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BARTOMEU MELIÀ LLITERES (+)

  LA TERCERA LENGUA DEL PARAGUAY, 2013 - Por BARTOMEU MELIÁ


LA TERCERA LENGUA DEL PARAGUAY, 2013 - Por BARTOMEU MELIÁ

LA TERCERA LENGUA DEL PARAGUAY

Por BARTOMEU MELIÁ

PREMIO NACIONAL DE CIENCIAS 2004

 

 

Editor:   SERVILIBRO

 

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Tapa: CAROLINA FALCONE

Asunción – Paraguay,

Colección: COLECCIÓN ACADEMIA PARAGUAYA DE LA LENGUA ESPAÑOLA Nº 5

Julio 2013 (207 páginas)



BIOGRAFÍA

Bartomeu Meliá i Lliteres

nació el 7 de diciembre de 1932 en Porreres (Islas Baleares), España. Llegó al Paraguay en 1954 y se dedicó al estudio de la lengua guaraní, bajo la orientación del padre Antonio Guasch. Vuelto a Europa para sus estudios de Licenciatura en Filosofía (Vals Près Le Puy, Francia) y en Teología (Granada, España); obtuvo el título de Docteur en Sciences Religieuses, en la Universidad de Strasbourg, Francia, en 1969.

De nuevo en Paraguay, alternando con la docencia en la Universidad Católica de Asunción, convivió por largos periodos con los varios pueblos guaraníes que están en el país, en Bolivia y Brasil; esto es, con los Mbyá, Avá y Paĩ Tavyterã. El Sr. León Cadogan fue su orientador y maestro.

Preocupado por la situación de genocidio en que se encontraban los Aché, entonces todavía llamados Guayaquí, participó en la denuncia internacional del hecho, lo que motivó su expulsión del Paraguay por el dictador Alfredo Stroessner en 1976.

Después de dos años en Roma, donde investigó en el Archivo Vaticano, pudo convivir desde 1978 con los Enawené Nawé, pueblo recién contactado en el Brasil. Considera que la experiencia de vida con los pueblos indígenas han sido el factor más importante de su educación.

El mismo día de la caída de A. Stroessner, el 3 de febrero de 1989, entraba de nuevo en el Paraguay.

En estos últimos años se ha dedicado especialmente a la investigación en el cuadro de la Universidad Católica y en el Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos. Ha transliterado y traducido las partes en guaraní del Manuale ad usum Patrum Societatis Iesu...Anno Domini MDCCXX1. Laureti tpypis PP. Societatis IESV, obra rara de gran importancia religiosa y social. Ha reeditado, con sus respectivas introducciones, la obra lingüística completa del padre Antonio Ruiz de Montoya, Tesoro, arte, vocabulario y catecismo de la lengua guaraní (1639-1640), tarea llevada a cabo junto con Friedl Grünberg, Antonio Caballos y Angélica Otazú, y publicada en 2011. Ha publicado varias obras de su maestro León Cadogan, de quien cabe señalar la nueva edición aumentada del clásico Ayvu Rapyta.

Desde los años 1970 ha sido ordinaria su participación en programas de Educación Intercultural Bilingüe, en Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay, en colaboración con las mismas comunidades indígenas, sobre todo guaraníes.

Fue director de la revista Acción, de Asunción (1969-1975; 1993-99), presidente del Centro de Estudios Antropológicos, de la Universidad Católica (1970-1976), miembro de la Comisión Nacional de Bilingüismo, del Ministerio de Educación y Cultura, de la República del Paraguay de 1994 hasta 2008, cuando renunció al cumplir 75 años.

Es miembro de la Société des Américanistes de París (1968); de la Academia Paraguaya de la Lengua Española; de la Academia Paraguaya de la Flistoria.

En la Bibliografía de esta publicación se encontrarán los títulos de sus trabajos publicados, en especial los de carácter sociolingüístico.

Ha recibido varias distinciones y premios:

- Orden Nacional al Mérito en el grado de Gran Oficial, 1997.

- Premi Ramón Llull de les Lletres, del Govem de les Illes Balears, 2002.

- Premi Institut Linguapax (Unesco), Barcelona, 2002.

- Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, 2003.

- Premio Nacional de Ciencias, 2004

- Nacionalidad Honoraria. República del Paraguay. Poder Legislativo, Ley N° 2584.

- Medalla d’Or, de l’Ayuntament de Porreres, 2008.

- Hijo Dilecto de la Ciudad de Asunción, 2009.

- Premio Bartolomé de las Casas, del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, y Casa de América, Madrid, 2011.

- Doctor Honoris Causa, título otorgado por la Universidad Nacional de Asunción, 2011.

- Orden Nacional al Mérito Comuneros, 7 junio 2012.

- Doctor Honoris Causa, título otorgado por la Universidad Católica Nuestra Señora de las Asunción, 2012.



PRESENTACIÓN

UNA MIRADA AL ENTONCES Y AL DESPUÉS

Al pensar en los 85 años de existencia de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, la mirada se me escapa hacia aquel 1927, en que una pléyade de intelectuales paraguayos de primerísimo nivel se reunieron para darle existencia. Los dramáticos reclamos de la Historia hicieron languidecer la institución por mucho tiempo. Los conflictos limítrofes que desembocaron en la contienda chaqueña de 1932 a 35, las secuelas de la posguerra, pese a la victoria; las posteriores convulsiones políticas, la situación social, la lucha fratricida del 47, la dictadura de Higinio Morínigo, componen el contexto en que sobrevivió esta Academia.

La ausencia de Paraguay fue notoria en aquel Primer Congreso de Academias, realizado en México, en 1951, cuando a instancias del académico peruano Guillermo Hoyos se toma contacto con varios académicos paraguayos en la ciudad de Buenos Aires, constituyendo este encuentro, realizado en 1952, una segunda fundación. Ocho años después, la Academia Paraguaya de la Lengua se ve beneficiada, como el resto de las Academias de la Lengua Española, con el Convenio de Bogotá, firmado en 1960 y refrendado por el Gobierno paraguayo en 1963, por el cual el Estado se comprometió, según la Ley 901, a otorgarle una sede y una suma anual para un funcionamiento digno.

Pasó la dictadura de Alfredo Stroessner, sobrevino la transición, se vislumbraron esperanzas y desalientos; hoy se enfrenta el desafío de un Paraguay mejor, y la Academia continúa su tarea silenciosa, muchas veces inadvertida. Como una novia que supo esperar, a comienzos de 2012, esta recibe del Congreso Nacional la sede prometida, en un área de la Casa Josefina Plá, a la espera de la confirmación de una dote segura, que le permita dar frutos cada año con renovado esplendor.

El trabajo de las Academias de la Lengua, congregadas en torno a la Real Academia Española, no se limita a velar por el mantenimiento de las normas gramaticales, lexicográficas u ortográficas, sino también por el enriquecimiento de nuestra lengua por medio de la incorporación de los ricos aportes regionales de los países latinoamericanos. No se ciñe únicamente a la elaboración y actualización de los diversos diccionarios existentes o en preparación, además impulsa las investigaciones sobre la evolución de la lengua castellana en todos sus aspectos, y constituye un puente entre el hispanohablante y el conocimiento de la lengua en sí misma.

En homenaje a las ocho décadas y media de su fundación, la Junta Directiva decidió conmemorar este tiempo de vida institucional con la publicación de la “Colección Academia Paraguaya de la Lengua Española”, que en su primera etapa reúne trece títulos, cuyos autores son miembros reconocidos en el ámbito literario y de la investigación científica. Desde este lugar que hoy nos toca ocupar, hacemos votos porque la corporación que dirigimos sea generosa en logros y rigurosa en el cumplimiento de sus compromisos, augurándole una labor sostenida y prolífica.

Renée Ferrer Presidenta

Academia Paraguaya de la Lengua Española



LA TERCERA LENGUA DEL PARAGUAY

Preámbulo a esta edición

La calificación de la lengua guaraní paraguaya como “tercera lengua”, distinta del guaraní- de los pueblos indígenas y del guaraní de las Misiones jesuítas y franciscanas -del cual existe una considerable y notable documentación-, produjo una cierta sorpresa y algún rechazo. El estudio había aparecido en la revista Estudios Paraguayos (vol. II, n° 2, 1974: 31-82), con el título “Hacia una tercera lengua en el Paraguay”.

La fórmula no era nueva ni de mi cosecha. Es el misionero austríaco Martín Dobrizhoffer en su Geschichte der Abiponer (1784) quien habla ya de una “tercera lengua” en el Paraguay en el siglo XVIII:

“Todo el vulgo, aun las mujeres de rango, niños y niñas, hablan el guaraní como su lengua natal, aunque los más hablen bastante bien el español. A decir verdad, mezclan ambas lenguas y no entienden bien ninguna... Como suele ocurrir generalmente, cuando aun en la vejez, se aprende idiomas, los españoles corrompían miserablemente la lengua

india y las indias la española. Así nació una tercera o sea la que usan hoy en día” (Dobrizhoffer 1967: 149- 50; original de 1784).

Ese trabajo de 1974 intentaba mostrar la situación lingüística del Paraguay de la segunda mitad del siglo XX, recogiendo datos demográficos disponibles y aplicando conceptos en la época relativamente nuevos.

¿Vale la pena reeditar un texto un tanto trasnochado? En realidad, los datos cuantitativos han cambiado y el Paraguay presenta características sociales y culturales diferentes; y sin embargo, hay rasgos y aspectos de hace cuarenta años que se mantienen claramente; en los aspectos políticos y educativos el cuadro no ha sufrido mudanzas sustanciales, las graves cuestiones sobre «bilingüismo» no presentan una evolución satisfactoria y están lejos de estar bien encaminadas; volvemos siempre a las mismas preguntas. El guaraní en la escuela se dice que es un fracaso. Hay que felicitarse de que nunca como ahora haya habido en toda la historia del Paraguay tantos hablantes de guaraní, aunque esa lengua no es ya tercera sino que presenta más matices -brillantes o sombríos- que un crepúsculo de amanecer o de ocaso.

Hemos añadido tres ensayos recientes sobre tres periodos de historia lingüística que tal vez sirvan para entender los caminos por donde ha andado y ha hecho camino al andar esa tercera lengua.



LA TERCERA LENGUA DEL PARAGUAY

 

La situación lingüística del Paraguay, que Ferguson comentando el trabajo de José Pedro Rona, “The social and cultural status of Guaraní in Paraguay” (Rona 1966: 294), calificada como “a unique pattern of bilingualism on a national scale in the world”, ofrece ciertamente datos para el levantamiento de hipótesis sobre cómo trabajaron y trabajan dos lenguas en contacto, hipótesis que serían eventualmente aplicables a situaciones similares -si las hay.

Generalmente, la situación lingüística del Paraguay ha sido descrita en términos de bilingüismo; el caso del bilingüismo paraguayo se ha vuelto un tópico común en la literatura lingüística. Recientemente, y motivado por ciertas analogías que descubría entre el fenómeno paraguayo y la situación lingüística de Cataluña en España, me serví para analizar y explicar la situación paraguaya, de la noción de diglosia (Meliá 1973; 1974), tal como fuera expuesta por Ferguson (1959), puntualizada por Fishman (1967) y aplicada al caso catalán por Vallverdú (1972).

 

1. NI BILINGÜISMO NI DIGLOSIA

Ahora bien, tanto la noción de bilingüismo como la noción de diglosia, aunque den cuenta de ciertos aspectos de la situación paraguaya -y es por ello por lo que Fishman (1667) la caracterizó como un caso de “bilingüismo con diglosia”-no son, a mi modo de ver, suficientes. En efecto, el bilingüismo paraguayo tiene que ser tan relativizado (Rona 1973) que nocional y metodológicamente deja de ser pertinente, mientras que la diglosia, aunque es útil para marcar ciertos desequilibrios en la comunicación social paraguaya, polariza extremadamente la tensión, incluso más allá del comportamiento real de los hablantes.

La incapacidad inherente a la noción de bilingüismo y a la noción de diglosia para describir adecuadamente la situación lingüística del Paraguay proviene, a mi parecer, de aquella confusión, bien estudiada y señalada por Coseriu (1973: 29-67), entre lengua abstracta y lengua concreta; la lengua se ha tomado con frecuencia como sistema y resultado cerrado, como “cosa” separada y aislada, cuando en realidad una lengua funcional (lengua que puede hablarse) es un “sistema de oposiciones funcionales y realizaciones normales”, o mejor, sistema y norma. El sistema es “sistema de posibilidades, de coordenadas que indican los caminos abiertos y los caminos cerrados” de un hablar “comprensible en una comunidad; la norma, en cambio, es un sistema de realizaciones obligadas”, consagradas social y culturalmente: no corresponde a lo que “puede decirse”, sino a lo que ya “se ha dicho” y tradicionalmente “se dice” en la comunidad considerada” (Coseriu 1973: 55).

Tanto el bilingüismo como la diglosia sobreentienden fácilmente la existencia de dos lenguas abstractas, que entran en contacto desde un estado preexistente a los mismos hablantes; dentro de la tesis del bilingüismo, coexisten en el individuo en una coordinación equilibrada o al menos en una subordinación de grado en cuanto al manejo; mientras que, cuando se apela a la noción de diglosia, estas dos lenguas se interfieren socialmente en un cuadro de tensión y de conflicto, y de insuficiencia mutua. Sin embargo, un análisis de los hechos de hablar paraguayo y del modo como funciona realmente la comunicación en el Paraguay, muestra más bien que considerar el castellano y el guaraní como lenguas separadas es recurrir a abstracciones.


3. LA TERCERA LENGUA DEL PARAGUAY

Si aceptamos que la abstracción inherente a las nociones de bilingüismo y de diglosia es la que dificulta en gran parte las varias tipificaciones que se han intentado de la situación lingüística del Paraguay, un análisis concreto de esta situación parece que tendrá que tener otro punto de partida más pertinente, aunque no exclusivo.

 

3.1 Para una historia de la “tercera lengua”

La consideración de una “tercera lengua” en el Paraguay es un dato histórico antiguo que, sin embargo, no solo no ha sido debidamente considerado, sino que ha sido emocionalmente repudiado. Examinada desde la perspectiva de “lo que debe ser”, una tercera lengua aparece como una “mezcla” impura. Cuatro testimonios coloniales son, en este sentido, muy significativos.

“El lenguaje o jerigonza que a los principios sabían no es otra cosa que un agregado de solecismos y barbarismos de la lengua guaraní y guaraní y castellano, como se usa en toda la gobernación del Paraguay y en la jurisdicción de las Corrientes. En una y otra ciudad, los más saben castellano, pero en las villas y en todas las poblaciones del campo, chacras y estancias no se habla ni se sabe por lo común, especialmente entre las mujeres más que esta lengua tan corrupta... me fue necesario aprender esta tan adulterada lengua para darme a entender, porque la propia guaraní no la entendían y menos el castellano; y así les predicaba en su desconcertado lenguaje. Y para que se vea lo que voy diciendo, pondré un ejemplo: esta oración: ‘Ea, pues cumplid los mandamientos de la ley de Dios, porque si no lo cumplís, os condenaréis al infierno”, se dice en la lengua propia guaraní: “Eneique pemboaie Tupa nande quaita, pemboaie ey ramo, nia añaretame iquaipiramo peicomburune”, etc. Y, cómo dicen los españoles del Paraguay y Corrientes? Neipe cumplí que los mandamientos de la ley de Dios, porque pecumplí ei ramo, peñecondenáne a los infiernos”. Lo mismo que si en latín dijeran: “Eia ergo, cumplite los mandamientos de la ley de Dios, porque si non cumpliveritis, vos condemnaveritis a los infiernos”. Quien sino el que sabe una y otra lengua castallana y latina, podrá entender esta algarabía? (Cardiel 1900: 392-93; el texto es, sin embargo, de hacia 1758).

Para esta época no hay duda de que ha surgido una nueva lengua guaraní “de los españoles”, todavía no normalizada en su hacerse, identificada ya con la ruralidad y usada más por las mujeres que por los hombres, que tienen, estos últimos, más “ocasiones” de ser “bilingüe”. Como dice Cardiel en otra parte, los colonos paraguayos “nunca escriben cosa alguna en la lengua del indio, aun los que saben escribir, como ni nunca rezan en ella, sino en castellano ” (Cardiel: 1900: 389), con lo cual queda marcada la exclusiva coloquialidad del guaraní hispano-colonial.

El misionero austríaco Martín Dobrizhoffer en su Geschichte der Abiponer (1783) habla ya de una “tercera lengua” en el Paraguay:

“Todo el vulgo, aun las mujeres de rango, niños y niñas, hablan el guaraní como su lengua natal, aunque los más hablen bastante bien el español. A decir verdad, mezclan ambas lenguas y no entienden bien ninguna.

“Pues después que los primeros españoles se apoderaron de esta provincia, que antes estaba habitada por los Carios o Guaraníes, tomaron en matrimonio las hijas de los habitantes por falta de niñas españolas y por el trato diario los maridos aprendieron el idioma de las esposas y viceversa, las esposas de los maridos, pero, como suele ocurrir generalmente cuando aun en la vejez, se aprende idiomas, los españoles corrompían miserablemente la lengua india y las indias la española. Así nació una tercera o sea la que usan hoy en día ” (Dobrizhoffer 1967: 149-50; original de 1784).

Este texto tiene el mérito de presentar la evolución lingüística del Paraguay en términos de aprendizaje y señalar, como lo hacen lingüistas modernos, que el origen de las lenguas criollas está en parte en el contacto de hablantes adultos, aunque este último factor es muy discutible después del primer contacto inicial.

De nuevo la situación lingüística de la colonia es analizada por otro misionero jesuíta de los expulsos de 1768.

“El idioma guaraní se emplea corrientemente entre los españoles de la ciudad de Corrientes, lo mismo que en las colonias de Villa Rica y Curuguaty. Es más, en la misma ciudad de Asunción (sede del gobernador y capital de la Provincia) el P. Roque de Rivas (muerto en Faenza en 1790) explicaba en guaraní, desde el pulpito, los misterios de la religión y los deberes morales, con gran aplauso y provecho de sus oyentes, los cuales, aunque hablan el español, prefieren se les hable en guaraní, al que están acostumbrados desde niños y en el que conversan entre sí, en el campo y en sus casas ” (Peramás 1947: 74, original latino de 1793).

Aquí lo que se pone de relieve especialmente es una vez más el carácter coloquial, doméstico y rural del idioma guaraní como habla habitual, afectivamente bien aceptada además en la comunicación religiosa.

El testimonio de Azara es significativo porque marca bien el monolingüismo guaraní generalizado de la Provincia, aunque con una clara relación diglósica con el castellano, debiéndose notar especialmente la situación de Curuguaty, donde la relación diglósica se establece en relación con el sexo:

“La diferencia en el origen de los españoles indicada en el capítulo anterior num. 5, ha producido otra en los idiomas de los gobiernos de Buenos Aires y Paraguay, porque en aquél sólo se habla el castellano, y en éste sólo el guaraní, sucediéndose esto mismo en la ciudad de Corrientes por su inmediación al Paraguay: sólo los más cultos entienden y hablan el español. Esto tiene una excepción en la villa Paraguia (sic) de Caruguati (sic), donde los varones hablan siempre entre sí español, y con las mujeres siempre el guaraní” (Azara 1847: 298).

Aun situados en el “deber ser” de las lenguas (sobre todo Cardiel y Dobrizhoffer), estos autores presentan un cuadro muy matizado y bien relativizado del bilingüismo paraguayo, con indicaciones bastante precisas sobre los usos sociolingüísticos.

Autores contemporáneos, situados también en el “deber ser” de las lenguas, a pesar de conocer como actual esa situación lingüísticamente mixta del Paraguay, la excluyen casi por completo de sus análisis porque la desaprueban teóricamente. Jover Peralta, Decoud Larrosa y Antonio Guasch, para citar a los principales, orientándose cada vez más hacia el renacimiento del guaraní “puro”, no tienen sino palabras genéricas de repudio contra el “feo jopará” (o mezcla) sin informarnos realmente del estado actual de ese “jopará”. El padre Guasch, por ejemplo, vitupera al “jopará” -“no se ve que tenga el ideal de una lengua pura”- y propone un bilingüismo perfectamente diferenciado: “Cultivar el castellano y no descuidar el guaraní. Cuando hablares castellano, lo hablarás correctamente. Cuando hables guaraní, no emplees términos castellanos... El Paraguayo ha de sentirse orgulloso de poseer dos lenguas ” (Guasch 1950: 230-31).

Es, sin embargo, el “guaraní paraguayo”, lengua en la que cabe preguntarse “qué de guaraní sobrevive en la lengua vernácula del pueblo paraguayo, considerado como bilingüe, depositario y cultor de una de las lenguas aborígenes de América”, lo que llama acertadamente la atención de Cadogan (1958: 23). La obra clásica de Morínigo (1931) fue ya el estudio de la hispanización del léxico en el guaraní paraguayo, que no es simplemente el catálogo de términos españoles que un guaraní hablante puede usar eventualmente, sino “aquellos hispanismos que son considerados por los guaraníparlantes como voces de su propio idioma y cuya significación no es para ellos un problema” (Morínigo 1931: 46). En repetidas ocasiones, Morínigo insistió en la investigación emprendida desde dentro del guaraní hablado actualmente, ya completamente bastardeado por el español” (Morínigo 1959: 241 y 1962).

Tovar examinó en un trabajo desgraciadamente poco conocido en los medios paraguayos, esta “lengua mixta” que es el guaraní paraguayo, dentro de la perspectiva de la formación de nuevas lenguas.

Dato irónico: su información procede casi exclusivamente de los textos presentados en la primera edición del Idioma guaraní, de A. Guasch (Tovar 1964: 239 ss). Posteriormente, Penkert intentó describir con algunos ejemplos el estado actual de miscigenación lingüística en el español paraguayo (Penkert 1966).

Pero quienes ofrecen más datos sobre el guaraní paraguayo como hecho social y nueva lengua, son Cadogan en sus trabajos de recopilación e interpretación etnosemántica de expresiones populares, muy especialmente guaireñas (Cadogan 1958, 1959, 1962, 1965, 1966, 1967-a, 1967 b), y últimamente Ramiro Domínguez (1973-b: 101), que sigue investigando en esta línea.

 

3.2    La praxis trabajando la nueva lengua

Por supuesto, cuando aquí se habla de “tercera lengua” o “guaraní paraguayo”, no hay que concebir este hecho lingüístico otra vez como una “lengua abstracta”, como sistema gramatical ya producido, estructuralmente homogéneo y estandarizado, sino más bien como un “continuum” sincrónicamente gradual y diacrónicamente tendencial.

En otras palabras, el “guaraní paraguayo” aparece como una gradación de subsistemas encabalgados que cubren, en su gradación misma, el espectro de la comunicación lingüística del Paraguay y, por otra parte, se inscriben en una diacronía cuya sentido direccional se puede proyectar teniendo en cuenta la historia misma de esta “tercera lengua” y observando el trabajo lingüístico actualmente en marcha. Hay que encontrar, pues, algún modelo de análisis que permita entender esta situación en su misma potencialidad pluridimensional.

Propondré un modelo que, en la línea sincrónica, ordene el habla interindividual según el uso social de los repertorios lingüísticos y, en la línea diacrónica, siga la evolución de estos usos lingüísticos según el trabajo lingüístico que viene exigido por el proceso de una praxis histórica.

No es necesario advertir que en la superficie sincrónica están incidiendo las líneas diacrónicas, en cuanto que el uso social no es independiente de la praxis histórica que en cada momento trabaja estos usos sociales.

Para analizar la situación lingüística del Paraguay no se parte, pues, de la hipótesis del bilingüismo y no se buscan las variables sociales del uso de dos lenguas, sino que se intenta analizar cómo funciona el sistema de comunicación de una sociedad en la cual hubo contacto de dos lenguas; no se presupone que funcionan dos lenguas separadas antes de escuchar lo que realmente se habla.

“Lo que se habla” en el Paraguay lo determinan no solo los tópicos: quién habla, a quién, dónde, cuándo, sino -y sobre todo- de qué se habla, estando en este de qué se habla subsumido el problema del desarrollo histórico de los repertorios lingüísticos y modos de decir actualmente en uso.

La importancia de este aspecto es reconocida por Rubin, cuando señala que “el uso lingüístico en el Paraguay refleja la historia del contacto cultural paraguayo y de la colonización” (Rubin 1974: 155), pero de hecho solo toma en cuenta los antecedentes históricos como explicación de ciertos usos sociales, dejando de lado el problema de la lengua mixta-jopará, seguramente por dificultades metodológicas (Rubin 1974: 127; 141). Prefiere mantenerse en un esquema mejor definido: “en la situación paraguaya tenemos tres términos -español, guaraní y “code switching” o uso alterado de ambos idiomas” (Rubin 1974: 135), pero, a mi modo de ver, demasiado simple.

Rona abordó el problema de la potencialidad actual de la lengua guaraní mediante un pequeño test en que le propone al supuesto bilingüe una serie de sentencias que deberán ser traducidas al guaraní y que van de lo simplemente coloquial a lo altamente técnico (Rona 1966: 288-90). Aquí no interviene para nada ni la variable de interlocutor ni las circunstancias de tiempo ni de lugar, sino que este uso lingüístico viene determinado por el tema de que se habla. Un bilingüe a quien se le proponga una frase como: “la interpretación de las relaciones de motivación es, en su esencia, una problemática de integración filosófica”, se sentirá perplejo y hasta burlado, y si intenta una traducción o paráfrasis no hará sino mostrar el desnivel entre lo que se podría decir y lo que de hecho se dice y se entiende normalmente.

Para frases con este contenido temático, el guaraní no es lengua funcional, en el sentido que da Coseriu (1973: 55) a la lengua que puede hablarse, que no corresponde a lo que “puede decirse”, sino a lo que ya “se ha dicho” y tradicionalmente “se dice” en la comunidad considerada.

Tocamos aquí a la famosa y tan prejuiciada discusión de quienes sostienen desde un punto de vista colonial la “pobreza” de las lenguas indígenas -“¿tiene gramática el guaraní?; “¿cuántas palabras hay en el diccionario guaraní?, “¿cómo se dice en guaraní: carretera, radio, teléfono, átomo, astronauta...?-y de quienes, envueltos en la misma falsa problemática, intentan responder dentro del mismo esquema, calcando la gramática del guaraní sobre la del latín o del castellano, y con mentalidad de “raíz griega” inventan neologismos de gabinete.

Una lengua ofrece no solo un perfil gramatical propio que las “artes” contrastivas del siglo XVII (para el caso del guaraní), dentro de las categorías supuestamente universales de lo grecolatino, ponían ya bastante de relieve, sino un perfil lexicográfico que tiende a confundirse con el perfil sociocultural. Hay sociedades en las cuales las áreas semánticas se ofrecen en una totalidad tal de interrelacionamiento que ninguna de ellas se puede decir realmente privativa de un estrato social o clase de hombres; en otras, sin embargo que ninguna de ellas se puede decir realmente privativa de un estrato social o clase de hombres; en otras, sin embargo, el desarrollo de funciones y tareas específicas, casi siempre ligadas con la división de clases sociales, ha restringido, delimitado, hipertrofiado a veces, los usos y repertorios lingüísticos en constelaciones relativamente independientes al mismo tiempo que socialmente discriminadas y discriminantes.

En el centro de la cuestión bilingüe del Paraguay está la introducción de repertorios lingüísticos polarizados en una u otra lengua a través de usos sociales diferenciadores, cuando no conflictivos.

Aunque no niego que hay variables sociales que inducen a elegir un comportamiento lingüístico pautado, socialmente me parece más importante, en la situación paraguaya, analizar el fenómeno según el cual el paraguayo no elige su lengua, sino que es elegido por ella, en cuanto que ésta le da los repertorios obligados de su expresión füncional.

¿De qué habla en guaraní, en castellano o en jopará un hablante paraguayo? La respuesta parecerá una perogrullada: habla de lo que puede, habla de lo que le permite solamente el desarrollo de los usos gramaticales y los repertorios lingüísticos en curso, consagrados cultural y socialmente (lo cual no quiere decir que estos repertorios estén definitivamente cerrados). Como se ve no es un simple problema de estilo ni de suficiencia que potencialmente podría ser actualizada más o menos indefinidamente con la adquisición de nuevas habilidades lingüísticas -dominio ampliado del vocabulario, manejo flexible de varios estilos, mayor corrección-, sino que se trata de una verdadera restricción de la posibilidad misma del decir, proveniente de una lengua trabajada -o no trabajada- sectorialmente. No se niega que una lengua no pueda inscribirse dentro de nuevas génesis que modifiquen su perfil; pero no se puede pasar por alto su perfil actual, preñado de historia. Lo que pudiera ser no debe ser tan magnificado que deje de lado lo que es. La competencia del hablante siempre estará delimitada por el horizonte del “sistema de las realizaciones obligadas”, horizonte que por otra parte es móvil según el camino del caminante y se desplaza con él en tanto que dicente y oyente en una sociedad que se mueve.

El perfil concreto que presenta la situación lingüística del Paraguay puede ser dibujada bajo esta configuración deliberadamente ondulante.

Esta visualización intuitiva del problema hace surgir la metáfora de los meandros, como si un río de curso cambiante dividiera dos regiones semánticas: la del español y la del guaraní, quedando, sin embargo, una zona intermedia eventual e irregularmente inundable, en la que el río “elige” su curso según su caudal y la mayor o menor resistencia del terreno. Valga la metáfora.

La verificación de este perfil lingüístico que toma como variable privilegiada el tema de que se habla y las áreas semánticas establecidas en la lengua, puede ser llevada a cabo, como se ha intentado ya, estudiando los repertorios lingüísticos actualmente en uso.

En el caso, sin embargo, en que dos lenguas entran en contacto y se interfieren mutuamente habrá que ver si la distribución de áreas semánticas no se identifica en gran manera con una división de usos sociales asignados histórica y culturalmente a una u otra lengua.

El estudio de los hispanismos que penetraron en el guaraní (Morínigo 1931) es ya un buen indicador de las líneas de fuerza y las líneas de menor resistencia que se daban en el nuevo sistema de comunicación paraguayo: el guaraní se hispaniza del mismo modo que se culturiza hispánicamente, y no solo en la medida en que acepta las nuevas etiquetas y nomenclaturas para nuevas realidades culturales, sino porque además toma una nueva categorización de su cosmovisión.

Esto último puede notarse en el nivel de la morfosintaxis; en el nuevo “guaraní paraguayo” los contrastes originales tienden hacia un compromiso, de tal modo que puede afirmarse, como también lo hizo notar acertadamente Morínigo (1959"245-246): “a lo largo de siglos el guaraní ha ido perdiendo por contaminación con el español, sus elementos típicos diferenciadores, de tal modo que la oración guaraní es actualmente en la mayoría de los casos, simple calco de la española, puesto que en su composición entran solamente voces de claro contenido nocional... la oración ya no es guaraní sino, por decirlo de modo gráfico aunque grotesco, es español hablado en guaraní, puesto que su estructura lingüística fundamental se encuentra totalmente bastardeada”.

En cuanto a la asimilación de hispanismos, ésta no se hizo, por menos al principio, a granel, sino conforme a leyes de préstamos culturales, unos sentidos como necesidad (herramientas de hierro, por ejemplo, en el trabajo agrícola), otros aceptados por imposición (gobierno político, nueva religión). En la bolsa de un macatero, que expone a la vista encandilada del indígena abalorios y chucherías, hay siempre un “orden” colonial y en el mercado se crean nuevos caminos de comunicación lingüística.

 

3.3    Jopará o guarañol

Entre dos extremos, en que se agruparían los monolingües polarizados en un español estándar -variedad alta, técnico-académica, de comunicación internacional y de uso oficial, con amplia literatura normalizada, empleada en el libro (y por lo tanto en la escuela) y en la prensa diaria- y un guaraní vernacular -puramente coloquial, culturalmente identificado con grupos tribales todavía relativamente autónomos- se establece un continuum lingüístico variado y heterogéneo que se despliega entre un español paraguayo y un guaraní paraguayo y que por analogía con otras situaciones lingüísticas, como las del frangíais o del spanglish, podríamos calificar como guarañol, sin que haya en esta expresión una connotación peyorativa o denigrante, aunque sí una sentida constatación del impacto colonial. En otros términos: aunque en algunos hablantes se da un cierto grado de “code switching” entre español y guaraní, sobre todo en hablantes que poseen algún saber reflexivo de sus idiomas y una cierta cultura lingüística, es más característico del Paraguay otra situación difícil de explicar dentro de un esquema de “code switching” o conmutación de códigos. Si bien hay un español paraguayo y un guaraní paraguayo, que para la conciencia de muchos hablantes son sistemas diferenciados, el análisis lingüístico de los hechos reales descubre una zona en la cual se constituyó un nuevo sistema en el que hay fusión gramatical y estructuración nueva de los repertorios lingüísticos con aportes procedentes tanto de una lengua como de otra.

Ahora bien, el español y el guaraní no ofrecen aportes simétricos a esta zona mixta de la comunicación ni se la reparten por igual: la cantidad de términos españoles o guaraníes estará relacionada en proporción directa con el tema de que se habla, y por lo tanto es discernible más en el habla que en la lengua.

La tarea de delimitar y de una manera u otra catalogar las voces españolas que entran en el jopará es tarea ímproba y prácticamente inabarcable, ya que no estamos ahora frente a un problema de hispanismos en el guaraní, sino simplemente ante un fenómeno de empleo siempre más abierto y abundante de voces españolas en la nueva lengua. Hasta qué punto, sin embargo, aun estas voces españolas, ocasionalmente empleadas, se integran en un nuevo sistema, sería objeto de otro estudio más particular.

Por su parte, el jopará no es tampoco una realidad equidistante entre el español y el guaraní, porque su relación lingüística con los dos sistemas no es el del mismo orden. Su relación con el español, aun el español paraguayo, queda definida como relación con una norma estandarizada, sostenida por la literatura y la educación escolar; si hay “code switching”, este se hace por referencia a uno de los términos realmente codificado, cual es una invocada corrección normal del español. Entre el guaraní y el jopará, sin embargo, no hay propiamente “code switching”, el jopará es el guaraní históricamente hispanizado, pero no de una manera uniforme, sino gradual y sectorialmente desarrollado hasta constituir un continuum bastante heterogéneo conforme a la heterogeneidad de los repertorios lingüísticos exigidos por el acto de hablar de esto o de aquello, lo que conlleva realizaciones morfo-sintácticas también mixtas.

Una consideración más me parece que hay que tener en cuenta al trazar el perfil lingüístico del Paraguay: es la relación de permanencia temporal más o menos larga de un hablante dentro de un estilo característico o en un campo semántico específico. En este punto juega un papel especial la ocupación habitual de un hablante, ya que ésta condiciona y determina la selección de repertorios lingüísticos y de repertorios necesarios que pueden llegar a ser bastante estables y duraderos, tanto a nivel individual como a nivel de grupo o clase social.

Es el “tiempo”, en cuanto acumulación de duraciones en un modo de hablar, lo que actualiza el perfil de una lengua, que no debe confundirse con sus virtualidades abstractas situadas fuera de todo tiempo de realización. Así, cuando se dice que el paraguayo es bilingüe, no estaría de más preguntarse cuánto de su tiempo se distribuye en hablar español, cuánto en hablar guaraní y cuánto en hablar en forma de jopará. Si la gran mayoría de los paraguayos están instalados en el “tiempo” del “guarañol”, es este jopará lo que define el perfil lingüístico del Paraguay, ya que es en este “tiempo” en el que la lengua se actualiza, los usos lingüísticos se definen y los repertorios lexicográficos se constituyen en campos semánticos estructurados.

Desde un punto de vista sociolingüístico puede ser muy interesante pero hay que advertir que en las zonas rurales hablar con la maestra puede ser un hecho muy ocasional y aun en estas ocasiones puede usarse un repertorio convencional que en realidad apenas constituye un acto aislado del bilingüismo virtual.

En el Paraguay, como en otros países bilingües, aunque a nivel de lengua abstracta parece darse una distribución tripartita de dos idiomas, más un bilingüismo, en realidad el tiempo del habla de la mayoría se mantiene en usos y repertorios lingüísticos mezclados que vienen dados por el proceso social dentro del cual trabajan y son trabajados los hablantes. La lengua habitual es el “guarañol”.

Dentro de esta perspectiva, los datos que se leen en las investigaciones de carácter censal acerca de monolingües guaraníes, monolingües castellanos y bilingües, datos que ofrecen un marcado contraste urbano-rural, pueden recibir esta interpretación: hay un grupo social que circula social y culturalmente en un área semántica “rural” (con repertorios lingüísticos y modos de decir guaraníes poco hispanizados); hay un grupo que dentro de un movimiento de urbanización creciente, maneja, en grados diferentes, repertorios más hispanizados exigidos por los temas “nuevos” o “modernos” de que hablan, y hay otro grupo cuyo repertorio es tendencialmente “universal” y usa el castellano, castellano, por lo demás guaranizado.

Así, mientras unos se mantienen habitualmente en un tipo de lengua en la que el grado de hibridación todavía no es muy ostensible, en otros este grado es tan exagerado que suscita o desprecio o resignación, según la perspectiva desde la que se juzgue dicha situación. Por todas estas razones, aunque ciertas pautas de uso lingüístico pueden ser derivadas de los tópicos y variables específicamente sociales, creo que es más pertinente la pregunta: de qué se habla, porque en esta variable está la explicación del perfil particular que puede presentar la situación lingüística del Paraguay en la que hay que incluir el continuum variante y heterogéneo de la “tercera lengua” o jopará.

 

3.4    Reducción lingüística y nuevas estructuraciones

Si los usos lingüísticos del paraguayo dependen primordialmente del tema de que se habla y de los repertorios actualmente disponibles, es importante determinar en qué consisten estos repertorios y cómo se formaron y nuclearon en su actual configuración. Ya he señalado la dificultad de inventariar y catalogar ordenadamente estos repertorios.

Sin embargo, el análisis de los procesos socio- culturales del Paraguay puede ayudar a proyectar las grandes áreas semánticas donde tenía que haber cambios lingüísticos y nuevas estructuraciones. Es lo que intentaré en estas líneas, muy esquemáticamente, consciente además de que esta perspectiva diacrónica debe ser completada con descripciones sincrónicas.

En primer lugar -y en contra de lo que propone el bilingüismo “genético”- el supuesto bilingüismo del paraguayo no nace inmediatamente del mestizaje: el mestizo guaraní-español es monolingüe guaraní, aunque cultural y socialmente ya dejando de ser indio para hispanizarse. La historia lingüística del Paraguay será fundamentalmente, en adelante, la historia de la castellanización del guaraní. La castellanización, por su parte, no tiene como punto de arranque al mestizo, sino precisamente la introducción y la permanencia de instituciones y formas de prestigio puramente hispánicas, detentadas sobre todo por los que no se mezclaron, si bien algunos de ellos eran criollos.

Hernandarias, por ejemplo, al filo de los siglos XVI y XVII, fue uno de los mayores hispanizantes que ha tenido el Paraguay, por sus ideales culturales y su política educacional escolar.

Este polo hispánico puede haber sido menos fuerte en el Paraguay colonial que en otras regiones del continente, pero no dejó de ejercer aquí, por un lado, una limitación cada vez más restrictiva del soporte cultural indígena guaraní, y por otro, una atracción

hacia la órbita de su propia expresión sociocultural, proponiendo nuevos modos de decir y repertorios lingüísticos también nuevos de acuerdo, al fin y al cabo, con una cosmovisión que poco a poco iba sustituyendo a la antigua.

La lengua guaraní sufre desde el primer contacto colonial una serie de restricciones internas y la amputación gradual de ciertas áreas semánticas. Entre estas áreas semánticas seccionadas son las más importantes: la religiosa, la de parentesco y la económica.

El repertorio lingüístico referente a la religión guaraní se pierde poco a poco, no solo por el rechazo exterior que haya podido tener por parte de los predicadores de la nueva religión colonial, sino sobre todo por el fenómeno concomitante de no uso de la religión guaraní en el interior de la comunidad indígena en estado de colonia. La religión se despalabra en la nueva religión, y aunque se operen algunas transferencias de vocabulario en ambas direcciones, del guaraní al guaraní paraguayo: tupa, tupasy, tupao, y del español al guaraní paraguayo: ángel, kurusú, kiritó, lasánima, etc., el fenómeno más profundo que se opera es la reducción del área semántica religiosa. No hablando más de su religión, el guaraní hablante deja de hablar de religión (Meliá 1972; 1974). Es cierto que en las Misiones de los jesuítas la utilización del guaraní como lengua de religión se desarrolló en otro contexto, pero esencialmente no tan diferente en cuanto que los decidores de religión estaban hispanizados en su cosmovisión; por otra parte, el caso de las Misiones, no habiendo tenido una salida histórica durable, no es de tratarse aquí.

La coherencia del repertorio lingüístico del parentesco se diluye al mismo tiempo que el mundo colonial, con el concubinato, la barraganería, las rancheadas y la saca de mujeres, establece otro sistema de relaciones. Tanto los repertorios religiosos como los de parentesco nunca más fueron repuestos dentro del guaraní paraguayo. En lo social y económico ocurren fenómenos similares; en estos sectores, aunque se da recesión de repertorios autóctonos, se opera al menos una “modernización” con la inclusión de nuevos y más extensos repertorios, al principio en forma de hispanismos, después en forma de voces españolas incorporadas a granel.

Es en estos niveles donde la situación lingüística del Paraguay es trabajada y donde se define su perfil.

Este trabajo lingüístico ha tenido fases más significativas en los períodos de fuerte conformación sociocultural del país, y es el mérito de Morínigo el haber señalado épocas diferenciadas en la infiltración de hispanismos (Morínigo 1931: 48-51). Son las épocas en las que dejan de ser dichas muchas cosas en una lengua, mientras se impone la necesidad de usar otros repertorios lingüísticos. El uso más extendido del español como realidad cultural paralela y la incorporación de grandes “paquetes” de vocablos y modos de decir provenientes de las nuevas situaciones creadas, viene a solucionar momentáneamente la extensión del cúmulo de cosas manejadas y de las cuales hay que hablar en la nueva sociedad. En el momento actual este fenómeno tiene plena vigencia.

No se da, como a veces se ha afirmado y algunos informantes paraguayos lo han querido dar a entender, un trabajo claro de división complementaria de funciones y estilos que corresponderían ya al español, ya al guaraní, ni una estandarización propiamente dicha del guaraní, sino más bien una amalgama de lenguas en contacto en hablantes que cada vez semantizan más sus repertorios según las nuevas formas socioculturales que les están llegando. Y mientras el español, aún siendo paraguayo, está prendido en su uso, de la norma de lengua castellana estandarizada y “ejemplar”, practicada, a través de la prensa escrita y de la escuela, no ocurre lo mismo del lado del guaraní, huérfano de normatividad y con poca vitalidad creativa. La “tercera lengua” de hecho se está hispanizando cada día más, porque son más los hablantes que salen del uso casi exclusivo de lo coloquial rural, donde el guaraní mantenía gran parte de su coherencia interna.

Hasta qué punto los nuevos repertorios son semantizados inteligentemente -es decir, no repetidos como meras nomenclaturas a granel- y cómo podría hacerse una planificación lingüística a partir de estos hechos lingüísticos, son otros tantos problemas que deberán quedar aquí pendientes.

 

 

4.      LA SITUACIÓN LINGÜÍSTICA DEL PARAGUAY

Se han discutido en este trabajo las tipificaciones de la situación lingüística del Paraguay, criticándose aquellas que parten del supuesto del bilingüismo, porque no satisfacen por su ideologizada idealidad: las lenguas supuestamente en convivencia se toman como abstracciones complementarias, como si donde no llega una por su estilo y función, llegara la otra, formando así una comunicación sin conflictos.

La misma noción de diglosia no escapa del todo a esta crítica, a pesar de su pertinencia en poner al descubierto el desequilibrio social e histórico a que lleva la relación de las lenguas en contacto en un contexto colonial.

Se ha pasado a analizar seguidamente el cómo concreto de la comunicación lingüística en el Paraguay, en el cual se puede observar un desarrollo cada vez mayor de una “tercera lengua” que viene trabajándose dentro del guaraní con la asimilación de nuevos repertorios lingüísticos y modos de decir “hispanizados”. Esta “tercera lengua” no hay que tomarla como denominación abstracta, sino como referencia a un continuum actualmente poco normado que se inscribe en un horizonte de contornos gradualmente variables. No se ve en el Paraguay una extensión del bilingüismo, sino que la tendencia lingüística real parece que va hacia la fusión de elementos en una amalgama, que por ahora está poco estandarizada, dado el excesivo y rápido aluvión de nuevos elementos y de cosas nuevas que hay que decir y que se dicen de hecho, valga la paradoja, desde el guaraní, pero en castellano.

El guaraní paraguayo es trabajado actualmente en varios niveles. La falta de una norma funcional o de realizaciones normales debido al continuum de los repertorios y usos lingüísticos procedentes de otro sistema y de otra norma hace sumamente difícil la definición de esa “tercera lengua” en la cual se define, sin embargo, la peculiar situación lingüística del Paraguay.


 


LA DEFORESTACIÓN LINGÜÍSTICA EN EL PARAGUAY:

PROBLEMAS Y SOLUCIONES

 

Desde la ventanilla del avión, (7) a un exiliado que había estado fuera de su patria unos treinta años, su país le resultaba extraño e irreconocible: el Paraguay estaba también deforestado, lo mismo que las selvas de la margen izquierda del Paraná en el Brasil que ya habían desaparecido casi por completo años atrás.

Los montes habían sido talados con una rapidez que el hacha más insaciable no hubiera podido imaginar; las motosierras había derribado hectáreas y hectáreas de montes centenarios, sustituidas al día siguiente por pastos o campos de soja, de maíz y de algodón transgénicos. Le contaron, y leía también, que este gran plan de sustitución estaba siendo llevado a cabo sobre todo por personas de fuera, algunos ni siquiera vivían en el país, mientras que la mayoría de los campesinos paraguayos habían sido desplazados a los cinturones de miseria de las ciudades y pueblos cercanos, habían ido a parar a los bañados de Asunción o se amontonaban en improvisados barrios de su periferia.

Lo peor era, sin embargo, que ese cuadro deprimente no solo afectaba al paisaje y su tradicional encanto tan alabado por viajeros y poetas. No era una deforestación de superficie, sino de raíces, de fuentes y manantiales, de pájaros, peces y bichos del monte; incluso el aire en lo alto y las aguas en lo profundo habían sido envenenados por los agrotóxicos. No era la haz de la tierra la que había sido deformada y desfigurada, era la ecología toda en cuanto el lugar donde habitamos como seres humanos. Era el tekoha político, social y cultural el que se había echado a perder. Alguien diría que lo destruido, sustituido y transformado, cambiado y trastornado no era la tierra, era el modo de ser mismo del paraguayo, su teko, su palabra, su alma. Y eso en algo tan esencial como su comunicación, comunicación de bienes y comunicación de mensajes. Lo alterado era la relación misma entre naturaleza y persona. La deforestación había afectado las relaciones fundamentales de vivir como personas.

De hecho, la misma lengua en la que hablamos y somos hablados, en la que vivimos y somos, había sido deforestada. Había habido también una deforestación lingüística.

Suele considerarse como deforestación la reducción progresiva o desaparición de las masas forestales, siendo ella uno de los pasos previos de la desertización. En sus fases más avanzadas se trata de un proceso que convierte las tierras fértiles en desiertos por la erosión del suelo y colmatación de arroyos y ríos. Casos de deforestación se han dado en muchos periodos de la historia, pero el régimen colonial se ha distinguido por esa constante y continua práctica; en países de largo coloniaje, solo se pudo preservar las masas forestales en cuanto la colonia todavía no había llegado a ellas. Hay territorios del Paraguay donde la colonia solo llegó en la segunda mitad del siglo XX, y así habían quedado inmunes al desastre. La historia de la colonia se registra gráficamente en los espacios deforestados y sus etapas.

 

Notas sobre ecología lingüística

Las palabras que se interrelacionan entre sí de manera creativa y variada, y que en su uso diario ofrece pocas repeticiones estrictamente literales, pueden ser comparadas a una selva, que cambia y se transforma, al mismo tiempo que crece y vive. Lo que mantiene viva y pujante a una lengua es el ejercicio y uso de esa lengua en los diversos ámbitos de la vida. Una lengua es un sistema lógico y coherente en sí mismo, muy sano a veces, otras enfermo. No se pretende, por supuesto, establecer relaciones paralelas entre una selva vegetal y un frondoso monte lingüístico -un copioso diccionario, por ejemplo-, pero desde un punto de vista metafórico algunas aproximaciones resultan sorprendentes y admirables, y muy significativas.

¿Se puede hablar de una deforestación de la lengua guaraní? Y ¿desde cuándo? La indagación se orientará de preferencia al campo de una de las lenguas guaraníes, que se da en llamar el guaraní paraguayo.

Nuestro guaraní es el resultado de un contacto social y cultural en contexto de colonia, pero no necesariamente determinado por el mestizaje. El guaraní paraguayo es una lengua colonial, si bien el ser colonial no es de por sí un estigma, aunque sí un reto.

 

Renovación sin deforestación

El contacto entre lenguas no siempre es negativo y con frecuencia trae consigo un rico potencial de ganancias; las lenguas quedan enriquecidas gracias a los contactos con otras lenguas; en una selva caben nuevos árboles y nuevos frutos; los naranjos no desvirtúan el monte. El español se ha enriquecido por los aportes árabes, americanos, franceses e ingleses que ha incorporado más que cuando bebía y comía casi exclusivamente del latín.

En el contacto colonial hubo adaptaciones fonéticas a la fonología del guaraní de nombres de animales traídos por los conquistadores coloniales: vaca, cabayú, cabará, obechá. Se abría así un largo camino que continuaría a través de los siglos y que no está cerrado. La introducción de nombres castellanos para los números, los meses del año y los días de la semana tenía su lógica y el guaraní parlante los recibió como cosa suya; hacían parte del nuevo sistema con el que había entrado en contacto el mundo guaraní. Se podría haber seguido otro derrotero, como lo hicieron los Guaraní de Bolivia, que crearon neologismos para esas mismas realidades, pero en el Paraguay se aceptó el recurso al hispanismo, como ahora se recurre también a anglicismos para designar las novedades del mundo moderno: restaurante, güisqui, váter; y en especial para nombrar el mundo de las nuevas tecnologías: radio, televisión, teléfono, celular, computador, escáner, etc.

Por la documentación sabemos que desde los contactos iniciales, antes incluso de la fundación de Asunción en 1537, los indios aportaron al castellano sus tres primeras palabras: guaraní, abatí y mandioca. Después vinieron registrados los nombres de pueblos indígenas y de personas; algunos perduraron, otros naufragaron en los remolinos de la historia y quedaron eliminados; los nombres de mujeres indígenas son los grandes ausentes, y solo aparecen tímidamente al final del siglo XVIII.

Los guaranismos que han entrado en el Diccionario de la lengua española, por cierto alcanzan a unas doscientas palabras. Estos préstamos, para la lengua castellana no son signo de deforestación, sino acopio enriquecedor.

Pero tampoco representan deforestación aquellas 14 palabras o sintagmas castellanos que entraron para quedarse en la versión guaraní del Catecismo breve de la doctrina cristiana, primer texto literario guaraní de 1585, atribuido a Bolaños, y que en realidad es una obra coordinada por él con aportes de sus coetáneos. Se optó por introducir esos hispanismos para marcar la específica novedad de la religión cristiana, sin que representara un empobrecimiento de la lengua guaraní. Es cierto que se hubieron podido crear neologismos que dieran cuenta de esas nuevas realidades religioso-culturales, pero también eran oportunos esos hispanismos diferenciadores, que son: Santa Cruz; Espíritu Santo, Amén Jesús, Señora Santa María, Santa Madre Iglesia, Pilatos, Santos, Comunión, sacramentos; en los mandamientos de la ley de Dios se introdujo jurar; y los números a partir de cinco -nunca se consideró la palabra po, ‘mano’, como número-; en los mandamientos de la Iglesia: misa y comulgar. En el catecismo, por preguntas y respuestas, además de alguno de los hispanismos anteriores, aparece la palabra: persona.

La aventura del contacto de lenguas, iniciada en el siglo XVI, siguió hasta el presente. Marcos A. Morínigo en su Hispanismos en el guaraní. Estudio sobre la penetración de la cultura española en el guaraní, según se refleja en la lengua (Buenos Aires, 1931) recogía “aquellos hispanismos que son considerados por los guaraní-parlantes como voces de su propio idioma y cuya significación no es para ellos un problema”. Se incluyen como hispanismos palabras que, aun no siendo castellanas, llegaron al guaraní a través del español como son los indigenismos, y hasta los arabismos, germanismos, galicismos y otros. Los hispanismos que recoge Morínigo son unos 1.176, y son no solo términos de carácter sustantivo, sino también, aunque en menor grado, verbos. Es una suma de vocablos que se acumula por casi cuatro siglos, aunque la documentación mediante la cual se podría haber registrado su desarrollo diacrónico casi no existe; de hecho, esos usos se daban en una sociedad de escasa literatura.

De todos modos, los hispanismos no representan por sí solos un elemento desintegrador de la lengua ni deben ser tenidos como signos precursores de deforestación, cuando son a veces una ampliación de campos de expresión nuevos, oportunos y enriquecedores; solo su incorporación exagerada es la que da claras pruebas de pereza lingüística y resignado desplazamiento hacia nuevos horizontes culturales, en perjuicio de lo propio. Algunos préstamos, sin embargo, no deben considerarse sin más como sustitución, ya que no sustituyen a nada anterior ni representan deforestación de algo que no existía; donde no hay floresta no hay deforestación.

En otros casos no se acudió a los préstamos y se encontraron palabras guaraníes que respondían por analogía a la novedad colonial: jaguá, ‘tigre’, para perro, mbaraká, ‘calabaza con cuentas dentro, maraca’, para significar guitarra, karaí, ‘hechicero, mago, chamán, mañoso’, para español y cristiano, mburuvichaveté, ‘señor, superior, grande, para rey,

pa’i, ‘padre, viejo, hechicero, gente grave’, para padre sacerdote; tepy, ‘venganza’, para paga y precio. Entre sociedades de intenso contacto y dependencia colonial, los términos originales y tradicionales son vaciados y viciados para significar la nueva realidad impuesta por el colono; el tepy, que de ser venganza pasa a significar precio en un mundo mercantil. Es un caso bastante claro. Préstamos y resignificaciones son uno de los aspectos más creativos de una sociedad lingüística viva, aunque a veces el nuevo significado llega a tapar y anular el primero y original.

 

Los diversos escenarios de la deforestación

La deforestación se da cuando se destruye un área, o un grupo de áreas de determinadas características, y se la suplanta y sustituye con otras que reflejan y dicen otras realidades diferentes en cuanto a su aspecto y su significado: una selva se convierte en un campo de soja, al tigre le sustituye el perro. Antes de llegar los perros, jagua designaba simplemente al tigre, pero al llegar el colono, el perro se apoderó de ese nombre, y hubo que inventar entonces al jaguarete, el jagua auténtico y verdadero, ahora desplazado de montes ya inexistentes; ahora todos son perros.

Los hispanismos se incorporaron sobre todo en el ámbito de convivencia de los españoles, que se convirtieron en hablantes de guaraní, sin ser ya ni querer ser guaraníes. Se va perdiendo poco a poco el rastro de las antiguas pisadas y el camino es borrado por una forma de colonia culturalmente muy pobre. Solo en esa otra realidad sociocultural que eran los pueblos guaraní-jesuíticos, la entrada de los hispanismos fue menor, entre otras razones por el ejercicio continuado de una lengua más depurada y una política lingüística de creación de neologismos, que hacía innecesaria la introducción de palabras hispanas, que en fin de cuentas eran prótesis extrañas en el cuerpo de la lengua.

En ningún tiempo la historia lingüística del Paraguay es homogénea, pues desde el primer momento hay áreas de comunicación diversificada. Los territorios de los que el Paraguay colonial se adueñó permanecieron por mucho tiempo estancos, con pocas interconexiones. Se pueden establecer cuatro escenarios (ver Bartomeu Meliá 2010 “Historia de la lengua guaraní”, TELESCA, Ignacio (coord.), Historia del Paraguay, Asunción, Taurus, 2010: 425- 445).

1. - el Paraguay español criollo, con apenas dos ciudades significativas: Asunción y Villarrica;

2. - los pueblos de indios, subdivididos a su vez en pueblos sujetos a la encomienda y pueblos libres de encomienda. Pero estos pueblos de indios se definen a su vez por otras características que los diferencian, como estar a cargo del clero secular, de los frailes franciscanos y de los padres jesuítas. Estas tres formas de dependencia colonial tuvieron consecuencias en los panoramas lingüísticos respectivos, que sin embargo se nos escapan por falta de documentación disponible. Lo que puede decirse en el momento actual es meramente presumible y conjetural. Se sabe que, a la llegada de los españoles, el mapa de los grupos guaraníes ofrecía agrupaciones distintas en un panorama diverso cultural y lingüístico. La acción de la colonia, con sus famosas rancheadas en busca de mano de obra, sobre todo femenina, provocó un trastrueque y amalgama en que los grupos guaraní originales y unidades específicas primordiales se desdibujan y confunden. Es la primera deforestación.

2.1. - los guaraníes encomendados hipotéticamente habrán tenido más contacto con sus congéneres, que estaban de asiento en las ciudades de españoles o se encontraban con otros guaraníes de procedencia análoga, aunque no necesariamente procedentes del mismo lugar. Lo que más les uniforma es estar en estrecha relación con españoles que hablan guaraní, pero no son guaraníes.

2.2. - los pueblos guaraní-franciscanos -apenas cuátro: Itá, Caazapá, Yuty e Itape- si bien con una demografía relativamente baja, pueden haber desarrollado ciertas formas particulares de decir. Existe documentación de esos pueblos que debe analizarse más por menudo, pero que en una primera aproximación no presenta un cuadro lingüístico muy diferente al de los pueblos jesuíticos, con llamativas analogías incluso en la escritura, como puede constatarse en los documentos conservados en el Arachivo Nacional de Asunción.

2.3. - los pueblos guaraní-jesuíticos o Reducciones son experiencia de vida social y política que duró apenas de 1610 a 1768, pero que se puede prolongar en cierta manera hasta 1810. Si bien mantuvieron usos y modos de hablar particulares y dialectales remanentes previos a su vida misionera, como se verá inmediatamente, llegaron a formar una especie de “Estado gramatical”, así como se ha dicho de ellos que fueron un “Estado musical”. Y del modo que la música es una matemática armónica de voces y sonidos, la gramática es como un juego de ajedrez sonoro con reglas bien sistematizadas pero también creativamente actualizadas en una casi infinidad de realizaciones posibles.

3. - los pueblos indígenas originarios cuya variedad fue notada incluso por los mismos conquistadores. Varios tekohá, o territorios se libraron del avance colonial y solo fueron alcanzados en el siglo XX. Durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX e incluso en el siglo XX una parte de estos guaraníes permaneció escondida e invisible para la sociedad paraguaya, casi sin contacto con ella y por lo tanto libre en sus montes; se sabía de su existencia pero no de su diferencia, y eran tratados genéricamente como “monteses” o kaynguá. Los cambios que eventualmente se dieron en el contacto colonial poco repercutieron en esas hablas, que todavía escuchamos hoy cuando estamos viviendo en una comunidad indígena de nuestros días, sobre todo si participamos de sus cantos religiosos, relatos míticos y discursos políticos. Hay en realidad una lengua pai, una lengua avá, una lengua mbyá y una lengua aché, que los indígenas distinguen y por la que se distinguen.

Son pues seis los tekoha socioculturales y por ende lingüísticos en los cuales se procesa la deforestación en tiempos, ritmos, intenciones e intereses varios. En esos diversos escenarios, han ido entrando actores nuevos que juegan siempre con un objetivo común, que es la apropiación privada de los territorios indígenas; son los fieles servidores de la colonia inicial, que cubre ya cinco siglos.

 

El proceso deforestador

La deforestación tuvo y tiene ritmos dispares. La diferenciación se lleva a cabo no solo en el tiempo, sino también según los espacios. Ese espacio no es solo geográfico, sino un área cultural, definida según el significado y sentido de sus palabras; la sustitución de los vocablos y la creación de neologismos configuran esos espacios.

A modo de ilustración se pueden dar algunos ejemplos paradigmáticos de deforestación en tres áreas significativas de espacio-tiempo. Son áreas de especial incidencia donde de una manera u otra actuó el proceso de la pérdida de identidad, sea esta indígena o paraguaya.

 

Los términos de parentesco

La deforestación lingüística se cebó en primer lugar en los nombres de parentesco; destruido el sistema familiar y social de los guaraníes por las relaciones sexuales desordenadas de los conquistadores, cayeron pronto en desuso los términos que reflejaban y definían la complejidad estructural en la cual la relación de hermanos del padre o de la madre y la de primos y primas paralelos o cruzados, era de primordial importancia para los casamientos y para conocer el rol de los parientes afines. Solo subsistieron algunas denominaciones de la familia nuclear, y ni siquiera todas. Tamói fue sustituido por el taita quechua o el castellano agüelo; poco se recuerda el nombre de la mayora o menora, y menos el de suegro, suegra, yerno y nuera. Los términos para nietos y primos de segundo y tercer grado ni en sueño se conservan ya, aunque habían subsistido en la sociedad de las Misiones jesuíticas que las tenían muy en cuenta para dictaminar sobre impedimentos en el matrimonio, hacer patentes los grados de parentesco y mantener el orden social. Esas maravillosas tablas de parentesco se pueden consultar en libros de la época y declaran el refinamiento y pertinencia del sistema. En los pueblos guaraní-jesuíticos y en las aldeas guaraníes actuales esos términos, sin embargo, perduran.

La primera tabla de esos términos fue conservada por Antonio Ruiz de Montoya en el Catecismo de la lengua guaraní (Madrid/1640/ 2011: 318-329). Coinciden en gran parte con esos términos los usados por los Pãi Tavyterá (B. Meliá, G. y F. Grünberg 2008: 138-39).

Dice el varón

1. Che ryke’y (hermano mayor, hijo mayor del hermano del padre).

2. Che ryvy (hermano menor, hijo menor del hermano del padre).

3. Che reindy (hermana, hija del hermano del padre y de la hermana de la madre).

4. Che ru (padre; hiu, término de respeto).

5. Che sy (madre; ha ’i, término de respeto).

6. Che túvy (hermano del padre).

7. Che jaiche iche (hermana del padre).

8. Che sy ’y (hermana del padre).

9. Che tuty (hermano de la madre).

10. Che ramõi (abuelo).

11. Che jari (abuela).

12. Che ra ’y (hijo, también hijo de mi hermano).

13. Che rajy (hija, también hija de mi hermano).

14. Che ri ’y (hijo de mi hermana).

15. Che atipe (hija de mi hermana).

16. Che remiariro (nietos, nietas).

Dice la mujer:

1. Che kyvy (hermano, hijo del hermano del padre y de la hermana de la madre).

2. Che ryke (hermana mayor, hijas mayores que el ego del hermano del padre y de la hermana de la madre).

3. Che kypy ’y (hermana menor).

4. Che ru (padre).

5. Che sy (madre).

6. Che túvy (hermano del padre).

7. Che jaiche, iche (hermana del padre).

8. Che sy ’y (hermana de la madre).

9. Che tuty (hermano de la madre).

10. Che ramõi (abuelos).

11. Che jari (abuelas).

12. Che memby (kuimba’e, hijo; kuña, hija).

13. Che pe (sobrinos y sobrinas).

14. Che remiariro (nietos, nietas).

De entre los parientes políticos, entresacamos algunos.

Así dice el varón:

Che rembireko (esposa).

Che rovaja (cuñado)

Che ratyu (suegro y hermano del suegro).

Che raicho (suegra, hermana de la suegra).

Che guachã (nuera).

La mujer dirá:

Che mena (esposo).

Che uke ’i (cuñada).

Che rovaja (cuñado).

Che mendúvy (suegro).

Che mesy (suegra; ha ’i, término de respeto).

Che peũ, kuaĩ (yerno).

Che guacha (nuera).


Un hablante de guaraní paraguayo actual objetará que por qué se tendría que haber mantenido toda esta isla de monte al parecer tan enmarañada. Tiene toda la razón: ese mundo está para él definitivamente perdido, y ha sido sustituido por otro más simple, el español ya colonizado.

 

Religión

Si en el área del parentesco el abandono y las sustituciones de términos obedecieron a la deserción práctica del sistema que los sustentaba, y no tanto a sus realidades objetivas, pues seguían existiendo abuelos y nietas, tíos y tías, primos y primas, en el caso de la religión hubo una destrucción expresa, que atacó la tradición, la olvidó expresamente, e introdujo otro conjunto de creencias y ritos, que se pretendían incompatibles con los anteriores. En esta empresa todos los agentes coloniales, desde los españoles encomenderos hasta los misioneros, mantuvieron el mismo proyecto si bien con diversa intensidad. De hecho, la religión guaraní fue desconocida -por lo menos, no fue documentada- en los tiempos coloniales. Lo poco que se sabe de esos ritos y costumbres fue registrado casi únicamente por el padre Alonso de Barzana, quien refiere que “es toda esta nación muy inclinada a religión verdadera o falsa” y anota como trazos distintivos de esa religiosidad la creencia en la inmortalidad del alma y el temor a los anguéra, ‘almas de los difuntos’, la autoridad de los hechiceros, la creencia en los hombres-dioses y los intensos rituales de canto y danza, “que algunos mueren en ellos” (Monumenta Peruana, V, Roma, 1970: 589-90). Una síntesis de religión guaraní la da Antonio Ruiz de Montoya en el capítulo X. “Ritos de los indios guaraníes”, de la Conquista Espiritual (Montoya/1639/1989: 76-77). Y es precisamente el mismo Montoya quien recoge algunos escasos términos de esa religión y rescata otros al convertirlos semánticamente a la religión cristiana. El vocabulario religioso guaraní fue, al mismo tiempo, o desconocido o resignificado desde perspectivas enteramente diferentes. De ahí que en este campo los neologismos por analogía semántica irrumpan con fuerza. La selva de la religión guaraní es talada, al mismo tiempo que es sustituida por otra selva importada; de este modo, el panorama religioso no desaparece, ya que con el mismo proceso de deforestación se da simultáneamente una intensa reforestación con otro tipo de árboles. En el ambiente de las ciudades de españoles la penuria y precariedad religiosa puede haberse hecho sentir y en vez de neologismos se apeló a los hispanismos, pero en las Misiones franciscanas y jesuíticas la sustitución no dejaba tantos intervalos vacíos. Si se había dicho de los guaraníes que son muy dados a religión verdadera o falsa, la conversión de palabras y de ritos tradicionales a cristianos no deja a la persona en momento alguno desamparada.

La palabra guahu, como “canto de los Indios”, según Montoya, al ser despojada de su sentido, sus circunstancias y el papel que jugaba en el ritual religioso, en realidad quedaba desvirtuada y librada al significado grosero que tiene en el actual guaraní paraguayo de “aullido (y ladrido de perros)”. Mantenía, sin embargo, su sentido antiguo la frase: aguahu papa, ajahe’o papa es ‘contar endechas; llorar contando cosas’ (Montoya, Tesoro 262. 2a col.). Otro canto ritual como el kotyhu, ni siquiera es citado.

La religión cristiana se viste de palabras guaraníes que, en sus nuevos usos, configuran nuevas apariencias; lo singular de este proceso consiste en que el cristianismo dicho en guaraní se presentará como distinto del que se decía en castellano. La lengua es nuestra piel y cada uno de nosotros somos conocidos a través de ese fenómeno, apariencia y experiencia. “La lengua que hablareis, os hará parecer uno de ellos”, les decía un provincial jesuíta a sus misioneros (.Monumento . Peruana, II, 317).

Son guaraníes con nueva significación, palabras como Tupa ‘Dios’, tupao ‘iglesia’, karai ‘cristiano’, ñembo’e ‘rezo’, angaipa ‘pecado’, pa’i ‘padre cura’, ñemombe’u ‘confesión’, tupara ‘comunión’, ovare ‘sacerdote’, menda ‘matrimonio’, aña ‘diablo’, jekoaku ‘ayuno’. En el trabajo de Angélica Otazú (2006), Práctica y semántica en la evangelización de los Guaraníes del Paraguay (S. XVI- XVIII) y en la reciente tesis de Antonio Caballos (2013), Etnografía del guaraní de las Reducciones en el Tesoro de Ruiz de Montoya, es tratado de manera más detallada ese tipo de cambios Semánticos.

Es curiosa la sustitución habitual de Ñane Ramói y Ñande Ru -Nuestro Abuelo, Nuestro Padre- nociones típicamente guaraníes de un Dios familiar, tan arraigadas en la religión guaraní tradicional, y tan concordes con el cristianismo, por un Ñande Jára -Nuestro Señor- con acento de dueño y patrón colonial. Es la lengua de la religión en otra religión. La selva plantada recubre la selva originaria, y aunque con las mismas palabras muda el contenido conceptual del discurso. El discurso religioso guaraní y la poética de sus cantos, por ejemplo, quedaron, por arte y maña colonial, sin rostro y sin voz.

Paradójicamente, pero muy explicable, el padre Montoya, que registró todavía muchas palabras del vocabulario religioso, fue precisamente quien sería el gran creador de neologismos de sentido cristiano, que se superponían a su sentido primigenio.

De todas maneras, aun así no dejaron de existir en la clandestinidad ciertas prácticas que se pensaban del todo proscritas; el recurso a la hechicería, por ejemplo, en el seno de las mismas Reducciones jesuíticas no fue enteramente anulado, como se hizo patente en el proceso que se siguió a algunos de esos hechiceros, después de expulsados los jesuítas en 1768, que se dicen discípulos de quienes actuaban en tiempo de los padres.

La fraseología que enriquece el Tesoro de la lengua guaraní, de Montoya (Madrid, 1639; nueva ed. 2011), puede considerarse un texto bisagra entre dos culturas, la guaraní que era y la guaraní en fase de transformación forzada a abrirse a la irrupción de un nuevo lenguaje guaraní cristiano.

Ahora bien, el guaraní que alguien ha llamado “clásico” de las Misiones guaraní jesuíticas fue a su vez deforestado rápidamente después de la expulsión y extrañamiento de los padres en 1768 y entrar en su territorio los representantes del Paraguay colonial criollo, mediante el establecimiento de estancias de propiedad privada y residencia de los paraguayos en los antiguos pueblos. Su presencia no evitó, sino más bien provocó las ruinas del patrimonio arquitectónico de los pueblos: iglesias, colegios y casas. Esas ruinas son metáfora también del desastre lingüístico.

En el minúsculo mundo de las ciudades del Paraguay colonial, en el que se gestaba otra historia paraguaya y otra cultura que, sin embargo, siempre reivindicaba sus privilegios de centro de poder, la deforestación del vocabulario religioso fue más rápida y efectiva. Ahí los guaraníes, ni siquiera sus líderes, tenían ya camino abierto para decir su palabra y menos la religiosa. A los pocos nadie rezaba en guaraní y es probable que incluso el catecismo haya sido dado en castellano. La tan citada observación del padre José Cardiel resume la situación:

“El lenguaje o jerigonza que a los principios sabían no es otra cosa que un agregado de solecismos y barbarismos de la lengua guaraní y guaraní con castellano... ” (Cardiel, (1900): 392-393). Y también: “Nunca escriben cosa alguna en la lengua del indio, aun los que saben escribir, como ni nunca rezan en ella, sino en castellano” (Cardiel, 1900: 389).

En el espacio sociocultural de la colonia apenas se mantienen algunos de los términos señalados en el ámbito de las Misiones y se acude con más facilidad a la simple aceptación de hispanismos. La obra de Morínigo (1931) en el apartado de la “vida psíquica; religión y prácticas funerarias” (p. 289-299) recoge 43, de entre los cuales: acristianó, adorá, ángel, apóstole, cajón, comuñón, cristiano, comulgó, curusú, dioselopague, enovena, hostia, juró, Kiritó, lasánima, misa, nicho, Niño, pardenuestro, persona, pesebre ára, promesero, rogó, santulario, senisa ’ára, teatino, trisagio, velorio, veneró, virtú.

Estos términos no representan deforestación del guaraní, pues dicen nociones introducidas por el contacto con otra cultura, pero muchos de ellos ya habían adquirido su lugar propio en el guaraní por la vía del neologismo; de este modo, son indicio de otro tipo de deforestación que consiste en el empobrecimiento de un área semántica como la de la religión, que ya había tenido un desarrollo propio.

Gracias a la pervivencia de la religión entre los guaraníes actuales que la siguen practicando, la magnitud de la deforestación del vocabulario religioso, por contraste, se hace tristemente palpable.

Aparte de la corta estrofa de un canto indio que recogió Martín Barco de Centenera (1602) (ver Meliá 1992:26), no se encuentra otro texto que permita asomarse a la riqueza de la religión guaraní, sino es en las cortas frases que constan casi por descuido en el Tesoro de Montoya.

Sin embargo, después del encubrimiento y silencio de los siglos XVI a XIX, se hicieron en el siglo XX registros altamente fieles y fidedignos que permiten leer y escuchar textualmente la lengua religiosa de los Avá -Curt U. Nimuendajú, Die Sagen von Erschaffungund Vernichtung der Weltals Grundlagen der Religión der Apapocuva-Guarani (1914) y Franz Müller, Beiträge zur Ethnographie der Guaraní- Indiander im östlichen Waldgebiet von Paraguay (1934)-; de los Mbyá -León Cadogan, Ayvu Rapyta (1959) y L. Ramos, El canto resplandeciente: Ayvu rendy vera: plegarias de los Mbyá-guaraní de Misiones (1984)-; de los Pai -Marcial Samaniego, Mitología guaraní (1944), L. Cadogan, Ñane Ramói Jusu Papa Ñengarete (1968), Bartomeu Meliá y Friedl Grünberg, Los Pai-Tavytera (1976)- y de los Aché -L. Cadogan, Chonó Kybwvrá Aporte al conocimiento de la mitología guaraní (1968) y M. Münzel, La agonía de los Aché-Guayakí (1973)-, para citar los corpus más significativos de que disponemos en la actualidad. Los diccionarios que traen algunas de esas obras permiten rever y recuperar el vocabulario religioso guaraní que sigue fiel en gran parte a sus significados arcaicos.

 

Plantas cultivadas

Dados los escasos aportes de los colonos europeos en el campo de la agricultura y considerando que fueron ellos colonizados por el sistema agrícola guaraní, muchos nombres de plantas cultivadas perduraron, aunque con los años se fue dando también un notable empobrecimiento de los cultígenos por pérdida de las especies y variedades originarias. La “divina abundancia” que encontraron los expedicionarios de 1537 en Asunción se convirtió en escasez al año siguiente, a manera de presagio y pronóstico de los grandes males venideros. La horticultura guaraní retuvo solo lo más productivo y fácil, mientras la dieta colonial se volvió también más monótona y aburrida. Analizando datos antiguos, que ofrece, la arqueología y los primeros diccionarios, como el Tesoro de Montoya, y los moderaos de Moisés Bertoni, en el tomo III de la Civilización guaraní: Etnografía: conocimientos (1927), así como el de Carlos Gatti, Enciclopedia guaraní-castellano de ciencias naturales y conocimientos paraguayos (1985), se constata que aun en este rubro tan identificado con el modo de ser campesino y la economía paraguaya, la deforestación ha sido escandalosa. En el artículo de Francisco Silva Noelli (1994), “El Guaraní agricultor”, se dice que “la biotecnología, las patentes de semillas, la piratería de material genético y la apropiación de los recursos del sur por las multinacionales están a la orden del día. La ‘sabiduría agrícola’ guaraní es un legado de incalculable riqueza que el Paraguay ha dejado perder miserablemente”.

¿Dónde están ahora las 24 variedades de mandioca registradas en los primeros tiempos coloniales? La misma pregunta cabe acerca de 6 variedades de maní, las 16 de poroto -kumandá-, sin contar otras 7 especies del mismo nombre, las 21 variedades de batata -jety-, las 13 de maíz -avati-, las 6 de pimienta -ky’ỹi-, las 4 de andaí y las 3 de banana -paková-,

A modo de ilustración se ponen aquí los nombres de las 16 variedades de kumandá (Phaseolus sp.): kumandá arakytã ‘porotos redondos’, k. seperi (otra variedad), k. guasú ‘de granos grandes’, k. guara cha’ĩ (otra variedad), k. hope puku ‘de granos pequeños’, k. yvyrá (variedad arbustiva); k. juijú amarillo, k. manduvi (otra variedad), k. mini 'de granos pequeños’, k. pytã ‘colorado’, k. taperyvá ‘frailesco de grano alargado’, k. avati (otra variedad), k. kumanda’i ‘de grano pequeño’, k. ñu (otra variedad), k. arakyse (otra variedad), k. taguena (variedad de crecimiento espontáneo). Y así de las otras especies.

Muchas de esas variedades de plantas desparecieron por desidia, por negligencia o por descuido en guardar sus semillas o sus raíces, puede ser también por imposibilidad. Pero estas especies todavía se conservan de alguna forma, aunque en muestras exiguas, marginadas y echadas de lado por el maíz transgénico o la extraña soja. Han quedado los alimentos de la pobreza y su pobre nomenclatura. La agricultura mecanizada ya no se piensa ni expresa en guaraní sino más bien en un inglés tecnológico o en portugués.

Pero más preocupante es que han desaparecido totalmente del panorama, plantas que se cultivaban y que no han dejado ni rastro en la memoria lingüística. ¿Quién escucha hablar en Paraguay de las 7 variedades de ese tubérculo llamado kará, pero todavía comerciado en los mercados del Brasil? Se conocen todavía nombres de algunas plantas, pero ya poco usadas en la alimentación ordinaria: tajaó, mburukujá, kurapepẽ.

Plantas silvestres como el arasá o las variedades de guavirá, permanecen vivas en el horizonte aunque tienden a desaparecer los campos en los que crecen.

Son ya parte del vocabulario muerto los nombres de plantas, aunque algunas de ellas todavía conocidas por los guaraníes: mbakukú, mangará, ka’arurú, ñacunda, ñandipa, mbagueró, kurugua, ka ’aré, py’og, guatinĩ, guare’a, kaguaguá, ñamby guatiái. Nanã es solo conocida ahora como pifia y ju apesãi como zarza parrilla.

Solos los yuyos para el mate y el tereré sobreviven todavía en el Mercado 4 y a las puertas de los Ministerios, escritorios y oficinas, por la fuerte y continua demanda de funcionarios y empleados.

Las enfermedades autóctonas y sus remedios se dicen todavía en guaraní y se publican libros de plantas medicinales y sus usos terapéuticos, lo que es de alabar. La farmacia tiene otro lenguaje, que la gente común, aun conociendo el castellano, no entiende.

 

Deforestación de superficie y transformación de suelos

En las tres áreas consideradas, el fenómeno de la deforestación ha sido observado apenas en sus aspectos más superficiales y visibles. Pero normalmente son el producto y consecuencia de cambios en el modo de vida y en el modo de ser, junto con hábitos y costumbres, es decir, en el teko. Esos cambios acarrean, aun sin pretenderlo por sí mismos, erosiones que afectan a las posibilidades mismas de una reforestación. La piel no es simple superficie, y solo se puede sanar a veces desde la salud en general. La plantación de nuevas especies se toma inútil por las condiciones adversas del actual horizonte ecológico. Entonces, no es cuestión de palabras sueltas, sino de relaciones morfológicas y sintácticas, así como del diccionario de uso con el que hablamos.

Este ensayo en el que la metáfora recubre y descubre también aspectos científicos podría ser trasladado al estudio de otros tantos campos semánticos, que hoy están indefectiblemente marcados por la deforestación colonial.

 

Otro mundo y otra lengua son posibles

Cuando el 10 de octubre de 1954 puse el pie en el puerto de Asunción, me dijeron que dos cosas había en el Paraguay que nunca desaparecerían: la lengua guaraní y los montes, umíva ndopa mo’ãi. Y en realidad, valga la anécdota, el camino hacia Trinidad era todavía una especie de picada a través de la selva. En menos de 60 años los montes ya no existen -en realidad, están en vías de desaparición-, y la lengua guaraní, nos advierte el Censo de 2012 -con datos provisorios, es cierto-, está en vías de extinción; esta sería la tendencia.

No es el caso discutir si el diagnóstico es acertado, si se trata de cáncer o insuficiencia renal, de parálisis cerebral o alzheimer; de guaraní popular o culto, de diglosia o bilingüismo; el guaraní está enfermo de gravedad. Y no tenemos ni siquiera buenos médicos para un diagnóstico adecuado y acertado.

Durante la gran mentira de la dictadura -toda dictadura es un enorme fraude- se usó el guaraní para efectos de propaganda, y hay que decir que la mentalidad dictatorial está todavía vigente en la política lingüística actual. No; las enfermedades no se curan ni con leyes ni por decreto. Hay diagnósticos y recetas que son contraproducentes.

Desde hace años la lengua está siendo desplazada de su hábitat, de su tekohá. -y sin tekohá no hay tekó-; sin lugar donde ser y poner los pies no hay modo de ser posible. Ahí está el drama de los campesinos desplazados. Y tratándose de lengua, los desplazados son los usuarios de esa lengua; sin hablantes una lengua no es nada; apenas un monumento bibliográfico o una memoria fuera del presente y sin futuro.

En poco tiempo, digamos después de Itaipú, al Paraguay se le ha impuesto el destino de tener que ser un país deforestado; este sería su destino manifiesto y esa deforestación se ensaña en la tradición, el sistema económico, la honestidad política, la relación entre vecinos e incluso la comunicación dentro de la familia. Esa destrucción ecológica de la lengua se veía venir, pero se prefirió cuidar jardines cerrados para provecho de quienes pensaban que podían apropiarse de la lengua, cuyo dueño es el pueblo y somos todos, en provecho propio. Los gobiernos de tumo usan la lengua guaraní como propaganda. El Ministerio de Educación y el aval dado a instituciones de dudoso nivel superior, permitieron registrar y legalizar como privadas esas tierras malhabidas -perdón, esos espacios de lengua malhabidos- Nuestro guaraní, en nada oficial a pesar de la Constitución de 1992, se ve preso de macateros y planificadores burocráticos.

Tenemos ahora nuestro Curuguaty lingüístico, con muertos y heridos de ambos lados, y desconocimiento de la tercera mano que provocó la tragedia. ¿Quién emboscó a quién? Hay quienes acusan a los sojeros, a los patrocinadores de Río Tinto Alcán, a los mismos parlamentarios, a los medios masivos de comunicación, a la vanidad incluso de quien quería ser presidente, por designio de Dios (!!!). El guaraní no tiene enemigos muy diferentes. Pero si se hiciera un plebiscito en regla, ¿qué es lo que quiere el pueblo? Lo que en realidad quiere es la lengua habitual que sigue hablando, aun deforestada y maltrecha.

La lengua guaraní está desarmada, y tal vez es mejor que sea así, porque hay que sospechar de las armas viejas e inservibles con las que se le quiere armar. Necesita de otras defensas que las proporcionadas por el poder y el Estado.

Es desde la paz que trae una lengua de libre comunicación que hay todavía esperanza, no desde censos falseados ni propagandas ideológicas.

Asunción, enero 2013


NOTAS

7. Noviembre 2012 - enero 2013



BIBLIOGRAFÍA SOBRE “BILINGÜISMO” EN EL PARAGUAY

 

Varias líneas de fuerza atraviesan la producción bibliográfica sobre el “bilingüismo” del Paraguay, que son otros tantos puntos de partida metodológicos y aproximaciones formales con que se ha intentado analizar el fenómeno.

Así está lo escrito como expresión y apoyo a la vez de una determinada ideologización de la historia sociocultural del Paraguay, ya sea para justificar y exaltar el bilingüismo biétnico y mestizo de carácter colonial (Bertoni 1950; Insfrán 1942), ya sea para denunciar la relación diglósica y conflictiva del castellano dominante y del guaraní dominado (Cardiel 1900; Dobrizhoffer 1967; Meliá 1969, 1973, 1974).

En este rubro tienen que incluirse aquellos estudios que abordan el bilingüismo desde la perspectiva de la formación psicosocial del pueblo paraguayo, de su “alma”, de la identidad nacional (J.P. Benítez 1955; Livieres-Dávalos 1969; M. Domínguez 1946; N. González 1940; Guasch 1956; Jover Peralta - Osuna 1950) y aquellos que relacionan la situación de bilingüismo con la problemática de la creación y expresión literaria (Bareiro Saguier 1970); Bilbao- Villagra 1966; Plá 1970, 1974; Roa Bastos 1957). El grueso de esta producción es “nacional” y representa el esfuerzo de la intelectualidad paraguaya por entenderse desde sus ideologías dominantes y crear un estado de opinión, subjetiva si se quiere, pero dato importante para la captación del “sentimiento lingüístico” en el Paraguay. La importancia de este tipo de publicaciones no estriba tanto en su objetividad científica cuanto en el grado de aceptabilidad con que ha podido llegar a grandes sectores de la conciencia nacional y ser por ella asumida.

La peculiar situación del Paraguay ha sido también objeto de observación y de análisis por parte de lingüistas extranjeros atraídos por ese caso típico en la geografía de América. Algunas de estas comunicaciones no rebasan el mero relato de un viaje por una comarca lingüística interesante de la cual se hacen resaltar los aspectos más llamativos (Foquelquist 1950; Giménez Caballero 1958, 1966; Malmberg 1970; Penkert 1966). Es en esos trabajos donde la ideología de los nacionales ha influenciado activamente el punto de vista del observador.

Estudios más serios y prolongados, sin embargo, han situado el problema del bilingüismo de los paraguayos dentro de marcos y métodos de análisis más adecuados y científicos (Gregores-Suarez 1967; Rubin 1962, 1968), tomando incluso cierta distancia respecto a las ideas hechas sobre fenómeno tan complejo como el de la situación real de las lenguas en el Paraguay (Rona 1966). En los últimos años, el “bilingüismo” de los paraguayos ha recibido importantes aportes desde la perspectiva de la sociolingüística (Garvín- Mathiot 1960; Rubín 1968, 1969), aportes que, sin embargo, no han sido debidamente comunicados al lector paraguayo y por consiguiente están lejos de haber podido ser internalizados a nivel de conciencia social en el mismo Paraguay.

Como fenómeno propiamente lingüístico, la situación de contacto de las lenguas guaraní y castellana del Paraguay -y sus interferencias y fusiones- ha sido poco analizada tanto sincrónica como diacrónicamente, aunque la producción bibliográfica en este punto, si bien reducida en número, es de primera calidad (Morínigo 1959,1962; Malmberg 1947, por lo que se refiere al nivel fonético y morfosintáctico, y Cadogan 1962, 1966, 1967 b, 1970, 1973; R. Domínguez 1966, 1973 Morínigo 1931; Tovar 1964, por lo que se refiere a los cambios semánticos del léxico en razón del contacto). Es tal vez Cadogan quien más ha contribuido al análisis del fenómeno lingüístico paraguayo con sus estudios de antropología social, folklore y etnolingüística.

Una laguna muy sensible en esa producción bibliográfica se da todavía en el campo de la planificación lingüística que hubiera tenido que examinar muy de cerca la realidad lingüística de los escolares y asumir la incidencia de ese problema del “bilingüismo” en el proceso de la comunicación.

Algunos trabajos han señalado apenas el problema, más en términos de denuncia de una situación de comunicación absurda y de política a seguirse que en términos de planificación lingüística y programación, tarea por lo demás bastante ilusoria al margen de un Ministerio de Educación (Cárdenas 1974; Domínguez R. 1973; Fernández 1970; Manrique Castañeda 1969; Meliá 1971; Morínigo-Centurión 1958; Philipson 1950; Rubín 1967).

Una palabra, finalmente, para marcar el criterio seguido en la tarea de recopilación e indicar los límites de esta bibliografía.

Se han anotado los títulos de aquellas publicaciones que por su contenido se refieren específicamente al fenómeno lingüístico calificado de una manera o de otra como bilingüismo, y también aquellas que aún refiriéndose primordialmente al guaraní, lo hacen en tales términos de contacto y contraste con el castellano usado en Paraguay, que presuponen una situación di-lingüe. Se incluyen también referencias a páginas o capítulos de obras más generales, que son de relevancia significativa en el análisis del bilingüismo de los paraguayos. No se incluyen, sin embargo, las obras específicas en guaraní o sobre el guaraní que no digan relación directa al problema del bilingüismo, ni tampoco textos, ya verdaderamente bilingües, ya escritos en el guaraní paraguayo o en jopará, que, sin embargo, reconozco ilustran muy bien esta situación de contacto de lenguas. En este sentido, la presente bibliografía no da a conocer lo que es el bilingüismo del Paraguay, sino lo que se ha dicho sobre el bilingüismo del Paraguay.

Los escritos que aquí se consideran han sido publicados en forma de libro o artículo en revistas y en periódicos; noticias o apostillas periodísticas no se tienen especialmente en cuenta.

Esta producción bibliográfica citada, sin ser exhaustiva, es relativamente suficiente, y si fuera mejor conocida, permitiría tener una idea bastante adecuada de la situación lingüística del Paraguay y de su problemática; aprovechada críticamente, podría ser la base para futuras investigaciones que eviten repeticiones inútiles y reedición de viejos perjuicios.

Esta bibliografía tiene como base la que se adjuntaba al texto de 1974. Desde entonces, nuevas investigaciones y publicaciones han enriquecido el caudal inicial, aunque apenas hay innovaciones en la temática de lo que se define como bilingüismo paraguayo.

Me he permitido incluir en esta bibliografía una serie de trabajos de mi autoría, que van desde el año 1956 hasta el presente.



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INDICE

Biografía

Presentación

La tercera lengua del Paraguay

Preámbulo a esta edición

La tercera lengua del Paraguay

1. Ni bilingüismo ni diglosia  

2. Las tipifaciones del bilingüismo paraguayo

2.1 El bilingüismo biétnico

2.2 El bilingüismo cuantificado

2.2.1 Distribución de los hablantes paraguayos según los censos

Cuadro 1

Cuadro 2

Cuadro 3

Cuadro 4

Cuadro 5

Caudro 6

Cuadro 7

Cuadro 8a

Cuadro 8b

Cuadro 8c

2.2.3 Contraste lingüístico urbano-rural

Cuadro 9

Cuadro 10

Cuadro 11

Cuadro 12

2.3 El bilingüismo nacionalista

2.3.1 Ideologización psicosocial del bilingüismo paraguayo

2.3.2 La diglosia como crítica

3. La tercera lengua del Paraguay

3.1 Para una historia de la “tercera lengua”

3.2 La praxis trabajando la nueva lengua

3.3 Jopará o guarañol  

3.4 Reducción lingüística y nuevas estructuraciones

4. La situación lingüística del Paraguay

Tres ensayos sobre la formación de una tercera lengua

Preámbulo

Palabras mutantes

El tesoro de la lengua y las frases selectas

El guaraní colonial posjesuítico

El guaraní dependiente en tiempos de Independencia (1760-1870)

El corpus del guaraní en los tiempos de la Independencia

Esplendor y decadencia del guaraní (1760-1810)

Las proclamas del General Belgrano al pueblo paraguayo (1810)

La lengua guaraní sumergida (1811-1840)

El guaraní ausente

La dependencia del castellano

La deforestación lingüística en el Paraguay: problemas y soluciones

Notas sobre ecología lingüística

Renovación sin deforestación

Los diversos escenarios de la deforestación

El proceso deforestador

Los términos de parentesco

Religión

Plantas cultivadas

Deforestación de superficie y transformación de suelos

Otro mundo y otra lengua son posibles

Bibliografía sobre “bilingüismo” en el Paraguay

Bibliografía

 

 

 

 

 

 

 

 

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