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WASHINGTON ASHWELL (+)

  HISTORIA ECONÓMICA DEL PARAGUAY 1923 a 1946 - WASHINGTON ASHWELL


HISTORIA ECONÓMICA DEL PARAGUAY 1923 a 1946 - WASHINGTON ASHWELL

HISTORIA ECONÓMICA DEL PARAGUAY

COLAPSO Y ABANDONO DEL SISTEMA LIBERAL

1923 a 1946

TOMO II

WASHINGTON ASHWELL

 

 

INDICE

 

I. INTRODUCCIÓN

Las secuelas de la recesión. Objetivos y periodización. Los significados de la palabra liberal. Reconocimiento. Contradicciones de la teoría con la realidad económica. La recuperación de la economía. La recuperación fiscal. La reactivación y la estructura económica del país. La concentración comercial y financiera. La población. Los resabios de la recesión. 

 

II. LA CUESTIÓN SOCIAL

El reclamo social. La mala distribución del ingreso. La acumulación de capitales y las inversiones. El problema agrario. La cuestión obrera.

 

III. LA CUESTIÓN MONETARIA Y LOS PROYECTOS DE BANCO CENTRAL

La cuestión monetaria. El primer proyecto de Banco Central. Organización y objetivos. La estabilización cambiaria. Apoyo al sistema bancario. Las reservas bancarias centralizadas. El redescuento. Operaciones directas con el público. Agente financiero y banquero del Estado. La Cámara Compensadora. El capital del Banco. El Directorio. El trámite del proyecto. La Ley 550: El patrón de pesos argentinos. La inestabilidad cambiaria. La resistencia de la ortodoxia. El segundo proyecto monetario y bancario. La unidad monetaria nacional. Su organización. El Directorio. Capital. Emisión menor. El bono de cobertura de la emisión. Rescisión del contrato del Banco de la República. La discusión del proyecto. Evaluación del proyecto. El proyecto de modificación de la Ley 550.

 

IV. LA CRISIS DEL LIBERALISMO

El replanteo doctrinario. El cuestionamiento republicano. La intervención del Estado. La cuestión social. El problema agrario. La, cuestión obrera. El fomento industrial. Los derechos civiles y políticos de la mujer. La protección del medio ambiente. El gran debate nacional. La reivindicación histórica. La defensa del Chaco. La lucha por un orden democrático. Los grupos independientes. El Corporativismo Católico. La Liga Nacional Independiente. El Partido Comunista. 

 

V. LA DESINTEGRACIÓN DEL LIBERALISMO PARAGUAYO

Las escisiones internas. El Schaerismo. El Modestismo. El neoliberalismo estatista. El manifiesto de la Juventud Liberal 

 

VI. LA CRISIS DE 1929

El gran colapso de la economía mundial. Las repercusiones en el Paraguay. El tercer proyecto de reforma monetaria. El nuevo proyecto de Banco Central. La unidad monetaria. La emisión. El Banco Central. Dirección y Administración. Operaciones del Banco. Operaciones con el público. Operaciones con el Estado. La Cámara Compensadora. El trámite del proyecto. La ampliación de funciones de la Oficina de Cambios. La muerte de Eligio Ayala. Un juicio sobre el último proyecto de Banco Central. El panorama social. El levantamiento comunista. El conato militar. El replanteo monetario. La masacre del 23 de octubre. El deterioro económico. El Programa Mínimo del Partido Liberal. La cuestión del Chaco. 

 

VII. LA ECONOMÍA DE GUERRA

La guerra y la economía. La tregua política. La estructura económica y los requerimientos de la guerra. El gran problema del transporte. El sector fiscal. El manejo- presupuestal. La corrupción administrativa. El financiamiento de la guerra. Las reservas internacionales de la Oficina de Cambios. La emisión monetaria. Las requisas. Las expropiaciones. Recursos crediticios. La colecta del oro privado. La recuperación de la economía mundial. La recuperación de la economía nacional. La captura de armas y municiones. El costo global de la guerra. El reajuste institucional. El problema de los transportes. El final de la guerra.

 

VIII. EL FINAL DE LA ERA LIBERAL.

La Revolución de Febrero de 1936. Las secuelas de la guerra. La situación económica. La presión del descontento. La resistencia oficial. La caída del cambio y el precio del algodón. El golpe militar del 17 de febrero de 1936. La proclama revolucionaria. El acta plebiscitaria. El Decreto Ley 152. La apreciación de la Iglesia. La propuesta comunista. La crisis de gabinete. El retiro de Smith. El Partido Nacional Revolucionario. La política económica de la revolución. El Ministerio de Agricultura. El Ministerio de Salud Pública. La política laboral. La reforma agraria. El Banco de la República. El intervencionismo estatal. La política industrial. El colapso final.

 

IX. EL PROYECTO TOTALITARIO DEL LIBERALISMO PARAGUAYO

El trajín de la transición. El gobierno de la Universidad. El panorama económico y la crisis de 1937. El programa de contención del gasto público. La reactivación de los partidos políticos. La reacción franquista y la represión. La reorganización del Partido Colorado. La reorganización del Partido Liberal. La abstención colorada y sus secuelas. La cuestión presidencial. El deterioro cambiario y fiscal. Las candidaturas presidenciales. La desintegración liberal. Negociaciones con el coloradismo. El panorama estudiantil. El amordazamiento de la prensa. El colapso final del proyecto democrático. La instauración de la dictadura. Los objetivos y fundamentos del nuevo orden. Los planteos de Efraím Cardozo. El enfoque de Pablo Max Insfrán La tregua política. La ley de prensa. El estatuto agrario. El control de las importaciones. El control de precios. La Constitución de 1940. La muerte de Estigarribia.

 

X. EL EXPERIMENTO CORPORATIVO.

El nuevo estado nacionalista. La sucesión presidencial. La ascensión del Tiempismo. El corporativismo. La democracia orgánica. Las corporaciones. El acceso al gobierno. La Revolución. Paraguaya Nacionalista. La supresión de los partidos políticos. El marco económico. La reactivación de la economía nacional. La balanza de pagos y la situación fiscal. La inflación y los precios y salarios. El nuevo orden. El control de cambios. El control de precios y el racionamiento. La Comisión Mixta de Venta de Azúcar. La Corporación Paraguaya de Alcoholes. La Corporación Paraguaya de Carnes. La reforma monetaria. La reforma bancaria. La cuestión laboral. La movilización estudiantil. El comportamiento de la economía. Las repercusiones políticas de la guerra. La ruptura del frente gubernamental. El colapso fanal. El gobierno de coalición.

 

XI. BIBLIOGRAFÍA

 

           

 

 

I. INTRODUCCIÓN

 

            LAS SECUELAS DE LA RECESIÓN

 

            La aguda depresión mundial de 1920 tuvo en el Paraguay repercusiones no solo económicas, sino también ideológicas y políticas. Además de la fuerte caída provocada en las actividades productivas, una de sus secuelas más trascendentes, aunque no inmediata, fue el abandono, en la década siguiente, del principio de la neutralidad del Estado en las relaciones económicas, postulado básico de la teoría clásica o liberal que durante largo tiempo había modelado el pensamiento y la política económica del país.

            Fue ese un cambio radical, una ruptura institucional que alteró las bases y la organización de las actividades productivas y comerciales del país. Después de 66 años de vigencia, se abrogó el sistema económico liberal instituido constitucionalmente al término de la Guerra del 70 y se buscó crear un nuevo orden que lo sustituyera. Terminó la era del "Estado Gendarme" de los principios liberales. Se acabó con el régimen de completa libertad de las actividades productivas y comerciales y del libre juego de las fuerzas del mercado en la determinación de los precios y salarios. Comenzó la búsqueda y aplicación de fórmulas alternativas que condujeron a una creciente intervención del Estado en la vida económica de la nación. El gobierno se convirtió progresivamente en un órgano regulador de las actividades productivas. Buscaba ser árbitro de los precios y de la cotización cambiaría y promotor de la justicia social. La fijación de los precios, especialmente de los artículos de primera necesidad, pasó a ser una función regular y una atribución del Estado.

            Ese proceso se desarrolló en el curso de un período político turbulento, en el que la controversia desbordante, la intolerancia y la represión a la crítica y a la disidencia dominaron el panorama nacional. Fue un período agitado y decisivo. La nación toda se movilizó apasionada tras el debate encendido de definiciones fundamentales para el destino del país. Se extendió desde fines de 1923 hasta 1946, en que se produjo otra salida institucional. Y a pesar de sus grandes proyecciones y consecuencias, que siguen gravitando en la vida nacional, es un período que no ha sido debidamente estudiado. Solo existe entorno de él un debate fuerte, cargado de pasiones, de recriminaciones y enconos irreductibles que el transcurso del tiempo no ha podido todavía aplacar.

            En este trabajo nos proponemos abordarlo en la forma más objetiva posible. Presentaremos los sucesos tal como han ocurrido. Utilizaremos para su reconstrucción los testimonios de sus actores y protagonistas principales y la abundante documentación oficial y periodística de la época. Los planteos revisionistas y los cuestionamientos al orden establecido serán presentados tal como fueron expuestos por sus autores en la propia época. Como podrá verse más adelante, el lenguaje empleado fue de cargado tono, como fueron igualmente fuertes las pasiones y los calificativos de las confrontaciones y debates. En nuestra presentación no vamos a paliar o magnificar ese caldeado tono. Buscamos la mayor fidelidad posible para que la reconstrucción que hagamos sea un reflejo cabal de lo acontecido en el período. Nos interesa la verdad. Escribimos para las nuevas generaciones. Queremos interesarlas en la búsqueda y el conocimiento de la realidad de nuestro pasado.

            El conocimiento histórico es esencial en la vida de los pueblos. Es fuente ilustrativa de experiencias valiosas. Permite desechar lo negativo y aprovechar lo positivo. Es guía indispensable para organizar con mejor acierto el presente y para diseñar, con mayores posibilidades de éxito, un futuro más armónico, en el que la ciudadanía toda, por encima de sus diferencias naturales, pueda vivir en paz y en la medida de su voluntad. Y la historia distorsionada  o falsificada no contribuye en nada para ese equilibrio necesario. Oculta y disfraza los errores pasados e imposibilita las rectificaciones aconsejables.

            La historia debe ser objetiva, no una invención orientada a satisfacer intereses particulares. Debemos aceptar el pasado tal como ha ocurrido y no como pudiera gustarnos que hubiera sido. Tenemos que reconocer lo acontecido, no para revivir infaustas querellas, sino para construir a partir de él. Para ello resulta indispensable exhumar primero la verdad, admitir la esterilidad y la inoperancia del exclusivismo, de la intolerancia y de los delirios mesiánicos de las asonadas y de los cuartelazos redentores. La historia nos enseña, con la contundencia irrefutable de los hechos, que la violencia y la restricciones aplicadas desde el gobierno solo han servido para instaurar o mantener tiranías efímeras y no para construir una nación sólida y perdurable. Y ya no podemos seguir insistiendo en el estéril empeño de repetir errores pasados y de mantener pasiones y enconos que solo han conducido a la postergación y al atraso. Debemos aprender que la paz no es sino el respeto de los derechos de los demás, que la libertad, cuando no es para todos no es para nadie, y aceptar que la unidad nacional ha de gestarse no en la unanimidad imposible de las ideas sino en el equilibrio necesario de nuestras diferencias. Solo así podrán venir, con el debate abierto y los planteos serenos, el diálogo indispensable entre las diversas corrientes ciudadanas y la búsqueda efectiva de la paz interna y del progreso nacional, en un marco de recíproco respeto, de tolerancia mutua y de amplia libertad.

 

            OBJETIVOS Y PERIODIZACIÓN

 

            El objeto de nuestro estudio no será la biografía de los hombres que se han sucedido en el ejercicio del poder. La historia es mucho más que simple biografía. Es el estudio de la vida de los pueblos. Es el examen del nacimiento, el desenvolvimiento, los progresos y los tropiezos de una nación en la búsqueda ininterrumpida y afanosa de su destino y de sus aspiraciones. Estudiaremos, nosotros una faceta parcial pero importante de ese proceso, la de la actividad económica orientada a proveer las necesidades materiales de la población.

            Como en nuestro libro anterior,1 el objeto de nuestra investigación será la economía nacional en su conjunto y no una actividad o un aspecto determinado de su desenvolvimiento. Siguiendo a Pierre Villar, pensamos que "la historia total" no consiste en la tarea imposible de "decirlo todo sobre todo", sino "solamente en decir aquello de que el todo depende y aquello que depende del todo ".2 Vamos así a describir el desenvolvimiento general de la economía. Pero al mismo tiempo, por la trascendencia de los sucesos ocurridos en el período, buscaremos rasgar el velo de la globalización que conforma el cuadro general, para abordar también acontecimientos y factores que han determinado el decisivo cambio registrado.

            Para el estudio de ese proceso, se nos hizo necesario flexibilizar en nuestra exposición el criterio de periodización que habíamos aplicado en nuestro libro anterior. Ese criterio estaba basado exclusivamente en el movimiento ondulatorio de las actividades productivas y comerciales que conforma los sucesivos ciclos o períodos económicos. Este criterio ofrece ventajas evidentes. Responde al impulso natural de la propia economía y nada tiene que ver con los cambios frecuentes de gobiernos y de políticas. Cada ciclo o período es de fácil reconocimiento. Comprende cuatro fases sucesivas: de prosperidad, receso, depresión y recuperación de las actividades productivas y comerciales. Esa fluctuación ondulatoria de la economía en su conjunto es determinada en nuestro país por las variaciones de la demanda y los precios de los productos primarios en los mercados internacionales y tiende a repetirse, en una secuencia recurrente, con una duración variable de 7 a 10 años. Como punto de inicio de cada período hemos elegido el momento de ruptura o de reversión de la fase expansiva de la economía. Comienza allí la fase recesiva y de contracción de las actividades productivas y comerciales. Escogimos ese momento porque con la crisis que desata, la cuestión económica se transformaba en el gran tema del debate nacional. Los grandes planteos, las grandes reformas realizadas a lo largo del período han sido, casi todos, repuestas a los sacudimientos de una crisis cíclica.

            Este criterio resultaba apropiado para el período allí abordado (1870-1925), porque en su transcurso se mantuvieron constantes tanto el marco institucional como la estructura productiva del país. Las grandes variables estudiadas eran las fluctuaciones en el nivel de ocupación y de aprovechamiento de la capacidad productiva del país y sus efectos sobre los ingresos y el nivel de vida de la población. En cambio, para encarar con plenitud el período siguiente que abordaremos en este estudio, ese criterio resulta insuficiente y limitado. Aquí nos encontraremos con la necesidad de tomar en consideración otros factores adicionales que han incidido decisivamente sobre la estructura institucional y productiva así como en el nivel de ocupación y de ingresos del país. Esos factores nuevos son la Guerra del Chaco, el colapso y abandono del liberalismo como base del orden institucional y los diversos ensayos de sustitución del modelo económico liberal realizados desde el Gobierno. Estos factores tienen que ser abordados y explicados, sin descuidar los efectos producidos por las variaciones de la demanda externa, que se mantuvieron y seguirán manteniéndose como una de las características propias del sistema capitalista y de libre comercio. Abordaremos así dos tiempos que transcurren simultáneamente pero con ritmo y causales diferentes: el tiempo económico, determinado ponlas fluctuaciones de las actividades productivas asociadas a las variaciones de la demanda externa de productos primarios, y el tiempo político, determinado por las pugnas y confrontaciones cívicas orientadas a la búsqueda y el ejercicio del poder gubernamental.

 

            LOS SIGNIFICADOS DE LA PALABRA LIBERAL

 

            Para el análisis que vamos a realizar, resulta indispensable aclarar que la palabra "liberal", que ha ser de uso frecuente en su desarrollo, tiene tres significados diferentes, no siempre coincidentes bajo un mismo concepto, rótulo o entidad.

            En el orden político, denomina al sistema democrático, cuyos elementos característicos son la designación de gobernantes mediante elecciones por sufragio universal, la existencia de un parlamento pluralista, con representación de mayorias y minorías y un conjunto de normas jurídicas que aseguran el control del ejercicio de la autoridad por jueces independientes. Estos tres elementos constitutivos del sistema tienden a garantizar los derechos de las personas y a evitar que el poder político sea demasiado fuerte y pueda avasallar arbitraria e impunemente los derechos y garantías consagrados por la ley. Al respecto explica Duverger:

            "La representación popular, mediante elecciones, permite a los ciudadanos designar a los gobernantes y privarlos del poder cuando sus mandatos expiran. La separación de poderes obliga a que cada órgano gubernamental sea controlado por otro, de forma que, como dice Montesquieu, "el poder limite al poder". El principio de legalidad y la jerarquía de las normas jurídicas garantizan en cada grado esta limitación de los gobernantes y dan a los gobernados los medios necesarios para oponerse a los actos ilegales".3

            "En un Estado de Derecho, añade por su parte Reyes Heroles, el Estado debe estar sometido o auto limitado por normas preestablecidas. El principio de la legalidad debe regir su actuación. No puede salirse del cauce establecido por el derecho vigente. Este principio fundamental tiene por objeto garantizar certidumbre jurídica al individuo y a la sociedad, así como limitar el obrar estatal en armonía con los otros elementos que le sirven de contenido".4

            La democracia no es un fin en sí misma. Es meramente un medio para lograr la convivencia armónica de todos los sectores de opinión que se manifiestan en una sociedad y buscar, mancomunadamente, la vigencia plena de los derechos ciudadanos y el progreso económico de la nación en condiciones equitativas para toda la población. Por sí solo, un orden democrático no es la solución de los problemas de una nación. Es tan solo el marco más apropiado para abordarlos y decidir las fórmulas más convenientes para remediarlos. Permite el debate abierto de los grandes temas, el cotejo de las ideas, el equilibrio y el recíproco respeto de fuerzas opuestas, el contrapeso y el control de los poderes y de los partidos, la convivencia pacífica de antagonismos que dirimen sus diferencias no por la confrontación y la violencia sino por el debate y el voto. Asegura el ambiente más apropiado para la convivencia pacífica de los diversos sectores de opinión, para la libre expresión del pensamiento y para la vigencia plena de las libertades y los derechos de las personas.

            En el orden económico denomina al sistema capitalista cuya organización está basada "en la propiedad privada, en la producción para el mercado, en un régimen de selección y competencias libres, con la finalidad de obtener una ganancia".5 Para este sistema, la propiedad y la libertad son derechos fundamentales de las personas. Están por encima de las atribuciones del Estado, que debe respetarlos y garantizarlos.

            De acuerdo con este sistema, el Estado no debe intervenir en la vida económica de la nación porque el libre juego de la oferta y la demanda la regula de la mejor forma posible. La búsqueda del lucro constituye un fin lícito de la actividad humana y es el mecanismo más eficaz para impulsar el progreso y la riqueza de las naciones. La competencia entre productores tiende a la movilización más eficiente de los recursos de un país. Con el precio óptimo que para el productor y el consumidor fija el mercado, determina la armonía de los intereses diversos y produce tantas ventajas para la sociedad como lo permita la disponibilidad de recursos de cada nación. Las relaciones económicas están regidas así por leyes ineluctables que determinan el equilibrio general. Librada a sus espontáneos impulsos, la actividad económica se desenvuelve siempre en un nivel de máxima eficiencia, dentro de los límites que a cada nación le impone su disponibilidad de recursos naturales. La producción crea su propia demanda. No pueden originarse ni superproducción ni déficit en el abastecimiento de bienes y servicios. Y el comercio exterior, cuando no es interferido por barreras aduaneras o restricciones gubernamentales, asegura la extensión de los beneficios del progreso a todas las regiones del mundo que participan en el intercambio comercial.

            Para levantar a una nación al grado máximo de bienestar que le permiten la naturaleza de sus recursos y su posición con respecto a las demás naciones, según esta escuela no hacen falta sino tres cosas: tributos moderados, paz y una buena administración de justicia. Todo lo demás sobreviene del curso natural de las cosas. La iniciativa privada es el factor dinámico que promueve e impulsa el progreso. El gobierno ideal es entonces aquel que costando poco, interviene lo menos posible. El dejar hacer y el dejar pasar es la norma básica recomendada para la buena gestión gubernamental. Mediante el equilibrio presupuestal y la convertibilidad a oro o monedas extranjeras, el gobierno debe conservar el valor interno y externo de la moneda nacional. Y esa es virtualmente la única responsabilidad asignada al gobierno en la conducción económica. Por el bien de la nación, el Estado no debe competir con la iniciativa privada. Por su propia naturaleza es un mal industrial y peor comerciante. La economía debe ser una zona de actividad autónoma, reservada a la iniciativa privada, en la que el poder político no debe intervenir. Al Estado solo le concierne permitir que la ineluctable ley del dejar hacer y pasar surta sus efectos. Los privilegios y las restricciones gubernamentales son negativos y contraproducentes. Riñen con el sistema natural de la libertad y solo sirven para entorpecer el progreso de la nación.

            Ambos conceptos, el político y el económico, no son necesariamente concurrentes. Un sistema democrático puede no ser liberal o capitalista en lo económico, como no lo son los de algunos países nórdicos o como no fue el régimen de Allende en Chile.

            Del mismo modo, un sistema económico capitalista no necesariamente ha de ser democrático en lo político, como fue el caso de la dictadura de Pinochet en Chile, o el régimen de Videla y Martínez de Hoz en la Argentina, que arrasaron con todas las libertades ciudadanas para promover la restauración de un orden capitalista en sus respectivos países.

            Y finalmente tenemos en el Paraguay la palabra liberal, como sinónima del Partido Liberal, de sus afiliados y de sus políticas. Este partido fue formalmente fundado el 10 de julio de 1887 con el nombre de "Centro Democrático". "Nació a la vida, dijo Justo P. Benítez (1895-1962), con el propósito de bregar por  el leal cumplimiento de  la Carta Magna de 1870". Tuvo por objeto agrupar a los sectores y personas que hacían oposición al Gobierno, para luchar por la libertad electoral y el cumplimiento de la Constitución. "Los fundadores del liberalismo, destacó Saguier Aceval, no fueron propiamente doctrinarios ni teóricos. Fueron ciudadanos modestos, sinceramente amantes de la democracia, adversarios de la violencia y de los abusos".7 Su ideario inicial fue por ello esencialmente político y circunstancial. Según consigna él acta fundacional, la intención de sus promotores fue:

            "Fundar un centro político, con el objeto de propagar por todos los medios, los derechos que asisten a los hombres, defender lo que nuestras leyes nos acuerdan y luchar en la medida de nuestras fuerzas, por el triunfo de las justas causas del pueblo".8

            Fue Cecilio Báez (1862-1941) quien le dio después el ideario liberal individualista que gravitaría en su actuación cívica y gubernamental. Báez fue el gran divulgador de las ideas liberales en el país. Al mismo tiempo fue un fuerte crítico del régimen de los López por la falta de libertad y el predominio del Estado que le imputaba. "Su doctrina política, dijo Benítez, reconoce afiliación en los enciclopedistas, en Locke, en Stuart Mill y, sobre todo, en los constitucionalistas norteamericanos. Admira el sistema liberal inglés, pero su ideal es la democracia norteamericana, equilibrio de los poderes y la formación popular del gobierno. Quiere reducir las actividades del Estado al mínimo para evitar la opresión del individuo y garantizar el libre juego de las actividades sociales y económicas".9 Con ese pensamiento y esa influencia, en 1902 el Partido Democrático, por entonces ya llamado Partido Liberal, incorporó a su ideario el principio de la "Reducción de las funciones gubernativas a los fines que la acción particular no puede satisfacer amplia y eficazmente".

            El Partido Liberal asumió el poder en 1904, no por la vía electoral sino por medio de la  fuerza. Accedió al gobierno con el triunfo de una revolución armada organizada en el exterior y financiada por los grandes intereses económicos afectados por la expropiación de los cambios dispuesta por el gobierno de Escurra el año anterior. Gobernó casi ininterrumpidamente hasta 1936, en que fue también desplazado por otro golpe armado. Los antecedentes y las causas de ese episodio serán uno de los temas centrales en el desarrollo de este libro.

 

            RECONOCIMIENTO         

 

            Un emprendimiento de la amplitud que nos proponemos no hubiera sido posible sin la disponibilidad de estudios anteriores y del concurso de personas dedicadas a la investigación histórica. Mi reconocimiento a los primeros será expresado con la cita cuidadosa de las fuentes bibliográficas consultadas. En cuanto a los segundos, debo destacar la asistencia valiosa del Dr. Darío Ferreira, especialista de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que me facilitó la recolección de gran parte del material bibliográfico utilizado en este trabajo; al Dr. Leandro Prieto Yegros, que reunió y publicó una valiosa documentación inédita de la época; a los Dres. Julio César Frutos y Miguel Colmán, que me brindaron el acceso generoso a la rica colección; de documentos relacionados con los antecedentes ideológicos del coloradismo por ellos reunida; a Aurelio R. Insfrán, que me facilitó la lectura de su colección de documentos relacionados con el liberalismo paraguayo; al Dr. Víctor Chamorro, que me prestó una guía valiosa en la búsqueda de documentos y publicaciones periodísticas de la época; a mi hija Margarita, que dedicó días y horas hurgando y copiando documentos en el Archivo Nacional de Washington y al maestro e investigador de nuestra historia cultural, el Prof. Raúl Amaral, que leyó y me comentó los primeros borradores de los primeros capítulos de este libro. Mis agradecimientos también para Numa Mallorquín, que me proveyó de libros y documentos de su rica colección, a mi hermano Jorge Ashwell, que asumió entusiastamente la tarea tediosa de la supervisión y seguimiento de los trabajos de impresión; y al Prof. Eustaquio Funes, que revisó los textos originales entregados a la imprenta. La ayuda de todos ellos fue decisiva para la terminación y publicación de este libro. Pero la responsabilidad por su contenido y por los juicios en él recogidos y formulados es exclusivamente mía.

            Quiero asimismo testimoniar mis agradecimientos a la Biblioteca Nacional de Asunción y a las bibliotecas del Congreso y de las Universidades de California, Kansas y Texas de los Estados Unidos, por el acceso generoso que me brindaron a sus ricas colecciones de libros, diarios y documentos originales del Paraguay. Asimismo debo expresar mi reconocimiento al Archivo Nacional de Washington, por el acceso amplio a la correspondencia de la Legación Americana en Asunción en el curso del período estudiado. Esa documentación me ha resultado particularmente valiosa. No solo encontré en ella una visión externa de los sucesos nacionales, sino también una guía minuciosa para precisar la cronología de los eventos y sobre todo una fuente imparcial y objetiva para esclarecer diversos acontecimientos registrados en el período. De acuerdo a la legislación americana, el acceso a esta clase de documentos está abierta a la investigación a partir de los veinticinco años siguientes de la fecha original de los documentos respectivos.

            En mi exposición voy a recurrir a la cita en una medida un tanto recargada, no solo para avalar juicios sobre situaciones y eventos todavía cuestionados o para reproducir mejor el verdadero marco de la época, sino también porque parte importante de la documentación utilizada no se encuentra fácilmente en el país o solo existe ya en colecciones y bibliotecas extranjeras. Buscamos además con ello incentivar el interés de las nuevas generaciones por la búsqueda y el acceso directo a las fuentes primarias y verdaderas de nuestra manipulada historia.

            Con estas aclaraciones y objetivos, iniciaremos el estudio de lo acontecido en nuestro país en el período indicado.

 

            CONTRADICCIONES DE LA TEORÍA CON LA REALIDAD ECONÓMICA

 

            La fuerte caída de la actividad económica internacional que produjo la recesión de 1920, puso nuevamente en evidencia la incapacidad de la teoría liberal para explicar las intensas fluctuaciones de las actividades productivas y comerciales que periódicamente se repetían más o menos simultáneamente en todo el mundo. Crisis similares se habían producido en los años 1873, 1882, 1890, 1899, 1907 y 1913. Se comprobó, una vez más, que la idea de un sistema copernicano, en el que todos los elementos del universo económico se mantenían en equilibrio por contrapeso mutuo e interacción recíproca, no funcionaba en todas las circunstancias. Librada a sus propios y espontáneos impulsos, la actividad económica no aseguraba la estabilidad ni el crecimiento prometidos, sino que periódicamente experimentaba intensas y prolongadas caídas que se repetían con una recurrencia cíclica, sin que la teoría económica lograra explicar sus causas ni ofrecer fórmulas para su solución. Desatada la crisis, las fuerzas del mercado, el mecanismo de los precios y la acción de la competencia resultaban todos ineficaces para corregir la tendencia recesiva, que se extendía inexorable a todos los sectores de la economía nacional. Era evidente que, en esto, la teoría reñía con la realidad. La libertad económica no producía ni el desenvolvimiento ordenado de las actividades productivas ni la armonía de intereses de los factores que participaban en el proceso.

            Por su estructura productiva, exportadora  de bienes primarios e importadora de productos manufacturados, el nivel de ocupación, de actividad e ingresos de la  economía paraguaya dependía fundamentalmente de las exportaciones. La producción interna para consumo local se mantenía más o menos constante año tras año. La que variaba era la destinada a los mercados externos. Este sistema de una economía unilateralmente abierta, basado en la producción agrícola destinada a satisfacer mayormente la demanda exterior, colocaba al país en una posición muy vulnerable a las periódicas fluctuaciones de la demanda mundial de materias primas. Toda crisis en los países industrializados repercutía dolorosamente en el país. La contracción de la demanda de bienes primarios que producía determinaba inevitablemente la caída de las ventas del país al exterior, la desocupación forzosa de parte demasiado importante de la mano de obra y de la capacidad productiva disponible y una contracción considerable del nivel de ingresos y de las condiciones de vida de la población.

            Con esa dependencia, la fuerte caída de la demanda y los precios internacionales de los productos primarios registrada en 1920 repercutió en el país con una intensidad extraordinaria. El valor de las exportaciones del país disminuyo en casi un 50%. Los efectos de esa caída de las ventas al exterior se proyectaron multiplicados al resto de la economía. La contracción resultante de los ingresos de los productores agropecuarios determinó la reducción de sus compras, tanto de bienes importados como de bienes y servicios de origen local. Con ello provocó la desocupación de capitales y mano de obra en los demás sectores productivos y la reducción consiguiente de sus ingresos y gastos. Esa repercusión en cadena sobre la demanda y el consumo propagó multiplicada la recesión a toda la economía. Produjo una fuerte caída de la producción, la aguda retracción del comercio, la contracción forzosa de los ingresos y gastos fiscales, la paralización del crédito, la corrida y la quiebra de varios bancos y la disparada de la cotización cambiaría. Por la inestabilidad del cambio, la moneda extranjera desplazó a la nacional en las transacciones internas y en la valoración de los contratos. El nivel de la producción y los ingresos internos se redujo en más de un 40 %.

 

            LA RECUPERACIÓN DE LA ECONOMÍA

 

            La reactivación de la economía mundial comenzó a fin de 1922. La prosperidad vino después hacia mediados de 1925. Pero esta vez, dice Kindleberger, "el auge no fue ni general, ni ininterrumpido, ni extensivo".10 "En Estados Unidos, destacan Di Tella y Zymelman, el boom en la construcción constituyó la mayor fuerza impulsiva del movimiento ascendente. En Francia, los enormes desembolsos destinados a la restauración de las áreas de guerra determinaron una ocupación más alta. En el Japón, como consecuencia de un terremoto, la edificación alcanzó un alto índice. Sin embargo, el Reino Unido no se recobró de la depresión, debido en parte al retorno del patrón oro a las mismas tasas de preguerra, y al hecho de que las limitaciones impuestas a los alquileres hicieron antieconómica la edificación".11 La recuperación del comercio internacional, en cambio, fue generalizada y se hizo pronto evidente. Se produjo un aumento significativo en la demanda y en los precios de los productos primarios. Al mismo tiempo, se reanudó el financiamiento externo para el acopio y la exportación de materias primas. Sus efectos sobre la economía nacional se vieron demorados temporalmente por la paralización de las actividades productivas que produjo la guerra civil desatada ese año, la más larga y sangrienta que registran los anales políticos del país. La reacción se hizo sentir solo un año después, "en los pocos meses de paz del año 1923".12

            El Paraguay se vio particularmente favorecido por el aumento de la demanda y los precios del algodón y la carne. Con este decisivo estímulo, la economía nacional entró, desde fines de 1923, en un periodo de reactivación. Se reinició en el país la fase expansiva de las actividades productivas y comerciales. Los bajos niveles de producción quedaron progresivamente superados. Explicó el Mensaje Presidencial de 1925:

            "Los negocios estaban paralizados, la gran masa de papel moneda emitida apenas circulaba perezosamente. En este estado se produjo un fenómeno tan imprevisto como inesperado: el precio del algodón subió bruscamente a un nivel muy alto.

            "Tras el precio del algodón ascendieron otros. (...) Con el renacimiento de la confianza general se avivaron los negocios, se multiplicaron las transacciones, se descongeló el papel moneda atesorado pasivamente. A esta corriente se agregó el papel moneda atraído por la gran producción algodonera y emitido por la Oficina de Cambios contra valor real.

            "La valoración de los productos y la movilización del medio circulante intensificaron el comercio, la capacidad adquisitiva de los consumidores y, por ende, el comercio de importaciones".13

            Con la reactivación del comercio de la carne y el aumento de la producción algodonera, las exportaciones registraron un rápido incremento. Hacia 1928 el total de las exportaciones llegó a "una cantidad nunca alcanzada", según lo destacó el Mensaje Presidencial de 1929.14 La prosperidad y la reactivación se hicieron evidentes, particularmente en el orden comercial y en el campo fiscal. "Por suerte para la producción nacional, decía el Mensaje de 1929, el consumo universal ha aumentado y los precios han mejorado. Gracias a esta circunstancia, los productos paraguayos obtienen precios relativamente remuneradores para la mayoría de los productos de exportación".15

            En el año 1926 se produjo una leve caída de precios en los mercados externos, pero la recuperación fue rápida. Al siguiente año los precios reasumieron su tendencia ascendente, aunque en un marco de fluctuaciones continuas. Salvo una menor contracción en las exportaciones e importaciones, esta corta retracción no tuvo otras consecuencias en el país. Después de 1927, la economía mundial experimentó un rápido crecimiento que favoreció al Paraguay con la activa demanda de productos primarios que originaba.

           

            LA RECUPERACIÓN FISCAL

 

            Con el aumento generalizado del comercio interior y exterior y del incremento resultante de la masa imponible, la administración fiscal pasó de un período de estrecheces agudas a otro de disponibilidades aumentadas. Este dramático cambio no fue resultado de reformas impositivas o administrativas, sino simple consecuencia del nuevo estado de expansión y prosperidad de la economía que la coyuntura generaba.

            Aumentaron los recursos, pero también las erogaciones. El equilibrio fiscal, logrado inicialmente con el aumento de las recaudaciones y la contención de los gastos, se vio muy pronto alterado por el incremento continuo de las erogaciones. A pesar de la mayor disponibilidad de recursos, a partir de 1927, el fantasma de la presión deficitaria volvió a gravitar en la gestión fiscal. Los gastos presupuestados eran fuertemente comprimidos para no incurrir en déficit. En el ejercicio 1928/29 dejaron de gastarse más de 46.9 millones de pesos, casi el 20% de los gastos programados, para no cerrar el ejercicio con un resultado negativo. El cuadro siguiente muestra las tendencias del comercio exterior y de la ejecución presupuestal.

 

 

            LA REACTIVACIÓN Y LA ESTRUCTURA ECONÓMICA DEL PAÍS

 

            La rígida secuencia del ciclo económico volvió a repetirse en el país. Como en los casos anteriores, a la retracción depresiva de las actividades productivas y comerciales le siguió primero la recuperación y luego la prosperidad. La gran fuerza propulsora de la reactivación fue nuevamente la reanudación de la demanda externa de bienes primarios. El aumento de las exportaciones fue determinante en la mejoría acumulativa de la ocupación y el ingreso internos. Se registraron algunas inversiones nuevas, especialmente en la industria de la carne. Pero la estructura productiva del país, exportadora de bienes primarios e importadora de productos manufacturados, se mantuvo sin cambios. Los productos primarios: tanino, algodón, tabaco, maderas, carnes, cueros, yerba mate y esencia de petitgrain, seguían siendo los principales o casi únicos rubros de exportación

            La actividad industrial se mantenía al nivel primario de establecimientos pequeños, cuasi artesanales, dedicados a abastecer el reducido mercado interno o de plantas dedicadas al acondicionamiento y empaque de productos primarios para la exportación. Eran todas industrias de una tecnología y organización relativamente simples, que requerían de una baja cantidad de capital por obrero ocupados. Atraían a la inversión privada por los beneficios casi inmediatos que generaban por el corto tiempo requerido para la puesta en marcha de su funcionamiento. Eran plantas estáticas, con pocas posibilidades de expansión y de reducido efecto sobre el resto de las actividades productivas del país. Con estas características, el sector manufacturero aportaba menos del 9% del producto interno y ocupaba entre el 5 y el 7% de la población activa.18

            La producción agrícola, tanto de consumo interno como de exportación, seguía basada en un minifundio generalizado y de magro rendimiento. La pequeña agricultura, en el Paraguay como en todas partes, es una explotación de subsistencia. Es el medio que asegura el sustento del grupo familiar que la trabaja. Se caracteriza por ser una unidad que produce con trabajo no remunerado ya que la familia provee toda la fuerza de trabajo que demanda la explotación. Tiene un bajo nivel de capitalización y tecnificación que comprime la productividad por persona ocupada. La mayor parte de su producción está destinada a satisfacer el consumo de la familia que trabaja. En esas condiciones el excedente que cada explotación familiar destinaba al mercado era muy bajo.

            Con esas características generales, la estructura productiva del país se mantenía igual. Nada había cambiado. Lo único que variaba era el grado de aprovechamiento de la capacidad productiva disponible, que aumentaba progresivamente.

 

            LA CONCENTRACIÓN COMERCIAL Y FINANCIERA

 

            Asunción era el mayor centro de consumo de alimentos agrícolas que producía el país y la proveedora de todos los bienes manufacturados y de consumo que se importaban para proveer la demanda local. Toda la región central aledaña a la capital, la más densamente poblada del país, se dedicaba a la producción de alimentos (leche, quesos, dulces, verduras, frutas y hortalizas) destinados al consumo asunceno. Diariamente entraban en la capital caravanas de carretas y burreras transportando esos frutos hasta el mercado central, el único de la ciudad. Estaba situado en pleno centro, en el sitio actual de la plaza ubicada frente al Hotel Guaraní y al Banco de Fomento. El mercadeó de esos productos era realizado casi exclusivamente por mujeres, salvo el relacionado con las cargas pesadas (carbón, leña, sandías, melones, pinas, etc.) que eran transportadas en carretas conducidas por varones. Los hombres se concentraban en las faenas agrícolas y permanecían en las párcelas que explotaban. Con la sola excepción de la carne, ningún otro producto tenía intermediación mayorista. Las vendedoras del mercado eran casi todas productoras de las mercancías que vendían o compradoras directas de los agricultores de sus respectivas vecindades.

            Poco antes del mediodía terminaban las ventas en el mercado. Las placeras hacían luego sus compras de telas, alimentos y enseres en el comercio circunvecino. De un corralón cercano retiraban luego sus jumentos, que les servían de medios de carga y de locomoción, y emprendían el regreso a sus respectivos lares. Sus cargas de retorno se componían de bienes de consumo familiar. Casi todo el dinero obtenido con las ventas del día lo destinaban a esas compras.

            Esa rutina se repetía diariamente. Para atender esa importante demanda, el comercio detallista y de mercería estaba localizado en las inmediaciones del mercado. Solo el comercio mayorista y el de artículos suntuarios se alejaban de él y se extendían a lo largo de las calles vecinas de Palma y Estrella.

            El comercio mayorista de importación y exportación estaba centralizado en Asunción. Era ejercido, en un gran volumen, por un reducido número de grandes casas comerciales que eran a la vez importadores y exportadoras. Era éste un mecanismo de cobertura de los riesgos cambiarios. La venta de productos importados quedaba automáticamente convertida a moneda extranjera con el acopio paralelo de frutos del país para la exportación. Las pérdidas y ganancias de ambos giros se compensaban y daban un mayor margen de competitividad en el abastecimiento del mercado interno que era la mayor fuente de utilidades. Otorgaba una ventaja considerable sobre los comerciantes que ejercían exclusivamente el comercio de importación, que quedaban sujetos a los riesgos e incertidumbres de la oferta cambiaría de los exportadores.

            El principal destino de las exportaciones era la Argentina. En primer lugar, por ser la gran consumidora de rubros importantes como los de yerba y madera. Y luego, porque parte significativa de otras exportaciones, especialmente tanino, algodón, cueros y tabaco, era consignada a ese país y de allí redespachada al mercado mundial. En 1928, el 89% de las exportaciones tuvieron ese destino. En cambio las importaciones procedentes de ese país representaron solo el 39%. La mayor parte de las importaciones procedía de Estados Unidos, Europa y otros centros industrializados. En esas circunstancias, la oferta de moneda argentina era permanentemente mayor que las necesidades de pagos a esa plaza y obligaba a conversiones en el mercado de Buenos Aires para obtener las divisas necesarias para los pagos a otros mercados. Mientras la Argentina tuviera un sistema monetario de libre convertibilidad, esta dependencia no ofrecía problemas. Pero si esa convertibilidad se suspendía, el Paraguay inevitablemente entraba en un serio problema cambiario para el pago de importaciones y servicios de otras plazas.

            Asunción era sede del Gobierno y beneficiaria de la casi totalidad de los gastos e inversiones del sector público. La actividad bancaria y crediticia se concentraba igualmente en la capital. Solamente el Banco Agrícola tenía sucursales en el interior, pero sus operaciones eran extremadamente reducidas por la falta congénita de recursos. La banca captaba depósitos del comercio y ahorros del público y financiaba con ellos, casi exclusivamente, la fase mayorista del comercio de importación y exportación.

            Era además Asunción el puerto de entrada de casi todas las importaciones y de embarque de prácticamente todos los productos que exportaba el país. Solo parte de la madera, el tanino, la carne y la yerba tenían otros puertos fuera de la capital. El puerto de Asunción operaba alrededor del 90% de las importaciones y del 80% de las exportaciones. La vida económica del país giraba así en torno de la capital y se canalizaba a través de ella. Esa centralización financiera y comercial hacía que una parte considerable del ingreso que generaban las actividades económicas afluyera hacia la capital y que el nivel de vida de la población asuncena fuese más elevado que el del resto del país aunque comparado con los de otras capitales del hemisferio resultaba, extremadamente rezagado.

            El Paraguay era uno de los países menos desarrollados en un continente subdesarrollado y su capital no podría ser modelo de desarrollo urbano. Asunción no tenía sistema de agua potable ni de drenaje de aguas negras y pluviales. Albañales abiertos de aguas servidas, insalubres y mal olientes, corrían por el borde de las aceras de sus calles, aun en las zonas céntricas. Y en los días de lluvia, por la ondulada topografía de la ciudad, dos o tres calles céntricas concentraban todo el drenaje de las aguas pluviales y formaban grandes raudales, verdaderos ríos impetuosos, que imposibilitaban el tránsito por largas horas.

            A la falta de cloacas y aguas corrientes, que revelaban el atraso urbanístico y sanitario de la capital, debía agregarse el descuido sistemático de la higiene pública, cuyas proyecciones se traducían en el aumento de la mortalidad y en una serie de enfermedades endémicas de origen hídrico, que podían haberse reducido a la nada con poner en práctica medidas precaucionales aconsejadas por la ciencia médica. La fiebre gástrica, la tifoidea, la disentería, etc. eran generalizadas en la Asunción. "En Asunción las fiebres tifoideas, escribió el Dr. Gatti, son tan frecuentes que todo el mundo las conoce; si no ha habido algunos enfermos en la propia casa son los parientes o amigos los que han padecido de ellas".19

            Estas enfermedades hubieran tendido a disminuir y desaparecer si las autoridades sanitarias hubiesen asignado mayor importancia a la higiene y especialmente al control del abastecimiento de agua potable. El agua que consumía la población tenía un alto índice de contaminación. Las aguas de los aljibes, las de los pozos de las casas, las que distribuían los carros aguateros y las que se servían en los cafés y comedores de la ciudad, nunca eran objeto de análisis, como si de tal desidia no hubiese de recibir perjuicios irreparables la población entera.

            Por otra parte, Asunción era el único centro de enseñanza superior, media y universitaria del país, lo que obligaba a la juventud del interior a migrar a la capital para proseguir sus estudios. Tenía así la ciudad una gran masa flotante de estudiantes, en su gran mayoría de precarios recursos, que proseguían sus estudios, principalmente en institutos oficiales gratuitos, y pugnaban por empleos de tiempo parcial para financiar sus estadías en la capital.

 

            LA POBLACIÓN

 

            No existían informaciones confiables sobre la población del país. El último censo se había realizado en el año 1900. La población total del país era estimada en alrededor de 800.000 habitantes. Asunción era el mayor centro urbano del país. Su población se estimaba, hacia fines de 1929, en 85.897 habitantes.20 Fuera de la capital, la concentración urbana era reducida. Ninguna otra ciudad tenía más de 15.000 habitantes. La población rural representaba alrededor del 70% de la población total.

            La tasa de crecimiento de la población era elevada, de poco más del 3% anual, una de las más altas del hemisferio. Los mayores índices de natalidad se registraban en las áreas rurales. La alta fecundidad es siempre característica del lecho de amor de la pobreza. Con esa alta tasa de crecimiento, la población aumentaba a un ritmo mayor que la economía. Los nuevos empleos que ese retardado crecimiento económico generaba eran menores que el aumento vegetativo de la población en edad de trabajar. Año tras año, contingentes de ambos sexos se incorporaban al mercado de trabajo sin encontrar ocupaciones acordes a sus expectativas y capacidades. En esas circunstancias, el continuo aumento poblacional era otro factor que presionaba sobre el ya saturado mercado laboral y contribuía a comprimir aún más el bajo nivel de los salarios internos, al aumentar acumulativamente una oferta de mano de obra que ya excedía la demanda local de trabajo.

            La falta de oportunidades suficientes de empleos tenía por otra parte una fuerte incidencia política que intensificaba la intolerancia y los enconos en la ciudadanía. Además de ser foco de un intenso descontento social, convertía la lucha política en un esfuerzo por el control del presupuesto, que era la mayor fuente de ocupación del país. Los cargos públicos estaban reservados a los afiliados del partido de gobierno, quienes, en retribución de ese privilegio, debían contribuir con un porcentaje de sus sueldos a la caja del partido de gobierno para el financiamiento de sus actividades.

 

            LOS RESABIOS DE LA RECESIÓN

 

            Con esas características generales, la recuperación generalizada de la economía se traducía en un ambiente de prosperidad que presidía las actividades productivas y comerciales del país y especialmente de la capital. Solo tres grandes resabios quedaron gravitando sobre la vida nacional. Estos eran: 1) el intenso reclamo social, 2) el problema monetario y 3) el cuestionamiento al liberalismo económico y a la estructura institucional y política que lo sustentaba.

 

 

NOTAS

 

1Ashwell. W. Historia Económica del Paraguay. 1870-1925. Estructura y Dinámica de la Economía Nacional. T. 1. 1989.

2P. Villar. Perspectivas de la Historiografía Contemporánea. México. Sep. Setentas. 1976. p.157.

3Duberger, Maurice. Instituciones Políticas y Derecho Constitucional. Ariel. 1988. p. 71.

4Reyes Heroles, Jesús. Tendencias actuales del Estado Moderno. Depalma. 1945. pp. 20 y 22.

5Laufenburger, Henry. La Intervención del Estado en la Vida Económica. FCE.1945. p. 9.

6Benítez, Justo P. Fundamentos del Programa Mínimo. La Orientación Ideológica del Liberalismo. Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. 1988. p. 91.

7Saguier Aceval, Emilio. Discurso de Reafirmación Democrática. DSCD. 28 de febrero de 1939. Reproducido en Leandro Prieto Yegros. El Proceso de la Dictadura Liberal de 1940. 2a. Ed. p. 107.

8Ateneo Liberal. Historia Política del Paraguay. Período 1870-1904. B.A. p. 14.

9Benítez, Justo P. El solar Guaraní. E. Nizza. 1959. p. 65.

10Kindleberger, Charles P. La Crisis Económica 1929-1939. Ed. Crítica. 1985. p. 67.

11G. di Tella y M. Zymelman. Los Ciclos Económicos Argentinos. Paidós. 1973. p. 187.

12Mensaje del Presidente de la República. 1924. p. 11.

13Ayala, Eligio. Mensaje del Presidente de la República. 1925. p. 23.

14Guggiari, José P., Mensaje Presidencial, 1929, En El Estado General de la Nación durante los Gobiernos Liberales. T. III. 1987. p. 865.

15Ibíd., p. 864.

16Dirección General de Estadísticas. Comercio Exterior del Paraguay. Estadística Retrospectiva 1879 a 1927. 1928. pg. 4. Para 1928: José P. Guggiari. Ob. cit., pgs. 868 y 870.

17Guggiari, J.P. Ob. cit. pg. 871. Memoria del Ministerio de Hacienda. 1926. p. 69. Id. 1927. p. 27. Id. 1928. p. 35. Id. 1929. p. 63.

18Estas cifras son estimaciones más bien altas, ya que no existe ninguna estadística al respecto. Las usamos como indicativas de la estructura ocupacional del país.

19Gatti, Carlos. Las Fiebres tifoideas. El País. Octubre 17 de 1935.

20Dirección General de Estadísticas. Boletín Trimestral. Marzo. 1930.

 

 

 

II. LA CUESTIÓN SOCIAL

 

EL RECLAMO SOCIAL

 

            Con el intenso descontento que generó la aguda contracción de las actividades productivas y la fuerte pérdida de ingresos durante los cuatro años que duró la recesión, el tema de las desigualdades y las injusticias sociales re afloró en el país con inusitada intensidad. La reactivación económica y la prosperidad que siguieron a la depresión no aliviaron adecuadamente los agudos problemas que en este campo arrastraba el país. Los beneficios de la recuperación, como en las crisis anteriores, no se diseminaron equitativamente entre los diversos sectores de la sociedad y especialmente en los sectores obreros y agrícolas.

 

            LA MALA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO

 

            Con los agudos efectos negativos de la recesión, la marginación de un elevado porcentaje de población en niveles de precaria subsistencia resultó acentuada.

            La mala distribución del ingreso interno producía ya de por sí una fuerte polarización de los niveles de vida en los diversos sectores. Por un lado estaban los pocos que lo tenían todo y por el otro, la enorme masa de los desposeídos y marginados que no tenían nada y necesitaban de todo. Sus grandes privaciones radicaban no solo en los rubros de la alimentación, el vestido y la vivienda, sino también en los de la educación y la salud, cuyas soluciones escapaban a las posibilidades del esfuerzo individual y requerían de la asistencia decisiva del Estado.

            Mientras el núcleo superior, que representaba menos del 5% de la población, recibía más del 40% del ingreso generado por las actividades productivas, el 55% de la población, que integraba el estrato de más bajos recursos, recibía apenas poco más del 15% de la renta nacional. Más del 35% de los habitantes del país vivía en condiciones de pobreza crítica. La mayor concentración de población indigente estaba en las áreas rurales, aun cuando las ciudades, y particularmente la capital, tenían sus grandes bolsones de pobreza.

            Múltiples factores determinaban esa desigual y poco equitativa distribución del ingreso. Los más importantes eran: 1) La mala distribución de la propiedad de la tierra, que imponía una rígida limitación a las posibilidades productivas y al rendimiento del trabajo rural; 2) El sistema de comercialización interno y la estructura productora de bienes primarios, que concentraban en el comercio exterior el mayor volumen de las transacciones y sus beneficios; 3) El elevado costo del transporte fluvial que reducía el rendimiento de las exportaciones y encarecía el costo de las importaciones; y 4) La notoria debilidad de las organizaciones sindicales que impedía a los trabajadores ejercer una presión suficiente para lograr una mejor participación en el ingreso interno, sostener niveles de salarios y de ocupación más satisfactorios y obtener reformas en las leyes sociales que pudieran aliviar las necesidades y las postergaciones del sector. La debilidad de las organizaciones sindicales era debida, a su vez, en las ocupaciones urbanas, a la presión del alto índice de desempleo y a la reducida demanda de mano de obra determinada por el escaso desarrollo industrial, y en las ocupaciones rurales, a las dificultades de organización de grupos muy dispersos, con poca concentración en núcleos de alta densidad de población. A ello se sumaba la política del Gobierno orientada a contener y reprimir todos los reclamos y movilizaciones de las organizaciones laborales.

            Adicionalmente, el sistema impositivo y la persistente inflación contribuían a agravar esas flagrantes desigualdades en la    distribución del ingreso interno. La suba de precios erosionaba continuamente el poder adquisitivo de los salarios y de los ingresos agrícolas. Y la fuerte preeminencia de los impuestos indirectos hacía que prácticamente todo el peso de la carga fiscal recayese sobre la masa consumidora de bajos recursos.

            El fuerte reajuste de precios que acompañó la recuperación acentuó esas desigualdades e intensificó la distribución regresiva del ingreso desde los sectores populares (agricultores y asalariados) hacia aquellos que percibían utilidades, rentas o intereses y la concentración de los beneficios en una reducida cúpula, vinculada principalmente al comercio mayorista y al comercio exterior. Ni los salarios ni los precios internos de los productos agrícolas habían mejorado en una proporción equivalente al fuerte aumento de precios de los artículos manufacturados y de bienes de consumo que importaba el país. Con ello, el deterioro social se intensificaba significativamente.

 

            LA ACUMULACIÓN DE CAPITALES Y LAS INVERSIONES

 

            La mayor cuantía del ingreso y las ganancias se concentraba así en el comercio mayorista, de importación y exportación. Pero este privilegio distributivo no se traducía en una sana práctica de acumulación de  capitales y de inversiones destinadas a expandir y diversificar las actividades productivas. Se volcaba más bien en un ostentoso patrón de inversiones no reproductivas, como la construcción de viviendas opulentas y en la compra de bienes suntuarios de procedencia externa. Con ello, no solo disminuía la demanda de bienes de elaboración nacional, sino que constituía otro factor de desaliento a las inversiones y al desarrollo a las actividades manufactureras orientadas al abastecimiento del Mercado local. La falta de inversiones en el sector industrial determinaba, a su vez, el estancamiento de la deficiente estructura productiva del país y el mantenimiento y la acentuación acumulativa de su injusto patrón distributivo.

            El país no progresaba por falta de inversiones de los sectores que más ganaban y acumulaban. Y esas inversiones no se realizaban para no promover actividades que pudieran competir con las importaciones, que era la fuente principal de ganancias del sector comercial. Librada a sus espontáneos impulsos, la economía tenía una tendencia innata no al progreso y a la prosperidad como decía la teoría, sino al estancamiento y al mantenimiento de una estructura de baja productividad y de acentuadas desigualdades sociales en la población del país.

            El sector comercial era no solo el que más ganaba y el que más acumulaba. Era además el grupo de mayor influencia en la vida nacional. Numerosos directores políticos y altos funcionarios del Gobierno eran al mismo tiempo asesores o empleados de los grandes intereses comerciales. Si por principio el Estado estaba al servicio de los grandes intereses económicos, que teóricamente representaban el interés nacional, no existía ningún impedimento legal o ético para que prominentes hombres públicos fuesen al mismo tiempo dependientes a sueldo del gran capital. Los posibles conflictos de intereses no gravitaban. Eusebio Ayala (1875-1942) fue gerente y presidente de la International Product Corp., importante productora de tanino y de carne en conserva; Belisario Rivarola, ministro, parlamentario y miembro reiterado del Directorio del Partido Liberal, era asesor de la CALT, la concesionaria de los servicios de luz y tranvías; José P. Guggiari era abogado de la Liebigs y de la concesionaria del puerto de la capital. La cuestión obrera no era entonces una lucha entre obreros y patrones, sino de obreros contra una coalición patronal y gubernamental. El Estado era parte en la pugna y aplicaba todos sus recursos para reprimir los reclamos laborales. Una huelga en la International Products terminó con una masacre. Otra huelga de la Liebigs dejó un saldo de dos muertos y varios heridos.

            Con esos tentáculos, la influencia y el poderío de los grandes intereses eran enormes. Toda empresa grande tenía a su servicio por lo menos un dirigente del círculo de poder y a través de ellos influía en las decisiones oficiales. Lo destacaron Segundo Sánchez y Anselmo Jover Peralta, dos parlamentarios liberales de la época:

            "El capital, las grandes empresas extranjeras, los intereses de una minoría feudalista, acomodada y acomodaticia, influyen de diverso modo en el ánimo y en las decisiones de los gobernantes y directores de la opinión pública. En todas partes tienen abogados la riqueza y los intereses de la minoría, de hecho privilegiada. Las quejas de un usurero puede más que el clamor del pueblo. Son raros los verdaderos amigos del pueblo, los abogados del dolor de los humildes y desamparados".1

            El propio Eligio Ayala, Presidente de la República, confesó ante el Congreso su impotencia para adoptar medidas que pudieran afectarlos intereses comerciales. Dijo en su mensaje del año 1925:

            "El medio más seguro para conjurar la crisis es contenerlas importaciones, limitarlas en proporción de la demanda sincera y efectiva a lo que pueden vender enseguida: Sería temerario formar grandes almacenes de reservas en estos momentos. Pero la aplicación de él no depende del arbitrio gubernativo. Una ley contraria de la libertad comercial subleva los intereses privados contra ella, y entonces es punto menos que imposible aplicar y obtener la integridad de sus efectos".2

 

            EL PROBLEMA AGRARIO

 

            El sector agrícola, que comprendía casi las tres cuartas partes de la población activa del país, continuaba en un estado de marginación. El 75% de los agricultores trabajaba tierras que no les pertenecían. El 68% de las chacras tenía superficies menores a 5 hectáreas, que resultaban insuficientes para proveer las necesidades más elementales de los grupos familiares que las cultivaban.3 Solo el 4.5% de la población tenía casa o chacra propia. El crédito agrícola había desaparecido con la paralización de las operaciones del Banco Agrícola, el único que suministraba crédito en efectivo a los pequeños productores.

            Para proveerse de insumos, semillas y de bienes de consumo durante el período de cultivo, los agricultores dependían de los anticipos en especies de los acopiadores, que debían cancelar con sus productos, a precios prefijados, en las épocas de cosechas. Este sistema de financiamiento significaba la especulación inmoderada con los productos y las necesidades del agricultor. Los precios de los bienes proveídos eran abusivamente inflados y los de los productos agrícolas comprometidos, extremadamente reducidos. En la cadena comercial, el pequeño agricultor resultaba el que más caro pagaba por todo lo que compraba y el que menos recibía en cambio de sus productos. Con este mecanismo, los beneficios de los mejores precios externos nunca llegaban al productor rural.

            Por la mala distribución de la tierra, el desempleo disfrazado era generalizado y permanente en las áreas rurales. La composición numerosa de cada familia excedía corrientemente los requerimientos de mano de obra de la reducida parcela que trabajaban. A pesar de ello, por falta de ocupaciones alternativas en las inmediaciones, todo el grupo familiar forzosamente debía ocuparse en la pequeña parcela, que en la mayoría de los casos necesitaba solo de la dedicación de la mitad de sus miembros. La otra mitad estaba así en una situación de subempleo o de desempleo disfrazado y podía ser retirada o alejarse de la explotación sin afectar su productividad. Ese excedente estructural de mano de obra subempleada alimentaba la continua emigración rural hacia los centros urbanos y al exterior.

            Con la incidencia de esos factores, el nivel de vida de la población campesina era extremadamente precario. Las privaciones y las necesidades insatisfechas eran intensas y generalizadas. Los servicios de salubridad y educación eran prácticamente inexistentes en las áreas rurales. No había en todo el país ningún centro primario o medio de enseñanza propiamente agrícola. El número de escuelas en áreas rurales era mínimo y su calidad, deficiente. De las 714 escuelas oficiales existentes, solo cincuenta llegaban al quinto grado y solamente otras ciento once hasta el cuarto grado.4

            La Constitución declara obligatoria la instrucción primaria, denunciaba el Senador Antonio Sosa, pero existen 65.000 niños privados del favor de la enseñanza por falta de escuelas. Y en documentos oficiales figuran 5.000 escolares que reciben lecciones sin bancos, sin mesas. Hay educacionistas que ganan menos que lo que vale un par de zapatos. Una gallina vale más de lo que perciben por sueldos ciertos maestros. Y estos mártires de la sociedad todavía hacen milagros".5

            Como consecuencia de ese enorme déficit educativo, el jefe de familia de las áreas rurales, con frecuencia una mujer, tenía una educación formal de menos de tres años y era prácticamente analfabeto. Como la familia rural era típicamente numerosa, con un número de hijos mayor que el promedio nacional, la pobreza y la falta de servicios sociales en las áreas rurales afectaba particularmente a los niños y a los jóvenes del campo. El analfabetismo era generalizado. El estado de abandono y descuido de la población agrícola era total. Hacia fines de la década de los años 20, Teodosio González describió el siguiente cuadro del ambiente rural:

            "El Estado no ha prestado a las faenas agrícolas la más mínima asistencia económica. Las condiciones de trabajo del peón de campaña, del jornalero en los yerbales y obraje son abominables. Las escuelas de campaña rurales, donde se ha de formar el obrero de la grandeza del Paraguay, el campesino, yacen en el más cruel y completo abandono; dan lástima. Escuela de artes y oficios no hay una sola en toda la república. En la capital se encuentra uno que otro jornalero que sepa su oficio. En la campaña, ningún obrero sabe hacer su trabajo. Es un desastre desesperante. El campesino, desprovisto de todo sitio de cultura, de todo lugar de diversión o esparcimiento honesto, pasa las horas, los meses y los años en el marasmo más completo".6

            "La salud del pueblo no está suficientemente cuidada", protestaba igualmente el Senador Sosa.

            "En estos días, decía, la población de Alto Paraná ha soportado el flagelo del paludismo, poco menos que sin defensa, implacablemente. Toda clase de enfermedades nos azota, la mortalidad infantil es asombrosa, la avaricosis, la anquilostomiasis, bacilosis, lepra, leismaniasis, etc., diezman la salud en todo el territorio. Y el Estado no da la mano a la república en estas desgracias grandes e ininterrumpidas. Sus esfuerzos son pálidos, carentes de potencia y eficacia".7

            El índice de mortalidad infantil en el campo superaba al de la capital. Y eso que en la zona de Asunción la situación sanitaria estaba lejos de ser satisfactoria. Según informaciones oficiales, hacia 1935, en Asunción morían 300 niños por cada 1.000 nacidos.8 El propio presidente Eusebio Ayala dio al país el patético panorama sanitario siguiente:

            "Hay zonas vecinas a la capital, donde los médicos comprobaron, no hace mucho, un sesenta por ciento de niños afectados de bocio en las escuelas. Y decir que con un poco de yodo suministrado por algunos días, se evitaría la deformación física y la probable cretinización de esas criaturas.

            "¿Con qué derecho se puede hablar de redención social cuando no acudimos a remediar esta miseria fisiológica?

            "Allí están los espectros fatídicos del anquilostoma, de la buba, del paludismo, de la sífilis, del tifus. En la ciudad capital de la república, el tifus hace estragos cada vez que hay una larga sequía. No hemos sido capaces de instalar aguas corrientes y cloacas".9

 

            LA CUESTIÓN OBRERA

 

            La continua emigración de campesinos hacia las ciudades aumentaba la ya excesiva oferta de mano de obra de los centros urbanos y presionaba la baja de los salarios en las actividades industriales y comerciales. Con esa influencia negativa, aun con las ventajas de la reactivación económica, los salarios mantenían los bajos niveles del período recesivo, no obstante el considerable aumento de los precios internos. Los precios subían pero no los salarios. El Dr. Gerónimo Riart describió ese proceso en los términos siguientes:

            "Cuando se producían las bruscas y violentas oscilaciones de cambio, los precios al por mayor y al detalle seguían con rapidez la curva ascendente, casi en la misma proporción que las cotizaciones de la moneda. Si en el curso de una semana o de un mes el tipo de cotización de $ 100.00 o/s se elevaba de 2.500% a 3.000%, los precios, casi paralelamente se elevaban en la misma proporción, y aún más, en previsión de una nueva suba.

            "Por el contrario, los salarios permanecían estables, o por lo menos, variaban lentamente y no en la misma proporción que los precios, siendo este fenómeno causa de encarecimiento de la vida que se manifiesta generalmente en huelgas que reclaman mejoras de salarios".10

            Pero no solo el salario estaba así desfasado, sino que además el índice de desempleo era elevado. Aun operando a los nuevos Niveles de ocupación, la estructura productiva del país no podía ofrecer oportunidades de empleo remunerado a toda la población en edad de trabajar. Más del 30% de la población hábil quedaba forzosamente desempleada o subempleada. Particularmente afectada resultaba la mujer, que no tenía acceso a los empleos disponibles y en las actividades en que era aceptada; su remuneración era considerablemente menor que la de los varones en ocupaciones similares.

            Y para agravar aún más el panorama obrero, en las grandes empresas forestales, en los obrajes madereros y en las explotaciones yerbateras, que en su conjunto constituían una de las mayores fuentes de ocupación laboral, el salario no era abonado en dinero sino cancelado con vales que solo servían para compras en el almacén de la empresa, donde los precios eran dos o tres veces mayores que en el resto del país. Refiriendo una visita realizada a los centros de producción de yerba y tanino, explicó en la Cámara de Diputados el Dr. Justo P. Benítez:

            "Los representantes que han tenido la oportunidad de visitar esas regiones deben haberse dado cuenta de que allí mismo donde se produce la riqueza tan apreciable de nuestro suelo, ahí también el obrero paraguayo es el consumo forzoso, es la leña que se quema perennemente, que está fuera del amparo de las leyes. Se menta para justificar este desamparo la famosa libertad de contrato de nuestro Código Civil. Pero la verdad es que el Estado ha descuidado totalmente al obrero paraguayo de esas regiones.

            "El peón paraguayo sufre una triple dictadura: de no pagársele en dinero, de no tener servicios médicos y de llevar las cargas a lomo como si fueran bestias.

            "En algunos obrajes se le paga a veces en vales, que deben hacerlos efectivos en el propio almacén del establecimiento. Con ello, prácticamente, en esos lugares no existe numerario, no circula el peso paraguayo ni la moneda extranjera, sino con rarísimas excepciones. Se vive la época del trueque. El uso del vale es bastante generalizado en muchos establecimientos de capital extranjero.

            "El Estado no puede abandonar a la mejor parte de su población, aquella que tiene la fuerza del músculo, desgastarla por demasía y entregarla como leña que ha de quemarse para el overeo de la yerba y la fabricación del tanino.

            "La acción del Estado es difícil en estos establecimientos porque se trata de propiedades privadas donde no admiten, no digo ya la presencia de profesionales o de casas de comercio, sino donde no admiten siquiera que las mujeres comercien en frutas. Las mujeres que van al Alto Paraguay, estas pobres mujeres que viven de su sudor y de su sangre, tienen que quedar en el bote, a varios metros del puerto y tienen que vender, en la mayoría de los casos, sus sandías y naranjas a las administraciones de los establecimientos, sus exiguas mercaderías.

            "No exagero, Señor Presidente. Yo no soy socialista, no odio al capital, no predico el comunismo. Pero para un espíritu humanitario es francamente bochornoso, indignante, que se viva ese régimen. Las libertades políticas, la libertad de pensamiento, la libertad de voto, que nosotros nos apresuramos a garantir a nuestros conciudadanos, forman un contraste con la esclavitud en que se vive en los yerbales. Un hombre no es libre sino cuando es libre en la integridad de su personalidad; no se es libre porque se vota.

            "Ante la fuerza formidable que tienen las empresas, fuerza que se palpa pero que no se ve, porque no se escribe, no queda sino el recurso de la ley. Las empresas tienen poderosas influencias. Ante esa realidad cruda, al legislador le queda el recurso de la ley. Y esa ley debe ir al amparo del desvalido, del infeliz, obligando a las empresas a costear el servicio médico y de farmacia y dar algún principio elemental de cultura estableciendo escuelas".11

            El estado general de desamparo de la clase obrera era así total y tremendamente opresivo. La ley, el poder y el capital estaban coaligados en su contra para contener todo reclamo reivindicatorio y para mantener el estado de cosas vigente. La única excepción era la de la Liga de Obreros Marítimos, que tenía un régimen preferencial que le fue concedido por el gobierno de Eligio Ayala como una retribución política. En la revuelta pasada, a falta de otras fuerzas y como último recurso, los miembros de este sindicato fueron movilizados para la defensa de la ciudad. Formaron en los suburbios de Asunción la línea de resistencia que impidió la entrada rebelde a la capital. En retribución de esa decisiva ayuda, el Gobierno dictó la Ley de Obreros Marítimos, que aumentó significativamente la dotación de los barcos mercantes de bandera nacional para incrementar las oportunidades de empleo de los miembros del gremio. La dotación impuesta excedía las necesidades de las embarcaciones. A la par que aumentaba desmedidamente sus costos operativos, reducía sus posibilidades de competencia con las embarcaciones extranjeras que no estaban sujetas a esa norma. Con esa carga, las finanzas de las empresas entraron en un progresivo deterioro que terminó con la liquidación de todas las empresas nacionales dedicadas al cabotaje nacional e internacional. El transporte fluvial quedó desde entonces monopolizado por empresas extranjeras. Un privilegio desmedido, acordado a un reducido sector de la población como una retribución política, consumó un grave daño a la economía al decretar el exterminio previsible de la incipiente flota mercante del país y perjudicó asimismo al gremio obrero beneficiado, que vio desaparecer su fuente habitual de ocupación.

            Con estas características salientes del proceso de reactivación iniciado en 1923, el producto interno y las actividades productivas y comerciales podían así haber aumentado en cuantía importante, pero los problemas sociales, en vez de resolverse, se intensificaban con la mala distribución del ingreso interno, la acentuación de las desigualdades y el alto índice de desocupación que arrastraba la economía y eran causas de una creciente tensión social.

 

 

NOTAS

 

1Sánchez, Segundo y Jover Peralta, A. Nuestro Radicalismo dentro del Partido Liberal. 1930. pp. 3 y 4.

2Ayala, Eligio. Mensaje del Presidente de la República. Abril de 1925. p. 29.

3El tema de la mala distribución de la tierra cobró actualidad con la discusión del proyecto de Ley de Creación, Fomento y Conservación de la Pequeña Propiedad Rural, la publicación de diversos estudios sobre la materia y particularmente con la iniciativa del Dr. Juan León Mallorquín para reivindicar 260 leguas de tierras fiscales usurpadas por la Empresa Barthe para su distribución entre campesinos sin tierra.

4Bajo el Imperio Liberal. La Unión. Julio 31 de 1931. p. 1.

5Sosa, Antonio. Debates del Senado. La Unión. Junio 17, 1931.

6González, Teodosio. Infortunios del Paraguay. 1931. p. 420.

7Sosa, Antonio. Art. cit. La Unión. Junio 17, 1931.

8El País. Natalidad y Mortalidad Infantil. Noviembre 30 de 1935.

9Ayala, Eusebio. Mensaje a la Convención del Partido Liberal. 20 de enero de 1935. Reproduc. en Patria y Libertad. p. 205.

10Gerónimo Riart. El Régimen Monetario del Paraguay. Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. No. 615. Año 1. 1931. p. 85.

11Benítez, Justo P. La situación del obrero en los yerbales y obrajes. Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados el 20 de junio de 1930. Reproducido en: Ensayo sobre el Liberalismo Paraguayo. 1932. pp. 97 y sig.

 

 

 

III. LA CUESTION MONETARIA Y LOS PROYECTOS

DEL BANCO CENTRAL

 

            LA CUESTIÓN MONETARIA

 

            La recesión de 1920 puso nuevamente en evidencia la fragilidad del sistema monetario y crediticio del país y su vulnerabilidad a las presiones y desequilibrios internos y externos. Los efectos más notorios de la crisis fueron, sin dudas, el colapso monetario y la corrida bancaria, aun cuando su secuela fundamental fue la caída drástica de la producción, la ocupación y el ingreso internos.

            En forma paralela al desmoronamiento de la producción y de las exportaciones, el tipo de cambio registró una acelerada escalada. La cotización del oro sellado pasó progresivamente de $ 17,00 a que ascendía a principios de 1919, a $ 31,81 a fines de 1921 y a $ 43,80 hacia mediados de 1922. Por la inestabilidad cambiaria, la moneda argentina y el peso oro sellado sustituyeron a la moneda nacional en la fijación de los precios y en los contratos a término.

            Con la aguda contracción de las actividades productivas y comerciales, las dificultades del sistema bancario fueron acentuándose. La recuperación de los créditos se hizo primero difícil y luego imposible. Se produjo la acumulación de activos irrecuperables y poco después, la gran corrida de depositantes en la que sucumbieron dos importantes bancos, el de España y Paraguay y el Mercantil, que no pudieron soportar el retiro masivo de depósitos de sus clientes. La congelación de activos fue generalizada. Alcanzó también al comercio y a la industria. Con esos agravantes, el crédito bancario quedó paralizado. Las prórrogas y renovaciones se extendían exclusivamente en monedas extranjeras o en oro sellado. Y con las incertidumbres de la inestabilidad cambiaria, la conversión masiva de las deudas a moneda extranjera era preludio de dificultades mayores. En ese ambiente plagado de incertidumbres y temores, el Gobierno experimentó, con apremiante intensidad, la falta y la necesidad de mecanismos institucionales adecuados que le permitieran intervenir e influir en las transacciones monetarias y crediticias para restablecer la calma en el perturbado mercado bancario.

 

            EL PRIMER PROYECTO DE BANCO CENTRAL

 

            Para llenar ese vacío y dotar al Gobierno de un organismo habilitado para intervenir en el mercado monetario y crediticio el 5 de abril de 1922, el Poder Ejecutivo envió al Congreso un proyecto de ley de creación de un Banco Central del Estado.1

            La banca central era, por entonces, una rama nueva de las actividades bancarias, diferente en sus procedimientos y objetivos de la banca comercial. Su establecimiento en cada país fue recomendado en 1920 por la Conferencia Financiera de Bruselas, como medida orientada a lograr la estabilización monetaria y cambiaria en el mayor número posible de naciones, para luego poder encarar el restablecimiento del patrón oro en los pagos internacionales.

            A diferencia de los bancos comerciales, los bancos centrales no persiguen fines de lucro sino que buscan lograr y mantener el equilibrio del sistema monetario y cambiario y preservar la liquidez y el desenvolvimiento ordenado del sistema bancario. Deben ser esencialmente bancos de bancos, con poca o ninguna relación directa con el público. Para el cumplimiento de sus fines, debían asumir el monopolio de la emisión de billetes y monedas y operar como prestamistas de segundo piso o de última instancia de los bancos comerciales. Les correspondía además ejercer las funciones de banqueros  agentes financieros del Estado y de depositarios de las reservas internacionales de los respectivos países.

 

            ORGANIZACIÓN Y OBJETIVOS

 

            El banco proyectado no sería exclusivamente un banco central sino que ejercería además funciones diversas de banca comercial. Era una combinación de Banco Central y de Banco de Fomento que en la práctica ha resultado conflictiva, ya que en todos los países que la adoptaron, la función crediticia de fomento terminaría avasallando los objetivos primordiales de estabilización y regulación monetaria. Sería un banco estatal que debía asumir el patrimonio y las funciones de la Oficina de Cambios y del Banco Agrícola.

            Estaría integrado por tres secciones: una sección bancaria que, además de operar como banco comercial, cumpliría las funciones crediticias de banca central para el redescuento a la banca comercial; una sección de emisión, que ejercería las funciones de emisión y de depositario de las reservas internacionales; y una sección de fomento, que asumiría los servicios auxiliares para el mercadeo y la producción agrícola que atendía el Banco Agrícola. Tendría a su cargo los depósitos de frutosy la emisión de certificados de depósitos y warrants, la revisión y clasificación de los frutos del país destinados a la exportación, la compraventa de implementos y maquinarias agrícolas y semillas, la negociación de frutos del país en mercados extranjeros y la administración de los edificios e inmuebles del Banco, funciones éstas ajenas a los fines específicos de un banco central.

            El mensaje del Poder Ejecutivo señalaba como objetivos centrales del proyectó "lograr la estabilidad cambiaria y mejorar la eficiencia del sistema bancario".

 

            LA ESTABILIZACIÓN CAMBIARIA

 

            "Nuestra preocupación principal, decía el mensaje, debe ser estabilizar definitivamente los cambios. La moneda sin valor estable es punto menos que un instrumento de defraudación pública".

            Para ese fin, el proyecto proponía la rígida ligazón de la emisión con la compraventa de oro y monedas extranjeras. Con la excepción de un limitado monto destinado al redescuento, el banco emitiría solo a cambio de oro, monedas extranjeras o giros a oro o monedas convertibles cotizadas en plaza. Sus compras de cambio aumentarían el medio circulante y, a la inversa, las ventas substraerían dinero de la circulación. Con este mecanismo, el medio circulante se expandiría automáticamente en los períodos de intensificación de los negocios y se contraería en los momentos de retracción. Explicaba la exposición de motivos:

            "Puede decirse que dentro del sistema del proyecto, la circulación será regulada por el comercio exterior. Si hay saldos favorables y se ha restaurado la confianza en el curso legal, se producirá un aumento en la circulación y en sentido contrario, los saldos desfavorables determinarán la disminución de la circulación, proporcionalmente a la contracción de los recursos del banco en moneda extranjera.         

            El tipo de cambio por aplicarse sería de 3.500 pesos por 100 pesos oro sellado, que era el vigente en el momento de la presentación del proyecto.

 

            APOYO AL SISTEMA BANCARIO

 

            Para respaldar el desenvolvimiento ordenado del sistema bancario proponía las medidas siguientes: 1) la centralización de las reservas bancarias en el Banco Central; 2) un sistema de redescuento; 3) las operaciones directas con el público; y 4) la creación de una Cámara de Compensación Interbancaria.

 

            LAS RESERVAS BANCARIAS CENTRALIZADAS

 

            Aun cuando la exposición de motivos hablaba de las reservas bancarias centralizadas, en su parte dispositiva el proyecto no contemplaba el establecimiento de encajes o reservas legales, proporcionales a las obligaciones a la vista y a plazo de cada banco, a ser depositados en el banco central. Consideraba en sí al banco central como sinónimo de un sistema centralizado de reservas de la banca comercial, por ser fuente de financiamiento y de liquidez de última instancia del sistema bancario. Habla así de "el sistema de reserva bancaria centralizada o de Banco Central". Pero en realidad, el encaje legal o reserva compulsoria depositada en el Banco Central y el redescuento son dos instrumentos diferentes que los bancos centrales disponen para regular la liquidez y la capacidad de otorgamiento de crédito de la banca comercial. Revela esto que los autores del proyecto o no tenían un conocimiento acabado de las funciones y mecanismos de la banca central, cosa comprensible, ya que hacia esa época el conocimiento de las técnicas y prácticas de la banca central no se habían difundido suficientemente en el mundo, o no querían aparecer imponiendo autoritariamente a los bancos obligaciones que reñían con los principios de la libertad comercial y del secreto bancario.2 Con esta misma preocupación, el proyecto no asignaba al banco proyectado ninguna facultad de superintendencia y de contralor de las operaciones de los bancos del sistema.

            La centralización de reservas en efectivo en el banco central es un instrumento de gran importancia y utilidad para la seguridad de los depositantes y para la flexibilidad de las operaciones de los bancos de un país. Al respecto comenta Olarra Jiménez:

            "Los bancos pueden normalmente hacer frente al servicio de caja de sus clientes depositantes con muy escasa reserva en efectivo, ya que los retiros de unos se compensa con los depósitos de otros. Y como el dinero que mantiene como reserva es un activo que no le produce ningún rendimiento al banquero, es lógico que tienda a reducir sus reservas voluntarias a un mínimo. En previsión de que ese conflicto entre los intereses del banquero y la seguridad de los depositantes se resolviese en contra de esta última, la ley establece una reserva mínima obligatoria" que debe ser depositada en el Banco Central.3

            El encaje legal es además un efectivo instrumento de regulación monetaria que le permite al Banco Central disminuir o aumentar la liquidez del sistema bancario y la cantidad de dinero a disposición de la comunidad de acuerdo con las necesidades de la plaza. Su aumento produce la disminución de la liquidez y de la capacidad de crédito de los bancos, en tanto que su disminución determina la expansión de las disponibilidades de numerario del sistema.

            A pesar de la omisión de normas que establezcan la obligatoriedad del depósito de las reservas en el Banco Central, el mensaje argumentaba en favor de las reservas centralizadas en los términos siguientes, que parecen describir la experiencia amarga de la reciente crisis bancaria:

            "La experiencia ha demostrado que este sistema (de reservas bancarias descentralizadas) es ineficaz para prevenir las crisis monetarias, que es peligroso para la economía nacional.

            "Cuando se perciben los síntomas de una crisis, cada banco trata de aumentar o de conservar sus fondos de reserva. Esto realizan generalmente los bancos comerciales, el uno a expensas del otro. Y así, en momentos en que la necesidad de crédito se intensifica, se produce la contracción de la circulación monetaria con todas sus pavorosas consecuencias.

            "Las reservas descentralizadas, pues, se neutralizan a sí mismas, puesto que no se puede hacer uso de ellas en las circunstancias en que su    aplicación es más necesaria. Los bancos suspenden sus operaciones cuando creen que sus reservas mínimas van a ser afectadas por ellas. Y entonces se produce el pánico, las corridas, las crisis. Esta crisis a su vez determina la tesorización privada, induce a las personas a atesorar sus disponibilidades, a sustraerlas de la circulación, con lo cual se acentúa aún más la contracción monetaria.

            "El sistema de reservas bancarias centralizadas o de Banco Central suple estos defectos y corrige estos vicios. Los bancos comerciales pueden depositaren él sus reservas o realizar por medio de él su activo, monetizar los documentos de sus carteras en las emergencias críticas, difíciles o desfavorables por medio del redescuento".

 

 

            EL REDESCUENTO

 

            El Banco Central quedaría facultado para redescontar letras y documentos comerciales de otros bancos. El margen de emisión para estos fines estaría limitado a 30 millones de pesos. Con recursos propios, la sección bancaria podría realizar operaciones de redescuento sin otra limitación que la de su disponibilidad financiera.

            El redescuento es la operación típica de los bancos centrales. Consiste en el otorgamiento de crédito a corto plazo a los bancos comerciales contra letras de cambio y pagarés elegibles de sus carteras. Con este mecanismo, el Banco Central cumple su función de prestamista de última instancia de los bancos del sistema. Al vencimiento de los documentos redescontados, el banco descontante cancela el préstamo recibido y con ello automáticamente el medio circulante vuelve a su nivel original.

            El redescuento permite una flexibilidad y una seguridad mayor a los bancos del sistema. Constituye una fuente adicional de liquidez para el financiamiento de sus operaciones. Permite a los bancos convertir a efectivo documentos de sus carteras cuando sus reservas líquidas se vean afectadas adversamente o tiendan a descender por debajo del mínimo legal o del margen operativo acostumbrado, o cuando por algún motivo consideren necesario o conveniente incrementar sus reservas en efectivo para atender sus necesidades operativas. Su utilidad es considerable. "Si no existe un banco central, dice de Kock, cada uno de los bancos comerciales tendría que procurar tener en su poder cuantiosas reservas de efectivo para hacer frente a semejantes casos de emergencia, mientras que, habiendo un banco central al que recurrir en caso de necesidad, bastaría una menor suma de efectivo".4

 

            OPERACIONES DIRECTAS CON EL PÚBLICO

 

            El Banco Central quedaría además habilitado para realizar directamente con el público determinadas operaciones de apoyo a las actividades productivas y comerciales. La finalidad de las mismas era "no para competir con los bancos comerciales, sino para encauzar mejor los negocios, la circulación de capital", explicaba el mensaje. Estaría el Banco facultado para:

            1) Otorgar préstamos industriales y comerciales con garantía prendaria de warrants, conocimientos, títulos de deuda pública y otros que se coticen en la bolsa; y

            2) Otorgar préstamos de habilitación para industrias que utilicen materias primas del país. Estos préstamos no se darán por más de un año y sin previo informe del gerente de la sección de fomento sobre la conveniencia de la industria, el capital propio del empresario invertido en la misma, y todo lo conducente al perfecto conocimiento del negocio.

            Estas operaciones tendrían por objeto el desarrollo de las industrias nacionales, supliendo o complementando la actividad de los otros bancos. Comentaba el mensaje a este respecto:

            "Teóricamente es mejor que el Banco Central sea banco de los bancos meramente, banco de reserva y redescuento, que en tiempos normales no efectúe las operaciones bancarias ordinarias.

            "Si los bancos comerciales ejercieran acertadamente la función de concentrar y distribuir el capital flotante nacional, entre las aplicaciones más productivas y seguras, el Banco Central se reduciría a resguardarlos contra las corridas, para que puedan utilizar al máximo sus reservas.

            "Desgraciadamente, la experiencia ha demostrado que no ha habido mucho acierto en la dirección de los bancos particulares en nuestro país.

            De cinco instituciones que hacían operaciones bancarias, tres suspendieron sus operaciones casi sincrónicamente. (...)

            "Si el mecanismo del crédito funciona con regularidad, si los bancos privados descuentan, el Banco Central no tendrá necesidad de operar sino muy limitadamente. Este suplirá a aquellos cuando restrinjan los créditos y apoyará cuando operan normalmente. El Banco Central deberá ser estrictamente conservador en los descuentos y liberal en los redescuentos, respecto de los bancos de suficiente solvencia.

            En materia de crédito al sector agrícola, el Banco no otorgaría en adelante sino préstamos a breve plazo y sobre la base de productos cosechados. El crédito para cultivo y subsistencia hasta el momento de cosecha, que operaba el Banco Agrícola, quedaba eliminado. Los agricultores quedarían librados a los anticipos de los acopiadores para proveerse de semillas, alimentos y otros enseres durante el período de cultivo.

            Para contribuir al restablecimiento de la confianza en la moneda nacional, todos los préstamos que otorgara el Banco serían denominados en pesos nacionales. Podía además el Banco "aceptar depósitos a la vista, a plazo fijo, en cuenta corriente, en caja del ahorro y en custodia" de empresas o personas particulares.

 

            AGENTE FINANCIERO Y BANQUERO DEL ESTADO

 

            El Banco sería el agente financiero y cajero único del Gobierno, encargado de todas las operaciones del Tesoro Nacional. Podría otorgarle préstamos hasta un monto que no exceda del 20% de su capital. Debían depositarse en él las rentas fiscales, los dineros judiciales, los fondos de la administración pública, nacional y municipal, los fondos de reservas o de previsión de las compañías o sociedades que estén obligadas a mantenerlos en efectivo, las fianzas pecuniarias afectadas al cumplimiento de obras y servicios públicos, los fondos de todas las suscripciones públicas y los de las sociedades y centros que gocen de subvenciones nacionales o municipales y las fianzas de empleados públicos.

            Es esta una importante función corrientemente asignada a los Bancos Centrales. Supone que sus vinculaciones con los mercados financieros y sus conocimientos de las condiciones económicas del país y del exterior les ponen en posición privilegiada para asesorar y cooperar con los Gobiernos en sus negociaciones con entidades y organismos financieros. Pero el Banco Central debe intervenir solo en su carácter de asesor y de agente, en manera alguna exclusiva, y no para tomar a su cargo las operaciones de crédito del Estado, por las graves y delicadas consecuencias a que ello podría conducir, en desmedro de la estabilidad monetaria. Decía a este respecto la exposición de motivos del proyecto argentino de Banco Central:

            "Cuando un gobierno recurre al impuesto o a la colocación de títulos con ahorro genuino de la colectividad para cubrir sus gastos, no está desembolsando un nuevo poder adquisitivo. Simplemente está usando el que toma de los contribuyentes por el impuesto, o de los rentistas con la negociación de títulos. En tal caso, del punto de vista monetario no ocurre perturbación alguna, por más que el monto de los gastos y su erogación puedan ser condenables del punto de vista económico o social. Por el contrario, si el Estado cubre sus gastos con crédito bancario, origina un incremento en los medios de pagos (sean billetes o depósitos) que no está justificado por el incremento de las transacciones. Se incorpora así al mercado, debido a esos actos, una cantidad adicional de poder adquisitivo que antes no existía. Y si este hecho tiene tal magnitud que no logra ser neutralizado con el nuevo ahorro que ingresa en los bancos y que éstos no emplean en aumentar sus préstamos, no tarda en comenzar un proceso de inflación con sus conocidas y perniciosas consecuencias".5

 

            LA CÁMARA COMPENSADORA

 

            Para beneficio del sistema bancario, el Banco Central debía establecer y operar una cámara de compensación de saldos interbancarios, cuya reglamentación quedaría a cargo del Poder Ejecutivo. Es esta otra función típica de la banca central, aun cuando su importancia sigue cuestionada en el campo de la teoría. Cada banco recibe diariamente, en concepto de depósitos y pagos, una cuantía importante de cheques contra otros bancos. A falta de una cámara compensadora, debe remitir y cobrar diariamente de los otros bancos los montos correspondientes. En esas circunstancias, todos los días cada banco estaría cobrando cantidades importantes de cheques recibidos y al mismo tiempo pagando los cheques suyos depositados en los demás bancos. El funcionamiento de una cámara compensadora elimina esta necesidad de cobros y pagos cruzados al permitir la compensación recíproca de créditos por estos conceptos entre los bancos y el pago de las diferencias netas mediante la simple transferencia de saldos mantenidos en cuentas en el Banco Central. Se elimina con ello la necesidad de traslados de efectivo y se facilita en forma expedita el trámite de cobros y transferencias de fondos entre los bancos del sistema. Aparte de ello, las operaciones de la cámara le resulta al Banco Central un barómetro útil, a través del cual percibe el grado de liquidez y la real situación financiera de los bancos.

 

            EL CAPITAL DEL BANCO

 

            Estaría constituido por 1) los fondos de conversión en oro y en moneda nacional de la Oficina de Cambios; 2) el activo del Banco Agrícola; 3) los fondos provenientes de las emisiones autorizadas por Ley 32 del 8 de setiembre y número 469 del 31 de diciembre de 1920; y 4) las utilidades del Banco asignadas al efecto. Al respecto cabe destacar que, por el poder de emisión con que son dotados, el capital asignado a un banco central tiene poca o ninguna importancia para sus operaciones. Una institución que crea sus propios medios de pagos no depende de su capital para financiar o expandir sus transacciones.

 

            EL DIRECTORIO

 

            El Banco estaría dirigido y administrado por un directorio integrado por un presidente y cuatro vocales, designados todos por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado.

 

            EL TRÁMITE DEL PROYECTO

 

            La Cámara de Diputados dio entrada al proyecto, publicó su texto en el Diario de Sesiones, pero nunca se abocó a su estudio. La coyuntura que vivía el país no era propicia para el estudio de planteamientos monetarios. El factor dominante era el político. Las mismas fuerzas que habían provocado la caída del presidente Gondra estaban impulsando la convocatoria a una elección extraordinaria para favorecer la candidatura presidencial del coronel Adolfo Chirife, que era resistida por el sector del liberalismo que ejercía el gobierno. Sancionada la ley de elecciones, la misma fue vetada por el Presidente de la República "para evitar a la nación paraguaya la vergüenza de una elección en que iban a intervenir la Policía y parte del Ejército para violentar el acto comicial".6 Era una lucha entre sectores del propio partido de gobierno. Contra esa decisión del Ejecutivo se levantaron en armas tres zonas militares, al mando del coronel Chirife. Esta revolución, la más larga y sangrienta que registra la historia nacional, contaba con el apoyo del grupo disidente del partido liberal que lideraba el ex presidente Eduardo Schaerer. Sus estragos se sumaron para deprimir aún más el bajo nivel de las actividades económicas que entonces prevalecía en el país.

            Poco después, Eusebio Ayala, que había sucedido a Gondra en el ejercicio de la Primera Magistratura, se retiraba de la Presidencia por discrepancias internas en el Gobierno. En su reemplazo, el Congreso designó a Eligio Ayala Presidente Provisional. Representaba él la intransigencia y la decisión de lucha contra el levantamiento armado. La revolución terminó con la dispersión de las fuerzas rebeldes en las calles de Asunción a principió de mayo de 1923. Al año siguiente, Eligio Ayala fue primero nominado candidato y luego electo Presidente Constitucional. Las elecciones se realizaron sin participación ni concurrencia de la oposición.

            No obstante su ascensión política, Eligio Ayala no presionó la aprobación de su proyecto de Banco Central. Además de las tensiones y discrepancias internas que en el partido de gobierno siguieron a la revolución, diversos factores se sumaban para imposibilitar el correspondiente trámite legislativo. Entre ellos pueden mencionarse los siguientes:

            1) La fuerte oposición del influyente Banco de la República, cuyos privilegios peligraban con el proyecto. Los depósitos públicos eran una fuente importante de recursos para el financiamiento de sus operaciones. El retiro de los mismos hubiera afectado su liquidez y rentabilidad.

            2) El consenso generalizado en contra de la eliminación del Banco Agrícola, el único que proveía crédito en efectivo al sector rural. El mismo Gobierno hablaba de "la necesidad imperiosa de proveer crédito en condiciones razonables a la agricultura y la ganadería para que ellas puedan desvincularse de la explotación usuraria"; y especialmente:

            3) Las grandes reservas que los dirigentes tradicionales del Partido Liberal tenían al poder financiero y político que podría concentrar la nueva institución. En su mayoría eran los mismos que se habían opuesto a la creación de la Oficina de Cambios. La influencia de este grupo se vio robustecida con la adhesión de Eusebio Ayala a sus filas.

            En materia monetaria, los dos Ayala tenían posiciones divergentes. Mientras Eusebio Ayala defendía el sistema de los bancos privados y solo aceptaba la mínima intervención del Estado en el campo monetario y crediticio. Eligio Ayala había traído al país la idea de la creación de un Banco Central del Estado para defender el valor externo de la moneda y controlar el uso y destinó del crédito. Está divergencia se mantendría invariable y sería el obstáculo insalvable que impediría la consideración de los sucesivos proyectos de Banco Central patrocinados por el Gobierno.

 

            LA LEY 550. EL PATRÓN DE PESOS ARGENTINOS

 

            Con ese panorama, Eligio Ayala optó por una alternativa menos controversial. Le urgía concretar una salida al acuciante problema cambiario. Con la reactivación de la demanda internacional de materias primas, afluían al país cantidades considerables de recursos financieros para el acopio y procesamiento de algodón y carne para la exportación. Con esa oferta aumentada de divisas, la tendencia ascendente del cambio resultó primero contenida y luego revertida. El Gobierno debía intervenir en el mercado si quería evitar el proceso inverso de valorización de la moneda nacional y de caída del tipo de cambio, que inevitablemente hubiera determinado la baja del precio interno del algodón y desalentado su cultivo.

            Se planteó entonces la modificación de la Ley Orgánica de la Oficina de Cambios, que podría tener un trámite más expedito. Se facultaría a la Oficina a emitir billetes de curso legal contra oro sellado y monedas extranjeras y a vender igualmente oro sellado y divisas y monedas extranjeras contra pesos nacionales. No tendría facultades de emisión para el financiamiento de operaciones crediticias o de redescuento, sino exclusivamente para operar en el mercado de cambios. Esa limitación aplacaba la resistencia y las objeciones del grupo conservador del liberalismo gobernante y facilitaba la consideración del tema. El proyecto fue aprobado y sancionado como Ley 550, el 25 de agosto de 1923.

            Como la ley no estableció paridad alguna, quedó al arbitrio de la Oficina de Cambios la fijación del tipo de cambio a que se afirmaría el valor externo de la moneda nacional. Con la intervención de la Oficina, la cotización del oro sellado se estabilizó en 42.61 pesos, que equivalía a $ 18.75 por peso argentino. Esta cotización se mantuvo invariable hasta 1931. Explicaba un mensaje al Congreso:

            "Había que fijar el tipo de cotización, a fin de mantener los precios remuneradores para los agricultores; había que hacerlo decidida y rápidamente para anticiparse a la depresión de la producción. Y esto es todo lo que hizo el Gobierno: dictó una ley de emergencia, para evitar una caída artificial, anormal de los precios, la ley de estabilización del cambio monetario. Si no se hubiera estabilizado el tipo de cambio, los agricultores hubieran vendido sus productos a precios irrisorios, hubieran perdido a favor de algunos especuladores gran parte del producto de su trabajo".7

            El Gobierno calificó de "Gold Exchange Standard'' (Patrón de Cambios Oro) el sistema adoptado, pero esta designación es inapropiada. Como destaca Triffin, la Oficina de Cambios no compraba ni vendía oro a un cambio dado, sino únicamente pesos papel argentino.8 Por ello resulta más adecuado denominarlo "Patrón de Pesos Argentinos", que era un patrón monetario inestable y de aplicación muy limitada, ya que no tenía ningún uso en los pagos internacionales fuera de la Cuenca del Plata.

 

            LA INESTABILIDAD CAMBIARIA

 

            Aun cuando la estabilización del peso con relación al oro sellado dio una sensación de tranquilidad a la plaza y evitó la caída del precio interno del algodón y la carne, no significó la estabilidad del valor externo del peso paraguayo.

            El oro sellado era una simple unidad de cuenta, un peso imaginario, que tenía una relación fija de 1 a 2.2727 con el peso argentino. No tenía ninguna relación directa con el oro y las principales monedas del mercado mundial. Consiguientemente, su valor real respecto a ese metal y a las demás monedas extranjeras fluctuaba con las variaciones de la cotización del peso argentino. No hubo en consecuencia ninguna estabilización del valor externo de la moneda nacional. Al contrario, hubo una permanente inestabilidad, aunque relativamente moderada comparada con la intensa disparada anterior. Las fluctuaciones registradas pueden observarse en el cuadro siguiente, que muestra las cotizaciones del oro, el peso argentino y el dólar en términos de la moneda nacional. Puede verse aquí que mientras la cotización del peso argentino se mantenía nominalmente estable, la del dólar mantuvo su tendencia ascendente.

 

 

 

            El tipo de cambio adoptado estaba por encima del nivel de equilibrio, donde cumple la función de nivelar los ingresos y egresos externos de un país. Era el nivel más alto al que había llegado en una escalada especulativa. Su mantenimiento a ese nivel abarataba los precios de los productos nacionales en términos de las monedas extranjeras y estimulaba las exportaciones. Por el contrario, al encarecer el costo de los productos importados, servía de freno a las importaciones. Resultado de ello fueron los sucesivos saldos favorables de la balanza de pagos, la acumulación de reservas en la Oficina de Cambios y la expansión acumulativa del medio circulante por la compra creciente de cambios, que presionaba la suba de los precios internos. Para la compra de monedas extranjeras, la Oficina de Cambios emitió de 1923 a 1931, 294.9 millones de pesos. En el mismo período, la emisión monetaria aumentó, como consecuencia, de 165.0 millones a 459.9 millones de pesos, es decir el 152 %.

 

            LA RESISTENCIA DE LA ORTODOXIA

 

            A pesar de ajustarse a los principios clásicos de la teoría liberal, la gestión financiera de Eligio Ayala no satisfacía a sus correligionarios. No lograba consenso ni ganaba apoyo. Preocupaba fundamentalmente la suba generalizada de los precios. Se argüía que la causa principal de ese aumento era la intervención de la Oficina de Cambios para el mantenimiento de una cotización cambiaria exageradamente alta; que debía limitarse el poder de emisión de esa Oficina para contener la inflación. Otros destacaban la esterilidad de los esfuerzos por acumular superávit fiscales. La rigidez de la política financiera, se decía, no contribuía al progreso del país. Desde la prensa se pedía la gestión de empréstitos externos o el uso de la emisión para financiar obras públicas. Frente a ese creciente asedio, Ayala dedicó su mensaje del año 1926 para defender su política. Dijo entonces:10

            "Las reformas hechas para llegar a la estabilidad monetaria fueron muy mal comprendidas y lo son hasta ahora. Creo necesario rectificar algunos prejuicios al respecto. (...) Se ha dicho que se autorizó una emisión ilimitada, que esta emisión produjo la inflación y esta inflación, la elevación de los precios. Esta sola aserción demuestra que quienes la hicieron confundían cambio con emisión, y no percibieron bien ni lo que es emisión ni lo que es inflación, ni el verdadero objeto del cambio de una moneda por otra.

            "La ley de cambio monetario a tipo fijo se proponía evitar la valorización del peso moneda paraguaya para prevenir el descenso de los precios. Ese fue su verdadero objeto, su causa final. De este fin, en efecto, emerge como corolario, todo cuanto se hizo. No debía limitarse, artificialmente, la facultad de la Oficina de Cambios de dar papel moneda contra valor. La única limitación debía ser la demanda del mismo. Pues, si se limitara esa facultad, contrariaría el fin, porque enseguida principiaría la valoración y el descenso de los precios, que era lo que se quería evitar.

            "Se ha dicho que (...) debía limitarse artificialmente la cantidad de papel moneda cambiada por la Oficina y que, para eso, la Oficina debió comprar ese papel a un tipo menor.

            "Por tal procedimiento no se serviría más que un interés especulativo, y que por esta especulación llevada al extremo, se podría extraer de la Oficina todo el contravalor del papel moneda y dejar a este en circulación fija e inelástica. Se destrozaría el mecanismo automático de contracción y dilatación recíproca de una y otra clase de moneda, se destruiría la elasticidad del medio circulante, sin beneficiar a la economía nacional, y al contrario, exponiéndola a la verdadera inflación que podría ser causada por el papel moneda sin contravalor que quedaría en circulación.

            "Arguyen los que sostienen esta tesis, que con la medida por ellos concebida se hubiera evitado el nivel elevado de los precios. Pero, ¿por qué nosotros buscaríamos que no fuese elevado si nuestro objeto fue mantener ese nivel? Nosotros nos propusimos atajar la baja de los precios y, por consiguiente, es absurdo censurar que el mecanismo aplicado a ello haya realizado ese fin".

            Esta defensa fue apasionada y ostentosa. En vez de ofrecer un balance ecuánime de sus beneficios y de sus efectos negativos, que hubiera robustecido su posición, atacó duramente a sus críticos y se empeñó por defender y justificarlo todo. Incurrió en contradicciones deliberadas e hizo uso de sofismas sin fundamentos para apoyar su posición. A sus críticos calificó de "gente que presume de autoridad en la materia". Afirmó sentencioso que "la cantidad emitida contra valor influye poco en los precios", error deliberado, pues Eligio Ayala conocía la teoría cuantitativa de la moneda, que sostiene que los precios aumentan en proporción directa del aumento del dinero, cualquiera fuese su causa, y en relación inversa del aumento de la oferta de bienes y servicios. La había utilizado en su mensaje anterior para explicar la causa de la suba de los precios. Ensayó entonces el argumento sofista de que la Oficina de Cambios no emitía sino que cambiaba monedas y que en consecuencia no podría producir una inflación. Decía al respecto este mensaje:

            "...En realidad, la Oficina no emitía, en el sentido que esta palabra tiene en nuestro tecnicismo monetario, no ponía en circulación papel moneda sin contravalor. Ella no hacía más que cambiarlo por otra moneda, a pedido del interesado, para satisfacer una demanda espontánea. No imponía a nadie su recepción.

            "El cambio se hacía contra valor y, de esta manera, respondía a las exigencias del medio circulante. Esta es, precisamente, una de las formas clásicas de producción de moneda. Así el volumen de la circulación monetaria se dilata y se contrae en proporción a las necesidades reales actuales de la economía del país. Era evidente que el papel moneda paraguayo había que volver otra vez a la Oficina cuando disminuyera la necesidad de su aplicación en las transacciones comerciales.

            "Hubiera sido posible una inflación si la Oficina entregase papel moneda a cambio de documentos comerciales descontados o redescontados, porque estos documentos pueden obedecer no a una dilatación real de la producción sino a necesidades especulativas. En este caso, una parte del papel moneda quedaría en circulación sin contravalor. Y esta sería la "emisión", y, según su cantidad, podría producir inflación que alterase el nivel de los precios. Pero ni el crédito normal ni la moneda convertible pueden alterar, fundamentalmente, los precios porque no cambian la relación entre la unidad monetaria y las mercaderías".11

            Al hacer estas afirmaciones, Ayala olvidaba que su Memoria del año anterior estaba llena de referencias al aumento generalizado de los precios y a los efectos que la expansión del medio circulante, cualquiera fuera su causa, tiene sobre el nivel de los mismos. Así se lee lo siguiente en esa memoria:

            "..Esta curva ascendente (de los precios internos) fue empujada por otras dos causas poderosas. En primer lugar por el aumento del medio circulante y la velocidad de la circulación. (...) A esta corriente se agregó el papel moneda atraído por la gran producción algodonera, el emitido por la Oficina de Cambios contra valor real. Es ley monetaria también primaria que el aumento del medio circulante, movido por la oferta y la demanda, si otras causas no neutralizan sus efectos, estimula la elevación general de los precios".12

            Finalmente cerró su defensa con un planteamiento jactancioso. A pesar de las numerosas críticas que se le habían formulado, ninguna había dado con el problema central del sistema adoptado, y solo él venía a señalarlo, planteando además su solución. Expresó al respecto:

            "Muchos golpes se han intentado asestar a la reforma y muchos han caído fuera de ella. Y lo más sorprendente para nosotros es que no se haya dado en los defectos clásicos, casi plásticos del sistema que adoptamos.

            "El defecto capital de la fijación del tipo de cambio está en que es demasiado artificial, y por consiguiente algo ficticia. La estabilización de nuestra voluta está basada en una moneda extranjera, completamente sustraída a nuestro control. Carecemos respecto a ella de todo acuerdo internacional. En nuestro tipo de cambio pueden reflejarse indirectamente las contingencias provenientes de causas externas y no económicas.

            "Es preciso, pues, dar base propia a nuestra voluta, desvincularla del elemento extraño".

            Para resolver esa debilidad. Eligio Ayala anunció el próximo envío al Congreso de un nuevo proyecto de reforma monetaria y de creación de un Banco Central del Estado.

            Entretanto, la economía del país operaba ya a un elevado nivel de actividad. El estímulo de la demanda externa y de los precios favorables del mercado internacional se mantenía. La economía mundial operaba en un marco de prosperidad. El año anterior, después de once años de suspensión, Inglaterra había restablecido el patrón oro y todos los países que comerciaban con Europa eran presionados a que se adhirieran al sistema.

            La adopción del patrón oro no entrañaba simplemente que un país definiera el valor de su moneda en términos de ese metal, sino que estableciera también un organismo al cual el público pudiera acudir para adquirir a un tipo fijo, a cambio de moneda local, monedas extranjeras ligadas al oro u oro. Es un sistema estructurado para operar sobre bases automáticas. Los únicos medios de pago corrientes son los billetes y monedas cuya emisión se concentra en el Banco Central, el cual tiene la obligación de redimirlos a su presentación a oro o a monedas extranjeras a una paridad fija. Igualmente tiene la obligación de entregar billetes contra oro o monedas extranjeras a la paridad fijada. Como la emisión de billetes y monedas queda ligada a la adquisición de oro y monedas extranjeras, la cuantía de la emisión monetaria queda determinada por la oferta y la demanda de oro y monedas convertibles y en consecuencia fuera del alcance y posibilidades de intervención del Estado. El patrón oro es por ello un patrón de "laissez faire". Elimina los mecanismos de dirección económica sobre la emisión monetaria y las operaciones en divisas.13 A la vez que permite el libre juego de la oferta y la demanda en el mercado de cambios, facilita los pagos y remesas de fondos que el comercio internacional requiere. Su restauración estaba siendo promovida por los países productores de bienes manufacturados para poner término a las políticas cambiarias proteccionistas que se habían generalizado en el período de postguerra y que entorpecían el desarrollo más intensivo del comercio internacional. Con arreglo a las recomendaciones de las Conferencias de Ginebra y Génova, Colombia, Chile, Guatemala y México ya habían establecido sus bancos centrales y los demás países del continente que no lo tenían, eran urgidos por los organismos especializados de la Sociedad de las Naciones para que lo hicieran.

            A pesar de los orígenes y objetivos indiscutiblemente liberales del sistema del patrón oro, los viejos dirigentes del Partido Liberal del Paraguay eran renuentes a la idea de un Banco Central encargado de operarlo. Esta posición de intransigencia se debía ya no solo a divergencias doctrinarias respecto al sistema propuesto, sino también a la creciente resistencia que por discrepancias partidarias y de estilo mantenían hacia su principal patrocinador, el Dr. Ayala.

            Eligio Ayala no fue un caudillo popular, una figura aglutinadora, condescendiente con las aspiraciones y las limitaciones de los demás. Por el contrario, fue un gobernante autoritario, un intelectual obsesionado con sus ideas, intolerante con las ajenas, un vehemente elitista, partidario de la dictadura ilustrada.14 Era un farallón solitario, no un líder político. Usaba permanentemente la ironía y el sarcasmo para aplastar y herir a sus contemporáneos. Muy pocos se salvaron de sus dardos cargados de veneno y resentimiento. Tenía aversión al contacto con las bases. No se preocupaba de ganar simpatías o adhesiones ni en las filas de su propio partido.15 Arturo Bray, que lo conoció muy de cerca y que tenía gran devoción por él, destacó en los términos siguientes esa faceta áspera de su personalidad:

            "Hay, sin duda, buena dosis de egoísmo en aquella alma atormentada por sabe Dios qué tragedia íntima y atávica, y mucho de soberbia en el olímpico desdén con que Eligio Ayala contempla al mundo en su derredor inmediato. Un ácido corrosivo trabaja su espíritu por dentro. Goza con ver al enemigo,   o al amigo que para él da igual en las astas del toro. Tira siempre con bala, y por elevación, este apóstol intolerante de la honradez pública y privada, y habiendo dado en el blanco, ase a su víctima del brazo y le invita a dar juntos la vuelta al ruedo, para recibir la ovación. Presidente de la República, menosprecia a sus ministros y hace promover contra ellos, en el Parlamento, las interpelaciones más mortificantes; ministro, se mofa del Presidente y busca socavar la autoridad del Primer Mandatario con referencias socarronas y mordaces. Así era de sutil en sus pequeñas grandes maniobras este discípulo de Maquiavelo. Por eso nunca tuvo amigos y acaso tampoco pusiera mucho empeño en ganarlos; descontando a su madre anciana a quien adoraba es posible que Eligio Ayala no haya sentido jamás verdadero afecto por persona alguna. Por eso también pudo ser lo que fue, el incorruptible guardián de la hacienda pública, erguido con la metálica rigidez de una lanza, en el atalaya de su reconocida honestidad".16

            Pero el gobierno de un país es una tarea compleja, para la cual no basta la sola honestidad o capacidad de un presidente o de un ministro. No es el ejercicio de una labor o habilidad personal, sino la movilización y conducción de todas las fuerzas que influyen y participan en la marcha de una nación. Necesita del apoyo y del concurso de los demás integrantes del Gobierno y de los otros poderes del Estado; requiere de la solidaridad de partidarios que no necesariamente forman parte del Gobierno, del entendimiento y comunicación con los diversos sectores y personas que buscan gravitar en la vida nacional, aunque no coincidan con las ideas del Gobierno o sean opositores. La crítica y la oposición le resultan indispensables para el equilibrio y la unidad del Gobierno y constituyen una forma de cooperación para lograr el acierto y la eficacia en las decisiones públicas. Gobernar es así una labor de aglutinamiento de voluntades, a la que el aislamiento le resulta contraproducente y negativo. Y el menosprecio visceral que Ayala tenía a estos requerimientos será la causa de la frustración de su gestión financiera, que no logró la culminación por él buscada, de la reorganización del sistema monetario y bancario, que según sus propias expresiones debía ser su obra cumbre, "algo así como la cúpula gótica de nuestras reformas económicas y financieras".17

 

            EL SEGUNDO PROYECTO MONETARIO Y BANCARIO

 

            De acuerdo con lo anunciado en su Mensaje de abril de 1926, en el mes de mayo siguiente fue remitido al Congreso un nuevo proyecto de reforma monetaria y bancaria. Su texto revela el cuidado puesto para eliminar los factores que motivaron la resistencia al proyecto anterior y para incorporar algunos de los principios y lineamientos nuevos de las leyes recientes de Chile, Colombia y México. Principalmente, las operaciones directas con el público quedaban más limitadas, aunque no del todo eliminadas. El nuevo banco sería básicamente un banco de bancos y banquero del Estado.18

            La propuesta incluía cinco proyectos de leyes complementarías:1) de reforma monetaria; 2) de fundación de un Banco Central del Estado; 3) de emisión menor; 4) de emisión de un bono de garantía de la emisión en circulación; y 5) de autorización para rescindir el contrato con el Banco de la República.

 

            LA UNIDAD MONETARIA NACIONAL          

 

            El proyecto proponía la creación de una nueva unidad monetaria, el peso paraguayo, que estaría representado por una moneda de oro de 0.3785 gramos de peso y 900 milésimas de fino. Su valor equivaldría a 10 pesos, de curso legal y a poco más de 20 centavos de pesos oro sellado al tipo de cambio vigente.

            Se acuñarían únicamente monedas de 10 pesos paraguayos. Todos los contratos a ejecutarse en adelante en el país debían estar expresados en la nueva moneda. Las obligaciones pendientes al momento de su promulgación serían igualmente liquidadas en la nueva unidad monetaria, en la proporción de un peso paraguayo por cada diez pesos de la antigua moneda. La adopción de esta nueva moneda, con un valor definido en función del oro y la convertibilidad establecida del papel moneda circulante a su sola presentación en el instituto emisor representaba la instauración del patrón oro en el país y la liberación de la moneda nacional de su dependencia del peso argentino. El Banco Central quedaría obligado a comprar y vender oro y cambio extranjero a la paridad básica.

            Los billetes del Banco Central debían estar representados en todo momento por un encaje metálico igual a su valor escrito, con excepción de diez millones de pesos paraguayos hasta el 31 de agosto de 1935, y a partir de esta fecha, con excepción de veinte millones de pesos. (Art. 33).

            El Banco podía aumentar el monto de sus billetes en circulación mientras sus reservas internacionales no bajaran del 40% del total de los billetes en circulación. (Art. 35). Los billetes emitidos que excedieran del encaje metálico debían estar garantizados por letras descontadas, letras sobre el extranjero, billetes convertibles a oro y el bono que el Poder Ejecutivo le entregaría en garantía de a emisión anterior. (Art. 37).

 

            SU ORGANIZACIÓN

 

            Con el proyecto se instituía un banco central especializado, destinado a "ser el banco de los bancos y de todas las entidades o personas que negocian habitualmente en vender crédito". Las operaciones con el público le estarían autorizadas solo para apoyar actividades de interés público. En consecuencia, el nuevo proyecto o recoge la estructura departamental del proyecto anterior.

 

            FUNCIONES

 

            El Banco tendría las funciones siguientes:

            1) Regular la circulación monetaria;

            2) Nivelar la tasa de interés;

            3) Sostener el valor de paridad de sus billetes, reflejado en los cambios internacionales;

            4) Promover facilidades para la compensación de pagos (sistemas de giros y de clearing);

            5) Influir para una adecuada distribución de capitales conforme con los intereses económicos del país; y

            6) Ejercer, sin retribución, las funciones de la Tesorería General de la Nación y de atención del servicio de la deuda pública. (Arts. 3 y 4).

 

            El Banco quedaría facultado para realizar las siguientes operaciones:

            1) Comprar y vender oro y plata;

            2) Descontar, comprar y vender letras comerciales sobre el interior a plazos no mayores de 120 días. Las letras de plazo menor de 90 días no podrían exceder de la quinta parte de los documentos descontados;

            3) Descontar letras de la Tesorería de la Nación de plazos no mayores de 90 días, hasta la cantidad máxima del 10% de su capital realizado;

            4) Comprar y vender cambios, monedas extranjeras de oro, billetes convertibles a oro, cheques y letras extendidas en el extranjero en las mismas monedas y pagaderas en la República y otorgar cheques y créditos sobre el exterior por cuenta de terceros.

            5) Comprar y vender por cuenta de terceros oro, plata, documentos y obligaciones de cualquier clase, previa entrega o pago por parte del interesado;

            6) Efectuar por cuenta de terceros cobranzas y pagos en el interior;

            7) Recibir de las entidades u oficinas públicas dinero en depósito, sin interés o con interés menor del 2% al año;

            8) Recibir en custodia toda clase de valores;

            9) Aceptar en comisión suscripciones de empréstitos públicos por cuenta de terceros. (Art. 10).

 

            El Banco podría aceptar depósitos en cuenta corriente, en casos especiales, de firmas de notoria responsabilidad. En iguales casos, podría recibir en depósitos sumas no inferiores a cinco mil pesos paraguayos y documentos de vencimiento inmediato.

 

            EL DIRECTORIO

 

            El Banco estaría gobernado por un directorio compuesto de un presidente y cuatro vocales, nombrados todos por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado. El presidente del Banco sería su representante legal y tendría facultades de veto sobre las resoluciones del directorio. El directorio designaba el personal superior y administrativo de la entidad.

 

            CAPITAL

 

            El capital del Banco sería de veinte millones de pesos paraguayos, dividido en cuatro series de cinco millones. El Banco podría iniciar sus operaciones al integrarse el veinte por ciento de la primera serie. El capital sería totalmente aportado por el Estado. El Poder Ejecutivo podría ceder parte de ese capital a personas o instituciones privadas, siempre que esas cesiones no alcancen al cincuenta por ciento del capital realizado.

            La Oficina de Cambios debía ser clausurada el día anterior al de la apertura del Banco y transferir todo su activo y pasivo al Banco Central. El Banco Agrícola, en cambio, no sería afectado con su constitución.

 

            EMISIÓN MENOR

 

            El Poder Ejecutivo quedaba facultado a emitir, por intermedio del Banco Central, billetes de denominaciones menores de uno y cinco pesos paraguayos, que tendrían curso forzoso y fuerza liberatoria ilimitada. Estarían destinados, en primer lugar, a retirar de la circulación los billetes de cinco, diez y cincuenta pesos de la antigua emisión. El límite previsto para esta emisión era de 12 millones de pesos paraguayos. Esta distinción entre emisión mayor y emisión menor no tiene ningún fundamento técnico. Traducía solo el afán del Tesoro de reservarse este rubro como fuente de recursos fiscales.

 

            EL BONO DE COBERTURA DE LA EMISIÓN

 

            El Poder Ejecutivo debía entregar al Banco Central un bono por el valor de los billetes en circulación a la fecha de la apertura del mismo. El bono no generara intereses y sería amortizado con los siguientes recursos afectados al efecto:

            1) Con el excedente del impuesto a la exportación de yerba y cuero vacuno afectado al servicio de la Deuda Externa por Ley No. 721, después de cubierto este servicio;

            2) Con los fondos provenientes de la Ley 182 del 28 de enero de 1926, que en adelante serían recaudados directamente por el Banco Central.

 

            El producido de ambos recursos se estimaba en el equivalente de 790.103 $ o/s anuales. La cantidad recaudada sería anualmente aplicada a la amortización de la emisión no garantizada que ascendía a $ 128.359.212.62. El total de la emisión circulante era de $ 204.534.055.42. El objeto de esta amortización era, decía el mensaje, rescatar de la circulación los billetes sin respaldo y dejar la nueva emisión mayor con una garantía del 100%. Cabe destacar que esta amortización del circulante existente no tenía ningún fundamento teórico u operativo, ya que no iba a afectar el valor actual o paritario de la moneda nacional que buscaba mantenerse. Su impacto sería tan solo una resta innecesaria de recursos fiscales y la reducción del medio circulante, que podría o no estar justificada de acuerdo con las presiones internas de la demanda y los precios y de los requerimientos crediticios del momento. Esos recursos podrían haberse destinado a fines fiscales o directamente a formar parte del capital o del activo del Banco o del Banco Agrícola sin ningún inconveniente.

 

            RESCISIÓN DEL CONTRATO DEL BANCO DE LA REPÚBLICA

 

            Por último, se autorizaba al Poder Ejecutivo a rescindir el contrato de concesión del Banco de la República, celebrado en virtud de la Ley de 17 de diciembre de 1907 y modificado por Ley No. 97 del 25 de setiembre de 1914.19 Las principales cláusulas en juego eran las relacionadas con las exoneraciones impositivas y la obligatoriedad de los depósitos oficiales en la entidad. El Gobierno debía convenir con el Banco los plazos y forma de pago de la diferencia sobre la suma de 700.000 $ oro al tipo de cambio de 1.400$ por cien $ oro y la cotización vigente de 4.261$. Representaba esta indemnización un monto aproximado a los 20.000.000 de pesos nacionales; beneficio injustificado que fue fuertemente cuestionado en la Cámara de Diputados.

 

            LA DISCUSIÓN DEL PROYECTO

 

            El proyecto fue intensamente debatido en la Cámara de Diputados.20 El dictamen elaborado por el Dr. Luis de Gásperi fue publicado en edición especial por voto expreso de la Cámara.21 Las críticas más intensas se centraron en la indemnización a pagar al Banco de la República y en la acuñación exclusiva de monedas de 10 pesos oro. Fuera del Parlamento, la mayor preocupación se centró contra la obligatoriedad del uso de la moneda paraguaya, con exclusión de las extranjeras, en los contratos que se celebren y ejecuten en el país.22 El proyecto fue finalmente aprobado con modificaciones leves en la Cámara Alta y elevado al Senado para su consideración.

            La Cámara Baja, bastión de la vieja guardia del partido gobernante, recibió el proyecto, le dio entrada, pero nunca lo estudió. Eusebio Ayala publicó poco después, en una revista local,23 sus objeciones al valor de la nueva moneda propuesta. Le cuestionaba su equivalencia exclusivamente doméstica, que no podría tener una aplicación y uso extendido en las transacciones externas. Recomendaba, en cambio, la adopción de una moneda cuya paridad estuviese directamente relacionada con una de las monedas de mayor uso en las transacciones internacionales. "Si el Paraguay tuviese como unidad, decía, una denominación equivalente a la libra esterlina, al franco o al dólar, bastaría aplicar tales equivalencias para que inmediatamente se conociese el valor de nuestro numerario".24 Y esa objeción y la resistencia adicional ya desatada en torno del proyecto fue definitiva. Pese a las intensas gestiones del propio Presidente de la República, el proyecto fue archivado. Al año siguiente, el presidente Ayala expresaba en su mensaje al Congreso su frustración por este nuevo fracaso. Dijo entonces:

            "... Hemos formulado un proyecto de organización monetaria, lo hemos estudiado, corregido y rehecho. Pero no hemos podido dar cima definitiva a la reforma, por carencia de las condiciones morales necesarias para ello. No está viva la mentalidad nacional para una acertada política monetaria. No se estima con sincera convicción la importancia del Banco Central, los beneficios que reportaría a la economía nacional, su necesidad perentoria e imperativa".25

 

            EVALUACIÓN DEL PROYECTO

 

            El proyecto constituía una adaptación de las leyes de banca central de Holanda, Estados Unidos, México y Chile. Aun con sus limitaciones, su aprobación hubiera representado un avance significativo para el mejor desenvolvimiento de las actividades bancarias y crediticias del país. Instituía la banca de segundo piso, que indudablemente hubiera dado una mayor seguridad y flexibilidad al sistema bancario. Pero, aun así, no representaba una solución definitiva al problema monetario que buscaba resolver. Su objetivo central y prácticamente único era el mantenimiento del valor externo de la moneda. Y a esta meta debían acomodarse o sacrificarse todas las demás necesidades nacionales. Su mayor debilidad era su rigidez. El automatismo estricto constituía la base del sistema que instituía. La cuantía del circulante y del crédito interno quedaba determinada por las fluctuaciones de la balanza de pagos con el exterior. No tenía por ello la flexibilidad necesaria para atender las necesidades peculiares de la economía nacional. Las mayores restricciones eran para evitar el acceso fácil del erario a los recursos del Banco y para cerrar "todas las puertas a las inversiones aleatorias" de la banca comercial. Podría ser un proyecto apropiado para los tiempos de bonanzas, en que ni la estabilidad cambiaria ni la liquidez del sistema bancario corren peligro alguno; pero no era una herramienta adecuada para períodos de crisis ni para estimular el desenvolvimiento ordenado y el desarrollo de un sistema económico basado en la producción agrícola, con intensas fluctuaciones de la actividad productiva, asociadas a los ciclos naturales de los cultivos y cosechas, como era el del Paraguay.

            Una economía esencialmente agraria, como la del Paraguay, está expuesta a la brusca fluctuación de las exportaciones por las incertidumbres climáticas. Una mala cosecha produce inexorablemente una caída de las exportaciones y obliga a una salida substancial de oro y divisas extranjeras, con su consiguiente repercusión sobre la cuantía de los medios de pagos y del crédito interno por la contracción automática que implica la venta de reservas internacionales.

            Como la mayor parte de las actividades económicas del país se basa en la producción agropecuaria, un volumen considerable de las transacciones crediticias que se concertan durante el año tienen por fundamento el volumen anticipado de la producción rural. Y en esto queda comprendido no solo el crédito que va desde los bancos hasta el productor rural, a través de intermediarios y de los comerciantes minoristas del campo, sino también el que se orienta a otra serie de actividades comerciales e industriales cuyas ventas dependen estrechamente del volumen efectivo de la producción rural. Ese movimiento crediticio permite a la población anticipar el consumo sobre la base del resultado esperado de la producción futura. Realizada la producción anual y vendida la cosecha a los acopiadores y luego exportada al exterior, el ciclo se cierra con los pagos que refluyen por la vía de los mismos intermediarios hasta el sistema bancario. Se efectúan las exportaciones y con su producido se cubre el valor de las importaciones realizadas.

            El problema se presenta cuando el volumen de la producción no cubre los cálculos anticipados. El flujo de retorno se interrumpe. El productor no puede hacer frente a sus compromisos y los préstamos se congelan a lo largo de la cadena de intermediarios hasta llegar a los mismos bancos. Los bancos experimentan una congelación inevitable de parte importante de su cartera. Al mismo tiempo, como el valor de las exportaciones resulta insuficiente para cubrir los compromisos asumidos con el exterior, el instituto emisor debe proveer de sus reservas el oro y las divisas para cancelar esos pagos. Al hacerlo, retira dinero de la circulación. Con esta contracción, los créditos para el nuevo ciclo productivo deben inevitablemente reducirse, en momentos en que las necesidades de financiamiento son mayores por el fracaso de la cosecha anterior, las necesidades de preparación del nuevo ciclo y la acumulación del peso de las deudas que no pudieron ser canceladas. En el proyecto no se avizoraba esta necesidad.

            Este problema, en cambio, fue intensamente considerado en la formulación del proyecto de Banco Central que el experto británico Sir Otto Niemeyer preparó años después para la República Argentina. En la exposición de motivos señalaba que "el sistema económico de la Argentina está expuesto a tensiones mayores que las que acontecen en países de estructura más diversificada", por lo que expresaba sus dudas sobre si "un país sujeto a esas grandes fluctuaciones naturales en la actividad económica como la Argentina podría soportar por mucho tiempo una vinculación tan directa y tan rígida del medio circulante con el balance de pagos exteriores". Y terminaba diciendo "que si bien cierto vínculo es fundamental, un vínculo muy cerrado y estrecho terminará por quebrarse debido a su propia falta de elasticidad".

            Por otra parte, el planteo de Eligio Ayala era unilateral, exclusivamente monetario. Soslayaba los angustiosos problemas del agro y de los sectores sociales, y no porque los ignorara, sino por convicciones o compromisos ideológicos que le inhibían toda intervención. El Gobierno no podía concurrir a procurar soluciones sin contrariar el principio fundamental del liberalismo de la abstención del Estado en las relaciones económicas. En esto la teoría obligaba a sus partidarios a cerrar los ojos a la realidad y a los reclamos del medio. El país no podía aspirar a otra cosa. El Estado debía ser un factor neutral en las relaciones económicas. Toda intervención gubernamental era contraria a los intereses de la sociedad. Librado a sus propios y espontáneos impulsos, cada país lograba el máximo de bienestar que le permitía la naturaleza de sus recursos. La naturaleza de las cosas así lo determinaba sin posibilidades de apelación. Con esa óptica, no había otra alternativa que la resignación. El liberalismo implicaba así un conformismo racional a las evidentes desigualdades e injusticias sociales. Mas el pueblo no pensaba igual. Las críticas y las protestas se acentuaban y alentaban procesos que apuntaban al cambio.

 

            EL PROYECTO DE MODIFICACIÓN DE LA LEY 550

 

            Al no poder lograr la aprobación del proyecto de creación del Banco Central, Ayala volvió a intentar el expediente de la modificación de la Ley Orgánica de la Oficina de Cambios para buscar una mayor flexibilidad del sistema monetario. El sistema vigente era extremadamente rígido. Las variaciones del medio circulante quedaban determinadas exclusivamente por las transacciones externas del país. Una afluencia de recursos determinaba la expansión del medio circulante. Por el contrario, una salida determinaba la contracción del mismo. No tenía así flexibilidad y capacidad para contrarrestar las tendencias especulativas y recesivas del mercado y para atenderlas necesidades estacionales de las actividades productivas del país.

            Por su estructura productiva basada en la producción de bienes primarios, la actividad económica del país tenía necesidades aumentadas de financiamiento en los períodos de preparación de los cultivos y de levantamiento de las cosechas y en los meses de zafra de las industrias de la carne y del azúcar entre otras. Con sus recursos regulares, la banca comercial, dedicada más al financiamiento de la fase mayorista del comercio exterior de importación y exportación, no podía atender adecuadamente estas necesidades estacionales. Pero lo que verdaderamente inquietaba al Gobierno no era esta limitación sino la incapacidad del sistema para proveer alivio en momentos de tensión especulativa o de crisis. Era una consecuencia natural de la dura experiencia de los años veinte.

            Con esa preocupación y ante la imposibilidad de lograr la aprobación de la creación de un Banco Central, el 19 de agosto de 1929, el Gobierno envió al Parlamento una propuesta de modificación de la carta orgánica de la Oficina de Cambios para dotarle de capacidad para otorgar redescuentos al sistema bancario. El proyecto proponía además la ampliación de sus atribuciones para realizar otras operaciones propias de la banca central. Decía la propuesta correspondiente:27

            "La Oficina de Cambios es débil, de eficacia quebrada, sin las complementarias funciones bancarias. No hemos podido hasta ahora crear una organización monetaria completa y sintética. Optamos pues por transformar gradualmente, por crecimiento sucesivo, la embrionaria organización actual en la futura integral y central.

            "Para realizar esta aspiración se propone ir agregando a la Oficina, como pieza por pieza, a la medida de las demostraciones de la experiencia, las funciones bancarias más necesarias para su arquitectura defensiva".

            "Por la sanción de este proyecto se legalizarán funciones que prácticamente ha desempeñado y desempeña la Oficina con gran utilidad.

            Las nuevas funciones por atribuirse a la Oficina de Cambio eran las siguientes:

            1. Recibir valores en custodia.

            2. Efectuar pagos y cobranzas por cuenta de terceros y cobrar comisión por estas operaciones.

            3. Aceptar depósitos, pagaderos a la vista, sin interés de fondos fiscales, municipales ni judiciales.

            4. Ejercer funciones de agente financiero del Gobierno si este lo solicita.

            5. Redescontar letras de las carteras de otros bancos derivadas de operaciones genuinamente comerciales. La tasa del redescuento, sería determinada por el Directorio de la Oficina de acuerdo con el Ministerio de Hacienda.

            6. Emitir papel moneda de curso legal para el redescuento, hasta cuarenta millones de pesos (40.000.000) previa aprobación del Ministerio de Hacienda. A medida que sean devueltos los billetes puestos en circulación por el redescuento serían retirados de la circulación. La emisión se haría en la forma autorizada por la Ley No. 550.

            7. Los intereses provenientes del redescuento serían agregados a los fondos de conversión propios de la Oficina de Cambios.

 

            Las funciones verdaderamente nuevas eran la facultad de redescuento y la de emisión para su financiamiento. Decía el mensaje:

            "Se ha expuesto reiteradas veces la previsible necesidad de este arbitrio que en la contingencia de una fría y asustada congelación del crédito será un refugio salvador para las instituciones bancarias apuradas de monetizar sus carteras. La crisis de diciembre último nos ha demostrado otra vez con elocuencia inequívoca el grave peligro que la falta de este mecanismo significa para la economía colectiva y las privadas.

            "Casi todas las emisiones fiscales de que nos informa nuestra historia económica, fueron rudimentarias manifestaciones de esta función.

            "Cuando se produce un brusco encogimiento de las actividades económicas y financieras, o cuando decrecen los recursos, por una especulativa baja de la voluta y es ineludible obtener recursos, medios de pago, y cuando justamente en este momento el crédito se cierra y no hay institución central de redescuento, no queda más que el arbitrio desesperado de las emisiones fiscales.

            "Estas, al salir a la circulación, ejercen esa influencia saludable descongestionadora, animadora del optimismo que desata las actividades espasmódicamente arrolladas en una especie de parálisis general. Pero no pueden contraerse después cuando ya no hacen falta y producen entonces las perturbaciones de valores muy dañosos para la economía general.

            "Las emisiones hechas en el año 1920 fueron también emergencias de la defectuosa organización monetaria. Tuvo que recurrirse a ellas pero tardíamente y por eso no sirvieron para prevenir la crisis, sino para contener algunas de sus peores y desastrosas consecuencias. Porque no teníamos una organización monetaria acabada, una institución bancaria central de redescuento.

            "Para no exponernos a estas mismas contingencias en el futuro, es urgente crear a tiempo la función preventiva del redescuento en la Oficina de Cambios, ya que carecemos todavía del Banco Central, que se formará después paso a paso, sin impaciencias irreflexivas y azoradas.

            "Organizado como se proyecta, podrá prevenir la crisis. Si por cualquier causa el crédito se encoge, y hay necesidad de dinero, de moneda, para saciar demandas extraordinarias, determinadas por un pánico transitorio, la Oficina de Cambios participará en la salvación general, podrá socorrer a muchos o a todos por medio de él.

            "Los billetes emitidos por el redescuento después de aliviar el organismo económico de la parálisis refluirá a sus fuentes, volverá a la caja que los echó a la corriente, y no inficionarán los precios en el mercado de los negocios. (...)

            "La cantidad de 40 millones no ha sido tomada al azar. Nuestras observaciones y nuestros estudios de las fluctuaciones del medio circulante en nuestro país desde 1920, nos persuaden de que no excederán de este volumen una morbosa contracción suscitada por una crisis del mismo".

            Como todos los planteos monetarios anteriores, el proyecto tuvo entrada en el Parlamento, pero no llegó a ser aprobado. Este ni siquiera fue considerado. Y los acontecimientos se precipitaron y se anticiparon a las previsiones. Otra crisis económica, esta vez más dura y más intensa, volvería pronto a golpear, con todos sus efectos recesivos, a las actividades productivas y comerciales del país. No pasarían siete meses y ya bajo la fuerte presión de la nueva crisis, cuando Eligio Ayala volvería a reactivar la iniciativa. Pero, tal como veremos más adelante, al igual que en sus planteos anteriores, sus esfuerzos resultarán nuevamente infructuosos.

 

 

 

NOTAS

 

1Diario de Sesiones del Congreso. 1922. Banco Central del Estado. Mensaje y Proyecto del Poder Ejecutivo. pp. XVI y sig.

2El redactor del proyecto fue el Dr. Rodolfo Ritter, un economista ruso radicado en el país y nacionalizado paraguayo (1863-1946). Fue asesor económico de Eligio Ayala. Había colaborado ya en la formulación del proyecto original de la Oficina de Cambios. Era el director de la única publicación local especializada en materias económicas, El Economista Paraguayo.

3Olarra Jiménez, Rafael. Evolución Monetaria Argentina. EUDEBA. 1968. p. 166.

4 Ibíd. p. 127.

5Banco Central de la República Argentina. La creación del Banco Central y la experiencia monetaria argentina entre los años 1935-1943. T. II. 1972. p. 655.

6Eusebio Ayala. Mensaje al Congreso. Abril 1923. pp. 5 y 6.

7Eligio Ayala. Mensaje al Congreso Nacional. Abril 1925. p. 23.

8Robert Triffin. La Reforma Monetaria y Bancaria del Paraguay. Guarania No. 1. 1947. p.78.

9Ibíd. p. 123.

10Eligio Ayala. Mensaje al Congreso. Diario de Sesiones del Congreso. 1926. pp. XXXIII y XXXIV.

11E. Ayala. Mensaje al Congreso Nacional. 1926. Estado General de la Nación durante los Gobiernos Liberales. T. II. 1987. p. 626.

12Eligio Ayala. Mensaje al Congreso Nacional. 1925. Estado General de la Nación durante los Gobiernos Liberales. T. II. 1987. p. 554.

13G.D.H. Cole. Presente y Futuro del Dinero. FCE. 1947. p. 276.

14El propio Ayala dejó de sí, en su ensayo "Mis principios capitales", el siguiente autorretrato: "... soy decididamente aristocrático, detesto la demagogia igualitaria. La democracia es un peligro para la cultura social porque eleva la ineptitud al puesto de los aptos. La democracia es idolatría de la ineptitud. El igualitarismo no puede realizarse más que con sacrificar muchas fuerzas vivas superiores, descollantes, renovadoras".

15Escribió Efraím Cardozo: "... si Eligio Ayala poseía en grado eminente condiciones de estadista, también su personalidad acusaba facetas que lo hacían menos proclive a la popularidad política. Huraño, casi misántropo, carecía, cuando quería, o sin querer, de urbanidad y muchas veces incurría en graves faltas de cortesía con hombres importantes del Partido. Cáustico en grado superlativo, no vacilaba en hacer sangrar respetables reputaciones, con tal de plantar alguna de sus famosas y agudas banderillas; para él una frase ingeniosa valía más que la amistad. Pasaba las primeras horas de la mañana en la soledad de su despacho, donde casi no recibía visitas, escribiendo esquelas epigramáticas que después esparcían por la ciudad sus punzantes dardos, algunos con mortal veneno e indistintamente dirigidos a amigos o enemigos". 23 de Octubre. Una página de historia contemporánea del Paraguay. 1956. p. 28.

16Arturo Bray. Hombres y Épocas del Paraguay. Difusam. 1943. p. 170.

17DSCD. 1929. p. 477.

18Ministerio de Hacienda. Proyecto de Reforma Monetaria y Bancaria. Imprenta Nacional. 1926.

19Para los antecedentes de la fundación del Banco de la República y la modificación del contrato respectivo puede verse nuestro Libro Historia Económica del Paraguay. T.L pp. 294 y sig.

20Diario de Sesiones del Congreso. 1926. pp. 615 y sigs.

21Luis de Gásperi. Reforma Monetaria y Bancaria. Dictamen de la Comisión de Hacienda. 1926. Imprenta Nacional.

22En el Mensaje Presidencial de 1930 se lee: "Cuando se proyectó la fundación del Banco Central, la opinión de muchos paraguayos se rebotó contra la obligatoriedad del uso de la moneda nacional, con exclusión de la extranjera, en los contratos en nuestro país".

23Eusebio Ayala. La Unidad Monetaria Nacional. Revista Paraguaya. No. 3. 1926. pp. 1 al 11.

24Ibíd. p. lo.

25Eligio Ayala. Mensaje del Presidente de la República del Paraguay al Congreso Nacional. 1927. p. 33.

26Banco Central de la República Argentina. La creación del Banco Central y la experiencia monetaria argentina entre los años 1935 y 1943. T. II. 1972. p. 634.

27El Diario. La Oficina de Cambios. Fundamentos del proyecto de Reforma de su Carta Orgánica. Agosto 23 de 1929.

 

 

IV. LA CRISIS DEL LIBERALISMO

 

            EL REPLANTEO DOCTRINARIO

 

            A pesar de la intensa reactivación de las actividades productivas y comerciales, los problemas sociales tendían a acentuarse en el país. Los sectores de bajos recursos no lograban reponerse de la fuerte pérdida de ingresos de los años de recesión y participar, con alguna equidad, de los beneficios de la recuperación. En medio de una mayor abundancia, la indigencia y sus penurias se extendían en la población, particularmente en el sector rural. El rezago era igualmente agudo en el sector laboral. Los sueldos y salarios mantenían los bajos niveles del período de recesión, pese al aumento considerable de los precios de los bienes de consumo. El desempleo era elevado y las oportunidades nuevas de trabajo eran mínimas.

            En la capital, la recuperación era notoria. El comercio aumentaba continuamente sus ventas. En el campo, la situación era diferente. Nada había cambiado. La pobreza, las necesidades, la precariedad y la marginación seguían siendo los rasgos dominantes y eran los aspectos más mencionados y cuestionados del sistema económico y político vigente en el país La prosperidad era solo de los ricos. Los beneficios de los mayores ingresos y los mejores precios externos se concentraban en unas pocas empresas y familias, vinculadas al comercio mayorista de importación y exportación, mientras la pobreza y sus penurias se extendían en el resto de la población. Era evidente que, dentro del sistema vigente, el enriquecimiento acumulativo de los pocos se lograba a expensas del sufrimiento y la pobreza creciente de los más.

            Los mayores ingresos fiscales tampoco contribuían a aliviar las estrecheces de la población marginada. Con las mayores recaudaciones, el gasto público había aumentado. Pero como se concentraba en porcentaje demasiado elevado en la capital, revertía poco o nada en el resto del país.

            En esas circunstancias, el modelo demoliberal resultaba vacío y poco atractivo. Con su planteo eminentemente pasivo, fundado en el principio del dejar hacer y el dejar pasar, el Estado operaba como una estructura hueca, sin contenido ni capacidad de respuestas. No ofrecía soluciones ni esperanzas a los acuciantes reclamos sociales que agitaban al país. La mera igualdad jurídica y la repetida igualdad de oportunidades para todos eran principios que habían perdido su magnetismo original. Resultaban insuficientes para atraer voluntades y concitar algún apoyo o solidaridad a la conducción oficial. Eran ineficaces para polarizar las aspiraciones de la inquieta masa laboral y las de las organizaciones políticas, tradicionales y nuevas, que se movilizaban activas en el escenario nacional. "El liberalismo dejó de ofrecer atractivos para las masas, le faltaba el mito de la redención de la miseria, de la pobreza, del mejoramiento de las condiciones de vida, que le ofrecían el socialismo y el comunismo", destacó Justo P. Benítez.1 El descontento era intenso. Fuertes vientos de fronda agitaban el ambiente social. Eran momentos de crisis, de porfiados clamores de cambio, en que la necesidad de dotar al Estado de un contenido nuevo era insistentemente reclamada.

            Con ese marco económico y social, hacia fines de los años 20 y en los primeros años 30, recrudeció la crítica al liberalismo y la búsqueda de fórmulas de cambio. Se pedía al Estado que aliviara la mala distribución de la propiedad de la tierra, que interviniera en la economía para moderar las ansias desmedidas de lucro del capitalismo comercial, una estructura política y social que permitiera una mayor participación de los sectores marginados en los beneficios de la producción y el mejoramiento de sus niveles de vida, y sobre todo, la vigencia plena de un verdadero orden democrático, que asegurara la participación activa del todos los sectores de la ciudadanía en las grandes decisiones nacionales y el respeto a la dignidad y los derechos de las personas en su cabal integridad. Con los abusos y atropellos reiterados de autoridades de diversos niveles, las declaraciones de derechos, las garantías contra la arbitrariedad y los recursos contra los abusos del poder gubernamental que consagraba la Constitución, no pasaban de letra muerta, sin ninguna vigencia en la realidad nacional. Todo contribuía a alimentar el clamor de cambios. La alternativa buscada era la de un estado fuerte, que asumiera la dirección de la vida económica de la nación y resolviera los intensos problemas sociales que arrastraba el país.

            Además de las fuertes presiones internas, acicateaban ese giro el eco de la intensa crítica al liberalismo en Europa, la consolidación del marxismo en Rusia y su difusión activa en el Río de la Plata, los avances del fascismo y del nacional socialismo en Italia y Alemania y la aparición del corporativismo en España y Portugal. El cuestionamiento se vio además incentivado con los estragos de otra crisis económica, que se desató en el país a fines de 1929.

            Para agudizar aún más esas tensiones, sumáronse en la misma época el gran debate de la reivindicación del pasado histórico, resistida entonces por el liberalismo gobernante y el reclamo creciente contra la indefensión del Chaco ante el progresivo avance boliviano.

            Seguidamente haremos una revista sumaria de las ideas y planteos que han tenido mayor gravitación en ese ébullente proceso.

 

            EL CUESTIONAMIENTO REPUBLICANO

 

            Además del Partido Liberal, que gobernaba el país, la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado) era el otro partido político con presencia y gravitación en el escenario nacional. Fundado el 11 de setiembre de 1887, gobernó hasta 1904. Fue derrocado entonces por el liberalismo en una revolución financiada y armada en el exterior. Su disenso con el liberalismo económico se remonta a sus mismos orígenes.

            Dos vertientes ideológicas convergieron para la formación de su ideario en ocasión de su fundación. Por un lado, el liberalismo político y económico, consagrado por la Constitución de 1870 y de determinante influencia en la época. Y por el otro, el sentimiento nacionalista que animaba a sus principales líderes.2 La fusión de ambas corrientes conformaron la ideología republicana que, más que una adhesión a un modelo teórico, como lo era el liberalismo, fue una búsqueda de soluciones y respuestas a problemas que interferían en la reconstrucción y el progreso de la nación. Representó así la amalgama renovadora de la fuerza vital del patriotismo con el nuevo espíritu cívico de las instituciones libres.

            El liberalismo tuvo su principal exponente en José Segundo Decoud (1848-1909), miembro de una antigua y numerosa familia opositora del gobierno de López. Hizo sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, uno de los más importantes de la región. Inició luego estudios de derecho en la capital argentina.3 Allí formó parte del grupo de exiliados paraguayos que en abril de 1865 solicitó al Gobierno argentino que le permitiera "tomar parte activa en la guerra contra el tirano opresor de nuestra patria". Aceptado el pedido, formaron la "Legión Paraguaya", que se incorporó al Ejército argentino para la invasión del Paraguay.

            Como parte de ese reducido grupo de "legionarios", Decoud combatió en Curupayty bajo las órdenes de Paunero. Al enterarse de los términos del Tratado Secreto de la Triple Alianza, rompió con la Legión Paraguaya y con los mandos aliados en protesta contra la repartija acordada del suelo patrio y retornó a Buenos Aires. Regresó más tarde al Paraguay, en 1869, con intenciones de cooperar en la reconstrucción del país. Fue convencional en la Constituyente de 1870. Buscando contrarrestar la dominante injerencia extranjera en el gobierno de la nación, procuró una alianza con grupos del antiguo régimen lopista, que pugnaban por consolidar una presencia en el escenario nacional. Logró así una estrecha relación con el general Bernardino Caballero, cuyo ascenso político se intensificaba aceleradamente. No obstante esa vinculación, de su fuerte gravitación intelectual en las filas republicanas y su destacada actuación en diversos gobiernos colorados, no pudo concretar en 1894 su aspiración presidencial por la resistencia que sus antecedentes legionarios le generaban.

            Decoud fue el redactor principal del acta inicial, de la primera proclama a la ciudadanía y de los estatutos del nuevo partido. Además de los conceptos fundamentales del Estado de Derecho, de los principios democráticos de la representación política basada en la soberanía popular y de los derechos fundamentales de las personas, le aportó a su ideario los postulados básicos del respeto a la propiedad privada y de la búsqueda del interés individual dentro del marco de la ley. Con ese marco conceptual, la actividad económica debía tener como protagonistas principales al individuo y a la inversión privada. Escribió Decoud al respecto:

            "El progreso es el resultado de los esfuerzos individuales y no reconoce otras causas. El pueblo más industrioso, aquel en que sus individuos trabajan con más actividad e inteligencia, ese llegará a ser con el tiempo el más rico. La producción aumenta o disminuye según el trabajo y el capital que se hayan empleado para este efecto.

            "Lo que un gobierno sabio puede y debe hacer es no oponer trabas a la libertad de trabajo; es propender a que la seguridad individual sea siempre un hecho para todos los habitantes del país y que la propiedad sea sagrada e inviolable.

            "Lo que un gobierno puede hacer es velar constantemente por la tranquilidad y el orden públicos; porque solo bajo la sombra de una paz duradera se desarrolla la riqueza pública y mejora el bienestar del pueblo".4

            Por su lado, el nacionalismo, cuyas figuras representativas fueron, entre otras, el general Bernardino Caballero, Juan C. Centurión, Gregorio Benítez, José del R. Miranda y Agustín Cañete, colaboradores todos del Mariscal López, le aportó no una doctrina, sino una actitud de tácito respeto y solidaridad al pasado histórico, que involucraba una postura positiva para la acción permanente del Estado en favor de los intereses superiores de la comunidad. Traían los antiguos defensores de la soberanía patria la ilusión de la reconstrucción de la pasada grandeza y en ese empeño, la función del Estado no podía limitarse al dejar hacer y el dejar pasar qué propiciaba el liberalismo. El Gobierno era un instrumento válido para la búsqueda de soluciones a los grandes problemas nacionales. No podía ser un mero elemento pasivo, un simple guardián del orden que ignoraba los problemas y necesidades de la nación. No era todavía la búsqueda de la reivindicación del pasado histórico, que solo pudo plantearse después.

            Estos dos enfoques se fusionaron en la declaración de principios del acta constitutiva de la Asociación Nacional Republicana. Se fundaba el partido "para consagrarse preferentemente a las cuestiones que interesen a la prosperidad y engrandecimiento de la patria".5 De acuerdo con el manifiesto fundacional, la nueva asociación política se ocuparía de:

            "Asegurar las conquistas del progreso a que felizmente ha cooperado nuestro partido con decidida constancia y fe en el porvenir, promoviendo todas aquellas medidas que favorezcan al comercio, la agricultura, la inmigración, el planteamiento de nuevas industrias, la construcción de ferrocarriles y telégrafos; el mejoramiento de nuestra campaña por medio de leyes sabias y protectoras; y finalmente, toda reforma que tienda a operar un cambio benéfico en nuestra situación económica y en el bienestar moral y material del pueblo".6

            Con ese ideario, el partido republicano se constituyó en el proyecto político que congregó los anhelos de campesinos, agricultores, obreros, sobrevivientes de la gran guerra, ganaderos, arte sanos, pequeños y medianos comerciantes e industriales, y a personas y grupos que pertenecían a clases sociales más acomodadas e ilustradas. Fue, desde sus mismos orígenes, un partido pluriclasista, heterogéneo en su composición y en los intereses que representaba. Los elementos aglutinantes fueron los valores representativos de la nacionalidad, el amor a la patria, la defensa de su integridad y de su soberanía y, sobre todo, el anhelo común de una mayor prosperidad para todos los habitantes del país. En una época en que primaba la pugna de caudillos y mandones, con poca o ninguna preocupación por la vigencia efectiva de un orden legal, sus fundadores buscaron remplazar el estado anárquico de gobiernos inestables, por uno más pacífico, más efectivo y más civilizado, donde los principios, las instituciones y las leyes tuviesen primacía.

            La gestión de los primeros gobiernos republicanos se ajustó a esa concepción política. La economía fue reorganizada sobre la base de la iniciativa individual y el libre desenvolvimiento de la empresa y la inversión privadas. El Estado no entraba a competir con las actividades productivas y comerciales, pero asumía la responsabilidad de crear las condiciones más apropiadas para su desenvolvimiento ordenado, corregir los desequilibrios que afectaran el curso normal de la producción interna y suplir las omisiones y limitaciones de la iniciativa privada. Sería además un promotor permanente del bienestar y el progreso de la nación. Alentaba asimismo dedicar la mayor suma de recursos posibles al mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores de población menos favorecidos.

            Aspecto saliente de esa política fue la creación de los bancos de emisión. Se buscó dotar al país de bancos que otorgaran crédito a las actividades productivas y comerciales y de un sistema monetario que proveyera de moneda de valor estable para las transacciones internas. "Por costosos que puedan ser los sacrificios que nos impongamos, decía el Mensaje Presidencial de 1881, debemos dar este paso, en el interés de imprimir un nuevo y eficaz impulso al comercio, a la industria y a la agricultura, que son los elementos de la producción y la riqueza pública".7

            Cuando el único banco de emisión que operaba en el país entró en crisis en 1883, a raíz de la aguda contracción económica producida por una recesión mundial, el Gobierno concurrió a su rescate y promovió la formación de un nuevo banco, con participación del aporte estatal, para restaurar su liquidez y facilitar la continuidad de sus operaciones. Igualmente en 1890, cuando otra crisis económica produjo la gran corrida bancaria y el cierre de los bancos privados de emisión, el Gobierno intervino con el intento de reactivar el Banco Nacional y buscar el restablecimiento de la convertibilidad suspendida.

            El Estado procedió a la venta de tierras públicas, no solo para proveerse de recursos para el financiamiento de sus actividades, sino también para facilitar e intensificar el acceso de la inversión y la actividad privadas en el aprovechamiento y explotación de esas tierras ociosas y sentar con ello las bases del progreso social y del impuesto territorial como fuente regular de los ingresos fiscales. Esta iniciativa fue apoyada en su momento por los sectores opositores del Parlamento y la prensa. "La enajenación de tierras públicas, destacó más tarde Cecilio Báez, el ideólogo mayor del liberalismo de la época, hizo posible la inmigración europea, hizo posible la introducción de capitales europeos, hizo posible el trabajo libre del agricultor propietario, hizo posible el fomento de la riqueza pecuaria, de la industria yerbatera y la explotación de los montes, al amparo de las leyes tutelares de la propiedad y de la vida".8

            El Gobierno se constituyó en un propulsor activo del progreso de la nación. Las acciones orientadas a apoyar las actividades productivas fueron múltiples, Para extender a las áreas rurales los beneficios del crédito, fue creado en 1887 el Banco Agrícola del Paraguay. Para la capacitación tecnológica de la población rural, se fundó una Escuela de Agricultura y se crearon los primeros servicios de asistencia técnica al pequeño productor. Se promovió la intensificación y el mejoramiento de los cultivos de algodón y tabaco como renglones de renta de la agricultura y para el aumento y la diversificación de las exportaciones. Con diversas leyes se procuró el acceso creciente del pequeño productor agrícola a la propiedad de la tierra que trabajaba. Se intensificó la ejecución de obras públicas, puertos, caminos y puentes. Se prolongó la línea ferroviaria, se organizaron los servicios de salubridad, se expandieron los de educación primaria, media y superior, sin descuidar el apoyo a las actividades productivas del sector privado. Así se destinó a este último efecto "una parte de los recursos (provenientes de la venta de tierras) para aplicarlos al desarrollo y explotación de las fuentes de riqueza nacional", según reza el Mensaje Presidencial de 1888.

 

            LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO

 

            Esa acción promotora del Estado en la economía, como dijimos, no respondía a una definición doctrinaria, sino a una vocación constructiva y participativa heredada del pasado. Fueron Blas Garay y Fulgencio R. Moreno quienes le darían, más tarde, una sustentación teórica a esa gestión.

            Blas Garay (1873-1899) defendió y justificó la intervención del Estado en la vida económica de la nación, no para competir con las actividades productivas y comerciales, sino para crearles las condiciones más apropiadas para su desenvolvimiento ordenado. Desde su diario La Prensa (1898) proclamó lo siguiente:

            "La tesis que pertenece a la escuela liberal no nos parece defendible. El LAISSER FAIRE puede convenir a países viejos, en donde la regularidad con que todos los organismos funcionan, haciendo innecesaria en la mayor parte de los casos la intervención del Estado; pero no creemos que deba ponerse en práctica en países nuevos, que empiezan a desenvolverse tropezando a menudo con obstáculos, para vencer los cuales no basta la acción natural y libre de los intereses empeñados en vencerlos. Es necesario que el Estado, con los poderosos medios que dispone, concurra a allanar el camino y a hacer más fácil la evolución.

            "Esa misión del Estado es más legítima y más reconocida cada vez como necesaria. Nadie tiene el interés que él para colocar al país en situación de progreso. Como principal interesado se justifica su intromisión; como el más poderoso, como el que encaminando bien sus esfuerzos, ha de ser el que más haga, se hace esa intromisión necesaria.

            "La repugnancia que a algunos inspira la acción del Estado en el orden económico, procede de la falsa idea de que únicamente existe para lo político.

            "Somos partidarios de la intervención del Estado. La requerimos si no como absolutamente necesaria, como sumamente conveniente. El Estado debe hacer algo, pensamos nosotros, en contraposición de los que creen que lo mejor que hay que hacer es no hacer nada".9

            En la misma línea de pensamiento, en otro artículo aclaró que la intervención del Estado en el Paraguay debía tener otros objetivos que la expropiación de capitales que alentaba el socialismo:

            "No necesitamos reaccionar contra el capital; no necesitaremos en muchísimo tiempo. El socialismo ha de aplicarse, mientras esa eventualidad de la tiranía del capital se realice aquí, a procurar remedio a otros males, a suplir las deficiencias de la iniciativa individual, a encaminarla, a estimularla".10

            Con la gravitación de estas ideas, las orientaciones de los dos partidos políticos del país asumieron direcciones divergentes. El Partido Liberal mantuvo su posición de defensa de los principios liberales del "laissez faire" y del libre comercio. Rechazaba toda intervención gubernamental en el campo económico. El coloradismo, en cambio, pasó a propiciar una intervención creciente del Estado para resolver problemas específicos, como lograr la estabilidad de los cambios, mejorar la infraestructura física del país, favorecer la mejor distribución del ingreso interno y, sobre todo, el mayor acceso de la población campesina a la propiedad rural. Buscaba así soluciones a cuestiones y problemas que interferían el progreso de la nación y el mejor bienestar de la población. El Gobierno no debía ser un factor pasivo en las relaciones económicas. Debía concurrir para precautelar y promover el interés social. Con ese criterio, se plantearon diversas reformas económicas y fiscales orientadas a esos propósitos. Las acciones propuestas no buscaban substituir a la iniciativa privada en el ejercicio de la producción y el comercio, sino crearles condiciones adecuadas para su mejor desenvolvimiento. Buscaban corregir desequilibrios económicos y sociales que el libre juego de las fuerzas del mercado no remediaba.

            Por su parte, Fulgencio R. Moreno (1872-1933) ratificó esos principios y en 1902 buscó su aplicación práctica en el campo monetario y en el fomento de la producción. Al igual que Garay, Moreno propiciaba la intervención del Estado en la economía, particularmente en el campo monetario, como un requisito ineludible para el desenvolvimiento ordenado de las actividades productivas. La libertad económica era insuficiente e ineficaz para remediar por sí sola la intensa inestabilidad cambiaria que sofocaba la producción interna y el comercio exterior del país.

            "La restauración de nuestras energías económicas, sostenía, requiere la aplicación armónica de las fuerzas sociales; ella debe iniciarse con la prudente intervención del Estado, como centro regulador, en medio de los graves trastornos que han producido los males indicados.

            "La legitimidad y conveniencia de la intervención del Estado en el orden económico cuando lo requiere el interés común, han sido demostradas ya desde un punto experimental y científico.

            "El error de los que todavía propalan la acción negativa del Estado tiene su origen en el falso concepto que de éste tienen y en las preocupaciones ya envejecidas de la escuela clásica. El "laissez faire" ha sido relegado ya al museo de las antigüedades económicas".11

            Con ese pensamiento, Moreno propuso medidas concretas para lograr la estabilidad del cambio y el desarrollo de las actividades agropecuarias. Se crearía un Banco del Estado con la finalidad de regular el mercado cambiario y crediticio y preservar la estabilidad monetaria.12 Tendría funciones y atribuciones que hoy caracterizan a los bancos centrales. El Banco Agrícola intervendría en la comercialización y, si fuere necesario, en el estanco de los productos agropecuarios de exportación, con el objeto de reunir divisas para regular la oferta cambiaría y evitar las oscilaciones del cambio. Era un planteamiento insólito que se alzaba contra todos los principios librecambistas de la época. El Banco Agrícola sería, en adelante, no solo un organismo de crédito, sino también un instituto de fomento. Pasaría a ejercer la superintendencia administrativa de todas las gestiones oficiales relacionadas con la agricultura y la ganadería, así como con el "impulso económico de las mismas y de las industrias nacionales en general". Los proyectos de Moreno no lograron aprobación legislativa y esa falta de apoyo parlamentario determinó su alejamiento del Ministerio de Hacienda.

            Le sucedió en el cargo Antonio Sosa (1870-1946), quien fue autor de la más audaz y original reforma monetaria. Adelantándose a su tiempo, y con el mismo objetivo de lograr la estabilidad cambiaría deseada, estableció la expropiación del producido cambiarlo de las exportaciones con fines de regulación del mercado de cambios. Fue la primera iniciativa de control de cambios en el país y en el mundo. Sus objetivos eran claros y definidos. El Estado no buscaba monopolizar el comercio exterior ni sustituir a la iniciativa privada en esa actividad tan decisiva para el desenvolvimiento de las actividades productivas. Buscaba eliminar la especulación con el producido cambiario de las exportaciones y estabilizar la cotización cambiaria de la moneda nacional como base esencial para el desenvolvimiento ordenado del comercio exterior y de las actividades productivas del país.

            "No es misión del Estado, dijo entre los justificativos de la medida adoptada, entrar en lucha innecesaria y de espíritu lucrativo con la actividad privada, siendo así que su deber es armonizar las diferentes fuerzas que concurren a la elaboración del progreso común".13

            Tenía igualmente Sosa una percepción clara de las limitaciones de las teorías económicas en boga y de las necesidades efectivas de la economía nacional. Dijo más tarde al respecto:

            "No todos los principios sustentados por los teorizadores son aplicables en todas partes con el mismo resultado. Si en Inglaterra o en Bélgica se puede dejar todo a la libre concurrencia, no así puede acontecer precisamente en un rincón de América. En los países de organización incipiente, la acción fiscal tiene ancho campo para influir en el perfeccionamiento colectivo. Si el Gobierno no repara las injusticias y desigualdades que se destacan en los grandes movimientos del trabajo, dejaría de cumplir con su deber, olvidaría su alta misión tutelar y el fruto de su indolencia, de su ignorancia, o de su debilidad lo sufrirá el pueblo, retardando sus progresos y soportando los efectos de la opresión y la violencia".14

            "En un país de organización incipiente como el Paraguay, el Estado tiene una alta misión tutelar que cumplir. No basta asegurar el orden y administrar la justicia, es menester que haga sentir su acción bienhechora sobre muchas ramas de la actividad impulsándolas, encaminándolas hacia el perfeccionamiento.

            "La máxima vieja, dejar hacer, dejar pasar, no se ha de poner en práctica aquí en toda la línea. El más grande favor que puede hacer a la agricultura y a las industrias, decía Mr. Thiers, es dejarlas que se levanten y que prosperen por sí mismas, por sus propias fuerzas.

            "En nuestro país, no deben mirarse las cosas bajo el mismo prisma. Conviene que el Estado ayude a la actividad particular para que se levante. Si el labriego necesita dinero barato para sacar provecho de sus brazos y el mercado no se lo da, cumple al Gobierno salvar la dificultad. Si la iniciativa privada no puede fundar establecimientos de instrucción, hasta competir con la acción fiscal, es el Estado quien debe crear las escuelas".15

            Para Sosa, la intervención del Estado tenía por finalidad impulsar el perfeccionamiento económico y la justicia social en las relaciones productivas. Su meta era el progreso acumulativo de la nación. No entraba en sus objetivos el enriquecimiento del Estado ni competir con la iniciativa y el capital privados.

            Con la influencia de estas ideas, el coloradismo porfiaba permanentemente en contra del Estado gendarme y en favor de la intervención estatal en la vida económica de la nación. En la convención de 1930, el partido ratificó su posición respecto a las funciones del Estado. En el proyecto de programa mínimo se expresaba que:

            "El Estado tiene que abandonar su papel pasivo de agente de policía y recaudador de impuestos, y pensar en la suerte de tantos desdichados. Debe admitir que un hombre es tanto más libre cuanto mayor es el dominio personal que ejerce sobre sus medios de trabajo y subsistencia; y que el problema de la libertad es también un problema de liberación económica, de bienestar individual.        

            Con esa visión de la función del Estado, se abogaba por:

            "una política esencialmente nacionalista, en beneficio de la producción nacional, (...) la creación de la marina mercante, buscando el abaratamiento de los fletes, el reparto de las tierras mediante la expropiación de los grandes latifundios en bien de los agricultores, (...) la intervención del Estado en la colocación de los productos en los mercados extranjeros".16

            Ese pensamiento en favor de una intervención más activa del Estado en la vida económica alimentaba asimismo la intensa campaña del diario La Unión a principios de los años 30. Decía un editorial de este órgano republicano:

            "Es necesario cambiar la estructura del Estado. Es necesario salir del Estado liberal y marchar hacia un Estado paraguayo, autóctono, nuestro y forjado de experiencias pasadas y de grandiosas esperanzas. De lo contrario seguiremos, tristes caminantes, transitando el camino de la perdición".17

            "El país no quiere cambio de presidentes, sino un cambio de régimen, para construir un Estado fuerte, que sea eficaz instrumento de la grandeza nacional".18

            "El régimen actual debe desaparecer como una condición del renacimiento paraguayo".19

 

            LA CUESTIÓN SOCIAL

 

            Con la influencia de las propuestas de Garay y de Moreno, el ideario republicano se alejó del principio de la neutralidad del Estado en las relaciones sociales. Fundado en el análisis de Moreno de la mala distribución del ingreso interno, el Partido Colorado pasó a ejercer una acción orientada a buscar una mayor justicia en la participación de la población en los beneficios de la producción. La mayor producción y el progreso del país debían tener por objeto no el enriquecimiento de unos pocos sino el bienestar general de la población. Del planteo de Moreno extractamos los párrafos siguientes:

            "De que las grandes empresas industriales exportadoras prosperan, que los bancos progresan y el comercio internacional sigue adelante, no hay duda: ahí están los balances, memorias y estadísticas que lo prueban; pero de que el pueblo sufre, el trabajador se halla agobiado, el verdadero productor se desalienta, nuestro crédito sufre constantemente, y todo parece encaminarse a una regresión general, lo proclaman a diario los hechos que a nosotros mismos nos afectan, el presupuesto de nuestras propias familias. El obscuro campesino que se inclina diariamente sobre la gleba durante meses enteros, el peón obrajero, el minero de las grandes empresas yerbateras, el pueblo, en fin, trabajador y paciente, ¿qué recibe en cambio del producto que extrae de la tierra, de la materia a cuya elaboración contribuye a veces con su vida entera?"20

            Alentando reparar esa injusticia social, el coloradismo se constituyó en defensor permanente de los intereses agrícolas y de la causa obrera.

 

            EL PROBLEMA AGRARIO

 

            Para el coloradismo, el problema de la mala distribución de la erra fue motivo de permanente preocupación. "El coloradismo, por su estructuración, por la composición de sus masas, constituye el partido agrario del Paraguay", proclamaba un órgano periodístico del partido. Su ideario alentaba la solución del problema de la tenencia de la tierra como condición indispensable para el bienestar de la familia campesina y para el progreso económico y social de la nación. Decía ya en 1882 el presidente Caballero:

            "El estado triste de nuestra campaña y el desamparo en que se hallan las clases agricultoras, el poco desarrollo de la industria, el abatimiento del comercio y la gran baja que ha sufrido la moneda circulante, son el triste efecto del poco tacto administrativo y de los gastos excesivos e innecesarios que se han autorizado en una época en que el estado precario del país reclamaba prudentes economías. (...)

            "Me esforzaré sobre todo en proteger los intereses de la agricultura que está hoy decaída, (...) evitando que se esterilicen los sacrificios del agricultor con la concurrencia de productos similares de otros países".21

            Se estimaba que una agricultura próspera era un requerimiento ineludible para el desarrollo y la prosperidad de las demás actividades productivas y comerciales del país, y que el bienestar económico general era indispensable para el goce y ejercicio de los beneficios de la libertad. "La libertad no fructifica en medio de la miseria y del atraso", reiteraba Caballero en su mensaje de 1886.

            La preocupación por la suerte y el bienestar de la población rural era permanente. En 1899, Blas Garay reclamaba contra el estado de abandono de la campaña. Un editorial de su diario decía:

            "Todos los gobiernos paraguayos han pecado siempre del defecto de concentrar la atención y los afanes en la capital; de la campaña no se acuerdan, como no sea para recomendar candidatos a diputados o para pedirle soldados que los sostengan. La capital, por ser el foco de las trapisondas políticas, lo absorbe todo; las rentas de la nación, la capital sola las consume; alguna cosa buena que se haga, únicamente la capital la aprovecha. ¡Curiosa estadística sería la del dinero gastado en obras públicas para beneficio de la campaña y su comparación con el gastado en beneficio de la capital!

            "Y sin embargo, la campaña merece los mayores desvelos del Gobierno, que de ella vive, como vivimos todos. En la campaña, no en la capital, está el tesoro que ha de poner término a nuestra pobreza; la campaña produce todo lo que exportamos; la campaña consume casi todo lo que importamos; la campaña da casi toda la renta con que se pagan los gastos de la nación, y que en parte tan mezquina se emplea en su provecho. Y sin embargo, ahí está ella, olvidada, atrasada, sin vías de comunicaciones que permitan a los agricultores traer fácilmente a la venta los escasos frutos de su cosecha y recibir el aliento del progreso, que ha de sacarles de su profunda ignorancian".22

            Con esa preocupación por mejorar la capacidad productiva y el nivel de ingresos de la población rural, con diversas leyes se buscó el acceso creciente de la familia campesina a la propiedad de la tierra que trabajaba. En 1904, Eduardo Fleytas patrocinó la sanción de la Ley de Colonización y del Hogar, la más progresista que registra la legislación paraguaya en la materia. Se orientaba a promover el desarrollo de una agricultura próspera, como base del bienestar rural. Alentaba la sustitución de las parcelas típicas de 2 ó 3 hectáreas, por granjas de 12, 20 y hasta de 40 hectáreas y a remplazarla agricultura de subsistencia por una más diversificada y rentable. Su aplicación se vio relegada por la caída del partido republicano en 1904. Pero la aspiración de una agricultura eficiente, basada en el acceso creciente del productor agrícola a la propiedad de la tierra que trabajaba, se constituyó en el principio vertebral del ideario republicano y de los planteos colorados en el escenario nacional.

            Antolín Irala (1878-1925) propuso en 1910 en su proyecto de "Ley del Hogar", el régimen del "homestead", de la tierra propia como base del bienestar de la familia campesina. Buscaba "asegurar la estabilidad y el incremento de la población, en su elemento más importante, el nacional o el nacionalizado, más expuesto que otros a la persecución política y a la emigración forzada y perjudicial".23

            Con el mismo pensamiento, en 1919, Juan León Mallorquín (1882-1947) promovió la reivindicación de 260 leguas de tierras usurpadas al Estado para su distribución entre campesinos sin tierras.24 Para el coloradismo, la cuestión agraria era una preocupación permanente. Con idéntica inquietud, en 1931 Antonio Sosa planteó la necesidad de asentar cada familia paraguaya en una parcela suficiente de tierra propia, que le permita una subsistencia decorosa. Destacó que la causa principal de la emigración de paraguayos al litoral argentino y brasilero era no solamente política, ya que las económicas eran las más decisivas para determinar la despoblación del territorio. "Son los que carecen de parcelas y fundos en donde plantar sus hogares, decía, los que se quedan definitivamente en el extranjero. El 90% de los emigrados no tienen tierras en el Paraguay".25 Ante esa realidad, planteó la necesidad de suministrar tierras a las familias que carecieran de ellas, "para que en el Paraguay no hubiera más hombres sin tierras y tierras sin hombres" y para arraigar a la familia campesina en las áreas rurales. Comentaba al respecto un editorial del diario La Unión:

            "En el proyecto se determinará el censo aproximado de las familias sin tierras que habitan el Paraguay; se determinará igualmente la extensión superficial necesaria para ubicar a dichas familias; se contempla el problema de la ubicación y las formas de adquisición de las tierras que han de repartirse; se crean condiciones fáciles y económicas para adquirirlas; se determinan las condiciones en que ella será otorgada. (...)

            "El coloradismo, por intermedio de uno de sus hombres más eminentes, va a dar forma a uno de sus pensamientos más fecundos.

            "Hemos dicho que, en su esencia, la doctrina republicana debe definirse como un pensamiento de fidelidad a la tierra y a la raza. Nuestro nacionalismo integral tiende a aportar a nuestra civilización lo que tiene de original el genio de nuestro pueblo, adaptando todas nuestras conquistas a las necesidades de nuestra tierra y a los impulsos ancestrales que nos llegan de las profundidades de la historia.

            "Un modo de fortificar este ideal, una manera de crear una unidad profunda entre el hombre y la tierra que habita, es asegurar a cada habitante de nuestro suelo la porción de tierra que le es necesaria para realizar su felicidad".26

 

            LA CUESTIÓN OBRERA

 

            La actividad sindical nace en el Paraguay al amparo de las garantías y seguridades de los primeros gobiernos republicanos.

            Patrocinada por un grupo de obreros gráficos, el 5 de noviembre de 1882 se funda la "Sociedad de Artesanos del Paraguay", la primera asociación obrera del país.27 Era una sociedad de socorros mutuos. La asamblea constitutiva contó con la presencia del Presidente de la República, el general Bernardino Caballero. En 1885 aparece el primer periódico obrero, "El Artesano", que bajo la dirección del           tipógrafo y periodista Juan Andrés González condensó y difundió las aspiraciones del naciente gremialismo paraguayo.

            El primer sindicato obrero, la Sociedad Tipográfica del Paraguay, fue fundado en 1886.28 En 1889 se lleva a cabo la primera huelga laboral del país. Tuvo por escenario los talleres del ferrocarril y el motivo fue el reclamo de pago de salarios atrasados. En enero de 1892, el "Grupo de los hijos del Chaco" fundó el movimiento anarcosindicalista, de honda gravitación en la organización y defensa de los intereses obreros y lanzó su primer manifiesto. Ese mismo año los obreros carpinteros realizaron una huelga en apoyo a un pedido de aumentos de salarios. Y en 1896 se organizó un amplio paro obrero, gestado por el gremio de albañiles, que culminó con la consagración del descanso dominical y de la jornada de ocho horas como normas de trabajo. Representantes patronales y laborales acordaron el primer contrato colectivo de trabajo que registra el país.

            El 18 de julio de 1894 se sanciona la primera ley de amparo laboral dictada en el país. Reglamentaba el trabajo del personal doméstico y las relaciones de "patronos y sirvientes". Buscando mejorar las condiciones de trabajo en los yerbales y obrajes del país, en 1901 se derogó el decreto infame de Rivarola de enero de 1871, que consagró la esclavitud del trabajador de los yerbales y legalizó la cacería armada de los obreros que abandonaran sus trabajos sin el permiso escrito del patrón.29 En su remplazo se estableció una nueva legislación que obligaba la intervención del juez de paz local en la contratación de los trabajadores y en el régimen de trabajo de la selva, sentando con ello el principio de la facultad del Estado para intervenir en las relaciones laborales.

            En 1911, un tribuno republicano, Ignacio A. Pane (1880-1920), patrocinó un proyecto de ley que establecía la jornada legal de trabajo de 8 horas en todo el país. Propuso además una avanzada legislación que instituía el arbitraje obligatorio en las relaciones laborales y creaba el Departamento Nacional del Trabajo con participación de representantes obreros. Se encomendaba a este organismo, entre otras funciones, la de "estudiar las condiciones del trabajo y de las industrias, especialmente las relaciones de patrones y obreros, descanso dominical, trabajo de mujeres y niños, estado social de los indios, régimen de obrajes y yerbales; a fin de proponer las reformas legales y medidas administrativas tendientes a mejorar la situación de los obreros y de los indios en armonía con el progreso económico y cultural del país".30 Sostenía Pane que en el Paraguay no era necesario crear un Partido Socialista, porque todas las reivindicaciones y aspiraciones obreras podían tener cabida y adecuado medio de canalización dentro del Partido Colorado.

            Por su lado, Ricardo Brugada (1880-1920) planteó ese mismo año la necesidad de "leyes obreras que mejoren la suerte de las clases obreras y de los maestros, reglamentación del trabajo, asegurar el salario a los obreros inválidos o a su familia, formación de tribunales arbitrales para solucionar las huelgas equitativamente, fomentar la formación de sociedades cooperativas y de casas económicas que redunden en beneficio de los obreros".31

            En la misma línea de pensamiento, en 1918 Telémaco Silvera (1879-1931) auspició "una amplia legislación obrera que garantice al pobre y a su familia contra las contingencias del trabajo" y "la solución pacífica de las cuestiones relativas a la actividad productora del capital y del trabajo".32 Apoyaba y alentaba la acción de las organizaciones obreras "que busca una distribución más equitativa de la riqueza y se funda en la necesidad de defender al trabajador de la injusticia social, de defender en vida de los horrores del hambre y levantar a un nivel superior la inteligencia y la moral de la masa proletaria".33

            Ante la proliferación de los conflictos obreros, en 1931 el Dr. Juan R. Chaves planteó la necesidad de una legislación laboral orientada a proteger la situación del asalariado. "Los problemas que hoy día agitan a los proletarios, decía, requieren estudio y solución dentro del Derecho, por más insignificantes que sean, de la misma manera como se dictan leyes sobre hipoteca o prenda agraria u otras leyes, por más que pocos son los que están bajo el amparo de ellas. (...) El carácter social de la legislación del trabajo no implica idea comunista ni socialista, añadía. Es nada más que una manifestación del ciclo mutualista de la sociedad organizada en forma democrática. El Estado interviene por medio de leyes reguladoras en los conflictos del capital y el trabajo, para realizar una igualdad jurídica, a veces imposible de conseguir en el sistema netamente individualista".34

 

            EL FOMENTO INDUSTRIAL

 

            Desde sus mismos orígenes, el movimiento republicano proclamó la necesidad del apoyo estatal a la industrialización del país. Se estimaba que una actividad industrial creciente y próspera constituía uno de los factores que contribuyen mas poderosamente al crecimiento de la economía y a la autonomía y bienestar de la nación. Las industrias eran las actividades económicas más productivas y rentables. No solo creaban fuentes de ocupación para la mano de obra que emigraba de las áreas rurales sino que contribuían además al bienestar nacional con la economía de valores que se perdían con la importación de bienes manufacturados. Y para ello el capital y la inversión privada se consideraban esenciales, sean nacionales o extranjeros. Lejos de plantearla lucha de clases, en la solución de los problemas sociales buscó la conciliación de los intereses laborales y patronales. El Estado no debía entrar a competir con la iniciativa privada sino crearle condiciones adecuadas para su mejor desenvolvimiento, especialmente en su fase inicial. La rentabilidad del capital era legítima mientras no se fundara en la explotación opresora del trabajador nacional. Decía en 1918 un editorial del diario Patria reiterando la necesidad de una política de fomento industrial:

            "...otro factor indispensable del progreso es la industria, que en nuestro país, si alguna existe, se encuentra en estado embrionario y la tenemos tan descuidada como la agricultura.

            "El desarrollo de la industria no nace de la tendencia natural de un pueblo eminentemente agricultor como el nuestro. Requiere otro impulso y es el que nosotros lo tenemos abandonado en una indiferencia culpable. Nos entregamos sumisos a las explotaciones exóticas y nunca pensamos en remediar el mal con medidas de nacionalización de las industrias necesarias a la vida económica del país. (...) El progreso de las industrias es la sola garantía de la prosperidad de los estados".35

            Insistía más tarde el diario La Opinión:

            "La industria nacional debe ser protegida por el pueblo y el Gobierno. (...) El Paraguay es un país que más recurre a la industria extractiva. Su rica naturaleza ha despertado más interés en ese sentido al capital. El sentido de independencia económica debe impulsarse en toda forma. La industria elaborada es de trascendencia para nuestra economía. Factores sociales diversos concurren a hacer críticas las horas en la vida de las naciones que descuidan el desarrollo de la actividad que tiende a buscar una riqueza en la transformación de los productos agrícolas, ganaderos y otros.

            "Es principio económico el ahorro, la previsión. Es obra de defensa nacional, de superiores intereses colectivos, la creación y el progreso de las industrias en el país. Ideales de afección patria deben incitar y estimular una conducta que signifique una efectiva protección de pueblo y Gobierno a las actividades que despiertan el trabajo y la producción".36

 

            LOS DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS DE LA MUJER

 

            El coloradismo fue en el Paraguay el gran abanderado de los derechos iguales de la mujer y de la necesidad de su consagración jurídica. Ya en 1901, Arsenio López Decoud (1868-1945) abordó, en un ensayo publicado en el diario La Patria, la marginación de la mujer en la sociedad y defendió la igualdad de derechos civiles y políticos entre los sexos. En su análisis de las propuestas feministas destacó, entre otras, las proposiciones siguientes:

            "El feminismo aspira a ver desterrada para siempre de la sociedad la idea de que la mujer necesita de la avasalladora protección del hombre, de que es ella la criatura deliciosa y frágil, la alegría de las noches, el juguete eterno; que no puede ser sino la diosa del hogar, la madre a perpetuidad, la guardadora de la casa, la amamantatriz de infantes; la que fuera del hogar carece de personalidad, la que, por último, no tiene reservados en la sociedad otros destinos que los de "menagére du courtisans".

            "...que la mujer piense con su cerebro; que cese de girar en torno al hombre como la pálida Luna alrededor de la Tierra y se convierta en un astro libre, como estrella con luz propia y no refleja, en la evolución de sus destinos; que el hombre deje de ser su motor, su destino y su faro, pues que ella vale en la naturaleza, como ser humano, tanto como el hombre.

            "La mujer tiene los mismos derechos que el hombre para desenvolver y cultivar, en bien propio y de la especie, todas las facultades físicas como intelectuales. Debe darse (por ello) a la mujer una educación igual en intensidad y dirección a la del hombre.

            "La idéntica consideración social del hombre y de la mujer (o viceversa) se ha obtenido ya en lo tocante a las profesiones liberales, en la enseñanza, en el culto y en las industrias.

            "En el orden político la mujer ha adquirido en diversos estados americanos, derechos iguales a los del hombre: es electora y elegible y puede ser proclamada hasta Presidente de la República".37

            En 1910, en ocasión de la reorganización de su junta directiva, el partido proclamó como postulado fundamental de su ideario "la mejora de la condición de la mujer", incluyendo no solo "la educación industrial e intelectual superior de la mujer", sino también "la mejora de su condición ante las leyes vigentes del Código Civil".38             Consecuente con este principio, en 1911 Ignacio A. Pane incluyó en la plataforma de su candidatura a diputado por Caazapá el compromiso por lograr la consagración de "el derecho electoral activo y pasivo para la mujer".39

            En esa línea de pensamiento, en 1919 Telémaco Silvera planteó la modificación del régimen legal del país para otorgar a la mujer iguales derechos, civiles y políticos, que al hombre y corregir una legislación consagrada a privilegiar la superioridad del varón y a mantener a la mujer en una virtual servidumbre.40 En apoyo de esta iniciativa, destacaba un artículo de La Opinión:

            "Queremos que la mujer, como miembro de ese organismo social, ocupe el verdadero sitio que le corresponde al lado del hombre; no queremos verla en ese segundo término a que se halla relegada injustamente. ¿Y por qué la mujer no ha de conquistar ese sitio estando capacitada para ello? Si de su parte hace todos los esfuerzos posibles, no creemos que el hombre se oponga a los nobles ideales de su compañera, porque si así fuese, sería una oposición sistemática y, por consiguiente, sin fundamento para destruir la justa pretensión de la mujer".

            La iniciativa tuvo resonancia continental. El Consejo Nacional de Mujeres del Uruguay envió por nota "su más decidida adhesión por la presentación al Parlamento paraguayo del proyecto que acuerda derechos civiles y políticos a la mujer". Decía esta carta:

            "Será la sanción de esa ley una de las mejores obras de la justicia que puede hacerse por la mujer paraguaya, quien en el transcurso de la historia de su país ha sabido desempeñar un rol importantísimo que le hace acreedora a la concesión de todos los derechos que le permitan desenvolver ampliamente su personalidad.

            "La República hermana del Paraguay puede estar segura de alcanzar dentro de poco un lugar sobresaliente en el concierto de las naciones sudamericanas si cuenta en su seno con espíritus preclaros que rompiendo tradicionales prejuicios saben cómo Ud. reivindicar para la mujer el lugar que le corresponde en la sociedad actual".41

            El proyecto no prosperó por la resistencia de la mayoría parlamentaria liberal.

            En la misma línea de pensamiento, las Declaraciones de Principios del Partido Nacional Republicano de 1921 ratificaron la propuesta de "reforma de la legislación civil, mejorando la condición jurídica de la mujer".42 Alentando una activa participación femenina en las próximas jornadas electorales, en 1928 el Partido proclamó que la mujer tenía pleno derecho al voto y a su inscripción en el registro electoral, por no existir ningún impedimento en las leyes en vigor.43 Inició luego una activa promoción para intensificar la participación de la mujer en las actividades políticas del país.

            En 1931 Antonio Sosa volvió a promover en el Senado la modificación de la legislación vigente para ampliar los derechos de la mujer en la administración y disposición del patrimonio familiar, en su capacidad para contratar, en el ejercicio de la patria potestad de los hijos y otros que reivindicaban sus derechos iguales con relación al hombre. El proyecto fue aprobado en el Senado y su consideración en la Cámara de Diputados fue interrumpida por los sucesos luctuosos del 23 de octubre de ese año.

 

            LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

 

            El coloradismo fue el primero en plantear en el país la necesidad de organizar el aprovechamiento racional de los recursos naturales del suelo patrio, a fin de satisfacer adecuadamente necesidades presentes, sin comprometer la capacidad y posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. "La tierra que habitamos, se pensaba ya, no es solo una herencia de nuestros antepasados, sino un patrimonio de nuestros hijos y de nuestros nietos que debemos preservar y mejorar para que ellos dispongan de los mismos beneficios que ella nos brinda hoy para proveer nuestra subsistencia y nuestro bienestar". Con esta preocupación, en 1918 Ignacio A. Pane planteó en el Parlamento un programa de reforestación y de explotación racional de los bosques "para evitar su conversión en arenales, en tierras inhóspitas, donde el hombre tenga luego que multiplicar sus esfuerzos para vivir una triste suerte". Decía en su exposición de motivos:"

            "Ínterin nuestra población crece, supongámoslo, en progresión aritmética, la destrucción de nuestra flora crece en progresión geométrica. Y esto redunda en perjuicio de nuestro clima, de nuestra riqueza orgánica, de nuestra salubridad, y por consiguiente de la vitalidad misma de nuestra población. (...)

            "Resulta así que en vez de mantener nuestra riqueza orgánica natural, la dejamos deteriorarse y perderse, ya por ignorancia, ya por negligencia culpable, ya por destrucción criminal".

            Sostenía que la explotación forestal del país era destructiva y reclamaba una prudente legislación orientada a racionalizar la explotación de los bosques y a reponer la destrucción consumada con un programa de reforestación.

            "La receta es sencilla, decía, no cortar más árboles nuevos; no destruir o aprovechar ningún árbol sin remplazarlo en proporción equivalente o mayor; reforzar la cantidad existente con plantaciones dispersas o con selvas artificiales".

            Meses y años pasaron sin que la comisión respectiva de la Cámara de Diputados se expidiera sobre la iniciativa.46

            Reafirmando esa inquietud por la preservación de los recursos naturales del país, el nuevo ideario colorado de 1935 proclamó el principio siguiente:

            "La tierra, considerada como fuente de producción, impone al hombre el deber de fructificarla, y este deber crea la obligación del trabajo. Considerada como morada del pueblo, impone el deber de conservarla para que la generación contemporánea la traspase intacta a su posteridad, y este deber crea la obligación de defenderla".

 

            EL GRAN DEBATE NACIONAL

 

            Además de los planteos económicos y sociales mencionados, tres grandes temas concentraron, hacia fines de los años 20, la confrontación y las divergencias, de los dos partidos tradicionales: la valoración del pasado histórico, la defensa del Chaco y la vigencia plena de un orden democrático en el país.

 

            LA REIVINDICACIÓN HISTÓRICA

 

            Mientras el liberalismo gobernante insistía en su campaña de denigración y repudio de la figura del Mariscal Francisco Solano López, los hombres del coloradismo, como Juan E. O'Leary, Manuel Domínguez, Ignacio A. Pane, Natalicio González y otros desarrollaban una apasionada cruzada de reivindicación del pasado histórico. Este debate movilizaba los órganos periodísticos de los respectivos partidos. El diario "El Liberal", órgano oficial del liberalismo, evocó, el 1º de marzo de 1920, el "Cincuentenario de Cerro Corá" con un ácrido recordatorio. Fue el anatema más virulento que paraguayo alguno haya lanzado en la discusión y análisis de la figura del Mariscal. Entre otras cosas decía:

            "Este aniversario encierra el más doloroso recuerdo por cuanto es la consagración de nuestra derrota, sellada con la muerte del monstruo de perversidad y de cobardía, que fue el Mariscal Francisco Solano López. Este hombre, más que tal, una fiera, abrasado de ambiciones desatadas, de instinto carnicero, sensual, codicioso y pusilánime, arrastró tras sí, hasta el exterminio, a su pueblo, noble, sufrido, valeroso, legando a la historia, las pruebas convincentes de su rara ineptitud militar y su excesiva crueldad, pues se complacía en someter a las más exquisitas torturas, que diría el padre Maíz, a los más leales servidores de la patria, con olvido de sus méritos y sacrificios en penosas campañas.

            "Es verdad que hay compatriotas que se proponen glorificar a ese protervo, presentándolo como modelo de gobernante y de conductores de pueblo, como la encarnación misma del heroísmo de la raza; pero esta pretensión absurda solo se cifra y fundamenta en la necesidad, ineludible a su juicio, de forjar un ser superior, legendario, epónimo, para inculcar a nuestros conciudadanos el sentimiento del nacionalismo de cuño tiranófilo, y cultivarlo artificialmente como en un invernáculo.

            "Cuando se rehaga la historia de la guerra con el criterio de imparcialidad y de justicia con que se debe analizar los hechos, examinar los acontecimientos, ha de emerger del pasado la siniestra figura de López, como prototipo del monstruo, símbolo de la barbarie, la cobardía, el orgullo satánico, la incapacidad militar y política, y de una inmensa codicia, pues resulta ser este aspecto el más repulsivo de su personalidad como general y guía de un pueblo arrojado a través de los mayores sacrificios que recuerdan los anales de América".

            El autor del artículo fue el Sr. Belisario Rivarola, que fue varias veces Ministro del Ejecutivo y vicepresidente del Partido Liberal.

            En las filas del coloradismo, la valoración del pasado era diferente. Se enarbolaba un sentimiento de solidaridad, de admiración hacia la figura del Mariscal. Evocando la misma jornada de Cerro Corá, escribió Juan E. O'Leary:

            "El Paraguay recuerda enorgullecido la tragedia de Cerro Corá.

            "Repuesto ya de su caída gigantesca, puede detenerse a mirar su pasado, para sentir la suprema sensación de su glorioso infortunio, la sublime belleza de aquella su inmensa catástrofe.

            "Y esta es la hora en que, libre de malsanas influencias, reintegrada su moral lastimada por la derrota, vuelta a su cauce natural la corriente de la tradición nacional, el pueblo entero, en una conmovedora unanimidad, se alza sobre las miserias de nuestro presente, para proclamar la firmeza de sus sentimientos frente a los hombres y a los hechos de nuestra historia.

            "Inútilmente la regresión antinacionalista pretende detener la marcha triunfal de esta hermosa y salvadora reacción del sentimiento colectivo. El poder de la idea es invencible, sobre todo cuando lo empuja el patriotismo.

            "Y es así como ya no es dado a nadie detener el empuje de la verdad histórica, proclamada y sostenida por todos los paraguayos, porque ella afirma la realidad de nuestras glorias, la grandeza de nuestros héroes y la odiosa injusticia de nuestro inmerecido vencimiento".47

            Los dirigentes colorados defendían el pasado y buscaban la reivindicación de sus glorias. "El Partido Nacional Republicano, decía la Declaración de Principios de 1921, acepta íntegro el pretérito de la patria, con sus luces y sombras, y reivindica la gloria negada de sus grandes hijos, porque entiende que para que su tronco se eleve hacia los cielos, es decir, hacia el porvenir, necesario es que su recia raigambre se hunda más y más en la tierra épica y calcinada del pasado".48

            En la interpretación colorada, la guerra al Paraguay tuvo causas y objetivos diferentes a los invocados por el tratado secreto de la triple alianza."La guerra fue contra el Paraguay y no contra el "tirano", decía un editorial de La Patria en 1908. "Fue el Paraguay y no el tirano el que perdió las tres cuartas partes de su población y cerca de la mitad de su territorio. No es sobre López sobre quien pesa la monstruosa deuda de la guerra que hasta hoy embarga la independencia del país. (...) El Paraguay había sido reducido a cenizas. Medio millón de paraguayos habían caído al pie de su bandera. El mismo López había sucumbido, con el último de sus soldados, sobre el último campo de batalla".49

            El pueblo paraguayo todo fue el que se embarcó en el gran emprendimiento bélico en defensa del principio del equilibrio de los estados platenses, que garantizaba la soberanía y la integridad territorial de los pequeños estados de la región frente a las acechanzas de los dos grandes vecinos. Se lanzó a la guerra en solidaridad con la República Oriental del Uruguay, invadida y asediada con apoyo del Brasil y la Argentina. El Gobierno paraguayo tomó su heroica determinación en ese conflicto ante pedidos insistentes del Presidente y la Cancillería del Uruguay y en base a entendimientos acordados con el General Justo José Urquiza, que prometió el libre paso por territorio argentino de las fuerzas paraguayas y el apoyo logístico de los núcleos federales de Corrientes y Entre Ríos a las fuerzas que se enviarían al Uruguay. El éxito de la expedición dependía de ese apoyo. Por ello, el incumplimiento de esas promesas determinó el fracaso de la fuerza despachada. "El General Urquiza me ha faltado a los espontáneos compromisos que contrajo conmigo", escribió el propio López, explicando las causas del colapso de la expedición paraguaya.50

            Esa era la visión distinta que presentaba la campaña reivindicadora del nacionalismo paraguayo. La defensa patria fue una gesta nacional. Las poderosas individualidades, que en momentos dados dominaron con sus figuras el panorama del pasado, no fueron sino creaciones del grupo social, manifestaciones antropomórficas, se decía, de sus aspiraciones, de un ideal imperioso y dominante en el alma popular en el momento respectivo. La guerra fue un crimen contra la patria y ante ella se alzó heroica la nacionalidad entera, dispuesta al sacrificio mayor que pueda esperarse de un pueblo. Era la nación toda la que defendió su heredad con pasión suicida. Lo destacó con elocuencia Ignacio A. Pane en su apología de Solano López:

            "El que fue a caer en Cerro Corá no fue López. No fue López quien llevó allí a los últimos soldados paraguayos.

            "Fueron los paraguayos puros los que llevaron a López hasta Cerro Corá.

            "Así es que, si Cerro Corá es cosa de López, no lo es porque haya habido un individuo que se llamó Francisco Solano López. Fue porque López simbolizaba al Paraguay simplemente.

            "Fue el Paraguay quien hizo a López, no López al Paraguay.

            "Cerro Corá es obra de López, tanto como es del niño la acción que ejecuta bajo la dirección y obra del maestro o padre".

            El gran animador de esa cruzada patriótica fue Juan E. O'Leary, educador respetado, escritor de acerada pluma, historiador documentado y ferviente nacionalista. Su palabra fue tronante, implacable, demoledora. Ningún otro ciudadano paraguayo usó de un lenguaje tan valiente en momentos tan solemnes, se dijo con justicia de él. Muerto López, el vencedor buscó presentar al Mariscal como un ser satánico. Se le llenó de bárbaras acusaciones, se le atribuyeron los crímenes más horrendos. O'Leary se alzó contra esa infamia, legado de la propaganda tendenciosa del vencedor y de los legionarios traidores de la patria, que solo buscaban justificar con sus acusaciones el crimen horrendo de su martirio y el arrasamiento del suelo patrio.

            Para reivindicar la gloria colectiva del pueblo, acusado por Cecilio Báez de "cretino" por haber seguido ciegamente a López, comenzó a rescatar la figura, las obras y las glorias del héroe.51 El tirano monstruoso de la leyenda resurgía en sus escritos como un inmaculado patriota, un sagaz diplomático, un caudillo fascinante, un hombre de estado que consolidó la grandeza de su patria y buscó su porfiada defensa contra el acecho extranjero. La figura de López crecía con cada artículo, con cada libro suyo y comenzaba a llenar el horizonte patrio de apasionados sentimientos de admiración y respeto. La causa de López fue la del pueblo y por eso este le acompañó hasta el sacrificio final. El relato de O'Leary de esa marcha heroica de una nación hacia su holocausto tuvo ribetes poéticos, que hicieron vibrar las cuerdas más sensibles del alma ciudadana. La guerra proseguía ya sin esperanzas, pero nadie la abandonaba, nadie claudicaba. Los últimos restos de un pueblo que fue grande y próspero, entonces ya agotado y andrajoso, persistían con inquebrantable tenacidad en su lucha ya imposible y seguían a López sin dudas ni vacilaciones.

            Con esa perspectiva, la muerte de López no fue solo el sacrificio de un hombre sino el holocausto de toda una nación. Tal era el significado diferente de la tragedia grandiosa de Cerro Corá. La figura de López emergía entonces gigantesca, con facetas sublimadas en el sentimiento nacional. Era el héroe, el líder, el padre de la patria, la expresión máxima de la nacionalidad. Lo dijo Natalicio González en un encendido ensayo histórico:

            "El genio humano no ha imaginado nada semejante. La figura colosal de Solano López culmina en aquella trágica altura de la Historia, no escalada por ningún otro hijo de América, dominando el vasto panorama de su siglo.

            "Aquel gigante de los nuevos tiempos, supo más que ningún otro hombre dominar los secretos del corazón humano. Napoleón, en los días de su infortunio, vio alejarse uno a uno a sus guerreros favoritos. Bolívar, después de liberar un mundo, muere combatido por los mismos que crecieron a la sombra de su genio. Solano López, en el crepúsculo de su poderío, miró subir de punto la fidelidad de su pueblo, apretándose en delirante entusiasmo a su lado, hasta derrumbarse con él, conmoviendo la soledad de las vastas serranías. Es que poseyó en grado máximo la ciencia suprema de pulsar la cuerda del sentimiento. Por eso Cerro Corá, en los confines de las futuras edades, seguirá conmoviendo a las razas y a los pueblos, poniendo emoción indecible en el corazón de las generaciones jóvenes que surgen.

            "Para crear Cerro Corá, ha sido necesario ser lo que fuimos. Fue menester ser flor de razas hidalgas, culminar entre todos por nuestro poder, después forjar Curupayty y Boquerón, caer triunfador en Ytororó y Avay; por último, cruzar sobre la desolación de un pueblo asesinado, quemar los pies heroicos peregrinando sobre la tierra calcinada de los ásperos caminos; y así, sobre el escenario desierto y bárbaro, iluminado por la llama ardiente de las ciudades incendiadas, desplomarse como un astro desviado de su ruta.

            "Esquilo no creó una tragedia semejante".52

            Esa prédica tuvo un hondo impacto en el alma popular. Reverberó apasionada en la canción nativa. Cantadas en guaraní en todos los hogares y en todas las fiestas campesinas, "Cerro Corá" primero y "1º de Marzo" después, amalgamaron la fervorosa devoción popular a la memoria del héroe y borraron del sentimiento nacional las secuelas de vergüenza y abatimiento que le habían producido la trágica derrota y el decreto horrendo que declaró traidor a la patria al Mariscal. Fue así como en el idioma de la raza el pueblo selló su reivindicación y su gloria.

            Con esa altiva campaña, el coloradismo le devolvió al pueblo paraguayo su orgullo y su dignidad. Se erradicó del sentimiento nacional el profundo abatimiento que le produjo aquel dramático final. El renovado fervor nacionalista retempló en el pueblo su orgullo por un pasado de grandezas y glorias, que permanecía celosamente guardado en el alma nacional como el recuerdo de un paraíso perdido. Fue esa rediviva pasión patriótica la que comenzó muy pronto a reclamar la defensa de la soberanía territorial nuevamente avasallada y la que luego le impulsaría de nuevo a tomarlas armas para defenderla en la contienda chaqueña. Sin ese recuperado fervor nacionalista, la enorme hazaña del Chaco hubiera sido imposible. El coronel Rafael Franco, conductor victorioso de batallas decisivas, dejó el siguiente testimonio de la decisiva gravitación de este sentimiento nacionalista en la gran gesta del Chaco:

            "¿Cómo explicar que fuese posible esa proeza, este milagro? ¿De dónde extraía tanta voluntad, tanta abnegación, tanto coraje e infinito orgullo, un pueblo como el paraguayo, que había vivido en el desamparo, perseguido y humillado, mientras los fatídicos presagios de la guerra se hacían sentir hacia el lado del Chaco?

            "El hombre paraguayo en las condiciones normales de la vida es discreto, sobrio y de gran modestia, un ser que causa la impresión de andar desorientado. En la guerra se transfigura en magnífico soldado y ofrece la sensación del individuo que, por fin, se encuentra en su elemento y se siente dueño de su propio destino.

            "Era hermoso y causaba placer contemplar a este soldado en la selva alucinante, enfrentando con ejemplar gallardía y coraje el tremendo esfuerzo de la guerra. Sentía orgullo y profunda satisfacción porque el destino le deparase esa ocasión y el insigne privilegio de defender el sagrado suelo de la patria en ese difícil trance de su existencia y acrecentar sus glorias sin medir los sacrificios que ello pudiese representar.

            "La razón significativa de este genio extraordinario es que está en gran parte basamentado en las fuerzas morales y espirituales del hombre paraguayo. Forjado en una tradición de glorias y de cruentos sacrificios por la independencia de su nación, cree, está sinceramente convencido de que simboliza al primer soldado del mundo y se considera custodio sin reservas de la sagrada consigna legada por los próceres de su nacionalidad: "¡Independencia o Muerte!".

            "Uno de los hechos que más decididamente intervinieron para el mantenimiento del emocionante y memorable despliegue de valor y patriotismo de nuestros soldados, consiste en el sacrificio del máximo paladín paraguayo, el Mariscal Francisco Solano López. Este hombre, que indiscutiblemente poseyó y sintió más que cualquier otro paraguayo la pasión y la emoción nacionales, expresados en el sublime sacrificio de su vida, en un gesto de heroísmo sin paralelo, fue el que más poderosa y constantemente gravitó en nuestro espíritu. Su juramento de "Vencer o Morir" era la fuerza irresistible que empujaba a cumplir con el deber, sin desfallecimiento de ninguna clase, a los combatientes del Chaco. Detrás de esa determinación mantenida con heroísmo latía en sus corazones la página épica de Cerro Corá, con la energía de la tradición que en la guerra vale más que cualquier otro elemento para conquistar la victoria.

            "El mártir de Cerro Corá, héroe legendario de la historia universal, tenía asegurada inextinguible vivencia en el alma paraguaya y nada ni nadie podrá arrancarlo del corazón agradecido de sus compatriotas, continuadores de su posteridad".53

 

            LA DEFENSA DEL CHACO

 

            El pasado y el presente volvían a entrelazarse con la sensible cuestión del Chaco. El gran tema era el mismo, la defensa de la soberanía avasallada. Y nuevamente surgían las posiciones antagónicas. Mientras el Gobierno ocultaba la presencia de tropas bolivianas y la ocupación sucesiva de fortines paraguayos en el Chaco, los diarios colorados denunciaban sistemáticamente el atropello y el avance bolivianos, la escalonada fundación de fortines y la ocultación deliberada de estos hechos por la cancillería liberal. El reclamo colorado era altivo y agresivo. Sirvan de muestra los párrafos siguientes de un editorial del diario La Opinión:

            "Durante 22 años los liberales negaron los avances bolivianos. Comprobada la realidad manifiesta en forma de veinte fortines bolivianos implantados en tierra de indiscutible dominio paraguayo, el pueblo tiene el derecho de opinar que el Chaco está vendido, vendido por la impotencia de los grandes cínicos. Vender la soberanía nacional sobre un retazo de territorio patrio es traicionar a la patria. Y es también traición a la patria consentir el avance de tropas extranjeras, ocultar el hecho al pueblo al que se impide vengar el agravio dejándolo inerme y solo.

            "Hemos de seguir hablando, para evitar el plan siniestro de mutilar nuestro territorio, del Partido Liberal y de su prensa. Acusamos a los traidores, a los grandes traficantes de la política que olvidaron lo que nunca se olvida: la soberanía nacional. Reclamamos la sanción de todos ellos, sanción que ha de llegar cuando vuelvan a su cauce los hechos y se reajusten los valores sociales. Seguiremos opinando por patriotismo, con valor, para contrarrestar la propaganda derrotista y hasta que los ruines apoderados del gobierno rindan cuenta de su juramento de respetar y hacer respetar la soberanía nacional."54

            En una serie de artículos titulados "Los puntos negros del Libro Blancó",55 en 1929 el Dr. Mallorquín denunció las ocultaciones del avance boliviano y el cúmulo de mentiras que la Cancillería invocaba para eludir un reconocimiento formal de la situación imperante. Ante la ineficacia de numerosos apresamientos intimidatorios, que no surtieron efectos para silenciar esa campaña, el gobierno de Guggiari decidió finalmente clausurar el diario La Opinión y desterrar a Corumbá a su director, el Dr. Mallorquín, juntamente con el Dr. Oscar Creydt, acusados ambos de subversivos dirigentes comunistas.

 

            LA LUCHA POR UN ORDEN DEMOCRÁTICO

 

            Desde sus orígenes, el Partido Colorado se constituyó en una organización política de arraigada vocación democrática. Los dos partidos tradicionales se organizaron y desarrollaron al amparo de las libertades y garantías otorgadas por sus hombres en función de gobierno. "El mejor medio de asegurar el reinado del orden y de la tranquilidad, como condición indispensable del progreso, decía Caballero en su mensaje de 1888, es garantiendo el ejercicio libre de los derechos individuales en todas las esferas de la actividad humana".56

            Para el coloradismo la democracia era la fórmula ideal para lograr la convivencia pacífica y ordenada de la ciudadanía mediante el equilibrio y respeto de las divergencias que se manifiestan en una sociedad. Y los partidos políticos eran los órganos de que la democracia se sirve para controlar la función del Estado y asegurar su acción al servicio de la libertad. Los partidos políticos, reiteraba O'Leary, son "agrupaciones de hombres libres, dirigidas por un programa patriótico, que buscan en las prácticas de la democracia, la realización efectiva de todos los postulados de la Constitución Nacional".

            En la era de los gobiernos republicanos, las instituciones y los instrumentos de la democracia se fortalecían con el imperio efectivo de la ley y el respeto de los derechos ciudadanos. El debate de las cuestiones públicas era estimulado como una cooperación indispensable para el mejor acierto de las decisiones oficiales. Las ideas eran expuestas y debatidas por la prensa sin ninguna clase de censura. El derecho de reunión era practicado y respetado. Decía a estos respectos el Mensaje Presidencial de 1885:

            "He querido cumplir parte de mi programa, propendiendo constantemente a consolidar la paz interna, sin esas violencias, persecuciones y opresiones que caracterizan a las tiranías. Podemos hoy reunirnos confiadamente a la sombra de una misma bandera, sin temores ni sobresaltos, para discutir los más altos intereses públicos. No existen más proscriptos y proscriptores. La libertad de prensa ha llegado al fin a ser un hecho después de quince años que llevamos de marcha constitucional, y será mi primordial deber mantenerla incólume, en cuanto que ella es la garantía más sólida de todas las demás libertades".57

            Don Antonio Taboada, fundador del Partido Liberal y uno de sus principales dirigentes, tuvo la hidalguía de reconocer y exaltar ese respeto ante las violentas críticas opositoras. "Los hechos han puesto de manifiesto, escribió refiriéndose a Caballero y Escobar, que los militares formados en el campamento, al golpe rudo de los tiempos anteriores, conocían mejor los derechos del pueblo, principalmente los derechos que se ejercitan por la prensa, y los respetaron".58

            "De 1896 a 1904, señalaba un editorial de La Patria, combatían al régimen imperante entonces El Pueblo, La Democracia, El Cívico, La Prensa, el Paraguay, El Diario. Pero los Escurra, los Caballero, Escobar y demás "gauchos", no solo respetaban la libertad de Prensa. ¡Tenían con esa oposición periodística verdaderas liberalidades!". 59 Ningún diario fue clausurado o empastelado en ese período.

            La libertad de prensa era un requisito esencial para la paz interna. Escribió Antonio Sosa:

            "La libertad de prensa y el libre sufragio son los elementos indispensables a la soberanía del pueblo. Suprimida la libertad del pensamiento y alejado el ciudadano de los comicios por coacción del Gobierno, viene la usurpación, la subversión se convierte en regla y la entidad social de dueña de sus propios destinos, se somete a la esclavitud".60

            Los colorados, destacó Natalicio González, mantuvieron intacta la libertad de prensa porque veían en ella una fuerza animadora de la cultura paraguaya y una garantía subsidiaria de las otras libertades democráticas.61

            Con la ascensión del Partido Liberal en 1904, las cosas cambiaron radicalmente. Se inició en el país un período de anarquía y de inestabilidad en el que, por luchas desatadas entre hombres del propio partido de gobierno, fueron sacrificadas y pisoteadas todas las libertades ciudadanas. En los dos primeros años siguientes se sucedieron tres presidentes. En los seis años posteriores se sucedieron otros siete presidentes más, sin que ninguno haya completado su mandato. En total, en veinte años de hegemonía liberal, de 1904 a 1924, se habían sucedido veintidós presidentes.62 Los métodos subversivos, el golpe militar, antes que la contienda electoral, era la vía de ascenso al poder. Y en ese marco de violencia y anarquía, las restricciones al ejercicio de la libertad eran la característica dominante. Las llamadas elecciones no eran sino simples votaciones, ya que ninguno de los candidatos nominados tuvo contendor. Elegir significa optar o preferir. Y no habiendo más que un candidato, esa opción era imposible.

            Durante el cuarto de siglo siguiente a 1904, el estado de sitio fue aplicado en 27 oportunidades, por un período total acumulado de 2.564 días, es decir, de 7 años y 9 días. En el mismo período fueron clausurados 11 diarios. En 1905 fue cerrado el diario "La Tarde". En 1906 fueron clausurados "La Patria", "La Ley", "Alón", "Rojo y Azul" y "El Enano". En 1911 fue clausurado "El Diario" en Asunción y empastelado "La Idea" en Concepción. En 1913 fue clausurado "El Nacional; en 1915 el "General Caballero"; en 1925 el diario "Patria" y en 1929 "La Opinión". Se inauguraron los tristemente célebres campos de reclusión política de Fortín Galpón e Isla Margarita.

            Ante tantos atropellos y violaciones de los derechos ciudadanos, hacia fines de 1923 el Partido Colorado se declaró en abstención para no seguir convalidando con su participación parlamentaria la situación imperante. Condicionó su concurrencia en los próximos comicios a la modificación de la Ley Electoral y a la depuración de los padrones cívicos. Y como esos requerimientos no le fueron satisfechos, resolvió no concurrir en las elecciones de 1924. Buscó con esa actitud la vigencia de procedimientos electorales transparentes, que dieran legitimidad y garantía a los actos comiciales. "Mientras no se sancione una Ley Electoral justa para la nación, el Partido Colorado mantendrá la abstención absoluta"; "El coloradismo auténtico no quiere servir de sostén a las fracciones anárquicas del liberalismo", proclamaban los titulares de los diarios colorados de la época.

            Un sector colorado, que se denominó eleccionista, decidió concurrir a las elecciones siguientes de 1928 y ganó varias bancas en el Parlamento. Fue una divergencia de estrategia, no de principios. La crítica al régimen era igualmente intensa y sin tregua en ambos grupos. En la óptica colorada, el liberalismo era el enemigo de la nacionalidad, culpable de todos los desastres que sobrellevaba el país y responsable de la indefensión del Chaco. Decía un editorial del diario La Unión:

            "Arribó al poder el Partido Liberal, abrazado a la causa del legionarismo, bajo la acatada jefatura de un hombre que empuñó las armas contra la patria y formó filas bajo banderas extranjeras para librar batallas contra sus hermanos y lograr la ruina de su nación y el desmembramiento territorial de la misma. Su imperio en la república se señaló por la persecución del nacionalismo, y las multitudes que llegaban, en los grandes días de la patria, hasta la tumba de los héroes, sufrieron el atropello de los cosacos policiales comandados por aventureros extranjeros, y eran dispersadas a golpes de sables.

            "Su origen nefando pesa como una maldición sobre el liberalismo, vicia de antinacionalismo todos sus actos e impulsa hacia la traición a todos sus hombres.

            "En un cuarto de siglo de imperio liberal, no han entrado en el territorio de la república ni quince mil inmigrantes y han salido medio millón de personas, entre paraguayos y extranjeros, en busca de otras tierras donde el amor a la patria no sea punido como un crimen y donde la fidelidad a la tierra, a la raza y a la historia no provoque las iras del poder.

            "En un cuarto de siglo de imperio liberal, Bolivia ha erigido más de cuarenta fortines en el Chaco y ha ocupado, al amparo de gobiernos que vivirán en la infamia inmortal en la memoria de los hombres, ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados de nuestro legítimo territorio.

            "En un cuarto de siglo de imperio liberal, el Paraguay se ha empobrecido, su moneda se ha desvalorizado en un quinientos por ciento y los habitantes de la república, en vez de pagar anualmente, por cabeza en concepto de impuestos, VEINTE PESOS de nuestra moneda, abonan DOSCIENTOS SESENTA PESOS, sin ser retribuidos con mejoras de ninguna índole.

            "Bajo el imperio liberal, la deuda pública ha aumentado considerablemente, se ha emitido millones de billetes inconvertibles, se ha saqueado el capital del Banco Agrícola, se ha entregado a un aventurero portugués el oro de la Caja de Conversión por haber contribuido a incendiar la república con la más criminal de las revoluciones, se ampara a los ladrones y se da reputación y buena fama a los criminales.

            "Bajo el imperio liberal, se han producido los episodios vergonzosos del fortín Coronel Martínez, nuestros soldados han sentido las picaduras del hambre y han vestido como uniforme el chiripá indígena hecho de arpillera vieja, en plena paz, en momentos en que la nación hacía el sacrificio supremo de dar al Gobierno ochenta millones de pesos al año nada más que para el sostenimiento del Ejército, vale decir, veinte mil pesos por cada soldado mantenido bajo bandera.

            "Bajo el imperio liberal, fueron suprimidos varios colegios nacionales, la Escuela de Agricultura, la Facultad de Medicina, que hoy la política gubernativa ha arrastrado otra vez a una crisis terrible, y en todo el país no funcionan sino cincuenta escuelas hasta el quinto grado y ciento once escuelas hasta el cuarto grado. Lo que quiere decir que la instrucción primaria es deficiente y no cumple su misión primordial, cual es la extirpación del analfabetismo.           

            "Bajo el imperio liberal, presidentes analfabetos propician públicamente la reconstrucción del Virreynato del Río de la Plata, vale decir, hacen suyo el ideal de Juan Manuel Rosas, victoriosamente combatido por el doctor Francia y ambos López.

            "En la lucha entre PARAGUAYOS Y GUBERNISTAS es saludable recordar con alguna frecuencia estos hechos de pública notoriedad. Ellos vienen a probar una vez más esta verdad ha tiempo evidenciada, mientras los PARAGUAYOS quieren rescatar el gobierno de manos de los legionarios para realizar el bien integral del Paraguay, los GUBERNISTAS han suplantado el ideal de patria por un bajo afán utilitario, por el dogma venal y repelente del "AMASAMIENTO DE LA RIQUEZA".63

            Esta prédica contra la indefensión del Chaco y en defensa de los derechos civiles y políticos avasallados era inflamatoria y penetrante. "Jamás en la historia política del país, dijo después Efraím Cardozo, se registró tanta pasión y encono como en esta campaña destinada a abrir abismos profundos e insalvables entre liberales y opositores. Las invectivas de "La Unión" fueron lanzadas en prosa ágil, fluida, limpia de retorcimientos retóricos y obscuridades culteranas, transparentes como un cristal, escrita en diáfano estilo y de deslumbrante claridad, accesible a todas las mentes. No eran cuchilladas vulgares y groseras, sino estiletazos florentinos que parecían introducirse más dolorosamente en la carne".64 La opinión pública aguardaba ansiosa cada mañana la llegada del matutino colorado para regocijarse con su lectura. Sus páginas recogían y expresaban, con encendida elocuencia, el enorme descontento ciudadano y la honda expectativa de la hora. La patria se jugaba su destino y llamaba a su pueblo que la defendiera. Ese era el mensaje diario que transmitían sus artículos. Era una campaña de empecinada exaltación nacionalista. Reiteraba otro de los editoriales de La Unión:

            "La lucha entre el Paraguay y su Gobierno, entre paraguayos y gubernistas, alcanza en estos momentos una violencia extraordinaria. De un lado están los entregadores de Vanguardia, los que impidieron la reconquista de Boquerón, los amparadores de los espías bolivianos, los que intencionalmente exponen a nuestros oficiales a constantes y trágicas celadas, los que ocultaron al país la erección de cuarenta y dos fortines bolivianos en pleno corazón del Chaco, los que han entregado a la ocupación del invasor ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados del territorio de la república. De otro lado están todos los paraguayos, los contribuyentes que entregan al Estado ochenta millones de pesos al año, nada más que para sostener el Ejército, sin pensar que esos millones serían dilapidados por los legionarios del poder y que los soldados padecerían hambre y desnudez; están todos los que sienten una irrompible solidaridad con la tierra y con su raza, y luchan por salvar a la patria de una nueva desmembración; están los que creen que los intereses de la nación se hallan fuera de comercio, y no mercadean ni con el honor del Paraguay, ni con sus intereses, ni han convertido la Casa de Gobierno en un almacén, donde se vende la bandera de Curupayty, la insignia gloriosa de Cerro Corá, a tanto la vara, como una repasadora de cocina".65

            Los pensamientos y planteos transcriptos recogen el ideario y el pensamiento de la corriente central del coloradismo. A lo largo de su existencia, el Partido Nacional Republicano fue un partido pluriclasista. En su seno han militado personas que han tenido una inclinación más acentuada hacia ideas conservadoras de derecha y otras hacia las de un socialismo democrático de matices diversos. Pero fue la corriente central la que ha vertebrado su actuación en el escenario nacional, la que ha consagrado su ideología nacionalista, con una clara orientación social demócrata y sus diferencias y discrepancias con el liberalismo doctrinario y con el Partido Liberal.

            Con su incesante prédica, el coloradismo ha sido el contendor natural del Partido Liberal. Su actuación en el escenario nacional se caracterizaba por su defensa permanente del interés colectivo sobre el interés individual, su apego a un ideal de justicia social que favorezca el bienestar general de la población, su lucha porfiada por los intereses de los desfavorecidos de la fortuna, de las inmensas masas populares marginadas, rurales y urbanas, y todo ello, porfiando al mismo tiempo la vigencia plena de un orden democrático y de respeto de los derechos humanos. Ha proclamado por siempre que la mayor carga pública debe recaer sobre quienes disponen de mayores bienes de fortuna y propiciado el accionar de un Estado "representativo de los intereses de la mayoría y no un simple producto de burocracias autoritarias que solo velan por los intereses de las oligarquías o feudos económicos financieros". Ha patrocinado, en fin, un Estado planificador y promotor del desarrollo como forma de romper y superar los esquemas rígidos de una economía dependiente de la exportación de unos pocos bienes primarios, que poco contribuía al bienestar general de la población y al progreso sostenido de la nación.

            Su programa de acción era actualizado periódicamente en convenciones partidarias para ajustarlo a las necesidades del respectivo momento. Y hacia principio de los años 30, sus preocupaciones centrales eran la defensa del Chaco y la vigencia plena de las libertades públicas y de un verdadero orden democrático.

 

            LOS GRUPOS INDEPENDIENTES

 

            En el marco de la generalizada crítica al liberalismo, surgieron al escenario nacional dos corrientes nuevas, el Corporativismo Católico y la Liga Nacional Independiente. Para diferenciarse de los partidos tradicionales se autodenominaron independientes. Editaba cada una un periódico para la divulgación de sus ideas. Criticaban el sistema imperante y ofrecían alternativas, políticas e ideológicas, a la ciudadanía.

 

            EL CORPORATIVISMO CATÓLICO

 

            Sus fundadores y principales ideólogos fueron los doctores Carlos A. Pedretti y Carlos R. Andrada y el Sr. Raúl Heisecke Ferreira. Para el lanzamiento y divulgación de sus propuestas iniciaron la publicación del periódico "El Progreso" y organizaron poco después el Primer Congreso de la Juventud Católica del Paraguay, llevado a cabo en la Catedral de Asunción en 1928.

            Predicaban la bancarrota del liberalismo económico y del sistema democrático individualista consagrados por la Constitución del 70. Ofrecían como alternativa la fórmula de la llamada democracia organicista, basada no en la soberanía popular, sino en los órganos naturales de la sociedad, la familia, los municipios, las profesiones. Era una doctrina antiindividualista y antipartidista. Alertaba sobre el peligro del comunismo, que ya empezaba a agitar el ambiente local.66 Para el cumplimiento de sus fines, el Estado debía prescindir de los partidos políticos. Y para salvar al país de dos de los males que le afectaban, el liberalismo y el comunismo, había que instaurar el orden social católico, que era corporativo. De los artículos y discursos publicados en El Progreso, extractamos las definiciones doctrinarias siguientes:

            "La inestabilidad política y la anarquía constante son la característica de la vida constitucional de nuestro país. La lucha de los partidos y de las fracciones de los partidos entre sí, constituyen un régimen de guerra civil permanente que amenaza todos los intereses y apeligra la vida misma de la nación. Una de las causas fundamentales de este mal es el régimen político adoptado por la Convención Nacional Constituyente de 1870, o sea la democracia inorgánica.

            "Este sistema, llamado también democracia individualista, ( ...) no reconoce más base que el individuo aislado, el individuo considerado como un átomo de la masa, como una cabeza del rebaño social. Contempla a la sociedad no tal cual es, un cuerpo jerárquico, un todo orgánico, sino como una mera pluralidad, como una yuxtaposición de hombres aislados. Hace del individuo el elemento primario del Estado y de la opinión de la mayoría de ellos aglomerados no según la función que desempeñan, sino según su ubicación territorial el principio fundamental de toda elección y de toda decisión. Y esa opinión es la reina soberana de todo el sistema. Nada ni nadie escapa al dominio de su poder absoluto.

            "En todas las democracias contemporáneas, el gran soberano, el gran tirano es el número y no hay institución ni derecho, ni razón que pueda erguir su cabeza ante este déspota moderno. La mayoría o sea la mitad más uno de los habitantes de cualquier país que practique la democracia, constituye el Estado, declara la guerra, legisla si se le ocurre contra la naturaleza y la razón, aniquila derechos adquiridos o ataca instituciones seculares. No hay justicia, no hay interés que esté por encima del número, ni las leyes del mismo Dios son respetadas por este César polifacético de nuestros días.

            "Así, el individualismo político es la anarquía social pues, desprendiendo al individuo de los organismos naturales en que vive, lo convierte en un fin en sí, en el único árbitro de su interés personal: es la lucha de todos contra todos; y es también el caos institucional pues no reconociendo sino al HOMO POLITICUS, al HOMO ELECTORALIS, asienta su edificio sobre tierra movediza, porque nada más transitorio que el individuo, nada más mudable que la opinión individual. Lo que permanece es la familia, el municipio, la profesión; el individuo pasa y muere como la espuma que va deshaciendo la ola.67

            "En el Parlamento no tienen representación la agricultura, la industria, el comercio, la familia, los cuerpos organizados, etc. en su carácter de tales. Y sin embargo, es necesario que estos elementos, que constituyen las fuerzas vivas del país, tengan representación en el Estado porque no solo son la parte más importante de la nación quizás de mucho más importancia que los intereses meramente políticos sino porque también constituyen la única garantía de la paz, del orden, de la disciplina nacional. Los intereses son estables y las opiniones mudables, las instituciones permanentes y los individuos transitorios.

            "Aparece evidente que un régimen como el nuestro, que desconoce el elemento orgánico de la sociedad, que no da intervención en el manejo del Estado a los factores primarios de la nación, debe ser un régimen unilateral, deficiente, de resultados dudosos en la práctica.68

            Presentaban al liberalismo como contrario al catolicismo. El corporativismo, en cambio, era una proyección de la misma Iglesia Católica en el campo de la política. Buscaban con esta identificación capitalizar el arraigo y gravitación de la Iglesia en la vida nacional. Estar con el movimiento era estar con la Iglesia, y estar contra el Corporativismo era estar contra ella.

            "El liberalismo individualista reconoce su origen en la reforma protestante; sus principios fueron desenvueltos y vulgarizados por los filósofos del siglo XVIII, especialmente por Rousseau. (...) En el terreno religioso provocó los cismas y las herejías, cuyas consecuencias fueron las guerras religiosas primero, luego la indiferencia y finalmente la negación de lo sobrenatural. En ciertos programas liberales, figura el propósito de arrancar de la inteligencia y del corazón del hombre lo que se ha dado en llamar el "prejuicio religioso", bajo el manto de una naturalidad imposible.69

            En materia económica sindicaban al liberalismo como responsable de la explotación obrera, de los bajos salarios, de la desocupación y, en general, de los conflictos y antagonismos sociales que originaron las luchas de clases.

            "El libre juego de la ley de la oferta y la demanda, junto con la supresión de los antiguos gremios, permitió al patrono, al capitalista, explotar al pobre, al obrero, por ser más débil. Era el triunfo del más fuerte, la realización de la ley animal de la selección natural. La historia conserva en sus páginas los horrores de aquella opresión despiadada, en que el pobre era libre legalmente pero no económicamente, en que era igual al rico en el papel, pero no en la realidad de las cosas. Los salarios de hambre, las 14 ó 16 horas de trabajo diario, los excesos cometidos con las mujeres y los niños dieron margen a un hondo malestar y provocaron la reacción. Asomó el socialismo, estallaron las huelgas seguidas de represiones sangrientas.

            "La concurrencia ilimitada produjo las crisis por superproducción y por déficit, consecuencias de la desorganización de la producción atribuida al liberalismo económico. Porque no debemos olvidar que no atribuye al Estado otra misión que la de proteger las libertades, a fin de favorecer la máxima expansión individual. Y vimos cómo solo se hizo posible el enorme enriquecimiento injusto de unos pocos a expensas de los más y cómo los conflictos entre los pocos patrones y más obreros se agravaron despertando un odio profundo que sirvió de incentivo a la lucha de clases y al propósito de destrucción del edificio social. No se manifestaron las armonías sociales".70

            Por otro lado, el periódico criticaba fuertemente al Gobierno "el descuido de nuestro litigio de fronteras con Bolivia",71 sumándose a la intensa presión interna que el descontento popular descargaba sobre la conducción nacional respecto a esta sensible cuestión.

 

            LA LIGA NACIONAL INDEPENDIENTE

 

            Inició sus planteos en 1925, con la publicación del diario La Nación. Lo dirigían Juan Stefanich y Adriano Irala. Su tono era de cátedra, no de combate. Su elevada prédica y su crítica contrastaban con la falta de definiciones del Gobierno sobre los candentes problemas que gravitaban sobre la vida nacional. Apuntaban a debilitar y desprestigiar al liberalismo gobernante. Alentaban, decían, metas nacionales, por encima de los intereses y antagonismos de los partidos. No pretendían cambiar el orden institucional sino perfeccionarlo. Eran explícitamente antiliberales, ya que auspiciaban la intervención del Estado para resolver diversos problemas sociales y lograr una mayor justicia distributiva, aun cuando no cuestionaron directamente, como los corporativistas, la doctrina liberal y el sistema democrático de Gobierno. No eran revolucionarios. No tenían fórmulas alternativas al orden institucional sino propuestas que podían ser ejecutadas dentro del orden vigente. Se autocalificaban como avanzadas de un liberalismo social, de esencia reformista. Su mayor caudal era la reconocida jerarquía intelectual de sus integrantes. Buscaban, tácitamente, la formación de un gobierno de los mejores, por la vía del acuerdo y no de la competencia electoral. Su objetivo era elevar al Gobierno a las figuras intelectuales de mayor relieve, al margen de sus identificaciones partidarias. La aspiración era el gobierno de los mejores, el gobierno de la inteligencia, sin el cedazo o la criba del proceso electoral. Su bandera era la unidad nacional.

            Con estos ideales y motivaciones, unas 70 personalidades del círculo profesional e intelectual de la capital fundaron el 14 de mayo de 1928, sobre la base del grupo que venía publicando el diario La Nación, la Liga Nacional Independiente. Tenía por finalidad "desarrollar una labor sistemática y progresiva por el desarrollo creciente del bienestar, la cultura y el progreso de la nación paraguaya, por el triunfo definitivo de los más elevados principios de Libertad, de Derecho y de Justicia, por la unión y concordia de todos los paraguayos, por la paz, por el orden y por la tranquilidad y la seguridad de todos los hombres que habitan el suelo patrio".72 Del manifiesto fundacional, presentamos seguidamente algunas de las propuestas más relevantes en lo referente a política y planteos económicos. Declaraba como "finalidades inmediatas" de la LIGA:

            "1. La formación de un ideal de cultura y de grandeza nación al que imprima un rumbo cierto al esfuerzo de los ciudadanos, de las minorías directoras y de los gobiernos y asegurar en el porvenir una posición destacada a la nación paraguaya en el concierto de los pueblos civilizados. (...)

            "5. La defensa indeclinable y enérgica de la soberanía nacional y de la integridad territorial, sin consentir menoscabos de ninguna clase en el patrimonio moral o material de la nación. (...)

            "9. La Justicia Social, estableciendo condiciones y seguridades de existencia y de trabajo equitativas y humanitarias para el desarrollo y bienestar físico, moral, intelectual de los asalariados.

            "10. Intervención legal del Estado en los yerbales, obrajes y grandes empresas, con el fin de introducir condiciones cada vez más equitativas y humanitarias de enganche y trabajo en los mismos.

            "11. La protección y defensa de la campaña, como la fuente más poderosa de la potencia económica, política y militar de la nación, proclamando los derechos del campesino y reivindicando su dignidad de hombre y de ciudadano con potestad de vivir respetado en su hogar y en su tierra, a ser amparado contra las injusticias, protegido contra las explotaciones y asistido en sus justas demandas y necesidades. (...)

            "15. Eficiencia económica nacional, estudio técnico y explotación científica de todas las fuentes de la riqueza nacional del suelo y del subsuelo, movilización de todas las fuerzas y capacidades productivas de la nación, suscitando y estimulando el trabajo en todos los órdenes y en todas las esferas, haciéndolo cada vez más inteligente con la formación de generaciones técnicamente aptas, con el designio de convertir la república en un vasto taller de alta producción y de superior competencia. (...)

            "20. Organización técnica y científica del orden financiero y del saneamiento administrativo del Estado. (...)

            "22. Adopción de una política y de un vasto plan de repatriación, población y colonización con el designio de elevar en el más breve tiempo y en grado sensible la capacidad y la potencia nacional. (...)

            "24. Amplia y decisiva política de obras públicas, de vialidad y de transporte económico, con la formulación de planes técnicos y científicos de conjunto, de realización sistemática y progresiva".

            Al margen de las diferencias de sus planteos, ambos movimientos tenían una característica común. Eran movimientos de minorías ilustradas, de élites intelectuales que buscaban ser llamadas al Gobierno y realizar desde allí sus ideas y propuestas. Tenían ambos una clara posición antipartidos tradicionales. Proponían soluciones basadas en fórmulas que denominaban de alcance nacional y que según sus planteos estaban por encima de los intereses de grupos y de los partidos. No buscaban la lidia electoral. Predicaban pero no hacían proselitismo; sus miras apuntaban exclusivamente hacia el Gobierno. No se constituyeron, en consecuencia, en partidos políticos ni realizaron trabajos de organización de estructuras de bases ni en la capital y ni en el interior del país. Gravitaban con sus planteos pero no se proyectaron a la vida ciudadana con una estructura que le diera perennidad. Tuvieron por ello una presencia política efímera. Se constituyeron en núcleos de personalidades dispuestas a prestar apoyo a grupos triunfantes, que necesitaren del concurso de la inteligencia para gobernar. El grupo de Stefanich entró más tarde a integrar el gobierno revolucionario del Coronel Franco. Pedretti y Andrada fueron, luego, los puntales de la dictadura militar del General Morínigo, gobiernos ambos de fuerte orientación antiliberal y antidemocrática.

 

            EL PARTIDO COMUNISTA

 

            En un segundo intento de constitución llevado a cabo en 1929, el Partido Comunista logró constituirse en una gravitante fuerza desestabilizadora. Su primera tentativa, de marzo de 1924, no tuvo mayor trascendencia. Fue una iniciativa de dirigentes obreros con propósitos exclusivamente gremiales. Se constituyó entonces la "Sección Paraguaya de la Internacional Comunista", que buscó integrar y dirigir los distintos movimientos obreros del país. Lanzó a la circulación el primer periódico marxista del Paraguay, el Bandera Roja. A pesar de estos empeños, su proyección se vio minimizada por la resistencia y oposición del entonces activo grupo anarcosindicalista, la limitación de sus medios y la reducida esfera de su campo de acción.

            El anarquismo coincidía con el comunismo en su odio contra el Estado y la propiedad privada, así como en la necesidad de la organización de un movimiento dirigido a su destrucción. El Estado era la gran máquina de la opresión humana y su eliminación una necesidad fundamental. Pero tenían una discrepancia en cuanto a los objetivos. Para los anarquistas la organización ideal de la sociedad era la comunidad libre, sin propiedad privada, basada en la cooperación y la ayuda mutua. El Estado debía ser eliminado. Los comunistas, en cambio, buscaban la sustitución del Estado burgués por el Estado representativo del proletariado, que asumiría el poder para realizar el nuevo orden social, el comunismo. Esta divergencia, sumada a la resistencia anarcosindicalista a la dirigencia de intelectuales sin extracción o militancia laboral, hizo imposible el entendimiento de esas dos corrientes.

            En un segundo intento de constitución, en mayo de 1929, las metas de sus propiciadores fueron más ambiciosas, sus medios y recursos más amplios y sus resultados considerablemente mayores. Buscó el comunismo el ámbito nacional y no la limitada esfera sindical. Alentó la alianza de intelectuales, artistas, obreros y estudiantes y no la estructura exclusivamente gremial. La participación en su conducción de Oscar Creydt y Obdulio Barthe, miembros ambos de acaudaladas familias del país, le dio la holgura necesaria para el financiamiento de sus emprendimientos. Su planteamiento fue radical y revolucionario. No se limitó al reclamo de conquistas laborales sino que su gran objetivo fue el cambio del orden institucional del país. Proclamó la bancarrota del liberalismo y el advenimiento de un nuevo orden. Del extenso manifiesto constitutivo extractamos los siguientes párrafos ilustrativos de sus planteos y del encendido tono de su mensaje.

            "El sistema institucional de nuestro país se halla comprendido en un tren de bancarrota. La Constitución Nacional cae en un descrédito cada vez mayor. Ya no gobiernan el Parlamento ni el Presidente ni el juez: gobiernan los directores de los partidos políticos y frente a ellos, los tres departamentos del Estado no son sino dependencias auxiliares. La democracia ha muerto para siempre en el Paraguay".73

            "Urge un proceso de reconstrucción de la economía nacional. Ya no satisfacen enmiendas. Las exigencias de la crisis actual van hacia una reforma substancial y radical. "74

            "La unidad nacional jamás podrá llegar a ser un hecho mientras continúen en vigencia los principios de organización política y económica que informan la legalidad del viejo orden social. El Gobierno de un pueblo, solo podrá con derecho llamarse nacional cuando sea el mismo pueblo el que se gobierne. Y esto se logrará cuándo la nación se levante en masa contra oligarquías y partidos, contra políticos y explotadores, reclamando la restitución de su soberanía política, la reintegración de su haber económico".75

            El nuevo orden institucional sería totalmente diferente. La propiedad privada sería sustituida por la propiedad colectiva y el Gobierno por un Consejo representativo de sindicatos y federaciones laborales.

            "Bases para una reorganización económica, solo el socialismo puede suministrarnos. El principio de la socialización de la riqueza, norma orientadora de nuestro ideario nacional, parte de una revalorización y rectificación de la idea del progreso. Nosotros sostenemos que el progreso de una nación no debe medirse por el lujo vano que gastan las minorías acaparadoras de los medios de producción, por la opulencia creciente de la clase explotadora, sino más bien por el bienestar material y el adelanto cultural de la parte más numerosa de la sociedad, cual es la clase productora. Por eso cuando la élite social prospera a expensa de la masa popular que sufre, afirmamos que no hay progreso: hay retroceso."76

            "El régimen individualista y egoísta de la actualidad será remplazado por un sistema de cooperación y solidaridad. En lugar de ser uno solo el dueño de la tierra o de la fábrica, lo serán todos los que trabajen por hacerla producir; en vez de competir cada establecimiento agrícola o industrial con sus iguales, cada cual elaborará la cantidad y calidad de productos que le fueran asignadas, de acuerdo a las necesidades de la colectividad y a una conveniente distribución del trabajo entre todos los hombres que se empleen en un mismo ramo de la producción".77

            "El régimen de producción agrícola y fabril en gran escala a base de cooperativas, sindicatos y federaciones, en las que no habrá distinción entre trabajadores, intelectuales, gerentes, contadores, etc. y obreros manuales; el cultivo de la tierra y la explotación de los montes, yacimientos y de los otros medios de producción a base de concesiones temporarias otorgadas por la comunidad a título de usufructo o enfiteusis, intransferibles por herencia; la coordinación y consecuentemente reglamentación de las labores de producción de cada establecimiento, comunidad o región, de acuerdo a las necesidades de la nación y según los modernísimos postulados de la "racionalización de la economía"; la reserva de una parte del monto total de la producción a favor de la colectividad con destino a ser empleada en obras de utilidad común y en el sostenimiento de los hombres inhabilitados para el trabajo, ancianos, mujeres encintas, niños inválidos y desocupados; la obligatoriedad del trabajo y por supresión de la renta lograda sin trabajo, como la del préstamo a interés; tales son los principios orientadores de nuestro programa de socialización".78

            De acuerdo con el Programa Revolucionario del nuevo movimiento, la organización de la economía nacional, en sus diversas esferas, se efectuaría sobre las bases siguientes:

            "1) Socialización, nacionalización o fiscalización de todos los medios de producción, entendiéndose por tales la tierra y sus productos permanentes, el subsuelo y sus productos, los establecimientos industriales, con todas sus instalaciones.

            "2) Distribución de estos medios de producción, a título de enfiteusis, concesión o usufructo temporario, sea a trabajadores individuales, sea a cooperativas o sociedades agrícolas e industriales, tanto nacionales como extranjeras, de acuerdo con su respectiva capacidad de producción, interdicción de toda transacción entre vives o disposición de última voluntad sobre dichos bienes.

            "3) Racionalización máxima de todas las actividades pertenecientes a este ramo de la administración pública, a saber, producción, intercambio comercial, transportes y consumo, de acuerdo con las modernas teorías de la "racionalización de la economía". (...)

            "4) Limitación prudencial de las fortunas privadas; restricción máxima del régimen hereditario; prohibición de toda operación comercial desprovista de finalidad social, que tenga por objeto la consecución de una renta sin trabajo.

            "5) Cumplimiento de las demandas éticas del socialismo en la producción, distribución y consumo de la riqueza. Condiciones de la producción: Obligatoriedad del trabajo, jornada máxima de 8 horas, descanso dominical, vacaciones anuales, salubridad de las condiciones de trabajo, graduación de las remuneraciones en proporción al esfuerzo personal, equiparando el trabajo intelectual al manual, prohibición del trabajo de los niños y mujeres encintas, restricción del trabajo de los jóvenes y de las mujeres en general, derecho a la suspensión del trabajo de comprobarse designios explotadores de parte de los dirigentes intelectuales de la producción. etc. etc. Normas de distribución y consumo: Satisfacción de un standard de vida mínimo en favor de cada obrero, proporcional a sus propias necesidades y a las de su familia, incluyendo sus necesidades de orden espiritual y moral; reserva, a título de contribución, de una parte de la producción total, destinada a la subvención de ciertas necesidades de carácter moral, como el socorro a los indígenas por desocupación forzosa, paro o huelga, invalidez, enfermedad, orfandad, ancianidad, etc. etc.".79

            Para el logro de esos objetivos, debía organizarse y promoverse la violencia amparada en el mito de la huelga general. El enfrentamiento de clases y no la vía electoral era el camino buscado. Mas la lucha que debía realizar el proletariado no provendría espontáneamente de las masas anónimas y uniformes de obreros y trabajadores, sino que estaría dirigida por líderes intelectuales, intérpretes de las inquietudes populares. La clase trabajadora y la juventud estudiosa serían sus fuerzas principales. La violencia desatada polarizaría los intereses económicos, fortalecería a las clases populares y aseguraría el triunfo de la revolución. Decía el manifiesto fundacional:

            "Nuestro movimiento no persigue como objetivo el triunfo de algún partido nuevo, aunque fuese de carácter reformista, sobre los viejos partidos políticos, sino la suplantación o sustitución de estos por los sindicatos profesionales y los consejos comunales que constituyen la verdadera representación de la voluntad popular. De ahí que tanto la acción revolucionaria como la obra reconstructiva deben ser ejecutadas por el pueblo mismo, organizado en aquel sistema de consejos, sindicatos y federaciones.80

            "Para esta lucha llamamos al pueblo a la calle y abrimos, en las plazas y bocacalles, la escuela de la revolución. Queremos hacer revivir en la conciencia de la nacionalidad el espíritu inmortal del año 1811. Batallamos por la tercera, por la última emancipación del pueblo paraguayo".81

            Con relación al tema de la defensa nacional, el movimiento se declaró en contra de la defensa armada del Chaco y en favor de un arbitraje de derecho confiado a gobiernos latinoamericanos. Este pronunciamiento obedecía a los postulados de Marx y Lenin de que la clase trabajadora carecía de patria. El Estado no era sino un mero instrumento de la clase capitalista que la explotaba y oprimía. "Los socialistas, se repetía siguiendo a Zinowiew, deben predicar a las masas que no hay salvación para ellos si no se derriba el propio gobierno, aprovechándose precisamente, para este fin, de las dificultades suscitadas por la guerra". "Ejemplo digno de imitar es el de los comunistas parisienses, atacando por la espalda a su gobierno en el momento más aflictivo para la nación".

            El mismo Lenin, en su folleto titulado "El Socialismo y la Guerra", explicó detalladamente el papel de los comunistas en una guerra capitalista. Para crear "una situación objetivamente revolucionaria" debía transformarse la guerra imperialista en una guerra civil sin fronteras y aprovechar de ella para desarrollar la revolución comunista en el país".

            Con ese criterio, los dirigentes del naciente comunismo paraguayo consideraban que no le debían ninguna lealtad al Estado y a la Nación y no encontraban razones para servir de carne de cañón en una posible conflagración. Esta decisión le restó simpatías y solidaridad en la gran mayoría de la ciudadanía, que en esos momentos buscaba una posición más decidida y firme del Gobierno en defensa de la integridad territorial del país.

            Es que las teorías de Marx no atendían la realidad nacional. Al igual que todas las teorías económicas, la del socialismo no fue sino una generalización de la problemática del medio en que fue formulada, en su caso, la de Inglaterra de la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII y no respondía a las necesidades efectivas del país. El Paraguay era un país eminentemente agrícola, necesitado de capitales y de inversiones para su desarrollo. La agricultura era la mayor fuente de ocupación e ingresos de la población. La ocupación industrial era mínima. En su conjunto, la estructura productiva del país era insuficiente para ofrecer ocupación remunerada a toda la población en edad de trabajar. Aun operando a plena capacidad, un sector demasiado importante de la población quedaba forzosamente desempleado. Y el gran factor limitante era la falta de capitales. La necesidad imperativa era entonces la afluencia y la generación de capitales nuevos que pudieran ser invertidos en la expansión de la capacidad productiva del país y no la socialización propuesta, que inevitablemente iba a provocar la fuga de recursos e impedir la afluencia de nuevos capitales extranjeros.

            El sector industrial del país era reducido y primario. Excluyendo los pocos enclaves productores de bienes de exportación, estaba integrado en su casi totalidad por pequeñas explotaciones cuasi artesanales, cuya reducida producción proveía solo a un menguado mercado vecinal. La población asalariada era entonces mínima. No pasaba del 7% de la población ocupada. Y los denominados patrones estaban lejos de ser representantes de una clase capitalista. Eran apenas maestros artesanos, de limitados recursos, que dirigían pequeños talleres familiares, de escaso desarrollo tecnológico, que competían en el abastecimiento del reducido mercado interno con otros planteles similares y con una importación privilegiada y más rentable. La clase adinerada era la del comercio mayorista de importación y exportación y no la industrial.

            Por otra parte, la aspiración fundamental de la población agrícola, que constituía la gran mayoría de la población del país, era su acceso a la propiedad de la tierra que trabajaba y no la socialización de los bienes de producción que patrocinaba el combativo y dogmático movimiento naciente. El país tenía todavía un tramo demasiado largo que recorrer para llegar a la estructura industrial en la que, de acuerdo con la tesis socialista, se polarizaban los intereses antagónicos de las clases capitalistas y asalariadas y debía venir la revolución socializadora. El planteo marxista no atendía así a otra de las aspiraciones más intensas de la mayoría de la población paraguaya. Por el contrario, de acuerdo con los postulados marxistas, en el naciente movimiento comunista no había espacio para el campesino que trabajaba la tierra. Los intereses obreros, según sus principios fundamentales, reñían con las aspiraciones campesinas.

            "En nuestro partido, dijo Engels en su estudio de la cuestión campesina, no hay lugar para el campesino que quiere que le eternicemos su propiedad parcelaria.

            "Un partido obrero tiene que defender en primer término los intereses de los obreros asalariados. Le está vedado, por consiguiente, hacer a los campesinos promesas que lleven consigo la persistencia de la esclavitud asalariada del obrero.

            "No podemos ganar a la masa de pequeños campesinos prometiéndole cosas que nosotros mismos sabemos que no hemos de poder cumplir: proteger su propiedad, liberarles de las cargas que los oprimen, convertir al arrendatario en propietario y pagar sus deudas.

            "No podemos prestar, no ya al Partido, sino también a los mismos campesinos, peor servicio que el de hacerles promesas que despierten en ellos aunque solo sea la apariencia de que nos proponemos mantener de modo permanente la propiedad parcelaria.

            "Nuestra misión respecto a los pequeños campesinos consistirá en encauzar su producción individual y su propiedad privada hacia un régimen cooperativo. Solo podremos conservarles la propiedad de su casa y de sus tierras convirtiéndolas en propiedad y explotación colectiva. Ni ahora ni nunca podremos prometer a los campesinos la conservación de la propiedad individual y de la explotación individual de la tierra.

            "Es deber de nuestro Partido hacer ver constantemente y sin cesar a los campesinos que su situación es absolutamente desesperada mientras domine el capitalismo; hacerles ver la absoluta imposibilidad de mantener su propiedad parcelaria como tal, la absoluta certeza de que la gran producción capitalista pasará por encima de su impotente y anticuada pequeña explotación como un tren por encima de un carrito de mano. Lo único que podemos hacer es recomendar la reunión de las fincas en haciendas cooperativas, en las que se pueda ir descartando cada vez más la explotación del trabajo asalariado, para convertirlas poco a poco en ramas iguales en derecho y en deberes de la gran cooperativa nacional de producción".82

            Y estos principios fueron recogidos fielmente en el Nuevo Ideario Nacional. Con ello, se descartó de partida toda consideración y apoyo a las aspiraciones campesinas del acceso a la propiedad de la tierra que trabajaban.

            En cuanto a la cuestión del pasado histórico, Oscar Creydt había pronunciado poco antes una conferencia denunciando los atropellos y abusos de Francisco Solano López antes y durante la guerra, su responsabilidad en la provocación el conflicto y en la prolongación injustificada del mismo, para fundamentar con esos cargos la acusación final que le hizo de Traidor a la Patria.83

            No obstante la incidencia negativa de estos planteos, el pronunciamiento socialista tuvo un impacto considerable en la vida nacional. Criticaba las injusticias del orden vigente y planteaba reivindicaciones sociales y políticas que tuvieron resonancia innegable en un momento en que el descontento y las necesidades dominaban el panorama nacional. El socialismo, lo destacó reiteradamente Benítez, gravitó en la democracia contemporánea, "si no por la rigidez de sus soluciones, por la veracidad de los problemas que ha planteado y las preocupaciones que ha logrado despertar".84 La dirigencia liberal del país no tuvo capacidad de respuesta a sus planteos radicales y solo atinó a la represión violenta para acallar y reducir a sus dirigentes y voceros principales. Un primer acto público, organizado el 17 de mayo de ese año por el nuevo Consejo de Obreros y Estudiantes, fue disuelto a sablazos. La represión, fue brutal y sin miramientos de ninguna clase. El local de la Universidad Nacional, donde buscaron refugio numerosos estudiantes acosados, fue atropellado por la Policía montada. Los oradores y organizadores del acto fueron todos apresados y recluidos en la cárcel pública. La Policía ignoró sistemáticamente todos los autos de Habeas Corpus emitidos por la Corte Suprema de Justicia en favor de los detenidos. Se inició en el país un período de represiones violentas y arbitrarias en las que participaban la Policía y el Ejército, invocando un patriótico anticomunismo. El Gobierno alegaba que:

            "...admitir que organizaciones revolucionarias venidas del extranjero, que nada tienen que ver con las tradiciones y la ideología de nuestro pueblo, sigan prosperando al amparo y al favor de nuestras libertades, hubiera representado una abjuración de nuestro solemne compromiso de observar la Constitución y de hacerla respetar como suprema norma reguladora de la vida nacional".85

            A pesar de esa violenta represión, las huelgas proliferaron en todo el país con la incitación reiterada del nuevo Consejo Mixto de Obreros y Estudiantes. El ambiente de descontento social le era propicio. Extractamos del relatorio de Francisco Gaona, un, dirigente sindical de la época, las siguientes referencias de la agitación laboral de entonces:86

            "Las principales huelgas del año 1929 fueron las de los obreros y empleados ferroviarios, la del personal de las obras de Puerto Nuevo, la de los obreros de los frigoríficos y la de los trabajadores de los ingenios de azúcar de Villarrica, Iturbe y Benjamín Aceval.

            "Los obreros y empleados del Puerto Nuevo presentaron sus reclamos el 3 de junio de 1929. Exigían el cese de los injustificados despidos de personal, la estabilización del salario de $ 6 y el reconocimiento del sindicato. La empresa subcontratista contestó despidiendo aun más personal y negándose rotundamente a reconocer el sindicato; e incluso manifestó que contaba con el respaldo del gobierno de Guggiari. En efecto, el personal huelguista fue desbaratado y perseguido. Como consecuencia se implantó en el puerto el llamado régimen de trabajo libre.

            "En la huelga del frigorífico de Zeballos Cué, propiedad de la Líebigs, el personal organizado concretó su petitorio en tres puntos: aumento de salarios, garantía en el trabajo y reconocimiento del sindicato. La huelga tuvo alternativas sangrientas. Dos jefes departamentales del frigorífico fueron baleados; uno, el de la sección grasería, fue muerto por un obrero del establecimiento. Por último, la compañía tuvo que firmar un convenio con los obreros en huelga, pero jamás lo cumplió. El personal, en cambio, fue perseguido con saña. Es de pensar que todo fue posible porque el mismo Presidente de la República era el abogado de la compañía.

            "Igual resultado tuvo la heroica lucha de los obreros del frigorífico de San Antonio.

            "La lucha de los trabajadores de los ingenios de azúcar sufrió también el azote de la violencia gubernamental. La huelga del personal azucarero de Villarrica fue aplastada; las de Iturbe y Benjamín Aceval, en cambio, lograron un pasajero y relativo éxito.

            "Los obreros y empleados ferroviarios, después de largas y pacientes tratativas, concretaron un acuerdo en virtud del cual lograron la implantación de un convenio colectivo de trabajo, con escalafón y aumentos de sueldos.

            "Las dos centrales obreras, el Centro Obrero Regional y la Unión Obrera del Paraguay, tuvieron papel preponderante en la preparación y dirección de estos movimientos huelguísticos y sufrieron en consecuencia los efectos de la represión".

            En un marco económico y social extremadamente tenso, estas eran las cuatro fuerzas organizadas que pugnaban contra el liberalismo paraguayo. Pero la presión del revisionismo ideológico iba más allá de los planteos opositores. La crítica también había proliferado intensamente en las filas del propio Partido Liberal, como veremos en el capítulo que sigue.

 

 

NOTAS

 

1Benítez, J.P. El Solar Guaraní. Ed. Nizza. 1959. p. 66.

2Gregorio Benítez, uno de los fundadores de la ANR, destacó su raigambre nacionalista en los términos siguientes: "El Partido Nacional Republicano se fundó pocos años después de la catástrofe nacional del año 1870, Sus principales elementos constituyentes se componían en su mayor parte de gloriosas reliquias de aquella falange de titanes que batallaran con abnegación y heroísmo legendarios durante un lustro contra las huestes invasoras de tres naciones coaligadas, y en defensa de la sagrada herencia que nuestros padres nos han legado, la independencia soberana de la nacionalidad paraguaya y la integridad territorial de la República". Carta a los correligionarios. La Patria. Mayo 25 de 1906.

3Centurión, Carlos R. Historia de las Letras Paraguayas. T. II. 1948. p. 18.

4La Razón. Nuestro progreso. Marzo 2 de 1880.

5Circular suscrita por el Gral. Bernardino Caballero y Dn. Juan G. González. La Nación. Setiembre 7 de 1887.

6Manifiesto de la Asociación Nacional Republicana. 11 de setiembre de 1887.

7Mensaje del Presidente de la República. 1881. pp. 5 y 6.

8Báez, Cecilio. Resumen del Curso de Finanzas. 1905.

9González, J. Natalicio. Moreno y sus Ideas Económicas. Guarania.1936. No. 28. p.25.

10Garay, Blas. El Factor Económico en Nuestra Política. La Prensa. No. 481. Julio 4 de 1899.

11Mensaje al H. Congreso Legislativo. Mayo 3 de 1903. Memoria de la Cámara de Comercio de la Asunción. pp. 60 y sig.

12Ver nuestro libro Historia Económica del Paraguay. T.1.1989. pp. 257 y siguientes.

13Decreto del P.E. del 7 de octubre de 1903.

14Sosa, Antonio. Reunión en Palacio. El Tiempo. Febrero 22 de 1911.

15Sosa, Antonio. A la Obra. El Tiempo. Abril 12 de 1911.

16La Convención del Partido Nacional Republicano. La Unión. Diciembre 16 de 1930.

17La Unión. Marzo 21 de 1921. p. 1.

18La Unión. Abril 14 de 1931. p. 1.

19La Unión. Abril 14 de 1931.

20Moreno, F.R. La Cuestión Monetaria. 1902. p. 5.

21Caballero, Bernardino. Mensaje del Presidente Provisorio al abrir las Sesiones del Congreso de la Nación. 1882. p. 4.

22El Abandono de la Campaña. La Prensa. No. 504. 31 de julio de 1899.

23Asociación Nacional Republicana. El Tiempo. 24 de diciembre de 1910.

24Mallorquín, Juan León. Reivindicación de 260 leguas de tierras situadas en el Alto Paraná. Imp. Militar. 1950.

25La Unión. Junio 2, 1931. Parlamentarias. El Senador Sosa anuncia la presentación de un proyecto que encara la solución del problema de la tierra.

26El Problema de la tierra. La Unión. Julio 4 de 1931.

27Gaona, Francisco. Introducción a la Historia Gremial y Social del Paraguay. T.I. 1967.p.54.

28Ibíd. pp. 55, 56 y 57.

29Este decreto establecía que todo peón conchavado para el trabajo de cualquier industria establecida en el país, no podía abandonar sus faenas sin el consentimiento escrito del dueño del establecimiento. El peón que abandonara su trabajo sin cumplir este requisito, debía ser conducido preso al establecimiento si así lo pidiera el patrón, cargándosele en cuenta los gastos de remisión y demás que por tal estado origine.

30González, Natalicio. El Estado Servidor del Hombre Libre. p. 99.

31Plataforma Política del Sr. Ricardo Brugada (h). El Tiempo. Enero 4 de 1911

32T. Silvera. El socialismo dentro del credo republicano. Patria. 3 de mayo de 1914.

33T. Silvera. El Obrero y el Socialismo Científico. Patria. 6 de mayo de 1918.

34Chaves, Juan R. La Huelga de Villarrica. Tribunal Arbitral para los conflictos obreros. El Diario. Agosto 2 de 1928.

35La industria como factor del progreso. Patria. 11 de enero de 1918.

36La Industria Nacional. La Opinión.

37La Patria. Junio 5, 8, 11 y 13 de 1901.

38Asociación N. Republicana. El Tiempo. Diciembre 24 de 1910.

39A los ciudadanos del 9º distrito. El Tiempo. Enero 11 de 1911.

40T. Silvera. Proyecto de Ley sobre los Derechos Civiles y Políticos de la Mujer. Patria. Junio 3 de 1919.

41Del Consejo Nacional de Mujeres del Uruguay al doctor Telémaco Silvera. La Opinión. Julio 10 de 1919.

42Garcete, G. Antoliano. Algunas modalidades de los Partidos Políticos. 1921 p. 53.

43La Opinión. Reforma Electoral. Marzo 8 de 1928.

44El Diario. Ampliación de los derechos civiles de la mujer. Agosto 29 de 1931.

45Repoblación forestal: Un gran problema climático y económico. Patria. 30 de abril de 1918.

46Un proyecto del Dr. Pane. La repoblación forestal. Patria. Julio 24 de 1920.

47O'Leary, Juan E. Cerro Corá. El Libro de los Héroes. Edición Especial. 1970. p. 311. 48 Garcete, G. Antoliano y González, J. Natalicio. Declaraciones de Principios del Partido Nacional Republicano. Mayo 12 de 1921.

49La Guerra contra el Paraguay. La Patria. Mayo 23 de 1905.

50Benítez, Gregorio. Anales Diplomático y Militar de la Guerra del Paraguay. 1910. p 9.

51O'Leary, Juan E. El Cretinismo del doctor Cecilio Báez. 1902. Serie de artículos polémicos publicados en Patria y La Tarde desde el 17 de octubre de 1902 al 3 de diciembre de 1903.

52González, J. Natalicio. Solano López y otros ensayos. Edición de homenaje. 1991. p. 34. Reedición del original de 1926.

53Franco, Rafael. Campo Vía y Strongest. 1967. p. S.

54Opinamos y seguiremos opinando. La Opinión. Marzo 6 de 1929.

55Los puntos negros del Libro Blanco. La Opinión. No. 322. 11 de marzo de 1929 y siguientes.

56El Paraguayo. No. 717. Agosto 7 de 1888.

57Mensaje del Presidente de la República. 1885. p. 4.

58González. J. Natalicio. El Estado Servidor del Hombre Libre. Ed. Guarania. 1960. p. 142.

59Liberalidades a la Prensa. La Patria. Junio 27 de 1908.

60Libertad Electoral. El Tiempo. 27 de marzo de 1911.

61González, Natalicio. Ob. cit. p. 142.

62Escurra, Gaona, Báez, Ferreira, González Navero, Gondra, Jara, Rojas, Triunviros de 1912 (Aponte, Caballero Codas, Usher), Rojas, Peña, González Navero, Schaerer, Franco, Montero, Gondra, Eusebio Ayala; Eligio Ayala, Riart, Eligio Ayala.

63Bajo el imperio liberal. La Unión. Julio 31 de 1931. p. 1.

64Cardozo, Efraím. 23 de octubre. Una página de historia contemporánea del Paraguay. pp. 102 y 106.

65Paraguayos y Gubernistas. La Unión. Junio 10, 1931. p. l.

66Un peligro real. El comunismo en el país. El Progreso. 21 de abril de 1928.

67Nuestra perpetúa anarquía. El César Policéfalo. El Progreso. 19 de mayo de 1928.

68Nuestra perpetúa anarquía. Una de las causas es la democracia inorgánica. El Progreso. 28 de abril de 1928.

69Ibíd.p. 1.

70C.A. Pedretti. ob. cit.

71El Progreso. Agosto 18 de 1928.

73Oscar A. Creydt y otros. El nuevo ideario nacional. Manifiesto a los trabajadores y hombres jóvenes de todos los partidos. Asunción. 1929. p. 27. Colección Gondra. Universidad de Texas.

72Liga Nacional Independiente. Acta de Fundación. La Nación. 31 de mayo de 1928.

74Ibíd. p. 43.

75Ibíd. pp. 61 y 62.

76Ibíd. p. 43.

77Ibíd. p. 45.

78Ibíd. p. 46.

79Ibíd. pp. 55 y 56.

80Ibíd. p. 60.

81Nuestro Nacionalismo. Manifiesto al Pueblo Paraguayo. Oscar A. Creydt y otros. 14 de mayo de 1929. Colección Gondra. Universidad de Texas.

82Engels, Federico. La Cuestión Campesina. Ed. Tesis. pp. 35, 36, 38, 40 y 42.

83Creydt, Oscar. El proceso de Solano López. 24 Acusaciones.

84Benítez, Justo P. Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. 1988. p. 155.

85Guggiari, José P. Mensaje al Congreso Nacional. 1º de abril de 1930. Estado General de la Nación durante los Gobiernos Liberales. Archivo del Liberalismo. Vol. III. p. 914.

66F. Gaona. Introducción a la Historia Gremial y Social del Paraguay. T. II. pp. 111 y sig.

 

 

 

V. LA DESINTEGRACIÓN DEL LIBERALISMO PARAGUAYO

 

            LAS ESCISIONES INTERNAS

 

            El propio Partido Liberal no escapó al fermento de los nuevos enfoques y a la presión de la crisis social y política del momento. Con la gravitación de un revisionismo interno, la división bullía en su seno y disgregaba sus fuerzas. Las críticas y las disidencias provenían de dos vertientes. Por un lado, por divergencias de liderazgo, estaba el Schaerismo, un poderoso grupo que controlaba dos importantes diarios, "La Tribuna" y "El Orden", y ejercía una crítica permanente al Gobierno y al partido. Por el otro, en el propio seno del sector oficialista se propagó la hidra del revisionismo ideológico, con un fuerte cuestionamiento a los principios liberales que sustentaban su existencia.

 

            EL SCHAERISMO

 

            El sector que lideraba don Eduardo Schaerer, denominado Partido Liberal Unificado, no participaba en el gobierno. No renegaba de los principios liberales ni había tomado banderas en el debate del pasado histórico. En cambio, era un crítico violento de la indefensión del Chaco y de la situación económica y social del país. En su edición del 11 de agosto de 1928, el diario La Tribuna publicó un crítico balance de la gestión gubernamental de Eligio Ayala, cuyo mandato fenecía. Extractamos de él los párrafos siguientes:

            "Cuatro años ha presidido el doctor Eligio Ayala el gobierno de la nación. Un balance sintético de lo que ha significado en los múltiples aspectos de su desenvolvimiento el período de gobierno transcurrido, permite constatar que, al descender el Primer Magistrado de su alto cargo, quedan sin solución como cuando asumió la presidencia todos los problemas fundamentales relacionados con la vida integral de la república.

            "La cuestión limítrofe: Durante los cuatro años transcurridos, Bolivia ha realizado avances dentro del territorio paraguayo del Chaco en proporción considerable, con violación del "statu quo", aproximándose al río Paraguay en ciertas direcciones.

            "El gobierno del doctor Ayala, se concretó a negar oficialmente tales avances. No hizo nada por detener el avance boliviano.

            "Protestó tardía, débil y confusamente, en resalva de los derechos del Paraguay, tan solo cuando el ultraje llegó al colmo y no se pudo ocultarlo después de la inmolación del teniente Rojas Silva en territorio paraguayo por las tropas del contendor limítrofe.

            "Nada eficaz ha realizado en el sentido de colocar al país en posiciones de hacer respetar la integridad de su soberanía atropellada en el terreno de los hechos. Hasta el momento, todo es promesa, engaño, ocultación sistemática.

            Política interna: Una ley electoral inconstitucional y agraviante para los prestigios de nuestra cultura democrática, que ha originado fundamentales reparos por hombres de espectabilidad de nuestro propio partido gobernante. Un régimen de sectarismo excluyente que pone todos los resortes del poder público y las tareas administrativas, así como la alta dirección de la política interna y externa en manos exclusivas de los componentes de la minoría partidaria adueñada de los destinos del país.

            "Política económica: No se ha impulsado el desarrollo de la producción económica con una sola medida de gobierno. La agricultura rinde lo que hace cuatro años; la ganadería en situación crítica. No se ha organizado el crédito agropecuario. La producción ha sido arrastrada al borde de la bancarrota.

            "No se ha construido ninguna vía carretera. Ni un kilómetro de vía férrea.

            "No ha  habido el menor empeño de abrir nuevos mercados. Ni abaratar los fletes. No se ha estimulado la corriente inmigratoria. No se ha creado una institución de crédito hipotecario.

            "Los presupuestos, inflados en sus rubros de egresos, totalmente improductivos.

            "Síntesis: Los cuatro años de gobierno que presidió el doctor Eligio Ayala y que ahora finaliza, han sido en sus líneas fundamentales, desastrosos para el país, en cierto aspectos, y estériles en otros; la situación del problema de límites, gravísima para el país; la cuestión económico-financiera, de anemia progresiva, de empobrecimiento general.

            "Y todo induce a suponer que su sucesor, el doctor José P. Guggiari, no hará otra cosa que precipitar el país con acelerada marcha hacia una agravación intensa de sus problemas internos y externos".

            Al año siguiente, ante el agravamiento de la cuestión del Chaco, volvió "La Tribuna" a arreciar contra la orfandad y los desaciertos del Gobierno. Un editorial del 21 de junio de 1929 decía al respecto:

            "La camarilla gobernante, oligarquía minúscula, corrompida y anatematizada por la opinión nacional, que representa apenas el uno por ciento de la población de la república, asumirá la responsabilidad única de la desmembración territorial de la nación que proyecta en favor de Bolivia, con el repudio indignado del pueblo paraguayo en su totalidad, menos los pocos del régimen gobernante que pasarán a figurar en la categoría de ex paraguayos.

            "Todos los partidos orgánicos han resuelto por la voz de sus Magnas Asambleas Convencionales, que no consentirán la cesión de una pulgada de territorio del Chaco a Bolivia.

            "El Partido Liberal que actúa en la oposición y el Partido Nacional Republicano en sus dos sectores, así lo han declarado en forma expresa e irrevocable. La Liga Nacional Independiente ha declarado igualmente en forma categórica que el Paraguay debe mantener intangible su patrimonio territorial. Todos los centros universitarios y estudiantiles, sin una sola excepción, piensan de igual modo. Todos los Centros Culturales, el Clero Nacional.

            "En una palabra: todo el pueblo paraguayo, con la sola excepción de la camarilla gobernante despreciable y despreciada, repudia en absoluto toda solución de la cuestión de límites sobre la base de la cesión de un palmo de territorio a Bolivia".

            Paralelamente a esa confrontación radicalizada de dos sectores del partido liberal, la idea de hacer intervenir al Estado para corregir problemas sociales y económicos fue minando progresiva mente en su seno la adhesión a los principios básicos del estado gendarme y de la libertad económica de los postulados clásicos del liberalismo. Al principio fueron simples planteos intervencionistas, como los encaminados a encarar el problema de la mala distribución de la tierra, que con el patrocinio de un grupo de parlamentarios liberales culminó con la sanción de la "Ley de creación, fomento y conservación de la pequeña propiedad agropecuaria", del 15 de junio de 1926, o las iniciativas del Gobierno para regular el mercado cambiario o determinar los precios de las cosechas agrícolas, particularmente del algodón, que no contaron con la complacencia y apoyo de la vieja guardia del partido. Ya en 1921 una propuesta de la Juventud Radical sostuvo un planteamiento intervencionista, similar al de Blas Garay defines del siglo pasado. Decía la misma:

            "En los pueblos de organización incipiente como el nuestro, no tiene justificación el "laissez faire". El Estado debe concurrir con su ayuda, con su influencia, con su capital y su autoridad a solucionarlos problemas que la iniciativa privada no puede resolver, o solo puede hacerlo deficientemente. La intervención del Estado en el Paraguay no es una teoría sino una necesidad pública".1

            Con esas presiones internas, el Partido Liberal incorporó más tarde a su ideario el principio de "Llevar la intervención del Estado allí donde la iniciativa privada es nula o débil".

 

            EL MODESTISMO

 

            Entretanto, con la presión de la época, prosperaron en sus filas dos corrientes más radicalizadas. La una que, con una plataforma populista, en la que se destacaban las reivindicaciones sociales y laborales, postulaba el liderazgo del senador nacional don Modesto Guggiari, un tribuno de encendida elocuencia. Además de su fuerte crítica al tratado Ibarra-Mangabeira de octubre de 1929, la gran causa de la discrepancia era el problema social que fundamentaba la crítica al liberalismo clásico del sector gubernista. Para ellos el mercado era tal vez un método eficaz de producción económica. Quizás el mejor. Pero así como creaba la abundancia y la riqueza, también era causa de la pobreza y las desigualdades. Anselmo Jover Peralta refirió en los términos siguientes las discrepancias ideológicas que animaban a ese movimiento y que enturbiaban y convulsionaban la unidad interna del liberalismo de la época:

            "El Partido Liberal había tomado la bandera del liberalismo individualista y manchesteriano en los precisos momentos en que ella dejaba de flamear en Europa. Si la Constituyente del 70 hubiera tenido un oído más atento, no nos habría legado una ley que era ya vieja al nacer, y el problema de la reforma de la Constitución Nacional no habría sido todavía una necesidad perentoria. Era esta reforma uno de los puntos fundamentales del programa de la juventud radical.

            "El problema de la libertad sigue siendo el problema central de la democracia y, por ende, del liberalismo. Pero, a diferencia del viejo liberalismo, el neoliberalismo lo plantea en todos sus aspectos integralmente. Esta es la enseñanza de la experiencia política de un siglo. Hay un interés social en que el individuo goce de la más amplia libertad para realizar los fines de su perfeccionamiento. Hay un interés social en que un mínimum de vida civilizada sea el patrimonio del mayor número.

            "Los maestros del liberalismo clásico creyeron que para resolver el problema de la libertad y del bienestar bastaba dejar hacer; las leyes naturales se encargarían de lo demás. La experiencia demostró el error de esta ilusión: el hombre oprimía al hombre. Los opresores son pocos, los oprimidos, legión. Esto se produce dentro de la ley. No mencionamos lo que pasa al margen de ella, sí que dentro de los hábitos del actual orden social. Las ventajas de la organización política acordadas teóricamente por igual a todos, son disfrutadas por una minoría. He aquí una inmensa y amarga verdad. Para que diez sean libres y cultos, noventa se esclavizan y se embrutecen. Todo el andamiaje sociopolítico está construido para producir eso. Tremenda injusticia, contra la cual se alzó la voz de altos pensadores y de preclaros estadistas. Eso explica el carácter mesiánico que tiene a los ojos de las muchedumbres el socialismo.

            "Seguir cruzados de brazo frente a este sombrío cuadro, es declararse cómplice. El liberalismo tenía que abandonar su pasivo papel de agente de policía y recaudador de impuestos y pensar en la suerte de tantos desdichados y admitir que un hombre es tanto más libre cuanto mayor es el dominio personal que ejerce sobre sus medios de trabajo y subsistencia; y que el problema de la libertad es también un problema de liberación económica, de bienestar personal.

            "El elector, que hace el Gobierno, es en nuestro país, un ciudadano cuya posición material no le permite protegerse a sí mismo. Es una víctima de su debilidad económica. Si el liberalismo más ortodoxo reconoce hoy que el poder público debe acudir en ayuda del desgraciado y del indigente, sea hombre, sea mujer, con mayor razón está obligado a proporcionarle los medios necesarios para labrarse su bienestar y ahorrarle la humillación de recibir de la caridad social lo que la justicia le debe".2

            Ante esta disidencia programática del modestismo, el Directorio Liberal optó por la sanción y la purga de los díscolos. Modesto Guggiari y 21 de sus seguidores más inmediatos fueron primero separados y luego suspendidos en sus derechos y privilegios de miembros del partido. Con ello quedaron marginados de la contienda electoral interna que se iniciaba. Pero la crisis no quedó resuelta. Las contradicciones y los cuestionamientos se mantenían.

 

            EL NEOLIBERALISMO ESTATISTA

 

            La otra facción fue más efectiva y gravitante. No buscó el enfrentamiento ni la escisión del partido, sino que trató de rectificar rumbos desde adentro. Su principal animador e ideólogo fue Justo Pastor Benítez, un pensador de palabra y de pluma elocuente. Fue el gran promotor y animador del grupo que asumiría después la dirección del partido y la conducción del gobierno de Estigarribia.

            Asumió primero una posición nacionalista que buscó liberar al Partido Liberal del hiriente cargo de "legionario y antilopista" que los opositores le atribuían. Para el efecto, Pablo Max Insfrán propuso al Parlamento, en 1926, la derogación del decreto que declaró traidor a la patria a Francisco Solano López, que no fue aprobada.3

            Buscó, al mismo tiempo, reorientar la acción del Gobierno hacia la solución de los agudos problemas sociales que subsistían en las lejanas explotaciones forestales y yerbateras, hasta donde no llegaban la acción del Estado y la protección de la justicia. Planteó la necesidad de reglamentar el régimen de contratación y las condiciones de trabajo en los yerbales y en los obrajes para proteger al trabajador de la selva. El discurso de Benítez en el Parlamento, de junio de 1930, sobre las condiciones de trabajo en los yerbales y obrajes tuvo el tono y el contenido dramático de las denuncias de Barret de principios de siglo.

            Defendía Benítez al Partido Liberal con elocuencia y brillo. Pero al mismo tiempo criticaba al liberalismo teórico con una lógica demoledora. De sus múltiples ensayos, artículos y discursos, extractamos los párrafos siguientes en defensa de su partido:

            "El Partido Liberal nació a la vida con el propósito de bregar por el leal cumplimiento de la Carta Magna de 1870. Sus fundadores amaban la libertad y proclamaban como bandera la pureza del sufragio para que la voluntad del pueblo se manifieste libremente.4

            "En el acta de fundación del Centro Democrático del 2 de julio de 1887 no figura ningún "legionario". En la ampliada y definitiva del 10 del mismo mes y año, figuran 47 veteranos de la guerra de 1864".5

            "Al Partido Liberal le correspondió el insigne honor de haber implantado en nuestro país el régimen democrático.6 Ha luchado, en su primera etapa, por la dignificación del ciudadano, por enaltecer la personalidad física y espiritual del individuo: Libertad electoral, libertad de palabra y pensamiento".7

            "Su ascensión al poder constituyó un acontecimiento histórico de la democracia paraguaya, un triunfo del sentimiento cívico ciudadano por cuya consagración venía luchando hacía 17 años. El advenimiento de la era liberal significó la implantación de la doctrina del bien público, como suprema aspiración nacional, en reemplazo del usufructo del mando en beneficio personal de una camarilla. Al sensualismo del poder, el Partido Liberal opuso siempre la doctrina del bien público".8

            Si esta defensa del Partido Liberal era enfervorizante y contagiosa, su crítica a los principios económicos liberales era arrasadora.

            "En la vida social no hay soluciones definitivas; las cuestiones, los problemas, las necesidades, se satisfacen en un momento dado con una fórmula; luego con otra. La política no admite dogmas. La Ley Electoral, las medidas económicas, son siempre provisorias. Hasta la Constitución debe ser revisada, porque cada generación tiene el derecho de fijar el marco de su actividad jurídica. Nuestra Constitución cae ya bajo el radio de la crítica rectificadora. Ya no se puede sostener que sea la más liberal de las constituciones aquella que concentra todos los poderes en manos del Presidente de la República.

            "Diversas causas provocan una transformación de las ideas y de la estructura social. A las masas ya no se le puede ofrecer bandera de una pura ideología política; hay que ofrecerles perspectivas de mejoramiento, soluciones concretas a la situación de penuria en que viven. O los partidos se socializan, vale decir, se impregnan de humanismo socialista, o pierden su electorado. Los partidos liberales están amenazados de anquilosamiento y los conservadores se convierten en reaccionarios y fascistas.9

            "El Partido Liberal no puede ni debe quedar en el conservadurismo. Su tradición y su contextura moral le señalan para las actitudes señeras, para la reforma, para la transformación.

            "La propiedad en función social tiene que sustituir al derecho de abusar, inadmisible ya; el trabajo ya no es una mercancía sujeta a la ley de bronce; el interés colectivo entra a ser sujeto del derecho en sustitución de los derechos individuales absolutos; al régimen del Estado Neutral sustituye una creciente actividad reguladora y propulsora del progreso en todas sus formas; a la política constitucional del siglo XIX, que ve en el ciudadano un elector, reemplaza la política humanitarista que ve en el ciudadano un hombre, un trabajador, en la integridad de su destino.

            "El liberalismo de hoy no es ni puede ser el de 1887. El meridiano que pasa por Asunción marca otra hora. Hoy tiene que ser socializarte, en cuanto se refiere a las relaciones del hombre con el instrumento de trabajo; tiene que ser agrario y alentar las fecundas labores del campo, en contraposición a la burocracia ordenada y cómoda; porque el 80% de nuestros problemas radican en el campo; hoy, tiene que ser reformista de las leyes anticuadas y de la Constitución; y ser de orden y disciplina porque así lo requiere el mandato ineludible de salvar el Chaco.10

            "Los partidos liberales que no han realizado esa reforma se han estancado o desaparecido. En cambio, los modernizados subsisten y siguen ofreciendo atractivos para el ciudadano. El liberalismo no puede cristalizarse porque perdería su calidad de fermento.

            "Cuando reclamamos una política realista no preconizamos el empirismo, sino una política que tenga por temario la realidad nacional: posición geográfica y posibilidades de superar ese inconveniente con los recursos de la técnica y organización del transporte. Población exigua y medios de acrecentarla y defenderla, como el capital de mayor valía; fomento de la educación popular para completar nuestra fisonomía de pueblo igualitario. La civilización paraguaya no puede reposar en una masa amorfa y semiesclavizada de trabajadores, explotada por oligarquías. Postulamos una democracia social con igualdad de oportunidades y un nivel de vida dignificante para el obrero. En ese sentido, los liberales somos adversarios del latifundio y de la economía subcolonial que nos convierte en productores de materia prima en bruto, que no deja al país sino el producido del salario. Aceptamos, ya que es necesaria, la colaboración del capital extranjero, pero no a base de privilegios; es necesario propender a que nuestras instituciones de crédito alienten la formación del capital nacional, a que la economía sea uno de los sustentáculos de nuestra independencia y no una atadura a influencias internacionales.

            "Al propugnar la intervención estatal, no preconizamos una simple proliferación burocrática, ni la subrogación de la iniciativa privada, el monopolio comercial exhaustivo, sino el control de las actividades económico-sociales para garantizar la honestidad del comercio, evitar los lucros excesivos, buscar el precio justo, mantener el nivel de vida a costos accesibles, y el equilibrio de los factores económicos, así como la extensión de los servicios públicos para elevar las condiciones de vida.

            "Aquel liberalismo basado en la teoría cosmogónica de Laplace o en los conceptos spencerianos de terror al Estado o de neutralidad en la vida económica y social, ya no satisface nuestra época, grávida de acontecimientos, en pleno proceso transformatorio. (...) El nuestro debe ser un liberalismo militante, enardecido de pasión libertaria, inspirado en el bien colectivo, que lucha por el bienestar y la justicia para todos los paraguayos".11

            Estas ideas, repetidas en asambleas y convenciones partidarias, en la prensa, en el Parlamento y en la cátedra tuvieron su impacto. Particularmente prendieron en la juventud intelectual del propio Partido Liberal. Con ellas como bandera, los integrantes de este calificado grupo protagonizarían cuatro eventos decisivos en el proceso de crisis y abandono del ideario liberal:

            1) El manifiesto de la juventud liberal de noviembre de 1931;

            2) El Programa Mínimo del 17 de enero de 1932;

            3) La propuesta de un nuevo Partido Liberal de setiembre de 1937;

            4) La declaración de reafirmación democrática de febrero de 1939 en la Cámara de Diputados;

            5) La derogación de la Constitución de 1870 y la promulgación de la Constitución de 1940, ambas por simples decretos del Poder Ejecutivo.

            El abandono de los principios liberales se produjo así tanto por la claudicación ideológica de la propia dirigencia liberal como por su desplazamiento o derrocamiento por fuerzas antagónicas. Paradójicamente, el liberalismo paraguayo también entró en crisis. La lucha por la libertad dejó de ser la razón de su identidad y de su existencia. No solo arrió sus banderas sino que cambió de ideología y se volvió antiliberal tanto en lo económico como en lo político.

 

            EL MANIFIESTO DE LA JUVENTUD LIBERAL

 

            En medio del fuerte cuestionamiento opositor y de las crecientes críticas internas, la juventud intelectual, la fuerza más dinámica y apasionada de todo partido político, se sumó a la crítica al liberalismo tradicional. Un calificado y numeroso grupo de profesionales y dirigentes jóvenes del liberalismo paraguayo realizó en noviembre de 1931 un acto político para analizar la situación del país y reclamar al Partido Liberal que dedique sus energías a "la solución de los magnos problemas sociales y económicos" que confrontaba la nación.12 Formularon una fuerte crítica al liberalismo clásico. Sumaron su voz al reclamo ya generalizado en otros sectores de la ciudadanía para denunciar la crisis y la inoperancia de los principios liberales y proponer fórmulas nuevas para su perfeccionamiento o sustitución.

            La economía de mercado, la pasividad del Gobierno, la búsqueda del beneficio personal en un marco de libertad y de competencia irrestricta resultaban insuficientes para producir el bienestar de la población y un orden social justo. Las desigualdades sociales se acentuaban y las fórmulas demo liberales resultaban ineficaces para corregir esas injusticias. El demo liberalismo aparecía sin substrátum, incapaz de dar respuestas y soluciones a los requerimientos de la hora.

            Ante esa realidad, la proclama lanzada consideraba indispensable una rectificación fundamental. El Estado debía intervenir en la economía para corregir los abusos del capitalismo y los excesos de la propiedad privada, con el fin de lograr el mejoramiento del nivel de vida de la población y de liberarla de las necesidades y la pobreza. En nombre de una mayor justicia social, proponía limitaciones significativas a la propiedad privada y a la libre contratación laboral, consideradas como causas principales de las injusticias reinantes. Eran esas las propuestas antiliberales de la propia juventud liberal. De su manifiesto reproducimos seguidamente algunos de sus considerandos y recomendaciones principales:

            "Conquistados y consolidados los derechos individuales, debe el liberalismo dirigir ahora su acción fecundadora a la conquista y a la consolidación de otros derechos; y esos derechos no pueden ser otros que los de carácter social.

            "En nuestro país, el respeto excesivo a los llamados derechos individuales ha sido de perniciosas consecuencias. El principio de la propiedad elevada a la categoría de dogma ha hecho posible la aparición del latifundio expoliador en un país donde el 70 por ciento de su superficie era del Estado, vale decir del pueblo. El principio del respeto de la libertad individual ha llevado paradojalmente a la esclavitud de millares de compatriotas, que allá en las dantescas selvas del Alto Paraná, o en los obrajes del Paraguay, conocen todos los horrores a que puede llevar la briosa libertad de contratar.

            "Y no nos referimos sino a estos dos fundamentales problemas que apenas si han merecido la atención legislativa, ya que esos débiles remiendos que se llaman Ley de Colonización y Hogar, Ley de la Pequeña Propiedad Agropecuaria, no han servido sino de exangües paliativos, para no referirnos al absoluto abandono y desinterés que, como placa de plomo, se ha echado sobre los yerbales y la suerte de miles de compatriotas entregados a la más impía y cruel de las suertes.

            "He allí el campo donde el Partido Liberal debe librar sus grandes batallas. ¿De qué vale haber dotado al individuo de todos los derechos políticos, si no se le ha provisto del que es cardinal y sin el cual los otros son meras apariencias: el derecho a la vida? Y solamente podrá considerarse en posesión de ese derecho el día en que se sepa miembro de una colectividad asentada sobre las bases de la justicia social, y que sienta la seguridad de que nada podrán los hoy omnipotentes derechos personales cuando frente: a ellos se levantan los derechos amparadores de la colectividad"13

            Con esos argumentos, la juventud liberal propuso diversos planteos radicales que reñían todos con los postulados clásicos del liberalismo. Entre otros puntos, propiciaban los siguientes:

            "...El Partido Liberal debe convertirse en una fuerza que se proponga resolver por medios legítimos los problemas sociales y económicos de la hora, con un criterio de, justicia y de humanidad.

            "2º  El problema agrario debe merecer la preferente atención del Partido Liberal. No es posible que el Paraguay continúe siendo el país "de los hombres sin tierra y de las tierras sin hombres".

            "3º  El problema obrero debe ser encarado con un gran sentimiento humano, de acuerdo con el espíritu de la época y con las necesidades nacionales. El Partido Liberal debe resolver, cuanto antes, la situación ignominiosa de los yerbales pues no es posible consentir que millares de compatriotas continúen sumidos en la esclavitud.

            "4º El Partido Liberal debe propugnar porque el hombre, la mujer y el niño tengan derecho a la vida y porque la colectividad debe asegurarles un mínimo decoroso de existencia, proporcionándoles los medios económicos y culturales.

            "5º  El Partido Liberal debe hacer que el trabajo se convierta en una obligación social, jurídicamente exigible.

            "6º El Partido Liberal debe hacer que la riqueza económica sea socialmente amparada, sin que nadie tenga derecho al monopolio de una riqueza necesaria.

            "7º El Partido Liberal debe luchar porque la colectividad tenga derecho de utilizar la riqueza que no es aprovechada por sus titulares y que nadie tenga derecho a la improductividad.

            "8º El Partido Liberal debe propugnar la reforma constitucional que consagre estos principios y debe convertirse en la fuerza política más avanzada del Paraguay, capacitada para dar soluciones propias y peculiares a cada uno de los problemas del país".

            El cuestionamiento al liberalismo teórico y político se había generalizado así en el país y en todos los sectores ciudadanos. Su debilitamiento era preludio de la crisis y colapso del sistema que había fundamentado el marco legal de la Constitución de 1870. Los principios que debían sustentar el orden institucional del país habían perdido su vigor y su vigencia. Su desmoronamiento aparecía inminente. No solo gravitantes fuerzas opositoras lo criticaban y objetaban, sino que en las mismas filas del partido de gobierno, miembros prominentes y su juventud más combativa renegaban de ellos. No fue un cambio súbito, sino resultado de una tenaz y empecinada campaña de una promoción de dirigentes juveniles, la más cohesiva y más ilustrada que por muchos años tuvo el partido, realizada a lo largo de toda una década. Pensaban ellos que con apoderarse de los principios y banderas de las fuerzas que criticaban y se oponían al liberalismo, podrían rescatar la vigencia y el vigor perdidos del partido de gobierno. Apoyaban así la reivindicación histórica y la defensa del Chaco, alentaban la justicia social, la asistencia y apoyo a las clases desvalidas y el uso del poder del Estado para alcanzar esos objetivos. A la pasividad del Estado que postulaban los principios clásicos del liberalismo oponían un intervencionismo activo. Si bien todos defendían al Partido Liberal, ya nadie defendía los principios liberales.

            Con la gravitación decisiva de ese enorme cúmulo de factores sociales y políticos, la suerte estaba echada. Todo apuntaba al derrumbe y al cambio, aun cuando no se vislumbraran los lineamientos del nuevo orden que substituiría al vigente. Todos los sectores de opinión pedían el abandono de la abstención del Estado y su intervención activa para lograr la justicia social y el progreso del país, pero no se definían ni los medios ni los mecanismos que el Estado debía aplicar para lograr esos objetivos. Era una reacción negativa contra la pasividad del liberalismo que no alcanzaba a definir su faz positiva en que se delinearan las bases económicas e institucionales que debían conformar la organización y el accionar del nuevo Estado.

            El baluarte conservador que persistía en la defensa de los principios liberales era tan solo el reducido entorno gubernamental y los mandos superiores del Ejército, que mantenían su lealtad hacia el estamento liberal que gobernaba el país. Al amparo de esa solidaridad, las Fuerzas Armadas contenían, con el uso arbitrario y violento de la fuerza, el asedio y la presión de la marea revisionista. Coincidían además los altos mandos militares en la necesidad del diferimiento, por lo menos temporal, de la defensa armada del territorio chaqueño.14

 

 

NOTAS

 

1Raúl Casal Ribeiro, Pablo M. Insfrán, Justo P. Benítez, Gerónimo Riart, Justo Prieto, Rodrigo Solalinde y otros. Ideario Político. 1921.

2Segundo Sánchez y Anselmo Jover Peralta. Nuestro Radicalismo dentro del Partido Liberal. 1930. pp. 63 al 67.

3El Mariscal López. Una sesión histórica en la Cámara de Diputados. Archivo del Liberalismo. No. 4.

4J.P.B Fundamentos del Programa Mínimo. La orientación ideológica del liberalismo. Ensayo sobre el Liberalismo Paraguayo. 1932. p. 67.

5 J.P.B. Progenie de los Liberales. En Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. 1988. pp.203.

6J.P.B. El Partido Liberal ante la Historia. La democracia. Febrero 10, 1938.

7J.P.B. Liberalismo y Revolucionarismo. La Democracia. Febrero 5 de 1938.

8J.P.B. El Partido Liberal ante la Historia. La Democracia. Febrero 10, 1938.

9 J.P.B. La Fuerza del Trabajo. Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. cit. p. 160.

10J.P.B. Fundamentos del Programa Mínimo cit. pp. 69 y 70.

11 J.P.B. El Liberalismo como Fuerza Renovadora. En Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. 1988. pp. 147 y sigs.

12Efraím Cardozo, Emilio Saguier Aceval, Alejandro Marín Iglesias, Silvio Maldonado, Juan Esteban Carrón, Juan V. Martínez, José Antonio Pérez (h), Rogelio Pavón, Adolfo Lataza y otros. Manifiesto a la Juventud Liberal. El Liberal. 21 de noviembre de 1931.

13Declaración de Principios que hace un grupo de jóvenes liberales. El Liberal. Nov. 17 de 1931.

14Escribió el coronel Arturo Bray en sus Memorias. T. II. p. 125: "Los que al tanto estábamos de la potencialidad militar de Bolivia, que sin ser aterradora, estaba muy por encima de la nuestra, comprendíamos que serían menester, por lo menos, cuatro años de espera para estructurar nuestro elemental sistema de defensa. Por consiguiente, nos agobiaba la preocupación de diferir en la medida de lo posible, el alumbramiento de aquel feto, que se buscaba hacer abortar por medios no siempre compatibles con la realidad ni objetables en sus procedimientos. Compartíamos nosotros, los militares, las inquietudes de quienes honestamente vivían sugestionados por la amenaza de una guerra acorto plazo, pero de sobra comprendíamos que era preciso dilatar el estallido del conflicto, a fin de completar, aunque no fuera más que en sus factores esenciales, los preparativos de la defensa, en plena vía de ejecución".

 

 

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El Tiempo. 1939.

Guarania.

Jornada.

La Democracia. 1937.

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La Nación. 1928.

La Opinión.

La Patria. 1906.

La Prensa.

La Razón. 1880.

La Unión.

Patria.

 

 

 

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