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ALBERTO LUNA
12 de Octubre de 1960
 
ALBERTO LUNA


Datos biográficos:

ALBERTO LUNA (Caazapá, Paraguay, 1960)

Biografía: Nació en Caazapá el 12 de octubre de 1960, en el Barrio San Roque. Vivió en Villarrica su niñez y adolescencia, en el Barrio Ybaroty, para llegar a Asunción a tiempo de vivir su juventud en el Barrio Nazareth.

Al término de su Bachillerato Técnico en Servicio Geográfico, ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en el año 1979, hizo sus votos religiosos en 1981, en el Noviciado de Paraguarí. Fue ordenado sacerdote el 30 de diciembre de 1990 en la ciudad de San Ignacio.

Empezó a escribir poesía en los primeros años de la década del 80, participó activamente en la organización de los Juegos Universitarios paralelos de esos años, en el área cultural. Al culminar sus estudios humanísticos y filosóficos fue destinado a Santa Rosa, Misiones, formó un Taller de Poesía con jóvenes estudiantes del lugar, publicando un pequeño volumen con ellos. Después de sus estudios de Teología en Belo Horizonte, Brasil, de regreso a Asunción hizo parte de nuevo del grupo-taller de poesía "Pájaro Azul", junto con Iván González, Domingo Aguilera, María Elina Pereira, Pedro Maidana y otros.

En el año 1992 ganó el primer premio del Concurso de poesía "Voces Nuevas" del Diario Última Hora y Editorial Don Bosco con su poemario "Agua Morena", y tuvo publicado el poemario ganador junto con otros dos autores, Roque Jara e Iván González, en un volumen llamado "Veredas", a través de la editora "Loma Clavel".

Por su formación en el área de la Comunicación, tuvo activa participación en los inicios de la Radio Popular en la zona del Bañado Norte de Asunción. Trabajó como vicedirector de la revista "Acción"; director de la revista "Entreamigos" y colaboró en varias publicaciones, así como en montajes de obras teatrales y producciones audiovisuales.

Como sacerdote lleva dedicados varios años a la formación de jóvenes religiosos y al acompañamiento de grupos juveniles del Movimiento Eucarístico Juvenil. Actualmente es maestro de los novicios jesuitas, en la ciudad de Paraguarí, y colabora en la atención pastoral de la Parroquia de Escobar.

Libros publicados en Arandurã: SIEMPRE ES AHORA

Fuente: http://arandura.pyglobal.com (Registro: Junio 2012)

 

 

 

 

PAÍ ALBERTO LUNA PASTORE.-

El padre Alberto Luna Pastore, SJ nació el 12 de octubre de 1960 en Caazapá, realizó sus estudios primarios en Villarrica donde vivió con su familia entre 1967 y 1975, culminó su bachillerato en el Instituto Geográfico Militar, de Asunción en 1978. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1979, en Paraguarí. Estudió filosofía en el Instituto Superior de Teología, de Asunción y teología en el Centro de Estudios Superiores de los Jesuitas, en Belo Horizonte, Brasil. Se ordenó sacerdote en 1990, en San Ignacio, Misiones.

Obtuvo la licenciatura en Medios de Comunicación en la Universidad Católica, en 1996. Trabajó en la pastoral juvenil y con jóvenes jesuitas (1997 – 1998), fue maestro de novicios (1999 – 2005), en Paraguarí y fue párroco de Escobar, regresó a Asunción como secretario del Provincial y encargado de comunicaciones, al mismo tiempo que acompañaba a jesuitas en formación.

Publicó tres volúmenes de poesía en castellano y guaraní (Veredas, 1992; Siempre es Ahora, 1997; y Pypore, 2008). Promocionó la Misa Guaraní (2003), que contiene canciones para las celebraciones eucarísticas. Publica diariamente comentarios grabados en guaraní, del Evangelio del día.

Fuente:  Jesuítas Paraguay (Online)

 

 

DIANA LESME (ASUNCIÓN, 1960) Y ALBERTO LUNA (CAAZAPÁ, 1965)

(8-VIII-1993 - ABC)

TALLER “PÁJARO AZUL” O LOS POETAS DE LA TRANSICIÓN

Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

( GENERACIÓN DEL 90 - LITERATURA PARAGUAYA )

 

 Es notable cómo en nuestro medio, a partir de 1940, con una periodicidad increíble aparecen grupos de poetas que, si bien incursionan cada diez años, presentan rasgos generacionales que inevitablemente los definen. Muchas promociones aparecieron signadas por el sello que les dejó sus mentores, las academias literarias donde se ejercían las tareas creativas.

 

Un período desalentador fue el comienzo de la dictadura stronista en 1954, porque de ahí en más la cultura sufrió los más duros embates. A pesar de la inquisición, los poetas supieron sobrevivir en el silencio, en la clandestinidad, en las prisiones. Las diversas promociones de escritores a partir de la generación del 50 al 80 traen esa herida desgarrante, pero cargada de fuego. Una visión patética, triste, protestataria –las más de las veces– marcó un orden secuencial dentro de enfoques diferentes. Muchos quisieron reivindicar al país a través de la cultura, otros ejercieron el elemento político como expresión creativa. Quienes asumieron esta concepción fueron dispersados por las hordas bárbaras del sistema anterior. No obstante, en ese trance doloroso de nuestra realidad, ya en los años 80, se dio un peregrinaje intrépido que, alejado de las instancias académicas, trató de implementar un trabajo más comunicativo en materia literaria. A partir de entonces se puede hablar de cierta itinerancia, la asunción de un compromiso a través de quienes acabamos de llegar, para definir posiciones dentro de un ambiente plagado de persecuciones. Con la caída de la longeva dictadura stronista en 1989 se produjo una especie de descolocación general. La euforia duró mucho y gran parte de la intelectualidad paraguaya pasó a engrosar filas en los partidos políticos. La década del 90 aparece con rasgos nuevos, la libertad expresiva estaba naciendo de nuevo; se dieron amplias aperturas en el campo político, y la mayoría de aquellos que ejercen el oficio de resistencia dentro de un marco conflictivo y denso se pusieron a cambiar sus propias reglas de comunicación. Muchos se convirtieron en periodistas o en dirigentes políticos; la creatividad que aparentemente eclosionó en voces atemperadas por la protesta no reaccionó como debiera y se produjo una especie de vaciamiento, especialmente en la actividad poética. No obstante, y a pesar de la dispersión de los poetas, apareció el Suplemento Cultural de este diario, con la clara perspectiva de rescatar y poner en vigencia la actividad creativa. En el espectro de estos últimos años la poesía no apareció con la magnitud de otros tiempos; sin embargo, ante la orfandad y la terrible soledad aparecieron algunos jóvenes a quienes podríamos bautizar como los poetas de la transición. Con características muy peculiares, formaron en 1991 un taller de literatura cuyo nombre es “Pájaro Azul”. Desde entonces los jóvenes están escribiendo, participando en concursos literarios y analizando textos de diversas corrientes poéticas. En 1992, el concurso de poesía Voces Nuevas que fuera organizado por el Pen Club, Diario Última Hora y Editorial Don Bosco fue ganado por Alberto Luna Pastore, Roque Jara e Iván Ramón González. Los poemas ganadores fueron reunidos con el título de “Veredas”, que lleva un excelente prólogo de José Luis Appleyard. Cabe recordar que en 1991 reunieron una antología poética bajo el título de “Papiro”, que, sin alcanzar la debida madurez y logro poético, fue un intento que marcó el camino de la solidaridad para los integrantes del taller. Aquella producción no salió a luz. A fin de conocer aspectos que guardan relación con el “Taller Pájaro Azul”, hemos dialogado con dos de sus integrantes: Alberto Luna Pastore y Diana Lesme. Los mismos emitieron interesantes opiniones respecto a lo que están haciendo en la actualidad. Se refirieron también al cronograma de trabajo que incluye jornadas donde se leen y analizan con visión crítica la literatura. Para este año restan algunos contactos con las obras de doña Josefina Plá, Augusto Roa Bastos, Hérib Campos Cervera, Jacobo Rauskin, Delfina Acosta, José Luis Appleyard, Elvio Romero, Gabriel Casaccia, Rafael Barret, Mario Halley Mora y Moncho Azuaga, entre otros. Estas reuniones se llevan a cabo todos los domingos en el Colegio Técnico Javier. En la actualidad forman parte del taller Iván Ramón González, Alberto Luna, Diana Lesme, José Devars, Raúl Jara, Nelson Cristaldo y Aurora García.

 

–¿Qué les parece si historiamos un poco el “Taller Pájaro Azul”?

A.L. –Como grupo de trabajo comenzamos en el 91. Conste que antes ya manteníamos contactos con otras personas para dar apertura a un trabajo de carácter literario. Este año yo volví del Brasil, donde estuve en misión de estudios, prontamente busqué a la gente para tentar la formación de un grupo cohesionado. Las primeras reuniones fueron de gran interés. Una gran animadora de esas tertulias fue María Elina Pereira Olmedo. El resultado de aquellos primeros encuentros de lecturas, comentarios y solidaridad fue una antología de publicación fallida que lleva el nombre de “Papiro” y que reúne las obras de los que integraban el taller. Ya en 1992 se plantearon las cosas de manera diferente, es decir, estudiar textos de otros poetas, sin descartar la discusión respecto a lo que producíamos. Otro aspecto importante del 92 fue el concurso Voces Nuevas, del que participamos con Iván González, quien estuvo desde un principio en el taller. A mí me dieron el primer premio, mientras Iván obtuvo una mención especial. A fines del 92 comenzamos una modalidad diferente. En ese momento llegaron Diana Lesme y otros que se propusieron a integrar el grupo. Eso fue en el mes de octubre; creo que Diana puede ampliar ese tema.

–¿Qué finalidad tenía esa apertura, ese acercamiento a gente de otras generaciones?

D.L. –La idea fue incluir más gente para participar fraternalmente de la lectura, la escritura y la discusión literaria. Invitar a poetas consagrados de otras generaciones fue una experiencia interesante que pudo ser factor de cohesión para los jóvenes. Cuando yo llegué al taller había preguntado: ¿qué se necesita? Entonces, Alberto me contestó: “Se necesitan ganas de escribir”. Eso me pareció realmente lírico e interesante. En “Pájaro Azul” tenemos preocupaciones para ir creciendo con una lectura más sistemática. Con Víctor Casartelli llegamos a una serie de encuentros que fueron realmente enriquecederos. Hicimos además un trabajo más ordenado en cuanto a la revisión de nuestros poemas.

–¿Qué textos utilizan generalmente en sus lecturas? ¿De qué fuentes se nutren para ir ahondando en la poesía?

A.L. –No poseemos una sistematización por épocas históricas o escuelas literarias. Cuando vino Casartelli, tratamos de ampliar algunos conocimientos; conste que él tomaba muy aleatoriamente los textos. Entonces, tomamos contacto con Jorge Guillén, García Lorca, Vicente Aleizandre. Actualmente tenemos un calendario anual donde entramos a analizar los trabajos de autores paraguayos. La idea es mantener reuniones cada 15 días para ir tocando temas específicos.

–¿En qué consisten los análisis?

A.L. –Hacemos primeramente un estudio gramatical del texto. Desmenuzamos la poesía, las puntuaciones, metáforas, imágenes, etc. En el aspecto semántico siempre centramos las discusiones. No se trata de un alto estudio textual; lo que estamos haciendo forma parte de un paso ineludible para cualquiera que quiera escribir.

–Después de esos contactos, y ante la mayor profundización de sus trabajos poéticos, ¿notan cambios respecto a lo que hicieron? ¿Se les puede bautizar como los poetas de la transición?

D.L. –Es difícil precisar una evolución grupal. No obstante, se puede hablar de cuestiones más individuales. Personalmente, creo que he captado y corregido la retórica en mi poesía. Estoy ganando en cuanto a recursos lingüísticos. Ese bautismo “Poetas de la Transición” me causa gran emotividad; realmente no sé. Nuestras obras están y somos jóvenes que escriben en este tiempo que nos toca vivir.

A.L. –Fuimos paridos por este tiempo que en cierta forma plantea un rescate de vivencias. En mi poemario “Agua Morena”, que fue premiado en el Concurso Voces Nuevas, reproduzco la existencia mía cuando llego del campo a la ciudad para encontrarme con ese marasmo de cosas que forman parte de este mundo. Recién ahora estoy en una temática más espiritual –soy sacerdote– y eso tiene cierta influencia vivencial en lo que estoy haciendo. Aclaro que mis poemas no omiten los graves problemas, como los niños de la calle, la prostitución, la violencia, etc. Trato de reconocer la realidad tal cual es, con su drama y con las esperanzas.

D.L. –Volviendo a la cuestión de “Poetas de la Transición”, creo que eso es algo muy grande. De todos modos, existen momentos, líneas donde aflojaron las tensiones; en mi caso particular, estoy escribiendo sobre temas cotidianos, sobre ecología o sobre lo que a mi profesión de sicóloga compete.

–¿Hasta dónde les tocó nuestro pasado reciente? ¿Cómo experimentaron la dictadura stronista que marcó a fuego y laceró a muchos escritores paraguayos? ¿O es que eran muy jóvenes y saltaron directamente hacia algo diferente?

A.L. –Como escritor no me sentí tocado en nada. No obstante, tuve una militancia en los movimientos estudiantiles independientes que sirvieron como elementos de protesta. Pero, repito, como poeta no sentí esa persecución. Conste que en Santa Rosa, Misiones, teníamos un taller y escribíamos. A pesar de ese ambiente denso, de nosotros no salió ese grito tipo Benedetti, Neruda. Creo que mi generación no está en esa especie de poesía de barricada como los poemas de Moncho Azuaga, por ejemplo. Yo no accedí a esa temática.

D.L. –En mi caso particular puedo coincidir con Alberto. Yo tengo poca trayectoria. Conste que el stronismo me afectó desde otras vivencias, seguramente con los gremios estudiantiles. En la producción no me tocó el sistema anterior.

–¿Cuántos poetas jóvenes integran “Pájaro Azul”? ¿Se puede hablar de cierta coetaneidad?

A.L. –Si bien existe una población fluctuante, hay entre ocho o diez personas de manera permanente. En líneas generales se puede decir que casi todos nacimos en la década del 60.

D.L. –Esa coetaneidad nos da ciertas ventajas. Tenemos ideas y vivencias parecidas. Eso nos posibilita planear, discutir y enfrentar con cierto pluralismo la realidad. Si bien nos cuesta mantener el espacio, estamos logrando cierta rutina de trabajo, a pesar de tener ocupaciones profesionales que nos impiden muchas veces enriquecer nuestras relaciones.

–¿A quiénes han leído con más detenimiento?

D.L. –A mí me gustan Federico García Lorca, Neruda y otros poetas latinoamericanos. A nivel nacional me gusta doña Josefina Plá, por la amplitud temática y la calidad de sus obras. Hay evidentemente otros poetas que produjeron en mí esa comunicación directa con la poesía.

A.L. –Entre tantos poetas me gusta Antonio Machado; leí bastante a Neruda, pero no es de mis preferidos. Actualmente estoy leyendo las primeras obras de Borges; entre los paraguayos me gustan Ramiro Domínguez y Elvio Romero.

Fuente: PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA - PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS. Por VICTORIO V. SUÁREZ. Edición corregida y aumentada. Asunción, Paraguay. 2011 (654 páginas)




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