Portal Guaraní - SEGUNDA SEMANA SANTA EN CONFINAMIENTO - Por ALFREDO BOCCIA PAZ

De nuevo pasaremos confinados la Semana Santa. Hace un año casi nadie se imaginaba que esto pudiera ocurrir. Sabíamos menos sobre el coronavirus y pensábamos que en unos meses volveríamos a la normalidad. Hay, sin embargo, sensibles diferencias entre aquellos días santos y los de ahora.

Antes, la confianza hacia Mazzoleni y su equipo de salud era alta y la población obedeció la orden de recluirse en sus casas, pues los argumentos del Gobierno parecían lógicos. Había que darle tiempo para que se compren los insumos médicos. Se habían detectado pocos casos y se daba la paradoja de que las calles estaban vacías y los hospitales también.

El inédito aislamiento colectivo ocurría simultáneamente en los cinco continentes y era vivido por todos con una mezcla de curiosidad y miedo. La gente empezaba a perder sus trabajos e ingresos, pero aún tenía ganas y resto para enfrentar la contingencia. Se intentaba conservar el buen humor y la utilización de las redes sociales se disparó. Se compartían fotos, memes, pensamientos y relatos sobre cómo se sobrellevaba la imposibilidad de salir.

Esta segunda Semana Santa en cautiverio es diferente. La credibilidad del Gobierno se ha pulverizado. Su falta de voluntad para castigar a los corruptos terminó con la paciencia ciudadana. El gradual colapso de los hospitales puso en evidencia la humillante fragilidad de nuestra salud pública, criminalmente abandonada durante muchas décadas.

Con las terapias intensivas repletas de pacientes gravísimos, los patios de los hospitales se convirtieron en improvisados mercados donde los familiares de los pacientes intentaban comprar los medicamentos que la institución no tenía.

Solo las vacunas podrían salvarnos, pero el gobierno de Mario Abdo se mostró particularmente ineficiente a la hora de conseguirlas. El individuo común que inicia hoy un nuevo periodo de restricciones sanitarias no es el mismo de un año atrás.

Es una persona más pobre y más cansada. Probablemente el virus haya tocado a uno o más miembros de su familia. Sabe que lo que se viene no será corto y que, con suerte, será vacunado cerca de fin de año. Pero sobre todo, es alguien mucho más descreído que el de 2020.

Estas penurias serían más fáciles de sobrellevar si hubiéramos tenido un líder visible, capaz de tranquilizar, explicar y orientar. Pero Mario Abdo parece desorientado y más asustado que cualquier ciudadano. Luego de muchos días de estar desaparecido, pidió una reunión con la Conferencia Episcopal Paraguaya. Eso no está mal, pero no sustituye la comunicación directa con la gente, como se lo sugirieron los propios obispos.

El otro elemento que asquea a la población es que la corrupción y el despilfarro de los políticos continúen como si nada estuviera pasando.

Esta semana, fueron apresados 14 narcos del Primer Comando Capital. Estaban realizando nada menos que una asamblea en un predio de la seccional colorada de Pedro Juan Caballero. A la Fiscalía de Sandra Quiñónez el tema no le inmutó. Si la misma situación se hubiera dado en un local del PLRA o el Frente Guasu habría una gran cantidad de imputaciones. La pandemia no corrigió los sesgos partidarios de nuestra justicia.

Mientras la gente se muere en los pasillos, circula en las redes un audio en el que correligionarios del diputado colorado Colym Soroka, de Encarnación, discuten a cuál de ellos corresponde el cupo de la Séptima Región Sanitaria, para nombrar a un amigo en el cargo. Después no saben por qué crece la bronca anticolorada.

Así que, apreciado/a lector/a, acopiemos optimismo, resiliencia y solidaridad. Nos toca enfrentar una situación jamás vivida. Los dueños del poder no nos ayudan.

Cuando salgamos de esta habrá que recordar los nombres y el color de nuestros verdugos para no votarlos nunca más.

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