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JESÚS RUIZ NESTOSA

  LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (LXXIII) - LA PRIMERA AMENAZA DE USO DE ARMAS - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 26 de Enero de 2020


LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (LXXIII) - LA PRIMERA AMENAZA DE USO DE ARMAS - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 26 de Enero de 2020

LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (LXXIII)

 

LA PRIMERA AMENAZA DE USO DE ARMAS

 

Por JESÚS RUIZ NESTOSA

 

jesus.ruiznestosa@gmail.com

Las consecuencias en esta parte del mundo de la firma del Tratado de 1750 entre España y Portugal forman una cadena de acontecimientos graves y complejos.

Las enormes distancias entre el escenario de los acontecimientos y los centros de poder que manejaban los hilos jugaron un papel decisivo en favor de los demarcadores portugueses que se encontraban en el continente americano. A más de ello, manejaban con mucha efectividad un centro de rumores que finalmente quedaban como verdades irrefutables. En base a todo ello redactaban informes y los mandaban a las cortes de Lisboa y Madrid, que no tenían medios ni mecanismos para comprobar la veracidad de cuanto se decía. De este modo, el informe que redactaron sobre el episodio de Santa Tecla pretendieron que fuera firmado también por el jesuita que les había servido de capellán en esa accidentada aventura, pero el mismo se negó a hacerlo.

«Así como los demarcadores volvieron de Santa Tecla con todas las sobredichas novedades, también los indios volvieron a su pueblo con las suyas. Y así como los demarcadores dirigían las suyas a confirmar sus vanas sospechas que en Castillos se formaron, así también los miguelistas dirigieron las noticias con que a su pueblo volvieron a confirmarlo en sus desbaratadas aprehensiones de que los padres eran los que habían vendido a los portugueses sus pueblos y tierras, y que el padre comisario era uno de los portugueses que las habían comprado. Porque entre las otras plausibles novedades que llevaron fue una que los mismos demarcadores portugueses y entre ellos un N. Meneses que decían ser el principal demarcador les había asegurado que el padre comisario era en la realidad portugués como los mismos miguelistas lo habían antes sospechado; y que a más de ser portugués era uno de los más principales del Río Grande, y maestre de campo entre los suyos» (1).

«La otra novedad fue que también les habían dicho los demarcadores que era tan cierto que los padres habían vendido los siete pueblos y sus tierras a los portugueses que ya los dichos padres habían recibido en Buenos Aires la paga, y que por más señas esta la había ya recibido con buena plata el padre procurador de misiones. Y de balde fue quererles persuadir que la dicha plata no había sido en paga de los pueblos, sino una ayuda de costa que el rey nuestro señor les había consignado para ayudarles en la mudanza que de ellos se pretendía a otras tierras» (2).

«Pero volviendo a Buenos Aires donde ya estaban de vuelta de Castillos los comisarios reales, no tuvieron estos tan poco disgusto de que el padre comisario saliese de las misiones, que del todo pudiesen disimularlo; a lo menos no lo disimularon del todo; ni parece que creyeron que los indios estuviesen tan férreos en no querer dejar sus pueblos; ni tampoco parece que el gobernador se persuadió a tantos ni a que fuese tal su obstinación que no se les pudiese reducir a la primera determinación que habían tenido de mudarse por bien y pacíficamente, sin que fuese menester obligarlos con la guerra prevenida en el artículo 8 del tratado y encomendaba al dicho gobernador como a capitán general de dicha guerra. Y así para satisfacerlos a todos quiso el padre comisario hasta nueva tentativa enviando desde Buenos Aires a las misiones otro vicecomisario que les fuese en nada sospechoso, y por su acompañado o compañeros e intendente al procurador de misiones; a más de todos sus poderes que le comunicó, consiguió también se le comunicasen los de visitador, o viceprovincial de las misiones; lo que el padre provincial le comunicó con todo gusto, por dárselo en todo (como lo procuró y consiguió siempre) al padre comisario. Y uno de los motivos porque al padre vice comisario se le dieron tan amplios poderes con más gusto, era por ser el padre de toda la confianza del señor gobernador y de toda su casa» (3).

«Por este tiempo antes que el padre vice comisario saliese, llegaron a Buenos Aires cartas de las misiones en que avisaba como ya los luisistas estaban de una vez declarados y más tercamente que otros contra la mudanza, que ya no querían hacer ni al Miriñay, ni a otra parte alguna, ni aun al pueblo de la Cruz, como antes habían dicho que se mudarían si los querían acoger en su pueblo los cruceños. Y de los del Ángel se decía que habían llevado tan adelante el disgusto con su cura por la aprehensión de que los quería mudar, por el ya dicho motivo de tener a su hermano entre los portugueses, y había trazado el echarle al Río Grande con su dicho hermano, en caso que el padre fuese, como trataba de ir, a ver la estancia de su pueblo no muy retirada del dicho río, como se lo había secretamente avisado un feligrés confidente suyo cuando el padre estaba ya disponiendo el viaje. Por lo cual lo dejó» (4).

«Sabiendo el señor gobernador dichos alborotos, y resistencia a la mudanza, les envió a los indios poco antes una carta que mostraba más lo soldado que lo político, no queriéndoles confirmar, como se lo pedían, las elecciones que aquel año habían hecho de oficio en sus cabildos, sino debajo de la precisa condición de que se mudasen de sus pueblos y tierras, como se les mandaba, y otro luego; amenazándoles, si no lo hacían prontamente, con que iría en persona, como el rey se lo mandaba, con un ejército de soldados y piezas de artillería, a guerrearlos y expulsarlos de dichos pueblos y tierras. Poniales en dicha carta a la vista, y por ejemplar a los demás la ciega obediencia. Y al padre superior le encargaba hiciese traducir la carta en el idioma de los indios, y se la intimase a los seis pueblos. Todo lo cual se hizo puntualmente, como su señoría lo mandaba; no obstante que sus amenazas no sirvieron de otra cosa que de agriar más a los dichos pueblos viéndose amenazar con una guerra cuya justicia ellos no alcanzaban a descubrir, y a que decían que ellos jamás habían dado causa alguna, sino lo era el que no querían dar de balde lo que era suyo, como ciertamente lo eran los pueblos y tierras, de que el gobernador quería desposeerlos con una injusta violencia contra la ley de Dios que los padres les habían enseñado, y ellos aprendido de que aun sin violencia no era lícito quitar a nadie lo que era suyo, y mucho menos por fuerza de armas» (5).

Notas

(1) Legajo 120, 54, Archivo Histórico Nacional de España, Madrid.

(2) Ibid.

(3) Ibid.

(4) Ibid.

(5) Ibid.

 

 

 

 

 

 

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Edición Impresa del Domingo, 26 de Enero de 2020

Página 4

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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