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LEÓN CADOGAN (+)

  TUPÃ KUCHUVI VEVE - UN PROFETA EN EL FIRMAMENTO GUARANÍ -LEÓN CADOGÁN


TUPÃ KUCHUVI VEVE - UN PROFETA EN EL FIRMAMENTO GUARANÍ -LEÓN CADOGÁN

TUPÃ KUCHUVI VEVE

UN PROFETA EN EL FIRMAMENTO GUARANÍ

LEÓN CADOGÁN


INDICE


Agradecimientos

Introducción


1.  CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA DE LEÓN CADOGAN

  

2.  CADOGAN SEGÚN CADOGAN

2.1 "Yo y La Tribuna"

2.2 Veinticinco años de etnografía guaraní (1971)

2.3 Curriculum Vitae  (Autógrafo) (1972)


3.  HOMENAJES BRINDADOS A LEÓN CADOGAN

3.1 Homenaje de Autores Paraguayos Asociados, APA, y autoridades de Villarrica

3.2 Homenaje del Rotary Club de Villarrica

3.3 Homenaje del Rotary Club de Asunción


4.  ARTÍCULOS BIOGRÁFICOS

4.1 León Cadogan, por Justo Pastor Benítez, 1962

4.2 El Guaireño León Cadogan, por Efraím Cardozo, 1966

4.3 León Cadogan,Historical Diccionary of Paraguay, 1993


5.  HOMENAJES PÓSTUMOS A LEÓN CADOGAN

5.1 León Cadogan: La palabra lo es todo, por Bartomeu Melià

5.2 La obra de don León Cadogan, Bibliografía sumaria, por Cristina Berro de Escribá

5.3 Ante la muerte de León Cadogan, por Ramiro Domínguez

5.4 El asiento de Cadogan, por Miguel Chase Sardi

5.5 Una tarde, Cadogan y "La Tribuna", por JoséLuis Appleyard

5.6 Lamento I, a don León Cadogan, por Raquel Chávez

5.7Life and death of a New Australian, por Gavin Souter

5.8 León Cadogan: el árbol que habla ha caído, por Bartomeu Melià

5.9 In memoriam: León Tupã Kuxuvi veve Cadogan, por Bartomeu Melià, S.J.


6.   CADOGAN EN CLAVE DE UTOPÍA






INTRODUCCIÓN

Rogelio Cadogan


         La presente compilación de artículos sobre León Cadogan, mi padre, es un trabajo denominado peritaje correspondiente a la finalización del cuarto semestre del curso de Antropología Aplicada del Instituto León Cadogan de Asunción, dependiente de la Universidad Politécnica Salesiana, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de Quito, Ecuador.

         León Cadogan (1899-1973) es bastante conocido, aún después de veinticinco años de su fallecimiento, en el reducido círculo antropológico e indigenista del Paraguay. No obstante, aun dentro de ese círculo reducido de nuestro medio, sus trabajos y sus obras de investigación tienen muy escasa difusión. Todas sus obras están prácticamente agotadas y no existe una biblioteca en el país, ni en el extranjero, que pueda ser consultada sobre las mismas. Este es uno de los principales motivos que me impulsaron a proponer mi tema de peritaje como una compilación de diversos artículos que hacen relación a su vida y a su obra, en un primer volumen, que pienso acrecentar con un trabajo posterior a fin de ofrecer a aquellas personas que se interesen sobre el tema, mayores elementos de juicio para apreciar un poco más su vida y labor científica.

         Por otra parte, el incentivo principal que me impulsó a abordar el tema es que habiendo sido el hijo que mayor tiempo pasó a su lado y mejor pudo conocerlo, entre sus doce hijos procreados, aunque sin tener real interés sobre sus trabajos científicos mientras él viviera, llegué a experimentar una verdadera vivencia, digamos, transcendental, ya después de su muerte, que me impulsaron a aproximarme más a él y a los indígenas con quienes mantuvo muy estrecho contacto, especialmente los Mbyáguaraní. Sus Memorias, editadas en 1990, contienen alusiones a sus propias experiencias que para quien lo conoció de cerca, o para un entendido en la materia, arrojan luz sobre la "vivencia mística" de los guaraníes que él, como otros etnólogos, corroboraran en sus investigaciones y a los cuales hace referencias explícitas. Baldus y Schaden son citados como investigadores que corroboran esta experiencia vivida por Cadogan. El padre Melià, en su poca difundida obra, pero no por ello menos testimonial, El Guaraní, experiencia religiosa (1991), dice: "En esta experiencia encontramos nosotros el rostro guaraní de Dios".

         Prácticamente desde que tuve uso de razón, los Mbyáguaraní formaban parte de mi cotidiano vivir, ya que con relativa frecuencia aparecían por nuestra casa de Yvaroty, casi siempre en grupo, acompañados por un Mburuvicha, provenientes de los más remotos lugares de los departamentos del Guairá, Caaguazú y Caazapá. Cuando esto ocurría todos teníamos que movilizarnos; la mayor faena era sobrellevada por mamá que tenía que contactar inmediatamente con la churera del barrio para la adquisición de i traste kue (menudencias) que serían consumidas en cantidad por nuestros visitantes. Nosotros debíamos ir a la chacra a traer mandioca y leña que también se utilizarían en grandes cantidades. Mi deleite era cuando algún indio nos acompañaba a nuestra pequeña chacra de Yvaroty para preparar los monde (trampas) en los hoyos de los tatu (armadillos). Papá, inmediatamente tomaba su cuaderno de notas y su lápiz, sus únicos instrumentos de trabajo, y comenzaban las interminables conversaciones que entre mate y mate, se desarrollaban durante todo el día, o hasta entrada la noche, alumbrado con una lámpara mbopi (a kerosene). La única interrupción era la breve siesta que se brindaba como hábito permanente en él cuando estaba en casa.

         Nuestros visitantes llegaban a casa después de tres a ocho días de continuo caminar, según la distancia de los parajes de donde provenían. Al regresar, si la billetera de papá no se encontraba tan vacía, por lo menos recibían un estipendio para sus pasajes hasta Caaguazú, lugar hasta donde habitualmente llegaban los camiones "rolleros" que eran el único medio de transporte hasta esa aislada y minúscula población de aquella época.

         En sus Memorias papá recuerda la vida aventurera que le gustaba a mi abuelo, y que cuando estaban establecidos en Yataity hacía viajes de “macatero” hacia el interior del país y me imagino que de aquella época vendrían las noticias que mi abuelo traería de los indígenas, ya que a su regreso transportaba yerba de los lugares que visitaba, y en la elaboración de la misma comúnmente la mano de obra utilizada era la indígena. Cuando papá mismo se dedicó a la explotación de yerbales, entre los veintidós a veinticinco años, tomó contacto directo con los Mbyáguaraní. Ya en aquella época se habrá dado cuenta de la enorme discriminación de que eran objeto los indígenas, verdaderos parias en su propia tierra. Su concepto sobre ellos, como seres humanos igual que él, sin los prejuicios habituales de la época, habrá provenido de sus padres, socialistas y libre pensadores como eran. El no estar bautizados y según las creencias del medio rural, no les confería ni siquiera la condición de seres plenamente humanos.

         Establecido papá en Borjaí, hoy Natalicio Talavera, siguió manteniendo contacto con sus amigos mbyá asentados a orillas del Tebicuarymí; esto fue en la segunda mitad de la década de 1920; desde entonces se inicia su curiosidad por sus mitos y leyendas, aunque no con la formación académica que se iría desarrollando en él posteriormente. En este punto deseo hacer una acotación, ya que mucho se ha hablado de que papá llegó a ser un aventajado autodidacta, acepción que se aplica a personas instruidas sin auxilio de profesores. Al respecto cabe señalar que sus primeros "maestros" fueron realmente los propios indios, la mayoría de ellos verdaderos "sabios" de la selva, cuyo idioma estudió con entusiasmo y lo adquirió gracias a la extraordinaria predisposición que tenía para las lenguas (ya se sabrá que su lengua materna era el inglés el inglés, que según él insistía "bien hablado", simultáneamente aprendió el guaraní paraguayo). Sus seis años de la escuela primaria, cursados en la entonces afamada escuela alemana de Villarrica, le permitieron poseer el alemán; para conocer algo mejor del castellano tuvo que tomar clases particulares con el Prof. Ramón Indalecio Cardozo; el francés dice que lo obtuvo trabajando en una droguería manejando el Codex francés ayudado con un libro de gramática. Es decir, en su juventud, sin salir de Villarrica, poseía cuatro idiomas europeos y el guaraní paraguayo.

         Indudablemente que hubo un período, digamos de inicio, en que su afición o pasatiempo era el folklore guaireño, que seguramente, desde su óptica cultural de origen europeo, así como el ambiente imperante del medio en que se desenvolvía en la época, lo indujeron hacia esos temas. Aquí cabe resaltar que en sus Memorias específicamente señala al general ruso Juan Belaieff como la persona que lo puso en contacto con el mundo científico del exterior, ya que en el Paraguay la antropología era una ciencia entonces completamente desconocida. Estos continuos contactos epistolares con eminentes hombres de ciencia le abrirían el verdadero camino que cimentaría en adelante la proyección de sus trabajos. En síntesis, este largo camino seguido, a mi concepto, que poseo un grado universitario y que he experimentado en carne propia la "didáctica" empleada en nuestras facultades, no es el de un mero autodidacta.

         Esta introducción pretende ser lo más breve posible y siguiendo un método que bien lo señaló su entrañable amigo y compueblano, el doctor Ramiro Domínguez: "...a Cadogan no hay forma de contradecirlo, ya que siempre está citando a otro para demostrar sus argumentos". Por eso, siguiendo ese mismo método, el trabajo compila lo que Cadogan escribió o se escribió sobre él. No pretende ser una biografía ni sacar a luz más de lo que el mismo quiso dar a conocer, con sus interrogantes, sus dudas y sus logros, muy bien encaradas en sus Memorias. Sólo diré que soy testigo del cumplimiento de muchos de los "sueños" y expectativas que en vida él no los pudo ver realizados.

         Deseo llamar la atención que muchos intelectuales paraguayos llegaron a conocer mejor a Cadogan no en el Paraguay sino en el extranjero. El mejor testimonio es el artículo del doctor Justo Pastor Benítez, quien a su regreso del Brasil lo visitó en Yvaroty y destacó su figura y sus trabajos en un breve pero enjundioso artículo en la Revista Ñandé en 1963.

         Dejó dos copias originales de sus Memorias sobre los cuales mantenía un celo especial. En febrero de 1973 me entregó una de ellas; la otra la envió a mi hermano Baby (Eusebio), radicado en EE.UU. Esta última se encuentra actualmente en poder de mi hermana Julie (Julia), en Asunción. Las dos copias son "prácticamente" iguales, conteniendo sólo una sutil diferencia en la Introducción, que está en la primera página, lo cual es un claro testimonio de su acabado manejo de un simbolismo al que apela para una visión del futuro que prefirió no develar antes de que se cumpliera.

         El 12 de octubre de 1986, "día de la raza", sus descendientes y algunos amigos que lo conocieron y estimaban, decidimos crear una fundación que llevara su nombre, con el objetivo principal de divulgar sus obras y dar a conocer su labor humanitaria con nuestros aborígenes.

         Su biblioteca y archivo los donó a su amigo y colaborador, el padre Bartomeu Melià, S.J., a quien también designó albacea testamentario de sus obras inéditas. La fundación lo cuenta al padre Melià como Miembro Honorario.

         Hasta el día de la fecha le sobrevive su viuda, mi madre, María Pabla Gauto Vda. de Cadogan (1916-1998), además de nueve hijos y numerosos nietos y bisnietos.

         Algunos de sus hijos lo acompañamos hasta el día de su muerte. Como el más próximo, tuve el privilegio de escuchar sus postreras palabras con sus finales deseos. Recibí de su parte privilegiados bienes materiales. No obstante, lo más valioso fue la silenciosa pero solemne entrega que me hiciera, al notar que su partida se aproximaba, de los más valiosos objetos indígenas que él conservaba, símbolos inequívocos de lo más profundo del pensamiento espiritual e impenetrable misticismo de nuestra raza autóctona.

         Hacia él y sus amigos guaraní vayan mis desvelos.


Paraguay, Mburicao, mayo de 1998.


1

CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA DE LEÓN CADOGAN

Rogelio Cadogan


         1899

         (29 de julio) León Cadogan nació en Asunción, hijo de Juan Cadogan y Rosa Stone Cadogan, inmigrantes llegados ese año de Australia, descendientes de ingleses, irlandeses y polacos. Su abuelo paterno fue Joseph Ephraim Cadogan, descendiente éste del General John William Wayne de la rama galesa de los Cadogan este último combatió en la guerra de la independencia americana. Por el lado materno su abuela fue Mary Dargan, de Clonmel, el cual es un pueblo en el condado de Tipperary, Irlanda, y el apellido de su bisabuela materna era Green. Su abuelo materno fue Joseph Stone, aristócrata polaco que cambió de apellido después de las guerras napoleónicas.

         La familia se instala ese mismo año en la Colonia Nueva Australia, en las cercanías de Ajos; hoy Cnel. Oviedo.

         Sus padres procrean cuatro hijos varones, siendo León el primogénito; sus otros hermanos fueron Bronte, Eric y Hugh. De su primer matrimonio Rosa tuvo a su hijo Harry Sommerfield.


         1904

         Se incendia totalmente la vivienda familiar de "Las Ovejas" (Colonia Nueva Australia) durante la revolución de este año, constituyéndose en una gran tragedia para la familia y con pérdida de casi todas sus pertenencias. Posteriormente deambulan por varias casas abandonadas de la Colonia, numerosas en esa época, por haber regresado sus dueños a Australia.

         Desde su niñez es adiestrado por el joven de apellido Agüero, personal de sus padres, en las tradiciones y leyendas de la campiña paraguaya, aprendiendo a hablar el guaraní simultáneamente con el inglés materno. Por entonces desconocía el castellano.

         Asiste por dos años a la escuela anglicana de la colonia Nueva Australia, costeada por el obispado de Falkland Irland (Malvinas) y toma clases particulares de piano. Sus padres, libres pensadores no permitieron que asistiera a las clases de religión que se impartían en dicha escuela.


         1908

         Sus padres recurren a numerosos doctores y "médicos" de Asunción, Sapucai, San Bernardino, etc. para hacerlo tratar, sin éxito, de una avanzada parasitosis. Finalmente obtienen una medicación eficaz de parte del Capitán del Ejército de Salvación, Mr. Alexander K. Mac Donald, obtenida a través de la Comisión Gorgas de la zona del Canal de Panamá.

         Su familia se instala en Yataity con un pequeño comercio.

         Se inscribe como alumno de la entonces célebre escuela alemana.


         1912

         Sus padres adquieren los libros de medicina y la biblioteca del renombrado Dr. Bottrell al regresar éste a Inglaterra. Esta biblioteca, más el entrenamiento de enfermería de su madre en Australia, le permiten a ésta ejercer como "médica" en Villarrica (Lomas Valentinas), constituyéndose su padre, don Juan, en el "boticario" de las recetas suministradas por doña Rosa. El éxito de su práctica hace que acudan pacientes de lejanos lugares, como Corrientes, Mato Grosso, Buenos Aires, etc.

        

          1914

         Egresa de la escuela alemana de Villarrica, concluyendo el ciclo primario, con buenos conocimientos del idioma alemán. Sus estudios en dicha escuela fueron su única instrucción formal.

         Gracias a la biblioteca de sus padres tiene acceso a obras juveniles de autores europeos de la época: Julio Veme, Dickens, Scott, Alejandro Dumas, etc.

         Se emplea como ayudante de oficina de una pequeña fábrica de bebidas gaseosas, licores y perfumes en Villarrica. (Licorería Cosmos).

         Poco tiempo después ingresa como ayudante de boticario de la "Botica y Droguería Central" de Villarrica, regenteada por don Luís María Chace. En dicho empleo, que dura unos dos años, aprende francés y algo de taquigrafía. En esta misma época toma clases de castellano con el profesor don Ramón Indalecio Cardozo.


         1917

         Se traslada a Zeballoscué como secretario de la gerencia del frigorífico de la compañía Swift. En esta fábrica toma contacto con Emile Lelieur, mecánico francés, bachiller de ciencias de una universidad francesa. Este le enseña la utilización de la tabla de logaritmos, matemática elemental y le permite acceder a varias obras de los clásicos franceses de su biblioteca particular.


         1918

         Emigra a Buenos Aires y se emplea en el frigorífico "La Blanca" para entonces tres de sus hermanos: Enrique, Bronte y Eric, habían emigrado a Australia. Enferma de paludismo y se siente desadaptado y con nostalgias por el terruño, regresando al Paraguay antes de cumplirse un año de su partida.


         1919

         Se emplea en el frigorífico San Antonio por un año y luego regresa al hogar paterno en Villarrica.

         Se afilia al partido colorado, en el cual tendrá militancia posteriormente en el ámbito guaireño con su amigo el Mayor Rogelio Benítez.


         1921

         Inicia la explotación de un yerbal en San Antonio, departamento de Caaguazú, propiedad de don Carlos Chase, conjuntamente con su amigo Felipe Leiva de Villarrica. Toma contacto por primera vez con los Mbyáguaraní de la zona.


         1922

         (14 de abril) Fallece su madre, doña Rosa, a los cincuenta y cuatro años de edad, a consecuencia de un cáncer, en el lugar conocido como "Guavirá" de la Colonia Nueva Australia. Se la sepultó en el cementerio de "Las Ovejas" de dicha Colonia.

         Viaja a Ca'i Puente en busca de su hermano Hugo, reclutado forzosamente por los revolucionarios a cargo del Cap. Lasclota, levantados contra el gobierno de la época.


         1923

         Asociado con el ciudadano alemán Alfredo Felhig, emprende la explotación de yerbales fiscales de San Vicente del Monday, cedidos en arrendamiento al Capitán de aviación Carlos Francisco de Paoli, por servicios prestados durante la revolución de 1921/22.

         Le sobrevienen sucesivas desgracias familiares: fallece su hermano Hugo como consecuencia de las extremas penurias sufridas al escaparse de los revolucionarios internándose en la selva; su padre pierde la vista y quiebra un banco en donde tenían sus ahorros.


         1924

         Se instala con su padre, que padece de ceguera, en Natalicio Talavera, llamado entonces Potrero Borja o Borjai. Se hace cargo de un pequeño aserradero de madera, una destilería de caña y esencia de petitgrain; también se dedica a faenas agrícolas.

         Reinicia sus contactos con los Mbyáguaraní asentados a orillas del río Tebicuarymi, iniciándose su curiosidad por conocer su lengua, mitos, leyendas y tradiciones.

         Procrea en Borjai, con doña Mercedes Colmán, de San Francisco Potrero, Villarrica, 7 hijos: Rosa (Rosie), Dionicio (Dick), Isidro (Jhon), Carlos Primitivo (Charlie), Otilia Concepción (Connie), los mellizos León (Jimmy) y Pablo. Doña Mercedes falleció el 13 de setiembre a consecuencia del parto de sus hijos mellizos.


         1928

         (20 de junio) Procrea a su hijo Benito con doña Francisca Barrios, de Natalicio Talavera.


         1934

         Fallece su padre, don Juan Cadogan a los setenta y cinco años, y se lo sepultó en la colonia Natalicio Talavera. En esa época don León se resiente de su paludismo que lo deja muy debilitado.

         Aporta donativos carreta y bueyes solicitados para el sostenimiento de la guerra del Chaco.

         (26 de diciembre), Contrae nupcias con María Pabla Gauto Samudio, hija mayor de Pedro Pablo Gauto y Gregoria Samudio de Gauto. Procrean en la Colonia Natalicio Talavera 2 hijos: Eusebio (Baby) y Miguelina (Milly).

         Durante su residencia en la Colonia Natalicio Talavera, debido a la fama de la "práctica médica" de su madre, doña Rosa, se lo ve capacitado para intervenir en varios casos de enfermedad de los pobladores humildes de la colonia. También toma activa participación en la promoción de la educación escolar y, debido a intereses políticos creados, es tildado enemigo del partido de gobierno, el liberal. Los caudillos locales deciden hacerlo asesinar y un confidente, Antonio Sachelaridi, hijo de la hermana de su suegro, le da la advertencia para resguardarse. Don León reconoce los invalorables favores recibidos de su amigo don Artemio Mereles, de Villarrica.

 

         1938

         Apresuradamente se ve obligado a mudarse con su familia a Villarrica.

         Contrata 14 carretas y transporta su casa de tablas y techo de chapas de zinc de Natalicio Talavera y la reconstruye personalmente en el barrio Yvaroty de Villarrica. Ya en Yvaroty procrean dos hijos más: Julia (Julie) y Rogelio (Rodger), con lo cual su descendencia llega a 12 hijos. Trabaja como empleado en un comercio del Sr. Pedro Garelli en Villarrica, resintiéndose en su salud.

        

        1939

         Asociado al Sr. Branford abren una tiendaalmacén en la colonia Mauricio José Troche, ex Cosme, actividad que dura apenas un año.

         Por un error político es nombrado presidente de la Junta Económica Administrativa de la colonia, por Decreto N° 17.740 de octubre 17 de 1939, cargo que no llega a desempeñar.


         1940

         Se publican en el periódico El Pueblo, de Villarrica, sus primeros artículos sobre el folklore guaireño.


         1941

         Al inicio del gobierno del General Morínigo, fue nombrado Juez de Paz Titular Interino de la colonia Natalicio Talavera, Decreto N° 7529, del 7 de enero de 1941, ocupando el cargo poco más de un mes.

         (junio) Es nombrado Jefe de Investigaciones e Identificaciones de la Delegación de Gobierno de Villarrica por su amigo el Mayor Rogelio Benítez. Simultáneamente dicta cátedras de inglés en la escuela Normal, la Escuela de Comercio y el Centro AngloParaguayo.


         1943

         Escribe diversos artículos en la revista, de Asunción, publicada en Mbopicuá, bajo la dirección de Guillermo Enciso Velloso y Epifanio Méndez Fleitas.

         En esa época toma contacto con conocidos dirigentes colorados que activan en la llanura.


         1944

         (Enero) Abandona la policía para hacerse cargo de la dirección del Centro AngloParaguayo. Estrecha sus vínculos con los Mbyáguaraní diseminados desde el departamento de Itapúa hasta Itakyry. Su casa de Yvaroty es constantemente visitada por sus amigos, los Mbyá.


         1945

         (27 de mayo) Integra la comisión directiva del Centro de Cultura Paraguaya "Gral. Bernardino Caballero", de Villarrica, como Vocal 1°, siendo Presidente del mismo el Dr. Evaristo Zacarías Arza. En esta época contrae una dolencia pulmonar, que provoca en él una sensible decadencia física, sobrellevando al mismo tiempo estrecheces económicas.


         1946

         (10 de agosto) Es designado Secretario General de la Policía de la Capital por su amigo el Mayor Rogelio Benítez. No llegó a asumir el cargo por motivos de salud y, principalmente, por dificultades económicas para trasladarse a Asunción con su numerosa familia. (Ver El paraguayo, 10.08.1946).

         Toma contacto con el Gral. Juan Belaieff y el Dr. Andrés Barbero, pioneros del trabajo indigenista en el Paraguay. A través del primero logra sus primeros contactos epistolares con etnólogos del exterior.

         Se produce un encuentro providencial con el cacique Pablo Vera de Yroysa, Paso Yovái, quien se convertirá en uno de sus principales informantes de la mitología mbyáguaraní y del idioma esotérico de los "iniciados" de esta etnia, guardada celosamente hasta entonces. Este contacto se estrecha gracias a la mediación del indio Mario Higinio, recluso de la cárcel de Villarrica y a quien prestó ayuda para obtener su libertad en 1946.


         1947

         Se reactiva una tuberculosis pulmonar y es internado en un sanatorio de Asunción. Su convalecencia es lenta y debe afrontar penurias económicas. Las dos hijas menores, Milly y July son internadas en el colegio L'Inmaculee de Caazapá gracias a una tía religiosa de esa congregación.

         Es designado Secretario General de la Municipalidad de Villarrica siendo Intendente Municipal Don José Domingo Ocampos.


         1948

         Se publica en Asunción una colección de cuentos y leyendas del Guairá: Guai Rataypy, editado por la Editorial Guarania, propiedad de J. Natalicio González.

         (10 de octubre) El Cap. Juan E. Melgarejo, de Villarrica, le obsequia el clásico Tesoro de la Lengua Guaraní, del jesuita Antonio Ruiz de Montoya, diccionario fundamental para la realización de sus investigaciones.


         1949

         (14 de febrero) Es incorporado como miembro de la Asociación Indigenista del Paraguay, "en mérito a su eficaz labor..."

         (13 de mayo) Es nombrado nuevamente Jefe de Investigaciones de la Delegación de Gobierno de Villarrica, a pedido de su amigo el doctor Evaristo Zacarías Arza. Se retira del cargo el 22 de diciembre de 1949.

         (Agosto) Se funda el Patronato de Indígenas del Guairá. Integran la directiva los señores: Emilio Balanzá, Rvdo. P. Juan C. Prieto, Dr. Juan C. Casco, José G. Balmaceda, Manuel Benítez Jara, Pedro Guggiari, Noel Naville, Basilio Narvaja y Pedro Almada.

         (31 de diciembre) Se crea, a instancias del Dr. Evaristo Zacarías Arza, la Curaduría de Indios Mbyáguaraníes del Guairá, dependiente del Ministerio de Educación y Culto, designándose a León Cadogan para dicho cargo. A partir de entonces pudo dedicarse exclusivamente a la defensa de los indígenas y a sus trabajos de investigación científica.

         Toma contacto directo y epistolar con numerosas personas del quehacer científico, entre ellos, los paraguayos: Juan Belaieff, Andrés Barbero, Juan Boggino, Herib Campos Cervera, Juan Max Boettner, Rvdo. Juan C. Prieto, Federico Riera, Guillermo Tell Bertoni, entre otros. Entre los extranjeros toma contacto con: Manuel Gamio, Juan Comas y Miguel Ángel Portilla, de México; Paulo de Carvalho Neto, Egon Schaden y Herbert Baldus, de Brasil; Adolfo Berro García, del Uruguay; Alfred Métraux y Claude LéviStrauss, de Francia, Rvdo. Guilherne Saakre, director de Anthropos; Teo Crevenna, de la Unión Panamericana; Ralph Boggs, Antonio Tovar, Bernard Pottier, entre otros.


         1955

         Es internado nuevamente para ser intervenido quirúrgicamente de su dolencia pulmonar, lo cual le ocasiona serias limitaciones para la realización de sus trabajos de campo y gabinete, sin embargo, las prosigue con gran esfuerzo. Estas y otras vicisitudes no le impiden proseguir incansablemente con sus trabajos.


         1956

         Realiza trabajos con los PaiTavyterá del Amambay a través de materiales e informantes proporcionados por el Gral. Marcial Samaniego. Luego de la creación de la Curaduría de Indios Mbyáguaraníes del Guairá se obtienen los siguientes grandes logros en favor de los indígenas:

         1) Emisión de la Circular N° 1 de la Corte Suprema de Justicia, gracias a las gestiones del entonces Ministro de Educación y Culto, Dr. Juan Manuel Frutos y siendo presidente de la Corte Suprema de Justicia el Dr. César Caray;

         2) Se dicta la Resolución Ministerial N° 391 del Ministerio del Interior, siendo ministro de dicha cartera el Dr. Edgar L. Ynsfrán, en defensa de los indígenas y, específicamente, en contra de los cazadores de los Achéguayakí;

         3) El Mons. Agustín Rodríguez, Obispo de la Diócesis del Guaira, emite una Carta Pastoral para toda la diócesis en enérgica defensa de los indígenas.


         1958

         (noviembre) Se crea el Departamento de Asuntos Indígenas, dependiente del Ministerio de Defensa Nacional, gracias a los buenos oficios de su amigo el Gral. Marcial Samaniego, ministro de dicha cartera de estado.


         1959

         Gracias al apoyo de su gran amigo, el Dr. Egon Schaden, se publica su obra Ayvu Rapyta, Textos míticos de los mbyáguaraní del Guairá en el Boletín de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de San Pablo, originales que estuvieron elaborados, según el autor, más de diez años atrás.

         Toma primer contacto con los Acheguayakí, montaraces de Arroyo Morotí, distrito de Abaí, cerca de San Juan Nepomuceno, amparados por el campesino paraguayo Sr. Manuel de Jesús Pereira, quien les brinda su protección.


         1960

         (6 dic. 1960) Participa de las "Jornadas Internacionales de Arqueología y Etnografía" realizadas en Buenos Aires, en donde también está presente su amigo el Dr. Egon Schaden, de San Pablo. Cadogan expresa que entre los motivos que lo llevaron a participar de dichas jornadas estaba la "posibilidad de realizar un estudio integral de la cultura achéguayakí, mediante la acción conjunta de estudiosos del Paraguay, la Argentina, el Brasil y, posiblemente, Bolivia".


         1961

         Gestiona el envío de la Misión de la Escuela de Estudios Superiores de París, bajo la dirección del Prof. Dr. Alfred Métraux, integrada por Pierre Clastres y Sra. y Lucien Sebag.

         La Universidad Católica "Nuestra Sra. de la Asunción", a través de su rector, Mons. Pantaleón Andreu, le manifiesta la intención de otorgarle el título de "Doctor Honoris Causa" de dicha universidad. Cadogan no aceptó "...porque no veía que ello contribuyera eficazmente en bien de los indios". (Ver Acción N° 17, mayo 1973).


         1962

         (30 de Junio) Recibe la visita de Justo Pastor Benítez en su casa de Yvaroty, Villarrica, quien luego publica en la Revista Ñande uno de los primeros artículos de un intelectual paraguayo sobre la obra científica de León Cadogan, ya reconocido en los círculos de la antropología en el exterior.


         1963

         (3 de enero) Autores Paraguayos, APA, y las autoridades de Villarrica, le ofrecen un acto de homenaje en el anfiteatro Ycuapyta en reconocimiento por su labor científica e indigenista.

         En el mismo acto el Pbro. Norberto Fernández, Delegado del gran Canciller de la Universidad Católica, filial Villarrica, lee una resolución por la que se nombra al Sr. Cadogan PROFESOR HONORIS CAUSA de dicha universidad.

         (6 de diciembre) El Rotary Club de Villarrica le otorga un homenaje por su labor indigenista y científica de "Ciudadano Ilustre".

         Sus estudios y trabajos tienen cabida en prestigiosas revistas científicas especializadas de diversos países, como ser: Brasil, México, Uruguay, Argentina, Chile, EE.UU., Francia, Alemania y Austria.

         En el Paraguay publica sus trabajos en cualquier medio de prensa en que sus trabajos puedan tener cabida, ya sean diarios, semanarios, revistas culturales y científicas, así como ediciones personales.


         1965

         (26 de abril) El Departamento de Asuntos Indígenas, dependiente del Ministro de Defensa Nacional, le suprime el subsidio que venía recibiendo de dicho ministerio a consecuencia de imputársele la autoría moral de un artículo en contra de la política indigenista del gobierno en el semanario Comunidad. A consecuencia de esto sus ingresos económicos se reducen en un cincuenta por ciento.


         1966

         (Setiembre) Se acoge a los beneficios de la jubilación de su cargo de Curador de Indios Mbyáguaraníes del Guairá, del Ministerio de Educación y Culto. Esto no impide la prosecución de sus trabajos en defensa de los indígenas y sus trabajos de investigación.

         Se publica el artículo El guaireño León Cadogan en la Revista del Ateneo Paraguayo, Volumen 2, de diciembre de 1966, de la autoría del Dr. Efraím Cardozo. Esta es la biografía más completa escrita sobre León Cadogan.

         (Diciembre) Se muda con su esposa de Villarrica a Asunción por motivos de salud gracias a una herencia que recibe de su hermano Bronte, fallecido en 1948 en Australia, a consecuencia de las heridas de guerra sufridas en la cruenta campaña de Nueva Guinea, en la Segunda Guerra Mundial contra los japoneses.


         1968

         Toma contacto con el P. Bartomeu Melià, S.J., con quien establece una estrecha amistad por el interés que demuestra éste por la cultura guaraní. Esta relación se mantiene hasta los postreros días de Cadogan, a quien presta invalorable asistencia en la publicación de sus últimos trabajos.

         1969

         (9 de febrero) En el diario La Tribuna en su suplemento dominical bajó el título: Yo y La Tribuna. La redacción pregunta, hoy responde: LEON CADOGAN en forma llana y espontánea contesta a las más variadas preguntas que le formulan sobre su vida, sus trabajos y sobre los indios. Es designado miembro de la Société des Americanistes, de París, a propuesta del Prof. Claude LéviStrauss y el P. Bartomeu Melià, S.J.


         1970

         Gracias a gestiones realizadas a través de la Secretaría Técnica de Planificación de la Presidencia de la República, se concreta la venida de una misión alemana para realizar un estudio de la cultura Achéguayakí por parte del Dr. Mark Münzel y señora, de la universidad de Frankfurt. El resultado de esta misión fue lamentablemente truncado debido a intereses creados en el manejo de la comunidad Achéguayakí, que luego tuvo extensas repercusiones como genocidio en los medios de comunicación internacionales.

         (20 de mayo) El Rotaty Club de Asunción le hizo entrega, a través de su gran amigo, el Dr. Juan Boggino, del galardón de "Benefactor de la Comunidad", distinción rotaria que también fue entregada en forma simultánea al P. Ernesto Pérez Acosta, S.D.B.


         1973

         (25 de abril) Cadogan designa, por testamento ológrafo, albacea testamentario de sus obras científicas al P. Bartomeu Melià, S.J. y le entrega en donación su biblioteca y archivo personal.

         (30 de mayo) Aproximadamente a las 12:30 fallece León Cadogan en su domicilio de la calle Cap. Carpinelli y Cecilio Ávila de Asunción, luego de una penosa enfermedad, a los 73 años, rodeado de sus familiares y amigos más íntimos. Numerosas personas expresaron sus condolencias y diversos medios de comunicación se hicieron eco de su fallecimiento. Fue sepultado en el Cementerio Internacional de la Recoleta el día 31 de mayo a las diez y seis horas.

         En su edición dominical del 17 de junio de 1973 se publicaron diversos artículos en homenaje póstumo a León Cadogan. Escribieron estos artículos el P. Bartomeu Melià, S.J., Ramiro Domínguez, Cristina Berro de Escribá, Miguel Chase Sardi, JoséLuís Appleyard y Raquel Chaves.

         También en un diario de Sidney, Australia, el escritor Gabin Souter, autor de A peculiar people: The Australians in Paaraguay, escribe un artículo sobre la obra y pasajes de la vida de León Cadogan

         (7 de agosto) En su estada en el Paraguay, el superior de la Compañía de Jesús, P. Pedro Arrupe, S.J, envía una carta de agradecimiento a doña María Pabla Gauto Vda. de Cadogan por la donación que su esposo hiciera a la orden en la persona del P. Bartomeu Melià, S.J. de su archivo personal y su biblioteca. Por considerarlo un documento histórico, y siendo la única carta que el Padre Pedro Arrupe, Prepósito General de la Compañía de Jesús, dejó firmada en el transcurso de su visita al Paraguay, se la reproduce en esta obra:

Asunción, 7 de agosto de 1973


 

Sra. Dña.

María Paula Gauto Vda. de Cadogan y familia

Asunción


Estimada señora,


         He sabido que su esposo, el eminente antropólogo paraguayo, León Cadogan, hizo donación de su biblioteca a la Compañía de Jesús en el Paraguay en la persona del Padre Bartomeu Melià. Este es un motivo de agradecimiento profundo, por la gran confianza que el difunto señor Cadogan puso en los jesuitas, en quienes veía el deseo de ser los defensores de los indios Guaraní, en el pasado y en el presente. En verdad que esta benevolencia por parte de su esposo para con los jesuitas es un compromiso y una responsabilidad para seguir en la obra comenzada por el señor Cadogan, obra de estudio profundo de la cultura guaraní y obra de defensa del indio Guaraní.

         Entiendo que el Padre Melià, en quien su esposo tenía a un amigo y discípulo, seguirá con tan ardua labor por el bien de los indígenas, labor que fue la razón de la vida del señor Cadogan.

         Con ocasión de mi visita al Paraguay, deseo, señora, expresarle mi agradecimiento, que hago extensivo a toda la familia.

         En el santo sacrificio de la misa y en mis oraciones les tendré muy presentes, y pido a Dios que el gran amor que el señor Cadogan tuvo por los indios, a veces tan despreciados y marginados y la defensa que asumió para que fueran considerados como personas con todos los derechos, pueda llegarse a concretar cada día más.

         Reciba, señora, mis respetuosos saludos y mi bendición en nombre del Señor.


         Pedro Arrupe, S.J.


2


CADOGAN SEGÚN CADOGAN


         2.1 YO Y LA TRIBUNA


         Como testimonio autobiográfico, este documento publicado por el diario La Tribuna el 9 de febrero de 1969, bajo la serie: Yo y La Tribuna, La redacción pregunta, hoy responde: León Cadogan, se ofrece, en un tono espontáneo y sincero, sin entrar a consideraciones técnicas o científicas, un perfil de un León Cadogan franco y comunicativo, no tan característico en él, exponiendo sin ambages sus pensamientos más íntimos con una inusual franqueza. Sus Memorias, dadas a luz en 1991, resaltan también ese mismo estilo, en que no ponía cortapisas en su búsqueda y defensa de la verdad, sobre todo cuando se trataba de la defensa del indio y el bien de la comunidad. Aquí también se refleja su pensamiento universalista de libre pensador como sus padres, sin ninguna atadura ni compromiso con sistema religioso o ideológico alguno, pero, respetando siempre las creencias de sus semejantes, toda vez que éstas reflejen un compromiso con el bien al prójimo, a la sociedad y a la humanidad.


Señor Cadogan, usted sabe que en La Tribuna tenemos la sección dominical denominada Yo y La Tribuna, y esta vez hemos decidido que usted sea el que se ponga al alcance de las preguntas de los redactores.

         Hablando con toda sinceridad, así en un grupo de personas cultas y civilizadas, me siento como un pez fuera del agua. Ahora, si fuera una reunión de indios y campesinos, sé que estaría a mis anchas. Pero trataré de satisfacer las preguntas.


¿Puede darnos usted en forma breve su "curriculum vitae"?

         Yo nací en Asunción y muy pronto mis padres se trasladaron a Ajos (Coronel Oviedo) cuando eso era un lactante aún. Tal es así que yo me considero un guaireño nato y por adopción. Empecé a dedicarme a la antropología después de haber fracasado en política y en los negocios; después de darme cuenta que yo no podía hacer nada importante, sino aprender guaraní. Y me puse a aprender guaraní.


 

         APRENDER EL GUARANI


¿Cuánto tiempo le llevó el aprendizaje?


         Sigo estudiando el guaraní. Tengo algunas personas en París y también aquí, entre ellos el Padre Melià, que están prosiguiendo mi obra.


¿A qué obra se refiere señor Cadogan?

        

         A la recopilación más o menos científica del guaraní; mejor dicho, de las distintas lenguas guaraníes, porque no se puede hablar de una lengua guaraní, sino de más de cincuenta y tantas. Aquí en el Paraguay tenemos el guayakí, que es una lengua guaraní; tenemos el mbyá, que es la segunda lengua en primitivismo; tenemos el paĩ que es sumamente interesante por la simbiosis observable entre las ideas nativas, digamos, y las foráneas; y por último, vienen los Chiripá. Estos cuatro pueblos guaraníes conozco más o menos bien y he aprendido sus lenguas; es decir, poseo el guayakí y el mbyá, pero hice también trabajos de campo entre los Chiripá y los Paĩ. Ahora promete seguir los trabajos y estudios entre estos últimos indios el Padre Melià, que está preparando la segunda parte de su tesis doctoral sobre La creación de un lenguaje cristiano en las Reducciones de guaraníes en el Paraguay. Tengo aquí su tesis que me la trajo para revisar y opinar sobre ella.


Señor Cadogan, ¿cuál fue el idioma que usted dominó primero a la perfección?


         Yo no domino ningún idioma en particular. Pero el idioma que más o menos conocí primero, fue el inglés, cuando tenía yo diez o doce años, había leído a Shakespeare y la mayoría de los clásicos ingleses en la lengua original. El castellano lo aprendí más tarde, no viejo, pero sí más tarde.


¿Qué otros idiomas habla usted?


         Para trabajar en antropología es indispensable conocer el alemán, francés, portugués, inglés y castellano. El que pretende avanzar en antropología sin estas lenguas, va muerto.


Cuando dice usted “poseo”; ¿qué significa para usted esa expresión?


         Significa que puedo expresarme en ese idioma, con la fluidez con que me estoy expresando ahora, o tal vez mejor.


¿Cuántos años tiene usted?


         Tengo apenas setenta.


¿Por qué "apenas"?


         Porque me siento todavía joven, pero desgraciadamente la materia vil ya no responde como sería mi deseo.



         PROFUNDAMENTE RELIGIOSO


¿Qué estudios tiene?


         Me gradué de doctor enarandú–ka'aty en la Universidad de Paranambú. Con esto quiero decir, que la única instrucción que recibí, la recibí en una escuela primaria de la campaña.


¿Cuál fue la satisfacción más grande que le dio el estudio de la antropología?


         Hace no sé cuántos años, Autores Paraguayos Asociados fue a rendirme homenaje a Villarrica. A mi no me gustan esas cosas. Hubo bombos y platillos, discursos, medallas y pergaminos. Al día siguiente, me levanté temprano y estaba yo tomando mate, cuando escucho que alguien golpea la mano. Salgo a ver, y era doña Patrocinia Estigarribia, una anciana de ochenta años que venía de una compañía a una legua de distancia con un zapallo y tres huevos frescos. Ella me dijo: “Karai Cadogan, ahendu niko karai–kuéra ndeguerohory, ha aromandu'a niko nderehe ko'ava che huerta peguaremi romomaiteívo”. Creo que ésta fue la mayor satisfacción.

¿Cuántos hijos tiene?


         Tengo once. Tenía doce, pero uno murió. En aquel entonces no se había inventado todavía eso de "la explosión demográfica".


¿Es usted católico?


         Yo no pertenezco a ninguna religión organizada.


¿Por principio o razones especiales?


         Mis padres, además de socialistas, eran libre pensadores. Yo soy profundamente religioso a mi manera de ver. Pero desgraciadamente veo que ni se cumplen los Diez Mandamientos, ni el Sermón de la Montaña, y antes que aprendamos a cumplir este Sermón es inútil todo esfuerzo por ser cada día mejores.


 

         PALABRA Y ALMA


¿Cuál es la experiencia más agradable que usted recuerda durante sus investigaciones con los indios?


         Fue el día en que descubrí que palabra y alma son sinónimos para el hombre primitivo. Para el guaraní, la palabra es a la vez palabra y alma. La parte espiritual del hombre es su palabra. Esto lo explica mi amigo Schaden, de la Facultad de Filosofía de San Pablo. En este sentido, él dice que la obligación primordial del hombre es la vida en comunidad, a lo que obedece esta simbiosis. Últimamente hice también algunas investigaciones entre los Guayakí, donde también fue confirmada esta teoría. La palabra es el summum.


Si usted no está estudiando al guaraní u otra actividad relacionada con este ramo, ¿qué hace?


         Leo La Tribuna y por la siesta escucho Radio Guaraní, pues ya me está fallando la vista y con la edad y la serie de intervenciones que he tenido, seguramente ya se me está agotando el depósito de fósforo. Por eso tengo que limitarme a leer exclusivamente las pocas revistas científicas que recibo, para mantenerme más o menos al día.


¿Usted cree que va a dar un resultado positivo lo dispuesto por la Constitución, que dice que es obligación enseñar el guaraní a la par del castellano?


         Es un tema que deben resolver los especialistas. Han escrito sobre el tema Philipson de San Pablo, Manrique Castañeda de México, Joan Rubín de la Universidad de Yale, entre los que conozco. Yo, personalmente, creo que para el maestro de la campaña, es indispensable explicarle al alumno en guaraní qué significa tal o cual cosa. Ahora, como digo, es un problema serio, que ni yo ni ustedes van a resolver. Requiere seis años de estudios universitarios por lo menos.


¿Qué está escribiendo ahora?


         En el último número del Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo he planteado una serie de problemas. Mi aporte a la solución de estos problemas es un diccionario guayakí que según me informan aparecerá este año en Francia. Ahora estoy soñando con preparar un diccionario mbyá. Es un sueño, pues para que un hombre de setenta años y medio diga "haré esto", es arriesgado. Pero yo estoy enfrascado en esta tarea.


¿A usted le gusta el fútbol, o por lo menos sigue de cerca la campaña de algún equipo?


         Me gusta, pero no sigo de cerca a ningún equipo.  


 

         ADOPTADO POR LOS MBYA


¿Cómo se comportan los indígenas cuando usted los visita y hace esas investigaciones de campo?


         Muy bien. Un grupo de mbyá me adoptó; gracias a eso he podido realizar estas investigaciones. Porque como he explicado, la palabra es para ellos algo sagrado, y divulgar su lengua ante un cualquiera no es fácil.


¿Dónde se encuentran actualmente los Mbyá?


         Desde Encarnación hasta la frontera. Pero grupos nada más que minúsculos.


¿Cuántos serian actualmente?


         En 1950 hice yo mismo un censo entre Yuty y San Joaquín y encontré algo más de tres mil. Guayakies hay muy pocos ya.


¿Qué forma de vida llevan estos indígenas?


         Seminómada diría yo. Porque al morir un miembro adulto del grupo son obligados a desplazarse, por temor al fantasma del muerto.


Científicamente ordenados ¿a qué edad pertenecerían actualmente?


         Los Guayakí pertenecen al paleolítico y los demás ya al neolítico.


¿Cuánto tiempo vivió con los indios?


         Mi primer contacto con ellos fue en el año 1920 más o menos; durante la revolución de 22. Desde 1940 estoy en permanente contacto con ellos. Mi casa en Villarrica fue una permanente procesión de indios.


Siguiendo con los indios ¿qué nos dice sobre los Maká, Chulupí...?


         No los conozco. Me dedico exclusivamente a los Guaraní. Los Maká pertenecen a otra raza, otra lengua, otra cultura totalmente distinta. Y le puedo asegurar que a pesar de los metros cúbicos que se han escrito sobre los Guaraní, lo más importante está por realizarse aún.


¿Qué sería eso?


         La recopilación de su lengua original que conservan todavía ellos en sus cantos rituales, oraciones y plegarias.


¿Qué parte de Sudamérica están poblando los indios pertenecientes a la raza guaraní?


         Hay Tupíguaraní hasta el río Xingú. También en Bolivia y en la Argentina hay restos de Mbyá. En las Misiones argentinas yo mismo he hablado con ellos.


 

         CONTRA EL GENOCIDIO Y EL ETNOCIDIO


¿Qué cree usted que puede hacer el hombre civilizado por los indios?


         Tratar de comprenderlos


¿Y en la parte material?


         El indio no piensa como nosotros. Tenemos que tratar de colocarnos en el nivel del indio, pues éste ha sido vilmente explotado.


¿Cuándo cree usted que comenzó realmente la declinación de las poblaciones (en número) de las diversas tribus?


         Poco después de la venida de los españoles. Ese punto lo ha tratado minuciosamente la Dra. Susnik, en su obra El indio colonial.


¿Cree usted que la población indígena en el Paraguay corre peligro de desaparecer?


         Yo creo que están desapareciendo. Se podría pensar en una recuperación, pero como dije, se necesitaría que nosotros les comprendiésemos. Pero lo que pasa es que nosotros como hombres civilizados, nos colocamos en un plano superior. Somos etnocentristas y la ciencia en este aspecto ha cambiado mucho de parecer.


En el caso de que se dejaran civilizar, ¿usted optaría por dejarlos en el paleolítico?


         No se puede ya ni pensar en eso. Habría que demostrarles que nosotros los consideramos como seres humanos. El solo término que empleamos pe ava tuja, nos está diciendo que tenemos que hacer algo por comprenderlos.


¿Tendrán que tener una evolución natural?


         Tendrían, pero un país tan pobre como el nuestro no puede darse el lujo de atraerlos a la civilización.


¿Cómo los atraería a la civilización?


         Demostrándoles que hemos leído los Evangelios de Cristo, y quizás otros maestros más.


¿Tienen ellos un ser superior al que adoran y que podría ser comparado a Dios?


         La religión es la base de su existencia. La vida en esta tierra es algo efímero, un paso, para ellos.


¿Usted cómo se considera, etnólogo, antropólogo, científico..?


         Yo me considero recopilador de leyendas.


¿Le gusta la música paraguaya?


         Me gusta muchísimo. Y me vuelve loco la música moderna, con el perdón de los jóvenes.


¿Cuál de las guaranias le gusta más?


         No podría citarlas por el nombre. Hay tantas.


 

         LA ANTROPOLOGIA CIENTIFICA


¿Qué antropólogos extranjeros recuerda usted con más simpatía por la obra que han realizado aquí?


         Hay varios. Entre ellos, Schaden, de San Pablo. Pero aquí en el Paraguay, la Dra. Susnik es una heroína. Ahora está Clastres, que estuvo entre los Guayakí durante ocho meses con su señora. Es el hombre que más sabe de lengua y cultura guayakí. Schaden es el que más sabe de cultura y mitología guaraní. La señora de Clastres dicta clases sobre mitología guaraní en la Universidad de Nanterre, dependiente de La Sorbona.


¿Qué se podría hacer a su criterio para que esos grandes investigadores sientan real interés por venir aquí a proseguir sus trabajos?


         Es cuestión de dinero. Yo conseguí con algunos austríacos que mandaran aquí una misión francesa. Pero eso ha costado mucha plata.


A su juicio, ¿qué labor está realizando el Centro de Estudios Antropológicos?


         Esta institución no realiza ningún trabajo de campo. Lo que nosotros necesitamos son trabajos de campo. El Centro sólo difunde trabajos que se han realizado.


Cuántas obras tiene usted escritas?


         Sinceramente no sabría decirle. No tengo separatas y tengo trabajos por todo el mundo. He tenido que mandar al extranjero la gran mayoría de mis trabajos para que se publiquen porque son cosas que sólo se pueden financiar con mucho dinero. Ahora, que hayan aceptado y publicado trabajos de un paraguayo autodidacta, es para mí un triunfo.


¿Qué opina usted del Parque Guayakí en cuanto a que se piensa explotarlo con fines turísticos?


         Un lugar ideal para un parque serían las serranías de Villarrica, el lugar natural de esta gente desde hace siglos. Ahora lo de la explotación turística no es una mala idea. Estando ya en Villarrica me vinieron a ver de Tokio, Harvard, Alemania, Francia, etc., con el exclusivo propósito de ver a los Guayakí. Quiere decir que teniendo las comodidades adecuadas, podría ser. Pero todo esto debe estar supervisado por personas competentes. Subrayo esta palabra.


¿Usted cree que hay hambre entre la población indígena del Paraguay?


         Existe, como no. Y esto se irá agudizando.


¿No han aprendido a cultivar la tierra?


         Los Mbyá sí. Pero las proteínas las obtienen de la caza y la pesca. Ellos cazan con trampas. Ahora tienen fusiles.


¿Estuvo usted recorriendo otros países?


         Estuve un año en Buenos Aires. Fui con la idea de correr el mundo. Escuché una polca y me dio un techaga’ú bárbaro que me fui a la estación a comprar el boleto para volver. Pero me faltaban cinco pesos. Así que tuve que buscar conchabo para volver al Paraguay.


¿Qué defectos paralelos encontraría usted en el ser paleolítico y en el ser civilizado?


         Es muy difícil definir esto. El paleolítico por ejemplo practica el canibalismo y la poligamia, cosas que para nosotros serían pecados mortales.


¿Es cierto que algunas tribus guaraníes eran antropófagas?


         La mayoría. Los Guayakí eran antropófagos. En esto coinciden las versiones de los cronistas. Y negarlos equivaldría a que yo, hijo de ingleses, niegue que los ingleses hayan sido piratas. Los ingleses han formado su imperio a base de piratería.

¿Qué dice usted de la teoría que señala que muchos de los indígenas de América, como los Guayakí por ejemplo, descienden directamente de asiáticos?


         Todos los días se van acumulando argumentos en favor de esta tesis. Pero sin embargo, existe también otra teoría que dice haber existido otras corrientes de Polinesia, Melanesia. Esto es casi seguro.


¿En la lengua existe alguna similitud?


         Es muy difícil hablar en este caso de similitudes. Ahora, en cuanto a rasgos faciales puede ser. Con estos estudios se comenzó relativamente tarde. No hace mucho se descubrió el antígeno Diego que existe en ciertas tribus. Los Guayakí, que yo considero protoguaraníes y que la Dra. Susnik ha dicho también son de lengua protoguaraní, cuya mitología también es protoguaraní, no tienen el antígeno Diego que tiene el guaraní.

         Cómo se explica esto. Es un enigma. Hace unos días recibí de un amigo especialista en antropología física, los resultados de los trabajos que había realizado en todas estas tribus y las únicas que carecen del antígeno Diego son los Moro y los Guayakí. Esto echa por tierra muchas hermosas hipótesis. Es una tarea que requiere un trabajo de conjunto.


Cuando vivía así entre los indios, ¿cuál era su régimen alimenticio?

 

         Comía lo que también ellos comían.


¿Cómo es un Guayakí, tomando así bajo la lupa?


         Es un individuo expansivo, extrovertido, comunicativo, Ahora, el guaraní es muy cerrado.


¿Usted suele leer poesías?


         Muy poco.


¿Conoció alguna vez personalmente a Ortiz Guerrero?


         Conocí a Ortiz Guerrero, porque mi madre se vio obligada a actuar de curandera y él fue a verla en varias ocasiones. Pero él ya estaba muy enfermo. Yo era muy joven en aquel entonces. Sinceramente, de poesía y de filosofía no sé hablar. Lo que le dije al Dr. Appleyard es la pura verdad: "Yo no sé de ritmos ni cesuras y de poesía no me pregunten más". Sé que Shakespeare escribió unos hermosos sonetos, pero hasta ahí no más.


 

EL GUARANI PARAGUAYO


¿Qué opina usted de la nueva tendencia de la escritura y de la pronunciación del guaraní?

         He escrito mucho sobre este tema pero prefiero dejarlo a los especialistas porque yo a pesar de haber estudiado cinco idiomas guaraníes, no soy especialista y menos lingüista. Pero me parecen que están errados aquellos que quieren imponer el guaraní como idioma oficial, en su estado actual. Porque carecemos de un diccionario de nuestro llamado guaraní paraguayo, el que hablamos en forma cotidiana. Durante mis investigaciones he tenido que recurrir a los tres diccionarios que tenemos, Guasch, Jover Peralta y Ortiz Mayans. Hay 200 palabras de uso cotidiano que no figuran en esos tres diccionarios. Por eso, estos creadores del guaraní oficial, o que quieran imponer como lengua oficial el guaraní, y que no han convivido con las tribus, se sientan cómodamente, con aire acondicionado y dicen: "Bueno, de esta raíz hacemos esto", despreciando todo el acervo cultural de nuestra raza. Y tengo la prueba. Vino hace poco un especialista lingüista con el objeto de preparar un vocabulario para el Cuerpo de Paz. Alguien le habló de mí y vino a verme. El me dijo: "Se me ha dado esta lista de palabras, que me dijeron, significan tal cosa". Creo que eran cien palabras. "Estas palabras son artificiosas le dije . Además, usted no se ha formado en Asunción sino en una Universidad de los Estados Unidos. Usted sabe lo que tiene que hacer. Yo le digo esto". Fue a varias localidades del interior, y no encontró un sólo campesino que pudiera darle el significado de estas palabras, lo que quiere decir que esas palabras son artificiosas. Se pueden encontrar docenas de esas palabras en los diccionarios, aun cuando Ortiz Mayans no peca de esto.


¿Qué posibilidades ofrecen las diversas parcialidades indígenas para un estudio científicamente ordenado de todo esto?


         La verdad es que hay oportunidades de realizar el estudio, pero yo mismo he estado cuarenta años clamando en el desierto. Y ¿qué he conseguido? Que la Universidad de San Pablo publique un trabajo, en París otro, en Estrasburgo otro. Conseguí también que Francia mandara una misión científica para que estudiara el guayakí, que es la base, o el protoguaraní, digámoslo así. Ahora tenemos a este mozo Bartomeu Melià, entusiasmado. Vamos a ver si le dan tiempo de conseguir algo. El es el que más documentos tiene. Habría que darle estímulos a ese hombre.


MEDICINA POPULAR


¿Qué opina del médico–ñana?


         Desempeña un rol importante. Por lo menos consuela al enfermo que carece de dinero para pagar al médico y sobre todo al boticario.


¿Estudió usted a fondo los procesos medicinales a que se dedican nuestros indígenas?


         No, no he ahondado mucho en esto. He escrito algunos trabajitos. Pero hay dos ramas de medicina, digamos. El indio común y corriente sabe que tal yuyo le va a aliviar tal mal. En casos graves recurre ya al médico hechicero, que se pone en comunicación con los dioses y averigua qué es lo que pasa. Luego opera con succiones de escarabajos y otros animales. Es un asunto muy debatido; Schaden, yo y otros más, hemos llegado a la conclusión que estos hechiceros, a pesar del papel aglutinante, también eran motivo de casi exterminio, porque surgía la rivalidad de grupos a causa del veredicto de estos hechiceros.


¿Ganó usted algo materialmente hablando de sus trabajos?


         ¿Si he ganado algo? Tengo una jubilación. Es de diez mil guaraníes. Para lo que falta recurro a mis hijos.


 

LA DISCRIMINACIÓN Y LA EXPLOTACIÓN


¿Existe una tribu paraguaya que está totalmente aislada de la civilización?


         Creo que no.


¿Qué hay de los Pyta Yovái del Chaco?


         Son ardides que utilizan para despistar cuando los indios desean hacerlo, usando un calzado de dos puntas iguales.

        

Tenemos noticias que a veces, especialmente grupos de obrajeros o zapadores son atacados por indígenas y siempre se dice que fueron los Guayakí. ¿Es cierto esto?


         Son Guayakí y es un grupo con los que no se ha entrado en contacto todavía.


¿Estuvo alguna vez en situación peligrosa entre los indios?


         No, nunca.


¿Cómo saben los indígenas que el señor Cadogan viene para realizar trabajos científicos y no para hacerle daño?


         Porque era el primer miembro de la tribu y los Guayakí, gracias a las medidas tomadas por el Gobierno, se habían acogido a la supuesta protección que se les había prometido.


¿Cómo ve usted el proceso de asimilación del indio a las civilizaciones a consecuencia de los yerbales, obrajes, etc.?


         Como ya dije, han sido vilmente explotados. Yo, en mis trabajos, los comparé con los siervos de la gleba. Pero no es cierto, porque éstos tenían ciertas prerrogativas. Y el indio no las tiene. En el 57, época en que el ministro Peña era ministro de Educación, a él en aquella época le traje casos concretos. Me mandó con el asesor jurídico del ministerio a la Corte Suprema, y no nos quisieron creer. Les mostré los procesos. Fue entonces que se lanzó esa famosa circular número uno en defensa del indio, que es un documento que mucho honra al Dr. Peña, pero desgraciadamente, como casi todas las cosas en nuestro país, todo quedó estancado. Desde Asunción hasta el Paraná, toda el mundo exclamaba a la pucha, prohibido niko la ava yuka ra’e. A los indios se los mataba como animales. Una vez mataron a un indiecito por entrar en una chacra a robar una sandía.


Se dijo que en los cafetales, hacia la frontera con el Brasil, algunas tribus eran exterminadas con venenos. ¿Es cierto?


         Puede ser, pero no me consta.


¿Qué nos dice usted de las versiones de que una chica guayakí había sido llevada a Francia habiéndose recibido de licenciada?


         Si, ella está ahora en Perú. La había llevado el Dr. Vellard. Ella se llama Ivonne Vellard.


¿Cree usted que un indio está en condiciones de asimilar la civilización o la educación nuestra?


         Difícilmente. Es un cambio demasiado brusco. Del paleolítico a la era atómica es mucho. Habría que ir por etapas. Siempre son gente desadaptada. Hay muchos casos en que se los saca del ambiente al nacer. Pero aún así, son desadaptados.


Si usted tuviera los medios suficientes ¿qué haría en favor de las tribus que se están extinguiendo?


         Compraría un millón de hectáreas y les ofrecería todas las garantías posibles y me pondría a luchar como los jesuitas, porque estos fueron expulsados por el único y exclusivo delito de querer proteger a los indios. Entonces no tardaría yo también en ser expulsado, pero afrontaría el riesgo.


.¿Cree usted que podrán convivir distintos grupos unos con otros?


         Sí, los guaraníes posiblemente.


 

 ¿NACIÓN GUARANI?


¿Qué piensa usted que hubiera sido una comunidad jesuítica guaraní que hubiese ido evolucionando en las misiones jesuíticas?


         Hubiera sido una gran cosa, pero los indios en sí no hubieran llegado a ninguna parte, porque la misma cultura contiene en sí los gérmenes de autodestrucción.


¿Cómo es eso?


         El indio que cumple con los preceptos religiosos, recibe un mensaje de los dioses que lo convierte en chamán, médico agorero, hechicero. Este hombre se aparta con su grupito. Esto hace imposible un gobierno central.


¿Quiere decir que aquello de nación guaraní...?


         Es un mito, porque desde luego ningún científico habla de una nación guaraní.


¿Cree usted que UNESCO puede hacer algo por estas personas?


         No, UNESCO no puede hacer nada mientras nosotros no nos sensibilicemos. La falla está en nosotros. Y no se puede culpar a fulano o al partido tal. Porque todos somos culpables. Con motivo de la Asamblea Constituyente yo mandé imprimir por mi cuenta una ponencia en favor de los indios y la remití personalmente a cada uno de los constituyentes, sin distinción de partidos. Como era de esperar, fue al tacho mi recomendación, sin que ninguno alzara la voz en favor de mi ponencia. Yo seguí de cerca los debates de la Constituyente. El Padre Ramón Juste, S.J., también presentó otra ponencia, que tampoco tuvo eco. El Gral. (S.R.) Ramón Bejarano presentó un proyecto y tuvo el mismo trato.


 

SOMOS CULPABLES

 

¿Quiere decir que si esto se llega a perder, todos seremos culpables?


         Somos culpables. Y si no me creen ustedes, lea la obra de la Dra. Susnik. No es que seremos culpables. Somos culpables.


¿Cuál es su mensaje para la juventud actual?


         Es difícil de contestar. La juventud necesita autos, televisor. Vaya usted a recomendarle a esta juventud que siga los preceptos de Cristo, que si tiene dos camisas, que regale una de ellas.


¿Y cuál sería su mensaje para nosotros?


         Que sigan trabajando lo más desinteresadamente posible, para que alguna vez se cumplan las enseñanzas de los grandes maestros que nos mostraron el camino.


¿Cuántos nietos tiene?


         33, o 34 o quizás 35, no sé bien. Un día de estos voy a mandarles un mensaje de mi nieta preferida. Esta es María Mercedes Camperi. Ella tiene un mensaje para la niñez paraguaya justamente sobre este problema.



 

         2.2  VEINTICINCO AÑOS DE ETNOGRAFÍA GUARANÍ

         (Una mirada retrospectiva y una dedicatoria)


         León Cadogan


Publicado en su libro Ywyra ñe'ery; fluye del árbol la palabra, Asunción, CEADUC, 1971, pp. 913.


         Comenzaba el año 1921, y yo me hallaba instalado en San Antonio, un yerbal del Sr. Carlos Chase, situado a unas leguas al sur de Caaguazú. Una mañana se escuchó, en la picada que conduce de Ka'amirindy Y'akã, Caamindy Arroyo en la vernácula, el toque de mimby puku o flauta larga con el que el hombre anuncia su llegada. Al rato venía llegando Emijoríva Emilio Rivas, vestido a la usanza típica: tambeo o taparrabos, en la cabeza el akãpychĩa o adorno ritual del hombre; en el antebrazo izquierdo y la pierna derecha, bandas o ligas hechas de hilo de cabellos de mujer. Depositó ywyraimbe, garrote o macana, y flechas y arco en la tranquera y se acercó, portando únicamente, en la mano derecha, el ywyra'i o po–py–gwa, la varilla de mando. Le acompañaba un hijo de unos doce años.

         Aety rami.

         – Aety rami.

         Hablas invocando el nombre de nuestro verdadero padre Ñamandu, cuyo hijo el sol permite que nosotros, a quienes él proveyó de arcos y del adorno ritual, nos irgamos todos los días...

         Hablo invocando el nombre de nuestro verdadero padre Ñamandu, respondió mi interlocutor. Pero, al continuar el largo saludo ritual e insinuar que esperaba oír qué todo estaba normal en su asiento de fogones, me contestó sin rodeos: Que hace poco un jurua, paraguayo, había llegado al rancho o zona yerbatera de Hu'yvarã y le había conchabado. Un sábado por la tarde, él cazó un ciervo, convidó a sus paisanos que trabajaban en el rancho, el domingo charqueó la carne que sobraba, y el lunes fue nuevamente a hojear o cosechar yerba. Hacia mediodía su hijo llegó corriendo al lugar donde chamuscaba la hoja cosechada y le contó que el patrón había llegado a su choza, e increpando a su mujer por no haber él entregado la carne de ciervo a quien correspondía el patrón la ultrajó y se apoderó de toda la carne restante.

         Fui al campamento, continuó Emilio, y desde un escondite en el takwaty, cañaveral, le maté de un flechazo en el corazón, y lo enterré en una zanja cercana. Los paraguayos no tardarán en enterarse de lo ocurrido; vendrán los chontaro, soldados, policía, y arrasarán el asiento de nuestros fogones, matando a los hombres que encuentren, violando a las mujeres y llevándose algunos niños. No es justo que esto ocurra. La cuenta debe saldarse: ekovia va'erã teko awy, debe purgarse el error (cumplirse la ley del talión), lo sé. Pero el que mató al paraguayo soy yo, y vengo para que me lleves junto al jefe de los paraguayos para que se cumpla en mí su ley y mi gente no sea perseguida. Hecho esto, este hijo mío te guiará hasta el asiento de nuestros fogones e informarás a mi gente acerca de lo ocurrido.

         Llevé a Emilio a Caaguazú y el mismo expuso su problema a don Basilio Scavone, jefe político del pueblo. En la policía no se había formulado denuncia, y tampoco en el juzgado, pero corrían rumores acerca de un ciudadano oriundo de Yataity, con cuentas pendientes con la justicia, que había penetrado subrepticiamente en los yerbales para elaborar unas cargas de yerba de contrabando con cuyo importe se proponía "arreglar su situación". El jefe aseguró a Emilio que no sería molestado si el hecho no se denunciara, pero que le mantuviera informado acerca de su paradero por si tal denuncia se presentara. En tal caso, él mismo se encargaría de hablar con el Defensor de Pobres e Incapaces para que se le hiciera justicia 1.

         Casi un cuarto de siglo después en 1944 aparecía la traducción de la monografía de Nimuendajú sobre la religión y mitología de los ApapokuvaGuaraní. Esta obra fue motivo para que escribiera una comunicación sobre mitología mbya, la que se publicó en 1946, en la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, gracias al filántropo Dr. Andrés Barbero. El interés que despertó en los círculos científicos me impulsó a dedicar todo mi tiempo libre al estudio de las tradiciones de los Mbyá. En 1950 para ser exacto, el último día de 1949 se me designó Curador de Indios Mbyáguaraníes del Guairá, cargo que me permitió dedicarme de pleno a la investigación. El nombramiento estipulaba que yo debía "buscar los medios para asimilar a la vida civilizada la población aborigen del país". Y a raíz de lo realizado por el Ministerio de Educación, del que yo dependía, y los informes obtenidos por el General Marcial Samaniego, Ministro de Defensa Nacional, en 1958 se creó el Departamento de Asuntos Indígenas, dependiente del ministerio último nombrado.

         En diciembre de 1963 me tomé la libertad de señalar al entonces Obispo Diocesano de Villarrica, Monseñor Agustín Rodríguez, la necesidad de una intervención enérgica de la Iglesia en defensa de nuestra población aborigen. En Junio de 1965, volví a dirigirme a su sucesor, Monseñor Aníbal Maricevich, destacando que sería la única manera de salvar de la extinción los últimos restos de la raza guayakí. Ignoro si mis sugerencias hayan influido en el ánimo del Episcopado Paraguayo, pero sí sé que desde casi un año un jesuita versado en antropología y lingüística se halla recorriendo los tataypy rupa o "asiento de fogones" indígenas recogiendo informes que permitirán a la Iglesia enfocar en forma realista, científica o, si se quiere, cristiana, el "problema indigenista". Y se preguntará por qué, solamente cinco años de haber intervenido personalmente para que se creara el Departamento de Asuntos indígenas, sugiriera que la Iglesia se hiciera cargo del problema. La respuesta es que, ya en 1963 era evidente que ningún organismo estatal, en el que forzosamente deben influir los intereses políticos, puede encarar el problema con la menor posibilidad de éxito. El siguiente bosquejo dará una idea de la magnitud de la tarea a realizarse.

         El Capítulo V de la clásica monografía de Nimuendaju lleva por título: Mba'e Meguã, Pesimismo Guaraní. Y el autor habla del "pesimismo sin consuelo de esta raza moribunda que, sin averiguar sus fundamentos, se ha resignado ya completamente..." Egon Schaden, en  1946, se expresa en más o menos los mismos términos, y diecinueve años después transcribe las palabras de un predicador cristiano ñandéva Chiripá grupo estrechamente emparentado con los Apapokuva de Nimuendajú: "Cristo é a nossa esperança, mas para os índios não ha mais o que esperar neste mundo..." Sesenta años después de publicada la obra de Nimuendajú, escuchamos, de boca de los Chiripá de Itakyry veredicto idéntico al formulado por él y confirmado posteriormente por Schaden, pero formulado en un guaraní castizo, arcaico; es el Kotyu Mamorangwa, o "Endecha del Más Allá", en la que, al finalizar la danza, los concurrentes expresan su anhelo de llegar lo antes posible a las afueras de la Casa Grande de Ñande Ru Vusu, el creador chiripá 2.

         En lo que a los Mbyá se refiere, hablan con elocuencia los relatos de Vicente Gauto y de Alberto Medina transcriptos en este trabajo, y en otra comunicación sobre la aculturación del grupo, he subrayado el desprecio y la aversión que al mbyá le inspiran las instituciones paraguayas o mejor dicho, nuestro sistema socioeconómico. Schaden, también, destaca que "en el mesianismo mbyá es evidente el rechazo decidido de la cultura occidental" 3.

         En cuanto a los Pãi, en Octubre de 1969 me visitó un misionero de "Las Nuevas Tribus", de la colonia indígena Ywypyté, del Amambái, a formular una consulta sobre un problema que le preocupaba la mayoría de sus indios se negaban terminantemente a mandar sus hijos a la escuela; en cuanto a tomar ciudadanía paraguaya haciendo el servicio militar, ni se les podía sugerir. El atribuía este repudio de la cultura paraguaya al brain washing o lavaje de cerebro a que los chamanes someten a los adolescentes durante los ritos de la iniciación y perforación del labio. Según mi informante, las danzas, oraciones, etc., que preceden a esta ceremonia duran meses. ¿Cómo neutralizar la nefasta influencia de estos dirigentes que con su lavaje de cerebros entorpecen la labor de los misioneros, la conversión y salvación del salvaje y su incorporación al mundo socioeconómico de su pariente el paraguayo?4. Un miembro de la misma misión me obsequió un folleto con informes sobre la labor que desarrolla la misión, en la que también informa que aquel que no pertenece a la religión cristiana está irremisiblemente condenado al suplicio eterno. Si un joechakára, nombre del chamán en Pãiguaraní, pudiera leer el folleto, exclamaría: ¿Acaso pueden ignorar estos pobres infelices que, a pesar de ser nosotros los Tawyterã los hijos predilectos del Gran Abuelo, Ñane Ramói Jusu, para todos hay lugar en los cielos que él creó?

         Un fenómeno similar se observa en un canto guayakí registrado por Pierre Clastres, creo que aún inédito, en cuya traducción colaboré. Como lo señala Clastres en L’Arc et le Panier, L'Homme, VI2, 1966, la mayoría de estos cantos tienen por tema la habilidad, las proezas, la "masculinidad" del cazador, pero en este canto del dirigente Jyvukúgi el tema es otro. Comienza por decir:

         Ache ka'a ri bái jyvõ tarã, guayakíes selva en animales flechaban abundantes. Y agrega:

         Ache ka'a ri bái jyvõ mbete ma ri: guayakíes selva en animales flechan totalmente no ya expletivo = la caza de animales con flechas ha sido totalmente abandonada por los guayakíes. Sigue una descripción detallada de la caza de cada clase de animal, agregando que la caza de tal animal ha sido totalmente abandonada. Y la larga endecha, que sacudiría las fibras íntimas de nuestros "indigenistas" que hablan de "soluciones cristianas" si se tomaran la molestia de hablar al indio de igual a igual, termina con esta estrofa:

         Ache... Ache bete ma ri, bo o o, en cuanto a los guayakíes, hemos dejado totalmente de ser guayakíes ¡ay de mí!

         Bete/mbete es la forma factitiva de la raíz guaraní te: error, desigualdad, diferencia, desfigurado (Montoya). Tanto Montoya como Restivo y Yapuguay emplean la variante clásica, mbo–te, con el significado de trocar, disfrazar hacer que parezca otro, cambiar, mudar, desfigurar. En cuanto a bo/bo o, es una de las interjecciones que traduce el dolor que indica el final de la estrofa. En síntesis, la endecha de Jyvukúgi es el lamento de un pueblo que, al verse obligados sus miserables restos a "incorporarse a la vida civilizada" es despojada por esa civilización inmisericorde de lo que considera más caro su propia identidad.

         La causa del odio que a los últimos remanentes de nuestros pueblos guaraníes le inspira la cultura del paraguayo, producto de lo que a algún mitómano se le antojó designar la alianza hispanoguaraní, es evidente; y para desentrañarla basta con analizar el valor semántico que en la vernácula tiene la palabra "cristiano". Significa "ser humano" y con tal significado se emplea hasta el presente en nuestras zonas rurales como el Guairá. El que no es un "cristiano" es un ava, palabra que en guaraní castizo significa hombre, pero que ahora designa al indio, al salvaje. Hi a va reko, que en guaraní castizo significaría "tiene condición de hombre", ahora significa "salvaje" (Guasch). Y del trato que vienen recibiendo estos ava o salvajes durante cuatro siglos hablan los textos, desde Ulrich Schmidl hasta el presente. De lo que les espera en el Más Allá también lo sabemos, gracias al folleto ya citado.

         Cabe destacar que, si bien J. Natalicio González también utiliza la frase "Alianza Hispanoguaraní' (en Proceso y Formación de la Cultura Paraguaya), a renglón seguido se ocupa del "melancólico fin" de tal alianza, y señala que, ya en 1650, "las indias, velando por la suerte de sus hijos, comenzaron a repudiar a los de su raza, no deseando procrear sino del amante español, para no amamantar siervos".

         Lo realizado en favor del indio en el Paraguay desde la creación de la Curaduría de Indios y el Departamento de Asuntos Indígenas, ha sido objeto de varias comunicaciones publicadas en el Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo (SARAP)5. En una de estas comunicaciones (Borgognon, 1968, p. 359) se destaca que los guayakíes, ya en vías de extinción, "muestran capacidad para todos los trabajos que se les manda hacer", y señala la necesidad de mudar el campamento guayakí de Roque González de Santa Cruz, situado en Arroyo Morotĩ, distrito de Abaí, a la zona de Curuguaty, situada a mucho más de un centenar de kilómetros de distancia, en línea recta, al Norte. El omite decir si Jyvukúgi y su gente fueron consultadas respecto al traslado, pero según consta en La Tribuna, Asunción, 28/V/1968, la operación se realizó: una comisión destacada a Arroyo Morotĩ con encargo de estudiar el problema, "teniendo en cuenta que hasta la fecha los citados aborígenes "no cuentan con asistencia médica, sanitaria y educacional" (el subrayado es mío), recomienda su traslado a la zona de Curuguaty. Y el periódico ABC Color, Asunción, 4 XII 1970, contiene informes detallados acerca de la Colonia Guayakí de Cerro Morotĩ, San Joaquín, pueblo este situado a unas leguas al sur de Curuguaty. Al ocuparse del tema, informa que treinta y seis guayakíes "abandonaron las selvas para unirse a sus hermanos civilizados y asentados en la Colonia Cerro Morotĩ cerca de San Joaquín". Un antropólogo que analizara la endecha de Jyvukúgi a la luz de lo expuesto por Borgognon: "...muestran capacidad para realizar los trabajos que se les manda hacer", probablemente recomendaría la sustitución de la oración: "abandonaron las selvas para unirse a sus hermanos civilizados", por otra más apropiada al caso.

         Reconozca o no la Iglesia la parte de culpa que le corresponde en lo que designo La Tragedia Guaraní, lo cierto que ha designado, como queda dicho, a un hombre idóneo para estudiar el problema y proponer soluciones. Se trata del P. Bartolomé Melià, S.J., versado en antropología y en lingüística: su tesis doctoral, presentada en la Universidad de Estrasburgo, lleva por título La Création d'un Langage Chrétien dans les Réductions des Guarani au Paraguay. Quiera Ñamandu Ru Ete, el creador de la religión Mbyá, milésima o millonésima reencarnación del jaguar mítico de los guaraníes, guiar sus pasos y que, cuando el P. Melià celebre sus bodas de plata con la etnografía, como yo celebro las mías con estas páginas, como resultado de sus desvelos haya aún indios que salvar. Y que nuestros intelectuales y el mundo científico todo hayan despertado de su letargo y, aunando esfuerzos, hayan salvado del olvido lo que aún se pueda de la sabiduría del hombre del paleolítico y del neolítico que conservan los dirigentes aborígenes. Pues, si lo ocurrido en lo humano merece el calificativo de tragedia el permitir que los últimos restos de estos pueblos se extingan o sean "civilizados" antes de haberse estudiado, en forma científica y exhaustiva sus respectivas culturas, no podría calificarse sino de delito. De ello constituyen pruebas más que suficientes los datos contenidos en esta comunicación.

         Y estos datos, así como los contenidos en comunicaciones anteriores, los debo al afecto y la confianza que me han demostrado los "salvajes" con quienes me cupo en suerte entrar en contacto hace medio siglo, en especial algunos dirigentes privilegiados. El consignarlos al papel me ha sido posible gracias a la ciencia, el desinterés, el altruismo de nuestros médicos. En prueba de gratitud les dedico este trabajo: a los médicoshechiceros guaraníes, depositarios de la milenaria sabiduría de la raza, desde el paleolítico y el neolítico, hasta nuestros días, y a quienes, en una de sus funciones, dignamente les suceden en esta nuestra era contemporánea, la profesión médica paraguaya.


NOTAS


1Emilio me visitó muchos años después; y posteriormente, un conocido oriundo de Yataity me dijo que su padre había sido asesinado por los indios de la zona de Hu'yvarã, siendo el aún muy niño.

2Nimuendajú; Leyenda..., São Paulo, 1944. Egon Schaden: Mitología Heroica, S. Paulo, 1946, p. 112; id. Aculturacão Indígena, Revista de Antropología, S. Paulo, 1965, p. 140. L. Cadogan: Como interpretan los Chiripá la danza ritual, Revista de Antropologia, S. Paulo, 1959, p. 87.

3Schaden, 1965, p. 235. L. Cadogan: Aculturacão Mbyá–guaraní, América Indígena, XX/2, México, 1960.

4Ceremonia muy secreta, entre los Pãi, no estudiada aún por un antropólogo, según Schaden.

5Ramón C. Bejarano: El problema indígena en el Paraguay, SARAP  I/1, 1965; Juan A. Borgognon: Aborígenes del Chaco Paraguayo, id. I/2, 1966; id.: Panorama Indígena Paraguayo, en id, III/ l y 2, 1968; L. A. Loewen: The anatomy of an unfinished crisis, id. II/1, 1966; P. José Seelwische, OMI; ¿Terminarán las Culturas indígenas?, en id.; L. Cadogan; La Tragedia guaraní, id. II/2, 1967.


        

2.3 CURRICULUM VITAE (AUTÓGRAFO)


         Nacido en Asunción el 29 de julio de 1899, mi familia se instaló el mismo año en Nueva Australia. Nuestra casa se incendió en 1904, perdiéndose todos nuestros muebles y enseres. Dos años de escuela anglicana, costeada por el Obispado de Falkland Islands (Malvinas), y en 1908, éxodo a Yataity, de donde en 1912 mi familia se mudó a Villarrica. Hallándonos en Yataity, ingresé en la entonces célebre escuela alemana de Villarrica, donde terminado el ciclo primario en 1914, me empleé en la licorería Cosmos como ayudante de oficina. Posteriormente, ayudante de boticario en la Botica y Droguería Central, fundada por don Carlos H. Chase y regenteada a la sazón por su hijo, don Luis María. En este empleo tuve tiempo para aprender algo de castellano, con don Ramón I. Cardozo; algo de francés y taquigrafía. En 1917 me empleé en Zeballos Cué, fábrica de carnes conservadas recientemente adquirida por la Compañía Swift de La Plata, y en pleno proceso de reorganización. Hallándome en Zeballos Cué, don Ramón I. Cardozo me pidió una crónica sobre la nueva industria, en la que tantas esperanzas se cifraban, debiéndome negarme a ello debido a las condiciones en que vivían y trabajaban los obreros, cosas acerca de las cuales no podría, como empleado de la empresa, hablar libremente.

         Ganaba un buen sueldo y tuve la buena suerte de caerle en gracia a un mecánico francés, de aspecto algo estrafalario, pero que resultó ser un hombre muy instruido. Al abordarle por segunda o tercera vez, me dijo sin más preámbulos que le extrañaba que un hombre tan poco instruido como yo ocupara un puesto tan elevado secretario del gerente. Gracias, indudablemente al hecho de no reaccionar violentamente, se ofreció a darme clases de álgebra y literatura: "En mi paso por la vida he encontrado siempre quien me sacara de apuros", dijo "y en retribución, tengo por norma ayudar a quienes merecen ser ayudados". Tenía cajones llenos de ediciones baratas de los clásicos franceses, las obras de Nietzsche, etc., en francés; y durante todo el tiempo que permanecí en Zeballos Cué probablemente un año y medio me dio clases de álgebra, trigonometría, y de literatura francesa. Emigré a Buenos Aires en 1918, pero el contraste entre el Paraguay y la capital porteña era demasiado; además, me enfermé de paludismo, que seguramente llevaba en la sangre, y a los siete u ocho meses regresé al Paraguay, empleándome en el Frigorífico San Antonio. Aquí, en un año, reuní lo suficiente para hacerme de caballo, revolver, fusil y unos pesos de reserva y volví a Villarrica a ver a mis padres. Encontrándome con don Carlos Chase, me habló del yerbal que tenía en un lugar llamado también San Antonio, y en él me instalé en 1921, con un compañero, don Felipe Leiva, de Villarrica.

         Dejé San Antonio en 1923, para trabajar, en calidad de contratista, juntamente con un señor alemán, don Alfredo Fehlig, en los yerbales fiscales de San Vicente de Monday, cedidos en arrendamiento al Capitán de Aviación don Carlos Francesco de Paoli, por sus servicios prestados al gobierno durante la revolución de 1921/22. Dejé el trabajo a raíz de la muerte de un hermano, de mi madre y la pérdida de la vista de mi padre, siendo él y yo los únicos miembros de la familia que sobrevivíamos en el Paraguay. Me instalé en la Colonia Natalicio Talavera para poder cuidarlo, dedicándome a la agricultura, aserradero en pequeña escala y la fabricación de esencia de petitgrain, ninguna de cuyas actividades me aportó grandes utilidades pecuniarias.

         Apenas terminada la guerra del Chaco, me trasladé a Villarrica a trabajar como empleado de comercio, trabajo que debí abandonar a los pequeña escala para mantener a la familia, para luego trasladarme a la Colonia Mauricio José Troche, en 1939 como socio de un señor Branford, y en donde tuve mejor suerte.

         "Por equivocación", o sea por recomendación de un amigo liberal influyente, fui nombrado presidente de la Junta Económica Administrativa de la Colonia, por Decreto Nº 17740 de octubre 17 de 1939. Creo que antes de reunir a los demás miembros y proceder a la distribución de cargos tal como manda la ley, se informó al Ministerio del Interior de la gaffe, procediéndose al nombramiento de una nueva Junta.

         Al morir el Mariscal Estigarribia y hacerse cargo del gobierno el General Morínigo, un amigo, creyendo que quería vengarme de quienes me había obligado abandonar la campaña, me hizo nombrar Juez de Paz Titular Interino de la Colonia Natalicio Talavera, Decreto 4529, del 7 de enero de 1941. Ocupé el cargo durante poco más de un mes. Pero en junio de 1941, al hacerse cargo de la Delegación de Gobierno el entonces Mayor Rogelio R. Benítez, acepté el cargo de Jefe de la Oficina de Investigaciones, el que ocupé hasta enero de 1944. Simultáneamente, seguí dictando cátedras de inglés en la Escuela de Comercio, y la Escuela Normal y el Centro Cultural Anglo Paraguayo. Fue para hacerme cargo de la dirección de este Centro que salí de la Policía, pero ya había formado personal competente para secundar al Mayor Benítez. (Cuando posteriormente fue designado Jefe de Policía de la Capital, me hizo nombrar Secretario General –El paraguayo, 1081946 puesto que no acepté, a pesar de la amistad que nos unía).

         En 1947, se reactivó una vieja dolencia, la tuberculosis pulmonar, y debí suspender mi labor docente en el Centro e internarme en un sanatorio. Al ponérseme de alta, me empleé como secretario de la Intendencia Municipal de Villarrica, hasta que en mayo de 1949 fue designado como Delegado de Gobierno de Guairá mi amigo de Dr. Evaristo Zacarías Arza, y me pidió colaborara con él. Yo había resuelto mantenerme alejado de toda función pública, pero pudo más mi pasión por la etnografía: ya había hecho de amigos en los círculos científicos, locales y extranjeros: la Asociación Indigenista del Paraguay, en fecha de febrero 14 de 1949 "resolvió por aclamación designarme miembro de la misma... en mérito de su eficaz labor..." Conocía personalmente a Carvalho Neto, y me carteaba con Baldus y Schaden... pero carecía de medios para proseguir mis investigaciones. Expliqué la situación en que me hallaba al Dr. Zacarías, diciéndole que accedería a colaborar con él bajo dos condiciones: 1ª. que traería tres policías de la capital, de reconocida solvencia y capacidad, para sanear el departamento del Guairá, tarea que ya sería imposible con personal superior improvisado;  2°, antes de abandonar él el cargo, me daría tiempo para poder retirarme, sin suscitar comentarios, y utilizaría de la influencia política de que gozaba para mandar crear un puesto que me permitiría dedicarme de pleno a la etnografía. Llegamos a un acuerdo, y se me volvió a designar nuevamente Jefe de Investigaciones de la Delegación de Gobierno de Villarrica en fecha 13 de mayo de 1949, por Decreto Nº 4469. Me retiré el 22 de Diciembre de 1949, y el 31 de diciembre del mismo año se creó la Curaduría de Indios del Guairá, por Decreto Nº 9318, cargo que ocupé hasta jubilarme, por mala salud, en setiembre de 1966.



3

HOMENAJES BRINDADOS A LEÓN CADOGAN


         3.1 HOMENAJE DE AUTORES PARAGUAYOS ASOCIADOS (APA) Y AUTORIDADES DE VILLARRICA, 1963


         Impulsado por el Director de la Revista Ybytyrusu, el Dr. Marcial González, el 3 de enero de 1963, Autores Paraguayos Asociados, A.P.A., y autoridades de Villarrica, tributaron a don León Cadogan un homenaje de reconocimiento a su labor indigenista y científica. El acto consistió en un festival artístico desarrollado en el anfiteatro Ycua Pyta, en donde hicieron uso de la palabra el Dr. Teófilo Fuentes Suligoy en representación del Intendente Municipal, don Gilberto Careaga; el presidente de Autores Paraguayos Asociados, A.P.A., don Enrique Volta Gaona; en representación de la comunidad guaireña, el Dr. Marcial González y el Rvdo. Juan C. Prieto; en representación de Prensa Paraguaya, su presidente, el Sr. Ángel Peralta Arellano. Leyó el discurso de agradecimiento del Sr. Cadogan, su hija, la Lic. Miguelina Cadogan de Camperi.


         DISCURSO DE SR. ÁNGEL PERALTA ARELLANO


Señoras y señores:


         Cuando la prestigiosa entidad que patrocina de este hermoso acto, me refiero a Autores Paraguayos Asociados, A.P.A., invitó oficialmente a Prensa Paraguaya, institución hermana por la similitud de sus ideales y propósitos, a sumarse a esta justiciera ceremonia de homenaje, al gran guaireño don León Cadogan, el Directorio de nuestra presidencia, por clamorosa unanimidad resolvió prestar su más calurosa adhesión en la certeza de que de que, de esa manera, la gratitud, el reconocimiento y el efecto estimulante, nunca como ahora, son más oportunos, máxime cuando se trata de quien como Cadogan, desde la humildad ejemplar de su vida y la modestia que lo aureola de grandeza, ha hecho por el prestigio del Paraguay, lo que muy pocos paraguayos han hecho, elevando el renombre intelectual de nuestra patria hasta ubicarlo en los estrados internacionales donde figuran los países que se han distinguido por los méritos de su jerarquía y la manifiesta cultura de sus hijos.

         Prensa Paraguaya se siente altamente honrada al hacerse presente en esta cultísima ciudad, cuyos hijos, todos entregados a las proficuas labores del progreso guarda los mejores recuerdos y tiene deudas que pagar por las finas atenciones de que fuera objeto con motivo de las reuniones de mesa redonda llevadas a cabo aquí el año pasado; acude a esta cita con la plenitud de su espíritu nacionalista, para rendir su emocionado homenaje de reconocimiento y simpatía a quien, como ya lo dijera, ha hecho tanto por nuestra patria y constituye un orgullo para toda la ciudadanía que complacida ve levantar el nombre de León Cadogan como símbolo viviente de la cultura paraguaya.

         No entraré a menciones especiales acerca de la ilustre personalidad de nuestro gran compatriota. Esta labor debe estar a cargo de quien o quienes reúnan mejores condiciones para abordar con eficiencia y altura dignas del homenajeado, las variadas y subyugantes facetas de este magnífico y paciente investigador de las cosas de nuestra estirpe inmortal, sus costumbres, su cultura, sus raíces y su vida, de cuyos sobrevivientes se ha hecho protector, preocupándose de todo cuanto les atañe y poniendo de sí hasta lo imposible para librarlos de las injusticias o la indiferencia que la incomprensión muchas veces le ha prodigado con absoluta inconsciencia y falta de respeto hacia estos últimos restos de una recia raza con la cual debemos sentirnos solidarios porque al fin de cuentas, constituye con el elemento hispano el basamento de granito sobre la que descansa la estructura moderna de nuestra nacionalidad.

         Es por eso que, los periodistas nucleados en Prensa Paraguaya consideran de estricta justicia este homenaje nacional a don León Cadogan. Y porque, es deber en esta hora auroral de nuestra patria, rendir tributo de admiración en vida a todos los ciudadanos que se han ganado con su esfuerzo, el fervor de su corazón y de su mente, la expresión de la gratitud y del estímulo. Porque, así se premia mejor a los que tienen suficiente mérito para ser homenajeados. Porque, de nada sirve que recién después de muertos, les estemos cantando loas o pronunciando bellos discursos sobre sus cuerpos yertos. Durante la existencia, en tanto, que se sienta los latidos de sus corazones y se perciba las luces de sus cerebros privilegiados, es que debemos acudir a ellos para decirles y demostrarles nuestra simpatía y afecto a fin de que sientan que no están olvidados y que las obras realizadas en el campo del intelecto o de la materia en bien de la nación y del pueblo, son suficientemente valoradas y aplaudidas. Señores, este homenaje a Cadogan es oportuno y justiciero. Que este gran señor guaireño, de auténtica estirpe paraguaya, reciba en vida la demostración espontánea y clamorosa de las prestigiosas instituciones culturales, artísticas y periodísticas de su patria como el mejor regalo de sus compatriotas en este nuevo año que la bondad de Dios, Nuestro Señor, nos ha obsequiado y que debemos aprovechar para trabajar con más ahínco, voluntad y fuerza por el engrandecimiento cada vez más rutilante de nuestro querido Paraguay.

         Cumplo, pues, con estas modestas palabras que traemos la delegación de Prensa Paraguaya para expresar nuestra adhesión y solidaridad con Autores Paraguayos Asociados, A.P.A., y la sociedad guaireña en esta hora feliz en que se rinde tan cálido homenaje al ilustre caballero intelectual de nuestra patria, don León Cadogan, a quien deseamos cordialmente larga vida de grandes satisfacciones y la bendición de Dios.

         A continuación del distinguido orador se dio lectura a una carta enviada al Sr. Cadogan por S.E. el Sr. Ministro del Interior, Dr. Edgar L. Ynsfrán, que se transcribe a continuación:



Asunción, 2 de enero de 1963


Señor

León Cadogan

Villarrica


         Imbuidos de muy nobles sentimientos, sus amigos y Autoridades locales se aprestan a tributarle a usted una demostración de su amistad y reconocimiento a la proficua labor indigenista que tan tesonera y brillantemente viene realizando.

         Deploro sinceramente no poder asistir a tan honroso acto; pero, haciendo propicia la concurrencia al mismo del Señor Enrique Volta Gaona y valiéndome de su amable mediación, le envío estas líneas que son portadoras de mi sincera y emocionada adhesión y mi cordial pláceme por tan merecido homenaje.

         Que el año que ahora se inicia premie sus encomiables esfuerzos con nuevos éxitos científicos y le sea igualmente pródigo en satisfacciones y ventura personal.

         Sírvase usted aceptar el renovado testimonio de mi distinguida consideración.

         Dr. Edgar L. Ynsfrán

         Ministro



DISCURSO DE AGRADECIMIENTO DEL SEÑOR LEÓN CADOGAN:


Señoras y señores:


         Hace algún tiempo, mi amigo y compueblano el Dr. Marcial González me comunicó que Autores Paraguayos Asociados se proponía realizar un festival, en homenaje, decía, a la labor que vengo desarrollando. Al contestar al Dr. González que mi estado de salud me impedía asistir al festival programado, resolví esquivar en adelante todo compromiso de esta naturaleza. Sin embargo, al volver a visitarme la Comisión Organizadora, tales fueron las razones que adujeron que he debido aceptar la invitación de que eran portadores. He debido, empero, por prescripción médica recurrir a quien me supla en el uso de la palabra para intentar expresar mi reconocimiento por esta demostración de afecto y estima, homenaje inmerecido con el que nunca hubiera soñado siquiera. Al expresar mis cálidos agradecimientos, creo oportuno y necesario dedicar unas breves palabras a la labor indigenista iniciada en el Guairá y zonas limítrofes, labor en que me ha tocado participar, y que hoy culmina en esta hermosa fiesta del espíritu que, inmerecidamente, lo repito, se me ofrece.

         Conocida es la apostólica labor de las Misiones del Chaco, como también, la de la Misión del Verbo Divino en favor de los restos guaraníes de esta Región Oriental; también se conocen los esfuerzos de Juan Belaieff y Andrés Barbero por mejorar la suerte del silvícola. Pero también es conocida la indefensión en que se debatían los últimos restos de la legendaria raza de cuya fusión con la española debió surgir la nueva nación hispano guaraní, para sorprender al mundo con aquellos capítulos de historia llamados Curupayty, Cerro Corá, Campo Vía... Duele reconocerlo, pero es un hecho que no se puede negar, que los últimos remanentes de esta raza legendaria, despreciados y olvidados, eran parias en su propia tierra. Lo ha dicho Bertoni al referirse en 1927 en su Civilización Guaraní, a tribus guaraníes en plena decadencia, a quienes se considera como animales por no haber sido bautizados; mientras en 1944 el conocido médico y guaraniólogo Juan Francisco Recalde escribe aquella sentencia lapidaria: "En el Paraguay también, el matar indios no es delito".

         Villarrica no pudo permanecer impasible ante este estado de cosas, y en agosto de 1949 se reúnen, en casa de don Emilio Balanzá, el dueño de casa, el P. Juan C. Prieto, el Dr. Juan C. Casco y los Sres. José G. Balmaceda, Manuel Benítez Jara, Pedro Guggiari, Noel Naville, Basilio Narvaja y Federico Almada, fundan el Patronato de los Indígenas del Guairá y, gracias a los buenos oficios de otro guaireño, Evaristo Zacarías Arza, obtienen la creación de la Curaduría de los Indios Mbyáguaraníes del Guairá.

         Si bien es cierto que casi todo está aún por hacerse si se desea salvar de la extinción los últimos restos de la raza autóctona, algo se ha hecho en favor de nuestros indígenas desde la creación, en 1950, de la Curaduría. La Corte Suprema ha impartido instrucciones claras y terminantes acerca de los derechos que les asisten; el Ministerio del Interior ha prohibido la persecución de Guayakíes y otros indios; el Clero guaireño, eficazmente secundado por la prensa nacional, ha hecho saber que el indio es merecedor del respeto y consideración que debe dispensarse a todo ser humano; la misma prédica la han escuchado los niños de las escuelas de boca de sus maestras; autoridades policiales y judiciales han castigado a más de un delincuente por ultrajes cometidos contra los indios. Y en noviembre de 1958 se crea el Departamento de Asuntos Indígenas, con la misión de centralizar las actividades indígenas y reunir los elementos de juicio necesarios para una legislación específica. Gracias a las medidas de defensa adoptadas, ya nadie puede decir, como lo dijera hace dieciocho años el Dr. Juan Francisco Recalde que, en el Paraguay también, el matar indio no es delito, y no es sino justo señalar a quiénes se deben las medidas de defensa y protección aludidas. Ellos son los Sres. Ministros que desde 1950 han ocupado la Cartera de Educación, los Dres. César Garay y Juan Manuel Frutos, inspirador y autor de la Circular N° 1 de la Corte Suprema, referente a los derechos del Indio; el Dr. Edgar L. Ynsfrán, a quien se debe la Resolución Ministerial N° 391 que prohíbe que los Guayakíes u otras tribus sean perseguidos, ultrajados o vejados; Monseñor Agustín Rodríguez y el Clero de Villarrica quienes, además de la incansable prédica que han realizado, han debido amenazar con la excomunión, según he llegado a saber, a los cazadores de Guayakíes; las maestras de escuela que inculcan a sus alumnos el respeto y la consideración que debe dispensarse al indio como a todo otro ser humano; los Delegados de Gobierno, Jueces y Alcaldes del Guairá y zonas limítrofes que han hecho cumplir la Circular N° 1 y la Resolución N° 391, de Defensa del Indio; los señores Roberto Holden Jara y Luís Albospino por su dinámica y constructiva actuación al frente de la Asociación Indigenista del Paraguay. Especial mención merece el General Marcial Samaniego, gracias a cuya ayuda se ha podido rescatar a más de una esclava (como la que veis aquí), y hacer procesar a más de un delincuente, y cuya obra es, el Dpto. de Asuntos Indígenas.

         Un resultado de las medidas de defensa puestas en práctica que asombró al mundo científico, fue la presentación de veinte indios Guayakíes, la parcialidad más esquiva del gran tronco lingüístico tupi guaraní. Convencidos los silvícolas por el trato dispensádoles que no serían separados unos de otros, ni de sus hijos, atrajeron a otros miembros de su tribu y últimamente se les han agregado los del grupo de nuestro Yvytyrusú, en número de cincuenta almas. Honra a Villarrica la actitud que asumió en la emergencia: clero, autoridades, fuerzas vivas, institutos de segunda enseñanza, la ciudadanía toda aúna esfuerzos para alimentar, vestir y proveer de herramientas a los silvícolas, y dirigiéndose al Ministro Samaniego, obtienen la designación de un funcionario rentado, encargado de defender y protegerlos: Manuel de Jesús Pereira. Grave injusticia sería pasar por alto la actuación de este rudo campesino, a quien nada hubiera costado vender, como era de práctica, los indefensos indígenas que buscaban su amparo. Prefirió buscar los medios para socorrerlos, y Villarrica se los proveyó. A él se debe que casi cien indios Guayakíes, confiados en su palabra de que no serían separados de sus hijos, hayan buscado el amparo del Gobierno de la República, poniendo fin a una lucha sin igual de más de cuatro siglos de duración. Cuesta trabajo decirlo, pero es un hecho que no puede silenciarse que ha habido y hay aún personas que han querido y quieren obligar a Pereira a proveerles de criados guayakíes, en flagrante violación de la promesa que, en nombre del Gobierno de la Nación, hiciera a los silvícolas. Tengo la satisfacción de agregar que se espera de un día a otro la llegada de los dos mejores egresados de la Escuela de Estudios Superiores de París, quienes, bajo la supervisión del mundialmente célebre especialista        Dr. Alfred Métraux, realizarán estudios exhaustivos de los diversos aspectos de la cultura Guayakí.

         Me he referido a la indefensión en que se debatían los últimos restos de la raza autóctona, objeto de tantos panegíricos, y fuerza es admitir que lo que ocurría en el orden social, no es sino fiel reflejo de lo ocurrido en el campo científico. Para demostrarlos, bastan las siguientes palabras de nuestro compatriota Alberto Preda Llamosas, extractadas del Boletín Indigenista, México. Desgraciadamente, dice, el estudio intenso y serio de las tribus ha disminuido, y si utilizamos tan duro término es porque es la realidad. Los estudios... corresponden a épocas pasadas. Esporádicamente aparecen en algunas revistas estudios poco científicos, matizados de fantasías y envueltas en un aura de romanticismo poco acorde con la paupérrima vida del indio...

         Puede decirse, creo, que en este campo del saber humano los únicos trabajos aparecidos últimamente en el Paraguay que merecen citarse, son los de la Dra. Branka J. Susnik, una extranjera, y un canto épico religioso guaraní de gran valor etnolingüística, recopilado por el General Samaniego. De ambos trabajos se han hecho ediciones mimeografiadas limitadísimas, contrastando con sus similares extranjeras, editadas lujosamente y distribuidas a todas las instituciones que se dedican a la Ciencia del Hombre. Es un hecho decepcionante, pues ya nadie ignora que solamente en esta Región Oriental del Paraguay existen restos de cuatro distintas parcialidades guaraní parlantes. Hasta ahora en Paraguay no ha brindado al mundo un científico vocabulario de uno solo de estos cuatro dialectos o hablas; tampoco le ha brindado una recopilación científicamente valedera de sus mitos, leyendas y tradiciones, a pesar de las recomendaciones que en tal sentido se han formulado en congresos internacionales. ¿Cómo condonar esta apatía ante el magnífico aporte hecho por la Universidad de Sao Paulo y otras universidades al conocimiento de nuestra lengua madre; y ante la cuantiosa suma invertida por la Universidad de Insbruck, Austria, en la edición de un Diccionario Sirionó, rama de la lengua hablada en el Altiplano?

         En cuanto a mi modestísimo aporte a la etnografía guaraní y el folklore guaireño, si mis trabajos, en algo han contribuido para que en los círculos científicos se cite el nombre del Paraguay y del Guairá, ello se debe única y exclusivamente a la ayuda moral y espiritual que, en mi paso por la vida, se me ha brindado. Con especial reconocimiento recuerdo a los señores médicos a quienes tanto trabajo les ha costado mi estropeado organismo; a los fundadores del Patronato de Indígenas del Guairá; al Dr. Evaristo Zacarías Arza; a los Sres. Ministros de Educación que han sido mis jefes; a mi amigo y benefactor el General Samaniego. Con especial cariño recuerdo, entre otros, cuyos nombres no me vienen a la memoria, a Juan Belaieff, Andrés Barbero, Juan Boggino, Herib Campos Cervera, Juan Max Boettner, el Rvdo. Juan C. Prieto, Paulo de Carvallo Neto, Federico Riera, Guillermo Tell Bertoni. Especialmente agradecido estoy a los eminentes hombres de ciencia extranjeros Manuel Gamio, Juan Comas y Miguel Ángel Portilla, de México; Egon Schaden y Herber Baldus, de São Paulo; Adolfo Berro García, de Montevideo; el Rvdo. Guillermo Saake, Director de Anthropos; Theo Crevenna, de la Unión Panamericana. Al estímulo y la ayuda de todos ellos se debe el haber yo podido presentar al mundo científico algunos fragmentos de etnografía guaraní y del folklore de este terruño guaireño, y a ellos les cabe el mérito de que en este momento esté asistiendo a este inmerecido homenaje.

         Para terminar, diré que esta fiesta constituye para mí prueba de que aquella apatía ante la vía crucis de nuestros remanentes autóctonos y ante la desaparición para siempre de su cultura espiritual, es ya cosa del pasado. Para mí es prueba de que el Paraguay, sacudiéndose como se sacudió en 1865 y ante la invasión del Chaco, ha resuelto vencer la indiferencia de cuatro siglos y salvar de la extinción los últimos restos de la raza legendaria a la que debe su existencia como nación. Considero este festival, no como un homenaje a la modestísima labor que, en el cumplimiento de mis funciones he realizado, sino como un homenaje al Espíritu de la Raza, y como una promesa de que a nuestros indefensos hermanos de la selva, hasta ayer despreciados y perseguidos, se les dispensará la humana comprensión y el amor cristiano que nos piden, hasta incorporarlos definitivamente al cuerpo políticosocial de la nación.




         ECOS DEL HOMENAJE AL SR. LEON CADOGAN


De la revista Yvytyrusu, Revista Guaireña de Cultura, Año 11, N° 5, Villarrica, abril 1963. Director: Dr. Marcial González.


         El 3 de enero pasado se realizó el homenaje a este ilustre sabio guaireño. Había por fin llegado el justiciero día de reconocimiento para el modesto investigador. Yvytyrusu había salido a la palestra para el caso, pues el Dr. Marcial González, presentaba a Autores Paraguayos Asociados una exposición de motivos para pedir se rinda el homenaje. Hela aquí:

         Don León Cadogan, relevante personalidad americana, consagrado así por los centros científicos nacionales y extranjeros, ha conquistado a través de sus obras el privilegiado sitial de ser uno de los investigadores de renombre mundial.

         Es una responsabilidad de la generación del presente rendir el merecido homenaje a los auténticos cultores del progreso científico y cultural de la patria; a los que labran el campo de la cultura con la inteligencia, cubriendo de glorias a la nación y conquistando laureles a su pueblo.

         Don León Cadogan es toda una institución de cultura al servicio de lo autóctono de nuestro pueblo. En la modestia y sencillez está lo bello de su personalidad de padre y benefactor del indio paraguayo. Bien está consignar en la presente, que las obras de Cadogan se conocen y respetan en todos los centros científicos nacionales y extranjeros. Sobrados motivos tenemos para creer que toda su obra en favor de los indios de la patria lo ha consagrado como INSIGNE HUMANISTA.

         Verdaderamente para comprender mejor las obras realizadas por el ilustre etnólogo y antropólogo paraguayo debemos acercarnos a la fuente misma de su tesonera labor: en Miscelánea Octogenario Dicata, II tomo, editado en el XXXI Congreso de Americanistas Universidad Autónoma de Méjico y en homenaje al Profesor francés Paul Rivet, apareció su obra El eterno pindo (palmera).

         En Estudios Antropológicos de la Universidad Autónoma de Méjico, edición año 1956, se publicó la obra de León Cadogan titulada: Las Reducciones del Tarumá y la Destrucción de la Organización Social de los Mbyá Guaraní del Guairá. Esta obra apareció en homenaje al Prof. Dr. Manuel Gamio.

         En la obra Bibliografía Critica da Etnología Brasileira, San Pablo, 1954, en conmemoración del cuarto centenario de la fundación de San Pablo se publicó en un lugar de honor la obra de León Cadogan titulada: Los Indios Yeguaca Tenonde (Mbyá guaraní del Guairá, Paraguay).

         En América INdígena, Méjico, fue publicada en sección de filología la obra del mismo autor titulada La lengua mbyá guaraní, 1948.

         En Antología Ibérica y Americana del folklore, por Félix Selvecio, Buenos Aires, 1953, se publicó Plata Yvyguy y se ilustró en sus páginas diciendo: "Don León Cadogan, viene realizando importante recolección de material folklórico de su patria que adquiere trascendencia por el conocimiento que posee de las lenguas aborígenes".

         En la Revista do Museu Paulista, vol. II, San Pablo, 1959, se publicaron las extraordinarias obras de Cadogan condensadas en el Ayvu Rapyta, expresándose lo siguiente respecto a la personalidad del gran etnólogo paraguayo: "La extraordinaria obra de Cadogan se condensan en obras todavía inéditas. ¡O tempora, o mores! Se gasta tanto dinero en editar necedades... Y justamente a Cadogan se lo deja de lado... Lo vemos como un mártir, con sus casi setenta años, enfermo, pobre, desconocido... Sin embargo se trata del mejor etnólogo paraguayo vivo que se conoce. Cuando un investigador enriquece el patrimonio de hecho, de la ciencia folklórica de un país, en forma deliberada y responsable como lo hizo Cadogan, todo defecto resulta mínimo. Quedará en la historia, porque la gran mayoría de sus aportes, son datos de campo imprescindibles. Durante siglos será citado, ya sea por especialistas en cuentos, en casos, en magias, en leyendas, en refranes, en canciones o adivinanzas y otras especies folklóricas".

         En Catálogo de las lenguas de América del Sur, Editorial Salamanca, Buenos Aires, 1961, el Prof. Antonio Tovar, ex rector de la Universidad de Salamanca, expresó lo siguiente refiriéndose a don León Cadogan: "Por sus informes y el envío de valiosas publicaciones debo gratitud a varios eminentes americanistas, cuyos nombres es un honor aquí consignar, como el de don León Cadogan de Villarrica".

         El profesor francés Dr. Alfred Métraux, en una de sus cartas de fecha 29 de mayo de 1962, refiriéndose a la obra titulada Baio Kara Wachu de León Cadogan, expresa a nuestro compatriota: "Estoy por abandonar UNESCO a fin de año, para dedicarme de pleno a la enseñanza e investigación de campo de la etnología americana. Esto me proporcionará una oportunidad para colaborar con Ud. Su último artículo en América INdígena es maravilloso, disfruté inmensamente leyéndolo".

         El profesor alemán Otto Zerries, Director del Museo Nacional de Etnografía de Múnich, Alemania, refiriéndose a un trabajo de Cadogan, sobre prehistoria guaraní, expresa: "Agradezco sinceramente su carta y el envío de La Tribuna, cuyo contenido ha sido para mí de sumo valor; mediante el artículo que publica en la misma he podido completar considerablemente mi trabajo enviado a la revista Anthropos que aparecerá simultáneamente con un trabajo de Ud. sobre el alma telúrica entre los guaraníes del Ypané".

         La eminente investigadora chilena, Prof. Susana Chertrudi, en un voluminoso Cuadernos del Instituto Nacional de Investigaciones Folklóricas del Ministerio de Educación y Culto de la Rca. Argentina, 1961, manifiesta refiriéndose a la obra de Cadogan, el Ayvu Rapyta: La Universidad de San Pablo ha realizado una obra de positivo valor, al poner al alcance de los estudiosos, el conjunto de los textos anotados entre los grupos Mbyáguaraní del Guaira, Paraguay, por el investigador León Cadogan. La publicación de esta obra debe agradecerse especialmente al Dr. Egon Schaden, profesor de antropología de la citada universidad, quien destaca en la nota preliminar la importancia de la misma, manifestando que "de ninguna población guaraní se publicó hasta hoy acervo mítico comparable en riqueza al que ahora poseemos de los Mbyá del Guairá". De su autor, León Cadogan, expresa el Dr. Schaden "que es indiscutiblemente el mejor conocedor de la cultura guaraní".

         En el Boletín Indigenista publicado por el Instituto Indigenista Interamericano, III, 1960, aparece consignado lo siguiente: "Desgraciadamente el estudio intenso y serio de las tribus indígenas del Paraguay, ha periclitado, excepto la abnegada labor de Cadogan entre los Mbyá del Guairá".

         Mencionaremos a continuación algunas obras publicadas en el país y en el exterior en libros y folletos y que son las siguientes: Las Creencias Religiosas de los Mbyá Guaraní, Boletín de Filología 4042, Montevideo, 1949;Síntesis de la Medicina racional y mística Mbyá Guaraní, publicada en América INdígena, Méjico, 1949; Cuentos de los Yecuakava Tenonde (Mbyá Guaraní del Guairá, Paraguay); El Culto del Árbol y los Animales Sagrados en el Folklore y las Tradiciones Guaraníes, en América INdígena, Méjico; La Encarnación y la Concepción, la Muerte y la Resurrección en la Poesía Sagrada Esotérica de los Jeguakava Tenonde Porague'i, Mbyá Guaraní del Guairá; El Problema de la Población Mbyá Guaraní del Dpto. del Guairá. E infinidad de obras publicadas en castellano y en otros idiomas.

         El gran etnólogo paraguayo fue invitado especialmente a asistir al 6° Congreso Internacional de las Ciencias Antropológicas y Etnológicas, en agosto de 1960, en París, Francia, por su reconocida capacidad intelectual. No pudo hacer honor a dicha invitación por encontrarse en dicha oportunidad patrocinando un trabajo de campo etnolingüística entre los Guayakí, que por fin venían acercándose a la vida civilizada. Fue invitado nuevamente en diciembre de 1960 por la Comisión Ejecutiva de las Jornadas Internacionales de Arqueología y Etnografía realizada en Buenos Aires. En dicha ocasión le cupo a Cadogan una brillante actuación. Reporteado por el diario La Prensa de Buenos Aires, expresó: "El principal motivo de mi visita a Buenos Aires, aparte de mi participación en las jornadas, consiste en estudiar la posibilidad de que se realice un estudio integral de la cultura guayakí que podría hacerse mediante la acción conjunta de la Argentina, Paraguay, Brasil y posiblemente Bolivia".

         En El Diario de San Pablo, Brasil, el Dr. Justo Pastor Benítez, expresa lo siguiente: "Don León Cadogan es el primer antropólogo paraguayo. Su preocupación es el hombre, el idioma, la cultura, la religión, los mitos, como todo sabio auténtico es modesto y pobre, vive del exiguo sueldo que le paga el Gobierno como Curador de Indios, institución que equivale al Servicio de Protección de Indios que tenemos en el Brasil y creada en 1958. Sentíme compungido el encontrarlo en una casita incómoda, con su familia y sus libros guardados en cajones de gasolina; merece mucho más apoyo de la sociedad este hombre de ciencia, apóstol de indios, sacerdote de causa humana, antropólogo de corazón blando. Allí acostumbra recibir a poderosos caciques que lo tratan como Mburuvicha Guazu al hombre blanco y alto que los ampara. Los principales estudios de León Cadogan son: Tradiciones Religiosas de los Indios Yeguakáva;Guyra Campana;Síntesis de la Medicina Racional y Mística Mbyá Guaraní;La Concepción, la Encarnación, la Muerte y la Resurrección en La Poesía Guaraní;Las Reducciones del Tarumá;La Rúa, etc., etc., aparecidos en revistas científicas de diversos países y reputados como los más serios de nuestra época en materia de antropología y cultura guaraní, principalmente la originalísima interpretación de La Danza Ritual de los Ava–Guaraní".


BIEN MERECE RENDIRSE UN HOMENAJE AL ILUSTRE HUMANISTA PARAGUAYO DON LEON CADOGAN POR SU RECONOCIDA OBRA EN PRO DEL FOLKLORE Y POR ENDE DE LA CULTURA Y GRANDEZA DE NUESTRA QUERIDA PATRIA.


         El Presidente de Autores Paraguayos Asociados, A.P.A., don Enrique Volta Gaona, pide en una nota al Sr. Intendente Municipal don Gilberto Careaga que el homenaje sea realizado por la Comuna y el pueblo de Villarrica bajo los auspicios de la institución solicitante. Para el efecto se constituye una comisión presidida por el mismo Sr. Intendente y como miembros los Sres. Pbro. Juan C. Prieto, Dr. Marcial González y Dr. Teófilo Fuentes. La comisión cree oportuno agasajar a los ilustres visitantes de aquel día 3 de enero con un asado a la criolla en el Ycua Pyta. Estuvieron presentes los familiares del Sr. Cadogan. La embajada capitalina, en un digno gesto, al llegar a la ciudad de Ortiz Guerrero en corporación fue a saludar y a invitar oficialmente al Sr. León Cadogan para asistir esa noche en el homenaje que le rendía A.P.A. y el pueblo paraguayo en el parque Manuel Ortiz Guerrero. En oportunidad en que el pueblo guaireño y la comisión especial recibían a los distinguidos huéspedes hicieron uso de la palabra varios oradores. También lo hizo nuestro Director de la Revista Yvytyrusu, quien tras ensalzar la personalidad de Cadogan prosiguió diciendo: "...y sugiero que se levante un monumento al Sr. Cadogan en este lugar del legendario Ycua Pyta para que las generaciones vean juntos al más grande poeta guaireño con el sabio más ilustre que produjo nuestra tierra".

         El homenaje estaba señalado para las 20 hs. Mucho antes, un numeroso público llenaba la explanada frente al teatro popular Ortiz Guerrero en el parque de su nombre. Llegado el Sr. Cadogan abre el acto el Dr. Teófilo Fuentes Suligoy, en nombre del Sr. Intendente que por razones de fuerza mayor no pudo hacer acto de presencia. Luego el Sr. Presidente de Autores Paraguayos Asociados, Don Enrique Volta Gaona, improvisa un brillante discurso, manifestando los motivos por los cuales Autores Paraguayos Asociados realiza esta manifestación de homenaje y simpatía a la labor proficua en pro de la cultura y de la ciencia del Sr. Cadogan y termina adhiriéndose fervorosamente a la sugestión del Rvdo. P. Juan C. Prieto de levantar un monumento al homenajeado.



        

3.2 HOMENAJE DEL ROTARY CLUB DE VILLARRICA


Realizado el día 9 de enero de 1963 en el Club Porvenir Guaireño y publicado en la Yvyturusu, Revista Guaireña de Cultura, Año II, N° 5, Villarrica, abril 1963.


         Discurso del Presidente del club, Dr. Luís Couchonal


Distinguidos Señores:


         El Rotary Club de Villarrica tiene hoy el singular honor de contar en su mesa a un distinguido hombre de ciencia, el antropólogo don León Cadogan. Rotary ha resuelto sumar su voz al justiciero homenaje rendido a tan ilustre personalidad por Autores Paraguayos Asociados. Iniciativa ésta que tuviera su origen en nuestra Ciudad, que mucho honra a quienes lo propiciaron y por ende a toda la ciudadanía guaireña.

         Hacer el panegírico de un hombre de ciencia no es tarea fácil, ni puede ella concretarse a expresiones ampulosas tras las cuales se oculta el desconocimiento o la ignorancia de una obra científica. También estoy yo dentro de ese conjunto de personas no capacitadas para hacer una semblanza cabal de nuestro homenajeado; por ello expreso mis excusas a don León y ruego a su benevolencia acepte mis palabras como trasunto de un estado espiritual que más dice a los sentimientos que a la inteligencia.

         El conocimiento exacto y razonado de ciertas cosas recibe el nombre de ciencia. Ésta incursiona en las múltiples y diversas expresiones del universo de que formamos parte, y contribuye en su muy diversificada especialización a buscar y enunciar la verdad, a medida que el raciocinio; por la experimentación o la observación, vaya sentando las bases y fundamentos para estructurar y edificar estas ciencias.

         La antropología, la etnología y la etnografía son ciencias que incursionan en el laberíntico damero de los orígenes de la raza humana, su evolución, sus creencias, sus mitos y leyendas, sus costumbres; contribuyendo con ello, en su apasionante escudriñar en las profundidades de los tiempos, a descorrer el velo del misterio de nuestro antepasado primigenio.

         Estas ciencias tienen un valor real y no meramente especulativo y abstracto, como podría suponer el observador superficial, que ve en la leyenda y en los mitos, motivo de inspiración poética, o divertido pasa tiempo para alternar tertulias intranscendentes. No, estos estudios y sus conclusiones, dicen relación a nuestra idiosincrasia, a nuestros comportamientos, a nuestra sensibilidad. La sociología extracta sus conclusiones en el comportamiento de los pueblos, escudriñando en sus antepasados. El psicoanálisis, ciencia relativamente nueva, dice explicación a ciertos estados neuróticos, estableciendo comparación entre la psicología de los pueblos primitivos y la psicología del neurótico.

         Sigmund Freud dice: "El camino recorrido por el hombre de la prehistoria en su desarrollo, nos es conocido por los monumentos y utensilios que nos legaron, por los restos de su arte, de su religión y de su concepción de la vida que han llegado hasta nosotros directamente o transmitidos por la tradición de la leyenda, los mitos y los cuentos, y por la supervivencia de su mentalidad que nos es dado volver a hallar en nuestros propios usos y costumbres. Además este hombre de la prehistoria es aún, en cierto sentido, contemporáneo nuestro. Existe en efecto, actualmente hombres a los que consideramos mucho más próximos a los primitivos de lo que nosotros lo estamos y en los que vemos descendientes y sucesores directos de aquellos hombres de otro tiempo. Tal es el juicio que nos merecen los pueblos llamados salvajes y semisalvajes y la vida psíquica de estos pueblos adquiere para nosotros un interés particular, cuando vemos en ella una fase anterior, bien conservada, de nuestro propio desarrollo".

         Vemos pues que la antropología, la etnografía, etc., con sus conclusiones contribuyen poderosamente a abrir nuevas ventanas a donde se asoman otras ciencias para el esclarecimiento de procesos anímicos que hasta ayer no tenían vigencia en el orden científico.

         En otro orden de cosas, los mitos y las leyendas de cada raza contribuyen a forjar una sensibilidad artística particular, que da sabor y peculiaridad a cada pueblo en las distintas expresiones de la cultura y que constituye su folklore.

         Y precisamente en estas disciplinas científicas que hemos tratado malamente de bosquejar, es en las que nuestro homenajeado, don León Cadogan, ha adquirido notoriedad y fama.

         Mas antes de pasar adelante, veamos al hombre. Don León Cadogan, de ascendencia anglopolaca, nació en Asunción en el año 1899. Cursó todos sus estudios en nuestra ciudad de Villarrica, y digo todos sus estudios, pues si a don León le pidiéramos que exhibiera sus diplomas de estudio, satisficiera nuestro deseo exhibiendo únicamente, si aún lo conserva, su libreta de alumno de escuela primaria. Efectivamente, don León Cadogan, estudió en la Escuela Alemana de nuestra ciudad y ahí terminaron sus estudios.

         Tremendo impacto éste para los engalanados de blasones universitarios.

         Estamos pues en presencia de un neto autodidacta. Labró su extraordinaria cultura y se convirtió en maestro de una ciencia, que requiere a más de un gran espíritu de sacrificio, un conocimiento vasto y polifacético del saber humano.

         Don León es un políglota; habla y escribe el inglés, el francés, el alemán, el portugués, el castellano, con el que dice tener dificultades y finalmente el guaraní, nuestra lengua vernácula, lengua ésta a la que ha dedicado sus mejores esfuerzos, habiendo contribuido sustancialmente a jerarquizarla y a conocerla dentro de los cánones de una pragmática realista.

         Don León Cadogan comenzó a incursionar en el ámbito de la etnología hace 20 años, lo que en un comienzo fue simple afición, nacida al influjo de una subyugante leyenda india, que narraba sobre las manchas de la luna; posteriormente lo que inicialmente fuera un pasatiempo, se prendió a su alma y a su inteligencia. Su intelecto vivaz y pezquisador, lo llevó lenta e inexorablemente a adentrarse en los misterios de nuestra raza primigenia. Su deambular de toldería en toldería, su peregrinar sin horas, su total adhesión sin tasa ni medida a las masas indígenas expoliadas y hambreada, le valió el reconocimiento del indio, quien vio en su persona a uno más de la tribu. Y así fue como las revelaciones esotéricas lo pusieron en la pista de lo que más tarde contribuiría a constituir un meduloso estudio de la raza guaraní.

         Día a día tuvo Cadogan que ir puliendo sus conocimientos, contribuyendo a ello los grandes maestros contemporáneos de la antropología, la etnología y la etnografía. El autodidacta va puliendo sus aristas y es así como van apareciendo sus trabajos en diarios, revistas, folletos y libros y su voz se hace escuchar con autoridad en grandes convenciones internacionales. De aquel estudiante que apenas terminara la escuela primaria, sólo queda el recuerdo, hoy en un maestro que es leído y escuchado en todas las universidades del mundo como eminente antropólogo y etnólogo.

         En 1940 aparece en El Pueblo de Villarrica, seis trabajos sobre fábulas, mitos y leyendas guaraníes. De estas publicaciones, Plata Yvyguy, es incluido posteriormente en Antología del Folklore Americano, publicado en Buenos Aires.

         En la revista Cultura de Asunción, aparecen 16 trabajos de la misma índole.

         En La Unión de Asunción, cinco trabajos. En La Tribuna de Asunción, ocho trabajos. En El Surco de Villarrica, doce trabajos sobre toponimia y numerosos trabajos cortos, principalmente sobre el problema indigenista.

         En la revista Guairá, dos trabajos. En El País de Asunción, entre muchos trabajos citaremos a: Mitología clásica y Mitología guaraní y Tres joyas de la poesía guaraní. En la Revista del Ateneo Paraguayo: La religión guaraní. En la Revista del Ministerio de Educación: Labor Indigenista. En la revista Ybytyruzú, cuatro publicaciones.

         En la Revista de la Universidad de San Pablo, la publicación de su libro: Ayvu Rapyta, textos míticos de los Mbyá guaraní del Guairá.

         En la Revista de la Universidad de San Pablo: cuatro trabajos científicos. En América Indígena y el Boletín Indigenista de México: nueve trabajos científicos. En la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay: tres trabajos científicos. En el Boletín de Filosofía de Montevideo: cinco trabajos. En Anthropos, de Suiza: dos trabajos científicos. En la Revista do Museo Paulista: un trabajo. En la Revista de Estudios Interamericanos de la Universidad de Florida, EE.UU: un trabajo. En la Editorial Toledo de Asunción: Mil apellidos guaraníes. En la Revista del Centro de Estudios Antropológicos de Asunción: un trabajo.

         Sus próximas publicaciones que en este momento están en prensa son: en Cuadernos del Instituto Nacional de Investigaciones Folklóricas, Buenos Aires, Fragmentos del folklore guaireño. En la Revista de Antropología de San Pablo: Contribución a la etnografía del Ypané.

         En TILAS, órgano del Instituto de estudios latinoamericanos de la Universidad de Estrasburgo: Registro de algunas voces internas del Tesoro de la Lengua Guaraní, del P. Antonio Ruiz de Montoya.

         Y en colaboración con M. Colleville, de la Embajada Francesa de Asunción: Rapport sur les Guayakí de l'Yñaró.

         Y bien señores, como hemos podido apreciar, los trabajos, la obra científica de don León Cadogan, publicados en nuestro país, en el Brasil, en la Argentina, en Suiza, en los Estados Unidos de Norteamérica, en México y en Francia, nos dan la pauta de su jerarquía científica y lo colocan en primer plano entre los investigadores del mundo en antropología y etnología, constituyendo para nuestra patria motivo de singular orgullo contar con tan alta figura intelectual.

         Tras esta breve y panorámica exposición de su labor de hombre de ciencia necesario es destacar su laboriosa, callada y total dedicación en mejorar las condiciones de vida de los restos dispersos de los núcleos indígenas, que hambreadas y degeneradas, por las persecuciones y la explotación inicua, parecieran vivir los momentos finales de su milenaria existencia.

         Don León Cadogan, pobre y enfermo, no ha conocido el descanso por bregar para mejorar las condiciones de vida de estas tribus aborígenes.

         En Rotary existe un principio que dice: "dar de sí, antes que pensar en sí". Pues bien, qué mejor ejemplo para nosotros que el de este apóstol, que aún no aprendió a dormir sobre un colchón y que dos trajes le parecen mucho, porque sabe que hay quien no tiene ninguno. Formidable ejemplo para una sociedad hedonista, que sin bagajes morales pretende dictar normas de convivencia, y para una juventud, que ve en el trabajo y en el sacrificio una maldición, y que desespera hallar por la línea del menor esfuerzo y a veces empeñando su conciencia las mayores satisfacciones materiales. Extraordinario ejemplo éste que nos da don León Cadogan con su vida y con su obra.

         Personalmente no he titubeado en exaltar tan egregia figura, porque hago la apología de un hombre útil a la sociedad. A la juventud de nuestra patria habría que enseñar la vida y la obra de este paraguayo pobre y laborioso, pero rico y ejemplar por su inteligencia y su virtud.

         Señor León Cadogan: vuelvo a repetir que nos sentimos honrados por su presencia en la mesa rotaria y acepte este homenaje como sincera demostración de admiración y respeto.



         Discurso de agradecimiento del Sr. León Cadogan leído por su amigo, el director de la revista Ybytyruzú, el Dr. Marcial González.


Señores:


         Aunque nunca he pretendido ser muy católico, debo confesar que estoy convencido de que, mientras la humanidad no ajuste su conducta a los preceptos dejados por el Nazareno y otros grandes caudillos espirituales que de tarde en tarde surgen para iluminar el camino por el que debemos transitar, será utópico esperar que en la tierra reinen la paz, la armonía, el amor. Por ello es que, al intentar expresar al Rotary Club de Villarrica mis agradecimientos por este hermoso testimonio de afecto, me permitiré citar una parábola que dice:

         "Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid y tomad posesión del reino que os está preparado. Porque yo tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era peregrino y me hospedasteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; encarcelado y vinisteis a verme. A lo cual los justos le respondieron: Señor: ¿cuándo te vimos nosotros hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te hallamos de peregrino, y te hospedamos; desnudo, y te vestimos? o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a visitarte? Y el Rey en respuesta les dirá: en verdad os digo, siempre que lo hicisteis con alguno de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis".

         Pues bien: si hay seres humanos a quienes pueden aplicarse estas palabras evangélicas: "estos mis pequeños hermanos", ellos son nuestros remanentes guaraníes. "Itinerantes símbolos desamparados de nuestra raza", ha dicho de ellos mi dilecto amigo Ramiro Domínguez en una carta que hace días recibí de él. Y si son sucios, viciosos, haraganes, como lo son, ello se debe al hecho de tener el alma corroída por traumas psíquicos, producto de los siglos de discriminación que vienen padeciendo. No se crea que exagere. Ya Natalicio González, en su Proceso y formación de la Cultura paraguaya lo ha dicho: "(En 1650) el poderío guaraní se había extinguido... las indias, velando por el destino de sus hijos, comenzaron a repudiar a los de su raza, no deseando procrear sino del amante español para no amamantar siervos". Igualmente trágico es el cuadro que nos dejan entrever las palabras de don Félix de Azara, al referirse a la expulsión de jesuitas. De los 2168 que tenía San Ignacio cuando la expulsión, dice, pocos años después quedaban 767; el emporio de riqueza y civilización que había sido Santa María era un montón de ruinas, y de sus 4343 habitantes solamente quedaban 1100; de los 2533 habitantes de Santa Rosa, habían desaparecido 2250. ¿Qué se habían hecho de los neófitos guaraníes? Los que pudieron se habían internado en las selvas, en el desesperado esfuerzo de liberarse de la avaricia y la lujuria de los encomenderos. Sumiéndose nuevamente en el paganismo ancestral, desde aquella lejana época vienen siendo objeto de discriminación; y peor aún ha sido la suerte de sus hermanos de raza, los Mbyá y Guayakí, negada a someterse al conquistador. A tal grado ha llegado esta discriminación, que en 1944, es decir, hace apenas dieciocho años, el conocido médico y guaraniólogo Juan Francisco Recalde pronunció aquella lapidaria sentencia: "En el Paraguay, el matar indio no es delito".

         Cinco años después de pronunciar Recalde estas palabras, Villarrica sumó sus esfuerzos a los de los beneméritos misioneros y de Belaieff y Barbero, precursores del indigenismo paraguayo, quienes luchaban por mejorar la suerte del silvícola. Se solicitó y obtuvo la Curaduría de Indios y posteriormente se gestionó y obtuvo, gracias a la sensibilidad del General Marcial Samaniego, la designación de un funcionario rentado para evitar que los últimos restos de la raza guayakí fueran exterminados. Con estas medidas, más la creación en 1958 por el Ministro Samaniego, del Dpto. de Asuntos Indígenas, mucho se ha adelantado, pudiendo decirse que existe ya en el Paraguay conciencia del problema indígena. Pero, si se desea salvar de la extinción de los últimos remanentes de la raza autóctona que aún sobreviven en el Guairá y zonas adyacentes, queda mucho, muchísimo por hacerse. No creo que haya paraguayo consciente que niegue la necesidad de que aunemos esfuerzos en la tarea de rehabilitar los remanentes de la raza legendaria a la que debemos nuestra existencia como nación. Pero, como debido a la falta de antropólogos profesionales en el Paraguay habrá, seguramente, disparidad de pareceres acerca de los métodos a adoptarse para lograr asimilar a la vida civilizada esta nuestras minorías. Debo decir que veinte años dedicados al estudio de la cultura y los problemas de estos grupos humanos me han convencido de que la solución del problema consiste en encomendar la tarea a una orden religiosa con experiencia misionera, asesorada, naturalmente, por antropólogos competentes.

         Si el Rotary Club de Villarrica pudiera obtener que a la Iglesia se le dotara de los medios necesarios para emprender la magna tarea de rehabilitar nuestros remanentes guaraníes e incorporarlos a la vida civilizada, contribuiría, como lo quiso el Poverello de Asís, a que, donde actualmente hay odio, haya amor; donde hay ofensa... perdón; donde hay discordia... unión; donde hay error... verdad; donde hay desesperación... esperanza. Y se haría acreedor a la gratitud imperecedera del Guairá y de la Patria toda... así como se ha hecho acreedor a la mía al rendirme este inmerecido homenaje.

         Señores, nuevamente: ¡Muchas gracias!


Seguidamente, el Presidente del Rotary Club de Villarrica, Sr. Enrique Traversi, prende del pecho del Sr. Cadogan una medalla de oro de reconocimiento a su persona.



         3.3 HOMENAJE DEL ROTARY CLUB DE ASUNCIÓN


Ceremonia de entrega de la distinción como "Benefactor de la Comunidad" a León Cadogan el 20 de mayo de 1970 en el Club Centenario, publicado en la Revista Rotary Club, año XII, N° 153, mayo de 1970.


         Discurso del PastPresidente, Dr. don Juan Boggino


Señoras y Señores:


         El Ing. Pablo Daumas Ladouse, ex presidente y distinguido miembro de nuestro Club, creó, hace años, una distinción destinada a honrar periódicamente la acción benemérita de una persona que hubiera realizado por largo tiempo y en un grado no común, una obra de bien de excepcional relieve, en beneficio de la colectividad.

         El premió que consagra al "Benefactor de la Comunidad" ha sido discernido tres veces: el primero a doña María Barbero Vda. de Viola, única supérstite por entonces de la familia del ilustre don Andrés Barbero, que con su peculio y el de toda su familia fundara once instituciones de beneficencia y cultura, de las que quiero recordar sólo una: la Maternidad de la Cruz Roja Paraguaya, bajo cuyo techo ven la luz en condiciones óptimas, cuatro mil infantes por año. La segunda vez el galardonado fue atribuido a un médico de niños, el Dr. Miguel Ángel Maffiodo, cuya alta capacidad y abnegación están consagrados desde hace 40 años casi exclusivamente al servicio pediátrico de la Cruz Roja. La distinción fue conferida por tercera vez, pro parte, a doña Marieta Carnevale; el ángel guardián de millares de enfermos, desde los días de la guerra del Chaco, y al Rvdo. Padre Saubatte, del Colegio San José; educador de la niñez desamparada, sacerdote ejemplar, hombre de bien en toda la extensión del término.

         La comisión especial encargada de designar al benefactor de la colectividad por el presente trienio, tuvo ardua tarea, porque debo deciros, Señoras y Señores, que no fueron pocos los candidatos. Apelando al recurso, tal vez un tanto injusto de eliminar aquellos vinculados directa o indirectamente al Rotary, fuimos reduciendo al número de elegibles, hasta quedarnos con dos nombres a nuestro juicio del todo inobjetables: el Rvdo. P. Pérez Acosta y el muy apreciado antropólogo e indigenista don León Cadogan, cuyos nombres fueron aclamados por nuestra mesa cuando los anunciamos en la cena de Navidad.

         Señoras y señores: el otro caballero que compartirá con el Pa'i Pérez la distinción de Benefactor es tal vez menos conocido para el gran público porque actuó en un escenario más escondido, menos abierto a las grandes corrientes de la sensibilidad humana. Pero sus valores espirituales y la labor de su vida hacen de él un dignísimo recipiendario de nuestro diploma: se trata de don León Cadogan. Procede este Señor de un hogar australiano que afincara en el Paraguay a fines del siglo pasado, en un curioso y malogrado intento de revivir en un rincón del mundo la experiencia siempre apasionante del retorno al comunismo de los primeros cristianos. Tal fue el origen de la colonia Nueva Australia cuyo total fracaso muestra cuán arraigado está en el hombre el sentido de la propiedad personal. Nuestro huésped de esta noche concurrió a la Escuela Alemana de Villarrica donde hizo sus estudios primarios. Aunque el señor Cadogan se pasó estudiando toda su vida, este paso por la Escuela Alemana de Villarrica viene a constituir que diera en una institución educacional. Todo lo demás de su extraordinaria formación es fruto de su esfuerzo propio: estamos en presencia de un formidable autodidacto.

         Este apóstol magro y siempre escaso de medios y de salud lleva medio siglo de su vida bregando por la dignificación del indio y defendiéndolo contra todo el mundo. Esta no es una figura literaria sino una verdad tremenda. Hasta hace tal vez 20 años en muchísimos hogares rurales y aún pueblerinos de la región oriental de nuestro país, había una niña o un niño guayakí o mbyá para pequeños menesteres caseros, particularmente para servir el mate. Como quiera que la madre indígena no se desprenda del fruto de sus entrañas bajo ningún precio, casi siempre la presencia de uno de esos indiecitos presupone una madre muerta a tiros. Desterrar esta costumbre bárbara fue el motivo de la lucha más apasionada de don León, así como las pocas disposiciones legales en relación con la revaloración del indio, o son de su obstinada inspiración o de su ardiente apoyo, desde una modestísima posición de Curador de Indios.

         Los peregrinos de May Flower desafiaron la tormenta en el mar para buscar un sitio en el que vivir según sus convicciones. Mi amigo León Cadogan pareciera sujeto al mismo destino ya que su familia viajó a través de todos los mares de nuestro planeta para buscar un lugar en el que vivir de acuerdo con su conciencia. Este señor que honramos hoy, pudo vivir una vida plácida y exenta de riesgos en una cómoda posición burocrática. Pero don León prefirió la senda más dura y es por ella que alcanzó la alta posición que ha adquirido en el pequeño mundo científico súper especializado en el que actúa. Por lo demás no todo habría de ser abrojos en su senda. Cadogan tiene un hijo oftalmólogo radicado en los Estados Unidos, otro ingeniero industrial que trabaja en nuestro país y dos hijas docentes de rango universitario, admirables de talento y de voluntad, que han aprendido de su padre la regla de vivir y de obrar según sus convicciones.

         Un espíritu lúcido, acaso el más lúcido de nuestro ruedo, don Efraím Cardozo, escribió hace cuatro años una biografía de nuestro homenajeado de hoy en el Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo, una ofrenda consagratoria para don León Cadogan que consigna más de 100 trabajos científicos de su cosecha, a los que hay que agregar dos obras nuevas: un Diccionario Guayakí que acaba de ser editado por el Centro de Investigaciones Científicas de Francia, y un Diccionario Mbyá, en prensa; en estos momentos a cargo de otra organización científica internacional.

         Cardozo escribe acerca de la sabiduría de este científico que ella no procede de los libros ni de las aulas universitarias sino del contacto directo con una de las más ricas realidades de la etnografía americana. Al fin de su enjundioso trabajo se pregunta el profesor Cardozo: "¿Hay alguien más merecedor que Cadogan del título de Doctor de la Universidad Nacional?". Hago mía la pregunta del Prof. Cardozo y considero afortunada la oportunidad de la presencia del Sr. Ministro de Educación en esta circunstancia.

         Personalmente conozco a León Cadogan desde la niñez, pues que éramos vecinos del barrio suburbano de Lomas Valentinas, de Villarrica. Cuando leí sus primeros trabajos, presentados como traducciones de los himnos sagrados de los indios de Caaguazú, no acerté a pensar sino que mi amigo era un poeta de la escuela de aquellos poetas ingleses que se daban el lujo de escribir según el estilo del Antiguo Testamento. Y en rigor se trata de un poeta que pone su poesía al servicio de la ciencia del hombre, especialmente de aquella que toca a los silvícolas de la Región Oriental del Paraguay, cuyos mitos y costumbres, lengua y religión, constituyeron el afán de sus días y de su infatigable búsqueda coronada de magníficos frutos. Así lo entienden LéviStrauss de la Sorbona, del Centro de la Investigación Científica y del Museo del Hombre de Francia y así lo considera el Cuerpo de Redacción de Anthropos de Alemania, y así Baldus y Egon Schaden de la Universidad de São Paulo, y el Consejo Asesor de la Ford Foundation y con ellos coincide nuestro notable Efraím Cardozo.

         Señoras y Señores: Estos son los Benefactores de la Comunidad que nuestro Club ofrece a vuestro respeto y reconocimiento.



         Discurso de agradecimiento del señor León Cadogan


Señoras y Señores:


         Hace unos meses, en una de las periódicas visitas que suele hacerme, el Dr. Juan Boggino me dijo que el Rotary Club proyectaba ofrecerme un premio, el que me sería entregado en una reunión a convocarse especialmente para el efecto. Mi reacción fue violenta, pues el solo pensar en reuniones sociales de esa naturaleza me pone muy nervioso. Y si el Dr. Boggino fuera menos tolerante de lo que es, a raíz de mi ex abrupto hubiera puesto fin a la entrevista. Pero siguió hablando; tuve tiempo para reflexionar, y viniéndome a la memoria un obsequio recibido poco antes, dije al Dr. Boggino que aceptaba el ofrecimiento del que era portador.

         Se trata de este implemento, una pala de madera llamada rapá chongá, utilizada por los Guayakí para cavar los pozos en que cazan tapires y extraer armadillos de sus cuevas o túneles. Un amigo lo había encontrado en un campamento abandonado, y por la descripción que me hizo, el campamento había sido ocupado por ocho familias para celebrar la ceremonia de la perforación de labio de varones púberes y el baño ritual de una muchacha núbil.

         Este implemento basta para dar una idea de los bienes materiales del pueblo guayakí, el más primitivo de la gran familia tupíguaraní, que durante cuatro siglos ha librado una guerra sin cuartel contra el hombre civilizado, hasta hallarse reducido a unos ciento cincuenta individuos. En cuanto a su cultura espiritual, dicen ser descendientes de un abuelo o antepasado mítico, surgido de las entrañas de la tierra. Y de los descendientes de este Abuelo Mítico, sabemos que el alma del guayakí, cumplida la misión de éste en la tierra, emprende vuelo a la Floresta Invisible, situada en las proximidades del sol y se reúne con el Trueno Rayo, figura central de su teogonía. La lengua, la mitología y las creencias religiosas de las demás naciones guaraníes, de cuya fusión con la española nació el pueblo paraguayo, no son sino variantes evolucionadas de la cultura espiritual guayakí, como así también su cultura material. Pero, cabe preguntar qué suerte han corrido las pequeñas minorías guaraníes que, al igual que los Guayakí, los Mbyá, los Chiripá y los Paĩ, pudieran sustraerse a la absorción o, para hablar sin eufemismos, a la esclavitud y el exterminio. Minúsculos grupos que se aferran con singular tenacidad a sus mitos, su lengua, sus tradiciones; ninguna de cuyas culturas ha sido estudiado hasta ahora en forma integral. Hallamos la respuesta a esta, pregunta en una circular de la Corte Suprema de Justicia: en 1957, el entonces Ministro de Educación y Culto, el Dr. Raúl Peña, comunicó a la Corte ciertos antecedentes relacionados con nuestra población indígena, y la Corte dirigió a los Jueces de Paz de la República la Circular N° 1 informándoles que nuestra constitución ampara al indio, al igual que a todo habitante civilizado del país. Simultáneamente, la Asociación Indigenista del Paraguay se dirigió al Ministerio del Interior, y dicha Secretaría de Estado dictó una resolución prohibiendo la caza, persecución y matanza de indios. En otras palabras, hasta 1957, la mayoría de nuestro pueblo ignoraba que el matar, perseguir o vender indios constituyen delitos. Justo a cuatro siglos de discriminación.

         Algo se ha hecho por subsanar esta anomalía. Pero yo considero, señores Rotarios que un pueblo como el nuestro, que tanto debe a la raza guaraní, tiene la obligación moral de agregar a los capítulos de su historia, titulados: II Fundación de Buenos Aires, Jornadas de Mayo, Cerro Corá, Guerra del Chaco, otro capítulo titulado: Reivindicación de los indios guaraníes libres. Será una tarea larga y difícil que exigirá la colaboración de todos, y en la realización de tal tarea, el Rotary Club, con su inmensa influencia, puede desempeñar un papel rector. A ello se debe mi presencia entre ustedes esta noche, y el haber aceptado de mano de ustedes este galardón inmerecido.

         Muchas gracias.




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ARTICULOS BIOGRÁFICOS


         4.1 LEÓN CADOGAN


Revista Ñandé, N° 78, Año IV, Asunción, 30 de junio de 1962, p.9.

Justo Pastor Benítez

         De paso por Villarrica, que sigue siendo la Sevilla del Paraguay a mis ojos de ausente, me acerqué a la casa de León Cadogan a quien deseaba conocer desde hace tiempo. En mis escarceos por el pasado me encontré con tres estudiosos de nuestros ancestros: Herib Campos Cervera, ya muy documentado que me inició en esos estudios para mis trabajos de sociología nacional; con el Dr. Gustavo González, sabio humanista, y León Cadogan, antropólogo cultural.

         Conocía a León Cadogan por referencias y por haber leído sus trabajos en revistas científicas de São Paulo, donde no tienen acceso sino los valores contrastados. También me enteré de sus trabajos de investigación en América Indígena de México y en la Revista de Antropología del Brasil. No quiero mentir, pero puedo asegurar que hace algunos años leí en una Revista Científica de Inglaterra, referencias a Cadogan como la mayor autoridad indigenista de nuestro país. No se asusten los exageradores de culturas muertas a las cuales atribuyen conquistas que nunca alcanzaron; los poetas del indigenismo. León Cadogan realiza lo que se llama en sociología trabajo de campo, experimental, y no glosa sobre libros. Nació en Asunción en 1899; se trasladó después a Nueva Australia; se acercó a la selva y se puso en contacto con remanentes de tribus aborígenes. Aprendió idiomas, se enteró de la mitología, de su medicina y de sus costumbres. Cogió como Zolá "documentos humanos", retazos de civilizaciones primitivas. Y lo que más vale, trabaja con método científico; tiene la intuición del investigador. Así estudió a los Mbyá, a los restos guaraní, a la "civilización dé la miel", tribus colocadas en la más baja escala de cultura, que también examinó mi amigo Belard.

         No quisiera referirme a otros, porque las comparaciones son siempre imperfectas, pero me atrevería a sostener que León Cadogan es el más científico de los modernos antropólogos culturales paraguayos. Antropología no es etnología ni biología; es el estudio de la cultura social.

         Al estudiar a los guaraníes no tiene aquel criterio platónico del "payé" Fariña Núñez; ni la interpretación estética de Natalicio González. Su interpretación es más científica. Así ha explicado muchos mitos, creencias, supersticiones y la religión de los guaraníes, en sus justos límites, y no atribuyéndoles conquistas alcanzadas por los mayas, los aztecas y los incas, las tres grandes civilizaciones americanas, inclusive en astronomía.

         Para amar el pasado guaraní, tan surgente, no hay necesidad de caricaturarla, ni deformarla, ni crear "leyendas del ñandutí"', ni calificar al arpa de india y sostener que crearon la sinfonía, estos modestos músicos del turú y tambor. Su belleza consiste en su estilo de vida, en su sensibilidad, en su plasticidad para unirse al español, y en su idioma. Su grado de desarrollo se verifica con justeza en los trabajos de León Cadogan y en los del Dr. Gustavo González sobre los Guarayos. El lamentado Herib Campos Cervera trabajaba en su ocupación en el continente antes y después de la colonización española. No era un imperio continuo, sino un conjunto de "islas" que se repartían del Río de la Plata, el Mbiazá, Curitiba, región carioca, Sergipe, Santa Cruz y regiones amazónicas. No está probado que dominaran el mar Caribe, ocupada por otras tribus no guaraní, como los Aruacas. Pero esquivemos disquisiciones cargosas para el lector.

         León Cadogan, gran payé, sacerdote del indigenismo, cultor de tradiciones paraguayas, vive en una modesta casa de tabla, pintada de amarillo. Vive de un sueldo que le da el Gobierno como "curador de indios". Lo encontré postrado en cama, rodeado de bellas hijas. Como soy impenitente, me impresionó que sus libros y documentos estuviesen guardados en armarios y cajones de nafta. Ese descuido social no es de ahora. Antes, en 1934, fui a despedirme del poeta del guaraní, Dr. Manuel Domínguez, y encontré que sus libros estaban en el suelo, desparramados. Muchos libros del erudito, en pobres y reducidos anaqueles. "¿Cómo, le dije, Ud. que ya en 1895 era líder de la Cámara de Diputados y después Ministro de Relaciones y VicePresidente de la República, Miembro de la Comisión de Límites, servidor y decoro de la nación, no tiene armario para sus libros? ¿Cómo trabaja?" Sonrió y me dijo: "¡Ah, mi hijo, mientras yo me quemaba las cejas descifrando a Kant y las Cédulas Reales, ¡los pícaros se enriquecían!"

         León Cadogan es más conocido en el Brasil y en los Estados Unidos que en el Paraguay. Como antropólogo cultural está en la línea de Herbert Baldus, Egon Schaden y Florestán Fernandes, los sabios paulistas. Iba a olvidar que un sabio puede trabajar en un galpón y un maestro puede enseñar bajo un árbol. El vive en el seno de la naturaleza.        León Cadogan es un hombre alto, rubio, manso y caritativo. Tiene la modestia del sabio. Recibe a grandes caciques que le respetan como el mburubicha guasu. Milagro del espíritu.


Asunción, junio 15 de 1962.




         4.2 EL GUAIREÑO LEÓN CADOGAN

Efraím Cardozo

Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo, Volumen 2, N° 1, Diciembre de 1966: HOMENAJE A LEÓN CADOGAN.


         Conocí a León Cadogan hace ya muchos años. Allá en mi natal Villarrica, un caballero enjuto, con mucho de parecido con Don Quijote – por lo menos así me parecía a mi imaginativa infancia, desmontaba frente a mi casa, tarde de por medio, y allí sobre la gramilla, a la sombra de un árbol, enseñaba inglés a mi padre a cambio de lecciones de castellano. No sospechaba yo que aquella desmirriada figura seria la del más grande antropólogo paraguayo, ni mucho menos podría suponer en mis doce años que la antropología nombre raro que no pocas veces se escapaba de los labios de Ramón Indalecio Cardozo y Simeón Carísimo, en sus largas caminatas por Yvaroty y Carovení, de que yo era mudo y asombrado acompañante , llegaría a ciencia tan importante para la comprensión de la historia, que al cabo se convertiría en la musa de mis sueños. Pero en esa edad de los asombros no dejaba de maravillarme el interés que Cadogan y mi padre mostraban por los indios kayngua (así se llamaban entonces indistintamente a los silvícolas del Guairá), por su lengua, sus costumbres, sus leyendas. La mirada celeste de Cadogan disparaba hacia la lejanía del Yvytyrusú, y con voz grave, queda, le comunicaba a mi padre informaciones que eran anotadas en algunas de sus infaltables libretas de tapa negra. El inglés y el castellano quedaban a un lado. Aparecían las primeras estrellas en el cielo de diamante. Las golondrinas se desplomaban como saetas sobre las altas cúpulas de los lapachos de la Plaza. La noche venía con pasos apresurados. Cadogan se despedía, montaba su rocinante y desaparecía entre las sombras. Mi padre quedaba pensando... Yo, rumiando sueños.

         León Cadogan nació en Asunción, el 29 de julio de 1899, pero se considera guaireño porque vivió en el Guairá la mayor parte de su vida y a los indios del Guairá lo debe todo. Sus padres eran australianos, descendientes de ingleses, polacos e irlandeses. Vinieron al Paraguay para la famosa colonia Nueva Australia, ensayo de comunismo utópico de los tantos que por entonces pulularon en el Paraguay creyendo que podía imitarse el ensayo jesuítico. El padre de León se separó pronto de los falansterios del legendario doctor William Lane, disgustado con sus reglas militares y su excesivo puritanismo. Fue a Cosme, luego vino a Yataity y finalmente, en 1909 se instaló en Villarrica, su verdadero tetã. Allí León ingresó en la Escuela Alemana. Sus lenguas eran el inglés y el guaraní; de castellano nada. Y ahora tenía que aprenderlo todo en alemán. Los seis grados que en tres años cursó en la afamada Escuela guaireña fueron los únicos estudios "académicos" en su vida. Jamás volvió a pisar un aula, a sentarse detrás de un banco, a rendir un examen.

         Esto que puede motivar reflexiones contradictorias sobre la necesidad o la superfluidad de la enseñanza superior para formar hombres de ciencia porque Cadogan lo es y de los pocos del Paraguay motivó en el futuro antropólogo otro género de consideraciones. En la Escuela Alemana aprendió a pensar. Ah!, dirán, la tradición cultural germánica, el latín, el griego, etc. Pero no fue así. De la Escuela Alemana derivó su insaciable afán de pensar, no por defecto de la disciplina de su joven mente por maestros capaces, sino como natural reacción. Cadogan recuerda un dómine (elsner), tremendo disciplinario prusiano, para quien la pedagogía se reducía al aprendizaje mecánico y memorista de reglas, declinaciones, fechas, nombres históricos, etc., y que, cuando algunos de los párvulos excusaba tardías respuestas alegando que "estaba pensando", tronaba: "¿Quién le dio permiso para pensar?".

         De todos modos el León Cadogan que salió de la Escuela Alemana no era una lumbrera. ¡Pero pensaba! No le interesó o no pudo ingresar en el Colegio Nacional de Villarrica que ya era entonces, juntamente con la Escuela Normal, un centro intelectual que mantenía cimero el secular prestigio cultural del Guairá. Prefirió tentar aventuras y viajó a Buenos Aires donde fácil le fue emplearse en el frigorífico "La Blanca" en los años finales de la primera guerra mundial. Y leía. Leía mucho. Regresó en 1919 al Paraguay pues su madre había enfermado gravemente y su padre perdió la vista. Fueron años de penurias. Quebró el Banco Mercantil y con su derrumbe se esfumaron todos los ahorros familiares. Se hizo dependiente de comercio. Se trasladó a Natalicio Talavera, donde trabajó en agricultura y en un aserradero... y entró, por primera vez, en contacto con los Mbyá que vivían a orillas del Tebicuary en su ser natural. Lo que de ellos escuchó era maravilloso. No adivinó que lo que le ocultaban le parecería aún más fascinante.

         El infortunio seguía cebándose en este taciturno deambulador de los montes. Enfermó de tuberculosis. La guerra del Chaco le sorprendió en decadente estado físico. En esos años casó con María Pabla Gauto, hija de un famoso "médico autorizado". El benemérito Genaro Romero y el infatigable Artemio Mereles le tendieron la mano en esta época difícil. La salud le volvió, pero solo a medias. Mientras tanto seguía recopilando "tradiciones" y "leyendas" de los Mbyá. No le animaba ningún afán científico. Solamente curiosidad. No pensó nunca publicarlas.

         No cejaba en su afán de saber. Se empleó en el frigorífico de Zeballos Cué. Un mecánico francés, de nombre Emile Lelieur, le inició en literatura francesa y en matemáticas. Como Cadogan ocupaba un cargo de importancia, en gracia a su dominio del inglés, un día Lelieur le espetó: "Me extraña que un hombre como usted ocupe un puesto tan elevado. En mi país, sería usted barrendero". "Como estaba ebrio", recuerda Cadogan, "reprimí mi indignación; luego nos hicimos amigos; resultó ser un hombre culto, pero alcoholizado". Casi dos años fue su alumno sin que jamás le permitiera un estipendio o siquiera un obsequio. Así como Lelieur, como Ramón I. Cardozo, como Mereles, encontró Cadogan muchos "maestros" en su vida. No desaprovechaba oportunidad de saber. La manía de pensar, que por espíritu de contradicción, se le había prendido en la Escuela Alemana de Villarrica, era en él de indoblegable virulencia.

         Un día Cadogan advirtió que sabía escribir, en correcto, elegante y fluido castellano. Era el año 1940 y en Villarrica se editaba un periódico titulado El Pueblo, Allí fue con sus primeros artículos. No eligió textos mbyá. Tenía otra cantera, inmensa, mal o poco explotada: el folklore guaireño, el más poético, el más ingenioso, sazonado de picardía y ungido de gracia de todo el Paraguay. Y también el que más se prestaba a los escarceos de los aspirantes a literatos. Sin duda, en esta primera etapa de la vida de publicista de Cadogan apunta con mayor ímpetu el esfuerzo de expresión que el amor científico a la verdad. Los compuestos que se cantan en guaraní en los mandiokyty, moliendas y "cochesas", cuando el almidón, la miel y el hú'ítĩ se elaboran en comunidad, en largas y bulliciosas ruedas de amigos, y donde se cuentan las inagotables hazañas de Ca'i, Perú Rimá, Anó. Yaguareté o las leyendas de los plata yvyguy, de los póras, pomberos, kurupís, o las hazañas de los payés capaces de embrujar a toda una compañía, todo esto dio materia a los primeros escritos de Cadogan, bellamente escritos, y que publicados primero en El Pueblo ascendieron luego a las páginas de Cultura, la interesante revista que publicaban en Mbopicua, Guillermo Enciso Velloso y Epifanio Méndez Fleitas, allá por 1943.

         Pero Cadogan cambia súbitamente de temario. Va siempre en busca de lo folklórico, aunque ya no en los labios de los viejos campesinos, sino a través de sus viejos conocidos los Mbyá. Al cabo de tanto tiempo de alternar con ellos en las tareas del monte (en esa época Cadogan explota un yerbal en la zona del Ybyturusú), y con su fina intuición para desentrañar los sonidos y el sentido del habla indígena, Cadogan ve que se le abren las puertas de un mundo insospechado. Algunos Mbyá cuentan cosas pasmosas, bellas, llenas de encanto misterioso. Y no solamente los sempiternos casos de zoología parlante sino sobrecogedoras historias donde, según parece, se explican los misterios del mundo y del hombre. Cadogan se introduce de cuerpo entero en ese abismo alucinante.

         Tropieza con inconvenientes. Algunos predecesores suyos encontraron los mismos obstáculos. Recuerda Cadogan: "Los que hayan leído con detenimiento el notable trabajo del mayor Marcial Samaniego sobre Mitología Guaraní, aparecido en Revista de Turismo, fruto de años de paciente labor entre indígenas (se refiere al artículo Algunos conceptos y Mitología de los Ava de Ybypyte, revista mencionada, N° 26, Asunción, 1944), podrán formarse una idea de los obstáculos que debe afrontar el estudioso que desea obtener datos fidedignos sobre esta materia. En primer lugar, debe vencer la reserva del indio muy explicable tratándose de cosas para él sagradas y conseguir que hable sin reticencias sobre el tema. Y otra de las dificultades con que tropezará el aficionado que desee realizar estudios serios en materia para nosotros tan interesante, y que sean de verdadero valor científico, es el determinar si tal o cual leyenda forma o no parte de lo que llamaremos la doctrina religiosa "ortodoxa" o si debe considerarse como espuria o apócrifa. Pues, el que se dedica a estas investigaciones pronto llega a la conclusión de que, así como existen tradiciones guaraníes auténticas u "ortodoxas", así también existen tradiciones o leyendas espurreas o apócrifas. Y al emplear estos calificativos, no es nuestro objeto referirnos a producciones de literatos que, en opinión de un eminente investigador de nuestra cultura autóctona, han pagado tributo a la pretensión literaria del compilador, ni a páginas que, empleando las palabras del mismo hombre de ciencia, son a veces admirables bajo el punto de vista poemático, pero carecen de esa fidelidad fuera de la cual no hay ciencia posible. Al contrario, deseamos llamar la atención a leyendas y tradiciones, fruto de la fantasía creadora de los mismos indios, pero que no forman parte del acervo de auténticas tradiciones religiosas, sino parecieran creadas para entretenimiento espiritual, o mismo, quizás, para despistar al investigador de cuya sinceridad no estuvieran plenamente convencidos". (Jasyrã–y o jovahéi, en Cultura, N° 25, 1945).

         El sensacional descubrimiento que hizo fue que había un guaraní esotérico, poseído solo por los iniciados, donde se expresaba el fondo auténtico de su cosmogonía, y al cual era muy difícil llegar. Los Mbyá lo defendían con tesón de los invasores, aun de sus propias tribus que carecieran de las calidades místicas indispensables. Cadogan estaba en contacto con los Mbyá desde Encarnación hasta Itakyry. La providencia puso en su camino a un amigo de verdad, un mbyá, el cacique Pablo Vera, radicado en Yroysá, Paso Yovái. Fue su mentor y su diccionario. Le dio las llaves para que Cadogan, como uno de los suyos, penetrara en ese mundo secularmente inviolado. Su casa era una perpetua romería. Vera venía con su gente y con las de otras tribus. Se formaban largos corros y allí el cacique con voz grave iba dictando los mitos y las leyendas. Cadogan los anotaba y al mismo tiempo se zambullía en los secretos del habla. Advirtió pronto la diferencia astronómica entre el "guaraní paraguayo" y el "mbyá auténtico", o como quiere llamarlo "esotérico". Entraba así en conocimiento de dos misterios: el de la lengua ("en el principio estaba del Verbo") y el de sus creencias religiosas, ambas de magnética atracción. ¿Cómo abordarlos, cuando se carece, como en el caso de Cadogan, del instrumental científico más rudimentario? ¿Basta tener talento? Cadogan no había cursado sino hasta el sexto grado de la escuela primaria. Ya lo dijimos. Y ahora tiene que internarse en el Paraíso, el Infierno y el Purgatorio, sin un Virgilio que le guiase.

         Aquí nos toca presenciar un caso prodigioso de autodidactismo a distancia, con maestros de escala universal. Cadogan no hace lo que, en su circunstancia, cualquiera hubiera hecho: sumergirse en la literatura antropológica (prehistoria, lingüística, mitología, etc.) para moldear, mediante lecturas sostenidas, sistemáticas, las herramientas mentales con las cuales desvelar las incógnitas. ¿Lecturas en el Paraguay del cuarto decenio del siglo XX? Cadogan era y sigue siendo pobre. No podía hacerse de libros. Y aunque lo pudiera, estaban cerrados los canales de comunicación con los grandes centros culturales de Europa y Estados Unidos, pues el mundo crepitaba en la hoguera de la segunda guerra mundial, y las pocas bodegas disponibles eran utilizadas para transportar mercaderías vitales o libros de propaganda... Cadogan eligió otro procedimiento para suplir sus deficiencias y colmar lagunas. Los correos, aunque con demoras, seguían funcionando. Había antropólogos, lingüistas, filólogos, prehistoriadores que seguían estudiando en los oasis de las bibliotecas. Y además, la guerra había puesto de moda la antropología. Tenía tantos escenarios, en tantos países raros con lenguas tan raras, que el antropólogo se volvió indispensable auxiliar de las unidades militares. No a éstos sino a los que quedaron en las bibliotecas recurrió Cadogan en busca de auxilio y enseñanza. Y encontró maestros en muchas partes. Su talento, la materia prima que manejaba, su conocimiento del idioma, pusieron el resto.

         Maestros que a poco creyeron que eran discípulos. Porque el sistema de aprendizaje de Cadogan era sorprendente, de dura raigambre socrática. No era el estudiante impertinente que plantea al mentor lejano cuestiones que pueden ser resueltas en cualquier manual. Era el que planteaba problemas inéditos. De problemas que obligan a pensar... y a contestar. El primero de ellos fue Egon Schaden, el joven catedrático de la Universidad de San Pablo que comenzaba a publicar curiosos trabajos sobre la cultura guaraní. A Schaden le siguieron muchísimos: Paulo Carvalho Neto, Ralph Boggs, Adolfo Berro García, Antonio Tovar, Bernard Pottier, Manuel Gamio, Herbert Baldus, y así en lista enorme, para llegar, ya terminada la guerra y restablecidas las comunicaciones, con el gran Alfred Métraux, con Claude LéviStrauss, etc. Este sistema tuvo resultados magníficos. No sólo Cadogan aprendía sino también enseñaba. Comenzó a llamar la atención de los altos centros científicos. Primeramente las revistas americanas especializadas le abren sus páginas: Boletín Indigenista y América INdígena de México; Boletín de Filología de Montevideo; la Revista de Antropología y la Revista do Museu Paulista de São Paulo; Journal of Inter–American Studies de Florida, EE.UU. Luego aparece su nombre en la más famosa revista de estudios sobre el hombre: Antrhropos de Viena. Pero no desdeña el periodismo paraguayo, y así colabora incesantemente, además de en cultura, ya recordada, en El Surco de Villarrica, La Tribuna, La Unión, y El País de Asunción, así como en nuestras publicaciones científicas: Revista del Ateneo Paraguayo y Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo y en las meramente literarias como Alcor de Asunción y Ybyturusú. Revista guaireña de Cultura de Villarrica.

         En 1942 un grupo de amigos guaireños resolvió publicar en un libro la colección de sus cuentos y leyendas del Guaira. El propósito se frustró por las azarosas circunstancias del momento. No fue sino en 1948 que apareció en Buenos Aires, bajo el sello de la editorial Guarania de que era propietario J. Natalicio González, el tomo, con tapa de furioso color rojo, incluso con la estrella. Se titulaba Guai Rataypy. Apareció su primer libro cuando Cadogan estaba desterrado. ¿Desterrado? Sí. Porque en los años candentes que vivió el Paraguay en aquel decenio, Cadogan no sólo estudiaba sino que también actuó en política. No sabemos en cuál de los bandos en que estaba entonces escindido el Partido Colorado en que se había afiliado. Tampoco conocemos las causas de su exilio. Pero entonces, ¿acaso había necesidad de razón para tomar el camino de la expatriación?

         Ese exilio le arrancó una magnífica página que pública como prologo de Guai Rataypy y que no resistimos a transcribir:

         "Me hallaba solo en Buenos Aires. Sé lo que significa hallarse solo, perdido, en la selva, cuya inmensidad huraña hace estremecer el alma, con el jaguar en acecho, la traidora yarará escondida en la maleza, y el invisible guayakí listo para disparar su formidable y mortífero kuarepoti. Y a mi alma doliente de exilado, aquello parecía preferible al aislamiento entre aquella inmensa muchedumbre indiferente que me rodeaba... Solo, decía; y, para neutralizar el efecto irritante del ruido del autos y tranvías que, mezclado al grito de canillitas y de vendedores de mariscos y el rumor de la multitud que remolineaba por el Paseo de Julio como aguas del Tebicuary embravecido por la creciente, abrí al azar un tomito pobremente encuadernado que yacía sobre mi mesa, dando con aquellos versos dedicados al desterrado:


         "Ko mombyry apyta hápe

         Che valle ahechaga'u,

         Mba'eicha tamo nga'u,

         Aveve aguejy hendápe... "


Y el perfume del niñoazoté y de azahar, y la fragancia de quemado nuevo que exhalaban, actuaron como narcótico sobre mi mente enferma de nostalgia, haciendo que lo circundante perdiera paulatinamente sus perfiles, el grito agudo del canillita se trocara en canto de korochire y volviera a ver extenderse ante mi vista, las amenas campiñas ondulantes de la Patria lejana".


         "Era una tarde de verano. Tió Tibu carpía el mandiocal contiguo a su rancho y, al ver que me acercaba, bajó la azada y vino a sacarme la tranquera. Me saludó, me palmoteó, me escudriñó de pies a cabeza, me preguntó si gustaba mate, piñas, terere, sandías... "Rohecha jevy va'erá nipo ra'e, che ra’y, amano mboyve"; me dijo con la voz trémula de emoción. "Y espero que estés cansado de vagar por tierras extrañas y que hayas venido a hacer el nido en el valle".

         "Ya veremos", le respondí, "pero, primero, manda llamar a Purí; que venga a cantarnos algunos de aquellos compuestos que sólo él sabe; mañana saldremos a hacer visitas y, por la noche, sabrás de algún mandiokyty o moliendas, en donde podremos ver reunidos a todos los amigos". La expresión de Tío Tibu mientras me escuchaba denotaba sorpresa, incredulidad. "¿Estoy yo loco", me interrumpió excitado, "o es cierto que aún hablas de estas cosas? ¿No sabes, acaso, que ya no se canta en guaraní; que los mandi'okyty, moliendas y cosechas son cosas del pasado; que el almidón, la miel y el hu'itĩ no se elabora hoy en día en rueda de amigos sino en grandes fábricas dirigidas por técnicos que se volverían furiosos si oyeran tañer una guitarra en sus establecimientos?". El sorprendido era yo. "¿Quieres decirme...?", dije. "Sí, mi hijo", gritó el anciano, excitado. "Ya te digo que nuestro Paraguay apacible se ha trocado en un país lleno de máquinas mal olientes, ya no se ven bueyes ni carretas; uno ni puede bañarse en el Tebicuary debido a las lanchas que apestan las aguas; nuestro idioma ha desaparecido, y solamente unos doctores de Asunción saben el ava–ñe'ẽ  y lo enseñan en una escuela que llaman la Universidad..."

         "Un grito de Nación, Prensa, Ultima Hora, debajo de mi ventana me despertó; una multitud heterogénea remolineaba en el Paseo de Julio, y la voz excitada de Tío Tibu se trocó en agudo pregón de vendedor de camarones".

         "Las palabras del anciano que acababa de escuchar en mi sueño me hicieron reflexionar. Efectivamente, el Paraguay cambiaba paulatinamente; tenía forzosamente que cambiar ante el avance de la civilización. Y con el advenimiento de los caminos y de los tractores, desaparecerían los jasy jatere y los tuguai güyra'i; en lugar de moliendas y mandi'o kyty, habría cines y teatros; la radio desplazaría a Peru Rima, Pychái ha Ka'imi, cuyas aventuras y picardías han alegrado a tantas generaciones y llenarían sendos volúmenes. Y como aún no ha surgido el biógrafo de esos seres queridos cuyas hazañas narradas pausadamente por Machú, han acortado tantas noches invernales en que el helado viento sur aullaba alrededor del rancho rabioso por el desafío lanzándole por el chisporroteo de los tizones de guayaybi del fogón, ni el poeta que haya recogido y transmitido con palabra emocionada las leyendas y tradiciones, frutos de la fantasía creadora de nuestra raza y que con espléndida prodigalidad brindan a los que quieren ver y oír, los cerros, las flores, las aves de nuestra Patria, por esto me atrevo a ofrecer esta humilde colección a los amantes de lo nuestro; piedras sin pulir de la mina intacta de nuestro folklore que esperan la mano amorosa del artista para salvarlas del olvido, puliendo y engarzándolas en hermosa joya para deleite de generaciones venideras".

         Pero cuando Cadogan escribía este prólogo, algunos años después de la recopilación de sus primeros escritos tardíamente editados, ya su labor tomaba otros rumbos, sino distintos, por lo menos más precisos y severos que los netamente poéticos de puro sentimentalismo patriótico. A la actitud folklórica y anecdótica sucedió otra reflexiva y ya sin parti pris, exenta de todo propósito subjetivo y sin más interés que el puramente científico. Había un enorme mundo desconocido, de una belleza incomparable, y de subyugantes misterios, que tenía que ser dado a luz. Era el mundo de las creencias y mitos de los Mbyá. Hasta entonces celosamente ocultos, he aquí que se estaban rasgando los velos, y emergían desde las sombras altos picos del espíritu humano primitivo que invitaban a escalarlos para llegar a sus cimas. La actitud sentimental estaba demás. Aunque el investigador quedara pasmado ante las bellezas descubiertas, era necesario reprimir todo subjetivismo para sólo aplicar las reglas de la investigación de campo. Lo fundamental, lo primordial, era recoger, con la máxima fidelidad posible, ese fondo no escrutado de la religiosidad guaraní, el venero de las leyendas ocultas de una de las ramas sobrevivientes que se conservaban casi en su estado primitivo. Cadogan empleó años y años en esta tarea. Cada leyenda fue minuciosamente registrada. Los informantes eran individualizados, así como bien definida la localización geográfica. Venían las investigaciones etimológicas. Ruiz de Montoya, Restivo, Yapuguay, Anchieta, etc. eran cateados y desmenuzados. Solo cuando le era posible Cadogan acudía a la bibliografía sobre los Mbyá, para cotejar datos, ampliar informaciones, rectificar interpretaciones. 

         Porque Cadogan no era, por cierto, el primero en ocuparse de esta rama primitiva del guaranismo. Desde antes que él, los llamados durante mucho tiempo Kainguá, merecieron la atención de los estudiosos, y aun de los curiosos. Nosotros en nuestra Historiografía Paraguaya (México, 1959, t. l, pp. 4952) damos abundante reseña de las referencias o trabajos de Ibáñez (1770), Azara (1809), Alvear, Rengger (1835), Ambrosetti (1894), Machon (1895), Vogt (1904), Bertoni (1920), Strelnikov (1928), Schuster (1929), Müller (1928), Zeller (1931), Vellard (19341939), Baldus (1936), Hanke (1939), Peter (1939), y de otros más. Ningún estudio había sido más sorprendente que el de Curt Nimuendaju Unkel, quien vivió muchos años entre los Apapokúva, rama sobreviviente de la familia guaraní, de estrecho parentesco con los Mbyá. En 1914, dio a conocer en la afamada revista Zeitschrift für Ethnologie, de Berlín, las grandes leyendas cosmogónicas de esa etnia guaraní, aunque en alemán. León Cadogan las conoció a través de la traducción que el doctor Juan Francisco Recalde, gran guaraniólogo, publicó en 1944 en San Pablo, bajo el título de Leyenda de la creación y juicio final del mundo como fundamento de la religión de los Apapokuva guaraní.

         Fue precisamente Nimuendayú quien le abrió la primera rendija para avizorar el oculto mundo de la mitología mbyá, íntimamente ligada a su lenguaje. En su Die Sagen von der Erschaffung and Vernicthung des Welt als Grundlagen der Religion der Apapokuva–guaraní, que tradujo Recalde, se refería al "problema indescifrable" de la palabra yrymomo. Constituía el punto central del episodio del Mito de los Gemelos en que estos destruyen a quienes habían devorado a su progenitora. Según el registro de Nimuendayú, los Gemelos, futuros padres de la raza guaraní, construyen unyryvovõ, desde el cual precipitan a sus enemigos al río, donde son devorados por monstruos acuáticos.

         "Cuando leí a Nimuendayú recuerda Cadogan ya me dedicaba como hobby al estudio de los Mbyaguaraní, y sabía que yryvovõ significaba puente en esta habla; es decir, un tronco largo y derecho cuyos extremos descansan en las orillas opuestas de un curso de agua y sirve de puente para cruzarlo. Ya había descubierto, también, que la palabra figura en el clásico Tesoro de la lengua guaraní del P. Antonio Ruiz de Montoya, S.J., pero escondida entre los centenares de derivados de la palabra y (agua) que enumera el ilustre lingüista, motivo por el cual se le había escapado a Nimuendayú". (Tilas, III, Strasbourg, 1963).

         La revelación lingüística no fue tan importante como la que le era consecuente. Por ese pequeño hilo Cadogan llegó al ovillo. Se dio cuenta de que Nimuendayú había trabajado con una parcialidad guaraní que había olvidado la mayor parte del vocabulario auténtico, ya que no supieron explicar el sentido de yryvovõ, y que incluso la pronunciaban mal. Y también que los Mbyá conservaban en cambio ese vocabulario y le seguían asignando su verdadera interpretación. Lo mismo ocurrió con ju, que ni Nimuendayú ni Recalde pudieron descifrar. Sin embargo, en el vocabulario de tres o cuatro parcialidades significa áureo, eterno, indestructible, descubrimiento que Cadogan hizo casi simultáneamente con Schaden. Todo esto le demostró que la cultura guaraní era un libro cerrado, conocido muy fragmentariamente, y que los Mbyá del Guairá (autodenominados Jeguakáva Tenonde porâ gue i) conservaban sus tradiciones en su original pureza, sin modificaciones por la influencia cristiana, ni del tiempo de las misiones jesuíticas ni de épocas más recientes. Aun otros Mbyá, como los de la región de Encarnación, del territorio argentino de Misiones y del Brasil meridional, revelaban, con un ligero examen, haber asimilado una serie de elementos cristianos adquiridos a través de la convivencia con otros pobladores. Los Mbyá del Guairá eran los más auténticos guaraníes.

         Una circunstancia imprevista ayudó a Cadogan a ahondar su descubrimiento. Su militancia política en el partido político dominante de nada le había valido para mejorar su siempre deteriorada situación económica. La pobreza era su eterna compañera. Hacia 1948 su amigo Evaristo Zacarías Arza le ofreció un puesto en la Policía de Villarrica, donde ya había actuado con anterioridad. Aceptó la función, pero puso una condición: que se instituyera la Curaduría de Indios, encargada de la defensa de los silvícolas, amenazados de extinción no sólo por las epidemias, hambres, guerras internas, sino también por la "barbarie blanca". Porque entonces era costumbre la caza de indios, sobre todo de los "salvajes guayakí", muy apetecidos como criados, y que eran robados a sus padres en edad pequeña y puestos luego en venta en un verdadero mercado de esclavos que existía en Ajos (actual Coronel Oviedo), descubierto por el famoso naturalista francés Vellard.

         Bertoni ya había dicho en 1927 que a las tribus guaraníes se consideraba "como animales por no haber sido bautizados"; Belaieff se cansó de denunciar los crímenes contra indios, y Juan Francisco Recalde escribió lapidariamente en 1944: "En el Paraguay matar indios no es delito". Se creó una Asociación Indigenista para la defensa del indio. Cadogan se convirtió en el gran apóstol de los indios. Obtuvo resultados impresionantes. La Corte suprema de Justicia dictó una sentencia que colocó a los indios en igualdad de condiciones que los demás paraguayos. El Ministerio del Interior prohibió la persecución de los Guayakí y otros indios. El clero guaireño efectuó una campaña en favor de la atención caritativa de los indígenas. La misma prédica se efectuó en las escuelas. Y en 1958 se creó el Departamento de Asuntos Indígenas con la misión de centralizar las actividades en favor de los indígenas y que liberó a más de una "esclava" de manos de sus "amos".

         La acción humanitaria de Cadogan le reportó un fruto inesperado. Dejémosle referir el caso: "Habiéndome informado el cacique Pablo Vera, de Yro'ysâ, Potrero Blanco (Colonia Independencia, cerca de Paso Yovai) que un hombre de nombre Mario Higinio se hallaba recluido en la cárcel regional de Villarrica desde hacía tres años, me pidió obtuviera su libertad. Tras laboriosas gestiones, fue sobreseída la causa y, obedeciendo a un llamado mío, vino a Villarrica el cacique a fin de hacerse cargo de su protegido. Conversando con mis huéspedes, abordé el tema de las tradiciones religiosas. Mario, quien ya conocía mi afición a estas cosas, habiéndome narrado unas leyendas que explican la etimología de Mbarakayú (publicada en la revista Cultura, XI, 1946), se dirigió al cacique preguntándole si ya había discurrido conmigo: gueroayvu, sobre el origen del lenguaje humano: Ayvu Rapyta. Contestándole el cacique que no, le volvió a preguntar si me había divulgado los himnos sagrados relacionados con "los huesos de quien porta la vara insignia: yvyraikãga". Volviendo a contestarle negativamente el cacique, Mario le dijo que yo era merecedor de que se me divulgara los Ñe'ẽ Porã Tenonde, las primeras palabras hermosas; por cuanto, dijo, los favores que los Mbyá me debían me hacían acreedor a que se me considerase como miembro de las tribus: Ñande retarã ae, ñande rataypygua ae i : nuestro verdadero compatriota, miembro genuino del asiento de nuestros fogones".

         Tal fue el origen del principal libro de Cadogan, Ayvu Rapyta. Textos míticos de los MbyáGuaraní del Guairá, que en 1959 publicó la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de São Paulo, con prólogo de Egon Schaden, que calificó al autor como "el mejor conocedor de la cultura guaraní"'. En esta obra fundamental de la antropología paraguaya, Cadogan da a conocer las tradiciones secretas de los Mbyá, transcriptas en su propio dialecto, tal como le fueron dictadas, a las cuales el autor agrega la traducción española, acompañada de notas lexicológicas, indispensables para la comprensión de los textos, tanto más cuanto que éstos han sido expresados en su lenguaje esotérico, con vocabulario en gran parte inusual en el habla de la propia tribu. Cadogan dice que los verdaderos autores del trabajo fueron el cacique Pablo Vera, ya varias veces citado; Kachirito, de Paso Yovái, Obrajes Naville, Cacique Che'iro, del Alto Monday (Obrajes Fassardi); Mayor Francisco (Chico i), de Tava'i y un soldado del mismo cuyo nombre no recuerda; Tomás y Cirilo, de Ybytuko, Potrero Garcete, Colonia Mauricio José Troche; Higinio y Mario Morínigo, ya mencionados, y otros cuyos nombres figuran en el texto. El consignar los textos en el papel fue posible mediante la colaboración del mayor Francisco y de Cirilo, arriba recordados, quienes repetían las palabras de los dirigentes, aportando explicaciones sobre el significado de las palabras y frases desconocidas. Conviene que estos nombres sean conservados para cualquier historia de la cultura paraguaya, pues gracias a ellos el mundo tiene conocimiento de uno de sus más ricos veneros míticos.

         El mero índice del contenido de esta colección de poemas basta para calificar su riqueza. Allí están la cosmovisión guaraní, su concepción de la existencia y del universo, su filosofía de la vida. He aquí los temas:


I        La aparición del Ser Supremo.

II       Creación de las llamas y la neblina; del fundamento del lenguaje humano; del amor al prójimo, de un himno sagrado. Creación de los cuatro padres de la palabra y sus consortes. Kuaararã, palabra sagrada.

III      Creación de la Primera Tierra y los siete Paraísos. Ñande Ru entrega la Primera Tierra a sus lugartenientes y se retira a las profundidades del Paraíso. Instrucciones de Ñande Ru a sus lugartenientes referentes al gobierno del mundo.

IV     Himno de la Encarnación. Los Patronímicos Sagrados. Mensaje divino recibido por el dirigente que bautiza a las criaturas. La Reencarnación. La radical á y sus derivados, valor filológico.

V       Himno de la paternidad y endecha de la muerte. Endechas fúnebres. El culto a los muertos.

VI     Destrucción de Yvy Tenonde. Tránsito a los virtuosos y metempsicosis de los pecadores.

VII    Creación de la Nueva Tierra que habitamos. Creación de la humanidad. Mito del robo del fuego.

VIII   El llamado Mito de los Gemelos". Génesis del Sol y de la Luna. Sus hazañas.


         Sobrecogen la hermosura y la grandiosidad de las leyendas mbyá recopiladas por Cadogan. Podrían competir con cualquiera de las grandes religiones que también quisieron explicar poéticamente el portentoso caso de la creación del universo y del hombre, por la obra de deidades misteriosas. Resumir este poema (porque en realidad es uno solo, aunque con múltiples diversificaciones) ocuparía mucho espacio dentro del que se me ha concedido para este artículo. Me limitaré a extractar el ñe'ẽ porã tenonde, con muchas de las propias palabras traducidas por Cadogan, para que el lector no iniciado pueda apreciar la majestad de la mitología mbyáguaraní.

         Ñamandu Ru Ete, figura central de la mitología mbyáguaraní aparece, surge a la actividad: oguerojera, en medio de las tinieblas originarias: pytũ yma, sentado en apyka–asiento en forma de animal, símbolo guaraní de la encarnación. Está adornado con el jeguaka (akã pychĩa) emblema de la masculinidad, entre cuyas flores revolotea Maino, el Colibrí quien "le alimenta con el néctar del paraíso". Posteriormente Maino se convertirá en consejero del médicohechicero de la tribu, portador de mensajes de los dioses. En la diestra lleva Ñamandu el yvyra'i, la varainsignia, símbolo del poder, y de su pecho surge un deslumbrante haz de luz que hiere las tinieblas; porque "Ñamandu no conoció tinieblas; aunque el sol aún no existiera, hizo que le alumbrara la sabiduría  contenida dentro de su propia divinidad". Y, para que ya en los albores de la creación, "antes de que existiera la tierra, antes de existir estos cielos que tenemos a la vista", se tuviera presencia de la noche, simultáneamente con Ñamandu y su Colibrí surgió de las tinieblas Urukure'a, la Lechuza, ave cuya forma Ñamandu asumirá posteriormente para engendrar al Señor de Cuerpo Resplandeciente como el Sol, Pa'i Rete Kuaray, progenitor de la raza guaraní.

         En un extremo de la vara de Ñamandu aparecen tataendy, las llamas de la sabiduría, y tatachina, el "elemento vital", fuente de la vida en todas las manifestaciones. Y habiendo Ñamandu creado, en virtud de kuaararã, la sabiduría creadora, ignota, inasequible, origen del futuro amor al prójimo: mborayu rapytarãi y el origen de un himno sagrado: mba'e a'ã peteĩ i, "reflexionó profundamente sobre quien hacer partícipe de estas cosas". Y surge del Caos el dios del Sol; el dueño del ruido de crepitar de llamas, dueño del fuego; el patrono de los médicoshechiceros, dueño del "elemento vital" o tatachina, y Tupã, "dueño del extenso mar y de las ramificaciones del extenso mar en todas sus ramificaciones", dios del trueno, la tempestad y de las lluvias. Todos ellos surgen carentes de ombligos, porque no fueron engendrados sino creados...

         A continuación Ñamandu, "en virtud de kuaararã, su sabiduría creadora, hizo que en el extremo de su vara fuera engendrándose la tierra". Creada la tierra y colocada sobre sus cimientos de palmeras pindo eternas, comienza a poblarla de animales, imágenes perecederas: ta'ánga’i te ma, de los arquetipos eternos existentes "en las afueras del paraíso de Nuestro Padre". Terminada esta tarea, y cubierta la tierra de bosques y praderas, Ñamandu convoca a "los compañeros de su divinidad", sus ayudantes o lugartenientes, les imparte instrucciones minuciosas sobre sus deberes y obligaciones. Luego les inspira el himno ritual del hombre y el himno ritual de la mujer, les encarga que hagan escuchar en el ámbito de la morada terrenal el canto sagrado de quienes llevarán el símbolo de masculinidad, el emblema de la feminidad, Ñamandu Ru Ete se retira a Yvaropy, las profundidades inaccesibles del paraíso guaraní.

         Tal es uno de los más subyugantes mitos recogidos por Cadogan. Completan el volumen, otros muchos temas del mundo espiritual de los Mbyá: la medicina mística; los maleficios y embrujamientos; juicios por hechicería; duendes y figuras de la mitología; plegarias e himnos para la obtención de la buena ciencia; mensajes de los dioses inspirando a los médicos agoreros; himno de un dirigente; algunos mensajes recibidos; la medicina racional; origen de las dolencias que cura la medicina racional; recetas; ginecología; el Código Penal; comedia que tiene por tema un caso de infidelidad conyugal; el homicidio. Preceptos del padre a su hijo; puericultura. Agri- cultura; siembra; obtención de lluvias; plegarias; tembi'u aguyje; madurez de los frutos. Leyendas y supersticiones relacionadas con las aves. Amuletos; filtros. Mesianismo o culto de los héroes divinizados; obtención de aguyje de Kapitã Chiku. Cantos infantiles. Saludos, etc.

         Cadogan advierte en el prólogo de su recopilación: "Mi aporte ha sido el consignar los dictados al papel, y las notas lexicológicas. Y en estas notas reconozco haber abusado de mi condición de profano en ciencias antropológicas al permitirme subrayar algunas, para mí sorprendentes, analogías que he creído hallar entre el contenido de ciertos versos de estos mitos y tradiciones y las grandes religiones de la humanidad. Sabrá tolerármelo el lector equiparando mis observaciones al alegre grito de sorpresa de quien inesperadamente halla al borde del camino una bella flor, o tropieza con una refulgente joya. Y, para atemperar la crítica a que forzosamente han de dar lugar las lagunas y deficiencias de esta recopilación, narraré un episodio que me ocurrió recientemente. En los primeros meses de 1954 acompañé al profesor doctor Egon Schaden al tapýi del cacique Pablo Vera, y en una conversación referente a la couvade el cacique, espontáneamente, le reveló al amigo datos referentes al alma recién encarnada que yo, con muchos años dedicados al estudio del tema, ignoraba totalmente".

         Lo cual es comentado por Schaden en los siguientes párrafos: "Cadogan insiste en el hecho de no tener hechos estudios teóricos de antropología cultural que le habiliten a emprender el análisis científico del material recogido. De cualquier modo, nadie dejará de reconocerle cualidades excepcionales de investigador. Entre ellas, notable capacidad de discernimiento para enjuiciar con seguridad de resultados científicamente válidos en oposición a interpretaciones dudosas o simples analogías que tenderían a imponerse a cualquier espíritu menos prevenido. De ahí el valor de su contribución, que se evidencia desde luego a cualquiera que se ocupe en el estudio comparativo de la mitología sudamericana."

         Hay un aspecto que considero fundamental en la obra investigadora de Cadogan. Y que es una incitante invitación a nuevos buceos en el alma guaraní. No es solamente la majestad arquitectónica de la mitología mbyáguaraní, la que resalta en su recopilación. Así como las catedrales medievales nada significan sino en relación con el espíritu humano que cobijaban, embebido en la profunda religiosidad de la Edad Media, así también aquella cosmogónica y aquella sociología, cobran palpitante vida sólo cuando se las conecta con el ferviente misticismo del pueblo guaraní. Fue el mismo Egon Schaden quien lo dijo: "En la superficie de la tierra no hay, por cierto, pueblo o tribu al cual se aplique mejor que al guaraní la palabra evangélica: "Mi Reino no es de este mundo". Toda la vida mental del guaraní converge hacia el más Allá. Deseos de prosperidad económica, ambiciones políticas o cualesquiera otras aspiraciones terrenas poco significan para él y no le preocupan. Su ideal de cultura es de otro orden: es la vivencia mística de la divinidad..." (América INdígena, t. XIV, N° 3, México, 1954).

         En ningún momento Cadogan consideró que había agotado el filón de la mitología mbyá, ni mucho menos la guaraní en general. Cuando ofreció a la Sociedad Científica del Paraguay Ayvu Rapyta, sostuvo que su libro no era más que un instrumento, una llave que podría facilitar la tarea del estudioso que quisiera ahondar en la cultura espiritual mbyáguaraní, y señaló la magnitud de la tarea que restaba por realizar en etnografía guaraní.

         En la Región Oriental del Paraguay sobreviven pequeños restos de cuatro parcialidades pertenecientes al tronco lingüístico tupiguaraní, que van extinguiéndose por falta de medidas adecuadas de defensa y protección, y "cuyas, hablas y textos místicos, sin recopilar, o recopilados en forma fragmentaria, desaparecerán en poco tiempo si no hacemos algo por evitarlo". Otros textos fueron recogidos por Schaden, por el general Marcial Samaniego, la doctora Branka J. Súsnik y últimamente por la misión de la Sorbonne de París, constituida por los doctores Clastres y Sebag, y todos ellos confirman no sólo la autenticidad, sino también la extraordinaria belleza poética, la profundidad y la solemnidad de la mitología guaraní, tal como Cadogan había consignado y publicado.

         Cadogan fue el primero en sorprenderse ante las características    mayestáticas de las tradiciones que recogió y divulgó. Ya Nimuendayú quedó impresionado ante el modo en que surge el Creador apapokuva en medio de la oscuridad "con una brillante luz en el pecho y que, no puede ser despojado de carácter divino". Y el gran antropólogo americanista Alfred Métraux, en el Handbook of South American Indians del Instituto Smithsoniano, subraya que "los hombres altisonantes de la mitología apapokuva le imparten una solemnidad de la que carecen totalmente las versiones de los mismos temas recogidas en otras partes". Y si esto ocurría con las sagas de los Apapokuva, rama degenerada y ya bastante aculturada de los guaraníes, ¿qué ocurriría con este poemario que Cadogan daba ahora a conocer, y donde la grandeza religiosa y la profundidad metafísica llegan a límites verdaderamente inalcanzables por nuestra imaginación? "Forzosamente deberá ser calificado como texto apócrifo reflexionaba Cadogan, obra de algún émulo del pobre poeta Chatterton quien (según de Vigny en Le Docteur Noir) se entretenía componiendo poemas en inglés arcaico, ofreciéndolos luego como documentos exhumados de los archivos de monasterios medievales desparecidos".

         Este temor no se produjo. Hubo, sin duda, una primera impresión de estupor o de duda en los centros científicos, y algunas críticas sobre la propiedad de ciertas traducciones (como la palabra evolución, reiteradas veces usada y que en su concepción spenceriana mal podrían tenerla los Mbyá, aunque sí en el devenir o el oguerojera de que hablan reiteradamente los textos), pero cuando científicos de la categoría de Schaden, Súsnik, Clastres, etc., ratifican la existencia y autenticidad de esas versiones, y hasta las grabaron en bandas magnetofónicas para los principales museos etnográficos del mundo, cualquier duda desapareció.

         Contrariamente, las nuevas indagaciones demostraron que era cierta la salvedad de Cadogan: su obra no era sino una llave que abría a la ciencia las puertas de un mundo que podía deparar muchísimas sorpresas.

         Pudo así exclamar el doctor Egon Schaden en las Jornadas Internacionales de Arqueología y Etnología celebradas en Buenos Aires en 1960: "Mis observaciones no tienen otro objetivo que sugerir la necesidad de destruir el mito de que conocemos la cultura guaraní y de insistir en la urgencia de retomar el estudio de esa cultura con referencia a sus variantes regionales. Para tal trabajo no bastará examinar lo que anda esparcido en abundante literatura. Corresponde ir al campo y hacer un levantamiento sistemático de la cultura de todos los bandos guaraní remanentes en el nordeste de la Argentina, en el Paraguay, en el Brasil. Si no lo hacemos ya, será tarde. Sería conveniente, creo, en la realización de la tarea conjugar esfuerzos de los etnólogos argentinos, paraguayos y brasileños".

         En esa misma ocasión, Cadogan sugirió especialmente la conveniencia de aunar esfuerzos y realizar trabajos de campo exhaustivos en la parcialidad más primitiva y menos conocida de la gran familia lingüística guaraní, los famosos Guayakí, de quienes ya en 1901 decía el famoso etnólogo alemán Von den Steinen: "En todo sentido, tanto antropológica, etnológica y lingüísticamente, resulta ser la exploración prolija de los Guayakí, el más perentorio y compensatorio, pero también el más difícil problema que resta sin solución en la América del Sud". Medio siglo después la situación no había variado. Se debe en particular grado a las gestiones que Cadogan realizó en los medios científicos con los cuales estaba vinculado y donde gozaba ya de sólido prestigio, que el Centre de la Recherche Scientifique de Francia y el Museo del Hombre de París, se interesaran en el problema, y que el gran antropólogo Alfred Métraux dedicara sus últimos empeños, antes de tomar la fatal determinación que privó al mundo científico de sus luces, a enviar al Paraguay una misión compuesta de sus mejores discípulos, los etnólogos Pierre Clastres y Lucien Sebag. Durante ocho meses ambos estudiaron la cultura guayakí en íntima convivencia con estos silvícolas (Sebag, desgraciadamente, como Métraux, se suicidó luego del viaje), pero ha de transcurrir aún algún tiempo antes de conocer el resultado de la labor realizada. Pero lo que se sabe de su trabajo de recopilación basta para confirmar, como dijimos arriba, la autenticidad de los hallazgos de Cadogan.

         Respecto de esta misión, dice Cadogan en una carta que nos escribió recientemente: "...mi mayor contribución a la ciencia es el haber obtenido el envío al Paraguay de la Misión Francesa. Es por esto: en los textos mbyá de Ayvu Rapyta, a cuya recopilación y traducción he dedicado muchos años y trabajo, he hallado tantas sorpresas que yo mismo (que he criticado tan duramente a Bertoni y Domínguez) los calificaría de apócrifos si no los hubiera escuchado y comprendido personalmente, y creo poder decir que el comprender y traducirlos me costó "sangre, sudor y lágrimas". Y si alguien no prosigue mis investigaciones pasaré a la historia como ya lo he dicho como émulo del infeliz Chatterton, o tildado de falsificador como el pobre FitzGerald. Y, salvo rarísimas excepciones, a nuestros compatriotas les interesa tanto el tema como a mí, p. ej., la navegación polar. Con la venida de Clastres (Sebag, desgraciadamente, se suicidó, como también Métraux), el problema cambia de aspecto: él domina ya el guayakí (la base, por ser la lengua guaraní más primitiva); se ha enterado que nuestros indios guaraníes son bilingües, y que en "guaraní paraguayo" no pueden proporcionar informes que sirvan de base para estudios etnológicos serios. Sus informes deben ser dictados en sus propios dialectos, y, tratándose de textos "esotéricos", hallándose el informante en estado de fervor religioso. Más importante aún: Clastres ha obtenido ya grabaciones en "guaraní paraguayo", en chiripá y en mbyá que constituyen pruebas irrefutables de ser éste el caso. Quizá sus trabajos (veo que Alcor le ha reporteado) sacudan la modorra de nuestros compatriotas, cosa que yo no he conseguido".

         Lo que no dice Cadogan es que esas grabaciones, hoy guardadas y sometidas a estudio en el Museo del Hombre de París, confirman, punto por punto, los descubrimientos de Cadogan. El temor de que se lo con fundiera con un Chatterton cualquiera, fabricador de leyendas, se ha desvanecido. Pero queda en pie su otra inquietud: que no se haga todo lo necesario para terminar la exploración de la cultura guaraní, cuando sólo restan pocas y desventuradas bandas sobrevivientes que, cuando desaparezcan, llevarán para siempre al reino de lo desconocido lo que aún resta por descubrir de sus sorprendentes creencias y concepciones de las cosas y de la humanidad.

Mientras tanto Cadogan ya en edad avanzada y con la salud fuertemente quebrantada (no hace mucho sufrió un accidente cardíaco y desde hace años debe vivir con un solo pulmón), no puede continuar su trabajo sobre el terreno. Ha abandonado Villarrica, allí donde le visitara Justo Pastor Benítez y le encontrara en modesta vivienda, con libros y papeles guardados en cajones de nafta a falta de anaqueles, con una mesa derrengada, una viejísima máquina de escribir, sin secretarios, sin ayudantes, luchando con los problemas del diario vivir, sin más ayuda efectiva que sus hijos. Ha venido a instalarse en Asunción. Se propone reunir materiales dispersos y poner fin a algunos ensayos. Considera terminada su labor.

         No está entre sus propósitos sistematizar y estructurar en una sola obra magna toda su inmensa labor, dispersa en centenares de publicaciones, de las cuales la más importante, Ayvu Rapyta, no es sino una recopilación, sin análisis ni interpretación, y que acaba de recibir la consagración del Instituto Interamericano, al publicar la versión española de la misma, escrita por el mismo Cadogan, en un volumen de divulgación, de atrayente presentación, bajo el título deLa literatura de los guaraníes, con introducción, selección y notas de Alfredo López Austin. Pero cabe esperar que así lo haga. Al cabo de más de un cuarto de siglo de formación autodidacta, en contacto permanente con las etnias y con el mundo científico, Cadogan ha adquirido, y de sobras, la maestría suficiente para una síntesis final.

         Roger Bastide en Archives de Sociologie des Religions (París, juliodiciembre 1960), celebra como un acontecimiento revolucionario la publicación de Ayvu Rapyta, pero señala que León Cadogan "qui n'est pas anthropologue de profession, n'a pas analysé les textes recueillis". Sin duda, si calificamos la profesión antropológica conforme a los grados académicos que autorizan a ejercerla, el paraguayo Cadogan, que sólo cursó estudios primarios y jamás pisó como alumno los dinteles de un colegio secundario o de una facultad universitaria, no tendría derecho a llamarse "antropólogo profesional". Pero toda su obra está proclamando los títulos, no importa que no se hallen impresos en pergaminos, para ser considerado un "sabio antropólogo", el más grande del Paraguay, sin duda, de toda el área guaraní de nuestro continente. Es posible que los aristarcos encuentren lagunas o borrones en los centenares de páginas dispersas que en las principales publicaciones científicas del mundo vocean la presencia del Paraguay en el mundo de la antropología. ¿Quién no los ha tenido? ¿Hay obra, por eximia que fuera, exenta de fallas? Y como dice Paulo de Carvalho Neto: "Quedará en la historia, porque la gran mayoría de sus aportes son datos de campo, imprescindibles. No importa que padezcan defectos. Cuando un investigador enriquece el patrimonio de hechos de la ciencia folklórica de un país, en forma deliberada y responsable, como lo hizo Cadogan, los defectos resultan mínimos. En efecto, en el presente caso, carecen de relieve las circunstancias de ser Cadogan autodidacta, no lograr sistemáticas impecables, abrazar comparaciones prematuras, adelantar interpretaciones infundadas y no dominar la terminología científica... Durante siglos será citado, ya sea por especialistas en cuentos, en casos, en magia, en leyendas, en refranes, en cancioneros o en adivinanzas y en otras especies folklóricas" (Revista do Museu Paulista, N.S., t. San Pablo, 1959, p. 191).

         Lo que no cabe admitir es que se quiera calificar a Cadogan como un mero "intuitivo". El vocablo ya ha corrido por algunos ambientes y aunque desde Bergson esa palabra puede campear sola sin connotaciones peyorativas, la verdad es que sería inapropiado juzgar el trabajo de Cadogan como producto de la intuición, por genial que fuera. Su obra es fruto de la aplicación rigurosa de las reglas de la investigación científica, y no de adivinaciones asombrosas. Si en sus primeros escarceos en la mitología guaraní, Cadogan obraba desaprensivamente, como con un hobby según él mismo confiesa, poco a poco fue sujetándose, cada vez con mayor severidad, propia de una cátedra universitaria alemana, a las normas indicadas para el esclarecimiento de la realidad cultural humana, allí donde es más difícil de aprehender, en los abisales escondrijos del alma del primitivo. Que sus producciones hayan sido acogidas en las principales revistas científicas del mundo, ya es índice suficiente de su solvencia y erudición de buena ley. ¡Anthropos, por ejemplo, no publica divagaciones!

         Cuando se resolvió por el Centro de Estudios Antropológicos del Ateneo Paraguayo editar un número especial de su Revista en homenaje al patriarca de la antropología paraguaya, Cadogan dirigió una extensa carta a Miguel Chase Sardi, el dinámico Coordinador del mismo Centro; para significarle que, aunque le halagaba el homenaje, lo consideraba prematuro, hasta tanto los trabajos independientes últimamente realizados por Clastres y otros, disiparan los "infundios" que hacían aparecer su obra como una repetición del caso Chatterton (aquel poeta inglés que "se dedicaba, para no morir de hambre, a componer poemas en inglés arcaico que luego presentaba como piezas inéditas exhumadas en los archivos de monasterios"). Los escrúpulos de Cadogan, por supuesto, no paralizaron la cristalización del homenaje, muy pequeña anticipación de la justicia que alguna vez se rendirá a este sabio investigador, honra del Paraguay.

         En esa misma carta, Cadogan se refirió a algo que había sabido simultáneamente con el proyecto del número especial: "que a cierto etnólogo especial le hubiera sorprendido que yo hubiera ‘intuido’ que, sin una cabal comprensión del lugar que en la cosmovisión del indio guaraní ocupan el reino vegetal y el animal, forzosamente será fragmentario el cuadro que de la mitología de estos silvícolas podamos obtener". Interesará al lector la explicación que da Cadogan al punto, porque esclarece lo que más arriba dijimos de su supuesto intuicionismo. Transcribimos textualmente la carta en la parte pertinente:

         "En lo que a la supuestamente ‘genial intuición’ se refiere, necesito poner los puntos sobre las íes, y agradeceré a Ud. haga llegar la presente al encargado de redactar el prefacio del proyectado número especial de nuestra revista, a fin de evitar la posible inclusión de semejante infundio. Lo que ocurrió fue lo siguiente: Llegó al Paraguay un científico con el objeto de estudiar la cultura guayakí, acompañado de una recomendación de un etnólogo amigo mío. Le sugerí el siguiente plan de acción: obtener, con la colaboración de un montaraz paraguayo competente y de un mbyá amigo, listas completas de nombres de árboles, arbustos y plantas en ‘guaraní paraguayo’ y mbyá, con sus características sobresalientes y todo otro dato de interés etnológico posible de obtener. Con esta lista, que permitiría con ayuda del catálogo de Teodoro Rojas y el de Hassler, la clasificación científica, obtener, con la colaboración del mismo montaraz paraguayo y de informantes guayakies, un catálogo guayakí, con todos los datos aludidos. Sugerí también la confección de una lista similar de animales, explicándole, pero sin entrar en detalles que consideraba superfluos, que tales monografías por un especialista como él, serían de inestimable valor para la etnología americana. No pudo o no quiso realizar la tarea, pero cuando dos años, o más, después me visitó, confesó, algo compungido, haberle escrito Fulano que según un distinguido especialista si mal no recuerdo LéviStrauss para un estudio exhaustivo de la mitología guaraní, faltan trabajos sobre etnobotánica y etnozoología.

         "Admito que, si debiera optar entre pasar a la historia como émulo guaraní del pobre Chatterton y bajar a la tumba con la fama de falsificador que rodeara al traductor de Omar Ibn Ibrahim el Kaayyam, o ser tildado de ‘genial intuitivo’, preferiría se me adosara ese mote. Pero como no tardaría en descubrirse el embuste, conviene poner las cosas en su lugar. Uno de los primeros descubrimientos que hice fue que para el guaraní, los árboles, al igual que los animales y los seres humanos, tienen almas. Posteriormente me enteré de que varios nombres de árboles guardan estrecha relación con la mitología. La nomenclatura guaraní en botánica demuestra la estrecha relación existente para el guaraní entre el reino vegetal y el reino animal. En cuanto al Guayakí, el guaraní más primitivo, una fruta consumida por su madre hallándose embarazada, contribuye a su bykwa o naturaleza, y se designa con el mismo nombre que se aplica al animal al que el guaraní debe su nombre. En cuanto a los PãiCayguá, dos de las grandes figuras de su panteón llevan nombres de árboles. Estos hechos y otros similares que figuran en comunicaciones dispersas, fueron las que motivaron las recomendaciones al joven etnólogo. No existe, pues, motivo alguno para hablar de intuición o cosas por el estilo".

         En estas líneas está encerrado el secreto de la sabiduría de Cadogan. No proviene de los libros (los ha leído y muchos, sobre todo en los últimos tiempos), ni de las aulas universitarias que nunca frecuentó; ni de ningún estudio teórico de especialización, sino de su contacto directo con una de las más ricas realidades de la etnografía americana.

         Sus libros, sus profesores han sido los Mbyá, los Guayakí, los innumerables indígenas que abatieron los muros de su secular desconfianza ante este karai de ojos azules, que hablaba como ellos, que les comprendía, que conocía el sentido de sus largos recitados, y ante quienes se consideraba como uno de ellos, como ellos a él, ¿quién podría negarlo?, un Karaí Rú Ete Miri. Pero no bastaba. Se requerían talento, la mente bien organizada, una visión aguda capaz de horadar cualquier tiniebla, conocimiento de la metodología de la investigación, memoria fiel, estilo fácil, y, sobre todo, inmensa abnegación.

         A Cadogan le sobraron para su tarea esas cualidades, y sobre todo la última. En un ambiente inficionado de indigenismo artificial, donde al indio se le cantan poemas, se levantan monumentos y se lo utiliza para disfrazar un folklorismo musical postizo, pero se le deja morir de hambre y de enfermedades y se deja extinguir sus últimos restos, llevando consigo al ocaso, con imposible rescate, el inmenso tesoro de su espiritualidad solo a media desvelada, Cadogan quiso hacer solo lo que en otros países hubiera sido materia de equipos bien dotados y de instituciones científicas con ingente apoyo oficial. Su labor no ha sido vana. El Centro de Estudios Antropológicos del Paraguay, el Museo Etnográfico "Andrés Barbero", las cátedras de antropología de las dos universidades nacionales, los centros científicos de Europa y Estados Unidos, tienen a su disposición el inmenso material acumulado en un cuarto de siglo por Cadogan, con el cual se podrá labrar, si no lo hace antes el propio Cadogan, el edificio a la apología de la cultura  guaraní.

         El patriarca de la antropología nacional llega a la ancianidad enfermo y pobre. Nunca ha buscado honores ni recompensas. Si ha pedido algo ha sido en favor de sus indios para que prosiguieran en escala nacional las investigaciones por él iniciadas. Cuando en 1963 sus amigos guaireños le rindieron un homenaje con los auspicios de todas las instituciones del Guairá, anunció que esquivaría en adelante toda demostración de esa naturaleza. Esta que le ofrece el Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo, tampoco la quiso aceptar. Yo, en cambio, no rechacé el compromiso de estas palabras preliminares, no porque me considerara autorizado para ser portavoz de un homenaje de esta naturaleza, a un hombre que campea en materias a las cuales soy ajeno, sino como modesto cultor de la historia paraguaya, en la cual veo brillar con fulgores únicos la obra de León Cadogan, la más alta expresión de la antropología nacional, y, ¿por qué no decirlo?, el nombre paraguayo que más resuena hoy en el mundo científico. ¿Hay alguien más merecedor que Cadogan al título de doctor de la Universidad Nacional?

        

Seguía aquí una "Bibliografía de León Cadogan", hasta 1966, que ahora viene sustituida por el artículo de Cristina Berro de Escribá, La obra de don León Cadogan; Bibliografía sumaría., pp. 128132, actualizada por Rogelio Cadogan hasta el año 2009.




         4.3 LEÓN CADOGAN, EN: HISTORICAL DICTIONARY OF PARAGUAY.

 

Edición 1993, U.S.A.


         León Cadogan: Uno de los más destacados expertos en etnografía del Paraguay. Es conocido por sus investigaciones sobre los orígenes, lenguas y costumbres de los Indios Monteses del Paraguay Oriental. Hijo de inmigrantes australianos pertenecientes a la New Australia Cooperative Society, creció en Villarrica donde consagró su vida y trabajo al estudio de los MbyáGuaraní e Indios Aché. Tradujo al español el clásico Ayvu Rapyta. Textos míticos Mbyá–Guaraní (Los fundamentos del lenguaje Humano) y Ywyra Ñe'ery (Fluye del Árbol la Palabra). Fue una de las primeras personas en denunciar el maltrato de los Aché en manos de la población mestiza.




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HOMENAJES POSTUMOS A LEÓN CADOGAN


         5.1 LEÓN CADOGAN: LA PALABRA LO ES TODO


         Bartomeu Melià, S.J.

Sección especial del diario La Tribuna, 17 junio 1973, p. 14.


         León Cadogan, aunque no frecuentó largamente la escuela, no era un autodidacta; durante años fue el discípulo y el oyente de quienes en el Paraguay tienen todavía una palabra original y creativa, repetidamente inspirada: los indios guaraníes. Un día, su gran amigo, el cacique Pablo Vera de Yro'ysã, le había dicho: "para aprender este lenguaje deberás permanecer un año conmigo en la selva. Comerás miel, maíz y frutas y de vez en cuando un trozo de pecarí. Dejarás de leer, pues la sabiduría de los papeles te impedirá comprender la sabiduría que nosotros recibimos, que viene de arriba..."

         El camino de la sabiduría tenía que pasar por aquel famoso Mba'e Vera de la región de Caaguazú y tenía que ser recorrido siguiendo a los Mbyá, haciéndose acreedora ser considerado un "miembro genuino del asiento de los fogones".

         Cómo logró escuchar la palabra, cómo se hizo el traductor de esta palabra fielmente escuchada de hecho, el etnógrafo es siempre un traductor de culturas y cuál fue su lucha para que esta palabra no desapareciera del todo de la tierra, éste es el itinerario y el drama agónico de Cadogan.

         Larga y dolorosa fue su última enfermedad, y muy lúcida. Toda su vida se hacía presente en aquella frase penosamente pronunciada por la fatiga: "Creo que puedo considerarme el sucesor de Nimuendayu; nos debemos a la humanidad...". Era el domingo, hacia el mediodía, en el Sanatorio Juan Max Boettner. Después sólo nos quedó el lenguaje de la mirada profunda y confluyente, y su mano fría, pero firme tomando mi mano. El miércoles, a las 12:35 don León descansaba.

         Los grandes hitos de su vida no están marcados por diplomas académicos ni títulos para figurar en un curriculum vitae, sino en las experiencias que le introdujeron a un nuevo modo de ver el mundo.

         Aquel encuentro con un indio mbyá por los yerbales de Caaguazú, como Cadogan lo cuenta en las primeras páginas de Ywyra ñe'ery, y los continuados contactos con otros indios, y sobre todo la amistad con el sabio Pablo Vera de Yro'ysã, haciendo de él un hombre nuevo: Cadogan seguirá llamándose Cadogan, pero desde el momento en que recibió el nombre que Pablo Vera inspiradamente encontró para él, Cadogan era su nombre guaraní.

         En otra ocasión habíamos escrito: "Es un hecho que se comporta como miembro verdadero del asiento de los fogones y su manera de hacer etnografía no se ha quedado en la descripción objetual ni en el academicismo: en escritura de emoción contenida hay defensa y súplica, lucha y cansancio, furor y fracaso, la exaltación de la danza ritual que conducía a la perfección y el pesimismo del cataclismo inminente: todo, porque es suyo es él mismo".

         La experiencia que define mejor su vida, se refiere a aquel descubrimiento del fundamento de la palabra alma. Había declarado un día: "Fue el día en que descubrí que palabra y alma son sinónimos para el hombre primitivo. Para el guaraní, la palabra es a la vez, palabra y alma. La parte espiritual del hombre es su palabra. Esto lo explica mi amigo Schaden de la Facultad de Filosofía de San Pablo. En este sentido él dice que la obligación primordial del hombre es la vida en comunidad a lo que obedece este simbiosis. Últimamente hice también algunas investigaciones entre los Guayakí, donde también fue confirmada esta teoría. La palabra es el summum".

         Sus trabajos científicos son casi siempre una reflexión sobre la palabra, de la que a él le tocó sin duda una porción divina y de la que él intentó hacer partícipe a los demás. La creatividad y la originalidad de Cadogan es la fidelidad a la estructura del pensamiento guaraní y el haber dejado hablar al indio. Como Montoya puede decir: "he tenido por intérprete a los naturales...", él ha sido, como sólo lo había sido Nimuendayú, "teólogo" de la religión guaraní.

         El misticismo guaraní se le había metido en el alma y no aguantaba el proselitismo predicante de las religiones organizadas que realizan propaganda con fórmulas pseudoreligiosas del imperialismo cultural. Las religiones cristianas le apartaban de Cristo. El Sermón de la Montaña era su credo. Y es por eso por lo que, sobre su tumba me permití leer una plegaria mbyá "aunque nos amemos sinceramente, si permitimos que nuestro amor se bifurque no hemos de alcanzar valor ni fortaleza" y las Bienaventuranzas "bienaventurados los que sufren persecución por atenerse a lo que es justo..., bienaventurados seréis cuando, por causa mía, os insulten y persigan y digan toda clase de calumnias contra vosotros..., así persiguieron a los profetas...".

         Es casi milagroso como en un tiempo en el que estaba en plena vigencia lo que Cardozo llamara la "Etnografía patriótica" cargada de sentimentalismos y mitos "india bella mezcla de diosa y pantera" Cadogan ponga las bases del estudio de la cultura guaraní en su auténtica realidad de pueblo discriminado y trágicamente agonizante. Las obras de Cadogan son los aportes científicos que revelan a nuestra conciencia colonial la magnitud del desastre que estamos provocando: "somos culpables". Respetado, es verdad, su intransigencia ante las soluciones ambiguas lo convertía, sin embargo, en hombre molesto. Y por esto vivía en la soledad de la verdad.

         Como Chikú, el héroe mbyá, cantó entre los extranjeros:

         ¿Por qué será que se comporta así? Matémosle a éste... Sólo después de estas cosas lo llevaron los Tupã a la selva en la que lo introdujeron nuevamente. Obtuvo la perfección; de las palmas de sus manos y de las plantas de sus pies brotaron llamas; su corazón se iluminó con el reflejo de la sabiduría; su cuerpo divino se convirtió en rocío incorruptible, su adorno de plumas se cubrió de rocío; las flores de su cabeza eran llamas y rocío.

         Cadogan es la llama que quema, el rocío que vivifica; alcanzó la Tierrasinmal.


         5.2 LA OBRA DE DON LEÓN CADOGAN


         BIBLIOGRAFÍA SUMARIA

Cristina Berro de Escribá

Sección especial del diario La Tribuna, 17 junio 1973, p. 14.


         La obra de don León Cadogan es enorme, densa. Y por sobre todas las cosas, honesta: pensada, estudiada, trabajada; corregida.

         Hay una clarísima unidad en lo que él escribió. Todo converge hacia un conocimiento cada vez más profundo de la cultura guaraní, escudriñando leyendas y tradiciones autóctonas. Que le llevó forzosamente a ahondar en el indígena: en su lengua, en sus mitos, en sus costumbres primitivas, en su manera de ser, ahora, acumulado. Conoció y vivió la belleza de sus poemas, de sus oraciones...

         Hasta el año 1946 se ocupa preferentemente del folklore. Los primeros artículos datan de 1940 en El Pueblo, periódico guaireño: El yaguarete burlado; Ybyturusú; El antropófago de la cordillera de Villarrica, y Güembe, Leyenda. Le siguen otros en Cultura, revista asunceña. En 1943, Urutau y en 1944 Corochire, El mozo que no quería trabajar y Ka'i mi rekovekue.

         En esta época incursiona tímidamente en el campo de la lingüística, con sus publicaciones en El País, de Asunción:Similitudes idiomáticas guaraní–inglesas, del 17 de noviembre, del 5 y 18 de diciembre de 1944. En el 45, en Cultura, 26, nos habla del Loro parlero de la mitología guaraní, Parakáo Ñe'engatu; entrando en una temática que ya no abandonará más, aunque bifurque hacia otros objetivos. En el 46, también en Cultura, 29 y 30, Mbopi–Guazu y Ybyra yu'y, nos cuentan de la creación, del paraíso sin pecado, plenitud del nomal, y de las diversas metamorfosis que sufren los seres humanos en animales que les recuerden su falta capital. Así el mundo se poblará de víboras, reptiles, insectos: plenitud anormal.

         Esta corriente desemboca, en marzo de ese año, en el primer artículo "científico", de carácter religioso, publicado en la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, VII, 1: Las tradiciones religiosas de los indios Jeguaka Tenonde Pora–gue'i del Guairá, comúnmente llamados Mbyá; Mbyá–apytere o Ka'yngua. En el 47, sin renunciar a Cultura tiene cabida don León en las grandes revistas internacionales: Las leyendas guaraníes, Boletín Indigenista, México, VII, 4.

         Esta primitiva etapa folklóricamitológica, fue recopilada por sus amigos en el Guahi Rapaypy, de la editorial Guarania. Sus escritos hasta esa época fueron de una extraordinaria sencillez, breves, ingenuos. Pero de un valor incalculable: contribuyen a la génesis de toda su obra posterior, mucho más elaborada.

         Don León se sentía atraído, por herencia, hacia el arte de curar. No podía olvidar entonces la medicina popular e indígena: Nociones de medicina mbyá–guaraní,Guarania, Asunción, 4a. época, I, 6, 1948;. Síntesis de la medicina racional y mística mbyá–guaraní, América Indígena, México, IX, 1, 1949, y más adelante, en 1957: Apuntes de medicina popular guaireña, Asunción, Imprenta Nacional; y Arandu porã ogueno a va e Ja kaira gui; facultades del médico agorero. Myba y Castellano, Sociedad Científica del Paraguay, 1, 2.


         Las publicaciones se suceden, cada vez más numerosas, preocupándose mayormente por la mitología y la religión. En 1950, La encarnación y la concepción; la muerte y la resurrección en la poesía sagrada "esotérica" de los Yeguaka–va Tenonde Pora guei (Mbyáguaraní) del Guairá, Paraguay, Revista do Museu Paulista, San Pablo, nueva serie, IV, y Aves y almas de difuntos de la mitología guaraní y guayakí; Anthropos, Band 50, St. Augustin, Alemania. En 1951, Mitología en la zona guaraní, América Indígena, México, XI, 3. En 1952, Elvalor científico de nuestros mitos autóctonos, Boletín de Filología, Montevideo, VII, 495051. En 1958, The Eternal Pindó Palm and other Plants y Mbyá guaraní Mith and Legend, Miscelanea Paul Rivet. Octogenario Dicata, II, México.

         Don León vivía angustiado por la suerte de sus amigos Mbyá; de su valle guaireño. Lo demuestra en repetidos artículos en El Surco, de Villarrica, sobre todo en 1951. Escribe: El problema de la población mbyá guaraní, del departamento del Guairá, Boletín Indigenista, México XI, 1; tema que retoma en 1956, más ampliado en Las reducciones del Tarumá y la destrucción de la organización social de los Mbyá guaraníes del Guairá (Kaygua o Monteses), Estudios antropológicos publicados en homenaje al doctor Manuel Gamio, México.

         En 1958 vuelve a orientar sus trabajos hacia aspectos lingüísticos, con:En torno al bilingüismo en el Paraguay,Revista de Antropologia, São Paulo, VI, 1. En 1962, Aporte al estudio de la función de las "partículas" (P. Ruiz de Montoya), o sufijos átonos (P. Antonio Guasch), en el guaraní, Boletín de Filología, Montevideo, IX, 58, 59,60. En 1963, Registro de algunas voces internas del Tesoro de la lengua guaraní del P. Antonio Ruiz de Montoya, S.J., Travaux de l'Institut d’Etudes Latino–Américaines de l'Université de Strasbourg, Tilas III.

         En 1958 vuelve también a su siempre recordado folklore, con aquella serie tan preciosa de nueve artículos, que bajo el título de Cosas de mi valle, apareció en El Surco desde agosto a diciembre: Ñembo'e Yva, Karai Jue, Maestra Vakara’y, etc.

         Puede decirse que en esta época, que culmina en 1959 con el extraordinario Ayvu Rapyta. Textos míticos de los Mbyá–guaraní del Guairá, Universidad de San Pablo, Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, Boletín 227, todo gira alrededor de los Mbyá. Con la excepción de su excelente Cómo interpretan los Chiripá (Ava–guaraní) la danza ritual, Asunción, Zamphirópolos, 1959 (Con un prólogo del profesor Egon Schaden).

         Desde el 59 en adelante, aparece su profunda preocupación por los Guayakí. Y nos lega así interesantísimos estudios. Entre otros: Nuevas observaciones acerca del origen de los Guayakí, Jornadas Internacionales de Arqueología y Etnografía, Buenos Aires, 1960; Baio Kará Wachú y otros mitos guayakíes, América Indígena, México, XXII, 1, 1962, y aquel completísimo trabajo en colaboración con Maxence de Colleville, Les indiens guayakí de l’Yñaró (Paraguay), Travaux de l’Institut.... Strasbourg, Tilas IIIIV, 19631964. Defiende a los Guayakí, previendo su inevitable extinción, en reiteradas oportunidades; por la prensa nacional y en aquella memorable carta enviada el 2 de abril 1961 y publicada en 1962 en el Bulletin of the International Comittee on Urgen Anthropological & Ethnological Research, Viena, 5,The urgency os research on the Guayaki and Guaraní .

         A partir de 1957, se ocupa Cadogan, simultáneamente, de otra rama de la cultura guaraní: la toponimia. Su primer artículo en este sentido, aparece el 8 de mayo de ese año cuando comienza la serie: En torno a nuestra toponimia. Allí nos relata el origen de Yaguarungua, Torocuare, Laguna Pytã, etc., finalizando con Ticumberu, el 30 de octubre. Estos artículos se completan con El proceso de guaranizacíón y El proceso de castellanización en nuestra toponimia, ambos también en El Surco, 20 de mayo y 19 de junio de 1957. En 1959 retorna el tema en Carobeni, Apuntes de Toponimia Hispano–guaraní, Asunción, Imprenta Paraguay.

         En 1966 con Fragmentos del Folklore Guaireño, Suplemento Antropológico de la Revista del ateneo Paraguayo, Asunción, l, 2, 2a parte, se inicia la gran síntesis etnológica. Allí citaremos en el 68, Chono–Kybwyra: Aporte al conocimiento de la mitología guaraní, Suplemento Antropológico, Asunción, III, 12, y su monumental Diccionario Guayakí–Español, París, Societé des Americanistes.

         Y ya en 1971, Ywyra ñe'ery, fluye del árbol la palabra, su última publicación, a cargo del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica. El CEADUC se propone asimismo publicar dos artículos inéditos, su póstumo legado: uno sobre etnobotánica y el otro sobre el guaraní familiar paraguayo.

         Cabe destacar finalmente que don León Cadogan colaboró siempre en forma intensa con La Tribuna: Buscando eslabones perdidos en la poesía sagrada guaraní, 16 de octubre de 1950; Los pueblos del Taruma en la leyenda y en la historia, 12 de setiembre de 1954; Contribución al estudio del negro en el Paraguay, 2 de febrero de 1958; Hurgando en la prehistoria guaraní, 15 de junio 1958; Un enigma de la prehistoria guaraní: las canastillas milagrosas de Ñande Sy Tenonde, 10 diciembre 1961; Algo más sobre la prehistoria guaraní, 4 marzo 1962; La poesía esotérica guaraní: ¿Un documento histórico?, 1° julio 1962; El padre Antonio Ruíz de Montoya, americanista, 12 agosto 1962; La guerra contra los Mbayáes en el folklore nacional, 23 setiembre 1962; Quiénes son los Guayakí, 7 julio 1963; Los descendientes de Ara poty yu, 25 de agosto 1963; Descorriendo la esfinge indiana, 27 octubre 1963; Historia del pájaro azul, 16 marzo 1969; Nueva Australia en el Paraguay. Una búsqueda de Yvy Mãrã ey, la Tierra Sin Mal, 19 noviembre 1972.

         Asimismo, el 9 de febrero de 1969, don León respondió a la redacción de La Tribuna y fue su único auto testimonio biográfico.


N. del E: León Cadogan escribió sus Apuntes Autobiográficos que fueron publicados en diciembre de 1990 bajo el título: León Cadogan: extranjero, campesino y científico (Memorias). También dejó un breve Autógrafo incluido en esta obra.



5.3 ANTE LA MUERTE DE LEÓN CADOGAN

         Ramiro Domínguez

Villarrica, V3173

Sección especial diario La Tribuna, 17 junio 1973, p. 14.


El arco de los AchéGuayakí vibra tenso en el tapýi.

El Maino'i de los Mbyá no endulza la boca de Ñamandu:

En los valles guaireños el Ypaka'á rumia en silencio

la distancia que media entre la vida y la muerte.

Un niño al nacer en las selvas de Yvytyrusú

–ijapyka'i ma va–"cuya palabraalma ha tomado asiento

entre los hombres mortales", oirá sin entender

la voz de sus mayores, endechando al Mba'e guachu

(los despojos del gran desaparecido).

Los yvyra'i jára los señores del hermoso canto,

han perdido el aliento y miran pasar el Jaguarete–ava

el espíritu de la Muerte sumidos en sabio mutismo.

En el monte de los cedros eternos

Ñande Jaryirejuvenece, esperando la visita

del rubio conquistador de sus secretos.

Ñande–Ru–Papa–Tenonde, Nuestro Primer Padre Primigenio

ha encomendado a los Karaí–Ru–Ete la custodia

de sus Himnos Sagrados. Ha muerto Karoga apellido irlandés

rebautizado en sus bocas de miel silvestre .

Karoga se llevó sus nombresalma consigo;

no ha querido irse solo a la tierra del Mara'eỹ.

Y el hechicero masculla palabras incomprensibles

aún para los de su tribu. También él

está deshabitado como un cántaro vacío.

Ahora Karoga ha subido con su cuerpo purificado

por el dolor, hasta el país del mito.

Allá le esperan los fogones de los grupos que se han ido

y saben su nombre, porque él vivió con ellos

y un poco de su muerte fue la que poco a poco

se le metió en el pecho, y acabó con sus fuerzas

y su traviesa manera de sonreír con ojos de niño.

Ahora le cantan endechas, porque han aprendido de él

que el llanto es para quienes han dejado de hacer lo debido.

Mañana, cuando sólo vibre la palabra

en los penachos de los árboles florecidos,

Karoga tendrá un recuerdo

alentando en el fogón de cada tribu;

los árboles erguirán su cuerpo hermoso

para levantar su nombre hasta donde el aire luce más limpio.


        

 5.4 EL ASIENTO DE CADOGAN

 

         Miguel Chase Sardi

Edición especial del diario La Tribuna, 17 junio 1973, p. 14.


         Parece que la religión ocupa la médula, el corazón de la vida Mbyáguaraní. Vulnerada la fe religiosa, palidece la cultura y muere con ella la sociedad que, desrealizada, se diluye y desaparece entre las capas más humildes del caboclo brasileño, del campesino paraguayo o el criollo argentino. Etnógrafos experimentados, han vislumbrado que, consciente o inconscientemente, los dirigentes mbyáguaraní, han aprendido el secreto de la cohesión de su pueblo, y guardan con absoluto hermetismo sus profundos principios teológicos, su rica mitología, su ritual, al cual no pueden asistir los no iniciados.

         Ante esta etnia, xenófoba por necesidad de pervivencia, huraña, desconfiada y huidiza fracasaron desde los intrépidos misioneros jesuitas, hasta los metódicos sacerdotes del Verbo Divino. Un paraguayo, hijo de inmigrantes australianos, con no más preparación académica que algunos grados primarios de la Escuela Alemana de Villarrica, pero con místico amor a la humanidad, fino sentido común y apasionada ansiedad de conocimientos científicos, pudo desentrañar lo que quedó en el misterio para investigadores adiestrados en los centros universitarios más famosos. No sólo llegó a ser, como mucha veces nos repitió Egon Schaden, el más importante especialista en la cultura guaraní del mundo, sino fue aceptado como miembro de la tribu en el abanderado de la defensa de sus derechos pisoteados por nuestra sociedad que, descendientes de guaraníes, paradojalmente, tiene mucho de racista, está imbuida por la ideología que nos inculcaron desde la colonia.

         A través de largas décadas, en el tiempo en que no se pensaba en máquinas fotográficas ni filmadoras, en grabadoras ni video tape, recogió pacientemente con lápiz y cuaderno las tradiciones culturales. De belleza extraordinaria, puesto este material en manos del sabio etnólogo Alfred Métraux, lo creyó salido de la inspiración de un poeta prodigioso y no de las perseverantes investigaciones de un científico. Ya en 1960, en Itanhaen, en la costa paulista del Atlántico, pudimos comprobar que el pequeño grupo mbyáguaraní que hasta allí migró a través de más de un siglo en la búsqueda afanosa de la "tierra sin males", lo conocía a León Cadogan como miembro genuino de la tribu. Creímos esto como un informe que le hubiera llegado por medio de otros antropólogos que visitaron la aldehuela. Sin embargo, diez años más tarde, con ayuda de otros investigadores, supimos que en todos los tapyi mbyáguaraní que se extienden desde la Región Oriental de nuestro país hasta el Río Grande do Sul, a través de los estados de Paraná y Santa Catarina y la provincia argentina de Misiones, el nombre de Cadogan es la llave que abre la apatía de estos indígenas ante el extraño.

         Porque nosotros también hemos sido vencidos en el intento de penetrar en la etnografía mbyáguaraní, es más grande aún nuestra admiración, respeto y veneración a León Cadogan, el científico que realizó la contribución más importante de un paraguayo a la ciencia mundial; el hombre que no se dejó obnubilar por el brillo de esta ciencia, y no olvidó nunca que ella se desvaloriza si no la ponemos al servicio de la humanidad. El paraguayo que sin dejar de serlo intensamente, supo ser científico así como los de cuño europeo y se sintió esencialmente indio mbyáguaraní, con derecho a un asiento en los fogones de la tribu.



         5.5 UNA TARDE, CADOGAN Y LA TRIBUNA

 

         JoséLuís Appleyard

Sección especial de La Tribuna, 17 junio 1973, p. 14.


         Recuerdo nítidamente aquel anochecer, cuando fuimos a su casa. Nos costó llegar porque la toponimia asunceña se vuelve muy complicada en algunos barrios. Pero preguntando y preguntando arribamos a su casa. Ya nos esperaba. Se excusó por no ponerse de pie, pero tenía prescripto un total reposo. Éramos un grupo de periodistas del diario que íbamos a hacer un capítulo más de la sección del suplemento dominical "Yo y La Tribuna". León Cadogan estaba en una perezosa con su rostro delgado, afilado y jovial. No era la primera vez que veía al sabio. Hacía unos años había conversado con él en Villarrica. En esta oportunidad me impresionó su extrema delgadez sobre la cual surgía la fuerza espiritual que lo caracterizaba.

         Luego de la instalación del grabador y de todos los trámites previos a la entrevista, ésta comenzó. Sus primeras palabras que dieron la pauta de lo que él y lo que él mismo se consideraba fueron las siguientes:

         Hablando con toda sinceridad, así en un grupo de personas cultas y civilizadas, me siento como un pez fuera del agua. Ahora, si fuera una reunión de indios o de campesinos, sí que estaría a mis anchas. Pero trataré de responder a las preguntas.

         Y cómo respondió. Ninguna quedó sin respuesta, aún aquellas más tonta que nunca suelen faltar en este tipo de reportajes. Con paciencia y con humor se sometió a largo interrogatorio que duró más de una hora. Y de ese diálogo surgió nítido y preciso su entrañable amor al indio. Y así, cuando se le preguntó qué podría hacer el hombre civilizado por el indio, respondió escuetamente: "Comprenderlos". Y más adelante, hablando de los Mbyá, expresó que su comportamiento para con él era muy bueno y agregó: "Un grupo mbyá me adoptó; gracias a eso he podido realizar mis investigaciones, porque para ellos la palabra es algo sagrado y divulgar su lengua ante cualquiera no es nada fácil".


 

GUAYAKIES E INGLESES


         Su gota de humor estaba presente en cada respuesta. Así, cuando se le preguntó si los guaraníes eran antropófagos, respondió de inmediato: "La mayoría de los guayakíes eran antropófagos. En esto coinciden las versiones de los cronistas. Y negarlo equivaldría a que yo, hijo de inglés, niegue que los ingleses hayan sido piratas. Los ingleses formaron su imperio a base de piratería". Y rubricó la frase con una amplia sonrisa. En un momento dado llegó su nieta, quien nos fue presentada por el abuelo sabio.

         Tengo nos dijo treinta y tres, treinta y cuatro, o tal vez treinta y cinco nietos, pero esta es mi preferida. Se llama María Mercedes Camperi.

         Sus grandes manos sarmentosas acariciaron a la chiquilla, mientras la contemplaba con una mirada de decidida ternura y admiración. Luego el tema fue el médico ñaná. León Cadogan afirmó que el mismo desempeña un papel importante porque por lo menos consuela al enfermo que carece de medios para pagar al médico y, sobre todo, al boticario. Y con tal motivo se expidió sobre algunos aspectos de la medicina indígena. Dijo que había dos ramas: una, la del indio común y corriente que sabe que tal yuyo le va a aliviar tal mal. Luego está el hechicero a quien se recurre en casos graves. El médico hechicero se pone en comunicación con los dioses y averigua de esa manera el origen del mal. Luego opera con succiones de escarabajos y otros animales. Y añadió: "Es un asunto muy debatido, Schaden, yo y otros hemos llegado a la conclusión que estos hechiceros, a pesar del papel aglutinante que desempeñaban, también eran motivo de apremio de los grupos porque surgía la rivalidad entre ellos a causa del veredicto no coincidente de uno y otro hechicero".


LA MUERTE DE LOS INDIOS


         Una de las preguntas que surgió en aquella entrevista tenía relación con el proceso de asimilación del indígena a través de los yerbales, obrajes, etc. León Cadogan cambió de actitud, su rostro se puso tenso y su mirada se endureció. Los indios han sido vilmente explotados su voz se había acerado "Yo, en mis trabajos los he comparado con los siervos de la gleba, pero me quedé corto, porque los siervos tenían algunas prerrogativas y el indio no las tiene. En 1957, el ministro de Educación, que era, como ahora el doctor Peña, se enteró, por mi intermedio de casos concretos de matanzas de indios. Me mandó con un asesor jurídico a la Corte Suprema de Justicia y no me quisieron creer. Les mostré los procesos. Fue entonces cuando se lanzó esa famosa circular número uno, en defensa del indio que mucho honra al doctor Peña, pero, desgraciadamente, como todas las cosas en nuestro país, todo quedó estancado. Desde Asunción hasta el Paraná todo el mundo exclamaba: A la pucha, prohibido niko la ava juka ra'e. A los indios se los mataba como animales. Una vez mataron a un indiecito por entrar en una chacra a robar una sandía".

         Ya era de noche cuando terminó la entrevista. Nunca más volví a verlo desde aquel verano de 1960. Pero aún resuenan en mis oídos sus palabras finales y acusatorias: todos somos culpables de la situación del indio.




         5.6 LAMENTO I: A DON LEÓN CADOGAN

        

Raquel Chávez

Edición Especial de La Tribuna, 17 junio 1973, p. 14.


¿En dónde están los Padres de las

palabras almas?

los que salieron

en busca de la perfección

díme:

¿qué han encontrado?


Yo los he visto en tierra extranjera

pálidos, atroces,

perdido el Canto...


Ñamandu, que vuelvan

que encuentren el camino


París, Mayo de 1973




         5.7 LIFE AND DEATH OF A NEW AUSTRALIAN

 

         (“La vida y la muerte de un descendiente de australianos”)

         Gavin Souter

Artículo publicado en un diario de Sydney, Australia, 1973 por Gavin Souter, autor del libro The Peculiar People: The Australians in Paraguay.

(Traducción de la Sra. Florence Wood, Vda. de White)


         Uno de los pocos lazos que se mantenían con Nueva Australia, una colonia utópica del siglo diecinueve en Sudamérica, República del Paraguay, se apagó recientemente con la muerte del antropólogo paraguayo León Cadogan a sus 73 años.

         El Sr. Cadogan era uno de los miembros más distinguidos de la pequeña comunidad de australianos que quedó en el Paraguay. Fue también el último sobreviviente de una familia de Queensland con una extraña y trise historia.

         Sus padres se asentaron en Nueva Australia en 1898, cinco años después que William Lane, líder de los colonizadores de ese lugar, se apartara para fundar otra comunidad llamada Cosme. Su madre, Rose Cadogan, era muy conocida en Australia bajo su nombre anterior: Rose Summerfield, hasta que enviudara. Fue escritora y conferencista, líder feminista y propulsora del movimiento socialista de la época. Su padre Jhon (Jack) Cadogan era un hombre inquieto que trabajó con los esquiladores de ovejas en busca de aventuras; también fue periodista de la sección política de un periódico llamado Democracy.

         León nació muy pronto después que los Cadogan llegaron a Asunción, la capital paraguaya. Creció con sus cuatro hermanos en Nueva Australia hasta 1908; posteriormente se mudaron a un pueblito rural denominado Yataity y luego a Villarrica.

         Su padre abrió un almacén y la Sra. Cadogan comenzó a trabajar como enfermera en el distrito. Ella trataba la fiebre con tintura de quinina y contaba con un medio eficaz para los parásitos intestinales. "Curandera", sería lo más a apropiado para ella, dijo León Cadogan cuando lo conocí en Villarrica hace ocho años, "pero sí, para la época, hizo mucho bien y tenía muchos pacientes".

         Una enfermedad que la Sra. Cadogan no podía curar era su nostalgia por Australia. En 1915 The Worker, de Brisbane, publicó un poema escrito suyo que concluía:


          Siento añoranza por mi tierra,

         mi querida tierra, mi país natal.

         Suspiro por sus tranquilas costas,

         y muy cerca de los eucaliptos

         ponerme de pie, para disfrutar del aroma

         de las flores de sus acacias


         El Sr. y la Sra. Cadogan nunca volvieron a disfrutar del perfume de las acacias, pero tres de sus hijos lo hicieron, con resultados más bien lamentables. Harry Summerfield, hijo del primer matrimonio de la Sra. Cadogan, fue magullado por un cocodrilo en el territorio Norte y quedó paralizado de por vida. También contrajo lepra y falleció eventualmente de esa enfermedad en Sydney.

         Eric Cadogan fue apuñalado mortalmente por un aborigen en Darwin. Otro hermano, Bronte, sirvió en las fuerzas aéreas (AIF) en Nueva Guinea durante la Segunda Guerra mundial de donde fue evacuado por heridas. Falleció de tuberculosis posteriormente.

         El hijo menor, Hugh, fue capturado por las fuerzas antigubernamentales durante una de las frecuentes revoluciones en Paraguay. Escapó y volvió a Villarrica haciendo un viaje de tres semanas, con muchas penurias, a través de la inhóspita selva del Alto Paraná. Muy pronto después de esta penosa experiencia, y presumiblemente a causa de ella, Hugh Cadogan contrajo también tuberculosis, falleciendo ese mismo año.

         León y su esposa paraguaya tenían un almacén en Villarrica, y por un tiempo fue Jefe de la Oficina de Investigación de la Policía Nacional en Villarrica. Pero la antropología le interesaba mucho más que la criminología. Estudió muy de cerca a los Guayakí, una primitiva tribu guaraní que vivía en las serranías de Villarrica y fue reconocido como uno de los máximos conocedores de la cultura guaraní.

         Don León publicó un libro sobre mitología guaraní en el Brasil y muchos artículos sobre temas antropológicos en el Paraguay, Uruguay y México. Hace solamente unas semanas recibí un folleto de la Academia de Artes y Ciencias de las Américas en la cual se encuentra un artículo sobre Paraguay. El capítulo sobre mitología guaraní era de León Cadogan.

         Su interés en esa materia comenzó en su niñez en la campiña paraguaya, conjuntamente con sus compañeros de juego de Nueva Australia: Enrique Gorman y un peón paraguayo de apellido Agüero. "Agüero estaba muy contento de tener a dos rufianes jóvenes y ávidos para entrenar y pronto éramos expertos en atrapar pájaros y animales silvestres, hacer arcos, etc. El solía contarnos de los fantasmas y los espíritus, y las formas cómo ellos se presentaban a los humanos. Aprendimos a montar a caballo, nadar y encontrar miel silvestre. Nos enseñó a sacarnos el sombrero cuando pasábamos delante de una cruz a la vera de los caminos de quienes murieron o fueran asesinados en el lugar, así como soplar primero sobre el agua en forma de una cruz para tomar agua de un arroyo, porque “de otra forma bebían sólo los animales".


         CURADOR


         En 1950 León Cadogan fue nombrado Curador de Indios Mbyáguaraníes del Guairá. Esto no incluía solo el departamento del Guairá sino regiones más extensas donde vivían los Mbyá y Guayakí que eran víctimas de todo tipo de maltratos, incluso el asesinato.

         Las acciones de don León no agradaron a los miembros del Ejército y del Gobierno, lo cual en Paraguay son casi la misma cosa, ya que denunciaba vigorosamente tales persecuciones y el deplorable estado de abandono de los Guayakí.

         Cuando lo conocí en Villarrica un hombre de contextura delgada, con facciones muy nítidas, ojos azules alertas pero muy amable padecía de problemas cardíacos y broncopulmonares. Pero esto no le impedía continuar con su trabajo.

         Acababa de publicar un artículo en una revista de Asunción que decía en parte: "La nación más interesante y menos conocida del mundo está pudriéndose aquí. El Gobierno construye un monumento extravagante para el indio Guaraní en Concepción (una ciudad al norte del país), y sin embargo en otras partes los indios están pudriéndose de tuberculosis y sarampión".

         No todos se hubieran aventurado a tal crítica pública en un país con régimen militar donde el bienestar privado muy a menudo depende del padrinaje político.

         León Cadogan murió en Asunción el 30 de mayo y fue enterrado la siguiente tarde. "Había como 300 personas en el cementerio", dijo el decano de los australianosparaguayos, Bill Wood, en una carta que recibí esta semana. El Sr. Wood nació en Sydney hace 78 años y fue llevado a Cosme (Paraguay) a la edad de un año. El tiene un cierto parecido con un envejecido Henry Lawson, sin la barba.

         Algunos de los sobrinos del Sr. Wood han emigrado a Australia  durante los últimos años, donde hay ahora más de 30 paraguayos. El Sr. Wood, su esposa nacida en Cosme y una hija inválida viven en Asunción modestamente, pero con dignidad.

 

 

         5.8 LEÓN CADOGAN: EL ÁRBOL QUE HABLA, HA CAÍDO

 

         Bartomeu Melià

Acción; revista paraguaya de reflexión y diálogo, año V, n° 17, Asunción, mayo 1973, p. 26.


         Cuando en 1921, aquel descendiente de irlandeses australianos se encontró con un indio mbyá por los yerbales de San Antonio (Caaguazú), era difícil sospechar que se abría un nuevo capítulo para la ciencia paraguaya. El hombre, ese descendiente de extranjeros, alto y rubio, encontraba a otro hombre, un Mbyá moreno y robusto, y se saludaron invocando el nombre del verdadero Padre. De este contacto continuado con los Mbyá nació una comprensión de su cultura como nunca se había producido antes en el Paraguay, y una serie de trabajos que marcan época en la etnografía paraguaya.

         León Cadogan había nacido en Asunción el 30 de julio de 1899 para pasar enseguida a la Colonia Nueva Australia; el cambio de nombre de este lugar, (1)  lo hirió en el alma. Alumno en la Escuela Alemana de Villarrica, allí tal vez aprendió cierto rigor en el pensamiento. El ciclo primario constituyó toda su instrucción "académica". La penuria de su familia le obligó a buscar empleos y oficios varios, en los cuales, sin embargo, no naufragó nunca su gran deseo de saber; con don Ramón I. Cardozo aprendió castellano, y con un mecánico francés, álgebra, trigonometría y hasta literatura francesa. Pero los maestros, los que tenían una palabra siempre inspirada, aunque siempre enigmática, fueron los dirigentes guaraníes; de ellos recibiría la revelación de un mundo espiritual hasta entonces desconocido. Se hizo el traductor de esa cultura guaraní, de la cual se hacían suposiciones arbitrarias, pero en realidad era la gran desconocida.

         Tuvo la amistad de grandes hombres de ciencia como Egon Schaden, Paulo Carvalho Neto, Ralph Boggs, Adolfo Berro García, Antonio Tovar, Bernard Pottier, Manuel Gamio, Herbert Baldus, Alfred Métraux y Claude LéviStrauss. No hace mucho, Claude LéviStrauss, desde el Collége de France, al recibir su última publicación: Ywyra ñe'ery; fluye del árbol la palabra, lo saludaba como al "gran maestro de la cultura guaraní".

         Y no sólo hizo ciencia, sino que luchó para que el indio tuviera en el Paraguay un lugar de persona. Si tuvo enemistades, fueron para quienes, de una u otra manera atacaba al indio.

         La literatura paraguaya ya no podrá nunca desconocer las palabras, que, escuchadas de los sabios guaraníes, verdaderos "teólogos" de la selva, él transmitió como el tesoro más valioso de un pueblo.

         Algunas de sus obras, como Ayvu Rapyta (fundamento de la palabra), y recientemente Ywyra ñe'ery, ya se pueden consideran como clásicos del guaraní.

         Con una modestia extraordinaria, siempre pensó que no estaba capacitado para un estudio exhaustivo de la cultura guaraní y comprometió la venida de misiones extranjeras que pudieran aportar sus conocimientos más técnicos para comprender el complejo mundo de lo guaraní.

         Habitualmente rechazaba los honores, que sólo admitía cuando le parecía redundaban en favor de los indios y la salvaguarda de sus valores. La Universidad Católica le había otorgado el Doctorado Honoris Causa que no quiso aceptar, porque no veía que ello contribuyera eficazmente en bien de los indios. Lo que él aprendió, lo que él escuchó, lo que él ha transcripto en artículos y libros, es el testimonio de una cultura, la más humana, la más altamente poética y profundamente religiosa de esta parte de América.

         "Aunque nos amemos sinceramente, si permitimos que nuestros amor se bifurque no hemos de alcanzar un corazón grande ni fortaleza". León Cadogan fue hombre de amor no bifurcado.


(1)Fue substituido por Hugo Stroessner, denominación hoy de nuevo abandonada por la de Nueva Londres.



         5.9 IN MEMORIAM: LEÓN TUPÃ KUXUVI VEVE CADOGAN (1899–1973)

 

         Bartomeu Melià, S.J.

Revista de Antropología, 21 (2a parte), São Paulo. 1978, pp. 221222.


         Cuando, el día 30 de mayo de 1973, moría en Asunción León Cadogan, la etnología guaraní perdía a uno de sus sabios. Sólo los mismos dirigentes guaraníes los videntes, los dueños de la palabra, los cantores, los sacerdotes y "nuestros padres" deberían ser considerados con derecho conocedores más íntimos de la sabiduría guaraní; participando de ella, fue como Cadogan llegó a ser su excelente intérprete y traductor fiel.

         Nacido en Asunción el 29 de julio de 1899, hijo de australianos que no hacía mucho llegaron al Paraguay para formar comunidad con el utopista William Lane, y de quien pronto se separaron, fue casi toda su vida un continuo deambular por lugares y oficios bastante extraños: empleado de comercios, contratista de yerbales y obrajes, profesor de inglés, jefe de policía, curador de indios del Guairá. En este último cargo, el que más concordaba con sus intereses, estuvo desde 1949 hasta 1966, en que se jubila, por mala salud. Desde este año reside en Asunción dedicado intensamente, aunque con muy precarios medios económicos, a estudios etnolingüísticas y a una continuada defensa de los Guaraní del Paraguay.

         Ni por la instrucción formal recibida el ciclo primario en una escuela de la región ni por las ocupaciones ejercidas en su vida, parecería estar preparado para la considerable obra que llegó a escribir y publicar.

         El período de 1940, en que comienza propiamente su producción literaria, hasta 1946, puede caracterizarse como una etapa folklórica; en esta primera aproximación a la cultura paraguaya recoge ya buenos datos sobre el folklore, especialmente el guaireño, pero mal orientado por el estilo de la época, los presenta con demasiada "literatura".

         La comunicación con los Mbyá y la recopilación de textos religiosos de esta parcialidad guaraní, así como el estudio propiamente etnográfico de otros Guaraní, como los AváChiripá y los AváPaĩ de Yvy pyté (Amambay), inician una obra original profunda en términos científicos.

         La relación epistolar con el Prof. Schaden y la cabida que éste diera a los trabajos de Cadogan en las páginas de la Revista de Antropologia contribuyeron no poco para lograr un elevado rigor de expresión y objetividad etnográfica. Ayvu Rapyta, publicado en 1959 por la Universidad de São Paulo, es una obra cumbre en la etnografía guaraní, comparable solamente con el trabajo de Nimuendajú sobre la religión de los Apapocúva; no es hipérbole decir en este caso que Cadogan, por su metodología y por la capacidad de participar en el pensamiento guaraní, puede ser considerado como el Nimuendajú de la etnología paraguaya. Más aún, dada la especificidad de la palabra de los Mbya, más personal e inspirada, aunque también más reservada, los textos presentados por Cadogan representan aportes sustanciales para aprender la profundidad y belleza de la palabra guaraní, tanto en su contenido como en las formas y en sus caminos de comunicación.

         Desde aquellos años de 1959 vienen incluidos en las investigaciones de Cadogan los AchéGuayakí. La documentación etnolingüística que recoge entre ellos, sigue siendo hasta hoy la principal y más segura fuente de información y de análisis sobre los arcaísmos de esta cultura guaraní.

         En la última etapa, que va desde 1966 hasta su muerte, Cadogan dirige su reflexión y su trabajo hacia las síntesis propiamente etnológicas sobre diversos aspectos de la cultura guaraní, especialmente los relacionados con mitología y lingüística: Chonó–Kybwyrá. aporte al conocimiento de la mitología guaraní, 1968;Ywyra ñe'ery; fluye del árbol la palabra, 1971; Tangy puku; Aportes a la etnobotánica guaraní de algunas especies arbóreas del Paraguay, 1973, entre otras.

         Junto a estos trabajos más etnográficos, nunca dejó los estudios del folklore, de toponimia y de antropología social, enfocados casi siempre desde una perspectiva lingüística.

         La "tragedia guaraní"' la vivía como un Guaraní que él mismo era, habiendo recibido el nombre de Tupã Kuxuvi Vevé: dios torbellino que vuela; y en realidad él era ese nombre mbyá, cuando él se pone a defender al indio oprimido por la relación colonial.

         Creo que lo más característico de la obra de Cadogan es el modo como llegó a constituirse su pensamiento guaraní. Más que la aplicación de una metodología para el estudio de lo guaraní es la participación en el pensamiento guaraní lo que configura su metodología; este proceso de participación tendría estas fases: estar en el campo como manera de vivir lo indígena, la "jesuítica" y la paraguaya; y el análisis del problema indígena del Paraguay dentro del conflicto colonial todavía vigente.

         La obra de Cadogan viene a ser en su conjunto, sin exageración, la más completa expresión del Paraguay indígena y campesino, ciertamente poco superable, y que marcó caminos para quienes le quieren seguir.

         Esta nota puede ser completada, en cuanto a sus detalles, con dos trabajos que aparecieron en el Suplemento Antropológico, vol. VIII, Asunción, 1973: Bartomeu Melià, El pensamiento guaraní de León Cadogan (pp. 714), y Cristina Berro de Escribá, Bio–bibliografía de León Cadogan (pp. 6595), que contiene el catálogo de publicaciones de Cadogan, incluso las aparecidas en los diarios.


 

 

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CADOGAN EN CLAVE DE UTOPÍA


         Bartomeu Melià, S.J.

Palabras con motivo de la recordación de la fecha del nacimiento de don León Cadogan. El texto se publicó en la Revista Mbyá–Guaraní, N° 16, junio 1993, Asunción.

 

         Algunos ven en el mismo acto de nacer un destino y una condena, que sólo la muerte descifra parcialmente; en el morir está la medida de haber nacido.

         El 29 de julio no sólo recordamos, sino que celebramos el aniversario del nacimiento de León Cadogan en 1899. Era hijo de utopía; es decir, de unos australianos que vinieron al Paraguay en busca de no sé qué comunidad utópica según el modelo del socialismo radical. Al parecer las utopías no pueden programarse, y aquella, como tantas otras, también fracasó.

         La vida de Cadogan en sus actividades más visibles aparentemente fue un desencuentro continuo entre planes y hechos. Nunca pudo sentirse un triunfador en ninguna de sus actividades, que por lo demás fueron extremadamente diversas y heterogéneas: empleado de casas de comercio, contratista de yerbales, profesor de inglés, jefe de policía, curador de indios del Guairá.

         Cadogan, en realidad, construiría su vida, no alrededor de resultados materiales y mucho menos económicos, sino en torno a una idea, que ni siquiera era suya, sino prestada de los Guaraníes. Hubo un día en que lo mejor de su pensamiento estuvo poseído por la palabra guaraní, escuchada, registrada, escrutada. La vida verdadera de Cadogan es la palabra guaraní, a la que sirvió con entera dedicación y mucha capacidad. El año de 1946 en que fue publicada su primera comunicación "científica" de textos mbyá era para él un marco de referencia importantísimo. En 1971, con motivo de otra publicación de textos mbyá: Ywyra ñe'ery; fluye del árbol la palabra, recordaba sus veinticinco años de etnografía guaraní como quien celebra las bodas de plata de un hecho entrañable.

         Como ya había sucedido con Nimuendajú, con Cadogan la etnografía guaraní, especialmente la de los Mbyá, sufría una verdadera "revolución copernicana", ya que, al decir de quien fuera su gran amigo, el doctor Egon Schaden, "después de años de conquista y ‘reducción’ de los nativos, surge un estudioso que se deja ‘reducir’ por la tribu, en la cual se integra y de la cual recibe su nombre". Cadogan sería lo que es su nombre mbyáguaraní: un Tupã Kuxuví Veve, un divino torbellino que pasa volando.

         Con Cadogan y con su obra venía a tener lugar una utopía anteriormente impensable en el Paraguay: los Guaraní tenían la palabra.

         Cuando don León Cadogan fallecía en 1973, su muerte revelaba que el destino y el misterio de su nacimiento había sido la búsqueda de esa otra utopía que era descubrir la tierra de la palabra guaraní, de la cual el Paraguay había estado por tantos años exiliado.

 

 

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