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BERNARDO NERI FARINA

  EL PERIODISMO DE GUERRA - Por BERNARDO NERI FARINA - Año 2013


EL PERIODISMO DE GUERRA - Por BERNARDO NERI FARINA - Año 2013

EL PERIODISMO DE GUERRA (TRIPLE ALIANZA)

Por BERNARDO NERI FARINA

Colección 150 AÑOS DE LA GUERRA GRANDE - N° 09

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño y Diagramación: Denis Condoretty

Corrección: Milcíades Gamarra

I.S.B.N.: 978-99953-1-432-3

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Noviembre, 2013

(127 páginas)



CONTENIDO

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1

EDUCACIÓN Y CULTURA EN TIEMPOS DE DON CARLOS

LA HERENCIA DE FRANCIA

AQUELLAS PRIMERAS ESCUELAS

LA ÚLTIMA IMPRENTA

LA EFÍMERA VUELTA DE LOS JESUITAS

FLORECIMIENTO ECONÓMICO

LA FORMACIÓN SUPERIOR

LA IDEA DE LA LIBERTAD        

CAPÍTULO 2

EL PERIODISMO EN LA PREGUERRA

EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE

RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA

EL SEMANARIO        

ECO DEL PARAGUAY

LA AURORA

ANTES DE LA GUERRA EN LA ARGENTINA

URUGUAY

BRASIL

LOS LEGIONARIOS

MANUEL PEDRO DE LA PEÑA

CAPÍTULO 3

EL PERIODISMO EN LA GUERRA: DE EL SEMANARIO A LA ESTRELLA

EL CENTINELA

CABICHUÍ

CACIQUE LAMBARÉ

LA ESTRELLA

EL PAPEL Y LA TINTA

EL IDIOMA GUARANÍ

LAS ILUSTRACIONES

CAPÍTULO 4

CRÓNICAS DEL OTRO LADO

PERIODISMO BRASILEÑO

EL DIARIO DE PALLEJA

OTRAS OPINIONES

CAPÍTULO 5

AQUELLOS PERIODISTAS

ANEXO 1

CRÓNICA DE NATALICIO TALAVERA SOBRE LA BATALLA DE TUYUTÍ

ANEXO 2

COPLA PICARESCA DE NATALICIO TALAVERA

BIBLIOGRAFÍA

EL AUTOR



PRÓLOGO

La Prensa fue una de las herramientas que utilizó el gobierno paraguayo en su lucha por el reconocimiento de la Independencia del Paraguay. Así mismo durante la contienda Contra la Triple Alianza, el gobierno del mariscal Francisco Solano López, propició la publicación de varios periódicos combatientes, los cuales tenían por objetivos incentivar a la tropa al combate y mantener la autoestima en alza ante el transcurrir poco favorable del conflicto.

En este libro, Bernardo Neri Fariña logró describir el surgimiento y la evolución del periodismo en el Paraguay, contrastando dicho proceso con lo acaecido en los demás países de la región. Además analiza la prensa de los paraguayos exiliados en Buenos Aires, que utilizaban los periódicos para publicitar sus críticas al gobierno de Carlos Antonio López.

El autor logra explicar detalladamente el rol que cumplió la prensa combatiente durante la Guerra contra la Triple Alianza, de qué forma EL CENTINELA, CABICHUÍ, CACIQUE LAMBARÉ y LA ESTRELLA, fueron elementos claves dentro de la estrategia del mando militar paraguayo para mantener alta la moral de los soldados al mismo tiempo de divulgar informaciones útiles y necesarias para un pueblo que estaba en pleno conflicto.

Neri Fariña con una dilatada carrera como periodista y escritor demuestra lo útil del uso del idioma guaraní y resalta el adecuado uso de los grabados de El Centinela y en Cabichuí, que buscaban realizar una mejor comunicación con un mayor número de personas. El libro destaca la fabricación de papel y de tinta con elementos autóctonos, y de esa forma continuar imprimiendo los mencionados periódicos, cuando el comercio exterior paraguayo ya era totalmente inexistente y por lo tanto los rubros importados comenzaron a escasear.

Concluye la obra con la biografía de los más significativos periodistas que colaboraron en la Prensa de Guerra, de modo que el lector pueda comprender en su cabal dimensión el esfuerzo de quienes debían utilizar todos los medios a su alcance para mantener unida a la tropa y motivada a la oficialidad para continuar con la lucha. El autor ha logrado en forma concisa y breve consolidar un gran cúmulo de informaciones sobre aquellos combates que se libraron con tinta y papel.

Asunción, octubre de 2013.

Herib Caballero Campos



INTRODUCCIÓN

Si tomáramos el término "periodismo" en su acepción estructural -y actual, diríamos- como un servicio público destinado a informar a la ciudadanía de manera objetiva y absolutamente profesional, con una visión crítica de la sociedad y de los actos de Gobierno, tal vez nos viéramos obligados a colegir que durante la Guerra Guasu no hubo periodismo estrictamente dicho en lo que al Paraguay atañe.

Carlos R. Centurión, en su libro Historia de las letras paraguayas, confirmaba tajantemente que hasta 1870 en el Paraguay no existió libertad de prensa, aunque Carlos Antonio López hablara de ella y hasta la consagrara (señalaba la Libertad de Imprenta) en un documento oficial emitido en 1855.

Las hojas periódicas aparecidas en el contexto de la conflagración contra la Triple Alianza tenían, fundamentalmente, una gestión propagandística. Es decir, hacían propaganda para la causa propia y agraviaban al enemigo. Y la propaganda o el agravio, utilizados sistemáticamente para tratar de demostrar algo -por más que fuera en medio de una guerra-, no constituyen periodismo. Algunos historiadores hablan del "Periodismo de trinchera", pero cuando al término "periodismo" se le agrega un adjetivo o alguna fórmula semántica para acotarlo de algún modo, existe un problema. El problema de la distorsión de lo que debiera ser cabalmente periodístico.

Pero venciendo el purismo que pudiera encorsetar los conceptos en un marco de rigor sin transigencias, e interpretando el contexto real de los acontecimientos, les daremos estatus de periodismo a las publicaciones impresas que en forma periódica aparecieron en nuestro país desde antes y, sobre todo, durante la contienda que enfrentó al Paraguay contra la tríplice conformada por el Brasil, la Argentina y el Uruguay.

Ese periodismo se convirtió, por la necesidad acuciante de mantener la moral de los combatientes de López, en arma dialéctica contra el invasor y en instrumento de autoexaltación de los atributos de heroísmo de las tropas paraguayas.

En el Paraguay, las publicaciones mínimamente masivas que antecedieron a las editadas durante la guerra -las que habían nacido en la época de Don Carlos-, siempre tuvieron una relación directa con el poder.

En la Argentina (que comenzaba entonces a emerger como país integrado luego de sus cruentas guerras civiles entre Buenos Aires y las provincias), en el Brasil (que iba por su segunda etapa imperial) y en el Uruguay existía ya en aquel entonces un periodismo bastante "surtido" en su concepción y en sus posturas. En algunos casos se podría hablar de una incipiente forma de periodismo más o menos independiente del poder y operado desde la esfera privada. Pero predominaba también la intención política en pos de la difusión de ideas y pensamientos desde un sector específico.

En el ámbito porteño, por ejemplo, había periódicos de pretendido perfil independiente pero con fuerte ligazón con el poder. Eso se nota perfectamente en el diario La Nación Argentina (fundado en 1862 y luego simplemente La Nación en poder de Bartolomé Mitre desde finales de 1869), devenido en uno de los más fuertes críticos del Paraguay desde antes de la guerra. Es más: ya la venía pregonando como una necesidad de carácter perentorio.

Pero por encima de estas excepciones, en la Argentina y en el Brasil hubo fuertes críticas de ciertos medios de prensa y de algunos connotados intelectuales a la actitud de sus respectivos gobiernos frente a la guerra contra el Paraguay.

En nuestro país era impensable que alguien pudiera criticar públicamente al gobierno de Francisco Solano López ni a López mismo por ningún aspecto, y menos aún por la guerra. Muchos de quienes lo hicieron privadamente y fueron después delatados, terminaron presos, torturados o frente a un fatal pelotón de fusilamiento o de lanceadores.

Aquel periodismo -visto ante el hecho consumado de la guerra- terminó acompañando férreamente el lema de Vencer o morir, con toda la emocionalidad que cubría al necesario pero inexistente factor racional. Y lo hizo apelando a un recurso utilizado recurrentemente por los débiles ante los fuertes: el humor cargado de burla. Buscaba la humillación de los enemigos criticados -especialmente Pedro II, Mitre y otros jerarcas brasileños- llenándolos de insultos.

Buscaba la carcajada de los combatientes paraguayos para liberarlos, aunque fuera por un instante, de la tensión sombría y de la espera paciente de la muerte. Aquel periodismo de metralla y lanza -constituido por El Centinela, Cabichuí, Cacique Lambaré y La Estrella (posteriores a El Semanario)- nació en 1867 y más, cuando el aniquilamiento del Paraguay era ya irrevocable.

Aquellas hojas fueron un sostén animoso para los soldados, en un ambiente en el que la alfabetización había alcanzado niveles admirables mediante la labor desarrollista de Carlos Antonio López, cuyo énfasis en la educación y la cultura fue, cuando menos, afanosos.

Casi todos los redactores de aquellas publicaciones compatriotas fueron hombres de un respetable nivel intelectual; nivel en algún caso alcanzado gracias a estudios realizados en el exterior.

Entre todos esos periódicos, Cabichuí fue un emblema principalmente por sus industriosos, chispeantes y vivaces grabados, que con el tiempo serían estudiados por prestigiosos exponentes de las artes visuales de nuestro país. Un hecho por demás histórico: la Guerra contra la Triple Alianza fue la primera guerra fotografiada en América Latina.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918) surgiría aquello de que la primera víctima de la guerra es la verdad. Para el periodismo, la guerra impondría siempre tergiversaciones, ocultamientos, falseamientos intencionales, amplificaciones ditirámbicas de realidades parcas, mentiras piadosas y mentiras maliciosas; mentiras al fin. La verdad velada.

¿Pero qué era la verdad para los paraguayos en aquella epopeya contra un enemigo inmensa e intensamente superior en hombres y medios, más que la necesidad de resistir día tras día, hora tras hora a los embates del asaltante?

Qué importaban ya las causas de la guerra ni los objetivos de la guerra ni la proyección de la guerra. Qué importaba ya la misión periodística de informar. Qué informar. A quién informar. Cuándo informar. Cómo informar. Qué, cómo, quién, cuándo, dónde, por qué. Preguntas ya sin respuestas en la vana pretensión de generar informaciones. ¿Qué informaciones? Qué verdad periodística podría haber en el aquelarre instituido en medio del fuego atronador y destructor.

La resistencia era la única verdad. Y en pos de ella había que apelar a las últimas fuerzas posibles. Dialécticas, físicas, morales y materiales. Había que insuflar aliento allí donde ya no existiera; había que infundir valor en aquellos cuerpos exhaustos; había que prolongar la vida allí donde ya casi expiraba, había que detener al enemigo aunque eso fuera imposible.

Aquel periodismo metodológicamente alejado de la ortodoxia del oficio (aunque a veces no tanto, en verdad), fue una unidad más de combate. Cumplió su labor hasta que ya no resistió. Hasta que desaparecieron sus redactores y se agotaron totalmente los insumos ingeniosamente elaborados y los recursos técnicos a los que había apelado para perdurar entre tantas carencias.

Ese Paraguay exultantemente moribundo se dio el lujo de fabricar -por primera y única vez- su propio papel de imprenta, su propia tinta en un acto de espléndida soberanía industrial que jamás se volvería a repetir en su historia.

Aquel periodismo "a lo Paraguay" también terminaría sucumbiendo, como el Mariscal López, en la desesperada defensa de la única verdad que sostenía: resistir hasta la muerte. ¿Quién se podría, entonces, arrogar el derecho de juzgarlo con los parámetros inflexibles del concepto moderno de periodismo?

Quedan para la memoria aquel sangriento romance de letras y grabados; aquellas hojas impresas como fuera, con un humor exprimido desde el corazón de la tragedia; aquellos hombres que desde la ribera de la muerte daban vida a sus textos con el furor del moribundo.

Desde la frialdad de la ortodoxia conceptual del periodismo, no cabe más que rendir un homenaje a aquel estilo heroico. El mejor oficio del mundo, como diría García Márquez, metido en el peor escenario humano. La razón pura vencida por la emoción ineludible.

Esos periódicos de guerra cumplieron su misión en cuanto a blindar la moral de la tropa, con su humor navegando en un río de sangre. Decía José Antonio Vázquez que el coro repentino de carcajadas y exclamaciones de aprobación que subía de los fosos paraguayos para entremezclarse por sobre el racimo de quepis con el estruendo de las bombas brasileñas o los lúgubres silbidos de la fusilería argentina, "provenía las más de las veces de un chiste de Cabichuí, de una caricatura de El Centinela o de unos versos de Lambaré".

Qué más pedirles, entonces, a aquellos cronistas épicos. Era la verdad de la vida exclamada en un verso o una picardía, contra la cruda certeza de la muerte.


 

LA IDEA DE LA LIBERTAD

 

Carlos Antonio López estaba al tanto y hasta podría de­cirse que adhería a las ideas liberales de su tiempo, ideas a las cuales suscribían los próceres (el Bando del 6 de enero lo demuestra) menos Francia, que impuso su voluntad au­tocrática y totalitaria en aras de defender la independencia, en un principio, y de terminar defendiendo su propio poder, finalmente.

Pero el Viejo López se hallaba a la vez convencido de que el Paraguay no estaba preparado para una apertura total, so­bre todo por falta de educación (un subterfugio dialéctico que en el siglo XX utilizarían varias dictaduras en nuestro país, incluyendo el stronismo, para justificar la falta de libertades).

De ahí su sistema paternalista pero insistiendo en un pro­ceso educativo persistente, desarrollado a la velocidad que el tiempo y las circunstancias posibilitaran. Juan Andrés Gelly expresó de un modo más brutal este pensamiento, al decir: "nadie puede, ni sabe, ser libre después de una larga esclavitud". Se refería, claro está, al sometimiento del país a la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia.

López fue muy claro en su mensaje presidencial de 1854: "es necesario empezar por regenerar el pueblo, por ponerlo y guiarlo en el camino por donde debe ir para llegar, sin ries­go de extravíos y caídas, al punto a que forzosa e inevitablemente le han de conducir las ideas dominantes del siglo y la fuerza del ejemplo".

Un texto revelador; y en su contexto, era imposible pensar en libertades amplias, y menos aún en una prensa totalmente libre. Eso se proyectaría hasta el fin de la Guerra Guasu.

Juzgar el pensamiento y la acción de Carlos Antonio Ló­pez -que adoptaría Francisco Solano desde 1862- desde hoy, desde este "futuro del pasado", suena improcedente y solo pro­vocaría una discusión fútil en la que muy pronto se perderían los elementos objetivos ante el asalto de las fieras emociona­les y los prejuicios atávicos.

Pero es pertinente recordar, al respecto, lo señalado por Carlos R. Centurión: "En consecuencia de esta política civiliza­dora, era raro ver, en 1862, un paraguayo analfabeto. No hubo en el ejército de la república, al iniciarse la guerra de 1864-1870, un solo soldado que no supiera leer. La Europa misma no tiene ejemplo de esta especie, decía Juan Bautista Alberdi, anotando esta verdad".       '

Puede que esta sea una enunciación hiperbólica. Pero al­gún grado de verdad guarda en sus entrañas.

A su vez, Alfredo Seiferheld sostenía que los años cincuen­ta del siglo XIX fue una década de notorio progreso material e intelectual en el Paraguay. "El periodismo no pudo escapar a esa constante; las letras y las artes pasaron a conformar una unidad imprescindible para fijar la cultura y darle lineamientos propios", agregaba.

Aducía el historiador que los técnicos extranjeros puestos al servicio del país, los adelantos por ellos aportados y el alto nivel de alfabetismo fueron, entre otros, indicadores claves que coadyuvaron a la formación de una nueva conciencia cí­vica.

Asimismo, Seiferheld proclamaba que el periodismo no podía estar ausente "en aquella explosión civilizadora que bañaba las selvas paraguayas".




CAPÍTULO 2

EL PERIODISMO EN LA PREGUERRA

 

En enero de 1842 comenzó a circular en Asunción una hoja, impresa inicialmente en la ciudad de Corrientes (en Asunción aún no había imprenta), que informaba sobre las posiciones gubernativas del Consulado integrado por Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso.

El 13 de marzo de 1844 se dio a conocer la LEY DE ADMINISTRACIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY (que muchos consideran la primera Constitución de la República), que en su Título X, Ordenanzas Generales, señala: Artículo 8. Para establecer imprenta de particulares en la República, se tomará primeramente el permiso del Supremo Gobierno, dando el dueño o el administrador una fianza de dos mil pesos, bajo la cual se comprometa cumplir con los reglamentos que le diere el Gobierno de la República. Con esto se ejercería un férreo control sobre todo lo que se llegare a imprimir y publicar.

Tras haber sido adquirida la imprenta propia, el 28 de marzo de 1844, la hoja informativa original del Consulado apareció ya con el nombre de El Repertorio Nacional, para difundir las disposiciones oficiales del Gobierno.

El último número de esta publicación oficial es de 1851.

 

 

EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE

El 26 de abril de 1845 se da como la fecha inaugural del periodismo paraguayo. En esa fecha, día sábado, aparecía el primer ejemplar de EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, periódico que tenía como fin esencial la defensa de la soberanía nacional, la cual no era reconocida por la Buenos Aires regida por la dictadura de Juan Manuel de Rosas.

La hostilidad de Rosas era manifiesta; llegaba a todas partes. Su propaganda en contra de la independencia no solo se dirigía a las provincias del Río de la Plata sino que se extendía allende las fronteras de la Confederación, "como para crear un ambiente desfavorable a la causa del Paraguay, aparte de las múltiples trabas opuestas al comercio de este país", según consignaba el historiador R. Antonio Ramos.

EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, semanario fundado por Carlos Antonio López, se rigió desde un principio por el contundente lema ¡Independencia o muerte! Su redactor principal fue el propio Presidente de la República con la estrecha colaboración de Juan Andrés Gelly y Manuel Pedro de la Peña. Otros colaboradores fueron José Berges y el representante diplomático brasileño en el Paraguay, José Pimenta Bueno.

Algunos autores quisieron darle a este el protagonismo principal en la idea y la elaboración del periódico. Sin embargo, Justo Pastor Benítez aclara que cuando se retiró del país Pimenta Bueno, el periódico "siguió con el mismo tono y aún con mayor vigor, lo cual revela que era Don Carlos Antonio su alma y pluma".

El propio Pimenta se atribuyó la idea y así lo expresó en la nota que envió a su superior, el Ministro de Asuntos Extranjeros del Imperio, Ernesto Ferreira França, fechada en Asunción el 22 de mayo de 1854: "Para hacer conocer la historia política de esta república desde la emancipación de la América española, estudiar desde su origen la cuestión de la independencia paraguaya, exponer los derechos en que está fundada, desmentir a Rosas, interesar a los gobiernos extraños, facilitar a V. E. argumentos valiosos sobre ese asunto, pedí y obtuve del Presidente que se abriese el archivo, y que se publicase un diario bajo su dirección".

De todos modos, Pimenta Bueno fue un entusiasta promotor del periódico de López. Así lo demostró en la carta mencionada a Ferreira França: "El Paraguayo Independiente fue muy bien recibido por el pueblo. El himno nacional y la proclamación, publicados en los números 2 y 4 despertaron mucho entusiasmo... La República del Paraguay tiene pues su periódico. Nunca el Dictador (Rosas) pensara tal cosa".

Según señala el historiador compatriota R. Antonio Ramos, aquella vez Pimenta remitió a su país diez ejemplares de cada número, "para el caso que V. E. (Ferreira França) quiera transmitir algunos a los Ministros Extranjeros y a nuestras Legaciones de Uruguay y Buenos Aires". Pocos días después remitía también otros ejemplares al Instituto Histórico y Geográfico Brasileño.

Según el mismo presidente López -apunta Ramos-, EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE debía además

"demostrar palpablemente: 1º Que el Paraguay, desde el Congreso general de 1810 quedó libre de Buenos Aires; y que la Independencia paraguaya fue reconocida explícitamente por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1811. — 2º Que el gobierno de Buenos Aires, postergando el derecho de las gentes y la sagrada Fe pública, violó manifiestamente todas las condiciones convencionadas por el tratado de alianza del 12 de Octubre de 1811; que el Gobierno paraguayo lo declaró roto y se desprendió en 1813 de dicho tratado, y de todas las relaciones con Buenos Aires, y se declaró independiente de todo poder extraño. – 3º Que en 1842 nada más hizo que renovar y ratificar esa declaración absoluta y definitiva de su independencia y soberanía nacional, para el único fin de pedir el reconocimiento general de las naciones; y que sólo por un acto de deferencia y amistad con el gobierno argentino, lo incluyó en esa generalidad no obstante su anterior reconocimiento. – 4º Que virtual y expresamente desde su primer pronunciamiento ha sido, y es considerado el Paraguay por las diferentes y principales naciones, como un Estado soberano. – 5º Finalmente: que tiene incuestionable derecho de mantener, y sustentar su independencia y su derecho tradicional derivado del régimen español para recorrer el Paraná con su pabellón nacional; y que Buenos Aires no tiene título alguno a oponer".

Si EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE fue bien recibido por el pueblo de la república también en el Brasil su aparición se celebró favorablemente. Jornal do Comercio publicó este comentario:

"Recibimos por vía de Río Grande el primer número de un diario que comenzó a publicarse en el Paraguay con el título de El Paraguayo Independiente. La aparición de un diario político en la ciudad de Asunción, en la capital de un Estado que por treinta y cinco años se conservó segregado de la comunidad de las naciones y que por tantos años estuvo sujeto a un régimen excepcional que doblegó a grandes y pequeños, pero que libró al país de la invasión de las ideas revolucionarias y de la anarquía, debía despertar la atención pública en cualesquiera circunstancias, como señal de una modificación en la política rigurosa que estableció el dictador Francia y como prueba del progreso de la opinión pública y de la civilización de aquel país. Ahora que el gobierno argentino aparece con pretensiones al dominio del Paraguay por el simple hecho de haber pertenecido esta república al antiguo virreinato de Buenos Aires; ahora que el gobierno argentino intenta impugnar una independencia proclamada hace 35 años y afirmada por dos victorias, con el pretexto de nunca haberla reconocido, no puede dejar de ser del mayor interés para los pueblos conterráneos y especialmente para el Brasil, que ya reconoció la independencia del Paraguay, la aparición de un periódico destinado principalmente a fijar los derechos incontestables de aquel Estado a su independencia y probar con documentos eficientes e irrecusables el reconocimiento expreso y solemne de esa independencia por el gobierno de Buenos Aires, el año de 1814. - (sic) En la sección exterior transcribimos el primer artículo de El Paraguayo Independiente, que prueba evidentemente que el Paraguay, desde los primeros pasos de su revolución, se separó de Buenos Aires y que su independencia fue solemnemente reconocida por el gobierno argentino. Es un documento importante, es la historia de la revolución del Paraguay, de sus luchas y de su independencia, alcanzada a costa de la sangre de sus hijos en los campos de Paraguarí y Tacuarí, donde las fuerzas argentinas que iban a subyugar al nuevo Estado fueron completamente derrotadas por las armas paraguayas”.

"El Paraguayo Independiente —comentaba el Comercio del Plata— es devorado por todas las clases, en las que hay una sed ardiente de conocimientos e industrias". Paralelamente, muchos otros diarios del continente americano hicieron suya la causa paraguaya: Florencio Varela y Valentín Alsina escribían en el Comercio del Plata; José Rivera Indarte en El Nacional, de Montevideo; José Domingo Sarmiento, en El Progreso, y Santiago Derqui, en La Revolución, de Corrientes.

La aparición de este periódico "señaló una nueva época en el desarrollo de nuestra cultura”, indicó Ramos, para agregar que desde entonces, el poder de la inteligencia llegó hasta los lejanos confines del territorio iluminando las consciencias: "con El Paraguayo Independiente nuestro pueblo aprendió que no solo se defiende a la patria con la acción de las armas sino que también se la defiende con las virtudes de la inteligencia".

 

RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA

En 1852 después de la batalla de Caseros, con el desbloqueo del puerto de Buenos Aires, comenzarían las relaciones formales de las provincias del Sur con el Paraguay. En Caseros, Juan Manuel de Rosas fue derrotado por el Ejército Grande (formado por correntinos, entrerrianos, uruguayos y brasileños) al mando de Justo José de Urquiza.

Ese mismo año se firmaría el Acuerdo de San Nicolás (31 de mayo) con el que se organizó la Confederación Argentina, fue nombrado director provisorio de la Confederación y meses después, el de junio de 1852, Tratado mediante, reconoció formalmente la independencia del Paraguay y signó los acuerdos de libre navegación en la cuenca del Plata.

El Gobierno paraguayo ordenó que se eliminara de los documentos oficiales la leyenda: "Independencia o Muerte".

El 18 de setiembre de 1852 apareció el último número de EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, el 118, tras lograr sus tres objetivos primordiales: el reconocimiento de la independencia, el acuerdo de límites con la Confederación y la libre navegación del Paraná.

Carlos R, Centurión, "sus 118 números constituyen una fuente invalorable para el investigador; encierran la historia documentada de aquellos ocho años de apasionada controversia, de sostenida lucha, de encendida pasión, eminentemente patriótica y nacionalista”.

Tras la victoria de EL Paraguayo Independiente, se sepultó definitivamente aquella idea de que el Paraguay era "la provincia rebelde de la Confederación Argentina".

Luego de aquel proceso, continuó la dinámica histórica de la Argentina, que tendría posteriormente importantes consecuencias para nuestro país. La situación entre Buenos Aires y la Confederación se rompería durante la Revolución de Septiembre (11 de septiembre de 1852) en la que finalmente los porteños se separarían de la Confederación Argentina declarando a Buenos Aires Estado independiente.

Las guerras entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina solo concluirían en 1861 en la batalla de Pavón. En esa batalla los Colorados del oriental Venancio Flores ayudarían a la derrota de Urquiza reforzando con esto su alianza con el nuevo presidente Bartolomé Mitre.

Luego de la batalla de Cepeda, 23 de octubre de 1859, con triunfo de Urquiza sobre Mitre, se apresurarían las negociaciones para la unidad argentina. El mediador: Francisco Solano López, quien a través del Pacto de San José de Flores, el 11 de noviembre de 1859, sellaría la unidad de la Argentina.

 

 

EL SEMANARIO

El 21 de mayo de 1853 apareció el primer ejemplar de EL SEMANARIO DE AVISOS Y CONOCIMIENTOS ÚTILES, bajo el lema de Viva la República del Paraguay. Su director era el presidente Carlos Antonio López, quien ejercía el cargo a través de Juan Andrés Gelly. Posteriormente lo conduciría Ildefonso Bermejo. Estaba impreso en la imprenta del Estado.

El periódico tenía la misión de explicar la orientación política del gobierno de Carlos Antonio López, tal como dice él mismo en su mensaje de 1854 al Congreso.

Según Beatriz González de Bosio, EL SEMINARIO (como pasó a llamarse luego) reflejaba variados intereses de la sociedad y publicaba las medidas gubernamentales al igual que información sobre el comercio y artículos sobre usos y costumbres de la época. El Semanario incluyó folletines, narraciones, comentarios. En sus páginas se publicaron las primeras crónicas de arte y crítica de teatro en las letras nacionales, hechas por el español Ildefonso Bermejo.

Según Alfredo Seiferheld, El Semanario fue la primera hoja periodística de lineamientos modernos. Si bien lejos de lo que hoy se entiende por periodismo independiente -afirmaba el prestigioso historiador- se ocupó de cuestiones de diversa competencia y significó “la consolidación de la prensa en él Paraguay".

Colaboraban en este periódico, Gumercindo Benítez, Juan Crisóstomo Centurión; y los sacerdotes Fidel Maíz, José del Rosario Medina y Francisco Solano Espinoza. Escribían además, Luis Caminos, Julián Aquino, Andrés Maciel, Carlos Riveros y Gaspar López.

Beatriz González de Bosio identifica tres etapas en la vida de EL SEMANARIO. La primera va desde el número 1 al 114; es decir, hasta el sábado 28 de julio de 1855, editado en formato de 28 por 16 centímetros, a dos columnas y ocho páginas.

La segunda época se inició el 25 de agosto de 1855. Basándose en una información del doctor Víctor Simón, la historiadora asevera que a partir el número 119 EL SEMANARIO apareció en tamaño standard, lo que hoy es conocido como tamaño "sábana". Tras el avance aliado la imprenta se trasladó a Luque en 1868 y el formato del periódico se redujo al tabloide (tal como son hoy todos los diarios paraguayos).

La tercera etapa de EL SEMANARIO se dio a partir del número 191, el sábado 7 de noviembre de 1857. Ya entonces es bajo la dirección de Ildefonso Bermejo, quien seguiría en cargo hasta que abandonó el Paraguay en 1862. Le sucedió en la dirección Gumercindo Benítez. Este habría de morir a finales de 1868 en la batalla de Pikysyry. Ya en plena guerra, oficiaría como corresponsal del periódico, Natalicio de María Talavera, quien moriría de cólera en 1867.

Según rememora Josefina Plá, en la época de los primeros años 60 del siglo XIX apareció la que podría considerarse obra primigenia en la narrativa paraguaya: la novela o, mejor, relato, Prima noche de un padre de familia, obra del Deán Bogado según unos y de un señor Barrios según otros, publicado en EL SEMINARIO. En este mismo periódico publicó Natalicio Talavera la traducción de Graziella Lamartine.

El Semanario dejaría de aparecer definitivamente el 14 de noviembre de 1868, tras su último ejemplar, el número 75 publicado en Piribebuy, según unos; en San José de los Arroyos, según otros.

 


 

ECO DEL PARAGUAY

EL ECO DEL PARAGUAY, periódico político, industrial, comercial y literario -tal como se presentaba en su logotipo- fue una publicación de corta vida. Su primer ejemplar data del 19 de abril de 1855. Su único redactor, según también se anunciaba, era Ildefonso Bermejo. Fue un periódico de dos hojas, y cuatro páginas a tres columnas.

El 1 de agosto de 1855, el gobierno constitucional de don Carlos Antonio López instituía la Ley de Libertad de Imprenta, lo que equivalía a una incipiente ley de libertad de prensa, con sus luces y sus sombras, pero hechas en un país que nacía como nación y se constituía en sus instituciones.

En la edición Nº 17 del periódico, Año I, del jueves 9 de agosto de 1855, Ildefonso Antonio Bermejo incluía en la tapa la siguiente poesía en homenaje a dicho acto.


Al Excmo. Señor Don Carlos Antonio López En ocasión del decreto del 1º de agosto sobre Libertad de Imprenta

Sacude su letargo, musa mía,

No ensordezcas al grito del contento,

Y en dulce y jubilosa melodía,

Alza de gloria el triunfador acento...

¡Canta del libre la inmortal poesía!


Paraguayos, venid, cercad al hombre,

Que os indica el sendero de la gloria;

Cante la fama su preclaro nombre,

Y en letras de marfil grave la historia

Una página insigne a su memoria.


Tejed coronas para orlar su frente,

López! repita sonoro el viento,

López! aclama la entusiasta gente,

Pues con mano juiciosa y prepotente,

Las cadenas rompió del pensamiento.


Ya el pensamiento es libre, ciudadanos!

No abuséis de esta dulce independencia,

Que no hay pasiones donde no hay tiranos,

Ni quien sondar pretenda los arcanos

Del Santo tribunal de la conciencia.


Contemple la nación el bien que alcanza,

Que el sol de libertad mostró sus rayos.

La ilustración con ellos se afianza.

¡Alimenten los pechos paraguayos,

El fuego bienhechor de la esperanza.


Sacude tu letargo, musa mía,

No ensordezcas el grito de contento,

Y es dulce y jubilosa melodía,

Alza de gloria el triunfador acento...

Canta del libre la inmortal poesía.


Ildefonso Antonio Bermejo

Eco del Paraguay, Año I, Nº17

Jueves 9 de agosto de 1855


De El Eco DEL PARAGUAY quedaron 108 números.

El periódico se publicó hasta el año 1857.

 


LA AURORA

Luego de Eco del Paraguay, Ildefonso Bermejo fundó LA AURORA, denominada "Enciclopedia Mensual y Popular", considerada la primera revista literaria. Su primer número pareció el 4 octubre 1860.

Esta revista fue un órgano del Aula de Filosofía, dirigida por Bermejo, publicó en total doce números y cada número constaba de 40 páginas.

LA AURORA no solo fue la primera revista literaria sino la primera con ejemplares ilustrados publicados en el Paraguay, con litografías del francés Charles Riviere.

La revista incluyó temas de: moral, estudios históricos, estudios religiosos, misceláneas, estudios científicos, artículos sociales, etc. Sus principales redactores fueron alumnos del aula de filosofía: Natalicio Talavera, Juan Bautista González, Gumercindo Benítez, Mateo Collar, el italiano Domingo Parodi, el sacerdote José del Rosario Medina, Juan Bautista González, el español Enrique López y la uruguaya Marcelina Almeida, la primera poeta en el Paraguay.

De acuerdo con Margarita Durán Estragó, en adelante no se podrá hablar de la historia del grabado en el Paraguay sin mencionar La Aurora con sus imágenes de bustos, cuadros sobre motivos históricos y xilograbados que ilustran cada uno de sus cuadernillos.

Agrega la citada historiadora que la difusión de La Aurora se extendió a los pueblos del interior y llegó a traspasar las fronteras, gracias a un buen sistema de distribución con suscripciones anuales que podían hacerse "en campaña, en casa de los agentes o corresponsales de la empresa", y en la capital, en el local de la Imprenta Nacional, que para entonces funcionaba en la esquina del Atajo y la calle del Sol (Alberdi y Presidente Franco, en diagonal con el Teatro Municipal) y en la redacción de la revista, instalada en el domicilio particular de Ildefonso A. Bermejo, actual calle Mariscal López casi Independencia Nacional, hoy propiedad del Arzobispado de Asunción.

Se nota en los redactores un alto nivel de escritura -apunta Durán Estragó-, teniendo en cuenta su condición de alumnos, en su gran mayoría. Dichos jóvenes poseían además un léxico desahogado, avalado por la lectura de autores clásicos y contemporáneos, europeos y americanos, lo cual se desprende de las cuantiosas citas y lemas. Contaban asimismo con suficientes conocimientos del francés, latín y portugués.

De entre esos jóvenes -de acuerdo con Josefina Plá- el de más decidida inclinación a la literatura parece haber sido Natalicio Talavera, al cual podemos considerar como el primer auténtico poeta paraguayo, y también como nuestro primer romántico, además de haber sido nuestro primer corresponsal de guerra.

Según José Luis De Tone, citado por Margarita Durán Estragó, LA AURORA significa "un esfuerzo colectivo de la joven intelectualidad paraguaya formada bajo el gobierno de Carlos Antonio López y, a diferencia de los demás periódicos de la época, tiene diversidad de opinión, produciendo incluso sutiles polémicas entre sus redactores, lo cual posibilita una postura crítica ante el conocimiento”.

Para Francisco Pérez-Maricevich, LA AURORA es un título al mismo tiempo romántico y simbólico. Nada impide conjeturar -añade Pérez-Maricevich- que la elección de ese título haya sido inducida en su responsable por el doble hecho de que la revista era la primera que veía la luz en el Paraguay y porque sus redactores eran jóvenes alumnos del Aula de Filosofía, ninguno de los cuales -salvo su redactor jefe y algún colaborador- superaba los veinticinco años.

"El espíritu, tan ingenuo y optimista, que les animaba en redacción a la publicación de la revista -apunta el poeta y crítico literario-, halla un vivo reflejo en estas exaltadas expresiones de uno de sus redactores, Natalicio de María Talavera, publicadas en el primer numero de la misma: El Paraguay nace hoy con bellas y encantadoras formas; vémosle crecer veloz, con paso firme; empujémosle, pues con los materiales que tenemos a la mano, y suplamos aún lo imposible con una decidida voluntad, pues como dice Napoleón vouloir est pouvoir; unámonos todos a fortalecer este gran pensamiento y no tardaremos en verlo al nivel de la civilización europea".

En el marco del proceso histórico de la literatura paragua ya, Pérez-Maricevich analiza el significado de LA AURORA y destaca en ella tres aspectos fundamentales: "Contiene las primeras manifestaciones editas de la narrativa nacional (los cuadros de costumbre de Bermejo y el relato 'Influencia de la sobriedad en la duración de la vida', de (Natalicio) Talavera. Cuenta con el primer poema netamente romántico de la poesía paraguaya, como ejemplo, La pecadora, de Marcelina Almeida, además de documentar la aparición de la primera mujer escritora en un periódico paraguayo. Contiene la primera polémica generacional de la literatura paraguaya, con lo que permite elaborar una periodología de nuestras letras".

Respecto a Marcelina Almeida, Pérez-Maricevich destaca que era de nacionalidad uruguaya, y su poema La pecadora fue el primero proveniente de la pluma de una mujer, que se publicó en nuestro país, y precisamente en LA AURORA, realmente, una revista auroral., que dejó de editarse en l861.

Otro periódico también salido del Aula de Filosofía fue LA ÉPOCA, que -de igual forma- tuvo una efímera existencia.

Entre los colaboradores de LA AURORA se distinguió principalmente Gumercindo Benítez, nacido en Villarrica en 1835. Benítez llegó a ser secretario privado de Carlos Antonio López y director de EL SEMANARIO, después de Bermejo. Poseía una valiosa biblioteca. Siendo ministro de relaciones exteriores realizó una labor ingente y útil. Existe una colección de la correspondencia diplomática cambiada entre el Gobierno del Paraguay y el de los Estados Unidos de América, obra suya y editada en Buenos Aires. Gumercindo Benítez falleció durante la guerra. Fue fusilado por orden de los tribunales militares. Entre sus escritos, ha dejado además una magnífica narración de la batalla de Tatayibá.

Otros colaboradores de LA AURORA fueron Mauricio Benítez, quien llegó al grado de coronel del ejército nacional, y estuvo en Cerro Corá acompañando al mariscal López; Mariano del Rosario Aguiar, quien oriundo de Itapé fue ordenado sacerdote en 1862 en el Seminario de la Asunción; José del Rosario Medina, quien publicó varios artículos como Estudios filosóficos, La hipótesis y La superstición.

Cabe recordar también a José Mateo Collar (Mbuyapey, 1835 Asunción, 1919), cuya actuación posterior a la guerra, tanto en la Convención Nacional Constituyente reunida en la Asunción en 1870, como en la magistratura judicial, en la política y en la prensa, le dieron notoriedad pública. Había dado a conocer sus primeros ensayos literarios en la revista del Aula de Filosofía en 1860. En 1894, Mateo Collar continuaba escribiendo para la prensa. En La Independencia, editada en honor a los próceres de la patria, el 14 de mayo de aquel año, apareció un texto suyo titulado UN PENSAMIENTO.

Otros redactores cuyos artículos se conservan aún, fueron Juan Bautista González, Enrique López y Américo Varela.

 

 

ANTES DE LA GUERRA EN LA ARGENTINA

Ya durante la colonia, en la que sería la Argentina hubo periódicos. El primero de ellos fue el publicado por Agustín Garrigós a partir del 8 de enero de 178?. Era un noticiero titulado NOTICIAS RECIBIDAS DE EUROPA POR EL CORREO DE ESPAÑA POR VÍA DEL JANEIRO. El 19 de mayo siguiente apareció otro periódico con noticias de España.

Hubo varios más hasta el fin del período colonial. El primer periódico de la etapa independiente argentina fue la GAZETA DE BUENOS AYRES, nacido el 7 de junio de 1810 para constituirse en una especie de boletín oficial de la Primera Junta, redactores principales fueron Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.

Siguió apareciendo luego una larga serie de periódicos tanto en Buenos Aires como en las demás provincias. Prácticamente todas esas hojas estuvieron ligadas a agrupaciones políticas, a caudillos regionales y muchas de ellas alineadas en el largo conflicto entre federales y unitarios.

En medio de la prensa politizada, surgieron algunos periódicos moderados, que se mantuvieron fuera de los ataques. Uno de ellos fue El ARGOS de Buenos Aires, que surgió en 1821. Decía en su primer número: "La publicación de un periódico en Buenos Aires, ha sido durante la Revolución obra sumamente fácil; más su consistencia o estabilidad no ha sido posible conciliarse ni aún en las épocas en que más han florecido".

En 1823, comenzó su labor un órgano que tendría larga vida. Se trataba de LA GACETA Mercantil se publicó sin interrupción entre el 1 de octubre de 1823 y el fin del régimen del dictador Juan Manuel de Rosas, en 1852.

Este fue el diario al que se enfrentó EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, de Carlos Antonio López, en dura puja por el reconocimiento de la independencia del Paraguay.

En 1862 Bartolomé Mitre llegó a la presidencia en una década que vio nacer a dos de los más importantes diarios argentinos: LA NACION y LA PRENSA.

Pero en la década anterior, la de los años 50 del siglo XIX se iniciaron los ataques más feroces de la prensa del Río de la Plata al Paraguay.

Según recuerda Ricardo Scavone Yegros, en junio de 1857 el diario EL ORDEN de Buenos Aires comenzó una intensa campaña contra el gobierno del presidente Carlos Antonio López. Dicho periódico afirmó que el Paraguay continuaba "regido por una dictadura suspicaz y bajo la explotación del monopolio oficial".

Para los investigadores argentinos María Lucrecia Johansson y Sujatovich resulta revelador que el 28 de septiembre de 1862, dos días después de dar a conocer la muerte del presidente Carlos Antonio López, LA NACIÓN ARGENTINA haya publicado un editorial que tituló "La guerra al Paraguay".

Uno de sus párrafos sostiene: "Cuando una parte de la prensa, queriendo volver por su honor comprometido, rescata con maldiciones a los tiranos muertos las alabanzas que prodigó a los tiranos vivos, la Nación Argentina, que no ha defendido jamás el Gobierno del Presidente López, porque no puede ser amiga de la libertad en Buenos Aires y amiga del despotismo en el Paraguay (...) El Paraguay, representando el despotismo en la América, no puede contar con la simpatía de nadie".

Ambos autores expresan que las columnas editoriales de LA NACION ARGENTINA previas a la Guerra de la Triple Alianza marcaron una tendencia muy favorable hacia las fuerzas conjuntas en contra del ejército paraguayo ofreciendo, a su vez, una construcción maniqueísta de los protagonistas. Si Mitre era el "progreso", la "paz" y el "bien", Solano López era el "atraso", el “vandalismo" y el “mal". De esta manera, "una nueva versión de civilización y barbarie se construía en la prensa del Río de la Plata".

LA NACIÓN ARGENTINA, diario nacido en 1862 y que en 1869 se convertiría en La Nación, bajo propiedad y dirección de Bartolomé Mitre, tuvo -de acuerdo con el parecer de Johansson y Sujatovich- un interés fundamental en presentarse a sí misma como un actor político independiente y no como un órgano de difusión del gobierno central, “lo que se vincula con las necesidades propias de la práctica periodística porteña de la segunda mitad del siglo XIX".

En la cercana provincia de Corrientes, respecto al Paraguay hubo -precisamente- dos corrientes periodísticas. Una estaba representada por el diario EL INDEPENDIENTE, favorable a la causa del Paraguay, o, por lo menos, desfavorable a cualquier alianza argentina con el Brasil.

El dos de abril de 1865, a doce días de la ocupación paraguaya a Corrientes, El Independiente expresaba: “La prensa liberal de Buenos Aires trabaja con tesón para complicar a la República en la cuestión Brasilera-Paraguaya; y como hay motivo para suponer que marcha de acuerdo con el pensamiento oficial, deducimos lógicamente, que la política del gobierno nacional es funesta para el presente y el porvenir de la República". El periódico planteaba claramente su oposición a la política del gobierno de Bartolomé Mitre respecto al Paraguay e instando a la no participación en la guerra. Durante la ocupación paraguaya de Corrientes, llegarían a escribir en sus páginas los paraguayos José Berges y Víctor Silvero.

La otra corriente periodística correntina estaba dominada por el diario EL PROGRESO, absolutamente contrario al Paraguay. Este periódico emitiría su último volumen el 13 de abril de 1865, un día antes de la invasión de tropas paraguayas a Corrientes.

Por su parte, EL INDEPENDIENTE se cerraría en el mes de octubre, cuando las fuerzas paraguayas fueron desalojadas de la capital provincial.

EL INDEPENDIENTE, urquizista (de la línea de Justo José de Urquiza) y El PROGRESO (mitrista) representaban a dos sectores muy bien diferenciados de la sociedad de Corrientes, que le vio "energizada" por el conflicto con el Paraguay, según señalaba en un ensayo el historiador y cientista político correntino Dardo Ramírez Braschi.

De todos modos, hay que recordar que en la Argentina hubo otros medios de comunicación adherentes a la causa paraguaya, como EL PUEBLO ENTRERRIANO y EL PORVENIR, de Entre Ríos.

 

Uruguay

El periodismo surgió en el Uruguay en el año 1807, con LA ESTRELLA DEL SUR, publicada en inglés y español al amparo de las invasiones inglesas, de la que aparecieron siete números. Su propósito principal fue desprestigiar la causa española.

En 1810, el franciscano fray Cirilo de la Alameda y Brea publica LA GACETA de Montevideo, que se editó en una imprenta regalada por la princesa Carlota Joaquina de Borbón (hermana del rey de España, Fernando VII) al Cabildo de Montevideo, con el fin de que se hiciera un periódico que defendiera los derechos borbónicos frente a los franceses, que tenían secuestrado a su hermano, y también para hacer frente a las publicaciones independentistas que venían de Buenos Aires (Argentina).

Hay que recordar que Carlota Joaquina, princesa de Portugal, reivindicaba para sí el poder en el Río de la Plata, dado que su hermano se hallaba prisionero de Napoleón en Bayena, Francia.

En 1814, apareció el tercer periódico uruguayo, denominado EL SOL de las Provincias UNIDAS. Después surgirían EL PAMPERO, que tuvo una efímera existencia en 1822, y LA AURORA, 1823.

Durante la guerra con el Brasil (1825 - 1828), en Montevideo comenzó a aparecer en 1827 LA GACETA de la PROVINCIA ORIENTAL, en el pueblo de Canelones, denominada Guerra del Brasil, o Guerra Argentino-Brasileña o Guerra Rioplatense-Brasilera (Guerra da Cisplatina en portugués) fue un conflicto armado entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil, por la posesión de los territorios que corresponden a la actual República Oriental del Uruguay y parte del hoy estado brasileño de Río Grande del Sur.

También en 1827 aparecieron Eco Oriental, Miscelánea ORIENTAL y EL GUARDA de sus Derechos. Después de la guerra mencionada, en 1828 fueron publicados EL CONSTITUCIONAL, EL UNIVERSAL y EL NACIONAL.

El escritor argentino Miguel Cañé y un colega uruguayo, Andrés Lamas, imbuidos de las ideas del Romanticismo en boga por esos años en Europa, fundaron en 1838 El Iniciador, "innovador de las ideas políticas sociales y culturales de la región del Río de la Plata; en el que colaboran entre otros, los argentinos Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez

En 1848 el Uruguay vio nacer al primer diario, que se llamaba TELÉGRAFO MARÍTIMO. Poco antes de la Guerra de la Triple Alianza, comenzó a publicarse EL SIGLO, en 1862.

 

Brasil

La aparición de la prensa en el Brasil ocurrió en 1808, año en que se instaló allí la Corona portuguesa. Ante la amenaza de la invasión napoleónica, la familia reinante de Portugal se había marchado del imperio, protegida por la Armada inglesa. El príncipe regente portugués, Juan de Braganza, y su esposa, Carlota Joaquina, hija de Carlos IV y por ende hermana de quien sería Femando VII, cruzaron el Atlántico hacia el Brasil.

La escuadra portuguesa zarpó del puerto de Lisboa el 29 de noviembre de 1807, un día antes de que las tropas napoleónicas invadieran Portugal. Con los príncipes viajaron 15 mil portugueses rumbo a Río de Janeiro, donde llegaron después de una azarosa navegación, el 7 de marzo de 1808.

En mayo apareció la llamada Impresión Real, hoja a la que siguió la Gazeta do Rio de Janeiro, en setiembre. Mientras tanto, en junio, Hipólito da Costa fundó en Londres El CORREIO BRASILIENSE O ARMAZÉM LITERÁRIO. Este periódico se caracterizó por ser muy crítico, moderno y dinámico. Poseía información política y una opinión fuerte.

Tanto la GAZETA DO RIO DE JANEIRO, fundada para dar voz a la corte portuguesa recién instalada en la sede de la administración colonial, como el CORREIO BRAZILIENSE, primer órgano de prensa publicado por un brasileño y enteramente producido en el exterior, prioritariamente se dedicaban a informaciones sobre sucesos ocurridos fuera del Brasil. LA GAZETA, por ser en esencia el vehículo de expresión de una elite todavía más preocupada con el curso de la guerra en Europa, cuyo desenlace determinaría el regreso o no de la corte a Portugal.

En abril de 1822 comenzó a aparecer EL CORREO DE RIO DE JANEIRO, fuerte crítico de Pedro I, a tal punto de que su propietario, Joao Sooves Risleoca, tuvo que exiliarse en Buenos Aires.

Otro periódico destacado fue el TYPHIS PERNAMBUCANO fundado por el religioso y político Joaquim da Silva Rabel conocido después como Frei Joaquim do Amor Divino Rabelo o simplemente Frei Caneca, para movilizar a la ciudadanía contra el poder. Caneca terminaría fusilado en 1825.

El 7 de noviembre de 1825 apareció DIARIO DE PERNAM BUCO, que, editado en Recife, es el periódico más antiguo de América Latina y vigente hasta hoy.

La inestabilidad política se agudizó entre 1831 y 1841, periodo en que aparecieron publicaciones muy polémicas. Pedro I abdicó en 1837 y el gobierno quedó en manos de un Consejo de Regencia. En 1841, el hijo del emperador se convirtió en Pedro II, que adoptó una postura moderada al tiempo que Brasil crecía económicamente con las exportaciones de azúcar; las plantaciones fueron esclavistas hasta 1888, con una ley que provocó el malestar que llevó a abdicar a Pedro II; para dar inicio a una república en la que se consolidaría el desarrollo económico.

 

Los legionarios

No puede dejar de mencionarse la actividad mediática de los opositores paraguayos exiliados en Buenos Aires. Es que la oposición al régimen de los López solo podía llevarse a cabo desde el exterior del país. Sus detractores, instalados en Buenos Aires, tuvieron pocos simpatizantes hasta que la prensa argentina se hizo eco de sus intenciones.

El Orden, de Luis L. Domínguez, inició el 3 de junio de 1857 una campaña contra el Gobierno del Paraguay que pronto fue acompañada por EL NACIONAL, de Domingo Faustino Sarmiento, y Los DEBATES, de Bartolomé Mitre.

A esos periódicos se sumaría luego La Prensa, diario dirigido por Juan Francisco Monguillot, que en octubre de 1857 sostuvo que Buenos Aires debía iniciar una cruzada para evitar que en Sudamérica "se enseñorease un nuevo Rosas", según recuerda el historiador compatriota Ricardo Scavone Yegros. La hoja porteña argumentaba que el gobierno de Carlos Antonio López "desconocía a los paraguayos el derecho a la propiedad como la libertad de trabajar y dedicarse al comercio y que estos no reaccionaban porque tenían agotada su inteligencia a causa de las tiranías que habían soportado sin comprender su verdadera situación ni conocer toda su desgracia".

Los expatriados paraguayos, a su vez, para tener su propia voz mediática, fundaron periódicos como EL GRITO PARAGUAYO (25 de noviembre de 1858) y El clamor de los libres (21 de febrero de 1859), con los cuales prosiguieron su campaña contra el gobierno del Viejo López. Aparecieron tres números de este y doce del anterior. Este último fue semanario y se lo pregonaba los jueves. El último número es del 12 de febrero de 1859.

El publicista chileno Francisco Bilbao (1823 -1865), un personaje ampliamente relacionado con la sociedad argentina hasta el punto de haber contraído matrimonio con la hija del general Tomás Guido, colaboró estrechamente con los paraguayos exiliados en la capital porteña pues pensaba que en el Paraguay "la educación de servilismo y obediencia ciega dada por los jesuitas encontró su representante explotador en la voluntad de Francia el dictador, y más tarde ha sido convertida en institución por López el dictador presente".

Proponía contra el gobierno de Carlos Antonio López, aislarlo, estigmatizarlo a través de la prensa, promover la unión de los exiliados paraguayos en Buenos Aires y finalmente provocar la guerra contra el Paraguay.

Bilbao había predicado el conflicto armado contra el Paraguay en la Revista del Nuevo Mundo y posteriormente en LA PRENSA, cuya dirección había asumido. Afirmaba que López era "un monstruo que es necesario ir a buscar con las armas en las manos". Es llamativa la manera apasionada con que Bilbao abrazó la causa de los expatriados paraguayos, hasta el punto de firmar, como un paraguayo más, los documento fundamentales que estos dieron a conocer, incluyendo la conocida PROCLAMA DE LOS PARAGUAYOS LIBERALES, de la cual fue redactor. Sin embargo, en febrero de 1859 fue separado del grupo porque los paraguayos aludían que sus artículos muy radicalizados restaban popularidad a la causa. Asimismo, se sospechaba que estaba al servicio del Gobierno del Uruguay.

Los diarios porteños, en su mayoría, apoyaron los propósitos revolucionarios públicamente anunciados por los emigrados diciendo entre otras cosas: "El Paraguay necesita regenerarse, y esa regeneración creemos que no podrá obtenerse de otro modo que a cañonazos. Los paraguayos necesitan rehabilitarse de dignidad ante el mundo civilizado; pero esa rehabilitación forzosa es que la compren con sangre".

 

Manuel Pedro de la Peña

El opositor paraguayo exiliado más enfático en su acción mediática contra Carlos Antonio López fue Manuel Pedro de la Peña, quien curiosamente había sido subordinado de López, quien colaboró en los primeros tiempos de EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE.

En un principio publicó artículos firmados con seudónimo en los que atacaba fieramente al régimen de Asunción. Posteriormente, entre finales de 1857 y tiempos posteriores, comenzó a publicar materiales con su nombre. Se autodesignaba el ciudadano paraguayo.

De la Peña nació en 1811, en el hogar formado por el español Pío Ramón de la Peña y doña Josefa Hurtado de Mendoza y Cabañas, sobrina del coronel prócer Manuel Atanasio Cabañas.

Inició sus estudios bajo la dirección del maestro Juan Pedro Escalada, y los prosiguió en el convento de la Merced de Asunción. Fue encarcelado durante el gobierno del dictador Francia en 1827 por supuesta conspiración contra el Supremo, y su cautiverio se prolongó hasta el 14 de mayo de 1841.

Escribió en la prisión un Himno a la libertad, dedicado al gobierno surgido a consecuencia de la sublevación de los sargentos Romualdo Duré y Francisco Campos. Este fue adoptado como primer himno nacional y se cantaba hasta 1860. Con el Congreso del 25 de noviembre de 1842, Manuel Pedro de la Peña inició su vida pública. Fue uno de los firmantes del Acta de ratificación de la independencia del Paraguay. Y fue enviado especial en 1843 por el Segundo Consulado (Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso) ante la Confederación Argentina. En dicha misión lo acompañó Francisco Solano López por expreso pedido de Don Carlos.

De la Peña regresó a Asunción en 1844 y el gobierno de López padre le confió importantes funciones públicas, Fue interventor de la Tesorería General, administrador de Hacienda Pública, fiscal del Crimen; fiscal General del Estado, miembro del Consejo de Estado y diputado sufragante de la nación e todos los congresos.

En 1857 Manuel Pedro de Peña emigró a la Argentina y se radicó en Buenos Aires. Este hecho motivó la confiscación de sus bienes por parte del gobierno de Carlos Antonio López y la persecución a sus hijos.

Desde entonces se volvió el gran opositor del gobierno de los López y los combatió fuertemente desde las columnas de periódicos porteños de aquella época como LA TRIBUNA, EL PUEBLO, LA REPUBLICA y LA NACION. Fueron famosas sus “Cartas del ciudadano paraguayo Manuel Pedro de la Peña “dirigidas a su sobrino Francisco Solano López. Este "precursor del periodismo paraguayo" falleció en Buenos Aires en 1867. Estuvo casado con Rosario Guanes.

Tras la asunción de Francisco Solano López como presidente de la República, los ataques periodísticos contra el Gobierno paraguayo continuaron. Exclamaban públicamente, sin lugar a dudas, lo que íntimamente pensaban los gobernantes y los directores políticos de Buenos Aires.



CAPÍTULO 3

EL PERIODISMO EN LA GUERRA: DE EL SEMANARIO A LA ESTRELLA

 

Después de aquella gran victoria defensiva de las fuerzas paraguayas en Curupayty, el 22 de setiembre de 1866, la guerra entró en una etapa de inercia. Los aliados se tomaron su tiempo para recomponer sus planes y sus fuerzas; casi 14 meses sin acciones bélicas importantes. El mando de Bartolomé Mitre estaba muy desacreditado y emergía la figura de Luis Alves de Lima e Silva, duque de Caxías, como futuro comandante en jefe de las tropas invasoras.

En ese contexto, el único periódico paraguayo era EL SEMANARIO, que todavía seguía apareciendo desde sus talleres en Asunción y tenía como corresponsal en el frente a Natalicio Talavera, el primer periodista compatriota que ejerció tal función. Y lo hizo de una manera admirable con crónicas de batallas que además de precisas descripciones técnicas, poseían una alta calidad en el estilo narrativo (ver Anexo).

Decía Josefina Plá: "Al estallar la guerra de la Triple Alianza El Semanario, que mantenía al público de la Capital y en interior et contacto con las novedades oficiales y de comercio, y que a la ve respondiendo a las incipientes apetencias culturales, diera cabida a folletines, noticias literarias o históricas, avisos y comentarios de teatro, etcétera, experimenta una lógica transformación. Se convierte en vocero de la defensa, sin margen ya para otra cosa que esa expresión unívoca".

En ese primer periódico "guerrero" colaboraban también el padre Fidel Maíz y Andrés Maciel. Un aporte importante fue el del boliviano Tristán Roca, quien tuvo una llamativa historia. Fue prefecto (intendente municipal, casi gobernador) de Santa Cruz de la Sierra, hasta que con el golpe de Estado del general Mariano Melgarejo, a quien no reconoció como presidente de Bolivia, fue desterrado a Corumbá, Brasil, ciudad entonces ocupada por fuerzas paraguayas ya en plena guerra. Roca fue trasladado con su familia y otros bolivianos a Asunción. Se instaló luego en Areguá. Desarrolló una carrera literaria destacada. Colaboró con El Semanario, luego se hizo cargo de El Centinela. Fue íntimo de Solano López hasta que incomprensiblemente cayó en desgracia y terminó fusilado en San Fernando, el 22 de agosto de 1868.

EL SEMANARIO perduró hasta el 14 de noviembre de 1868.

A partir de 1867 comenzarían a aparecer los otros periódicos que conformarían lo que podríamos denominar los "cuatro jinetes de la prensa guerrera": El Centinela, Cabichuí, CACIQUE LAMBARE (luego solo Lambaré) y La Estrella. Todos ellos nacieron bajo el impulso directo del Mariscal Francisco Solano López, según manifestaba Juan Crisóstomo Centurión en sus Memorias. López entendió el valor que podrían tener estas publicaciones como motivadoras de las tropas.

En plena guerra, el propio Mariscal controlaba estrechamente lo que se publicaría en los periódicos. Y cuando no lo podía hacer, los redactores se cuidaban bien de expresar lo que ellos sabían satisfaría al férreo conductor del Paraguay. En lo que hacía a EL Semanario, publicado en Asunción, López; recibía todos los materiales que se incluirían en la edición siguiente para leerlos de manera previa. Dichos materiales lo transmitían por el recientemente inaugurado telégrafo, que mantenía un tráfico intenso solo con lo "periodístico”. Todos los periódicos de trinchera dependieron de Francisco Solano López así como los sacerdotes de la Iglesia se subordinaron a Carlos Antonio López en la preguerra.

Comenzó ahí también un fenómeno periodístico que coincidió con la guerra y con la elaboración de estos llamados “periodicos de trinchera”: la ilustración, especialmente en forma de grabados. Los periódicos ilustrados fueron la gran novedad gráfica en esa contienda. Por otra parte, los medios señalados utilizar un lenguaje popular que se vio arropado en el uso del idioma guaraní, por primera vez en este tipo de publicaciones.

Solo EL SEMANARIO, mientras pervivió, mantuvo el estilo sobrio en sus textos. Ticio Escobar, en su ensayo titulado " imagen como arma de combate: el grabado de la resistencia", señalaba que “... [por] su espíritu oficial, conservador y serio, no podía hablar con naturalidad el lenguaje popular del Ejército ni expresar el sentido del humor, los temores, deseos y fantasías del pueblo combatiente".

 

 

EL CENTINELA

El sábado 25 de abril de 1867, con la dirección del boliviano Tristán Roca, apareció el primero de los cuatro periódicos de trinchera nacidos en plena guerra: el semanario EL CENTINELA. Se autoproclama como serio-jocoso. Contaba con una sección escrita en idioma guaraní. Otra innovación importante fueron los grabados del arquitecto italiano Alejandro Ravizza, según José Antonio Vázquez, en técnica de xilografia que reforzaban el contenido. Aquel fue el primer periódico ilustrado del Paraguay.

Los dos primeros grabados aparecieron en su edición número dos y fueron obras respectivas de Manuel L. Colunga y Juan José Benítez.

Los grabados de EL CENTINELA, así como los de CABICHUÍ constituyeron el fenómeno más importante de la práctica visual paraguaya hasta el siglo XIX: uno de los casos más significativos es la historia del arte gráfico latinoamericano de la época. EL SEMANARIO en su edición del 27 abril 1867 dio la bienvenida a El CENTINELA, señalándolo como "un avanzado de los principios de la sagrada causa nacional y de los derechos y libertades de la República". Era la primera vez, en la historia del país, que coexistían o aparecían dos periódicos simultáneamente.

Según afirmaba José Antonio Vázquez, El Semanario continuaba saliendo todos los sábados, pero "este tradicional y mesurado periódico no podía descender del tono ni desprenderse de su carácter oficial". Agregaba el investigador que "quedaba vacante el lugar para una hoja de tono menor, de nivel popular y satírico, que emplease el idioma general a la par que el oficial, y capaz, entreteniendo, de elevar la confianza y la moral de las tropas y del pueblo".

"El Centinela, Excmo. Sr., es vuestro soldado", se presentaba en su primer número, dirigiéndose a Francisco Solano López.

Para entender cuán ligado estaba el periódico al poder, se reproduce este texto publicado en la edición del 21 de noviembre de 1867, titulado El retrato del Mariscal:

"Hemos podido ver y admirar varios retratos del Gran Capitán Paraguayo, en las diferentes épocas, en que le ha llamado la Providencia á ser el ejecutor de sus grandes designios; pero aunque los artistas hayan sido más o menos felices en coger el tipo de su rostro, puede asegurarse en verdad que no existe un solo retrato perfectamente parecido.

Esto se comprende, porque no es dable ni a un genio, el triunfar de un imposible; porque el arte pictórico, el daguerrotipo o la fotografía podrán trasladar fielmente, trasmitir al lienzo, a la argentada plancha o al cristal sus facciones, pero nunca reproducir la movilidad de su mirada [...]

López tiene una mirada para cada uno de los pensamientos que agitan su alma. [...] Más esta mirada, excepto en las grandes circunstancias, cesa de ser móvil para llegar a adquirir una fijeza aún más imposible de reproducir por el arte: mirada fija que es un agudo himno que taladra el corazón de aquel a quien se dirige, y que penetra hasta lo más recóndito de su pensamiento.

Y aunque la pintura haya imitado esta fijeza, el arte ha sido impotente para expresar la vida, es decir, la acción penetrante y magnética de esta mirada. [...] La mirada de López es un poema cuyos friáticos son infinitos".

El 10 de febrero de 1868 se publicó el último ejemplar de EL CENTINELA.

 

 

CABICHUÍ

El lunes 13 de mayo, los Talleres Gráficos del Ejército instalados en Paso Pucú, hoy departamento de Ñeembucú, imprimió el primer número de CABICHUÍ, tal vez el periódico de trinchera más emblemático y más conocido.

CABICHUÍ fue fundado y redactado por Juan Crisóstomo Centurión y Natalicio de María Talavera. Colaboraban en este periódico, entre otros, el deán Eugenio Bogado, el padre

Francisco Solano Espinoza, el padre Fidel Maíz y Víctor Silvero. La sección del padre Maíz se titulaba Popĩa.

CABICHUÍ era un semanario bilingüe, con caricaturas. Ilustraba sus páginas Saturio Ríos, educado en París, de brillante actuación posterior en la política, y, muerto luego de la guerra, en la mayor pobreza, en una choza de San Lorenzo del Campo Grande. También lo ilustraban otros jóvenes como Inocencio Aquino, Gregorio Cáceres, Juan Bargas, Francisco Velasco y Francisco Ocampos.

Recordaba el coronel Juan Crisóstomo Centurión que la discusión sobre el título del periódico y sobre el dibujo que debía servirle de portada duró unos tres días. Finalmente fue aceptada su propuesta para el título, que transmite la idea de aguijonear y zaherir al enemigo (cabichuí es una especie nativa de avispa), lo mismo que el dibujo de la portada, que representa, según Centurión, "un negro acosado por una multitud de esas avispas". Cada ejemplar tenía cuatro páginas a tres columnas.

El padre Fidel Maíz apuntaba que Cabichuí era un periodiquín hebdomadario, ilustrado con grabados en madera, "cuyo objeto era distraer y alentar el espíritu de la tropa, haciendo lo posible para que no se apercibiese de que estábamos ya circunvalados por el enemigo con la toma de Villa del Pilar".

Maíz, en su libro ETAPAS DE MI VIDA, refiere una anécdota que pinta enteramente cuánto dependía el contenido del periódico de lo que el Mariscal Francisco Solano López ordenaba. En una oportunidad, el obispo Palacios juzgó "blasfema” una afirmación de Maíz en el periódico y le mandó que no volviera a escribir, bajo amenaza de un castigo eclesial. Tras de que desapareciera la firma de Maíz (en realidad su seudónimo, Popĩa) en el periódico, el propio López le requirió al respecto. Enterado de lo sucedido, llamó a Palacios y le dijo: “En adelante, su Ilustrísima, no censure ningún escrito de Maíz". Y a este le impuso: "Escriba usted cuanto quiera; solo queda responsable ante mí".

Ya en su primera edición, CABICHUÍ marcaba su fuerte ligazón con el Mariscal, al manifestar que al presentar "saluda al primer soldado de la América meridional, al infatigable campeón de los derechos de la Nación Paraguaya, al defensor esclarecido de la autonomía de los pueblos libres que baña con sus cristalinas aguas el magnífico Plata". Este lenguaje excesivamente alabancioso hacia López perdurará durante toda la existencia del periódico.

El lenguaje de CABICHUÍ, así como el de El CENTINELA, era despectivo en la alusión al enemigo y utilizaba términos da calificadores: macaco, negro, rabilargos. Abundaban las imágenes zoomorfas. Pero hay que tener en cuenta que del otro lado tampoco andaban con remilgos a la hora de tratar a los paraguayos.

El lenguaje empleado por CABICHUÍ no era del agrado de todos los paraguayos, que lo consideraban "vulgar", pero entendiendo que si López no se oponía, tal estilo contaba con su complacencia, los redactores siguieron con tal lenguaje.

El blanco favorito de la mordacidad de CABICHUÍ fueron los brasileños, tratados siempre de cobardes y ridiculizados permanentemente. "Tales explosiones se comprenden en medio de la exaltación de una guerra sanguinaria, que causó un verdadera genocidio en la población paraguaya, sin necesidad de pretender que toda obra que posea algún mérito deba ser un pulcro ejemplo de corrección política", de acuerdo con lo que consigna Roberto Goiriz en un análisis del contenido gráfico del periódico.

De CABICHUÍ se publicaron 95 números. El último apareció en San Fernando, el 20 de agosto de 1868. Cabichuí también fue víctima de la ira de López, que ocasionó una tragedia en ese paraje de leyenda donde tantos paraguayos fueron ejecutados por sus propios compatriotas tras un juicio sumarísimo por una supuesta conspiración contra la vida del Mariscal.

Fueron fusilados Carlos Riveros, periodista de Cabichuí y considerado el redactor de la declaración de guerra a la Argentina; el boliviano Tristán Roca, quien había sido director de El Centinela y protegido de Francisco Solano López, y Julian Aquino, el director de la Imprenta, quien había ido a estudiar a Europa junto con Saturio Ríos.

Lo más patético de esta historia infausta es que el padre Fidel Maíz ofició de fiscal de sangre de sus propios compañeros de causa de tantas legendarias jornadas periodísticas.

 

 

 

CACIQUE LAMBARÉ

El 24 julio de 1867 apareció, redactado en guaraní (jopara), el periódico CACIQUE LAMBARÉ. Para la impresión en idioma guaraní requirió la formación de una comisión especial integrada por Crisóstomo Centurión, Luis Caminos, Andrés Maciel y Carlos Riveros para decidir sobre los tipos de imprenta para la gráfica originaria.

En la portada aparece un cacique ataviado como tal, y en el fondo el cerro Lambaré. Se distribuyó primero en Asunción y a partir de 1868 en Luque. Era de aparición quincenal; el doctor Víctor Simón señalaba que hubo solo 13 ediciones de tal hoja.

La edición, a diferencia de EL CENTINELA y CABICHUÍ, no contaba con ilustraciones, salvo la alegoría que con el rótulo encabezaba la primera página y no se adelantaba en indicar la frecuencia de sus salidas, puesto que quedaba supeditada a las posibilidades de la Imprenta Nacional, ya recargada de tareas, con folletos, circulares y edictos impresos, ordenadas por el Gobierno.

Alcanzó a publicarse cada quince a veinte días y a partir del cuarto número, el 5 de setiembre, se modificó el cliché alegórico y se abrevió el título: LAMBARÉ.

De acuerdo con algunos analistas, la idea de lanzar un periódico por entero en guaraní confirmó el visible éxito de las cartas y versos que en este idioma intercalaban en sus columnas EL CENTINELA y EL CABICHUÍ.

Pero, por sobre todas las cosas, traducía la perentoriedad ; de dirigirse a las clases más profundas y populares de la Republica que eran los motores de la resistencia nacional, tanto más, esta etapa de la guerra, cuanto las familias pudientes del país, sin excluir los altos miembros de la Administración Pública y los propios parientes del Mariscal López, en el intento de salvar sus intereses personales de las fauces insaciables de una guerra que consideraban perdida de antemano, “haciendo gala de sentido práctico y realista", comenzaban a insinuarse en la intimidad como partidarios de la paz, y por ende, "en su condición de derrotistas latentes, a jugar a dos cartas; fenómeno previsible, y si se quiere, inevitable, que desde Paso Pucú el Mariscal parecía intuir perfectamente".

Su último ejemplar fue publicado en setiembre de 1868.

 

 

 

LA ESTRELLA

El 24 de febrero de 1869 salió a la luz pública, en Piribebuy, el cuarto de los periódicos de trinchera: La ESTRELLA.

Los demás periódicos combatientes habían dejado de aparecer a fines de 1868. La dirección de esta hoja periodística posiblemente estuvo a cargo del sacerdote Jerónimo Bechis, con la colaboración de Manuel Trifón Rojas.

Fueron sus redactores el padre Fidel Maíz, Juan Manuel Palacios, Juan Crisóstomo Centurión, el coronel Silvestre Aveiro y otros.

Su último número data del 14 de julio de 1869, menos de un mes antes de la tenebrosa batalla de Piribebuy.

 

EL PAPEL Y LA TINTA

¿Cómo fue posible editar cuatro periódicos -además de EL SEMANARIO- en un ambiente en el que se carecía de papel y tinta? Tras el bloqueo al Paraguay por parte de los aliados, ya fue imposible recibir dichos insumos desde el exterior, tal como había acontecido durante el gobierno de Carlos Antonio López y los primeros años de Francisco Solano en el poder, antes de la guerra.

El historiador Juan Francisco Pérez Acosta decía en los años 40 del siglo pasado, comparando esa época con la de la guerra, que "hemos retrocedido, pues no hemos vuelto a fabricar ni emplear en los servicios públicos ni nuestros talleres de obras o de periódico papel de producción nacional como el que se logró fabricar por los años 1867 y 68, entre el fragor de convulsiones apocalípticas".

En los primeros meses de 1867, bajo la dirección del ministro de Hacienda, Saturnino Bedoya, se comenzó a fabricar papel a partir del ybira.

El ingeniero alemán Roberto von Fisher Treuenfeldt, el mismo que instalara el telégrafo en nuestro país, señalaba - según refiere Pérez Acosta- que por orden de Solano López, ya en plena guerra, empezó a estudiar y luego a preparar máquinas construidas en el Arsenal y después transportadas a la calle Paraguarí (estación del ferrocarril).

De acuerdo con el citado historiador, el caraguatá daba entre las fibras disponibles buen resultado. "Se lo puso en agua cierto tiempo, se lo golpeó para librarlo de las partes no fibrosas, se lo blanqueo cociéndolo con cloro primero y luego en agua limpia, y a falta de cloro, en el jugo de naranjas agrias".

Pérez Acosta sigue describiendo: "Hecho luego a máquina el puré, se mezcló esta masa con cola pasándola luego con cucharas sobre un tamiz puesto algo en vibración. Sacada después la masa que quedaba sobre el tamiz, se la pulía pasándole cilindros calientes".

La maquinaria fue elaborada por el carpintero del Arsenal Manuel A. Báez y el maquinista John Taylor. El funcionamiento estuvo a cargo del maestro Juan Franco, un capataz, un maquinista y ocho operarios auxiliares.

Su producción fue de mil pliegos por semana, cantidad que se podía aumentar de acuerdo con la necesidad. La dirección militar de la fábrica estaba a cargo del mayor Francisco Fernández.

El texto de José Antonio Vázquez es al mismo tiempo descriptivo y emotivo:

"En momentos en que se abría a golpes de pala una nueva Trinchera en Potrero Sauce y, de inmediato, un foso que venía a unir Paso Vaí con Humaitá, para luego levantarse una batería en el Paso de Yataity Corá, allá lejos, en la retaguardia, en la misma Capital, a inspiración del Mariscal López se acababa de echar con igual ahínco, los cimientos de otra importante obra de defensa. Decenas y decenas de heridos evacuados, transformados en operarios, estaban guindando el rostro de una nueva y original victoria sobre el enemigo. ¡Se había manufacturado papel por primera vez en la historia del país!".

La tinta, por su parte, se lograba mediante el aislamiento de la sustancia colorante del poroto negro (una haba negra, según Thompson).

Fabricar papel y tinta con elementos cada vez más precarios y apelando más al ingenio que a la tecnología, fúe hecho tomado por los paraguayos como una manifestación más de su independencia y su industriosidad. De hecho fue una proeza.

El papel debía abastecer a dos imprentas. Una, la del Estado, instalada en Asunción luego trasladada sucesivamente a Luque, San José de los Arroyos y Piribebuy (allí se imprimían los documentos oficiales y los periódicos El Semanario, El Centinela, Cacique Lambaré y la Estrella). La otra imprenta era la del Ejército, donde se imprimió Cabichuí. Fue instalada en Paso Pucú y luego trasladada a San Fernando.


EL IDIOMA GUARANÍ

El idioma guaraní fue de uso corriente en los periódicos de trinchera, como un elemento identificador por naturaleza de lo paraguayo. De acuerdo con lo señalado por Herib Caballero Campos y Cayetano Ferreira, el guaraní se transformará no solo en el conductor natural del fervor patriótico de los paraguayos sino "en el principal intérprete del drama, de la tragedia y de las penurias de un pueblo que procuraba afanosamente salvar integridad y honra".

En vista de que el guaraní tendría un uso masivo e importante en la redacción del Cacique Lambaré, específicamente -apuntan Caballero Campos y Ferreira-, Solano López tomó la precaución de llamar a una Convención en Paso Pucú el 18 de mayo de 1867 donde una comisión, integrada por Luis Caminos, Carlos Riveros, Andrés Maciel y Juan Crisóstomo Centirion, debía dictaminar sobre la conveniencia de establecer una ortografía popular que intentaría resolver las irregularidades y defectos que se presentaban en los periódicos con respecto a la redacción de vocablos en guaraní.

En su análisis sobre la grafía implementada en los periódicos de trinchera, González Torres-citado por Caballero Campos y Ferreira- encuentra en realidad muy pocos cambios con la grafía anterior a ese congreso. Así, tanto en El Centinela, Cabichuí, Cacique Lambaré como LA ESTRELLA “siguió la confusión, aunque de manera discontinua, sobre el uso de la y, para representar el sonido gutural; h, para la aspiración; j, para la ye; k, para la c dura y los acentos para la nasalización".

Pero de todos modos, y por encima de las cuestiones de grafemas y fonemas, la utilización del idioma guaraní -en especial para el trato sarcástico al enemigo- sirvió a la finalidad de identificar más a los soldados paraguayos con sus periódicos y, por ende, con su causa.

 

 

LAS ILUSTRACIONES

Ticio Escobar afirma tajantemente que los grabados de CABICHUÍ y algunos de EL CENTINELA "constituyen el fenómeno más importante de la práctica visual paraguaya hasta el siglo XIX y uno de los casos más significativos en la historia del arte gráfico latinoamericano de la época”.

Según Escobar, la imagen gráfica señalada tenía una misión comunicante por lo que adquirían la expresividad necesaria “para significar con fuerza la dramática circunstancia nacional interpretándola con los rasgos propios del temperamento paraguayo, templado y agudo, y con la exaltación patriótica del momento que hacían mantener un obstinado sentido del humor aún en las más trágicas circunstancias de la guerra".

Por su parte, Josefina Plá señala que a través de los aproximadamente cuatrocientos grabados de CABICHUÍ se puede seguir el desarrollo del drama bélico y la trayectoria sicológica de la defensa durante un año.

La ilustre artista, periodista y crítica de arte, destaca la unidad en el estilo de los grabadores, hecho llamativo pues no hubo antes de la guerra una escuela de arte gráfico. "Los rasgos personales se funden en la unanimidad del acento, sin por ello caer en una cansadora coincidencia o reiteración de los recursos intencionales y plásticos". Destaca entre todos los grabadores a Saturio Ríos como el posible maestro, por haber estado en Europa.

Para Escobar, con el grabado de la resistencia el proceso visual paraguayo "alcanza su punto más alto, más propio". Afirma que por primera vez la imagen expresa "con libertad la circunstancia histórica desde las características propias de la creación personal".

Por otra parte, es digno de recordar a aquellos tipógrafos de la calle Del Sol, de Asunción, y de Paso Pucú, que "ocultos en medio de montañas de resmas de papel y chibaletes atestados de caracteres y viñetas, entre mesas ennegrecidas y alacenas revueltas de portapapeles y brozas, de filetes y galeras, láminas y cuadratines, amarrados noche y día a los menesteres de su oficio con las manos en tintas en esencia de legumbres y encorvadas de espaldas sobre platinas, cajas y prensas, se constituyeron en héroes anónimos de la gran guerra patria, como también dignos soldados de López. En virtud del milagro de Gutenberg, ellos no solo estampaban el papel de caraguatá; estampaban al mismo tiempo el alma paraguaya".


 


ANEXO 2

COPLA PICARESCA DE NATALICIO TALAVERA

 

Publicada en CABICHUÍ, Año 2, Nº 93,

del lunes 6 de julio de 1868


 

La botella y la mujer

Natalicio Talavera


 

Disputaban por saber

un pastor y un lechuguino

cuál es el tesoro más fino:

¿la botella o la mujer?

Aquél dijo, a mi entender

es más sabrosa y más bella,

la botella.


 

Cuando exhausto de fatiga

bajo un ombú me reclino

de Baco el licor divino

todas mis ansias mitiga:

allí es mi mejor amiga,

mi sol, mi luna, mi estrella,

la botella.


 

El que empieza a envejecer

se refocila, imagino

más en dos cuartas de vino

que en seis cuartas de mujer,

porque siempre está en su ser

sin melindres de doncella,

la botella.


 

Calla, -dijo el lechuguino-

sólo un hombre sin templanza

puede poner en balanza

a las mujeres y al vino;

¿quién suaviza el cruel destino?,

¿quién da el supremo placer?

la mujer.


 

No hay contento comparado

con los goces del amor,

ni otra delicia mayor,

que el amar y ser amado;

es el don más delicado

que Dios quiso al mundo hacer,

la mujer.


 

Sin ellas todo sería

caos de inmensa tristeza

porque son de la natura

la más perfecta armonía,

es del hombre la alegría,

consuelo en su padecer,

la mujer.


 

No siempre, dijo el pastor,

porque salen camarada

a estocada por cornada

el fastidio y el amor,

más mi prenda es superior,

no es falaz como aquella,

la botella.


 

Cuantos más besos le doy,

más me inflama y me enardece

y cuando aquel desfallece,

yo más animado estoy:

Papa, Rey, Príncipe soy

sin que me cauce querella,

la botella.


 

Dama que no pide y da

grata aún después de gozada

cuando la ven más preñada

tanto más virgen está,

sin mujer muy bien me va

porque me suple por ella,

la botella.


 

Silenciosa y no profana

un tapón tiene su boca

aunque a celos la provoca

tal vez cierta Dama-Juana

espera su turno ufana

y su rival no atropella, la botella.


 

Mujer, dijo el lechuguino,

bocado de Reyes es,

pues dice el hombre al revés

de los reyes en latín,

mas no conoce un mal sin

de cuanto puede valer,

la mujer.


 

A nuestros hijos, que humanos

dan sus cuidados prolijos:

a ver si a ti te dan hijos

botellas de damajuanas;

en sus angustias tiranas

sabe al hombre sostener,

la mujer.


 

Tiene el hombre una aflicción,

gime solo ... y de repente

ve a su amada, y luego siente

tas, tas, tas el corazón;

porque innata afección

le dice que es su placer,

la mujer


 

En esto se dejan ver

Baco y Cupido abrazados

y dicen: -Callad cuitados

que no nos sabéis entender;

todo puede complacer

tomando en medida bella;

la mujer y la botella

la botella y la mujer.



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http://paraguay-historia.blogspot.com

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EL AUTOR

Bernardo Neri Fariña es periodista y escritor, cultor de varios géneros: ensayo, crónica histórica, novela, cuento, biografías.

Nació en Asunción el 21 de agosto de 1951.

Incluyendo esta obra sobre la prensa en la Guerra Grande, tiene catorce libros publicados. En el 2003 lanzó El ÚLTIMO SUPREMO: LA CRÓNICA DE ALFREDO STROESSNER (El Lector), que es hoy fuente de consulta insoslayable para historiadores y politólogos y que figura en catálogos bibliográficos de varias universidades del mundo.

En el 2006 publicó Los PECADORES DEL VATICANO (El Lector), colección de cuentos. También en el 2006 dio a conocer el libro colectivo de cuentos PECADOS CAPITALES (El Lector), con Ramiro Domínguez, Renée Ferrer, Alcibíades González Delvalle, Pepa Kostianovsky, Francisco Pérez-Maricevich y Helio Vera. En el 2008 presentó otro libro colectivo: Los DILEMAS DE Lugo (El Lector), con varios periodistas paraguayos.

Otras obras suyas son: El Paraguay bajo el stronismo (2010), en coautoría con Alfredo Boccia Paz, que forma parte de la Colección La Gran Historia del Paraguay, publicada por El Lector y distribuida por el diario ABC Color; EL SIGLO PERDIDO (2010), novela, Editorial Servilibro; El Partido Colorado Y la dictadura de Stroessner (2011), Editorial Occidente; Paraguay democrático (2011), Editorial Occidente; Jose Bozzano Y la guerra del material (2011) El Lector; El golpe del 4 de mayo de 1954 (2013) El Lector; Empresas Y empresarios (2013) Alvaro Ayala Producciones; Crónica de la Primera República. Paraguay, 12 de octubre de 1813 (2013) Fausto Ediciones; Heriberto Herrera, el Sargento de Hierro (2013) El Lector.

Ejerció el oficio de periodista en varios medios y fue director de diarios, radios, semanarios, revistas, periódicos digitales. Sus trabajos periodísticos más conocidos los hizo en el diario HOY, donde llegó a director. Fue también director del semanario La Opinión y de Radio Chaco Boreal, así como editor de varias revistas y colaborador del SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR.

En misiones periodísticas y de estudios, viajó a Argentina, Brasil, Uruguay, Perú, Chile, Colombia, Panamá y Estados Unidos (América); Italia, Alemania y España (Europa); Senegal (Africa); China y Japón (Asia).

En 1984 participó del Curso Anual de Economía organizado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en Montevideo (Uruguay).

En 1988 fue uno de los dos únicos periodistas paraguayos que acompañó desde Italia al Papa Juan Pablo II como parte de su comitiva periodística en la gira que abarcó Uruguay, Bolivia, Perú y Paraguay. Esta cobertura la realizó para la CADENA HOY (Diario HOY, diario LA TARDE Y RADIO CHACO BOREAL y la Red Privada de Comunicación (Diario Noticias v Canal 13).

También en 1988 visitó los Estados Unidos de América ante una invitación del Departamento de Estado de ese país. fúe recibido en las ciudades de Washington, Nueva York, Hartford (donde fue ungido ciudadano honorario de esta ciudad, capital del estado de Connecticut), Buffalo (Minnesota), Minneapolis, Saint Paul, San Francisco, Los Ángeles, Dallas, Fort Worth, Nueva Orleans, Baton Rouge y Miami.

En 1990 fue invitado por el Gobierno de la República Federal de Alemania para vivir la experiencia de la reunificación alemana tras la caída del Muro de Berlín. En esta oportunidad visitó las ciudades de Berlín, Colonia, Stuttgart, Munich, Frankfurt y Bonn.

Entre las distinciones que obtuvo se hallan la de Ciudadano Honorario de la ciudad de Hartford, capital del Estado de Connecticut, Estados Unidos de América; el premio Revelación Cultural 2003 otorgada por CVC Cablevisión; la Medalla Adolfo Riquelme a la trayectoria periodística y varios premios en concursos literarios.


 

 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO



“EL PERIODISMO EN LA GUERRA”

La prensa también jugó un papel heroico en la contienda contra la tríplice invasora. La labor de aquellos periodistas-soldados es rescatada en el libro “El periodismo en la guerra”, de Bernardo Neri Farina, que aparece hoy con el ejemplar de nuestro diario.

El autor se refiere a aquel periodismo y a hechos asombrosos, como la fabricación de papel y tinta en un proceso de ingenio supremo nunca más repetido en nuestra historia.

–¿Cuál era el rol del periodismo en el siglo XIX?

–En nuestro país, desde la aparición del primer periódico, en 1845, no hubo libertad de prensa hasta 1870, y aunque tal libertad estuviera consagrada en los papeles oficiales, toda publicación estaba ligada al Gobierno.

–¿Cuál es el origen del periodismo en el Paraguay?

–Se da como inicio oficial del periodismo la publicación de El Paraguayo Independiente, en 1845, ordenada por Carlos Antonio López, con miras a una campaña para que Juan Manuel de Rosas reconociera la independencia del Paraguay.

¿Era diferente el panorama del periodismo paraguayo del de la región?

–En la región, en Buenos Aires, Brasil y Uruguay, había publicaciones periódicas desde los primeros años del siglo XIX. Por lo tanto, existía una ventaja en cantidad de medios, en estructura y en la costumbre de leer periódicos. Los vecinos ya tenían experiencia de medios privados, aunque todos tenían una marcada tendencia política.

–¿Cuáles fueron las principales características de los periódicos de guerra?

–Al iniciarse la guerra, el Paraguay contaba con El Semanario. Luego, desde 1867, aparecerían El Centinela, Cabichuí, Lambaré y La Estrella. Todos eran elementos de propaganda al servicio de la exaltación de la figura del Mariscal y del valor del soldado paraguayo, y de denuesto contra el invasor. Fueron armas dialécticas de López.

–¿Qué rol cumplían los grabados en dichos periódicos?

–Fueron una novedad en El Centinela y en Cabichuí, los primeros periódicos paraguayos con ilustraciones, y le dieron una enorme fuerza visual al contenido textual. Eran piezas de arte gráfico por sí mismos.

–¿Y de qué modo se empleó el idioma guaraní en la prensa durante la guerra?

–El idioma guaraní fue otra novedad en esos periódicos de trinchera. Para acordar una grafía unificada, el Mariscal llamó a un congreso de la lengua en Paso Pucú, en mayo de 1867. Aún así, siguió la confusión en el uso de los grafemas, pero más allá de eso, el guaraní fue un elemento de cohesión, de identificación del soldado paraguayo con su causa nacional. El humor, por ejemplo, fue más punzante en guaraní que en castellano.

–Una de las grandes proezas fue la fabricación de papel.

–Ese hecho nunca más se repitió en nuestra historia, y demuestra cómo las situaciones extremas alumbran la industriosidad del paraguayo. Aquellos héroes fabricaron no solo papel, sino también tinta en medio de precariedades inimaginables. Es asombroso.

–¿Cuál fue el legado que dejó el periodismo durante la guerra en el Paraguay?

–Ese periodismo tuvo un contexto trágico. Y es admirable el poder de aquellas letras para provocar carcajadas hasta en los moribundos y despertar el ánimo de seres que sabían que su único destino era la muerte. Aquellos periodistas fueron, a su vez y antes que nada, soldados; aceptaron su misión, y combatieron con el papel impreso hasta que los aniquiló la metralla, o la enfermedad, como el caso de Natalicio Talavera.

Publicado en fecha: 3 de Noviembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 

 


CABICHUÍ, EL PRINCIPAL PERIÓDICO DE TRINCHERA

El lunes 13 de mayo de 1867, ya con las fuerzas paraguayas agotadas por la guerra, los Talleres Gráficos del Ejército instalados en Paso Pucú, en Ñeembucú, imprimieron el primer número de Cabichuí, tal vez el más emblemático y más conocido de los “periódicos de trinchera”.

 

Portada del primer número de Cabichuí, uno de los “periódicos de trinchera” durante la Guerra Grande./ ABC Color

La historia de esta hoja legendaria está contenida en el libro “El periodismo en la guerra”, de Bernardo Neri Farina, noveno título de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y El Lector, que aparecerá mañana domingo con el ejemplar de nuestro diario.

Cabichuí fue fundado por Juan Crisóstomo Centurión y Natalicio de María Talavera, a instancias del propio Mariscal Francisco Solano López. Colaboraban en este periódico, entre otros, el deán Eugenio Bogado, el padre Francisco Solano Espinoza, el padre Fidel Maíz y Víctor Silvero.

Cabichuí era un semanario bilingüe, con ilustraciones. Uno de sus ilustradores fue Saturio Ríos, educado en París, de brillante actuación posterior en la política y muriendo luego de la contienda en la mayor pobreza, en una choza de San Lorenzo del Campo Grande. El periódico incluía también grabados de otros jóvenes como Inocencio Aquino, Gregorio Cáceres, Juan Bargas, Francisco Velasco y Francisco Ocampos.

Recordaba el coronel Juan Crisóstomo Centurión que la discusión sobre el título del periódico y sobre el dibujo que debía servirle de portada duró unos tres días. Finalmente fue aceptada su propuesta para el título, que transmite la idea de aguijonear y zaherir al enemigo (cabichuí es una especie nativa de avispa), lo mismo que el dibujo de la portada, que representa, según Centurión, “un negro acosado por una multitud de esas avispas”. Cada ejemplar tenía cuatro páginas a tres columnas.

El padre Fidel Maíz apuntaba en su libro “Etapas de mi vida” que Cabichuí era “un periodiquín hebdomadario”, ilustrado con grabados en madera, “cuyo objeto era distraer y alentar el espíritu de la tropa, haciendo lo posible para que no se apercibiese de que estábamos ya circunvalados por el enemigo con la toma de Villa del Pilar”.

Publicado en fecha: 2 de Noviembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 



PRIMEROS PERIÓDICOS ILUSTRADOS

La colección historiográfica que vienen publicando ABC Color y El Lector presentará el domingo, con el ejemplar de nuestro diario, su noveno título: “El periodismo en la guerra”, un vibrante relato de Bernardo Neri Farina acerca de un aspecto poco conocido de aquel quinquenio terrible.

 

El Centinela, aparecido en abril de 1867,

fue el primer periódico ilustrado en nuestro país./ ABC Color

 

La Guerra contra la Triple Alianza vio nacer, en medio del holocausto, los primeros periódicos con ilustraciones en nuestro país, especialmente en forma de grabados. Aquellos periódicos ilustrados fueron una gran novedad en esa contienda.

Por otra parte, dichos medios, El Centinela, Cabichuí, Lambaré y La Estrella, utilizaron un lenguaje popular que se vio arropado en el idioma guaraní, usado también por primera vez en ese tipo de publicaciones.

Solo El Semanario, periódico anterior a los cuatro citados, mantuvo el estilo sobrio en sus textos mientras pervivió.

Josefina Plá explicaba que, a través de los aproximadamente cuatrocientos grabados de Cabichuí, se puede seguir el desarrollo del drama bélico y la trayectoria sicológica de la defensa durante un año.

La artista, periodista y crítica de arte destacaba la unidad en el estilo de los grabadores, hecho llamativo, pues no hubo antes de la guerra una escuela de arte gráfico.

“Los rasgos personales se funden en la unanimidad del acento, sin por ello caer en una cansadora coincidencia o reiteración de los recursos intencionales y plásticos”.

Apuntaba, entre todos los grabadores, al sanlorenzano Saturio Ríos como el posible maestro, por haber estado en Europa.

El sábado 25 de abril de 1867, con la dirección del boliviano Tristán Roca, apareció el primero de los cuatro periódicos de trinchera nacidos en plena guerra: el semanario El Centinela.

Se autoproclama como serio-jocoso. Contaba con una sección escrita en idioma guaraní. Como innovación, y para reforzar el contenido textual, incluía grabados del arquitecto italiano Alejandro Ravizza, según José Antonio Vázquez, en técnica de xilografía.

Aquel fue el primer periódico ilustrado del Paraguay.

Los dos primeros grabados aparecieron en su edición número dos y fueron obras respectivas de Manuel L. Colunga y Juan José Benítez.

De acuerdo con Ticio Escobar, los grabados de El Centinela, así como los de Cabichuí, constituyeron el fenómeno más importante de la práctica visual paraguaya hasta el siglo XIX: “uno de los casos más significativos en la historia del arte gráfico latinoamericano de la época”.

Publicado en fecha: 1 de Noviembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 


 

PERIÓDICOS DE TRINCHERA, AUN CON EL PAÍS EXHAUSTO

“El periodismo en la guerra” es el título del libro de Bernardo Neri Farina que aparecerá el domingo 3 de noviembre con el ejemplar de nuestro diario, como noveno título de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”. La obra relata cómo, en plena contienda, y con el país acorralado, aparecieron los cuatro célebres “periódicos de trinchera”.

Dichos periódicos fueron El Centinela, Cabichuí, Cacique Lambaré (después solo Lambaré) y La Estrella, que comenzarían a aparecer en 1867.

Hasta entonces, el único periódico paraguayo era El Semanario, que todavía seguía apareciendo desde sus talleres en Asunción y tenía como corresponsal en el frente a Natalicio Talavera, el primer periodista compatriota que ejerció tal función. Y lo hizo con crónicas de batallas que, además de precisas descripciones técnicas, poseían una alta calidad en el estilo narrativo.

El primer ejemplar de El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles había aparecido el 21 de mayo de 1853 bajo el lema de Viva la República del Paraguay. Su director era el presidente Carlos Antonio López, quien ejercía el cargo a través de Juan Andrés Gelly. Posteriormente lo conduciría Ildefonso Bermejo. Estaba impreso en la imprenta del Estado.

El periódico tenía originalmente la misión de explicar la orientación política del gobierno de Carlos Antonio López y reflejaba variados intereses de la sociedad y publicaba las medidas gubernamentales al igual que información sobre el comercio y artículos sobre usos y costumbres de la época.

Decía Josefina Plá, citada por Bernardo Neri Farina en su libro: “Al estallar la Guerra de la Triple Alianza, El Semanario, que mantenía al público de la capital y el interior en contacto con las novedades oficiales y de comercio, y que a la vez, respondiendo a las incipientes apetencias culturales, diera cabida a folletines, noticias literarias o históricas, avisos y comentarios de teatro, etcétera, experimenta una lógica transformación. Se convierte en vocero de la defensa, sin margen ya para otra cosa que esa expresión unívoca”.

De acuerdo con lo señalado por el autor de la obra que aparecerá el domingo, a partir de 1867 comenzarían a aparecer los otros periódicos que conformarían lo que podríamos denominar los “cuatro jinetes de la prensa guerrera”: El Centinela, Cabichuí, Cacique Lambaré y La Estrella. Todos ellos nacieron bajo el impulso directo del Mariscal Francisco Solano López, según manifestaba Juan Crisóstomo Centurión en sus Memorias. López entendió el valor que podrían tener estas publicaciones como motivadoras de las tropas.

En plena guerra, el propio Mariscal controlaba estrechamente lo que se publicaría en los periódicos. Y cuando no lo podía hacer, los redactores se cuidaban bien de expresar lo que ellos sabían satisfaría al férreo conductor del Paraguay.

En lo que hacía a El Semanario, editado en Asunción, López recibía todos los materiales que se incluirían en la edición siguiente para leerlos de manera previa. Dichos materiales se lo transmitían por el recientemente inaugurado telégrafo.

Publicado en fecha: 31 de Octubre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 



LA PRENSA COMO ARMA DIALÉCTICA

Aquel periodismo de trinchera se convirtió, por la necesidad acuciante de mantener la moral de los combatientes del Mariscal Francisco Solano López, en arma dialéctica contra el invasor y en instrumento de autoexaltación de los atributos de heroísmo de las tropas paraguayas.

Esto sostiene el periodista y escritor Bernardo Neri Farina en su libro “El periodismo en la guerra”, que aparecerá con el ejemplar de nuestro diario, el domingo 3 de noviembre, como noveno título de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y la editorial El Lector.

Aquel periodismo –visto ante el hecho consumado de la guerra– terminó acompañando férreamente el lema de Vencer o morir, con toda la emocionalidad que cubría al necesario pero inexistente factor racional, explica Farina.

Y agrega que lo hizo apelando a un recurso utilizado recurrentemente por los débiles ante los fuertes: el humor cargado de burla. Buscaba la humillación de los enemigos criticados –especialmente Pedro II, Mitre y otros jerarcas brasileños– llenándolos de insultos.

Buscaba la carcajada de los combatientes paraguayos para liberarlos, aunque fuera por un instante, de la tensión sombría y de la espera paciente de la muerte. Aquel periodismo de metralla y lanza –constituido por El Centinela, Cabichuí, Cacique Lambaré y La Estrella (posteriores a El Semanario)– nació en 1867 y más, cuando el aniquilamiento del Paraguay era ya irrevocable.

Aquellas hojas –de acuerdo con el criterio del autor de la obra– fueron un sostén animoso para los soldados, en un ambiente en el que la alfabetización había alcanzado niveles admirables mediante la labor desarrollista de Carlos Antonio López, cuyo énfasis en la educación y la cultura fue, cuando menos, afanoso.


Publicado en fecha: 30 de Octubre de 2013

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