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OSVALDO GONZÁLEZ REAL

  ESCRITOS SOBRE LITERATURA PARAGUAYA Y OTROS ENSAYOS, 2013 - Por OSVALDO GONZÁLEZ REAL


ESCRITOS SOBRE LITERATURA PARAGUAYA Y OTROS ENSAYOS, 2013 - Por OSVALDO GONZÁLEZ REAL

ESCRITOS SOBRE LITERATURA PARAGUAYA Y OTROS ENSAYOS

 

Por OSVALDO GONZÁLEZ REAL

 

Editor:   SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Tapa: CAROLINA FALCONE

Asunción – Paraguay,

Colección: COLECCIÓN ACADEMIA PARAGUAYA DE LA LENGUA ESPAÑOLA Nº 8

Octubre 2013 (196 páginas)




BIOGRAFÍA

OSVALDO GONZÁLEZ REAL.

Crítico de arte, poeta y cuentista. Estudió en la Universidad de Hamline, E.E.U.U. y en Sophia de Tokio, Japón. Ha publicado el libro de cuentos El Mesías que no fue y Memoria del exilio (poemas). Ha sido profesor de Lengua inglesa, de Estética y de Literatura en varias universidades del país. Fue periodista de los diarios La Tribuna, ABC Color, Hoy, Última Hora, Noticias, y de las revistas culturales Alcor, Péndulo, Diálogo, Época y Criterio.

Es miembro de la Academia Paraguaya de La Lengua Española, del PEN Club, de la Sociedad de Escritores del Paraguay y de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. Traductor de Ráy Bradbury, T. S. Eliot y Ezra Pound. Se desempeñó como Director de la Escuela de Bellas Artes y como Viceministro de Cultura. Sus cuentos y poemas figuran en varias antologías nacionales y extranjeras como la de Teresa Méndez-Faith y Angel Flores. Como Director de Fomento del libro del M.E.C. ha participado de las Ferias de Frankfurt, Jerusalén y La Habana.

Ha sido invitado por el Consejo Británico y el Instituto Goethe de Múnich.

Fue varias veces curador de la Bienal de San Pablo y miembro de jurados internacionales. Ha sido condecorado con la medalla Simón Bolívar de la UNESCO y la Orden de las Palmas y las Letras del Ministerio de Cultura de Francia.

Ha publicado entre otras obras, el libro de cuentos:

EL MESÍAS QUE NO FUE y MEMORIA DEL EXILIO y POEMA SUTRA (poemas).


 

PRESENTACIÓN

Al pensar en los 85 años de existencia de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, la mirada se me escapa hacia aquel 1927, en que una pléyade de intelectuales paraguayos de primerísimo nivel se reunieron para darle existencia. Los dramáticos reclamos de la Historia hicieron languidecer la institución por mucho tiempo. Los conflictos limítrofes que desembocaron en la contienda chaqueña de 1932 a 35, las secuelas de la posguerra, pese a la victoria; las posteriores convulsiones políticas, la situación social, la lucha fratricida del 47, la dictadura de Higinio Morínigo, componen el contexto en que sobrevivió esta Academia.

La ausencia de Paraguay fue notoria en aquel Primer Congreso de Academias, realizado en México, en 1951, cuando a instancias del académico peruano Guillermo Hoyos se toma contacto con varios académicos paraguayos en la ciudad de Buenos Aires, constituyendo este encuentro, realizado en 1952, una segunda fundación. Ocho años después, la Academia Paraguaya de la Lengua se ve beneficiada, como el resto de las Academias de la Lengua Española, con el Convenio de Bogotá, firmado en 1960 y refrendado por el gobierno paraguayo en 1963, por el cual el Estado se comprometió, según la Ley 901, a otorgarle una sede y una suma anual para un funcionamiento digno.

Pasó la Dictadura de Alfredo Stroessner, sobrevino la transición, se vislumbraron esperanzas y desalientos; hoy se enfrenta el desafío de un Paraguay mejor, y la Academia continúa su tarea silenciosa, muchas veces inadvertida. Como una novia que supo esperar, a comienzos de 2012, esta recibe del Congreso Nacional la sede prometida, en un área de la Casa Josefina Plá, a la espera de la confirmación de una dote segura, que le permita dar frutos cada año con renovado esplendor.

El trabajo de las Academias la Lengua, congregadas en tomo a la Real Academia Española, no se limita a velar por el mantenimiento de las normas gramaticales, lexicográficas u ortográficas, sino también por el enriquecimiento de nuestra lengua por medio de la incorporación de los ricos aportes regionales de los países latinoamericanos. No se ciñe únicamente a la elaboración y actualización de los diversos diccionarios existentes o en preparación, además impulsa las investigaciones sobre la evolución de la lengua castellana en todos sus aspectos, y constituye un puente entre el hispanohablante y el conocimiento de la lengua en sí misma.

En homenaje a las ocho décadas y media de su fundación, la Junta Directiva decidió conmemorar este tiempo de vida institucional con la publicación de la Colección Academia Paraguaya de la Lengua Española, que en su primera etapa reúne trece títulos, cuyos autores son miembros reconocidos en el ámbito literario y de la investigación científica. Desde este lugar que hoy nos toca ocupar, hacemos votos porque la corporación que dirigimos sea generosa en logros y rigurosa en el cumplimiento de sus compromisos, augurándole una labor sostenida y prolífica.

Renée Ferrer Presidenta

Academia Paraguaya de la Lengua Española


 

 

PRÓLOGO

Este libro está compuesto de ensayos literarios, reseñas de libros y artículos publicados en periódicos y revistas nacionales desde 1970 hasta nuestros días. Abundan los prólogos escritos para libros de narradores.

Estos textos críticos pretenden dar una visión panorámica e integral de la cultura paraguaya en los últimos treinta años. Numerosos escritores han publicado libros de cuentos y novelas de alto nivel literario, siguiendo la huella de un Casaccia o un Roa Bastos, por citar a los más notables. La narrativa paraguaya actual ha sido enriquecida por una pléyade de autores que han sorprendido por su notable madurez y talento creador. Entre ellos cabe destacar el protagonismo femenino. En efecto, numerosas son las narradoras que se han destacado como novelistas o cuentistas: Raquel Saguier, Nila López, Renée Ferrer, Dirma Pardo, Susana Gertopan, Neida de Mendonca, Margarita Prieto Yegros, Lita Pérez Cáceres y otras, cuyas obras han sido comentadas en mis escritos.

En cuanto a los escritores, habrá que mencionar a los que han elegido temas históricos para su inspiración, tal el caso de Guido Rodríguez Alcalá, Helio Vera, Juan Bautista Rivarola, Pérez-Maricevich y otros, mencionados en este libro. Este trabajo también incluye un análisis de la obra de poetas actuales -algunos posmodemos-, como J.A. Rauskin, Raquel Chaves, Susy Delgado, Villagra Marsal, Miguel Angel Meza, Nila López, entre otros.

Los ensayos sobre Roa Bastos, todos ellos aparecidos en Ultima Hora, se refieren a la novelística del Premio Cervantes y su manejo de la oralidad, para incluir al guaraní en su escritura. El mestizaje cultural es otro de los temas abordados en este volumen, donde el bilingüismo y los mitos tienen su lugar, especialmente en relación a Yo El Supremo.

En cuanto a La Poesía agonal de José-Luis Appleyard, es un ensayo leído ante la Academia Paraguaya de la Lengua Española al ser recibido por la misma como Académico de Número en el año 2000.

El autor

 

JACOBO A. RAUSKIN

LA NOCHE DEL VIAJE

 

Se ha dicho que escribir poesía es “tratar de saldar una deuda cuyo insaciable acreedor no admite nombre”. La poesía es inalcanzable, está más allá de lo posible, y por eso mismo vale la pena intentarla. Todo libro sería, pues, un intento de cumplir esta tarea infinita, y el “sacrificio expiatorio” de una culpa insaldable. Rauskin parte de esta premisa. De allí su modestia, su descreimiento de lo retórico, lo solemne y lo pretencioso. Los “metarrelatos”, los paradigmas, los “textos” legitimadores de su saber, son Okara poty kue-mi y Rosicrán, no la Fenomenología del Espíritu. Rauskin es un “posmoderno”.

El contexto, el “topos” donde se mueven sus personajes es un ambiente de folklore urbano y suburbano: esa zona de semipenumbra y luces de neón que caracteriza las parrilladas, las vías férreas y los bares allende la Calle Ultima. Allí, en una geografía mítica que roza lo ‘’kitsch” se desencadena el destino de los personajes: una viuda, un vendedor de lotería, un repartidor de gaseosas, un profesor de gimnasia, una vendedora de pasteles, una secretaria de pasquín nocturno, un pendolista. Detalles nimios y banales de una existencia simbolizada por botones, relojes, cupos de azúcar, plumeros y rosas de plástico, conforman el universo rauskiniano, con su despliegue de mitos que se van muriendo de muerte natural con el implacable transcurso del tiempo. La descripción de los hechos es fenomenológica, no se hacen juicios morales ni estéticos. Se muestra la pura y prosaica apariencia de las cosas para revelar -oblicuamente, al sesgo- el sentimiento oculto entre los pliegues del lenguaje. Sus prosas son ejercicios que me atrevería a llamar “intrépidos” y “lenguajeros”, no calculados ni discursivos. Más que tabla de valores el idioma es aquí generador de formas, liberador e ingenuo, “naif ’ a su manera.

Los “juegos de lenguaje” son -sin embargo- importantes en la poesía de Rauskin: Celestino Gutiérrez, héroe de una historia, se convierte en Gutiérrez de Cetina, el campo se vuelve “camposanto”, el esnobismo: abismo.

En la poesía de Rauskin nos encontramos con un marco “histórico-mítico” signado por un permanente matriarcado. En esa patria arcádica, amenazada, intermitentemente, por la Gran Inundación, se yergue un mundo de “realismo mágico” que parodia el “beatus ille” latino. Es que Rauskin es un auténtico escritor de lo “umbrío”, de lo pastoril -de lo ecológico, diríamos ahora-. Allí están sus “Tres Idilios” como ejemplo de su erotismo pánico. La ninfa -personaje infaltable en su obra- reaparece, como siempre, al borde del arroyo, “saliendo del baño para ir a parar al amor”. Y, así, el poeta sueña y viaja por el cielo interior de su “ninfa constante” hacia una luna inalcanzable, eterno símbolo de la poesía.



NEIDA DE MENDONÇA

GOLPE DE LUZ

 

La obra de Neida de Mendoza, Golpe de luz, narra -a través de páginas sueltas de un Diario y de cartas escritas a un analista- el itinerario de un alma hipersensible, que se va descubriendo a sí misma y que, de pronto, nace a un mundo desconocido para ella: el de los seres humanos. Esta epifanía del ser de una artista nata, se da por medio del progresivo recuento de una vida no vivida para sí misma, sino en función de los otros. Es, pues, en última instancia, la descripción dramática y detallada (poniendo el corazón al desnudo) de una libertad a la cual se había renunciado y que, hoy, se asume con toda la responsabilidad que lleva consigo.

El personaje de la obra -Beatriz-, en un esfuerzo supremo de auscultación síquica (ayudada por su analista) va descubriendo los ocultos móviles de su constante postergación a la vida auténtica, los ocultos resortes de una conciencia alienada, que eligió una relación simbiótica con el ser amado. El desvelamiento paulatino de esta odisea interior es -en realidad- el argumento de esta narración perteneciente al género confesional (tan femenino en su esencia) que ha dado tantas obras maestras a la literatura. La sensibilidad estética de una vida cultivada en los libros, el mundo del arte y los viajes, aparece reflejada en la prosa sutil y poética de Neida de Mendonça, plena de vivencias existenciales y de un lirismo que se desborda -a veces- en imágenes insólitas. Aunque la narración gira, básicamente, sobre el fallido suicidio de la heroína: este desborde confesional -al estilo francés- nos presenta las intimidades espirituales de un alma exquisita que encuentra el mundo demasiado vulgar y demasiado injusto. Llegamos, ahora, a la conclusión lógica de esta historia: el personaje se revela, al fin, como un ser esencialmente rebelde y revolucionario. En efecto: ha preferido la libertad, a la opresión; ha decidido ser dueña de su propio destino.

He aquí la enseñanza que se desprende de Golpe de luz y que constituye un grito testimonial dentro de la vertiente de la liberación femenina.


 

JUAN BAUTISTA RIVAROLA MATTO

LA ISLA SIN MAR

 

En esta novela excepcional -escrita por todo un pueblo, encarnado en su amanuense-, asistimos a la despiadada y lúcida búsqueda de un sentido, de una clave que explique el absurdo destino al que están condenados los pueblos que, como el paraguayo, transitan al margen de la historia de la humanidad, encerrados en una mediterraneidad física y espiritual, y que, con el subdesarrollo económico, arrastran un pasado mítico que no parece adecuarse a la racionalidad que implica la civilización. Sus protagonistas son mitad seres de carne y hueso, mitad sueños o fantasmas o alucinaciones. Desmembramientos, guerras, revoluciones, dictaduras, forman el sino de esta “isla sin mar” llamada Paraguay.

En algún momento se nos induce a creer que todo esto se debe al hecho de que la República ha sido fundada por un puñado de náufragos, los cuales han abandonado en este lugar sus fantásticas ilusiones de hallar El Dorado, la tierra de Paitití. Un mito los ha traído a estas tierras, solo un mito podrá mantenerlos vivos en medio de la frustración y del fracaso. Este mundo sublunar es una especie de limbo, lugar de sueños pesarosos, sitio de pesadillas evitado por los demonios y aborrecido por los ángeles. Si el demiurgo creó para no aburrirse este paraje poblado de marionetas, que juegan a ser auténticas artífices de su destino, no hay esperanza de salvación para los habitantes, atormentados por mosquitos, de este círculo extramural del infierno. Los personajes nacen y mueren antes de descubrir la secreta clave de su condición, la llave que abra las puertas del oscuro laberinto al que han sido arrojados por las vicisitudes de la historia. La reconstrucción de la Provincia Gigante de las Indias es una de las utopías descabelladas que quitan el sueño y agotan la mente alucinada de historiadores y caudillos; poetas y escritores tratan de desentrañar las razones y causas que produjeron este fiasco inaudito: la historia del Paraguay. Se nos remite al antiguo mito del “Yvy Maraé’y”, la Tierra sin Mal, lugar aparentemente perdido y que debe ser recuperado en una peregrinación desaforada a través del continente americano. El Paraguay, de alguna manera, estaría condenado a participar y sufrir en la búsqueda de este paraíso perdido. Su atribulada historia es un intento de encontrar una salida. A través de luchas sangrientas ha tratado de encontrar su propia identidad como pueblo con destino significativo. Esta es la historia de la búsqueda de ese significado.

Diagonal de sangre o Manlove

El libro de Rivarola Matto, que tengo el honor de presentar, ha sido descrito por el mismo autor como un “morangú pucú (una larga leyenda) creada por un pueblo superior a su destino. El libro es, indudablemente, eso, y mucho más: es una obra de indagación profunda realizada por un novelista que se confiesa abrumado por la Historia y por la increíble imaginación e inventiva de que esta hace gala, en la ingente tarea que -un escritor famoso y los adeptos a la kábala- han dado en llamar: la conversión del mundo en libro (de Historia, se entiende).

Diagonal de sangre, basada en documentos fidedignos, en el realismo mágico y en la “tradición oral de los historiadores”, tiene, como epígrafe de sus diversos capítulos, citas sacadas de la mitología de los mbyá guaraní; del clamor de estos hacia Nuestro Padre Ñamandú Verdadero, el Primero. Esto crea un contexto muy especial para el desarrollo de las peripecias que se van a relatar, a veces a la manera de un Toynbee, a veces con la fabulación de un Emilio Salgari.

Desde el primer momento, Rivarola Matto nos da la clave de su increíble friso rayano en lo homérico. Nos advierte que esta no es una novela histórica, sino una novela de la Historia. ¿Quién escribe realmente la epopeya humana: ¿Dios?, ¿o el pueblo, que parece estar hecho de una materia indestructible? Todos estos interrogantes se plantea el lector avisado al hojear las páginas de Diagonal de sangre. No soy yo el más apto para clasificarla dentro de un género específico, aunque es literatura de la mejor y también historia, y quizá mucho más aún: auténtica leyenda. Esa leyenda que rehizo y reconstruyó la nacionalidad paraguaya, después del descalabro supremo.

El hombre, que se cree artífice de su propio destino, denosta a los dioses y -a la manera del Prometeo, de Goethe- los acusa de envidia y de intervención maliciosa en los negocios humanos. El autor, en el prólogo del libro cita a Rafael Barrett de El dolor paraguayo, en aquel párrafo famoso que dice: “No se ha obedecido a López impunemente, la sombra de aquel hombre siniestro, a quien se puede aborrecer, pero no achicar, oscurece la conciencia de los viejos y tal vez ha impregnado la sangre de los niños Y tenemos que reconocer que ese extranjero -quien nos conocía mejor que nosotros mismos- dio en el clavo. Todos hemos nacido bajo la sombra -inicua para unos, gloriosa para otros- del Mariscal. Nuestra sangre está verdaderamente impregnada de esa lucha a muerte que en nuestro interior libran dos tendencias antagónicas -y quizá complementarias-: el lopizmo y el antilopizmo. Quizá no sean sino las dos caras de la misma moneda de la que están hechas las monedas que la Historia arroja sobre el tapete del mundo, al azar: como en un juego de dados cósmico, en el cual tenemos que participar, a la fuerza.

Los personajes de Diagonal de sangre, entre ellos Manlove -quizá su protagonista principal- van a tener como escenario de sus aventuras a “una de esas republiquetas bárbaras, sudamericanas, brotadas como yuyos de las ruinas del gran imperio colonial español”, a decir del autor. Este país, llamado Paraguay, estaba lejos de todas partes, abandonado de la mano de Dios; isla sin mar, crecida al margen de la historia; un verdadero absurdo en el tiempo y en el espacio, esta nación utópica -a la manera del Erewhon, de Samuel Butler-, había caído -finalmente- en las garras de la historia desde el momento en que la Guerra Grande había comenzado a provocar especulaciones en el mercado financiero internacional. La historia se repite: nuestro país es noticia, solamente cuando roza los intereses de otras naciones, más poderosas, o cuando -a través de alguna monstruosidad política- marcha a contrapelo de la historia. A este paraíso, que se convierte en un infierno cada verano, vienen en busca de lo maravilloso, extranjeros atraídos por las exóticas descripciones de los viajeros, de la clase de un Richard Burton, traductor de Las mil y una noches. Y así llegan Manlove, Kirkland y lord Staplet. “Nosotros nos inclinamos por la verdad de la leyenda ”, dice el autor en algún párrafo de su porfiada búsqueda de la verdad. Y nosotros nos inclinamos ante ese pensamiento. Para los hombres, la leyenda es más que la historia -sabe más que las elucubraciones de sesudos eruditos- y además colma una necesidad ancestral: explicar lo inexplicable.

Se trata de explicar la guerra, encontrar un culpable: desde las manipulaciones de una factoría inglesa de ultramar llamada Buenos Aires, pasando por las maquinaciones del Foreign Office, hasta los dolores de muelas del Mariscal. ¿Y por qué no? La historia está hecha de grandezas y pequeñeces, como la famosa nariz de Cleopatra, cuyo tamaño pudo haber cambiado el destino de la humanidad.

El mayor de caballería James Manlove, excombatiente sudista en la guerra civil norteamericana, va a confundir su destino de soldado idealista, de causas perdidas, con el de la nación paraguaya. Al ofrecer sus servicios como corsario para hostigar a la flota aliada, juega una carta que podría ser definitiva en el desenvolvimiento de la guerra del Paraguay. Su descabellada, pero genial oferta, cae en los sordos oídos de un tibio, de un abúlico empleado del servicio diplomático, de un burócrata. La Sagrada Escritura nos advierte y nos aconseja en relación a este tipo de personas. Los holgazanes que no se quieren comprometer en nada, que pretenden que la historia se haga sola, sin la participación de la voluntad humana. Les están reservados los círculos más profundos del Infierno.

Cándido Bareiro, un escéptico: no cree en este universo de trámites inútiles. Es demasiado lúcido, la duda lo ha paralizado para la acción. Manlove es todo lo contrario, es un “tilingo”, un hombre de acción. Está hecho de la fibra de aquellos que no temen ser héroes o traidores. De los que pueden sentirse culpables del futuro, que es amasado con los aciertos o los errores del pasado de un pueblo. Nuestro amargo destino de pueblo sojuzgado ¿fue la responsabilidad, la creación de seres como Francia, López, Mitre, Sarmiento, Caxias, las logias masónicas, Bareiro, quizá? ¿Todos ellos, o tal vez ninguno? ¿Era para la posteridad, para la historia, necesaria nuestra derrota? Estas y otras preguntas nos hacemos al leer Diagonal de sangre, que en el fondo pretende ser una filosofía de la historia, muy “sui géneris”.

La casualidad interviene constantemente en la historia; pero hasta el azar tiene sus leyes, nos dice Rivarola Matto, en un apartado de su obra donde se discute la naturaleza y la esencia de la misma. Y, finalmente, se llega a la exclamación: ¡En la Guerra Grande, hasta Dios peleó en contra de los paraguayos! Dios habría tenido sus razones.

En Diagonal de sangre se habla también de la ceguera del mando absoluto, de la crueldad de la tiranía, de un hombre que creyó que el Paraguay era patrimonio suyo y de su familia, que aniquiló a la clase dirigente en San Femando, que pensó que su patria moría con él; que, víctima de un nacionalismo exacerbado, se olvidó de los derechos humanos; que creó un mito que todavía no ha muerto. Todas estas cosas se discuten en Diagonal de sangre en un intento de llegar a la verdad de nuestra historia. El escritor, según sus propias palabras, es imparcial -aunque apasionado- y espera que el lector de esta extraordinaria “novela de la historia” saque sus propias conclusiones.

“Jaimito el amoroso”, James Manlove, fue el loco que le faltó a esa mano de cartas que se jugó en la mesa ineluctable de nuestra historia. Ella se la guardó en la manga, pero no se decidió a tirarla. Nuestro destino sudamericano tal vez se jugó con cartas marcadas.


 

MARGOT MICHELAGNOLI

POESIA DE LUCES Y SOMBRAS

 

La poesía existencial de Margot nos invita a habitar “un mundo de tinieblas, de soles apagados ”, aparente morada del poeta desterrado de la luz. Como en los inicios del mundo, de ese lugar mítico surgen destellos, entre las sombras. Es la zona sagrada de la creación, el lugar donde se gestan los sueños, las esperanzas. Los versos crean una ventana para mirar al mundo, con asombro. El amor, las pasiones, el tiempo, desfilan frente al observador, como vagas imágenes de un sueño infinito. Otras veces, es una puerta abierta hacia el mundo perdido de la infancia: sentada “frente al portón del tiempo, los pies descalzos, como en sueños Se habla, con nostalgia, de nombres que el “amor” inscribió en la corteza de los árboles; del tiempo perdido, ya irrecuperable. Este sentimiento de la ausencia irremediable de los días idos, se manifiesta, también, en los poemas premonitorios de la muerte: “Así como al descuido/ se borrará mi vida/ de mi quieto jardín La preocupación por la nada, por el vacío de una existencia que hay que llenar minuciosamente con algo (los hijos, las cosas, los años) hace que aparezca el tedio, el absurdo de la existencia y se los exprese en los versos siguientes:

“Navego la misteriosa/patria de la muerte”. El deseo delimita a “No despertar ya más a este/pesado río de la vida/y concluir mi historia Pero, ese río de Heráclito que configura la vida humana se ha de navegar en ‘'barco sin brisa, ni agua ”, con dolor.

Los sufrimientos del hombre se pierden en un vasto mundo: “Sin sonido/en silencio/como lava ardiente/ en vertiginoso quemante/ olvido”.

La absoluta lucidez mental de Margot la lleva a interrogarse sobre la realidad de su propia existencia: “No sé si existo/ o es sueño esta mañana”. El “tedio” que engendra la rutina “Es vivir ya con la muerte”. En el poema “Blanco”, color “pavoroso” del que hablaba Poe, la poetisa iguala la vida, las paredes, los sueños y la muerte, a la vacua blancura de la tela de sus cuadros. Aquí se plantea el dilema de su existencia doble: “Yo cometí el pecado:/ ser mujer y artista ”. Así habla en un poema donde se queja de la incomprensión y de la pesada carga del destino.

La ternura, el sentimiento maternal se manifiestan en algunos poemas dedicados a los hijos: Guido Juan, Miguel María, Lupe, Paola, Fátima. Los desencuentros, la incomunicación entre las generaciones se muestran en un verso al “hijo pródigo”, que dice: “¿En qué recodo de la vida/ te he perdido?/ ¿Qué noche fue que no sentí/ tu ausencia?/ ¿En qué frívolo estanque invernaba/ mi alma?”. Los jóvenes son: “en lo ignoto de su ser: poesía de otro tiempo ”. Ella tiene conciencia del abismo que se puede abrir entre los padres y los hijos, entre los seres queridos; entre uno mismo y su alma.

El sentimiento hacia la Patria y la sensibilidad ante los problemas sociales no están ausentes de la visión poética de Margot. En efecto, sus poemas a la Chacarita destilan preocupación por la suerte de los desheredados, por los habitantes del limo, por ese lugar en que “conviven el ultraje, la miseria, la poesía”. Al igual que en su poema sobre las “Favelas” donde los negros viven en “Anegados ranchos/ mezcla de olor a perro/y a sudor de muerte”, en los versos destinados a los habitantes de nuestras riberas se refiere, en especial, a su “comadre”, esa mujer abnegada: “Seca sus manos de insufribles soles” y cuyos ojos “como lluvia triste ríen/ en la oscura noche de su raza”. En cuanto a la Patria: es "Una misma penuria/ Tiempo olvido/ de norte a sur”. La geografía mítica de esta añorada patria está dada por los “antiguos senderos de la infancia” y por los “patios de profundos mangales”, imágenes que desafían al olvido. Las aguas perdidas, los ríos, el mar, las plazas, las gaviotas, se conjugan con la figura del padre “militar de hierro ” y la madre “una dama, con señorío y belleza” para completar la imagen del universo perdido, en la lejanía del tiempo. Pero no hay que olvidar que la verdadera patria del poeta es la poesía y que en los versos de Margot -a pesar de las tinieblas, a pesar de la angustia- se vislumbra la presencia de ese “paraíso perdido” cuyo recuerdo, evocado en el lenguaje, transfigura la vida.


 

CARLA FABRI

SU POESIA

 

La poesía de Carla Fabri participa de una polaridad, de un antagonismo esencial: aquel límite oscuro y misterioso que separa la inocencia de la transgresión. En efecto, a través de sus versos somos testigos de una constante confrontación entre dos universos contrarios y, a la vez, complementarios, como el agua y el fuego de los primeros filósofos.

La inspiración poética surge, como una chispa, de un fuego interior que se rebela y lucha, denodadamente, contra la opresión y la asfixia de un entorno que reprime la pasión y la espontaneidad de la naturaleza humana. La sensación que predomina es la de vuelo, como de pluma o pájaro, aligerado de la gravedad, no en vano el poemario se titula “Sándalo rojo”: aspiramos, constantemente, el bálsamo perfumado que invade la obra como un efluvio silencioso. Esta melodía callada, que de pronto nos remite a una infancia -aparentemente perdida y, finalmente, encontrada- recorre como un hilo invisible y tenso las líneas de este libro. Pero, simultáneamente, aparecerán: el miedo, las trampas, la desobediencia, lo tenebroso. La realidad de un mundo despiadado y cruel se sobrepondrá a la inocencia temprana. Finalmente, la infancia es inmolada, “entre jazmines”, y la vida, del otro lado del espanto, se yergue -impasible- ante el dolor y la muerte. Uno de los poemas más logrados es aquel donde se habla de la creación de los pétalos de una flor. El misterio y el milagro de la naturaleza están descritos en su alquimia esencial. La escritora, que habla de la inocencia, del agua y el mar, no se olvida de cantar al amor, a la “furia y el deseo” de los cuerpos abrasados por una pasión, casi pagana.

El placer llegará como un duende descalzo y silencioso para libar los frutos prohibidos, para aspirar el aroma de una piel perfumada y tersa. De nuevo la escritora invoca a su elemento primigenio y esencial: al fuego, la fogata que se enciende y se apaga, y cuyas cenizas todavía siguen amando, y ardiendo después del encuentro amoroso: así se manifiesta la fuerza de Eros en este poemario. Ella volverá como hoja o lluvia en infinitos avatares.

No está ausente de “Sándalo rojo” la preocupación metafísica, la angustia existencial de un ser que se pregunta por su origen. Descubrimos, en un tono casi dantesco, la genealogía, la génesis mítica de la poetisa. En un grito prometéico asciende hacia sus ancestros celestes, como habitante del trueno y del relámpago. En cuanto a la poesía de la autora, está claramente definida en aquel poema fundacional que dice: “Cuando aprenda del silencio/ invente la palabra/y descubra el poema/ entonces sabré/ todas las cosas”.

De esta manera, Carla sustenta la creencia de los poetas modernos que postulan que la verdadera poesía es revelación, develamiento y sabiduría. El juego estético y los elementos estilísticos están desarrollados en función al develamiento de lo oculto, a la iluminación de las sombras que oscurecen la condición humana.


 

CONCEPCION LEYES DE CHAVS

RIO LUNADO

 

La obra Río lunado (1951) que desglosa los mitos y leyendas de nuestro país, es una de las obras más notables de la escritora María Concepción Leyes de Chaves (1891-1985), inscripta dentro de la corriente nacionalista de revalorización de lo autóctono. Esta tendencia -como muy acertadamente la califica Josefina Plá- ",halló en periodos posteriores acomodo y justificación en el plano literario al identificarse con las corrientes americanistas que preconizaban con fervor la revalorización de lo propio americano en literatura: indigenismo, nativismo, criollismo Este tipo de narrativa, que podemos clasificar como de posguerra, va del costumbrismo al nativismo y se propone incursionar en el exotismo, en boga, cuyo precursor en nuestro medio fuera Natalicio González, a través de la publicación de la revista Guarania.

Según Roque Vallejos en su libro La literatura paraguaya, esta modalidad estilística está influida por el mondonovismo brasilero y el folclorismo rioplatense. El lenguaje de estas obras, de tipo modernista, era atildado, lujoso de índole flaubertiana.

La autora de esta exquisita obra también escribió la novela Tava-í en 1941 y Madame Lynch en 1957. Se la cita como dramaturga a raíz de la publicación de la obra teatral Urutau, impresa en 1941. Todos los críticos coinciden en alabar la prosa deliberadamente poética y alambicada de doña Concepción Leyes de Chaves, quien se inspiró -seguramente- en modelos franceses y tuvo la influencia de escritores como Goycoechea Menéndez y otros cultores de la tónica modernista de su época, como Lugones.

Se ha dicho que todas estas obras reflejarían un “narcisismo nacionalista” contrario a una conciencia crítica de la realidad (Josefina Plá), pero, quizá, era un momento crucial de nuestra historia que exigía una reconstitución de nuestra identidad y una autoafirmación necesaria después de la guerra.

Estos mitos y leyendas, algunos de los cuales se inspiran en “Ñande Ypy cuera", de Narciso R. Colmán, y en las cosmogonías de los guaraníes, se basa en investigaciones exhaustivas y, si se quiere, eruditas. Doña Concepción, prácticamente reconstruye y recrea los tiempos míticos en que se mueven los personajes de estas creencias. Con un lenguaje altamente lírico y utilizando constantemente nombres y frases en guaraní, ella nos sumerge en un mundo mágico, en una geografía adánica, como si estuviéramos en los comienzos del mundo. De esta manera nos describe los orígenes de plantas como el Kaá, la Victoria Regia (Yrupé), la historia del Ñandutí, las creencias antiguas sobre Paí-Zume (el Santo Tomás, autóctono) y se refiere, también, a las

creencias apocalípticas de los guaraníes, como es el caso del “tigre azul” (Yagua-veve), que vendrá, al final de los tiempos, a destruir el mundo y que está íntimamente relacionado con el mito de los “gemelos”.

Hemos dicho que la tersa prosa de Doña Concepción -alabada por Hugo Rodríguez-Alcalá, en su Historia de la literatura paraguaya- posee el don de transportamos, como en un sueño maravilloso, al tiempo del origen, al inicio del tiempo, cuando nuestros antepasados (los abuelos primigenios) caminaban sobre la faz del paraíso. Se habla, en Río lunado de la Tierra donde no existe el mal, el Yvy-Maraé ’y de los antiguos chamanes guaraníes.

El amor y respeto a la naturaleza, propio de los personajes de estas leyendas, nos recuerda la preocupación ecológica de nuestro tiempo. Los indígenas eran muy conscientes de la necesidad de este equilibrio “Hombre-Naturaleza” y nos han dado un gran ejemplo de sabiduría con su conducta.

Podemos afirmar que este libro constituyó un importante hito dentro de la literatura paraguaya en el momento de su aparición. Resucita un mundo arquetípico, un modelo que constituye la matriz del inconsciente colectivo nacional. Es un intento, literariamente muy bien logrado, de recuperar las raíces de nuestro imaginario colectivo y la restauración de nuestro bagaje ancestral, tan ignorado y abandonado en estos tiempos menesterosos, que apelan -para salvarse- a la potencia de los mitos.


 

DELFINA ACOSTA

SU POESIA

 

En Todas las voces mujer (1986), la ironía de la autora campea con toda la fuerza de la lucidez vital. Son los versos de una mujer que se rebela por haber sido arrojada de bruces a la intemperie del mundo. Se ha cansado de tomar el té, con parsimonia, y a medir el tiempo, la aburrida rutina con cucharillas de plata en tazas de porcelana. También, nos recuerda que la gente combate la angustia y la náusea de vivir con píldoras multicolores, a la vera del insomnio, a las tres de la mañana: esa hora fatal que marca la medianoche del alma. Aparecen, de pronto, sustancias peligrosas como el cianuro (suicida), el argón y otros compuestos raros —de la vieja alquimia- que sirven para iluminar los oscuros rincones de la memoria. La poetisa, en algún momento, se pone su máscara de neurasténica, pero no se olvida de que es artista, y respetando su vocación: inventa un mar y la debida pena. Cuando Delfina transita la selva de cemento y quiere escapar de ella, no duda en huir los domingos hacia el zoológico y dar rosetas de maíz a los monos.

En Versos de Amor y de Locura, surge la nostalgia por el mundo perdido de la infancia, y la aparición de la realidad actual: cuando la carne se deshoja -como un rosal, en otoño-, cuando llega el crepúsculo de la vida y la disyuntiva es morir o envejecer. Los versos a la madre que agoniza, por otra parte, nos la describen gimiendo a su lado, como la cría de una loba. Se queja a Dios de esta vida perra llena de espanto.

En este poemario se experimenta el absurdo de la existencia y la presencia de la Nada que merodea, circunvalando a su víctima, para arrojarla al vacío de la muerte. En otro momento, se dirige a su amado diciendo que su sueño de amor es un verso de crepúsculo/un lobo de ojos tristes reclinado/sobre su mal pues se perdió en el bosque/y el viento en sus oídos es engaño: una costumbre perra de amar. Es indudable, que en la formidable obra poética de Delfina Acosta: Más puede su palabra que el olvido.

El club de los melancólicos

El creador del sicoanálisis, Sigmund Freud, había dicho que la melancolía era un duelo por la pérdida del ser amado. Esto produciría una depresión (una especie de “enfermedad del alma”) que llevaría a la persona afectada hacia la ensoñación, a una tristeza - que según los escritores románticos - favorece la creatividad. De allí que algunos grandes poetas y novelistas hayan sido atacados por esa “dulce y voluptuosa” enfermedad. Como ejemplos notables tenemos a Poe y Baudelaire cuya obra ilustra lo afirmado anteriormente.

En el caso de los cuentos de Delfina encontramos varios de los síntomas característicos de la melancolía en muchos de sus personajes y en la atmósfera de pesadilla en que viven: alguna obra de Beethoven (para Elisa) ejecutada en el piano inglés de tres pedales, el pájaro solitario que canta, de pronto, en una rama, una mariposa llevada por un ejército de hormigas, el viento que arrastra hojas de otoño, son elementos que caracterizan su estilo. Justamente, el titulado como el libro en cuestión, es un verdadero “club” de desesperados que se reúnen para consolarse mutuamente y paliar su soledad mientras escuchan embelesados A mi manera de Frank Sinatra. Para ser miembro de esta extraña asociación hay que obedecer ciertas reglas como la de “concebir la vida como un disgusto, un desaire, un pensamiento triste que despeina”, en fin, intercambiar suspiros con los asmáticos y evitar a los felices. No se puede encarar el mundo en base a aspirinas y Alprazolán, expresa con voz cansada uno de los socios. La llovizna otoñal siempre acompaña la lectura de versos como “veinte poemas de amor...” de Neruda, etc.. Pero la melancolía es “una caja de Pandora” donde hay de todo, inclusive el amor. Y así se disgrega esta rara institución cuando una de las parejas decide casarse. Por otra parte, la heroína del “El contrato” lee Madame Bovary y especula con el suicidio de la mujer engañada. Otra, aparece en una conferencia, seduce a un joven y luego desaparece como un fantasma. Era un fantasma? O, simplemente la elucubración de una escritora que no sabe como terminar un cuento?



GUIDO RODRIGUEZ ALCALA

SUS CUENTOS

 

El Corpus narrativo de Guido Rodríguez Alcalá es de un amplio registro en cuanto a los temas y el estilo. En efecto, ha publicado varias novelas, libros de cuento, poesía y ensayos. En todos ellos se nota su profundo conocimiento de la lengua y el uso funcional de la misma de acuerdo con el asunto. En cuanto a su temática, Guido ocupa uno de los lugares más relevantes dentro de la literatura paraguaya de denuncia: tanto de los abusos de los políticos como el de la situación angustiosa de los campesinos sin tierra y la situación de las etnias indígenas o pueblos originarios que demandan la devolución de sus tierras ancestrales. Ayuda muchísimo, en este sentido, su profundo conocimiento de la historia patria, desde los orígenes de nuestra nacionalidad hasta el momento presente: el de la interminable “transición democrática” de curso. El escritor, ha buceado en las fuentes de la ideología autoritaria que condiciona los avatares políticos de nuestra sociedad. Ha mostrado, en sus ensayos, ser un investigador avezado y competente.

Lo dicho, anteriormente, se aplica sobradamente, en este libro de cuentos donde los protagonistas se mueven en una atmósfera de terror que signa cotidianamente sus vidas. Se trata de la época de la dictadura stronista con su parafemalia de torturas, delaciones, persecuciones y humillaciones de la persona humana. Gente decente, como la Srta. González, profesora normal del cuento Gloria sufre escarnios en las cárceles del tirano y es, injustamente, acusada de conspiración dentro de un orden paranoico de tipo fascista.

La corrupción de los gobernadores, intendentes y esbirros del gobierno se desvela a través de individuos como el estanciero prepotente y asesino, de otra de las narraciones en cuestión.

Pero, es, en su manejo magistral de los contextos históricos donde el narrador se destaca como fabulador y creador de caracteres insólitos. Es el caso de El Marqués de Guaraní, falso noble que trae un mensaje secreto para Fernando VII -Rey de España- por la gracia de Dios, y restaurado en el trono después de las invasiones napoleónicas. Aquí, se logra una excelente recreación de la época. No se sabe, a ciencia cierta, si dicho marqués es un impostor, un espía o un traidor. En cualquiera de los casos merecerá la horca y será torturado como corresponde. A través de las peripecias del apócrifo aristócrata se nos describe la corrupción de la corte de su majestad con sus paniaguados, favoritos, leguleyos y cómicos de la legua.

En la atrabilaria interpretación de los códigos hecha por jueces venales, dignos de la Santa Inquisición, el autor, nos muestra, de paso, -como abogado- su manejo de la jerga jurídica de la época y los avatares de la hermenéutica y casuística teológica de la época. Se ironiza, amargamente, sobre las intrigas palaciegas y las postergaciones (kafkianas) del condenado, para acceder al Rey.

La personificación de Stroessner en El Rubio nos describe -a través de un vidrio oscuro- las barbaridades perpetradas durante la “larga noche” del tirano y al estamento militar que obsecuentemente, lo adulaba. ¿Qué sucede cuando un pobre chacariteño tullido -por demás- accede a las más altas instancias del poder omnímodo, debido a un extraño azar? ¿Se llegó en algún momento a la complicidad y la colaboración de ciertos músicos y artistas? Guido Rodríguez Alcalá, parece denunciar -con conocimiento de causa- la perversión de todos los valores, bajo un despotismo brutal.


 

FRANCISCO PEREZ MARICEVICH

MEMORIA DE PASCUAL RUIZ

 

La cuentística de Pérez-Maricevieh, publicada entre 1964 y 1970, reúne obras que participaban de un estilo relacionado con las nuevas corrientes de la narrativa latinoamericana. Lenguaje, por momentos, plenamente coloquial, ciertos indicios de realismo mágico, creación de atmósfera más que profundización sociológica del ánimo de los personajes. Los maestros del relato del continente habían creado cierto lenguaje literario para nombrar y describir nuestra peculiar realidad sudamericana. Los personajes son muy parecidos: políticos de medio pelo, militares mandones y analfabetos, mujeres livianas, ávidas de lujo y poder, funcionarios corruptos y venales. Esta era la fauna que alimentaba la imaginación de los escritores del Tercer Mundo. El autor de esta colección de cuentos no es ajeno a las tendencias descritas más arriba. En tono muy personal que amalgama cierta ironía condescendiente, un análisis pormenorizado de hechos reales e imaginarios y un vocabulario directo y desenfadado, el escritor hace una crítica acerba al régimen imperante en su patria. Los protagonistas se mueven dentro de un ámbito de conspiración permanente. Son arribistas notorios, parias sociales, entelequias de un mundo demencial e inhumano. Todos quieren llegar a la cima sin importarles los medios. Su maquiavelismo es obvio. Su ambición desmedida; sin embargo, los condena al fracaso y al ostracismo moral y político. En el cuento El coronel mientras agonizo, que tiene un título que nos recuerda a Faulkner -quizá, no por accidente-, el presidente de una “república bananera” se explaya en primera persona, narrando los pormenores de la traición que lo radiará del poder. El, que se cree muy inteligente, es engañado por sus amigos de mayor confianza. Cae en una sutilísima trampa montada como una maquinaria de relojería por súbditos supuestamente incapaces. Son la escoria humana, los minusválidos morales, los que aquí triunfan. El cuento termina con una reflexión existencial, casi filosófica, de la víctima. Con Gualambau del viento, Pérez-Maricevich, experimenta desde el bilingüismo paraguayo. Los personajes utilizan frases en guaraní (traducidas por el autor, al pie de la página) que agregan un sabor oral -opuesto al puramente literario- a la obra. Hay un efecto de “flashback”, de vuelta al pasado, a través de un ir y venir de la memoria de uno de los protagonistas. En la dimensión onírica -de tinte surrealista- se rememoran las atrocidades cometidas contra los guerrilleros izquierdistas, cuyos cadáveres eran arrojados al río. Dos realidades, una aparentemente banal y cotidiana y otra atroz y macabra, se yuxtaponen y complementan como en un collage. Se pasa de una dimensión a otra, sin solución de continuidad, como en una pesadilla. En Guitarra al amanecer somos testigos de los hechos horribles que suceden en un pueblo durante una de las tantas revoluciones que devastan nuestro país. La religiosidad popular con sus mitos y supersticiones es el trasfondo de esta historia. Los participantes de la misma se mueven, como dentro de una pesadilla, cada cual con su delirio propio. El autor maneja con soltura y gran conocimiento de causa la sicología de la mujer de pueblo: sus ilusiones, sus motivaciones y creencias. Es un cuento signado por el aliento de la muerte.

Tampoco Memoria de Pascual Ruiz deja de ser un caso sucedido durante La Revolución que devora a sus hijos. Como los personajes de Rulfo (de la Revolución Mexicana) aquí se asesinan unos a otros y el arrepentimiento no llega a paliar la desmesura de los crímenes cometidos. La preocupación de Pérez-Maricevich se relaciona, constantemente, con la conciencia culpable de los personajes y las vicisitudes de la memoria mutilada. En cuanto a los demás, podemos decir que El encuentro es un delirio relacionado con el tema del “doble”, del mellizo que llevamos todos los hombres en nuestro interior. Matamos, sin saberlo, nuestro propio Yo. En Crónica verídica del suceso Caacupé, leemos un texto basado sobre un cuento de Roa Bastos que sirve de punto de partida para la obra.

Es este un interesante experimento literario. Propone de alguna manera la posibilidad de otro punto de vista, otra versión de lo ocurrido en Borrador de un informe, de Roa Bastos. El recuento de tinte periodístico, postula una “otra” realidad, oculta al lector por los velos de la propaganda partidaria. Esta obra es, de nuevo, una lúcida denuncia a los manipuladores de la información periodística y a los voceros del partido oficialista de la época de la dictadura. El cuento tiene un referente real en el ataque del gobierno contra el semanario Comunidad, publicación contestataria relacionada con la Iglesia en aquella época.

Para terminar, podemos decir que esta colección incluye un relato fantástico titulado La cadenilla de la Virgen, relacionado, también, con la milagrosa virgencita de Caacupé, y la fiesta religiosa, popular, de tinte folklórico. Este libro contiene -sin lugar a duda- un conjunto homogéneo de creaciones identificadas con nuestra realidad nacional, narradas con un estilo plenamente relacionado con el tema y un lenguaje que muestra dominio de los medios expresivos por parte del autor. En suma, esta serie de cuentos señala la vocación narrativa de Pérez- Maricevich, postergada, por un tiempo.


 

LA “LITERATURA ASUENTE”

 

La tradición oral es típica de las literaturas mestizas. En este sentido-según Roa- la nuestra se caracteriza por su tonalidad, su temple coloquial. Según Meliá -a quien Roa, cita constantemente en sus trabajos sobre la oralidad de nuestra literatura-lo que hizo la cultura dominante de los colonizadores fue “despalabrada”, Roa ha tratado de apoderarse de esa cultura “iletrada” y resemantizarla, con el fin de transformarla y trasladarla a la lengua escrita. Este es un fenómeno de “transculturación” de apropiación- perfectamente aceptable- dentro de un cierto módulo creativo. Según Roa, otro problema que enfrenta el creador que no soslaya el hecho lingüístico del mestizaje es el de la “asimetría”: el desarrollo desigual del guaraní y del castellano. El guaraní fue aplastado, por los colonizadores. Tuvo que mimetizarse, disfrazarse, para sobrevivir.

Se produjo la “hispanización” del guaraní y, a la vez, una guaranización del castellano, sufriendo la primera más que la otra lengua por ser de condición “dominada”.

Los paraguayos menosprecian la letra escrita, la literatura, prefiriendo los cuentos, las consejas, transmitidas oralmente junto al fogón, en los corrillos improvisados con cualquier pretexto. Según el mismo Roa, el lector paraguayo tiene dificultades para acometer un libro que no sea de historia. El vehículo privilegiado es siempre oral, lo mítico, lo legendario. Lo que Roa Bastos se ha propuesto al escribir su magna obra es lograr la entrada del guaraní en la escritura. De esta manera salvaría la oralidad- lo más nuestro- dentro de la letra; llevaría la “voz que ronda en los fogones” al texto literario como una voz no del todo perdida y rescatada del olvido para el lector-oyente. Sobre esta hazaña artística, Lacan habló alguna vez en uno de sus trabajos. Conseguir que aquel universo de la oralidad se salve en un texto cristalizado por la letra, que siempre, de algún modo, nace muerta -como dice la Biblia- no es tarea fácil.

La palabra escrita es la “escritura del poder”. Lo oral es el “contrapoder”. La palabra escrita- dice Roa, siguiendo a Barthes y a los estructuralistas- es la que hace la norma, la ley. El castellano es pues, normativo en relación al guaraní. La hipótesis postulada por el autor de Yo El Supremo, sería la de la oralidad intrínseca de la cultura paraguaya.

En otras situaciones, el paraguayo, enfrentado a la situación del bilingüismo inherente a su situación histórica, es el elegido por el guaraní para que éste lo hable, se apodere de su pluma para reencarnar allí su voz en peligro de extinción. El hombre paraguayo, por otra parte (según algunos lingüistas), no podría jamás tener el dominio de ambas lenguas, que se interfieren mutuamente. El hecho de que el guaraní, en el momento en que entró en contacto con el idioma de los conquistadores no había llegado aún al estadio de la escritura, le restó por un lado fuerza, pero por otro lado lo condenó a vivir subterráneamente, escondido, colándose permanentemente al mundo “Otro” de la marginalidad. En última instancia se habla de una oposición entre lo “dicho” y lo “escrito”.

Creemos que Roa en Yo El Supremo ha logrado la síntesis dialéctica de estos dos universos, de estas dos cosmovisiones: la del guaraní y la del castellano.

Según lo considera él mismo: “se trata de hacer pasar la escritura, naturalmente, sin forcejeos artificiales y retóricos a la entonación de la oralidad. El texto es así “audible más que legible”. La obra de Roa está estructurada como textos “a dos voces” como ilustración de esa dialéctica de la alteridad mencionada por los críticos rusos. El binarismo esencial de Yo El Supremo estaría dado por el “monólogo-diálogo”, por la contraposición del “discurso autoritario” y el “contradiscurso mítico”.

Hay construcción y “destrucción”, hay texto y contratexto, poder y antipoder.

Está el YO y está el EL. Estamos ante un caso especial de “la escritura del poder y del poder de la escritura”. De la historia y de la contrahistoria.

“La conciencia mina desde adentro el poder absoluto”- dice Carlos Pacheco en su sagaz análisis de Yo El Supremo.

El “dictado” del dictador es el “despotismo” versus “la voz del pueblo”. No en vano el modelo de Roa ha sido el Quijote, allí ya está presente la antinomia; QUIJOTE-SANCHO.

Finalmente, la palabra de la madre guaraní vence a la escritura del padre hispánico. Se toma la revancha, se venga, de desquita del oprobio y la opresión a la que ha sido sometida por los siglos de dominación. En la oposición cultura/naturaleza; tradicional vs. escrita, triunfa, precariamente, la voz de la madre que ha trasmitido al hijo su lengua primigenia.

El guaraní está siempre subyacente a la realidad del castellano. Sobrevivió, agazapado, a través de los siglos, esperando el momento del retorno: El retorno de lo reprimido; la vuelta del “otro” ausente. No se trata solamente de escribir como se habla, sino de escuchar la voz soterrada de nuestros orígenes míticos, la voz oscura de esa conciencia colectiva, de esa muchedumbre que busca hacerse oír a pesar de las mordazas que las dictaduras le han impuesto sobre su rostro de barro original.

Los escritores, como guardianes del ñeé porá tenonde, de las “hermosas palabras primeras”, tienen la gran responsabilidad de salvar ese cosmos oral guaranítico ante los avances de la desintegración y el etnocidio cultural.

Creemos que Roa nos ha mostrado el sendero para acceder a esta labor titánica donde la imaginación, la verdad y la libertad, deben ser los fundamentos de la ficción narrativa.


 

 

INDICE

Datos biográficos

Presentación

Prólogo

Carlos Villagra Marsal

Augusto Roa Bastos

Helio Vera

Miguelángel Meza

Raquel Chaves

Nila López

Jacobo A. Rauskin  

Neida de Mendonça

Lourdes Talavera

María del Carmen Paiva

Juan Bautista Rivarola Matto

José-Luis Appleyard

Susana Gertopan

José María Rivarola

Renée Ferrer

Dirma Pardo

Margot Michelagnoli

Carla Fabri

Raquel Saguier

Concepción Leyes de Chaves

Lita Pérez Cáceres

Susy Delgado

Esteban Bedoya

Ramiro Domínguez

Elvio Romero 

Alcibíades González Delvalle

Delfina Acosta

Eugenia Ortigoza

Efraín Enriquez Gamón

Rubén Bareiro Saguier

Guido Rodríguez Alcalá

Francisco Pérez Maricevich

Margarita Miró

Armando Almada Roche

Maribel Barreto

Ignominia

La oralidad en la literatura paraguaya

La literatura ausente

 

 

 

 

 

 

 

 

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