¿INVASIÓN U OCUPACIÓN?

  Por ALFREDO BOCCIA PAZ

  galiboc@tigo.com.py

La palabra elegida para definir los conflictos por la tierra tiene un peso ideológico. A partir de allí se vuelve previsible el rumbo por el que discurrirán los argumentos. Quienes prefieren el primer sustantivo cargarán la tinta sobre los antecedentes de Cristina Aquino, la mujer que lideró al grupo de sintierras de Luque. Habría estafado a los pobladores lucrando con la ignorancia de la gente. Señalarán que entre los invasores hay avivados, drogadictos y delincuentes. Y, sobre todo, recordarán que el artículo 109 de la Constitución Nacional garantiza la propiedad privada.

Los que prefieren el segundo nombre enfatizarán en el problema social que representan los miles de compatriotas sin vivienda y sumidos en la pobreza. Sostendrán que esa masa de excluidos es consecuencia del brutal proceso de migración rural que los expulsó del campo a la ciudad. Acusarán al Estado de no dar respuestas eficaces y, sobre todo, recordarán el artículo 100 de la Constitución Nacional que garantiza el derecho a una vivienda digna.

Más allá de que se hable de invasión u ocupación, la lucha por la tierra es casi siempre una disputa entre poderosos y débiles, es decir, entre ricos y pobres. Es una pugna atávicamente desigual. Los primeros cuentan con la ley, los jueces, los funcionarios e instituciones burocráticas y las armas del Estado a su favor. Los otros apelan a la movilización y a las acciones que los llevan a la irrupción en un “terreno fiscal”, creando una situación fáctica que les permita ser oídos. Siempre vulneran alguna ley, pero han aprendido una verdad de hierro: en las últimas décadas, todos los asentamientos fueron creados por una invasión previa. Sin eso, el Estado es ciego, sordo y mudo.

El conflicto ocurrido en la propiedad de Copaco en Luque debe ser entendido en el contexto adecuado. Podría haber sucedido en cualquiera de los mil asentamientos irregulares que existen en el Departamento Central. Cada uno de ellos está fogoneado por algún dirigente político o social, de todos los colores, ansioso por arrancar votos de ese rebaño de necesitados. Quien desconozca estas cifras está analizando un árbol, desconociendo al bosque. Son bombas de tiempo que explotarán sin aviso previo.

En el fondo, el desalojo en Luque no es más que la imagen social de nuestro país. Como en un espejo, allí se enfrentan nuestras desigualdades más irritantes. Y es lógico que, cuando esos dos Paraguay se encuentran, haya violencia. De un lado, bombas molotov y proyectiles que costaron un ojo a un policía. Y del lado de estos, innecesario incendio de enseres personales y agresiones a periodistas. Nadie puede alegrarse ante tanta ausencia de Estado. ¿Nadie? Bueno sí, hay una inentendible legión de cultores de la aporofobia (rechazo a los pobres) que se regodean con la represión a los mismos por “no respetar la ley”.

Pero jamás se inmutan con los poderosos de guante blanco que se han quedado con casi todo el territorio.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Sábado, 09 de Marzo de 2019

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