Portal Guaraní - PAÍS RICO, PAÍS POBRE - Por LUIS BAREIRO

A menudo escucho aquello de que somos un país rico, con gente pobre. Es una media verdad o una mentira a medias. En realidad, en el conjunto total de naciones y en términos de riqueza, somos un país del medio para abajo (bastante bien abajo) y con gente que en su abrumadora mayoría puede ser considerada pobre. Y esto siempre fue así. Paraguay no es un país rico, no lo fue jamás y en el siglo XXI está incluso más lejos que nunca de serlo. Es importante reconocer esta situación y entender sus causas si pretendemos hacer lo necesario para revertirla alguna vez.

Definamos primero qué supone ser un país rico en estos tiempos. Los países ricos son los que producen mayor cantidad o calidad de bienes y servicios, no los que tienen más territorio, población o recursos naturales a su disposición. Los paraguayos nos jactamos de ser grandes productores de alimentos, y esa también es solo una verdad a medias.

En realidad, solo hacemos número como para figurar en el mapa económico mundial en dos rubros, soja y carne. Y punto. Eso es todo. La verdad es que como alimento acabado solo cuenta la carne. Nadie se come los granos de soja ni se toma el aceite. Lo que producimos es el insumo básico para los alimentos elaborados a partir de la soja. Los grandes productores de alimentos, los terminados, los que la gente se lleva a la boca, son las naciones que procesan insumos que compran de países como el nuestro.

Ojo, no es malo que seamos buenos produciendo carne y soja. Probablemente, no seríamos nada hoy si no fuéramos buenos en eso. Pero, producir estos dos rubros en cantidades suficientes como para alimentar a treinta o cuarenta millones de personas no es suficiente para hacernos un país rico, ni siquiera para evitar que haya en el país gente con hambre.

El patrioterismo hace incurrir a muchos en el error de suponer que nuestros recursos naturales nos convierten automáticamente en un país rico. Es otra falacia. El mundo no funciona así y hay ejemplos notables. Venezuela es uno de los mayores exportadores de petróleo en el mundo; y, sin embargo, el tamaño de su economía no pasa de los 93 mil millones de dólares. A su lado, Corea del sur, una nación relativamente pequeña, con la mayor parte del territorio montañoso, importadora neta de materia prima y amenazada constantemente por los delirios atómicos de su empobrecido gemelo, genera casi dos billones de dólares por año, más de veinte veces lo que producen los venezolanos.

Por supuesto que si tenemos una gran cantidad de materia prima a mano, tierras cultivables, agua limpia y petróleo, siempre habrá más oportunidades de generar riqueza. Estados Unidos es el mejor ejemplo. Si además tenemos un gran mercado interno, las oportunidades se disparan. Es el caso de gigantes como China, India, Brasil y México.

Pero es obvio que ninguna de esas variables son la clave del éxito. Si fuera así, sería imposible entender que ese pedacito montañoso y estéril que es el Japón tenga hoy una economía casi tres veces más grande que el gigantesco Brasil. Es evidente que la principal diferencia entre unas naciones y otras es su gente. O, para ser más precisos, la productividad de su gente.

Esa es la palabra clave: Productividad. Cuánto producen las personas. Y esto no se limita a la cuestión económica, ¿cuántas ideas producimos? ¿Cuántas innovaciones generamos, cuántas obras literarias, cuántas pinturas, cuántas investigaciones científicas? ¿Cuánto gestiona un funcionario alemán y cuánto uno paraguayo? ¿Qué calidad de leyes elabora un diputado belga y qué calidad uno boliviano?

¿Qué marca la diferencia entre un surcoreano y un paraguayo? Lo sabemos perfectamente. Educación. Un país es rico o es pobre si su población tiene una buena o una mala educación. La educación convirtió primero a Europa en el centro del mundo, la educación, la innovación y la libertad de ideas hizo a Estados Unidos la primera potencia, y la educación y la innovación está desplazando ahora ese poder hacia el Asia.

Nunca tuvimos una educación pública de calidad, nunca dejamos de ser pobres, no fuimos ni somos un país rico. Pero podemos serlo. Y para empezar solo necesitamos educación.

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