Portal Guaraní - ENTRE LA PERPLEJIDAD Y LA SORDIDEZ - Por ALFREDO BOCCIA PAZ

Pese a que hay aún circunstancias por conocer, la sensación de fracaso es invencible. La vertiginosa sucesión de acontecimientos que terminó en la renuncia de Mario Ferreiro estuvo jalonada por una profusión de noticias distribuidas entre lo equívoco y lo sospechoso.

¿Cómo se llegó a este final tan distinto a la ilusión con la que todo comenzó hace cuatro años? Ciertamente, no fue por un mal diagnóstico de lo que había por delante. Cuando Mario ganó las elecciones tenía bien identificadas las amenazas que suponía esa mítica hidra de siete cabezas llamada Municipalidad de Asunción. Conocía que albergaba un número absurdamente alto de funcionarios –más de 9.000–, que se llevan más del 80% de los ingresos, una cifra que no ha parado de subir.

Sabía también que dar de baja a ese ejército de planilleros lo enfrentaría a los más de diez sindicatos que funcionan en la institución. Entendía que tampoco podía contar con mucho apoyo político, pues los propiciadores de las contrataciones innecesarias son los propios concejales. Son centenares de operadores electorales que explican la eternización de algunos ediles colorados y liberales en sus cargos. Solo los funcionarios de la Junta Municipal son cerca de 1.300. Son tantos que no caben en el espacio físico de la Junta. En la época de Filizzola no llegaban a ochenta y el legislativo municipal tenía un nivel intelectual y moral superlativamente superior al de los últimos años.

Era consciente que, por ser de signo opositor al gobierno central, podía olvidarse de una nueva Ley de Capitalidad que financiara obras de infraestructura o de que el Estado paraguayo pagara los cerca de cincuenta millones de dólares que adeuda por tributos municipales desde el 2014.

Mario sabía, antes de asumir, que Asunción era una capital sucia, sin plazas amigables, sin servicios básicos y llena de baches por la inmensa corruptela que se había apoderado del Municipio desde hacía más de dos décadas. Advertía que había sido votado por un electorado podrido del estilo “seccionalero de siempre” del tractor amarillo que pretendía ser reelecto.

Le quedaban, pues, dos opciones: romper con la estructura corrupta, disminuir el número de funcionarios, enfrentarse a la Junta Municipal y buscar apoyo en la ciudadanía asuncena o intentar sobrevivir, pactando, cediendo, tolerando, en aras de la gobernabilidad.

Quizás, de haber elegido la primera alternativa, hubiera durado menos en el cargo, pero su salida hubiera sido más digna. Pero Mario optó por la segunda y fue gradualmente engullido por una armadura descompuesta y pegajosa. Es la hidra voraz, sin colores ni ideología, capaz de manchar incluso sin exigir una corrupción directa.

Como muchos, sigo creyendo en la honestidad personal de Mario Ferreiro, pero me resulta infumable que no conociera las andanzas de un entorno devotamente sórdido.

Pobre, Asunción. Frustradas las alternativas nuevas y sin esperanza en las viejas pareciera que no hay opciones en su golpeado futuro. Sin embargo no es así, siempre habrá voluntarios dispuestos a tirarse a esa licuadora de prestigios que es la Intendencia, con la vana ilusión de esquivar sus amenazantes aspas.

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