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MAYBELL LEBRÓN

  PANCHA - Novela de MAYBELL LEBRÓN - Año 2006


PANCHA - Novela de MAYBELL LEBRÓN - Año 2006

PANCHA

 

Novela de MAYBELL LEBRÓN

 

IVÁN GONZÁLEZ, propuesta didáctica

Editor: ARANDURÃ EDITORIAL

Asunción-Paraguay, 2006

SERIEDUCANDO

 

 

A las mujeres de la Residenta, heroínas del
dolor y de la esperanza, sus manos y sus
vientres lograron la resurrección del
Paraguay.

 

A mis dos ausentes.
A Rafael y Norma, mis hijos,
a Manuel, ese tenaz estímulo.

 

Mi agradecimiento
A la doctora Margarita Prieto Yegros, por su invalorable
colaboración para la correcta grafía del guaraní.
Al doctor Carlos Castillo, por haberme alcanzado los
originales del poema a Pancha Garmendia, en guaraní,
del gran poeta paraguayo Narciso R. Colmán -Rosicran-.

 

 
 
INTRODUCCIÓN
 
 
Francisca Garmendia nació un día que pudo haber sido del año 1827. Su padre: Don Juan Francisco Garmendia, español, respetado por su honradez y buen trato. Su madre: Doña Dolores Duarte, paraguaya. Sus hermanos: Diego y Francisco, mayores que ella.

En esa época Francia exigió a los españoles reiteradas multas, la última, de 12.000 patacones -suma que ya Garmendia no pudo reunir a pesar de haber vendido todos sus bienes- y con el plazo perentorio de 24 horas para saldar el pago. Desesperada, Doña Dolores golpea la puerta de vecinos y amigos; con Pancha en los brazos se llega hasta el Mercado mendigando unas monedas, pero pese al llanto y los esfuerzos por salvar a su esposo, no puede reunir la suma requerida y Don Juan Francisco Garmendia es fusilado, por orden del Dictador Francia, un día de Corpus Christi, 5 de setiembre de 1830.

Abandonada a su suerte, en la más espantosa miseria, enloquecida por el dolor y desesperada angustia por el hambre de sus hijos, la pobre mujer enferma y muere dejando desamparados a Pancha y sus hermanos.

El matrimonio del español Don José de Barrios y la paraguaya Doña Manuela Díaz de Bedoya, caritativo y pudiente, protege a los huérfanos. Desde entonces Pancha es criada como hija, recibiendo de sus padres adoptivos cariño, educación y consejos.

Como en las grandes tragedias, los Hados colmaron a la niña de dones físicos y espirituales. Su hermosura se vuelve deslumbrante y, a los quince años, es ya la mujer más bella del Paraguay. Su bondad, su inteligencia y prestancia, no le van en zaga; es, sencillamente, un deleite sólo el contemplarla.

Es entonces que el demonio intenta atraparla. Arrebatado de amor y deseo, el coronel Francisco Solano López -hijo del Presidente de la República del Paraguay, Don Carlos Antonio López- decide hacerla suya y pone en juego todo su poder y seducción. Este tenaz acoso iniciará en su vida el infortunio que la atormentará hasta el final. Su dulzura y equilibrio la destacaban tanto como su belleza, belleza que no logró envanecerla pero sí afirmó su orgullo. Puesta a prueba en circunstancias extremas, no se dejó vencer, y es y será ejemplo de dignidad de mujer.

Sojuzgado el país por una sola voluntad que nadie osaba cuestionar, ella se erige en defensa de su honra. Ella sola, estoica e irreductible, sufre bajo la saña de su verdugo.

Pancha no es una heroína olvidada. El pueblo da testimonio de amor y admiración por ella en cantos y relatos recogidos de labios humildes y en documentos históricos incuestionables. Pero el estigma de su calvario era demasiado vergonzoso, y los defensores del Mariscal decidieron borrarla de la historia.

Loor a ella: la trágica muchacha. A ella, cuya dignidad humilla al infame acoso y ennoblece la figura de la mujer paraguaya.
Ella: Pancha Garmendia.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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JUICIOS SOBRE PANCHA GAMENDIA
 

Párrafos de una carta de Manuel Pedro de la Peña a su sobrino Francisco Solano López

     «Voy a echarte en cara esa reprensible conducta observada con Panchita Garmendia».

     «Debes saber que ésta es hija del honrado comerciante vizcaíno don Juan Francisco Garmendia y de la señora Dolores Duarte, cuyos consortes tuvieron tres hijos».

     Aquí cuenta de la familia y de los acontecimientos que motivaron la orfandad de los niños y que fueron adoptados por Doña Manuela Díaz de Bedoya y Barrios, una de las principales matronas de Asunción, y continúa:

     «En este invulnerable alcázar de la virtud y el decoro fue criada y educada Panchita, muchacha esbelta, coronada de belleza y atractivo, revestida de honestidad y honradez».

     «Era el hechizo de cuantos la miraban, todos la adoraban y respetaban; pero tú que nada respetas tomaste el empeño de corromperla, la invadiste por todos lados, le estorbaste las uniones matrimoniales ventajosas que se le presentaban y has sido el obstáculo constante de su felicidad».

     «Ella como una roca ha resistido siempre el embate de tus diabólicas pasiones, se te ha hecho invisible y se encuentra adornada de brillantes virtudes en medio de ese piélago de tus corrupciones».

     «Viéndote burlado de la hermosa Judith paraguaya, adoptaste el recurso de aprisionar y desterrar a su hermano Juan Francisco con el fin de que ocurriera ante ti a implorar su libertad. Ella lo comprendió así y sin trepidar un instante se acompañó de su madre adoptiva, señora Bedoya, y se le presentó a hacer sus plegarias y ruegos por obtener la libertad de su hermano».
     Tú, derretido de fementidos halagos, te mostraste clemente y le prometiste concederle lo que pedía; pero al salir de tu casa, le hiciste decir secretamente con tu rufián coronel Aguiar, que si hubiese venido sola, no se le hubiera negado la libertad solicitada».

     «La prueba es que hasta hoy se encuentra el virtuoso joven Garmendia, sufriendo la pena de su cautiverio, y la infeliz hermana llorando su adversa suerte, nada más que por haber sabido conservarse pura».
 
 
Folio 124 de las «Memorias» de Juan Crisóstomo Centurión
     «Me dirigí entonces, al cuartel general. Encontré al Mariscal de pie en el corredor cerca de uno de los horcones o pilares de madera labrada. Le manifesté el objeto que me llevaba ante él. Enseguida, en un pedazo de papel blanco, escribió a lápiz contra el horcón, los nombres de Pancha Garmendia y de las hermanas Barrios y me entregó con la orden de mandar ejecutar. Me causó esto un gran dolor y una profunda pena; pero por dura que fuese, el caso no tenía remedio.

     »Le hice una venia y me retiré. Llamé a mi segundo, el comandante Barrios, a quien entregué la lista, de puño y letra del Mariscal, con la orden del mismo para su cumplimiento.

     »El papelito me fue devuelto después de llevada a cabo la ejecución y lo guardé en mi caja. Esta fue saqueada en Cerro Corá y desapareció aquel junto con otros papeles que había en ella...».
 
Solano López de Arturo Bray

     «En Capiivary se ejecutó al alférez Aquino y a sesenta y nueve soldados, también acusados de conspiración contra la vida de Solano López, y en Villa Curuguaty lanceada fue la bellísima Pancha Garmendia, símbolo desde entonces de la virtud martirizada. En Igatimi y Panadero siguen las ejecuciones: las víctimas son lanceadas para ahorrar proyectiles y pólvora. Aquellas lanzas enmohecidas en manos de soldados debilitados por el hambre, chocan una y otra vez contra el cuerpo hecho ovillo de los infelices, sin lograr penetrar en sus carnes apergaminadas; seis o siete golpes son necesarios para acabar con el sentenciado, que se retuerce y gime de dolor, rodando por el suelo al tratar de esquivar el lanzazo.
     »Ni el clero se salva del vendaval: veintitrés sacerdotes fueron fusilados o lanceados en el curso de la guerra; otros cuarenta perecieron sobre el campo de batalla o de inanición».
 
Diario «El Combate» de Formosa. 14 de mayo de 1892. Cecilio Báez

     Luego de una reseña de los horrores de la guerra, continúa:

     «Tanta calamidad, tanto desastre, no abatió, sin embargo, su espíritu. Su heroísmo rayó en lo sublime. El soldado paraguayo repitió las proezas de los guerreros antiguos, de un Horacio Cocles sobre un puente, de un Leónidas, en las Termópilas, en la acción para siempre memorable del Boquerón.

     »La mujer también se sublimó en el dolor y en el sufrimiento. El amor al hijo, al esposo, a los padres, los sentimientos más delicados, en fin, del corazón, cedieron en ellas su lugar al amor a la patria. Sólo así se comprende tanto heroísmo, tanta abnegación, tanto desprecio por la muerte. Lo que más realza la virtud de la mujer paraguaya en esos días de tremenda prueba, lo que le asegura un lugar preferente en el templo de la inmortalidad, es el haber preferido el martirio a su deshonra. El trágico fin de Pancha Garmendia nos lo dice.
     »Pancha Garmendia no es la Lucrecia romana, que violada en su lecho nupcial, se arrebata a sí misma la vida, no es la doncella de Orleans guerrera, que acusada de brujería es puesta sobre la pira del sacrificio; no es la Camila O'Gorman enamorada que, tras una escapatoria, cae con su amante en las garras del monstruo; Pancha Garmendia es la virgen que se resiste primero a los halagos y luego a las conminaciones del brutal tirano; es la vestal inmaculada que acepta el martirio antes que violar su voto; es la personificación de la virtud más pura, del más sublime heroísmo; es la mártir gloriosa que defiende el honor de su sexo contra la torpe salacidad de un Sardanápalo, que no satisfecho de tratar al país como su propio señorío, quiso también que fuera el vasto serrallo de sus placeres.

     »Pancha Garmendia es también la protesta contra la tiranía. Mientras todo un pueblo permanecía encorvado bajo el yugo del déspota, soberbio y nefario, y, a una señal de su mirar sombrío, obedecíale sumiso y mudo, ella, la tímida paloma que huía ante el cazador tenaz, desafiaba su furor lascivo y sus instintos felinos, optando por el sacrificio de su vida, antes que por el sacrificio de su honra».
 
 
Pancha Garmendia de J. P. Canet

     «La sepultura de la heroína Pancha Garmendia, según el reverendo padre Maíz, parece que no tuvo la enseña del cristianismo clavada en su última morada, y, tampoco Centurión y Aveiro hicieron mención de habérsele acercado un sacerdote para prodigarle los últimos consuelos de la religión.

     »Pero se cumplió la fatídica amenaza que tanto torturaba la mente de esta hermosa doncella, desde aquella noche en que hizo fracasar los ímpetus lujuriosos de su empecinado y cruel perseguidor.

     »La posteridad, rindiendo homenaje a Pancha Garmendia, puso su nombre a una escuela de la capital; pero, ironía del destino, su nombre fue borrado y sustituido con el de Gaspar Rodríguez de Francia, ¡el sombrío Dictador que mandó fusilar al padre de nuestra heroína!

     »En las cercanías de la División de Caballería, existe actualmente una avenida denominada Madame Lynch, y una estrecha callejuela, situada entre las calles Antequera y Tacuarí, a la altura de la 2a. Proyectada, de una cuadra de extensión, y que es el vertedero de los detritus del vecindario, que lleva todavía el nombre de la inolvidable heroína Pancha Garmendia, haciendo un triste contraste con la ancha vía destinada a perpetuar la memoria de otra mujer célebre en los fastos de la historia nacional.

     »Los antecedentes históricos de una y otra figura, constituyen dos polos diametralmente opuestos; los de Pancha Garmendia, según sus biógrafos, todos contestes, de destacados elogios de sus resaltantes virtudes; los de la otra, están envueltos en oscuros episodios, ninguno de ellos digno de elogios».
 
 

Parte de una carta del reverendo padre Fidel Maíz al profesor Marcelino Pérez Martínez, con datos históricos sobre Pancha Garmendia, fechada el 7 de setiembre de 1907 y publicada después en periódicos de la capital, y de la que reproducimos aquí los últimos párrafos.

     Dice así:

     «Sabedor de que en Arroyo Guazú habían sido ejecutados varios presos, pregunté al Coronel Centurión, que corría con ellos, por la Pancha, creyendo que fuese traída a Zanja Jhú; pero cuál fue mi sorpresa cuando me dijo que ella también había sido muerta, ¡y a la lanza!»

     «¡Muerte tanto más deplorable y atroz, cuanto que la sentencia estaba puesta con una señal de cruz a lápiz por el mismo López, sobre el nombre de la Pancha, en la lista de presas!...»

     «¡Así la borró en menos de un tercero de tiempo de entre los vivos, y la hundió en el caos de los muertos! ¡Y sus restos destrozados quedaron insepultos en aquel desierto, sin una cruz siquiera de tosca madera, que guardase su sepultura!»
     «He aquí el otro polo de la vida de la Pancha, su salida del mundo entre lágrimas y sangre. Estaba ciertamente en manos del otro de aquellos dos tiranos, ¡los más crueles del Paraguay!...»

     Inclinémonos desde la distancia ante la tumba de aquella heroína de la castidad; víctima inocente, mártir de la pureza. Ella, ángel del desierto, batió sus alas de púrpura y se remontó a incorporarse en las regiones etéreas con el grupo de las «ciento cuarenta mil vírgenes que rodean al Cordero del Apocalipsis, cantando cánticos nuevos».

     «Pancha Garmendia, hermosa e infortunada mujer, es la honra y gloria de su sexo; es la doncella del Paraguay, como Juana de Arco es la doncella de Orleans».

     «Cábeme ahora reproducir esta piadosa aspiración de mi alma:

     «Plugue al cielo, y merezca también Pancha Garmendia, como Juana de Arco, la canóniga consagración de esa heroína de la castidad, radiante aureola que abrillanta su sien de mártir por la virginidad».

     «Ella, en verdad, murió por conservar intacta su virtud eminentemente cristiana, a la que aparejada está la corona más gloriosa en la mansión feliz de los escogidos»
 

PANCHA GARMENDIA (POESÍA DE NARCISO COLMÁN)
 
Versión en castellano basada
 
en una traducción literal del texto original
 
 
Pancha Garmendia ya es hora
de este silencio acabar
tu recuerdo se memora
mi guitarra al yo rasgar.  
 
 
Esa muchacha, esa dama
hay muy pocas como ella
sin quererle darle fama
llega de lejos su estrella.  
 
 
Quienes bien la conocieron
o pudiéronla mirar
mujer igual en belleza
no lograron nunca hallar.  
 
 
Ya después languidecía
pero antes las junté
y en algo se parecía
a Tupasy Caacupé.  
 
 
El Mariscal claudicó
incapaz de resistir
y por ella enloqueció
sin poderla conseguir.
 
 
Del Batallón femenino
Panchita siempre primera
ella indicaba el camino
defendiendo a compañeras.
 
 
Del Mariscal recibía
cien perfumes regalados
pero Panchita decía
quizás estén embrujados.
 
 
La Madama se sabía
por celos se torturó
y luego la suerte esquiva
a Panchita la marcó.
 
 
Dicen de cerca y de lejos
¿Quién la mandó asesinar?
¿Será verdad que El Consejo
o la Madama nomás?  
 
 
Del año sesenta y nueve
diciembre once cayó
me parece que era jueves
su sentencia se leyó.
 
 
«Arroyo Guazú» de nombre
Ygatimí era el Partido
de un guapohy a la sombra
queda su cuerpo tendido.
 
 
Panchita los ojos alza
triste ese cielo miraba
con una dulce sonrisa
en gesto que no se apaga.
 
 
La madrugada llegó
de espaldas la colocaron
con lanzas se la clavó
y ya muerta la dejaron.
 
 
Sin errar bajó una estrella
como saeta al lugar
a alguien con su querella
de entonces se oye penar.
 
 
En la tierra tres bultitos
de socorro hacían llamados
eran sólo pajaritos
«Jacaberé» nominados.
 
 
No se irá Pancha Garmendia
su dulce nombre quedó
y su historia nombradía
al Paraguay le dejó. 
 
 
Se llegó por la mañana
en su corcel a mirar
bajo el guapohy en rama
un poderoso sin par.
 
 
Bello era ese señor
plena de luto su entraña
al guapohy se abrazó
secándose una lágrima.
 
 
Desenvainando su espada
con el acero grabó
en el pie de la enramada
la leyenda que dejó:
 
 
«Ha muerto Pancha Garmendia
la causa celo de amor
heroína de la patria
una mártir del honor»

M. L. - 8 de julio de 2000.
 

**/**

 

ENLACE AL ÍNDICE DE LA NOVELA  PANCHA  EN LA BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES

  • INTRODUCCIÓN
  • - I - AL - XV
  • JUICIOS SOBRE PANCHA GARMENDIA
  • Párrafos de una carta de Manuel Pedro de la Peña a su sobrino Francisco Solano López
  • Folio 124 de las «Memorias» de Juan Crisóstomo Centurión
  • Solano López de Arturo Bray
  • Diario «El Combate» de Formosa. 14 de mayo de 1892. Cecilio Báez
  • Pancha Garmendia de J. P. Canet
  • Parte de una carta del reverendo padre Fidel Maíz al profesor Marcelino Pérez Martínez, con datos históricos sobre Pancha Garmendia, fechada el 7 de setiembre de 1907 y publicada después en periódicos de la capital, y de la que reproducimos aquí los últimos párrafos.

PANCHA GARMENDIA- Versión y grafía original, en guaraní, del poeta Narciso R. Colmán-Rosicrán-.


PANCHA GARMENDIA- Versión en castellano basada en una traducción literal del texto original.

 

 

 
 

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