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CRISTINO BOGADO

  LA AFINACIÓN DEL DIABLO (2018), DE JUAN CARLOS LUCAS - Por CRISTINO BOGADO - Domingo, 27 de Octubre de 2019


LA AFINACIÓN DEL DIABLO (2018), DE JUAN CARLOS LUCAS - Por CRISTINO BOGADO - Domingo, 27 de Octubre de 2019

LA AFINACIÓN DEL DIABLO (2018), DE JUAN CARLOS LUCAS

 

Por CRISTINO BOGADO

 

kurubeta@gmail.com

El director Juan Carlos Lucas conversa con el escritor Cristino Bogado acerca de su película La afinación del diablo (2018), docuficción que se asoma a un rico y misterioso universo oral y popular de testimonios y personajes, de historias reales y de fábulas, a partir del interés por documentar el modo de afinación que utilizaba el músico Efrén «Kamba’i» Echeverría.

La afinación del diablo es el primer largometraje de Juan Carlos Lucas, cineasta habitante de Itauguá que después de leer una biografía de Kamba’i, de una página, donde se menciona la figura fantasmal y legendaria de un tal Peloncho hizo toda una peli…

Empecemos con un resumen de tu actividad audiovisual: dónde estudiaste, cuáles fueron tus primeros trabajos, etc.

En general, siempre trabajé como productor y montajista, desde hace doce años. En Tekoha Audiovisual, productora de cine y televisión, trabajé en Tembi’u Rape (selección Premios TAL categoría Producción Innovadora), Che valle (serie de documentales sobre músicos), Mercadocuatrope (documental sobre el Mercado Cuatro) y otros trabajos con Sofía Paoli como directora. También en los documentales Fuera de campo, de Hugo Giménez (2014), Henda’yva, de Miguel Armoa (2013), Detrás de Curuguaty, de Daniela Candia (2013). Como director, realicé Montaje, un corto experimental sobre el caso Curuguaty (selección Festival Cine Under), Ángeles, un corto de ficción y suspenso (selección oficial del Festival Doc de Buenos Aires, festival Sombras-Prócer Latino, ganador a mejor cortometraje, mejor montaje y mejor guión), y esta película de docuficción, La afinación del diablo –ganadora de la sexta edición del Doctv Latinoamérica, selección oficial del IDFA (International Documentary Film Festival, Amsterdam), selección oficial del Festival Doc Buenos Aires, selección oficial del Festival Guácaras (Formosa), del Festival Edoc (Ecuador), del Festival de Cine Latinoamericano (Sao Paulo)–.

Prácticamente toda la peli está filmada de noche. Un recurso simple que usas para instalar el aire de magia/ misterio/ etc. Siempre es de noche, siempre hay oscuridad. Y cigarras…

Sí, la elección es por la búsqueda de un cine negro (film noir) en lo visual y de la tragedia en lo literario. La noche para mí construye ese ambiente, pero sobre todo acompaña ese ñemombe’u que carga la oralidad del campo en sus testimonios.

La biografía de un fantasma

De Kamba’i, quien murió en julio del 2018, decían los rumores que aprendió a tocar con Peloncho, siniestra figura popular que, según la leyenda, le vendió su alma al diablo.

Hace ya setenta años que los devotos siguen el esquivo rastro de Robert Johnson. Mutatis mutandi, la peli pretende una biografía fantasmal de Peloncho y su diablo-abogado-póra-tyra. ¿De dónde sacaste al personaje? ¿Acaso es mencionado realmente por Kamba’i en alguna canción?

Kamba’i nunca conoció a Peloncho, como cuenta la película, sino a través de un tercero. Por eso no existe una música que hable del tema. La primera vez que supe de este relato fue al leer la biografía de Efrén Echeverría escrita por Susy Delgado y Miguel Ángel Meza, en una colección de libros de Salemma. Y la de Peloncho es una de las muchas historias sobre nuestra música que, por no tener documentos, se pierden, convirtiéndose en mitos. El único documento es el intangible de la oralidad, lo que, por otra parte, integra una idiosincrasia.

La afinación del diablo es también un florilegio de casos ñemombe’u, y una de las cosas realmente impactantes es esa historia del ¡espanta-tormentas!

El ñebombe’u, el ñe’ênga, el guaraní onomatopéyico son algunos elementos que quería explorar en la película. Me parece que en nuestro cine nos falta (me incluyo) escuchar más esa forma oral de comunicación, llena de esas inflexiones fonéticas tan expresivas que tiene el paraguayo, tanto el castellano como el guaraní, el jopara y las otras 17 lenguas. Y en ese mar de aprendizaje me encontré con estas personas de la película, tan reales y particulares que su testimonio es su verdad. Él, a través de un rezo cuida sus cosechas o cuida a su gente, algo que uno encuentra familiar. En mi caso, por ejemplo, cuando era niño, mi tía Ofelia, en cada tormenta, prendía una vela y rezaba.

Esa anécdota contada por el guitarrista Rosalino, en la que Peloncho, en una performance verdaderamente punk, va soltando todas sus cuerdas y se queda tocando con una sola (mas sigue sonando como una guitarra completa), yo la había escuchado pero el protagonista era Pío Barrios, se situaba en Europa y la contaba el profesor Weiler, del CNC, en los 80.

Qué buena comparación con la actitud punkera. Jajá. No me extrañaría escuchar que se lo adjudiquen a Pío Barrios o a cualquier otro genio, pero me pregunto cuál es la necesidad de inventar un poder extraordinario para alguien como Barrios, cuya capacidad musical de por sí fue extraordinaria. Como si necesitara un argumento más valido que su virtuosismo. Así pasó con Niccolo Paganini, con Robert Johnson, incluso con Jimmy Page, de Led Zeppelin.

Las mujeres de pies de lorito –las mujeres pysã lorito–, el zalamakeo de un guitarrista con fama de virtuoso gracias a algún payé… ¿Hay literatura sobre estos personajes, o todo pertenece a la oralidad popular?

Lo de pysã lorito es una historia conocida en el interior del país. Incluso algunas personas, después de ver la película, se me acercaban para contarme otra versión de ella. El caso del zalamakeo yo lo relaciono con la historia mestizada de las cuevas de Salamanca, en Argentina, en la frontera con Paraguay. Existen varias, pero una habla sobre payadores que ingresaban a la cueva para aprender técnicas de guitarra o desafiaban al mismo diablo.

El Peloncho tardío descrito por Rufino Cantero, metamorfoseado en un sorprendente guitarrista con prótesis, ¡un Peloncho-garfio!

No sería raro ver eso, conociendo a músicos con discapacidades físicas que no limitan su calidad musical. En algunos casos, al contrario, la potencian.

El transportado, el temple diablo. ¿Dónde se puede ahondar sobre materia tan novelesca?

El transportado es un estilo que se desarrolló en el norte paraguayo. Con el guitarrista Juan Vera Esquivel, protagonista de la película y uno de los mejores alumnos de Kamba’i, hemos lanzado un libro para principiantes donde se teoriza esta técnica desde lo académico. Sobre lo místico existen solo los testimonios orales, algún que otro artículo de un periodista y esta película.

Edgar Pou aparece en la lista de los créditos finales, en la de agradecimientos. ¿Cuál fue su aporte poético al filme?

Con Edgar Pou trabajamos un tiempo en el proceso creativo para darle vuelo a lo literario en la voz en off, porque quería darle otra línea a la imagen documentada de hace siete años. Es un cine que me gusta ese donde la literatura y la voz se complementan. Admiro a Chris Marker, a Herzog, pero me motiva más el cine de Mariano Llinás, con quien tuve la oportunidad de trabajar el proyecto en el taller Los residentes, organizado por Renate Costa.

¿Podés adelantarnos cuál es tu próximo proyecto, documental jey sobre algún otro personaje de nuestra profusa e impagable rumorología nativa?

Estoy en etapa de investigación de un documental sobre un gran arpista paraguayo a cuyo talento el tiempo no hizo justicia y cuyo carácter bohemio me parece fascinante: le permitió crear una obra trascendental. En cuanto a la ficción, estoy con una serie de televisión que me encantaría concretar este año, y estoy escribiendo un largometraje de ficción sobre un deejay paraguayo con una reminiscencia del flautista de Hamelin. Por allí va la cosa.

Como ciudadano que aporta a la cultura del país, ¿qué opinión te merece esa secretaria orwelliana, la SNC?

La Secretaría Nacional de Cultura es coproductora, pero nunca me brindaron apoyo para la difusión. Las dos únicas veces que proyectaron la película fue sin mi consentimiento y con intereses políticos. Y por reclamar esto me excluyeron de un galardón de reconocimiento que hizo esta institución. Imagínate. Encima son coproductores. Un autoboicot solo porque les molestó que reclamara mi derecho de autoría. Eso es desestimar no solo la película sino las relaciones con entes internacionales como la CAACI (Conferencia de Autoridades Audiovisuales Cinematográficas de Iberoamérica), que también fueron cofinanciadores. Me parece fundamental que esos cargos importantes los ocupe gente responsable, para evitar este tipo de negligencias, o al menos para que se rectifiquen.

 

 

El cineasta Juan Carlos Lucas en la ciudad de Itauguá, donde reside (Foto: Patricia Meza)

 

 

 

 

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Edición Impresa del Domingo, 27 de Octubre de 2019

Páginas 2 y 3

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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