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GUSTAVO CARLOS GATTI

  EL PAPEL POLÍTICO DE LOS MILITARES EN EL PARAGUAY 1870 – 1990 - Por GUSTAVO GATTI CARDOZO


EL PAPEL POLÍTICO DE LOS MILITARES EN EL PARAGUAY 1870 – 1990 - Por GUSTAVO GATTI CARDOZO

EL PAPEL POLÍTICO DE LOS MILITARES EN EL PARAGUAY 1870 – 1990.

Por GUSTAVO GATTI CARDOZO.

Biblioteca de Estudios Paraguayos.

Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”.

Volumen N° 35.

Asunción – Paraguay (120 páginas)

 

 

SUMARIO

Introducción

Consideraciones previas

CAPITULO I. Antecedentes históricos

Primera época (1870-1936)

Segunda época (1936-1990)

CAPITULO II. Análisis del cambiante papel de los militares en las diferentes épocas

Primera época (1870-1935)

a) Período caudillista   

Resumen

b) Período del profesionalismo

Resumen

Segunda época (1936-1990)  

a) Período revolucionario

Resumen

b) Período conservador

Resumen

c) Tiempo de transición (1989-1990)

Resumen

CAPITULO III. De la revolución a la reacción:

El porqué de un itinerario regresivo

CAPITULO IV. Conclusiones

Epílogo

Reflexiones finales

Notas 

Bibliografía



INTRODUCCIÓN

Esta monografía fue escrita originalmente en el año 1973. La presenté en el Seminario sobre Cambios Sociales Revolucionarios en América Latina, en la Universidad de Georgetown (Washington, D.C., Estados Unidos de América). Cuando la redactaba, me percaté enseguida de sus limitaciones y no me hice ninguna ilusión acerca de su alcance.

Tuvo una difusión limitada tanto en el Paraguay como en otros países. Por obvias y elementales razones de supervivencia en mi país, opté por usar el seudónimo de Larry Conrads. Si no hubiera procedido así, era de temer que mi familia y yo hubiéramos sufrido brutales represalias. Lo fui actualizando año tras año mediante el simple expediente de cambiar la fecha final del período. Ello fue así hasta que, finalmente, el 3 de febrero de 1989 se cerró el ciclo stronista.

De allí que este trabajo no tenga grandes novedades que ofrecer. No se sorprenda entonces el lector si halla en él algo deja vu. Fundado en estas consideraciones, la secreta aspiración que me movió a compartir los pensamientos que siguen, fue la de suscitar algún interés hacia un examen más acabado del tema.

* * *

Al analizar la influencia de la guerra del Chaco en el proceso de cambio social paraguayo, formulábamos la siguiente pregunta:

¿Por qué las Fuerzas Armadas, principales ejecutoras del golpe de Estado insurreccional que precipitó la revolución en febrero de 1936, se fueron volviendo cada vez más un firme sostén del nuevo status-quo post liberal y en una élite cada vez más resistente al cambio revolucionario? Responder a este interrogante podría requerir la extensión de un trabajo igual o superior a la del presente. Pero ese análisis va a ser un elemento crucial para contestar a la pregunta que nos formulábamos muy al comienzo: ¿Por qué la revolución, que triunfó institucionalmente en Bolivia muchos años después de terminada la guerra del Chaco y se mantuvo 12 años como única detentadora del poder, se frustró tan rápidamente en el Paraguay? (1)

El objeto de este trabajo es tratar de responder a esa pregunta básica.



CONSIDERACIONES PREVIAS

La pregunta inicial supone que había entonces en el Paraguay una suerte de militarismo, entendido como el fenómeno en que “los militares cesan de estar al servicio del Estado y se lanzan a la lucha por el poder para ellos mismos o para un determinado grupo o partido político.” (2) Cuando la lucha por el poder está principalmente a cargo de bandas armadas y facciones que no responden a ninguna institución, estamos frente a un fenómeno distinto, que es el del caudillismo.

El militarismo así entendido no constituye ninguna novedad. Hubo pueblos enteros que, como Esparta, Mongolia o Turquía, fueron casi totalmente militares o estuvieron organizados al estilo militar, por lo menos en algún momento de su historia. En el siglo III, las legiones romanas ponían y quitaban a los emperadores. En Occidente, a inicios de la era cristiana, los primeros reyes invariablemente surgían de los ejércitos triunfadores.

En la actualidad, las diferentes formas de militarismo pueden clasificarse de la siguiente manera:

A. En países como Libia, Argelia, Siria, Egipto y similares, en los que aún subsiste un arraigado feudalismo de origen rural, y en los que, por tanto, apenas se da una incipiente industrialización y hay escasos medios de capital, brota una clase media con un vigoroso elán nacionalista, que aborrece la antigua ocupación colonial y tiene una mística modernización del país. Todas esas aspiraciones se encauzan a través del Ejército.(*)

B. En las naciones del África negra, de independencia relativamente reciente, los militares ocupan el poder en un panorama de aguda escasez de cuadros, tensiones tribales explosivas y crisis económicas y sociales; se producen frecuentes golpes de Estado por parte de grupos militares disidentes; la influencia que las Fuerzas Armadas ejercen en el ámbito político nacional es evidente y decisiva. Una vez que se estabilizan en el poder, ellas desempeñan un papel relevante en el orden interno y en lo que se relaciona con el desarrollo económico pero ofrecen grandes interrogantes respecto del futuro político y social.

C. En la América Latina, el militarismo se ha presentado de diversas maneras frente a una situación política inestable y a la falta de respeto a las instituciones, cuyo funcionamiento aún no es automático. Ello se debe “principalmente a la existencia de una oligarquía privilegiada que monopoliza una gran parte de la riqueza nacional, a la acción de las grandes compañías anónimas extranjeras, especialmente norteamericanas, y a la existencia de grandes masas de población en claro subdesarrollo social y económico.” (3)

D. El complejo industrial-militar, con su enorme influencia en los Estados Unidos de América, tiene su contraparte en el influjo decisivo del Ejército en la Unión Soviética; en ambos países se respetan las instituciones políticas pero, en cambio, los gastos destinados a la defensa y la seguridad nacional son de proporciones extraordinarias. La evolución política reciente en Europa Oriental y los esfuerzos actuales de reestructuración de la Unión Soviética en esa área, han repercutido en los Estados Unidos y en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el sentido de una reducción de tropas, armamentos y gastos militares.

E. En China, el Ejército se halla al servicio del Partido gobernante, sirve como modelo de organización para las actividades industriales y comerciales, y sostiene la “tensión ideológica” en el país. Como en la antigua Esparta, la militarización del país es casi completa. En Israel ocurre algo similar por efecto de su choque casi permanente con los árabes.

F. Finalmente, en otros países el papel usual de los militares en cuestiones políticas es reducido y accesorio, aunque a veces por circunstancias históricas, como en la Francia de 1958 ante el problema de Argelia, ellos entran a jugar un papel prominente aunque temporario.

Teorías subyacentes

A la clasificación anterior, que es principalmente descriptiva, cabe agregar otra, de carácter ideológico, aunque sea muy sintéticamente. Así, podríamos distinguir entre teorías liberales, socialistas y desarrollistas, que están subyacentes en el tema que nos ocupa.

La primera (liberal) sostiene la tesis de la subordinación del poder militar al Estado, aunque confiere a aquél el monopolio de la fuerza armada sin darle a la vez un papel social específico que cumplir.

La segunda (socialista) es, en cierto modo, una variante de la teoría liberal en cuanto a que las Fuerzas Armadas se subordinan al poder civil; la diferencia radica en que el Ejército debe estar sujeto al partido, el cual a su vez es la fuerza rectora de la sociedad, y es más importante que el propio Estado.

La tercera (desarrollista) supone que las Fuerzas Armadas, al ejercer su poder coercitivo, con alto grado de disciplina y por ser relativamente más modernas que la sociedad tradicional, producen un influyente efecto de demostración. En estos casos, la socialización profesional —en contra de la práctica corriente en sociedades más modernas— induce al golpismo de las Fuerzas Armadas.

Asimismo, se hace referencia en el cuerpo del presente trabajo a diversas modalidades de las teorías anteriormente enunciadas. Así, se habla del poder oligárquico-militar descrito por David Apter, de los militares depredadores e irresponsables a que se refiere Edwin Lieuwen, o pretorianos como los denomina Lyle N. McAlister, o de cuartel según la terminología de Víctor Alba. También se presenta el dilema propuesto por Martin C. Needler de si los militares son reaccionarios depredadores o patriotas modernizantes.

Asimismo, se mencionan los siguientes ternas, entre otros: la posición liberal frente a la violencia y al uso ilegítimo de la fuerza militar (McAlister, Cecilio Báez); el empate social entre las élites gobernantes y la consiguiente necesidad de un eventual árbitro para el desempate, que lleva a posibles falangismos o bonapartismos (Cuéllar); el neomercantilismo y los presidentes-monarcas (Apter); el neopresidencialismo (Loewenstein); el conservadorismo (Needler); los neocaudillismos falangistas y la norma de la ilegitimidad (Horowitz); los cambios marginales provocados por la acción cívica del Ejército (Fals Borda) y el Ejército como sostén de oligarquías represivas y de dictaduras antirrevolucionarias (Ponsati).


NOTA

(*) Por razones de brevedad, en este trabajo se emplea el vocablo “Ejército” como sinónimo de fuerzas armadas.




I. ANTECEDENTES HISTORICOS PARAGUAYOS

Conforme con Lyle N. McAlister, el Paraguay de Carlos Antonio y Francisco Solano López, es uno de los pocos países latinoamericanos a los que se ajusta una estricta definición de militarismo. (4)

Pero el poder militar paraguayo, tan laboriosamente construido entre 1844 y 1868, desaparece por completo después de la hecatombe que significó la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). (5) A todos los efectos prácticos, en el período inmediato posterior a la guerra, las Fuerzas Armadas dejan de tener existencia, puesto que los ejércitos aliados de ocupación son los factores reales de poder. Su influencia se extiende mucho más allá de 1876, fecha en que se retiran las fuerzas brasileñas, y de 1879, año en que las fuerzas argentinas desalojan sus posiciones en el Chaco y devuelven la Villa Occidental al Paraguay.

Los Generales de la época, que llegan a la Presidencia de la República, gobiernan más en calidad de terratenientes o de grandes caudillos que como expresión representativa del Ejército que, en verdad, no existe como tal. (6) Predominan más bien bandas armadas, leales a caudillos locales o a las facciones en que se divide la élite gobernante.

Es en el siglo XX cuando aparece formalmente la carrera militar y, con el Presidente Eligió Ayala (1924-1928), se logra la estructuración de unas Fuerzas Armadas apolíticas, profesionales y disciplinadas. (7)

Este es el Ejército que, bajo el eficiente comando de José Félix Estigarribia, iría a triunfar en la guerra del Chaco, a consecuencias de lo cual cambiaría dramáticamente su papel histórico y político.

La crónica histórica paraguaya ha venido registrando puntualmente los movimientos sísmicos provocados por la intervención militar en la vida política del país, hayan actuado como bandas o como Fuerzas Armadas. A los efectos de nuestro análisis, ambas formas tienen las características comunes de organización, control de las armas y coherencia simbólica que les permiten casi invariablemente imponerse sobre los demás grupos en conflicto. (8)

Cabe distinguir dos épocas en el Paraguay, después de que resurgiera de las cenizas en que lo sepultara la Guerra de la Triple Alianza, a saber: (i) Desde 1870 hasta 1936; y (ii) desde 1935 hasta nuestros días. Esta distinción se basa, precisamente, en el apuntado cambio de papel, de lo que se habla con más detalle más abajo.

He aquí una enumeración cronológica de ambas épocas, con breves apuntes y comentarios.

Primera época: 1870-1935

1.01-1870  Golpe de Estado durante        la Convención Nacional Constituyente. Cirilo Antonio Rivarola es nombrado Presidente en vez de

Facundo Machaín. En octubre de 1871 se frustra un levantamiento. El 15 es disuelto el Congreso.

1.02-1871   Diciembre. Renuncia Rivarola y le sucede Salvador Jovellanos. En marzo y mayo de 1873 se frustran sendos levantamientos contra el Sr. Jovellanos.

1.03-1874   Enero-febrero. Los Generales Bernardino Caballero, Patricio Escobar e Ignacio Genes, juntamente con el Comandante José Dolores Molas, imponen al Sr. Jovellanos un nuevo gabinete ministerial, luego de un exitoso levantamiento por las armas. Es caudillo civil del levantamiento por las armas, apoyado por los brasileños, el Sr. Juan Bautista Gill, que había sido enviado al exilio dos años atrás por el entonces Ministro del Interior, Benigno Ferreira. En abril de 1874, las propias fuerzas brasileñas sofocan una nueva intentona militar, encabezada por el citado Comandante Molas. Se frustra todavía otra aventura de ese tipo en 1875, encabezada en Caacupé por el General Serrano. Esta vez son las tropas argentinas de Villa Occidental las que sostienen al gobierno del Presidente Gill.

1.04-1877   El 12 de abril de ese año es asesinado en la vía pública el Presidente Gill, y le sucede el Vicepresidente Higinio Uriarte. A su vez, los matadores de aquél, junto con su abogado defensor, Facundo Machaín, son asesinados en la cárcel el día 29 de octubre. A Uriarte le sucede Cándido Bareiro en 1878.

1.05-1897 El 31 de diciembre es asesinado el ex Presidente Rivarola. El Presidente Bareiro logra sofocar una rebelión con motivo de dicho crimen.

1.06-1880 Al fallecer repentinamente el Presidente Bareiro, el General Bernardino Caballero da un golpe de Estado y se hace nombrar Presidente en vez del Vicepresidente Adolfo Saguier. Hay 11 años de paz y estabilidad. El 18 de octubre de 1891 fracasa un levantamiento liberal, encabezado por el Mayor Eduardo Vera. El General Juan Bautista Egusquiza es el vencedor de la jornada.

Epoca de facciones: argentinistas vs. brasileristas; caballeristas vs. egusquicistas; colorados vs. liberales. Impera el discrecionalismo de los grandes caudillos, que manejan el Ejército como su guardia personal. (9)

1.07-1894 Golpe de Estado del General Egusquiza contra el Presidente constitucional Juan G. González.

1.08-1902 2 de enero. El General Caballero depone al Presidente Emilio Aceval, quien había creado la Guardia Nacional con ánimo de atraerse a los jóvenes en contraposición al viejo Ejército caudillista.

1.09-1904 Agosto-diciembre. Levantamiento campal liberal. Pacto del Pilcomayo por el que renuncia el Presidente, Coronel Juan A. Escurra. El viejo Ejército queda disuelto. Entra a gobernar el Partido Liberal. Es Presidente interino el Sr. Juan Bautista Gaona.

1.10-1905 Golpe de Estado que dirige el General Benigno Ferreira, que depone al Presidente Gaona e impone al jefe del grupo cívico del Partido Liberal, Dr. Cecilio Báez. A éste sucede el referido General Ferreira.

1.11-1908 Golpe de Estado militar del Coronel Albino Jara, que depone al General Ferreira. Fracasa un levantamiento colorado en 1909, en Laureles.

1.12-1911 Nuevo golpe de Estado militar del Coronel Albino Jara, esta vez contra el Presidente constitucional, Manuel Gondra. Se subleva Adolfo Riquelme, ese mismo año, pero es derrotado y fusilado. Riquelme era gondrista.

1.13 En julio de 1911 es derrocado Albino Jara. Fracasa en noviembre de 1911 un levantamiento campal inspirado por los partidarios del depuesto Dr. Gondra.

1.14-1912 15 de enero: el Coronel Aponte dirige una sublevación de presos contra el Gobierno. El Presidente Liberato Rojas logra sostenerse con el apoyo del entonces Mayor Eugenio Garay. Pero un levantamiento jarista, dirigido por Sosa y Oliver, derriba al Gobierno del Presidente Rojas el 28 de febrero.

1.15 El Mayor Garay impone la presidencia del Dr. Pedro Peña, colorado, a un Parlamento atemorizado. Pero los liberales triunfan en Luque y deponen a su vez a Peña el 22 de marzo. Es Presidente Emiliano González Navero, gondrista radical.

1.16 El 27 de marzo de 1912 es disuelto el Ejército una vez más, por haber sostenido a los gobiernos anteriores. En mayo, se vuelve a sublevar el Coronel Jara, pero es herido en Paraguarí, cae prisionero, y dos días después, fallece a consecuencia de dichas heridas. Es el día 14 de mayo de 1912. Se repiten las maniobras y presiones militares de navíos argentinos y brasileños, surtos en aguas paraguayas, como era costumbre en la década de los 70 en el siglo XIX. (10) Asciende al Gobierno Eduardo Schaerer y el l2 de enero de 1915 logra sofocar un nuevo movimiento militar iniciado en la Escuela Militar.

1.17-1915/ Grandes agitaciones sociales. (11)

1916

1920 Manuel Gondra es de nuevo electo Presidente.

1921 Vuelve a renunciar el Presidente Gondra, al notar escaso apoyo en el Ejército frente a las presiones y exigencias políticas del ex Presidente Schaerer. (12)

1.18 Ese mismo año, ocupan sucesivamente la Presidencia los doctores en Derecho, Félix Paiva y Eusebio Ayala.

Larga guerra civil instaurada por el Coronel Adolfo Chirife, con el apoyo del Coronel Pedro Mendoza.

El entonces joven Capitán José Félix Estigarribia lucha a favor del Gobierno.

Eligió Ayala es Presidente en 1923 y logra al fin derrotar a los sediciosos, tras dos años de lucha.

1.19-1924/

1936 Larga estabilidad con las sucesivas presidencias constitucionales de Eligió Ayala, José P. Guggiari y Eusebio Ayala. Cabe anotar que en 1928, por primera vez en la historia, hay dos candidatos a la Presidencia de la República.

Tragedia del 23 de octubre de 1931, al morir ocho estudiantes en una manifestación ante el Palacio de Gobierno, reprimida por la guardia palaciega.

17 de febrero de 1936. Un golpe de Estado insurreccional derriba al Gobierno del Presidente Eusebio Ayala, pocos meses antes de la finalización de su período constitucional.

Segunda época: 1936-1990

Como lo señala Harold E. Davis, “el Ejército victorioso y sus oficiales, se convierten en una nueva fuerza política en el Paraguay. Cuando se anunciaron los términos del armisticio en 1935, muchos oficiales del Ejército lo criticaron, y el Coronel Rafael Franco, popular líder en la guerra, usó su influencia sobre las Fuerzas Armadas para derribar al Presidente”. (13) El fenómeno fue mucho más complejo de lo que Davis describe muy superficialmente. La cronología de las intervenciones militares en esta época es como sigue:

2.01-1936 Los revolucionarios dan el título de Ejército Libertador a las Fuerzas Armadas. En el Acta Plebiscitaria de la Revolución, el Ejército, al terminar la proclama, expresa lo siguiente: “¡Paraguayos! Vuestros soldados en armas os juramos cumplir con nuestra misión: la Nación será restituida al nivel de su historia en el Río de la Plata, al libre dominio de su suelo y a la grandeza de su porvenir”.

1937 Golpe de Estado contrarrevolucionario dirigido por el Coronel Ramón L. Paredes. Restauración liberal. Presidencia provisional del Dr. Félix Paiva. Fallan sendos intentos revolucionarios, del 7 de setiembre y 2 de noviembre de ese año.

2.02-1940 Golpe de Estado que da el propio Presidente constitucional, General José Félix Estigarribia el 18 de febrero de 1940, derogando la Constitución y asumiendo todos los poderes políticos del Estado. El 15 de agosto jura una nueva Constitución y fallece en accidente aéreo el 7 de setiembre.

2.03 Su sucesor, el General Higinio Morínigo, previa purga de un gran número de militares que no le eran adictos, obtiene el juramento de apoyo de los oficiales militares remanentes al nuevo Estado Nacionalista Revolucionario que aquél proclama, fundado en el Orden, la Disciplina y la Jerarquía. De 1941 a 1945, infiltración y preponderancia nazis en el Ejército. Falla un golpe febrerista. En 1944 se establece un gabinete eminentemente militar. En junio de 1946, al haber ganado los adiados la II Guerra Mundial, Morínigo desplaza a los oficiales de simpatías nazis y forma un Gobierno de coalición con colorados y febreristas. Se deja sin efecto la disolución del Partido Liberal.

2.04-1947 El 13 de enero, golpe de Estado de Morínigo para desplazar del Gabinete a los febreristas; ataque a la Central de Policía el 7 de marzo; sublevación y levantamiento de las guarniciones de Concepción y del Chaco contra el Gobierno; la guerra civil dura hasta el 19 de agosto de ese año; triunfa el Gobierno y el viejo Ejército Liberador queda de hecho substituido por un nuevo Ejército, de fidelidad colorada.

2.04-1948 Fracasa en abril de 1948 un asalto colorado al cuartel de Caballería, importantísima unidad próxima a Asunción. Pero, en junio, es depuesto Morínigo. Lo sustituye como Presidente provisional el Dr. Juan Manuel Frutos.

2.05 J. Natalicio González jura como Presidente en agosto de ese año y en octubre sofoca un levantamiento, de inspiración stronista, de la Escuela Militar y de la Artillería con sede en Paraguarí.

2.06-1949 El General Raimundo Rolón da un golpe de Estado y sustituye al Sr. González como Presidente de la República.

2.07 El Dr. Felipe Molas López, veinticinco días después, el 26 de febrero, da otro golpe de Estado y reemplaza a Rolón.

2.08 11 de setiembre. Nuevo golpe de Estado. Cae Molas López y es nombrado Presidente Federico Chaves.

En 1953, el Ejército en pleno se afilia al Partido Colorado, por resolución de su Alto Comando. Ello coloca al oficial militar en situación de doble privilegio. (14)

2.09-1954/

1989 El 5 de mayo de 1954, el General Alfredo Stroessner derriba a Chaves pero no asume entonces directamente la Presidencia de la República, sino que hace convocar a comicios, en que es candidato único, para su “elección” como Presidente “Constitucional”. Para el interregno, es nombrado

Presidente provisional el arquitecto Tomás Romero Pereira. El 15 de agosto, jura como presidente el citado General.

En la larga égida de Stroessner se registran diversos episodios de golpes de Estado internos; guerras de guerrillas; incidentes callejeros con estudiantes; enfrentamiento público con la Iglesia Católica. En la década de los años 60, se produce una reforma constitucional y una relativa participación de grupos políticos de tendencias tradicionales en el proceso institucional (Congreso, prensa, acción partidaria, etc.), que declina notoriamente en las dos décadas siguientes. Más abajo se califica el régimen político que presidía Stroessner.

2.10-1989 El 3 de febrero, el General Andrés Rodríguez depone a Stroessner y asume la Presidencia de la República como mandatario provisional. El 1º de mayo siguiente se realizan elecciones presidenciales y parlamentarias. En aquellas, vence ampliamente el General Rodríguez, con el 74,2% de los votos, entre ocho candidatos a la Primera Magistratura de la Nación, número jamás visto en la historia del país. El Partido Colorado mantiene los dos tercios de los escaños en el Congreso bicameral. El tercio restante se distribuye en forma proporcional entre el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el Partido Febrerista y el Partido Liberal Radical. El PLRA logra el 20,1% de votos, contra el 2,2% de los febreristas y el 1,1% de los radicales.



II.      ANALISIS DEL CAMBIANTE PAPEL DE LOS MILITARES EN LAS DIFERENTES ´ÉPOCAS

No sería exacto aplicar a los militares paraguayos un denominador común en el análisis que se haga de su cambiante papel político. Ese papel fue variando en la medida en que la propia sociedad fue evolucionando, con sus valores, pautas de comportamiento, procesos sociales e institucionales.

Cabría subdistinguir, en cada época, por lo menos dos períodos. Así, en la primera, puede hablarse de un período caudillista, que se prolonga desde 1870 hasta 1923, y de un período de profesionalismo, que corre desde 1923 hasta 1936.

En la segunda época, por otra parte, cabe hablar de un período revolucionario, desde 1936 hasta 1947, y de un período conservador, desde 1948 hasta 1989, aunque aquí cabe diferenciar una serie de etapas, a saber:

(i) la etapa nacionalista, indoamericana y autoritaria, que transcurre entre 1948 y 1949, luego de un interregno de índole parecida que siguió a la guerra civil de 1947;

(ii) la etapa populista, que va desde 1949 hasta 1955, año que marca la caída del último populista, Epifanio Méndez Fleitas; y

(iii) la etapa oligárquico-militar, neopresidencialista o neomercantilista, como la llamarían, respectivamente, Loewenstein (15) y Apter (16), que se extiende entre 1955 y 1989.

Finalmente, llegamos al tiempo de la transición a la democracia, que se inicia el 3 de febrero de 1989 y sigue hasta hoy en día.

En cada uno de estos períodos y etapas cambia el papel político de los militares, aunque sea en matices. Para analizarlo, utilizaré las cinco variables que sugiere Oscar Cuéllar (17) en un estudio realizado sobre el tema. Las referidas variables son las siguientes: origen social, socialización profesional, incidencia de los conflictos de la sociedad, rol y función de las Fuerzas Armadas y sistema internacional de dominación. El análisis, inevitablemente, estará limitado por la disponibilidad de datos, que no son abundantes en esta materia.

Primera época: 1870-1935

(a)     Período del Caudillismo

Conforme con Robert E. Gilmore, tal como lo cita Lyle N. McAlister, la violencia como instrumento político asumió (en el siglo XIX en América Latina) la forma de bandas armadas y facciones dirigidas por civiles y soldados no profesionales actuando como agentes políticos más que como representantes de una institución. Este sistema de cambiantes fidelidades debe ser denominado caudillismo con más propiedad que militarismo. (18)

Por su parte, Justo Pastor Benítez distingue entre el caudillo guerrero y el de tipo político, a quien denomina el conductor o jefe de Partido. Benítez considera que la sustitución de aquel por este tipo de líder representa una elevación del caudillismo. Agrega que “no ha de confundirse al caudillismo representativo de masas populares con los ‘pretorianos’ que han ejercido el poder en Hispanoamérica, que surgieron de los cuarteles”. (19)

Los caudillos populares, en contraste con los soldados políticos, prepotentes y enemigos de la democracia, aportan —según dicho autor— ansias y apetitos populares. Uno de los antídotos contra ambos tipos de caudillismos es la formación de una policía organizada y de un Ejército nacional, de modo que se canalicen en forma institucionalizada las expresiones de fuerza. (20)

Al referirse específicamente al período histórico que analizamos, expresa Benítez lo que sigue:

En la era constitucional aparecen los primeros caudillos: Juan Bautista Gill. Le sucede en el Gobierno de tendencia conservadora el General Caballero. En 1887, se funda como contrapeso el Partido Liberal. En la jefatura de la tendencia liberal [triunfa], hacia 1898, Manuel Gondra. (...) Los conductores de mayor resonancia popular, en la era constitucional que va de 1870 a 1936, fueron Bernardino Caballero, Eduardo Schaerer y José P. Guggiari. (21)

En cambio, el Coronel Albino Jara, principal promotor de la anarquía generada el 2 de julio de 1908 y terminada el 14 de mayo de 1912, es, en palabras del mismo Benítez, el “tipo del cuartelero golpista sudamericano”. (22)

En todo este período priva, en consecuencia, la tipología de lo que Víctor Alba denominara militares de cuartel (23), McAlister militares pretorianos (24), y Lieuwen militares depredadores e irresponsables (25). Este último autor se refería a las bandas armadas consistentes en hordas indisciplinadas de gente leales al caudillo político del momento, en las que no existía un real concepto de carrera militar y en las que predominaba el oportunismo: se buscaba un medio eficaz de obtener el poder, la riqueza y el prestigio social adscritos a la oligarquía de turno.

Hay consenso entre los estudiosos de la historia paraguaya de que a este período se aplican las variables de McAlister de: (i) alto grado de desorganización social y política; y (ii) bajo o inexistente nivel de socialización profesional de los militares. (26) Cabe precisar que el referido consenso se da en torno a los acontecimientos mismos.

La correlación entre esa teoría y los hechos históricos del período, es de mi cosecha.

Un anarquista español, que vivió en el Paraguay a comienzos de siglo, observaba sarcásticamente que “los que no comen del Estado sienten arder el patriotismo en sus venas, y se lanzan a la lucha (...)” pues “la existencia de los partidos y su tendencia a ramificarse obedece, en el Paraguay, lo mismo que en Inglaterra, a que el presupuesto no da para todos”. (27)

Uno de los más firmes propugnadores de la formación de un Ejército profesional desconectado del ajetreo político, el General Manlio Schenoni, decía al Consejo de Ministros de la República del Paraguay: “En semejante estado, la organización militar no podía dejar de resentirse, pues, carente también de profesionales capaces, vivía sometida al ambiente, siendo único objetivo de los gobiernos el de constituir cuerpos raquíticos, sin otra misión que la de servir de policía gubernativa.” (28)

Efecto de tanta intervención castrense fue, sin duda, lo que Martin C. Needler llama la demora que sufre un país en obtener su madurez política. (29) Su primera víctima es el propio Ejército, como apunta Arturo Bray, militar paraguayo de relevante actuación en los años 20 y 30 de este siglo, y pulido ensayista. Dice Bray que el Ejército “termina por naufragar por la fuerza entre las ráfagas del desatado vendaval”. (30) Y su principal beneficiaría es, siempre, la oligarquía de turno, conforme con Needler (31), en perjuicio de las clases medias y populares.

Concluyendo este punto, cabe inferir con respecto a las variables de Cuéllar, lo siguiente:

1. Origen social. La tropa es de extracción popular y campesina. Los cuadros de oficiales se reclutan entre elementos de la oligarquía terrateniente.

2. Socialización profesional. Bajo nivel o inexistente, según los casos.

3. Incidencia de los conflictos de la sociedad.

Fue directa y continua. Se benefician las oligarquías terratenientes.

4. Papel y función de las FF.AA. (*) Las élites políticas dominantes están influidas antes y después del golpe de 1904, por la filosofía liberal manchesteriana. Las Fuerzas Armadas debían estar subordinadas al poder civil. Debían proteger las fronteras (Art. 73 de la Constitución de 1870), bajo la jefatura del Presidente de la República (Art. 102, inciso 132) y la dirección suprema del Congreso (Art. 73, incisos 19a y 20a), que debía fijar las Fuerzas Armadas que habían de permanecer en pie y autorizar la reunión de milicias para “contener las insurrecciones o repeler las invasiones”. Era, por tanto, ilegítimo, levantarse contra la autoridad constituida y contra el status-quo.

5. Dominación internacional. Como se ha visto, hasta 1912 la intervención de Argentina y Brasil es abierta y activa. Epifanio Méndez afirma que imperaba en el Paraguay una forma solapada de colonialismo anglo-argentino. (32)

(b) Período de Profesionalismo de las Fuerzas Armadas

Como se apuntara en la cronología histórica anteriormente, el Ejército fue varias veces disuelto y reconstruido. Es el General Benigno Ferreira el que, en 1905, efectúa un primer operativo en ese plan, con el objetivo mediato de profesionalizar a las Fuerzas Armadas. Pero la Escuela Militar fundada ese año tuvo una vida efímera, devorados sus cuadros por la larga anarquía de 1908 a 1912.

Se buscaba superar la situación que Harris G. Warren pintara así: (33)

El entrenamiento militar era azaroso; la reputación de que gozaba el Ejército era baja, y sus filas eran llenadas con conscriptos elegidos arbitrariamente por las autoridades militares. La ‘conscripción’ de cuatro años era considerada como una sentencia a prisión (...). El Gobierno ocasionalmente enviaba a algunos jóvenes a la Argentina y Chile (a entrenarse militarmente) con la teoría de que retornarían para formar los cuadros de oficiales en las antiguas o nuevas unidades.

La solución más aparente era la del profesionalismo militar por cuanto el oficial que Bray llama “politiquero”, es decir, “aquel que vive atormentado por el delirio incontenible de labrar, a su manera, la grandeza de la patria suele ser un profesional mediocre”. (34)

Para remedio de esos males se establecieron diversas instituciones, como el Servicio Militar Obligatorio, base de todo Ejército permanente y la nueva Escuela Militar, bajo la dirección del entonces Coronel Manlio Schenoni, hecho ocurrido en 1915. En esa Escuela se formó el cuerpo de oficiales del Ejército del Chaco. En 1923 se fundó la Escuela de Aviación Militar, en 1928 la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva, y en 1931 la Escuela Superior de Guerra. Vinieron al país, sucesivamente, misiones militares de Alemania, Francia y la Argentina. (35)

Hay un par de interregnos en este proceso: el frustrado cuartelazo del 1º de enero de 1915 contra el Presidente Schaerer, y la sofocada revuelta de los Coroneles Chirife y Mendoza bajo el liderazgo civil del mismo Schaerer, de 1922 a 1923.

Como queda dicho más arriba, bajo la influencia decisiva del Presidente Eligió Ayala, el profesionalismo militar triunfa. (36) Ayala se apoya para ello en la oficialidad joven, en cuyos cuadros se destaca nítidamente el Mayor José Félix Estigarribia, futuro conductor de los victoriosos ejércitos paraguayos en el Chaco. (37)

Es la época de oro del liberalismo. Así la describe el historiador Efraím Cardozo: (38)

Los años anteriores al recrudecimiento de la crisis del Chaco fueron de estabilidad política y económica: respeto a la ley, libertad de trabajo, celosa administración de la hacienda pública, moneda estable, convivencia armónica entre el capital y el trabajo, paz política emergente del acuerdo institucional de los dos partidos tradicionales, libertad de prensa, comicios irreprochables, oposición parlamentaria, tribunales independientes. La crisis mundial de 1929 repercutió en la economía sin trastornarla. Pero desde 1930, año de movimientos revolucionarios en casi toda la América, comenzó a descomponerse el ambiente político, a influjo del agravamiento de las relaciones con Bolivia. La oposición atacó rudamente al Gobierno, acusándolo de mantener indefenso al Chaco.

(...) Pero era imposible aventar en público los preparativos militares, que forzosamente debían sujetarse a las posibilidades económicas del país si no se deseaba precipitarlo a la bancarrota.

En 1931, el Ejército apoyó la solución ofrecida por el Gobierno de que el Presidente Guggiari se sometiera voluntariamente a juicio político del Congreso en torno a los hechos del 23 de octubre. El mismo historiador Cardozo dice al respecto que “el Ejército resolvió apoyar al Gobierno y sofocar la subversión, después de saber que el Presidente Guggiari delegaba el mando en el Vicepresidente Emiliano González Navero y se dirigía al Congreso solicitando su propio juicio político”. (39)

Se ha llegado a la perfección del modelo demócrata-civ lista, en el que la lucha por la democracia sería el movimiento de aproximación al ideal. Esta tesis tendría su máxima expresión en el Paraguay —a nivel militar contemporáneo— en el Coronel Arturo Bray, en su obra Militares y Civiles. Estudio psico-patológico del pronunciamiento. (40)

Dentro de este marco de referencia, por tanto, si los militares se exceden en su papel específico, normativamente prescrito, esa acción sería considerada como una interferencia en la perfección del modelo. No se considera a los militares un grupo de presión integrado a la sociedad. Son extraños al sistema y constituyen fuerzas siniestras que existen fuera del cuerpo social y político. Si actúan en la esfera política, lo hacen en forma independiente, y no en interacción recíproca con los grupos y sectores civiles. Generales y Coroneles ambiciosos conspiran contra el sistema, llenos de codicia, para favorecer a claques militares egoístas y de mente estrecha. (41)

Estamos en el auge del liberalismo, heredero del racionalismo del siglo XVIII y del positivismo del siglo XIX. Se aborrece toda violencia, a la que, aun en sus formas más estructuradas, se la califica como un mal y una anormalidad. (42) Según Hannah Arendt, “la violencia aparece donde el poder se halla en peligro; librada a su propia suerte ella acaba con el poder (...). La violencia puede destruirlo; pero es profundamente incapaz de crearlo”. (43)

Cecilio Báez es el gran predicador de la filosofía liberal en el Paraguay por medio de la cátedra y de la prensa durante casi 50 años, hasta su muerte acaecida en 1941. Para esa escuela de pensamiento, todo militarismo es una forma social inferior y una anormalidad. El progreso —inevitable e irreversible según esta filosofía— con el paso del tiempo y el avance de la cultura, tiene que imponerse sobre el poder de la fuerza en la vida política. Se daría paso a las manifestaciones de una civilización racional, liberal, civilista y sin violencia. (44)

Hay, sin embargo, en este esquema una patente contradicción intrínseca: se vacía a nivel cero la misión del Ejército en la vida política nacional; al mismo tiempo, sin embargo, se le confiere el monopolio de los medios de coerción. (45) Tal contradicción iría a tener dramáticas consecuencias para el mismo régimen liberal que creara tal esquema, como ocurrió en tantos otros países latinoamericanos.

Siendo las Fuerzas Armadas un grupo organizado y disciplinado que cuenta con posibilidades de usar el poderío físico e instrumental para imponerse como tal, su propio profesionalismo puede empujarlas muy fácilmente hacia el activismo político. Posiblemente, ellas no podrían aspirar a tener parte tan activa en la vida política del país si no fuera precisamente por su alto grado de disciplina.

La correlación entre profesionalismo militar y prescindencia político-partidaria no se da en forma matemática e inevitable. La experiencia paraguaya de 1936 lo prueba con creces. “Siendo una élite capaz y disciplinada, el grupo militar puede ser fácilmente empujado a la acción política, si lo considera conveniente para el propio grupo” (46) y para el país. (47)

No es de extrañar, en consecuencia, la gran sorpresa que manifiestan los intelectuales paraguayos, en especial los liberales, al juzgar esta época de la historia, sobre todo al referirse a los hechos del 17 de febrero de 1936. Portavoces de los dos partidos políticos tradicionales, ya sean civiles o militares, coinciden formalmente en cuanto al referido papel restringido de los militares. (48)

Es así como Justo Pastor Benítez califica el año de 1936 como uno de los períodos de aguda anarquía por los que vivió el país (49). Para este autor, a las divisiones partidarias y otros factores, se suma la intervención del Ejército en la vida política del país como elemento de inestabilidad. Concluye diciendo que “los esfuerzos de 1907, 1916, 1930 y 1940, cedieron el paso a acontecimientos que quebraron la disciplina, como fueron el 2 de julio de 1908, la revolución de 1922-23, el 17 de febrero de 1936 y el golpe del 13 de enero de 1947”. (50)

A su vez, Efraím Cardozo se admira de la paradoja surgida la victoria en el Chaco, obtenida bajo el régimen de la democracia liberal instaurada en 1870. El triunfo, en vez de fortificar ese régimen, precipitó su derrumbe. Los movimientos totalitarios europeos —el nazi-fascismo, especialmente— se presentaban como panaceas para el Paraguay, ya desde antes de la guerra. Esas ideas autoritarias al decir de dicho autor, “prendieron briosamente en núcleos importantes del Ejército que se creyeron habilitados para reemplazar a los partidos tradicionales en la dirección del país”. (51)

Es decir, dejando aparte por el momento las inferencias ideológicas, es importante retener aquí este punto: el Ejército asume activamente un nuevo papel político. (52)

Resumamos, siguiendo nuevamente las variables de Cuéllar:

1. Origen social. La tropa sigue siendo reclutada en las clases populares, de trabajadores de la ciudad y del campo. Los oficiales —en especial los que se incorporan con motivo de la guerra— provienen de los sectores medios: son estudiantes y jóvenes profesionales.

2. Socialización profesional. Llega a un elevado nivel, tanto que, no obstante las limitaciones que se apuntan más abajo, ella es factor decisivo en favor de la victoria paraguaya en el conflicto bélico chaqueño. Al inicio de la guerra hay menos de 4.000 hombres sobre las armas, de los cuales 355 son oficiales en el servicio activo, con apenas 3 Generales. Había 200 cadetes en la Escuela Militar y en otras escuelas de formación castrense; 146 jefes y oficiales en los servicios auxiliares y 600 oficiales de reserva. De acuerdo con el General Estigarribia, el Estado Mayor General “funcionaba con extrema precariedad de medios y una dotación muy escasa de oficiales”. (53)

3. Incidencia de los conflictos de la sociedad. Al alto grado de profesionalismo militar, corresponde una definida estabilidad lograda desde 1924. Sin embargo, los conflictos latentes del régimen liberal, que se mantienen por debajo de la superficie más o menos tranquila y que estallan esporádicamente, permean la mentalidad de los cuadros militares. El valor más eminente es el nacionalismo, que muy pronto va a hacer estado en el Ejército todo.

4. Rol y función de las FF.AA. Lo resume Bray al decir lo siguiente: (54)

Las Fuerzas Armadas de un Estado —ejército, marina y aeronáutica— tienen por misión específica, por no decir única, la de prepararse para la guerra (...). Las demás misiones que [se les] suele asignar, tales como ‘el sostenimiento de las autoridades constituidas’ o ‘el mantenimiento de la paz interna’, son de índole accesoria y finalidad complementaria.

5. Sistema internacional de dominación. La influencia económica y cultural de la Argentina crece sin pausa ni prisa. Las agitaciones populistas de la década alcanzan al país. Pero el país no se inserta dentro de sistemas ni bloques por la sencilla razón de que éstos no existen tan claramente delineados en este período entre las dos guerras mundiales.



 

IV. CONCLUSIONES

1.      Desde el punto de vista del cambio social revolucionario, la actitud y la conducta de las Fuerzas Armadas en el Paraguay han sido ambivalentes. Su línea ha ido evolucionando en curvas progresivas y regresivas: del caudillismo al profesionalismo, y de aquí al neo-caudillismo; en todas esas instancias, el Ejército ha estado al servicio del status-quo, del orden establecido.

(a) Cuando Manuel Gondra implantó en su época lo que fue una suerte de revolución social por la incorporación masiva de los campesinos a la vida nacional, el Ejército se le enfrentó dos veces, encabezado por Albino Jara, la primera, y por Adolfo Chirife y Pedro Mendoza, la segunda (ver Cronología en el Capítulo I de este trabajo).

(b) Cuando en la Universidad se proclamaba la revolución después del 23 de octubre de 1931, el Mayor Arturo Bray es nombrado jefe de plaza en la capital. Bray controla la situación y apoya la solución institucional propuesta por el gobierno: la renuncia de José P. Guggiari y su abandono de la presidencia mientras se sometía voluntariamente a juicio político a cargo del Congreso unipartidario (la minoría colorada había abandonado sus asientos justamente después de aquellos sangrientos sucesos).

(c) El Ejército del 36 proclama el cambio revolucionario y lo intenta por un año y medio con resultados relativamente infructuosos. Muy pronto, otro sector del mismo Ejército restaura, aunque efímeramente, el predominio liberal. Durante los gobiernos de Estigarribia y Morínigo se sigue hablando de revolución nacionalista.

(d) El Ejército ha dejado de ser el sostén de las estructuras políticas de la democracia formal. En 1936-37 y en 1946-47, el Ejército se coloca en la línea de protagonista del cambio. Apoya, durante Morínigo, reformas económicas e institucionales modernizantes, pero es reaccionario y represivo en lo social y en lo político de 1940 a 1948. Hay un interregno confuso entre 1946 y 1947, época en que se producen sucesivamente el desplazamiento de la camarilla pro-nazi, y la guerra civil revolucionaria, que transcurre de marzo a agosto de 1947.

Es interesante apuntar aquí que la Constitución de 1940, al ocuparse explícitamente de la misión del Ejército en su artículo 18, en contraste con la anterior, de 1870, estipuló que “La custodia y defensa del orden y de la soberanía, de la integridad territorial y del honor de la República, así como la defensa de esta Constitución, quedan confiados a las Fuerzas Armadas de la Nación (…)”

El Ejército habría interpretado esta norma de un modo amplio y, aparentemente habría fundado en ella su activa participación política en el país.

En 1967, los convencionales pensaron que debía reducirse dicha misión a un ámbito más limitado. Es así como la Constitución jurada ese año establece, en su artículo 42, que “La custodia y defensa de la soberanía e integridad territorial de la República, quedan confiadas a las Fuerzas Armadas. Para el mejor cumplimiento de su cometido, serán organizadas con carácter permanente”.

(e) Ambas Constituciones disponen, como la de 1870, que el Presidente de la República es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Stroessner mantuvo efectivamente ambos mandos hasta 1989. Fue Comandante en Jefe desde 1951 y Presidente desde 1954. Rodríguez conserva las dos posiciones. Esta dualidad de poderes, aunque permitida por la Constitución, no parece condecir con el carácter republicano del Paraguay. Tampoco se compaginaría con la prohibición del Artículo 409 de la Carta Magna paraguaya, cuyo clarísimo texto dice así:

Art. 40º - Ningún Poder del Estado podrá jamás atribuirse, ni otorgar a otro, ni a persona alguna, facultades extraordinarias fuera de las previstas en esta Constitución, ni la suma del poder público, ni supremacía por la cual la vida, la libertad, el honor y la propiedad de las personas queden a su arbitrio. La dictadura está fuera de la ley.

(f) El mencionado cambio en la letra del texto constitucional, no afectó el control absoluto que Stroessner tuvo sobre las FF.AA. por muchos años. Así, la tendencia modernizante y conservadora del stronismo, a la par que producía un cierto adelanto socio-económico, retrasaba la maduración política del país.

2. Al Paraguay de casi todas las épocas y períodos se aplica el juicio de John J. Johnson de que la fuerza y la violencia son todavía parte importante en el proceso político de la mayoría de las repúblicas latinoamericanas y deben ser consideradas como tales. Y, como dice McAlister, siendo así el caso, se las empleará con fines políticos, sino por los estamentos civiles, entonces por los otros sectores. En verdad, este autor culpa tanto al liderazgo civil como al militar de los males políticos de América Latina. Así, históricamente, puede decirse que, con escasísimas excepciones, los civiles no fueron más dignos de respeto y de confianza de parte de la opinión pública que los militares.

(a) Cabe afirmar que los juicios sobre la violencia endémica latinoamericana, deben ser bien tamizados cuando se los aplique al Paraguay y a sus diferentes promociones (o generaciones) de políticos y militares a lo largo de la historia. Las virtudes o defectos ciudadanos no se limitan a ninguna generación en particular y, por tanto, también se dan en personas de todas las tendencias políticas, en todas las épocas.

(b) Sin ponerlos como paradigma, los demócrata cristianos son dignos de mención porque, en 1960, en el Acta de Fundación de su movimiento, renunciaron a la violencia como método político. Bouler, en su capítulo sobre Stroessner, menciona ese hecho, subrayando que es el primer grupo en el Paraguay en hacer semejante renuncia. A Bouler, de paso, se le escapó una sutileza lingüística cuando interpretó que la renuncia a la violencia como método político, significaba también una renuncia al golpe de Estado ocasional [debidamente justificado, conforme con la doctrina social cristiana] para llegar al poder.

(c) Por otro lado, cuando declinan las instituciones democráticas y el poder civil se corrompe, es casi inevitable una intervención de la fuerza militar. Casi siempre ella enarbola banderas salvadoras. La historia registra esa correlación, desde la Roma antigua hasta las realidades paraguayas antes descritas.

Cuando la autoridad constitucional suprema del Estado, como expresión de la ordenación jurídica constituida, condona la rebelión de un jefe militar contra las instituciones civiles, y premia ese acto ilegal con una recompensa excepcional, se producen efectos contraproducentes y dañinos. Se abre una vez más un círculo vicioso: al debilitarse las estructuras básicas del Estado, se invita tácitamente a que una mano fuerte entre en escena; el Ejército cae en la tentación y así, al convertirse en cuerpo deliberante, se desintegra y ese desquiciamiento del Ejército con mucha frecuencia lleva al país a la anarquía.

En el caso del Paraguay, su crónica inestabilidad política se habría debido, entre otros factores, a la escasez de dirigentes respetuosos de las instituciones y a que se conquistara el gobierno como una suerte de botín.

(d) Puede afirmarse que casi no hay militares totalmente al margen de las querellas de orden político en aquellos países que aún no han traspuesto la edad paleolítica en su evolución institucional.

(e) El canibalismo político prevalece: se destruye sin piedad a los perdedores en la lucha por el poder. El cuerpo de oficiales se ve así desgarrado por las luchas cuyo gran objetivo es la conquista del poder.

Los militares se enredan con los políticos, que ayer nomás declamaban contra la fuerza bruta y que hoy procuran dirigirla según sus intereses, en cuyo caso ella pasa a ser la fuerza inteligente. Inevitablemente, y por recia que sea la contextura moral del cuerpo de oficiales, llega un momento en que la persistencia del conspirador produce efectos. Es así como los oficiales sucumben ante los halagos de aquéllos, o reaccionan con las armas ante los repetidos agravios de quienes los atacan. De ese modo, obran inducidos por una errónea interpretación del derecho de legítima defensa y se ofuscan con la imagen deformada de un supuesto enemigo, al cual es preciso exterminar para seguir existiendo.

Finalmente, cuando el cuerpo de oficiales logra el poder, casi siempre busca sostenerse en él a toda costa, aun en contra de la voluntad del pueblo.

3. La experiencia paraguaya de los últimos 49 años, llena de contradicciones, ofrece material para sostener con respecto a las diferentes épocas, períodos y etapas señalados en esta monografía, cualesquiera o varias de las tres tesis siguientes:

(a) Que los militares pueden contribuir significativamente a la defensa del hemisferio contra alguna agresión extracontinental e, internamente, controlar la subversión de origen comunista; que, además y a otro nivel, solamente ellos pueden garantizar la estabilidad política esencial para el desarrollo y la modernización y, todavía más, emplear sus habilidades técnicas y sus recursos logísticos directamente en esos procesos, en especial mediante sus labores de acción cívica;

(b) Que las Fuerzas Armadas, por el contrario, a consecuencia de un conservadorismo institucional intrínseco y de su propio interés corporativo, inhiben el desarrollo económico y la reforma social que pueda emprenderse mediante las instituciones democráticas; y

(c) Que la reforma y la modernización de América Latina sólo podrán lograrse por medio de una revolución socio-política, y que los militares del Ejército regular son el principal obstáculo para este proceso.

En cuanto a la primera tesis, es indiscutible que el régimen de Stroessner logró:

(1) repeler varias intentonas de subversión comunista, en especial al inicio de la década del 60, cuando el entusiasmo pro-castrista crecía por oleadas incontenibles;

(2) establecer por muchos años un firme apoyo militar al Presidente, merced al cual se produjo una estabilidad política sin precedentes en este siglo, aunque se discute mucho el precio humano y político que se tuvo que pagar por ella;

(3) impulsar moderadamente el desarrollo y la modernización del país; en esto, como en el modo de manejar los hilos del gobierno, Stroessner supo aplicar ajustadas dosis de leseferismo liberal y de intervencionismo estatal, casi siempre eficiente y con manifestaciones autoritarias, a veces benévolas pero muchas otras veces brutales; y

(4) traer al país algunos cambios, siquiera marginales, merced a la acción cívica del Ejército.

Pero también se aplica la segunda tesis: Los militares como grupo, en definitiva, comparten una filosofía política básicamente conservadora. Inciden en ello consideraciones institucionales, la defensa de la ley y el orden, así como un temor innegable a cualquier revolución. Específicamente, priva en ellos el miedo de que una insurrección popular sustituya al Ejército tradicional por una milicia del pueblo. Ese espíritu conservador prevalece aun en los casos en que los militares hagan gala de conquistas, en materia de modernización, en un grado igual o mayor que en los sistemas políticos de movilización.

Prevaleció, sin embargo, un militarismo autoritario, muchas veces irresponsable, que inhibió el desarrollo y la reforma económica y social. Sus actividades generalmente depredadoras exacerbaron a su vez las características depresivas del medio político, económico y social en que ha venido operando en el país.

Se ha hecho notar que tal fenómeno sociológico se habría dado no sólo en el Paraguay sino en otros países latinoamericanos, con un grado similar de atraso y sub-desarrollo. Esos países compartirían ciertas condiciones ambientales comunes, como las siguientes: clima tropical; extendido analfabetismo funcional; reducido nivel de ingresos por habitante; economía agrícola a la vez primitiva y modernizante, en que aún prevalece numéricamente aquella; alto grado de estratificación social, concentración de la tierra y otras formas de riqueza en pocas manos; sector medio relativamente pequeño. Además, la gran masa de la población, políticamente inerte, existe en ellos a un mero nivel de subsistencia. Esos países serían Bolivia, El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.

Dentro de este contexto, Stroessner fue un malabarista político que supo hacer jugar maquiavélicamente a su favor una cierta apariencia democrática, así como un supuesto apoyo a programas de reforma agraria, desarrollo económico y cooperación regional, que supo proclamar a los cuatro vientos. Todos esos artificios le ayudaron a sobrevivir en el poder por decenios y lo diferenciaron de otros dictadores, más torpes que él, tales como Batista en Cuba y Trujillo en la República Dominicana.

En cuanto a las tesis revolucionarias, cabe recordar que el semanario católico “Comunidad” fue cerrado en agosto de 1969 por haber editorializado sobre la necesidad de que los jóvenes militares asumieran en el Paraguay la línea aparentemente revolucionario- militar peruana, implantada entonces por el gobierno del General Velasco Alvarado.

En países como el Paraguay, que estuvieron sometidos a regímenes autocráticos, la ciudadanía sufrió atropellos en sus derechos y garantías; las organizaciones partidarias opositoras se vieron alejadas y desalojadas del poder por el fraude electoral, y los sectores de la opinión pública fueron burlados en sus legítimas aspiraciones por la represión casi absoluta del derecho de libre expresión.

Para reparar tales agravios y recobrar la plenitud de sus libertades no le queda al pueblo otro recurso que el de la sedición. Ahora bien, como el gobierno cuenta con el apoyo de la fuerza pública, que no es otro que el pedestal policíaco de toda dictadura, los sediciosos, para tener probabilidades de éxito, deben hacer partícipe de la rebelión a una parte, de las Fuerzas Armadas. De este modo, éstas pasan a ser—desde el punto de vista de los insurrectos— instrumentos de liberación y reivindicación del pueblo sojuzgado.

En estos casos, el Ejército es la postrer esperanza del pueblo oprimido; así, las FF.AA. pueden tornarse intérpretes de la voluntad popular subyugada. El Ejército es, después de todo, el brazo armado del pueblo y como tal, se debe a la Nación y no a un solo partido político ni a un solo sector social determinado. Por tanto, no puede ser un instrumento para sojuzgar y vejar a esa misma Nación. Difícil le será rehuir ese deber. Tarde o temprano deberá hacerse eco del clamor de liberación de la ciudadanía tiranizada.

En consecuencia, se concluye que:

(1) no pudo darse un cambio institucional, al concluir el periodo conservador, sin sostén militar;

(2) se frustrará la revolución allí donde las élites civiles no se integren con una élite militar, capaz y firme en sus propósitos, y que sea coprotagonista del cambio; y

(3) no podrá acelerarse el cambio social ni concretarse la justicia en libertad, si el Ejército permanece alienado ideológicamente por las derechas e integrado a las estructuras del poder oligárquico, y mientras siga actuando como verdadera fuerza de ocupación interna frente al reclamo popular.



EPILOGO

Por razones de claridad en el método, van por separado las reflexiones finales relativas al tiempo de la transición, conforme con lo siguiente:

Reflexiones finales relativas al tiempo de la transición

De lo anterior, cabe concluir que las Fuerzas Armadas siguen siendo un pivote principal en la vida política paraguaya. En efecto, para que el período de transición desemboque en un real sistema democrático en el Paraguay, las Fuerzas Armadas deben garantizar que se cumplan, por lo menos, los siguientes lineamientos básicos:

(i) El proclamado apoyo de las FF.AA. a la democratización del país y el prometido respeto de los derechos humanos deben continuar sin pausas y de acuerdo con el calendario político trazado;

(ii) El proceso electoral debe ser participativo y popular;

(iii) La pureza del sufragio en los comicios venideros (municipales en 1990, constituyentes en 1991 y generales en 1993), debe ser real y efectiva: ella es condición ineludible para la democratización;

(iv) La atención a las cuestiones sociales más apremiantes, que conciernen a los campesinos sin tierra, a los habitantes sin techo y a los asalariados, debe darse ya. Concomitantemente, deben atenderse globalmente los problemas económicos y fiscales que confronta el país. Esa atención debe ser rápida, eficiente y cuidadosa, pues ella es indispensable para la estabilidad y el desarrollo del país. Por tanto, debe figurar prioritariamente en la agenda nacional y debe llevársela a la práctica en forma constante a lo largo de todo el proceso.

No hay paz sin justicia ni hay paz sin desarrollo puesto que, en palabras de la Encíclica Populorum Progressio, “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”.



NOTAS

(1) Gustavo C. Gatti y Víctor Silva, “La Guerra del Chaco y la Revolución en Bolivia y Paraguay” (trabajo inédito, Washington, D.C., 1971).

(2) Florentino Ruiz Platero, “Militarismo”, Gran Enciclopedia RIALP—GER—, Ediciones RIALP, S.A., Madrid (1987)Tomo XV, p. 825.

(3) Id., p. 826.

(4) Lyle N. McAlister, “Civil-Military Relations in Latin America”, Journal of Inter-American Studies, School of Inter-American Studies, University of Florida, III (July, 1961), Nº 3, p. 342.

(5) Harris Gaylord Warren, Paraguay. An Informal History (Norman: University of Oklahoma Press, 1949), p. 265.

(6) Gustavo C. Gatti, “Los Militares en el Paraguay después de la Guerra del Chaco” (trabajo inédito, Washington, D.C., 1972), p. 3.

(7) Carlos Zubizarreta, Cien vidas paraguayas (Asunción- Buenos Aires: Ediciones Nizza, 1961), p. 173.

(8) Oscar Cuéllar, “Notas sobre la participación política do los militares en América Latina”, Aportes, Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales, París, Nº 19 (Enero, 1971), p. 17.

(9) Efraím Cardozo, Breve Historia del Paraguay (Buenos Aires: EUDEBA, 1965), p. 113.

(10) Cardozo, supra nota 9, p. 121.

(11) Víctor Natalicio Vasconsellos, Lecciones de Historia Paraguaya (4º edición; Asunción del Paraguay: Edición del autor,

1966), p. 203.

(12) Cardozo, supra nota 9, p. 122.

(13) Harold E. Davis, History of Latin America (New York: The Ronald Press Co., 1968), p. 646.

(14) Instituto de Estudios Políticos para América Latina (IEPAL), Paraguay, Estudios de actualidad política, económica, social y cultural, Nº 8 [Montevideo: IEPAL (primera serie), 1964], p. 19.

(15) Karl Loewenstein, Teoría de la Constitución, Demos, Biblioteca de Ciencia Política (Barcelona: Ediciones Ariel, 1965), p. 51, así como pp. 87-88.

(16) David Apter, The Politics of Modernization (Chicago and London: The University of Chicago Press, First Phoenix Edition 1967, Third Impression-1967), p. 37.

(17) Cuéllar, supra nota 8, pp. 38-41.

(18) Robert E. Gilmore, Caudillism and Militarism in Venezuela, 1810-1910 (Athens, Ohio, 1964), cit. por Lyle N. McAlister, “Research and Writings on The Role of The Military in Latin America ”, Latin American Research Review, II (Fall, 1966), Nº 1, 26.

(19) Justo Pastor Benítez, Formación Social del Pueblo Paraguayo (2º edición; Asunción-Buenos Aires: Ediciones Nizza; 1967), p. 199.

(20) Benítez, supra nota 19, p. 200.

(21) Id.

(22) Id. 202.

(23) Víctor Alba, El Militarismo: Ensayo sobre un fenómeno político-social (México: 1959), cit. por Lyle N. McAlister, supra nota 4, p. 12.

(24) McAlister, supra nota 4, p. 343.

(25) Edwin Lieuwen, ‘The Changing Role of the Military in Latin America”, Journal of Inter-American Studies, III (October 1961), N2 4, p. 560.

(26) Cf. Supra en este trabajo, p. 30 y 31, opiniones de Schenoni y Bray; y p. 33, opinión adicional de Bray.

(27) Rafael Barrett, Obras Completas, 2º edic.; (Buenos Aires: Editorial America lee, 1954), Biblioteca de cultura social, Sección VIII, Ensayos e Interpretaciones, Tomo II, p. 311-12.

(28) General Manlio L. Schenoni, en sesión del Consejo de Ministros del Poder Ejecutivo de la República del Paraguay realizada el 14 de julio de 1924, Acta Nº 57, cit. por F. Arturo Bordón, Las Verdades del Barquero (Asunción: Edic. del autor, 1962), tomo I, p. 169.

(29) Martin C. Needler, ‘The Latin American Military: Predatory Reactionaries or Modernizing Patriots?”, Journal of Inter-American Studies, XI (April, 1969), Nº 2, p. 243.

(30) Arturo Bray, Militares y Civiles. Estudio psico-patológico del pronunciamiento. (Buenos Aires: Edición del autor, 1958), p. 62.

(31) Needler, supra nota 29, p. 243.

(32) Epifanio Méndez Fleitas, Psicología del Colonialismo. Imperialismo Yanqui-Brasilero en el Paraguay (Buenos Aires: s/e, 1971), p. 53.

(33) Warren, supra nota 5, p. 265.

(34) Bray, supra nota 30, p. 103.

(35) Cardozo, supra nota 9, p. 133.

(36) Zubizarreta, supra nota 7, p. 173.

(37) Carta personal enviada a Gustavo Gatti por un intelectual paraguayo, cuyo nombre se omite a pedido del remitente. Asunción, 1971.

(38) Cardozo, supra nota 9, p. 124.

(39) Efraím Cardozo, Paraguay Independiente (Barcelona: Editorial Salvat, 1949), p. 304.

(40) Bray, supra nota 30.

(41) Alfredo Ramos, “El Ejército en función de la democracia”, LIBERALIS (Buenos Aires), Nº 41 (Julio-Setiembre, 1957), pp. 27-36.

(42) McAlister, supra nota 18, pp. 5-6.

(43) Hannah Arendt, On Violence, Harvest Books (New York: Harcourt, Brace & World, Inc., 1970), p. 56.

(44)   McAlister, supra nota 18, pp. 5-6.

(45)   Cuéllar, supra nota 8, pp. 8-13.

(46) Virón P. Vaky, “The Military in Latin America, An Introduction”, conferencia pronunciada en el Seminario “The Military in Latin America”, Palms Lounge, Georgetown University, 27 de enero de 1971.

(47) Needler, supra nota 29, p. 245.

(48) Cf.: Por los colorados, Francisco C. Chaves: “El Ejército no puede ser político, porque es y debe ser nacional  y constitucional” (palabras pronunciadas en el Congreso, año 1921); J. Natalicio González: “El Ejército es una entidad moral o no es nada...; es la conciencia de que no se debe usar la fuerza sino para defender la patria y las instituciones tutelares del pueblo;... desde el momento mismo en que se desentiende de su idealismo heroico, de su entraña espiritual, el Ejército se convierte en una fuerza brutal y ciega, capaz de atacar aquello mismo que está obligado a defender” (Cómo se construye una Nación, Asunción, p. 126); General Dr. César Gagliardone: “Las Fuerzas Armadas tienen una misión específica y es (sic) una institución de carácter nacional” (Organicemos una Nación, Asunción, p. 27); Osvaldo Chaves, Epifanio Méndez Fleitas, Bacón Duarte Prado y otros intelectuales expresaron conceptos semejantes.

Por los liberales, cf. Bray, supra nota 30, pp. 142-144; y Cardozo, supra nota 9, p. 136: “Se dio el insólito hecho de que la cartera de Guerra y Marina fuera confiada, en plena contienda bélica, a un civil, Víctor Rojas”; y en carta personal a Gustavo Gatti, fechada el 4 de marzo de 1971: “Con el liberalismo adviene la idea del Ejército nacional, con cuadros permanentes y desconectado de la política”.

Por las propias Fuerzas Armadas: “Las Fuerzas Armadas no pueden ni deben intervenir en política y mucho menos invocar representación de un Partido Político, cualquiera que éste fuere; llevar la política militante al seno de las instituciones armadas, es introducir la disensión en sus cuadros, enervar con preocupaciones sectarias el cumplimiento de sus fines técnicos y profesionales, y perturbar hondamente, en el peligro de desembocar en la anarquía, el funcionamiento del poder civil y de las instituciones democráticas [y] republicanas”; (Acta de Recuperación Institucional, 26 de febrero de 1949), cit. por Bordón, “Las Verdades del Barquero”, pp. 177-79.

(49) Benítez, supra nota 19, p. 202.

(50) Id., p. 204.

(51) Cardozo, supra nota 9, p. 146.

(52) Supra en este trabajo, desde el párrafo 2.01 hasta el párrafo 2.10, inclusive. Cf., además, opinión de Davis, supra nota 13; Acta Plebiscitaria de la Revolución, suscrita por el Ejército Libertador. Cf., también, Paul H. Lewis, The Politics of Exile, Paraguay’s Febrerista Party, Chapel Hill, N.C.: The University of Carolina Press, 1968. Lewis escribió lo siguiente:

The revolutionary plot that developed in the early weeks of 1936 seems to have been completely sponsored by the military. Some civilians have been mentioned by writers in connection with the plot: Juan Stefanich, Felipe Molas López, and Bernardino Caballero (grandson of the famous General) of the Colorado Party; Facundo Recalde (a journalist), the brothers Gómez and Luis Freire Esteves, old cívico Liberals. In this writer’s opinion, they played marginal roles. More central to the decision-making concerning the projected revolt were Coronels Rafael Franco and Camilo Recalde, Major Martincich, Captains Federico Jara Troche, Federico Varela, Pablo Jiménez y Núñez, and Juan Speratti. (pp. 38-39).

[Traducción: El complot revolucionario que se había desenvuelto en las primeras semanas de 1936 al parecer fue totalmente auspiciado por los militares. Se ha mencionado a algunos civiles por parte de algunos escritores vinculados con el complot: Juan Stefanich, Felipe Molas López y Bernardino Caballero (nieto del famoso General) del Partido Colorado; Facundo Recalde (periodista), los hermanos Gómez y Luis Freire Esteves, viejos liberales cívicos. En opinión de Paul C. Lewis, esos civiles asumieron papeles marginales. Los Coroneles Rafael Franco y Camilo Recalde, el Mayor Juan Martincich, los Capitanes Federico Jara Troche, Federico Varela, Pablo Jiménez y Núñez, y Juan Speratti jugaron un papel mucho más central en la adopción de decisiones durante el complot.]

Cf. también Juan Stefanich, El Paraguay en febrero de 1936 (Buenos Aires: Editorial El Mundo Nuevo, 1946); y Juan J. Cibils, Anarquía y Revolución en el Paraguay. Vórtice y Asíntota (Buenos Aires: America lee, 1957) así como la extensa bibliografía que trae Paul C. Lewis.

(53) José Félix Estigarribia, La Epopeya del Chaco. Memorias de la Guerra del Chaco del Mariscal José Félix Estigarribia. Redacción y Anotación del Dr. Pablo Max Ynsfrán. (Asunción: Ministerio de Hacienda, Imprenta Nacional, 1972), pp. 35- 36. Cf. También la versión en inglés: The Epic of the Chaco War: Marshall Estigarribia’s Memoirs of the Chaco War, 1932-1935, editado y traducido por Pablo Max Ynsfrán (Austin; University of Texas Press, 1950), pp. 4-6.

(54) Bray, supra nota 30, p. 121.



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