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  NUEVAS MANERAS DE SER: UN ENCUENTRO CON MARINA MACHADO - Por FABRICIO ARNELLA - Domingo, 28 de Julio de 2019


NUEVAS MANERAS DE SER: UN ENCUENTRO CON MARINA MACHADO - Por FABRICIO ARNELLA - Domingo, 28 de Julio de 2019

NUEVAS MANERAS DE SER: UN ENCUENTRO CON MARINA MACHADO


Por FABRICIO ARNELLA

 

fabricio.arnella@gmail.com

«Uno de los factores fundamentales del golpe de Estado en Brasil fue la reglamentación del salario de las trabajadoras domésticas, algo que la élite no pudo tragar», dice la economista brasileña Marina Machado Gouvea, que visitó nuestro país recientemente para participar en una serie de encuentros y debates con la Sociedad de Economía Política del Paraguay, la organización Acción Sindical Clasista y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción.

El trabajo doméstico y los bajos salarios. La construcción del amor filial como mecanismo ideológico de dominación. La división sexual del trabajo. Las relaciones de clase, género y raza en el mundo actual. De esto y mucho más conversamos con Marina Machado Gouvea (35), doctora en Economía Política por la Universidad Federal de Río de Janeiro y directora de la Sociedad de Economía Política de Brasil.

En un reciente debate en la UNA hablaste de división sexual del trabajo…

Nuestra sociedad supone que hay tareas de hombres y tareas de mujeres. Por supuesto, esto fue históricamente construido, pero como nuestra vida es corta y la historia es larga, a veces nos parece que siempre ha sido así y que es una división natural.

Las mujeres estamos asociadas históricamente a trabajos relacionados con cuidar a otros. Según la OIT, la mayoría de las mujeres con trabajos formales o informales se desempeñan en áreas de servicios relacionadas con el cuidado. De manera remunerada o no, somos las responsables en nuestra sociedad de la crianza de los niños, el cuidado de los ancianos, la limpieza, la cocina, etc.

Un factor de esta división es que nos embarazamos y estamos socialmente destinadas al cuidado de los niños; por eso somos las primeras despedidas o nos es más difícil conseguir un trabajo formal. En América Latina y el Caribe la tasa de desempleo ronda el 30% para hombres y el 46% para mujeres. Hay mucha más informalidad en el trabajo femenino; gran parte de las trabajadoras mujeres son trabajadoras domésticas con contratos de palabra, más riesgo de despido y salarios más bajos. Precisamente la existencia de trabajo doméstico asalariado permite medir cuánto le costaría al mercado informal lo que las mujeres hacemos de forma gratuita en nuestras casas. Mucho se habla últimamente de que percibimos menor salario que los hombres por un mismo trabajo; esto solo se puede entender dentro de una estructura social que permite que suceda y que tiene que ser modificada para que la brecha salarial se pueda reducir.

Otro factor de esta división es el papel asignado a las mujeres de responsables de la reproducción de toda la vida de todas las personas vivas. Cuando alguien recibe su salario y compra su comida, falta un trabajo para cocinarla. Para que estemos vivos y renovados para volver a vender nuestra fuerza de trabajo falta un trabajo de cocina, limpieza del hogar, crianza de los niños, lavado de ropa, planificación de estas tareas. Estos trabajos en general los realizamos las mujeres y eso se ha construido socialmente como un valor ético. Entonces, las mujeres trabajamos por menos y también trabajamos luego de nuestra jornada regular, en la casa, sumando muchas más horas que la media laboral de cualquier hombre.

Otra idea que expusiste es que la no remuneración del trabajo doméstico es causa de los bajos salarios en general. ¿Cómo se da esto?

El salario se calcula en base a lo que es necesario que el trabajador o la trabajadora compre para reproducir su capacidad de vender su fuerza de trabajo. Pero lo que se puede comprar con el salario no basta para reproducir la vida: se necesita un trabajo adicional, el trabajo de cuidado, llamado comúnmente trabajo doméstico. Ese trabajo las mujeres lo hacemos gratuitamente, por amor a nuestras familias y por el sentido socialmente construido de que es nuestro deber. Si estas tareas de cuidado y reproducción fuesen mercantilizadas, o sea, remuneradas, todos los salarios de toda la clase trabajadora deberían ser mucho mayores. La explotación de las mujeres es responsable en gran medida de los bajos salarios de la clase trabajadora, de la cual nosotras mismas somos parte, y esta baja general de salarios también nos afecta, generándonos un doble impacto.

¿Cómo percibís el desarrollo de los feminismos en el continente?

Me parece fundamental. A mi criterio no hay posibilidad de construir una nueva sociedad sin feminismo. Pero hay varios feminismos. Los que entienden la sociedad como totalidad y reconocen el papel de las clases sociales, las contradicciones de raza, etcétera, en la reproducción de la explotación, son los que logran radicalizar la lucha, comprendiendo que la explotación de las mujeres es parte del proceso de producción de mercancías y de nuestra necesidad de comprarlas y consumirlas para vivir y que mientras sigamos haciéndolo no habrá posibilidad de liberación de las mujeres o del fin de la subyugación de varias razas por una, porque se produce mayor lucro en el proceso de mercantilización con la división sexual del trabajo y con la división racial del trabajo.

Uno de los factores fundamentales del golpe de Estado en Brasil fue la reglamentación del salario de las trabajadoras domésticas, algo que la élite no pudo tragar. Nunca se había reglamentado porque somos un país esclavócrata, el último país del mundo en abolir la esclavitud, así que te imaginarás que la élite brasileña no tenía condiciones para soportarlo.

¿Por el impacto material de esa medida o por una cuestión cultural?

Principalmente por el peso ideológico. Es importante la pregunta porque las condiciones de explotación se reproducen culturalmente. Nuestra sociedad considera que el espacio de las mujeres es el espacio privado, el espacio del cuidado, digo más, el espacio de no ser gente: es lo que se nos enseña, y lo creemos. Lo digo con mucho dolor, creemos que no existimos sin un hombre, sin familia, sin hijos, que estamos incompletas. La sociedad capitalista se basa en nociones heredadas de las revoluciones burguesas, como la idea de sociedad como suma de individuos y un concepto de individuo al que solo el hombre blanco propietario corresponde realmente, por lo que todo lo que no sea un hombre blanco propietario siempre es menos. Es la idea del hombre blanco universal, del ciudadano. Esto es muy profundo y se refleja en prácticas recurrentes, como interrumpirnos cuando hablamos, explicar lo que recién dijimos como si no lo hubiéramos explicado bien, escuchar solo cuando hablan otros hombres o mentirnos muchísimo; todo eso viene de valorarnos menos que a los hombres y está dialécticamente relacionado con el valor de nuestra fuerza de trabajo. Cuando en la práctica cultural cotidiana valoramos –consciente o inconscientemente– a una mujer menos que a un hombre, reproducimos la división sexual del trabajo y, con ella, las relaciones de explotación.

¿La valoración cultural es fundamental para la opresión de las mujeres?

La reproducción ideológica es fundamental. Toda forma de explotación tiene su ideología, y la explotación a la que somos sometidas es muy cruel, porque la reproducción ideológica pasa por la construcción del amor; al aceptar que lo que hacemos gratuitamente lo hacemos por amor, no lo entendemos como opresión.

La sociedad necesita de cuidados; no es que las mujeres tengamos que dejar de cuidar, sino que los hombres tienen que cuidar también. La reproducción ideológica pasa por creer que está bien que seamos descuidadas por otros, que es normal que los hombres sean abusivos con nosotras porque es su naturaleza, que es normal que los hombres nos mientan, nos peguen, sean descuidados, etc., y con eso justificamos el hecho de que seamos las únicas que lo hacemos. Ni siquiera nos planteamos la posibilidad de vivir mejor y ese es el factor ideológico más difícil de romper, te lo digo como mujer, es muy difícil de romper porque está internalizado. Construir nuevas relaciones es tan revolucionario que sería muy bueno que los hombres se percataran de eso e intentaran también reconstruirse.

¿Cómo destrabamos esta situación?

Por lo esenciales que son la división sexual del trabajo, la división racial del trabajo y la división internacional del trabajo para la reproducción de la sociedad capitalista, pienso que no se puede destrabar una parte sin el todo; pero luchar por lo nuevo es también construir lo nuevo, así que en esas luchas hay que intentar no reproducir las relaciones de explotación cotidianamente.

El ser humano es un animal con cierta libertad porque puede imaginar y planear lo nuevo, y mientras más reconocemos las contradicciones de la sociedad en que vivimos más capaces somos de elegir qué hacer; si no las reconocemos y pretendemos que no existen no tenemos ninguna libertad de elegir. Claro que la libertad de elegir no es total, siempre es una libertad condicionada y quizá no podamos superar en esta época histórica todas las contradicciones, pero sí avanzar.

Y hay algunas cositas que yo sugeriría a los hombres. La primera es luchar por una nueva sociedad. En esa lucha no podemos reproducir la opresión. Entonces es fundamental dividir el trabajo de cuidado, que los hombres no sean ayudantes de la mujer sino corresponsables, que nos escuchen, que paren de mentirnos, porque al hacerlo revelan que consideran que no somos capaces de lidiar con la verdad o que no la merecemos. Que paren de abusar física, emocional y financieramente de nosotras; el mayor peligro para la vida de las mujeres está en nuestras propias casas. Que paren de violarnos, nuestro cuerpo no les pertenece. Que paren de creer que la mujer vive para conseguir y retener a un hombre y que debe agradecer que los hombres se le acerquen. Que entiendan que nosotras corremos por las noches para llegar a nuestras casas porque realmente tenemos miedo. Que no se aprovechen de nuestras inseguridades, ya que somos inseguras porque vivimos en una sociedad donde ustedes son privilegiados frente a nosotras. Yo diría que la construcción de nuevos géneros, y hablo de hombres y mujeres, pero no solo en sentido biológico, la transgeneralidad no pasa solo por la reconstrucción de las personas oprimidas, que hay que construir nuevas maneras de ser mujeres, sí, pero también nuevas maneras de ser hombres, nuevas masculinidades, nuevas sociedades.

 

 

 

Economista brasileña Marina Machado

 

 

 

 

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Edición Impresa del Domingo, 28 de Julio de 2019

Página 2

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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