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JENNIFER S. HARTLEY

  EL ARTE DEL SILENCIO de J.S. HARTLEY (OBRA EN UN ACTO) - Año 2005


EL ARTE DEL SILENCIO de J.S. HARTLEY (OBRA EN UN ACTO) - Año 2005

EL ARTE DEL SILENCIO de J.S. HARTLEY (OBRA EN UN ACTO)

 

** Título original: THE ART OF SILENCE

 

Por JENNIFER S.HARTLEY

 

** Arandurã Editorial

Año: 2005

Asunción-Paraguay

** Traducción al castellano: Nelson Viveros

** Fotografía: Paola Nuovo

 

**/**

 

PRÓLOGO

** Inclinado sobre la hoja blanca, dispuesto a escribir el pórtico de esta pieza teatral escrita por la mujer de teatro Jennifer S. Hartley, sentí, de pronto en mi pluma y sobre mis espaldas, el enorme peso metafísico de la cobardía, del arte del silencio por la sobrevivencia, de la vergüenza ciudadana, de la responsabilidad ética de los dramaturgos. Vergüenza por haber callado y seguir callando todo el oprobio que significó el tiempo de la indignidad y la humillación, de la tortura como método y arte maléfico de opresión y del silencio impuesto. Vergüenza de todos los que hoy, soberbios e impunes declaran a los cuatro vientos sus desmanes totalitarios y añoran el pasado dictatorial y en sus nostalgias aseguran que éramos felices y no lo sabíamos. Ciegos ante el dolor de las víctimas, cínicamente sordos ante el clamor y el grito de quienes eran cruelmente sacrificados en oscuras celdas, «sepulcro de los vivos», del Departamento de Investigaciones, de la oficina de Asuntos Técnicos, de las Comisarías, por quienes se decían defensores de la Paz y el Progreso.

** Muchos callamos por cobardía y urdíamos el arte del silencio como el precio de la paz y la sobrevivencia cuando no como manifiesta complicidad con los esbirros para alcanzar alguna migaja caída de la Poderosa Mesa del Terror y la Corrupción.

** Emilio Barreto, estudiante, mimo, actor. Cantor popular, docente, paraguayo añetete ohaihuva heta, arriero rechakua'a, heko marangatúva, py'a porã, trabajador honesto, sufrió durante trece años la garra violenta y ominosa de la tiranía que pretendió doblegar su espíritu solidario y su palabra denunciadora y rebelde. Ante esa realidad gran parte de la población cerró los ojos. Nunca existieron tales aberraciones y las violaciones de los derechos humanos denunciados era sencillamente una campaña difamatoria contra el Superior Gobierno. Cosa de políticos, mentiras, ficción.

** El Paraguay, era un oasis de paz, un país divino, siempre que fueras un artista para esconder palabras, hechos, ocultar verdades, construir paraísos de mudez, escenarios ciegos, risas falsas, prima veras de plástico. Los asaltos nocturnos y secuestros de honestos y valientes ciudadanos perpetrados por los grupos policiales y parapoliciales del terrible Departamento de Investigación de la Policía Nacional de la Capital, no existían. Tampoco podía hablarse de los terribles asesinatos de prisioneros políticos, de la represión violenta y muerte de campesinos, la persecución y el exilio de obreros, educadores, estudiantes. Las violaciones, abigeatos, robos, atropellos cometidos por políticos oficialistas, eran considerados actos de defensa del orden establecido y sus denuncias mera propaganda de una oposición desquiciada que con esa prédica solo pretendía dividir a la familia paraguaya.

** El arte del silencio, entonces, era cultivado por dramaturgos, escritores, políticos, empresarios, periodistas, estudiantes, amas de casa, agricultores, vecinos y amigos y novias y amantes. Solo en algunas catacumbas, donde se refugiaba la dignidad ciudadana, tal arte nefasto del silencio y la sumisión era despreciado. Solo aquellos quienes osaban mantener su dignidad y libertad vivían en una atmósfera de terror.

     Y Emilio jamás calló su voz.

     Pagó con trece años de prisión tal desafío.

     Todavía esa voz sigue detenida.

** Emilio Barreto aún sigue preso en las prisiones actuales de una mentalidad ciudadana que se niega a reconocer los hechos de la dictadura y que aún sigue condecorando con la impunidad a sus verdugos. Antes de la caída de la dictadura, conseguida ésta a cañonazos en la madrugada del 3 de febrero de 1989, las denuncias de Emilio no eran escuchadas, por las razones dichas, por todos conocidas. El miedo, la cínica sordera sino la interesada y brutal inferencia desmentían la realidad señalada por Emilio Barreto. Y hasta podríamos comprender, justificar, tal silencio. Pero, en tiempos de libertades públicas, ya con la publicitada democracia, esa voz debería multiplicarse, agigantarse, ante la evidencia de una realidad ominosa, que en verdad existía bajo el fétido manto de la apariencia oficialista.

** Sin embargo, todavía, y pese al hallazgo y la exhibición pública de los Archivos del Terror, y las muchas denuncias, reportajes, libros, testimonios, que desnudaron el sistema y demostraron que Emilio Barreto hablaba con la verdad y que su lucha era legítima en la defensa de la dignidad ciudadana, nuestra sociedad en su mayoría, siguió y sigue urdiendo la trama vergonzosa del arte del silencio. Esta hipócrita sociedad aún se niega a mirarse en el espejo develado de su realidad pasada y todavía maquilla, falsea, deforma su realidad presente. Antes no quería creer en la barbarie de sus gobernantes, en la vigencia de la tortura, en la vida mutilada impuesta por los que ejercían despótica y caprichosamente el Poder. Ahora tampoco quiere creer.

** Peor, de pronto algún sector de la sociedad, con el silencio del resto, reivindica la eficacia de la represión, de la tortura, y del exilio como método positivo de control social. Incluso, cuando el libro sobre la vida en prisión de Emilio Barreto se ofreció al público, la presentadora, una muy conocida figura del mundo intelectual, con-fundió la existencia real de Emilio y se refirió al libro de testimonio como de ficción literaria.

** La esquizofrenia social, la fragmentación de la conciencia pública y la pérdida de la memoria colectiva, amén de los intereses posmodernos emergentes en el proceso de transición democrática, son muros que crecen e impiden conocer en su verdadera dimensión la historia de nuestro pueblo. Se minimizan los crímenes y abusos políticos, se justifica la violencia del Poder Despótico, se olvida la responsabilidad del Juez y del verdugo. Se ironiza la suerte de las víctimas. Se sataniza la protesta, la disidencia y la rebeldía. Es decir, el ánimo social incrédulo ante los hechos y predispuesto a repetir la historia. Nostálgicos, deseamos volver al laberinto y convocar a los mismos e idénticos monstruos. Celosos, guardamos los huevos de soberbias dictaduras, quizá porque tengamos miedo a abandonar el irresponsable arte del silencio. ¿Cuándo escucharemos en su tiempo exacto el grito de nuestros héroes civiles, de nuestros artistas populares comprometidos con la libertad y la dignidad humana?

** Hoy, una investigadora cultural, Jennifer, inteligente escocesa, hermosa mujer de la escena, directora y actriz, nos ofrece ese rostro social descompuesto, pocas veces asumido en la dramaturgia nacional, en «EL ARTE DEL SILENCIO», una pieza de excelente estructura dramática, escrita sobre las memorias de prisión de Emilio Barreto.

** El Emilio Joven y el Emilio Adulto se alzan para intentar comprender la irracionalidad, la brutalidad y el absurdo del sistema represivo del general Storessner y sus secuaces. Ficción escénica para representar una realidad negada en su tiempo, considerada ficción. Realidad de hoy entendida como ficción de ayer. Paradoja cruel. El prisionero político, encerrado en una prisión real, el mismo prisionero, actor de su propia vida, Emilio Barreto, encarnándose a sí mismo. Encerrado en su historia. La ficción-realidad interpela a la realidad-ficción.

** Jennifer nos provoca e imputa. «El arte del silencio» evoca, recrea, construye en espectadores, lectores, ciudadanos, cómplices, verdugos, hoy como ayer, en el público, en nosotros, sociedad paraguaya, la asunción de una responsabilidad cívica por el pasado ominoso y el presente confundido. Desde el tablado escénico, con rigor dramático y estética intención, lejos de resentimientos sociales y panfletarismos, desafía la indiferencia, el miedo, el silencio. Pues seguimos cínicos, cobardes, miedosos o con evidentes intereses, cultivando tales menesteres, refugiándonos en la mudez, el olvido y la desmemoria.

** «El arte del silencio» no es un texto teatral solamente, es un pedazo vivo de nuestra historia reciente, una llaga aún abierta en la sociedad paraguaya.

** Sin duda alguna, Jennifer, con una perspectiva original y autorizada, enriquece con «El arte del silencio» la dramaturgia local y nos incita a una profunda revisión de nuestro quehacer teatral señalando las ricas vetas de la realidad próxima donde la ficción esconde sus formas escénicas dispuestas a dignificar la vida.

** Gracias a Jennifer, por esta provocación ética desde la mixtura escénica de realidades y ficciones, gracias por recordarnos la necesidad de reconocer públicamente nuestras miserias y el alto coraje cívico de ciudadanos de la talla de Emilio Barreto, un artista popular paraguayo, cuya gesta rompe los límites del escenario y se hace reflexión, dolor y esperanza, sobre el Paraguay de nuestros sueños. - MONCHO AZUAGA Abril 2005

 

 

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PALABRAS DE LA AUTORA

** En todas las sociedades hay una cercana interacción entre la historia, la política, la cultura y el teatro. En Paraguay, hay un nexo específico muy particular de influencias históricas, políticas y culturales que han influenciado el desarrollo del teatro en una forma particular. Las actitudes formadas por estos factores contextuales en Para-guay, dieron como resultado un teatro que tiene gran dificultad de lograr una posición segura e independiente. En vez de ello, al teatro paraguayo se le hace difícil expresar libremente temas o cuestiones nacionales. Fue el propósito de mi tesis doctoral explorar en profundidad estas cuestiones históricas, políticas, culturales y teatrales; y considerar cómo algunos hechos recientes pueden estar empezando a cambiar, aunque todavía en forma tenue y tentativa, la naturaleza de la expresión teatral en Paraguay.

** En la primera década de la democracia paraguaya el teatro parecía estar pataleando para sobrevivir: había menos obras, el público estaba disminuyendo, no parecía emerger ningún nuevo escritor. Lo que es más, parecía que la democracia no servía para analizar, discutir, entender ni avanzar luego de la opresión de la dictadura de Stroessner (1954-1989). El teatro paraguayo es un área de estudio muy poco examinada, prácticamente desconocida más allá, e incluso dentro de sus fronteras; y mi tesis buscaba examinar el teatro paraguayo desde las primeras épocas, teniendo en cuenta el gobierno histórico del país, y la psiquis de los realizadores de teatro y el público que se han desarrollado como resultado de generaciones de opresión socio-política. En una cultura predominantemente oral, con muy poca publicaciones organizadas en el pasado, la base de la tesis surgió del uso extensivo de entrevistas personales usadas como la limite primaria de información; periódicos, publicaciones, y el material de archivo del gobierno fueron usados siempre que se pudo. Al mismo tiempo, la tesis establece la importancia del vínculo entre el teatro y la política, la opresión y la memoria colectiva, y toca a grandes rasgos el campo del Teatro del Oprimido de Augusto Boal, pues éste falla en establecer un periodo antes de su práctica teórica, en un pueblo que parece buscar abiertamente la opresión y lamentar su ausencia. Se investigó el aparente crecimiento del teatro durante la dictadura y su decadencia durante la democracia, argumentando que el teatro paraguayo fue tanto manipulado como manipulador de la política. Los realizadores de teatro que tenían éxito durante la dictadura o no tocaban situaciones sociales y políticas o lo hacían en forma indirecta. La severa decadencia económica, política y social en el Paraguay y la inseguridad de la vida diaria han empujado al teatro al trasfondo. No obstante, es evidente que el teatro en las comunidades y que programas de descentralización del teatro surgen lentamente fuera de la capital, basados en la interpretación de los escritos de Augusto Boal, conducidos por muchos de los antiguos elementos teatrales revolucionarios. El potencial para el cambio existe y permitirá el continuo crecimiento y fortalecimiento del trabajo teatral no oficial. Sin embargo, esto está contra-balanceado en la figura de personas con poco concepto de la democracia por culpa de haber vivido tanto tiempo bajo la opresión. Mientras que el desarrollo teatral era estimulado por la opresión dictatorial y, hasta cierto punto, unificó la lucha por el cambio, no queda claro si la opresión económica y social que surge del establecimiento de una democracia tendrán un efecto similar, especialmente en un país donde la democracia no tiene ni las bases ni las experiencias del pasado sobre qué construir, lo que a menudo deriva en impaciencia, apatía o incapacidad de progresar.

** En 1999 empecé una serie de entrevistas para mi tesis con varios realizadores de teatro del Paraguay. Muchos sospechaban tanto de mi trabajo como de mis intenciones y, como resultado, no estaban dispuestos a hablar. Pero otros sí hablaron conmigo y me proveyeron de una invaluable perspectiva interior de su vida en el teatro paraguayo. Muchas de estas entrevistas han permanecido en mi memoria y cuando se concluyó la tesis, me di cuenta que había usado solo una fracción del material que había recolectado. Lo que es más, me di cuenta que se trataba de un privilegio el que me haya sido otorgada esa información, y que lo correcto sería que yo bus-cara una forma de hacer más uso de todo ese material recolectado. Quería encontrar una forma más directa y personal de compartir los pensamientos, las personalidades, las vidas, sobre las que con mucho honor empecé a tener un vistazo.

** Una y otra vez mis pensamientos volvían a Emilio Barreto, quien había dejado tal impresión no solo en mí, sino también en mi trabajo como realizadora de teatro. Desde que realicé las primeras entrevistas, he trabajado con muchas personas de otros países quienes habían sido prisioneros políticos y que habían sufrido bajo severa opresión y tortura. Pero fue la historia de Emilio la que primero me había impactado e instado a investigar más. Y así, mientras pensaba en mi siguiente paso, parecía obvio que lo próximo que escribiera tendría que ser acerca de Emilio. Y así, llegué a escribir una obra basada en las experiencias en el calabozo, que Emilio había compartido conmigo.

** Cuando Emilio dio su permiso para escribir la obra, dudo que alguno de los dos haya pensado en la montaña rusa de emociones que ésta estaba destinada a traerle. Escribir la obra fue complejo á veces, porque quería una obra que hablara a todos aquellos que hayan sido oprimidos bajo un sistema político, y al mismo tiempo quería serle fiel a los recuerdos y experiencias de Emilio. Desde ese punto, hasta llegar a dirigir la misma obra con Emilio actuando de sí mismo en ella, ha sido una de las experiencias más increíbles que cualquier escritora y directora haya imaginado jamás. En ocasiones no ha sido una experiencia fácil, pero es una experiencia que me hace sentir privilegiada por haber formado parte de ella, y una experiencia que estoy segura marcará mi trabajo de aquí en más.

** La obra tiene la intención de convertirse en una herramienta para enseñar y en memoria de las atrocidades que ocurrieron: atrocidades por las que solo un puñado de chivos expiatorios fueron castigados. La obra fue escrita como gesto de respeto hacia todos aquellos que se oponen a la opresión de cualquier forma en que puedan. La obra es un regalo a Emilio y a su familia para decirles gracias por compartir conmigo, por acogerme, enseñarme y recordarme que siempre tengo que creer y defender mis ideales.

     EMILIO ADULTO - No era valiente.

     EMILIO JOVEN - ¡No soy un cobarde!

     EMILIO ADULTO Que no es la misma cosa.

** Estas líneas de la obra para mí representan el horror de aquellos que como Emilio sobrevivieron, y la fuerza de carácter que debieron tener para hacer incluso más que eso. El silencio es verdaderamente un arte, pero el momento de hacer silencio ha terminado hace mucho tiempo en Paraguay.

** Que se terminen los gritos en silencio y que comience el diálogo. Gracias a todos aquellos que me han ayudado en mi viaje personal, recordándome que siempre hay algo más que aprender, que siempre hay tiempo para crecer. - J.S. HARTLEY - Marzo 2005

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