Portal Guaraní - PRENSA Y TERRORISMO - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

Hace unos años, los propietarios y directores de algunos de los principales periódicos de Inglaterra se reunieron en Londres para discutir sobre la conveniencia, o no, de informar acerca de los actos terroristas. Se justificó la asamblea en el concepto de que las publicaciones ayudan a los criminales a difundir miedo, el instrumento más letal para someter a las personas e instituciones.

Los participantes se preguntaron si los asesinos seguirían en la barbarie en caso de que se ignorasen sus acciones. El “éxito” del terrorismo consiste, no en la cantidad de personas que aniquila, sino en la cantidad de personas informadas.

Un hecho sin publicar es un hecho inexistente. Los asesinos en masa son trágicamente exhibicionistas. Quieren trascender; reciben como aplausos los horrores que causan. Buscan doblegar, a quien sea, con la vara del miedo, su mejor aliada. Para llegar a este objetivo siniestro cuenta con la prensa, que hace de mandadero.

Aquí se produce un hecho curioso. La condena periodística es, a la vez, una promoción del hecho condenado, buscada por los delincuentes.

Ahora mismo, el EPP –como otras veces– tiene secuestrada también a la prensa. Se vale de ella para publicar sus anuncios, para que se conozca qué hace y qué es capaz de hacer.

A la prensa no le queda otro camino, no puede ni debe evitar su función de publicar hechos que sean de interés general. Si hay un secuestro, se publica que hay un secuestro, aunque deba someterse a las exigencias de los secuestradores para difundir sus mensajes.

A pedido del gobierno, vinieron algunos expertos colombianos en la lucha antiterrorista. Se espera de ellos algún éxito contra el EPP. El problema es que las FARC actuaron por más de 50 años en las selvas colombianas sin que fuesen tocadas sino de refilón. Las FARC –que instruyeron a algunos dirigentes del EPP– se acabaron por voluntad de sus dirigentes cuando hace cuatro años firmaron la paz con el gobierno.

A propósito, los exdirigentes de las FARC, devenido partido político, el lunes pidieron perdón. “El secuestro –dijeron– fue un gravísimo error del que no podemos sino arrepentirnos” porque arrebataron a las víctimas “su libertad y su dignidad”. Secuestros y muchos otros crímenes que sirvieron solo para el terror sin que se moviese un milímetro la estructura social y política contra la que supuestamente combatían.

No vamos a esperar que el EPP siga las huellas civilizadas, luego de tantas barbaries, de quienes fueron sus mentores. Le va muy bien el negocio del secuestro y las extorsiones en un ambiente de tranquilidad. Sus integrantes se mueven con entera libertad por la selva y los poblados.

Leí en las redes sociales que con Stroessner el EPP estaría vivo una semana. Es cierto. Habría incendiado la selva sin importarle cuantos inocentes puedan morir. En un Estado de derecho no cabe la bestialidad. Si queremos seguir en democracia estamos obligados a respetar la ley. Eso sí, las autoridades encargadas de hacerla cumplir, administrativas o judiciales, no deben ser iguales o peores que los delincuentes a quienes se busca condenar.

Cuando escribía esta columna, el viernes, Óscar Denis seguía en poder de los delincuentes aun después de que sus familiares cumplieran con las exigencias que se les impuso, de acuerdo con las publicaciones periodísticas, acompañadas de abundantes fotografías.

También en este caso la prensa se vio obligada a sostener su rol de mensajera de los terroristas. Solo queda desear que Denis, y otros secuestrados, regresen a sus hogares de donde nunca tenían que haber salido empujados por la violencia sin sentido.

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