MANUEL ANTONIO AMARILLA : Hijo de María Amarilla, nació en San Pedro de Ycuá-mandyjú en 1864; descendiente por vía paterna de Ignacio Sosa, estaba emparentado con los Sosa Escalada, descendientes a su vez del gran maestro Juan Pedro Escalada, figura fundamental de nuestra educación durante más de medio siglo. MA Amarilla, todavía niño al término de la guerra, fue llevado a Buenos Aires. Allá se graduó de Maestro y Profesor Normal y ejerció la docencia. Pronto se reincorporó a la patria, empeñándose en el común esfuerzo, de insospechado sacrificio por las condiciones materiales y espirituales en que se encontró el país tras su infortuna Epopeya.
Felizmente, otros paraguayos y algunos extranjeros sumaron también su esfuerzo para la gran patriada: Estanislao Pereira, Ernesto Velázquez, Simeón Carísimo, Carlos Lelio, Marcelino Machuca Martínez, Marcelino Pérez Martínez, Héctor y Virgilio Barrios, Cleto de J. Sánchez, Concepción Silva de Airaldi, Aparicia Frutos de Ibañez, entre otros.
A poco de regresar, en 1891 fue designado Superintendente de Instrucción Pública, en cuyas funciones sustituyó al Prof. Atanasio C. Riera, prohijando con entusiasmo las gestiones para la creación de la Escuela Normal. No fue fácil la tarea, porque al argumento de la falta de recursos materiales, se sumaba la convicción de que el magisterio era una función que competía a la mujer, y sin embargo, imperaba una poderosa resistencia a que la mujer actuara fuera del círculo hogareño, en igualdad con el hombre. Producida la creación de la Escuela Normal de Maestros, correspondió al Prof. MA Amarilla la tarea de su organización, y entró a funcionar a partir de 1896 bajo la dirección del Prof. argentino Francisco Tapia.
Tan escasa fue la atracción que ejerció sobre los jóvenes, que ni siquiera las becas completas fueron utilizadas en su totalidad. Por lo demás, tampoco eran muchos los terminaban el ciclo primario por la escasez de escuelas graduadas completas. Producida la creación de la Normal de Maestros, se registró la reacción del profesorado y alumnas de la Escuela de Preceptoras, que tenía el respaldo de las hermanas Speratti. Estas habían ganado ya sólido prestigio, y sus alumnas eran de las mejores familias asuncenas. En consecuencia, se oficializó también su funcionamiento como Escuela Normal de Maestras, y la Normal de Maestros fue trasladada a Villarrica.
Aunque vinculado con el quehacer educativo a través de algunas cátedras, el Prof. MA Amarilla ganó una banca en el Parlamento primero como diputado y luego como senador y estudió Derecho, incorporándose a un estudio jurídico. Falleció inesperadamente en 1918. Casado con la argentina Isabel Arichet, tuvieron hijos.
Fuente: BREVE HISTORIA DE GRANDES HOMBRES. Obra de LUIS G. BENÍTEZ. Ilustraciones de LUIS MENDOZA, RAÚL BECKELMANN, MIRIAM LEZCANO, SATURNINO SOTELO, PEDRO ARMOA. Industrial Gráfica Comuneros, Asunción – Paraguay. 1986 (390 páginas).
AMARILLA, MANUEL ANTONIO: Docente y Director General de Escuelas. Nació en San Pedro del Ycuamandyyú unos meses antes de iniciarse la guerra contra la Triple Alianza, en 1864. Hijo de María Amarilla y descendiente por vía paterna de Ignacio Sosa, emparentado con el renombrado maestro argentino Juan Pedro Escalada, lumbrera de la educación paraguaya por más de medio siglo.
Siendo aún niño, Manuel Amarilla fue llevado a Buenos Aires, ciudad en donde cursó estudios de pedagogía, graduándose de Maestro y Profesor Normal. Ejerció en la capital porteña la docencia y la dirección de varias escuelas graduadas y en una de Artes y Oficios.
Inició estudios de ingeniería, pero tuvo que truncar esa carrera cuando en 1891 fue llamado por el Presidente Juan G. González para organizar la educación primaria en el país. Antes de volver, contrajo matrimonio con una dama porteña, doña Isabel Arichet.
Al reincorporarse a la patria, fue nombrado superintendente general de Instrucción Pública, empeñándose con tesón y abnegación a su labor, por las condiciones materiales y espirituales en que se encontraba el Paraguay tras su infortunada epopeya, que obligaba a cualquiera que intentase reconstruir el país a una entrega de sacrificios. Así lo entendió Amarilla y se abocó a ello.
Desde su cargo inició las gestiones para la creación de las dos Escuelas Normales de la Capital. Tarea no fácil, no sólo por la carencia de recursos materiales, sino por la idea corriente que el magisterio era una función concerniente a la mujer, pero al mismo tiempo regía una poderosa resistencia a que ésta se condujese fuera del círculo hogareño, en paridad con el hombre. Fundada primero la Escuela Normal de Maestros, correspondió al profesor Manuel Amarilla la misión de organizarla, la que dio apertura a sus aulas en 1896, bajo la regencia del ilustre Profesor argentino Francisco Tapia. Pero tan exigua fue la captación al estudio del magisterio entre los varones, que ni siquiera el sistema de becas fue utilizado totalmente. Por otra parte se debe considerar que también era escaso el número de jóvenes que concluía el ciclo primario por la insuficiencia de escuelas graduadas completas.
La fundación de la Escuela Normal de Maestros motivó la creación, al año siguiente, de la Normal de Maestras, a solicitud de un grupo de alumnas provenientes de la Escuela Graduada de Niñas -llamada también Escuela de Preceptoras-, dirigidas por las hermanas Adela y Celsa Speratti. Éstas habían ganado ya un sólido prestigio y sus alumnas pertenecían a las mejores familias asuncenas. En consecuencia la recién fundada institución registró un considerable número de matrículas. El Profesor Amarilla nombró directora de esta institución a la mayor de las Speratti y a la segunda en carácter de regente y la Normal de Maestros fue trasladada a la ciudad de Villarrica.
Antes de concluir el siglo, Amarilla se retiró de la Superintendencia. Posteriormente, ungido por voto popular, ocupó una banca primero como Diputado y luego como Senador de la Nación. Sin embargo, estas funciones no menguaron su vinculación al quehacer educativo. Ejerció la docencia en la Escuela Normal de Maestras y en el Colegio Nacional. En 1906, el gobierno de Benigno Ferreira le encomendó nuevamente la Dirección General de Escuelas.
A partir de 1910 incursionó en el campo tribunalicio incorporándose a un estudio jurídico, situación que lo motivó a iniciar la carrera de abogacía. En 1918, año en que coronaba sus estudios, le sorprendió la muerte en forma repentina. Dejó una considerable descendencia.
Fuente: FORJADORES DEL PARAGUAY – DICCIONARIO BIOGRÁFICO. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL. Coordinación General: Ricardo Servín Gauto. Dirección de la obra: Oscar del Carmen Quevedo. Tel.: 595-21 373.594 – correo: arami@rieder.net.py– Asunción-Paraguay 2001 (716 páginas).
