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Historia Política


1º de marzo de 1870 - Muerte del Mariscal Francisco Solano López
(08/03/2012)

1º DE MARZO DE 1870

MUERTE DEL MARISCAL FRANCISCO SOLANO LÓPEZ

 

Sobre testimonios de Juan Silvano Godoi, en base a una publicación realizada en Asunción en 1912 bajo el título: “El Barón de Río Branco, el Mcal. López y el concepto de patria”

 

Artículo de JORGE RUBIANI

 

Algo de ambas características contienen las revelaciones de supuestos “papeles del Gral. Patricio Escobar” que describen la muerte del mariscal Francisco Solano López. La especie ha llamado la atención porque nunca antes formaron parte de lo difundido entre los incidentes guerreros. Ni aun en los tiempos duros de la posguerra en los que tales versiones —si de verdad existieran— hubieran trascendido para integrarse a la historia conocida. Décadas aquellas, en las que el lento desmadejar de los acontecimientos y la descarada participación de argentinos y brasileños en la vida política nacional hicieran que muchos detractores del Mcal. López pasaran a motejar de “invasores” a quienes “nos trajeron la libertad y la civilización”; mientras que otros enaltecerían “la heroica defensa del pueblo paraguayo” y hasta honrarían a algunos “soldados de López” como José Díaz o Francisco Martínez, para empezar a revertir la simple concepción de los vencedores.

Uno de los referentes de aquellos tiempos de conflictos entre ideales y conciencias fue Juan Silvano Godoi.

 

GODOI

Uno de los temperamentos más ardorosos e idealistas de la posguerra de la Triple Alianza, Juan Silvano fue uno de los jóvenes regresados al país para la casi imposible misión de impulsar la creación de instituciones democráticas y poner coto a las desmedidas pretensiones de los invasores. Por tanto, desarrolló su actividad en un ambiente poco propicio para la vigencia de los sueños prometidos por quienes habían convertido al Paraguay en tierra arrasada y sucursal de sus anárquicas sociedades.

Nació en Asunción el 12 de noviembre de 1850 en el hogar formado por el coronel Juan Vicente Godoy y doña Petrona Echagüe de Godoi. Con sus hermanos Nicanor y Marcos, se trasladó hasta Santa Fe, Argentina, para proseguir sus estudios. Recalaría más tarde en Buenos Aires en donde no culminó la carrera de Derecho retornando finalmente al Paraguay en enero de 1869. En esa época, Juan Silvano “se había convertido en francmasón y librepensador”, pese a la orientación religiosa de su educación en el Colegio Jesuita de Santa Fe. Una de las peculiaridades de su curiosa personalidad fue que, en el uso de la escritura, adoptaría el hábito de prescindir de la “y” griega y de la “g” cuando en vez de esta podía usar la “j”. Igualmente, acentuaba las preposiciones y la conjunción “i”. Tenía fama de experto tirador y sus contemporáneos comentaban que acostumbraba grabar sus iniciales a balazos, en los troncos de los árboles. Ya en Asunción y tras el asesinato de su hermano Marcos, actuó decididamente en la oposición, constituyéndose en un factor preponderante de la trama urdida para eliminar al presidente Juan Bautista Gill. Abortada la conspiración después del asesinato del presidente, Godoi vivió un largo exilio en la capital argentina. Allí, su fama de hombre culto y educado le abrieron las puertas de la intelectualidad porteña. No por eso dejó de operar con diversas tentativas para derribar los gobiernos sostenidos en su país, por “los soldados de López”. Desde Buenos Aires, tuvo la oportunidad de viajar a Europa donde adquirió una valiosa colección de obras de arte, libros y manuscritos.

Juan Silvano Godoi haría un segundo y definitivo retorno al Paraguay. Fue en 1885, y en 1901 sería nombrado director general de la Biblioteca, Museo y Archivo de la Nación. Falleció en Asunción, en enero de 1926.

 

EVOCACIÓN DE LA GUERRA

Como muchos autores, Juan Silvano Godoi no pudo sustraerse a la intensa emoción que le deparó la cercana experiencia de la guerra y, en especial, la homérica resistencia de todo el pueblo paraguayo en armas. Y aunque reconociera la grandeza del Mariscal, lo omite de sus elogios para volcar toda su admiración al general José Eduvigis Díaz, a quien le dedica varios estudios.

En la página del libro mencionado bajo el título de este trabajo, Godoi anuncia el propósito de aquella publicación:

 

“PROPÓSITO.

“No es nuestro propósito entonar el himno sacro de nuestras glorias patrias. No venimos como el espectro de Clitemnestra á despertar sobresaltadas á las Euménides que dormitan en el umbral del templo de Delfos, para revelarles la fatídica consigna. Tampoco intentamos revivir con el sonido de nuestro plectro a los guerreros muertos, para incitarles a la venganza, como el bardo de Ossián á las sombras de los soldados de Fingal en los valles del Morven.

No nos proponemos herir el roto escudo de armas del pueblo sojuzgado, con el intento de que sus vibraciones dolientes lleven la turbación ó la congoja á las conciencias, acaso hoi contritas de los afortunados vencedores.

Simplemente pretendemos levantar por algunos instantes el sangriento sudario que envuelve el esqueleto de la nación caída, con el fin de asistir á los últimos momentos del paladín insólito que la alimentó, la galvanizó, la levantó, la defendió i le inoculó acción pujante con su poderoso aliento.

Las glorias de la epopeya paraguaya perdurarán todavía cubiertas de crespones. Únicamente el tiempo será la augusta mensajera que transmita, en edad remota, su excelsa grandeza á la posteridad”.

 

DESCRIPCIÓN DE LA MUERTE DEL MARISCAL

En la página 124, Godoi describe la escena registrada el 1º de Marzo de 1870, a orillas del Aquidabán Nigüi. Debe recordarse que, regresado al Paraguay en los inicios de 1869, el autor fue interlocutor de prácticamente todos los protagonistas de aquel día, tanto de paraguayos como de extranjeros. Por lo que habría estado en perfecto conocimiento de lo acontecido:

“... ¡Por fin está ahí! —Sí, allí está, después de cinco años i dos meses de la más cruenta y trájica de las guerras internacionales dentro de la civilización cristiana. Una nación culta, civilizada i viril, ha sucumbido como un solo hombre á su rededor acompañándole. Le ha secundado, sostenido i seguido más allá del sacrificio, más allá de lo verosímil... hasta el martirolojio.

El mariscal López herido se halla sentado en el cauce del río Aquidabanigüi, ribera derecha, medio recostado sobre la barranca, con la mitad del cuerpo metido en el agua, conservando su espada en la mano. Está solo, completamente solo, librado á su destino ¡quién lo creyera! abandonado de todos: en el perfecto de sus facultades mentales, en todo su varonil coraje, resignado, indiferente, irreductible, anteponiendo su formidable desprecio por sus enemigos á los dolores atroces que torturan su alma i su corazón en aquel amargo, espantoso trance; é iluminada su cabeza de singular expresión por una aureola de luz, aunque siniestra e inmensamente rutilante que no conquistará jamás ningún otro paraguayo ni acaso ningún americano.

Los fieles i últimos servidores, leales entre los leales, coronel Luís Caminos, capitán Francisco Argüello i el alférez Chamorro acaban de sucumbir cerca de su persona, defendiéndole. El brigadier Correia da Cámara, más tarde vizconde de Pelotas, que llega con premura, baja de su montado, penetra apresuradamente en el agua á pié, se aproxima á López, se dá á conocer i le intima rendición, garantiéndole la vida.

Solano López, presidente de la república i jeneral en jefe de sus ejércitos, por toda contestación levanta rápidamente su espada —que no se veía por tener metida la mano que la empuñaba en el fangoso charco— y descargando con toda su fuerza una estocada á fondo, sin dar en el blanco, exclamó: ¡Muero con mi patria!

El jeneral Cámara, que salvó milagrosamente de ser herido, ofendido é indignado, ordenó, dice don Rodolfo Alurralde: ‘Maten a ese hombre’. Entonces un tiro de rifle á quema ropa en el pecho, dejó inmediatamente muerto en el sitio al mariscal López.

Así pereció el inmenso tirano, pero jigante paraguayo, el carácter más poderoso entre los hijos ilustres de la América, después de Bolívar, Washington, San Martín y Pedro 1º de Braganza”.

 

CONCLUSIÓN

El autor nos aclara en relación al señor Alurralde, que se trata de Ramón Alurralde, “... caballero argentino de familia principal de Tucumán, pariente del jeneral Roca, que acompañó a la división brasilera que operó en Cerro Corá como empleado superior de la proveeduría, y presenció de cerca los acontecimientos sobre el terreno el memorable día 1º de Marzo”.

Sobre este mismo testimonio, algunas crónicas elaboradas en la posguerra aseguraban que el Gral. Cámara había ofrecido 100 libras a quien diera muerte a López. Tampoco se desconocía que el mismo emperador Pedro II no admitía una “solución final” al conflicto sin la muerte del presidente paraguayo; o al menos, su rendición incondicional. Por lo que nadie duda de las ganas que habrían tenido los soldados brasileños en obtener la ansiada recompensa. Y mas aún cuando su mismo comandante en jefe les instaba a “matar a ese hombre”.

Terminada la guerra, hecha la paz y al momento de elaborar los informes finales, Cámara todavía intentaba convencer a propios y extraños de que él en realidad no había dicho “maten a este hombre”, sino “desarmen a este hombre”.

Y aunque repitió esta versión hasta diez años después de finalizado el conflicto, nadie desmintió lo de las 100 libras. Tal vez una próxima “revelación” nos depare la novedad de que la oferta no habría sido otra cosa que un incentivo para quien convenciera al Mariscal —por las buenas, desde luego— de deponer las armas y terminar la guerra. Pero el jefe paraguayo, tozudo y empecinado a morir por la patria, no ofreció resquicio para la negociación.

Por lo que habrá que seguir hurgando entre “olvidados papeles” o por “perdidos anaqueles...”.

Expertos en Semiótica afirman que la crítica constructiva no existe. Que cualquier crítica ES necesariamente destructiva porque intenta, con lógica y argumentos, desmantelar una determinada posición, valor o concepto, para sustituirla por otra diferente. En el campo de la historia nos encontramos a menudo con medias verdades y mentiras completas. Estas pueden ser desenmascaradas fácilmente. Las medias verdades, sin embargo —mentiras al fin—, llevan un poco más de tiempo y mucho trabajo.

4 de Marzo de 2012

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Fuente digital: www.abc.com.py

 

 

 

Enlaces internos de lectura recomendada :

*.  EL CRIMEN DEL AQUIDABANIGUÍ. Por LUIS VERÓN, Artículo publicado en ABC COLOR, 2012

 *. GENERAL PATRICIO ESCOBAR, GUERRERO, DIPLOMÁTICO Y ESTADISTA. WASHINGTON ASHWELL. Prólogo de JULIO CÉSAR FRUTOS. Editorial MEDUSA. Diseño de tapa: FRANCISCO AQUINO ZAVALA. Asunción – Paraguay 2011 (205 páginas)

*. FRANCISCO SOLANO LÓPEZ. MEMORIAS DE LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA. Por JULIO CÉSAR FRUTOS. Editorial MEDUSA. Asunción Paraguay 2011

*. Alférez IGNACIO IBARRA - 1° DE MARZO DE 1870,  CERRO CORÁ. Fuente del documento: TESTIMONIOS DE LA GUERRA GRANDE y MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ, TOMO I - Recopilación, Introducción y Notas de JULIO CÉSAR FRUTOS. Edición especial de SERVILIBRO para ABC COLOR. Asunción-Paraguay 2007 (107 páginas)

*. LA MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ. DOCUMENTOS HISTÓRICOS. Por MILVA RIVAROLA. BIBLIOTECA DE OBRAS SELECTAS DE AUTORES PARAGUAYOS Nº 11. EDITORIAL SERVILIBRO. Asunción -Paraguay, 2011.

*. TESTIMONIOS DE LA GUERRA GRANDE: Sargento Mayor GASPAR CENTURIÓN. Sargento Mayor ESTANISLAO LEGUIZAMÓN. Capitán de Fragata ROMUALDO NÚÑEZ. Oficial de marina MANUELTRUJILLO. Teniente Coronel JORGE THOMPSON - MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ: JUAN SILVANO GODOY. VIZCONDE DE TAUNAY - TOMO II. Compilación, introducción y notas de RICARDO SCAVONE YEGROS. COLECCIÓN IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY Nº 2. DIRIGIDA POR RUBÉN BAREIRO SAGUIER Y CARLOS VILLAGRA MARSAL © Edición especial de SERVILIBRO, Asunción - Paraguay 2007 (117 páginas).




 

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