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Fredi Casco

  NYCTALOPS - Por DAMIÁN CABRERA - Domingo, 12 de Octubre de 2014


NYCTALOPS - Por DAMIÁN CABRERA - Domingo, 12 de Octubre de 2014

NYCTALOPS

 

Por DAMIÁN CABRERA

 

 

guyrapu@gmail.com

La muestra Nyctalops, del artista visual y escritor Fredi Casco, fue inaugurada este 1 de octubre de 2014 en la galería Foto Monocromo de Asunción, dentro de las actividades del festival El Ojo Salvaje - IV Mes de la Fotografía en Paraguay. Con delicada e inquietante –felina, nictálope– prosa, el escritor Damián Cabrera desarrolla «un decir sobre y a partir de la serie Nyctalops, de Fredi Casco»

En la noche de la naturaleza hay amenaza. Un cuerpo ciego y en movimiento, expuesto a la vista de lo invisible, es un cuerpo acariciado por el hambre. Hay temblor en el follaje, pero hay sospecha, pero hay ardor.

En la noche de la cultura, de la civilización, los depredadores son espías; son amenazas humanas detrás de la maleza, detrás de la cámara; un invasor al acecho o un voyeur: en la casa, en el territorio soberano del país.

Ahogados los sentidos exteriores en la hora del reposo, la vigilancia del vampiro pasa inadvertida. Al retornar del sueño, el despertar todavía se demora: persiste la pesadilla como párpados varios deshojándose; y tras esas membranas nictitantes que obstaculizan la vista –y que sin embargo dejan ver algo a través– el color de unas ascuas verdes que se alejan, que, encendidas por el calor de un relámpago diminuto, se pierden en la oscuridad.

Como en una fracción de luz, en una fracción de poema –de instantánea– recordás el color de tu nocturnidad. Entrar en ese embeleso que es el recuerdo de tus horas despierto es exponerse a la textura de lo onírico, donde los sentidos tienen otra nitidez, entre una sintonía de alarma y de sopor. En soledad.

Ojos que no ven y corazón palpitante. Al mirar estas fotos, notás también el oficio del sereno, del vigilante que, desprovisto de la visión nocturna, alumbra el movimiento y la quietud de los organismos y de las cosas con su linterna de mano como prótesis: insuficiente para abarcarlo todo, suficiente para revelar un punto mínimo donde algo pasa.

NICTÁLOPE

La obra de Fredi Casco está muchas veces signada por el azar, por un accidente (en Chaco Fantasma, una lente desenfocada reveló imágenes espectrales del Arete Guasu; el encuentro fortuito con un fajo de fotografías de la diplomacia estronista en un mercado de pulgas dio origen a la serie El retorno de los brujos: Los desastres de la Guerra Fría; una re-fotografía de un álbum familiar iluminó a tal punto los rostros que los hizo desaparecer, para reaparecer en su serie La felicidad). Algo similar ocurre con el ensayo fotográfico titulado Nyctalops, impulsado por un hallazgo del autor; esta vez, por una vez, en el ámbito de lo doméstico.

Los gatos se pasean por la casa, o reposan en el brocal de una muralla. ¿Qué ven estos animales nocturnos que el fotógrafo, de hábitos nocturnos tanto, a pesar de mirar no ve? En el verano de Sajonia, los niños de la casa se duermen temprano, pero el fotógrafo sigue despierto. Cómo abordar esa atmósfera que experimenta en sus estados de vigilia sin perturbarla, sin invadir ni alterar su calma sombría. Se dice de los nictálopes que son personas o animales que ven mejor de noche que de día, o que de noche ven también. Pero a simple vista, de noche, ni el ojo del hombre ni el ojo de la cámara son capaces de mostrar. Sin embargo, el calor puede transmitirse por una forma invisible de luz: para tomar posición de nictálope, Fredi Casco recurre a un dispositivo tecnológico –una cámara infrarroja, una prótesis–: así muestra lo que no se puede ver; aquello apenas insinuado, apenas perceptible en la coincidencia de los sentidos alertas.

La cámara arroja un rayo diminuto que hace aparecer un punto radial del espacio: hay un punto traducido a imagen reconocible, pero hay un resto tragado por la oscuridad. En la imagen, la totalidad de la noche solo es perturbada en la fracción de un detalle; la fricción entre visible e invisible se traduce en una exposición fragmentaria; pero la parte mostrada delata una falta que se completa con deseo, una pulsión de goce que empuja el querer ver más hacia el querer imaginar.

HEIMLICH/UNHEIMLICHH

Pero toda aparición fugaz es de apariencia dudosa: aun en el ámbito doméstico cabe la advertencia de que en la hora y en el color de la noche la familiaridad está desteñida, ida de su aspecto regular diurno, donde la luz lo colma todo; en el vértigo asunceno del mediodía ni siquiera las plantas resisten su embestida; y cualquier sombra que los cuerpos arrojen será mínima comparada con la sombra nocturna, bajo la cual lo familiar (se) vuelve fantasma.

En este ensayo fotográfico de naturaleza intimista, Fredi Casco trata de ver con otros ojos aquello que en realidad no se ve. Provisto de su cámara infrarroja, avanza por un mundo familiar y conocido: allí reposa lo amable, impenetrable por la exterioridad que es el mundo más allá de las murallas de una casa; allí lo íntimo reposa oculto bajo la oscuridad, invisible aun en la familiaridad del familiar que mira desde dentro.

La mínima invasión del rayo infrarrojo penetra lo que de otro modo quedaría oculto, y con ese relámpago pequeñísimo hace que detrás del velo crepuscular algo se manifieste. (Cuando eras niño estabas convencido de que los juguetes y hasta los utensilios de cocina, que de día permanecían quietos a menos que uno los animara, por las noches se movían por la casa, y ellos eran los responsables de los espantosos ruidos que no te dejaban dormir de angustia y miedo). Hay otros mundos en el mundo doméstico, que, si bien nos arrojan su inquietante extrañeza, en el conjunto de la serie Nyctalops de Fredi Casco pertenecen a estatutos bastante ambiguos. ¿Debe la manifestación de lo oculto ser necesariamente perturbadora e intimidatoria? La cara oculta de lo familiar puede ser tal de forma circunstancial: el sueño del niño también se vela de día; y acaso los muebles, los retratos, los suvenires, la banalidad de los cubiertos sucios o de un producto de limpieza, el alimento refrigerado para el consumo de la mujer y de los hijos, aparecen expuestos como bajo la mirada del centinela que los resguarda, en forma de constatación (no han cambiado de sitio, siguen allí, inmóviles; o: acaso me ven en la oscuridad, anticipan el click y posan).

Y, sin embargo, cómo no ver el fulgor de lo siniestro en los ojos del felino (ese demonio) puestos en evidencia; o en la vegetación creciente de los jardines asuncenos bajo su luna, tan tropical.

Fredi Casco saca a la luz del mundo exterior y despierto esos instantes de lo oculto y privado que son en la hora en que por regla se duerme. Acaso con el gesto acredita la excepcionalidad que se hace fuera de todo alcance, fuera de toda capacidad de aprehensión, en el mundo y en sus mundos superpuestos; desterrado del ámbito de la luz o aislado voluntariamente de ella, hay algo que se hace bajo nuestras narices y que, aunque no lo veamos, puede que nos mire.

CRIPSIS

Como adaptación para evitar a los depredadores, o para mejor depredar, hay animales que son más oscuros por el lado en el que reciben la luz. Al exponer estas fotos a los ojos de hábitos diurnos, Fredi Casco expone el flanco vulnerable de lo animado y de lo inerte que tienen existencia matutina y vespertina, y que persisten siendo en la ausencia del sol. Uno con la noche, el lado más oscuro del que mira en posición está agazapado en la oscuridad. Pocos animales podrían mirarse a sí mismos si no a través de un reflejo: cuando Fredi Casco apunta la cámara hacia sí, y dispara, la captura y su traducción en imagen son fallidas, pues hay algo que no revelan: ves el color de lo que sus ojos han visto, pero no ves el color de sus ojos.

Fuente: Suplemento Cultural de ABC Color

Domingo, 12 de Octubre de 2014

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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