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CARLOS MARTINI

  OCURRIÓ EN ABRIL - Por DELFINA ACOSTA - Domingo, 15 de Julio de 2012


OCURRIÓ EN ABRIL - Por DELFINA ACOSTA - Domingo, 15 de Julio de 2012

OCURRIÓ EN ABRIL

 

 Por DELFINA ACOSTA

 

Dos mujeres que se aman y un niño que presencia los cuidados amorosos, los abrazos que ambas se dan, para huir luego hacia la calle donde es atropellado por un auto, son los elementos que el periodista Carlos Martini utiliza para dar vida a una nueva novela. Bien delineada, por cierto, está la misma, pues la norma del buen lenguaje la sostiene en todo momento. Tarde de Abril se llama la obra y fue publicada recientemente por Criterio Ediciones.

Hay un mar de sicología, de recuerdos que torturan la mente, de necesidad de escapar de los fantasmas agobiantes, en las muy profundas aguas de esta reciente entrega de Martini.

La época en que suceden los hechos se ambienta en una Asunción en que las casas se construían sin piscinas; lo habitual era ir al cine Roma para ver alguna película que valiera la pena y los tragos se ingerían en el bar “El Oso”.

Mabel Meza no puede superar la tragedia de aquella noche en que su primo, Raulito, al observar una escena amorosa que lo asusta, corre desesperadamente hasta encontrar la muerte. Se vuelve casi alcohólica.

Siente que su entorno la acusa, aunque nadie es capaz de decirle nada en la cara. Los años van devorando su rostro y su figura. El sentimiento de culpa se le viene encima casi todos los días de su existencia y la soledad se convierte en su única compañía. Su psiquiatra le ayuda, sin conocer el verdadero motivo de su desgarramiento interior, a intentar olvidar y superar las cargas que atentan contra su estabilidad emocional.

Recurre a los mails. Evoca, de cuando en cuando, aquel encuentro que tuvo en el parque Carlos Antonio López con Laura y la señal de su idilio grabada en el tronco de un árbol.

Cuando el sentimiento de culpabilidad se le vuelve un peso casi intolerable, escribe una suerte de informe: “Mabel y Laura habían convenido en salir antes de sus clases en la universidad, encontrarse a tomar unos helados en El Oso, frente al cine Roma, y después ir a la casa de Laura. Olga estaba mirando televisión. Mabel y Laura estaban recostadas en la cama. Podían sentir el fresco que les llegaba desde el pasto del jardín que había sido regado en la tarde. Raulito estaba estudiando en la casa de un compañero.
“Mabel comenzó a acariciarle a Laura en un oreja. Luego fue hasta el cuello...”.

Pero este informe y los mails que envía a la mujer amada no son suficientes para sacarse de encima el duro peso de su conciencia torturada. Por otra parte, algunos testigos dan fe de que en la casa donde ocurrieron los hechos, los fantasmas, las criaturas de extraña forma hacen su aparición, lo que desespera más todavía a Mabel.

Un mensaje anónimo, escrito a máquina de escribir, dentro de un sobre, pone el acento dramático, exasperante, a su ya atormentada existencia: “Degenerada, por tu culpa le mataron a Rosa Díaz. Y ahora le hiciste lo mismo a tu primo Raulito. Ojalá seas desgraciada toda tu vida”.

En esta saga no escasean el suspenso, los misterios, el tiempo malbaratado en rumiar pensamientos, los intentos de escapar del pasado acusador de la manera que sea posible.

Escribe Carlos a título personal: “Sospecho que los seres humanos somos una extraña combinación de los sinuosos caminos de nuestra memoria de ayer, del presente con sus incertidumbres, angustias y esperanzas, de nuestros sueños de futuro, de las pesadillas que nos acompañan desde nuestras geografías íntimas más oscuras y sombrías, y de la creación de otras vidas que nuestra imaginación va tejiendo”.


POESÍA PARAGUAYA

Tus manos
y mis manos
se anudaron
como si tuvieran
las mismas
raíces.
Tu piel
y mi piel
ardieron
como retamas
de un mismo
sueño.
Con el correr
del tiempo,
tus recuerdos
y mis recuerdos
se juntaron
como cautivos
de un único
sueño.
Tu voz
y mi voz
se juntaron como ecos
de un mismo canto.
Entonces,
entre tú y yo
desaparecieron las fronteras
y los exilios,
las palabras
eran más que palabras
y los encuentros
una interminable reiteración
de bienvenidas.
Ahora,
todo es tan simple,
las palabras
ya no parecen palabras,
y no quedan gritos
ni conmociones
ahora,
todo está tan vacío
y carente de colores,
algo así
como una tarde
de otoño.

DOMINGO RIVAROLA

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Domingo, 15 de Julio de 2012

www.abc.com.py

 

 

 

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