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SARA KARLIK

  PRESIÓN ATMOSFÉRICA - Cuento de SARA KARLIK - Año 2004


PRESIÓN ATMOSFÉRICA - Cuento de SARA KARLIK - Año 2004

 PRESIÓN ATMOSFÉRICA

Cuento de SARA KARLIK

 

Lee el diario. Lo despliega igual que una sábana. Pero el dormitorio ha quedado en tierra, por más que estar rodeados de nubes da la sensación de sueño en su etapa indecisa. Sólo que el ruido del avión remece la realidad del temor involuntaria-mente desarrollado. La cabeza me palpita como si tuviera un motor propio.

 El que lee el diario está a mi derecha. A mi izquierda, alguien se queja de la música excesivamente altisonante. Llama a la aeromoza y pregunta: "¿estamos en carnaval?". La mujer sonríe, silenciosa. Piensa (porque es evidente que hay una alteración del pensamiento a 10.000 metros de altura), alcanza el primer chispazo inteligente del cual se aferra y contesta: "son cosas de la radio; el volumen sube con el movimiento del avión". Cree dar por terminado el encuentro verbal, pero el pasajero insiste, subrayando, con tinta roja, "entonces no es un problema de la radio, sino del avión". La azafata se remite nuevamente a su fuente mental. La han sacado de su esquema. Ocurre lo mismo cuando en un restaurante uno pide que al huevo lo pongan al lado del bife y no encima. "Señor, el huevo viene montado, qué quiere que le haga", dice la mesera.

 La azafata inicia un retiro gradual de la escena, pero el pasajero es de aquellos que no se conforman así nomás. Pregunta cuál es la presión atmosférica interna del avión al tiempo que el pasajero de mi derecha presenta una queja aéreamente formal, sorprendido e irritado a la vez: "ese diario es de ayer". "Déjeme ver", dice la muchacha. Mira la columna correspondiente a los programas de televisión. "Tiene razón", responde extrañada. "Lo que anuncian ya lo he visto". El pasajero de la izquierda opina que la fecha del diario es la que corresponde, que es un problema de cambio de horas, de cruce de líneas, de paralelos y meridianos, que el huso horario... El pasajero de la derecha insiste. Considera que se trata de un atropello de la aerolínea, una burla.

 La radio interviene a través de la voz quejosa de Manzanero. "Ya no estás más a mi lado, corazón…". "Y a éste, ¿quién lo invitó?", pregunta el hombre de mi izquierda. "Esto es un carnaval", insiste. Manzanero, sin inmutarse, le sigue susurrando "ya no estás más a mi lado, corazón…". "Las libertades que se toma. ¿Quién cree que soy?". La muchacha se arregla el moño, se columpia sobre una pierna, luego sobre la otra, haciéndome pensar en alguna impostergable necesidad de una visita al baño. Pero no, es sólo el nerviosismo de no poder manejar ese tipo de emergencia. "A la empresa le falta ‘aggiornamente’", dice el hombre izquierdo. He optado por llamarlo así. Sentada en el medio, tengo la sensación de ser el cuerpo y contar con dos brazos masculinos, lo que me hace imaginar un harén al revés. El hombre derecho se extraña. "¿Lei parla italiano?". Se produce un súbito acuerdo sonriente, una inmersión en códigos civilizados. Pienso en los partidos de tenis al notar el constante movimiento de ida y vuelta de mi cabeza para seguir, a izquierda y derecha, una conversación carente de interés para mí.

 Hace frío. Necesito una manta.

 La luz de llamada permanece encendida hasta que la aeromoza, lentamente, se atraviesa en mis ojos mareados por el movimiento. "Lo siento", dice, "las mantas las proporcionamos solamente durante los viajes largos". "Pero es posible tener frío en un trayecto corto también", insisto, viendo alejarse mi posibilidad de hacerme de otra manta para agregarla a mi colección. "Son estipulaciones de la empresa", dice, moviendo los ojos en claro alcance sensual. La sospecha cruza aladamente por mi interior. Ya me encuentro en un "affaire a trois". Lo único que me falta ahora es que sea "a quatre".

 Mientras tanto, el Dante se pasea de un asiento a otro, sin prestarme atención. Surge entre mis adlátares un desacuerdo sobre si Miguel Angel en verdad pintaba la Capilla Sixtina acostado de cúbito dorsal o sentado, para converger en el convencimiento de que gran parte de las Pietás son sólo reproducciones.

 Temo encontrarme en medio de dos representantes de la Maffia o de la Camorra, los que se comportan como si el encuentro hubiera sido casual. Me veré enredada, sin posibilidad de escapatoria. Terminaré mis días convertida en correo hasta que, en un intento de liberación, sea ajusticiada. Podría ocurrir en cualquier parte: en un baño, en un aeropuerto, en el mismo avión. El asunto del diario o de la música pudo haber sido un santo y seña para identificarse.

 Ahora han abandonado los personajes anteriores y se abocan a las delicias de la cocina. Es evidente que son hombres de mundo, conocen restaurantes en las avenidas más elegantes o en las calles más apartadas, "uno pequeño, apenas lo que podría decirse una cantina, pero la pasta…", dice el izquierdo, besando los dedos encogidos en racimo y tirando el beso al aire. El derecho, para no quedar en zaga, afirma que los mejores lugares para comer no se encuentran precisamente en Italia. Cita un número indeterminado, casi por abecedario, de países y calles. Tengo la sensación de haber leído la misma lista en la sección culinaria de la revista del domingo. Cuando llegan al tema de la ópera, deseo intensamente que el avión aterrice, logrando un tiempo récord. Todavía siento, en el fondo del oído, las transmisiones domingueras de óperas que mi padre escuchaba en la radio, haciendo participar involuntaria-mente a los vecinos de muralla por medio, en una época en que yo hubiera preferido el adormecimiento romántico de boleros o el ritmo naciente del cha-cha-cha.

 "Nabucco…", dice uno de ellos. No sé si el izquierdo o el derecho. De reojo, puedo ver cómo se le pierden los ojos en las órbitas, en un éxtasis casi sensual. La imagen de una película en que los protagonistas, en pleno cine, se deslizan del asiento para realizar el acoplamiento amoroso en el suelo, en total abstracción de los horrores de Salaam Bombay, aparece en todo su esplendor en un alcance poco claro. "Imposible organizar la imaginación o educarla para que se conduzca como corresponde cuando corresponde", pienso.

 Ya no tengo necesidad de la manta. Más bien estoy a punto de levantarme para abrir una ventanilla, pero recuerdo que estoy en un avión y que no puedo actuar como Carmencha llegando del campo. Traspiro. Extiendo el brazo para abrir el botón del aire, por más que siento que lo que necesito es oxígeno. Me doy cuenta de lo terrible que es tener un hombre a mi izquierda, otro a la derecha, estar en el medio y pasar inadvertida. Saco delicadamente un espejo de la cartera. Me observo, tratando de encontrarme algún parecido con Aída. Tampoco tengo aire ni pechos de madona. Sonrío al espejo. Miro a través de él si alguno de mis escoltas trata de ingresar en el espacio reflejo. Ni modo. Están demasiado enfrascados en sus inquietudes. Me viene a la cabeza el temor de que seré testigo de lo que no quiero siquiera imaginar. Me tapo los oídos para no escuchar el lugar ni la hora de la cita.

 Desde el fondo del pasillo, la aeromoza avanza con los brazos extendidos sobre los que reposa una manta. Adopta una pose ceremonial, semejante a la de mi actitud de niña elegida llevando la bandera para ser izada en el patio de la escuela mientras la envidia se reparte entre mis compañeras. Rechazo la manta. "Ya no la necesito", digo, tímidamente. Los dos hombres me observan. Experimento el deseo íntimo de que me alejen por el camino de las ruinas antiguas de alguna ciudad recuperada del desaparecimiento total y olviden el presente.

 De pronto, sin mediar palabra o pedido, la azafata se aproxima con dos tazas de café. El hombre izquierdo saca del bolsillo un pequeño sobre y se lo pasa al derecho. No necesito más, ése era el quid de la cuestión. Ya me habían advertido que los adictos hacen uso de cualquier circunstancia. Aspiro profundamente. Exhalo del mismo modo. A veces basta la sola emanación para volarse. Lo pondrán en el café, como si se tratara de azúcar. El hombre izquierdo parece disponer de más sobrecillos. Los tiene en el bolsillo de la chaqueta. "Van a consumar el asunto", pienso. "¿Usted no desea una taza de café?", pregunta gentilmente uno de ellos. Ya ni sé cuál. Se han mimetizado a tal punto que hasta sus voces son similares. Están tratando de inducirme. Es un hecho. Respondo que no, que no soy afecta al café, no recordando que me habían visto tomarlo con el almuerzo. Tengo que hacer algo. Es probable que el cargamento sea mayor. Quién sabe cuántos serán embaucados con los sobrecillos. Desabrocho el cinturón y, parodiando al que gritó "¡tierra!", o en burda imitación al que ordena "¡fuego!", me levanto y, sin poder contener la catapulta de mi denuncia, "¡droga!", grito.

 Hay un revoloteo general: la aeromoza corre por el pasillo, de la cabina de mando emergen dos hombres musculosos que se abren paso entre los que han invadido el pasillo y, abalanzándose sobre mí, me levantan en vilo mientras siento manos que me palpan en busca (presumo) de armas o cuchillos o qué sé yo, al tiempo que no puedo dejar de escuchar "uno se encuentra con cada espécimen…" y hago todo el esfuerzo por desmayarme como único modo de desaparecer.

 

 

(De: El Arca de Babel, 2002)

 

 

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SARA KARLIK (Asunción, 1935). Narradora y dramaturga.

Residente en Chile desde hace muchos años, prolífica escritora, Sara Karlik ha sido varias veces galardonada con premios nacionales e internacionales.

Su producción narrativa incluye varias colecciones de cuentos y, hasta la fecha, siete novelas. En el género cuento son suyos los siguientes libros de relatos:

·         LA OSCURIDAD DE AFUERA (1987),

·         ENTRE ÁNIMAS Y SUEÑOS (1987),

·         DEMASIADA HISTORIA (1988),

·         EFECTOS ESPECIALES (1989),

·         PRELUDIO CON FUGA (1992),

·         PRESENTES ANTERIORES (1996) y

·         EL ARCA DE BABEL (2002).

En novela, es autora de:

·         LOS FANTASMAS NO SON COMO ANTES (1989),

·         JUICIO A LA MEMORIA (Premio Planeta de Novela 1990 y XXXVI Edición del Premio Sésamo 1991),

·         DESDE CIERTA DISTANCIA, novela juvenil que obtuvo mención de honor en los "Juegos Florales" (1991) de Vicuña, Chile,

·         LA MESA LARGA (1994),

·         NOCTURNO PARA ERRANTES ETERNOS (1999),

·         EL LADO ABSURDO DE LA RAZÓN (2002) y

·         LA CONCIENCIA INDEFENSA (2004).

En teatro, son de su autoría, entre otras piezas:

·         NO HAY REFUGIO PARA TODOS (1993; obra finalista en el Concurso Tirso de Molina, 1993),

·         LA ESCALERA DE JACOB (1994),

·         SIN VUELTA ATRÁS (1996),

·         ANOREXIA SEXUAL (1997),

·         HOMBRES Y MUJERES DE RINCONES (1997),

·         SÓLO POR ESTA NOCHE (1998) y

·         DERECHO DE PROPIEDAD (1998).

Tiene además numerosos cuentos incluidos en revistas, suplementos culturales y antologías literarias nacionales y extranjeras.

De ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA PARAGUAYA - autora: TERESA MÉNDEZ-FAITH, 3ra. Edición fue publicada en 2004 por Editorial y Librería EL LECTOR, Asunción-Paraguay)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 





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