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Historia Política


Prehistoria del territorio, hoy ocupado por la República del Paraguay
(29/03/2012)

LA PREHISTORIA

 

Por MIGUEL CHASE-SARDI

 

        

         ANTECEDENTES DE LAS INVESTIGACIONES

 

         En estas rápidas notas sobre la prehistoria del territorio, hoy ocupado por la República del Paraguay, me basaré fundamentalmente en los trabajos de Gordon R. Willey (1971, II), Betty J. Meggers (1976), Betty J. Meggers y Evans Clifford Jr. (1954, 1963, 1973), José Imbelloni (1926, 1937, 1939, 1948, 1959), Salvador Canals Frau (1950, 1953), Ramón Juste Martell S.J. (1957) y sobretodo en el de Branislava Súsnik (1975,1978,1979-1980,1982-1983). También, tendré en cuenta, aunque no los citaré ni describiré directa ni exhaustivamente, por la tiranía del espacio, a José Luiz de Morais y José Antonio Perasso (1984 y 1986), así como al magnífico libro de Isabel Hernández (1992).

         Los comentarios no pretenden ser exhaustivos ni totalmente probados, sino nada más ni nada menos que una aproximación al problema. En este país no se han realizado investigaciones arqueológicas serias. No conozco trabajos de etnoarqueología. Las excavaciones sistemáticas son muy escasas (Morais y Perasso, 1984 y 1986) y los trabajos realizados pero no publicados y estúpidamente guardados casi en secreto, en especial los del área de Itaipú. La mayoría ha sido ejecutada por dilettanti, por aficionados, con el brutal método de pala y pico, y no por exploraciones metodológicamente correctas. Por ejemplo, cuando al arar la tierra, un campesino agricultor rompe la tapa de una urna funeraria indígena y la noticia llega a oídos de un buscador de "plata yvyguy" (fisgoneador de    tesoros escondidos), éste, generalmente rompe el recipiente de cerámica para revisarlo, por motivos folklóricos que aquí están fuera de tema. El buscador de tesoros avisa a los coleccionistas y se los vende. Así se ha obtenido gran parte del material lítico y el cerámico. También, de esta manera, se hallaron los exiguos restos fósiles, que se exhiben en los pocos museos o se conservan en las colecciones privadas. Mejor que nada. Por comparación con los excelentes trabajos hechos en Brasil y Argentina, amén de otros países cercanos, podemos tener una idea conjetural de nuestro pasado anterior a los relatos, explicaciones y documentos escritos, históricos o contemporáneos.

         Tampoco existen dataciones del pasado con ninguno de los modernos

métodos del carbono 14, el flúor o argón  radiactivo o la termo-luminiscencia. Ni siquiera se han empleado los viejos, con relación al estrato geológico en el que se hallaban, a las edades del desarrollo de la Tierra, ni en las que vivían los animales o vegetales asociados al fósil aludido, o a la dendrocronología.

 

         EL POBLAMIENTO PRIMITIVO DE AMÉRICA

 

         Brasseur de Bourbourg (Canals Frau, 1950, 2a. Parte, Cap. 2), americanista francés, alrededor de la mitad del siglo pasado sostuvo la peregrina idea de que el Imperio Egipcio era una derivación de las culturas centroamericanas. Máximo Soto Hall (1937), otro autor, esta vez americano, por la primera mitad del siglo que corre lanzó otra teoría puramente imaginativa. En un pequeño manual aseveró que tanto los habitantes como el Imperio citado, serían productos de una migración Maya.

         Pero, la más famosa de todas, que asegura el nacimiento de la humanidad en nuestro continente, es la teoría del sabio ítalo-argentino, Florentino Ameghino (1906, 1915, 1921). Precisamente en la Provincia de Buenos Aires, en Fontezuela y Arrecifes, se encontraron cráneos. En la Pampa y la Mesopotamia argentina, otros restos humanos. Contando tan sólo con 27 años de edad, al volver de sus estudios en París, en 1881, tenía elaborada su cadena de hipótesis sobre los supuestos "homunculídeos", antecesores de los monos antropomorfos, como de la rama cuyo descendiente final es el Homo sapiens.

         A estos ascendientes los denominó Tetraprothomo, Triprothomo, Diprothomo y Prothomo. Poseían características genéricas. El último habría dado la posibilidad de la aparición del género Homo y, por lo tanto de nuestra especie, Homo sapiens. Las especies o los géneros encontrados en el viejo mundo, serían desarrollos laterales de alguno de los nombrados por Ameghino.

         Este sabio, gran zoólogo y paleontólogo, dedujo sus hipótesis y elaboró su fantasiosa teoría, de algunos pocos huesos fósiles, o en proceso de fosilización - los catalogó como paleoamericanos del Periodo Pleistoceno, comienzos de la Era Cuaternaria - encontrados con vestigios pertenecientes a animales de la Edad Terciaria. La teoría provocó una enorme conmoción en los círculos científicos y alcanzó popularidad entre la gente culta de la Argentina y de otras partes del mundo.

         Luis Pericot y García (1962), en su erudita y voluminosa obra sobre el Hombre Americano, da cuenta de la historia y los detalles de esta heterodoxa teoría. En el Apartado III, del Cap. II, de la Primera Parte, deja entender que anímales, iguales o semejantes, extinguidos en otros lugares del mundo, como el Toxodon, Hippidium, Mastodon, Mylodon, Glyptodon, Pleurodestodon y Paleolama, de fines de la Era Terciaria, existían aun asociados al ser humano del paleolítico en la región del Río de la Plata. Supongo que ellos habrían fenecido en esta parte del planeta, más tarde que en las demás. Y de que allá eran contemporáneos de la humanidad -en el estadio paleolítico correspondiente al Nuevo Mundo. Esto es evidente, por los huesos aplastados para obtener la médula, las incisiones ornamentales y su uso, incluso, para construir sus rudimentarios habitáculos.

         El checoslovaco, con carta de ciudadanía norteamericana, Ale Hrdli ka (1925), viajó acompañado por uno de los geólogos más respetados en su tiempo, para observar los restos obtenidos por Ameghino y sus colaboradores y los lugares y condiciones en los cuales fueron descubiertos. No negó su gran saber científico, en paleontología y zoología. Reconoció que en esas materias realizó grandes contribuciones científicas. No obstante, halló sus falencias que acertadamente atribuyó a un desconocimiento parcial de la geología. Se había equivocado en cuanto a los estratos en todas sus investigaciones. Además, anatómicamente, las piezas humanas correspondían a las de aquellas poblaciones indígenas que encontraron los conquistadores españoles. Su ergología era idéntica a la de los fuéguidos y pámpidos paleolíticos. También se había pasado por alto que ya el investigador dinamarqués Sören Hansen, en 1888, había determinado a estos cráneos como dolicocéfalos de tipo Láguido. Así fue demostrada como totalmente falsa la teoría de la génesis de la humanidad en Sudamérica.        

         Están actualmente contestes los antropólogos de que el Paleo-americano no es ni autóctono ni originario de nuestro continente. Desde la primera población humana, fue entonces de inmigrantes. Los autores no están de acuerdo en la datación cronológica de esta penetración humana en América. Algunos hablan de 30.000 y otros de 15.000 años a.C., posiblemente, durante la última glaciación Wurm-Wisconsin. Era una época contemporánea al Paleolítico Superior del Viejo Continente. Los hallazgos arqueológicos demuestran, casi con certeza, que 10.000 años a.C. América estaba poblada por cazadores especializados o superiores, de una industria lítica muy semejante a la Solutrense.

         En cuanto al origen racial del hombre americano, se han establecido dos escuelas contrapuestas. La Escuela llamada Americana, liderada por Ale Hrdli ka (1925) que nos habla de la homogeneidad racial del hombre americano, reconociendo que hay algunas pequeñas variaciones, posiblemente preamericanas o por la adaptación a nichos y hábitat ecológicos nuevos. El ser humano de América tendría un homotipo mongoloide, sería originario del Asia y llegado solamente por el Estrecho de Bering. La cultura de estos primigenios migrantes habría sido de carácter inferior y semejante. Sólo después de su llegada al llamado Nuevo Continente se diferenciaron.

         La Escuela llamada Europea o de las Corrientes Interoceánicas, cuyo máximo exponente es el fundador del Museo del Hombre, de París, y valiente maquis, el eminente sabio, Prof. Paul Rivet (Prólogo de Paulo Duarte en la edición brasileña de 1960). En 1943, publicó en Montreal, Canadá, su teoría sobre la heterogeneidad o pluralidad racial de los americanos. Habrían llegado al continente no solamente por el Estrecho de Bering, sino por los océanos, que para aquél no constituyen vallas, sino rutas abiertas a la migración. Supuso que arribó, cada corriente, por caminos diferentes, trayendo una variedad racial distinta y siendo portadora de culturas con peculiaridades diversas. En 1950, editó nuevamente su teoría, en forma más completa y rica. Sostenía que la mezcla de culturas y el mestizamiento biológico llevaron a cierta tendencia ortogenética, por el aislamiento de los troncos de orígenes y por la sobreposición de estratos distintos en el mismo territorio.

        

         RESTOS ÓSEOS

 

         Los hallazgos de restos óseos encontrados hasta ahora, distan mucho de ofrecer un horizonte completo de los antecesores de los actuales indios de Sudamérica. Vastas áreas de nuestro subcontinente están cubiertas de enmarañada selva virgen, que prácticamente no ha sido explorada científicamente hasta el momento. Y en esta época, en que el ecocidio se comete en pos del lucrativo negocio de la venta de la madera, la forma en que se aniquilan las selvas e incluso el efecto del anterior abigarrado crecimiento de ellas, imposibilita la conservación de ningún tipo de parte útil para la etnoarqueología. Así como no se tienen datos fehacientes de las corrientes migratorias para todo el subcontinente; menos aún se poseen pruebas cronológicas en el Paraguay. Y los pocos restos óseos que se hallaron, no han pasado por ninguna de las pruebas científicas, ni antiguas ni modernas, para datarlas. Sólo se pueden hacer suposiciones, reiteramos, especulaciones, con el pobre material que está en nuestras manos aquí, usando el método comparativo con las múltiples piezas semejantes obtenidas en las naciones vecinas. Resta hacer deducciones, nunca seguras, de los excelentes trabajos realizados, como dijimos, en Argentina y Brasil. El Paraguay es una mancha en blanco en la arqueología sudamericana. Para evitar falsas interpretaciones, por lo tanto, citaré lo que dicen aquellos poquísimos documentos de relativo peso científico, a pesar que los investigadores aún no se han puesto de acuerdo sobre la mayoría de los puntos.

         La estimación cronológica es problemática ya que ni la estratigrafía geológica, ni la asociación de remanentes óseos fosilizados del ser humano con los mamíferos pleistocénicos, en poquísimos yacimientos, no pueden interpretarse como pruebas concluyentes.

         Los modernos métodos de datación química y física, sólo proporcionan resultados efectivos, aunque siempre relativos, si se elaboran estas pruebas de laboratorio inmediatamente después de extraer el material arqueológico. Tampoco se procede con uniforme criterio en el estudio de la morfología etnobiológica de los restos antropológicos fosilizados. Y lo más doloroso es que nuestros gobiernos, incluso en la democracia, no tienen ningún interés científico.

 

         LAS CORRIENTES MIGRATORIAS

 

         José Imbelloni y sobre todo Salvador Canals Frau (1950), así como Branislava Súsnik (1982-1983) nos dicen de varías corrientes migratorias. La primera sería de Tasmanoides, semejantes a los primitivos habitantes de Tasmania, con quienes el imperialismo inglés cometió un horrible genocidio (Murdock, 1956, Cap. I). En la etnología americana se designan con el nombre de Fuéguidos, porque sus más antiguos habitantes: los Chono, Alacaluf, Yahgan y Yamana vivían en la Tierra del Fuego.

         En 1923, en Río Bamba, Ecuador, fueron encontrados unos fragmentos de esqueletos humanos, en un depósito de ceniza volcánica. A unos 20 metros de dicho lugar se encontraron restos óseos pleistocénicos, del ascendiente americano del caballo y del mastodonte andino, asociados con otras formas de la fauna moderna. Esto dio pie a pensar en una transición entre los últimos momentos de la época glacial y el principio del Holoceno. Los restos humanos están compuestos de un solo cráneo incompleto, sin la mandíbula inferior, por lo que su clasificación racial es sumamente difícil. La mayoría de los antropólogos físicos los clasifican como pertenecientes a un individuo mestizo melanesio-australoide. José Imbelloni (Canals Frau, 1950) le atribuye caracteres fuéguidos.

         Es muy difícil, que esta corriente migratoria haya llegado por vía marítima, pues se sabe que los habitantes de la isla de Tasmania, así como los australianos, no eran navegantes, aunque sí muy buenos nadadores. Según el prehistoriador portugués Mendes Correa (1928), en épocas finales del Pleistoceno, habría habido un corredor de tierra que unía el sur de Australia con la isla de Tasmania, la parte del Antártico que da hacia el Atlántico, y la Tierra del Fuego con el Cono Sur. Otra variante sería una faja de tierra que pasaba directamente por las proximidades del Polo Sur y unía Oceanía, Australia, la Tierra del Fuego y el actual territorio de la Argentina.

         En cuanto al ambiente climático, en varias épocas interglaciales, y posteriormente al último glacial, la Antártida habría tenido un clima, relativamente benigno. Por ello, Branislava Súsnik (comunicación personal) es de opinión que lo asegurado por el prehistoriador portugués habría sido posible.

         Esto nos interesa para la explicación de cómo en las áreas circundantes al Paraguay Oriental se encontraron esqueletos (Peter Wilhelm Lund, correspondencia), en los cuales existirían aspectos raciales que indicarían cierto mestizamiento de Fuéguidos y Láguidos. A continuación nos referiremos a la corriente migratoria de los Láguidos y cómo ella llegó a lo que hoy es nuestro país.

         El hombre llamado Láguido fue investigado por Peter Wilhelm Lund, quien trabajó en el Estado de Minas Gerais, Brasil, en las cuevas del distrito de Lagõa Santa desde 1835 hasta 1844. Su tenacidad lo llevó a descubrir restos óseos humanos de unos 35 individuos en la cueva de Sumidouro. Esta tarea pasó inadvertida hasta que en 1926 el Museo Nacional de Rio de Janeiro y la Academia de Ciencias de Belo Horizonte continuaron los trabajos. La antigüedad fósil de estos restos se dedujo de los estratos geológicos donde se encontraron, y también de huesos de animales pleistocénicos asociados, como por ejemplo de gliptodontes. Los cráneos son dolicocéfalos, bóveda alta y pragmatismo nasal. El sabio francés Armando de Quatrefages (1889), fundador de la Sociedad y los Congresos de Americanistas - y ex marido de Elisa Alicia Lynch, quien fuera fiel compañera del Mcal. Francisco Solano López -fue el primero en compararlos con cráneos melanesios, dándoles el apelativo de Paleoamericanos. En

1943, les dieron el nombre de Láguidos y determinaron que sus descendientes directos actuales serían los Aimoré-Botocudo de la familia lingüística Ge. Aún se conservan restos de estas poblaciones en la meseta de Minas Gerais (Canals Frau, 1950; 1953).

         Estos Láguidos, llamados Melanésidos por Imbelloni (1937, 1938) y Rivet (1960), para designar a los pueblos con características raciales y culturales semejantes a los de las islas del Norte de Oceanía. Las citadas poblaciones fueron detectadas en la Baja California, en el Noroeste de México, en valles del Ecuador, en la Amazonia, la Meseta Oriental del Brasil y en la Región Oriental del Paraguay (Pericot y García, 1961). Los sobrevivientes de ésta, probablemente, segunda corriente migratoria a lo que hoy constituye el Paraguay, han sido reunidos en la familia lingüística Ge. Debemos sobresaltar que los Caingang o Ge Meridionales fueron los protopobladores del Paraguay Oriental, anteriores a los paleoamazónides y por lo tanto a los Arawak y a los propios Guaraní (Súsnik, 1982-1983). Los Láguidos son dolicocéfalos e hipsicráneos, de estatura baja y tez negroide (Canals Frau, 1950, 1953 e Imbelloni, 1937). Sus módulos de subsistencia son, principalmente, la recolección de semillas y la caza menor. Los primeros cronistas se refieren a los Yvyrajára, denominados además "indios camperos". Branislava Súsnik (comunicación personal) opina incluso que los actuales Mbya-Guaraní serían Láguidos, mestizados con la primera población Guaraní llegada a nuestro actual territorio.

 

         LOS AUSTRALOIDES

 

         Australoide es llamado, por José Imbelloni (1956), un grupo poblacional con características semejantes a los protopobladores de Australia. En la etnología americana se los conoce como Pámpido-Patagónicos en América del Sur, y con el apelativo de Plánidos, en América del Norte. Estos grupos, cuyo módulo subsistencial es la caza mayor, escogieron las amplias llanuras boscosas del continente como hábitat. El Gran Chaco y específicamente el Chaco paraguayo, un área cultural predominante en la etnología americana y paraguaya, está poblado, principalmente, por descendientes de esta corriente Australoide. También a ella pertenecen los Bororó de Mato Grosso, los Charrúa del Uruguay, y los Pampa y Patagón de la Argentina, así como los de la familia lingüística Mataco-Mataguayo del Chaco argentino, paraguayo y boliviano, es decir, los Choroti, los Wichí, los Nivaclé, los Maká, a los que agregamos a los Kom-Liik. En busca de ricos cotos de caza, arrinconaron a las posibles poblaciones fuéguidas y láguidas a regiones de refugio menos propicias para su tipo de subsistencia. Ésta es nada más que una suposición, pues en el Chaco no se han encontrado restos de Láguidos. Sin embargo, Branislava Súsnik (comunicación personal a Adelina Pusineri), cree dubitativamente, que el conchal de Puerto 14 de Mayo sería un típico Sambaquí, en los cuales se encontraron en el Brasil los esqueletos a los que nos referimos anteriormente.

         Son innumerables las etnias Pámpido-Patagónicos que han sobrevivido a la conquista. Físicamente son dolicocéfalos, hipsicráneos, estatura elevada y esbelta y la tez oscura o broncinea tostada. Debemos hacer notar que estas primeras corrientes migratorias tienen ciertos rasgos comunes a pesar que podrían ser de diferente procedencia espacial, aunque se distinguen anatómicamente en algún grado. Físicamente son dolicocéfalos, premongoloides, y culturalmente pertenecen al Paleolítico Superior y al Mesolítico. Los Pámpidos están representados, en la actualidad, por la mayoría de las etnias del Chaco. Se han encontrado esqueletos fosilizados, de Pámpidos, hasta en las orillas del lago de Ypakarai (Juste Martell, 1968). Lo cual significaría que en tiempos prehistóricos se habrían adentrado profundamente en la actual Región Oriental del Paraguay. Evidentemente, fueron remangados hacia la Occidental o Chaco, por la llegada de las familias lingüísticas Arawak y Guaraní. Es posible también que sean restos de los Guaicurú-Pajagua que en épocas coloniales ocuparon esa zona.

 

         LOS PROTO-MALAYOS

 

         La corriente migratoria de los Proto-Malayos o Proto-Indonesios es la que más interesa a los paraguayos, pues del mestizaje de ésta, con los españoles, se originó la gran mayoría del pueblo paraguayo. Los Proto-Malayos o Proto-Indonesios mongoloides son, posiblemente, procedentes del sudeste asiático, la Malasia y la Indonesia. En América del Sur, José Imbelloni los llama Amazónicos y Salvador Canals Frau (1950, Parte V, 4) los denomina Brasílidos. Su hábitat general está en la gran Cuenca del Amazonas y se extiende por todo el Brasil, el este de Bolivia, Paraguay, Argentina, la selva peruana y ecuatoriana, Colombia y Venezuela. En la raza Amazónica puede incluirse a los Pano, Tacana, Peba, Tucuna, Witoto, y otros que, posiblemente, pertenezcan a familias lingüísticas aisladas, asentadas en las cejas de los contrafuertes andinos de Colombia, Ecuador y Perú. En las regiones intrasílvides se encuentran diseminados desde el área circumcaribe hasta el delta del Río de la Plata.

         Se clasifican en tres grandes familias lingüísticas: la Arawak, la Karibe y la Tupí-Guaraní. Son braquicéfalos y camecráneos, de tez amarillenta, de estatura mediana, más bien baja, torso macizo, de características pícnicas, cuello grueso, que por ello da la impresión de ser corto, extremidades superiores más largas y desarrolladas que las inferiores. A ellos les debemos ese aire racial mongoloide que encontramos por doquier en todo el continente americano. Canals Frau (1950, Parte V, 4) se refiere a ellos con las siguientes palabras: "Los Brasílidos representan una forma humana de baja estatura (talla de varones alrededor de 160,0 cm.; de las mujeres 147,0), de cabeza moderadamente corta (índice cefálico alrededor de 82) y baja (índice medio de altura, cerca de 80). La cara es relativamente ancha (índice facial cercano a los 79), y la nariz, mediana (índice nasal aproximado a los 82). Su constitución, de blandos relieves, musculatura bien desarrollada, anchas espaldas y tórax amplio, tiende a darles un aspecto más bien rechoncho y simpático. En su morfología han conservado en diversa medida algunos otros rasgos proto-mongólidos. Como podría esperarse, dada la situación general esbozada, la homogeneidad racial de los Brasílidos no es muy pronunciada, por lo que las cifras dadas deben entenderse como promedio ideal. La causa de ello está no sólo en la manera ya señalada de hacer la guerra, en que se destruye la población masculina enemiga y se incorpora a las mujeres y niños (ambos económicamente valiosos para su estilo de vida), sino también en la exogamia reinante, en la costumbre de robar las mujeres de los pueblos vecinos, y en el hecho de la incorporación de pequeños grupos de dolicoides pertenecientes a la población anterior. De ahí que la proporción de individuos dolicoides sea a veces importante en algunos grupos, y que entonces el promedio sea inferior a la cifra dada. Lo cual ha hecho creer a algunos autores que los Brasílidos en conjunto eran de cabeza alargada."

         Fueron los que introdujeron la cultura neolítica en el continente con el cultivo monticular - llamado en Antropología con la denominación inglesa de "mounds"- o por chamicera o rozado, el hacha "celt" con la piedra enmangada en ángulo recto sobre el mango de madera, alfarería modelada a mano, él telar vertical y un mayor caudal demográfico, así como aldeas que alcanzaban hasta las 2.000 personas, atribuible esto a la práctica de la horticultura. Branislava Súsnik (1982-83) les atribuye un ethos caminante, al cual llama el "ethos del oguata", y un impulso guerrero que les permitió empujar a los Láguidos y Pámpidos hacia zonas marginales desérticas y de escasos recursos subsistenciales. Las elucubraciones de Moisés Santiago Bertoni (1922, 1927, 1956) los hace, sobre todo a los Karibe y Tupí-Guaraní, como formando una única nación e incluidos en una familia lingüística común. Esto es sólo en parte verdad. Mejor dicho, en gran medida invento de un apasionado anarquista enamorado de una etnia en la que encontró concretadas sus teorías e ideales y pretendió describirlos como el Herrenvolk, así como lo afirmara Herbert Baldus. Bertoni fue un gran naturalista, pero como antropólogo cayó en un romanticismo que le impidió objetividad científica. En forma totalmente contraria a lo afirmado por este sabio, nunca se movilizaron masivamente. Bernard Pottier (comunicación personal) está buscando este parentesco lingüístico, desde 1940. Pero aún no ha encontrado pruebas fehacientes para afirmar lo escrito por Bertoni.

         Al agotarse la tierra por el sistema de roza, que liquida las bacterias que benefician al cultivo, necesitaban transmigrar y disgregarse en innumerables fracciones buscando siempre tierra virgen para su incipiente horticultura. Cuando no hacían la guerra contra etnias distintas, con el fundamental fin de proveerse de prisioneros para el ritual antropofágico, combatían entre las propias aldeas Tupí-Guaraní, llevando cautivos para comerlos, lo que provocaba una seguidilla de venganzas. Se quiere hacer creer que este ritual antropofágico tenía sus motivos exclusivamente religiosos. El autor de este Capítulo esbozó, hace muchos años (Chase-Sardi, 1965), una teoría de carácter ecológico, consistente en que la selva tropical y su tipo de horticultura no proporciona las suficientes proteínas necesarias (Ver Megger, 1976), lo que los impulsaba a esta práctica, a la cual casi quiso llamar canibalismo. Es claro que esto es reduccionismo. En sus correrías guerreras avasallaron a otras etnias a las cuales guaranizaron y con las que se mestizaron. Esto originó notables variaciones raciales y socioculturales entre los mismos amazónicos, surgiendo enclaves de cultura y raza híbridas, así como lo señala Salvador Canals Frau (1953).

         No nos ocuparemos de las vías de acceso de los otros contingentes migratorios que llegaron a América y sólo nos referiremos -aparte de lo ya dicho de las primeras corrientes - a los portadores de la cultura denominada neolítica, la cuarta migración. Antes de esto debemos hacer una digresión.

         Muchos arqueólogos y antropólogos brasileños desechan las denominaciones de las edades líticas para la prehistoria americana. Dicen que ellas fueron elaboradas en vista a la evolución del viejo continente y que no se aplican, sobre todo con relación a la cronología, al nuevo continente.

         Se los identifica a los neolíticos braquioides como paleo-mongólidos o Proto-Malayos originarios del sudeste asiático, desde donde enfilaron sus canoas monóxilas con batangas o flotadores en los costados y tablas laterales aumentando la altura de la borda y mejorando la capacidad náutica. La dirección que tomaron los convirtieron en los primeros habitantes de la Polinesia. De allí muchos antropólogos no dudan que pudieron alcanzar fácilmente el Istmo panameño-colombiano.

         Esta fue su puerta de entrada al continente, demostrada, porque allí se encuentran las características más semejantes entre los actuales neolíticos de la Malasia, la Indonesia y del sudeste de Asia, como los Toradyas de Célebes, los Dayak de Borneo, los Igorrotes e Ifugaos de Luzón en las Filipinas, los Gayos y Batak de Sumatra, los indígenas de las islas Nias, Matewai y Engano, y los Nagas y Palaung de tierra firme. De acuerdo con los estudios de los antropólogos físicos, estos Proto-Malayos pertenecen al más arcaico de los tipos mongoloides, tal es así que, generalmente, muchos de estos grupos carecen de la plica mongólica y son sumamente parecidos en el lugar de origen como en el punto de llegada. Existen también elementos culturales comunes, como: los cráneos trofeos, los puentes colgantes, la cerbatana, los palafitos y la costumbre de masticar betel en Asia y coca con cal en América. Además, en la bahía de Panamá, en la Isla de Cocos, así como en Colima, costa en el Sur de México, existe una especie de cocotero que botánicamente es originario de la Indonesia y que sólo se propaga por el cultivo, lo que según Canals Frau (1950): "es evidente que han de haberlo traído consigo los grupos que inmigraron de aquella región". El estudio de la mitología de ambas regiones nos da sistemas en gran medida iguales. El entierro secundario en urnas, consistente en esperar el descarnamiento natural del muerto o descarnarlo artificialmente, para luego guardar los huesos en una urna cerámica, a la cual, en algunos grupos, se le rendía mucha veneración, y se le atribuía poderes mágicos. Paul Rivet (1960), incluye entre los elementos Malayo-Polinesios idénticos el cultivo en terrazas con irrigación; el teñido ikat, atando nudos con hilo antes de teñirlo, de manera a resaltar el color natural del mismo en los tejidos; las clavas o varas insignias y las trompetas de conchas marinas. Pero esto último parece que está más limitado al área occidental cercano al ámbito andino.

         De allí se propagaron por todo el continente sudamericano buscando las selvas cálidas y templadas propicias a su tipo de horticultura y siguiendo, preferentemente, los cursos de agua, acorde con su tradición de canoeros marítimos. Les favoreció la enorme red fluvial constituida por el Orinoco, el Amazonas, el Paraná y el Paraguay. En el transcurso de los tiempos se diferenciaron, o tal vez, traían ya elementos diferenciales de sus lugares de origen constituyéndose en grandes conjuntos lingüísticos, étnicos y socioculturales que hoy los distinguimos como: Arawak, Karibe y Tupí-Guaraní. Estos braquioides neolíticos, en época más tardía, invadieron también Centroamérica, las Antillas y el sudeste de Estados Unidos, fundamentalmente, la península de la Florida.

         Basándose en las investigaciones de Betty Meggers y Evans Clifford Jr. (1954 y 1973), la Dra. Branislava Súsnik (1982-83), emite los siguientes importantes comentarios, para explicar la posterior dispersión de estos Proto-Malayos:

         "Como hemos dicho, su llegada a América se habría producido por el Istmo de Panamá hacia el 3000 a. de C., con una dispersión de las primeras olas migratorias hacia las llanuras de Colombia y Venezuela y el Sur amazónico; pero hacia el 2000 a. de C. se habría producido una verdadera catástrofe natural en esa zona sur-amazónica, si nos basamos en los datos de los paleontólogos y los geólogos, especialmente de los más recientes estudios. Dichos estudios, provenientes también de botánicos y zoólogos y de la investigación arqueológica, ante el actual interés de la explotación amazónica, señalan la existencia de esa verdadera catástrofe natural con un profundo cambio ecológico de la región Sur-amazónica, como resultado de la invasión de la ecología de sabana que prácticamente aniquiló a la selva tropical en esa región. Esto se habría debido a bruscos cambios climatológicos, se habla, incluso, de que se habrían producido enormes incendios a causa de sequías que se prolongaban por 4 o 5 años, destruyendo también el suelo." Con reflexiones de apoyo de las investigaciones científicas mencionadas, se puede ya comprender cómo esta catástrofe climatológica alteró el sistema ecológico, modificó y significó una verdadera destrucción de la selva amazónica y su reemplazo por un tipo ecológico de sabana. Lógicamente estas alteraciones obligaron a los pueblos de cultura neolítica, del tipo racial amazónide, a la búsqueda de nuevas tierras que fueran realmente aptas para su tradicional pauta cultural: el cultivo y la caza.

         Así, numerosos fueron estos pueblos del ámbito original amazónico que iniciaron grandes movimientos migracionales, un verdadero dinamismo migratorio y, entre ellos, especialmente los pueblos y las tribus pertenecientes a dos grandes familias lingüísticas: Arawak y Tupí-Guaraní".

 

 

         DISTRIBUCCIÓN DE LOS GUARANÍ A LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES

 

         Para Branislava Súsnik (1982-83), los antiguos Guaraní tenían sus límites bien determinados con accidentes naturales. Constituían, por lo tanto, a mi criterio, naciones "panárquicas", es decir, carentes de gobiernos centralizados, con sentido de territorialidad, y una democracia en la que no imperaba la mayoría sino el consenso. Estos territorios, que albergaban verdaderas naciones, se llamaban "guára". El más conocido era el de los Karijo, Kario o Kari’o. Abarcaba la costa atlántica, desde el Norte de la Laguna de los Patos, hasta la altura de la actual Curitiba, primero en ser conocido tanto por españoles, portugueses y franceses (Staden, 1557). Donde tomaban la denominación de Mbyasa. Propiamente Karijo, Kario o Kari’o era el guára donde estaba Paraguay, la actual ciudad de Asunción, abarcando un espacio que iba desde el Río Manduvirá, hasta el Tebicuary. Su límite occidental era el Río Paraguay.

         El guára de los Tobatín tenía también su límite Oeste en el río Paraguay, e iba desde el Manduvirá al Jejuí. Allí se encontraba el Puerto de Ierukisáva, que según las fuentes españolas era el paso de las migraciones guaraníes hacia los contrafuertes andinos, y posteriormente el lugar por donde cruzaron las expediciones españolas que pretendieron llegar a "El Dorado" o Perú.

         El de los Guarambaré abarcaba desde el Jejuí hasta el río Blanco.

         El de los Itatín se extendía desde el límite norte de los Guarambare hasta el actual río Miranda, en pleno Mato Grosso.

         El guára de los Mbarakaju en las Sierras del Mbarakaju y Amambay.

         El guára de los Monday entre los ríos Akaray y Monday.

         El guára de los Paraná ocupaba la zona entre los ríos Tebikuary y Paraná.

         Era la antigua comarca caazapeña. Allí los Guaraní, sobre el Paraná, tenían un verdadero fuerte y según los cronistas españoles el río estaba cubierto de canoas. Los Guaraní de este guára nunca pasaron al Sur del Paraná, donde dominaban los Aró-gé de origen láguido.

         Los Ygaña tenían su guára en la curva que hace el Paraná, frente a donde hoy está Capitán Meza, en permanente guerra con los Kaingang, llamados Guayaná.

         Los Yguasú no constituían un verdadero guára, sino una especie de colonia o avanzada guaraní, enclavada entre tribus totalmente diferentes, culturalmente paleolíticos y racialmente láguidos. Se encontraban en la confluencia del río Yguasú con el Paraná, y dominaban las cataratas del Yguasú.

         Los Uruguay tenían un pequeño guára en la costa derecha del río Uruguay, dominando algunos otros puntos de la orilla izquierda. Aquí hay cierta confusión, porque cada uno de estos grupos se autodenominaban de manera diferente, por ejemplo, los Paratín que estaban sobre el río del mismo nombre. Para los conquistadores era fundamental la amistad con estos grupos, pues tenían que pasar cerca de ellos para llegar a Buenos Aires.

         Los Tape tenían su guára en el actual Río Grande do Sul, especialmente ubicados entre los ríos Yvyku'i y Jakui. La Dra. Súsnik (1982-83) aclara que muchos de estos accidentes geográficos han cambiado de nombre después de la conquista. Esta zona era importante para la salida, desde Buenos Aires, por el río Uruguay hacia la costa atlántica, y sus habitantes constituyeron el núcleo de la población de las Misiones Jesuíticas.

         Los Guaira entre el Río Tieté, llamado anteriormente Añemby, y el río Yguasú. Allí dominaban más que los Karai o chamanes, los mburuvicha o avaete que obtenían prestigio en permanentes expediciones bélicas para raptar mozas núbiles y guerreros valientes para el rito antropofágico. Es el lugar donde más se desarrolló la oratoria guaraní y donde el Padre Antonio Ruíz de Montoya obtuvo los datos para su famoso: "Arte, Vocabulario, Tesoro y Catecismo de la Lengua Guaraní".

         Los Chandul, denominación que no es de origen guaraní, eran desprendimientos de los Ygaña y los Yguasu, que fueron dominando todas las islas del río Paraná hasta las del estuario del Río de la Plata.

         También a los conquistadores les era imprescindible la amistad con estos guaraníes fluviales; sobre todo con el famoso mburuvicha Jaguaro, que dominaba una isla a 80 Kms., al Sur de la actual Corrientes.

         El punto más fuerte, de estos indígenas, lo constituía las islas de El Tigre, rodeado, sin embargo, de tribus pámpidas enemigas.

 

         ALGUNOS DATOS COMPLEMENTARIOS

 

         Como el espacio no nos da para hacer un recuento total de las migraciones, antes de la llegada de los españoles, y la etnohistoria después de la llegada de ellos, presentaremos algunos mapas de la Dra. Branislava Súsnik publicados en "Los Indios del Paraguay", de esta autora y Chase-Sardi (1995): Estos mapas los encontraremos impresos en las páginas a todo color, en este mismo capítulo.

        

         LAS ETNIAS EN LA ACTUALIDAD

 

         En el capítulo "Los indígenas en la época contemporánea" de esta misma obra encontrará el tratamiento de los indígenas y su realidad socioeconómica en nuestros días.

Fuente: CRÓNICA HISTÓRICA ILUSTRADA DEL PARAGUAY. REALIZACIÓN Y PRODUCCIÓN GRÁFICA de ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL. Tel. (595-21) 373 594, fax (595-21) 391 136. e-mail: arami@rieder.net.py . Asunción, Paraguay. DIRECCIÓN DEPARTAMENTO DE ARTE : Lic. Raquel Ambrasath. DIRECCIÓN DE LA OBRA : Oscar del C. Quevedo. AUTORES : Adriano Irala Burgos, Aníbal Benítez Fernández, Beatriz González de Bosio, Carlos Martini, José Antonio Galeano Mieres, Margarita Durán Estragó, María Graciela Monte de López Moreira, Miguel Chase Sardi y Milda Rivarola Espinoza. Asunción - Paraguay 2006 (1039 páginas).

 

 

Enlace recomendado: DERROTERO Y VIAJE AL RÍO DE LA PLATA Y PARAGUAY. Por ULRICO SCHMIDL. Edición dirigida y prologada por ROBERTO QUEVEDO. Biblioteca Paraguaya Ediciones NAPA , Asunción – Paraguay. Abril, 1983

 




 

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