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JESÚS RUIZ NESTOSA

  LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XVII) - Un séquito de más de tres mil indígenas - Domingo, 30 de Julio de 2017


LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XVII) - Un séquito de más de tres mil indígenas - Domingo, 30 de Julio de 2017

LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XVII)

«Un séquito de más de tres mil indígenas»


Por JESÚS RUIZ NESTOSA

 

 

jesus.ruiznestosa@gmail.com

Martín de Barúa ocupó el cargo de gobernador del Paraguay en carácter interino desde el 5 de mayo de 1725 y hacia 1730 elevó un informe al rey Felipe V sobre la situación de los jesuitas en su zona de influencia, informe considerado «difamatorio» por los afectados. El padre Jaime de Aguilar, entonces provincial de la Provincia del Paraguay, respondió con un extenso memorial.

En el artículo anterior se hizo referencia a la capacidad militar de los indígenas de las reducciones. De este modo, el padre Aguilar, visiblemente molesto, escribe: «Yerra más en decir, o suponer, que los indios que pertenecieron al Paraguay, ni hiciesen servicios en el gobierno de Buenos Aires, lo que es manifiestamente falso. Yerra y engaña en querer decir que cuatro varas de lienzo grueso y burdo valgan dos pesos en plata [es en referencia al pago de impuestos por parte de los indígenas]. Engañó más en decir que los pueblos que fueron del Paraguay hubiesen cesado en vuestros servicios reales de muchos años a esta parte en el todo. Pues a más de haber servicio en el gobierno de Buenos Aires, en estos años sirvieron diversas veces en el del Paraguay en el Gobierno, no antiguo de don Diego de los Reyes, como es notorio. Y más recientemente en el año de [1] 724, por orden de vuestros reales ministros, más de tres mil indos de unos y de otros pueblos, acompañaron armados a Don Baltasar García Ros, previsto gobernador del Paraguay, para introducirlo en aquella provincia; y ya dentro de sus términos, a traición doble fueron desbaratados los indios, y otros españoles fieles de la Villa-Rica, con muerte de trescientos o más, y Don Baltasar se retiró huyendo por los Resistentes del Paraguay a los mandatos de vuestros reales y legítimos ministros» (1).

A falta de un buen cuerpo de ejército formado por españoles y financiado por las arcas reales de Madrid, el ejército organizado, entrenado y pagado por los jesuitas de las reducciones era el encargado de cumplir una cierta cantidad de labores, entre ellas velar por el orden interno, defender las fronteras de las amenazas externas, como el caso de Colonia, en Uruguay, e incluso la defensa de Buenos Aires, que fue asediada en varias ocasiones por diferentes países europeos que querían hacerse con la ciudad que les permitiría el control de entrada y salida del Río de la Plata.

Es comprensible entonces el enojo que deja traslucir en su memorial el padre Aguilar por las afirmaciones hechas por Barúa. «Que el informante –dice en otro momento– el año de [1]730 no se acordase de este servicio tan considerable, público y notorio, y costoso por los indios hecho a V.M. [Vuestra Majestad] casi a sus mismos ojos; y habiendo entrado a gobernar aquella provincia el año de [1]725, inmediato a el de [1]724 en que el dicho ruidosísimo servicio se hizo, no es creíble: decir que este no fue servicio, o que fue deservicio de V.M. no es tolerable, sin ofender la obediencia y lealtad debida: el callarlo o negarlo, a más de faltar a la verdad y sinceridad debida a V.M. En el informe, puede ser máxima de malas consecuencias; pero nada causa en quien se precia de leal vasallo» (2).

El padre Aguilar, en su memorial al monarca español, se refiere también a las muchas oportunidades en que los indígenas tomaron las armas para defender los territorios de la Corona, incluyendo los enfrentamientos con los comuneros que habían huido de las persecuciones de que eran objeto en España con el dramático fin que tuvieron sus jefes con las ejecuciones en Villalar por orden del rey Carlos V: «A más de estos servicios antecedentes, y tan inmediatos al informante Don Martín de Barúa (y que él fraudulentamente niega) desde el año de [1]732, casi en sus principios, hasta bien entrado el presente de [17]35, han estado estos indios de unos y de otros pueblos en muchos millares, casi siempre con las armas en las manos, defendiendo por orden de vuestro virrey y ministros, sus fronteras y las de este gobierno de Buenos Aires de los Comuneros del Paraguay, sin haberlas dejado hasta ver introducido en el Paraguay su legítimo gobernador, para su pacificación, Don Bruno de Zavala, como él mismo habrá dado parte a V.M. por donde se ve que ningunos indios de estos han descaecido del todo, ni en parte en estos años en el gobierno del Paraguay de vuestro real servicio, sino que en estos mismos, más que en ningunos otros, han servido, padecido, se han consumido y arruinado sus pueblos en obsequio de V.M.» (3).

En otro pasaje de su informe, el padre Aguilar, refiriéndose al gobernador interino Martín de Barúa, dice: «En la Asunción mantiene amistad con los infieles payaguás, que en vivos cueros y con suma indecencia andan por las calles, entran a las casas y estrados de las señoras, entran en las iglesias y hacen mil maldades, befas a los españoles. Poco menos insolentes están en las Corrientes otros payaguás, y los charrúas; y en Santa Fe charrúas, y abipones. Y en medio de tantas indecencias, befas y agravios que padecen los españoles en sus mismas casa, en los caminos y campañas, no hay español particular que se atreva a castigar a algunos de estos bárbaros; porque si se enojan, si rompen la amistad, aunque tan indecentes y gravosa, embarazarán todos los caminos, acometerán las estancias y las mismas ciudades, y las acabarán, como han hecho con muchísimas, sin que los españoles puedan, no sólo sujetarlos, pero ni aun defenderse a sí, ni a sus mujeres y hijos; y esto, siendo cuatro indios y teniéndolos junto a sí. Otros cuatro se puede decir que son los indios que afligen las ciudades del Tucumán, en tal manera que no solamente tienen totalmente impedidos o sumamente arriesgados todos los caminos, que solían ser del Perú, sino que de pocos años a esta parte han sido tan continuas y numerosas las matanzas y cautivos de los cristianos, que no solamente han obligado a despoblar grandes y fértiles distritos y partidos de tierras, sino que han como bloqueado las mismas ciudades, después de haber hecho matanza de día claro, a vista de las mismas, y las han puesto a algunas en tal angustia que no puede una persona de noche salir con seguridad fuera de la ciudad, ni aun apenas de su casa, sin peligro de indios» (4).

Notas 

1. Legajo 1203, 16, Archivo de España de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares.

2. Ibdm.

3. Ibdm.

4. Ibdm.

 

 

 

 

Fuente: Suplemento Cultural de ABC Color - Página 4

Domingo, 30 de Julio de 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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