llamaban "Constitución Nacional" a los cables trenzados terminados en bolas metálicas; "derechos humanos" al agua fétida con excrementos y orina; "paraguayita" a un látigo fino, sumamente temido; "democracia" a toda clase de cachiporras; "general Stroessner" a las leznas de tamaño grande, y "Pastor Coronel" a las de tamaño más pequeño. Por intermedio de mis hijos supe que una de esas leznas fue enviada a mi esposa, envuelta entre mis prendas de vestir, con cuajos o manchas de sangre, un día antes de su muerte. Fue una de las tantas torturas psicológicas a que fue sometida.

Dentro del arsenal, existían sub-categorías, cada una de las cuales estaba dirigida a un tipo particular de víctima. Así, por ejemplo, "derechos humanos tipo John Foster bulles" (baño de pileta en agua ex cremencial), era aplicado preferentemente a los comunistas; "derechos humanos tipo Carter" (pileteo en agua normal) era aplicado sobre todo a turistas que se negaban a pagar los tributos por la "protección policial". Se detenía a turistas que usaban barba o pelo largo invocando su "apariencia sospechosa". pero esto no era más que un pretexto para justificar el robo oficializado, es decir, la sustracción de objetos personales y dinero. Sucedía que algunas representaciones extranjeras intercedían por sus compatriotas y solicitaban explicaciones. Para justificar sus desmanes, la policía trataba de implicar a las víctimas en acciones delictuales o terroristas.

Indudablemente los verdugos actuaban bajo los efectos de las drogas. Antes de entrar a "trabajar" consumían alcaloides para realizar mejor sus funciones. Sin embargo, Nicolás Lucilo Benítez, alias "Cururú Piré", y Domingo Laspina preferían la bebida nacional, la caña "Aristócrata".

Algunos de los torturadores eran semi analfabetos, lo que no les impedía intentar discutir con nosotros sobre política. Decían, por ejemplo, a propósito de la visita de Nixon a Pekín, que Nixon era pro-Pekín y Car ter pro-Moscú. Para ellos, nosotros éramos todos comunistas y recibíamos consignas precisas de Moscú, Pekín o La Habana. Sacerdotes, obispos y pastores protestantes eran igualmente calificados de comunistas.

El oficial Ramírez "Tatá" llegó al colmo de afirmar que la misma Biblia es de inspiración marxista: "Carlos Marx ganó a Jesús para su causa, y lo convirtió en un elemento subversivo". El Paraguay era un remanso de paz y de tranquilidad, al contrario de Italia, Estados Unidos, Francia y "todos esos países donde no hacen más que asaltar bancos y poner bombas".

LOS SUBVERSIVOS MENTALES

Un día, un joven oficial de apellido Flecha, me ordenó practicar una operación a un detenido que tenía un enorme forúnculo. Intentó entregarme una hoja de afeitar para que la usase como bisturí. Me negué, explicando que no era médico. Flecha tomó mi explicación por insubordinación y procedió a castigarme brutalmente con un yatagán (bayoneta), no sin antes haber subrayado mi conducta "típicamente subversiva".

Pasaron unos diez días de aparente calma, ínterin en que comencé a recuperar mis fuerzas y a dar algunos pasos. Pero se me comunicó que se había agravado mi situación, y nuevamente me llamaron a declarar, con la clara intención de arrancarme la firma de un documento en el que aceptaba ser activo militante comunista y agente del gobierno argentino. Durante la sesión de tortura, Camilo Sapriza me dijo vociferando: "Ese asunto del  techo propio para cada educador paraguayo', es una consigna comunista. Las medidas que estamos tomando contigo, tienen por objeto evitar males mayores. Lo que tú quieres es engañar a unos cuantos incautos. Tu plan de viviendas económicas para los maestros de San Lorenzo es un cebo". Sapriza se refería a la "Villa del Maestro de San Lorenzo", conjunto habitacional realizado a iniciativa mía, con participación de los interesados reunidos en cooperativa y con el apoyo de la comunidad local.

Por su parte, Ramírez "Tatá", me recordaba a latigazos mi actuación como abogado y me reprochaba el haber defendido, en 1969, a un joven liberal de Trinidad en un juicio criminal en el que estaba involucrado un compadre de Pastor Coronel; agregó que por mi culpa venía creándose en el Instituto Juan Bautista Alberdi un clima de "subversión mental" entre la juventud y que, como Director de esa institución, yo había sido un total fracaso.

El licenciado Francisco Bogado, Director de Asuntos Políticos del Departamento de Investigaciones, y Julián Ruiz Paredes, su colaborador más inmediato, observaban en silencio todo el proceso de mi tortura. Presumo que fueron ellos quienes dieron la señal correspondiente para el cese de la misma.

Es posible que tanta barbarie no fuera del gusto de todos. Así, un oficial de apellido Lobati me manifestó, después de haberme torturado, que estaba seguro de mi inocencia, pero que no podía hacer nada, pues había recibido órdenes superiores. Lobati no alcanzaba a explicarse la maldad de algunas personas de mi pueblo, que venían a confirmar los cargos que se me imputaban. Agregó que "más que el Jefe, los soplones sanlorenzanos eran los verdaderos responsables de mi tragedia".

Aludía a Felipe Salomón, de la Seccional Colorada (Seccional Colorada stronista.) Juan Pablo

Romero, profesor de la Facultad de Veterinaria y Presidente de SENACSA (Servicio Nacional de Sanidad Animal. Ministerio de Agricultura y Ganadería.); Fausto Vera Paredes, empleado administrativo del Poder Legislativo y su esposa Vilma González de Vera; la profesora Nancy Adorno; mis ex colaboradores en el Instituto "Juan Bautista Alberdi', Roberto León Reyes, Taciana Villasanti de Villalba; Tomasa Ferreira de Meza, Ana Giménez de Avalos; Luis Aníbal Schupp; estudiante de la Facultad de Agronomía; los funcionarios de SENACSA, Francisco Rojas y Ruperto Guedes, entre otros.

Siguieron luego con la tortura psicológica. Así, cada vez que leían en mis ojos el horror ante los cráneos partidos, los vómitos de sangre, los cuerpos desgarrados, los niños pidiendo socorro, me decían que el próximo candidato sería yo y que después vendría mi familia.

Un día sacaron de la sala de tortura a una persona aparentemente joven y totalmente desfigurada como consecuencia de los golpes. Los verdugos lo habían dado por muerto y tirado en nuestra galería, en espera de la "perrera", la famosa camioneta colorada de la policía, que lo conduciría a la fosa común. La camioneta se demoraba y, como nosotros estábamos interesados en saber si se trataba de un preso político, lo observábamos atentamente. Repentinamente, nos dimos cuenta de que el dedo pulgar de su pie izquierdo se movía. Entonces, uno de los compañeros le practicó la respiración boca a boca y, tras largos esfuerzos, terminó por reanimarlo. Sin nuestra intervención, el pobre habría sido enterrado vivo.

UN TORO LLAMADO "FIDEL CASTRO"

En varias oportunidades fui testigo de hechos insólitos, tragicómicos, uno de ellos fue la tortura del propietario de un toro llamado "Fidel Castro". Este toro era de un campesino de mi pueblo, San Lorenzo, camino a Capiatá. El animal era conocido en la zona por sus cualidades de buen reproductor.

Pastor Coronel, Jefe de Investigaciones, había comprado una casaquinta de fin de semana colindante con la propiedad del campesino, de apellido González. Una noche, una tormenta muy fuerte tumbó un árbol que servía de poste-lindero y en la caída arrastró la cerca del alambrado de púas que dividía las dos propiedades. A la madrugada el toro reproductor se metió en el terreno de Pastor Coronel y causó daños en el jardín y en la pequeña huerta casera. El jefe de la represión política, tomó conocimiento del hecho por intermedio de su capataz. De inmediato se produjo un despliegue policial con las consecuentes medidas de detención y ejecución del "animal subversivo" y la detención y tortura de su propietario.

El interrogatorio al campesino en la cámara de torturas fue el siguiente:

- ¿Sabe usted leer y escribir?

- No, entré en la escuela pero sólo llegué a 2° grado.

- ¿Usted sabe quién es Fidel Castro?

- No, no es mi conocido.

-Y entonces, ¿por qué usted puso ese nombre al toro de su propiedad? ¡Bandido!

-Bueno, siendo todavía el toro un novillo, un día me visitó mi compadre y viendo que el animal tenía testículos muy grandes y habiéndole contado mi plan de hacer del animal un "reproductor" me dijo: "Lo felicito compadre, por la idea de reservar este pedazo de animal como reproductor y estoy seguro que se comportará como Fidel Castro, el rey de los toros, y no habrá vaca que no fecunde ni toro que le compita...", y de ahí su nombre.

- ¡Pelotudo, idiota útil! Seguro que ese compadre es un castrista,

No, él es chofer.

-Ah, Ud. se hace el estúpido. ¿Cómo se llama y donde vive su  compadre?

- ¡Que prosiga la tortura...!

BOTÍN DE GUERRA

Una intensa actividad comercial se desarrollaba en ese submundo. Como la alimentación era repugnante (maíz hervido, sal  y carne podrida), los detenidos cedían sus objetos personales por un pedazo de pan. Los funcionarios policiales contaban afuera con una vasta clientela, Los muertos no merecían más respeto que los vivos. Valga el ejemplo siguiente. Un día, nuestro capataz político de turno nos hizo un curioso discurso en el que nos manifestó con el mayor desenfado que era ladrón, pero que sólo robaba a los ricos y a los vivos: por eso no había aceptado la propuesta que le hicieron los torturadores Héctor Riquelme, Atilio González, Rubén González y Lucilo Benítez, para que le arrancara la dentadura de oro a Benicio López y se apropiara de sus zapatos. La oferta de los verdugos era el premio por la cooperación que regularmente les prestaba.

Cada cual reaccionó de manera diferente: unos lloraban de rabia, otros guardaban la cabeza fría y trataban de inquirir mayores detalles sobre el asesinato. Rojas Silva nos contó entonces todo el proceso de la detención, tortura y muerte de Benicio López.

Junto a nosotros se encontraba un ahijado de la víctima, oriundo de Caazapá. Por él supimos mayores detalles del asunto. Benicio López era vendedor en el Mercado Municipal y había sido condecorado por su brillante participación en la guerra del Chaco.

Un día comenzaron a volar por el techo de su almacén unos panfletos que contenían propaganda política y que fueron considerados como la prueba irrefutable de su "acción subversiva". En realidad, estos volantes habían sido depositados allí por personas desconocidas y López no estaba enterado de nada.

Las víctimas se sucedían unas a otras. Un día le tocó el turno a Bernardo Rodríguez, antecesor en el cargo de Pastor Coronel. Se le acusaba de complot contra el Presidente y sus protestas de inocencia no le sirvieron de nada.

Para disimular los gritos, se utilizaba el recurso de siempre: música brasileña a todo volumen.

La máquina siniestra de la represión funcionaba a todo vapor. Nadie era respetado: ni los niños, ni los sacerdotes ni los ancianos, ni las mujeres embarazadas; ni siquiera los policías o militares estaban a resguardo de ella. Según mis cálculos, del 24 de noviembre al 24 de diciembre de 1974, pasaron por la cámara de torturas más de 1.200 personas.

Los detenidos estaban sometidos a condiciones infrahumanas. Los presos comunes eran enviados al Hotel "Guaraní», el más lujoso de la capital, para recoger los restos de la comida destinada al criadero de chanchos de Ramón Saldívar, Jefe de la Sección Delitos y Vigilancia. Muchas veces tuvimos que aplacar el hambre con esos restos ya fermentados.

MI ESPOSA, MUERTA POR TORTURAS PSICOLÓGICAS

Noel Báez, "pyragüé" (policía secreta), de Puerto Presidente Stroessner, cayó en desgracia y pasó a integrar la fila de los presos comunes por un supuesto contrabando en la zona fronteriza con el Brasil. Muy pronto, Báez se convirtió, por mandato de las autoridades, en el capataz de los prisioneros políticos. En tal calidad, era él quien seleccionaba y hacia comprar los diarios que entraban a prisión.

Un día extremadamente caluroso, e120 de diciembre de 1974, Noél Báez estaba leyendo el diario "ABC". Terminada su lectura, pasó el periódico a Bernardo Rojas, uno de nuestros compañeros. Al cabo de un momento, éste me preguntó: "¿Conocés a la señora Celestina Pérez de Almada?". Le respondí que sí.

Sin una palabra, me entregó la hoja en la que se anunciaba el deceso de mi esposa, ocurrido el 5 de diciembre.

Ante mi reacción de dolor, acudió el oficial Benítez, quien aseguró mis ataduras y me amenazó irónicamente diciendo que yo correría la misma suerte si no cerraba la boca.

Mi esposa falleció como consecuencia de la permanente tortura psicológica a la que se vio sometida. La Policía trató de convencerme de que se había suicidado. Conocí los detalles de su muerte dos años y medio más tarde, en el campo de concentración de Emboscada. 

Días después, la situación comenzó a cambiar. Un oficial de apellido Sosa, seguramente por instrucciones de sus superiores, me visitaba con frecuencia y no cesaba de repetirme frases de consuelo: "Tienes que tranquilizarte -me decía- ... A rey muerto, rey puesto... Por un hombre hay siete mujeres en el Paraguay... Perdiste una, vas a encontrar mil. Hasta quizás esto te traiga suerte". Temían que imitara la conducta de otros detenidos que habían intentado suicidarse.

Por su parte, el comisario Gustavo Giménez me hizo llegar un libro que instaba a la resignación. Según el autor, todo está escrito y nadie escapa a su destino. Para Giménez, "esa era mi suerte y no había que culpar a nadie". Otro oficial me decía: "Eso pasa por meterse en la política". Y el oficial Benítez repetía como una consigna: "La política es sucia y no trae nada bueno. ¿Entendido, Almada?

Además de los nombrados, apareció un consejero político "pyragüé" momentáneamente en desgracia. Se trataba de un empleado de la Corporación Sanitaria de Asunción (CORPOSANA), acusado de abuso de funciones. Era un fanático stronista compadre de otro fanático, Ramón Aquino, presidente de la Seccional Colorada stronista. Leía todas las mañanas un libro sobre “SS” y sus tristes hazañas; se extasiaba hablando de Goebbels, y de los orígenes germánicos del Presidente Stroessner. No obstante, tenía momentos de depresión durante los cuales se rebelaba contra el régimen y sus arbitrariedades: "Yo estoy en este chiquero -me decía- por haber robado diez kilitos de cobre. Pero los peces gordos están libres, pasándolo bien y robando a manos llenas cada vez más".

"PATO DONALD", LITERATURA PERMITIDA

Mis días transcurrían en ese ambiente de miseria moral que yo soportaba más difícilmente desde la desaparición de mi esposa.

Los oficiales eran alérgicos a todo material de lectura traído desde fuera de la cárcel. Cualquier visitante que se presentaba a la cárcel con un periódico o un libro era objeto de múltiples molestias.

¿Cómo era evaluado el tipo de lectura que nos estaba destinado? Sin restricción: Patoruzú, Pato donald, El hombre araña, Superman, Mickey, Telefilm, Claudia; toda la producción de Corín Tellado; revistas deportivas; Diez años de progreso en 1o- era de Stroessner y cualquier otro panegírico al dictador; publicaciones antisoviéticas; todo el material del Servicio de Informaciones de la Embajada norteamericana; revistas pornográficas; best sellers con propaganda belicista y racista (relatos de hazañas contra los árabes, los negros, los indios, etc.).

Con alguna reserva: Diarios ABC, La Tribuna, Ultima Hora y Sendero.

Prohibidos: Todas las obras de inspiración progresista; semanarios como Et Pueblo o El Radical; Revista de la Universidad Católica; libros tales como la Biblia Latinoamericana o Vivir como Hermanos; Revistas Alcor, Diálogo Social, entre otras. En una ocasión, la guardia amenazó seriamente a un familiar de un preso por haber llevado un libro de ciencia ficción titulado Invasión de los marcianos. Para él, "marciano" y "marxista» eran la misma cosa. En cambio, uno de mis compañeros recibió sin ningún problema La sagrada familia, de Carlos Marx y Federico Engels.

Corresponde comentar que los estudiantes paraguayos y, en particular, los que habían estudiado en el exterior, eran igualmente discriminados; y ello, según su universidad de procedencia. La Católica de Asunción era considerada con recelo. Las de La Plata y de Córdoba de la Argentina eran calificadas de "semillero de extremistas» y sus egresados víctimas de mayores rigores. Las universidades brasileñas, en Cambio, gozaban de un gran prestigio pues "allá los jóvenes estudian verdaderamente, no pierden su tiempo, no se meten en política".

En la valija de un estudiante paraguayo que venía de Argentina, la policía encontró un libro titulado "La revolución en la arquitectura contemporánea". Este hecho le costó al dueño terribles torturas y una detención de más de seis meses. Sus esfuerzos para demostrar su calidad de estudiante de arquitectura próximo a graduarse, no hicieron sino agravar su situación. El libro hablaba de "revolución", y eso, era suficiente.

Es triste constatarlo, pero todos estos hechos que parecen extraídos de un libro de humor-ficción, son totalmente verídicos.

De cualquier manera, los escrúpulos ideológicos de los servidores del régimen no llegaban al punto de hacerles olvidar sus propios intereses. Así, toda literatura requisada en la cárcel o fuera de ella, era objeto de tráfico y acababa por reaparecer en librerías o bibliotecas particulares. Un ejemplo: en 1973 fue decomisado el número de junio de la revista "Selecciones" que contenía un artículo sobre los narcotraficantes paraguayos Pastor Coronel y otros. El precio normal de la revista era de 50 guaraníes, pero los ejemplares de junio fueron vendidos a 1.000 guaraníes y circularon profusamente en todo el país.


CAPITULO IV

LOS NIÑOS PRESOS DE "EMBOSCADA"


                                                                           "En un calabozo oscuro

Una niña sollozaba...

Una fiebre incontrolable

Que su cuerpo decoraba...

La vocecita clamaba

Por su Papá y su Mamá... ".


CAMPO DE CONCENTRACIÓN Y FORTALEZA FEUDAL

Al mediodía del 7 de setiembre de 1976, recibimos la orden de preparar nuestras cosas y de abandonar la Comisaría Tercera. Luego de controlar nuestras pertenencias, de revisar nuestros bolsillos y de palpar nuestros cuerpos para asegurarse de que no portábamos "armas", se nos empujó a una ¨perrera¨ y partimos con rumbo desconocido. Alrededor de treinta personas hicimos de pasajeros forzosos en esa lata de sardinas y sufríamos los impactos de una ruta en mal estado y polvorienta. Felizmente, la operación se efectuó en un día otoñal. Permanecíamos serios y callados, pero todos los rostros dejaban entrever nuestra curiosidad acerca de dónde terminaría esa movilización. .Quería creer que estábamos cambiando de naturaleza; que abandonábamos nuestro estado de muertos para adquirir la calidad de vivos, aunque fuera los de la última categoría, vivos inferiores de la escala biológica, mitad hombres, mitad bestias.

Y hablando de animales, mi pensamiento se empaca y comienza a girar en torno a mis compañeros de viaje. Tuve ganas de reírme. Los ojos de Julián Cubas me antojaban los de un humanoide, pero el resto de su cuerpo desmentía esta impresión, especialmente porque sus orificios nasales estaban taponados por el fino polvo que se desprendía de la tierra seca. Prudencio Vidal Bogarín, me hacía el efecto de un hipopótamo no vidente a la vera de un río. Bonifacio Alfonso, me hacía pensar en esos monos que se desplazan de un árbol a otro en las selvas africanas. Volví a reírme al pensar en la impresión que yo estaría provocando en ellos con mi aspecto de pobre perro desamparado.

El viaje duró unas dos horas. Se detuvo el motor, se abrió la puerta metálica y recibimos orden de descender. En este mismo momento, vimos acercarse caravanas de vehículos militares que penetraron con nosotros en el patio de una fortaleza.

Motores que aceleran, bocinas, órdenes, gritos, en un mundo en que cada cual se mueve según un ritmo diferente: los militares con agitación y nerviosismo, nosotros desconcertados y con lentitud, tratando de adivinar dónde nos encontrábamos y qué estaba pasando.

En el interior de la fortaleza, un centenar de detenidos que, con toda evidencia, acaban de desembarcar; poco después llegaron nuevos contingentes. Al final, totalizábamos unas cuatrocientas personas: hombres y mujeres, adultos, criaturas de meses, mamando el pecho de sus madres harapientas.

Seguía con curiosidad los menores detalles de este cuadro que me hacía pensar en los campos de concentración que los nazis instalaron durante la Segunda Guerra Mundial.

Un niño en brazos de su madre lloraba desesperadamente: pensé que tendría hambre o sed, pero no era así; estaba aquejado de un grave malestar intestinal. La madre era Gladys Ríos de Mancuello, argentina; su esposo, Carlos Mancuello (*), paraguayo, ex estudiante de la Universidad de La Plata, había sido también detenido y meses después fue declarado desaparecido por la policía paraguaya.

Recurrimos a un subteniente del Ejército y le explicarnos que la madre reclamaba un té para su niño; pareció conmoverse, pues ordenó de inmediato a unos soldados que prepararan una pequeña fogata. No sé si la compañera Gladys habrá tenido tiempo de preparar la infusión, pues recibimos orden de ocupar las celdas.

Nos extendimos en el suelo, uno al lado del otro, en una exigua superficie. Estábamos amontonados alrededor de 25 personas. Gracias a la información que nos proporcionó Ángel López, vecino del lugar, supimos por fin que nos encontrábamos en el campo de concentración de Emboscada, en la compañía denominada Minas-cué (**).

Todos tendidos en el suelo, abrigados o no. Miré alrededor mío y me encontré con nuevos rostros de patriotas y con gente que ya había conocido en Investigaciones, o en las comisarías Primera o Tercera.

A mi lado, Bonifacio Alonso, un joven estudiante de 17 años del Colegio Juan XXIII, a quien había conocido en la Comisaría Primera. Por su intermedio supe que dicho establecimiento educacional había sido clausurado por el gobierno y que su director, Luis Alfonso Resck, había sido víctima de tortura. Bonifacio recordaba a Resck con admiración y respeto.

La bombilla eléctrica que funcionaba mediante un generador a nafta se apagó a las 9 de la noche y la guardia apostada frente a la puerta, después de asegurarnos los cerrojos y candados, nos ordenó silencio.

(*)     Su padre, el Comisario Mario Mancuello y su hermano, Oficial 1° Hugo Mancuello, compartieron conmigo la prisión en la Comisaría Primera. 1974-1975. Ambos observaron una conducta  ejemplar.

(**) Emboscada es una antigua aldea fundada en la época del Dr. Gaspar Rodríguez, de Francia, a fin de contener los ataques de los indios guaycurúes. La construcción de la fortaleza se había iniciado durante el gobierno de Carlos A. López y se concluyó durante la guerra de 1932-1935. Durante estos últimos años, Minas-cué sirvió de alojamiento a los prisioneros de guerra bolivianos. A1 término de la conflagración el inhóspito local se destinó a cumplir el papel de penal de menores, bajo la dirección de un tal Padre Ovelar


LAS PREGUNTAS SUBVERSIVAS

La falta de agua y la deficiente alimentación, amén de los malos tratos, fueron las razones fundamentales de las protestas de los cautivos en el campo de concentración de Emboscada.

Sin embargo, para las autoridades las protestas eran originadas exclusivamente por los "comunistas" a fin de provocar "la intranquilidad y el caos". Esto explica que las primeras víctimas hayan sido Antonio Maidana, Julio Rojas, Alfredo Alcorta e Ignacio Chamorro, militantes del Partido Comunista Paraguayo, a quienes se trasladó a su prisión de origen, el "Sepulcro de los vivos".

A Chamorro se le imputó el delito de desacato por haber intentado discutir con el Padre Ramón Mayans, capellán de la prisión, sobre las condiciones inhumanas a que estábamos sometidos.

Ninguna de las medidas coercitivas logró calmar los ánimos y las protestas continuaron. Las autoridades dijeron haber identificado a los responsables de la agitación y enviaron a la Comisaría a Ananías Maidana y a Virgilio Bareiro.

El mayor problema era la sed. El agua era transportada desde el río Piribebuy hasta el penal, a lomo de un burrito o en camiones militares. Los recipientes utilizados eran unos tambores sucios de nafta o de aceite. Después de muchos altercados, se nos autorizó a recurrir a un viejo pozo que quedaba a unos veinte metros de la letrina del penal y que proporcionaba de 30 a 40 litros de agua al día. El aseo personal era un privilegio reservado a policías y militares.

La falta de aire en las celdas y la pésima alimentación hacían nuestra detención aún más difícil; no obstante, cualquier protesta en este sentido, era interpretada como manifestación de rebeldía.

El Comité de Iglesias del Paraguay nos enviaba alimentos, pero a menudo las autoridades del penal se apropiaban de ellos.

Un día solicitamos se nos informara sobre la tabla de provisión de alimentos destinados al penal; las autoridades no disimularon su malestar. Respondieron que, a partir de esa fecha, las preguntas sobre la ración alimenticia serian consideradas como subversivas y, en consecuencia, susceptibles de una sanción ejemplar.

EL CONSEJO DE DELEGADOS

Había veinticinco celdas y, a iniciativa de las propias autoridades, se constituyó un Consejo de Delegados de celdas para tratar exclusivamente de los trabajos de limpieza carcelaria y para transmitir las órdenes superiores con vistas a "un mejor comportamiento".

Al comienzo, los delegados eran elegidos directamente por los integrantes de la celda. El consejo sesionaba en presencia de un representante de la autoridad penitenciaria; a pesar de ello, nosotros abordábamos problemas que rebasaban los límites de lo permitido, lo que irritaba visiblemente al guardián de turno.

En las celdas, leíamos y discutíamos burlando el control de la guardia. Cabe señalar que la mayoría de los oficiales, tanto militares como policiales, no brillaban por sus luces. Muchos de ellos ignoraban lo que pasaba a su alrededor y gastaban sus energías en "asegurarnos", a fin de evitar la fuga y, sobre todo, las protestas masivas.

Los asuntos tratados en las reuniones secretas, eran luego transmitidos al consejo de delegados. Gracias a esta movilización se logró obtener algo que estaba totalmente prohibido en el resto del país: poder pensar y expresar nuestras ideas.

Temerosas del peligro "comunista", las autoridades carcelarias cambiaron de táctica y nombraron directamente a los delegados. No obstante, nuestra línea de acción no cambió; muy por el contrario, se fortaleció la lucha, creció la moral y arreciaron los reclamos y las exigencias por un trato más humano.

Dentro del contexto carcelario, los adolescentes estaban encargados de dos tareas concretas: acarrear agua desde el río Piribebuy y recolectar en los alrededores del penal, bajo estricto control militar, trozos de maderas destinados a servir de combustible para la cocina.

Los malos tratos sufridos por estos muchachos y su contacto con adultos politizados, favorecieron en ellos el desarrollo de una conciencia política que no poseían al llegar a Emboscada.

En cuanto a las mujeres, trabajaban codo a codo con nosotros y daban muestras de coraje y de una obstinación admirable. En las reuniones de delegados, eran ellas las que más se destacaban.

A PERPETUIDAD, EL MIEDO...

La primera celda que ocupé en el campo de concentración de Emboscada fue la N° 7. Veintitrés personas en un espacio de 3 x 4 x 1,80 m. de altura, techo de cemento armado, puerta de madera muy gruesa y una mirilla de 20 x 20 cm., única fuente de oxígeno.

Las contaminadas aguas del río Piribebuy, provocaban en la población del penal disenterías. Las condiciones higiénicas eran intolerables. Durante la noche estábamos obligados a hacer nuestras necesidades en latas vacías de leche Nido, las mismas que, al día siguiente, utilizábamos a veces para tomar el desayuno.

Recuerdo que al llegar el verano, las celdas se convertían en verdaderos hornos de unos 45 0 50 grados, que nos cocinaban vivos. El hambre, la diarrea, el calor agobiante, los mosquitos y otras plagas, motivaron reacciones que fueron inmediatamente consideradas como brotes subversivos. También reaccionamos vivamente frente a los precios prohibitivos fijados en la cantina del penal.

Las reivindicaciones de nuestra celda, fueron transmitidas por mi intermedio al Comisario Francisco Noel Andrada, oriundo de San Lorenzo. Como castigo, se me trasladó a la temida Celda 12, en la que estaban alojados los más antiguos de la prisión, la gran mayoría comunistas.

Mientras ocupé la celda N° 7, representé a mis compañeros ante el consejo de delegados y, en tal carácter, hice presente al Coronel Grau que estábamos profundamente disgustados porque los prisioneros de la celda N° 12, tenían un horario de actividades diferente al del resto de la población penal y que era muy injusto que se continuara reprimiendo a patriotas que habían sufrido más de 15 0 20 años de cautiverio, por el solo delito de opinar. Solicité asimismo que los sábados se nos permitiera llevar a cabo torneos deportivos y reuniones culturales.

El Coronel Grau, opuso un rechazo categórico a mi solicitud.

La llegada semanal de la camioneta policial creaba un ambiente de zozobra en la población penal. Descendían los verdugos y procedían a seleccionar a quienes serían trasladados al Departamento de Investigaciones para ser torturados. Los abogados de Investigaciones reclamaban la presencia de la víctima con el objeto de preparar el expediente que remitirían a la justicia ordinaria, con el cargo sistemático de haber quebrantado "la paz pública", es decir, de haber transgredido la odiosa Ley N° 209.

Los leguleyos y torturadores Alberto Buenaventura Cantero, Eusebio Torres, Ramón Esteche, oriundo de Laque, y un tal Oviedo estaban encargados de hacer firmar las declaraciones por las buenas o por las malas. Al cabo de una o dos semanas, se nos devolvía a Emboscada, después de haber sufrido generalmente los peores maltratos.

Normalmente, el operativo "elección" (es decir el reclutamiento de las personas que debían partir a Investigaciones) lo dirigía el Comisario Manuel Alcaraz. A veces, éste me hacía llamar y me decía que me "portara bien, que se tenía mucha paciencia conmigo, que ésta podía agotarse y que, en cualquier momento, sería llamado por las autoridades "para arreglar cuentas". Me hablaba generalmente con un tono paternalista, como si su única intención fuera la de ayudarme.

El ambiente de Emboscada era de perpetuo miedo, sobre todo cuando aparecía la camioneta celular roja. La guerra psicológica se completaba con los ejercicios de tiro que la fuerza militar y policial, realizaba en las afueras del penal, para hacernos entender que estaban bien pertrechados y que no había ninguna posibilidad de fuga.

A solicitud de mis compañeros de celda, en una reunión de delegados, protesté ante el comandante Grau, por los vejámenes de que éramos objeto en el Departamento de Investigaciones y le manifesté nuestra indignación por las nuevas torturas sufridas por María Felicita Giménez de Carrillo. Nuestra compañera había recibido latigazos y cachiporrazos en una operación de "ablandamiento", destinada a detectar el paradero de su cuñado, abogado Telmo Carrillo (su marido Fausto, había sido dado como desaparecido por la policía argentina de Formosa).

Felicita Carrillo nos confirmó una serie de informaciones que nos había proporcionado la Dra. Gladys N. de Sanemann, médica paraguaya, secuestrada en Candelaria, Argentina, por las fuerzas conjuntas de represión argentino-paraguayas. Las dos detenidas relataron que el Departamento de Investigaciones había refinado sus procedimientos e introducido artefactos eléctricos, camas articuladas, etc., entre otras cosas, y que un médico extranjero al que llamaban "el chileno", usaba el hipnotismo y el pentotal para arrancar declaraciones.

Serafín Flores y su esposa, oriundos de Santa María, Misiones, fueron detenidos, torturados y remitidos luego al campo de concentración. La señora de Flores, amamantaba a un niño de más o menos cinco meses y aunque joven, denotaba una vejez prematura. El matrimonia Flores, había sido perseguido implacablemente; sus siete hijos menores, de los que no tenían noticias, habían quedado abandonados en la pequeña población de San Juan Ruguá. Ante esta situación sufrían naturalmente una honda depresión.

También recuerdo a José y Rosa Bobadilla, oriundos de Roque González, Compañía Cimbrón. Tenían varios hijos, pero en la prisión sólo les acompañaba Matilde, de alrededor de cuatro años.

Para comprender algunos problemas surgidos entorno al matrimonio Bobadilla, habría que explicar previamente algunas cosas.

Nuestra prisión estaba instalada en un lugar más bajo de la árida y rocosa zona de Emboscada. Durante la guerra con Bolivia, los prisioneros bolivianos fueron alojados allí y obligados a picar piedras que luego se utilizaron como material de construcción o para empedrar las calles de la capital. Este lugar específico se denomina Minas-cué, nombre que evocaba la época de trabajos forzosos impuestos a los prisioneros bolivianos.

El campo de concentración cuenta con una superficie total de cien por cien metros cuadrados y está protegido por una muralla de piedra bruta de más de siete metros de altura, imposibles de escalar, coronados por una pasarela sobre la cual los guardias nos controlaban permanentemente

Hacia el exterior, una baranda de hierro protege del abismo, pero hacia el interior no hay ningún impedimento. Toda la construcción está pegada a los muros con pocas ventanas y todas protegidas por gruesos barrotes.

Los cuatrocientos prisioneros estábamos en esa fosa de Minas-cué. Entre ellos, niños, ancianos, enfermos, mujeres embarazadas, sin distinción de nacionalidad ni credo religioso o político; también la pequeña Matilde Bobadilla próxima a "festejar" sus cuatro años de vida, entre ese montón de piedras y de seres humanos físicamente destrozados.

Por voluntad de Pastor Coronel, el matrimonio Bobadilla debió volver a la jefatura de Investigaciones para "proseguir la indagatoria", pero la criatura se quedó en el penal, clamando diariamente por la vuelta de sus padres. Una fiebre de más de cuarenta grados se apoderó de ella y, en su desvarío, sólo atinaba a llamar a sus padres. Le quedaron como secuela unas ansias locas de escaparse del lugar.

Luego de dos semanas regresaron José y Rosa Bobadilla con sus heridas abiertas, y Matilde fue testigo de ello. Un día, don José me contó que a Matilde se le había puesto entre ceja y ceja el perforar con un cuchillo de mesa la roca de la prisión. Durante su sueño, la niña sólo hablaba de fuga. Esta situación se empeoraba cuando hacía su aparición la celular roja de la Policía. La misma obsesión se apoderaba de la niña cuando conversaba con otras criaturas de su edad y para lograr escapar reclamaba incesantemente juguetes provistos de ruedas, autos, camiones o cualquier otro vehículo apropiado.

Una tarde, la pequeña Matilde invitó a mi hija Celeste Judith, de ocho años, a escaparse; así podrían festejar su cumpleaños en compañía de los abuelos que la esperaban, según ella. La fuga se haría después del último control de la noche. Celeste me comentó el hecho a la vez asustada y fascinada ante la idea de abandonar ese maldito lugar. Cabe también recordar a doña Asunción Maidana de López, de setenta y tres años de edad, oriunda de Misiones (Santa Rosa). Se la calificaba de "peligrosa guerrillera", como a sus hijos Francisco, Adolfo, Policarpo, Elixto y Lorenzo López, todos ellos asesinados sin piedad. Doña Asunción soportaba la prisión con estoicismo y su conducta era un ejemplo de grandeza moral. Estaba rodeada permanentemente de sus nueras viudas, como Madrona, Ignacia.

Otras mujeres dignas de recordar: doña Gilberta Verdum viuda de Talavera; doña Petrona Rodríguez, madre del líder sindical desaparecido Rubén González Acosta (obrero de Itaipú); doña Juana Soler; doña Leoncia Pérez viuda de Osorio, oriunda de Pirayú; que compartía la prisión con sus tres hijos, con Margarita Báez, la "heroína del pueblo"; Saturnina Almada; María Lina Rodas; Idalina Gaona; Celsa Ramírez y decenas de otras.

Mi convivencia con los demás compañeros me llevó a comprender que, si bien éramos alrededor de cuatrocientos en esa fortaleza militar, en la práctica los tres millones de habitantes del país estaban sitiados militarmente; y, en consecuencia, alimentaban a diario con nosotros, la llama ardiente de la rebeldía.

Todo un país prisionero. Todo un pueblo sin libertad... Todo un pueblo, que de hecho configura una cárcel porque sus derechos están suprimidos. Una cárcel que el mundo ignora.

Cada vez que se presentaba la oportunidad, evocaba ante mis compañeros las largas luchas de los pueblos por su liberación, en todas las épocas. Con los campesinos, solía conversar de la historia del cristianismo, de sus vicisitudes y de su triunfo final.

Por momentos, presentíamos que se acercaba, lento pero inexorable, el momento de estallido de todo el sufrimiento acumulado durante un cuarto de siglo. A propósito de esto mismo, recuerdo que a muchos de mis compañeros les gustaba escuchar recitar el poema ¨Parto¨, de Julio Correa:

"Es el dolor de todos

la angustia cotidiana

de vivir oprimidos.

La guardia pretoriana

- cáfila de bandidos-

veja, atropella y encarcela

y atentamente cela

por la vida maldita de un gobierno

que anhela ser eterno.

Cilicio cruz, baldón

y vampiro que chupa et corazón

inmenso de la raza

más noble y más caliente.

El azote, el puñal y la mordaza

y la befa inclemente

la cárcel, el destierro y el insulto

y los asesinos boyando entre el tumulto

de las ocas del río,

crimen horrendamente impío,

concreción espantosa de la malignidad

que el dolor al pueblo, tiene harto,  . y es nada más que el gran dolor del parto

y ya está por nacer la libertad".

Una cosa estaba clara para nosotros: para combatir y derrotar a la actual dictadura fascista, no hay sino un camino: la lucha conjunta, coordinada, de campesinos, obreros, estudiantes y de todos los sectores populares.

También estábamos convencidos de que, en esta etapa de nuestra lucha, había que evitar cualquier discrepancia, teórica o de otro tipo, que pudiera atentar contra la unidad del gran objetivo.

En ese estado de ánimo me encontraba, cuando ocurrieron algunos hechos que merecen señalarse.

LA IZQUIERDA COLORADA

Antes o después del control nocturno, durante las tareas de limpieza que debía realizarse, o en cualquier momento, conversaba con los oficiales jóvenes y les explicaba que nuestra causa era justa y que la política stronista condenada mundialmente, conducía al país a un precipicio. Un oficial me preguntó cuál era mi propuesta política; mi respuesta fue la siguiente: la "Izquierda colorada", es decir, el coloradismo avanzado hacia el socialismo, retomando la bandera de colorados auténticos como Blas Garay, Ignacio A. Pane, Fulgencio R. Moreno, Antolín Irala, Ricardo Brugada, Juan León Mallorquín, Roberto L. Petit, etc.

Les hacía hincapié que la unión de los colorados honestos del país con las fuerzas coloradas en el exilio, y toda la oposición, sin exclusiones, constituye el único medio capaz de minar los cimientos de la dictadura.

Al comienzo, los oficiales me escuchaban con interés; luego, cuando profundizaba el tema, algunos se asustaban; y no faltó quien dijera al Comandante de la unidad que yo estaba en plena campaña de adoctrinamiento, no ya de campesinos, sino de oficiales del penal.

Un día me encontré con el Comandante. Se mostró muy amable y hasta me invitó a discutir con él sobre algunos asuntos penitenciarios. Me dijo que le preocupaba la salud de los presos más ancianos y que estaba haciendo gestiones ante sus superiores para permitir que los "infelices" fuesen trasladados a la celda N° 25.

Según él, los beneficiarios inmediatos serían Hipólito Duarte, quien sufría de asma, Prudencio Vidal Bogarin y Pedro Fretes, prácticamente Ciegos. De repente, en términos muy cordiales, me preguntó por qué había cambiado el coloradismo por la subversión. Le repliqué que eso era falso y que estaba convencido, más que nunca, de la justeza de la doctrina colorada. Era mi condición de colorado la que me hacía oponerme a todas las desviaciones que Stroessner había cometido con la doctrina del Partido. Entre ellas, el vitaliciado, el culto de la personalidad, el inmovilismo político, la entrega de nuestra soberanía y de nuestra economía, la colonización cultural y educacional. Le puntualicé que estaba en contra de la "paz" y el "orden" impuestos desde arriba; en contra del estado de sitio; la corrupción de la administración pública; el contrabando, la trata de blancas, el tráfico de drogas, etc. Concluí diciéndole que para nadie era un misterio que bajo este régimen, el Paraguay se había convertido en una guarida internacional de delincuentes comunes y criminales de guerra prófugos de Europa.

- Usted, Aletada - me respondió- está muy influido por los comunistas.

- No, Coronel, yo estoy influido por la corriente popular del Partido Colorado y salgo al paso a cualquiera que pretenda vaciar mi Partido de su contenido histórico, de su fuerza liberadora y de justicia social.

Considero, agregué, que el nombre con que nació a la vida cívica nuestro partido, el de Asociación Nacional Republicana, expresa con justeza el anhelo de unión de todo el pueblo paraguayo contra sus opresores de dentro y de fuera. Mi lenguaje responde a esos postulados. - Lo que pasa es que usted leyó mucha literatura comunista en la universidad argentina y ahora quiere introducir en nuestro medio la ideología y la revolución extranjeras.

- No. El Partido Colorado propugna una revolución nacionalista, enraizada en las propias tradiciones paraguayas, sin perjuicio de aprovechar las experiencias históricas universales. El Partido Colorado no reconoce, por consiguiente, metrópolis ideológicas, políticas o culturales, ni dictados extranjeros y responde únicamente en el interés del pueblo y busca el bien de la República.

- Está probado que siempre hubo ricos y pobres y ustedes, los que están aquí, en Emboscada, quieren arreglar el mundo en un día y eso es imposible, Aletada. No hacen sino soñar.

- No, Coronel, la historia nos enseña que esa división entre ricos y pobres no es una fatalidad. La nueva sociedad que deseamos instaurar exige superar las injusticias que reinan en este país: 5% de una clase muy rica, 10% de capa media, 85% de pobres de solemnidad. Esta situación se superará con un gobierno colorado anti-imperialista, democrático y popular, basado en la unidad de los trabajadores del campo y de la ciudad y del conjunto del pueblo explotado. Este gobierno que pensamos, realizará las transformaciones que liberará al Paraguay de la dependencia y se solucionarán las necesidades esenciales de su pueblo. Una de esas necesidades, Coronel, motivó de mi preocupación como educador, es la democratización de la enseñanza. Como usted sabe, la educación en el Paraguay bajo la dictadura de Stroessner, sólo beneficia a la clase en el poder y no hace sino perpetuar nuestro subdesarrollo y nuestra dependencia. Nosotros esperamos que el gobierno colorado garantizará una auténtica democracia y abrirá paso al socialismo.

- ¡Ese es un lenguaje comunista, Aletada!

- No, ése es el genuinamente colorado. Por lo visto usted nunca leyó la declaración de principios de la Carta Orgánica del Partido. Yo la conozco de memoria:

"El poder realmente ejercido por el pueblo, y en particular el acceso de las masas trabajadoras a la propiedad de la tierra y demás medios de producción, así como su presencia en la conducción política y en los cuerpos representativos, en las cooperativas, en la gestión de las empresas y en la administración de los servicios de seguro social, constituyen la única garantía de genuina libertad y el instrumento indispensable para la construcción de una sociedad igualitaria sin privilegios ni clases explotadas".

-Todo lo que usted dice está bien en el papel, pero en la práctica es imposible. Nuestro país es pobre y no puede asegurar la enseñanza a todos. Hay que pisar tierra, Aletada, usted es un hombre demasiado idealista.

- ¿Cómo explica usted entonces que en un país supuestamente pobre, el actual régimen destine más del 50% del presupuesto nacional, al mantenimiento del Ejército y de la Policía? ¿O que en un país agrícola ganadero el Ministerio de Agricultura ocupe el último lugar en el presupuesto nacional? Se establece que el servicio militar es obligatorio y se cumple esta disposición al pie de la letra. También, se consagra la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria, pero ello no se cumple. ¿Por qué razón? Según datos oficiales, cada año, unos cien mil niños quedan sin escuela. ¿Le parece legítimo?

- ¿Qué propondría usted?

- Entre otras cosas, un substancial aumento del presupuesto educativo y la transformación en cooperativas de las instituciones privadas de enseñanza primaria, secundaria y universitaria, asistidas y controladas por el Estado.

- Eso es comunismo, porque elimina la propiedad privada.

- No, la propiedad sigue siendo privada, pero adquiere una función social, consecuente co el espíritu de la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado).

- Usted tiene una visión distorsionada del Partido Colorado.

- Mi coloradísimo se inscribe en el porvenir porque avanza hacia el socialismo, hacia una sociedad sin privilegios ni clases explotadas, tal como se expresa en la Declaración de Principios, en el Artículo 4ª (El stronismo siempre ocultó la existencia de ese importante documento que responde a las reales aspiraciones del pueblo paraguayo.) Si bien nació en el año 1877, el Partido reformuló toda su teoría y su práctica, conforme a las exigencias del tiempo en que vivimos, el 23 de febrero de 1947, en una histórica Convención, que se llevó a cabo en Asunción.

- Con usted no hay nada que hacer; está demasiado fanatizado; quizás en el futuro puedan germinar esas ideas. Hasta entonces, tranquilícese y pórtese mejor.

El Coronel Grau, era célebre por su crueldad y por su ensañamiento contra los detenidos políticos. Nacional e internacionalmente era conocido con el nombre de "El carnicero de la muerte".

El diálogo que precede, tuvo lugar en un momento particuar de su vida - su esposa acababa de morir- lo que explica quizás su disposición a escucharme. Alfabetización y palabra liberadora...

Después del almuerzo, teníamos una hora de reposo obligatorio en las celdas, normalmente con las puertas abiertas. A veces, yo aprovechaba esta oportunidad para conversar con los campesinos.

Esos fecundos diálogos nos llevaron a constituir un grupo de estudios integrado por: Sotero Vera, Domingo Díaz, Antonio Vera y Néstor López. Posteriormente, se incorporaron los hermanos Angel y Eligio Peña.

Escogimos como objeto de análisis la "Cartilla Guaraní", texto oficial de alfabetización del Paraguaya (Nota sobre la Cartilla Guaraní: Por ser una copia de un modelo extranjero, contiene un vocabulario ajeno al nuestro: se ignoran sistemáticamente las oposiciones sociales, se falsea groseramente la realidad social deformado la esencia misma de la nacionalidad y se pone el énfasis en los valores individualistas) progresivamente fuimos descubriendo su contenido alienante. En la misma celda, se constituyó otro grupo de reflexión con Jerónimo Portillo, Bonifacio Alfonso, Víctor Amado Cardozo, Eugenio Osorio Peres y Bernabé Penayo..

Aprovechábamos ese tiempo de reposo para cultivarnos mutuamente y enriquecernos espiritualmente, aún en medio de nuestra desgracia. Nuestra inquietud era cada vez mayor y nuestras reuniones ya no se pudieron ocultar.

Tomamos conciencia de que muchos de los campesinos, bajo la influencia de los movimientos cristianos, tenían acumulada una rica experiencia. Nuestras celdas no hicieron sirio favorecer la prosecución de la tarea comenzada en sus respectivas comunidades de base.

Para mí fue una sorpresa constatar el alto nivel ideológico de muchos de estos campesinos. Con profunda humildad, pero con absoluta seguridad me decían: "No hay educación ni alfabetización de adultos que sea neutra. La educación siempre implica una opción política y de compromiso con los de arriba o con los de abajo".

Ellos me contaron la interesante experiencia de alfabetización no oficial que se había llevado a cabo en Tuna (Misiones) y en la Colonia Jejuí, en 1975, de la que habían participado. Experiencia que finalizó ante la brutal represión con la que castigaron a sus protagonistas.

En varias oportunidades conversé con los padres de familia que habían tomado parte de la alfabetización de Tuna. Recordaban con franca simpatía los métodos utilizados y el entusiasmo reinante dentro y fuera de la clase. Me dijeron que, para sus hijos os, había sido un motivo de alegría asistir a la escuelita de Tuna. En ella - afirmaban- no existían los habituales problemas de inasistencia e indisciplina.

Un día domingo, aprovechando las actividades deportivas, nos reunimos para profundizar el tema de Tuna:

- Me encuentro aquí por haber facilitado hospedaje a un sacerdote español que enseñaba en nuestra escuelita -manifestó uno de los asistentes.

-Yo formaba parte de la comisión de padres - añadió otro.

- Yo cometí el delito de ceder el terreno para el asiento de la escuelita.

 - Soy colorado y era el oficial de la compañía. Estoy aquí por no haber informado a las autoridades superiores del "complot subversivo educacional".      ,

- Un día fui citado por el comisario del pueblo a raíz de una reunión que se llevó a cabo en mi casa - agregó el compañero González- en donde discutimos del problema de la minga semanal (Minga: Trabajo de cooperación mutua de origen guaraní y quechua.) Concurrirnos a la cita policial todos los que habíamos asistido a la reunión. El comisario, muy irritado por la presencia de mis 12 compañeros en una comisaría de sólo 7 miembros, expresó: Yo he citado solamente a González, a este sujeto peligroso, a ustedes ¿quién los mandó llamar? Uno de nosotros, respondió: "Señor comisario, todos hemos asistido a la reunión llegamos aquí juntos y nos iremos juntos; por razones de responsabilidad aquí todos nos llamamos González". A partir de entonces fui tildado de comunista y comencé a sufrir una persecución sistemática hasta que llegué a Emboscada; informó González.

Les pregunté si podían proporcionarme un ejemplo concreto del método de enseñanza utilizado. Uno de ellos me respondió:

- Entre los muchos ejercicios había uno que consistía en calcular la diferencia de beneficio para un campesino que vendía 10 kilos de maíz a: 1º) el almacenero; 2°) a la cooperativa; 3°) al mercado consumidor, en forma directa. El Ministerio de Educación, enterado del asunto, manifestó que dicho ejercicio estaba reñido con el plan oficial de enseñanza y lo calificó de "sospechoso".

Otro contó que la Policía había encontrado en su cuaderno de notas la siguiente frase: "Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores de dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres...".

Durante una sesión de tortura, quisieron arrancarle a toda costa los nombres de las personas que le habían facilitado ese texto de carácter supuestamente extremista. Fue necesaria la intervención del Obispo del lugar, para demostrar que no se trataba de un panfleto, sino de un pasaje del Nuevo Testamento.

En otra oportunidad, centramos nuestra reunión en el caso de la Colonia Jejuí. Algunos de los protagonistas de la experiencia educativa mencionada, explicaron lo siguiente:

- Nosotros mismos nos encargábamos de la educación de nuestros hijos. Después de las faenas agrícolas, les dábamos clases en un galpón, siguiendo un programa elaborado por nosotros. Contábamos también con el apoyo solidario del padre Braulio Maciel, hijo de campesinos. "El Evangelio -nos decía-, es la Buena Nueva para los pobres; es la respuesta de Dios a los oprimidos y a los explotados de nuestro pueblo. Por eso, mi lugar está aquí, entre los campesinos".

- Nuestros hijos no saben español. Por eso hablan nuestro idioma, el guaraní, que además se enseñaba en nuestra escuelita. Las escuelas estatales quedaban muy lejos y además, en ellas, los niños campesinos estaban culturalmente en desventaja. El idioma obligatorio de dichas escuelas es el español y los planes de enseñanza se rigen por normas y valores de los burgueses de la capital.

- ¿Cómo se desarrollaban las clases de alfabetización de adultos? - Discutíamos sobre ciertas palabras sobre la base de dibujos y cuadros sencillos. Estas palabras tenían dos características:

* Estaban constituidas por sílabas que pueden combinarse entre sí, de manera de formar nuevas palabras.

* Remitían a la realidad material y social, la realidad concreta de los campesinos. Palabras, por ejemplo, como "trabajo", "escuela", "hambre", "compañero", "arado", etc. Mientras discutíamos estas palabras claves aprendíamos también a analizar nuestra propia situación y las causas de nuestra opresión.

- ¿La clase de aritmética práctica? Lo que recuerdo es que aprendíamos cosas que nos interesaban directamente: cuánto ganaba un intermediario por un kilo de maíz que le vendíamos, cuál era el peso de los impuestos sobre nuestros instrumentos de trabajo, etc.

-El padre Maciel nos decía que el Paraguay fue en el siglo pasado el único Estado libre e independiente de Sudamérica. Nuestro país, en aquel entonces, poseía un sistema social de abastecimiento ejemplar, así como industrias y técnicas desarrolladas. Por ejemplo, el primer tren de Sudamérica lo tuvo el Paraguay, sin haber recibido ninguna ayuda monetaria del extranjero. Nos explicaba igualmente cuáles son los motivos por los que nuestro país es actualmente uno de los más pobres de Sudamérica. Nos contaba, además, que la guerra de la Triple Alianza, provocada por nuestros vecinos Argentina, Brasil y Uruguay, cumpliendo órdenes de Inglaterra, había destruido el floreciente Estado paraguayo. Desde entonces penetraron al país capitales y empresarios extranjeros que lo condujeron progresivamente a una situación de dependencia.

-A propósito del padre Maciel, dijo , a ustedes se les acusó de que perdían su tiempo discutiendo con él sobre cuestiones marxistas y no religiosas.

- ¿De dónde sacó usted eso?

-Mauricio Schwarzman y yo fuimos convocados hace poco por Grau, a su comandancia, y nos mostró unos documentos que tenían la firma de un religioso chino, en los que hacía tal acusación.

- Eso es parte de la campaña difamatoria que lanzó ese chino para apoderarse de nuestras tierras. Es cierto que no perdíamos el tiempo discutiendo si el alma es inmortal o cosas por el estilo. La experiencia de Camilo Torres, o la Conferencia de Medellín forman parte también del mensaje de la Iglesia.

Llegué a la conclusión de que yo había vivido dando la espalda a la realidad, que habría sobreestimado el saber oficial y subestimado la capacidad de nuestros campesinos. Ahora, en contacto directo con ellos, descubría su inteligencia y sus enormes potencialidades.

Comprobé, además, que los campesinos paraguayos tienen una clara conciencia de que nuestro sistema educativo ignora la mayoría de los problemas de la vida real. No hace referencia a temas que les afectan directamente, tales como el de la tenencia de las tierras (latifundio, minifundio, arrendamiento), el comercio como forma de explotación social (acopiadores, precios de producción, usura), la educación como proceso social, etc.

Después de escuchar detenidamente a algunos de esos campesinos, coincidí en que la experiencia pedagógica de Jejuí y Tuna, podrían ser el punto de partida de la campaña de alfabetización para el día en que el Paraguay sea libre y haya que iniciar la construcción de una sociedad justa.     .

Nuestro movimiento en el campo de concentración cobró cuerpo. Comencé a ser objeto de un estricto control. Para evitar problemas, decidimos formalizar el programa de alfabetización en una reunión de delegados que contó con la asistencia del Coronel Grau. Solicitamos permiso para abandonar nuestras celdas en la hora de reposo y realizar nuestras clases a la sombra de un acogedor y viejo guapoy. Grau autorizó el pedido y nombró como supervisor al capitán Matessi. Este solicitó la asesoría del Ministerio de Educación y otra vez impusieron la alfabetización oficial, con sus características alienantes.

Las autoridades terminaron así, por recuperar el movimiento. Grau decidió ignorar a los que veníamos actuando como afabetizadores y tomó la iniciativa como suya, presentándose ante la opinión pública carcelaria como "muy interesado en la buena educación de los campesinos".


SOBREVIVIENDO...

Al comienzo nos sentábamos en el suelo para comer, usando platos o jarros de lata, siempre bajo la sombra del guapoy. Más tarde llegaron mesas y asientos de madera. Para la cuestión del rancho, nos organizábamos en equipos de trabajo y nos turnábamos semanalmente. Todas las actividades estaban rigurosamente controladas.

El logro progresivo de cierto confort y de una organización más racional fue consecuencia de una lucha persistente. Asientos, mejores alimentos, agua, aire, mejor trato, algunas visitas, alguna práctica de deportes... fueron conquistados gracias a la unidad de todos y a la presión nacional e internacional. Los esfuerzos de los partidos políticos de la oposición dentro y fuera del país, la intervención de las Iglesias, de la Cruz Roja Internacional, de Amnistía Internacional, de la Liga de los Derechos Humanos, entre otros, jugaron un papel fundamental en el mejoramiento de nuestra situación material.

La doctora Gladys M. de Sanneman y el doctor Jorge Canesse, organizaron una enfermería en el penal, con el apoyo del Comité de Iglesias y de la Cruz Roja Internacional. El Dr. Roberto Vera Grau puso en marcha un servicio odontológico, Oscar Rojas (argentino), Carlos E. Casco y Carlos Braña oficiaban de enfermeros. Además de brindar atención médica, las personas mencionadas dictaban conferencias sobre higiene y primeros auxilios. Todas estas actividades no sólo ayudaron a mejorar las condiciones de salubridad de Emboscada sino beneficiaron a los conscriptos del penal y a los vecinos del campo.

Recuerdo igualmente los cursos sobre agricultura que animaron los ingenieros agrónomos José Mingo, Fidel González y Porfirio Inchustí.

TIEMPO LIBRE Y, ¡REPRESION!

Conseguimos la autorización para efectuar, los días sábados, las Peñas Culturales de Minas-cué. Estas consistían en la actuación más o menos espontánea de diferentes artistas que, con recursos muy modestos lograban resultados prodigiosos. Se distinguían en la guitarra y el canto: los hermanos Angel y Eligio Peña, Aquilino Vargas Ferreira, Roberto Martínez Cantero, Arnaldo Llorens, Fernando Robles, Ramón Giménez, Canuto Villasboa y Abrahán Riveros. Se encargaban de la mímica y el teatro, Carlos Salaverry, René Ayala González, Carlos Amado Cardozo, José S. Alem, Silverio Benítez, Antonio Valenzuela Pecci, Bonifacio Alfonso. Nuestros compañeros poetas se llamaban: Teodoro González, Victorino Villalba Suárez y Macario Cardozo.

Una de las mejores conferencias estuvo a cargo de Prudencio Vidal Bogarín, héroe de la guerra del Chaco, quien hizo un análisis político minucioso de ese trascendental hecho histórico.

El grupo de danzas típicas estaba constituido por Gloria Estragó, Celsa Ramírez, Susana Vargas, María Osorio Pérez, Práxida Benítez, Lucía Riveros, Blásida Falcón, Euclides Acevedo, Miguel Almada, Cris tino González Chilavert, Juan Riveros, Teodoro González, Pablo Báez Brítez, Miguel Angel Sanabria, Arnaldo Rojas, Calixto Ramírez y Feliciano Álvarez.

Se ocupaban del teatro de títeres: Lucha Fernández, Waldina Soto, Gladys Ramírez, Constancia Mendieta, Blanca Olivetti de Franco.

Un grupo coral de cincuenta voces, era dirigido por Alfonso Silva y Mauricio Schwarzrnan, y cantaban Ñemity, de José Asunción Flores con sus significativos y sentidos versos.

En deportes se destacaron: Felipe Vera Báez, Julián Cubas, Carlos Estigarribia, Calixto Ramírez, Roberto Paredes, Roberto Martínez, Arnaldo Llorens, Esteban Riquelme, Luis Gerónimo Toledo, Melanio Zacarías, Carlos Gómez, Carlos Fontclara, Rogelio Mora, Guillermo Sagaz, Fernando Massi, Ignacio Chamorro, Pablo Báez Britez, Leoncio López, Ignacio César Báez y Herminio Stump.

Sobresalían corno arqueros en el futbol: Jerónimo Portillo, Emilio Barreto, Luis A. Wagner,, Bernardo Rojas, Taurin Portillo, Rubén Orué. Arqueros más destacados de la vieja a guardia: Lázaro Benítez, Herminio Melgarejo y Anastacio Martínez.

Entre los muchos ajedrecistas recuerdo a: Antolino Cardozo, Odón Oviedo, Emilio Barreto, Amilcar Latino Santucho, Melchor Rolón, Ignacio Chamorro, Ananías Maidana, Virgilio Bareiro, Felipe Vera Báez, Mauricio Scharzman, Carlos Fontclara, Miguel Almada, Fernando Robles, Esteban Riquelme y otros.

Y qué hermosas artesanías por aquellos tiempos realizaban Consiantino Coronel, José Olmedo Montanía, Luis A. Wagner, Susana Vargas, Silverio Benítez, Melquiades Alonso y su esposa, Bernardo Cardozo, Saturnina Almada, Mónica de King, Idalina Acosta, Corcino Coronel, Antoliano Cardozo, Andrónico Salinas, Juana Guerreros, Eulogia Faltón, Miguel Almada, Ignacia Almada, Roberto Martínez, Rosalino Velazco y su esposa.

A pesar de haber sido eliminado del grupo de alfabetizadores, las autoridades del penal, toleraron por un tiempo mi presencia en la animación de las peñas culturales.

Tal corno dije, la lectura de poemas formaba parte de las actividades de la peña. Un día, se me ocurrió recitar una parodia titulada: "Al amigo del traje gris"; y dedicaba al burrito que transportaba el agua del río Piribebuy.

Eso ocurrió a las 17.30 horas y una hora después se me acercó el oficial inspector Martínez para comunicarme que, por orden superior, estaba detenido. Le pregunté por qué y me respondió: "Por burlarse públicamente del glorioso uniforme de las Fuerzas Armadas":

Fui llevado a la comandancia y el coronel Grau, muy nervioso, me  increpó diciéndome que se le había acabado la paciencia y que yo estaba loco de remate. Hice esfuerzos para explicarle que el "hombre de traje gris", simbolizaba al burrito aguatero y no a los oficiales a su cargo, pero -    me fue imposible convencerlo.

Desde hacía tiempo Grau quería deshacerse de mí; la parodia fue el pretexto que utilizó para llevarme a la tenebrosa Comisaría Tercera, el "Sepulcro de los vivos". Eso ocurrió, aproximadamente, en el mes de marzo de 1977.

Alfonso Silva, castigado por otro asunto de "indisciplina", recibió la orden de traslado y un día, a eso de las 12: fuimos ambos introducidos en la camioneta celular roja y despachados a la Comisaría Tercera. El calor era insoportable y yo me sentía mal.

Gracias a la insistencia del compañero Silva, el conductor detuvo el vehículo y se me permitió respirar.

En la Comisaría Tercera, fuimos recibidos por Ananías Maidana, Ignacio Chamorro y Virgilio Baréiro. En la celda contigua a la nuestra, en la Nº 2, se encontraba el patriota argentino Amilcar Latino Santucho, _ respirando todo el día cal y cemento; el comisario Lovera Cañeté había convertido su celda en depósito de materiales de construcción.

Una semana después, llegaron dos nuevos "huéspedes" provenientes de Emboscada: Severo Acosta Aranda y Rogelio Mora, quienes habían cometido el grave delito de haber preguntado al capellán del campo de concentración, padre Ramón Mayans, los motivos de nuestro traslado al "Sepulcro de los vivos".

Un día se procedió a controlar las celdas y recibimos la orden de salir al pasillo. La operación duró alrededor de cuarenta minutos, lo que permitió, por primera vez, conversar con Santucho. Me manifestó que se encontraba detenido desde el mes de mayo de 1975. Se le notaba aún los rastros de las terribles torturas sufridas.

Me contó mi interlocutor que, como consecuencia de la represión que recrudecía en su país, había resuelto trasladarse al Perú, vía Paraguay, y que había sido detenido en Itá Enramada por la policía paraguaya. . Agregó que, durante las sesiones de tortura, habían intervenido militares de alta graduación de Argentina, Uruguay y Chile (Coronel Zeballos; jefe de los Servicios de Inteligencia de la Fuerza Aérea chilena y un oficial de apellido Tersa, médico psiquiatra).

Santucho recordó con mucho cariño a Jorge Fuentes Alarcón, patriota chileno quien había compartido con él la misma celda en Investigaciones y que fue entregado posteriormente al gobierno chileno. Mientras nos desplazábamos por el pasillo, Santucho me decía discretamente:

-Yo quiero mucho a tu pueblo... Es un pueblo digno y sufrido y en la cárcel he aprendido a valorar más todavía sus cualidades. Nosotros, en Argentina, tenemos a miles de paraguayos exiliados que comparten nuestras luchas, nuestros calabozos están llenos de compatriotas tuyos. También hay una cantidad de desaparecidos... La lucha paró la liberación no debe darse a nivel nacional sino, como en la época de la independencia, a escala continental.

Nos abrazamos y luego fuimos a ocupar nuestros sepulcros, conforme a la orden policial.

No obstante, si bien mi cuerpo estaba aprisionado en ese reducido espacio de cinco por cinco, sentía que mi espíritu se expandía y traspasaba los barrotes de nuestra jaula. Los verdugos no lograron nunca quebrar mi confianza ni suprimir rni fe en la justicia de nuestra causa.

En Emboscada pasábamos hambre y sed y las condiciones higiénicas eran pésimas; al menos, teníamos sol. Las mazmorras de la Comisaria Tercera eran frías, húmedas y oscuras, lo que terminó minando mi salud y afectó muy gravemente mis ojos, mi visión...

EL MUNDO, LOS CHISMES Y LOS CARCELEROS

Como sucede con el sonido que se refleja en el eco, lo que ocurría en los Estados Unidos de Norteamérica repercutía en el Paraguay y esos efectos llegaban hasta nuestro feudal calabozo de Emboscada. Por ejemplo, durante la elección presidencial en el coloso del Norte, los prisioneros políticos habíamos tomado posición en favor del candidato de los demócratas, Jirnmy Carter, y nuestros verdugos en favor del candidato republicano, Gerald Ford.

Nosotros éramos conscientes de que, fuera Carter o Ford el inquilino de la Casa Blanca, la dictadura militar paraguaya continuaría recibiendo el incondicional apoyo crediticio para mantener el aparato represivo policial y militar. Sin embargo, simpatizábamos con Carter sólo porque durante su campaña preconizaba la defensa de los derechos humanos. Claro está, que para mejorar la desacreditada imagen de los gobiernos impopulares creados y sostenidos por los Estados Unidos mismos.

Para nuestros verdugos, el candidato republicano simbolizaba la fuerza capaz de hacer frente al incontenible avance comunista. Ellos decían que Carter era más bien "flojo", que Ford era un "gallo de pelea" y Carter un "avestruz", sin personalidad para frenar a los rusos en su pretensión de dominio mundial.

Al igual que para los electores norteamericanos el de la elección fue, para los prisioneros políticos y para los verdugos del campo de concentración, un día de intensa emoción. La emisora oficial que transmitía el acontecimiento eleccionario había anunciado con bombos y platillos los primeros resultados en favor de Ford. La oficialidad allá arriba, en los miradores, vitoreaba el triunfo del candidato republicano, que también era del gobierno paraguayo, y nosotros, allá en el fondo, guardábamos angustiante silencio. Más tarde los votos fueron favoreciendo a Carter y nosotros reaccionamos con un estrepitoso aplauso al que la oficialidad respondió con insultos y amenazas.

La anécdota que acabo de narrar me permitirá hacer una breve alusión al universo lingüístico de nuestros carceleros.

"Los problemas están para ser resueltos", como dice mi General Stroessner: "Orden y Patria"; "Antes de la hora no es la hora, después de la hora ya no es más la hora, la hora es la hora"; "El patriotismo es el cimiento de la paz"; "La paz y el progreso en que vive la República"; "En aras de la tricolor bandera"; "La generación de la paz", etc.

Los sargentos que montaban la guardia frente a nuestros barrotes conversaban de los acontecimientos que se daban a nivel de la comisaría y sus alrededores. Se referían, por ejemplo, a cuánto ascendía el beneficio del señor comisario, tal o cual negocio "particular" (generalmente prostíbulo), a la vida familiar de sus superiores incluyendo las infidelidades conyugales narradas en sus detalles más mínimos, y a las visitas de personalidades importantes.

La presencia de Pinochet, Videla o algún pez gordo de África del Sur, se hacía sentir inmediatamente en nuestras celdas por el plan de austeridad. Durante el tiempo que duraba la visita de uno de esos personajes, se reducía drásticamente la ya escasa ración alimentaria.

Como las comisarías capitalinas recibían policías de refuerzo del interior, pensábamos que ellos "gozaban" de las raciones que nos correspondían a nosotros.

Los oficiales de alta graduación normalmente evitaban entablar conversaciones que pudieran escucharse más allá de los barrotes,.. En la Comisaría Primera, sin embargo, seguíamos con interés las clases de las "Academias" que les daban a los sargentos y a la tropa sin que nunca falte el tema de la "subversión comunista". En dichas "academias" tampoco faltaba el inventario de las grandes conquistas realizadas por el patriótico gobierno del General Stroessner, y que los comunistas ateos y vendepatrias querían destruir. Decían que las mayores conquistas del General Stroessner eran fundamentalmente: "la dignificación y disciplina total del Ejército y la Policía, las aguas corrientes, inauguración semanal de escuelas, colegios, puentes y cuarteles...".

La apertura de los cursos para oficiales y subalternos, las festividades de la Semana Santa, la veneración a la Patrona de la Policía "Santa Rosa de Lima", cada 30 de agosto, daba lugar a una solemne misa celebrada por el indefectible capellán policial, reverendo padre Manuel Sanabria.

Recuerdo que cuando yo estaba en la Comisaría Tercera, un oficial que se había confesado y había comulgado un Viernes Santo, torturó a una muchacha de 17 años, poco después de esos sacramentos religiosos. Suponemos que se trató de una empleada doméstica, por el tenor de la conversación entre los sargentos.

Los oficiales de carrera pero de menor graduación, conversaban de las becas de sus camaradas para el Instituto Superior de Carabineros de Chile o para la Escuela de Aplicación de la Policía Nacional de Bolivia, etc., y hablaban de las distinciones recibidas de manos de Pinochet, Banzer, etc., recordando también a sus camaradas becarios de Guate-mala, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Uruguay, países que, lo mismo que el nuestro, gozaban de gobiernos altamente "democráticos".

El tema infalible en los diálogos de los oficiales y suboficiales era el gimnasio de karate. Sabían quiénes poseían cinturones de tal o cual color y no disimulaban su admiración hacia quienes ostentaban el cinturón negro.

La tropa más bien charlaba sobre bailes y acontecimientos deportivos. Hasta nuestras celdas llegaban ecos de las suntuosas fiestas palaciegas y hasta los bailes populares de barrios. Los generales Leodegar Cabello, Ministro de Defensa, y Marcial Alborno, del Servicio de Inteligencia de ese mismo Ministerio, eran objeto de comentarios por los relajos que cometían durante sus borracheras. Así supimos que había causado revuelo el extraño comportamiento del Ministro Cabello en Cerro Corá, ante el monumento al Mariscal Francisco Solano López, el día que se recordaba un aniversario más de su muerte, con asistencia de autoridades nacionales y extranjeras. Decían que el General Cabello "totalmente en pedo", en el discurso de apertura de la ceremonia, mandó "a la puta", a todos los militares brasileños allí presentes por haber asesinado al héroe máximo de la paraguayidad. El hecho ocurrió un 1° de marro en el lugar que las hordas brasileñas asesinaron al Mariscal López.       -

También salió a relucir la historia de un hijo del dictador, Gustavo Stroessner, quien en una crisis de locura, le había disparado a un joven oficial de la guardia personal de su padre, hecho ocurrido en la residencia presidencial conocida más bien con el nombre de "Mburuvichá El disparo había dado justo en la columna vertebral de la víctima y, como resultado final, el joven oficial de apellido Báez, residente en San Lorenzo, camino de Cocueré, quedó condenado a pasar el resto de sus días en una silla de ruedas. Lo notable del caso es que los sargentos no culparon al responsable del acto sino que más bien lo atribuían a la mala suerte de Báez, con la resignada explicación de que simplemente se había cumplido su destino.

Los oficiales generalmente no eran comunicativos; como si en el fondo también tuvieran miedo y estuvieran controlados al igual que nosotros. Recuerdo a uno que tenía siempre el rostro grave, taciturno, pero que con nosotros era muy correcto. Se trataba de alguien que había sido castigado por Stroessner con el cese total de sus posibilidades de ascenso, mientras durase el régimen. Su delito: haber intentado detener al conductor de un vehículo por exceso de velocidad en el Km. 13 de San Lorenzo. Había utilizado el silbato, disparando luego al aire y al neumático del vehículo. Este se estrelló y el conductor se mató. En el lugar del hecho se desparramaron las mercaderías de contrabando, que provenían del Brasil y el conductor era nada menos que pariente del dictador.

La información que recibíamos de modo tan singular, incluía acontecimientos ocurridos fuera de las fronteras. Sabíamos, por ejemplo, lo que sucedió en la Embajada paraguaya de Buenos Aires. Así nos enteramos que el embajador Augusto Fuster fue destituido por excesos cometidos en estado de embriaguez, al extremo de orinar contra la cortina del salón de recepción del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, y que su sucesor, el Dr. Mezquita Vera, había sido cesado por los abusos que cometía con las esposas de sus colegas diplomáticos. A Mezquita Vera, según los comentarios, al probar un sorbo de alcohol, se le despertaba la manía de querer manosear las nalgas de las "gruesas señoras" invitadas. Conocíamos pormenores de la situación del deporte nacional más popular y los entretelones de lo que pasaba a nivel de la dirección de la Liga Paraguaya de Fútbol, controlada por el yerno del dictador.

Recuerdo que gran parte de la conversación de los soldados giraba alrededor de las reparaciones o nuevas construcciones de residencias de sus superiores, donde ellos iban a menudo a aportar su mano de obra gratuita en calidad de ayudantes. Cabe destacar que había una gran rivalidad entre los soldaditos comisionados como ayudantes de albañil y los destinados a servir de ayudantes a las empleadas domésticas, conocidos en la jerga popular como "tambo verá". Habitualmente, y tan alejadas de las tareas de capacitación para la defensa nacional (Limpiador de cocina o de utensilios de la misma.) Un militar o un policía de cierta graduación "tiene derecho" a utilizar en su casa a tiempo completo, a uno o dos conscriptos que se encargan de la tarea de limpieza, atender los niños, hacer los mandados y en algunos casos servir de chofer a la esposa del milico o del policía. Cuando los "tambo verá" cometían algún delito o caían en desgracia, eran castigados enviándolos a los cuarteles o comisarías, lugares para los que efectivamente fueron designados oficialmente. En la comisaría el "tambo verá" era objeto de burla y hasta de desprecio no solamente por parte de los soldados, sino también de los propios oficiales y comisarios.

Los soldaditos comentaban también sobre la ración alimenticia policial que beneficiaba a los "particú" (Particular o civil.) es decir, el envío de víveres a los ex-funcionarios policiales que hicieron carrera, por ejemplo, en la Magistratura, Bancos, Ministerios, parlamento etc.

Grande fue mi sorpresa cuando vimos por primera vez a lustrabotas y vendedores de revistas que venían al comedor policial y eran tratados con toda preferencia. Mucho costó acostumbrarnos a la idea de que también eran policías, así como los mozos de bar, los canoeros, las prostitutas, los choferes de taxis, las empleadas domésticas. Las más variadas profesiones, una enorme cantidad de personas. Así se mantiene el régimen del terror por los servicios de innumerables espías delatores.

A dos cuadras de la Comisaria Primera, se encuentra la iglesia "Virgen del Carmen" y, de acuerdo con los comentarios de los sargentos, el vicario castrense Monseñor Juan Moleón Andreu y un grupo de capellanes del Ejercito y la Marina, convirtieron tanto la sacristía como la casa parroquial de esa iglesia en el depósito de contrabandos provenientes de la Argentina con destino al Brasil. El transporte se hacía en unos enormes camiones blindados llamados "Martín Fierro" y coparticipaban del negociado el hijo de Stroessner y el hijo del ex-dictador argentino Juan Carlos Onganía.


OPERACIÓN CONDOR, ALIANZA DE DICTADORES PARA EL TERROR

A través de las conversaciones mantenidas con la compañera de prisión, Dra. Gladys M. de Sanneman, me informé cómo funcionaba la cooperación policial en la región del Cono Sur de América Latina, en el marco del Tratado Interamericano de Defensa. Bajo o el rubro de "Operación Cóndor" de dicho tratado, se establecía la colaboración entre los gobiernos represivos de Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia y Paraguay, dirigidos por la CIA, de los Estados Unidos de Norteamérica.

El canje de los prisioneros estaba a la orden del día, como también la circulación rápida de las informaciones arrancadas de los prisioneros políticos en las cámaras de tortura. En la Argentina funcionaba la "Central de Informaciones", a cargo del Ejército.

La Dra. Sanneman era propietaria de un sanatorio de Candelaria, provincia de Misiones, Argentina, donde se encontraba a partir de 1960 con su familia, en calidad de refugiada política.

Su odisea comenzó el 24 de marzo de 1976. Las fuerzas combinadas del Ejército, Gendarmería, Policía Federal y Provincia abrieron bruscamente la puerta de su consultorio y a punta de metralleta desalojaron a los pacientes. Registraron minuciosamente el local y para el efecto utilizaron como guía al visitador médico Juan Carlos Ríos. Golpeaban el piso, las paredes y el techo del edificio en búsqueda de armas y, al no encontrarlas, se apoderaron de los elementos de pesca, máquinas fotográficas máquinas de escribir y de los artefactos electrodomésticos. Se habían llevado también lo recaudado durante la semana en pesos argentinos y el pequeño ahorro en dólares, que tenía para su viaje a un congreso internacional de su especialidad.

Ella fue interrogada en una dependencia de la Policía de Posadas. Su celda era pequeña y húmeda, el agua se filtraba de todas las paredes y un foco muy potente estaba prendido día y noche. Entre sus compañeros de celda recordaba a María Joffre de Ángelo, Mónica Bustos, Celina de Romero, Sonia Olmos, señoritas Franzen, Velázquez, Marta Amores, Marta de Okada, señoras de Enríquez y de Gilbar. El 24, de julio del mismo año, las primeras seis personas citadas, luego de ser encapuchadas, fueron sacadas de la celda y trasladadas; no se supo a qué lugar.

Una semana después, lá Dra. Sanneman fue introducida en una camioneta rumbo al Puerto de Posadas, donde le esperaba una lancha de la Prefectura Naval Argentina el inspector principal de la policía paraguaya, Rigoberto Fernández, había recibido a la detenida del otro lado de la frontera (Encarnación) y luego se dirigieron-con destino al Departamento de Investigaciones de Asunción.

La Dra. Sanneman pertenece a una familia tradicionalmente colorada, de los auténticos. Su anti-stronismo arranca de 1957, año que se graduó y comenzó a ejercer su profesión como médico en el Policlínico Policial "Rigoberto Caballero".

En 1958, el dirigente obrero Alcides Milciades Bareiro Cano, de 33 años de edad, fue brutalmente torturado en la Olería Policial (El inspector Schreiber también es propietario del Cine "Gloria" de San Lorenzo, en la avenida Stroessner y General Caballero) En aquel entonces era, además, Jefe de Bomberos y actualmente es Director de la Escuela Policía "Rigoberto Caballero", donde falleció en el momento que la Dra. Sanneman estaba de guardia y, en consecuencia, obligada a otorgar el certificado de defunción.

Schreiber exigió que constase en el diagnóstico médico, que el fallecimiento fue a causa de un "infarto de miocardio". Ella se negó y por el contrario ordenó que se practicara la autopsia. El examen microscópico determinaba lesiones cerebrales, traumatismos, etc., y fue practicado por el eminente médico Dr. Juan Boggino, entonces Jefe del Instituto de Anatomía Patológica de la UNA.

A partir de ese instante, la Dra. Sanneman conoció la sistemática persecución del régimen y se agravó su situación por el "delito" cometido de unirse en matrimonio con el conocido anti-stronista, líder de la juventud colorada, Jorge Rodolfo Sanneman. La pareja primero probó el sabor del confinamiento al interior del país y luego el peregrinaje por los países limítrofes.

Después de diecisiete años de exilio forzoso, ella se encontraba con nosotros con una moral sólo comparable a la roca de nuestra prisión de Emboscada. Su optimismo era contagiante y nos transmitía su confianza en el triunfo del pueblo sobre la pesadilla militar.

Su marido, también fue detenido por las fuerzas combinadas argentinas. Según informaciones recogidas por los familiares, se encontraría vivo en algunas de las cárceles de Buenos Aires, tras sufrir torturas de las policías argentina y paraguaya, conforme a los términos de la cooperación policial en el Cono Sur, establecido por el Pentágono.

Finalmente, cabe destacar que, de acuerdo con la "Operación Cóndor", fueron detenidos en la Argentina y llevados al Paraguay, a más de la doctora Sanneman, los siguientes compatriotas: Américo Villagra, Herminio Stumps, Daniel Campos, Nercio Stumps, Sotero Franco, Lidia Cabrera de Franco, Esteban Cabrera, Agustín Goiburü, Cástulo Vera, Juan José Penayo y el Dr. Fausto Carrillo.

Detenida en Montevideo, y llevada al Paraguay en diciembre de 1974, María Rosa Aguirre murió en el Policlínico "Rigoberto Caballero", el 1° de enero de 1975.

Detenido en el Paraguay y llevado a Chile: Fuentes Alarcón. Detenidos en el Paraguay llevados a la Argentina: Marta Landi,. Alejandro Logolusso y José Nell e14 de abril de 1977 y entregados el 16 de agosto de 1977 en el Barrio Loma Pytá de Asunción.

Detenido en el Paraguay el 4 de abril de 1977 y entregado a las Autoridades uruguayas el 16 de mayo de 1977: Gustavo Insaurralde, Nelson Santana, Osvaldo Enrique Landi, Ofelia de Landi, Ramón Silva y su hijo Juan Carlos Silva, Julio Domínguez, su esposa Pariza Estela Pizarro y su hijo André (argentinos).

Cuántos serán los nombres de los desaparecidos detenidos, torturados, vejados y muertos que el mundo ignora. Fruto de una terrorífica colaboración entre los dictadores en contra de los pueblos hermanos de América Latina. Llegará el día, en que por esfuerzo de todos, los pueblos latinoamericanos se vincularán en operaciones para favorecer el progreso, el desarrollo integral de las comunidades, para acciones que favorezcan la vida, no la muerte...

DIOS Y STROESSNER

Por el testimonio de algunos compañeros me enteré de la represión desatada en contra de los campesinos de la Colonia "San Isidro de Jejuí", ubicada a 30 Kms. de Asunción. Dicha comunidad; propiciada por la autoridad eclesiástica, estaba formada inicialmente por veinticuatro familias, un sacerdote católico, una comunidad de religiosos contemplativos denominados mundialmente "Pequeños Hermanos de Jesús", y por algunos miembros de la Asociación Misionera Seglares de España. Eventualmente, se encontraban en el lugar los ciudadanos norteamericanos Monseñor Roland Bordelón y el Sr. Kevin A. Cahalan, directivos del programa CARITAS.

A las 4 de la madrugada del 8 de febrero de 1975, un pelotón de setenta soldados comandados por el Coronel Grau, asaltó la Colonia, mientras sus habitantes estaban dormidos.

Ocho campesinos muertos, varios heridos y medio centenar de detenidos, además del incendio de sus ranchos y el robo de 900.000 guaraníes, fueron el balance de la acción de esta "brigada antisubversiva" del Ejercito

En la operación fueron retenidos y remitidos al Departamento de Investigaciones las siguientes personas: Monseñor Roland Bordelón y señor Kevin Cahalan (norteamericanos); los religiosos Jean Penard y Jean Trembais (franceses); sacerdote Neil Rodríguez, de la Congregación de los Padres del Espíritu Santo, oriundo de la Isla Trinidad; Del Pilar Larrayo, miembro de la Asociación Misionera de España, Carlos Cabrera, diácono de la diócesis, los campesinos Apolio Álvarez, Antonio Vera, Espiridión Martínez, Cleto Benítez, Modesta Ferreyra y otros.

La represión provocó un enfrentamiento entre la jerarquía católica local y los representantes del gobierno. El Obispo de Concepción,

Monseñor Aníbal Maricevich, intentó proteger a los perseguidos, pero el Coronel Grau ni siquiera le permitió acercarse al lugar.

A los que no habían obedecido la orden de alto, dada por el pelotón militar, los hicieron perseguir por los perros amaestrados. El único cadáver entregado a sus familiares, fue el de Arcadio Reinoso, de 57 años, totalmente destrozado por los perros. El Mayor del Ejército, Larramendia, hirió a balazos a Braulio Maciel, que no recibió atención médica inmediata. Maciel se desempeñaba corno miembro del Presbiterio de Concepción y sacerdote de la Colonia.

Ante la enérgica protesta del Obispo de Concepción, la respuesta del Delegado de Gobierno de esa localidad, José F. Martini Oddone, difundida por la radio emisora de esa comunidad fue: "Dios está en el cielo y Stroessner en la tierra". Por lo tanto, según él, la única autoridad temporal y espiritual reconocida en el Paraguay, es la del General Stroessner.

Finalmente, era de público conocimiento que el destacamento militar a cargo del Coronel Grau, no sólo procedió al allanamiento de la Colonia, sino también había construido reductos alrededor de la zona con pretensión de afincamiento definitivo. También, por expresas instrucciones del presidente del Instituto de Bienestar Rural (IBR), y al mismo tiempo presidente de la Liga Anticomunista Mundial, Dr. Juan Manuel Frutos, se procedió a un nuevo lóteamiento de las tierras de la Colonia, a pesar de que los terrenos ya habían sido adquiridos por los campesinos cooperativistas.

Una de las personas más interesadas en esa nueva repartición de tierras, fue el propio Jefe de Investigaciones, Pastor Coronel, que mandó edificar en el lugar un soberbio bungalow tipo "norteamericano".

"PARAGUAY DE ENSUEÑO", TRAMPA PARA TURISTAS

A fines de 1975 llegó al Paraguay, atraído por el encanto del lago azul de Ypacaraí, un turista inglés, vía Brasil, por Foz de Yguazú. Venía en búsqueda del rincón más romántico y seductor de la turbulenta América Latina: el misterioso Paraguay, oasis de paz, famoso por su estabilidad política y por la belleza de sus mujeres.

Conocía el país a través de la música, especialmente, la guaranía, de la prensa internacional y del vistoso álbum publicado por la Dirección General de Turismo, que había admirado en la Embajada paraguaya en Londres.

Tan pronto pisó el suelo guaraní, se encontró con una realidad muy distinta de lo que se había imaginado. Luego de pasar la frontera fue asaltado por el comisario rural del lugar, quien a punta de pistola le exigió la entrega de su billetera. A indicación de un vendedor ambulante que estaba presente, se dirigió desesperadamente al destacamento militar local donde, con su mal español, denunció el atraco sufrido. Un joven capitán se hizo cargo de la cuestión, inició las diligencias de averiguación que dio como resultado: detención del turista inglés, bajo la acusación de "querer atentar contra la paz y la seguridad de la República", en otros términos, acusado de ser terrorista internacional. Fue arrojado en un sucio calabozo de soldada donde permaneció una semana recibiendo solamente agua. Después fue trasladado al Regimiento de Infantería de Villarrica, en donde tuvo dificultades peores. Se le sacó su valija, su reloj, lapicera y los últimos céntimos que tenía en el bolsillo.

La víctima se quedó sólo con la camisa y pantalones puestos y encerrado en una celda con un campesino paraguayo, Doroteo Grandel. Este 1e contó que estaba allí desde hace más de ocho meses por un pleito de tierra que tenía con el comandante del cuartel, General Otelo Carpinelli Yegros. Le comentó asimismo que un ciudadano chileno, había pasado unos días por esa celda, en calidad de prisionero político, y que otros cuatro campesinos, compañeros suyos, en ese momento estaban realizando trabajos forzados en la plantación del cuartel.

A causa de los voraces mosquitos que arreciaban en bandadas, los presos no podían dormir en la estrecha celda del cuartel y durante el día eran acosados por moscas tan grandes como abejas. El calor era insoportable.

El malaventurado inglés dio la siguiente referencia sobre Doroteo Grandel: campesino de unos cuarenta años, padre de nueve hijos, de una cautivadora personalidad, generoso, solidario, inteligente, con una visión clara de la problemática social y económica del Paraguay contemporáneo. Apenas hablaba el español y no tenía más que el tercer grado primario. Había forjado su personalidad en la lucha, militando en las Ligas Agrarias Campesinas, de inspiración cristiana. Se pasaba las horas hablando de su familia, de los poderes medicinales de las plantas, de las fases de la luna y su influencia sobre los cultivos.

El problema de la tierra ocupaba gran parte de su conversación, así como el reclamo de precio justo a los productos agrícolas. Recordaba la resistencia a los violentos desalojos practicados por el Ejército y la Policía; hablaba también de la formación de grupos de autodefensa y del papel del movimiento campesino en el proceso de la lucha de liberación. El turista inglés se informó, por intermedio de Doroteo, que más del 60% de la población paraguaya es campesina y que casi el 80% de las explotaciones se basan en la producción agrícola, pero que el campesinado es la clase más reprimida y marginada del país.

El líder campesino resistía heroicamente a la oferta de "compra" que le proponía el todopoderoso General Carpinelli Yegros. Este, utilizaba todos los recursos de la tortura para arrancarle la firma de transferencia de la propiedad. Tortura moderna o de la Edad Media, desde la picana eléctrica hasta el cepo, o mantenerlo desnudo, atado de pies a un árbol por varios días.

Doroteo, en ese momento, estaba en la lista de los desaparecidos y el gobierno negaba sistemáticamente toda responsabilidad en su desaparición. La Iglesia Católica había asumido su defensa y no cesaba de reclamar su libertad pero, en realidad, mientras no cediera Doroteo a la presión del Comando del Cuartel, estaba condenado a seguir soportando la tortura.

Por su parte, el súbdito de Su Majestad, la reina de Inglaterra, fue trasladado luego a Asunción al "purgatorio" a cargo de Pastor Coronel, jefe de la represión política. Allí compartió la celda con unas veinte personas, entre ellas dos chinos, dos argentinos, un brasileño, un chileno y varios campesinos paraguayos. Estos últimos eran los más golpeados por el delito de ser adherentes a las Ligas Agrarias Campesinas.

El turista no fue torturado físicamente, sino psicológicamente. Era testigo de la barbarie de todo cuanto ocurría en la sala de tormento, que muy bien le podía haber tocado en cualquier momento. La guardia le obligaba a limpiar las letrinas y los zapatos de las autoridades, le hacían dormir en el duro piso, sin colchón ni sábana, desnudo, en compañía de ratas y cucarachas.

El guardia, muy curioso, le preguntaba:

-¿Es posible viajar por tierra de Asunción a Londres?

- ¿Cuál es el precio normal de las prostitutas? y ¿Cómo se visten ellas?

-¿Hay comunistas sueltos por las calles de Londres:

En su presencia, fue destrozado a golpes de látigo un adolescente campesino. El pobre había sido detenido el día en que estaba llevando frutas a un pariente preso en la Delegación de Gobierno de Villarrica. Eso ocurrió justamente el día en que Stroessner estaba leyendo su tradicional mensaje navideño que su "gobierno nunca fomentó el odio, ni se mostró contrario al espíritu de unidad de la gran familia paraguaya; respeto por los derechos humanos, etc...".

En ese purgatorio stronista se dormía y se despertaba con la música brasileña, puesta por los verdugos a todo volumen para neutralizar los gritos y alaridos de los torturados.

CONTRADICCIONES CARCELARIAS

El hecho de que torturadores y torturados estuvieran frente a frente, me daba la impresión que eso llevaría a la formación de dos bloques antagónicos. Sin embargo, en la práctica comprobé que la cuestión era más complicada. Así, pude notar que algunos compañeros presos hacían esfuerzos por ganarse la simpatía de los uniformados con el argumento de que deberíamos confundir al enemigo aparentando ser delincuentes comunes y no presos políticos, que era más importante estar libre y seguir la lucha, que estar preso e imposibilitado. En conclusión, el precio de la libertad era la cooperación con la Policía, si no, simplemente, evitar la conversación sobre los problemas nacionales y ocupar el tiempo realizando trabajos artesanales sin dejar de atender la cantina policial del Campo de Concentración.

También pude observar algunas contradicciones entre los nuevos torturadores. La nueva generación de oficiales de policía, no ocultaban su desagrado de que al frente de la jefatura estuviese un militar. El equipo de torturadores de la Jefatura de Investigaciones, se mostraba orgulloso de estar a las órdenes directas del Presidente de la República y no a las del Ministro del Interior, el inmediato superior jerárquico. Los de la Guardia de Seguridad, final soportaban a los oficiales de policía destacados en el campo de concentración. Era notoria la diferencia que había entre los oficiales de carrera y los asimilados, a quienes llamaban despectivamente "sargento galleta", "capitán galleta", etc. Parecería que el salvajismo se midiera por dosis diferentes, según sea el destinatario y el organismo causante.

Algunos tenían gestos de solidaridad como, por ejemplo, pasarnos la hoja de un diario, un vaso de agua o hacernos llegar noticias de nuestra familia. Hasta en la manera de abrir y cerrar los barrotes de nuestras celdas, uno podía deducir la calaña del personaje. Cabe reconocer que las contradicciones dadas entre los torturadores, no las supimos aprovechar. En cambio, ellos sí explotaban al grado máximo y científicamente nuestras debilidades.

Me resultaba difícil comprender al detenido político que veía al compañero preso corno a su verdadero enemigo; la manía de persecución llegaba a extremos intolerables. Cada cual desconfiaba del otro; pienso que hasta llegábamos a odiarnos mutuamente. El comunista pro-moscovita sólo confiaba en sus camaradas; el resto era para él aliado de la policía o agente provocador, enviado expresamente a su celda por la dictadura y el imperialismo yanqui.

Para el comunista pro-chino, el problema de la dictadura stronista y el imperialismo yanqui, ocupaba un segundo plano. Parecía que para ellos el problema fundamental era la Rusia aburguesada imperialista de Brezjnev y además, calificaba a los revolucionarios marxistas leninistas (ligados al E.R.P. y los Montoneros de Argentina) de "terroristas de Izquierda, pequeño-burgués trotskizantes".

También la tensión era muy fuerte entre los militantes febreristas y fácilmente se les podía encasillar según sus tendencias, fuera como social demócratas, conservadores o revolucionarios marxistas-leninistas.

Para los colorados, liberales o febreristas, que no poseían una clara definición ideológica, los comunistas y los revolucionarios eran una verdadera plaga social cuyo contacto evitaban, tratando sobre todo de no mostrarse con ellos en presencia de la guardia. Si compartían la misma celda evitaban el diálogo.

Recuerdo que, en una ocasión, un líder colorado me propuso solicitar a las autoridades la habilitación de celdas exclusivamente para colorados, para evitar la "contaminación" marxista y, en consecuencia, gozar de algunos privilegios concedidos a los "soplones" como, por ejemplo: visita especial de familiares, tomar agua potable, etc. Mi respuesta fue un no categórico, y a partir de entonces las relaciones con mis correligionarios comenzaron a deteriorarse. Mi apertura al diálogo con los compañeros marxistas preocupaba a mis correligionarios, a tal punto que un día me intimaron a que me definiese ideológicamente. Les respondí que como ellos, yo era colorado, con la sola diferencia de que era un progresista; les aclaré que mi coloradismo estaba en la línea agrarista trazada por Blas Garay, Juan León Mallorquín y Roberto L. Petít. Allí mismo me acusaron de bolchevique mimetizado de colorado.

Aunque en la Universidad había estudiado dos años de derecho laboral, nunca supe que en el Paraguay se habían protagonizado memorables luchas sociales. Eso lo aprendí en la Argentina, en con tacto con los sindicalistas perseguidos por Stroessner y sobre todo cuando leí la obra de Francisco Gaona "La lucha social y gremial en el Paraguay".

Una de las causas de mi presencia en prisión, era también mi militancia sindical magisterial. Yo había aprendido que el primer sindicato de maestros había sido organizado por los profesores Antonio Maidana y Julio Rojas. Ya compartiendo la celda con ellos en la Comisaría Tercera, se me ocurrió preguntarles dónde se encontraba el archivo del primer sindicato de maestros. Me estaba refiriendo a los años treinta. La respuesta fue un sepulcral silencio. Comprendí inmediatamente que eso seria por razones de vigilancia.

Para la policía yo era un peligroso tirabombas, para los comunistas un colorado en desgracia, indigno de merecerles ninguna confianza; para mis correligionarios un comunista; para los revolucionarios marxistas leninistas, un anarquista. Comunista, anarquista, maoísta, trotskista, eran los rótulos que me aplicaban mis interlocutores, fueran torturadores o torturados. No me podían comprender; por mi parte me resultaba difícil comprenderlos a ellos.

Yo clamaba justicia y por eso era anti-stronista y anti-imperialista; mi bagaje era pobre en teoría política y, a pesar de haber estado cerca, como todos los estudiantes de entonces, de organizaciones de izquierda durante mi permanencia en La Plata, Argentina, no había militado en ninguna de ellas. Las injusticias que la dictadura cometía en el ámbito educativo fueron los verdaderos móviles de mi reacción. Es decir, alejamiento del coloradismo stronista y acercamiento al coloradismo autentico progresista. Sufría y me revelaba porque los maestros paraguayos trabajaban con hambre y vivían con miedo.

Muchas veces me había enfrentado con el presidente de la Seccional Colorada Stronista de San Lorenzo, por los atropellos que cometía contra los intereses del magisterio. No podía soportar que esos personajes que se arrogaban el derecho de hacer nombrar y destituir a los maestros. Igual daño me causaba la situación de los alumnos que estudiaban con hambre y vivían con miedo. Mi posición ideológica se consolidó cuando comprobé en mi investigación pedagógica, que la educación en el Paraguay de Stroessner sólo beneficia a la clase dominante y está al servicio del subdesarrollo y la dependencia.

A pesar de las citadas contradicciones en el seno del Ejército y la Policía que nos custodiaban, la unidad era granítica - al menos en apariencia- , bajo el control absoluto y vertical de Stroessner, mientras que los compañeros presos que decían representar la vanguardia revolucionaria sé devoraban mutuamente bajo un verticalismo parecido, sin posibilidad de diálogo. En ese momento creí haber comprendido por qué la dictadura no tenía problemas para incorporar a sus agentes en el seno de los partidos comunistas paraguayos y destruirlos por dentro.

El submundo carcelario es el reflejo de 1o que ocurre en el plano nacional. Stroessner, complaciente con sus amigos y aliados e implacable con sus enemigos, mientras que la oposición externa no permitida (la mayoría en Buenos Aires) y la oposición permitida en Asunción, eran complacientes con la dictadura e implacables con sus correligionarios y aliados.

A este respecto, recuerdo mi experiencia de estudiante en la Universidad de La Plata, cuando nos visitaban los líderes paraguayos de la oposición ilegal, que dedicaban e190% del tiempo de sus discursos para atacar a la gente del otro grupo de su mismo partido, o a las otras formaciones políticas aliadas.

El cuadro presentado me había llevado a pensar que Stroessner sólo abandonaría el sillón de los López, no por la presión popular, sino por la fuerza de la naturaleza.

Me había dado cuenta también que el régimen no solamente se apoyaba en el miedo institucionalizado o en la manipulación directa de la opinión pública, sino también en la división de la oposición. Era evidente que los líderes de la oposición permitida en Asunción, en su gran mayoría, fueron sobornados y, en consecuencia, manipulados a discreción. Cabe reconocer, además, que la dictadura había ganado a esta oposición explotando hábilmente el miedo, el caos, y el peligro comunistas. En cuanto a nosotros, los prisioneros políticos no representábamos ningún problema al Régimen, porque no había suficiente presión interna y en lo externo sólo se interesaban por todos, sin distinción de banderías políticas, Amnistía Internacional y los escasos comités de solidaridad con la causa paraguaya. Los partidos políticos! generalmente reclamaban sólo la libertad de sus afiliados.

El apresamiento masivo de los campesinos en las comisarías y en el campo de concentración de Emboscada, dio corno resultado la disminución de las elucubraciones filosóficas y se calmaron los ánimos. La gran mayoría de los campesinos, contaban con una rica experiencia revolucionaria en las ligas agrarias campesinas y, aunque sabían muy poco de teoría política, tenían en cambio una práctica consecuente de lucha.

A los dirigentes políticos que declaraban y proclamaban en sus discursos la necesidad de vincularse estrechamente a las clases populares, en cuyo nombre estaban alimentándose del duro pan carcelario, les tocaba por fin la oportunidad de conocer la enorme potencialidad del movimiento campesino y descubrir la hondura de la tragedia paraguaya.

Al comienzo fueron -políticos y campesinos- como el vinagre y el aceite: no congeniaban. Pedantería de los teóricos y humildad, sobre todo prudencia, de los campesinos. La vanguardia revolucionaria paraguaya estaba en la retaguardia del proceso de lucha y de ahí el porqué de la formación de pequeños movimientos revolucionarios en los centros urbanos y rurales, sin el mínimo interés de contacto con los partidos políticos organizados y resueltamente antidictatoriales.

Cuando manifestaba en voz alta mi impresión de que había un vacío político, me respondían con discursos sentimentales. Se referían a la larga trayectoria de lucha de sus partidos y, sobre todo, destacaban a sus mártires. A los muertos y torturados de los otros partidos los desconocían olímpicamente. Otro hecho que me llamaba la atención, fue el de querer negar que había una crisis en las diferentes agrupaciones políticas, esos compañeros vanguardistas no querían aceptar la realidad, y eso me parecía absurdo.

Eso sí, ninguno de ellos se olvidaba de repetir la frasecita hecha "por una amplia movilización popular de obreros, campesinos, estudiantes y soldados", como única vía para derrocar la dictadura.

Yo tenía que autocensurarme permanentemente porque me daba cuenta de que corría riesgo de sufrir la pena del aislamiento. Hasta entonces me autocensuraba porque tenía miedo de Stroessner, y luego tenía que autocensurarme en la prisión porque tenía miedo de mis compañeros, a quienes les molestaban mis afirmaciones y, sobre todo, mis preguntas.

La presencia campesina fue un elemento aglutinador, a tal punto que las cerradas tiendas partidarias, se abrieron al diálogo y coincidieron en que las fuerzas políticas opositoras al Régimen, debían compro meterse en un acuerdo sin exclusiones para sostener juntos, el esfuerzo de construir la democracia y desterrar toda forma de violencia entre los paraguayos. Sólo así podríamos caminar hacia la libertad.


CONCLUSIONES


Al final de mi experiencia, considero un deber ineludible hacer un breve balance para extraer algunas conclusiones de los mil días de prisión.

El saldo negativo se condensa en:

* La muerte de mi compañera y madre de mis hijos, víctima también de la furia fascista.

* Y, mi salud, gravemente quebrantada.

Como saldo positivo, si es que se puede decir así, tengo que reconocer que esos mil días fueron de un aprendizaje significativo y vivencial, infinitamente superior en calidad y en cantidad a todo cuanto me enseñaron en las universidades.

Fue una verdadera escuela de capacitación política en la que mis compañeros me ayudaron con mucha paciencia a superar mis debilidades con la crítica y la autocrítica. Ellos estimularon mis aciertos.

El resultado final fue una formación ideológica que me permite hoy disipar muchas dudas y comprender mejor el fenómeno de nuestro drama político.

Tomé conciencia, en primer lugar, de que estaba militando en una organización política con intereses contrapuestos. El Partido Colorado, en efecto, es pluriclasista. Su influencia abarca los más variados sectores, desde el proletariado y el campesinado, hasta burguesía promonopólica. Además, con un fuerte arraigo en la clase media. El stronismo representa el ala más reaccionarla - la extrema derecha-vinculada directamente al capital internacional.

Comprendí que el error de muchos compañeros demócratas fue el de meter al Partido Colorado en una misma bolsa y etiquetarla como si fuera una sola masa reaccionaria. No advirtieron que en ese gran espectro militaban también colorados de convicciones democráticas y anta-imperialistas.

Sostengo que la dictadura será vencida sólo si se unen todas las fuerzas progresistas que están en el área de la oposición y los que están aun en el propio gobierno. Se trata de librar una lucha contra las fuerzas reaccionarias radicadas en el gobierno o fuera de él, pero participando de la misma ideología, aceptándola y favoreciéndola con su silencio cómplice.         .

En este contexto, la publicidad oficial tiene la enorme responsabilidad de manipular la opinión pública, ocultando la verdad y torciendo el interés general hacia los objetivos del régimen autocrático.

Antes de mi detención, me imaginaba que Alejandro Cáceres Almada, responsable de la "Voz del coloradismo" y Ezequiel González Alsina estaban poseídos por maléficos espíritus, debido al daño que causaban al país, todos los días. Rogaba que la Iglesia Católica los excomulgara por el "delito de destilar odio entre la familia paraguaya", así como se procedió contra el Ministro del Interior y el Jefe de la Policía.

En la prisión me informé que Cáceres Almada y González Alsina eran apenas unos títeres de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos, y que actuaban en el Paraguay siguiendo las instrucciones del "Manual de campaña del Departamento de Ejército".

"La voz del coloradismo" y el diario "Patria", son para la CIA valiosos instrumentos para reducir a la sociedad civil a mero espectador, con la sola función de asistir a los fraudulentos actos eleccionarios cada cinco años, que desde hace casi treinta años, mantienen a Stroessner en el poder.

Por otra parte, "los libretos" de Cáceres Almada y González Alsina, propenden a quebrar la moral de combate de la clase obrera y campesina y hacerles perder la confianza en sus dirigentes. Para lograrlo, fomenta el divisionismo. Ejemplo elocuente son los partidos políticos que se hallan atomizados.

La estrategia dio su buen resultado: la tiranía impide el aprendizaje de todas las actitudes indispensables para la democracia y, por ende, la participación ciudadana y política en los asuntos del país...

El régimen de Stroessner prohíbe la movilización cívica y pacífica de los ciudadanos y apenas puede soportar la aparición de algunos periódicos opositores. Crea desaliento, derrotismo, apatía, incentiva a los paraguayos a privilegiar su interés personal en desmedro del colectivo. Favorece el individualismo y va conformando una escala de valores sociales que corresponden a una ética de la dependencia.

Un eje, sobre el que gira toda la acción, es el anticomunismo. Base angular del terror psicológico que desarrolla la CIA a través de los mencionados voceros del stronismo y que comienza con la división del mundo entre el Bien y el Mal. Esto es una evidencia clara en Paraguay, de la "Doctrina de la Seguridad Nacional" que aprendieron en el Norte los militares del Cono Sur y que ponen en práctica las dictaduras que oprimen a nuestros países hermanos.

Así, en el campo de concentración de Emboscada, me informé sobre la aplicación del "Manual del Ejército de los EE.UU." en la campaña de miedo, odio y terror que cumplieron con tanta eficacia y eficiencia en toda la sociedad chilena y que constituyó la antesala del sangriento golpe militar que derrotó al gobierno democrático de Salvador Allende, facilitando el ascenso de la tiranía de Pinochet.

También, se me esclareció una duda que venía arrastrando desde hacía mucho tiempo. El origen social de los militares paraguayos, debería condicionarlos para apoyar y promover a su pueblo. Sin embargo, ocurre lo contrario. ¿Por qué? Gracias a nuestras interminables discusiones carcelarias, descubrí que en los cuarteles se sigue una disciplina nazi. Es decir, obediencia ciega al jefe, incluso en aquellas órdenes que violentan los sentimientos más sagrados del subordinado. El militar paraguayo no piensa; obedece a su jefe, porque esa es la directiva que recibe de la CIA y del Pentágono en sus centros de adiestramiento militar y policial en los Estados Unidos y en la zona del Canal de Panamá. Los militares norteamericanos se creen "salvadores de su Patria", en su lucha con el comunismo y, así, los Estados Unidos de Norteamérica logró ampliamente su fin, al prostituir al Ejército y convertirlo en tropa colonial. En otros términos, lo convirtió en "verdugo de su pueblo, de sus propios hermanos".

"La voz del coloradismo" y el diario "Patria" proclaman que Paraguay es un "oasis de paz y progreso...».

No se avizoran conflictos armados con los países vecinos, pero recibe ingente ayuda militar brasileña y norteamericana. ¿Con qué finalidad? Parece un absurdo armar hasta los dientes a un país que vive en "paz y orden". Sin embargo, se explica así:

* En lo interno, la ayuda militar sirve para reprimir al pueblo paraguayo a fin de sostener indefinidamente la dictadura militarpolicial stronista.

* En lo internacional: para intervenir en los asuntos internos de los países vecinos, en el caso de ser "arrasados" por la tentación comunista.

De este modo se explica la construcción de un gran aeropuerto militar y una base de misiles intercontinentales en el medio del inhóspito Chaco paraguayo. Igualmente, las construcciones de rutas militares que empalman con los puntos estratégicos argentinos, brasileños y bolivianos.

A más de recibir la ayuda militar norteamericana, el gobierno paraguayo renueva periódicamente su stock de armas ligeras con compras especialmente en Brasil. Armamento que cuesta sumas millonarias que son pagadas con el presupuesto nacional. Sumas que no son invertidas para disminuir los alarmantes índices de mortalidad infantil y desnutrición, analfabetismo, déficits de viviendas y servicios esenciales a la vida de la comunidad.

Son muchos los que advirtieron que la preparación de una moderna fuerza militar intervencionista en la región sur es el compromiso que Stroessner asumió con el Pentágono y la Junta Interamericana de Defensa como el precio de su vitaliciado que comenzó que 1954. Mediante una hábil propaganda, el sistema represivo logró vender en el plano nacional e internacional, la imagen de un gobierno basado en la unidad monolítica de sus componentes: stronismo, ejército, policía, burguesía, imperialismo, sectores de la Iglesia, entre otros.

Un somero análisis demuestra que las contradicciones en el seno del sistema, están al rojo vivo. La tensión es creciente, el incremento de la represión militar en estos últimos años y la institucionalización del terror comienzan a molestar a sectores de la burguesía progresista. Esta burguesía, preferiría un régimen que gobernara sobre la base de algún consenso.

La Dictadura, con su accionar está logrando el efecto contrario, multiplicando las bases para la radicalización del pueblo. La represión constante está legitimando la violencia revolucionaria como. la única forma de lucha política. La gravedad de la situación, entonces, no puede pasar desapercibida para nadie.

En este momento del proceso .autoritario, es raro encontrar en el Paraguay una familia de cualquier filiación política - sea del gobierno o de la oposición- que no registre entre sus miembros alguno que haya sido vejado por la Policía o el Ejército. Nadie escapa a la represión, porque ella es indiscriminada.

También es difícil encontrar una familia allegada al gobierno o a la oposición que no tenga un pariente en el exilio por razones políticas, comenzando por el propio presidente del Partido Stronista y presidente del Congreso, el Dr. Juan Ramón Chaves.

En otro orden de cosas, el país está adquiriendo un nuevo impulso de expansión económica, con la construcción de la represa de Itaipú. El sector empresario, integrado por dirigentes nacidos bajo la sombra del régimen militar son conscientes de las consecuencias económicas y sociales de ese gran emprendimiento. Por ello, no cesa de exigir las reformas necesarias y, sobre todo, la apertura democrática. La Iglesia Católica y los partidos políticos se han pronunciado en el mismo sentido. Stroessner, como de costumbre, no escucha los reclamos.

A esta altura de los acontecimientos, estimo que es fundamental descubrir las contradicciones que se dan en el seno de la Dictadura. Es indispensable crear una conciencia crítica sobre esto para facilitar y promover la creatividad de soluciones. El trabajo con las contradicciones nos permitirá encontrar la fórmula de amplios entendimientos. Mientras estos hechos no sean comprendidos, no será posible ninguna alianza, acuerdo o formulación de un frente amplio. Será necesario, además, vencer la barrera del dogmatismo de algunos compañeros que consideran enemigos de todos los que no son proletarios.

En tres décadas, la Dictadura logró dañar profundamente el tejido social del país y así se presentan las más agudas contradicciones:

1. La Dictadura con el imperialismo.

2. La Dictadura con la burguesía.

3. La Dictadura con la clase obrera y campesina.

4. La Dictadura con los estudiantes.

5. La Dictadura con las Fuerzas Armadas.

Es indudable que las contradicciones principales a resolver son las originadas por la dominación imperialista, la oligarquía monopolista y los grandes dueños de la tierra, en oposición absoluta con la clase obrera y campesina.

El proceso de nuestra lucha se desarrolla en un panorama internacional complejo. Nuestro destino está ligado al movimiento de liberación que ocurre dentro del sistema capitalista mundial en general, y a los procesos latinoamericanos, en particular. En ese sentido, será determinante el avance del movimiento popular en los países fronterizos Argentina y Brasil.

Este libro forma parte del esfuerzo para que el Paraguay deje de ser la incógnita tierra de América Latina y supere la imagen pesimista de un pueblo resignado a su suerte.

El presente documento sale al paso de la mal intencionada afirmación de que "en el Paraguay no pasa nada", y pretende demostrar, por el contrario, que bajo una superficie aparentemente tranquila y oficialmente de "paz y progreso", se están produciendo tensiones violentas y dramáticos enfrentamientos, una verdadera opresión explosiva, una caldera que comenzó a hervir...

"PARAGUAY: LA CARCEL OLVIDADA, EL PAIS EXILIADO...", es el testimonio de un educador que durante mil días fue prisionero político y; hoy, forma parte de los millones de paraguayos en el exilio Es mi testimonio, el de un colorado abierto a nuevas ideas y pretendo contribuir con esta obra a sensibilizar a todas las fuerzas interesadas en forjar un movimiento unitario de lucha, para iniciar un proceso que permita conjugar los esfuerzos más amplios. Deseo fervientemente, colaborar a la unión de los paraguayos, a superar las dificultades para que nos abramos paso con más seguridad y fuerzas en las próximas coyunturas revolucionarias.

Aspiro realizar un intento de evaluación con el propósito de estimular la búsqueda de los puntos de convergencia, poniendo el acento en todo aquello que nos une y poder llegar a una gran convocatoria nacional para luchar contra el enemigo que convirtió el terror, la prepotencia y el autoritarismo en la ley suprema del Paraguay. Que sirva para el análisis y la reflexión, con miras a mostrar que lo revolucionario es agudizar las contradicciones sociales en función de la agudización de la contradicción principal, para revertir la situación actual, en una sociedad democrática en la que los derechos humanos tengan plena vigencia, una sociedad con justicia social en la que sus miembros se hallen vinculados por lazos de solidaridad - no de opresión- una sociedad en la que podamos desarrollarnos integralmente juntos los paraguayos, pero unidos fraternalmente a los demás pueblos de Latinoamérica.

Lo vivido, visto y oído en las cárceles de Paraguay, templó mi carácter y en mi espíritu nació el odio apasionado contra el fascismo y el imperialismo.

Es saldo también de mi prisión, una serie de poemas con sabor carcelario. Ellos surgieron en diferentes momentos y, como estaba prohibido escribir, los grabé en mi memoria. Los volqué al papel estando aquí, en Panamá. Ellos son: "Que esa cadena muera de pena», se refiere a la temible Comisaría Tercera de Asunción; "El Sepulcro de los Vivos, "Soy fruto del dolor», diálogos con mi torturador; "Gladys Sanneman", la valerosa médica paraguaya secuestrada en la Argentina; "No llores, mamá", el encuentro con mi madre después de la tortura; "Sueña Matilde~, la historia de una ~ niña de cinco años en el campo de concentración; "Con las manos vacías", homenaje al campesinado paraguayo, entre otros.

La pujanza de la lucha del pueblo paraguayo, la solidaridad militante panameña e internacional, me invita a mirar con optimismo el porvenir, trabajar por el derrocamiento de la Dictadura, la instalación de un sistema auténticamente democrático y, finalmente, repetir con emoción profunda los versos de Osvaldo Chaves...

"Por ese día abierto, florecido con pan, con libertad, sin llantos, prisiones rotas y pueblo redimido por ese día inevitable, canto... ".

MARTIN ALMADA

En Panamá, refugio de miles de compatriotas latinoamericanos, víctimas de la furia fascista y suelo donde nació el caudillo de la Revolución Comunera Paraguaya, José de Antequera y Castro, setiembre de 1978.

 

 

 

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