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HISTORIOGRAFÍA - CRÓNICAS DE AUTORES PARAGUAYOS

  LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL (Autor: ANTONIO RAMOS)

LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL (Autor: ANTONIO RAMOS)

LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL.

Autor: ANTONIO RAMOS

(Enlace a datos biográficos y obras

en la GALERÍA DE LETRAS del

www.portalguarani.com)

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)

Versión digital (pdf):

BIBLIOTECA VIRTAL DEL PARAGUAY

 

 

 

DATOS DEL AUTOR Y SU OBRA

ANTONIO RAMOS se dedicó a la historia y, con especialidad, a la del Paraguay durante el período de la dictadura de José Gaspar de Francia y a las relaciones diplomáticas con el Brasil.
Comenzó a escribir en El Liberal y El Diario. En 1934, publicó en las columnas de este último “El Dr. Francia, el Chaco Paraguayo y Bolivia”; “La Tierra de los Mbayáes estuvo siempre bajo la dependencia del Paraguay”; El Fuerte de Borbón, hoy Olimpo, fue fundado, poseído y defendido por el Paraguay”. En 1935, en El Liberal, publicó “La Muerte del Dictador Francia”, y otra vez en El Diario, en 1936, “Francia y Artigas”; “El Segundo Consulado y Artigas” y “El Congreso de 1823”. En la revista Pareceres vio la luz pública “El Dr. Francia y las relaciones comerciales con la Gran Bretaña”, en 1936.
El valor de estos trabajos se halla en el acopio de documentos, editos e inéditos, que el autor pudo hallar en el Archivo Nacional de la Asunción, del cual fue director, más aún, en la selección acertada de los sucesos historiados y en la interpretación racional y humana de los hombres y de los acontecimientos. Ha publicado, además, “Correa Da Cámara en Asunción”, editado en Buenos Aires, en opúsculo, en 1942.
R. Antonio Ramos es oriundo de San Juan Bautista de las Misiones. Nació en el año 1907. Cursó estudios en el Colegio Nacional y en la Facultad de Derecho de la Asunción, en la que obtuvo diploma de doctor. Se dedicó también a la cátedra y al periodismo. Fue profesor de historia y geografía y director de La Democracia, en 1937. Desempeñó, asimismo, la secretaría de la delegación del Paraguay a la Conferencia de Paz del Chaco y la subsecretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores. A los trabajos antes citados deben ser agregados los aparecidos en la Revista de Historia de Buenos Aires, entre los que se cuenta “Un Canciller del Imperio pide la libertad de Bonpland” y “Juan Andrés Gelly”, conferencia leída en 1944 en el salón de actos públicos del Archivo Nacional. Fue, además, colaborador del Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas de Buenos Aires.
R. Antonio Ramos fue académico de número del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas y del Instituto de Numismática y Antigüedades del Paraguay, miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de la Argentina y del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay.
Su libro, La política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura de Francia, editado en Buenos Aires, en 1944, constituye el análisis de un aspecto todavía no bien conocido en la historia de nuestro país, desde el punto de vista de sus relaciones con otras naciones hermanas.
Sobre el libro que nos ocupa: “La Independencia del Paraguay y el Imperio del Brasil”, editado en 1976, escribió José Antonio Soares de Souza, miembro del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño: “A cincuenta años de historia de nuestro continente dedicó el Dr. R. Antonio Ramos este libro, fruto de mucho estudio y bien orientada investigación. Es copiosa y auténtica la documentación que cita y transcribe con propiedad y corrección.
La historia que nos ofrece, por tanto, es digna de ser leída y meditada. Es minuciosa, sin duda, pues se basa en un sinnúmero de documentos de la época y en bastante bibliografía, pero, por eso mismo, reveladora. La presencia de nuestro pasado, en aquello que aún es vivo, aclaró con objetiva certeza, y consiguió su intento, dándonos, en cuadros sucesivos, la historia de la independencia del Paraguay y de su reconocimiento, señalando con justicia el papel del Imperio en esta última fase”.

 

LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL


HIPERVINCULOS (BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY)
PRIMERA Y SEGUNDA PARTES(574 KB.)
TERCERA Y CUARTA PARTES(458 KB.)
QUINTA PARTE(502 KB.)
SEXTA PARTE(561 KB.)

CONTENIDO DEL LIBRO

PRÓLOGO POR JOSÉ ANTONIO SOARES DE SOUZA

PRIMERA PARTE – LA POLÍTICA DE PORTUGAL Y LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY
CAPITULO I – LA CORTE DE LISBOA EN AMÉRICA
CAPITULO II – EL PARAGUAY Y EL AUXILIO PORTUGUÉS
CAPITULO III – LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA


SEGUNDA PARTE – LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y BUENOS AIRES
CAPITULO IV – CONGRESO DE 1811
CAPITULO V – TRATADO CON BUENOS AIRES
CAPITULO VI – CONTROVERSIA CON LA CAPITAL DEL PLATA
CAPITULO VII – CONGRESO DE 1813


TERCERA PARTE – LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y ROSAS
CAPITULO VIII – CONGRESO DE 1842
CAPITULO IX – COMUNICACIÓN A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA
CAPITULO X – LAS RAZONES SECRETÍSIMAS
CAPITULO XI – PRESIDENCIA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ


CUARTA PARTE – LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL BRASIL
CAPITULO XII – MISIÓN PIMENTA BUENO
CAPITULO XIII – EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA
CAPITULO XIV – LA PROTESTA DE ROSAS
CAPITULO XV – LA POLÉMICA
CAPITULO XVI – EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE


QUINTA PARTE – GESTIONES DEL IMPERIO DEL BRASIL PARA EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY
CAPITULO XVII – LA CIRCULAR DEL 24 DE NOVIEMBRE
** EN EUROPA
CAPITULO XVIII – MISIÓN DEL VIZCONDE DE ABRANTES
CAPITULO XIX – RECONOCIMIENTO DE PORTUGAL Y AUSTRIA
CAPITULO XX – REPRESENTACIONES EN INGLATERRA Y FRANCIA
CAPITULO XXI – REPRESENTACIONES EN ESPAÑA Y CIUDADES HANSEÁTICAS
CAPITULO XXII – RECONOCIMIENTO DE LOS PAÍSES BAJOS Y REPRESENTACIONES EN BÉLGICA Y OTROS ESTADOS
** EN AMÉRICA
CAPITULO XXIII – RECONOCIMIENTO DE BOLIVIA Y CHILE
CAPITULO XXIV – RECONOCIMIENTO DEL URUGUAY
CAPITULO XXV – RECONOCIMIENTO DE VENEZUELA Y COLOMBIA
CAPITULO XXVI – REPRESENTACIONES EN PERÚ Y ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA


SEXTA PARTE – EL OCASO DE ROSAS
CAPITULO XXVII – ALIANZA CON EL BRASIL
CAPITULO XXVIII – CAPITULACIÓN DE ORIBE
CAPITULO XXIX – EL PARAGUAY Y EL TRATADO DEL 29 DE MAYO
CAPITULO XXX – TRATADO DEL 21 DE NOVIEMBRE
CAPITULO XXXI – RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA
CAPITULO XXXII – RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA POR INGLATERRA, FRANCIA, CERDEÑA, LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.

 

PRÓLOGO
Hace casi veinte años que conozco al Dr. R. Antonio Ramos. Fue nuestro amigo común Walter Alexander de Azevedo, quien me presentó en enero de 1946. Desde entonces he seguido de cerca los trabajos del ilustre historiador y, a veces, investigábamos juntos en el Archivo Histórico de ltamarati y en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. Gran parte del material utilizado en este libro él lo obtuvo, con un trabajo meticuloso y paciente, al cual yo asistí sin interrupción no sólo por meses sino por años.
El estudio en común durante todo ese tiempo, de determinados temas y épocas de nuestra historia, me dio la oportunidad de conocerle no sólo como historiador, erudito y equilibrado, sino también como incansable e inteligente investigador. Era natural así que además de mi admiración le consagrase particular estima, considerándolo uno de los buenos amigos y compañero de trabajo. A esos lazos de una ya vieja amistad y no a méritos, que no tengo, debo, ciertamente, el honroso encargo de escribir el prefacio de La Independencia del Paraguay y el Imperio del Brasil.
El Dr. Ramos no necesitaba, sin embargo, de introducciones y prefacios escritos por mí para sus libros, pues es autor sobradamente conocido, tanto en el Paraguay y Brasil como en otros países de América. Su primer libro: LA POLÍTICA DEL BRASIL EN EL PARAGUAY, publicado en Buenos Aires por la Editorial Ayacucho, en 1944, lo consagró definitivamente como historiador y tuvo, aquí en el Brasil, merecida repercusión. El 9 de enero de 1958 el Dr. Ramos fue electo Miembro Correspondiente del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño.

Varios trabajos publicó el Dr. Ramos e innúmeras las conferencias que pronunció. Mencionarlos uno a uno sería alargar el prefacio, eludiendo lo principal que es la presentación de este libro, obra importantísima, por ser la primera reconstrucción histórica de la independencia de la República del Paraguay, en la que se incluye el reconocimiento de esa independencia, como parte principal de ese proceso.

Una vez declarada la independencia del Paraguay, su consolidación fue obra exclusiva del Dr. Francia. La política de aislamiento que adoptó, no tuvo, otro objetivo que liberar a la provincia no sólo de la tutela de España, incapaz entonces de reconquistarla, sino también de Buenos Aires, en su tentativa de atraer hacia sí, como centro que fue del antiguo virreinato, a las provincias que se separaban. Justamente las dos primeras partes de este libro se refieren a la liberación del Paraguay, con las victorias de Paraguarí y Tacuarí, a la destitución del gobernador Velasco y, finalmente, al Congreso general del 17 de junio de 1811, que resolvió crear una junta Gubernativa y declarar que la provincia del Paraguay se gobernaría por sí misma, independiente de Buenos Aires. Desde entonces el Paraguay siguió la inspiración o la dirección segura del Dr. Francia, en el sentido de hacer efectiva la independencia de la provincia.

La independencia y su consolidación fueron dos etapas relativamente fáciles en relación a la última, o sea, al reconocimiento de la independencia. Se ha visto que el Dr. Ramos les dedicó solamente dos partes de las seis en que dividió su libro. Las otras cuatro partes se refieren al reconocimiento y a la ayuda importante del Imperio del Brasil en esta última fase.

Mientras vivió el Dr. Francia nadie dudó de la independencia del Paraguay, al menos oficialmente. El Imperio la reconoció indirectamente con la misión de Correa da Cámara, y, directamente, en la nota del marqués, entonces vizconde, de Inhambupe, del 17 de marzo de 1826, dirigida al ministro paraguayo Benítez. Todos respetaban al Supremo, inclusive el general Rosas, gobernador de Buenos Aires, quien, dos años después de la muerte del Dr. Francia, hizo insertar en su Gazeta Mercantil, del 7 de marzo de 1842, el artículo que decía: «Durante las dos épocas de la administración de Nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes jamás se ha escrito en esta Provincia contra el Paraguay, ni contra el Dictador Dr. D. José Gaspar de Francia, ni contra su política».

Ahora bien, toda la política del Dr. Francia estaba dirigida en el sentido de fortalecer la independencia conquistada en 1811. Si el ilustre Restaurador, que no era otro sino el propio general Rosas, nada escribió contra la política del Dr. Francia, sería de presumir que estuviese de acuerdo con la independencia del Paraguay y su consolidación, objetivos principales, sino únicos, de la política del Dictador.

Tal no ocurrió, sin embargo. El silencio de Rosas no significaba asentimiento, pero sí desaprobación. Tanto era así que, mucho antes de la muerte del Dr. Francia y de haberse publicado el artículo citado en la Gazeta Mercantil, él afirmaba en carta a Estanislao López, fechada el 21 de julio de 1836: «La Provincia del Paraguay, aunque está de hecho separada de nosotros por la influencia y caprichos de Francia, pertenece de derecho a la Confederación de la República, y nosotros debemos por nuestra parte en cuanto podamos conducirnos con ella bajo de este concepto para que jamás se nos pueda disputar el derecho con argumentos tomados de nuestros propios y libres procedimientos». (Correspondencia entre Rosas, Quiroga ry López, p. 373, Librería Hachette S.A., Buenos Aires, 1958).

Rosas era coherente con sus puntos de vista. Muerto el Dr. Francia, tanto el Brasil como Inglaterra intentaron abrir comunicaciones con el Paraguay por los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay. Rosas no lo consintió. No permitió al Brasil por tratarse de la navegación de ríos interiores, privativa de la Confederación. Reservadamente se agregó que la negativa se justificaba, además, porque se refería a un pedido para el viaje de diplomáticos acreditados en el Paraguay, considerado como provincia por la Confederación y, por lo tanto, parte integrante del territorio argentino. Los fundamentos de la negativa para el ministro inglés Mandeville habrían sido, más o menos, los mismos. El comerciante inglés Hugues para ir a Asunción, en 1841, por los ríos Paraná y Paraguay, tuvo que viajar en barco argentino, con bandera argentina. Y Gordon, de la Legación de Gran Bretaña en Río de Janeiro, al año siguiente, cruzó el Uruguay y el territorio correntino, protegido por el general Rivera, para llegar a Itapúa y de ahí a Asunción.

Por la manera que llegaron los dos ingleses al Paraguay, los Cónsules desconfiaron de las intenciones de Rosas. Formularon entonces varias preguntas, a las cuales los ingleses respondieron con franqueza. De esas respuestas concluyeron los Cónsules que la independencia de la República, si bien consolidada en el interior, era, en el exterior impugnada por el gobernador de Buenos Aires.

Convocóse un nuevo Congreso que se reunió en noviembre de 1842, en la ciudad de Asunción. Ese Congreso además de ratificar la independencia autorizó a los Cónsules que la ratificación llevada a cabo se comunicase a los gobiernos vecinos, especialmente al de la Confederación Argentina.

A ese Congreso siguió la misión a Buenos Aires de Andrés Gill con el objeto de entregar al general Rosas una nota de los Cónsules, en la que solicitaban el reconocimiento de la independencia del Paraguay por la Confederación Argentina. Rosas se negó a atender la representación paraguaya por considerar a la República una provincia argentina.

El Supremo Gobierno no se conformó con la negativa rosista. Al año siguiente envió otra misión con la jefatura de Manuel Peña. En esta misión figuraba como adicto Francisco Solano López, hijo mayor del Cónsul Carlos Antonio López. Rosas persistió en su punto de vista de considerar al Paraguay una provincia y, como tal, incapaz de gobernarse por sí misma.

La misión de Andrés Gill además del objeto principal tenía otro, el de hacer llegar a las manos del gobierno brasileño una nota dando cuenta de las resoluciones del Congreso, reunido en Asunción en noviembre de 1842, y solicitando el reconocimiento de la República. Esta nota no fue entregada al ministro brasileño en Buenos Aires, Duarte da Ponte Ribeiro, sino al ministro argentino D. Felipe Arana, que la remitió al general D. Tomás Guido, representante de Rosas en Río de Janeiro, quien, a su vez, la entregó al ministro de Negocios Extranjeros, Honorio Hermeto Carneiro Leão.

La respuesta del Brasil no fue inmediata. Sólo en octubre de 1843, durante el ministerio de Paulino José Soares de Souza, se resolvió la ida de José Antonio Pimenta Bueno al Paraguay, en el carácter de encargado de negocios, dándosele como misión principal el reconocimiento de la independencia de la República.

En setiembre de 1844, Pimenta Bueno cumplía sus instrucciones, reconociendo aquella independencia. Este acto vino a agravar aún más las relaciones del Brasil con Rosas. Además de las quejas nacidas del no reconocimiento del bloqueo de Montevideo por el ministro Sinimbu, el general Guido agregó ahora la del reconocimiento de la independencia del Paraguay. Al año siguiente, el ministro brasileño Antonio Paulino Limpo de Abreu al contra protestar contra la protesta argentina por el reconocimiento de la independencia paraguaya, esclarecía los motivos que llevaron al Imperio a tal decisión. Entre estos motivos, figuraba como primordial, el derecho que asistía al Paraguay a una independencia no cuestionada por más de 30 años! Fue nuevamente Limpo de Abreu, quien, en noviembre de 1845, ordenó a las legaciones brasileñas en Europa y América para que procurasen sondar las posibilidades del reconocimiento de la independencia del Paraguay de parte de los gobiernos ante los cuales estaban acreditados.

Hasta 1850 la inseguridad persistió en las cuestiones del Río de la Plata. Montevideo continuaba asediada por los ejércitos argentinos, bajo el comando del general Oribe. En el Paraguay el presidente López vacilaba, sin saber qué rumbo seguir, pues la política brasileña, si bien clara y firme en cuanto a la independencia de las Repúblicas del Uruguay y Paraguay, era indecisa cuando se trataba de afrontar a Rosas.

Mas, en 1850, el ministro Paulino José Soares de Souza, que volvió al ministerio en 1849, decidió que el Imperio saliese de la posición en que se había colocado ante la política agresiva del general Rosas. En setiembre de 1850 rompió con el general Guido, representante de la Confederación. Por intermedio del encargado de negocios en Asunción, Pedro de Alcántara Bellegarde consiguió firmar un tratado con la República del Paraguay.

Son expresivas dos cartas del presidente López al ministro Paulino, escritas antes de concluido el tratado. La del 6 de setiembre de 1850, decía:

«Primero que todo, agradezco a V.E. la amistosa expresión de sus sentimientos, y simpatía por la causa de mi Patria, y por las consideraciones con que me honra en su estimable de 22 de julio pp.

«V.E. en conformidad á la política de sus antecesores, reconoce la comunión de intereses, y la conveniencia de ligar los destinos del Brasil, y del Paraguay; pero Dios no permite que los Gobiernos del Imperio, y de la República arriben del actual equívoco de una amistad sin garantía, ni vínculo.

«La tranquilidad que hasta hoy ha disfrutado mi Patria, se ve amenazada de una próxima tormenta que le tiene armada el intratable enemigo de la nacionalidad paraguaya.

«En esta lucha, el Paraguay se encuentra solo; y tiene que ser fuerte en la Capital, y en sus vastas fronteras: no cuenta sino con sus propios medios, y esos pueden ser apurados por el perpetuo bloqueo de los puertos de la República: pero está resuelta á sepultarse en sus ruinas, primero, que doblar una rodilla al feroz salteador que quiere sojuzgarla. Cualesquiera que sean las interioridades de esta crisis, podrán aleccionar a los que presentemente no dan mucha importancia á la fuerza de las cosas. V.E. sabe que el momento perdido en política, ya no vuelve.

«Felizmente para el Brasil se halla V. E. al frente de los Negocios extranjeros, ahora que ha tenido lugar el desenlace de la que se llamaba cuestión del Plata, y lo tendrán las diferencias del Gabinete brasilero, con el Gobierno argentino».

La llamada cuestión del Plata no tuvo, entonces, su desenlace, ni el gabinete brasileño consiguió entenderse con el gobierno argentino.

En noviembre, anteviviendo ya la efectividad de la alianza con el Imperio, volvía López a escribir, el día 19:

«Me ha sido grandemente satisfactoria la apreciada de V.E. de 11 de Octubre pp., y en su mérito quedo dispuesto á tratar con el Illmo. Sor. Encargado de Negocios de S. M. el Emperador del Brasil, concurriendo cuanto pudiere para facilitar, y apresurar nuestras comunicaciones.

«V. E. me ha presentado el farol que necesitaba para conocer mi horizonte, y me ha despejado el camino, que no dejaba de presentarme dificultades mas ó menos serias. Cuento en que V.E. no extrañará esta franqueza.

«Soy grato á V.E. por sus importantes providencias, y explicaciones satisfactorias sobre el incidente desagradable ocurrido en el contestado territorio fluvial, volviendo las cosas al estado anterior, hasta un arreglo amigable de límites.

«Todavía no me ha enviado el Señor Bellegarde la correspondencia impresa con que me ha favorecido el bueno, y fino afecto de V.E., y dándome desde luego por entregado de ella, le doy expresivas gracias por este importante obsequio, y por las interesantes noticias que se ha servido comunicarme.

“La amistad, y la correspondencia de V.E. son para mí prendas de inmenso valor: quiera pues V.E. continuar favoreciéndome con sus comunicaciones, la vez que le permitan sus grandes atenciones, con la franqueza y lisura que interesa la libertad de una correspondencia amistosa”

El tratado firmado en Asunción el 25 de diciembre de 1850, entre el Brasil y el Paraguay, facilitó el entendimiento, que se verificó a partir de marzo de 1851, entre el Imperio y el general- Urquiza.
De ahí en adelante la llamada cuestión del Plata tuvo un rápido desarrollo. En octubre de 1851, Montevideo se liberó de los ejércitos de Rosas. Y en febrero de 1852 caía el poderío del general Rosas ante los ejércitos liados, en Monte Caseros. Separado el dictador porteño del escenario político del Río de la Plata fue fácil obtener el reconocimiento de la independencia del Paraguay de parte de aquellas naciones que, en consideración a Rosas, no lo habían hecho hasta entonces.

A esos cincuenta años de historia de nuestro continente dedicó el Dr. R. Antonio Ramos este libro, fruto de mucho estudio y bien orientada investigación. Es copiosa y auténtica la documentación que cita y transcribe con propiedad y corrección.

La historia que nos ofrece, por tanto, es digna de ser leída y meditada. Es minuciosa, sin duda, pues se basa en un sin número de documentos de la época y en bastante bibliografía, pero, por eso mismo, reveladora. La presencia de nuestro pasado, en aquello que aún es vivo, aclaró con objetiva certeza, y consiguió su intento, dándonos, en cuadros sucesivos, la historia de la independencia del Paraguay y de su reconocimiento, señalando con justicia el papel del Imperio en esta última fase.
 

Niterói, 5 de diciembre de 1965.

JOSÉ ANTONIO SOARES DE SOUZA

del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño.

 

 

GESTIONES DEL IMPERIO DEL BRASIL PARA EL RECONOCIMIENTO

DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY

 

CAPITULO XVII

LA CIRCULAR DEL 24 DE NOVIEMBRE

 

Como consecuencia del reconocimiento de la independencia del Paraguay por el Brasil, el presidente López firmó con Pimenta Bueno, el 7 de octubre 1844, un tratado de alianza, comercio, navegación, extradición y límites. El artículo segundo establecía: «Su Majestad el Emperador del Brasil que tiene ya reconocida la independencia y soberania de la República del Paraguay interpondrá sus efectivos y buenos oficios para que las demás potencias reconozcan igualmente y cuanto antes la misma independencia y soberanía de la República». (1)

E1 convenio no fue ratificado por el Emperador, pero e1 espíritu de esta disposición permaneció firme. Pimenta Bueno al explicar a su gobierno las bondades del tratado, estimó que el aludido articulo segundo y el tercero, por el cual el Brasil se comprometía a defender al Paraguay en caso de amenaza de un ataque hostil, aumentarían la influencia del Imperio en la República, «obteniendo el reconocimiento de su Independencia de las Cortes amigas», y agregaba, que cuanto mayor fuese la influencia de la de San Cristóbal en los Estados de América del Sur, mayor será la importancia que tendrá esta Corte en Europa y en todas sus relaciones. (2)

El mismo Pimenta Bueno, luego de una entrevista con el presidente López, comunicó a Ferreira França: «Me manifestó que mucho desearía que los Ministros del Brasil, residentes en las diferentes Cortes representasen igualmente los intereses de la República del Paraguay, ya para ponerla en contacto con tales gobiernos como para abogar por su causa y proteger sus relaciones siempre que convenga, porque además de no disponer de personas habilitadas para tales cometidos, eso era conforme con la casi alianza de los dos países». El diplomático imperial no dio una respuesta definitiva al mandatario paraguayo, pero sí esperanzas. Le expresó que su gobierno, salvo algún inconveniente, daría curso al pedido formulado, «Me persuado – insistía Pimenta Bueno – que esa estipulación acrecentaría nuestras relaciones e influencia sobre esta República y que no disminuiría la importancia de nuestras Legaciones». (3)

Tales son los antecedentes que movieron al gobierno imperial a ordenar a sus representantes diplomáticos de América y Europa a promover el reconocimiento de la independencia del Paraguay.

Mientras tanto la guerra proseguía en el Río de la Plata, la amenaza de Rosas constituía, cada día, un peligro mayor para los Estados vecinos. El Brasil había también protestado contra la protesta de Guido por el reconocimiento de la independencia del Paraguay. La polémica por esta cuestión se inició así entre los gobiernos de Río de Janeiro y Buenos Aires, y entre El Paraguayo Independiente y las publicaciones de Rosas.

En ese caldeado ambiente internacional surgió nuevamente Limpo de Abreu en defensa de la independencia del Paraguay. El 24 de noviembre de 1845, en su carácter de ministro de negocios extranjeros del Imperio, dirigió una circular a las representaciones diplomáticas brasileñas, de Europa y América, para que gestionasen el reconocimiento de esa independencia. (4)

Así como la nota de contestación a la protesta de Guido, la circular constituye también un brillante alegato a favor de la existencia soberana del Paraguay. «Hace veinte y cuatro años – afirmaba Limpo de Abreu – que el pueblo paraguayo tiene instituciones peculiares y un Gobierno propio con perfecta independencia de otra Nación o Gobierno». Así como fue el primero de los del Río de la plata en tener gobierno regular durante la dominación española, «también fue el primero en constituirse independiente luego que se levantó el grito de la revolución contra la Autoridad de la Metrópoli que residia en Buenos Aires». Una Junta Gubernativa dirigió sus destinos desde 1811 hasta 1813, estableciendo luego «el Estatuto o ley orgánica de la República» con una administración política presidida por dos cónsules. Tiene una población que excede a los quinientos mil habitantes, superior en más de la mitad a la de la Confederación Argentina. Ocupa un vasto territorio surcado por grandes arterias fluviales como «el famoso río Paraguay». Produce en abundancia ricas maderas, excelente yerba mate, tabaco, algodón, arroz, añil, cueros y otros productos comerciales. Su ejército en tiempo de paz es de 5.000 hombres, suficiente para imponer el orden interno y hacerse respetar. Posee embarcaciones propias para su navegación fluvial. Las rentas del Estado satisfacen los gastos ordinarios y los empleados públicos son pagados al día.

«Un pueblo en el cual concurren todas estas circunstancias declaraba el ministro de negocios extranjeros – tiene justificado derecho de figurar en el catálogo de las naciones. Los intereses de la civilización y del comercio se hallan ligados con los principios de justicia que abonan la causa del Paraguay.

«La independencia del Estado Oriental fue establecida por la Convención del 27 de agosto de 1828 como condición y garantía de equilibrio entre el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina.

«No es menos necesaria, como complemento de este equilibrio, la independencia del Paraguay.

«La anexión del Paraguay a la Confederación Argentina, además de una conquista, daría a la Confederación Argentina tal aumento de territorio y de fuerzas, que ya no existiría el deseado equilibrio, tornándose estériles todos los sacrificios que hizo el Imperio cuando subscribió la independencia de la República Oriental del Uruguay.

«Debe agregarse que la libre navegación del Paraná en beneficio de los Estados ribereños, se hace más difícil si no imposible sin la independencia del Paraguay. El empeño con que el Paraguay pugna actualmente como Estado independiente por esta navegación y las fuerzas con que puede sustentarla, convertiránse en medio de resistencia a la misma navegación, si por ventura el Gobierno de Buenos Aires puede disponer de ellas, una vez producida la anexión e incorporación del Estado del Paraguay al territorio de la Confederación Argentina». (5)

Estas declaraciones de Limpo de Abreu eran tan importantes y transcendentales como las formuladas en su contraprotesta a la nota de Guido, con la ventaja de tener un alcance mucho mayor, ya que debían ser conocidas por los gobiernos de América y Europa. En ellas se hablaba explícitamente del equilibrio de las nacionalidades dependientes de la cuenca del Río de la Plata. Esta política descansaba en el respeto a la independencia de las repúblicas del Paraguay y Uruguay. En 1852, el vizconde de Uruguay, siendo ministro de negocios extranjeros, repitió, en otros términos, idénticas declaraciones a Carlos Antonio López, en un documento que Julio César Chaves califica de excepcional. (6) El mismo principio del equilibrio de esa nacionalidad proclamó Francisco Solano López en la célebre protesta del 30 de agosto de 1864.

E1 Imperio del Brasil fue el primer país que reconoció la justicia que asistía al Paraguay y apreció «sus progresos en la carrera de la civilización». En 1824 Don Pedro I nombró cónsul general en Asunción a Antonio Manuel Correa da Cámara, quien en 1826 fue elevado a la categoría de encargado de negocios. Don Pedro II designó en 1841 al capitán de fragata Augusto Leverger para desempeñar asimismo el cargo de cónsul en la república; al año siguiente el nombramiento recayó en Antonio José Lisboa como encargado de negocios y en 1843 José Antonio Pimenta Bueno era igualmente distinguido con la misma representación diplomática y provisto de «plenos poderes para celebrar tratados solemnes con la República». (7)

El Paraguay mejoró sus instituciones políticas de acuerdo con los progresos del siglo y ratificó categóricamente su independencia. El Brasil, a su vez, reconociendo este acto no hizo sino ratificar solemnemente su reconocimiento de años atrás. La circular agregaba: «La posición geográfica del Paraguay y la falta que tiene de representantes en otros países aconsejó a su Gobierno a solicitar del de S.M. el Emperador que abogase por el mismo reconocimiento ante los diversos Gobiernos de Europa y América. Si antes de esta instancia, asaz lisonjera para el Brasil, ya el Gobierno Imperial se había anticipado a dar esa comisión aun representante del Imperio en las Cortes de Londres y París, con igual o mayor solicitud lo hará hoy, que ha estrechado más sus relaciones con la República del Paraguay». (8)

El notable documento terminaba ordenando a los representantes brasileños, que dando este paso benévolo, en la forma más oportuna y conveniente y en consideración a las razones expresadas, tratasen de obtener el reconocimiento explícito de la independencia del Paraguay.

La circular fue enviada a las legaciones en Inglaterra, Francia, España, Portugal, Austria, Santa Sede, Prusia, Nápoles, Ciudades Hanseáticas, Suecia, Bélgica, Uruguay, Nueva Granada, Venezuela, Perú, Bolivia, Chile y Estados Unidos de América. Copia de la misma fue también remitida a la legación en el Paraguay. (9) Pimenta Bueno al avisar recibo, decía a Limpo de Abreu: «Por ella quedo enterado de que el Gobierno de S.M. el Emperador dio el útil paso de solicitar de los Gobiernos amigos el reconocimiento de la independencia de este Estado, como es de justicia y de interés para el Imperio. – Comuniqué lo expuesto al Presidente, que mostróse muy satisfecho y me encomendó agradecerlo. Es un asunto de su mayor atención, por eso ruego a V.E. que tenga la bondad de comunicarme el hecho de ese reconocimiento, una vez que lo lleve a cabo alguno de los Gobiernos». (10)

El ya entonces el bien organizado cuerpo diplomático brasileño cumplió con eficiencia la delicada comisión. A medida que llegaban las respuestas de los gobiernos amigos, se daba noticia de ellas a Pimenta Bueno, quien, a su vez, las comunicaba al presidente López. El Paraguayo Independiente comentó: «El Gobierno de S.M. el Emperador del Brasil continúa a mostrar viva voluntad por lar independencia de la República. A más de otras pruebas que trataremos en tiempo oportuno, sabemos que solicitó de las Cortes amigas el reconocimiento solemne de nuestra Independencia. Conocemos cuanto interesa al Imperio la independencia del Paraguay, pero no por eso dejaremos de apreciar las señales de amistad que así nos demuestra el Gobierno del Emperador. A más de ese interés hay razones de política y de alta justicia. Con efecto un Estado que tiene un vasto y rico territorio como el nuestro, grandes ríos para amplio comercio con el mundo entero, población igual o casi igual a la Confederación, Ejército más numeroso de lo que fuera necesario, si no existiesen las agresiones del Dictador argentino, y que en caso de necesidad excederá de cincuenta mil hombres, rentas públicas suficientes para su manutención, administración pública organizada sobre bases las más liberales, de qué más depende para ser reconocido como soberano que es? A más de esto contamos treinta y cinco años en el goce de nuestra independencia política, y todo esto en completa paz. Basta remover los peligros de la guerra, y franquear su comercio para que la República se desenvuelva, y crezca con espantosa celebridad». (11)

 

NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XVII

1. Oscar Pérez Uribe y Eusebio A. Lugo. Colección de tratados históricos vigentes. Asunción, 1934, pág. 321.

2. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França, Asunción, 7 de octubre de 1844. Reservado Nº26. Original. El documento es casi ininteligible. Reservados – Ministerio dos Negocios Estrangeiros – Nº 1 1843-1846. La conservación de esta copia es mejor que la del original, pero también se encuentra carcomida por la acción de la tinta, Pimenta Bueno, excediéndose en su juicio hablaba del «derecho de intervenir» en los «negocios más graves» y de «un protectorado» cuya medida estaría controlada por las «conveniencias y circunstancias».

Ramos. Gestões..., cit., pág. 307.

3. Ib. Ib. Ib. Asunción, 12 de diciembre de 1844. Copia autenticada por Pereira Leal. El documento está en mal estado de conservación. La primera parte es ininteligible.

Ib. Ib. Ib. Copia de puño y letra del mismo Pereira Leal como las otras del mismo volumen. El testimonio es perfectamente legible.

4. A.H.I. Lata 211. Documentos históricos avulsos – Limpo de Abreu. Memória sobre o reconhecimento da Independencia do Paraguay p. Limpo de Abreu, 1847.

Ib. Ib., Correspendência Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1845, 1846 e 1847.

Ramos, ob. cit., pág. 307.

5. Circular cit.

Ib. Ib., pág. 308 y 309.

6. Julio César Chaves. Después de Caseros. Historia Paraguaya. Asunción 1956, págs. 107 y 108.

7. Circular cit.

8. Circular cit.

9. A.H.I. Correspondencia cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 3 de febrero de 1846.

10. Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 8 de febrero de 1846. Autógrafo.

11. Nº 41.

 

EN AMÉRICA

 

CAPITULO XXIII

RECONOCIMIENTO DE BOLIVIA Y CHILE

 

Andrés Gill, comisionado por los Cónsules López y Alonso ante el gobernador de Buenos Aires, fue también portador de las notas dirigidas al presidente de Bolivia y a los ministros de relaciones exteriores de Brasil y Chile.

En la comunicación destinada al primer magistrado de la república del altiplano, López y Alonso, luego de anunciar la celebración del congreso del 25 de noviembre, que «ha declarado explícita y solemnemente la independencia absoluta» del Paraguay y la remisión del «acta fundamental», expresaba: «Nada mas grato al Gobierno que subscribe que poner en noticia de V.E. y toda la República boliviana un suceso tan fecundo en beneficiosos resultados desde que por él se pueda sin recelo arribar a una convención amigable de comercio sin ser ya una paradoja el establecerlo por los antiguos senderos del Chaco. A este proposito el soberano congreso de esta República ha autorizado al Gobierno infrascrito para empezar en oportunidad la población del Chaco entre los limites que corresponden a esta República para abrirse rutas mercantiles con la República de Bolivia. – En otro tiempo se mantuvo un principio de comercio con Santa Cruz de la Sierra que por fin terminó por recelos infundados. El Supremo Gobierno desea que V.E. se interese cuanto sea posible no solo en que los de Santa Cruz de la Sierra abran de nuevo sus especulaciones con nuestra frontera del Norte, sino que la República de Bolivia nuestra amiga y hermana establezca por donde le parezca mejor sus especulaciones en esta República pues al efecto el Supremo Gobierno habrá (ininteligible) librado ordenes eficaces para proteger la concurrencia de esa República con la nuestra, A V.E. no pueden (ininteligible) las inmensas ventajas de semejante empresa, y llevado de este justo convencimiento podrá poner en accion los medios conducentes a que se verifique un proyecto de conveniencias reciprocas a ambas Repúblicas». (1)

El lenguaje de los cónsules era promisorio y reflejaba un vivo interés por el establecimiento de un intercambio comercial con «nuestra amiga y hermana» república de Bolivia. Este tráfico sería una consecuencia de la independencia paraguaya y se haría por los «antiguos senderos del Chaco», para cuyo efecto el gobierno de Asunción daría comienzo a la población de esa vasta y rica zona. La disposición de los cónsules era amplia. Bolivia podía realizar sus especulaciones mercantiles por donde mejor le pareciese.

Si las «inmensas ventajas de semejante empresa» no se escapaban al gobierno paraguayo tampoco podían desinteresar al boliviano, teniendo en cuenta las ventajas que ofrecía la realización de un proyecto de tanta importancia.

Los Cónsules al dar semejante paso iniciaban una política positiva, basada en la mutua conveniencia de los dos pueblos. Los acontecimientos no permitieron llevar a la práctica la promisoria iniciativa. De no ser así, otro hubiera sido el futuro del Paraguay y Bolivia. La guerra del Chaco no ocuparía las páginas de nuestra común historia, la sangre de miles de héroes no se habría derramado en la verde planicie y el progreso hubiera prodigado sus beneficios en esa extensa zona. Pero el pensamiento de López y Alonso no quedó en el olvido. Paraguay y Bolivia, comprenden hoy, como en el siglo pasado los preclaros gobernantes aludidos, que el intercambio comercial por los caminos del Chaco, debe ser uno de los medios más fecundos de aproximación y progreso de las dos repúblicas.

El comercio proyectado podría ser impedido por los brasileños. A este respecto, la nota de los Cónsules consignaba: «No son las hordas salvages las que harian retraher á los comerciantes de esa República para venir a Olympo como antes lo hacía si no una internacion portugueza mal colocada en la costa occidental de nuestro río Paraguay que agita las animosidades de algunas tribus de indios errantes que hoy se prestan a la paz como desengañados de sus instigadores. – Débese de esperar un día de justicia en que el trono del Brasil mejor apercibido de sus intereses nacionales desaloje el fortin de Coimbra, monumento del error de las antiguas monarquias españolas y portuguesas». (2)

López y Alonso esperaban de los «sentimientos patrióticos» del presidente de Bolivia el reconocimiento de la «emancipación política» del Paraguay y la cooperación del mismo para el tráfico por «los puntos más accesibles y ventajosos» de la frontera. (3)

La representación tuvo la más favorable acogida. La Convención Nacional boliviana, por decreto especial del 17 de junio de 1843, admitió la instancia paraguaya, en estos términos: «La Convención Nacional, Decreta: Art. 1º La nación boliviana reconoce la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay, y la felicita por su pronunciamiento registrado en el acta de 25 de Noviembre de 1842 que su Gobierno ha remitido. – 2º El Poder Ejecutivo transmitirá al Gobierno del Paraguay este reconocimiento, espresándole además los deseos de cultivar con él las relaciones de amistad, comercio, navegación y todas las que tiendan a la prosperidad de ambas naciones. – Comuníquese al Poder Ejecutivo para su ejecución y cumplimiento. Dado en la Sela de Sesiones de la capital Sucre a 17 de Junio de 1843. – Manuel Hermenegildo Guerra, Presidente. José de Ugarte, diputado secretario». La resolución fue promulgada el mismo día por el presidente José Ballivián, siendo refrendado el acto por el ministro de relaciones exteriores Manuel de la Cruz Méndez. (4)

Ballivián dio cumplimiento al mandato de la Asamblea, una semana después. Decía a los cónsules: «Cumplo con el grato deber que me ha impuesto la Convención Nacional de felicitar a V.E. por la solemne proclamación de la República del Paraguay erijiendose en Nacion libre é independiente de todo poder extraño. La Representacion Nacional i el Gobierno de Bolivia han recibido esta plausible noticia con el júbilo e interés que debe inspirar la suerte de una Nacion vecina y hermana, cuyas circunstancias prometen las mas fundadas esperanzas de un porvenir venturoso. – Bolivia que ha sido la primera en apresurarse a este reconocimiento desea serlo tambien en cultivar con la nueva República aquellas relaciones intimas con que la naturaleza brinda a entrámbos paises; i de que V.E. hace una verídica i honrosa mencion en su apreciable comunicacion de 28 de diciembre del año proximo pasado». (5)

Con el objeto de establecer las relaciones de los dos países «sobre principios sólidos y duraderos», el gobierno de Bolivia designó al general de brigada Manuel Rodríguez Magariños, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en el Paraguay, con la misión especial de expresar al presidente López «los deseos que animan al Gobierno Boliviano por la dicha y prosperidad de ese pais». Al recomendar al comisionado reiteró los votos por la felicidad del Paraguay «i por sus progresos en la nueva carrera política que ha emprendido». (6)

Tal como afirmaba el presidente Ballivián, Bolivia fue el primer país que respondió fraternalmente al llamado del Paraguay. No solamente reconoció con jubilo la independencia de la república sino que también con ese motivo demostró su interés en mantener «relaciones íntimas» con ésta, para lo cual se apresuró a nombrar un representante diplomático en Asunción. Las fraternales disposiciones de ambos gobiernos, tan promisoriamente expresadas en estas primeras correspondencias, no llegaron, sin embargo, a concretarse en una vinculación de efectivas realizaciones. Los acontecimientos internacionales desvanecieron infelizmente, tan fundadas esperanzas. Pero sea como fuese, el reconocimiento señaló un hito transcendente en las relaciones de los dos países y se produjo dos años antes de la circular del 24 de noviembre.

El 14 de marzo de 1844 el congreso general reunido en Asunción designó a Carlos Antonio López, presidente de la república. Ese mismo día tomo posesión del cargo, lo que comunicó al encargado de negocios de Bolivia en Buenos Aires. Y como aun no habían llegado al conocimiento del gobierno paraguayo la resolución de la Convención Nacional de Sucre y el oficio del presidente Ballivián, López remitió nuevamente al agente aludido los documentos relativos a la «solemne declaratoria de nuestra independencia», que ya con la nota del 28 de diciembre de 1842 fueron oficialmente enviados al gobierno de Bolivia, país con el cual la república deseaba estrechar «amistosas relaciones bien faciles de establecerse aun p.r los estremos de la frontera del norte». E insistiendo sobre este particular, Don Carlos agregaba: «Notorios son a la faz de todo el mundo los incuestionables principios en q.e estriba nuestra independ.a nacional, como son aquellos q.e ha proclamado otras Repúblicas conterráneas, q.e reconoce el Gov. no del Paraguay; y a no ser así, seria dar un argumento victorioso a los antiguos conquistadores, no solo para recusar el reconocim.to de la independ.a en general de America sino aun en particular de Estados parciales q.e se han constituido tales recientemente. El Presidente de la República espera q.e el Señor Encargado de negocios remitirá a su Gov.no esta participac.on y los documentos oficiales q.e se adjuntan p.a los fines q.e corresponda». (7) Atanasio González fue portador de ésta y otras comunicaciones.

Los documentos bolivianos relativos al reconocimiento de la independencia llegaron a Asunción seguramente a fines de agosto o en los primeros días de setiembre, porque de ellos sólo hizo mención Pimenta Bueno en su nota a Ferreira França, del 6 de este último mes. El diplomático brasileño remitió a su gobierno, copia del decreto de la Convención Nacional de Bolivia y, al mismo tiempo, comunicó la designación del general Magariños para desempeñar las funciones de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de esta república en la capital paraguaya. «El debía hacer, – continuaba informando Pimenta Bueno – y, en efecto, emprendió su viaje por el Pilcomayo, porque Bolivia pone gran empeño en reconocer, vencer y frecuentar la navegación de este río como la del Bermejo. Sin embargo, después de muchos trabajos de peligros desistió de la empresa, retirándose a Tarija, habiendo perdido una embarcación y escrito a su Gobierno, que el Pilcomayo es innavegable, como V.E. verá en los periódicos de Buenos Aires. El Ministro Boliviano en esta ciudad tal vez por eso envía hacia aquí un Cónsul, que viaja por el Uruguay, como acaba de prevenir a este Gobierno, pero no explica bien el carácter de ese agente, que parece venir disfrazado». (8)

Pimenta Bueno creía que el Paraguay podría ajustar un tratado con Bolivia a fin de definir sus límites por el Chaco, asegurar posesiones no contestadas y reunir fuerzas que se opusiesen a las pretensiones de Buenos Aires. «La República – agregaba el agente imperial también tiene el deseo de obtener la colaboración de Bolivia para liberar la navegación del Paraná, cuestión de vida o muerte para su comercio y riqueza. Como las relaciones mercantiles entre Paraguay y Bolivia jamás podrán ser desarrolladas en gran escala, las demás estipulaciones serán de poca transcendencia y no afectarán las conveniencias del Brasil». (9)

El tratado no se celebró y por lo tanto los límites en el Chaco quedaron sin definirse. Tampoco por aquel entonces se abrió la navegación del Paraná, navegación que, como expresó acertadamente Pimenta Bueno, era de vida o muerte para el comercio del Paraguay. Sólo la batalla de Caseros permitió que ese caudaloso río quedase libre y al servicio del comercio del mundo.

* * *

Andrés Gill, como quedó consignado anteriormente, también llevó a Buenos Aires una nota para el ministro de relaciones exteriores de Chile, fechada como las otras el 28 de diciembre de 1842 y en la cual los Cónsules luego de hacer el solemne pronunciamiento del 25 de noviembre, solicitaban el reconocimiento de la independencia del Paraguay.

La representación, como la dirigida al primer mandatario de Bolivia, encontró el apoyo del gobierno de Santiago, cuya determinación no se dejó esperar. El ministro de relaciones exteriores llevó al presidente Manuel Bulnes la nota paraguaya y los documentos anexos. Enterado de los mismos el jefe de Estado autorizó la respuesta favorable. El canciller Ramón Luis Irarrázabal escribió a López y Alonso: «El Presidente en consecuencia, dispuesto como siempre lo ha estado el Gobierno de Chile, a reconocer y respetar las formas políticas emanadas de la libre voluntad de los pueblos, me encarga conteste a V.V.E.E. ofreciendoles sus cordiales felicitaciones por la nueva carrera en que bajo tan felices auspicios parece entrar esa República; sus votos fervientes por el bienestar y prosperidad del Paraguay; i las disposiciones que le animan para cultivar con V.V.E.E. las relaciones estreches de amistad invariable que convienen al común orijen i a las instituciones populares de ambos Estados». (10)

La contestación era ampliamente satisfactoria, sus términos de cordial fraternidad. El documento consagraba el respeto a la autodeterminación de los pueblos, base de la independencia de las antiguas colonias españolas y manifestaba los sentimientos de Chile de estrechar relaciones de «amistad invariable» con el gobierno paraguayo, como correspondía a la conveniencia de Estados de un común origen y regidos por «instituciones populares». Este reconocimiento se producía cinco días después del decreto de la Convención Nacional de Bolivia. Ambos pronunciamientos estaban inspirados en idénticos sentimientos y buscaban un mayor acercamiento con el Paraguay, cuya aparición en el concierto de las naciones libres, mereció les cordiales felicitaciones de los dos gobiernos. Por otro lado, dichos pronunciamientos constituían una repulsa a la política de Rosas y un apoyo al Paraguay en su controversia son el dictador de Buenos Aires.

El reconocimiento del gobierno de Chile fue conocido en la Corte de San Cristóbal sólo en 1846. En Santiago, por muerte del encargado de negocios del Brasil, Wenceslao Antonio Ribeiro, se hizo cargo de la representación diplomática imperial el cónsul en Valparaiso, Bento Gómes de Oliveira.

La circular del 24 de noviembre fue remitida a la legación en Santiago, pero el fallecimiento de su titular impidió el cumplimiento oportuno de la orden en ella contenida. Gómes de Oliveira, como encargado interino de esa repartición, abrió los despachos dirigidos a Ribeiro, entre los cuales se contaba la aludida circular. En nota del 25 de febrero de 1846 decía a Limpo de Abreu: «Quedando bien impuesto de la exigencia de su precitada Circular, me apresuraré a partir a la Capital a fin de buscar el medio más conveniente para tratar con el gobierno de Chile para que éste reconozca la Independencia de la República del Paraguay». (11)

El 13 de abril, Gómes de Oliveira se trasladó a Santiago para recibir el archivo de la legación imperial y «tratar verbalmente con el Gobierno de Chile» del reconocimiento de la independencia del Paraguay, en cumplimiento de la circular del 24 de noviembre. Tan pronto llegó a la capital se entrevistó con el presidente de la república para agradecerle la participación que éste tuvo en el entierro del encargado de negocios y para pedirle «día y hora para una conferencia». En la fecha fijada, el agente brasileño acudió a la audiencia. Encontró solo al presidente y aprovechando la cordialidad de sus antiguas relaciones y a la vista de la minuta que le presentó, basada en la circular del 24 de noviembre, le invitó, en representación del gobierno imperial a que el de Chile reconociese la independencia del Paraguay. El presidente, informó Gómes de Oliveira, «se me mostró gustoso, a pesar de decirme, que sentía que tal vez su Consejo de Estado se opusiese a un solemne y pronto reconocimiento, en razón de que acostumbraba en estos casos marchar siempre de acuerdo con las demás Repúblicas Hispano Americanas, pues ellas acompañaban los reconocimientos de las partes desmenbradas de cualquiera de estos Estados; pero, por último me dijo que daría todo el calor a este negocio y que entregare la referida minuta a su Ministro de Relaciones Exteriores y que le instase para que influyera sobre dicho asunto en el Consejo de Ministros y que yo contase al respecto con su influjo». (12)

También con el canciller encontró la misma buena acogida que con el presidente, teniendo con él varias conferencias. Sobre la cuestión del reconocimiento de la independencia del Paraguay, el ministro de relaciones exteriores estaba de encuerdo con el primer magistrado y sólo esperaba llevarla al consejo de ministros para adoptar la resolución definitiva. Pero antes pidió a Gómes de Oliveira que le pasase una nota. Este le respondió que «sólo se limitaba a la minuta que le había entregado (sin fecha y sin firma) hasta que recibiese para eso órdenes» de su gobierno, con lo cual el canciller no insistió. Luego de haber sometido el reconocimiento a la consideración del consejo, el presidente de la república y el ministro de relaciones exteriores fueron informados «que ya estaba reconocida la Independencia de la República del Paraguay por el Gobierno de Chile (obra del ex ministro Irarrázabal), en mérito de una Nota que se encontró en el competente Libro del Ministerio de Relaciones Exteriores, cuya nota tuvieron la bondad de mostrarme en dicho Libro y de la cual, una vez leída por mí, hicieron sacar una copia en mi presencia, la que recibí sin que me quisiesen legalizar, porque yo sólo quice tratar de este asunto verbalmente». Esta copia quedó archivada en el Consulado y otra sacada de ella remitió con su informe a Limpo de Abreu. (13)

Aunque este desenlace tuvieron las gestiones de Gómes de Oliveira, ellas encontraron la más favorable acogida de parte de los que en aquel entonces ejercían las altas funciones de presidente y ministro de relaciones exteriores de Chile. Y de no preexistir la nota del canciller Irarrázebal, lo mismo, de esta vez, la petición del representante del Brasil hubiera obtenido el reconocimiento de la independencia del Paraguay, ya que esta actitud estaba de acuerdo con la política fraternal desarrollada por el gobierno de Santiago con relación a las demás repúblicas hispano americanas.

El barón de Cayrú al avisar recibo del oficio del 22 de abril decía el 12 de junio a Gómes de Oliveira, que copia de su informe remitía en esa misma feche al «Agente Diplomático acreditado en el Paraguay, comunicándole todo cuanto V. Mced. expone acerca de los pasos que diera para el reconocimiento de la independencia de aquella República». (14) Al transmitir le copia a la legación en Asunción, el ministro de negocios extranjeros decía a Pimenta Bueno que por ella se informará de las conferencias mantenidas por el encargado de negocios del Imperio en Chile «con el Presidente de la misma República y con el Ministro de Relaciones Exteriores respectivo, relativamente al reconocimiento de la Independencia del Paraguay, resultando de las diligencias que empleó para ese fin, lo que le declararon los mismos, que el acto hoy solicitado ya se llevó a cabo por el Gobierno de Chile, según consta en una Nota de la época del ex Ministro Irarrázabal». Para terminar le recomendaba que haga del documento remitido «el uso conveniente». (15)

La copia remitida se extravió y el barón de Cayrú repitió el envío del testimonio de la nota del 22 de abril y de la de Irarrázabal. Con este motivo decía a Pimenta Bueno: «Creo que los Enviados del general Rosas han de procurar embarazar por todos los medios el reconocimiento de la independencia de ese Estado, pues tengo de eso exuberantes pruebas; con todo, las dificultades se vencerán si hubiere, como es de esperar, de parte de ese Gobierno, constancia y habilidad». (16)

Según Pimenta Bueno, el presidente López le había manifestado que el documento a que hacía referencia la nota del barón de Cayrú del 12 de junio no importaba un «reconocimiento formal» de la independencia y por lo que se veía el gobierno chileno no quiso dar al representante brasileño «un traslado auténtico del mismo documento, lo que tal vez indique la voluntad de evitar compromisos con Rosas». (17)

El juicio de Don Carlos no se ajustaba a la realidad ya que el oficio del ministro Irarrázabal constituía un auténtico reconocimiento de la independencia del Paraguay, sin haber usado estas expresiones. Así lo reconocieron explícitamente el presidente y el ministro de relaciones exteriores con quienes negoció Gómes de Oliveira y así también entendió la Corte de San Cristóbal al dar por terminadas sus gestiones, como consecuencia del conocimiento de la comunicación del citado ministro Irarrázabal. Tampoco el presidente López volvió a tocar la cuestión, porque ante la evidencia y las noticias transmitidas por el gobierno del Brasil, no había lugar a dudas ni a falsas interpretaciones. El hecho de que el canciller chileno se opuso a entregar una copia legalizada del reconocimiento se debió exclusivamente a que Gómes de Oliveira imprimió a sus gestiones una tramitación meramente verbal, sin que ello significase sacarle fuerza a la autenticidad de la determinación. Irarrázabal en su oportunidad había contestado a la instancia paraguaya, cumpliendo así las reglas protocolares usuales en esta clase de negociaciones. Al diplomático brasileño le cupo comprobar personalmente el reconocimiento expreso preexistente.

 

NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXIII

1- B.N.R.J. – C.R.B. I. – 29, 24, 7 nº 2. «Buenos Ayr.s Correspondencias esteriores p.r conducto de Gill – 1842». López y Alonso al presidente de Bolivia. Asunción, 28 de diciembre de 1842. Copia.

2- Nota cit.

3- Nota cit.

4-El Nacional nº 1.492. Montevideo, 4 de diciembre de 1843. Chaves. El Presidente López, cit., pág. 51.

5- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 7, 6 nº 1-3. Ballivián a López. Sucre, 24 de junio de 1843. Duplicado. La nota vino acompañada por el decreto de la Convención Nacional y del impreso: «Memoria que presenta el Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia a la Convención Nacional reunida en abril de 1843».

6- Oficio cit. Estaba refrendado por el ministro de relaciones exteriores Tomás Frías.

7- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 7 nº 5 C.A. López al encargado de negocios de Bolivia en Buenos Aires. Asunción, 28 de marzo de 1844, Copia.

8- A.H.I. Assunção – Oficios 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 6 de setiembre de 1844. Original. Copia del decreto de la Convención Nacional de Bolivia conformada por Andrés Gill, «Secretario de Gobierno, Encargado provisoriamente de Relaciones Exteriores» se publicó en volantes por la Imprenta de la República del Paraguay. Chaves lo reproduce en su obra citada sobre Don Carlos, entre las páginas 56 y 57.

9- Ib. Reservados – Ministerio dos Negocios Estrangeiros – nº 1 – 1843-1846. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 11 de enero de 1845. Copia. Este volumen contiene copia de puñoy letra de Felipe José Pereira Leal, cuando era encargado de negocios del Imperio del Brasil en el Paraguay. Otra copia, también de puño y letra de Pereira Leal y autenticada por él, obra en Assunção – Oficios 1842-45, en muy mal estado, en gran parte ininteligible. El original de esta extensa e importante nota no figura en los legajos correspondientes a la misión Pimenta Bueno.

10- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 1, 5. Irarrázabal a los Cónsules. Santiago, 22 de junio de 1843. Original.

Alberto Nogués. Cuando Chile reconoció nuestra independencia. La Tribuna nº 18.984. Asunción, 25 de noviembre de 1962. Nogués cree que la nota firmada por Irarrázabal podría haber sido escrita por Andrés Bello, entonces mentor del ministerio de relaciones exteriores de Chile y redactor de los principales documentos oficiales.

11- A.H.I. Consulado Geral do Chile – Ostensivos 1843-80. Gómes de Oliveira a Limpo de Abreu. Valparaiso, 25 de febrero de 1846. Original.

12- Ib. Ib. Ib. Gómes de Oliveira a Limpo de Abreu. Valparaiso, 22 de abril de 1846. Original.

13- Ib. Ib. Ib. Gómes de Oliveira a Limpo de Abreu. Valparaiso, 22 de abril de 1846. Original.

14- A.H.I. Legação em Santiago – Despacho – 1843-1858. Cayrú a Gómes de Oliveira. Río de Janeiro, 12 de junio de 1846. Borrador.

15- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 12 de junio de 1846. Copia.

16- Ib. Ib. Ib. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 20 de noviembre de 1846. Copia.

17- Ib. Assunção – Oficio – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 17 de setiembre de 1846. Autógrafo.

 

 

CAPITULO XXIV

RECONOCIMIENTO DEL URUGUAY

 

La instalación del gobierno consular, después de la muerte del dictador Francia, fue recibida con simpatía y regocijo en el Uruguay. Rivera, entonces presidente de esa república, se adelantó a felicitar a López y Alonso, impulsado por la política franca y liberal del gobierno oriental y sus sentimientos cordiales por el engrandecimiento y prosperidad de los pueblos del hemisferio, y en consideración de «un suceso tan plausible para la República del Paraguay como para todo el Continente Americano»; aquel hecho, unido a los principios de justicia y civilización que regían los consejos de los cónsules, permitió la incorporación «a la gran familia de las Repúblicas Americanas el floreciente y poderoso Estado del Paraguay». (1)

«El destino, Sres. Cónsules, – agregó el presidente uruguayo – que nos ha llamado a figurar en el mundo político como pueblos independientes y soberanos, guiados y dirigidos por la mano poderosa del Eterno, nos ha colocado en la actitud mas favorable para llegar a ser algun día tan grandes y poderosos, como los primeros pueblos del Universo, regidos por los principios y civilización y libertad que en todos los ángulos de la América han proclamado desde el memorable 25 de Mayo de 1810. – Esta convicción intima de parte del Pueblo Oriental es la garantía mas positiva que en su nombre pueda ofrecer a V.E. de los votos que desde este momento hago por la dicha y prosperidad de la República del Paraguay». (2)

La nota de Rivera era promisoria, con ella se iniciaba una nueva etapa de las relaciones entre los dos países. Un sentimiento de fraternidad inspiraba a esta comunicación, que constituía un reconocimiento del Paraguay como Estado independiente y soberano. Ella venía a fortalecer los vínculos iniciados por Artigas y la autonomía de la república, que muy pronto sería negada por Rosas.

Los cónsules respondieron con manifestaciones igualmente fraternales. «Los sentimientos generosos – decían – que ha proclamado V.E. en favor de la causa comun, y el interés que ha manifestado por la dicha, y prosperidad de esta República en carta del 21 de Junio último han producido en nuestros (sic) mismos la mas sincera satisfaccion, y reconocidos a V.E. por la honra de felicitarnos, con expresiones de fino afecto, tenemos el honor de significar a V.E. los mejores deseos de una sincera amistad con V.E. y con la República oriental que tan dignamente preside V.E.». (3)

El mismo día, López y Alonso comunicaron al gobierno uruguayo el tratado de amistad, comercio y navegación, subscripto entre el Paraguay y la provincia de Corrientes, el 31 de julio, y la autorización acordada a los ciudadanos orientales para volver a su patria. (4)

Este oficio fue contestado por Francisco Antonino Vidal, ministro de relaciones exteriores del Uruguay, agradeciendo los benévolos y amigables sentimientos de los cónsules. «El Gobierno de la República Oriental, – proseguía – no puede menos de respetar sus placemes y sinceras felicitaciones á la República del Paraguay, por la fortuna que le ha cabido después de tantos años de aislamiento é incomunicación, de tener a su frente un Gobierno fraternal é ilustrado, que inspira las esperanzas mas lisongeras para el porvenir de ese País. En el Tratado de Amistad, comercio y navegación que S.S.E.E. los Sres. Cónsules de la República del Paraguay, han ajustado y concluido con la Provincia de Corrientes, y cuya noticia se han servicio comunicar a S.E. el Sr. Presidente, ha visto el Gobierno de la República un sintoma inequivoco de saber, de liberalidad y de franqueza, como del deseo de contraer relaciones con los Estados vecinos, ligados por tantos titulos, y tan interesados en mantener buenas y amigables relaciones. – El Estado Oriental del Uruguay que respetará siempre la República del Paraguay, como uno de los mas importantes de los nuevos Estados Americanos, y destinada a ejercer en poco tiempo una gran influencia en las Repúblicas del Plata, desearía estrechar sus relaciones, y cimentarlas sobre ajustes y tratados explícitos y solemnes, que consulten y aseguren los intereses mercantiles de ambas Repúblicas, y no perderá tiempo en destinar con este objeto cerca de S.S.E.E. los Sres. Cónsules, un Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, tan luego como S.S.E.E. los Sres. Cónsules de la República del Paraguay, se sirvan hacerle conocer que no tienen inconveniencia en recibir el Ministro del Estado Oriental». (5)

El presidente Rivera como una prueba de su aprecio a los cónsules envió a cada uno de ellos ejemplares de la constitución del Uruguay, del manifiesto que la asamblea constituyente dirigió al pueblo en ocasión de la jura de esa constitución y de la convención de paz entre el Imperio del Brasil y la Argentina. (6)

En marzo de 1843 Rivera volvió a escribir a los cónsules para informarles que, de acuerdo con la constitución, había dejado la presidencia de la república y que habiendo sido designado general en jefe del ejército se encontraba en campaña con un efectivo de más de seis mil hombres, oponiendo al invasor «un contrasitio al miserable y mal combinado asedio con que aquel pretende afligir a la capital». (7)

«La guerra Exmos. Señores – agregaba – con que el Gobernador de los porteños Don Juan Manuel de Rosas ha provocado a esta República, se hace por parte de aquel usurpador, del modo mas irregular y salvage que se ha conocido jamas. La República la sostiene energicamente, y á pesar de su injusto adversario, le ha invadido con un ejército compuesto de las tres armas, la República ha fortalecido su capital y la defienden siete mil combatientes, resueltos a perecer primero que permitir que sus muros sean cubiertos con la planta inmunda de sus feroces ribales». (8)

La noticia transmitida tenía su importancia tanto para el Paraguay como para el Uruguay. Para el primero porque la guerra apoyada por Rosas no le tomase de sorpresa y tuviese un concepto cabal de ella, y para el segundo porque al prevenir a los cónsules de la injusticia de la contienda los predisponía contra el dictador de Buenos Aires. Era necesario buscar el apoyo del Paraguay, cuyo destino estaba estrechamente ligado al del Uruguay, frente al peligro que constituía el imperialismo de Rosas. La firmeza de la resistencia uruguaya era al mismo tiempo un estímulo y un ejemplo.

La comunicación de Rivera llegó a su destino con un atraso de más de tres meses y con el sobre deteriorado. La guerra dificultaba las comunicaciones. A los cónsules había sucedido Carlos Antonio López como presidente de la república. Por tanto a él correspondió responder al general en jefe del ejército oriental, manifestando haberse enterado del «patriótico contenido» del oficio aludido y del de los impresos remitidos. Rivera dio «una lección de honor y virtud» con los servicios prestados a su país en los distintos cargos a que fue elevado por el voto popular. (9)

«Queda asimismo impuesto el Supremo Gov.no del estado militar que actualmente tiene la República del Uruguay, y V.E. puede gloriarse q.e cada oriental es un guerrero formidable para defender la libertad é independencia de su patria. Basta q.e una nacion quiera ser independiente para que lo sea, y aunque alguna vez pueda ser sojusgada y combatida, nunca podrá ser destruida por la fuerza, y poder de la voluntad general. – Este principio general jamas lo desconocerá el Gobierno de la República del Paraguay, y V.E. lo consigna luminosamente en sus documentos adjuntos y en la misma nota q.e motiva esta grata contestación. – El Gobierno hace votos al cielo por que V.E. colme sus justos deseos, y pueda ver a su patria libre de increibles aflicciones segun se deja entender». (10)

El presidente López sabía por experiencia que la voluntad de ser independiente era lo fundamental en una nación para llegar a ser libre y soberana, porque el Paraguay estaba poseído de esa voluntad. Con ella se salvó de la invasión de Belgrano y de las proposiciones posteriores de anexión a Buenos Aires y con ella nuevamente se salvará de las tendencias absorbentes de la política de Rosas. Así también el Uruguay, dominado por esa misma voluntad, no se dejará dominar por el dictador de Buenos Aires.

La contestación de Don Carlos no pudo remitirse. La guerra en el Uruguay impedía el servicio regular de correspondencia por vía terrestre. En consecuencia, el oficio del 11 de julio no salió de Asunción. Así se lee en el margen con letra del propio presidente López: «Circunstancias del tpo. no dieron lugar al envio de esta respuesta». (11)

Por disposición del congreso de 1842 la solemne ratificación de la independencia había sido oficialmente comunicada a la Confederación Argentina y a otros Estados vecinos. La determinación de la república fue acogida favorablemente, con excepción de Buenos Aires. Rosas opuso una tenaz resistencia a la causa del Paraguay. Su política hegemónica no sólo se dirigía contra esta república sino también contra la Banda Oriental.

El Uruguay se convirtió en el teatro de la cruel guerra del dictador de Buenos Aires. Montevideo, centro de la resistencia contra Rosas, soportó los horrores de un asedio de casi una década para salvarse de las agresiones del tirano. La heroica resistencia de la capital uruguaya constituye una de las páginas más brillantes de los anales del Río de la Plata, resistencia en la cual escritores y poetas, militares y civiles, uruguayos y argentinos, americanos y europeos, defendieron con su sangre los principios de la libertad.

La lucha contra Rosas repercutía tanto en la política interna como en la externa del Uruguay. Por esa circunstancia, los cónsules no comunicaron al gobierno de Montevideo la ratificación de la independencia, como lo había hecho a los otros Estados. Esta omisión no pasó desapercibida en la metrópoli oriental. En los primeros días de diciembre de 1843, desde esta capital, Juan Andrés Gelly decía a Manuel Pedro de Peña, que se encontraba en Buenos Aires cumpliendo una misión de su gobierno: «Algun sentimiento seha formado aqui del govno. de nuestros Exmos. Cónsules, primero pr. qe. habiendo comunicado la acta de independencia a todos los Govnos. americanos, no se ha hecho esa comunicación al Govno. Oriental»; y segundo, porque en nota de fines de 1841 dichos mandatarios habían declarado que consideraban prudente suspender toda negociación hasta el restablecimiento de la paz «que conjure pa. siempre el doloroso estrepito de las armas en pueblos hermanos» y porque ahora se proponían a entrar en negociaciones con Rosas. (12)

Además de la omisión apuntada, preocupaba al gobierno uruguayo la posibilidad de que el Paraguay pudiese caer en las redes de la absorbente política del Restaurador de las Leyes. La misión especial enviada ante el dictador porteño no se dejó doblegar. Si bien no obtuvo el reconocimiento de la independencia, dejó claramente consignado el propósito de la república de mantenerse libre y soberana. Peña dio a Gelly amplias y satisfactorias explicaciones acerca de la actitud del Paraguay con respecto al Estado Oriental y de su decisión de conservar su independencia. Gelly, que entonces desempeñaba una alta función en el ministerio de relaciones exteriores del Uruguay, transmitió esas explicaciones al gobierno de Montevideo, las cuales bastaron para disipar los recelos. A este respecto decía el aludido Peña a Gelly: «Agradezco a V. su patriotica oficiosidad por la buena opinion de nuestro Supremo Gobierno, y del lugar que se ha hecho a la congratulacion de ese Gobierno por la independencia de nuestra República». (13)

El Uruguay, amenazado por Rosas, tenía interés en la independencia del Paraguay, como condición necesaria para mantener la suya. De ahí las congratulaciones que provocaron las explicaciones de Peña.

La prensa de Montevideo hizo una eficaz defensa de la emancipación paraguaya, campaña a la cual no fue ajeno Gelly. El Nacional, que aparecía en esa capital, publicó en varios números un fundamentado trabajo de José Rivera Indarte, demostrando la legitimidad de la independencia del Paraguay, frente a las pretensiones de Rosas. La república no debe olvidar al malogrado poeta y luchador, defensor de la más noble de sus causas. Rivera Indarte murió en el destierro, firme en su puesto de combate, dejando el recuerdo de su pluma vibrante y valerosa, la altivez de su carácter, la gallardía de su juventud y el vigor de su corazón. (14)

Estas pruebas de apoyo al Paraguay también disiparon las dudas del gobierno de Asunción, que no disimuló su deseo de buscar una aproximación al Uruguay. Pimenta Bueno informó que en una de las conferencias con el presidente López, éste le expresó «que quería dirigirse al Gobierno de Montevideo, solicitando el reconocimiento de la Independencia de la República, y que por eso – continuaba el diplomático brasileño – me pedía que me entendiese con nuestra Legación allí acreditada para facilitar ese resultado. Accedí rápidamente a su invitación y agregué que escribiría también al barón de Caxias, lo que voy a hacer, para que igualmente intervenga de suerte de que se obtenga el reconocimiento lo más brevemente posible. Sobre esta materia cumple observar que este Gobierno no se había dirigido al de Montevideo, por estar éste en guerra con Rosas y evitar resentimientos al Gobierno del último, pero convencido hoy de que nada tiene que esperar de Buenos Aires pasa a abrir sus relaciones con la República del Uruguay, respondiendo simultáneamente a una nota que había dejado hasta ahora sin solución. Creo que Fructo se apresurará a verificar el reconocimiento». (15)

Don Carlos no perdió tiempo para poner en ejecución lo que había manifestado al agente del Imperio. El 15 de diciembre de 1844 se dirigió al presidente de la república del Uruguay, para comunicarle la solemne declaración del congreso del 25 de noviembre de 1842 y solicitar al mismo tiempo el reconocimiento de la independencia. «Colocado el Paraguay – agregaba – en la gran familia de las naciones procurará respetar el derecho de ellas, su seguridad, paz y prosperidad, y ligado a la República del Uruguay por origen y dulces simpatías hará además votos, para que se perpetúe también su independencia, y sea siempre feliz y gloriosa». (16)

El mismo día López contestó nuevamente la nota de Rivera del 28 de marzo de 1843. La anterior del 11 de julio de ese año no se había podido remitir por las circunstancias aludidas anteriormente. Esta respuesta variaba muy poco de la primera. Decía el presidente: «El infrascrito hubiera deseado verificar prontam.te la debida contestac.n, pero interrumpidas p.r la guerra las comunicacion.s, y otros graves embarasos no le han permitido hasta hoy q.e se le proporcione la oportunidad de dirigirse a V.E. agradeciendo como debe las espresiones de interes y consideracion de q.e usa V.E. con el Gov.no de la Rep.ca, y al mismo tiempo siente el placer de exponer q.e siempre es agradable ver los esfuerzos heroicos q.e hace un pueblo en servicio de su patria mayormente cuando cree su independencia amenazada, y con ella su existencia y gloria. Entonces resuelto eficazmente a sostenerla se hace invencible. Su voluntad heroica puede ser combatida mas nunca aniquilada: revive cuando parecia subyugada y revive valiente y energica por que la intentan pasiones nobles». Terminaba Don Carlos formulando votos al cielo porque los deseos de Rivera fuesen colmados y porque una paz honrosa coronase de prosperidad el destino del pueblo oriental. (17)

Pimenta Bueno, siempre diligente para ponerse al servicio de la independencia del Paraguay, ofició al día siguiente a Felipe José Pereira Leal, encargado de negocios del Brasil en Montevideo, confirmándole que había reconocido la independencia de la república, lo que el pueblo «mucho festejó..., demostrando gran alegría y entusiasmo», e informándole que Bolivia había practicado igual reconocimiento y que el gobierno paraguayo se dirigía, en esa ocasión, al oriental, solicitando la misma determinación. «Espero – decía a su colega – que obtenga eso con facilidad porque además de ser un acto de justicia es muy conforme a los intereses del Uruguay. Entre tanto ruego a V.E. que interponga toda su influencia para acelerarlo y transmitirme el resultado con la posible brevedad». La nota de Rivera, de marzo de 1843, no fue contestada porque llegó a destino con mucho atraso, pero, de esta vez, se remitió la respuesta. Y para dar mayor vigor a su recomendación, aseveraba: «El Presidente de esta República, dotado de moralidad e ilustración, está seguro y firme; él gobierna con entera consideración y procura dar fuerza y prosperidad al País. – El reconocimiento del Uruguay es muy útil a la Política de nuestra Corte, al que mucho conviene la independencia del Paraguay. V.E. le hará un servicio más, prestando su cooperación». (18)

El diplomático imperial informó nuevamente a Ferreira França, semanas después, que «en el presente la República procura el reconocimiento de su independencia por el Uruguay, como ya anuncié en mi oficio Nº 33 del 12 de diciembre próximo pasado. Fructo tal vez aproveche la ocasión para mandar aquí algún Ministro». (19)

La comunicación de Don Carlos cayó en campo propicio. Como el P.E. uruguayo carecía de facultades para acceder a la petición de Asunción, el presidente Joaquín Suárez, entonces al frente del gobierno de la defensa, envió un mensaje a la Asamblea General, «solicitando una autorización esplícita para proceder al reconocimiento pedido por el Gobierno Paraguayo». El P.E. consideró innecesario exponer los «justos motivos» que fundaban la instancia de López, porque no los «podríamos desconocer – afirmaba – sin adjurar los principios de la revolución». El presidente Suárez esperaba que «la honorable Asamblea General, llamando a meditación este asunto, con la brevedad y preferencia que su naturaleza demanda, se servirá espedirse del modo que sea más con forme a los principios de la República, y que le habilite para declarar a aquel Gobierno y al mundo que ella respeta y reconoce en un pueblo hermano el indisputable derecho de pasar a ocupar el lugar que le compete entre las nacionalidades americanas». (20)

La autorización solicitada por el primer mandatario oriental era amplia y tenía en cuenta la premura que reclamaban las circunstancias de la política del Río de la Plata. El presidente Suárez no sólo deseaba responder favorablemente al pedido de López sino también declarar al mundo que el Paraguay tenía «el indisputable derecho» de figurar entre las naciones libres de América. Desde el punto de vista internacional, lo último tenía su importancia, como un medio de contrarrestar la política de Rosas.

El 5 de abril de 1845, el canciller Santiago Vázquez, por orden de su gobierno, acusó recibo del oficio paraguayo del 15 de diciembre. Decía al presidente López: «De inmensa satisfacción fue para este Gobierno la recepción de los documentos mencionados, por su parte ha admitido con entusiasmo y júbilo la dignísima resolucion de ese Pueblo de Sud America de sancionar con un acto público y solemne el lugar de soberania y respetabilidad, en que se colocaba por ese hecho, y con fha. 26 del ppdo. Marzo, sometió a la consideración del Soberano Cuerpo Legislativo de la República las comunicaciones de ese Gobierno para poder admitir con toda la pompa y solemnidad que se merece la notable manifestacion del pueblo Paraguayo. – De orden del Gobierno agradezco al mismo tiempo los votos sinceros por la felicidad de esta República y á su nombre, al Sor. Presidente de la del Paraguay los fervientes que le ofrece por su felicidad y por su gloria». (21)

La Asamblea General no tardó en pronunciarse. El 15 de mayo siguiente autorizó al P.E. a proceder al reconocimiento de la independencia del Paraguay. La resolución correspondiente fue comunicada en el día. (22)

Una vez en posesión de este instrumento, el presidente Suárez subscribió, el 14 de junio de 1845, el decreto, acordado en consejo de ministros, que prescribía: «El Estado Oriental reconoce la Independencia de la República del Paraguay, tal como fué declarada por el Congreso de Diputados de la misma República el 25 de Noviembre de 1842». La decisión estaba refrendada por los ministros Santiago Vázquez, Rufino Bauzá y Santiago Sayago. En el considerando se expresaba que el reconocimiento de un hecho existente hacía treinta y dos años no afectaba derecho de naciónalguna, y, «que la República Oriental no puede negar a la del Paraguay el reconocimiento de un derecho, que reclama, para si misma, como la primera base de su existencia politica». (22)

En verdad, el Uruguay no podía desconocer al Paraguay el derecho de constituirse en Estado autónomo, sin atentar contra sí mismo, teniendo en cuenta la política desarrollada por Rosas. La independencia del Paraguay era una condición necesaria para la existencia del Uruguay. La desaparición de uno de ellos significaba, en más o menos tiempo, también la del otro. Ante la amenaza del dictador de Buenos Aires, la causa de ambos países era común. Por eso el decreto del reconocimiento de la independencia del Paraguay no sólo era un homenaje rendido a la república sino también una defensa contra Rosas y una declaración a favor del derecho de autodeterminación de las naciones» (24)

Al día siguiente de firmada la aludida resolución, el canciller Vázques se dirigía a Andrés Gill, secretario de gobierno y encargado provisorio del departamento de relaciones exteriores, comunicándole el solemne reconocimiento y expresándole las felicitaciones del oriental. Agregaba que su gobierno se complacía en tributar al presidente López sus más cordiales enhorabuenas por la honrosa y elevada posición política que había alcanzado al frente de los destinos públicos del Paraguay. Y terminaba manifestando el deseo del Uruguay de estrechar relaciones con la república, lo que no era posible por entonces a causa de la guerra en que estaba empeñado el Estado Oriental contra el «déspota de la República Argentina». (25)

En Montevideo se dio amplia difusión a este acto de justicia. Rodrigo de Souza da Silva Pontes, entonces encargado de negocios del Brasil en Montevideo escribió a Pimenta Bueno: «Me apresuro en pasar a las manos de V.S. el Nº 1959 deEl Nacional, diario oficial publicado en esta Capital. En esa hoja verá V.S. que el Gobierno de la República del Uruguay acaba de reconocer la independencia de la República del Paraguay». (26) Era la primera noticia transmitida a Asunción sobre la determinación oriental.

La remisión de los documentos oficiales pertinentes se hizo por intermedio de la legación brasileña en Montevideo. Al cumplir esta grata comisión, el mismo Silva Pontes decía a Pimenta Bueno: «Llevo a las manos de V.S. la correspondencia adjunta del Gobierno de la República del Uruguay con el Gobierno de esa República del Paraguay a fin de que V.S. tenga la bondad de hacerla llegar a su destino, y creo que en ella se encontrará la participación oficial del reconocimiento de la Independencia de esa misma República del Paraguay. Yo tengo particular satisfacción no sólo por ser este un acto de importante transcendencia para todos los Americanos como por ser un negocio que V.S. me recomendó especialmente y que veo concluído con el mejor éxito...». (27)

Así como en Montevideo el reconocimiento fue recibido con satisfacción también en el Paraguay; la decisión del gobierno oriental causó patriótico regocijo. Se producía en los momentos en que Rosas había insistido en negar a la república su condición de Estado libre y soberano. El reconocimiento uruguayo, precedido por el de Chile, Bolivia y Brasil, constituía un categórico triunfo de la causa paraguaya, cuyo significado moral era una nueva valla frente a la política de Rosas.

El Paraguayo Independiente, luego de reproducir los documentos oficiales relativos a la importante cuestión, expresaba: «Está, pues, reconocida la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay por una Potencia más, ella será reconocida por todas y saludada como hermana en la gran línea y familia de las naciones. – Resérvese Buenos Aires solamente, nútrase de orgullo y ambición, nosotros no precisamos, ni queremos más tal reconocimiento por parte de su actual Gobierno. En vez de conseguir las simpatías y amistad del buen Pueblo Paraguayo, en vez de proteger el comercio recíproco, fuente de riqueza y felicidad de los pueblos, aquel Gobierno tiene la osadía de querer conquistar nuestra Patria, cerrar su navegación y comercio, y crear un enemigo poderoso. La justicia, el honor, y el brío nacional exigen que no tengamos la más pequeña relación con él, en cuanto por lo menos no desistiere de sus injuriosos proyectos, y no estableciera como condición sine qua non, el previo reconocimiento de nuestra independencia, digna satisfacción de sus excesos». (28)

El periódico, que reflejaba el pensamiento del presidente López, usaba un lenguaje sin reticencias. Con claridad yfirmeza aseguraba el triunfo de los derechos del Paraguay de figurar entre los Estados libres, sin tener en cuenta la actitud del gobernador de Buenos Aires. Los acontecimientos le dieron la razón. El Paraguay fue reconocido en la «familia de las naciones» y Rosas tuvo que soportar las consecuencias del fracaso de sus pretensiones. La república no se incorporó a la Confederación Argentina.

Pimenta Bueno, por su parte, remitió a Limpo de Abreu las notas de Silva Pontes del 28 de junio y 4 de agosto. «En ellas verá V.E. – decía el agente brasileño en Asunción – que el Gobierno Oriental reconoció la Independencia de esta República, hecho que su Presidente mucho estimó, declarándome que era un servicio más de esta Legación Imperial». Al mismo tiempo remitió el número deEl Paraguayo Independiente en el cual se publicó la correspondencia cambiada entre los gobiernos de Asunción y Montevideo sobre la importante cuestión. (29)

El informe del representante imperial también causó favorable impresión en la Corte de San Cristóbal. Limpo de Abreu, entonces ministro de negocios extranjeros, al contestar, entre otros oficios de Pimenta Bueno, el 20 de setiembre, decía a este diplomático: «Remite también la correspondencia que ha tenido con el Encargado de Negocios del Brasil en Montevideo y estimé saber que él hubiese contribuido para que la República del Uruguay reconociese la Independencia del Paraguay, cuya noticia, como era de esperar, causó tanto placer al Presidente López... terminaré recomendándole que continúe esforzándose por conservar y estrechar la buena inteligencia subsistente entre los dos Estados». (30)

Esta negociación, que alcanzó un éxito completo, se tramitó antes del envío de la circular del 24 de noviembre, que también fue remitida a la legación imperial en Montevideo. Silva Pontes, al avisar recibo de la orden de su gobierno, escribió: «...Y en respuesta cúmpleme observar que habiendo ya tenido conocimiento V.E. del Oficio Reservado que a esta Legación dirigió el Encargado de Negocios del Brasil junto al Gobierno de aquella República del Paraguay, de fecha 16 de Diciembre de 1844, y de la respuesta que le di el 31 de Marzo del corriente año, solamente me resta agregar que con el oficio del 28 de junio, también del corriente año, envié a dicho Encargado de Negocios el número deEl Nacional en que fuera publicado el acto de reconocimiento de la independencia del Paraguay por el Gobierno de la República del Uruguay». (31)

 

NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXIV

1. A.N.A. – S.H. – Vol. 249. Rivera a López y Alonso. Durazno, 21 de junio de 1841. Original.

2. Nota cit.

3. Ib. Ib. Los cónsules a Rivera. Asunción, 3 de agosto de 1841. Copia.

4. Ib. Ib. Los cónsules a Rivera. Asunción, 3 de agosto de 1841. Copia.

5. Ib. Ib. Vidal a los cónsules. Montevideo, 2 de octubre de 1841. Original.

6. Nota cit.

7. A.N.A. – S.H. Vol. 249. Rivera a los cónsules. Cuartel General en Milá, 28 de marzo de 1843. Copia.

8. Nota cit.

9. Vol. cit. López a Rivera. Asunción, 11 de julio de 1844. Copia.

10. Nota cit.

11. Nota cit.

12. B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 10 Nº 23. Gelly a Peña. Montevideo, 3 de diciembre de 1843. Autógrafo. Forma parte de la colección: «Papeles concernientes a la comision del ciudadano Manuel Peña a Buenos Ayres. 1843 y 44». R. Antonio Ramos. Reconocimiento de la independencia del Paraguay por el Uruguay. La Libertad, Nº 1. Asunción, 3 de agosto de 1846.

13. Ib. Ib. – I – 29, 24, 10 Nº 253. Peña a Gelly. Buenos Aires, 1º de marzo de 1844. Copia autógrafo. Sin firma.

Ramos. Artículo cit.

14. El trabajo apareció después en un opúsculo intitulado: «Demostración de la Legitimidad de la Independencia de la República del Paraguay y de la Legalidad del Tratado de Comercio Especial Celebrado entre su Gobierno y el de la Provincia de Corrientes. Por D. José Rivera Indarte Editor del Nacional de Montevideo. 1845. Imprenta del Nacional».

Ramos, artículo cit.

15. A.H.I. Reservados. Ministerio dos Negocios Estrangeiros. Nº 1. 1843-1846. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 12 de diciembre de 1844. Copia de puño y letra de Pereira Leal. Otra copia muy deteriorada, cuya primera parte es ininteligible, autenticada por el mismo Pereira Leal, figura en Assunção – Oficios – 1842-45.

16.El Paraguayo Independiente, Suplemento al Número 21. Asunción, 17 de setiembre de 1845. C.A. López al presidente del Uruguay.

A.N.A. Vol. 249 – S.H. Copia.

Ramos, art. cit.

17. A.N.A. López a Rivera. Asunción, 15 de diciembre de 1844. Copia.

18. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Pereira Leal. Asunción, 16 de diciembre de 1844. Copia.

19. Ib. Reservados – Ministerio dos Negocios Estrangeiros Nº 1. – 1843-1846. El libro contiene copias de puño y letra de Pereira Leal, cuando era encargado de negocios en el Paraguay.

Otra copia, también de puño y letra de Pereira Leal, y autenticada con su firma, pero en mal estado de conservación, en gran parte ininteligible, obra en Assunção – Oficios – 1842-45. El original de esta nota no figura en los volúmenes correspondientes a la misión Pimenta Bueno.

20. El Paraguayo Independiente cit. Ramos, art. cit.

21. A.N.A. Vol. 249. Vázquez a López. Montevideo, 5 de abril de 1845. Original.

El Paraguayo Independiente cit.

Ramos, art. cit.

22.El Paraguayo Independiente cit.

23. Ib. Ib.

Ramos, art. cit.

24. Ramos, art. cit.

25.El Paraguayo Independiente cit. Vázquez a Gill. Montevideo, 15 de junio de 1845.

26. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Silva Pontes a Pimenta Bueno. Montevideo, 28 de junio de 1845. Original.

27. Ib. Ib. Ib. Silva Pontes a Pimenta Bueno. Montevideo, 4 de agosto de 1845. Original.

28. Suplemento cit.

29. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 20 de setiembre de 1845. Autógrafo.

30. Ib. M.D.B. Assunção – Despachos – 1825-58. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 12 de noviembre de 1845. Borrador. Copia, en Correspondencia Reservada e Confidencial, cit.

31. Ib. Legação Imperial em Montevideo – 1844-45. Silva a Limpo de Abreu. Original Montevideo, 9 de diciembre de l845. Original.

 

 

CAPITULO XXV

RECONOCIMIENTO DE VENEZUELA Y COLOMBIA

 

Miguel María Lisboa, en cumplimiento de la circular del 24 de noviembre, mantuvo varias conferencias con el ministro de relaciones exteriores de Venezuela, Juan Manuel Manrique, sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, acordando que para llevarlo a cabo cambiarían entre ambos las comunicaciones correspondientes. En consecuencia, el encargado de negocios del Brasil dirigió una nota al aludido canciller. Al respecto informó a Limpo de Abreu: «... después de una exposición de hechos le pedí que me dijese categoricamente y para conocimiento de los Gobiernos del Brasil y Paraguay, si cualquier paso oficial amistoso, dado por este último ante el de Venezuela, será correspondido de modo que establezca el reconocimiento explícito de la Independencia del Paraguay. El Ministro después de consultar con el Presidente y de haber tomado todo el tiempo que quiso para deliberar, me había prometido que me respondería, que el Paraguay será considerado por Venezuela, como lo han sido todas las demás Repúblicas hispano americanas». (1) El barón de Cayrú al contestar esta comunicación expresó a Lisboa que se alegraba con la respuesta del ministro de relaciones exteriores sobre el tratamiento que Venezuela dispensará al Paraguay y que tan pronto reciba la correspondencia anunciada, la transmitirá al encargado de negocios del Brasil en Asunción para dar de ella «el debido conocimiento al Gobierno del Paraguay». (2)

En el oficio a Manrique, el agente imperial comenzó declarando «que la República del Paraguay, constituida independiente hasta hoy, habiendo abandonado recientemente el estado de aislamiento en que se mantuvo en los primeros años de su existencia política, con el deseo de cultivar relaciones de amistad con los otros pueblos de América y Europa; y no teniendo en Venezuela agente diplomático que pudiese promover la realización de este deseo, se dirigió a S.M. Imperial solicitando sus buenos oficios para que por intermedio del representante del Gobierno Imperial en Caracas obtenga del Gobierno venezolano el formal reconocimiento de dicha República, como Nación libre e independiente, formando parte de la gran familia americana». Luego de expresar que el gobierno brasileño tenía el mayor interés en el éxito de la «oficiosa comisión», Lisboa pasó a hacer una exposición sobre las razones que abonaban la causa del Paraguay, de acuerdo con las informaciones contenidas en la circular de la corte de San Cristóbal. Para terminar, manifestaba no dudar que los hechos expuestos «serán juzgados suficientes para inducir al Gobierno de Venezuela a reconocer categóricamente la independencia de la República del Paraguay, y, que deseaba saber, para transmitir a su gobierno y al de Asunción, con el objeto de facilitar la realización de los deseos de ambos, si un paso amistoso del gobierno del Paraguay ante el de Venezuela, «será correspondido por éste de una manera que declare el reconocimiento explícito y categórico de la independencia de la República paraguaya». (3)

La «oficiosa comisión» encontró apoyo y simpatía, alcanzó completo éxito. Manrique puso en conocimiento del Presidente la nota del 9 de marzo. El gobierno se enteró con complacencia de la «marcha próspera y regular del Paraguay» y ordenó que el Ministro de relaciones exteriores expresase a Lisboa «que Venezuela desde que realizó su transformación política y completa separación de España, de la manera que lo han hecho las demás secciones de la América, constituyéndose en Estado independiente, ha estado siempre dispuesto a entrar en relaciones con todas ellas, como miembro puede decirse de una misma Familia, y en consecuencia le será grato cultivar esas mismas relaciones con la República del Paraguay, cuya entera prosperidad y engrandecimiento desea vivamente». Manrique agregaba que «esta manifestación será suficiente para dejar satisfecho los deseos del Gobierno del Paraguay, tan amistosamente apoyados por los buenos oficios de S.M. el Emperador...». (4)

La comunicación canciller venezolano era lisonjera y promisoria, constituía, desde ya, un reconocimiento de la independencia del Paraguay, «La respuesta del Sr. Manrique – decía Lisboa a su gobierno – está conforme con lo que habíamos ajustado anticipadamente. Por ella se ve que la independencia del Paraguay será reconocida en la misma forma que la de las demás Repúblicas sudamericanas, evitándose las dificultades que se suscitarían si se exigiese un acto mas solemne para su reconocimiento». Pero el diplomático imperial buscaba una declaración más explícita, que procediese directamente del presidente de la república. Por eso agregó a Limpo de Abreu: «En vista de dicha respuesta podrá el Supremo Jefe del Paraguay dirigir al de Venezuela, por intermedio del Gobierno Imperial, una carta de Cancillería, comunicando su instalación y sus deseos de mantener relaciones de amistad con Venezuela, en la seguridad de que en la contestación será tratado como Jefe de una Nación libre e independiente». (4)

La mediación brasileña llegó al conocimiento de los agentes de Inglaterra y Francia, lo que causó cierta inquietud a Lisboa, quien conversó sobre la cuestión con Mr. David, encargado de negocios francés. Este, espontáneamente y con alegría, se ofreció a colaborar con el representante de la corte de San Cristóbal. «Sin rechazar su oferta – informó Lisboa – le hice ver que no me parecía necesario que él se incomodase. A lo que me respondió que él se limitaría a decir, en conversación, al Ministro, que Francia no se oponía a la Independencia del Paraguay y que más bien la deseaba». (6)

El «paso oficioso» del gobierno imperial, relacionado con las declaraciones parlamentarias de Guizot y de Lord Aberdeen, en las cuales se insinuó que la intervención anglo francesa era resultado de la misión del vizconde de Abrantes, podía servir de base a nuevas interpretaciones que desfigurase la conducta del Brasil en el Río de la Plata ocupaban seriamente la atención de S.M. el Emperador, que mal que por ventura pudiese haber causado el modo (7) con que cumplió su ofrecimiento Mr. David, y dejar bien clara y definida la posición del Brasil. Para el efecto mantuvo una conferencia, a su pedido, con el ministro de relaciones exteriores, el 4 de abril. En esa ocasión expresó a Manrique que los importantes acontecimientos del Río de la Plata ocupaba seriamente la atención de S.M. el Emperador, que habiendo el gobierno del Brasil ofrecido sus buenos oficios al de Venezuela para el reconocimiento de la independencia del Paraguay, podía interpretarse este paso en el sentido de «que en general el Gabinete de Río de Janeiro marchaba en el Río de la Plata en armonía con los de Saint James y de las Tullerías», por estar de acuerdo ese paso con los deseos de las grandes potencias que operaban «a viva fuerza» en el caudaloso estuario. Pero como así no ocurría, fijó los hechos en su verdadera posición. El Brasil no tomó parte alguna en la intervención anglo francesa. Explicó al ministro, además, el alcance real de la misión del vizconde de Abrantes, haciéndole notar el laconismo cuando Lord Aberdeen y Guizot se refirieron a la «supuesta invitación del Brasil», lo que probaba que a esos hombres de Estado no convenía tocar ese punto «explícita y profundamente y por eso se contentaban con insinuar lo que no podían afirmar». Para terminar su informe, Lisboa agregó: «Proseguí declarándole, que abogando por la Independencia del Paraguay, el Brasil no disputaba el derecho de la Confederación Argentina de cerrar el Paraná a las banderas extranjeras, derecho que era conforme con los principios reconocidos y que estaba en los intereses del Brasil (señor de la boca del Amazonas) y de Venezuela (señor de la boca del Orinoco) sustentarlo». (8)

El barón de Cayrú remitió a Pimenta Bueno el oficio Nº 6 del 8 de abril de Lisboa, juntamente con la respuesta de Manrique, para que haga de ellos el «uso conveniente» y ponerlos en conocimiento del presidente López. (9) El diplomático brasileño transmitió al mandatario paraguayo las noticias de Venezuela y las procedentes de los Estados Unidos de América y Bélgica. Este agradeció el reiterado interés del gobierno imperial por la suerte del Paraguay, «El mismo Presidente – agregaba Pimenta Bueno al barón de Cayrú – pide a V.E. que tenga a bien dirigir al Ministro Brasileño en Venezuela la adjunta Carta de Cancillería, que él escribe al Presidente de esa República... » (10)

Carlos Antonio López aceptó complacido la sugestión de Lisboa. De ahí la carta de gabinete que entregó a Pimenta Bueno para su remisión por intermedio de la corte de San Cristóbal. Estaba redactada en parecidos términos a la enviada al Emperador de Austria. Decía el presidente López al de Venezuela: «La República del Paraguay ya en 1813 había proclamado su emancipación, é Independencia política, pero deseando alargar con las Potencias amigas relaciones que los sucesos políticos habían embarazado, resolvió ratificar y solemnizar su pronunciamiento en Noviembre de 1842. – Como la falta de Legaciones paraguayas en las Cortes amigas demorase la comunicación de ese acto verdaderamente nacional y jurado en toda la República, é identificado con sus destinos, el Supremo Gobierno de ella ligado al de Venezuela por origen y dulces simpatías, solicitó luego que fué posible del Gobierno de S.M. el Emperador del Brasil que por su Ministro (roto) ante V.E., informase a V.E. tanto de ese acto glorioso y de los ardientes deseos que tiene el Paraguay de cultivar relaciones con Venezuela, y consiguientemente de pedir un acto de reconocimiento de parte del Ilustre Gobierno de V.E. (roto) siendo de justicia, será también de preciosa consideración». Terminaba formulando votos por la prosperidad de la república de Venezuela. (11)

Esta comunicación era la primera que el gobierno del Paraguay dirigía al de Venezuela, en un lenguaje vehemente, cordial, amistoso y de fondo americanista. No otra cosa significaban los ardientes deseos del Paraguay de cultivar relaciones con Venezuela, países unidos por «origen y dulces simpatías», y la preciosa consideración en que será tenido el justo reconocimiento de la independencia paraguaya. (12)

El presidente López escribió también al canciller de Venezuela, comunicándole que remitía al ministro de S.M. el Emperador del Brasil una «Carta de Gabinete» para ser entregada al presidente de la citada república y una copia de ella destinada al mismo canciller. «A mas de esto – agregaba el mandatario paraguayo – el referido Señor Ministro es habilitado para ministrar a V.E. informaciones al respecto de este Estado, y de los vehementes deseos que él tiene de cultivar preciosas relaciones que tanto aprecia, con la República de Venezuela». (13)

Pimenta Bueno remitió al Barón de Cayrú las comunicaciones de López para ser enviadas a Caracas. El canciller imperial informó al agente en Asunción: « Ya hice expedir convenientemente las Cartas de Gabinete dirigidas por el mismo Presidente a los Gobiernos Fidelísimo y Venezolano, que acompañaron al oficio que respondo». (14)

La acogida de la representación fue fraternal. El presidente José Tadeo Monagas contestó a Carlos Antonio López, el 11 de mayo de 1847, en los siguientes términos: «Con alto aprecio he recebido la carta que V.E. se ha servido dirigirme fecha 20 de Octubre del año proximo pasado participandome los ardientes deseos que tiene el Paraguay de cultivar relaciones con Venezuela a quien se considera ligado por origen y dulces simpatías, y solicitando un acto de reconocimiento por parte del gobierno venezolano de la independencia politica de esa República y de su emancipación absoluta, que proclamada desde 1813 ha sido ratificada en 1842 por un solemne pronunciamiento del pueblo. – Cuando por conducto de la Legacion del Brasil en esta capital fue informado el Gobierno de la República de esos mismos deseos que contiene la carta de V.E., se apresuró a manifestar que Venezuela desde que realizó su transformación politica y completa separación de la España de la manera que lo han hecho las demas secciones españolas de la América, constituyendose en Estados independientes ha estado siempre dispuesto a entrar en relaciones de amistad, comercio y buena correspondencia con todos ellos como miembros puede decirse de una misma familia, y que en consecuencia le seria grato cultivar esas mismas relaciones con la República del Paraguay. Reiterando ahora a V.E. esta buena disposición y la seguridad que por nuestra parte reconocemos con gusto entre las Repúblicas hermanas de este Continente a la que V.E. tan dignamente rige, solo me resta protestar los votos sinceros del Gobierno y pueblo de Venezuela por la dicha y prosperidad de la nacion paraguaya». (15)

El presidente Monagas, al reconocer explícitamente la independencia del Paraguay, no sólo cumplía un acto de justicia, sino que también fortalecía los vínculos de fraternidad americana, al considerar con gusto al Paraguay como a una de las repúblicas hermanas del hemisferio, «miembros puede decirse de una misma familia». Hablar de una misma familia era hablar de la unidad del continente, era proclamar el ideal augusto de Bolívar en un documento fundamental en la historia de los dos países, Venezuela, fiel a esos ideales y al principio de la autodeterminación de los pueblos, fundamento de la independencia de las naciones del Nuevo Mundo, tendía su amistad y su correspondencia cordial al Paraguay, al cual estaba ligado por «origen y dulces simpatías». Desde entonces los dos países mantienen relaciones fraternales como integrantes de la comunidad americana. (16)

El presidente López apreció el alto significado de la determinación venezolana, que venía a dar satisfacción a uno de los anhelos más caros del alma paraguaya. En términos de generoso americanismo expresó a José Tadeo Monagas: «Agradezco a V.E. el acto de reconocimiento, y la espresión de tan amistosos y benevolos sentimientos, y puedo aseguraros que los ciudadanos de la República de Venezuela, que a pesar de la distancia que separa ambas Repúblicas llegaren al territorio de la del Paraguay, encontrarán en su Gobierno y habitantes las simpatias, proteccion, y seguridad que deben prometerse de un pueblo hermano nacido del mismo origen, y guiados por unos mismos principios. (17)

El Paraguayo Independiente en su numero 75 publicó la nota del presidente Monagas juntamente con el reconocimiento del Emperador da Austria, Fernando I.

* * *

El 15 de abril de 1846, Manuel Cerqueira Lima avisó recibo de la circular del 24 de noviembre. Sobre el particular decía a Limpo de Abreu: «Iré a ver al Presidente y a los Ministros y conforme a la disposición que en ellos encuentre relativamente al Paraguay, pasaré la nota pidiendo el reconocimiento de la independencia de esta República de parte del Gobierno de Nueva Granada, en el que no preveo ninguna dificultad, siendo de hecho esa independencia como la de las otras Repúblicas y correspondiendo la cuestión de derecho únicamente a España». (18)

El diplomático imperial entrevistó a los diversos ministros y obtuvo la promesa de que el gobierno colombiano respondería a la nota para dar cumplimiento a la orden de la Corte de San Cristóbal. Luego de exponer los fundamentos que justificaban las pretensiones del Paraguay de figurar en el «Catálogo de las Naciones», de ser reconocido de «una manera formal» como libre e independiente, principalmente por los Estados americanos, interesados también en mantener su independencia y equilibrio entre ellos, agregó: «Y así pensó el Gobierno de Nueva Granada cuando considerándolo Independiente y Soberano (como fue comunicado al abajo firmado, que dirigía entonces la Legación Imperial en el Perú, por el Excmo. Ministro Plenipotenciario de parte de la República al Congreso Americano) lo invitó a enviar también su Plenipotenciario a dicho Congreso. Este acto fue de parte de Nueva Granada un explícito reconocimiento de aquella Independencia y Soberanía, pero, como pudo haber ocurrido, que habiéndose perdido tal comunicación, ignore aun el Gobierno del Paraguay la benevolencia practicada espontáneamente por el de Nueva Granada a tal respecto, el abajo firmado espera de la actual ilustrada Administración que no se negará a renovar cualquier otro acto tan explícito como aquél, en el que ratifique las mismas benévolas disposiciones del Gobierno y Pueblo de Nueva Granada para con su hermana la República del Paraguay, y explícito porque en el estado actual de América tales actos son garantías de orden y libertad». (19)

Cerqueira Lima agregó a los fundamentos de la circular del 24 de noviembre, una razón de peso, proveniente del mismo gobierno colombiano. La invitación a que hacía referencia el encargado de negocios brasileño constituía, sin duda, un reconocimiento de la independencia y soberanía del Paraguay. Con un precedente semejante era de esperar que el gobierno de Bogotá ratificara su posición anterior y accediese a la representación del agente imperial. Y como si la argumentación anterior no fuera bastante, Cerqueira Lima terminó expresando: «Y no sea obstáculo la forma en que lo he solicitado, pues, S.E. encontrará un antecedente igual, en circunstancias idénticas, cuando la Legación Colombiana en la Corte del Imperio solicitó del Gobierno de S.M. el Emperador el Señor D. Pedro I el reconocimiento de la Independencia y Soberanía de Bolivia, a lo que ese Gobierno accedió inmediatamente; ni Nueva Granada será la primera en dar ese paso benévolo, que ha sido ya practicado no sólo por el Imperio desde 1824 sino también por otras repúblicas conterráneas, entre las cuales se cuenta la de Buenos Aires, como bien lo sabe S.E. el Señor Ministro. Confiado en la justicia de los deseos del Gobierno de la República del Paraguay, en cuyo apoyo el de S.M. el Emperador del Brasil interpone la buena amistad que existe entre el Imperio y la República de Nueva Granada, el abajo firmado se complace en esperar que el Gabinete de Bogotá concurrirá reconociendo esa misma justicia y aprovecha una vez más esta oportunidad para asegurar al Excmo. Sr. Ministro las protestas de su alta estima y particular consideración». (20)

La información de Cerqueira Lima era igualmente acertada. Esta tampoco figuraba entre los argumentos de la circular del 24 de noviembre. El antecedente invocado, asimismo de procedencia colombiana, venía a dar vigor a la mediación brasileña. El gobierno de Bogotá también había gestionado ante el de Río de Janeiro el reconocimiento de la independencia de Bolivia, lo que hacía ahora en Colombia la Corte de San Cristóbal, apoyando la causa del Paraguay. La referencia era oportuna y de habilidad diplomática, como para influir en la favorable solución de la cuestión planteada.

El ministro de relaciones exteriores contestó a Cerqueira Lima, ocho días después. La respuesta no satisfizo al diplomático imperial «por no ser bastante explícita» y como le pareció «dudosa» pidió que fuese retirada, a cuya petición accedieron de «buena voluntad» el presidente de la república y el ministro citado. (21)

El general Borrero devolvió la nota del 6 de mayo debidamente corregida de acuerdo con los deseos del representante brasileño, lisonjeándose «con la esperanza de que el Señor Lima halle dicha nota tan categorica y esplicita como pueda apetecerlo el Gobierno Imperial». (22)

El canciller colombiano declaró: «Participando, como participa sinceramente el Gobierno Granadino, los nobles sentimientos de patriotismo americano que han inducido al Gobierno Imperial a abogar por el reconocimiento de la independencia política del Paraguay, no vacila en prestar el homenage de su esplicita acquiescencia (sic) á un hecho tan notorio como este, y que es de tanta importancia para el equilibrio, para el orden y para la libertad de nuestro hermoso hemisferio. – Persuadido el Gobierno Granadino de que el Estado del Paraguay se halla hoi sin disputa en el pleno ejercicio de su soberanía, será un día de verdadera satisfaccion para la Nueva Granada aquel en que de la manera regular y por medio de un tratado público se consume y perfeccione este acto de reconocimiento de la independencia del Paraguay. – Si por efecto de la distancia y pocas concesiones (sic) materiales de los dos países, se retardare todavía por algun tiempo la celebración del indicado tratado; es de esperarse, por lo menos, que una vez establecidas las relaciones de los dos paises con la solemnidad correspondiente a su importancia, sus consecuencias seran tan beneficas, trascendentes y satisfactorias como lo apetece la Nueva Granada». (23)

La comunicación de Borrero satisfizo, de esta vez, a Cerqueira Lima, quien al transmitir copia de ella a Limpo de Abreu, manifestó: «Juzgo que no se podría obtener más, siendo la nota en respuesta a la mía un explícito reconocimiento». (24)

La gestión del diplomático brasileño tuvo simpática acogida, no se presentaron inconvenientes para el éxito alcanzado. Colombia se prestó a rendir a la independencia del Paraguay el homenaje de su explícito reconocimiento, teniendo en cuenta que era un hecho notorio de «tanta importancia para el equilibrio, para el orden y para la libertad de nuestro hermoso hemisferio».

 

NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXV

1- A.H.I. M.D.B. Caracas – Oficios – 1842-48. Lisboa a Limpo de Abreu. Caracas, 20 de marzo de 1846 Original.

2- Ib. M.D.B. Caracas – Despachos – 1841-48. Cayrú a Lisboa. Río de Janeiro, 11 de julio de 1846. Borrador.

3- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Manrique. Caracas, 9 de marzo de 1846. Copia R. Antonio Ramos. El reconocimiento de la independencia del Paraguay por Venezuela. La revolución paraguaya, en el Tomo IV de El Movimiento Emancipador de Hispanoamericana. Caracas, 1961, págs. 446 y 447.

4- Ib. Ib. Ib. Manrique a Lisboa, Caracas, 30 de marzo de 1846. Ramos monografía cit.

5- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Limpo de Abreu. Caracas, 8 de abril de 1846. Nota Nº 6. Original.

Ramos, monografía cit., pág. 448.

6- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Limpo de Abreu. Caracas, 8 de abril de 1846. Reservado Nº 2. Original.

7- El subrayada es del texto.

8- Oficio Reservado Nº 2 cit.

9- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 20 de julio de 1846. Copia.

10- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 26 de octubre de 1846. Autógrafo, ya cit.

Ramos, monografía cit., pág, 449.

11- A.N.A. Vol. 277 – S.H. López al presidente de Venezuela. Asunción. 20 de octubre de 1846. Copia

Ramos, monografía cit. pág., 449 y 450.

12- Ramos, monografía cit., pág. 450.

13- A.N.A. Vol. 277 – S.H. López al ministro de relaciones exteriores de Venezuela. Asunción, 20 de octubre de 1846. Copia.

14- A.H.I. Correspondencia Ostensiva, cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 28 de diciembre de 1846. Copia Borrador en Asunción – Despachos– 1825-58.

15- A.H.I. Diversos com Estrangeiros – Venezuela. Monagas a López. Caracas, 11 de mayo de 1847. Copia. El original obra en el Vol. 251 – S.H. del Archivo Nacional de Asunción.

16- Ramos, monografía cit., pág. 451.

Ramos, monografía cit., pág. 451.

17- A.N.A. Vol. 277 – S.H. López a Monagas. Villa del Pilar, 24 de diciembre de 1847. Copia

18- A.H.I. Legação Imperial em Nova Granada – 1845-48. Cerqueira Lima a Limpo de Abreu. Bogotá, 15 de abril de 1846. Original.

19- Ib. Ib. Ib Cerqueíra Lima a Borrero. Bogotá, 28 de abril de 1846. Copia.

20- Nota cit.

21 - A.H.I. Legação Imperial em Nova Granada – 1845-48. Cerqueira Lima a Limpo de Abreu. Bogotá, 16 de mayo de 1846. Original. Borrero a Cerqueira Lima. Bogotá, 6 de mayo de 1846. Copia.

22- Ib. Ib. Ib. Nota verbal de Borrero a Cerqueira Lima. Bogotá, 15 de mayo de 1846. Copia Nº 3, remitida con el oficio de Cerqueira Lima del 16 de mayo cit.

23- Ib. Ib. Ib. Borrero a Cerqueira Lima. Bogotá, 6 de mayo de 1846. Copia Nº 4, remitida con el oficio de Cerqueira Lima del 16 de mayo cit.

24- Nota del 16 de mayo cit.

 

 

CAPITULO XXVI

REPRESENTACIONES EN PERÚ Y ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

 

El 26 de marzo de 1846, Antonio de Souza Ferreira, encargado de negocios y cónsul general del Brasil en Lima, recibió la circular del 24 de noviembre. En cumplimiento de la orden en ella contenida, mantuvo dos conferencias con el ministro de relaciones exteriores del Perú, Paz Soldán, acerca del reconocimiento de la independencia del Paraguay. Sobre el particular informó a Limpo de Abreu: «En la primera no encontré oposición en el Ministro para efectuar este acto de justicia y de interés común, pero no desea que fuese en este momento, tal vez por esperar primero el desenlace de la cuestión del Río de la Plata. En la segunda, después de repetir al Ministro cuánto interesaba al equilibrio existente, le dije, por fin, que el Paraguay en último caso primero se uniría al Brasil o a Bolivia que a Buenos Aires, y que, también tuviese presente, que unido el Paraguay a la Confederación Argentina, Rosas vendrá sobre Bolivia con las mismas pretensiones y en tal caso el vecino del Perú sería formidable». (1)

El representante brasileño al expresarse en la forma que lo hizo, no interpretaba la realidad del Paraguay, que al proclamar su independencia nunca pensó someterse a ningún poder extraño, vecino o lejano, porque de lo contrario no habría hecho sino cambiar una cadena por otra. El peligro de Rosas, antes bien, fortaleció el sentimiento de autonomía de la república. Si el Paraguay no se unió a Buenos Aires tampoco se uniría al Brasil o a Bolivia. No existe un testimonio que confirme la manifestación de Souza Ferreira.

«Estas reflexiones parece que hicieron fuerza en el ánimo del Ministro», agregó el agente imperial. Paz Soldán le pidió entonces que le pasase una nota para consultar con ella al presidente, quien se encontraba en el campo convaleciendo de una «pequeña molestia». Temiendo, sin embargo, una negativa, Souza Ferreira remitió al canciller un proyecto de nota sin firma. (2)

El documento estaba redactado en español y de acuerdo con las instrucciones de la circular antes aludida. Luego de exponer los fundamentos de la causa del Paraguay, aseveraba: «Todos los Estados Sud Americanos tienen un vital interés en conservar el equilibrio que existe y que ha establecido la declaración de la independencia de cada uno de ellos, pero entre todos, lo tienen más particularmente aquellos que se hallan limitrofes de cualquiera de los Estados, cuya preponderancia se volvería azarosa para los demás, si llegase a incorporarse la República del Paraguay. – El interes que el Gobierno del Perú manifiesta para todo cuanto toca al bienestar y tranquilidad de los Estados Sud Americanos, hacen pensar al Infrascrito que el S.or Ministro de Relaciones Exteriores, mirará como util y conveniente a los intereses de Sud América en general y a los del Perú en particular el afianzar el equilibrio actualmente existente y establecido, el recabar de Su Ex.a Presidente de la República, el reconocimiento esplicito de la Independencia del Paraguay, hoy que aquella Nacion, mejorando sus instituciones politicas, ha creido conveniente ratificar categoricamente la declaracion de su independencia, anunciando al mundo la reforma del Gobierno que acaba de proclamar». (3)

El Barón de Cayrú transmitió a Pimenta Bueno el oficio de Souza Ferreira y a éste expresó: «espero que V.M. no perderá de vista este negocio, esforzándose para conseguir aquel fin», el reconocimiento de la independencia del Paraguay. (4)

Paz Soldán al leer el proyecto de nota prometió al agente imperial que trabajaría porque el reconocimiento se realizara. Por su parte, Souza Ferreira esperaba al primer mandatario para hablarle también de la misma cuestión. (5) Durante la ausencia del General Castilla llegó la noticia «de la derrota de la vanguardia del General Paz» y de la declaración de guerra del Paraguay y Corrientes a Buenos Aires. «Estas noticias – informó el diplomático brasileño – habrían influído en la opinión de este Gobierno, pues que en la primera entrevista que tuve con el Ministro después del regreso a Lima del Presidente, aquel me observó que no estaba en las atribuciones del Ejecutivo reconocer a otra Potencia, lo que exclusivamente correspondía hacerlo al Congreso porque estaba dentro de sus facultades». Respondí al canciller que «el acto de reconocimiento de la Independencia de otra Nación es un acto extremo que no envuelve responsabilidad para el País que lo hace y que no necesita de la intervención del Poder Legislativo donde existe esta forma de Gobierno». Un ejemplo reciente era el reconocimiento de la independencia de Tejas sin ninguna participación parlamentaria. (6)

La respuesta de Paz Soldán le pareció a Souza Ferreira «una mera evasiva que ocultaba la verdadera razón» del cambio de actitud del ministro de relaciones exteriores. El agente imperial, conociendo que mientras Rosas tuviese a su favor alguna esperanza, aunque remota, el ministro de relaciones exteriores no quería asumir la responsabilidad del reconocimiento solicitado, porque podría dar origen a cuestiones desagradables con el dictador argentino, resolvió tener una entrevista con el presidente Castilla para hablarle sobre la petición formulada al canciller y manifestarle «que el Gobierno de S.M. Imperial al interesarse porque los demás Estados de América del Sur reconozcan «la Independencia del Paraguay, no cede a ningún impulso de interés personal sino que ve esa cuestión como de un interés común de todas las Potencias vecinas de las Provincias Argentinas». Aunque el Perú no sea limítrofe de éstas, no tiene menos interés en que «se conserve el equilibrio necesario entre todos los Estados de la América del Sur», conforme con la declaración de la independencia de cada uno y deluti possidetis adoptado por todos ellos. Este equilibrio «conviene a la conservación de la paz y al desenvolvimiento de la riqueza que encierra nuestro vasto Continente»; pero «si por la agregación del Paraguay a las Provincias Argentinas, éstas llegasen a adquirir una peligrosa preponderancia, no es fácil calcular las funestas consecuencias que inmediatamente podrían traer sobre la paz y seguridad de algunos de sus vecinos y particularmente sobre Bolivia y Perú». Existen fundadas razones de que la Confederación Argentina pretenda incorporar a su territorio la provincia de Tarija y el litoral boliviano del Pacífico, lo que si llegare a ocurrir, «el Perú se encontraría con un vecino cuya inmediación le podría traer incomodidades». (7)

Souza Ferreira insistió sobre el principio del equilibrio, cuyo rompimiento por parte de la Confederación Argentina presentó con caracteres alarmantes no sólo para las naciones limítrofes a este país sino también para el Perú. Estas razones y otras que expuso al general Castilla, que «alguna impresión» habrían causado al presidente peruano, le hicieron abandonar a éste «el sistema evasivo adoptado por su Ministro», manifestando al agente imperial «que el Paraguay debía negociar directamente ese reconocimiento y que si no quería mandar aquí un Ministro», podía remitir «alguna clase de autorización» al representante brasileño para que éste realice la gestión correspondiente. (7)

Después de esta conversación, Souza Ferreira consideró conveniente no dar paso alguno hasta tanto recibiese «la autorización del Gobierno del Paraguay». (9)

Como en casos análogos, el Barón de Cayrú remitió a Pimenta Bueno copia de la nota del encargado de negocios en Lima, del 25 de abril, relativa a las gestiones sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, con el objeto de que «haga de su contenido el uso discreto que fuere más conveniente, haciendo sentir al Presidente López cuánto convendría que fuese nombrado un Agente suyo en Lima para este fin y podrá asegurarle que encontrará éste de parte del Brasil todos los buenos oficios». (10)

Por su parte el representante imperial avisó al ministro de negocios extranjeros que daría cocimiento al presidente López del oficio de Souza Ferreira. (11)

* * *

Para dar cumplimiento a las resoluciones del congreso del 25 de noviembre de 1842 llegaba a Buenos Aires Andrés Gill, el 13 de febrero de 1843, como enviado especial del gobierno del Paraguay ante Juan Manuel de Rosas para gestionar el reconocimiento de la independencia. Era portador de la nota del 28 de diciembre de 1842 al dictador porteño y de las dirigidas, en la misma fecha, a otras naciones americanas y europeas.

López y Alonso no olvidaron en aquella ocasión a los Estados Unidos de América. Gill recibió también el encargo de mantener contacto con el representante del gran país del norte. El comisionado cumplió este punto de sus instrucciones, visitando en Buenos Aires a Amory Edwards, entonces cónsul de los Estados Unidos en la Confederación Argentina. El comisionado paraguayo manifestó a1 funcionario americano: «que su gobierno le ha ordenado visitar y expresar, en su nombre, al agente del gobierno de los Estados Unidos, residente en Buenos Aires, sus más amistosos sentimientos hacia el gobierno de los Estados Unidos, y de agregar que cualquier ciudadano americano, que quisiese visitar el Paraguay, será considerado y tratado a igual que un paraguayo. También el de expresar los deseos de ese gobierno de ver en sus aguas la bandera de los Estados Unidos. (12)

A pedido de Gill, Edwards transmitió estas manifestaciones al secretario de Estado, Daniel Webster, en nota de 1º de abril de 1843, y agregaba: «El Paraguay es el centro de este continente y probablemente su parte más fértil. Por treinta años cerrado a toda comunicación con sus vecinos, este país se mantuvo libre deguerras civiles, y ahora cuenta con casi 1.000.000 de habitantes y 80.000 hombres alistados en sus milicias. Limitando al N.O. con Bolivia, al E. y S. con las provincias de la Confederación Argentina y al E. y N. con el Brasil, el Paraguay pronto debe ejercer una influencia muy importante en la política de los Estados sudamericanos, que han estado en continuas guerras civiles durante los ultimos años.

«El Paraguay podría recibir de los Estados Unidos una gran cantidad de manufacturas de algodón y trigo, dando en cambio cueros secos, café, índigo, etc. ... EL agente del gobierno de los Estados Unidos, en esta ciudad, es el único a quien el señor Gill tenía instrucciones de visitar oficialmente...». (13)

Así se estableció el primer contacto del Paraguay con los Estados Unidos de América, como una consecuencia de la política de aproximación promovida por los cónsules, después de la muerte del Dr. Francia. Si amistosos fueron los sentimientos expresados por Gill, las apreciaciones de Amory Edwards, en ciertos aspectos exagerados, encerraban indudable simpatía hacia el Paraguay y una clara visión de la posición de la república en el concierto de los pueblos del Río de la Plata. Este feliz acercamiento, iniciado con los auspicios más promisorios, debía fructificar con el tiempo, superando obstáculos ocasionales y pasajeros, en una amistad firme entre los dos países, ligados por un destino común de progreso, democracia y libertad.

A la misión de Gill siguió la de Manuel Pedro de Peña, quien el 6 de setiembre de 1843 partió de Asunción para Buenos Aires. Así como su antecesor fue portador de oficios en los cuales los cónsules solicitaban el reconocimiento de la independencia. Uno de ellos estaba destinado al cónsul de los Estados Unidos. Decían López y Alonso: «El Gobierno Supremo de la República del Paraguay tiene el honor de dirigirse a S.E. el Señor Cónsul general de la gran Confederación Norteamericana cerca del Exmo. Gobierno argentino para poner en su noticia: que el soberano congreso general extraordinario de esta República reunido en 25 de Noviembre pp. declaró esplicitamente la independencia nacional, como lo reclamaba el voto uniforme de la nación, estableciendo asimismo el pabellón que hade cubrir nuestro cabotage, y demás buques nacionales de esta República. – El Gobierno que subscribe incumbido del deber de participar a las naciones amigas este feliz acontecimiento, siente el mas vivo placer de cumplir esta grata obligacion con el representante de la nacion mas feliz y liberal del nuevo mundo; y al mismo tiempo espera que V.E. tomará en consideracion los adjuntos documentos para ofrecerlos y recomendarlos al buen dicernimiento del Exmo. Gobierno nacional de los Estados Unidos para recabar por su órgano el reconocimiento de nuestra independencia, y demas actos que le subsiguen». (14)

Si el primer contacto con los Estados Unidos estableció Gill en su visita a Edwards, la nota de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, fue la primera dirigida por el gobierno paraguayo a un representante de la federación americana.

Las relaciones nacidas de esta suerte estaban lejos de seguir un límpido sendero, por donde pudiera estrecharse, sin obstáculos y dificultades, una cordial amistad, tal como corresponde a dos Estados soberanos, miembros de un mundo nuevo, empeñados en hacer efectivos los ideales de solidaridad, de bienestar, de justicia y de libertad. Si bien Edwards contestó la nota del 28 de agosto, diversos sucesos se opondrían a que los Estados Unidos reconociesen, de acuerdo con la orientacion de su política, la independencia del Paraguay. Sólo una década después, la patria de Washington dio cumplimiento a este acto de justicia, cuando el Río de la Plata se vio libre de la intervención anglofrancesa y de la opresión de los tiranos.

El 10 de noviembre Edwards remitió al secretario de Estado la comunicación del 28 de agosto, traducida al inglés. «El Paraguay por su posición central – insistió – tendrá siempre mucha influencia en los movimientos políticos de Sur América y el fuerte deseo de cultivar relaciones amistosas con el gobierno de los Estados Unidos espero que sea recíproco. La numerosa población de ese país constituirá un nuevo mercado para muchos artículos manufacturados americanos». (15)

Dos días después decía Peña al cónsul Carlos Antonio López: «Un Comodoro Norteamericano vino estos dias a Buenos Aires, el Cónsul, que también me dijo q. no era Ministro de su Nacion, le comunicó lo q. V.E. le había dirigido, respecto a la independencia, y se alegró infinito, diciendo q.e él pondria á conocimiento de su Gobierno, como q. a él, á falta de Ministro le correspondia, y no al otro, y que desde luego daba la enhorabuena al Paraguay». (16)

Al gobierno consular sucedió el régimen presidencial. Carlos Antonio López siguiendo la orientación de mantener relaciones con otros países, comunicó su asunción a la primera magistratura de la república, entre otros, al cónsul de Estados Unidos en Buenos Aires. (17)

Pimenta Bueno, en un extenso y variado informe, decía a Ferreira França: «Parece que los Estados Unidos en breve reconocerán la Independencia de esta República. Además de una nota de su Ministro en Buenos Aires, que así lo dio a entender, el cónsul que allí se encuentra escribe frecuentemente a este Gobierno... ». (18)

Sin embargo, los hechos no ocurrieron así. Aunque los diplomáticos americanos miraron con simpatía la independencia del Paraguay, el gobierno de Washington procedió con cautela en la cuestión. Sin oponerse al reconocimiento no se decidía a tomar una resolución firme sobre el particular.

En los primeros días de noviembre de 1845, llegaba a Asunción por el camino de la Recoleta, Eduardo Augusto Hopkins, rubio y apuesto joven de veinte y tres años, el primero que en calidad de agente especial de los Estados Unidos de América visitaba el Paraguay. Impetuoso y arrogante, emprendedor y quijotesco, Hopkins se vinculó a la vida del país. Sus relaciones con el presidente López, francas y benévolas por muchos años, desembocaron con el tiempo en un áspero rompimiento, que torció la realización de su propósito, tendentes a la «modernización del Paraguay y su conversión en emporio de producción». (19)

Este «soñador inmoderado», después de regresar del Río de la Plata, donde oyó hablar de «un país enigmatico denominado Paraguay, cuyo futuro alentó sus proyectos de progreso, fue dado de baja de la marina. El 10 de junio era designado agente especial de los Estados Unidos en Asunción. (20)

Ese mismo día James Buchaman, a la sazón titular del Departamento de Estado, firmó las instrucciones por las cuales se recomendaba a Hopkins seguir viaje al Paraguay, lo antes posible y por el camino más rápido. (21) Las mismas instrucciones continuaban expresando: «Este interesante país hasta el presente no ha recibido de los Estados Unidos toda la atención que exije su importancia. Debemos empeñarnos con vigor y actividad en reparar lo que pudiéramos haber perdido con la demora. Ud. se dará cuenta por las adjuntas copias de los despachos de Amory Edwards, nuestro antiguo Cónsul en Buenos Aires, y por las de los del Comodoro Turner, que el Gobierno del Paraguay se ha mostrado ansioso de mantener las más amistosas relaciones con los Estados Unidos. El Presidente de aquella República manifestó su deseo de que nosotros reconociésemos la independencia de la misma, considerándola como un miembro de la familia de las naciones, y, de cultivar con los Estados Unidos una amistad muy íntima, antes que con cualquier otra nación. – Estas cordiales disposiciones del Gobierno del Paraguay y las expresadas al Comodoro Turner en noviembre de 1843, por el Sr. Gill,su ministro plenipotenciario en Buenos Aires, no han recibido, por circunstancias especiales, la atención que merecían. – Una vez en Asunción, Ud. deberá asegurar al Presidente del Paraguay el hondo interés que siente el Gobierno Norteamericano por el éxito y prosperidad de su país. Esta nueva y libre República, que ha aparecido hace pocos años en el continente americano y ha asegurado sus derechos a una existencia independiente, no puede dejar de atraer profundamente las simpatías del pueblo americano. Al expresar estos sentimientos puede Ud. informarle que los Estados Unidos no buscan ventajas comerciales en sus intercambios con las otras naciones... Buscará Ud. la oportunidad para llamar la atención del Gobierno del Paraguay sobre el peligro de complicarse en alianzas embarazosas, o en acordar ventajas comerciales a un solo país, en perjuicio de los demás. Sobre este particular, Ud. puede recordar cuál ha sido la política de los Estados Unidos y los felices resultados que ha obtenido. El Paraguay, siguiendo esta misma política, se hará amigo de todas las naciones, en vez de despertar el celo de las mismas, con excepción de la nación favorecida.

«El Presidente (de los E.E.U.U.) – continúan expresando las instrucciones – esta deseoso de obtener informaciones auténticas sobre la naturaleza de la pretensión de Buenos Aires de incorporar al Paraguay a la República Argentina, así como con respecto a la navegación exclusiva del Río de la Plata. Es la intención del Gobierno argentino reducir al Paraguay, luego de haber gozado independencia durante la dictadura del Dr. Francia y del Gobierno actual, a un Estado dependiente de la Confederación Argentina? Es propósito de Buenos Aires excluir al resto del mundo de todo intercambio comercial con el Paraguay? Ud. puede asegurar a las autoridades del Paraguay que el Gobierno de los Estados Unidos, si ello fuere necesario, interpondrá sus buenos oficios ante el de Buenos Aires para inducir a éste a abrir el gran río al comercio de las demás naciones... Si ese Gobierno se desenvolviera con orden regular, manteniendo los derechos y cumpliendo los deberes de un Estado independiente, más aun, si fuese tratado como tal por las naciones vecinas, el Presidente (Polk) no dejaría de recomendar al Congreso de los Estados Unidos, en su próxima sesión, el reconocimiento de su independencia. Si en opinión de Ud., ese país hubiese adquirido la firmeza y la estabilidad de un Estado independiente, Ud. puede sugerir que el Presidente verá con placer la presencia de un agente diplomático del Paraguay en los Estados Unidos, para la fecha de la próxima reunión del Congreso en diciembre; y que, no tiene la menor duda, que este esclarecido cuerpo reconocerá la independencia de esa República. El Presidente estará entonces preparado para entrar en arreglos comerciales con el Paraguay, en los términos más liberales. – Pero, para comprometer al Presidente en la cuestión del reconocimiento de la independencia del Paraguay, Ud. debe estar bien seguro, luego de haber obtenido con prudencia y perseverancia, las informaciones a su alcance, que el Paraguay es en afecto una nación independiente y capaz de mantener su independencia... ». (22)

Las instrucciones recomendaban, además, que Hopkins se informara acerca de la población, producción y comercio, fuerzas militares y organización política del Paraguay. Hopkins debía proceder con prudencia y cautela y no dar a conocer su calidad de «agente de gobierno» sino en caso de imprescindible necesidad.

Las normas dictadas por Buchanan estaban inspiradas en un sentimiento de fraternidad y mostraban el interés de los Estados Unidos de América por el Paraguay. Los principios liberales profesados por la gran república del norte orientaban esta aproximación hacia el lejano país mediterráneo, enclavado en el centro del continente, entre sus ríos caudalosos, sus ricos bosques y praderas, separado del mundo por la larga dictadura del Dr. Francia y negada su existencia por Rosas. Las instrucciones consideradas en sí mismas, en su esencia, en su espíritu, eran alentadoras, cordiales y de proyecciones ventajosas para el futuro, Por otra parte, el envío de un agente especial significaba el reconocimiento defacto de la existencia del Paraguay, como Estado independiente. (23)

El gobierno de Washington, sin embargo, no desarrollaba a este respecto una política firme y positiva. Otros sucesos preocupaban su atención, «Como se ve, – escribe Ynsfran – la misión de Hopkins era puramente informativa. Los Estados Unidos no se proponían modificar su pasividad expectante en las cuestiones del Río de la Plata, a pesar de la inquietud que les causaba la intervención anglo-francesa contra Rosas. En aquel entonces una crisis mucho más urgente, el conflicto con México sobre Texas, absorbía la atención del gobierno de Washington, Este ciertamente no se desinteresaba de la suerte de las repúblicas rioplatenses, pero no intentaba tampoco tomar participación activa en las complicaciones de aquella lejana zona del Hemisferio». (24)

Desde Asunción, Hopkins elevó su primer informe al Departamento de Estado, a fines de noviembre de 1845, en un extenso e importante documento, pero con frecuentes errores e inexactitudes. El entusiasmo desbordante de Hopkins y sus simpatías por el Paraguay despertaron el vuelo febril de su imaginación.

La comunicación del agente americano recuerda la vibrante nota del 4 de setiembre de 1825 de Antonio Manuel Correa de Cámara, el único representante extranjero que fue recibido por el dictador Francia, documento en el cual el enviado del Brasil, llevado por su entusiasmo, no vaciló en formular afirmaciones favorables y rotundas sobre la población, riquezasy poder del Paraguay. (25)

Hopkins vio al pueblo paraguayo como al «más extraordinario en todo respecto... sencillo y sin afectación en sus costumbres, hospitalario en el más alto grado... perfectamente dispuesto a defender su independencia o perder la vida»; y consideró sus manufacturas como «superiores a las de cualquier otro pueblo de este continente». La seguridad del país era completa según Hopkins. El sentimiento contra Rosas era fuerte; ante la política agresiva de éste, «la tolerancia ya no sería virtud sino crimen»; el Paraguay ofrecía así «un ejemplo digno y glorioso que nunca ha conocido la historia del mundo... y si recibe ayuda, será la nación más rica a la vuelta de pocos años, como es hoy la más industriosa sobre la faz de Sur América; y se hará igual a nosotros en la misma proporción si se difunde en su suelo la luz de nuestras leyes, instituciones y derechos igualitarios». Llamó la atención de Hopkins la predisposición de los paraguayos «a favor de los Estados Unidos» y agregaba que después del régimen de aislamiento del Dr. Francia, «reciben a todos los extranjeros con los brazos abiertos, pero a los norteamericanos con un gozo y una cordialidad mucho mayores que a todos los demás. He encontrado aquí muchas personas que conversaron conmigo sobre mi país, familiarizadas con los nombres de William Penn, el General Washington, Hancock, Adams, Benjamín Franklin y otras figuras conspícuas de nuestra revolución, en tanto que en el interior del Brasil he tenido que decir a todos los que encontraba dónde estaba situada Norte América». (26)

En lo referido hasta ahora del informe, se encuentra marcada semejanza con lo expresado por Correa da Cámara, en la nota antes aludida. También llamó la atención de éste «la tendencia tan digna de envidia y tan abiertamente pronunciada» de los paraguayos hacia el Brasil. Así mismo el cónsul imperial estimaba que los recursos del Paraguay aumentarían prodigiosamente en pocos años de un comercio con su país, y que, el Paraguay era, después del Brasil, «la primera potencia de la América del Sur». (27)

Al referirse al presidente López, Hopkins escribía: «no tiene gabinete que le asesore, salvo que él deseare nombrar alguno. Es supremo. Puedo decir fundamente que es el único hombre que, con la colaboración de Don Andrés Gill, ha establecido la Constitución, dictado las leyes y realizado un cambio maravilloso en el corto tiempo de tres años. Así, vemos que todavía puede hacerse mucho; y numerosos rasgos del sistema feudal de la vieja España subsisten entre los paraguayos. Aunque estos individualmente son tan libres como los más en el mundo, el Gobierno metropolitano es algo despótico en su política y exterioridades... El presidente es hombre talentoso en alto grado; posee mucha determinación de carácter, buena información, alguna tenacidad, y una viva sensibilidad para el peligro de que se le tome por ignorante». (28)

El 8 de noviembre, día de su llegada, Hopkins mantuvo una entrevista con el presidente López. La conversación no satisfizo las aspiraciones del mandatario paraguayo. Don Carlos dio a conocer esta entrevista a Pimenta Bueno, quien informó a su gobierno: «El Presidente, que probablemente esperaba cosa que más le interesase, después de preguntarle (a Hopkins) por tres veces, si traía otros encargos y de oír la respuesta negativa, le dijo, que en vista de la naturaleza de su comisión podía darla por concluida; que el Paraguay no tenía que revelar su estado doméstico para obtener el reconocimiento de su Independencia; que actualmente no se cuidaba de exigirlo y sí de combatir para hacerlo real y efectivo; que si pereciese en la lucha estaba todo decidido; que si triunfase quedaría solemnemente independiente; que entonces sin exigencias pensaría sobre las relaciones que conviene abrir con los Estados Unidos; que actualmente no podría prever aun cual sería su política al respecto de la intervención; que, entretanto, mucho agradecía la buena voluntad de los Estados Unidos, y así despachó a Hopkins». (29)

Carlos Antonio López expresó categóricamente su propósito de mantener la independencia de la república, y que, si era necesario, daría una lección a Buenos Aires. En esa misma época, el 11 de noviembre, ajustó con Corrientes un tratado de alianza ofensiva y defensiva contra Rosas, y el ejército nacional se aprestaba a intervenir en la guerra.

La decisión paraguaya alarmó a Hopkins, para quien Rosas era el campeón contra el imperialismo europeo, representado en el Río de la Plata por la intervención anglofrancesa, «Si el Paraguay apela a las armas – decía – puede hacer de Rosas lo que quiera, Puede poner en campaña 80.000 hombres, y hombres excepcionalmente atléticos y endurecidos para toda clase de penurias y habituados a una pronta obediencia». (30) La cifra recuerda la dada por Edwards a Webster en la nota del 1º de abril de 1843.

El 9 de noviembre Hopkins visitó a Pimenta Bueno, quien, según el «informe del 31», le manifestó que el Imperio se oponía a la intervención; que Inglaterra y Francia habían desnaturalizado los propósitos del Brasil; que «ahora Inglaterra deseaba acaparar el comercioy Francia convertir a Montevideo en una colonia; y que el Imperio, por tanto, buscaba el rechazo de la intervención y consideraba la caída de Rosas como una posibilidad calamitosa para la causa de América. De ahí la necesidad, añadió el diplomático brasileño, de impedir la colaboración del Paraguay en la destrucción de Rosas»; que el Brasil ayudaba al Paraguay con el objeto de que Rosas reconociese su independencia y le permitiese la navegación por el río Paraná. «Para Pimenta Bueno la solución dependía de los Estados Unidos». Hopkins le contestó que la política americana consideraba también así la cuestión. El agente imperial al escuchar esta manifestación de su interlocutor «le estrechó conmovido la mano». (31)

No es verosímil lo que Hopkins atribuye a Pimenta Bueno con relación a la caída de Rosas y al papel de los Estados Unidos en la solución de la controversia con Buenos Aires, teniendo en cuenta la política del Imperio y la actuación del agente brasileño en el Paraguay. Ynsfran cree fundamente que Hopkins «expresaba sus propias ideas y deseos y los ponía en boca del otro». (32) Si tenaz fue la oposición de Pimenta Bueno a la política absorbente de Rosas y la de la Corte de San Cristóbal, también al diplomático brasileño preocupaba el predominio que los Estados Unidos podrían alcanzar en el Paraguay, donde el Brasil tenía intereses que sustentar. En este sentido previno a su gobierno: «Los Estados Unidos harán cuanto pudieren para ejercer toda la influencia sobre esta República y dominar su comercio y exclusivamente la navegación a vapor». (33)

En su entrevista con Pimenta Bueno, Hopkins solicitó la colaboración de éste «para llevar a buen término su misión», agregando que para el efecto «esperaba recibir plenos poderes de Washington para obrar de conformidad con ellos e ir al Río de la Plata, si preciso fuere». El agente brasileño informó de esta conversación a la corte de Río de Janeiro: «En vista de esto – escribía – le pregunté (a Hopkins) si qué podía ofrecer al Presidente de parte de los Estados Unidos para interesarlo, si podía asegurarle al menos el reconocimiento formal y absoluto de la independencia y no como una contingencia. Me respondió que no solamente eso sino también la mediación Americana entre el Paraguay y Rosas. Le pregunté cómo es que no había declarado lo mismo al Presidente? Me replicó que queriendo tener primeramente algún conocimiento de sus ideas y esclarecimientos, si fuese posible, tuvo una respuesta tan perentoria y desagradable que no hubo tiempo de hacerlo en el misma acto... Tratamos que él redactase una nota... le prometí que yo iría a conversar con el Presidente para predisponerlo. Además de eso él tomó el expediente de fechar y firmar su discurso de presentación». (34)

Así nació la mediación ofrecida por Hopkins al gobierno de Asunción, destinada a «terminar en uno de los más geniales y estrepitosos atentados de la historia diplomática», al decir de Ynsfran. El enviado americano al mismo tiempo que quería satisfacer al presidente López, también tenía el deseo de salvar a Rosas, a quien creía en peligro, dada la actitud beligerante del Paraguay. El 11 de noviembre, el mismo día de la firma de la alianza con Corrientes, entregó al primer mandatario una nota fechada el día anterior, en la cual entre otras cosas, decía: «El próximo Congreso de los Estados Unidos reconocerá la independencia del Paraguay, e inmediatamente después procederá a proponer arreglos que deban seguir naturalmente. – El abajo firmado también se complace grandemente en informar a su Excelencia, que está autorizado a ofrecer la mediación de los Estados Unidos a los Gobiernos del Paraguay y Buenos Aires, a fin de que se pueda llegar a un ajuste amistoso de las dificultades que actualmente interrumpen la armonía entre ellos, sobre bases útiles y honorables para ambos». (35)

Al dar este paso Hopkins se apartaba de sus instrucciones, No estaba facultado para ofrecer una promesa formal de reconocimiento de la independencia del Paraguay. Si en esta cuestión se excedió en lo relativo a la mediación estaba completamente fuera de lugar. Esas instrucciones ni siquiera mencionaban tal ofrecimiento. Sus gestiones fracasaron, culminando su «desatino» en una nota de cargos a Rosas, que él personalmente dejó a Manuelita, «la linda doncella de Palermo», para ser entregada a Rosas, momentos antes de embarcarse para Montevideo. El insospechado documento produjo sus «efectos devastadores». Y con esta «descomunal herejía diplomática». Eduardo Augusto Hopkins coronó su primera misión en el Paraguay. (36)

Si los Estados Unidos desconfiaban de la influencia anglofrancesa, Rosas, que se oponía a ella, supo sacar ventajas de los recelos del gobierno americano, al evitar que éste reconociese por entonces la independencia del Paraguay. El general Carlos de Alvear, ministro argentino en Washington, decía al Departamento de Estado, el 1º de noviembre de 1845, en la misma época en que Hopkins se encontraba en el Paraguay, que esta república formaba parte de la Confederación Argentina, y que los Estados Unidos no debían anticiparse a reconocer la independencia de dicha república, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los propósitos de la intervención europea en el Río de la Plata consistía en dar validez a esa segregación. «Calcularéis muy bien – expresaba – el efecto moral que debía producir, ver en las circunstancias presentes a los Estados Unidos, unirse con aquellas naciones europeas (Inglaterra y Francia) sobre esta medida...». Alvear agregaba que el Paraguay carecía de minas, que su población no llegaba a doscientas mil almas; que su civilización era «mucho mas atrasada que el resto de América del Sud»; que si Inglaterra ha demostrado deseos de penetración en este país para «apoderarse tal vez si le fuese posible, de su Gobierno o de su influencia», debe atribuirse a que descubrió que en el Paraguay, dentro de América del Sur, «sólo se da y cultiva notoriamente el algodón cut soa (sic)», que únicamente producen los Estados Unidos, con la intención de fomentar su cultivo y adquirir este producto de otro país y no de la Unión Americana. (37)

La presentación del agente de Rosas no carecía de habilidad al estimular el recelo de los Estados Unidos ante el peligro del imperialismo europeo. Desde luego no cayó en el vacío. El 6 de abril de 1846 decía a Guido, ministro argentino en Río de Janeiro: «Este gobierno a desistido completamente por aora de reconocer la Yndependencia del Paraguai deseoso como esta y desidido no solo a no ponernos ningun obstaculo, si no tambien a prestarnos toda su opinion y fuersa moral en la cuestión anglo francesa». (38)

Como advertía Alvear, la decisión norteamericana no era definitiva. La política internacional de los Estados Unidos propugnaba el reconocimiento de la independencia de todos los gobiernos que hubiesen demostrado al mundo ser independientes defacto. Respecto al Paraguay ese reconocimiento sólo se había suspendido por miramiento a la Argentina y en consideración a la «heroica lucha» sostenida por ella contra la intervención armada de la Gran Bretaña y Francia». En este sentido instruía Buchanan a Guillermo Harris, encargado de negocios de la Unión en Buenos Aires, recomendándole, además, que preparase al gobierno argentino sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, que «se hará en el momento apropiado... sin la menor atención o predisposición de poner trabas a los derechos de la República Argentina». (39)

Esta posición de los Estados Unidos no cambió con las gestiones del Brasil a favor de la causa del Paraguay. Ellas sirvieron para con firmar la política americana con relación a Rosas y a la república aludida.

El 2 de febrero de 1846, Gaspar José Lisboa, ministro del Brasil en Washington, recibió la circular del 24 de noviembre. Para dar cumplimiento a la orden de su gobierno, tres días después mantuvo una entrevista con el secretario de Estado, James Buchanan. Explicó al funcionario americano las características y aspiraciones del Paraguay, refiriéndose a las instrucciones que había recibido para gestionar el reconocimiento de ese país por el gobierno de los Estados Unidos. (40)

Buchanan escuchó atentamente al diplomático imperial, pero observó que el ministro argentino, general Alvear, «le había informado que la población del Paraguay no pasaba de cien mil almas». Lisboa le respondió «que el Gobierno de Buenos Aires poco o nada sabía del Paraguay con el que no tenía relaciones políticas o comerciales, hacía más de treinta años; que el Paraguay, ya durante el dominio español, era una de las Provincias del Virreinato más pobladas; que después de su independencia, hace más de treinta años, su población había aumentado considerablemente, tanto por su clima ameno, salubridad del país y facilidad de obtener los medios de subsistencia, como por la constante emigración de las Provincias argentinas, continuamente flageladas por la guerra civil, entre tanto que el Paraguay se conservaba en la más perfecta tranquilidad». (41)

El secretario de Estado tomando nuevamente la palabra, dijo: «que el Gobierno de los Estados Unidos estaba dispuesto a reconocer la independencia del Paraguay, pero que no deseaba ser el primero en dar este paso, porque sería contrario a su política, seguida en casos análogos». Lisboa le replicó que el gobierno de Washington no sería ciertamente el primero, ya que el del Brasil lo había hecho anteriormente y que era probable que en breve los gabinetes de Londres y París adoptasen la misma determinación». Buchanan pidió entonces a Lisboa que le pasase una «comunicación escrita» sobre la cuestión. (42)

Limpo de Abreu remitió copia de la comunicación del representante en Washington a Pimenta Bueno,(43) quien la dio a conocer al presidente López. Este se mostró satisfecho por los buenos oficios del Brasil a favor del Paraguay. (44)

Lisboa, accediendo a la solicitud del secretario de Estado, redactó una nota, aprovechando las «luminosas informaciones» de la circular del 24 de noviembre, que entregó a Buchanan el 17 de febrero. (45) La representación estaba redactada en francés y en ella se reproducían los argumentos justificativos de la causa del Paraguay, tan claramente expuestos en la aludida circular. Terminaba expresando: «El abajo firmado tiene el honor de dirigirse al Señor Secretario de Estado James Buchanan, para llamar su atención sobre el contenido de esta nota y le ruega tenga a bien llevarla al conocimiento del Presidente y de informar a Su Excelencia que el acto del reconocimiento de la independencia y soberanía de la República del Paraguay por los Estados Unidos será considerado por la Corte Imperial del Brasil como un testimonio de benevolencia hacía los nuevos Estado de América del Sur». (46)

Luego de esta presentación, Lisboa estuvo nuevamente con Buchanan el 12 de marzo, en cuya ocasión preguntó al secretario de Estado, si el gobierno de Washington había adoptado alguna resolución sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay. El funcionario americano contestó que aún cuando «el Gobierno de los Estados Unidos desease sinceramente reconocer la independencia del Paraguay y establecer relaciones de amistad con esta nueva República, juzgaba, con todo, que no sería conveniente hacerlo en este momento, porque no quería dar motivo de queja alguna al Gobierno de Buenos Aires». Lisboa observó entonces que si se tuviese que esperar a Buenos Aires, el reconocimiento aludido nunca se haría, ya que Rosas era decididamente contrario a él, Buchanan replicó «que el Gobierno de los Estados Unidos ciertamente no esperaría por el Gobernador de Buenos Aires para reconocer la independencia del Paraguay, pero que no juzgaba político efectuarlo en este momento, porque le constaba que el Paraguay había ajustado un Tratado de alianza con Corrientes para hacer la guerra a Buenos Aires en combinación con las potencias interventoras, y que el reconocimiento de su independencia por el Gobierno de Washington en esta coyuntura, naturalmente daría un motivo de queja al Gobernador Rosas, que con tanto heroísmo está resistiendo las pretensiones de los dos Gobiernos Europeos; que tal vez alterase la buena inteligencia que actualmente existe entre los Estados Unidos y la Confederación Argentina y destruyese la influencia que el Gobierno de Washington podrá ejercer en bien del restablecimiento de la paz y de la libre navegación del Río de la Plata, que era lo que todos deseaban». Lisboa volvió a observar a su interlocutor que la alianza del Paraguay con Corrientes, de la cual no había certeza, fue una consecuencia de la conducta de Rosas, que no sólo desconoció la independencia de esa república, sino que ahora amenazaba invadir su territorio, y que el mismo Rosas no permitiría la navegación de los ríos Paraná y Uruguay, pues esta «medida destruiría la influencia absoluta que él ejerce en las Provincias del interior de la Confederación». Buchanan aseguró que la alianza del Paraguay con Corrientes era real «y que de no existir este incidente el Gobierno de los Estados Unidos ninguna objeción tendría en reconocer ya la independencia política de aquel país». La entrevista terminó con la declaración de Lisboa de que escribiría a su gobierno para dar cuenta del estado de las negociaciones. El secretario de Estado manifestó que sería más conveniente suspender esa correspondencia, porque antes de la partida de Harris, designado encargado de negocios en Buenos Aires, deseaba nuevamente conversar con el agente brasileño. (47)

La exposición de Lisboa mereció la aprobación del Barón de Cayrú, quien al comunicar esta conformidad al agente en Washington, agregó: «Voy a transmitir el extracto de su oficio en la parte relativa al Paraguay al Encargado del Negocios del Imperio allí residente para hacer de él la conveniente comunicación al Presidente Carlos Antonio López y adjunto hallará V.S. copiado el oficio que sobre el mismo dirigió a mi antecesor el Ministro del Brasil en Portugal, con el cual ese Gobierno tendrá la certeza que él no será el primero en reconocer la Independencia del Paraguay. Las otras Legaciones aún no recibieron respuestas tan satisfactoria como la referida». (48)

El mismo ministro de negocios extranjeros al dar a conocer a Pimenta Bueno la correspondencia del encargado de negocios del Imperio en Hamburgo y del cónsul general en Bruselas sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, terminaba así su comunicación: «En Oficio Reservado Nº 3 nuestro Ministro en Washington también asevera que continuaba insistiendo en el negocio; y como las dudas eran el no querer aquel Gabinete dar el primer paso y esperar el resultado de las negociaciones de Mr. Hopkins, debe esperarse que el Reconocimiento formal hecho por el Gobierno Fidelísimo y el ningún resultado de la misión referida, decidan al Gobierno Norteamericano a tomar la determinación que de él se reclama». (49)

El agente imperial en Asunción informó al presidente López de la noticia transmitida por el Barón de Cayrú, así como de otras remitidas por las legaciones brasileñas en diversos países. Don Carlos Antonio se mostró muy agradecido «y agregó, que no había duda, que mucho debía al Brasil». (50)

El 17 de abril, Lisboa mantuvo nuevamente una conferencia con el secretario de Estado, en cuya ocasión le expresó que el gobierno imperial suponiendo probable que la misión de Hopkins en Buenos Aires no tendría éxito, dada la tenaz oposición de Rosas a reconocer la independencia del Paraguay y a franquear la navegación del río Paraná, le «había encargado ofrecer su cooperación al Gobierno de los Estados Unidos con el fin de establecer sus relaciones con la República del Paraguay». (51)

Buchanan que ya estaba informado de las andanzas de Hopkins, contestó al diplomático imperial que el aludido agente norteamericano había sido enviado al Paraguay antes de la intervención armada de la Gran Betaña y Francia en el Río de la Plata, «sólo para obtener informaciones exactas sobre el estado de aquel País, pero que no llevaba misión alguna para reconocer la independencia del Paraguay ni para ofrecer la mediación de los Estados Unidos en sus diferencias con Buenos Aires; que si él hubiese obedecido las instrucciones que le fueron expedidas posteriormente, debía estar ya de regreso a los Estados Unidos; que del mismo modo Mr. Brent, ex encargado de negocios en Buenos Aires, había hecho protestas y ofrecido la medicación de los Estados Unidos sin estar competentemente autorizado para obrar así; que era cierto que el Gobierno de Washington estaba dispuesto a reconocer la independencia del Paraguay, pero que no juzgaba conveniente hacerlo en este momento». Para justificar esta actitud el secretario de Estado repitió que el Paraguay había concertado una alianza con Corrientes y declarado la guerra a Buenos Aires y en esas circunstancias una determinación de los Estados Unidos en el sentido solicitado por el Brasil daría un motivo de queja a Rosas «con quien el Gabinete de Washington estaba en la mejor inteligencia y deseaba continuar así». (52) ¡Paradojas de la historia! ¡Las democracias cordializando con las dictaduras por no molestarlas en el ejercicio de la opresión! Si bien Rosas resistió al imperialismo europeo, representado por la intervención anglofrancesa en el Río de la Plata, hizo lo que todo gobernante hispanoamericano haría en circunstancias semejantes. Ningún país de los desprendidos del dominio español admitiría un nuevo sometimiento a las potencias del viejo mundo. La oposición a la recolonización era una conciencia fuerte y viva desde el Río Grande hasta el Cabo de Hornos.

El secretario de Estado también habló a Lisboa de la libre navegación del Paraná. Sobre el particular le dijo «que él pensaba como el Gobierno Brasileño, esto es, que el Gobernador Rosas jamás la permitiría de buen grado; pero que le parecía imposible que él pudiese persistir en su negativa, una vez que todas las Potencias, inclusive los Estados Unidos, estuviesen decididas a obtener esta ventaja». (53) Por su parte el diplomático brasileño observó a Buchanan «que el Gobierno de Buenos Aires tenía el derecho de negar la libre navegación del Paraná a las Potencias Europeas», poseedor como era de ambas margenes de ese río hasta Corrientes; no podría impedir la libre navegación hasta cierta altura, dada la anchura de la arteria fluvial, pero sí en las zonas en que el canal era estrecho, lo que ocurría a medida que la corriente se alejaba de la desembocadura. (54)

De su conversación con el secretario de Estado, Lisboa dedujo que «Mr. Harris no llevó instrucciones para proponer al Gobierno de Buenos Aires la mediación del Gabinete de Washington», pero se inclinaba a creer que hubo ese proyecto y suponía que se desistió del mismo «porque el Ministro Argentino declaró a Mr. Buchanan que el Gobernador Rosas jamás permitiría la libre navegación del Paraná», y los gobiernos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que desean obtener esta ventaja, no querían dar un paso inútil, que si bien tuviese buen resultado para Buenos Aires, no satisfaga sus vistas e intereses.(55)

Por último, considerando la actitud del gobierno americano, al negarse a reconocer, por entonces, la independencia del Paraguay, el representante brasileño manifestó su manera de pensar acerca del procedimiento que debía adoptar la república para impulsar a los Estados Unidos a tomar una resolución favorable a la causa de aquélla. Lisboa decía en conclusión: «En cuanto al reconocimiento de la independencia del Paraguay, si el Gobierno de los Estados Unidos no lo hace dentro de un tiempo razonable, el Paraguay puede usar de un expediente, que espero producirá el efecto deseado, y es prohibir la entrada en su territorio a los Ciudadanos Norteamericanos, al misma tiempo de franquearla a los súbditos de las Naciones que hubiesen reconocido su independencia. Esta exclusión ha de naturalmente excitar el celo y los clamores de los emprendedores Norteamericanos y para hacerla cesar su Gobierno se verá en la necesidad de poner término a sus contemplaciones para con el Gobernador Rosas, estableciendo relaciones de amistad con la nueva República». (56)

El Barón de Cayrú no descuidaba al ministro en Washington, a quien trasmitía la correspondencia con la legación en Asunción, con el objeto de tenerlo al corriente de los sucesos relacionados con el Río de la Plata y Paraguay. Con la nota del 20 de junio de 1846 remitió a Lisboa copia del oficio de Pimenta Bueno a Limpo de Abreu del 30 de abril y la contestación de éste del 16 de junio. (57)

En la primera de las comunicaciones, Pimenta Bueno decía al ministro de negocios extranjeros que había recibido con bastante atraso el despacho reservado Nº 9, fechado el 22 de diciembre anterior. (58) En esta comunicación, por su parte, Limpo de Abreu informaba al agente en el Paraguay que el 19 del mes aludido había tenido una conferencia con Mr. Wise, ministro de los Estados Unidos, y agregaba que por comunicaciones anteriores, Pimenta Bueno habrá reconocido que Mr. Wise era un «fiel intérprete de los sentimientos de su gobierno cuando se muestra desafecto a la intervención europea en los negocios del Río de la Plata»; que tenía la convicción intima que dos motivos de interés propio, antes que «el amor a los principios», dirigía en esta cuestión la política del gabinete a Washington; uno de ellos era la supremacía que ese gobierno aspiraba tener en América del Sur, y el otro consistía en «no legitimar de ningún modo una intervención semejante» en sus cuestiones con la Gran Bretaña, como la del Oregón. (59)

Luego de hacer consideraciones sobre el tráfico de esclavos, Limpo de Abreu llamó la atención de Pimenta Bueno sobre la parte de la conversación referente a la independencia del Paraguay. «Es fuera de duda – agregaba – que el Gobierno de los Estados Unidos toma a pecho esta Independencia como también la navegación de los Ríos del interior de América. Inglaterra y Francia quieren lo mismo y a todas estas Naciones no guía o dirige, en esta cuestión, otro estímulo que su propio interés. A este interés serán sacrificados los principios, una vez que sea necesario... El Gobierno de los Estados Unidos está de acuerdo con el del Brasil en lo relacionado con la independencia del Paraguay, por eso en esta cuestión podemos contar con su concurso. Otro tanto no acontece con la navegación de los Ríos del interior de América. El Gobierno del Brasil seria muy perjudicado en el Amazonas y en otros Ríos, si esta navegación fuese contra su voluntad abierta por los Extranjeros. Por tales consideraciones, el Gobierno Imperial ha procurado reservar esta navegación; pero fácil es antever que en la sustentación de los principios que ha defendido tendrá en contra a1 Gobierno de los Estados Unidos, porque en esta cuestión los intereses de este Gobierno son diversos de los del Brasil. No obstante, el Gobierno Imperial no está resuelto a desistir de la política que se ha propuesto con relación a la mencionada navegación...» (60)

A esta comunicación respondió Pimenta Bueno con su mencionado oficio reservado del 30 de abril. Decía a Limpo de Abreu que enterado de los pensamientos del gabinete de Washington procuraría ceñir su conducta en sus relaciones con el gobierno paraguayo de acuerdo con aquella orientación. A su vez informó al ministro de negocios extranjeros que en un despacho Mr. Wise dijo a Hopkins «que en una entrevista con Guido éste le expresó como opinión suya, que pensaba que Rosas reconocería la independencia Paraguaya, sin duda alguna; que el tiempo había establecido claramente el derecho que el Paraguay tenía de ser reconocido independiente». En ausencia de Hopkins, su escribiente Baguet, abrió el oficio y dejó leer a Pimenta Bueno el párrafo transcripto. (61)

Indudablemente que Guido estaba equivocado. Desde luego su buena fe era dudosa, porque él más que nadie sabía las aspiraciones de Rosas. Este no cambió de política con relación al Paraguay. Durante su largo predominio no reconoció la independencia de la república. También era indudable que el tiempo había demostrado el derecho del Paraguay a ser considerado como nación independiente. Sin embargo de esta manifestación, que encerraba una verdad evidente, Guido continuó oponiéndose a la independencia del Paraguay, cumpliendo las órdenes del dictador de Buenos Aires.

Pimenta Bueno terminó su oficio expresando que los Estados Unidos harían cuanto pudiesen por ejercer su influencia sobre el Paraguay. (62)

En el despacho del 16 de junio el Barón de Cayrú decía a Pimenta Bueno que había causado «bastante disgusto al Gobierno Imperial» la noticia de que el presidente López desconfiada «de la lealtad de la política del Brasil».

En cuanto a la proposición formulada por el mandatario paraguayo, el canciller brasileño manifestó: «La alianza que él deseaba concertar con nosotros se hubiera realizado si no fuera por haberse apresurado a firmar otra con Corrientes, declarando la guerra a la Confederación Argentina. Este precipitado paso imposibilitó al Gobierno Imperial dar curso a la negociación de un Tratado semejante, pues ya entonces había declarado guardar una estricta neutralidad en la lucha que infelizmente continúa en las Repúblicas de la citada Confederación Argentina y del Estado Oriental del Uruguay; debía respetar los principios que había proclamado. Entretanto, el presidente López puede tener la certeza de que el Gobierno Imperial toma el mayor interés por la independencia del Paraguay». (63) La alianza con Corrientes era la misma causa alegada por los Estados Unidos para no reconocer la independencia del Paraguay.

El barón de Cayrú consideró interesante los documentos remitidos por Pimenta Bueno, «que muestran la razón por qué el Presidente López rescindió la alianza con Corrientes, no admitiendo la negociación de la que vino encargado D. Juan Baltazar Acosta... ». Informó además al representante imperial que la misión de Hopkins ante Rosas no había tenido éxito, y que el agente de los Estados Unidos regresó a su patria. «Quedo enterado – agregó – de lo que V.M. participa sobre la opinión del general Guido a este respecto, la cual le ha causado ya muchas censuras en laGaceta Mercantil de Buenos Aires». (64)

El mismo barón de Cayrú transmitió a Pimenta Bueno la nota de Lisboa del 21 de abril sobre la conferencia mantenida por éste con Buchanan, juntamente con otra del cónsul brasileño en Bruselas, para hacerlas «llegar al conocimiento del Presidente López» y mostrarle «cuánto el Gobierno Imperial se interesa por el buen resultado» de las gestiones sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay. (65)

El agente brasileño informó que Don Carlos continuó agradeciendo al gobierno imperial las reiteradas pruebas de interés por la república, pero que desconfiaba, cada día más, de los Estados Unidos. (66)

En Washington, Lisboa no dejó de insistir en sus gestiones, pero encontró reiteradamente la evasiva circunstancial del departamento de Estado. En una entrevista, Buchanan declaró al diplomático brasileño, que si bien Hopkins había traído informes favorables sobre el orden y la prosperidad del Paraguay, «el Gobierno de Washington juzgaba conveniente suspender por ahora el reconocimiento explícito de la independencia de aquel país». Insistió el canciller americano que esa medida se debía a que el Paraguay había «tomado partido con Corrientes y las Potencias interventoras contra él Gobierno de Buenos Aires» y que mientras durase esa alianza «el Gobierno de Washington no participaría en un acto que podría ser interpretado como favorable a los Interventores y contrario al Gobierno de Buenos Aires». (67) En la conferencia del 24 de agosto, Lisboa informó al secretario de Estado que la alianza de esta república con Corrientes estaba disuelta y que el presidente López había ordenado el retiro de las fuerzas paraguayas de territorio argentino. En consecuencia, habiendo desaparecido la causa para el reconocimiento de la independencia del Paraguay, propuso nuevamente que el gobierno de Washington practicase ese «acto de benevolencia y justicia para con aquel País». Buchanan respondió reiterando que sin la alianza del Paraguay con Corrientes «para hacer la guerra al Gobernador de Buenos Aires a favor de las Potencias interventoras» el reconocimiento de la independencia de la república se hubiera presentado en la última sesión del congreso; que según noticias recibidas de Europa, pronto se arreglarían las dificultades del Río de la Plata y que entonces el gobierno de los Estados Unidos reconocería la independencia del Paraguay. (68)

Buchanan estaba equivocado al afirmar e insistir que la alianza firmada entre el Paraguay y Corrientes, era en combinación con la intervención anglofrancesa y para servir sus intereses. El Paraguay al concertar ese tratado lo hizo para defender su existencia como nación soberana, amenazada por Rosas. Al dar ese paso lo hizo por propia determinación y en beneficio propio y no para servir ajenos intereses. Con el convenio los aliados perseguían que Rosas no «continúe en el uso del poder despótico, ilegítimo y tiránico» que se había arrogado y obtener «garantías completas y valiosas» para las altas partes contratantes. Esas garantías en relación al Paraguay debían asegurar «el reconocimiento público y absoluto de su Independencia y Soberanía Nacional como Estado enteramente libre y distinto de la República Argentina, de la integridad de su territorio y del derecho y comunidad de la navegación libre por los ríos Paraná y Plata». (69) Por otra parte, Charles Hotham que llegó a Asunción enviado por uno de los ministros de las potencias interventoras no llegó a ningún acuerdo con el gobierno paraguayo. En las instrucciones dadas por el presidente López a Juan Andrés Gelly cuando la misión de éste al Brasil no se consideraba conveniente establecer relaciones con la intervención anglofrancesa por las «graves consecuencias» que podían sobrevenir, pero también estatuían que en un caso posible de ser conquistada la república por el dictador de Buenos Aires, eran «preferibles todos los sacrificios» y hasta «alguna inteligencia con la Intervención Extranjera». (70)

El 15 de setiembre, Lisboa volvía a referirse a la cuestión de la independencia del Paraguay. No obstante la seguridad que le había dado Buchanan de que el gobierno de Washington reconocería aquella independencia, una vez que se «arreglen los negocios de la intervención anglofrancesa en el Río de la Plata», pensaba el agente imperial que esa buena disposición no tendría efecto alguno mientras durase la guerra entre los Estados Unidos y México, porque los mismos Estados Unidos juzgaban «de su interés no disgustar al Gobernador Rosas para que en el caso de un rompimiento con Inglaterra, permita (Rosas) a los cruceros norteamericanos refugiarse y hasta recibir en los puerto da la Confederación Argentina las presas que puedan hacer en los mares del Sur». (71)

En este estado de las negociaciones finalizó el año de 1846. En los primeros meses del siguiente, Lisboa insistió con sus gestiones. En la conferencia que mantuvo con Buchanan, el 22 de marzo de 1847, cumpliendo instrucciones de su gobierno, informó al secretario de Estado que la alianza del Paraguay con Corrientes ya no existía y que por lo tanto solicitaba nuevamente el reconocimiento de la independencia de la aquella república, por haber cesado esa objeción. Y para dar mayor consistencia a su petición, agregó: «que el Gobierno Imperial tomada un vivo interés por la prosperidad de aquel Estado por ser un País conterráneo donde siempre se había mantenido el orden y la tranquilidad y porque el Paraguay le había dado constantes pruebas de simpatía y de buen vecino, continuando su comercio con el Brasil, aún cuando lo había interrumpido con los otros Estados limítrofes». Buchanan respondió al diplomático imperial: «que el Gobierno de los Estados Unidos continuaba animado de los más sinceros deseos de reconocer la independencia del Paraguay y que para efectuarlo solamente esperaba la ocasión oportuna; que no se verificaba en este momento por causa de la guerra con México que ocupaba exclusivamente su atención; que el acto del reconocimiento de la independencia deber ser hecho por medio del nombramiento de un Cónsul que tiene que ir a residir en el Paraguay, pero que el Presidente no podía tomar esta medida sin la aprobación del Congreso por ser una designación nueva; que él deseó someter este negocio al conocimiento del Poder Legislativo en su última Sesión, pero que recelando que no fuese tomado en consideración, prefirió diferirlo para la siguiente reunión». (72)

En adelante Lisboa ya no podría insistir. Los Estados Unidos esperaban la ocasión oportuna y esa ocasión ofrecería la batalla de Caseros con la caída de Rosas, ya que, no obstante las diversas razones alegadas por Buchanan para no reconocer, por entonces, la independencia del Paraguay, la más consistente era la de no disgustar al dictador de Buenos Aires.

 

NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXVI

1- A.H.I. M.D.B. Lima – Oficios – 1845-50. Souza Ferreira a Limpo de Abreu. Lima, 7 de abril de 1846. Original.

2- Nota cit.

3- A.H.I. Legajo cit. Souza Ferreira al ministro de relaciones exteriores. Lima, 6 de abril de l846. Copia.

4- A.H.I. M.D.B. Lima – Despachos – 1842-62. Cayrú a Souza Ferreira. Río de Janeiro, 11 de junio de 1846. Borrador.

5- Nota del 7 de abril cit.

6- A.H.I. Legajo cit. Souza Ferreira a Limpo de Abreu. Lima, 25 de abril de 1846. Original. Con este oficio remitió el agente brasileño copia del proyecto de nota que presentó a Paz Soldán.

7- Nota cit.

8- Nota cit.

9- Nota cit.

10- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 20 de octubre de 1846. Copia. En la misma fecha, el ministro de negocios extranjeros avisó recibo a Souza Ferreira, comunicándole la remisión de la copia a Pimenta Bueno y las recomendaciones que hacía a este representante imperial. Lima – Despachos – 1842-62,

11- Ib. Assunção – Officios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción 15 de diciembre de 1846. Original.

12- Willian R. Manning. Diplomatic Correspondence of the United States: Inter-American Affairs, 1831-1860. Washington, 1938. Vol. V. Edwards a Webster, Buenos Aires, 1º de abril de 1843.

R. Antonio Ramos. Conferencia pronunciada en el Centro Cultural Paraguayo Americano de Asunción, el 21 de agosto de 1951, sobre el tema: Reconocimiento de la Independencia del Paraguay por los Estados Unidos de América.

13- Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib.

14- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 247 Nº 4. Correspondencias esteriores – Por conducto del ciudadano Peña. 1843. Buenos Ayres. López y Alonso al cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires. Asunción, 28 de agosto de 1843. Copia con rúbrica de López.

15- Manning, ob. cit., pág. 53 y 54. Edward a Webster. Buenos Aires, 10 de noviembre de 1843.

La traducción figura en la colección: Record Group: General Records of the Department of State, Consular Letters, Buenos Aires, Vol. 7, Nov. 10, 1843 – Nov. 22, 1850. National Archives and Records Service. Washington 25, D.C. Copia fotográfica de lamisma obra en nuestro poder por gentileza de Pablo Max Ynsfran. La traducción lleva este encabezamiento: «Translation of a Note from the Minister of Foreingn Relations of Paraguay».

16- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 10 Nº 20. Peña al primer cónsul. Buenos Aires, 12 de noviembre de 1843. Autógrafo.

17- Ib. Ib. I – 29, 24, 7 Nº 5. Correspondencias esteriores – Por conducto del ciudadano González, 1844. Nota del mismo tenor a los ministros de S.M.B. y deFrancia, y a los cónsules de Estados Unidos y del Brasil. Asunción, 28 de marzo de 1844. Copia.

18- A.H.I. Reservado. Ministro de Negocios Estrangeiros. Nº 1. 1843-1846. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 11 de enero de 1845.

19- Pablo Max Ynsfran. La expedición norteamericana contra el Paraguay, 1858-1859. México – Buenos Aires, 1954. Primera Parte, pág. 41. Esta obra estudia las andanzas del pintoresco Mr. Hopkins con el aporte de una copiosa documentación édita e inédita.

20- Ob. cit., pág. 42 y 43.

21- Manning, ob. cit., Buchanan a Hopkins, 10 de junio de 1845. Una traducción al español de esta nota, que encierra las instrucciones a Hopkins, obra en el A.N.A., Vol. 268 – 1 S.H., autenticada por Juan Andrés Gelly. No existe prueba sobre quien es el autor de esta traducción.

Ynsfran, ob. cit. pág. 43.

Ramos, conferencia cit.

22- Manning, ob. cit.

Ynsfran, ob. cit., pág. 43 y 44.

Ramos, conferencia cit.

23- Ramos, conferencia cit.

24- Ynsfran, ob. cit., pág. 44 y 45.

25- Ramos. La Política del Brasil en el Paraguay..., cit., pág. 107 y segts. Conferencia cit.

26- Manning, ob, cit., pág, 63 y sgts. Hopkins a Buchanan. Asunción, 31 (sic) de noviembre de 1845.

Ynsfran. ob. cit., pág. 47, 48, 49. Este autor llama al oficio de Hopkins «el informe del 31», pág. 60, nota 15.

Ramos, conferencia cit.

27- Ramos. La Política del Brasil en el Paraguay..., cit., pág. 107 y segts. Conferencia cit.

28- Ynsfran, ob. cit., pág. 49.

29- A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 5 de diciembre de 1845. Reservado Nº 30. Original. Ynsfran reproduce en portugués esta parte del informe. Ob. cit., pág. 50. Chaves. El Presidente López, cit., pág. 86 y 87.

30- «Informe del 31».

Insfran, ob. cit., pág. 58.

Ramos, conferencia cit.

31- «Informe del 31».

Ynsfran, ob. cit., pág. 51.

32- Ynsfran, ob. cit., pag. 60, nota 20.

33- A.H.I. Assunção – Oficios – 1846, Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 30 de abril de 1846. Autógrafo. En la parte final de su oficio agregaba: «Se anuncia la venida de Hopkins, no se, sin embargo, con que fundamento». La versión carecía indudablemente de fundamento. En la fecha de la comunicación de Pimenta Bueno, Hopkins viajaba hacia Nueva York.

34- Nota cit. del 5 de diciembre. Ynsfran reproduce en portugués esta información de Pimenta Bueno. Ob. cit., pág. 52.

35- A.N.A. Vol. 268 – Nº 1 – S.H. En el legajo figura el oficio autógrafo en inglés de Hopkins y una traducción en español. En ésta se emplea equivocadamente el vocablo intervención en vez demediación, que se usa en el citado autógrafo.

La traducción que reproducimos es la de Ynsfran, ob. cit., pág. 53 y 61, nota 22. La del Vol. 268 apareció el siglo pasado enEl Paraguayo Independiente Nº 62, sábado 22 de agosto de 1846, y en la «Historia Documentada de las Cuestiones entre el Gobierno del Paraguay y el delos Estados Unidos», interesante y bien informado volumen de 197 páginas, editado en Asunción por la Imprenta Nacional, pág., 2.

Ramos, conferencia cit.

36- Ynsfran, ob. cit., Cap. III.

37- G. F. Rodríguez. Contribución Histórica Documental. T. III. Buenos Aires, 1922, pág. 576, 77 y 78. Alvear al ministro de relaciones exteriores. Nueva York, 1º de noviembre de 1845.

38- A.G.N.A. Archivo del Gral. Guido. Leg. 11. Alvear a Guido. Washington, 6 de abril de 1846. Original. Portador de esta carta fue el hijo de Alvear, Diego, quien también conducía un oficio para Mr. Wise y de otro para Hopkins. De éste decía Alvear que el gobierno americano le había observado fuertemente y que había desaprobado «en todo y por todo su desatinada conducta».

Esta determinación Alvear transmitió a Gaspar José Lisboa. Este ofició a Limpo de Abreu: «El General Alvear, Ministro de la Confederación Argentina, me comunicó ayer que un Agente que el Gobierno de Washington envió al Paraguay, Mr. Edwards Hopkins, sólo para obtener informaciones exactas sobre el estado actual de aquel país, habiendo reconocido la independencia de éste en nombre de los Estados Unidos, sin estar completentemente autorizado para efectuarlo, este Gobierno desaprobó semejante paso y mandó luego retirar dicho Agente... ». Washington, 4 de abril de 1846.

A.H.I. – M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47. Original.

39- Ynsfran, ob. cit., pág. 114 a 125, nota 7. Buchanan a Harris. Washington, 30 de marzo de 1846. William A. Harris reemplazó a Guillermo Brent Jr. como encargado de negocios de los Estados Unidos en Buenos Aires.

Ramos, conferencia cit.

40- A.H.I. – M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47, Lisboa a Limpo de Abreu. Washington, 18 de febrero de 1846. Original.

41- Nota cit.

42- Nota cit.

43- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de abril de 1846. Copia.

44- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 17 de setiembre de 1846. Original.

45- Nota del 18 de febrero cit.

46- A.H.I. Legajo cit. Lisboa a Buchanan. Washington, 16 de febrero de 1846. Anexo de la nota anteriormente citada.

47- Ib. Leg. cit. Lisboa a Limpo de Abreu. Reservado Nº 3. Washington, 13 de marzo de 1846. Original. El subrayado es del texto.

48- Ib. M.D.B. Washington – Despachos – 1845-47. Cayrú a Lisboa. Río de Janeiro, 4 de mayo de 1846.

49- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de mayo de 1846. Copia.

50- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 17 de setiembre de 1846. ya cit.

51- Ib. M. D. B. Washington – Oficios 1845-47. Lisboa a Limpo de Abreu. Washington, 21 de abril de 1846. Original.

52- Nota cit.

53- Nota cit.

54- Nota cit.

55- Nota cit.

56- Nota cit.

57- A.H.I. M.D.B. Washington – Despachos – 1845-47. Cayrú a Lisboa. Borrador.

58- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Reservado Nº 17. Asunción, 30 de abril de 1846. Autógrafo.

59- Ib. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Reservado Nº 9, Río de Janeiro, 22 de diciembre de 1845. Copia.

60- Nota cit.

61- Nota del 30 de abril cit.

62- Nota cit.

63- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Reservado Nº 5. Asunción, 16 de junio de 1846. Copia.

64- Nota cit.

65- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 1º de agosto de 1846. Copia.

66- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 26 de octubre de 1846. Original.

67- Ib. M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47. Lisboa a Cayrú. Washington, 8 de julio de 1862.

68- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Cayrú. Washington, 26 de agosto de 1846. Original En una carta del 21 de agosto de 1846, desde Río de Janeiro, Guido decía a Alvear: «El pensamiento de que la independencia del Paraguay seria reconocida por los Estados Unidos fue sugerido al gobierno de aquella Provincia por Mr. Hopkins. El Presidente López lo creyó a puño cerrado y en una nota suya oficial a Mr. Wise fecha 29 de Dice. del año pas.o anterior, que creo que nuestro Gobierno haya embiado a V. en copia, hace merito de esta seguridad dada por Hopkins. Es verdad que Mr. Wise no la repelió y antes bien la juzgaba exacta; pero en esta cuestión como en todas las demas que he tratado con él, he conservado la independencia completa de mis opiniones. No es tampoco tan claro para mi todavia que el gobierno de Estados Unidos no hubiese estado decidido alguna vez al tal reconocimiento. Me ha bastado leer la conferencia del secretario de Estado con V. sobre este punto, para juzgar que asi lo pensaba, y que solamente ha declinado su proposito por no apoyar indirectamente la intervención Anglo francesa». A.G.N.A. Archivo del Gral. Guido. Legajo 11.

69- Artículos 2º y 3º del tratado del 11 de noviembre de 1845. Oscar Peréz Uribe y Eusebio A. Lugo. Colección de tratados históricos y vigentes. Asunción, 1934, pág. 34.

70- R. Antonio Ramos. La primera misión diplomática del Paraguay en el Brasil. Historia Paraguaya. Anuario del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, 1960, pág. 52.

71- A.H.I. M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47, Lisboa a Cayrú. Washington, 15 de setiembre de 1846. Original.

72- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Cayrú. Washington, 23 de marzo de 1847. Original.

 

 







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