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Historia Política


La Conferencia de Rio de Janeiro - El Tratado Sosa - Tejedor (1875) - El Tratado definitivo Irigoyen - Machain (1876) - Por Nelson Alcídes Mora
(14/02/2014)

 

LA CONFERENCIA DE RIO DE JANEIRO

Por NELSON ALCIDES MORA

 

Retirado Mitre de Asunción, la influencia brasileña en Paraguay no tuvo contrapeso. El ministro Araujo Barón de Gondim era el verdadero gobernante, a cuya inspiración es­taban sometidos Presidente y Ministros. Argentina ni siquiera se cuidó de enviar representantes de jerarquía. La verdad es que solo por conveniencia y necesidad en el Paraguay se aceptaba la tutela de los diplomáticos brasileños. El presiden­te Salvador Jovellanos, quien se había hecho sospechoso a los ojos brasileños (al querer negociar secretamente con Mitre) tuvo que transigir con una revolución y nombrar como Mi­nistro de Gobierno y relaciones exteriores con plenos poderes a Juan Bautista Gill, presidente del Senado y promotor de la revolución y a quien Brasil preparaba como futuro Presidente de la República. El joven diputado Jaime Sosa Escalada fue nombrado, primero como Ministro de Hacienda y posterior­mente como Encargado de Negocios en Río de Janeiro con "plenos poderes" para firmar cualquier cosa. Brasil se encarga­ba de pagar todos sus gastos. Las instrucciones a Sosa, redac­tadas por Gondim y pasadas en limpio por Gill para que las firmase Jovellanos, le decían que "en todo" debería seguir a Río Branco.

Ante lo pesado del protectorado, Jovellanos idea un plan para ponerle fin. Considerando que tal influencia era debida a la ocupación militar y que esta debía durar hasta la firma de los Tratados definitivos, creyó que el Paraguay bien po­día renunciar a alguna parte de su territorio con tal de hacer un acuerdo con la Argentina y por consiguiente la desocu­pación. Se pidió entonces que Brasil solicitara a la Argenti­na abrir nuevas negociaciones en Río de Janeiro, dejándole la entera disposición al plenipotenciario paraguayo, pero con la secreta intención de acceder finalmente a las pretensiones argentinas.

Brasil acepta la propuesta. El Gobierno paraguayo comi­siona a Jaime Sosa y el argentino al propio canciller Tejedor, quien decide viajar a Rió de Janeiro para encargarse personal­mente de sus deseos. El Imperio por su parte confía la defensa de su política a los vizcondes de Branco, Presidente del Con­sejo y del de Caravellas, ministro de Relaciones Exteriores.

Sosa al parecer está entregado enteramente a las aspira­ciones brasileñas, aunque resuelto a seguir una política di­rectamente opuesta. Las instrucciones para su misión fueron redactadas en la Legación del Brasil, y según ellas, debían sostener la línea del Pilcomayo sin ninguna concesión y obrar siempre de acuerdo con los negociadores brasileños. Estas instrucciones estaban fechadas el 21 de agosto de 1874 y fue­ron suscritas por el vicepresidente en ejercicio de la Presiden­cia, Salvador Jovellanos, y su ministro Juan B. Gill.

Pero al mismo tiempo, Jovellanos, en una actitud rara, desleal y antipatriótica, entregó unas instrucciones confiden­ciales a Jaime Sosa, revocando sus instrucciones oficiales y autorizándolo a confabularse con el ministro Tejedor y ceder a la Argentina la Villa Occidental hasta el río Verde.

Las instrucciones de Tejedor eran claras: "el Gobierno acep­taría sin embargo esta misma transacción (la línea del Pilcomayo) siempre que se convienen en el mismo acto el Paraguay en ceder a la República Argentina la Villa Occidental con un territorio que tenga por lo menos cuatro leguas de fondo al Oeste sobre el frente comprendido entre el Arroyo Confuso y cualquier río más inme­diato al Norte. La República Argentina por su parte renunciaría, como ya lo había anunciado en otra ocasión a la indemnización por gastos de guerra."

Poco después, el 25 de noviembre de 1874, Jovellanos en­tregaba el poder, por expiración de su mandato, al nuevo presidente, Juan Bautista Gill, hechura del Brasil. En Argenti­na, Sarmiento era a su vez sucedido por Nicolás Avellaneda, quien debía enfrentarse con una terrible situación económica.


 

EL TRATADO SOSA-TEJEDOR (1875)

La presencia del propio ministro de Relaciones Exteriores, Tejedor, como negociador de Argentina no era una insinua­ción de Brasil, como intransigente sostenedor de la línea del río Verde, si llevaba a considerar al Imperio la imposibilidad de todo arreglo, máxime con las instrucciones de Sosa y que, de tal suerte, facilitaría sin quererlo, el designio de prolongar la ocupación militar del Paraguay.

Tejedor, quien ya estaba aprendiendo el modus operandi de la diplomacia brasileña, se asegura antes de emprender viaje de la cooperación del Plenipotenciario paraguayo. Este por es­crito le revela sus verdaderos propósitos: "Cúmpleme manifestar a Vuestra Excelencia con sincera franqueza, que tanto Vuestra Exce­lencia como su Gobierno pueden contar con mi humilde contingente y buena voluntad en todo aquello que de mí dependa para la consecu­ción de sus grandes y elevados propósitos [...] si bien esos propósitos no son los que abrigan los hombres de mi Gobierno, en cambio son con toda seguridad los de la nación paraguaya, y en particular de aquellos que, como elementos más inteligentes, combatieron al lado de la alianza al tirano López y a los verdugos del pueblo paraguayo [...] creo que con lo dicho basta para que Vuestra Excelencia conozca la disposición en que me encuentro respecto a la persona de Vuestra excelencia y su Gobierno." Igualmente, Jovellanos en su paso por Buenos Aires en camino a Río de Janeiro (a donde había sido enviado por Gondim) contó a Tejedor las instrucciones secre­tas que tenía Sosa y le instruyó en la manera de burlar a Río Branco. Sosa, a quien el cambio de Gobierno ocurrido en el Pa­raguay no le importaba, persistió en desempeñar el papel que el anterior presidente le había asignado. Escribió a Jovellanos "Por mi parte siempre trato de inspirar confianza a estos señores (los brasileños); proceder de otra manera fuera la conducta más inhábil del mundo... Los hombres del Imperio están íntimamente persuadidos de que harán de mí lo que quieran, y tan cierto es, que ni siquiera me hacen caso, ni me conceden importancia alguna, creyéndome persona de la familia... Ellos son muy patriotas, como buenos brasileros, y todo lo hacen en bien de su país.

Paguémosle nosotros en la misma moneda conspirando contra ellos y contra sus propias conspiracio­nes. Como paraguayos habremos cumplido con nuestro deber. Y no tienen por qué reprocharnos esta  conducta, desde que no hacemos con ellos sino exactamente lo que lo ellos hacen con nosotros".

Una vez Tejedor estuvo en Río de Janeiro (abril de 1875), las negociaciones inmediata­mente se entablaron y Sosa se comportó como mero vocero de los vizcondes, los cuales le instruían con minuciosidad antes de cada conferencia. En un informe al Presidente Gill le dice que los brasileños le aconsejaban resistir a cualquier proposición presentada por Tejedor.

Sosa tenía que sostener con toda fuerza la línea del Pilco­mayo y alegar que el Paraguay deseaba la indefinida ocupa­ción militar en su propio interés.

Dos soluciones se planteaban: el arbitraje o la transacción. La primera, propuesta por Tejedor, comprendía en someter a la decisión de un árbitro o árbitros nombrados de común acuerdo, la pertenencia de la Villa Occidental, con su territo­rio de dos leguas al sur, cuatro al norte y cuatro al oeste.

Fuera de la hora habitual de reunión, Sosa ofrece a Tejedor un Tratado con límites hasta el Pilcomayo y una franja con Villa Occidental (de otra manera el argentino no compren­dería la necesidad de proteger al Paraguay), y obteniendo el retiro del ejército de ocupación brasileño de Asunción. Teje­dor acepta y Sosa cree su deber informar a Gill que ya no puede denunciarlo ni impedir lo que va a hacer. Sin embargo teme que si faltan diligencia y eficacia a la acción argentina, el Imperio impondrá al presidente Gill la desaprobación del Tratado, en tal caso "la ingratitud y el olvido, las persecuciones y la miseria serán mi recompensa".

Los negociadores brasileños, seguros de que Sosa cumpli­ría sus instrucciones, declararon que la última palabra esta­ba a su cargo y que el Brasil no haría sino apoyarla. Enorme fue la estupefacción cuando llegado el momento de concretar el arreglo, Sosa optó por la transacción de ceder la Villa Oc­cidental hasta el arroyo Verde a cambio de la condonación de la deuda de guerra (gastos de guerra y daños públicos) y el retiro de las tropas de ocupación brasileña. Aunque Río Branco y Carabellas empeñaron sus esfuerzos para reprimir la insubordinación de Sosa, no pudieron evitar que Tejedor, en una jugada maestra y a lo Cotegipe en Asunción en el año 1872, prescindiera de su aliado y firma separadamente con Jaime Sosa el Tratado de Límites del 20 de mayo de 1875 y la Convención adicional de la misma fecha, sobre daños y perjuicios de la guerra. El ajuste de límites registra todas las pretensiones de la transacción citada.

"Tejedor no atinó a darse cuenta de que esta codicia de fronteras daría pretexto a los brasileños para trabajar su re­chazo, bastándole con presentar a Sosa en Asunción "compra­do baratinho por os argentinos." En efecto, la venganza de los diplomáticos brasileños fue pronta, terrible y eficaz.

Mientras Tejedor se entretenía en Río de Janeiro, emisarios especiales brasileños, acortando distancias, llegaron a Asun­ción con instrucciones terminantes. El presidente Gill era un prisionero de los brasileños; hacía poco había escrito al viz­conde de Río Branco implorando una recomendación para los diplomáticos brasileños que se le mostraban esquivos y gracias a esa recomendación continuaba gobernando. Gill en lo tocante a la política ex­terior se hacía esta reflexión: "echarse en brazos del Brasil es salvarse, desprenderse del Brasil es perderse" y obraba en conse­cuencia. Aunque Gill no pen­saba igual que Jovellanos y Sosa,"... sí tenía, indudablemen­te, el mismo recelo que aquellos; solo que para conjurar la guerra y el peligro de absorción creía que debía ponerse en inteligencia con el Brasil y así lo hizo.... ".

No le fue nada difícil al nuevo ministro del Brasil (en rea­lidad virrey en Asunción), Pereira Leal, obtener, sin aguar­dar siquiera los textos originales (los ejemplares destinados a Asunción fueron enviados por error a Buenos Aires y los de Buenos Aires a Asunción) y sobre la base de las copias pro­porcionadas por la Legación del Brasil, la desaprobación de los Tratados Sosa-Tejedor, como se hizo el 17 de junio me­diante un decreto. Y a demanda de Pereira Leal, el negociador Jaime Sosa fue destituido de su cargo, declarado traidor a la patria y exigida su extradición.

El desquite del fracaso de Río Branco fue completo. Pero se había salvado la Villa Occidental, que la diplomacia para­guaya estuvo a punto de perder. El Brasil, pese a todo, había prestado un gran servicio al Paraguay.

Para algunos autores, como Eduardo Amarilla Fretes, al Paraguay no le quedaba otro camino para salvarse que buscar el apoyo de Brasil para sentirse fuerte ante la Argentina y sus aspiraciones de quedarse a toda costa con la Villa Occidental y su territorio. Se considera que si la Villa Occidental quedase en poder de la Argentina, sería un permanente peligro para la estabilidad del Paraguay tanto desde el punto de vista inter­no como del internacional.


 

EL TRATADO DEFINITIVO: IRIGOYEN- MACHAÍN (1876)

Aceptadas por el presidente Avellaneda, las nuevas conversaciones paraguayo-argentinas tuvieron un comienzo con carácter de conspiración. Inicialmente se sostuvieron unas negociaciones secretas entre Urdapilleta y el comerciante argentino Adeodato Gondra, quien no ocupaba ningún cargo diplomático. Posteriormente llega a Asunción Manuel Derqui como plenipotenciario especial, pero Gill, para eludir todo riesgo, prefirió que las negociaciones se llevaran a cabo en Buenos Aires y envía para gestionar el Tratado a Facundo Machaín, su canciller. La nueva orientación de los gobernantes paraguayos se refleja en un hecho significativo: la adopción a libro cerrado del Código Civil argentino, que entró a regir el 1 de enero de 1876.

La presencia de un hombre de temperamento más moderado frente a la Cancillería argentina como Bernardo de Irigoyen atenuó la política agresiva de Tejedor con miras a conservar la Villa Occidental “por conveniencias políticas y militares", como un trofeo más de la victoria. Irigoyen insistió, no obstante, por última vez en una propuesta confidencial, en las mismas pretensiones, pero una propuesta paraguaya en sentido contrario fue aceptada de inmediato. "Irigoyen está de acuerdo en renunciar al Norte del Pilcomayo; pero se mantiene el problema de Villa Occidental. El Ministro argentino no puede renunciarla sin ponerse en contra del patrioterismo de patria chica del gabinete de Avellaneda, y tampoco puede, en plena justicia, reclamarla. Se llega a una solución: el límite sería el Pilcomayo, pero la zona de Villa Occidental se sometería al arbitraje”.

Las negociaciones se iniciaron el 21 de enero de 1876 con los dos cancilleres asumiendo personalmente la representación de su país. Por el lado paraguayo estaba Facundo Machaín; del lado argentino Bernardo de Irigoyen. En nombre del Brasil estuvo presente su ministro plenipotenciario en Montevideo, el Barón Aguiar D'Andrada. Machaín se aprestó para repetir la comedia de Río de Janeiro. Pero Gondim, entonces ministro en Buenos Aires, no se deja engañar, toma una cañonera y se dirige a Asunción, donde creía conservar intacta la maquinaria de su predominio. La cañonera varó (se dice que por manejos de los prácticos paraguayos) lo cual permitió a los argentinos precaverse. La Legación brasileña entonces decide promover una revolución, la cual fracasa cuando el ministro Derqui hace bajar las tropas argentinas acantonadas en la Villa Occidental y las pone a disposición del Gobierno paraguayo. Gill decide enviar a Buenos Aires a José Falcón y a Benjamín Aceval con nuevas instrucciones que demostraban hasta qué punto se había entregado a la influencia argentina. Machaín debía ofrecer todo el Chaco a cambio de franquicias aduaneras (libre cambio por 5 o 10 años). Pero, cuando los comisionados llegan a Buenos Aires, ya Irigoyen y Machaín habían firmado, el 3 de febrero de 1876, los Tratados de paz, amistad, límites, comercio y navegación.

El Tratado de Paz impone al Paraguay los gastos de la guerra, daños y perjuicios; determina la forma de liquidación y pago. Dispone sobre la navegación de los ríos, policía fluvial, etc.

El pago de la deuda, Argentina la establece sin plazo ni condición. Una deuda para la cual no tenía justificativo, histórico o moral (Brasil era quien había costeado todos los gastos de la campaña. Y aún más, las grandes fortunas  aparecidas en Argentina después de 1870, fueron amasadas a expensas de la tesorería brasileña). Argentina olvidaba las muchas deudas de gratitud que tenía hacia el Paraguay.

En cuanto a los límites, el Paraguay cedió a la Argentina hasta el brazo principal del Pilcomayo y aceptaba el arbitraje de los Estados Unidos sobre el territorio comprendido entre ese río y el Verde. Argentina renunciaba definitivamente a toda pretensión al territorio comprendido entre el Verde y la Bahía Negra. Es decir, como dice Laconich, "... la Argentina renunció a lo que no podía renunciar, porque nunca le perteneció, y el Paraguay reconoció como argentino lo que siempre había sido paraguayo. El despojado reconoce y el conquistador renuncia".

El arbitraje sobre Villa Occidental era, en concepto de Rosa y de Carcano, lo mismo que dársela a Paraguay porque la Argentina no podía exhibir ningún título a ella, mientras los paraguayos los tenían sobrados. Eran los únicos títulos que tenían, desde que los brasileños saquearon sus archivos y se llevaron todos, menos los derechos paraguayos a la zona que el Tratado de la Triple Alianza daba a los argentinos. Además estaba -documento valioso- la carta de Mitre a Tejedor de 1873, que este publicara, donde aquel decía que la Argentina no tenía ningún derecho a Villa Occidental.

La diplomacia brasileña intentó anular los Tratados, pero no lo consiguió. El Congreso los aprobó sin que mediara discusión alguna. Brasil se aprestó a efectuar la evacuación militar del Paraguay, que era su consecuencia.

El 22 de junio de 1876, las fuerzas brasileñas evacuaron la ciudad de Asunción. Ese día fue declarado fiesta nacional en la República.

 

 

 

 

Fuente: LAS REPARACIONES DE GUERRA (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA)

Por NELSON ALCIDES MORA

Colección 150 AÑOS DE LA GUERRA GRANDE - N° 19

© El Lector (de esta edición)

Asunción – Paraguay

Enero, 2014 (88 páginas)

 

 

 

 

 

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Graves perjuicios sufridos. Iglesia de San Carlos Borromeo de Humaitá,

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