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ANDRÉS LOBOS COSP

  EFÍMERO, 2007 - Relatos de ANDRÉS LOBOS COSP


EFÍMERO, 2007 - Relatos de ANDRÉS LOBOS COSP

EFÍMERO, 2007

Por ANDRÉS LOBOS COSP

Editado con el apoyo del FONDEC

© Andrés Lobos Cosp

Diseño de tapa: Robert Bernal

Asunción-Paraguay 2007 (107 páginas)

 

 

 

 

EFÍMERO: TRADICIÓN Y SINGULARIDAD

Creo que con propiedad, se denominó "Era de la novela" en la cultura occidental a las décadas que van de Le rouge et le noir de Stendhal (Chronique de 1830, reza el subtítulo. Se imprimió al año siguiente) a los textos postreros de Zola, ya en el dintel del siglo XX. Son variadas las razones que respaldan el aserto, entre ellas la presencia en aquel tiempo de ingentes maestros de la novelística universal, quizá no superados hasta hoy -al menos en húmero; pero la literatura es comunicación o no es nada: el caldo de cultivo que facilitó la formidable difusión -hasta allí desconocida- de tal narrativa, sucesivamente romántica, psicológica, realista y naturalista, empujando la nombradía de sus autores hasta las estrellas, fue en primer lugar la aparición, desde los inicios de la revolución industrial, de los grandes periódicos de usual y diaria lectura, no sólo por parte de la burguesía preexistente o en ascenso, sino por el proletariado urbano; asimismo, la evidente disminución del analfabetismo, principalmente el femenino, en las grandes ciudades, en virtud de la entonces reciente obligatoriedad de la educación escolar básica, y en tercer lugar el recurso de la inserción de ficciones en los aludidos medios de información, con el objeto de proporcionar no solamente ésta sino igualmente entretenimiento a sus usuarios, creando o acreciendo así los hábitos de lectura; como se sabe, las novelas y folletines se publicaban por capítulos, no tanto a causa de las limitaciones de espacio cuanto por mantener en vilo la atención del lector a través de cada entrega; prácticamente la totalidad de las novelas valiosas del referido lapso se editaron de acuerdo con esta modalidad, y los relatos breves íntegramente, antes de que vieran la luz en volumen.

Cabe preguntarse ahora qué asuntos, históricos o contemporáneos, ocuparon a los artífices decimonónicos de la narración; dicho empeño ya se enunció mediante una sola elocución, suficientemente generalizadora: la epopeya de la vida cotidiana. En idéntico sentido, si el efectivo propósito de la literatura -según los especialistas actuales- es el de la comunicación de la experiencia humana en su conjunto, concreta o puramente espiritual, será más certera la citada comunicación en el caso de que el lector participe, callada e intensamente, de la encrucijada de los personajes, o recree esas experiencias homologándolas con las que adquirió en el mismo ámbito o, si no las tuvo, las incorpore entrañablemente a su cosmovisión personal. En suma, el arte de novelar cumple su función cuando consigue que el receptor sea arrebatado por lo que se llama la "emoción narrativa", vale decir el impulso irresistible de leer la obra de un tirón, tarea que no soporta interrupciones y en donde el extremo interés se manifiesta incluso somáticamente, en el aceleramiento del ritmo respiratorio y en la dilatación pupilar.

Y bien, es notorio que la epopeya de la vida cotidiana (verosímil o no, inventada o no, pero interesante per se) es la que dispensa al novelista las mejores ocasiones para despertar esa obsesión narrativa en su lector; agreguemos que la coyuntura sobrenatural, los enigmas de lo fantástico, los avatares sobre-celestiales y las metamorfosis del mal, del miedo y de la muerte pertenecen legítimamente a nuestra saga individual o colectiva: lo testimonian, en medio del realismo de la centuria antepasada, Poe, Bécquer, Villiers de I’Isle-Adam y aun ciertos textos de Balzac, Dickens, Maupassant y Dostoyevski.

Concluyamos que la narración moderna, desde Proust hasta la flamante generación de escritores búlgaros y rumanos, también se ha aprovechado de las vicisitudes de la condición humana, permanentemente fértiles para los artistas. Es cierto, por otro lado, que algunos de los más extraordinarios escritores de nuestra época (Joyce, Virginia Woolf, Joaõ Guimaráes Rosa, Borges, Juan Rulfo) experimentaron con la estructura y la articulación narrativas, así como con el hibridismo de la novela con la lírica y el drama, reforzando además el tratamiento onírico de acciones y situaciones; izo obstante, la mayor alteración de la novela de hoy respecto a la del siglo XIX se efectúa en los cuatro niveles del lenguaje literario, especificados por Hopkins y Jakobson: morfológico, semántico, fónico y sintáctico; reiteremos empero que la alfaguara sigue siendo la misma: la proteica y a un tiempo unívoca aventura del horno sapiens sapiens.

Perdóneme el lector esta introducción a mi propio prólogo del libro de Andrés Lobos Cosp, cargada de nombres y de circunstancias culturales; me pareció útil ubicar EFÍMERO en su contexto histórico y profesional, justamente por ser una colección primeriza y sin duda valiosa; siendo así, afirmemos que como en la biología, no existe generación espontánea en la literatura. Siempre somos vástagos de alguien. "En la literatura y en la vida es bueno tener padres conocidos", decía mi amigo el poeta andaluz Rafael Montesinos. ¿De quién es descendiente, pues, Andrés Lobos Cosp? Con seguridad, de los poderosos cuentistas que elaboraron sus obras en los dos siglos anteriores y a uno y otro costado del mar, reflexionando acerca de la humana condición mediante los relatos del innumerable trajín de sus personajes, como ya queda dicho; específicamente, he notado en los cuentos de Andrés el influjo de Chejov y de Horacio Quiroga: estoy hablando de influencias, o más precisamente del aire de familia que emparenta un autor con un colega coetáneo o anterior, lo cual no implica de ninguna manera reproducción o apropiación, actividades éstas de carácter delictivo antes que artístico.

En fin, la mayoría de los dieciocho relatos breves de EFÍMERO se inscriben en la cotidianeidad de los actos y pensamientos humanos: una eutanasia dulcemente aceptada (LA MAÑA); la olfativa picaresca de dos niños asunceños de la calle (EL SEÑUELO); los anhelos y estratagemas de un invitado a una fiesta infantil, rediviva cuando, mucho después, lleva a su hijo a un cumpleaños similar (REVANCHAS); el desenlace de la sórdida historia de un matrimonio respectivamente adúltero, que incluía en ambos al tercer sexo (BÚMERAN); una reunión de amigos en Santa Cruz de la Sierra, que alterna risotadas a coro con insultos y expulsiones practicados por el anfitrión (LA CHINGADA); una anciana mendiga compasivamente engañada (PIEDAD); el mágico amor adolescente, cuyo recuerdo invariable es imperioso conservar (DE AMOR); el loro que quería suicidarse, del linaje de los cuentos de Kipling y de Jack London (UNA AYUDITA), y el chico de diez años que se interna en aguas crecidas para vengarse de sus compañeros burlones (EL MARINO). Hasta aquí, nueve cuentos que, por lo demás, prosiguen o heredan con bastante lealtad una tradición. Resta por tanto la otra mitad, que nos revela una estilística, o sea el sello personal del autor en toda creación con designio estético, todo ello naturalmente sujeto a los límites que posee una conformación literaria nacida posiblemente muy luego del lenguaje "casual" o estándar, hace centenares de miles de años.

En relación con lo precedente, deseo indicar que prefiero los nueve cuentos en los que descuellan las singularidades de Andrés, aunque aclaro que éstas, a mi entender, se manifiestan en el contenido y no en las expresiones lingüísticas, de pareja realización en los dieciocho textos.

 Veamos: EL GUARDABOSQUE COMEDIANTE es un homenaje intertextual, deliberadamente enmascarado y meritoriamente sucinto, al maestro Horacio Quiroga; El escritor, el vínculo entre una familia y sus vocaciones literarias paródicas, donde el protagonista debe abolirse para nacer como autor; Vida y Contacto final son documentos introspectivos, desarrollados con la tensa morbosidad de Poe y la angustia fría de Kafka; en el segundo, la INNOMBRABLE aconseja a su destinatario -aparentemente con mucha anterioridad a su visita- cómo debiera recibirla; EL INTRUSO, TIEMPO IMPRESCINDIBLE, ¿DE QUIÉN? y Nóicinomerp se corresponden con el subgénero fantástico, aun cuando el primero es el único en serlo efectivamente. En Tiempo imprescindible, lo sobrenatural no pasa de ser sino una sensación de la abuela pensante. En ^De quién? lo fantástico es la figura del padre de Odiseo mirando tristemente un cementerio, en tanto que en NÓICINOMERP (PREMONICIÓN AL REVÉS), no son irreales la trama ni los personajes, pero sí quienes contemplan el último movimiento de Julia y el desdoblamiento y fusión inmediata de la misma. Finalmente, Tiempo extra nos informa sobre las extrañas bromas de un muerto, cuidadosamente planeadas con anticipación, y una venganza contra el postrimero cómplice viviente, absolutamente inesperada. Juzgo que TIEMPO EXTRA, junto con CONTACTO FINAL y NÓICINOMERP, son los tres cuentos más importantes y originales del libro.

Para terminar, quiero distinguir algunas particularidades ciertamente enriquecedoras de la prosa de Andrés Lobos: las bruscas esquinas del relato que, lejos de estorbar, incrementan la fluencia narrativa; el humor, cuya semisonrisa se asoma entre líneas hasta en los paroxismos de la acción, y la suave piedad hacia sus criaturas, remota pero visible prole de las de Cervantes y Montaigne.

Por ende, sumérjase el lector en EFÍMERO, con la certidumbre de que hallará en sus páginas el talento y la eficacia de una digna cifra de la narrativa joven en el Paraguay. 

CARLOS VILLAGRA MARSAL 

Última altura, agosto de 2006


 

 

ÍNDICE

EFÍMERO: TRADICIÓN Y SINGULARIDAD

·         El guardabosque comediante/ La maña/ El señuelo/ Revanchas/ Búmeran/ El escritor/ La Chingada/ Piedad/ De amor/ Vid/ Una ayudita/ El intruso/ ¿De quién?/ Tiempo imprescindible/ El marino/ Nóicinomerp/ Contacto final/ Tiempo extra

 

 

 

 


EL GUARDABOSQUE COMEDIANTE

 

In memoriam H Q

 

Quiroga dice que, luego de haber llevado una vida miserable e incomprendida, Narcés tuvo la ocurrencia de ir a pasear por el bosque infestado de lobos.

Arreglándose el pelo, presto a ingresar a la fiesta, el guardabosque golpea con timidez. ¡Pero si aquí está! restregándose el ojo antes de colocarse el monóculo. El saco... la ropa desgarbada... ¡No importa! Pase usted.

Se abre paso pidiendo disculpas a los invitados por su presencia. Seguro que se sentará solo en un rincón tratando de pasar desapercibido. ¡Ah! ¿Lo ven? ¡Las manos en las rodillas! No seré el único que percibe su tierna sonrisa.

¡Lo reconozco! Quien se aventuró al bosque esa noche de invierno no fue él; éste no es bajo, amarillo ni triste.

 -Bebe un poco de champagne.

La negativa es la confirmación. ¡Oh! ¡Las manos! ¡Se abren y se cierran!

-¡Bebe!

-¡Que beba! ¡que beba!

-¡Sujétenlo!

Siempre estuvo aquí, en el eterno presente que sólo pestañea, lejos de los lobos o del peligroso canto de las ranas. Sin pasado ni futuro, siempre aquí. ¡Si ahora pide perdón por lo que le hacemos! ¡Romano y negligente!

Parece recordar algo. ^Que cante una romanza!

-¡No! ¡Juguemos con él!

-¿Qué mal les he hecho yo?

Claro que ninguno, mi querido. Como mucho tú serás un descendiente lejano. Bebe la botella de Oporto. ¡Eso! ¡Ah! Hasta el final.

-Eres gracioso -repuso una dama.

-Soy galante.

Sí, galante, eso es. ¿Ya estás con nosotros? Bien. Mira cómo de tu ocurrencia se ríe la dulce niña; le encantó tu respuesta, galán. Quiere más, continúa.

-Señora de mis ojos, ¿es que vuesamercé quiere mi vida?

¡Bravo! Pero no. Tú quieres la suya. Tómala.

 

 

 

CONTACTO FINAL

 

Tenga, por primera vez, una demostración de la pureza de la verdad desplegándose. Piense que todo este tiempo estuvo con los sentidos desafilados. A partir de hoy aflorará en usted la sutileza del discernimiento absoluto.

Usted está a punto de morir. Ríase, si quiere. Me congratularía si la perspicacia lo acompaña en estos últimos momentos. Sepa que usualmente la gente llega al fin de sus horas obnubilada por lo que llaman enfermedad, o cae torpemente de un golpe accidental. Los que se van -¡oh! disculpe, lo estoy subestimando. Hablaré con claridad-. Los que vienen en forma natural, la mayoría de las veces lo hacen a muy avanzada edad, faltos ya del entendimiento imprescindible para esta transición. Luego es imposible que asuman su rol definitivo. En estos casos, la vida se disuelve como un pabilo, derritiendo de a poco la cera que lo rodea, descubriendo lentamente la experiencia que se requiere para llegar. Pero usted, ¡oh, usted llega en el justo periodo, en la total madurez de sus facultades intelectuales!

Comprenderá la relación indisoluble entre la vida y la muerte. Ya sabe usted que lo uno no existe sin lo otro, ambos estados se correlacionan intrínsecamente. ¿Cuál es entonces la razón de la experiencia vital? Conmigo aprenderá la verdad inevitable que se oculta en el ser, en el tiempo; descifrará los misterios celestes, los secretos de la naturaleza. Conocerá, como se lo dije al inicio de este escrito, la Verdad, y participará de ella, amigo mío.

¿Alguna vez ha percibido que el vacío lo miraba? ¿Una puerta se abrió aparentemente sola? Sin duda usted notó estos y otros fenómenos causados por los inmateriales que no se percatan de su nuevo estado.

No sienta temor. Ese vacío que siente crecer desde el estómago, como un fuego que lo consume, es completamente natural. Y usted sabe que soy yo, el mismo que hará entrelazar sus dedos delicadamente juntos en un atildado cadáver. Proscriba su desasosiego y abandone la cáscara que lo envuelve.

El fin es ciertamente el comienzo. Lo que usted conocía como Vida sólo es el preludio, el prólogo de la realidad. Escuche, mire, huela, sienta su materialidad por última vez. Pronto ya nada de esto importará mucho.

No aparte todavía su corazón de estas líneas, amigo mío. Fue el medio que encontré para presentarme en este su contacto final con lo que cree conocer. ¿Siente mi presencia? Oh sí, ya falta poco. Se da cuenta, ¿no?¿Percibe el abandono de sus fuerzas y la llegada de una inmanencia? Lo abrazo y ya casi lo tengo. Confía en mí y no me cree. Me desea pero se resiste. ¿Está listo? ¿En verdad está listo?

Aún no. Usted, animal que habita el tiempo, disfrute este adelanto, esta demostración primaria de lo que más tarde lo espera inexorablemente; en ese entonces, ruegue llegar a mí con la lucidez de hoy.

 

 

 

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