PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
NIDIA SANABRIA DE ROMERO (+)

  CUENTOS Y POESÍAS DE NIDIA SANABRIA DE ROMERO - Año 2011


CUENTOS Y POESÍAS DE NIDIA SANABRIA DE ROMERO - Año 2011

UNA RABONA TELEVISADA, UN TREN ESPECIAL,

LA GOLONDRINA SUBIÓ AL CIELO, ESA MUÑECA ,

EL PRIMER RAMILLETE (CUADRO ESCÉNICO PATRIO),

MI LIBRO , ABUELITA , AÑO NUEVO, INDIO , AMIGO , MAYO  y LIBERTAD

 

 

 

Cuentos y poesías de NIDIA SANABRIA DE ROMERO

 

 

NIDIA SANABRIA DE ROMERO (Carapeguá, 1928)

Poeta, cuentista y dramaturga. Educadora de larga trayectoria docente, funda­dora del Colegio Iberoamericano, de la Universidad Iberoamericana de Asun­ción y del Taller de Literatura de dicha universidad, Nidia Sanabria de Romero se destaca especialmente por sus aportes en el campo de la literatura infanto­juvenil. Miembro de la Organización Paraguaya de Teatro Infantil y miembro fundador de la Asociación de Literatura Infanto-Juvenil del Paraguay (ALIJPAR), en 1989 fue seleccionada por la Municipalidad de la Capital y la Aso­ciación de Músicos del Paraguay entre las " 15 Mujeres Sobresalientes del Año". Su producción literaria incluye varias colecciones de cuentos infantiles-entre ellas: TARDECITA CON ALAS (1979), TIERRA EN LA PIEL: CUENTOS Y RELATOS (1984), obra seleccionada para la colección latino americana de la editorial "Plus Ultra- (Bue­nos Aires, Argentina) y CASCADA DE SUEÑOS (1986)-, LA GRAN VELADA (1985), una antología de seis obras teatrales para niños, y dos poemarios: BALADA DE CANTO Y MUSGO (1989) y EN LA HABITACIÓN DE LOS TEMBLONES: POEMAS PARA FECHAS, DÍAS Y MOMENTOS (1990).En 2008 dio a luz un libro de relatos de sus memorias: RESQUICIOS DE UN PASADO PEREGRINO. De más reciente publicación es ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL (2009).

 

 

UNA RABONA TELEVISADA

 

Yo soy Taqui un perrito medio pequinés. La verdad que mamá Pequi se casó con papá FEO, no era de raza, pero tan bueno el pobre. Decía mamá que cuando el casamiento, se armó tal lío y que mis abuelos se mordían la cola durante la ceremonia un poco por rabia y otro por tristeza.

La verdad es que abuela Pequinesa era de esas copetudas que vestía siempre de seda en verano y en invierno de pana y terciopelo, con estola de piel y todo.

Bueno para qué hablarles de lo que pasó tanto tiempo. Yo vivo en la calle 15 de Agosto, éramos tres hermanitos, a cada uno de los otros se lo llevaron a otras casas. No supe nada de ellos y papá murió muy joven, y la pobre mamá no pudo aguantar una operación de apendicitis, también se nos fue.

En la vecindad viven otros perros. Algunos que apenas asoman las narices a la tardecita, en el umbral de las casas.

Les quiero mostrar a Dolky. ¡Es de creído! Siempre perfumado y con la cola lustrada. ¡Qué les digo de Turrina! Esa sí que es una bataclana, usa pollerita de lana cuando hace frío. ¡Qué risa! y todavía es a cuadros y tableada. Cómo tiene las piernas finas... y es bastante... ja... ja... ja... Me muero de risa. ¡Que bataclana! Parece una cigüeña regordeta.

Pero si lo conocieran a Raqui, ese es un perro de verdad. Les digo que es flaquito, peladucho, pero macho. Nos fuimos a la misma escuela du­rante seis años, ustedes saben lo que es eso, todos los días  me tocaba el timbre, un ladrido y yo salía. Íbamos al trote a la escuela. Éramos tan socios que en casa nunca lo supieron. ¿Qué? -Se lo voy a contar. No dejamos un timbre sin sonar en cada casa. Cuadra por cuadra y si no había timbre, ladraba Raqui o Yo, pero si aún nos antojaba ladrábamos a dúo. Y lo hacíamos tan bien. ¡Qué risa!

Un día nos llevamos tal susto, nos pareció que nadie estaba en la casa. Es de esas que tienen jardín adelante y con ligustrina con muro.

-gua... gua.. gua... dijo Raqui

-gua... gua... gua... di.je yo

Nada, silencio. Entonces nos dispusimos a entrar a explorar la casa. Claro, ese día hacíamos la rabona, en la escuela. En la escuela nadie lo sabría, creíamos nosotros. Bueno yo di un empujón con la cola, no se abrío, Raqui otro con la nariz, que de verdad... la tiene tan grande. Pero tampoco... -¡Bueno, me dijo Raqui, ¡tengo una idea genial! Ahora al mismo tiempo contemos hasta tres y nos largamos sobre el portón. Y zas se abrió de par en par. Entonces Raqui iba adelante husmeando y yo le seguía, la verdad es que yo le tenía fe a Raqui. Recorrimos la casa, prime­ro el piso bajo. ¡Qué living! ¡Qué comedor! Y luego a la cocina. Allí abrimos la heladera, cominos salchichas y como postre un asado helado. Cuando estábamos en lo mejor sentimos llegar unos ladridos de perros que se dirigían hacia el patio.

-¿Qué hacemos? Le dije a Raqui, y como él era una máquina calcu­ladora para salir de apuros.

-Tranquilo, me dijo, mientras esos ladran por el patio, nosotros sa­limos por el living... Y así lo hicimos... pero al salirnos encontramos con los dueños de casa, nos miraron con asombro, la señora alcanzó a decir: -¿Y estos de dónde salen?

-De tu living, le dijo Raqui en voz baja, y salimos ladrando. De allí ¿adónde iríamos?

-Vamos a la escuela, dije todo torpe.
-¿Quién te recibe a esta hora?, dijo Raqui. Tranquilo, tranquilo. Ahora nos iremos al parque Carlos Antonio López, allí seguiremos nues­tras vacaciones... hasta que sea la hora de salida del colegio, lo digo por ti, porque yo puedo volver a casa que el cascarrabia del almacenero no se dará cuenta.

-Sí, le dije, tengo que volver a más tardar a los 15 minutos después ele la salida. Bueno, nos pusimos a recorrer el parque, jugamos, ladramos a pulmón abierto. Por allí estaban dos ancianos sentados.

-¡Fuera perros vagos! nos dijo el anciano.
-Vagos serían ustedes viejos pelados, les contestó en voz baja Ra­qui.

Pero nos retiramos. No queríamos líos y menos con viejos. Una ronda de niños alegraba la sombra de un inmenso tayí, nos detuvimos, teníamos ganas de participar de las canciones; pero al ladrar podríamos ser descubiertos porque un poco más allá estaban sentadas unas vecinas.
-Vamos a la parte baja, le dije. Allí no nos verán esas chismosas. Nos fuimos bajando, nos detuvimos ante un heladero, ¡qué ganas de tomar helados! Yo apenas tenía 5 guaraníes, y Raqui ni pensar, no tendría nada. Me tragué saliva y seguimos viaje. Allí nomás unos niños dejaron restos de su merienda. Nos "morfamos" como dos hambrientos y lo éramos de verdad.

-Allá está el canal de televisión me dijo Raqui.
-Magnífico, le contesté, es la hora de empezar la transmisión.
Nos meteremos entre la gente y zás en el estudio directamente.
-¡Qué idea hermosa!, por primera vez en el estudio de televisión. Íbamos bajando,.

-Imagínate todo lo que disfrutamos esta tarde, en la escuela hubié­ramos estado bostezando -comentó Raqui.

-Lo simpático es que la gente de casa no se darán por enterados.

-Claro, dijo Raqui, allí con las puertas bien cerraditas nadie se ente­rará, quedará el secreto entre los dos.

Llegamos al canal, los operarios caminaban de un lugar a otro. Los locutores leían sus noticias, se cambiaban los muebles, se instalaban de­corados. Todo para nosotros era maravilloso. Alguien advirtió nuestra presencia.

-Qué hacen aquí estos perros. Trató de patearnos, a Raqui le alcanzó la cola. Pero él no ladró, era demasiado inteligente para hacerlo. Lo miró mal, cerró los ojos, levantó una patita y se quedó como una estatua. Por fin dejaron de entrar y salir.

...Un hombre apuntaba hacia nosotros la cámara, ino! era hacia los niños artistas que debían actuar.

Estaban disfrazados de animales, habían zorro, sapo, gato y hasta perros. Nosotros nos aproximamos más a los perros para disimular. Todo está listo.

Anunciaba el programa "Una tarde en el zoológico". Sin darnos cuenta aplaudimos; ¡pero no se pudo escuchar porque en eso cayó un tambor al suelo e hizo un ruido fenomenal!

Cada animalito decía su parte, nosotros nada, no formábamos parte del teatro, sin embargo el cameraman, nos alumbraba con insistencia. En eso me acordé que en casa todos ven el programa desde las 5 de la tarde.

-Jesús, me dije. Estoy listo; de seguro que ya me habrán visto...
-¿Qué?... Me dijo en voz baja Raqui.

No le contesté, seguía mirando lo que ocurría a mí alrededor.
Por fin todo terminó, hubo un barullo enorme, los niños salían con sus ropas colgadas en la mano, mientas que las mamás recogían las carteras.

Nosotros salimos comiendo. Cuando llegué estaba mi ama parada junto al portón.

-Muy bien Taqui, ¡qué bien salió la dramatización de tu grado! Yo no dije nada, entré calladito.

-¿Por qué no ladraste? ¿O se te olvidó lo que tenías que decir?
Di unos ladridos de contento. ¡Se tragaron la píldora!, me dije. Moví la cola y fui entrando a la cocina con ganas de comer algo. Sin duda alguna, mi rabona había sido televisada.

 

 

UN TREN ESPECIAL

 

Llegué hasta el nuevo ferrocarril. Yo tenía que tornar el vagón núme­ro 7 para ir a mi pueblo, pero me equivoqué, y abordé el coche que correspondía a los animales. Me metí en él ya cuando la maquinaria se sacudía y la pitada anunciaba la partida, advertí lo que estaba ocurriendo, pero ya no podía hacer nada. Me acomodé en un asiento vacío y a mí alrededor ocupaban como doce lugares un par de conejos con una docena de críos.

En los asientos de atrás y adelante iban inquietos monos, bulliciosas cotorras, unos venados gemelos que al parecer estaban enfermos porque la mamá los acomodaba en su regazo por tumo riguroso.

Más allá, un perro lanudo se ponía a estornudar.

El tren iba tragando distancias por las ventanillas se observaba el  adulante paisaje donde colinas y llanuras eran intercaladas por brillantes lagos. Arroyos tajantes parecían labios abiertos en la espesura de los bosquecillos.

El sol volvía más majestuoso el paisaje, cubriendo con su rayo do­rado las siluetas de los árboles y los cerros.

Los conejitos, todos muy juiciosos, se paraban sobre los asientos para disfrutar del panorama. Mamá coneja acomodaba la canastilla de las meriendas debajo de los asientos, papá conejo llevaba agua fresca en un recipiente brilloso.

-No salten tanto, ni saquen mucho la cabeza por la ventanilla. El viento puede arrastrarles -observaba la mamá. Y por rato las diez cabezas se metían un poco más adentro.

-Miren esa garza blanca, parece de nieve-, comentaba Conejiña que siempre fue parlanchina. Conejín dejó su revista y se fijó también un rato, luego siguió leyendo. Era entre los hermanos el más serio y más dedicado en sus estudios.

-Aquello con plumaje rojo es un papagayo. Fíjense en el pico, qué grande lo tiene-comentó Conejiña, quien sin duda estaba haciendo de relatora. Nuevamente las diez cabezas salieron a la ventanilla.

-Cuidado -grito la mamá.

En los demás asientos había igual alboroto, claro, unos más curiosos que otros. Solo los venados gemelos continuaban en silencio. Me levanté, comencé a caminar, aquello era una selva viva y ambulante, pero los animales eran muy civilizados respetuosos y atentos.

Como yo estaba perdido y no sabía adónde iba, quería tomar rela­ción con los pasajeros para saber qué harían después. Pero quiero confe­sarles que no tenía miedo ni premura por volver. Sabía que lo pasaría muy bien.

-¿Están sus chicos enfermos? -le pregunté a la mamá de los venados.
-Sí, los llevé al veterinario, les tomó una fiebre de casi dos semanas y están con un poco de tos. Ahora están tomando este jarabe y les señaló un frasco bastante grande.

-Ya mejorarán -le dije, dándole una palmadita en el hombro.

Luego conversé con otros pasajeros que no dudaron en dar  respues­tas a mis curiosidades. Lo cierto era que todos se mostraban complacidos de charlar conmigo.

En eso una cotorra se puso a gritar: ¡Atención! ¡Atención! Antes del almuerzo escucharemos unas canciones, a fin de entretenernos.

-Bien, muy bien -decían todos.

-Esto es costumbre en el tren de los animales-me confesó la madre de los venados-. Ya lo escuchará. Lo pasará muy bien. Claro que a veces hay que aguantar algunos desubicados dijo y acomodó mejor a sus ve­naditos.

Los intérpretes se ponían de pie y la señora lechuza los presentaba con mucha ceremonia, dando un historial sobre cada artista. Una melodía y otra se dejaba escuchar siendo más aplaudidas las del ritmo ligero.

Y para matizar más la tertulia, la misma lechuza decía poesías de su autoría.

Los pasajeros siempre respetaban a esta señora y nunca ponían en duda lo que decía.

Cuando terminaba la parte formal unas cotorras entrometidas co­menzaban a cantar estos estribillos:

"Que se va, que se va el tren,
que se viene que se viene el cajón,
trayendo pedazo de queso,
lechuga y mucho pastel.

El almuerzo empieza
Y todos a comer"

En un abrir y cerrar de ojos saltaron de la valijera de abajo, y de arriba canastillos, cajas, viandas, paquetes, que se abrían haciendo sentir su apetitosoolor a comida casera.

Los conejos se pasaban sus zanahorias y lechugas y los dientes ha­cían su "cris", "cris", en ritmo cadencioso.

Aquello era un comedor muy original y el menú de lo más variado, al poco rato comenzó el convite.

-¿No le gustaría un poco de lechuga?
-Gracias, es usted muy amable.

-Le vendría muy bien para sus venados un poco de leche. Sírvase, señora, y déselos.

-Gracias -decía la mamá. Les ofreció a los venados, pero estos no querían probar un trago, se sentían cansados.

-Tómela usted, insistió, el viaje es aún largo.

Y se bebió la leche que contenía el vaso. Le vino muy bien, porque todo lo hizo en 24 horas sin descansar: viajar, ir al veterinario, comprar los medicamentos y regresar de nuevo. Y como sucede a todas las mamás, con la preocupación olvidó probar un poco de alimento.

Realmente, por un buen rato no se escuchó palabra. Todos estaban ocupados masticando, o bebiendo algo. De vez en cuando una charlita con el compañero de enfrente y alguna que otra risa, un bostezo conta­giante y luego el silencio.

Todos se preparaban  para dormir. Tanto disfrutaba ese viaje que había olvidado preguntar a dónde íbamos y cómo haría para regresar a la ciudad. Observé con cariño que una oveja daba de mamar a su cría y que con una pata le acariciaba la cabecita. Las otras ovejas dormían su siesta, que se hacía cada vez más agradable gracias a la brisa que entraba por las ventanillas.

El tren seguía su camino con la obediencia ciega del que es leal a su trabajo.

De pronto una frenada brusca, así en seco, sacudió todo el vagón y los pasajeros se esparcieron de aquí para allá. Los equipajes tirados. Al­gunos animales gemían, lloraban. Las mamás preguntaban: ¿No vieron a mi hijo?

Otra desde el suelo contestaba: -Aquí lo tengo.

Los venaditos estaban en el suelo, pero la mamá muy rápida ya los acomodaba nuevamente en el asiento. Hubo algunos heridos. Menos mal que en el vagón viajaba una mamá que por mucho tiempo fue enfermera de una veterinaria. Sacó su maletín de primeros auxilios y comenzó a vendar y poner tarabillas a las patas rotas. Poco a poco cada cual se fue acomodando con su familia.

El tren estaba inquieto. Salí a explorar para saber qué había ocurrido y allí observé a una vaca muerta en medio de la vía., y aunque el motor­man aminoró la velocidad, no se pudo evitar el impacto.

Mientras los pasajeros se acomodaban, ayudamos a retirar la enor­me vaca.

Algunos vecinos vinieron a poner hombro para que todo resultara bien. Fue admirable el comportamiento. Cuando el guarda dijo:

-Quietos, todos quietos, tuvimos un percance pero ya lo soluciona­remos. Les pido que queden en sus sitios, los más pequeños junto a sus padres. Nadie debe descender del tren.

Aunque llenos de curiosidad, no asomaron las cabezas por las ven­tanillas. Tal vez hayan estado aún asustados o seguían adoloridos por el golpe.

Por fin el tren recuperó su marcha. La tarde se prestaba aún para disfrutar del paisaje, que ahora, cobraba otro matiz. El sol comenzaba a esconderse. Y allá afuera las aves se acercaban a los árboles para asegurar su noche.

Los animales terrestres buscaban en los bosquecillos los huecos de los árboles para protegerse de las inclemencias del tiempo. En el vagón poco a poco se fueron prendiendo las luces.

Los pasajeros preferían leer, los pequeños jugaban con las patas, contaban adivinanzas e imitaban las voces de otros animales. El día esta­ba terminando. Las ventanillas dejaron de ser el espejo mágico donde los ojos llenaban toda curiosidad.

El tren seguía su ruta fijada. Nada ya lo detenía, había despedido al sol con una genial pitada. Y veía asomarse a las estrellas, para tachonar el firmamento de mil ojos luminosos. Y la luna se dejaba ver solitaria, silen­ciosa.

El sueño se vino con todo, porque el susto y el cansancio hicieron caer las pestañas. Y todos, casi todos quedaron dormidos.

Al amanecer llegamos a la estación final; no lo hubiéramos advertido si no fuera por las pitadas del tren y las palmadas que daba el guardián.

-¡Llegamos a la estación final! A prepararse con los equipajes - decía el guarda.

Los animales comenzaban a desperezarse, los chiquitos se friccio­naban los ojos para abrirlos mejor.

Los mayores buscaban sus zapatos de los que se habían desprendi­dos para estar más sueltos durante el sueño.

Una cantidad inmensa de animales esperaban a sus familiares. Con rapidez se vació el vagón, y cada cual tomaba relación con sus parientes. Se oían gritos de alegría.

-Aquí estamos papá decía una que había viajado con la madre. Y allí nomás besos y abrazos, derecho a casita.

El papá de los venaditos los esperó con un carro. Corrió a traer a sus pequeños. La mamá cargó con uno y el papá con otro, los llevaron al carro.

Cuando quise mirarlos solo el polvo cubría la ruta.
Al poco rato todo quedó en silencio. La mañana estaba hermosa, yo estaba solo. Me acerqué a la ventanilla donde decía "Boletería", pregunté el horario de regreso a la ciudad. Faltaba poco. Adquirí el pasaje. Di unas vueltas por ese lugar. Respiré fuerte el aire fresco. Estiré las piernas que las tenía un poco entumecidas. Traté de asearme en un arroyuelo cercano. Me mojé la cara, los pelos. Me peiné. Estaba listo. Llamó mi atención que ningún pasajero esperaba el tren. Me pregunté: "¿Seré yo el único que viaja"?

Pitó el tren por primera vez y una multitud de aves venían desde los árboles cercanos, otros tantos animales estaban debajo de los troncos, de las maderas estacionadas y apresuradamente abordaban el tren.

Buscaban sus asientos preferidos, ya todo estaba copado. Yo me ubiqué en un asiento que daba a la ventanilla, me acomodé tranquilamen­te. Como no tenía equipaje todo fue más fácil.

El tren ya había salido y habíamos recorrido un buen trecho.

Me acomodé mejor, estiré las piernas y en eso sentí que los pies se me enredaban con algo. Me agaché y vi. Brillar unos ojos pícaros.
-¿Ya llegamos, amigo? me dijo un viejo compañero de viaje que quedó dormido y olvido de desembarcar.

-Ya estamos de regreso nuevamente-le contesté algo burlón. Y muy tranquilo se acomodó nuevamente para seguir durmiendo. No tenía nada de que arrepentirse, parece ser que estaba acostumbrado a que eso le sucediera.

Yo me puse más cómodo, me desprendí los zapatos, desabroché la camisa y abrí de par en par la ventana para que el viento refrescara mi sueño. El tren daba su pitada triunfante. Di unas vueltas, puse mejor la cabeza, la apoyé sobre el respaldo.

Cuando todo estaba tranquilo, sonó la alarma. Me sacudí, tiré las sábanas. Ya era tarde. Llegaría con atraso al colegio. Nuevamente el reloj hacía sentir la alarma.
Me había quedado dormido, profundamente dormido.

 

 

LA GOLONDRINA SUBIÓ Al, CIELO

 

Pepe recibió con alegría la golondrina que le habían regalado.

Su tía apareció tan  pronto lo supo, porque tenía en su casa una jaula dorada que no se habitaba.

EI niño no se percató de ella, ni le asombró el brillo del futuro hogar de la golondrina.

Para él solamente existía ese maravilloso amigo, que desde hoy sería su compañero. Y lo fue, era la admiración de todos y hasta los adultos se entretenían mirándola.

Pasó el tiempo, pero algo ocurría en la jaula dorada.

Ya no hubo trinar y la tristeza reinaba en ese hogar.
Pepe enfermó. Una fiebre alta le torturaba.

Vino el médico y no encontró causa del mal.

En otra visita no lo encontró en su dormitorio, estaba frente al castillo de oro, quieto, silbando una melodía como serenata de despedida.

Abrió las puertas de ese falso castillo y poco a poco la golondrina levantó alas, paseo por la jaula, y luego, sin esperar más, se largó al espacio. Sintió distinta la brisa, levantó los ojos al cielo y emprendió su vuelo hacia el infinito.

Cada vez más alto, cada vez más fuerte...
En el rostro de Pepe no había tristeza.
Sólo gritaba, vete más alto... más... acércate al cielo...

 

 

ESA MUÑECA

 

Esa muñeca no la puedo olvidar, me la trajo la tía Mabel, de vuelta del paseo como una recordación.

¡Qué bella, era de cartón prensado, pintado los labios en rojo y los ojos en marrón!

Por la noche dormimos en el mismo lugar; yo aquí ella allá juntas las dos y dispuestas a soñar.

Al amanecerme levanto a mirar si la picarona ya se puso a despertar. ¡Claro!, es cumplidora y dispuesta a ayudar. Cara limpia porque con un plumerito me pongo a limpiarla, sacando los polvillos y luego a jugar.

¡Cómo extraño a esa muñeca que supo jugar sin molestar!

La llevo conmigo en mi corazón. Por eso amo a mi muñeca nueva, que me regaló mi madrina Isabel. ¡Más bella la otra, claro! Pero esta me divierte también.

La tengo conmigo en la cuna del patio y cuando vienen las niñas del barrio trayendo sus muñecas, me parece que la mía es la mejor, porque la amo, porque es mi compañera.

Pensando un poco también, me gusta la muñeca negra de María y la rubia de Raquel. . . La pelirroja que canta regalo de mi prima María Nidia con quien juego también. Y... sigo pensando... buena falta me hará un carro para pasearlas... ¡Eso!... Le pediré a mis abuelos y todos juntos saldremos a disfrutar.

 

EL PRIMER RAMILLETE

CUADRO ESCÉNICO PATRIO

Interior de la vieja casona de la época. Sobre lateral derecha del espectador una puerta que comunica al interior. Al fondo (foro) puerta calle y a su costado izquierdo un enorme ventanal con rejas. Hacía lateral izquierda -siempre del espectador- pared cerrada. Pegada a ésta: una mesita sobre la cual descansa un nicho adornado con flores, dos (2) sillas y si posible fuere un reclinatorio. Casi en el centro de la escena una pequeña mesa y sillas.

PERSONAJES

Juana María de Lara: Joven, bonita, viste ropa de calle de la época. Larga mantilla sobre los hombros, vaporoso  traje de sobrios colores. Rosa: Diez y ocho años. Es la sobrina de Juana María de Lara. Viste con mucha elegancia, pollerón, chaqueta, peinetón y mantilla.

LA ESCENA VACÍA AL DESCORRERSE EL TELÓN. ES DE NO­CHE ENTRE BAMBALINAS (AL FONDO) SE ESCUCHA LA VOZ DEL PREGONERO NOCTURNO.

Pregonero:  ... Las 11 y sereno...!!! ... Las once... y silencio...!!!... (A poco por puerta calle entra Rosa Sigilosamente. Ya en la sala luego de observar detenidamente sus rincones lla­ma)

Rosa: Tía...!!! ... Tía...!!! (Se acerca a puerta lateral derecha llamando hacia el interior)... Tía... ( nadie responde) ... Nadie y a estas horas... ( vuelve al centro) ... Entonces. .. No puede ser... Acaso todo lo dicho por la señora Ursula sea verdad... (Demostrando inquietud y nerviosismo se ubica en una de las sillas muy cerca de la puerta que da al interior) Y yo aceptando y cumpliendo sus mandados, sus consejos y darme cuenta mezclada en sus andanzas... (Pausa) de pronto se abre una hoja de la puerta de calle. Aparece Juana María de Lara. Se la nota nerviosa y can­sada. Algo teme. Alguien está en la calle.

Juana M.:   (Hacia la calle) ... ¡¡Que Dios ayude valiente Capitán!!... (Cierra la puerta y como vencida por el cansancio descan­sa sobre ella)... Qué noche... Dios mío...

Pregonero:  ... Las once y cinco... y sereno...

Juana M:    (Corre presurosa hacia la ventana)... Independencia o muerte... (Se acerca al nicho)... Padre: Tú que todo los has dado, hasta la vida misma por nosotros... Ten pie­dad... ¡¡ ...Por justa y noble haz que nuestra causa no sea manchada con la inocente sangre de nuestros hermanos... iii ...Padre... Yo también como tantos he dado mi pala­bra... Dame más valor y más fuerza...

Rosa: (que había pasado desapercibida se incorpora bruscamen­te)... Tía... iii...

Juana M.:   (un tanto sorprendida)... Rosa... ¿Pero estabas tú aquí...?... ¿Y qué hay de recado que te entregara...?

Rosa: (con voz entrecortada) ... Lo recibió el propio Sr. Col­mán... Dijo que... todo estaba bien... que te esperaba a la hora convenida... (se contiene, quiere llorar, agacha la cabeza)...

Juana M.:   Rosa... hijita mía... ¿Qué te ocurre...?

Rosa:Nada... tía... nada...

Juana M.:   Juana M:¿Y esos ojos gachos cuando hablas...?... Es que acaso te he ofendido sin querer...? Vamos no seas tonta arropate bien y a dormir.. El frío de la calle te ha sentado mal...

Rosa: No tía... nada de eso...

Juana M.:   Rosa... Tú sabes cuánto te quiero. No me ocultes nada... no quiero verte mortificada...

Qué no daría por hacerte feliz.. No olvides que nunca me has guardado temor o miedo y que he jurado a los pies de tu padre, mi querido hermano, hacer lo imposible porque nada te falte a mi lado... Algo te inquieta...

Rosa:Doña Ursula me dijo... (se contiene)...

Juana M.:   ¿Qué te ha dicho la Sra. Ursula...? Vamos, dime... ¿qué te dijo..?

Rosa:Me ha hecho dudar de ti... haciéndome unas preguntas muy raras.

Juana M.:   ¿Dudar de mí...?... ¿... Dudar de qué...?

Rosa: De tu comportamiento tía... Que noche tras noche veían con estupor entrar y salir de esta casa a hombres de mis­teriosas capas... que tú también salías con ellos... que hablaban en voz baja... y... que tú también ibas a visitar­los...

Juana M.:   ¡¡¡Cobardes!!!... ¡¡¡Maliciosas y cobardes!!!

Rosa: ¿Solo eso me dices tía ...?..¡¡No te da vergüenza...? Tú que me has enseñado siempre a mezquinar el honor como lo más preciado...??!!... Y ahora de lo que la calle dice y repite... nada te preocupa..??!!...

Juan M -    El honor... Mira Rosa... Tal vez tú también no me comprenprendas pero ojalá no te apresures a condenarme como esa señora "doña Ursula" cuyo ideal está hecho de chis­mes y de groseras presunciones...

Rosa: Todo lo que quieras tía...Pero hace un instante te he visto entrar tan nerviosa y decir no sé que cosas a no se quien ahí en la puerta... y luego esas idas con recados apresura­dos a la casa del Dr. Colmán... y ese decir en la ventana de... "puede ser a las ocho"... en el lugar acostumbra­do... ¿Quieres acaso que después de todo esto siga cre­yendo en ti como ayer... Que esté tranquila y no dude de ti...?

Juana M.:   Si Rosa... a pesar de todo eso ansío que vuelva en ti la tranquilidad y que no dudes... No tardaré en hablarte como quisiera hacerlo ahora... Y bien querida... mírame en los ojos... ¿Ves acaso en ellos temor o vergüenza...? ... Segura estoy que no... Muchas veces hijita la vida no es otra que la misma tierra que nos sirviera de cuna, nos exige no solo el honor sino la propia existencia. Ahora no puedes entenderme mucho... Si por lo que has visto o escuchado dudas de tu Tía Juana María estás dudando de tu propia existencia... A estas horas centenares de valien­tes como en la noche navideña están en vela preparando un gigantesco pesebre... La patria les ha exigido ese sa­crificio y segura estoy que más tarde les ha de exigir otros... Ellos no han dudado... Tú tampoco dudarás cuando a ti recurra... Habrán dedos que te acusen, lenguas que difa­man... pero sobre todas esas cosas se elevarán los brazos potentes de nuestros hermanos de sangre clamando y conjugando el verbo de la libertad.

Rosa: Parece que comprendiera todo ti...

Juana M.:   Aún no Rosa... cuando el aire que respires llegue limpio a tus pulmones... cuando la sombra de los árboles se te haga tibia y te invite al descanso, cuando sobre la tierra roturada por tus propias manos recibas en su seno las semillas de tus inquietudes y esperanzas y veas germinar­las en verdes y potentes brotes, cuando en las rejas de estas viejas ventanas escuches la serenata amante con notas arrancadas de nuestros propios montes y nuestras propias selvas... entonces, entonces Rosa comprenderás... y ya no dudarás de mí... (Se escucha una clarinada... Las cam­pana suenan)

Rosa: Algo que ocurre ti... (se acerca al ventanal)... El vecin­dario corre tía...

Juana M.:   ¡... Bendito sea Dios...! Rosa corre tú también a traer el ramillete... Lo he dejado en el patio... (Sale Rosa. Juana M. se arrodilla frente al nicho. Vuelve Rosa con el ramo de flores rojas, blancas y azules)

Rosa: ¡Qué precioso ramillete, tía!...

Juana M.:   Juana M:    Este ramillete lo he preparado con flores que yo misma las he cuidado en un pedazo de tierra de esta misma casa y quiero que sea mí presente, el más humilde y modesto, para aquellos valientes que han hecho de nubes, cielo y sangre un pueblo libre y soberano... Sí... para el Capitán Caballero, para lturbe, Molas, Bogarín, Yegros, Francia... para este nuestro pueblo de hoy, de mañana y de siem­pre... (Ambas arrojan las flores al público mientras sue­nan las primeras notas del himno patrio).

FIN

 

 

MI LIBRO

 

Estante cargado

de toda la historia,

mucho de ciencias,

otro tanto de leyes,

matemática abundante,

fórmulas químicas

y tantísimo de literatura

conforman mi hogar,

que da al libro

su bello sitial.

No estoy solo nunca,

aunque lo estuviera,

porque en cada libro

yo encuentro

respuestas y ansias

para proseguir.

Mucho he aprendido

mucho que me queda

aún por leer

por eso el libro

es fuente constante,

manantial inagotable

que puede llenar

de gratas sorpresas

y de mucho saber,

a quien llegue a leer.

 

 

ABUELITA

 

-¿Cuánto me quieres?

-No sé decirte

niño del alma

-¿Más que a tu hijo?

-No sé decirte

niño curioso.

-¿Tal vez me quieras

más que a los otros?

-No sé responderte

niño travieso

Solo quiero que sepas

que me tienes loca

con tus preguntas.

Y, yo... a estas horas

no puedo sacarte

cuenta,

porque me equivoco.

Sólo te digo

nieto del alma,

que te amo tanto

y sin ti no puedo vivir un día.

¡Nieto del alma!

 

 

AÑO NUEVO

 

Por el camino estrellado

va llegando el año nuevo

con alforjas vacías

para llevarlas cada día.

Racimos de flores aún perfuman

el ambiente cocotero

y los tres Reyes Magos

ya regresan a la alcoba

para esperar otro año,

trayendo gratas preseas.

Hagamos desde ahora
de nuestra voz

un canto,

de nuestro gesto

una sonrisa

de nuestro anhelo una dicha,

y todo el año que iniciamos

nos brindará su aliento

para sembrar de flores

los caminos transitados. 

 

 

INDIO

 

Rostro taciturno

mirada transparente

sonrisa apagada

pies encallecidos

por el tiempo,

en el largo peregrinar

de los siglos

Indio

largo sueño

de una raza

que se extingue,

sin perder

su identidad

Indio

deambulas nuestras calles

para recordarnos

que venimos de ti

y a ti te debemos esta

tierra que es tuya

y nos la cediste

por generosidad

Indio, hermano

eres origen

de nuestra heredad,

historia viva

de una raza

que es orgullo

de nuestra nación.

 

 

AMIGO

 

Te conocí, no sé cuándo

ni donde

tal vez, en cl colegio

pero hace rato

que eres el hermano que yo elegí.

Hay entre tú y yo

un imán que acerca

cuando necesito

abrir el corazón.

Si estoy contento

me alegro que tú lo sepas.

Y si tengo rabia

no estallo en llanto

hasta que tú me escuches.

Amigo, hagamos un pacto

de fidelidad.

Tú y yo en las buenas

y en las malas,

sin claudicar.

Amigo siempre, siempre hermano

sin declinar.

 

 

MAYO
 

Cuando la aurora

levanta el telón de la noche

y el arado abre surcos

de esperanzas nuevas,

la patria emprende su marcha vital.

 

Cuando las aulas

se pueblen de risas de infantes,

el himno en sus versos

en marcha triunfal,

la patria se proyecta fuerte y altiva.

 

Cuando en cada hogar,

al llegar la noche

se musita la oración al

Padre Nuestro,

la patria se fortalece.

 

Cuando suenan clarines

repican campanas

y se visten las calles

de la tricolor bandera,

la patria está de fiesta.

 

Mayo le presta su brisa suave

el sol le da su aureola.

La palma y el olivo su incienso

y mil aves repiten

el dulce trinar.

 

¡Qué bella es la siembra

de la libertad!

 

 

LIBERTAD

 

Si me falta el pan,

buscaré la hostia.

Si me quitan el abrigo,

hallaré otra manta.

Si me prohíben la palabra,

encontraré cómo expresarme.

Si me niegan el canto,

las aves me prestarán

su trinar.

Pero, si me quitan la libertad,

me dejarán sin aire,

sin agua y sin luz.

Ya no habrá razón de existir.

Entonces iré

detrás de ella,

hasta lograrla.

y si la tengo,

no dejaré

que me la quiten,

porque no se puede vivir,

sin ti.

iLibertad!

 

DE: ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL,

Asunción, Paraguay, 2009.

 

 

Fuente: LITERATURA INFANTO-JUVENIL PARAGUAYA DE AYER Y HOY. TOMO II (K – Z). TERESA MÉNDEZ-FAITH, INTERCONTINENTAL EDITORA S.A. 

web: www.libreriaintercontinental.com.py. Asunción – Paraguay, 2011.
 

 

 

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA P



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA