CARLOS FEDERICO ABENTE,
EL DECANO DE LOS POETAS EN LENGUA GUARANÍ
Por TADEO ZARRATEA
Carlos Federico Abente (Isla Valle, Areguá, 6/09/1915) es actualmente el decano de los poetas de la lengua guaraní; a punto de cumplir cien años con total lucidez mental y muy pocas limitaciones físicas.
Abente es el decano de los poetas no por ser el de mayor edad sino por ser el más antiguo creador de poemas entre los poetas actualmente vivos. Emigró con su madre siendo niño y se educó en la República Argentina. En aquel país es famoso como médico pero desconocido como poeta; sin embargo, en el Paraguay es conocido solamente como poeta por ser autor de las letras de varias canciones paraguayas musicalizadas por el gran maestro José Asunción Flores, destacándose entre todas ellas la guarania titulada Ñemitỹ –La siembra–, cuya creación es ubicada en la década del 30. Por entonces, ya Abente era poeta, y casi a la fuerza, porque Flores lo incitaba a poner letra a sus creaciones musicales, de lo que se infiere que fue su poeta preferido.
Si bien es un poeta excepcionalmente bueno en lengua castellana, él se aferró a la lengua guaraní como a una tabla de salvación en el mar; como un cordón umbilical con su cultura propia. Él, íntimamente, nunca aceptó su separación del Paraguay, y la lengua guaraní le permitió sentirse siempre dentro del país.
El doctor Abente es un hombre que irradia una fuerza extraordinaria, como persona y como poeta. Sus versos y su voz se hallan impregnados de una energía poderosa que se presenta sin convocatoria, sin que él se proponga; aparecen como una eclosión; dimana simplemente de un espíritu poderoso. Pareciera que toda esa fuerza proviene de su integridad moral, de su conducta ciudadana y de su compromiso con el destino de su pueblo. Sin embargo, no es así; es independiente de esos atributos. Les aseguro que simplemente proviene de su vena y de su verba poética.
Recuerdo que durante la larga dictadura, mis alumnos de la universidad tenían el deseo, muy intenso por cierto, de cantar Ñemitỹ en coro, en la plaza pública, a modo de provocación al dictador. Más de una vez les prometí que cuando lleguen los tiempos de la libertad formaríamos un coro de sesenta voces para cantarla. Esta canción es más que emblemática en la lucha por la libertad y la redención del Paraguay; es una canción motivadora, energizante, que causa emociones muy profundas. Es un canto del labriego, del campesino paraguayo postrado en la indigencia. Pero Abente, que se encuentra inmerso en ese campesino y nos habla desde allí en primera persona del plural, se ubica muy lejos de la autoconmiseración para emitir un mensaje optimista, lleno de esperanzas, de promesas; anuncia la alborada, el fin de todas las penurias y la redención del Paraguay. Este anhelo expresado en la canción tiene una magia; se apodera automáticamente del paraguayo, sea cual sea su condición social. Es una canción que crea una fuerte comunión de ideales. El poeta Abente sabe de lo que habla, de lo que él ha pasado, de lo que ha pasado su país, de lo que su pueblo viene pasando; por eso está tan cerca de los sentimientos más profundos que se encuentran soterrados en el corazón del pueblo. Es posible que Abente sea el único paraguayo consciente de la gravedad de la situación paraguaya. Esta forma de encarnar el sentimiento popular es más propia de los políticos, pero la política es un arte-ciencia que Abente nunca ejercitó. Refiere que a pesar de su íntima amistad personal con Flores y muchos de los que conformaban el grupo político de éste, Abente nunca adhirió a la ideología sustentada por ellos; tampoco tomó partido por las organizaciones políticas tradicionales del Paraguay. Sin embargo, sus poemas siempre fueron caballos de batalla política debido a su enorme dimensión social y patriótica. El partido de Abente es la patria toda, íntegra, sin divisiones; y la fórmula para la redención del país que él propone es simplemente el trabajo, la producción, junto con la unidad nacional, la fraternidad y la solidaridad entre los paraguayos. Abente no inventa soluciones mágicas. Como poeta que intuye el futuro se adelantó a las conclusiones de la Cumbre de la Pobreza de Copenhague de 1995. Allí, en ese foro universal se dijo, con la más alta de las voces, que “la pobreza extrema degrada a la persona humana” y que “la única fuente creadora de riquezas es el trabajo humano”. Hoy toda la humanidad comprende que es así, pero nuestro poeta lo dijo cincuenta años antes.
Anoto aquí a modo de mera anécdota que el doctor Abente es portador de un enorme prestigio ante la sociedad paraguaya; su nombre inspira automáticamente el respeto de la gente; es un símbolo, un ícono y casi una leyenda. Se sabe que en su condición de médico ha prestado invalorables servicios a la población paraguaya emigrada a Buenos Aires, con las manos, los bolsillos y el estómago vacíos; muchos con la salud destrozada. Abente fue el paño de lágrimas de miles de nuestros compatriotas; un verdadero filántropo por su vocación humanista y humanitaria; y además, un paraguayo que encarna muy bien la “solidaridad paraguaya”; una forma muy peculiar de solidaridad.
Su obra poética se encuentra sin ser evaluada por los críticos, pero definitivamente consagrada por el pueblo Che kirĩrĩ asapukái haguã – Para gritar mi silencio (1990), Kirĩrĩ sapukái – El grito del silencio (1995), Sapukái – Poesías inocentes (1997), Sapukái sunu – Grito de trueno (2001), y Ñemitỹ Antología poética (2009).
Como se ve, en los títulos de cuatro de sus poemarios aparece la palabra sapukái, el grito, por momentos contraponiéndose al silencio. En un poema dice por ejemplo: “Quiero gritar mi silencio” sugiriendo que en su interior se halla contenido, por alguna razón, algo grave, algo grande. Su silencio es una amenaza de eclosión y su voz es un grito, un sapukái, un trueno.
Tengo el honor de haberme ganado su amistad. Hemos compartido momentos culturales y familiares, tanto en Asunción como en Buenos Aires. Nuestras tertulias literarias, matizadas por doña Eva García Parodi de Abente, no tienen desperdicios. Cuando lo tengo en mi presencia y lo observo, por momentos imagino que sus canas no son tales, sino lavas del volcán que lleva adentro.
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Elisa Godoy y Carlos Federico Abente (2013)
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SEP DIGITAL - NÚMERO 5 - AÑO 1 - SETIEMBRE 2014
SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY/ PORTALGUARANI.COM
Asunción - Paraguay
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