LO QUE YA NO PODRÉ PREGUNTAR
Por ALFREDO BOCCIA PAZ
galiboc@tigo.com.py
En circunstancias parecidas a la de ahora solía llamarlo. Cuando el ambiente jurídico nos ofrecía alguno de sus periódicos escándalos o contradicciones, era prudente que un lego en la materia como yo consultara la opinión de un jurista de verdad. Sí, le hubiera llamado a preguntar qué le parecía que Raúl Torres Kirmser, luego de dejar la Corte Suprema por haber cumplido 75 años, reapareciera inesperadamente como representante de las universidades públicas ante el Consejo de la Magistratura.
Alguna vez ya habíamos hablado de esto. Cuando le planteé que la edad era un impedimento real para integrar la Corte, me interrumpió diciéndome que eso era poco relevante; lo grave era llegar a viejo sin haber dejado una estela de actos y ejemplos que honraran la trayectoria de vida. Y, como ministro de la Corte, Torres Kirmser sería más recordado por las denuncias de nepotismo que por enfrentar con arrojo las presiones del poder.
Hace tres años el Colegio de Abogados del Paraguay, se preguntaba en un comunicado: “¿Es el actuar del ministro José Raúl Torres Kirmser, con la incorporación de sus hijos a puestos pagados sin la retribución del servicio, un proceder acorde a esa honorabilidad de la que debe hacer gala como miembro de la máxima instancia judicial? ¿Puede el ministro caminar por las calles de este país, con el saco al hombro, gozando del reconocimiento público que teóricamente implica su cargo?” Más explícito, imposible.
Se acabaron las conversaciones cálidas con ese hombre comprometido con la causa democrática. El constitucionalista Jorge Seall Sasiain se murió anteayer. Había sido el mejor egresado de la Facultad de Derecho y era Master of Laws por la Universidad de Harvard. Era liberal, pero no tenía muchas chances de sobresalir en el fango de la política partidaria, en el que el valor integridad cotiza pésimamente. Jorge Seall, hacía entendible las cuestiones jurídicas más complejas. Canalizó su vocación docente en cátedras de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional (UNA) y la Universidad Católica (UC).
Seall hubiera sido un excelente representante de cualquiera de ellas en los órganos extrapoderes. Pero no, prefieren gente con el perfil de Raúl Torres Kirmser (UNA) o Cristian Kriskovich (UC). En realidad, tampoco tendría mucho éxito allí, pues su rectitud le impediría el fisiológico servilismo político, indispensable para sobrevivir en ese ámbito.
Convencido de la transparencia de los actos públicos como soporte ético de un Gobierno republicano, estoy seguro de que, si hubiera podido, expresaría su indignación ante la iniciativa de la ministra de la Corte, Gladys Bareiro, de presentar una acción de inconstitucionalidad –que será estudiada por la propia Corte– contra la ley que obliga a televisar todas sus sesiones. Jorge Seall no hubiera dejado de señalar el silencio cómplice de toda la nefasta vieja guardia de la máxima instancia judicial.
Nos va faltar, además, su risa jovial y sabia, que disimulaba su pesimismo. Ya solo queda la ciudadanía, me decía, como esperanza para acorralar a los saqueadores. ¡Qué lástima, amigo! Irte tan pronto, mientras la legión de sátrapas judiciales ni se resfría.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
www.ultimahora.com
Sección OPINIÓN
Sábado, 20 de Julio de 2019
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